Una Navidad en el bosque ¿De qué trata?: Los animales del bosque aprenden a colaborar juntos para traer de vuelta al espíritu de la Navidad. Personajes: Búho, Oso, Conejo, Cierva, Ardilla Era un día muy frío en el bosque, cuando los animales se reunieron para preparar el gran festejo de Navidad. Todos los años se sentaban a comer juntos para dar las gracias por su amistad, además de darse regalos entre ellos. Eran el sabio búho, el simpático oso, el responsable conejo, la noble cierva y la divertida ardilla. Entre todos arreglaban un claro del bosque para hacer su fiesta y solían pasarla muy bien. Aquel año sin embargo, estaba por pasar algo muy distinto que pondría a prueba su amistad. —He traído suficientes nueces para nuestra comida —dijo la ardilla. —Yo traje algunas hierbas del bosque para preparar una rica ensalada —dijo la cierva— y también suficientes bayas. —Pondré mis mejores zanahorias para que comamos —dijo el conejo. —Y yo —dijo el búho—, he puesto la mesa con lugares para todos. La vamos a pasar muy bien. ¿Qué has traído tú, oso? —Iba a traer un tarro de miel —dijo el oso con lástima—, pero de camino a acá se me cayó. ¡Qué apenado estoy! —No te preocupes —le dijo la cierva—, aun así habrá suficiente comida para todos. En ese momento, los animales se sentaron a comer pero no experimentaron la misma emoción que en años anteriores. Algo raro había sucedido: el espíritu de la Navidad no estaba presente entre ellos. —¡Qué raro! —exclamó el búho— Pero si estoy seguro de que hicimos todo bien. —¿Nos habrá faltado algo? —preguntó el conejo.
—Tal vez alguno de nosotros se portó mal antes de venir —dijo la ardilla. —No, no puede ser eso —dijo la cierva—, estoy segura de que todos somos buenos. Seguramente el espíritu de la Navidad solo se ha demorado un poco, hay que tener paciencia. Comencemos a cenar. Dieron pues las gracias y se dispusieron a degustar sus alimentos, pero la sensación de que algo no estaba bien no se iba. Finalmente, el oso ocultó la cabeza entre sus manos con mucha vergüenza y suspiró entristecido. —Perdónenme, amigos —dijo—, todo es mi culpa, he sido muy egoísta. —¿Por qué lo dices, amigo oso? —le preguntó la ardilla. —No es verdad que se me haya caído la miel, la verdad es que no la traje porque quería comérmela yo solo —dijo el oso—, a veces no puedo evitar ser muy goloso. Pero ahora que me doy cuenta de que ustedes han compartido lo suyo sin reparos, me siento muy mal. No merezco estar entre ustedes. —No digas eso, oso —le dijo el búho—, se necesita mucho valor para aceptar algo así. —No nos importa que no hayas traído nada, estamos contentos de que estés aquí —dijo el conejo. —¿De verdad? —Sí y ahora que has sido honesto, puedo sentir como el espíritu de la Navidad está volviendo —dijo la cierva. Todos comieron muy alegres y al día siguiente, el oso hizo dulces de miel para todos. Fue la mejor Navidad que los animales pasaron en el bosque en mucho tiempo y nunca se olvidaron de la importancia de compartir.