Sobreviviente de masacre en el puente Bulnes
“Me fusilaron en el río Mapocho” Autor: ARNALDO PEREZ GUERRA Luis Abraham González Plaza, el único sobreviviente de la masacre en el puente Bulnes. E l 13 de octubre de 1973 una patrulla de Carabineros detuvo a catorce personas que se encontraban en una quinta de recreo en Puente Alto. Los llevaron a la 20ª Comisaría de esa localidad y, después, a la 4ª Comisaría de Santiago. Avanzada la noche los trasladaron, apretujados y tendidos en el piso de los vehículos policiales, hasta el puente Bulnes sobre el río Mapocho. Allí los ejecutaron con ráfagas de metralleta. El único sobreviviente de la masacre es Luis Abraham González Plaza, que entonces tenía de 19 años. Aún atormentado por el recuerdo de la tragedia, Luis González decidió romper su silencio de 34 años y habló con Punto Final. Las palabras brotan lentamente, cargadas de sentimiento y angustia: “Nos sacaron de noche de la Comisaría, después del toque de queda. Nos metieron en los mismos vehículos en que nos habían trasladado desde Puente Alto. También los carabineros y el oficial al mando, eran los mismos que nos habían detenido”. La caravana iba al mando del capitán Fernando Galvarino Valenzuela Gallardo. La patrulla la integraban los cabos Arturo Cepeda Canelo, Héctor Reinaldo Valenzuela Gatto y Rubén Osvaldo Barría Igor, y los carabineros Rolando César Morales Fernández -que se ha negado a revelar lo que sabe-, y otros dos de apellidos García y Caballá. La patrulla irrumpió con prepotencia en la quinta de recreo Los Sauces. “Nos detuvieron, sin decirnos nunca el motivo. Aún me pregunto por qué. Llegaron a Los Sauces un cuarto para las cuatro de la tarde y se llevaron detenidas a unas veinte personas. El toque de queda comenzaba a las ocho de la noche. Poco antes de esa hora soltaron a algunos detenidos. El resto estuvimos más de seis horas en los calabozos. Los carabineros nos golpearon con pies, puños y culatazos. Una niña embarazada que fue detenida con nosotros (Leonilda Isabel Díaz Díaz) fue separada del grupo. Cuando el sargento escribiente dijo que todos éramos ‘patos malos’ y que había que ‘fusilarnos’, no pensamos que podría ser verdad. En Santiago, cuando nos sacaron de la 4ª Comisaría, dijeron que nos llevaban al Estadio Nacional, que estaba convertido en campo de prisioneros. Nos llevaban boca abajo en los vehículos, unos sobre otros. A la muchacha la dejaron encima de todos. Ella nos dijo que había sido violada en ambas comisarías. Muy luego nos dimos cuenta que los vehículos no iban al Estadio Nacional, llevaban otra dirección. Nos detuvimos en el puente Bulnes del río Mapocho, donde entonces había unos basurales. Nos hicieron bajar a empujones, insultos y golpes. Luego nos gritaron que arrancáramos. ¡Corran!, ordenaron… Pero qué íbamos a correr… si sólo había tres o cuatro metros de terreno libre de basura… Entonces nos dispararon ráfagas de metralleta y algunos caímos al río, muertos o moribundos. Yo estaba malherido y me
quedé muy quieto, congelándome y con el terrible dolor de las heridas de bala”, relata Luis González. “Todos los carabineros de la patrulla dispararon: eran seis. El puente Bulnes funcionaba entonces como paredón de fusilamiento. Pocos metros más allá fusilaron al padre Joan Alsina. Cuando nos dispararon, el menor de los hombres, que tenía 16 años (Jaime Max Bastías Martínez), se abrazó a mí y caímos juntos al río. Pero él recibió más impactos y murió. Poco después los carabineros bajaron al río a rematarnos uno por uno”. El mayor de las víctimas tenía 26 años. La menor, la muchacha de 14 años, estaba embarazada de seis meses. Los ejecutados fueron Luis Alberto Verdejo Contreras (26), Luis Miguel Rodríguez Arancibia (23), Alfredo Andrés Moreno Vidal (23), Luis González Lazo (20), Luis Segundo Suazo Suazo (20), Domingo de la Cruz Morales Díaz (20), David Oliberto Gayoso González (18), Mario José Matus Santos (18), Luis Armando Toro Toro (17), Luis Humberto Toro Vidal (17), Rigoberto Enrique Julio Díaz (17), Jaime Max Bastías Martínez (16) y Leonilda Isabel Díaz Díaz (14). La mayoría de los ejecutados trabajaban en las ferias libres de Puente Alto. El 13 de octubre de 1973 se habían reunido en la quinta de recreo Los Sauces para reunir dinero y organizar el funeral de Carlos Duque Duque, otro feriante que había sido detenido y ejecutado el 11 de octubre por Carabineros de la 20ª Comisaría. Luis Bastías Leiva -hermano de Jaime Bastías Martínez-, estaba en la quinta Los Sauces cuando llegó la patrulla: “Habíamos llegado recién. Ni siquiera nos tomamos un trago. Nos pusieron en fila. Allí mismo golpearon a Leonilda Díaz con un casco. Nos trasladaron a la Comisaría e íbamos como en una lata de sardinas. El que levantaba la cabeza, recibía un culatazo. Yo fui uno de esos, porque quería que alguien me viera. En la Comisaría un carabinero me conocía e intercedió por mí. Gracias a eso me soltaron cerca de las 20:00 horas, cuando empezaba el toque de queda. Pero mi hermano quedó detenido”. LO DIERON POR MUERTO Luis Abraham González Plaza sigue recordando: “Cuando fuimos ametrallados, caímos al río. Yo tenía cuatro heridas de bala, en un hombro, en la pierna izquierda, en una rodilla y otra a dos milímetros de la columna vertebral, en la región lumbar, todas con salida de proyectil. Cuando los carabineros bajaron al río a rematarnos, uno me golpeó con el pie, me dio vuelta, y al ver la sangre me dio por muerto”. Luis tenía entonces 19 años y había terminado su servicio militar en abril de 1973. “Nunca perdí el conocimiento -agrega-. Esperé oir a los vehículos policiales alejándose y entonces me arrastré como pude hacia una población vecina. Había unos árboles grandes y ahí me escondí. Más tarde me atreví a pedir agua a unos vecinos. Estaba choqueado y me estremecían las tersianas. No podía moverme y me estaba desangrando. De madrugada, una señora me pasó un chaquetón para que me abrigara. Yo tenía mucho miedo que los carabineros volvieran y me encontraran. Más tarde perdí el conocimiento y sólo desperté cinco o seis días después en la Posta 3 de la Asistencia Pública. Lo primero que vi fue a dos carabineros que custodiaban. Mis familiares me habían dado por muerto. De nuestro grupo ya habían enterrado seis cadáveres que se recuperaron en el Instituto Médico Legal. Los demás cuerpos desaparecieron”. El mayor de los ejecutados, Luis Verdejo Contreras, era casado y tenía una hija. “Después de detener a ese grupo, los carabineros regresaron a la quinta de recreo a buscar más personas”, dice Ismael Rodríguez Arancibia, hermano del ejecutado Luis Rodríguez, testigo de la detención de su hermano y de Luis Verdejo. Los restos destrozados de Verdejo aparecieron en el Instituto Médico Legal, que estaba lleno de cadáveres. “Los tenían en fila, todos los cuerpos abiertos. Había niños, mujeres,
ancianos. Al fondo, un alto de ataúdes. Junto a Luis Verdejo estaba el cuerpo de la niña embarazada, Leonilda Díaz. Tenía el vientre abierto y su guagua estaba al lado, todavía con el cordón umbilical. La criatura también tenía heridas de balas”, dice. Luis Abraham González retoma su relato: “Cuando estaba en la Posta 3 los carabineros preguntaron por qué yo estaba herido a bala… Un médico que me atendió dice que mientras yo estaba inconsciente hablé sobre la masacre. Me dijo que me querían poner una inyección pero que él lo impidió. Este médico me ofreció (…)
(Este artículo se publicó completo en la edición impresa Nº 637, 20 de abril, 2007)