Salir sin paraguas y con tacones En la última semana he leído y oído varios comentarios, cuentos y opiniones sobre el viento, la lluvia, los paraguas y el frío- ha de ser que comienza el otoño/invierno en Europa. Yo personalmente odio salir a la calle con un paraguas. Lo intento y me compro a veces un paraguas nuevo (suele ser de colores), incluso me traje un paraguas de Berlín para Madrid (por si las moscas), pero no funciona. En el fondo siempre soy de la opinión que es un estorbo andar cargando un techo portátil, impermeable y plegable en mi bolso o colgado a mi brazo. Es simplemente incomodo. Por consiguiente las pocas veces que si he salido armada de un paraguas lo he perdido inmediatamente o lo he dejado , sin querer queriendo, olvidado en algún sitio. He perdido todos mi paraguas. Además siempre confío en que no necesariamente me tengo que mojar, aunque este segurísimo que ese día lloverá- yo soy así de cabezona. Mi lógica es la siguiente: de plano que no me mojo… aunque el cielo este negro. Y si me mojo, pues ni modo. Asumo el riesgo. Con la misma lógica soy capaz de ponerme zapatos de tacón para ir a caminar kilómetros, solamente porque me apetece. Luego termino comprando chanclas o se me llenan los pies de ampollas. No importa, soy feliz, porque todas esas veces que me dispongo salir sin paraguas en un día nublado o me decido por las sandalias nuevas con tacón, salgo al mundo con la certeza que todo ira bien y que todo tiene una solución. No salgo con miedo, salgo segura de mi misma y de mis decisiónes. Paula Pinto Gellert 23.10.2009 www.cchdp.com www.desblogeados.blogspot.com