SAN ROQUE GONZALEZ DE SANTA CRUZ Y SU LABOR EN LA REGION MISIONERA El Padre Roque González de Santa Cruz, con lauros de eximio pacificador, catequista, médico, maestro de escuela, higienista, agricultor, hachero, explorador, labrador de maderas, carpintero, albañil, arquitecto, maestro de obras, guiador de carreteras, ingeniero, traductor, artista, etc., realiza una labor muy ardua impartiendo el cristianismo entre los nativos de la región misionera.
La Compañía de Jesús, Orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola, tuvo su aprobación pontificia de manos de S. S. Paulo III, el 27 de septiembre de 1540. A la muerte de su fundador en 1556 contaba con más de un millar de miembros, esparcidos por el mundo entero. Este crecimiento rápido y asombroso continuó de forma tal que a fines del siglo XVI el número de jesuitas llegaban casi a los tres mil. Ignacio de Loyola envió al Brasil en 1549 a los primeros hijos de su orden entre los cuales estaban figuras históricas tan notorias como los padres Lóbrega y Anchieta, considerados hoy como verdaderos padres de la nación brasileña. El Padre Roque González de Santa Cruz conocía a los jesuitas y sus trabajadores. Durante años los vio en sus colegios, en sus residencias, particularmente en sus misiones de nativos. Inspirado por el Altísimo, quiso ser uno de ellos: su generosidad lo llevaba a realizarse en el campo misional apostólico y a huir de las dignidades eclesiásticas. Fue el Provincial de Perú, Padre Diego de Torres quien lo admitió en la Orden el 9 de mayo de 1609. El noviciado no lo hizo en Córdoba como era de esperar sino en la misma Asunción. Una de las mayores y más genuinas glorias de la Compañía de Jesús ha sido el que sus hijos siempre y en todas partes, y de un modo particular en las regiones del río de la Plata, se constituyeron en los más tenaces defensores y en los más sacrificados abogados de los nativos. Realmente es indescriptible lo que los jesuitas sufrieron de parte de los encomenderos y colonizadores seglares, con tal de garantizar la libertad de los aborígenes que habitaban estos países. Si después de medio siglo de durísima esclavitud recuperaron su libertad, eso se debe exclusivamente a los jesuitas, como lo comprueba toda la historia. Roque González, sale a fines de 1614, de San Ignacio Guazú, actual Paraguay, y cruzando campos, boscosas serranías
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y peligrosos pantanos, llega al río Paraná, en cuya ribera toma una canoa y navega aguas abajo hasta Santa Ana del Iberá, en territorio correntino, donde se encuentra con un nativo cristiano que le informa que aquella región fue visitada por los franciscanos de la Ciudad de Vera de las Siete Corrientes. Con el propósito de evitar un conflicto de jurisdicción, baja a Taraguy (Corrientes), y conviene con estos religiosos que si en el término de seis meses ellos no establecen una reducción en el Iberá, él la fundaría, Vuelve a su canoa y remonta el Paraná tomando conocimiento de los pueblos de aborígenes ribereños hasta los dominios de un gran cacique de nombre Itapúa o Itapuá, con quien traba relación, después del bautismo de un niño nativo que se moría. A este arrogante cacique, le regala varios objetos y consigue que los aborígenes clavaran una cruz para la futura reducción y primer jalón de su empresa evangelizadora. Sin pérdida de tiempo, el Padre Roque González, regresa a la Asunción del Paraguay a informar al Padre Rector el resultado de su expedición y a pedirle algunos compañeros misioneros para la empresa iniciada y obtener de su hermano, el General. Don Francisco González de Santa Cruz, teniente de Gobernador de la Asunción, una licencia que le permitiera afianzar las futuras reducciones. El conjunto de pueblos de las regiones del Paraná y del Uruguay formaron parte de un territorio denominado Región Misionera. Desde el punto de vista institucional, en ningún momento los jesuitas intentaron otorgarle un carácter propio o independiente del sistema colonial. El conjunto de los pueblos, según la época formó parte de la gobernación del Río de la Plata o la de Paraguay.
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La acción cultural evangelizadora en ésta región, llena una de las más interesantes páginas de la historia de la Compañía de Jesús y de la Historia Universal, famosas habrían de ser las reducciones de la Región Misionera. Estas reducciones tenían también desde el punto de vista del español, un fin político innegable: frenar el avance portugués; contener a los bandeirantes paulistas que se internaban en tierras misioneras, atacaban frecuentemente a los pueblos y se llevaban prisioneros a los aborígenes para después venderlos como esclavos. En este contexto el Padre Roque González decide realizar sus expediciones y misión evangelizadora; la acción misional en la región de los tapés respondió a la solicitud que el cacique Ñeenguirú, uno de los más importantes del Uruguay efectuó en 1619. Marchó entonces el Padre Roque, el 8 de septiembre de 1619 fundó la reducción de la Concepción que situó a una legua del río Uruguay. Al cabo de seis años de frecuentes incursiones sobre la margen izquierda del río, y en compañía de Ñeenguirú, se dirigió a las tierras del cacique Tabacán, a unas cincuenta leguas del Uruguay, fundando Nuestra Señora de la Candelaria, sobre el río Ibicuy. Esta reducción no tardó en ser deshecha por los nativos enemigos. Roque González continuó su avance y penetró en la región del Tapé, fundando en 1626 el pueblo de San Nicolás de Piratiní. Esta reducción sería el corazón de la obra evangelizadora de esas lejanas e inhóspitas tierras, y un importante centro de población ya que, pocos años después, contaba con unas quinientas familias. Desde San Nicolás partieron los Padres Roque Gonzáles y Pedro Romero a un lugar cerca de Piratiní. Donde después con el cacique Agaraguarí y fundaron merced a su ayuda, la reducción de Candelaria (2 de febrero de 1627). La misma debió trasladarse, años después, por los ataques paulistas, ubicándose al oeste del Uruguay, en las proximidades de Itapúa. En 1628, el Padre Roque Gonzáles y el padre Juan del Castillo llegaron a las tierras del norte del río Iyuí Grande, estableciendo el 15 de agosto el pueblo de Asunción del Iyuí, y el 1 de noviembre Todos los Santos del Caaró. A medidos de noviembre, en estos últimos pueblos Roque González y sus compañeros fueron martirizados, a consecuencia del martirio de los misioneros, Caaró fue abandonada como misión. Aunque más tarde fue restablecida con el nombre de Tres Mártires del Japón de Caaró. Su traslado definitivo al territorio de la actual provincia de Misiones fue una consecuencia de las incursiones paulistas a la región. Ya en vida el Padre Roque González de Santa Cruz era respetado por todos, particularmente por sus hermanos en Cristo como hombre de Dios, digo hijo de la Compañía que fundara el Santo de Loyola. Los aborígenes cristianos, inmediatamente después de su muerte, lo veneraron como héroe de la fe, que derramó su sangre y dio su vida por la causa de Cristo. El brujo Ñezú fue el perseguidor de Roque González, creyéndose un semidiós, se vio contrariado por la presencia de los misioneros cuya doctrina era un
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impedimento para que continuara con su vida de lujuria y crimen. Por eso odiaba, como odiaba la fe cristiana; y esa fue la razón que lo llevó a instigar a sus súbditos para que cometieran acto tan inhumano; de hecho la muerte del padre Roque fue muy cruel. Roque González, no se dio cuenta del inminente peligro que corría antes del primer golpe. Pero quien como él pasó años y años entre tantos sacrificios, que soportó hambre, sed, marchas agotadoras, puede decirse que tuvo ya un martirio en vida. Y estaba pronto para sacrificar su vida por Cristo y por las almas, a cualquier hora y de la manera más cruenta. Cuántas veces, ante una situación de muerte casi cierta, dio muestras de coraje heroico. Cuando caciques conocedores de un grave riesgo lo querían detener, él no retrocedía sino todo lo contrario: confiando en su Madre Celestial, la “Conquistadora”, seguía adelante, a enfrentarlo. Esta es parte de la vida y obra de uno de los Jesuitas más importantes de la Región Misionera, que habla del idealismo heroico que se vivió en estas tierras en los albores de nuestra historia. Que el ejemplo de San Roque González de Santa Cruz despierte acciones nobles y plenas de esperanzas en un mundo fraterno y más justo.
Lic. Sergio Luis Alberto Páez Departamento de Geografía Instituto Superior “Antonio Ruiz de Montoya”
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