Rojo Y Negro Pa

  • May 2020
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Rojo y Negro

Antonio “el Gallego” Soto Y la Patagonia Rebelde

egún Engels, el proletariado es más que una mera clase sufriente. En los albores de la era industrial, rompía los ojos las deplorables condiciones de vida del proletariado. Base de toda riqueza, se hallaban sumergidos en la miseria mas abyecta; quienes todo lo producían nada poseían para si. Fue como quien dice, la marca de origen de esta nueva clase social. En esto, nada la diferenciaba de otras clases sufrientes de la historia. Pero, para Engels, algo distinto anidaba en el proletariado fabril, algo que sin dejar de eslabonar con sus antecesores, lo hacían portador de algo inédito. La naturaleza misma de las fuerzas productivas desatadas por la burguesía en ascenso, las condiciones mismas del proceso de trabajo capitalista forjaban inevitablemente –según Engels- un sujeto con conciencia de clase y positivamente orientado hacia su emancipación política. No es que el proletariado haya inventado la rebeldía como acción política. Rebeldes y rebeldías nos vienen desde los bajos fondos mismos de la historia. Lo que Engels y otros intuían con fuerza de certidumbre, era que esta nueva rebeldía venia de la mano de una nueva sociedad, de un nuevo horizonte superador de la perversidad y la explotación capitalista. Aleccionados por esa gran escuela que era la explotación misma, su acción los elevaba muy por encima de la vergonzante condición de vida en la que se hallaba. En otras palabras, sufrientes si, pero politizados Hoy, mucha agua ha pasado por debajo de los puentes de la lucha de clase. El panorama sombrío en el cual se halla la clase trabajadora a nivel mundial, asemeja en demasía nuestro escenario a la Inglaterra de 1840 retratada por Engels. Sobre todo en término de sufrimiento humano. Y sin embargo, hay diferencias. Y eso nos remite a la cuestión política. ¿Cómo se va a traducir este desquicio fenomenal que significa el capitalismo hoy en la subjetividad de millones de personas en el mundo? ¿Se gana o se pierde conciencia política? ¿Mejoran o empeoran las condiciones para la acción colectiva con contenido de clase?

La coyuntura actual es rica en razones y pretextos. En las últimas décadas, una ofensiva burguesa se ha impuesto a lo largo y ancho del planeta. A la cabeza de dicha marejada, se hallan los Wall Street’ boys. Fue justamente esta casta –con la complicidad activa de sus amigos de siempre- los que dieron una nueva vuelta de tuerca al torniquete perverso de la injusticia de clase. Sobre llovido, mojado, léase: mas hambre, desempleo, precariedad, trabajo basura, informalidad y pobreza, mas rebaja salarial, mas degradación y desintegración social, mas agresión y violencia de pobre contra pobre y más represión desde arriba, menos oportunidades de vida en educación, salud, acceso a la vivienda y a la cultura en general, mas incertidumbre, etc, etc... En definitiva, mas sufrimiento. Pero a diferencia del futurismo anterior, en este caso, el pueblo trabajador procesa tanta injusticia y dolor con otra sensibilidad, desde otro ángulo. No desde el evasionismo o la autodestruccion, no desde la resignación o el fatalismo o desde el jodido egoismo que transforma al otro en un mero valor de uso y al si mismo en una maquina cínica e hipócrita. Pero, para que esto sea posible, no todo puede ser derrumbe. Y de hecho, no todo lo es. Si la evidencia no me engaña, -y creo firmemente que no-, se cuentan por millones quienes expresan a viva voz el hartazgo de vivir en este lodazal y ensayan resistencias varias. No ya contra este o aquel malestar puntual, sino contra el sistema como modelo civilizatorio. Desorientadas, confusas, con miedos e incertidumbres de todo tipo. Pero por sobre todo, -como el viejo proletariado fabril ingles, negándose rotundamente a subastar su humanidad al mejor postor, o ir por la vida en un eterno salto de mata en mata. Un mundo orientado a promover la sensibilidad, inteligencia y buen gusto de todos, puede ser posible......, siempre y cuando estemos dispuestos a luchar por el. Lucha de masas, lucha política. Difícil, sin duda; pero: ¿hay atajos? Abril de 2009 

De los futurismos posibles elijo dos. En el primero, la realidad instituida aplasta, corroe y anega nuestra sensibilidad humana. Nos hace menos libres y por ende menos concientes; nos despolitiza y desarma en lo ideológico. En este cuadro, el sistema logra una transformación clave para su supervivencia: transformar al sujeto potencialmente revolucionario en un mero sufriente. Y lo que todo sufriente necesita y quiere, por encima de todo, es aliviar el dolor. Hay muchos caminos para paliar un dolor. No todos conducen a una sociedad nueva y mejor. En el segundo, el camino elegido es la política. Una opción conciente y de masas por la acción política.

En 1920, obreros del sur argentino, en Río Gallegos, capital de Santa Cruz. Protagonizaron una contienda histórica, que pertenece a la épica patagónica en el tiempo en que los terratenientes británicos llamaban a la zona "Far South" (Lejano sur) comparándola con el Far West (Lejano Oeste) de los norteamericanos. Se reclama por derechos de trabajador, de buenos y dignos trabajadores. La situación se hace insostenible y el gobierno de Irigoyen manda, desde Buenos Aires, al teniente coronel Varela para que imponga orden. Entre los trabajadores hay numerosos emigrantes europeos que actúan como fermento ideológico de sus compañeros que agrupados en sociedades anarquistas y socialistas pertenecientes a la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) resuelven hacer una huelga exigiendo mejoras laborales, siendo esta el inicio de su forma de conciencia de clase oprimida. Los estancieros no cumplen con el convenio firmado. Esta vez la lucha “...no se levantará hasta no conseguir las demandas o morir en el intento”, seguida por una brutal represión. En ese escenario, con 23 años, Antonio Soto Canalejo se convierte entonces en "el gallego Soto", Secretario General de la Fora en esa región, obsesión de un teniente coronel de apellido gallego, Varela, que ve, junto con sus colegas de Buenos Aires, un problema de soberanía nacional en lugar de reclamos más que justos- de los obreros patagónicos. Soto sabe bien lo que les espera si dejan la lucha, llama a resistir y continuar la huelga ante el pedido de rendición de las fuerzas represivas, no hay acuerdo y algunos vacilantes bajan lo puños para entregarse y resolver los asuntos por las buenas. Esto no deja margen y quedan todos entrampados. La estrategia ya estaba trazada por el enemigo: exterminar a los rojos. No menos de 1500 obreros fueron asesinados a quema ropa y enterrados en fosas comunes. Luego de insistir en su planteamiento, Soto saluda dolorosamente a los compañeros que optan por entregarse pero decide seguir para rearticular la lucha. Se escapa por la Cordilleras hacia Chile donde, con la coherencia de pensamiento de su actuación, muere luego de años de lucha en Punta Arenas, Chile, el 11 de mayo de 1963. El Coronel Varela, responsable de esa masacre, es ajusticiado por Kurt Wilkens, que cobra justicia en honor a los obreros patagónicos. Apresado este, es baleado mientras dormía en su celda el 16 de junio de 1923 por un miembro de la Liga Patriótica y morirá el día siguiente. Antonio “el Gallego” Soto, junto con los mas de 1500 obreros asesinados en la Patagonia Argentina, a los que se suma la heroica actitud de Kurt Wilkens, pertenece a la historia que va sembrando la irrupción de un nuevo mañana, porque ninguna muerte es en vano 

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