Verónica Lobato Alonso Grado en Historia, Curso 2º
La Reforma Gregoriana
Introducción:
La Reforma Gregoriana se llama así por el nombre de su promotor, Gregorio VII. Significa la irrupción más decidida de la peculiaridad del catolicismo en la historia. En ella se trataba de asegurar a la Iglesia la libertad, el derecho a su propia constitución y, en cuanto entraban en juego intereses político-eclesiásticos, también el derecho a la dirección del mundo cristiano. Era, por tanto, una reacción contra un cierto rumbo que habían tomado el oriente con el cesaropapismo bizantino y el occidente con formas jurídicas como la iglesia propia, la investidura de seglares, la teocracia real, etc., en perjuicio de la Iglesia y de su misión.
La situación de la Iglesia:
La época de plenitud del orden feudal constituyó un periodo de grandes contrastes. La sociedad, básicamente rural, se ve sometida a los abusos de los señores feudales. Esta situación dio lugar a un gran movimiento reformista dentro de la Iglesia. Primero, los papas germánicos del siglo X y luego los renovadores, desde Nicolás II a Gregorio VII, lucharon encarnecidamente por eliminar los grandes vicios que sufría la sociedad cristiana, entre los que destacaban: la simonía, el nicolaísmo, el celibato y la investidura laica.
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Objetivos de la Reforma:
Los objetivos de la Reforma eran muy amplios. Ante todo, aspiraba a la instauración en la sociedad de una vida conforme al Evangelio. Para ello no era suficiente la restauración de las estructuras eclesiásticas o la elevación moral del clero, sino que exigía una profunda renovación espiritual de toda la Iglesia, desde su Cabeza (el Papa) hasta el último de sus miembros. El primero de los papas reformistas fue Nicolás II, que se reunió en 1059 en el palacio de Letrán y emitió la Bula "In nomine Domini..", en la que se estableció la elección pontificia por el Colegio de cardenales, sin intervención política externa. Pero es en 1075 cuando el papa Gregorio VII da cuerpo a los ideales del movimiento reformista en la Bula llamada Dictatus Papae, en la que afirma la superioridad espiritual del Papa sobre toda la cristiandad y pone en marcha todas las medidas necesarias para acabar con los males de la Iglesia. La reforma Gregoriana no será aceptada por el emperador germánico ni por muchos otros monarcas, y por ello surgirá la querella de las investiduras entre el poder laico y eclesiástico (Enrique IV y Gregorio VII). Por otra parte, el rey Colomán de Hungría (1095-1116) fue uno de los primeros monarcas en aceptar e implementar las reformas gregorianas en sus dominios, disposiciones establecidas en el Concilio de Estrigonia I (1104/1105). Así, se trató, con un amplio conjunto de reformas, de hacer regresar la Iglesia a los tiempos primitivos de Cristo, de los Apóstoles y de sus sucesores inmediatos, por un lado, y por otro, propensa a la afirmación del poder papal frente al poder feudal (que había casi privatizado la Iglesia en el Siglo X); por la connotación de «retorno a los orígenes» y enfrentamiento del poder temporal. La reforma fue continuada y consolidada por los eclesiásticos de la Abadía de Cluny. La reforma gregoriana es considerada un marco en el inicio de la teocracia pontificia, considerándose que el Papa tenía la suprema autoridad sobre todos los cristianos y que nadie, excepto Dios, podía juzgarlo; se afirmaba también que la Iglesia no cometía errores en formulaciones dogmáticas y morales, casi un preludio de la Infalibilidad Pontificia declarada por el Concilio Vaticano I. Partiendo jurídicamente del documento conocido como la "donación de Constantino" (probablemente forjado a mediados del siglo VIII, en tiempos de la coronación de Pipino el Breve), el Papa afirmó su derecho a ejercer sus prerrogativas espirituales, pero que eran superiores a cualquier auctoritas temporal, en toda la Cristiandad, es decir, en toda Europa, por lo que pasaba también a tener autoridad sobre el emperador, confirmándolo o pudiendo deponerlo si no se comportaba como buen príncipe cristiano. De todas formas, las sospechas de falsificación de ese documento ya eran conocidas por Gregorio VII y este intentó no utilizar esta donación como base de las reformas políticas derivadas de la reforma eclesial, por lo que en esta época se desarrolla la teoría de las 2
«Dos Espadas», según la cual el Papa ostentaría auténtica y plena auctoritas espiritual y potestas sobre la Iglesia, y el emperador, equivalente poder en el plano temporal, siendo superior la auctoritas espiritual a la temporal. Uno de los grandes logros de los papas reformistas fue la generalización en toda la cristiandad del rito romano con el fin de unificar la liturgia romano-latina en toda la cristiandad. En esta época el canto gregoriano llegó a su madurez y sus melodías fueron divulgadas por toda Europa.
La Reforma Monástica:
La reforma monástica comenzó en septiembre del año 909, cuando el duque Guillermo IV de Aquitania, llamado el Piadoso, concedió al abad Bernónlos territorios de Cluny para fundar un monasterio benedictino, donde el abad fuese libremente elegido por los monjes y el convento fuese inmune a toda autoridad laica y del obispo diocesano. Dependería así directamente del Romano Pontífice. El éxito de Cluny movió a otros monasterios a solicitar su inclusión en la reforma, para ser sometidos a la autoridad de la abadía de Cluny. Así se constituyó la orden cluniacense, que se extendió por todo el Occidente y llegó a contar a partir del cambio de milenio con cerca de 1.200 monasterios.
Reforzamiento de la auctoritas pontificia:
Si en Oriente la Reforma influyó en la separación definitiva entre católicos y ortodoxos, en Occidente esta situación fue la mecha de la célebre «Querella de las Investiduras», que opuso al Papa y al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por la lucha de ambos por el supremo poder político de Europa, así como por el derecho de la investidura de los obispos en sus diócesis. Según la teoría política de la época, dos supremas autoridades, denominadas las «dos espadas», dirigen la sociedad medieval en estos siglos: el Papa, como titular del poder espiritual, y el emperador, al frente del poder temporal. El Papa coronaba al emperador germánico designado por los príncipes electores y este, a su vez, controlaba el buen orden de la elección pontificia. Sin embargo, surgió la discordia cuando, en la práctica, el poder temporal y el espiritual pretendieron para sí la primacía efectiva en la cristiandad de manera excluyente.
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Esta situación mejoró a favor del papa y durante esta época aparecieron las grandes monarquías europeas, todas ellas con relaciones dificultosas con el emperador germánico: en Francia, Hugo Capeto y su hijo Roberto el Piadoso; en Inglaterra, la monarquía normanda de los herederos de Guillermo I el Conquistador; en España, los reinados de Sancho III el Mayor en Navarra, Fernando I y Alfonso VI en Castilla y la creación de los reinos de Aragón con Ramiro I y de Portugal con Alfonso Enríquez; en Europa central, los reinos de Hungría, con los herederos de san Esteban, y de Polonia. Gran parte de estos reyes, se declararon vasallos del Papa, y fueron quienes promovieron las reformas en sus respectivos reinos. Tras los tiempos de la Reforma gregoriana, la lucha entre el poder temporal (los gibelinos) y el poder espiritual (los Güelfos) concluyó con la victoria del Papa en el plano temporal, con sucesivas deposiciones y excomuniones: desde el emperador Enrique IV (que pidió perdón al Papa en Canossa) y del Concordato de Worms, Federico II, pasando incluso por el rey portugués Sancho II; finalmente, hasta el asesinato del Arzobispo de Canterbury, Thomas Becket, en Inglaterra, fueron una consecuencia de las tentativas de imponer la reforma. La querella de las investiduras derivó en la lucha de la Iglesia por lograr su plena autonomía de los poderes temporales. De esta lucha, resultó la separación, en el mundo occidental, entre el poder espiritual y el poder político, delineándose así claramente las atribuciones de cada uno. Destacaron los cuatro concilios de Letrán, realizados a lo largo de todo el siglo XII e inicios del XIII: Letrán I (1123); Letrán II (1139); Letrán III (1179) y Letrán IV (1215), así como el Primer Concilio de Lyon (1245) fueron hitos de todo este proceso reorganizativo de la Iglesia Católica en la Edad Media.
Los efectos de la Reforma Gregoriana:
-Establecer una clara separación entre los poderes seculares y espirituales; también alejar al clero de las jurisdicciones civiles. -Asegurar para toda la Iglesia pastores adecuados, con formación y vida ejemplar. -Tomar el Evangelio en lo moral y en lo doctrinal como irrenunciable, por lo que se lucha contra cualquier diferenciación significativa (por ejemplo, se unifica el rito en todo Occidente; o se llama a la Cruzada contra los albigenses). -Promocionar modelos eficaces de comportamiento cristiano.
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Las universidades y la escolástica:
El primer efecto es que aparece un estamento "supra nacional", el clero, que tendrá mayor capacidad de movimiento, ya que no obedece las leyes civiles sino las comunes de la Iglesia. Esto permite un mayor nivel de comunicación y de intercambio de ideas entre los diversos territorios de la Cristiandad. El primer fruto será Cluny, al que seguirán en Cístery otras fundaciones, para concluir con el nacimiento de las órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos. Esta mayor independencia del clero tiene un importante resultado en la cultura, ya que muchas escuelas catedralicias, siguiendo el ejemplo de Palencia y París, van a convertirse en las primeras universidades. De hecho, los universitarios formaban parte del clero, y, durante sus estudios, solo podían ser juzgados en tribunales eclesiásticos. A partir de este momentos podemos hablar de un "pensamiento occidental" con propiedad: el desarrollo de las universidades, la libertad de movimiento del clero y su independencia jurídica fueron los factores del desarrollo de la escolástica, de la vuelta del Derecho romano, de la recepción de la obra de Aristóteles y del nacimiento de la experimentación científica. A partir de la reforma gregoriana, comenzó un programa intensivo de copia de manuscritos de toda temática, escritos en letra carolina, y luego en gótica, que se distribuyen en bibliotecas eclesiásticas y civiles de toda Europa.
Conclusión:
El éxito imperecedero de la Reforma Gregoriana consiste en haber conquistado la libertad para la Iglesia como institución con derecho propio, constitución propia y finalidad sobrenatural propia, y en haber iniciado al mismo tiempo formas estructurales que todavía hoy sirven de soporte a la Iglesia, aunque naturalmente también plantean nuevas cuestiones respecto al derecho de los seglares, al centralismo romano, a la autoridad episcopal, etc. Además, la Reforma Gregoriana puso más de relieve la parte de responsabilidad que corresponde a la Iglesia en la configuración del mundo. Con la afirmación de este principio, y no con las ideas políticas concretas, sujetas a los tiempos y por tanto sin valor normativo, su influjo ha seguido actuando hasta nuestros días.
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