Progresar Es Competir Ivone Ghiggino

  • Uploaded by: Sir William Crookes
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  • June 2020
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¿Progresar es competir? – Ivone Molinaro Ghiggino A lo largo de su mesianato aquí en la Tierra, Jesús fue mal entendido muchas veces, no sólo en sus palabras sino que también en sus actitudes. Cuando escogió los apóstoles entre hombres simples y trabajadores de la entonces Palestina, dijeron que su elección había sido para poder imponerse mejor sobre eles; cuando habló con Magdalena modificándole sus instintos y permitiéndole seguir entre sus seguidores, se dijo que Él animaba intenciones menos dignas hacia ella; cuando Se hospedó con el publicano Zaqueo, comentaron que quería usufructuar de su riqueza ilícita… Al aseverar que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico alcance el Reino de los Cielos…” (Mateos – cap. XIX, v. 24), muchos incautos, sin entender el sentido real del mensaje, se despojaron de todos sus bienes materiales quedando en total penuria, para “seguir” las recomendaciones del Bondadoso Nazareno… Lo mismo sucede con el Espiritismo, “Cristianismo Revivido”, a pesar de que su enseñanza era simple, clara y lógica. Veamos un ejemplo, entre tantos otros. Sabemos que el Progreso es una Ley Natural (L.Espíritus, 3ª. Parte, cap. VIII) y que para progresar, debemos imbuirnos de la totalidad de la Ley de Dios, “la única verdadera para la felicidad del hombre” (ídem, preg. 614), para después materializarla en obras de bien. Sin embargo, hombres inconscientes de su condición de espíritus inmortales, por ahora embutidos en la carne para una evolución más efectiva, se olvidan de las otras leyes morales y se estacionan en el raciocinio de que es necesario progresar en el mundo, o sea, ¡vencer en el mundo! Y para eso, pierden todos los parámetros de fraternidad que deben gerenciar ese proceso. Es lo que vemos entre profesionales de diversas áreas de actuación: para muchos de ellos es obligatorio ganar de los otros, salir adelante, subir más, aunque para eso sea menester usar medios ilícitos, de calumnias fríamente engendradas, de traiciones… Es el concepto difundido de “sacar ventajas” y de “cada uno por sí mismo”, copiando y perjudicando los que están a su lado… ¡Se olvidan que estamos aquí, en romería terrena para vencer al mundo, viviendo en el mundo, pero siguiendo a Cristo! Si nos detenemos a observar, hasta en la práctica de los deportes verificamos que muchos se olvidan del origen de la palabra inglesa “sport” (diversión) y desperdician momentos preciosos de sano placer (lazer, del latín “licere”, ser permitido, ser lícito), tan necesarios al hombre como medio de auténtica confraternización entre compañeros de la romería terrestre, propiciando nuevos conocimientos y amistades, fomentando la disciplina y la perseverancia. Desvirtúan el deporte, transformando la búsqueda de la victoria en las competencias, en motivo de antagonismos y hostilidades entre los participantes, llevándolos a actitudes negativas y desleales extremas: doping, agresiones durante y fuera de las competencias, enemistades, agresividad… Recordamos de un médico de un determinado equipo de los Juegos Panamericanos Rio-2007, espírita, que nos contaba su tristeza ante la actitud poco fraterna del jefe de su delegación, que lo censuró por haber medicado un atleta de otro país que, confiando en su idoneidad, le pidió ayuda. La justificación para la censura fue que “había ayudado a un enemigo”. Es necesario que nos compenetremos de que “competir” viene del latín “competere” (preposición “cum”, que da a idea de simultaneidad, de unión, de compañía; más el verbo “petere”, pedir, alcanzar, buscar, rogar, ser capaz), y su sentido etimológico es “pedir juntos”, “alcanzar juntos”. El deporte, entonces, debe ser entendido como un medio de desarrollar virtudes y practicarlas, colocando la fraternidad como la bandera blanca de la paz, donde el mejor, en vez de vanagloriarse de su conquista, tendrá la gentileza de ofrecer su corazón a los que quedaron atrás. A propósito, eso sucedió también en este Panamericano, en una corrida de media distancia, cuando la ganadora (de los Estados Unidos), después de ultrapasar la línea de llegada y conquistar la medalla de oro, esperó hasta que la última corredora llegase, se le aproximó, le extendió la mano y la llamó para ir juntas al podio, incluso convidándola a entrenar con ella en su país. ¡Eso es Evangelio! ¡Eso es lo que nos enseña Jesús y también nuestra Doctrina! En todas las competencias, lo más bonito es el último día, el tradicional “Change Day”: todos los atletas cambian entre sí alguna pieza de su uniforme – camisas, chaquetas, mochilas, medias, hasta zapatillas. Y al día siguiente, día de la partida, ya no hay ropa distintiva del país de origen: todos visten algo de cada lugar, convirtiéndose en un solo equipo. Llegará el día en que la Humanidad valorizará más el esfuerzo que el resultado, como ya decía el Barón Pierre de Coubertin (que hizo revivir las Olimpiadas Modernas, en 1896): “¡Lo importante no es vencer, es competir!”. Y todos comprenderán que la más grande e imprescindible competencia es la íntima, contra los propios vicios y defectos… Por lo tanto, en el “estadio de la vida”, en las “benditas vueltas de la reencarnación”, vamos a participar activamente de la “maratón del progreso”, buscando el camino de Amor, que nos llevará al camino Crístico, en dirección al camino Cósmico del Ser Integral que todos deseamos alcanzar, aproximándonos del Padre.

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