LOS PREJUICIOS A LA LUZ DE LA DOCTRINA ESPÍRITA – Ivone Molinaro Ghiggino
En un viaje aéreo, una señora blanca, de cerca de 50 años, al ocupar su plaza en la clase económica, se dio cuenta que el pasajero a su lado era negro. Visiblemente perturbada, llamó a la azafata, diciéndole ser un absurdo estar ubicada al lado de un negro. Por lo tanto, exigía que la cambiasen de silla... La azafata buscó calmarla, y afirmó que iba a chequear la disponibilidad de lugares en el avión. Retornó, en un rato, confirmando que la clase económica y la ejecutiva estaban llenas; sin embargo, había un asiento libre en la 1ª clase. Explicó que ese cambio de lugares no era permitido, pero que, debido a las circunstancias, el comandante consideró que sería inadmisible forzar un pasajero a viajar al lado de una persona desagradable. Entonces, ante el espanto de la mujer blanca, cortésmente se volvió al señor negro, invitándolo a ocupar la butaca de la 1ª clase... Y fue aplaudida por los otros pasajeros... Aunque con elogiable final, ahí está un terrible ejemplo de prejuicio, que es “cualquier opinión o sentimiento, favorable o desfavorable, concebido sin examen crítico, conocimiento o razón, es decir, formado anticipadamente, sin mayor ponderación o conocimiento de los hechos”; es una “idea preconcebida”, que lleva a la aversión y a la intolerancia a otras razas, creencias, religiones, etc, conduciendo hasta entrañadas supersticiones. Infelizmente, la hay también entre niños: en una guardería infantil en la ciudad de Salvador (Bahía), la maestra trajo a clase muñecos con varios tonos de piel y fotos de personas de características físicas distintas. Una de las niñas, Brenda, de 3 años y medio, apuntó la fotografía de una chiquita negra, y dijo que era “fea’; cuando la maestra le preguntó “¿porque era fea?”, ella le contesto “¡porque ella es igual a mí!...” Absurdamente, varios de esos conceptos que mucha gente asume como suyo, le han sido pasados de generación a generación, habitualmente sin justificación plausible que los ampare como legítimos: “todo gitano es ladrón”, “todo judío es avaro”, “los indios son improductivos y perezosos” (prejuicios étnicos); “mujer al volante es un peligro”; “los ancianos están ultrapasados”, etc... Los psicólogos dicen que los prejuicios, en general, están vinculados a tres causas, que claramente se interconectan: la ignorancia (falta de conocimiento sobre determinado tema), invariablemente acompañada de terquedad, que es su “esclava fiel”; el miedo (el milenar de la lepra, o de la sida, o de todo lo que es distinto o desconocido, etc); y, finalmente, el orgullo. Como vemos, la base común es siempre la ignorancia. Y las consecuencias son terribles, llevando a la discriminación, a la marginalización, a la violencia, a antagonismos que conducen a débitos dolorosos... (ejemplo: el 11 de mayo de este año, la Internet transmitió una noticia del Estado indiano de Gujarat, donde un hombre, tornándose padre de mellizas, consideró que, por ser niñas, eran señal de mala suerte; ¡así que las mató enterrándolas vivas!...) El Espiritismo aniquila cualquier forma de preconcepto, a través de seguros y comprobados esclarecimientos: Dios es “Inteligencia suprema, causa primaria de todas las cosas” (L. Espíritus, # 1); los espíritus (nosotros) fuimos todos creados “sencillos e ignorantes, es decir, sin saber” (ídem, # 115); todos tenemos el mismo destino: la felicidad absoluta, mediante la conquista de la perfección relativa (jamás seremos iguales a nuestro Creador), lograda paulatinamente en las diversas encarnaciones; todos con las mismas oportunidades de aprendizaje y progreso; reencarnaremos siguiendo planificación previa visando rescatar errores pretéritos, ultrapasar pruebas pedidas y realizar las misiones - pequeñas aún - que nos tocan (ídem, # 132: objetivo de la encarnación); de ese modo, en cada encarnación vivenciamos determinadas situaciones (financiera, social, física, familiar, etc), exactamente las que nos son necesarias al aprendizaje y a la evolución; Dios ama a todos sus hijos igualmente, sin “proteccionismo” (nada de “ángeles”, “demonios”, etc). Por consiguiente, somos todos iguales, hermanos (L. Espíritus: “De la Ley de Igualdad”); y sólo las situaciones se invierten en las distintas encarnaciones, para nuestro crecimiento espiritual. ¡El prejuicio es antievangélico, irracional, absurdo! ¡La convicción lógica en la reencarnación y la certidumbre de la justicia y del amor divino lo destruyen!... El Espiritismo, “Cristianismo Redivivo”, nos enseña que el valor real de cada uno de nosotros no está en la apariencia, sino en lo que pensamos, sentimos y hacemos de acuerdo con las leyes divinas, siguiendo las enseñanzas del Cristo, que es para nosotros “el Camino, la Verdad y la Vida”. En una quermese en una pequeña ciudad de la Amazonía (región norte del Brasil), un señor vendía globos de varios colores; buen vendedor, para llamar la atención de los niños, dejó que un globo rojo se soltase y se elevase en el aire, después uno azul y uno blanco. Un indiecito a todo asistía fascinado, fijándose que el globo castaño, del color de su piel, no lo soltaba. Fue hasta el vendedor e indagó: “¿Si usted soltase el castaño, él subiría también?” El vendedor sonrió, y soltando el referido globo, contestó: “No es el color, hijo, es lo que está dentro de él que lo hace subir.” ¡Eso es! ¡Busquemos la verdad, que anulará el miedo y destruirá el orgullo, puesto que somos todos “globos-hermanos” elevándonos hacia el Padre, nuestro Creador!