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C
on la túnica negra y la capucha echada resultaba bastante fácil pasar
desapercibida. Allí todos iban igual vestidos, salvo los príncipes del infierno, que iban haciendo gala de la avariciosa y lujosa vida que llevaban. Ireth intentaba abrirse paso entre aquella conglomeración de demonios. Su parte angelical se resentía ante toda aquella materia oscura. Estaba acostumbrada al rencor que acumulaban en las almas los diablos de Enoc, mas nunca había estado en Infernalia y esa parte de su cuerpo se le congelaba. La oscuridad era muy fría y el extraño humo negro que flotaba en aquella atmósfera se le clavaba en los pulmones, contaminando su sangre con una extraña droga. Algunos demonios parecían percibir que cerca había un ángel y se mostraban bastante inquietos, por lo que decidió que era mejor era escabullirse de la muchedumbre. Llegó hasta una estancia donde las luces que iluminaban débilmente la penumbra eran de un tono ámbar. El ruido de cadenas agitándose desesperadamente ahogaba el eco de sus pasos. Provenía de las jaulas que se guardaban en aquel lugar. En su interior estaban las pobres doncellas vírgenes que iban a ser ofrecidas como sacrificios al nuevo Señor Oscuro. Por un lado algo de pena sí que daban, pensó Ireth, ya que a ninguna mujer le gustaba que le arrancasen de esa forma su inocencia, pero por otro lado sentía envidia de ellas, envidia de que iban a poder probar algo que ella siempre había deseado y que le había sido negado. << Que se las folle a todas si quiere. Ojalá alguna de ellas tenga dientes en el coño, sería un buen espectáculo. >> Las observó más detenidamente. Las había de todas las razas: de piel tenue y cabellos rubios o anaranjados; de piel tostada y rasgos exóticos; de ojos orientales y cabello oscuro como una noche sin estrellas… cada una poseía su propia belleza que las hacía hermosas y únicas a su manera. También eran todas muy jóvenes. Al verlas golpear los barrotes concluyó con que eran realmente estúpidas, puesto que lo único que conseguían era que las cadenas se les clavasen más en su tierna piel. Unos latigazos resonaron al fondo. Deberían de provenir del encargado de vigilarlas puesto que tenían que asegurarse de llegasen vírgenes y en perfectas condiciones a su señor. Decidió que lo mejor era irse de ahí. Tenía que conseguir acercarse lo máximo posible a Caín. Tenía que verlo con sus propios ojos. Todas las criaturas infernales se encontraban allí reunidas, esperando ansiosos a que el espectáculo comenzara. A los diablos de la Tierra no se les había permitido asistir. En lugar de eso, se estaba retransmitiendo en directo y ellos habían montado su propia fiesta satánica. Todos lucían cruces invertidas, en símbolo de burla hacia la Inquisición, ya que esta organización empleaba la crucifixión como pena de muerte, al igual que el
fuego. Sin embargo, a los demonios no les gustaba demasiado este símbolo, preferían lo suyos propios como el pentagrama invertido. Caín aguardaba en silencio a la hora destinada. Yacía completamente desnudo luciendo sus tatuajes y la mancha de sangre en su rostro. Como él sí que era un diablo, había decidido grabase la cruz invertida en el pecho. Todo lo que iba a acontecer a continuación ya lo tenía más que preparado. Iba a ser divertido. Sonrió maliciosamente mientras se relamía absorto en sus propios pensamientos. Un enorme reloj de arena estaba colocado en medio de la sala, ostentado sobre unos enormes pilares. La negra arena caía sin cesar. Cada grano representaba los instantes de libertad que le restaban a Caín y cada vez quedaban menos. A Ireth se la hizo eterno, escondida en su escondite, hasta que el último grano resbaló posándose delicadamente sobre la gran montaña negra que se había formado en la mitad inferior del reloj. La hora había llegado. El público gritó eufóricamente. Aquellas voces estridentes resonando en su cabeza por poco la hacen enloquecer. Se sentía impotente allí en medio de todo eso, y lo único que deseaba era verle a él. En el lugar de honor reservado para nobles, más allá de un enorme lago que había en el medio, destacaba Samael, completamente vestido de blanco y luciendo unas enormes alas albinas. ¿Cómo se atrevía a ir así en un evento como éste? A su lado pudo ver a Nosferatus, envuelto en una impecable capa negra con bordados carmesí. El cuerpo se la estremeció. No podía borrar aquella pesadilla de su mente por mucho que se esforzara en ello. Unas luces rojas y verdes iluminaron el centro. El espectáculo iba a comenzar. Una oscura melodía comenzó a sonar. Ireth se sorprendió al reconocer en aquellos acordes musicales el sonido de su propia guitarra eléctrica. Lo que sonaba era una de las canciones de su propia banda musical. Caín utilizaba la música como único medio para desahogarse. Cuando componía canciones, a veces se encerraba para que nadie le molestase; otras, las componían juntos bajo la luz de la luna. La que sonaba pertenecía al grupo de las primeras. ¡Oh hombre! ¡Presta atención! ¿Qué dice la profunda medianoche? «Yo dormía, dormía, De un profundo soñar me he despertado: El mundo es profundo, Y más profundo de lo que el día ha pensado. Profundo es su dolor. El placer - es aún más profundo que el sufrimiento: El dolor dice: ¡Pasa! Mas todo placer quiere eternidad -, -¡Quiere profunda, profunda eternidad! » 1 Un hombre con cabeza de chacal y un cuerpo femenino con cola de león y cabeza de águila, escoltaban al próximo Señor Oscuro. Aquel cabello atezado como el ónice y su morena piel con tatuajes cubriendo sus antebrazos eran inconfundibles.
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La canción ebria, Así habló Zaratustra (Nietzsche)
<< Así que piensas ocultar tu verdadero aspecto hasta el final. >> El desfile siguió hasta que él se colocó sobre un altar lleno de símbolos herejes y comenzó a sonar otra canción más lenta. Cuando el aire va perdiendo luminosidad, Cuando ya el consuelo del rocío Cae gota a gota sobre la tierra, No visible, tampoco oído: Pues delicado calzado lleva El consolador rocío, como todos los suaves consoladores –… Primero iban a comprobar que era cierta la historia de que la sangre que lucía perteneció al arcángel Mikael. El chacal portaba una pequeña caja de de piedra y de ella sacó una pluma blanca. Por lo que decían, perteneció también al arcángel azul. La posó sobre su rostro, justo donde estaba la mancha, y ambas comenzaron a brillar con una débil luz azulada. Parecía que había pasado el examen. Todos los demonios parecían impresionados de que alguien que parecía tan poca cosa hubiese sido capaz de derrotar al más poderoso de todos. …Entonces tú te acuerdas, te acuerdas, ardiente corazón, De cómo en otro tiempo tenías sed, De cómo, achicharrado y cansado, tenías sed De lágrimas celestes y gotas de rocío, Mientras en los amarillos senderos de hierba Miradas del sol vespertino malignamente Corrían a tu alrededor a través de negros árboles, Ardientes y cegadoras miradas del sol, contentas de causar daño. Ahora era el turno de los seis príncipes. Se tenían que arrodillar ante él para jurarle adoración y obediencia absoluta y reconocerle como el Rey de los Siete Infiernos o Satán, puesto que significa “adversario”. Si alguno de ellos no le aceptaba, habría un duelo hasta que uno derrotase al otro demostrando quien era el mejor. El primero en arrodillarse fue Samael, que lo hizo sin dudar, y le tendió un cáliz en el que Ireth pudo apreciar la cruz satánica. Esta cruz cuestionaba la Deidad de Dios y es inconfundible ya que la parte inferior de la cruz se prolonga en una especie de “c” invertida e inclinada. Caín bebió del cáliz y sus labios se tornaron del mismo color que su cabello. No quería ni pensar de que estaba hecho aquel líquido. «¿El pretendiente de la verdad? ¿Tú? - así se burlaban ellas – No! ¡Sólo un poeta! Un animal, un animal astuto, rapaz, furtivo, Que tiene que mentir, Que, sabiéndolo, queriéndolo, tiene que mentir: Ávido de presa, Enmascarado bajo muchos colores, Para sí mismo máscara, Para sí mismo presa -…
El siguiente fue un demonio con aspecto de hombre joven que lucía una radiante cascada de rizos dorados. Besó la mano de su señor mientras se arrodillaba y materializó en su mano una flecha decorada con cinco tipos de flores fragantes. Sumergió la flecha en un cáliz que él también llevaba, y se la tendió. Caín la relamió lascivamente mientras saboreaba aquel líquido. La semidemonio ya había echado volar su imaginación pensando que ella era aquella flecha. Rápidamente cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo y se enfureció con ella misma. Para entretener su mente decidió averiguar cuál era el símbolo de aquel cáliz ya que ella no conocía a ese demonio de nada. Le pareció distinguir el udjat, o más conocido como “el ojo que todo lo ve”. Klim kamadevaia vidmahe, pushpa-banaia dhīmahi, tan no 'ananga prachodaiat2 Por la oración que algunos recitaron, Ireth comprendió que se trataba de Kamadeva. En Enoc había visto varios libros suyos sobre las estanterías que adornaban el palacio y por saber qué es lo que leía Caín, les había echado un vistazo. Eran todos de alto contenido erótico. …Eso - el pretendiente de la verdad? ¡No! ¡Sólo necio! ¡Sólo poeta! Sólo alguien que pronuncia discursos abigarrados, Que abigarradamente grita desde máscaras de necio, Que anda dando vueltas por engañosos puentes de palabras. Por multicolores arcos iris, Entre falsos cielos Y falsas tierras, Vagando, flotando, ¡Sólo necio! ¡Sólo poeta!... Tras él, le llegó el turno a Astaroth. Aquel día lucía el pelo de un intenso color naranja y llevaba la cara pintada con diferentes motivos. Se tendió a los pies de su señor y sacó una baraja de cartas. Se las dispuso en forma de abanico y Caín seleccionó una. Astaroth extendió la lengua hacia fuera3 mientras que la carta se materializaba en otro cáliz. Caín bebió de él como lo había hecho en los dos casos anteriores. …Bienaventuradamente burlón, bienaventuradamente infernal, Bienaventuradamente sediento de sangre: O, semejante al águila que largo tiempo, Largo tiempo mira fijamente los abismos, Sus abismos…
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Om,/a Kama-deva conozco,/en [ese dios que dispara] flechas de flores medito, /ese nuestro Incorpóreo nos entusiasma. Gaiatrí de Kamadeva. 3 La lengua extendida: Es símbolo de muerte.
Antes de que terminase de beber, Belcebú, el Señor de las moscas, ya se había postrado ante él. A Ireth le parecía increíble que un ser tan terrorífico pudiese mostrar sumisión ante alguien. El cáliz que este le tendió, llevaba inscrito con sangre el símbolo de Bafomet: una estrella de cinco puntas invertida, rodeada de un círculo, y en su interior el rostro de un macho cabrío (por eso la estrella es invertida, con las dos puntas hacia arriba), escrito a su alrededor con símbolos hebreos “Leviatán” en cada punta estrellada. Era un símbolo muy abundante en los aquelarres. También se dice que Bafomet es el encargado de castigar a los pecados capitales. …Así, De águila, de pantera Son los anhelos del poeta, Son tus anhelos bajo miles de máscaras, ¡Tú necio! ¡Tú poeta!... Ireth comenzaba a inquietarse. Todavía faltaban dos y uno era Nosferatus. Entonces el otro tenía que ser Belial, pero se sorprendió al ver una mujer en su lugar. Excepto por su blanquecino cabello, era exactamente igual a Caín. ¿Entonces ella era Brella? Caín no le había dicho nada de que su madre fuera uno de los príncipes. Si ella quería, podía derrotarle fácilmente, ya que ningún ataque de su hijo le afectaba. Por la expresión que ponía parecía que ella también estaba contemplando esa posibilidad. Samael la miraba de reojo, preocupado. Finalmente, se arrodilló brevemente para volver a levantarse rápidamente, y le ofreció su cáliz. Era una copa muy pesada, forjada aparentemente en hierro y decorada con numerosas calaveras. Samael pareció aliviado. Caín bebió un trago rápido y le devolvió la copa. …Tú que en el hombre has visto Tanto un Dios como un cordero – Despedazar al Dios que hay en el hombre Y despedazar al cordero que hay en el hombre, Y reír al despedazar –… Ahora tan solo faltaba Nosferatus. Todas las miradas se clavaron en el vampiro. “En la situación actual no puedo matarte. Cúrate tus heridas y vete a llorarle a tu querido Caín, si es que te hace caso” Esa noche estaba todavía demasiado reciente. Había podido curar sus heridas físicas, pero la humillación que le había hecho pasar no se lo perdonaría nunca. En uno de los extremos de la sala se encontraba todo su harem de vampiros, destacando entre todas, el arcángel Zadquiel. ¿Sería verdad que Caín había ido a hablar con ella? Eso es lo que él mismo le dijo, pero según Nosferatus había estado con el ángel ese. Algunas de las vampiresas tenían los ojos rojos, estaban sedientas. El Devorador de almas no le quedó más remedio que aceptar y se arrodilló como habían hecho los otros cinco. Algunos se sintieron defraudados de que las posibilidades de que hubiese pelea se esfumaran. El cáliz que le tendió tenía una gran cruz egipcia o ankha, pero en el ojival relucía una piedra roja.
… Así caí yo mismo en otro tiempo Desde la demencia de mis verdades, Desde mis anhelos del día, Cansado del día, enfermo de luz, - Me hundí hacia abajo, hacia la noche, hacia la sombra: Por una sola verdad Abrasado y sediento: - ¿Te acuerdas aún, te acuerdas, ardiente corazón, De cómo entonces sentías sed? Sea yo desterrado De toda verdad, ¡Sólo necio! ¡Sólo poeta!4 Una vez que hubo bebido de los seis cálices, llegaba el siguiente paso. Ya había bebido la sangre, ahora en orden inverso al de las misas normales, comería el cuerpo. El cuerpo de Lucifer yacía inmóvil siendo uno contra la pared. Ya no era Lucifer, sino que formaba parte de Infernalia. Según los antiguos filósofos existían tres tipos de almas: una en el vientre, otra en el pecho, y la más alta, en la cabeza.5 Caín lo devoró en este orden. Primero absorbió el Alma concupiscible, la que controla las bajas pasiones, y se desató en el diablo un voraz apetito. Superado esto, suya era la templanza. Introdujo sus garras en el pecho y extrajo el corazón, el cual contenía al alma irascible. El órgano aún latía cuando hincó sus dientes en la vibrante carne, y se fortaleció. Con esta nueva fuerza, penetró de nuevo con sus garras e introdujo su mano en el interior de su cabeza. Agarró el cerebro y lo extrajo. Lo devoró tan ferozmente como lo había hecho hasta ahora. Y así tomó el alma racional obteniendo la virtud de la razón. El resto de su cuerpo lo dejaba para que más tarde todos lo presentes pudiesen disfrutarlo al igual que había hecho él. Ireth no estaba muy sorprendida, aunque en alguna parte de ella eso le parecía repugnante. Los rituales de los diablos eran mucho peores que los de los demonios ya que estos primeros estaban totalmente poseídos por el odio y la rabia. En el caso de los demonios dependía. Muchos pedían sacrificios y había diversos actos sexuales, pero los rituales no alcanzaban el nivel de las misas negras. Caín nunca la había dejado participar en ninguna de ellas porque sabía que eso implicaba orgías y sexo desenfrenado, aunque sabía que él en un pasado había participado en numerosas ocasiones haciendo incluso de sacerdote. Ahora llegaba el turno de oírle hablar. Si había algo que se le daba bien, era engatusar a la gente. Sabía que palabras utilizar en cada caso y que entonación debía darlas para transmitir sus ideales. Lo que dijese ahora serviría de referencia para todos los satanistas. Caín clavó esos ojos grises y penetrantes en la audiencia y sin parpadear ni una sola vez, comenzó a hablar: -En este árido desierto de acero y piedra, elevo mi voz para que puedas oírla, Al Este y al Oeste 4
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¡Sólo necio! ¡Sólo poeta! Así habló Zaratustra (F. Nietzsche)
Teoría platónica
hago una seña. Al Norte y al Sur muestro un signo que proclama: ¡Muerte a los débiles, salud para los fuertes! ¡Abrid los ojos para que podáis ver, oh, hombres de mente enmohecida, y escuchadme bien, vosotros, la multitud de seres desorientados! ¡Pues yo me alzo para desafiar a la sabiduría del mundo, para pedir explicaciones a las «leyes» del hombre y de «Dios»! Yo exijo razones de vuestras reglas doradas y pregunto el porqué de vuestros mandamientos No me inclino en señal de sumisión ante ninguno de vuestros ídolos pintados, y el que me diga «tú lo harás» es mi enemigo mortal. Hundo mi dedo en la sangre aguada de vuestro impotente y loco redentor, y escribo en su frente desgarrada por las espinas: «el verdadero príncipe del mal; ¡el rey de los esclavos!».6 Y continuó con el discurso en perfecto enoquiano: — Otahil elasadi babaje, od dorepaha gohol: gicahisaje auauago coremepe peda, dasonuf vi-vau-divau? Casareemi oeli meapeme sobame agi corempo carep-el: casaremji caro-o-od elonusahinu cahisa ta el-o calaa. Torezodu nor-quasahi od fe-caosaga: Bagile zodir e-na-IAD: das iod apila! Do-o-a-ipe quoA-AL, zodacare! Zodameranu obelisonugi resat-el aaf nor-mo-lapi!7 —REGIE SATANAS! —Napeai Babajehe das berinu vax ooaona larinuji vonupehe doalime: conisa olalogi oresha das cahisa afefa. Micama isaro Mada od Lonu-sahi- toxa, das invaumeda aai Jirosabe. Zodacare od Zodameranu. Od cicale Qaa! Zodoreje, lape zodiredo Noco Mada, hoathahe Saitan!8 6
Fragmento del Libro de Satán, Biblia satánica. He colocado mi pie en el Sur, y he mirado a mi/alrededor, diciendo: ¿No son los truenos quienes/reinan en el segundo ángulo? Bajo quien he colocado/a quienes nadie/ ha contado todavía, a excepción de/Uno; en quien el segundo principio de las/ cosas son y/fueron fuertes, añadiendo sucesivamente los números/del tiempo, y sus poderes se hallan en el primero de/los nueve! Emerged! hijos del placer, y visitad la/Tierra; porque yo soy el Señor, vuestro Dios, que es y/vive por los siglos de los/ siglos! ¡En el nombre de/Satán, Moveos! y mostraos como mensajeros alegres,/para que podáis adorarlo entre los hijos de los/hombres! Cuarta llave del libro de Leviatán, Biblia satánica. 7
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¡Oh vosotras las espadas del Sur, que tenéis ojos/para incitar la furia del pecado,/embriagando a los/hombres que están sedientos, contemplad! ¡La/promesa de Satán y Su poder, quien entre vosotros es/llamado entre amargos dolores! ¡Moveos y apareced!/¡Develad los misterios de vuestra creación! ¡Porque/soy el mismo, vuestro Dios, el/ adorador verdadero del/excelso e inefable Rey del Infierno! Decimotercera llave del libro de Leviatán, Biblia satánica.
Su voz al principio sonaba hipnótica y a medida que avanzaba la ira las iba perfumando hasta que todos los espectadores clamaban al nuevo Satán. —In nomine Dei nostri Satanas Luciferi excelsi! REGIE SATANAS! Caín dejó de utilizar el lenguaje diabólico para concluir con un nuevo grito. —Odia a tus enemigos con todo tu corazón, y si un hombre te abofetea en la mejilla, ¡Abofetéale en la otra! Abofetéale con toda tu alma, pues el velar por uno mismo es la ley más excelsa. ¡El que ofrece la otra mejilla es un perro cobarde! Devuelve golpe por golpe, desprecio por desprecio, ruina por ruina, ¡y devuélvelos con interés del ciento por ciento! Ojo por ojo, diente por diente, ¡siempre en una proporción de cuatro a uno, de cien a uno! Conviértete en el temor de tu adversario, y cuando él se aleje, lo hará con mucha más sabiduría que rumiar >> Entonces todos tus huesos dirán orgullosamente; ¿Quién está por encima de mí? ¿No he sido demasiado fuerte para mis adversarios? ¿No me he liberado yo mismo por medio de mi cerebro y mi cuerpo? Benditos sean los valientes, pues ellos obtendrán grandes tesoros... ¡ Malditos sean los que creen en el bien y en el mal, pues se dejan asustar por sombras!9 —REGIE SATANAS! AVE SATANAS! Samael parecía un poco desconcertado ante esto último. Parecía que estaba haciendo lo que le daba la gana y el muy imbécil en vez de pensar en la reconciliación entre ambos bandos, actuaba cegado por la venganza. Quizás se habían pasado con el elixir… Aunque tenía que reconocer que sonaba bastante convincente y se había ganado a sus súbditos. El nuevo Satán se acercó a las orillas del lago y se introdujo en las inquietas aguas. Cuando volvió a emerger, su piel se había teñido de bermellón. Extendió su ala como si de una bestia salvaje se tratara. "Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo…” Esta vez fue la mujer con cabeza de águila la que se acercó a Caín. Portaba una corona de plata de la que sobresalían diez cuernos que se retorcían entre sí y entrelazados por numerosas diademas de todos los materiales excepto del oro. El diablo inclinó levemente la cabeza y la bestia fue coronada. Los seis príncipes infernales volvieron a
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Ver nota 5.
rodearle y a inclinarse ante él. La diadema que cada uno lucía centelleaba en la oscuridad, absorbiendo la energía oscura de la atmósfera. “…con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas.” Todos contemplaban en silencio a su nuevo señor. Empapado en líquido escarlata, con los pequeños rubíes resbalando por su maldita carne. Su única ala, que a pesar de ser solo una, se desplegaba de forma amenazante. La cola que le salía del final de la espalda se agitaba enérgicamente. “…Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra." Apocalipsis 12, 3-4 El nuevo Satán se dirigió con paso firme y solemne a su nuevo trono. Lo habían colocado próximo a donde se encontraba el cuerpo de Lucifer. El trono era también de color negro y estaba adornado con siete hermosas jóvenes desnudas. El modelo lo había diseñado él mismo y había explicado que cada mujer representaba una parodia de los siete arcángeles. Se acomodó mientras las acariciaba libertinamente. Y volvió a abrir la boca para hablar una última vez. - Aquí estoy yo sentado, olfateando el mejor aire de todos, Aire de paraíso en verdad, Ligero aire luminoso, estriado de oro, Todo el aire puro que alguna vez Cayó de la luna.10 —REGIE SATANAS! AVE SATANAS! HAIL SATAN! La fiesta iba a comenzar. Primero le traerían una de las vírgenes que tenían encerradas, y todos admirarían como la desvirgaba. Posiblemente de una forma tan salvaje, que le arrebataría la vida también. Después, todos tenían derecho de devorar el cuerpo de su antiguo líder y de disfrutar con sus orgías hasta que Caín hubiese terminado con las seiscientos sesenta y cinco restantes. Ireth se recostó sobre el frío muro y se dejó caer. Iba a ser demasiado largo y no tenía interés alguno en contemplar semejante espectáculo. Los gritos de desesperación se entremezclaban con los de placer, y el sudor y los gemidos contagiaban el aire. Sentía la lujuria en el ambiente, cómo se movían en aquel rito sexual. Hasta el suelo parecía moverse al son de rítmicas e hipnóticas sacudidas. Y a ella todo le daba demasiadas vueltas. Ya había perdido la noción del tiempo cuando parecía ser que finalmente se habían calmado. Caín seguía sobre su trono. Los restos de sangre que teñían su cuerpo de carmesí se habían difuminado con el contacto con otros cuerpos. Ahora era su trono el que se había tornado escarlata.
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Fragmento de Entre hijas del desierto, Así habló Zaratustra(F. Nietzsche)
Unos tentáculos como raíces surgieron de entre la pared y rodearon al Señor Oscuro atrapándole entre sus redes. Con sus puntas le atravesaron y se le introdujeron en sus venas cual jeringuillas de heroína, y comenzaron a bombear sangre. Ireth tuvo que reprimir un grito. Entonces sí que era cierto que Caín no iba a regresar nunca más. En otro momento habría acudido sin pensárselo dos veces a salvarle, pero ahora se sentía sin ganas de nada. Él era el que la había protegido todo este tiempo. Quizás se hubiese pasado de sobreprotector, pero al fin y al cabo era él el que estaba junto a ella en las largas noches de pesadillas sin tregua, acompañándola en su sufrimiento y ayudándola a soportar el dolor. Un temblor se extendió por toda Infernalia. La tierra volvía a tener vida. La energía de Caín estaba haciendo efecto y podía sentirlo como si estuviese junto a ella. Se acurrucó ocultando su rostro entre las piernas y las lágrimas bañaron sus ojos. Parecía que aquello no iba a acabar nunca, pero como con todas las cosas, el final llegó y hubo un momento que por fin no quedaba nadie. Estaba prohibido estar en el Séptimo Infierno salvo ocasiones como ésa. Los restos de los cadáveres comenzaron a arder y de entre el corazón de las llamas una luz roja comenzaba a nacer. De entre esas llamas salieron unas alas rojas y negras, y de aquel revoltijo de plumas surgió una mujer con la misma intensa melena. —Ya estaba comenzando a preocuparme —exclamó una fría voz desde las sombras. —Tenía que asegurarme de que se habían ido todos, Caín. Una fibrosa figura salió de su escondite. Lucía exactamente igual que siempre, con sus finos cabellos morenos y su serio semblante. —¿Has disfrutado de la fiesta? —le preguntó a Areúsa. —Debo admitir que no ha estado mal. Esas vírgenes sabían muy bien —pronunció mientras se relamía con el aún reciente recuerdo—. Pero me daban un poco de envidia como disfrutaban admirándome… —Mira que les tengo dicho que lo que yo quiero es que sepan lo que hacen, pero ellos insisten. —Bueno, así hemos salido ganando los dos. Ha estado bien ser la Reina de los Infiernos. Te dije que nadie lo notaría. —Estoy sorprendido. No sabía que tu habilidad era tan útil.- El pecado capital había sido capaz de adoptar su apariencia y después había vuelto a renacer de las cenizas. —Yo sí que te voy a demostrar mis “habilidades” —le ronroneaba, zalamera, mientras se arrimaba a su cuerpo. Se sorprendió al advertir la presencia de alguien detrás de él— ¿Quién es esa que nos está mirando? Caín se volvió preocupado y se sorprendió al reconocer a Ireth. La capucha se le había caído dejando su rostro completamente al descubierto. —¿Ireth? ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Es muy peligroso! La semidemonio se acercó en silencio hacia él y le propinó una bofetada. —Serás…Yo preocupada por ti y tú… ¡Tú riéndote de todos! —Te dije que no tenías que preocuparte por mí. —¿Acaso no tenías suficiente con Zadquiel? ¡Tuviste que irte también con el ángel y con la pelirroja esta! —Ireth, cálmate… parece que eres tú la envidia en vez de ella. —¡Me dejaste sola en Enoc! —estaba haciendo un sobreesfuerzo para reprimir las lágrimas que brotaban de la ira de su interior. —¡Porque era el lugar más seguro para ti!
—¿Ah, sí? Si no llega a ser por Nosferatus yo no me hubiese enterado de nada—. Se estremeció una vez más al recordarlo. La culpabilidad se apropió del diablo. —¿Nosferatus? ¿Te ha vuelto a hacer algo? —Ahora te preocupas por mí. Ya no pudo soportarlo más y echó a correr fuera de aquel lugar que seguía oliendo a sangre y deseo. Iba tan sumida en sus pensamientos que no prestaba atención de por donde iba y se chocó contra una mujer de cabellos celestes y túnica violeta. Ireth confusa, elevó la vista para ver el rostro de la mujer. Era Zadquiel. —¿Selene? Ireth no comprendía nada de lo que estaba pasando. —…Quizás no te acuerdes de mí —seguía insistiendo el ángel—. Fue hace mucho tiempo, pero solíamos vernos para hablar de nuestras dudas. —¡Ireth, espera! —Caín la había seguido. Se detuvo y desenvainó su sable al verla con alguien. —Sí, no hay duda. Ese poder que hay en tu interior… eres Selene. —Ah, eres tú, Zadquiel —suspiró aliviado al comprobar que no era ningún enemigo. A Zadquiel no parecía sorprenderle verlo ahí. A Ireth el corazón le había dado un vuelco. —¿Sabes quién era yo antes? —Sí, tú eras la que pervertía a su hermano.- exclamó entre una sonrisa el arcángel. Y se sintió extraña porque hacía mucho que pensaba que se le había olvidado como se hacía. —Ireth, vámonos de aquí —ordenó Caín mientras la cogía de un brazo y tiraba de ella —. Aquí corremos peligro. —¡Suéltame! —se defendió ella. Caín agarró su rostro con las dos manos y la besó, desesperado. Ella le correspondió con un rodillazo en el estómago. —¿Por qué no quieres que sepa como me llamaba antes? —¿Y para qué quieres saber eso? —¿Y por qué no iba a poder saberlo? —Interesante. Caín volvió a preparar su arma y el gesto de Zadquiel se tornó serio de nuevo. De entre uno de los múltiples pasillos había aparecido Samael. —Por fin veo que empiezas a serme útil —mencionó refiriéndose a su hijo—. Ya pensaba que ibas a necesitar mi ayuda. Incluso había preparado un cuerpo para transmutarte. —Lárgate. Es una orden de tu señor. —Se te olvida el pacto que hiciste con Brella —le recordó de una manera que parecía que le estaba intentando explicar la cosa más obvia del mundo. Fijó su atención en la mujer del vampiro—. Vaya, Zadquiel. Me pregunto si a Nosferatus le parecerá bien lo que estás haciendo. —Él no me pregunta qué me parece lo que hacéis en vuestras “reuniones” —replicó fríamente. —Sólo lo decía porque espero que no estés rompiendo tu promesa —señaló con la mirada a su mano que llevaba cubierta con un guante.
Inconscientemente el ángel colocó su otra mano sobre la enguantada, recordando la marca de la rosa negra que Nosferatus le había hecho tanto tiempo atrás. —No he roto ninguna promesa. Sigo con vosotros. —¿Qué es lo que quieres? —preguntó Caín queriendo terminar lo antes posible. Samael observó detenidamente a la confusa Ireth. Caín no soportaba que la mirase de esa forma, aunque se contuvo. —¿Tú conocías su poder, verdad? —el ángel renegado interpretó el silencio como respuesta afirmativa—. No eres el único que sabe que está viva. Los del cielo la están buscando. Si la encuentran explotarán su habilidad forzándola a crear grandes cantidades de akasha. —Que lo intenten. —¡Si me hubieses dicho que se trataba de la hija de Belial me hubiese encargado de que recibiese un mejor trato! Ahora sí que Ireth no comprendía nada. ¿Belial no era un demonio? —No voy a permitir que la utilices como haces conmigo, Samael. Rodeó a la joven con sus brazos y su alada figura, y desaparecieron hundiéndose en un portal negro que había hecho aparecer bajo sus pies.
() La lluvia caía sobre Enoc como una cortina de cristal. Caín podía ver el rostro de incertidumbre de la semidemonio reflejado como en un caleidoscopio sobre las pequeñas gotas de la ventana. La situación no parecía haberse calmado tras su regreso. —¿Por qué has hecho eso? —Allí estábamos en peligro. Ireth se volvió lentamente. La pintura de su cara se había corrido dejando lucir fragmentos de piel perlina. —¿Lo sabías? ¿Sabías que me llamaba Selene? —Te vi morir… Vi como susurrabas tus últimas palabras a un ángel que no paraba de gritar tu nombre… ¡No me mires así! ¿Qué importa eso a estas alturas? —Porque me lo has estado ocultando, ¿cómo voy a poder confiar en ti? —Con todo lo que he hecho por ti… —le estaba costando hablar. Estaba furioso y no sabía con quién, pero no quería tomarla con ella—. …¿Cómo puedes decir eso? —Es lo que me estás demostrando, Caín. Él, por toda repuesta, dio media vuelta y se dispuso a abandonar la estancia. —¿A dónde vas? —cada vez entendía menos a aquel hombre. —A dar la orden de que se preparen. Si vienen a por ti tendrán que enfrentarse a mí. Fue a extender un brazo para abrir la puerta, sin embargo, descubrió que su cuerpo se había quedado congelado en el espacio-tiempo. —Si haces eso llamarás más la atención. Al fin y al cabo ellos no saben quien soy yo. Además, ni siquiera has sido capaz de protegerme, ¿cómo piensas hacerlo ahora? —esas últimas palabras las pronunció en un tono casi inaudible, como para ella misma, pero él las escuchó igualmente. Fueron suficientes para derrumbarle. Palabras acusadoras, pero verdaderas. Ireth se percató del error que había cometido. Quizás se estuviese pasando de la raya, pero es lo que sentía y no pudo reprimir sus impulsos. —Lo siento…la culpa fue mía por no saberme defender…es solo que si no me hubieras dejado tanto tiempo sola…
Juntó sus manos y sopló suavemente. Del dulce aliento que desprendía por sus labios, surgió una brisa de polvos azulados y plateados que rodearon a Caín. La parálisis desapareció y el liberado se acercó lentamente hacia ella. —Ireth…se lo haré pagar, te lo juro. Ahora que tengo el poder suficiente haré que se arrepienta por toda la eternidad de haberse atrevido a tocarte. —Y mientras me volverás a dejar sola. ¡Yo no quiero que vayas vengándote por mí! Lo que quiero es que estés a mi lado… Era lo que siempre había querido decirle, pero no parecía entrar en razón. Se lo había dejado claro en varias ocasiones y el insistía en alejarse de ella. Ya no sabía si merecía la pena insistir. —A veces parece que lo único que te interesa de mí son mis habilidades—continuó hablando—. Te empeñas en mantenerme encerrada, oculta… como un objeto. Un objeto valioso, pero un objeto. —¿Cómo un objeto?—<< ¿Qué he hecho mal? >>—Serías un objeto si me hubiese acostado contigo a la primera de cambio, como con todas las demás. —¿A la primera de cambio? ¿Cuántos siglos han pasado desde entonces? —Muy bien, lo que quieres es que te trate como a una cualquiera, ¿verdad? La alzó sosteniéndola sobre sus brazos y la depositó sobre la cama. —¿Qué pret…?— le selló sus labios con su dedo índice. Se colocó sobre ella, aplastando su pecho contra el suyo. Las rosas son rojas, el cielo, azul y la lluvia es húmeda. Hay momentos en la vida que simplemente no se van a volver a repetir. Cuando el tiempo deja de existir, cuando todo se torna silencio y lo único que se escucha son los latidos del ser que llevas amando toda tu eternidad, cuando su pulso se sincroniza con el tuyo, lo comprendes. Comprendes que naciste para vivir aquel momento. El problema surge cuando la oscuridad de tu corazón congela esa pasión. Ireth había logrado derretirlo un poco haciendo que las primeras gotas resbalasen por el iceberg. Ella era el foco de calor que ablandaba el hielo. Sin embargo, la humedad empaña los cristales y a pesar de esa aparente coraza de diamante, el interior de Caín era frágil, frágil como el cristal. Caín se detuvo de golpe permitiendo que su oscuro cabello resbalase sobre su rostro, ocultándolo de la mujer que yacía bajo él. —¿Caín? —gimió débilmente Ireth. —No puedo hacerte esto…a ti no… La voz le temblaba, al igual que su cuerpo. La joven podía sentirlo. —Caín… —Tengo demasiadas cosas que hacer. Necesito ver a Amara. Y dicho esto, se incorporó mientras se recomponía y se marchó, abandonándola una vez más. Ella permaneció inmóvil, tendida sobre el colchón, con el pulso aún acelerado y el nombre de ese ángel resonando en su mente. Pudo apreciar el graznido de Claudia, el cuervo de él, y después un leve aleteo. Su presencia se iba disipando y cada vez era más consciente de que se había vuelto a quedar sola.
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Abandoné Enoc lo más rápido posible. Esta situación ya me estaba inquietando demasiado. Con lo fácil que sería dejarme llevar… Lo siento Ireth, de verdad, pero es todo lo que puedo hacer por ti. Cuando vuelva a ver a Areúsa haré que me de el poder que obtuvo por comer del cuerpo de Lucifer, y entonces podré transformarte en un demonio completo. Hasta entonces tendrás que esperar…pero ya queda menos. Y también queda menos para mi venganza. Ahora que repasaba todo lo que había acontecido más tranquilamente ya me sentía mejor, como que volvía a tenerlo todo controlado. Hasta ahora todo había salido bien. Areúsa lo había hecho perfectamente. Me pregunto qué pensarán en el cielo cuando escuchen el nombre del nuevo señor oscuro. No pude evitarlo, aquella situación me hacía recurrir a retorcidas ideas. Pronto dejarían de ser producto de mi imaginación para convertirse en realidad. Ahora solo cabía esperar que Amara hiciese bien su parte y que Samael no se entrometiese demasiado. Con Metatrón derrotado se acabarán las maldiciones y nadie se atreverá a separarme de Iteth. Entonces juro que no me separaré de ti, siempre que quieras que esté contigo… ¡y si no quieres también! Después de tanto tiempo esperando no pienso dejarla ir. Me da igual que sepa que se llame Selene, eso fue hace mucho, Selene murió ¡murió! Aunque lo de Belial me ha pillado por sorpresa… Hablando de sorpresas, allí estaba Samael en frente mío. Resignado, no me quedó más remedio que aterrizar en el primer tejado que encontré. Claudia se posó sobre mi hombro clavando sus garras sobre mi piel quemada. —¿Qué quieres ahora? —¿Ya la has vuelto a dejar sola? —¿Y por qué no te vas tú con Brella? —Créeme que me encantaría… Le miré con la misma mirada de odio que solía dedicarle siempre. Normalmente dejaba suficientemente aterrada a la gente como para que me dejasen en paz por el resto de la eternidad, pero a él le daba igual todo lo que hiciese. Siempre con ese aire de que él hace lo correcto y tratándome como si fuese imbécil. —¡Ah! ¡Ya lo tengo! Vas a ver a tu ángel. Tienes que contarla que todo ha salido bien… —¿Para eso has venido hasta aquí? —¿Qué significa ella para ti? —preguntó concentrando todo su interés en mi respuesta. ¿Y a él qué coño le importaba? —Samael, tengo cosas que hacer… —Respóndeme. —Es un ángel que no está de acuerdo con las normas de su dios. Es una herramienta útil. —Ahora vas de íncubo… —Me sirve de contacto para saber qué es lo que pasa en el Cielo —contesté encogiéndome de hombros. —Así que puedes entrar y salir a tu antojo de allí. ¿Por qué no me lo habías dicho? —No había tenido ganas de volver hasta entonces. Además, Metatrón sí que me puede percibir, pero está tan debilitado que no puede hacer nada. De todas formas no me he atrevido a pasar de Zevul… Esperé que Samael no hubiese percibido lo que pasaba por mi mente en aquellos instantes. No quería demostrar debilidad ante él. Por el gesto que puso me temí que sí que lo había notado. —Caín, hijo, ¿aún sigues atormentado por eso? ¿Por eso te da miedo volver? ¿Por eso ocultas tu verdadera apariencia?
El aire agitaba fuertemente sus largos cabellos dorados. A pesar de la tormenta que estaba cayendo, él seguía reluciendo, repeliendo el agua como si llevase un escudo invisible que le inmunizaba. ¿Por qué me miraba de esa forma? ¿Por qué me decía esas palabras? ¿No había tenido suficiente ya? —¡Cállat…! Pero las fuerzas me abandonaron y las rodillas me fallaron, precipitándome sobe la mojada pizarra. Apenas podía notar los picotazos de Claudia intentando traerme de vuelta, pero yo ya estaba muy lejos, o mejor dicho, la oscuridad me alejaba sumiéndome en ese abismo que me devoraba lentamente. —Nunca vas a perdonarme, ¿verdad? Demasiado lejos… —Comprende que era la única forma de salvar a tu madre, ¡tú la salvaste! Tan lejanas… —Yo odio tanto a Metatrón como tú. Confía en mí, juntos lo lograremos. Imposibles de percibir… —Brella está más consumida por la oscuridad que tú. Tenemos que ayudarla… compréndela. … —No me esperaba que la hija de Belial siguiese viva… Me has sorprendido. ¿Qué clase de hechizo usaste? ¿La hija de Belial? —Me alegro que por lo menos sus hijos sobreviviesen. Fue el encargo más difícil que me han encomendado. ¿Encargo? —Cuando me enteré de que había sido ejecutado me entristeció. Solo estaba enamorado… Ireth… —Astartea era muy hermosa. No me extraña que la amara. —¿De qué estás hablando? —Por fin reaccionas. Abrí los ojos lentamente. Los escasos rayos de luz que lograban filtrase a través de la densa capa de nubarrones fueron suficientes para traerme de vuelta a la realidad. Me topé directamente con el rostro de Samael que no cesaba de sonreír. Se había arrodillado junto a mí y me estaba retirando el pelo mojado de mi rostro. A mi lado Claudia seguía revoloteando. —¿Qué es todo esto que estás diciendo? —¿No sabías la historia de Belial y Astartea? —Sé que huyeron de Infernalia, pero finalmente les encontraron y les ejecutaron. —Sí, pero tardaron bastante en ser encontrados. ¿A qué no sabes dónde se escondieron? —El único lugar en el que se puede amar libremente es en la Tierra… —Seguía lloviendo sin cesar, pero el agua ya no me mojaba. —Pero sería un lugar demasiado obvio, y es muy pequeña —hizo una pausa antes de continuar—. Decidieron esconderse entre sus enemigos. —Pero eso no tiene sentido… —Es una locura, pero Belial siempre ha sido así, muy impulsivo. Claro que los ángeles no les iban a ayudar así que decidieron hacerse pasar por ellos. Convertir la materia oscura en akasha es el mayor reto de un alquimista. Incluso yo no estaba muy seguro de
que fuese a salir bien… —¿Un demonio puede transformarse en ángel? —Generalmente no, es un riesgo muy grande y suelen morir, pero ellos lo consiguieron ¿Te das cuenta de lo importante que es el amor? Gracias a lo que sentían el uno por el otro lo superaron, incluso alcanzaron un buen estatus social. A veces me avergüenzo de lo idiotas que son los ángeles…tan cerrados que son incapaces de ver la realidad. —Pero tuvieron que ocultar su relación igualmente… —Se supieron apañar. Incluso tuvieron hijos. Cuando me enteré que su primera hija había nacido completamente ángel me sentí más satisfecho que en toda mi vida. Mi trabajo había sido un éxito. —¿De verdad lo fue? —Bueno, de vez en cuando necesitaban alimentarse de akasha…eso era inevitable, pero supieron hacerlo sin llamar la atención. El problema fue su segundo hijo. Si no tenía que ver con Ireth ya no me interesaba, pero si me estaba contando todo eso era porque alguna importancia tendría que tener. —Su segundo hijo resultó un problema, ya que no era un demonio cualquiera. Algunos de nosotros lo notamos también. Belial es descendiente directo de Lilith y Lucifer. Ten cuidado con él, si te descuidas perderás ambas cosas: el trono y a ella.
() Todos los aspirantes a pertenecer al coro angelical se encontraban reunidos en la entrada a Vilon, el cielo más bajo. La mayoría estaban bastante nerviosos puesto que llevaban por primera vez una armadura. Algunos presumían de la espada que le había regalado su familia y otros inventaban historias sobre terribles demonios y desgraciados incidentes que les habían ocurrido a los anteriores a ellos. Amara como siempre, se encontraba apartada del resto y sumida en sus pensamientos. Le había estado dando muchas vueltas a la conversación con Raphael. Por lo que había averiguado, los elohim son los ángeles que nacen de otros ángeles. La mayoría solían ser exterminados o desterrados a Vilon. También solían ser utilizados en experimentos. Había intentado encontrar algo sobre aquello en los laboratorios de Raphael, sin encontrar nada. Se había sentido aliviada de que esto fuese así, porque tan solo pensar en eso le producía náuseas. Contempló su vientre completamente liso, que relucía tras una fina capa de tejido transparente. Los elohim tenían ombligo y ella no, por lo que todo seguía si cuadrarla. Las trompetas angelicales resonaron, quebrando aquella atmósfera de nerviosismo. Serafiel les anunció la llegada de la Inquisición y un grupo de humanos desfilaron alrededor suyo. Todos lucían orgullosos el mismo emblema: una cruz atravesando una tríada y cubierta en llamas. Era el mismo símbolo que habían llevado los perseguidores en Alemania. Recordar aquello provocó que volviese a pensar en Caín. No tenía ni idea de qué había sido de él. Los inquisidores lucían un aspecto impecable con sus uniformes blancos y rojos. No eran humanos cualquiera, sino los mejores, ya que eran los únicos a los que se les había permitido estar en un lugar sagrado. En cuanto terminó aquel desfile, la que parecía la líder—una mujer muy alta, con la melena a juego con su uniforme— se adelantó y comenzó a discutir con Serafiel. Lo que Amara pudo entender es que habían estado
pasando barbaridades en la Tierra y por mucho que habían solicitado ayuda, les habían ignorado por completo. Serafiel lo único que contestó fue que no podían entender las acciones de Dios. La mujer acabó rezando una breve oración y santiguándose. Después, se dedicó a pasar revisión de los aspirantes. Al ángel no le gustaba nada sentirse tan observada. Aquella mujer la inquietaba demasiado. No era común ver a alguien con la melena tan blanca y esos mechones escarlatas destacando sobre ellos. No era la única que la miraba; pudo apreciar por el rabillo del ojo como algunos humanos se quedaban ensimismados contemplándola mientras intentaban disimular su asombro. Tras ese examen, que no quedó muy claro si la extraña mueca que la Suma Inquisidora soltó era de aprobación, llegaba el momento de conocer a sus profesores. Desde detrás del grupo de ángeles que habían salido a despedirles, aparecieron los dos ángeles que se iban a encargar de instruirles. Amara pudo reconocer fácilmente a Gabriel y a su novia Iraiael. Nathan y los demás también se habían percatado de ello porque Ancel les había dado un codazo. También se había formado el murmullo con risitas tontas procedentes de los aspirantes femeninos al enterarse de que iban a convivir siete lunas con Gabriel. Los dos instructores se limitaron a presentarse y después se dirigieron a Serafiel, a los arcángeles y a la Suma Inquisidora, y juraron que iban dar todo de sí por convertirlos en unos ángeles dignos de admiración. Les dieron su bendición y se dispusieron a partir. Amara se acercó hacia donde estaban los arcángeles y se despidió de Raphael. Éste trató de animarla y le deseó buena suerte. Todas aquellas adulaciones resultaban vacías de sentido en su mente. Caín y él esperaban grandes cosas de ella. Por eso se había presentado más que nada, porque tras los últimos acontecimientos no estaba muy segura de querer pertenecer al coro celestial. Pudo apreciar como Nathan se despedía de sus padres adoptivos y como le pellizcaba tiernamente la mejilla a una niña pequeña que debía de ser su hermana. Después de que Raphael le revolviese el pelo y tras darle un último abrazo, Amara volvió a reunirse con los demás y se pusieron al borde del abismo. Ese precipicio recibía el nombre de “El acantilado de Kuiper”11. Consistía precisamente en un gran abismo sin fin y marcaba los límites de Vilon. Rodeando ese borde estaba la Puerta Celestial y todo aquel que la cruzase, caería al espacio infinito. La atravesaron.
11
El acantilado de Kuiper es el nombre que le dan los científicos a la parte más alejada del Cinturón de Kuiper. Es una incógnita que ha dado quebraderos de cabeza durante años. La densidad de objetos en el Cinturón de Kuiper decrece drásticamente, de ahí su nombre de acantilado. La explicación más lógica sería la existencia de un planeta con una masa suficientemente grande como para atraer con su gravedad a todos los objetos de su órbita. Ese supuesto planeta recibe el nombre de Planeta X. Hasta la fecha, nadie ha aportado ninguna prueba de la existencia de tal planeta o de alguna explicación para este fenómeno