Polvo De Estrellas 1

  • April 2020
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  • Words: 4,468
  • Pages: 10
1

H

ola. Me llamo Suyai y tengo once años. No hace falta que os lo

diga porque os habréis dado cuenta, pero soy un chico encantador, aunque mi hermano dice que soy un pesado. No le hagáis caso, lo que pasa es que tiene miedo de que cuando crezca, yo sea más guapo que él. Yo le digo que no tenga miedo, que yo sólo soy hombre de una mujer. Entonces, él se ríe de mí e intenta sacarme quién es la afortunada. Yo no se lo quería decir, pero al final decidí un día hablarle de ella, mi ángel. Y se rió aún más; de mí y de mi ángel. Los vecinos piensan que soy un tanto especial, que siempre ando por las nubes. Eso es porque no la conocen. Es tan hermosa... algún día me convertiré en un formidable caballero, en todo un héroe, y la rescataré. Porque la tienen prisionera en un lugar muy oscuro, ¿sabéis?. Y me ha elegido a mí para que sea su salvador. Todas las noches me llama en sueños, y yo cada vez me intento dormir lo más pronto posible, para poder verla antes. Su blanca piel, esos ojos tan melancólicos... ¡Es tan hermosa! Ángeles... ¡pobrecillos! Están obligados a vivir sin amor ¡pero ella me quiere! No me lo ha dicho, pero lo sé. Siempre se me ha dado bien entender el corazón de la gente y ella también tiene corazón. Los ángeles decidieron adoptar forma humana para poder acercarse a los humanos, por tanto, su cuerpo es como el nuestro. Todo esto me lo ha explicado ella. Me ha contado muchas cosas. Sé que en algún lugar del Espacio existe una constelación, Las Playas o algo así. Desde la Tierra se podía observar si tenías los instrumentos adecuados. Allí vivían los ángeles. Su país estaba dividido en siete partes o cielos, como las llaman ellos (siempre tienen que ponerle nombres bonitos a las cosas normales). Los conozco a todos, desde Vilon, el más bajo de todos; Rakia, desde donde vigilan la vida; Shejakim, que es como nuestro ombligo; las ruinas de Zevul; Maón desde donde los ángeles cantan y por último, Majón. Allí está el Edén y el palacio de Dios con su trono, Avarot. Pero un día hubo una explosión y ahora sólo quedan restos de aquellas estrellas. Mi ángel piensa que los supervivientes tienen que haberse ido a otra constelación. Y aquí estoy yo, intentando colarme en el observatorio de mi padre. Es un buen hombre, pero no es el mismo desde que los demonios se llevaron a mamá. Siempre llega muy cansado y de mal humor. Mi hermano dice que es porque trabaja demasiado para poder mantenernos. Ahora está ocupado con un proyecto para construir unas pirámides, unos edificios muy grandes y triangulares. Algo así sólo se les puede haber ocurrido a los demonios; y yo no quiero que papá trabaje para los malos. Según lo que sé, a los ángeles les gustan las estrellas más brillantes, así que no puede ser muy difícil encontrarles. ¡Qué contenta se va a poner cuando se lo cuente! Pero para

ello necesito poder manejar este aparato: sé que sirve para mirar el cielo, como una cámara de fotos... ¡Bien! He conseguido encenderlo, pero me pide una contraseña. Eso no es un problema, conozco demasiado bien a mi padre. Mis dedos bailan rápidamente sobre las teclas. << Neftis >> Tras un parpadeo de la pantalla parece que finalmente podré utilizarlo. El cielo está despejado así que podré ver muchas estrellas. ¡Qué bonito es todo! Si ella pudiese verlas no estaría tan triste. Entonces percibo algo que me llama la atención: un punto rojo muy brillante. Pero un sueño muy profundo empieza a apoderarse de mí... ¡No puede ser! Un verdadero héroe no se queda dormido durante su misión...pero los párpados pesan demasiado...una voz muy dulce me llama... ¿mamá?...

() Los ángeles se habían reunido en Majón para poder contemplar un hecho histórico. Por primera vez. los que habitaban en Shejakim podían ir al cielo superior. Por fin, tras varios siglos, la construcción de La Rosa Dorada había finalizado. Todos estaban maravillados por el esplendor de los torreones y de sus cornisas. Esculturas de oro y plata adornaban el palacio de manera que, visto desde el aire, parecía una rosa. Los rayos de sol se reflejaban sobre los metales preciosos con que estaba construido. —He oído que es incluso más espectacular de lo que fue El Rayo de Zeus— comentaban algunos. —¡Pues claro! ¿Acaso te imaginas algo más maravilloso?—respondían otros. A pesar de todo no se les había permitido entrar en el Edén por lo que tenían que conformarse con lo que sobresalía del muro del jardín. —¿Dónde está Nathan? Como no aparezca ya, le voy a dar una buena. —Y luego nos llama irresponsables... ¿No se habrá rajado? —¡Esperad! —un joven ángel de melena platina y despeinada acababa de llegar—. Lo siento… —se había quedado sin aliento y apenas podía hablar—. Lo siento, veréis... —¡Buenas! —una chica que aparentaba tener unos trece años de edad se dirigía hace ellos. Llevaba una larga cabellera dorada recogida en una coleta alta y vestía un simple vestido verde muy corto, pero por la parte de arriba la quedaba bastante suelto. Les estaba saludando con una perfecta sonrisa y unos inocentes ojos que parecían dos turquesas. —¿Qué hace ella aquí? —¿No me digas que se lo has contado todo? Nathan buscaba las palabras adecuadas para poder convencer a sus amigos. Miró al primero, Ancel. Era el único ángel que destacaba más por su anchura que por su musculatura. El segundo, Yael, también llamaba bastante la atención ya que tenía el pelo de color negro y blanco. Nathan advirtió que en su brazo derecho portaba a modo de brazalete una enorme esmeralda. Se fijó más en la joya y le pareció ver que algo se

movía en su interior—. Veo que al final te la has traído... —¡No cambies de tema! —Esto...lo siento, ha sido culpa mía —interrumpió la joven, que se llamaba Amarael —. Pero es que vuestro amigo miente muy mal... Nathan se sonrojó pero ella sonrió aún más. El muchacho quiso pensar que aquella sonrisa iba dirigida exclusivamente a él. Intentó salir de su ensimismamiento. —...Se puso muy pesada, no me quedó más remedio. —¡Venga! Prometo no molestar —¡Reunión de hombres! —proclamó Ancel. Amara puso mala cara pero los tres amigos formaron un corro y empezaron a murmurar entre ellos. —Ella no es una reportera —Mascullaba Yael —Ya...pero si lo piensas bien... ¡Es una tía! Podría solucionar el problema de la distracción. —¿Piensas utilizarla de cebo? —protestó Nathan. —Si prefieres puedes serlo tú y quedarte fuera —Ancel se había puesto muy serio. —Si dejáis de confabular...a este paso van a traer el cuerpo de Metatrón y se acabó todo. El corro se deshizo. —Qué pesada... —Pero tiene razón Yael, se nos acaba el tiempo. —¡Bien! Parece ser que a la misión Jardinería se nos ha unido un miembro de última hora —. Proclamó Ancel que parecía ser el líder. << Vaya nombre más cutre >> pensó Amara, pero decidió mantenerse callada. Ancel siguió hablando: —…Y tu apodo será... —¡Mariposa azul! —No hombre, es demasiado cursi. Rana moteada, ésa será tu clave. —En fin...qué se le va a hacer... —Amara no tuvo más remedio que resignarse—. ¿Y cuál es el plan? La puerta del Edén era toda una obra de arte. En ella estaban representados en bloques de bronce, los sucesos del Pecado Original. Unos querubines vigilaban la entrada para que nadie que no fuese un seraphín pasase. Amara se dirigió a ellos con paso decidido. —Aquí no puedes estar —uno de los guardianes desenvainó una espada. Tenía un gesto muy serio y cara de pocos amigos —Es que tengo una duda y me preguntaba si vosotros podríais responderla —los dos querubines la estaban mirando, así que ella siguió hablando—. Hay rumores del motivo por el que nadie puede pasar... —Señorita, los rumores son simplemente eso. —¡Pero hay quien de verdad piensa que ocultáis un arma muy poderosa! —Por favor, no diga esas cosas tan alto—se estremeció uno de ellos. —Si no quieren que lo diga muy alto será por algo. —Los motivos de Dios no deben ser cuestionados por nadie. Y no te creas todo lo que oigas, serás presa fácil de los demonios. —¿Cómo los que me han hecho esto? —la chica se bajó un poco el vestido dejando al descubierto un hombro y parte del escote.

—¿Pero qué le estáis haciendo a la pobre criatura? —un ángel de cabellos rosados miraba furioso a los guardias. —¡Señor Chamuel! No es lo que parece...—intentaba explicar un querubín. —Son los demonios, mirad lo que le han hecho —el otro guardia le enseñó el hombro de la joven. Toda la piel se le había puesto de un azul muy brillante y oscuro. —¡Cielo Santo! Id de inmediato a llamar a Raphael, está adentro. —¡Cómo ordenéis! —Y dicho esto las enormes puertas se abrieron y los dos soldados desaparecieron tras cruzarlas, sin haberse dado cuenta de que otros tres ángeles habían pasado junto a ellos. —¡Esa piedra de tu familia es realmente útil! —Nathan no podía creer que hubiese resultado tan fácil. —No sabéis lo que me ha costado poder traerla... De repente tres ángeles aparecieron de la nada. —¿Sabes la de exclusivas que podríamos conseguir siendo invisibles? —Ancel estaba emocionadísimo. —No podemos abusar de ella, tiene sus limitaciones... —¿Queréis callaros? Entonces se dieron cuenta de lo que acababan de hacer. Miraron a su alrededor y el asombro embaucó sus corazones. No podían creerse lo que estaban viendo. Crecía todo tipo de vegetación, cada flor más exótica y de aroma más exuberante. Las criaturas salvajes corrían a sus anchas por la verde hierba; desde unicornios hasta una especie de conejos morados que no habían visto en su vida. Una relajante melodía les hacía olvidar todas sus preocupaciones. Las aves se posaban sobre ellos y emitían su cántico espiritual. —¡Saca la cámara! ¡Rápido! —Espero que me saquéis guapo. Vosotros debéis de ser los nuevos fotógrafos... ¡Ah, no!, que no hemos contratado a ninguno. —Como quieras, pero luego me sacáis a mí con ese león dorado de allí... ¿¿¿Eh??? Al entusiasmado de Ancel se le borró de golpe su felicidad al contemplar la cara de preocupación que se les había quedado a sus compañeros. Un ángel muy alto, que debía medir más de un metro ochenta, les estaba mirando con cara acusadora. El joven tragó saliva. Ese era el fin. Serían llevados a juicio y el juez Raguel no solía perdonar... —Seguidme. Ese tono de voz no admitía que le desobedeciesen. Su oponente era alguien mucho más corpulento y con más experiencia que ellos, pero Nathan no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente (la sonrisa de Amara...). —¡Yael, rápido! ¡La gema! —Ya lo he intentado, os dije que tenía sus limitaciones... Un corpulento brazo les rodeó y les obligó a esconderse detrás de una estatua que debió representar a una mujer, y de la que ahora sólo quedaban escombros. —¿¿Pero qué?? —Chssss —les tapó la boca y les indicó con la cabeza hacia el lugar donde se encontraban hace unos instantes. Un hombre vestido con traje de chaqueta caminaba con paso rápido hacia la entrada, seguido de los dos guardianes. Los tres jóvenes se quedaron bastante confusos.

—¿Pero entonces...?—comenzó Nathan. —¿Estáis locos? ¡Panda de insensatos! —el chico no sabía cómo interpretar esas palabras. Estaba enfadado, pero como el padre que echa una reprimenda a su hijo por hacer una estupidez, no la de un seraphín que está a punto de condenarlos a muerte. Nathan observó mejor al ángel. La verdad es que ya no parecía tan amenazador como antes. Su cuerpo estaba bastante curtido en entrenamientos físicos, pero su rostro parecía el de un joven con sólo unos pocos años más que ellos. Llevaba su melena caoba recogida en una coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda, dejando unos mechones sueltos que le caían por su perfecto rostro de ángel. Para ser uno, llevaba unas pintas bastante peculiares ya que estaba cargado de todo tipo de abalorios, incluso dos aros que llevaba como pendientes. Pero lo que más destacaba de él era el tatuaje que lucía en un costado de su descubierto pecho. Había algo siniestro que chocaba con su mirada. Sus ojos azules (que no eran nada comparado con los de cierta chica que conocía) seguían clavados en ellos tres esperando explicaciones. —Sólo queríamos hacer un buen reportaje...no nos estábamos rebelando contra Dios ni nada... —cuanto más hablaba, más se daba cuenta de la tontería que habían cometido. —Pero, ¿sabéis? Me ha gustado que intentarais oponeros a mí —le dirigió una sonrisa a Nathan—. ¿Cómo te llamas? —¡Ancel! Soy el que ha organizado toda la operación... —este último y Yael parecían muy emocionados. —Será mejor que salgamos de aquí antes de meternos en un lío. Vosotros limitaros a seguidme. Se sintieron bastante raros saliendo tranquilamente por la misma puerta de antes. O al Menos, así se sentía Nathan, porque los otros dos andaban más confiados que nunca. Tras cruzarla se encontraron con una Amara muy seria y el ángel que habían visto bastante cabreado. —Raphael, ¿me puedes explicar qué está pasando? —Ah, Gabriel, sólo espero que tú no te dejes engañar por unos mocosos como éste.señaló hacia Chamuel que parecía bastante avergonzado. —No había pensado que una jovencita mintiese de esa forma...—trataba de excusarse él. —¡Amara! ¿Estás bien? —su amigo corrió hacia la chica. Era el único que se había preocupado por ella. —¿Y éstos de dónde han salido? De pronto su confianza se tambaleó, pero Gabriel parecía bastante tranquilo. —Son mis ayudantes —Raphael le fulminó con una mirada acusadora, pero él continuó haciendo caso omiso de todo—. Les di permiso para que pasasen, pero veo que han tenido problemas con la seguridad... —No nos enseñaron nada que les otorgase entrar —exclamó uno de los guardias, el que tenía más cara de malas pulgas. —Señor Raphael, creo que es él el que les ha dicho todas esas tonterías sobre armas secretas... —se atrevió a añadir el otro. Gabriel no parecía tenerlas todas consigo pero se limitó a reírse. —¿Armas secretas? ¡Eso sólo eran historias para asustarles un poco! Estos jóvenes que imaginación tienen —se dirigió hacia el grupo de amigos—. Chicos, no le hagáis estas bromas a Raphael, que aunque no lo aparente ya está bastante mayor —ni siquiera Chamuel pudo evitar que se le escapase la risa. Pero ante ellos irrumpió un ángel todo vestido de plateado y con el cabello lleno de adornos.

—¿Queréis quitaros de en medio? El desfile va a comenzar y los arcángeles deberían estar en su sitio. Gabriel, ¿tú no vas con ellos? —Yo no soy un arcángel, señor Serafiel —sonrió para sí cuando vio que los muchachos habían aprovechado la ocasión para escapar. Al final Raphael decidió desistir, pero cuando se disponía a irse con Chamuel aprovechó un momento para dirigirle unas últimas palabras a Gabriel: —Sabes que te estoy vigilando —después de este aviso Raphael se marchó como si no hubiera pasado nada. Suspiró. Los suyos le estaban esperando en algún lugar entre la muchedumbre.

() De vuelta en Shejakim, los intrépidos reporteros ya estaban divulgando su historia por todo lo alto a pesar de que Gabriel les había quitado la cámara sin que lo notasen. —Pero yo no me asusté, ¿sabéis? Y gracias a mi valor que le dejó impresionado, pudimos salir ilesos de todo eso—contaba un entusiasmado Ancel. —Y todo gracias a la gema de mi abuelo, que sin ella no habríamos burlado a la Vigilancia—clamaba Yael. —¡Qué suerte habéis tenido! Gabriel es de los mejores guerreros ¡y de los más guapos! —se le oía decir a una chica. —¡Qué va! Pero si es un hortera... Entre varios gritos de asombro y gente que les pedía que les describiesen lo que habían visto, Nathanael pudo dar con la presencia de Amara, apartada de todo el jaleo. —Oye Amara, siento todo lo ocurrido... Sin ti la misión hubiese sido un fracaso —ante la indiferencia de ésta el chico prosiguió—. Yo de verdad creo que eres una preciosa mariposa azul —añadió con cierta timidez. —Gracias, de verdad, siempre eres muy amable conmigo. No entiendo qué le he hecho a la gente para caerle mal... creo que soy muy rara. —Eres especial, y si los demás no se dan cuenta de ello es porque tienen envidia. —No creo que nadie pueda tener envidia de mí, ni siquiera tengo una familia... —¿Entonces es verdad que vives sola? —No te preocupes por ello, me apaño bien, además, ni siquiera los ángeles suelen tener una familia de verdad... —Para mí sí que son una familia. Llevan cuidando de mí desde que soy capaz de recordar. Además, les debo tantas cosas... —Nathan pensó en su padre, su madre, las broncas con su hermana pequeña...no entendía cómo alguien podía vivir sin todo eso. —Para mí una familia surge como fruto del amor. Algún día—prosiguió en tono soñador—encontraré a alguien que me quiera, y entonces, formaremos una familia de verdad —Nathan no pudo evitar imaginársela hecha toda una mujer, entre sábanas de seda blanca y despertándose por la mañana rodeada de muchos niños con ojos azules y cabello despeinado... —¿Te encuentras bien? El chico se puso rojo como un tomate al salir de su ensimismamiento. ¿En qué rayos estaba pensando? —Si...esto...oye, ¿Por qué no nos unimos a la fiesta?

—No puedo...tengo una misión... —¡Pero si hoy es fiesta! —Aún en los días festivos los ángeles tienen que ocuparse del mundo. —Creo que abusan demasiado de tu amabilidad... —pero la chica se despidió con un gesto y desapareció entre columnas de mármol blancas.

() Gabriel entró en la habitación sin llamar a la puerta. Sonrió al ver una mujer tendida en la cama, esperándole. Una cascada de rizos color azabache caían sobre su marcada figura, cubierta solo por unas ajustadas prendas de encaje rosa. —Estoy emocionado, Iraia. He conocido a unos chicos que poseían valor de verdad — le iba contando mientras se despojaba de la chaqueta que solía llevar abierta, y arrojándola sobre una cómoda que había a un lado de la entrada—. Yo ya pensaba que los ángeles sólo luchaban por el destino pero creo que me equivoqué. Mientras seguía contándole lo acontecido esa mañana, se había ido acercando a la cama. Entornó la persiana y se sentó junto a su compañera que no paraba de sonreírle mientras le escuchaba. —¿Y qué ha pasado con la reunión? —le preguntó ella tras quitarle el coletero que mantenía retenida su rojiza melena, la cual parecía encenderse con los rayos de luz que se filtraban a través de la ventana. —Ya está todo cerrado —tras la mirada escéptica de ella continúo hablando—. Raphael puso muchas pegas, como siempre, pero todo salió bien —la sonrisa de Iraia se volvió más amplia mientras jugaba con algunos mechones de él—. Los otros me están esperando para felicitarme...pero yo prefiero celebrarlo primero contigo —le susurró al oído. Su aliento era húmedo y ardiente. Y ya no esperó más. Se rindió a la pasión olvidándose por completo de Dios, de los arcángeles, del Edén... El único paraíso en el que creía se encontraba bajo sus brazos, alimentándose de su calor. Y él estaba dispuesto a atravesar los siete cielos, el punto G o lo que hiciera falta para hallar esa felicidad eterna.

() Amara contemplaba satisfecha la hermosura que se extendía sobre ella. Las flores habían vuelto a crecer y cubrían todo el valle como un manto de estrellas. Una agradable brisa la acariciaba suavemente. Las mariposas bailaban alrededor suyo y se volvía a escuchar el bendito canto de los pájaros. << Bueno, misión cumplida >> Se dejó caer sobre la hierba fresca de la mañana. Se estaba tan bien allí... Había calma y Tranquilidad, pero no cómo la que se sentía en su ciudad; no sabía explicarlo, pero era diferente. Si alguna vez llegaba a formar una familia, se iría con ella a vivir a un sitio como éste. Cuando abrió de nuevo los ojos, se topó directamente con dos ojos grises que la estaban observando.

—Ni se te ocurra moverte —le ordenó una siniestra voz. Le mostró el filo de un sable cuya hoja era negra, y la acercó hasta posar delicadamente el frío metal sobre su cálida garganta. Amara miró de reojo y con curiosidad los extraños caracteres rojos que aparecían y desaparecían del arma. —Yo que tú la guardaría donde quiera que la hayas sacado—respondió tranquilamente. Notó como el demonio agarraba aún con más fuerza la empuñadura obligándola a clavarse contra la piel, arañándola. Fue instantáneo. En el momento en que una sola gota carmesí resbaló por su cuello, un enjambre de abejas asesinas se arrojó contra el agresor. A éstas le siguieron las avispas y demás insectos, las aves y toda la naturaleza en sí misma parecía querer defender al ángel. Cuando se pudo librar de todos y ya había recompuesto su imagen, volvió a girarse hacia Amara. Se había puesto en pie y le sonreía satisfecha. —La naturaleza es sabia. Él estaba cabreadísimo y esa actitud tan arrogante por parte de una insignificante muchacha le molestaba aún más. —¿Por qué te molesta tanto que sonría? << Insolente >> —Has arruinado mi trabajo —ya parecía haber recuperado parte de su serenidad. —¿Y de qué servía que destrozaras este lugar? —No necesito motivos para aplastar unos insignificantes insectos —el rostro de la chica pareció entristecerse. —Entonces los demonios tampoco sois libres. —¡Cállate zorra! No la dio tiempo a esquivarlo. Cuando quiso apartarse ya le tenía encima. Los dos cayeron rodando ladera abajo. Cuando pararon de girar el demonio se alzó victorioso sobre el cuerpo de la joven. A ella todavía le daba vueltas la cabeza. El pelo se le había soltado y ahora era una maraña de hilos dorados mezclados con hierba. Y decidió hacer lo que sabía que más le iba a molestar: le sonrió. Él la podía haber abofeteado, la pudo haber violado o simplemente matado. Pero en lugar de eso permaneció contemplándola en silencio. —¿No me odias? —se atrevió a decir finalmente. Lo dijo muy rápido y suave, como si le diese vergüenza. —¿Cómo? —Me has oído perfectamente —esta vez sacó un puñal de algún lado de su camisa y la volvió a amenazar. —No puedo odiar a nadie y menos sin ningún motivo. ¿Por qué te sorprende? Finalmente decidió volver a guardar su arma. —Cuando alguien me ve, o huye, o intenta matarme. Amara se fijó detenidamente en él. Tenía la piel oscura en la cual destacaban unos ojazos grises que la habían sobresaltado antes, pero ahora los encontraba fascinantes. Dos ojazos que se empeñaba en ocultar tras una capa de fino y brillante cabello negro, aunque gracias al viento que los agitaba elegantemente, quedaban al descubierto. Iba completamente vestido de negro, al igual que sus uñas y el maquillaje que remarcaba aún más esa enigmática mirada.

Cuanto más le observaba, más entrecortada se hacía su respiración. Y él lo notaba debido a la proximidad a la que estaba echado contra ella. Percibía cada movimiento por parte de ella, como su pecho subía arrimándose más a su cuerpo y volvía a despegarse. Y ella intentaba detener los latidos de su corazón que se habían disparado desde que él le estaba agarrando para mantenerla tendida bajo él. Ambos podían sentir la respiración del otro. El aliento de él era fresco y agradable, mientras que el de ella era suave y dulzón. Amara pareció sentir que algo se tensaba sobre su vientre, pero no estaba muy segura de si se trataba sólo de su imaginación. No pudo evitar reírse para sí mima cuando apreció una flor que se le había quedado en el pelo acabando con su aspecto de tipo duro. Soltó una enorme carcajada. Él la miraba desconcertado pero ella no paraba de reír. Le quitó con dulzura la flor para que lo entendiese. Él nunca lo hubiese reconocido pero también encorvó la comisura de sus finos labios. Tenía que reconocer que para ser un ángel era tremendamente atractiva. Y lo corroboró cuando despegó su mirada del rostro de ella. El vestido se la había descolocado enseñando más de lo que a ella le hubiese gustado, pero no parecía haberse dado cuenta de ese glorioso detalle. Comenzó a acariciarla como si ella fuese un objeto muy valioso y delicado. Le encantaba provocar todo tipo de sensaciones a las mujeres. Permanecieron un buen rato así, pecho contra pecho y exhalando el aliento del otro. Sus manos cada vez se acercaban más a la zona sagrada y ella no parecía hacer nada por detenerle; de hecho por la forma en que le miraba, parecía que le estaba suplicando que continuase. Pero sabía que no debía continuar. Se puso en pie y le tendió su mano para ayudarla a incorporarse. Ella parecía haberse quedado muy confusa. —Es una pena que las niñas como tú sólo penséis en pajaritos y mariconadas de ésas. Si vinieras conmigo te enseñaría tantas cosas, iríamos a tantos sitios...y así tu cerebro espabilaría. —Es una pena que los tíos como tú se empeñen en ir de duros y luego se ablandan con una niña tonta como yo. —Tenías razón ¿sabes? Los insectos son insignificantes para mí, por lo tanto no pueden molestarme. Pero he notado tristeza en ti. ¿Acaso no eres feliz? —No es eso... —la pregunta le había cogido por sorpresa—. Es simplemente que el mundo está mal. Yo quiero solucionarlo pero... —...Pero nadie te entiende—concluyó él—.Sientes que nadie te comprende, que no encajas en este mundo. Piensas que si desaparecieras nadie lo lamentaría, al contrario, lo celebrarían. —En realidad sí...sí que hay alguien que le entristecería... —se acordó de Nathan que le estaba esperando y se sintió sucia. Por el gesto que hizo el demonio tuvo la sensación de que le había leído el pensamiento. —¿Sueles venir mucho por la Tierra?—se interesó él. —Mis misiones no suelen ser en la Tierra...pero dentro de poco comienza el entrenamiento(qué surrealista era esta conversación) así que nos harán luchar contra demonios de verdad... —Contra demonios no creo, si acaso contra diablos —ésta le miró interrogante pero la ignoró y siguió hablando—.Entonces ten por seguro que nos volveremos a ver. Se miraron intensamente durante unos segundos y finalmente, desapareció, dejando solamente un rastro de plumas negras. Extendió las manos para coger una, pero en cuanto la alcanzó se desvaneció también. Este día sí que había sido interesante. Todavía podía sentir las caricias en su cuerpo. Se

estremeció por enésima vez. Y aunque lamentaba tener que dejar su cuerpo material que tantas emociones albergaba, sabía que tenía que volver antes de que enviasen un escuadrón a buscarla. Y tras un fugaz destello de luz, ya no había nadie en ese pedacito de tranquilidad.

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