Ensayo Teoría Del Conocimiento.docx

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Teoría del Conocimiento Luis Felipe Chalarca Cañas

Ensayo. La arquitectura siempre ha girado alrededor del hombre y este alrededor de ella, ya que el espacio, sea cual sea su funcionalidad, es un concepto creado por la arquitectura que nos permite facilitar las actividades que realizamos y así satisfacer otras necesidades. Con el pasar de los años y el descubrimiento de nuevos materiales y equipos, la arquitectura ha ido evolucionando hasta convertirse en lo que conocemos hoy en día como arquitectura post-moderna, arquitectura que errónea, o más bien perezosamente, se enfocó más en las modas, en las figuras llamativas y en querer resaltar el ego del arquitecto que en lo que realmente importa que es lograr resolver problemas de la habitabilidad humana y brindarle a esta un espíritu capaz de darle sentido a las personas que la habitan. A través de este ensayo, buscaremos la manera como se relacionan tres (3) elementos que, desde principios de la arquitectura, le han permitido a esta cobrar sentido al oficio que ejercemos los arquitectos y que lamentablemente hoy en día no son tenidos muy en cuenta por esta nueva generación. Estos elementos son: El tipo como nos lo describe Rafael Moneo en su ensayo La noción del tipo, La arquitectura y la naturaleza bajo la mirada de Antonio Armesto y el pabellón y el patio como elementos de la arquitectura moderna por Carles Martí. La arquitectura moderna se caracterizó por: la simplificación de las formas, la ausencia de ornamentos, la renuncia consciente a la composición arquitectónica clásica, el uso de nuevos materiales como el acero, el vidrio y el hormigón, la aplicación de nuevos métodos y tecnologías, etc. Todas estas cualidades que brindan una mayor importancia al funcionamiento de la obra arquitectónica. Si tomamos en cuenta la importancia de entender la naturaleza de la obra arquitectónica tal y como nos lo plantea Rafael Moneo en cuanto que esta debe ser considerada como una entidad propia. Quiere decir

esto que, como las otras formas artísticas, puede ser caracterizada por lo que tiene de singular, considerándose como un fenómeno único que no puede reproducirse, y en caso de hacerlo cada reproducción tiene su propia singularidad. De ahí la aparición del “tipo” como aquello que constituye la verdadera naturaleza de la obra de arquitectura y se comienza a trazar su historia desde su primer cuestionamiento por Quatremere en el siglo xviii hasta principios de los años sesenta. Entender la historia de cómo fueron clasificadas las ciudades a través de la obra arquitectónica en esos períodos y como cada vez que se va reutilizando el tipo, se pierde, se fragmenta esa imagen de tipo. Los tipos son “apariencias verdaderas” de la realidad. Realidad que se hizo añicos al poner el proyecto como la razón de ser de la obra arquitectura, dejando a un lado ese concepto de unidad que el tipo le daba a la arquitectura. Pero para comenzar a entender mejor esto, cabe preguntarnos, ¿qué es el tipo? Y nos lo dice el documento, tal vez pueda ser definido como aquel concepto que describe un grupo de objetos caracterizados por tener la misma estructura formal. No se trata, pues de un diagrama espacial, ni del término medio de una serie. El concepto de tipo se basa fundamentalmente en la posibilidad de agrupar 108 objetos sirviéndose de aquellas similitudes estructurales que les son inherentes. Se podría decir, incluso, que el tipo permite pensar en grupos. Por ejemplo, se puede pensar en rascacielos en términos generales, pero el hecho de agrupar nos lleva a hablar de los rascacielos o bien como inmensos palacios renacentistas deformados, o bien como torres góticas, o bien como pirámides truncadas, etc. A medida que uno va siendo más preciso, se van introduciendo otros criterios de agrupación, se van, por tanto, describiendo nuevos tipos. Y se acaba, por último, con el nombre de rascacielos concreto. Por tanto, la idea de tipo abiertamente rechaza la idea de la individualidad, retorna a ella cuando en última instancia se encuentra con la obra concreta, especifica, única.

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Publicado por primera vez en Oppositions 13 para el Institute for Architecture and Urban Studies, MIT Press, 1978.

De ahí que el tipo pueda ser comprendido como “cuadro o marco en el que la transformación y el cambio se llevan a cabo”, siendo así, por tanto, término necesario para la dialéctica continúa requerida por la historia. Desde este punto de vista el tipo deja de ser “mecanismo rígido” que inmoviliza la arquitectura, y se convierte en el medio necesario tanto para negar el pasado como para anticipar el futuro. Nos dice Moneo: Uno Los momentos más intensos de la historia de la arquitectura son aquellos en los que un nuevo tipo surge. Una de las tareas más difíciles con que un arquitecto puede encontrarse a lo largo de su carrera, por tanto, una de aquellas que más merece nuestra admiración, es la que se le plantea cuando un tipo conocido se abandona y hay que proponer, de manera inequívoca, uno nuevo. Es de esta afirmación, que podemos decir, que hoy en día en la arquitectura post-moderna no han surgido muchos arquitectos capaces de descubrir el juego de las relaciones formales que produzcan una categoría de edificios y esto gracias, al estar más interesados en satisfacer las necesidades de los programas de las grandes multinacionales y en figurar como grandes celebridades, que en sentarse a pensar y hacer un ejercicio profundo sobre el verdadero significado de la forma y en conocer profundamente la vida y las necesidades al sujeto que habita sus obras. Luego, nuevos autores como Antonio Armesto, nos muestran que no es la construcción la que hace posible la arquitectura, sino por el contrario, es la arquitectura quien brinda sentido a los proyectos gracias a las experiencias de los edificios y a su propia existencia. Esta reflexión le permite a la arquitectura buscar una reconciliación con su tradición y cómo se establecen nuevas relaciones entre la obra arquitectónica y la ciudad, dando a conocer su verdadera naturaleza, entendiendo que sí existe una estructura tipológica que media entre el programa y la forma del edificio, rituales cotidianos, actividades o fundamentos de la forma. Los materiales con los que se construye la forma, sus combinaciones, como se relacionan entre sí, formando una dimensión sintáctica que le da sentido a la estructura. Es por eso decimos que la forma sigue la función, y si la función está mal, la forma también lo estará, que son los hechos arquitectónicos, cuando de verdad llegan a serlo, objetos culturales que recortan contra un fondo que es la historia. Los usos, los

sitios y las técnicas se articulan y componen, se formalizan, a través del tiempo, en la arquitectura y la ciudad. Diríamos que es la naturaleza la que, mediante estos y otros utensilios alcanza a entrar en la historia humana, a poseer historicidad; el uso toma forma en las instituciones y estas se articulan significativamente a través del concepto de lugar que implica al sitio con su reconocibilidad y su memoria y a la técnica con su desarrollo. La arquitectura es, así, una forma humana de naturaleza. La arquitectura es, pues, una creación artificial que, como el lenguaje humano, posee una substancia formal y es importante entender que, aunque la arquitectura sirve a la vida, no es un ser vivo con funciones fisiológicas; aunque tenga relieve no se confunde con una geografía o topografía naturales; aunque este hecha de materiales y destrezas no es una prolongación ciega o mecánica de las leyes de la naturaleza. Y cuando se pretende que alguna o todas estas cosas ocurran, entonces se mixtifica la naturaleza, se incurre en naturismo y la arquitectura falla respecto a la esencia de su utilidad. Porque la utilidad última de la arquitectura y también su primera utilidad, es resguardar al hombre de su intemperie, de su desorientación. Son estas relaciones las que dan cabida a nuevas relaciones más minuciosas, valga la redundancia, como lo son la que existe entre el pabellón y el patio que por siglos fueron ideas opuestas hasta mediados del siglo pasado donde pudimos ver que, entendiendo la forma y sus fundamentos, estos dos conceptos pueden complementarse y darle sentido a la vivienda doméstica, separando y uniendo a la vez al hombre con el paisaje que lo redea. Gracias a Carles Martí, y a el estudio de otros varios autores sobre la relación entre los elementos pabellón y patio estas dos entidades se presentan en el proyecto arquitectónico: “Como principio de carácter general que concierne a la totalidad de la obra o como un elemento que tan solo designa una parte de la obra en cuestión” y así develar cómo a partir del uso de diferentes operaciones formales que regulan la apertura y la contención del espacio como: La implantación del proyecto en la parcela, la disposición de los volúmenes, y el trazo de los recorrido hacia la apertura visual; se crean las condiciones, que permiten la combinación de los elementos pabellón y patio dando lugar a un artefacto más complejo capaz de actuar como una sola entidad

espacial. Y como gracias a la intersección de las líneas de recorrido con este dispositivo, se logra dar continuidad a los espacios interiores de la casa y de estos hacia el exterior, dando lugar a una visual lejana o profunda para finalmente esperamos comprender estas casas, más allá de su condición de pabellón-patio, como escenarios de interacción espacial que, propician la intersección de espacios múltiples, lo cual da lugar al desarrollo de verdaderas piezas de composición arquitectónica al servicio del espíritu del hombre, que en una alianza revolucionaria entre parcela y casa, configuran la vivienda como dispositivo de reconquista de la naturaleza. Podemos ir concluyendo en que a lo largo de la historia se ha ido perdiendo el verdadero sentido de la arquitectura y que por algún extraño motivo o razones que no entendemos, la postmodernidad nos metido en una burbuja ruidosa donde lo superficial y las modas importan más que el ser y los modos, pero que está en nuestras manos como una nueva generación de profesionales de la arquitectura, tomar conciencia de ¿hacia dónde vamos?, ¿Por qué vamos cómo vamos?, ¿a dónde pretendemos llegar? y más importante aún ¿qué legado queremos dejar en las nuevas generaciones y en sus ciudades? Para así tomar acciones que contribuyan a construir tejido que dignifique la calidad de vida e impacte positivamente en la manera como nos debemos relacionar con el entorno y la naturaleza ya que todo es finito y tierra solo tenemos una. La invitación es dejar de seguir esos modelos artificiales de ciudad, tomar conciencia, reflexionar sobre qué clase de profesionales queremos ser y a retomar modelos correctos, cuya obra arquitectónica se basaba en unos principios claros que buscaban enriquecer la vida de todos y permitir darle sentido a la forma como habitamos cada uno de los espacios que día a día forman nuestra manera de vivir y hacer ciudad para nosotros y para las nuevas generaciones.

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