Alicia Re Cruz, Humberto Solórzano.docx

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La Antropología Aplicada (anti Vicos) y siete pregunjabs para el antropólog”x” polite (con tres huppercuts incluidos)

Reflexiones a partir de la experiencia y relatos de la antropóga vallecana Alicia Re Cruz, convencida académica de las bondades y esfuerzos de la gente y de una metodología y teoría al servicio de la gente misma I Vallecas, barrio pobre ubicado al sureste de Madrid, bombardeado durante la guerra civil y uno de los lugares más perseguidos por el franquismo durante la etapa de posguerra. En este lugar nace Alicia Re Cruz. Ahí pasa su infancia; en ese lugar aprende de las necesidades. “Aprendí pronto que pertenecía al mundo de los pobres, de los humildes…”. A diferencia de otros niños de su edad, ella no tenía parientes en “el pueblo”. Por eso, en los veranos no viajaba fuera de la ciudad madrileña. Se quedaba. Re Cruz cuenta que fue eso lo que probablemente la llevó a estudiar antropología en la Complutense de Madrid. II En clases, cayó rendida ante la variedad de temas tocados en esta carrera y más todavía ante las poderosas posibilidades del pensamiento estructuralistas de Lévi-Strauss, ese que habla de que es posible tener un conocimiento universal del ser humano al estar constituido su pensamiento por oposiciones binarias que le permiten significar el mundo. A la par, su formación antropológica la ayudaba a distinguir entre sujeto y objeto de estudio, entre teoría y práctica, a comprender que un antropólogo debe tener una neutralidad científica e imparcialidad investigadora. III Egresada, en el 85 viaja becada a la Universidad de Nueva York gracias a un oportuno Gary Gossen, jefe del Departamento de Antropología de esa casa de estudios. Ya en la ciudad de los rascacielos abraza con fruición la antropología simbólica e interpretativa de un Víctor Turner y de un Clifford Geertz. Lo “liminal”, como concepto que hacía aprehensible la idea de cambios y transformaciones en la cultura, resultó algo “tremendamente liberador” para ella. Ella quería explicaciones y las buscaba en las ideas, creencias, los valores culturales. Con este bagaje de ideas, viaja a México en el 86’, donde los mayas de Yucatán. Una pequeña comunidad la acoge, Chan Kom. Si bien en un primer momento le causó fastidio este lugar por los muchos investigadores que pasaron por ella, pronto quedó enamorada por el exotismo del lugar. De la mano del estructuralismo y el simbolismo, Re Cruz podía entender la vida ritual y la tradición oral del lugar.

Fue la aparición de un contexto inestable, anómalo, de sequía pese a las lluvias, de la vulnerabilidad del maíz y de enfermedades que amenazaban a los lugareños, conocido como la Canícula, lo que hizo que la autora tuviera más energías por indagar por las condiciones “liminales” de este evento. A su vuelta a la comunidad al año siguiente, sin embargo, su mirada cambiaría debido a que no solo volvían a ocurrir los misteriosos eventos de la Canícula, sino que fue más sensible ante las voces que se levantaban en Chan Kom. Durante esta etapa de cambios, la vieja idea de homogeneidad social y cultural local daba lugar a acusaciones sobre las muertes y las enfermedades que se les hacían a ciertos jóvenes, los cuales tenían vínculos de parentesco con el cacique de la comunidad. Ellos, los que tenían una mejor posición social, eran sindicados como los culpables de tanta desgracia. La antropóloga olfatea esta paradoja. Después de reflexionar sobre estos hechos, replantea su investigación, y en los años de 1989 y 1990 realiza su estudio doctoral con enfoques marxistas y de economía política para poder tener un conocimiento más preciso sobre la realidad social del lugar. Entonces, a sus ojos empezaron a hacerse más evidentes diferencias entre campesinos ricos, que participaban en actividades comerciales y ganaderas, y campesinos pobres, dedicados a la siembra del maíz. Iba viendo el contexto del cual empezaban a aflorar las acusaciones que le causaron una inicial preocupación. IV Los dos años que pasó en Chan Kom fueron fructíferos para ella. Fue testiga de cómo el gobierno y el mismo andar económico de México provocaban cambios drásticos en la sociedad estudiada. Desde el gobierno, se quería priorizar la industria turística de Cancún y para ello se necesitaba mano de obra –sobre todo si era barata-. Por otro lado, los campesinos pobres, bombardeados por campañas publicitarias sobre herbicida y fertilizantes para la mejora de sus cultivos, no tenían otra opción que ir a trabajar temporalmente a las playas mexicanas. Dos pájaros de un desbalanceado tiro se ganaban: mano de obra barata para la obra nacional y dinero que pague los insumos para una cosecha generosa. A un nivel más específico, Re Cruz vivió de cerca –y más aún como antropóloga- la discriminación cultural de parte del gobierno hacia las comunidades mayas. Por ese entonces, la Secretaría de Agricultura y Recursos Hídricos (SARH), en su pretensión de implantar un programa de desarrollo que haga a las cosechas de maíz más abundantes, quería pasar por encima de los conocimientos locales agrarios. Así, el equipo técnico, conformado por un ingeniero agrícola y sus ayudantes, soslayaba los conocimientos ancestrales al pretender que los campesinos dejen de sembrar en forma de triángulos y lo hagan linealmente, y dejen también las semillas naturales por las híbridas. No se respetaba lo que, en la mirada de la antropóloga, consistía un conocimiento milenario. Si en la milpa, o sea, el campo de cultivo de forma cuadrangular, se sembraba el maíz en forma triángulos era porque constituía un complejo entramado espacial que evocaba la concepción maya sobre el ser humano. Asimismo, para los maya estos milpa tenían un altar en el medio que les permitía realizar diariamente el ritual de permiso de trabajo a sus dioses. No podían así nomás tirar su cultura por la borda por una intentona modernista del gobierno.

Por lo dicho, la SARH vio su proyecto destinado al fracaso. En lo que respecta a Re Cruz, se dio cuenta “del papel revolucionario que puede tener nuestra disciplina si se pone en acción, si permite poner el saber científico al servicio de su acción política”. V De vuelta a la universidad, nuevamente su pensamiento se permea. Aprende y aprovecha de obras como la de Thomas Kuhn y su noción no lineal de paradigma científico; así como las del posmodernismo, particular y múltiple manera de pensar que para ella fue el descubrimiento de que como investigadora, no tenía un objeto de estudio, sino un sujeto de estudio, y que este tenía tantas virtudes como errores como ella, un ser humano más. En otras palabras, visualiza que puede tener una mirada más horizontal, cercana, para con quien trabaja. De esta manera, llega a tener cuestionamientos hacia su carrera: ¿hasta cuándo ser neutral? ¿Debo o no debo intervenir? Estas interrogantes, motivadas en parte también por la crítica de la descolonización de la antropología y la evaluación de cierta herencia positivista, la mueven a saber más de cómo la antropología ha intervenido expresamente en la realidad. VI En 1992, se muda a Texas como parte del Instituto de Antropología de la Universidad del Norte de Texas. Recién llegada, se da una fiesta de bienvenida. Ahí aprovecha para preguntar: “¿Viven mexicanos aquí?”. La forma en que se le responde, un “aquí no tenemos” cargado de sentimientos encontrados y poder enmascarado le hizo levantar sospechas. ¿Tan cerca y no hay mexicanos? Mentira. Pronto se dedica a identificar a las poblaciones mexicanas del lugar, “para sacarles de su anonimato e invisibilidad”. Descubre, con ello, de la gran valía de las mujeres mexicanas, de su potencial para enfrentarse al hostil y discriminador terruño texano. Paralelamente, tiene otro descubrimiento: “que los propios estudiantes de la universidad desconocían o conocían mal la realidad social de su entorno”. Siendo docente del curso “Migrants and Refugees”, apuesta por que sus alumnos hagan una visita d campo a viviendas mexicanas en Texas. De inmediato, la alerta. -Es muy peligroso-dijo un alumno. -Hay prostitución y crímenes-dijo otro. Las respuestas dadas provocaron un revoltijo moral y social en la profesora. Según ella, este tipo de afirmaciones no tomaban en cuenta la explotación económica y la discriminación social que vivían los refugiados. Motivada y a la vez sensibilizada por su experiencia en México y con las mujeres migrantes de Texas, lo que siguió a estas disyuntivas fueron críticas reflexiones acerca de que no solo era injusto sino también inmoral “el hecho de mantenernos sujetos al objetivismo que reclama nuestro paradigma positivista, sin cuestionarnos lo que debemos hacer con los resultados del trabajo”.

Todos estos acontecimientos vividos (la experiencia mexicana y el bluff texano) la condujeron irremediablemente a la Antropología Aplicada. Vertiente de estudios que para ella “responde a las necesidades de la práctica profesional que requieren de la intervención para el cambio social y cultural; de hecho, esta forma de ejercer la antropología no se queda atrapada en la dimensión de servicio o de resolución de problemas sociales, sino que su esencia dialéctica la conduce a generar conocimiento a través de la investigación aplicada. Además, el antropólogo aplicado está sujeto al diseño y uso de técnicas y métodos muy rigurosos que, por estar encaminados a la resolución de problemas sociales, la mayor parte de las veces requieren el trabajo disciplinario en equipo y demandan la inclusión de los grupos afectados en el proceso de investigación”. Con estas ideas, a mediados de los noventa surge la idea de crear en la Universidad de Texas una especialidad en antropología aplicada. Libertad Estas ideas se vieron reforzadas después de conocer (en el 96’) y trabajar con la antropóloga mexicana Libertad Hernández, quien recibiría este nombre de parte de sus padres en homenaje a la Revolución (¿Mexicana? ¿Francesa?). Libertad Hernández, anota Re Cruz, era una antropóloga de formación y corazón que hizo suyas las virtudes de la investigación-acción y la metodología participativa en su trabajo con los marginados de la sociedad mexicana, especialmente las mujeres. Fue desde su dirección en el Programa Comunitario de la Mujer (PROCOMU), en Veracruz, y desde su puesto como profesora del Departamento de Psicología Comunitaria en la universidad del mismo estado en donde, con carisma y entrega, laboró en coordinación con diferentes sectores de la sociedad civil por que las mujeres y niñas de áreas rurales y barrios pobres tengan garantizados y activos sus derechos. Es de destacar también que, desde los 70’s, bregó para que la malla curricular de la Academia de Medicina Comunitaria de la Facultad de Medicina de Xalapa, capital de Veracruz, acogiera las metodologías y visiones de la antropología, logrando con ello una mayor inclusión de los saberes –en cuanto a salud- de la localidad. Asimismo, esto implicaba todo un recambio de la forma de enseñanza por cuanto ella estaba influenciada por Orlando Fals Borda, uno de los pioneros de la sociología en Colombia, decano de la Universidad Nacional de Colombia y teórico de la Investigación Acción Participativa (IAP); así como de la Pedagogía del Oprimido, teoría crítica de la educación propuesta por el educador brasileño Paulo Freire, allá por los 60’s latinoamericanos. Estas teorías remarcan la importancia de vincularse con la gente oprimida, conocer su realidad e ir con ellos descubriendo las soluciones para sus propios problemas. Freire diría que acompañarse en la liberación. De igual manera, puede recalcarse que algunas mujeres con las que Libertad trabajó se animaron a entrar en política para disputar el poder por ellas mismas. Una vida intensa como la de Libertad debía ser corta en un mundo que no se inspira en su nombre. A los 42, un día de agosto del 98’, es violada y asesinada por un taxista cuando iba al aeropuerto a recoger a su hijo. Eran días en que, invitada por la Unicef, Libertad iría a un seminario internacional llamado “Nuestras niñas: derecho a la equidad desde la infancia”. Según se ha informado hasta hoy, detrás del asesinato estarían las autoridades políticas de Veracruz, quienes estaban intimidadas por una segura denuncia de Libertad hacia ellas. Como afirmó un testigo, la

antropóloga tenía pruebas de que la red de prostitución que había en Veracruz tenía vinculaciones con gente importante del lugar. Terrible final para una mujer que se decidió ensuciarse los zapatos por los más necesitados. VII Fruto de estas experiencias, la autora indaga más sobre las posibilidades revolucionarias de la IAP. Refiere del alto valor transformador que implica esta metodología por concebir los contextos y las percepciones de las poblaciones en la que se trabaja y cómo esta perfila lo que desea cambiar. Es así, como sostendrían tanto Fals Borda como Paulo Freire, que al hacerse creadores de sus propias historias, se refuerza la identidad de ellas mismas. Entrado el nuevo siglo, se empieza a impartir en la universidad de Texas el curso de antropología aplicada. Al aumentar la demanda sus servicios, se tuvo que diversificar la materia con la consiguiente ampliación de asignaturas (antropología de las organizaciones, de los negocios, del medio ambiente, de la frontera, etc.). Asimismo, este programa contempla no solo los clásicos introductorios sobre las teorías y los métodos de investigación, sino también la posibilidad de que el alumno siga cursos de otras carreras con el fin de que se afiance la actividad interdisciplinaria. Alicia encontró su camino y en él se mantiene. Al hacer una distinción entre el antropólogo como observador y el antropólogo como testigo (el primero más alineado con el ámbito de las ciencias y con una determinada tradición de estudios; a saber, la positivista), dice Alicia Re Cruz sobre el segundo caso: “El antropólogo como testigo va más allá de la observación, descripción y entendimiento cultural; intenta poner en acción los marcos teóricos, las técnicas y métodos antropológicos en la consecución de resultados y en la mejora de casos reales. Por eso considero el ejercicio de la antropología aplicada la alternativa más productiva de la práctica antropológica y, al mismo tiempo, creo que es el tipo de antropología que puede ejercer un papel clave como agente de cambio social en la construcción de una sociedad más justa y equitativa”. A buen entendedor, estas palabras. Comentarios al respecto -¿Influye el lugar del origen social en el proceder futuro? Podríamos creer que al identificarse con los oprimidos de la sociedad, se resalta su lugar de origen: barrio pobre, gente estigmatizada, etc. Sin embargo, casos como el de Engels, el Che Guevara, en suma, de tantos intelectuales marxistas, parecen indicar lo contrario. ¿Qué mueve a la intervención? ¿Qué hace que la ética se convierta en política (en el sentido de acción puntual a acción organizada)? ¿Qué procesos el actor sigue? -Me toma por sorpresa que se hable del positivismo en la antropología, por los menos al día de hoy y con los discursos que se manejan (posmodernismo). Sin embargo, a nivel metodológico, este discurso está muy presente: “se pierde objetividad si te involucras”. Sin embargo, ¿cómo entendemos la falta de involucramiento del antropólogo en acciones políticas, en el plano público? ¿Positivismo? ¿Búsqueda de neutralidad, imparcialidad? Tres formas de ser puntual:

a) ¿Está tan desprestigiada la política como para que me decida a entrar? (¿Es eso?) b) ¿No estaremos argumentando la flojera? c) ¿Qué clase de vinculación social estamos teniendo? (Publicaciones amargas, quejonas e irónicas –esas las sanciono- en Facebook y Papers no cuentan) -La autora hace referencia a un aforismo marxista: “para que exista la posibilidad de cambio social, es necesario nutrir la conciencia social”. ¿Qué opinan de esto? Es más, ¿se sabe más algo del marxismo aparte de su versión stalinista de estructura/superestructura? -Se habla de Investigación Aplicativa Participativa. Considero que esto va hacia los que queremos tener un énfasis participativo. Para los que no: ¿qué piensan hacer? A decir verdad, puede resultar algo tedioso, un nuevo dilema ético, para los que nos decidimos por la rama aplicada. ¡Qué complicado dejar de lado el gusto por buscar libros si, de pronto, se decide la comunidad por algo ajeno a mis intereses! ¿Qué convicción tiene el antropólogo aplicador para mantenerse con la comunidad? ¿Hasta cuándo? No creo que Lévinas nos dé las respuestas más felices. Por otro lado, el que no se decide por esto, ¿qué le queda? ¿Qué pasa si mi tema de estudio les importa poco (ontologías)? ¿Sigo? ¡Recordar que trabajo con personas, que su tiempo no necesariamente está dispuesto para mí! -Inclusive los posmodernos recalcan de investigaciones más inclusivas. ¿Saben si Marcus, Clifford, Spivak, et al, tuvieron amenazas de muerte como las tuvo Libertad Hernández? Pues… ¿ellos son muy críticos con el sistema desde sus teorías, no? ¿Qué diferencia a estas ideas de la participación finalmente? -En Texas se creó un área de Antropología Aplicada. ¿Qué pasa para que no ocurra lo mismo aquí? El profesor Aramburú, docente de temas de desarrollo, dice que debemos ser más interdisciplinarios pero con la administración de esta universidad... Un momento. Si somos la primera universidad del país y la plana administrativa es inmensa, ¿estamos a años luz del cambio? ¿Qué opinión te merece que no tengamos un área de Antropología Aplicada? -Finalmente, ¿por qué andamos tan decepcionados del mundo? Tanto aquí como allá (hablo del extranjero), muchos antropólogos andan con posturas pesimistas y eso si hablan del tema (por cierto, los extranjeros eran gente becada, gente de la periferia de los centros). ¿Por qué esta realidad? Una vez, en Ayacucho, hace unas semanas, supe lo difícil de la situación de esa región: los efectos del senderismo y el narcotráfico siguen dañando múltiplemente a la ciudad y a muchas provincias y comunidades. El escenario era y es desolador. Los antropólogos de Lima nos hacíamos preguntas muy límite, en las que casi siempre (eran preguntas de opción en la acción) el mal menor era el que ganaba y la ética era mejor guardarla para tiempos mejores (y eso si vendrían). Horas después de esas preguntas, junto a cuatro estudiantes de diversas carreras de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, en un barcito cerca del centro, les planteaba estos cuestionamientos. Uno de ellos se sonrío al verme casi desesperado; otro me dijo –mientras se tomaba un calentito-: “Siempre hay esperanza”. Esa noche, compartía mesa con cuatro

estudiantes que, me fui enterando entre copas y risas, eran también cuatro dirigentes políticos de izquierda. 18-11-15

Alicia Re Cruz. De responsabilidades, compromisos y otras reflexiones que llevan a la antropología aplicada.

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