Una lágrima en la luna Author: Princesa Posted under:
I Yo vivía en un bosque, al norte de Normandía, cruzando la cascada de los hechizos y el monte de la luna. Le decían así, porque tenía en la cima una piedra en forma de luna. Muchos dicen que aquel monte estaba encantado, al igual que los ochocientos treinta montes del reino de Saint Michel. Pero ése, era especial. Cuenta la historia que hace muchos años llegó la era de niebla a Normandía, en la que tanto bosques, palacios y montañas se cubrieron completamente, nadie pudo salir de sus casas. Pasaron diecinueve lunas más y la niebla fue desapareciendo, poco a poco. El duque Guillaume mandó a los soldados del palacio a inspeccionar si en algo había cambiado el reino. Fue entonces que Don Heik de Zuar, el habitante más viejo de Normandía llegó al palacio para traerle noticias al duque. En la cima de un monte, pasando el puente de los hechizos, una criatura indescriptible estaba tallando una gran luna sobre una piedra. El duque de inmediato envió a noventa soldados normandos y a cuarenta civiles, pero lo único que encontraron fue la gran luna incrustada en aquella piedra que también había tomado esa forma, mas no a la inquietante criatura, quien, por cuya descripción había dejado a Don Heik de Zuar en la mayor consternación. Durante muchos años ningún mago, hechicero o civil tuvo la valentía de escalar aquel monte por el miedo de encontrar aquella criatura, a la que ya muchos, tal vez con la intención de hacer alarde o con la mágica certeza, decían haber visto. Cuando yo pasaba por allí, sentía un escalofrío intenso. Sin explicación alguna. Yo, que había visto a hechiceros, duendes y animales amorfos pasar frente a mis ojos, sin inmutación alguna, no entendía porque me sentía así con tan solo estar cerca de ese lugar. II Hace muchos años los gnomos del país de Coux me encontraron desfallecida en alguna parte del bosque, sin memoria alguna, y me llevaron a vivir con ellos. Fue entonces que entre todos construimos una casita en las faldas del cerro más lindo del bosque. Los gnomos me llaman Eynel, no sé porque razón, ya que todos los demás habitantes del reino me dicen Soufía. Desde ese día he vivido con ellos. Tenían los nombres de los principales reinos de Normandía. Houlme, Bessin y Vernier. Houlme tenía los ojos verdes como las hojas, y eran los ojos más grandes del reyno de Saint Michel. El era muy tierno y bueno, muchas veces hasta ingenuo. Bessin tenía los ojos amarillos como el sol y la barba rubia, como sus rayos. El tocaba el arpa todas las tardes después de llegar de cortar leña. Su música adormecía a cualquiera que lo oyese. Vernier era el gnomo mayor, él tenía los ojos color violeta y sus barbas eran las más inmensas que había visto .Era muy sabio y práctico. Su historia era muy triste. Houlme, Vessin y Vernier fueron hace un tiempo, tres apuestos y nobles caballeros que dejaron sus reinos para buscar el amor, sin saber que el destino les había puesto una gran prueba.
Ellos se enamoraron de las ninfas de Orión, hijas del duque Guillaume de Normandía. El nunca dejó que sus hijas le dieran su corazón a hombre alguno, así que llamó a Anaín el hechicero más poderoso del reino para que los conviertan en gnomos (el hechizo más fácil de ejecutar). III Una noche llegué a casa, más inquieta que nunca, por la sensación que me causaba pasar por aquel monte. No sabía si eran las ramas o aquellas rocas o aquel vacío que se disipaba. No quise contarles a los gnomos que subiría aquel monte, pues sabía que intentarían todo para detenerme. Así fue que esperé con calma la estación de las flores, cuando los gnomos viajan al reino de Saint Fresno y me quedaba sola. Esa mañana se despidieron y partieron hacía su destino. Yo preparé todo esa misma tarde y a la mañana siguiente me dirigí muy temprano hacía el monte de la luna. La primera parte del monte estaba lleno de arbustos y de flores azules de todos los matices imaginables. No había sonido alguno, ni siquiera el de mi respiración. Seguí subiendo por el camino y de pronto cientos de colibríes empezaron a emitir sonidos y a lo lejos escuché una música…. Me acerqué para poder saber de dónde provenía. Me fui alejando un poco del camino que había seguido desde el principio hasta que llegué a un lago, en él que me vi reflejada. Mi apariencia había cambiado. Mis cabellos estaban más claros, mis ojos se veían más vívidos que nunca y mis ropas lucían igual a los vestidos que portaban las ninfas de Orión. No me explicaba porqué sucedió aquello, pero sabía que era un gran indicio de lo que aún faltaba por acontecer. Regresé para seguir el camino marcado de la montaña, y después de mucho caminar, el lugar se tornó de un tono celeste, muy claro, mientras las luciérnagas empezaron a brillar en medio de todos los arbustos. Estaba extasiada por toda la belleza que tenía frente a mis ojos, empecé a dar vueltas entre ese espacio, hasta que un sueño inmenso me invadió de pronto, como si no hubiese dormido hace meses, y así me fui quedando dormida. Al día siguiente desperté y a mi lado se encontraba una canasta con frutas de todas las estaciones; y un manantial donde pude beber el agua más pura. Seguí descansando un momento más, y empecé de nuevo el recorrido. Caminé y caminé, hasta llegar a la mitad del monte y fue cuando de nuevo sentí aquel desvanecimiento portentoso y me quedé dormida otra vez… Eynel…. Eynel… me despertaron unos cantos, eran las aves entonando mi nombre. A mi lado estaba nuevamente una canasta con frutas y un manantial. Seguí caminando hasta que anocheció, ya estaba muy cerca, podía visualizar de cerca la piedra de la luna. Observé a lo lejos algo o alguien sentado sobre aquella piedra. Subí más para poder saber qué era exactamente, hasta que llegué a observarlo de cerca. Era una criatura con los ojos extremadamente bellos y tristes a la vez. Sus ojos se reflejaban perfectamente con la luna menguante. Tenía el dorso descubierto y totalmente cubierto de un pelaje, y sus formas no eran exactamente humanas. Seguí subiendo para descubrir la identidad de aquella criatura, hasta que alguien me habló por detrás. Era Vessin, quien llegó a casa antes que Houlme y Vernier, porque le inquietaba que hubiese tratado de subir al monte.
-Eynel, regresa conmigo, no te acerques a esa criatura, vamos a casa, allá te explicaremos todo. -No, Vessin, no regresaré hasta acercarme a él y descubrir lo que me ata a todo ésto. De pronto empezó a tocar el arpa y empecé a desvanecerme. - Es lo mejor para ti… fue lo último que le oí decir. Cuando desperté sentí una tristeza inmensa, Vessin estaba a mi lado, ya era de día y seguíamos en el mismo lugar. -Porqué me hiciste esto? Le reclamé. - Aunque todo el mundo siempre te ocultó la verdad, creo que es hora de que la sepas… me dijo. Todo empezó hace años, mis tres hermanos y yo conocimos a las ninfas de Orión en un baile del palacio Saint Michel. - Tres hermanos? , ustedes son tres hermanos. - No, somos cuatro, Vernier, Houlme, yo, y Moligninos… - Moligninos? - Sí. Así se llama mi hermano mayor. Los tres nos enamoramos de las 4 ninfas de Orión. - Cuatro? Pero si solo son tres… - No Eynel, cuánto desconoces aún. - Los cuatro nos enamoramos de ellas y las frecuentábamos en todos los bailes a los que éramos invitados. Después de varios meses planeamos rescatarlas de aquel encierro al que estaban sometidas por su padre, el duque Guillaume. Sin embargo, no era fácil, muchos soldados resguardaban el palacio. Moligninos que era el más valiente decidió entrar solo al palacio, pero fue inútil, enseguida fue atrapado por los soldados y nosotros fuimos tras él. Fuimos atrapados también. El duque se enfureció y mandó buscar al hechicero… - Y los convirtió en gnomos, ya lo sé! - Sí, pero eso no es todo. El duque tenía una hija favorita, y fue precisamente ella quien lo enfrentó prefiriendo ser desterrada a seguir en ese palacio con él. En ese momento el duque volvió a llamar al hechicero para mandar un mal más fuerte sobre Moligninos, que era el hombre a quien su hija favorita, amaba. Ella fue desterrada junto a nosotros, quitándole memoria alguna de haber sido alguna vez lo que fue. La ninfa desterrada, fuiste tú, Eynel. Después de escuchar a Vessin, todo empezaba a tener sentido. -Entonces?, yo soy una ninfa de Orión? - Sí y Moligninos es o era el hombre que amaste, a quien tu padre mandó a realizar un hechizo más fuerte. Convirtió a Moligninos en una criatura sombría que solo podía salir en las noches y permanecer para siempre en éste lugar. Antes de desterrarnos, nos avizoró que si intentábamos acercarnos a él algún día, tanto nosotros como Moligninos desapareceríamos para siempre. No quisimos contarte nada. Sabíamos que correrías a buscarlo. Cuando tu padre nos desterró, prohibió al reino llamarte por tu nombre, y ellos te dieron el nombre Soufía, aunque entre nosotros nunca dejamos de llamarte por tu verdadero nombre… No recordaba nada de lo que Vessin me contaba, pero sabía que tenía que hacer algo para recuperar a Moligninos. Ese día regresamos a casa, antes de que llegasen Houlme, y Vernier. Así que decidí ir al palacio del duque Guillaume, mi despiadado padre.
IV Vessin ya había perdido las esperanzas de volver a ser caballero y reencontrarse con su hermano, pero sé que tenía mucha fe en mí, por eso quiso acompañarme. Cuando llegamos al palacio, los soldados cerraron las puertas, pues por orden explícita del duque, yo no podía pisar jamás aquel lugar. Sin poder hacer nada, regresamos a casa. Estuve ideando millones de maneras para poder hacer algo, pero nada se me ocurría. No podía buscar al hechicero Anaín, pues éste hace muchos años había dejado el reino. Siguió así el tiempo, igual. Vernier y Houlme ya sabían que estaba enterada de todo. Cada día se me hacía imposible, seguir pasando por aquel lugar, en el que se encontraba aquel hombre que debió amarme demasiado, y que ahora vivía a la sombra de su silencio, esperando que algún día todo hubiese sido, solo un mal sueño. Al menos con tan solo haber subido a aquel monte, había recuperado mi apariencia. Me preguntaba, si todo volvería a la normalidad si yo llegase a ver a Moligninos. También me preguntaba, porqué él había tallado aquella luna en esa piedra. IV Sin decir nada, salí una noche en busca de él. Subí por todo el camino, sin desfallecer ni un instante. En el camino choqué con un gran muro, que no vi en mi primera travesía. No sabía cómo atravesarlo. Me acerqué y lo toqué por un momento. De pronto cerré mis ojos y me fui sumergiendo, hasta que salí y aparecí en la cima del monte. Allí estaba él, sentado sobre aquella piedra, mirando el cielo, esperándome como todas las noches. Me acerqué sin importarme que desapareciera todo en ese momento. Solo importaba ver por última vez, sus ojos tristes frente a mí. Llegué hasta donde estaba, y nos miramos fijamente. - Te estuve esperando, Eynel…me dijo En ese momento, empecé a recordar su voz, su mirada fija, sus ganas de amar para siempre. Me seguí acercando a él, sin poder contener las lágrimas, mirándolo fijamente, pero él seguía sin moverse. - Eynel, no puedo moverme, estoy destinado a quedarme aquí, frente a ti, con éste aspecto y sin poder tocarte. Seguí llorando por la crueldad de aquel destino, frente a aquella piedra que lo sostenía. Después de varios minutos, alcé la mirada, y él ya no estaba. De pronto apareció detrás de mí y me abrazó fuertemente, estaba igual que antes, y yo recordaba todo perfectamente. - Es la lágrima en la luna, me dijo…Todo hechizo tiene un contra hechizo. Anaín dejó dicho el día que me lo envió, que la única manera de que todo ésto desapareciera, era que tú vinieras hasta aquí y derramases sobre ésta piedra, una lágrima. Durante años esperé tu llegada, pero ya no hay mas que lamentarse, estamos libres de aquel hechizo. - Sí mi amor, ahora iremos a ver a tus hermanos, que te extrañan muchísimo… Bajamos el monte y fuimos rápidamente a buscar a Houlme, Vessin y Vernier.
Encontramos a todos como eran, fuertes y radiantes. Moligninos ordenó regresar a sus reinos para buscar refuerzos y así regresar por mis hermanas. En sus reinos, encontramos caballeros de nobles sentimientos, quienes les regresaron sus puestos. De regreso a Saint Michel, viajamos con más de dos mil soldados, quienes entraron al palacio y rescataron a mis hermanas, las ninfas de Orión. Mi padre quedó devastado. Nos enteramos tiempo después que murió solo en su palacio. Nosotros vivimos felices, cada quien recuperando el tiempo perdido. Moligninos y yo decidimos construir un castillo en aquel Monte, para dejar de recuerdo a la luna, que siempre nos amaremos, aunque pase el tiempo. Isella Carrera Lamadrid.