IMPLICACIONES
Luis E. Orellana
Es una publicación de FUNDACION GUAYAQUIL Manuel Galecio 1509 y Los Ríos email:
[email protected] Guayaquil. Ecuador Primera edición. Enero 2000 (c) Luis E. Orellana
Por Ariel, Nicole y María Belén, tres voces diferentes y una sola melodía de amor para mi otoño
"Padre, madre, amor, concepción, oscuridad, floto, siento, vivo, dolor, luz, llanto, grito... ¿Quién soy? ¿Adónde voy? Las viejas preguntas resuenan en el aire esta mañana mientras tiempo y espacio abrazan mi carne pasajera..." (Fragmento del poema "Mis demonios cantan otra vez" Luis E. Orellana. 15 de Febrero de 1996)
IMPLICACIONES... Cada paso que se da, cada acto que se cumple, cada pensamiento que en la mente surge, tiene sus efectos, produce consecuencias. A esa cadena de consecuencias que surgen de nuestros pensamientos y de nuestros actos es a lo que llamo "implicaciones"...Es el resultado del poder de elegir concedido a nosotros los humanos. Al escribir, cualquiera sea el tema que haya tratado, jamás he dejado de sentir cierta inquietud, pues nunca se escribe impunemente, siempre existe un cierto riesgo, una cierta consecuencia, una implicación. Esta vez he sentido una inquietud particular pues toco temas que no son agradables de reconocer pero que son verdades cotidianas, y como "todas las verdades contienen una parte de acusación respecto a nuestras vidas, y tienden a perturbar ese equilibrio de piadosas mentiras tácitamente admitidas sin las cuales la existencia se haría imposible", decirlas, pues, podría tornarse peligroso. En todo caso asumo el riesgo y no lo hago por valiente o porque me sienta mejor que otros, sino porque, ora por comisión ora por omisión, soy también en alguna medida culpable de aquello que señalo, pues no siempre se puede, aunque uno quiera, eludir el abrazo del entorno. Se que elegir no es fácil y que hay mil y una situaciones que se presentan cada día que nos obligan a decidir de prisa, y no quiero señalar a nadie, pero quiero señalar a todos, porque de uno u otro modo, inmersos en esa corriente de vertiginosidad característica de la época actual, vivimos casi siempre sin reflexionar, y reflexionar es muy necesario para que nuestra capacidad de elegir tenga sentido. Además, somos tan dados a auto engañarnos que casi siempre encontramos explicaciones "lógicas" a nuestros despropósitos y de cuando en cuando es bueno que volquemos un poco de verdad sobre las imágenes que construimos, quizás entonces nos percatemos que no somos tan buenos como creíamos y sobre esa dolorosa realidad iniciemos la construcción de una sociedad en la que valga la pena vivir. Dicen que muchos divorcios se producen porque él o ella riega la pasta de dientes en el lavamanos o por no se que otra cosa de detalle. Quizás esto sea cierto o no lo sea. Pero si algo es verdad es que las cosas simples de la vida configuran las complejas y que el desarrollo de una sociedad sólo se logra cuando los pensamientos y los actos cotidianos de su gente construyen hábitos, formas de comportamiento, modos de actuar, instituciones, que se refuerzan a si mismos en busca de un sentido trascendente. Cada pensamiento, cada acto, cada acción, tal vez solos no tengan, aparentemente, mucha importancia, pero unidos en una estructura generan un todo que trasciende lo singular de cada parte. Es como con las palabras que una a una quizás expresen poco, pero adecuadamente articuladas crean párrafos y éstos párrafos conforman páginas y éstas devienen en libros. Escribamos pues, usted y yo, todos nosotros, vitalmente, con nuestros pensamientos y con nuestros actos un libro de vida en comunidad, que constituya un aporte, para llegar al Punto Omega hacia el cual se dirige la gran aventura humana universal, y, para construir una nueva realidad local que para nuestros descendientes quizás algún día será el entorno en el cual desarrollarán sus propias vidas. Este no es un llamado a reprimir las conductas sociales potencialmente peligrosas, a establecer válvulas de escape para lograr mantener baja la tapa de la olla de presión en la que se "cocina" la explosividad social de nuestros días. Es un llamado a la conciencia de todos los actores, al fin y al cabo la vida en sociedad es en realidad una
danza en la que el buen actuar de los danzantes depende de lo que también los otros hagan; además, es que en verdad, en este plano, no hay "otros" sino partes separadas de "yo mismo" y si ellos fracasan, yo fracaso, porque "nada de lo humano me es ajeno, ya que formo parte de la humanidad". Para éste propósito ya dicho, de entendimiento y necesidad de cambio, reflexionemos sobre el actuar de ciertos personajes con los que nos topamos cada día y que a veces, por momentos, hasta viven en nosotros.
Don Inocencio Desconfiado Don Inocencio nació haciendo todo honor a su nombre... él confiaba. Su palabra era de oro, no mentía. Una vez dicha su última palabra eso hacía. Quien lo conocía decía de él que era un hombre en quien confiar. A su vez, él tenía como perspectiva que todo ser humano merece nuestra confianza, que basta su palabra. Sus mejores contratos fueron estampados en una servilleta frente a una mesa con "un amigo", tomándose un café, notariados fueron con tan sólo un estrechón de manos. Era como un niño, confiado, optimista, con un mundo abierto para conquistar en buenos términos. Es que la confianza nace junto con el niño el primer día de su vida, él no duda, tiene certidumbres, confía en la respuesta afectuosa de otros seres que como él tienen poco tiempo en realidad, el lapso de esta vida, para ejercer su libertad con plenitud, orientada siempre hacia el Omega, punto de llegada, allá donde nuestra naturaleza espiritual nos lleva. Y sin embargo... Don Inocencio ve perder la vigencia de su nombre cada día que pasa en esta selva de falsarios. Hoy se ha vuelto receloso, suspicaz, ya no confía, y hay días en los que ya duda hasta de si mismo. Su apellido se ha vuelto "Desconfiado". ¿Has visto aquellos muebles finos, imponentes, hermosos, trabajados con esmero, a los cuales les ha entrado la polilla? Es posible que no hayas notado que el miserable bicho ha penetrado en sus entrañas, pues el mueble aún conserva su belleza y sus exteriores aún se conservan relucientes; mas por dentro, en sus entrañas, el daño ya está hecho y un buen día, sin remedio caerá en mil pedazos. Así trabaja la desconfianza, penetrando en lo profundo, causando daño y casi sin remedio. Destruye de a poquito, pero de forma inexorable, porque carcome con las dudas que introduce. Si hay algo frágil es la inocencia y cuando se la hurtan a alguien ya jamás podrá recuperarla. En nuestra sociedad hay muchos ladrones de inocencia. Hay quienes cada instante violan sus promesas, quienes no cumplen las obligaciones contraídas que aceptaron en estipulaciones contractuales, quienes han convertido a los cheques en instrumentos de discordia, en vehículo de sus estafas, porque son girados a sabiendas que en esas cuentas no hay dinero que los cubra. Casi siempre los políticos en campaña mienten en busca del poder, burlando de mil maneras la inocencia y la esperanza de la gente. Todo tipo de funcionarios públicos, congresistas, ministros de Estado, inclusive Presidentes que no comprenden el daño que producen cuando mienten a la gente. Jueces que hacen burla de la Ley, que venden su conciencia. Abogados que desnaturalizan el sentido de su misión de búsqueda de justicia y ejecutan con esmero mil y una triquiñuelas para lucrar con la angustia de sus clientes y la de sus opositores. Diversas clases de "Profesionales" que por su incapacidad y propósitos comerciales atentan contra los bienes y las vidas de quienes tienen la desgracia de colocarse en sus manos. Financistas "respetables" que perjudican con sus actos y luego escapan a disfrutar de vida holgada con los recursos, y sin importarles el dolor, de los incautos que confiaron. Publicistas "exitosos" que inventan inexistentes cualidades en productos que nada valen y que los comercializan otros "exitosos" empresarios. Inescrupulosos "periodistas" que utilizan la tecnología maravillosa de sus medios y el contacto permanente con la gente, para traficar con las noticias, desorientar a cuantos pueden y elevar por su interés a categoría de notorios a otros sinvergüenzas. Empresarios y Banqueros que "maquillan" sus balances para exhibir una supuesta fortaleza financiera de la que sus organizaciones carecen y así atraer a los incautos. Falsos redentores que prometen
oro y cielo, y hasta el perdón de los pecados, a cambio de monedas o para satisfacer quien sabe que malsana apetencia. Malos educadores que nada enseñan salvo que el anhelo de aprender, que todo ser humano tiene, es buen motivo para explotar a los padres de familia. Malos estudiantes que no estudian, que copian y convierten sus escuelas, colegios y universidades en lugar de reunión para simples francachelas y hacen de sus vidas tan sólo una gymkhana. Son los actos desleales, mentirosos, egoístas, los que siembran desconfianza. No hay razones valederas que justifiquen dichos actos. Por el contrario, cada vez que engañan refuerzan la imagen negativa que la gente tiene ahora de otra gente, generan desconfianza. Si nadie cree en nadie, la vida comunal se vuelve una sola salvajada en que el uso y el abuso del engaño es razón de la jornada. ¿Has meditado en lo importante que es tener confianza en lo que otro hará? Piensa en lo que ocurriría si fulano no se detiene con su carro ante la luz roja del semáforo. Tu seguramente cruzarás presumiendo que el verde te otorga vía libre. El "tortazo" será inevitable y duro. Lamentablemente, vivimos en una sociedad de incertidumbres, donde la luz roja nada significa pues el verde es para los "tontos". Y en este plano encuentras mil y una situaciones similares que menciono como ejemplos de "tortazos" que te diste. Durante años pagaste las cuotas requeridas por la "compañía vendedora" que prometió venderte la casa de tus sueños. Cuando pediste que te entregaran la escritura de la venta, mil y una argucias y leguleyadas se esgrimieron, no viene al caso cuáles fueron ya que fueron muchas, todas ellas porque ahora a la "poderosa" vendedora poco le parece lo que tu has pagado. Quiere más, ya no quiere venderte a ti la propiedad. Otro paga más. Que le importa tu dolor y tus sueños destruidos. Ella cabalga rauda sobre tu ignorancia de las leyes y la confianza que tuviste al entregarle tu dinero y tus sueños. Triunfo pírrico el de aquella poderosa compañía pues poco a poco su prestigio estará por la pata de los caballos y la gente ya no confiará en ella u otra compañía. Cuánto daño produce el engaño. Te han dado un cheque que depositas en tu cuenta de banco y sobre ella giras. Si ese cheque que te dieron no tiene fondos no es pagado y el cheque que tu giraste tampoco lo será. Tu confiaste y en ti confiaron. Ya no volverás a confiar y en ti ya nadie confiará. El cheque como instrumento de pago para nada servirá. Cuanto daño para todos produce un engaño. Has tenido la desgracia de que se dañe tu automóvil y lo llevaste a reparar en aquel taller tan recomendado. El platino del vehículo estaba defectuoso y había que cambiarlo, pero aquello que pudo hacerse en media hora y a un costo mínimo, se convirtió al fin de la tarde en una cuenta astronómica porque "hubo que reparar hasta el rulimán del escape, mi jefe". Con tu refrigeradora y tu equipo de sonido ocurrió mas o menos lo mismo. Es que quizás concurriste cada vez al respectivo taller con ingenuidad, y tu cara de "confiado" daba para eso y mucho más. Alguna vez vas a aprender y no volverás a ese taller, o lo harás con mala cara, con la percepción que el propietario es un ladrón. Ya no tendrás alguien en quien confiar. Cuanto daño para todos produce un engaño. En la campaña electoral tu eras el que más gritaba convencido por "el hombre". El te había prometido tantas cosas, él cambiaría todo el mal que nos agobia, pondría orden, frenaría la corrupción, habría trabajo... ¡Cuánto necesitas tu ese trabajo! Pero ahora "el hombre" ya ganó, es ahora Presidente, o diputado, concejal, ministro o que se yo qué cargo de poder ostente, lo cierto es que conquistó ese poder con promesas a la gente. Y bien, ¿donde está el cambio positivo? Si te he visto no me acuerdo.
Mentiroso. Prometió aquello que no podía cumplir porque en una sociedad nada cambia si no cambia la mente de la gente ."El hombre" lo sabía y sin embargo... Todavía hay quienes creen que el cambio se produce por arte y magia de las promesas. Claro, tu ya no crees en nadie y si llegas a ocupar un cargo público, a obtener un trabajo en las aduanas, o en cualquier otra dependencia, robarás "para poder vivir cuando te boten". El país se hunde. Cuánto daño producen los engaños. Cuando concurriste ante ese Juez para que aplicara la Ley y reconociera tu derecho lesionado, una esperanza reflejaba tu mirada. La Justicia llegará decía en lo profundo el grito de tu alma, sin embargo... la triste realidad. Había que "estimular" al Amanuense que manejaba el proceso, al Secretario, al Asesor que escribiría la sentencia, incluso al propio Juez, pues de otro modo... ¿Quien podrá confiar así en una justicia administrada que "interpreta" los derechos de las partes al son del billeteo? Cuanto daño produce un engaño de este tipo. ¿Viste aquel "Tarzán de techo" al que agarraron los vecinos robándose la ropa de los patios? ¿Aquel que lo amarraron a un poste y lo quemaron? Claro, cómo iban los vecinos a confiar en la "justicia" cuyo Palacio se tornado en Palacio de las Monedas. Esa es la justicia del aquí y ahora. Ya no hay ley, ya no hay jueces. Cuanto daño genera la desconfianza provocada por actos indebidos. Hay tantos personajes "refulgentes" que acaparan el espacio en nuestros diarios. No hay días en que no aparezcan notorios y repetidos personajes de todo corte y tipo ocupando las pantallas. Su notoriedad en los medios es patrocinada casi siempre por obsecuentes y engañosos "periodistas" que estimulan a esa gente a cambio de prebendas. Así se construyen reputaciones "poderosas", "inteligentes", "de temer", que más tarde o más temprano serán apreciadas, envidiadas, imitadas por la gente. Ídolos con rabo de paja que no se queman porque los protege un muro de mentiras. Y así escalan posiciones, se convierten en líderes, en "modelos" que fracasan y contribuyen a que el país vaya en la ruta que conduce hacia ningún lado. Fracaso que nunca es develado y más bien es ensalzado al extremo de convertir a cada uno de estos personajes en "extraordinarios ciudadanos" a los que erigen monumentos a su muerte, por su aporte a no se qué, sin embargo "todo muerto es bueno" y se hace así tradición de lo malsano y mal habido. Cuanto engaño y cuánta farsa hay al promover así a individuos vacuos, muchas veces hasta siniestros, como aquellos que escaparon a Miami o a cualquier parte, un buen día para ellos, con dinero ajeno, o los que gobiernan los barrios populares a sangre y fuego, o los políticos mediocres cuyo único mérito es disponer de relaciones y dinero para "crear" corrientes de opinión que no orientan, u orientan mal, pues solamente ensalzan el poder, el dinero, la moda, las apetencias del tener. "Distinguidos" periodistas, ¿Cuándo un comentario acerca de valores, del ser, de lo principal y no de lo accesorio? ¿Acaso todo se reduce a economía, a política, a la fama ó a escándalo? ¿Qué sentido de comunidad puede haber en medio de tanto derroche de egoísmo y de mentiras? ¿Ven lo importante que resulta la inocencia? ¿Qué hacer entonces para devolver a Don Inocencio la confianza en los demás? Es mucho lo que podemos lograr si nos lo proponemos. Podríamos por ejemplo volver a valorizar nuestra palabra. Podríamos honrar nuestros compromisos con su estricto cumplimiento. Dejar de sentirnos los más "vivos" y no ver en cada supuesto "tonto" un desafío para nuestra habilidad de engaño. Podríamos auto designarnos Diputados ad honorem para derogar la "Ley del Vivo" que rige en nuestra sociedad. Podríamos enseñar a nuestros niños a no mentir, a cumplir con sus tareas, a respetar a los demás, a no engañar. Podríamos convertir a cada situación, a cada circunstancia, a cada oportunidad, en "espacios de conciencia" que devuelvan la confianza sobre
bases ciertas de pensamientos y acciones. En fin, hay tantas formas... sólo falta el compromiso.
Doña Lucrecia de Bien El reluciente vehículo conducido por Doña Lucrecia se detuvo casi a "raya". La larga fila de los vehículos que iban detrás tuvo que detenerse de improviso, creando confusión y conatos de incidentes entre los otros presurosos conductores. Ella deseaba comprar las piñas dulces que el frutero Manuel ofrecía incansablemente en media bocacalle. La doña era una "buena persona" y su compra, que bien pudo hacerla en el supermercado que acaba de visitar, tenía varias motivaciones. Allí en la media calle las piñas se veían más hermosas y casi siempre eran más dulces y más baratas. Comprarlas era la gran "sapada" ¿Y quién podía ser más "viva" que Doña Lucrecia? Pero un momento, no se apresure en juzgarla, que ella es una "buena persona" y también lo hacía porque "el frutero debía ser apoyado por toda persona "de bien", ya que al fin y al cabo era un hombre ganándose la vida "decentemente" y no un ladrón de esos vagos que no les gusta trabajar". Manuel también pensaba igual que la señora, tanto que él había optado por vender las frutas en la media calle, aunque, cuando el sol estaba "prendido", dudaba si mejor le habría ido con sus amigos del barrio, metiendo mano en casa ajena, en la frescura de la noche. Muchas Doñas y muchos Manueles vendiendo casi de todo, trajinan por nuestras calles... y sus pensamientos y sus actos tienen "implicaciones". El trabajo es bueno y dignifica, ¿quién puede negarlo?, pero, ¿puede el trabajo ser bueno y dignificar destruyendo el orden y la disciplina que deben existir en toda sociedad? ¿Vender en plena calle o robar es la disyuntiva correcta? ¿No existe otra actividad productiva? Cuando se le compra a un ambulante en media calle ¿qué es lo que se estimula? ¿Cree usted que se estimula el trabajo organizado y con perspectiva de desarrollo? ¿Qué pasaría con la gente que trabaja en los establecimientos comerciales si éstos tuvieran que cerrar? ¿Le agradaría a usted una ciudad en la que no hubiera supermercados, carnicerías, farmacias, almacenes, etc., porque todos los productos que en esos establecimientos se venden, los podría usted comprar en cualquier bocacalle? ¿Le solicita usted al ambulante una factura por su compra? ¿Contribuye con su compra a crear una cultura de honestidad tributaria o una cultura de evasión tributaria? Cuando usted detiene su vehículo abruptamente o simplemente demora el normal flujo de tráfico ¿respeta el derecho de los otros conductores a transitar con normalidad? ¿Protege usted la vida del vendedor que tiene que realizar mil acrobacias para llegar a la ventanilla de su vehículo? ¿Protege usted la vida de los niños que van en los vehículos que siguen al suyo? ¿Con la maniobra realizada ¿habrá enseñado a cumplir con las leyes de tránsito o a violarlas? ¿Tendrá usted entonces la autoridad moral para exigir a todo conductor de vehículo que conduzca bien salvaguardando la seguridad de todos? ¿No habrá enseñado usted que en esta ciudad cualquiera puede hacer lo que le venga en ganas?... y así cientos más de implicaciones. Algo es cierto y sin discusión, a los Manueles y Doñas Lucrecia de nuestra ciudad puede que los separen mil y una condiciones socioeconómicas, pero en el fondo son todos ellos igualitos. Ellos piensan y actúan igual.
Pedro Buena Gente Pedro es un buen hombre. Siempre preocupado por los demás. Le duele el dolor de la gente. Muchas veces una lágrima furtiva rueda por sus mejillas ante los pequeños niños que imploran una caridad "por amor de Dios". Sus bolsillos siempre están llenos de monedas que él entrega, con gesto que conmueve, en la mano extendida de niños, adolescentes, adultos y mayores, discapacitados reales o fingidos, desempleados y voluntarios que por una moneda tapan los huecos de las calles, enfermos, payasos, cantores, indígenas, y tantas otras formas eufemísticas que la pobreza y el subdesarrollo toman en nuestro país para expresarse. Pedro no es como muchos otros "dadores" que miran a trescientos sesenta grados para percatarse si alguien los observa cuando dan "la caridad". Pedro realmente es un buen hombre. El no es como aquellos que aplacan los reclamos de su conciencia dando una moneda después que han hecho casi cualquier indignidad para procurarse billetes a montones. No, Pedro es realmente un buen hombre. El no es de los que necesita lucir el "sticker" en la solapa que le prenden a la puerta del centro comercial cuando le imponen su contribución "voluntaria" para no se que "buena" causa. No, Pedro realmente es un buen hombre. El no es de los que a las jovencitas que le piden una moneda para el transporte a su casa les hace una oferta íntima más rentable. No, él no aspira a recibir condecoraciones y mucho menos réditos íntimos por sus actos de filantropía. Pedro es verdaderamente compasivo con el dolor ajeno; y sin embargo, está tan confundido que no capta las implicaciones de sus actos. El cree que está ayudando a la gente cuando entrega su moneda y no reflexiona en que con ello estimula una cultura de mendicidad en aquel que ve premiado el acto de extender su mano y aún en otros que lo observan. ¿Cuando sea mayor, cuál será la actitud de aquel pequeñín de tres o cuatro años que está parado hoy en una esquina pidiendo limosna? ¿Qué pensará más tarde ese niño que casi no sabe hablar bien pero ya balbucea "dame" con tono lastimero? ¿Reconocerá en el gesto de Pedro una acción compasiva o lo recordará como aquel que humillándolo con su moneda le enseñó que mendigar si rinde frutos? ¿No se preguntará más tarde, cuando hombre, por qué tanta gente contribuyó a perpetuar esa sociedad injusta en la que sin duda continuarán nuevos niños mendigando por las calles? ¿Y si el niño estaba trabajando para aquellos adultos que explotan a los pequeños y los usan para su provecho personal? ¿No estimulará su moneda este tipo de explotación humana? ¿Llegará Pedro a darse cuenta algún día que la cojera de la señora de treinta años a la que él ayuda, es fingida..., y que ella marcha con buen paso cuando termina su jornada? ¿Habrá visto al seudo enfermo, que porta un certificado ininteligible envuelto en una funda plástica, cubrir por varios años las diversas rutas de transporte público sin que nunca se cure ni pase a mejor vida? ¿Los habrá alentado con su dádiva a continuar con los engaños? Pero y entonces ¿Qué hay que hacer? ¿Habrá que dejar que la gente siga sufriendo privaciones? Por supuesto que no. Pedro deberá luchar con todas las fuerzas de su alma por cambiar esta sociedad injusta. Muchas veces -la mayoría de ellas- la mejor contribución no se puede medir por entregas en dinero. Pero, si Pedro desea crecer en el placer de dar y regocijarse con su entrega, hay muchas -y si no las hubiera, pudiera crearlas- instituciones sin fines de lucro que, ordenadamente, con seriedad, sin privilegiar a unos y discriminar a otros, vuelcan sus esfuerzos en pro de una mejor vida de los enfermos, de los ancianos, de los niños sin recursos, de la atención a tantos y tantos con problemas... A esas instituciones deberá ofrecer su contribución, en las oficinas y no en las calles o a la puerta de un centro comercial, y no solamente la económica. Deberá comprometerse con ellas y exigirles una perspectiva y una acción que armonice la ayuda con una actitud de orientación productiva, de otro modo también habrá estimulado a burocracias privadas, dadoras y asistencialistas, y a imágenes caritativas forjadas irresponsablemente con recursos ajenos y usando el dolor de muchos.
Miguelito Franelón Desde hace algún tiempo, casi en cualquier parte de nuestra ciudad se puede observar que se han creado y proliferan cada día más los parquímetros humanos. Claro que de estos parquímetros ni la Municipalidad ni la Comisión de Tránsito retira las monedas depositadas por los ciudadanos. Tampoco es que ellos están dispuestos a dejarse arrebatar el fruto de su "trabajo". Estos son muy especiales. A diferencia de los parquímetros mecánicos de otras sociedades que cuando más con su banderita roja informan a la autoridad que el tiempo de uso del espacio ha expirado, aquí en la nuestra los parquímetros humanos exigen, meneando frenéticamente su franela roja, que el dueño del vehículo le autorice y luego le pague su "cuidada", bajo la amenaza soterrada de que si no lo hace encontrará una llanta desinflada, una ralladura o abolladura en la carrocería o quien sabe qué pérdida ocasionada por los supuestos delincuentes de los que ellos, los Miguelitos Franelones, "cuidan" el vehículo. Muchas "buenas personas" no solamente se han doblegado ante la amenaza sino que incluso han llegado a cohonestarla. "Es que de algo tienen ellos que vivir", dicen algunas personas "respetables", olvidando que la decencia no radica en la marca del traje que se luce, en la belleza del vehículo que se conduce, en la fama o notoriedad adquirida quién sabe por qué méritos, sino en la corrección de los actos que se ejecutan, de los que se permiten y de los que se estimulan. Cuando usted cede ante la exigencia, confiere al auto designado parquímetro una autoridad que no le corresponde. Lo ha convertido en dueño de la calle, le ha otorgado, sin derecho, el dominio de un bien nacional de uso público y se ha convertido usted mismo en correo de una inmoralidad y quizás hasta de un delito. ¿Donde quedó entonces su "respetabilidad" y su "decencia"? ¿Conoce usted que el "dominio" de una calle no es gratuito y que para poder estar allí, Miguelito Franelón usualmente tiene que entregar una parte de sus "ganancias" a ciertos "organizadores" de este tipo de arbitrariedades? Eso es lo que usted estimula. ¿ Donde queda entonces su "decencia" ? Quizás lo que sucede es que a usted le agrada tener un "parquímetro" conocido que le guarde el puesto para parquear todas las mañanas allí cerquita frente a la puerta de su trabajo y no tener que caminar unas cuantas cuadras, y por esta comodidad está usted dispuesto a sacrificar principios de convivencia de toda sociedad civilizada. Y entonces, ¿En donde queda su "decencia"? Aún en los centros comerciales, guardias de seguridad que tienen una remuneración estable, le hacen saber con su pito que le están "cuidando" el carro y que a pesar de los letreros prohibiendo las propinas, usted debe reservar alguna para ellos. ¿Por qué pasa esto? ¿Se ha percatado usted que la cultura de la mendicidad, del chantaje y del temor se apodera de nuestra ciudad? ¿Por qué lo permite? ¿Le agrada a usted vivir en esta atmósfera de terror y miedo que se respira en nuestra comunidad? ¿Por qué cede usted ante la presión? ¿Reconoce usted lo que el "parquímetro" o el "guardia" aprendieron con la aceptación de su chantaje? Aprendió que él vive en una tierra de nadie donde se puede hacer casi cualquier cosa que a uno se le antoje, siempre y cuando tenga la insolencia de estar dispuesto a atropellar cualquier principio. Usted luego se asombra de que las cosas estén tan mal. Pues bien, usted está contribuyendo para que esto suceda. Tenga la valentía de comprometerse y luchar por lo que es correcto. No ceda ante ninguna amenaza expresa o implícita. Verá entonces que no importa si es o no usted famoso, si viste o no ropa de "marca" o conduce o no un reluciente carro. Es su interior quien brillará y eso es lo importante. Así usted será realmente una persona decente y estará participando en la construcción de una mejor sociedad.
Periquita Buenanoche Linda es una madre preocupada. Su hija Periquita recién acaba de cumplir los quince años y como es obvio invitaciones no le faltan. La chica es rebonita, dulce y bien formada. Como toda joven es alegre, divertida y le agrada pasar con sus amistades la mayor parte del tiempo libre. Ella estudia mucho y ya tiene puesta su mirada en la carrera que va a seguir en la Universidad. Todo marcha bien y sin embargo Linda sigue preocupada. No, Linda no es paranoica, lo que pasa es que la niña de sus ojos tiene que iniciar sus fiestas de madrugada. Van a ser ya las once y media de la noche y Periquita recién comienza su sesión de maquillaje. Tiene tiempo... sus amigos pasarán a recogerla al filo de la medianoche. A esa hora correrán por calles llenas de vehículos desplazándose a las muchas fiestas que se inician, ya en discotecas ya en casas de familia. Tal parece que son fiestas de vampiros. Dios no quiera y pase un accidente, que las páginas de los diarios ya están llenas de este tipo de noticias. Linda tal parece que muere un poco cada madrugada. A veces espera sentada junto a la ventana para ver llegar a Periquita junto con los primeros rayos de sol. Hay otras madres que prefieren hundir la cabeza en la almohada para no tener que sufrir este tipo de tormentos y... que sea lo que Dios quiera. Nuestra comunidad con el paso de los años se ha puesto de cabeza. Casi todo anda al revés. Hemos trastocado hasta los ciclos naturales. La noche es para dormir y reponer fuerzas físicas y mentales; así, en la mañana, se podrá reiniciar una vida productiva. Ahora, sin embargo, los jóvenes, hombres y mujeres, duermen hasta el mediodía cuando menos. No importa que "trabajen" o que "estudien", ellos estarán tan dormidos en la mañana que, aunque aparentemente despiertos, realizarán sus faenas como sonámbulos. Y así se irán farreando la vida hasta cuando sea ya muy tarde. En la actualidad nuestra ciudad tiene alrededor de setecientos mil jóvenes de entre dieciocho y veintinueve años quienes, al menos dos veces por semana, concurren a fiestas que se inician cuando la noche muere y culminan cuando ya amanece. ¿Puede una comunidad que se debate entre la pobreza y la miseria darse el lujo de farrearse la juventud sin ton ni son, atentando contra su salud física y mental? ¿No existen formas acaso en que el baile, la conversación, la vaciladera e incluso si tanto le apetece los dos o tres tragos que cualquiera puede pegarse sin dejar de ser uno, pudieren lograrse en horarios más acordes con los ciclos biológicos naturales? ¿Qué tiene la noche que tanto atrae a los jóvenes de ahora? ¿Será un pudor inconsciente de la mente que les hace pretender ocultar entre las sombras de la noche cierto tipo de acciones que quizás no compatibilizan con la formación recibida de sus padres? ¿Será tan sólo producto de un mal hábito forjado en que se yo vuelta de la esquina del tiempo, hábito que el tropel de jóvenes sigue sin pensar porque se lo impone la "moda" y no se quiere dejar de estar "en onda" o porque se teme dejar de ser aceptado por el grupo? ¿Será que no se tiene el carácter firme para tomar una postura que respete y haga respetar una individualidad bien formada y se acepta la imposición de las circunstancias y de las costumbres que alguien inició porque le vino en ganas? A veces pienso que ya nuestra juventud no funciona en el día y que sólo despierta en la noche. Y eso es grave en un país donde el sol brilla con toda regularidad, de seis a seis, los doce meses del año . Tal parece que le quisiéramos llevar la contra a la vida. Tengo en el jardín de mi casa un árbol samán que me recuerda cada día el sentido de la vida. El, crece día a día... Sus ramas se engrosan y endurecen mientras se elevan
imparables hacia arriba como queriendo alcanzar al Creador. Cada mañana el samán "despierta" con el alba, sus hojas se abren y su verdor se hace más intenso. Al fin de la tarde, cuando, como dice el poeta, ella va "cruzando mil puentes de violeta", sus hojas se recogen y descansan con ternura. Como quisiera que los jóvenes de mi tierra fueran como ese árbol creciendo al infinito sobre raíces fuertes enclavadas en su tierra, respetando los ciclos naturales de la vida, produciendo aire fresco, embelleciendo a su entorno con su imagen de hidalguía.
Juana Meorino "Bájese bien el pantaloncito mijito y cuidado se va a mojar su calzoncillito", decía amorosamente Doña Juana al pelado de tres años que al grito de "me orino mamá" fue parado en la vereda y ya jugaba con su "pipí" mientras mojaba el pavimento de la calle. "Es que si no, este muchacho se orina en los calzones, hay que enseñarles desde chiquitos", argumentaba Doña Juana frente a la amiga que la acompañaba. Media cuadra más allá un señor de edad mediana vestido con guayabera sacudía sus genitales con el alivio de haber "descargado" junto a la barda de una villa. No pude menos que pensar que los "meones" son patrimonio cultural de esta ciudad, ellos "levantan la pata" donde les coge la necesidad, y ya sólo falta que comiencen a ladrar a los carros que pasan. No es sólo que el espectáculo grotesco del niño o del hombre rompe cualquier valor estético - y no hay derecho a que vivamos en una ciudad de costumbres feas- sino que el asunto también tiene otras implicaciones. Yo no digo que hay que llenar las paredes y murallas con esos "grafittis" que a veces observamos en los barrios y que dicen " Hijos de p..., no se meen" Pienso en cambio que hay que grabar de modo indeleble en la mente de todos que hay un lugar y un momento para cada cosa. Eso es orden, disciplina, armonía. Doña Juana es profesional, conduce un carro moderno y piensa de si mismo que es persona de buenas costumbres, y, sin embargo, desde muy pequeño le enseña a su hijo lo incorrecto. Ella no se ha percatado que su acto tiene implicaciones. Le enseña a su hijo a irrespetar a los demás. Le enseña que el pudor no es valor que debe cultivarse. No le enseña disciplina y perpetúa la costumbre irracional de orinarse en media calle. ¿Por qué no lleva al niño a un servicio público? ¡Porque no hay! dirá ella. Es que nunca habrá, mientras la gente continúe orinando en las calles y no se exija soluciones a este tipo de necesidades. En ninguna sociedad civilizada se pueden concebir establecimientos comerciales que no ofrezcan servicios higiénicos limpios y bien atendidos para el uso de sus clientes. ¿Por qué no aquí? Porque la gente no se valoriza y se respeta a si mismo. Y esa valorización y respeto comienza desde edad temprana, cuando se forja el carácter, cuando las doñas Juanas enseñan a sus hijos. Doña Juana, un consejo, tome al niño y pida prestado un servicio donde lo haya y enséñele a disciplinar sus necesidades fisiológicas, que ello implica también la disciplina de sus pensamientos, de sus emociones, de sus deseos y propósitos. Pero hay más... Si, mi amigo, también usted es el culpable y no sólo doña Juana. ¿Recuerda cómo dejó después de usarlo el servicio higiénico de la gasolinera nueva que pusieron en su barrio? ¿Por qué es usted tan sucio? ¿Acaso hace usted lo mismo en su casa? Es que si lo hace ya no se ni para que se lo comento, pues usted ya no tiene compostura, está dañado y no hay rectificadora que le ponga nuevo el cigüeñal de su vida. Usted también, y no se ría, usted que se cree el gran machote que piensa que los servicios higiénicos de las estaciones de servicio son poco menos que moteles donde hay que meter a las buenas o las malas a la pobre víctima que se cruce en su camino. Usted también es el culpable de que no haya suficientes lugares públicos donde una persona pueda evacuar en caso de emergencia. Mire, hágale un favor a esta sociedad en la que también viven sus hijos, intente componerse y si no puede mejor váyase al exilio y si quiere... de por vida.
Arturito Puromiedo y Rigoberto T. Pateo Es que el hombre es realmente poderoso y si reclamas hasta te manda a dañar, dice Arturito Puromiedo a su amigo de la infancia. Ya no se que hacer, le dice en seguidilla y casi temblando. Todo el tiempo me avasalla. Lo encuentro aquí y allá porque está en todas partes. Parece que fuera el demonio. Ese de quien habla Arturito es Rigoberto T. Pateo. De cualquier edad, nivel de estudios o condición social es el individuo. En el barrio adquiere figura de matón de esquina que hace lo que quiere. Se vuelve "galán" con las mujeres. A los hombres los insulta. Si reclamas, poco menos que te mata. Si es dueño de un vehículo, la calle no le alcanza. No valen los semáforos ni los "Pare". No respeta a nadie. Se detiene donde quiere. Interrumpe el tráfico. Rueda por encima de las líneas, los carriles para él no existen, ni la zona de peatones. Parquea a la entrada de los garajes porque es "macho". Si censuras lo que hace, se baja de su carro con un bate en su mano y te llena de improperios. Cuando camina por las calles es "sabroso", se desliza como pantera en la noche, con un meneito "unisex" que no se sabe si lo hace por "bacán" o por "mariposón", pero aún así él lanza mano a cualquier fajada posadera que se cruza en su camino. Sus "piropos" a las mujeres son bascosidades. Si es un estudiante, no estudia, organiza huelgas, farras, francachelas, pandillitas. Mete miedo incluso a profesores. Tiene seguidores, fans, que idolatran su persona, porque junto a él les temen. Con ellos pinta las paredes con garabatos in entendibles que señalan que aquí estuvo, que aquí campea, que éste es "su" territorio. Si le toca en suerte en el trabajo ser el jefe, pobres diablos quienes a sus órdenes están. No motiva, no enseña, sólo impone, insulta, carajea. Para él no hay horario de trabajo, eso es para los esclavos, dice. Llega cuando quiere y a la hora que le viene en ganas. Eso si, que ellos vengan los sábados y domingos para reponer el tiempo que ha perdido y de paso si alguna "fácil" lo permite, pachangear en seguidilla. Como político es el “súmmum” del poder, aunque no llegue a Presidente. Se enfrenta con sus puños en reuniones de ese tipo con cualquiera que se le ponga por delante. Hasta en el Congreso, donde debería imponerse la fuerza de la razón, él impone el grito suyo y el de sus barras; con el poder de su dinero compra las conciencias de otros pobres Arturitos que también llegan por ahí; o con la fuerza de los votos porque tiene mayoría. No acuerda, sólo impone o manipula. El se cree un ganador y sin embargo en el fondo es igual a Arturito Puromiedo, es decir un perdedor; porque uno y otro han creado el irrespeto, la grosería, la prepotencia que indigna. Los dos tienen una relación que se traslada al ambiente en que viven. Uno sádico, el otro masoquista. Los dos, agresor y agredido son culpables. El uno porque daña y el otro porque lo permite. Arturito tiene miedo, teme ya no sólo a Rigoberto, teme a todo el mundo, hasta a su sombra. Vive ya sólo con miedo. Arturito camina receloso... cuidado aparece un Rigoberto en su camino. Es el precio que ahora paga por tantos años de silencio y permisión. Rigoberto también teme, aunque no lo manifieste, porque sabe que en la vida siempre encontrará a otro Rigoberto que se le imponga porque tiene más poder. Los dos son culpables: han creado una sociedad cada vez más enferma en que el imperio de la fuerza y el poder está por sobre los principios de igualdad de las personas, de respeto a los demás. En esta sociedad existen demasiados Arturitos y Rigobertos y quizás por eso ya no se comprende que el triunfo o el fracaso son de todos y no de uno solamente. Rigoberto ten presente que de nada te sirve tener mucho dinero, fama o poder, logrados a tu estilo, si un día cualquiera que no esperas, otro Rigoberto secuestra a tu hijo, estrucha tu casa, viola a tu mujer, asesina a un ser querido. Arturito, pobrecito, que triste y perversa es tu vida llena de temor. Arturitos, levanten su cabeza, no se inclinen. Enfrenten la osadía denigrante, no importa de donde
venga. Los principios se defienden, la vida libre sin temor es una conquista del espíritu. Respeta y has que te respeten. No basta con que enseñes en el seno de tu hogar los principios de una vida apegada a principios trascendentes. Falta más. Participa, milita, comprométete, enseña en tu entorno y más allá, defiende tus principios. Rigobertos, cambien, usen la fuerza de sus temperamentos para el bien. Cuanta energía pueden ustedes desplegar para impulsar el desarrollo de la gente. No les meto miedo pero cada día los Arturitos se levantan en los barrios, amarran en los postes, riegan gasolina y queman a culpables e inocentes, eso pasa cuando es la fuerza la que impera, y no la ley , el orden, la razón y la justicia, como debe ser.
Ambrosio Beato y Alejandro Santurrón. Sus rodillas eran llagas vivas y el peso de la cruz se clavaba en sus costillas... Ambrosio Beato con la cruz a cuestas se arrastraba por las calles lentamente, mientras el clamor de los lamentos de la gente lo impulsaba hacia adelante, en armonía de sufrimientos entregados como ofrenda a un Dios que la multitud imaginaba implacable en el castigo de pecados diferentes. Mientras más dañaban sus cuerpos, todos ellos ya maltrechos desde antes por los rigores de unas vidas invivibles, más se enardecía la multitud, y la procesión cobraba fuerzas, ofreciendo más dolores a ese Dios imaginario, poderoso Señor de los Martirios, que existe tan sólo en la mente confundida de cierta gente. El sacerdote continuaba llamando feligreses con campana arrebatada sonando a cuatro vientos. Extasiado contemplaba como crecía tamaña multitud. Qué éxito era para él la jornada de ese día, cuánto arrepentimiento y penitencia se respiraba en el ambiente, aunque estaba muy seguro que mañana la misma multitud volvería a las andanzas como si le hubieran presionado el botón "borrar" a la basura acumulada en el disco duro de las almas pecadoras y una vez más el ciclo del "hazlo, arrepiéntete, cumple penitencia y vuelve a hacerlo", se repetiría inexorable; sin embargo esa era su tarea, administrar ese ciclo para aliviarles de cuando en cuando el peso de la culpa. Nuevo día el siguiente: páginas de diarios y programas de pantalla enarbolarán jubilosas "la religiosidad" de unas masas citadinas que así amortiguan el dolor de su tragedia cotidiana y por un nuevo corto tiempo vestirán de esperanza su tristeza. Entretanto, en otro sitio de la ciudad, más al norte, más próspero, algunos feligreses más "pensantes", menos "sufridores" y de "otra condición", Alejandros y Alejandras Santurrones, elevan sus ofrendas de modo diferente, desfilando orgullosos como en "pasarelas religiosas", adornando de oro sus pecados y de aparentes virtudes un supuesto arrepentimiento, causando así hasta la envidia de los otros concurrentes. Allí se encuentran y compiten socialmente por la preferencia del Señor, quizás así el castigo sea menos severo y se pueda lograr que les instalen aire acondicionado en la paila de ese infierno que calculan no poder ya evadir, o puede que hasta consigan ser nominados asesores del Consejo de los ángeles en un cielo regalado que conciben como fácil de obtener a fuerza de piadosas "mea culpas". El sacerdote amonesta y amenaza inútilmente, sus mejores argumentos viajan por el aire, sentenciantes, mas no penetran en el alma de la gente. "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Las palabras aún resuenan en mi mente. Ellas dicen del amor que El sentía por una humanidad ignorante del daño que causaba. Dos mil años han pasado y el mensaje verdadero aún sigue ignorado... Un buen hijo no se acerca mutilado ante su padre a decirle cuanto lo ama porque ha maltratado la carne de su carne; ni se siente orgulloso de mostrarle cuánto tiene sin antes haberle demostrado cuánto es. Cuánto error en uno y otro caso. Es que el Padre no se ordena ni se impone. Se descubre al Padre dentro de uno mismo cuando se trabaja con denuedo en el alma y se toma nota de la entrega que El le hizo a cada cual, de un conjunto de potencias realizables para que ellas fructifiquen, y un mejor universo sea mañana. El arreglista ha fracasado...y el cantante no se diga. Juntos han desvirtuado la canción. Una sinfonía de alegría y vida, convertida en vanidad, lamento, queja y sufrimiento: ¡Se feliz! suplica el Padre. ¡Sufre! dispone a toda orquesta el sacerdote. Una sinfonía que estimula, convertida en denigrante humillación: ¡Crece! Implora el Padre. ¡Humíllate! exige de mil maneras el sacerdote. Una sinfonía armoniosa que distingue los niveles de la escala, convertida en bullanga desastrosa: "Entrega al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" orientó el Maestro. El sacerdote acude presuroso a santificar los actos del poder, el hombre busca el oropel. Sacerdote equivocado vuelve a ser pastor. Hombre descarriado vuelve a ser hermano y busca al Padre. Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
Gilberto Atrasadito. Hombre pequeño, menudito, a veces gigantón y otras de medio empaque, normalmente buen muchacho, pero siempre atrasadito. Se levanta cada día media hora más tarde de la hora en que debe levantarse. Casi ya no llega al desayuno, es que "el tiempo no le alcanza", debe partir de inmediato a trabajar. Cuando tiene bueno su cacharro, enciende sus motores, toma pista y "quítense de en medio" que el hombre va a volar. Parece Fittipaldi rompiendo cualquier marca, y de paso cualquier carro, objeto o persona que se cruce en su camino. El tiene que llegar, pero "el tiempo no le alcanza". Cuando suyo es el vehículo en que andaba San Francisco, es decir, de a pie, parado en media calle soluciona su problema y toma casi al vuelo la buseta, el popular o el especial. "Dale, dale, hermano, que no llego y me van a botar de mi trabajo", dice el hombre como en coro junto a otros Gilbertitos que comprenden su penar. El chofer que no desaprovecha la oportunidad, ni corto ni perezoso, hace caso del reclamo y acelera ya sin miedo. Ojala no se estrelle más allá. Si Gilberto Atrasadito es un ejecutivo de esos que ahora nacen ya con "celular" pegado a su oreja, "cortésmente" llama a su oficina o a su cita, media hora pasadita, avisando que "ya está saliendo, que pronto va a llegar, que no encuentra el lugar", y se tarda otra hora más. "The time is money" dicen los gringos. ¡Que va! eso será allá. Aquí el tiempo de otro no importa, los muy tontos que aguardan tienen que esperar. Si no llega, tampoco importa, siempre habrá un "mañana" para reunirse y hacer lo que se pudo hacer ahora si fuese muy puntual. Es que en nuestra patria, ni en los despachos de los jueces vive la puntualidad, para eso se ha inventado la "hora judicial", la misma que se ya impone en todo sitio y se conoce como "hora ecuatoriana". Aquí, en nuestra sociedad, es de "buen tono" que las novias lleguen tarde una hora ante el altar. Pienso que el matrimonio de Gilberto Atrasadito va a realizarse sin la novia y sin el novio, pues ellos llegarán más tarde... pasaditos. Hoy recuerdo a un amigo suizo que hace muchos años llegara al Ecuador. Los primeros tiempos, cuando el ambiente aún no lo había envuelto con su abrazo corruptor, invitaba a sus amigos a reuniones en su casa fijando como es lógico la hora de llegada. Sus amigos, como es costumbre en el país, llegaban más de una hora tarde. Allí encontraban las luces apagadas y en la puerta de su casa una nota que decía: "Aguardé por ustedes diez minutos, no llegaron, me fui al cine con mi esposa. Buenas noches." Es que mi amigo, acostumbrado a otra realidad, no comprendía cómo gente que apreciaba tuviera tamaña descortesía y poco deseo de disfrutar de la velada. Es cosa de rigor, disciplina y orden, de respeto a si mismo y a los demás. Valores que otras sociedades cultivan con esmero y por ello facilitan el progreso, el desarrollo. Una sociedad que no cree en la importancia de la puntualidad, ni la practica, lleva en si misma el germen del desorden, de la destrucción y del fracaso. Hay que cambiar.
Norberto Gavilán Desde pequeñito Norberto ya se perfilaba. Hasta jugando solitario hacía "trampas" pues lo importante era que le "saliera". El quería ganar de cualquier modo, no importaba cómo... Y fue creciendo en la movida. Sacaba veinte a fuerza de "copiadas" que pasaban "de tapada" entre los abrazos y los besos que le daba su mamá, por los éxitos logrados en la escuela. Es que él es muy inteligente, decía la madre, aunque el veinte en matemáticas era extraño en un niño avispado pero que ni restaba ni sumaba. El niño crecía y aprendía... "lo importante era ganar". Cuando ya era un joven, el padre estaba muy feliz porque el hijo idolatrado tenía éxito con "las peladas" pues a ellas invitaba al cine, a tomar helados, a farrear de mil maneras abriendo corazones a fuerza de billetes que el padre no le daba... y él no trabajaba. ¿De donde venía la plata? Nadie preguntaba. Lo importante es el resultado, el chico era "pilas", se las "ingeniaba" y se forraba de billetes a punta de "sapadas" y las chicas caían embobadas. ¡Qué bien! decían todos. Obtenía cuanto quería del modo fácil, dejando en el camino cualquier escrúpulo o principio pues "eso" es tontería y lo que cuenta es ganar. Así muchos fueron con su aporte construyendo un hombre "resultado" a quien no le importa cómo, sino lograr el objetivo anhelado. Un "gavilán" en toda regla, despiadado, revoloteando a la espera de "pollitos" despreocupados a los cuales engullir. "Quítate tu para ponerme yo" es su lema favorito pues él es un supuesto "ganador". Y como el hombre es "inteligente" o más bien "un gran sabido", hasta en eso hacía trampas y se las ingeniaba para pasar de comedido y siempre su "cara de tonto bien administrada" es la que ponía a la vista de todo el mundo. Así es la vida de Norberto Gavilán, toda una mentira, pues sus "resultados" son como la casa construida sobre arena. Los fines jamás justifican a los medios. Es importante lograr buenos resultados pero éstos deben ser logrados con actos apropiados, ajustados a lo recto y no a lo chueco... Esas son implicaciones de los desafueros celebrados por los padres, los amigos, y los maestros, que estimulan alborozados solamente "resultados" y nada más.
Ayoranda Quimin Porta Tengo una vecina de barrio que es muy peculiar...O es muy tonta o es muy "viva", pues ella simplemente ordena que saquen la basura de su casa y no la dejen en su acera. Cuando alguien llama su atención porque los paquetes de basura fueron colocados a la puerta de otra casa ella dice "yo no lo ordené, y por último quimimporta ese no es mi problema sino el de usted". Ella sale de su casa conduciendo su vehículo y se mueve entre las calles raudamente; las mil y un "camaronadas" que comete no son del caso este momento, pero ella que supuestamente ama la limpieza, no soporta que su carro se llene de basuras, papelitos, trocitos de comida que los hijos han dejado, propagandas y mil otras chucherías, y por ello presurosa de inmediato baja el vidrio y arroja cuanto puede a la calzada. Como Ayoranda hay mil y más "señoras" a las que le importa nada que las cosas se hagan bien y se respete a los demás. ¿Pulcra? ¿Ordenada?, quizás de casa para adentro, pero afuera ella es culpable de construir un basurero, una ciudad del irrespeto, del egoísmo, de mala vecindad. Igual será en cualquier sitio, en la empresa en que trabaja, en otras casas, en el colegio de sus hijos, donde sea, pues el problema es que en el fondo ella no ama esta tierra, ni tan siquiera al barrio propio, o está tan confundida, pues de otro modo diferente sería su actuar...
Carlos Malasuerte. El hombre es un "salado", dicen sus amigos. Nada bueno le sucede. Todo a él le sale mal. Carlos vive de fracaso en fracaso y siente que en su vida lo que ha tenido es mala suerte y que eso un día cambiará. Por eso aguarda esperanzado que la oportunidad toque a su puerta. Mas los días van pasando y nada cambia..., y nada cambiará. Pues nuestra vida no es cuestión de suerte, es el fruto de las opciones que tomamos. Carlos no es "salado", es que desde joven no fijó propósito y de tumbo en tumbo eligió rumbo equivocado. Se unió a una pandillita y ¿qué esperaba cosechar? Más tarde o más temprano un alto precio tuvo que pagar. Perdió su individualidad sumergido en un grupo de amigotes con propósitos absurdos. Inclusive a la cárcel fue a parar como parte de ese grupo de "fumones". ¿Fue eso mala suerte? ¡Qué va! Era consecuencia previsible nada más. Del hecho él nada aprendió. Sólo dijo "mala suerte, y continuó... Con el paso de los años el nivel y diversidad de sus enredos fue creciendo, fracasó en sus estudios, luego en su trabajo, sus sentimientos fueron como hoja al viento, incapaz de construir un nido a su cariño picoteaba por aquí y por allá, nada serio, sin propósitos duraderos, todo continuaba saliendo mal, y mientras sus amigos acusaban a la suerte de ser culpable de aquellos infortunios, él repetía cansino como un loro viejo en palo seco, "soy salado y por ello es que todo me va mal". Un tonto como Carlos "malasuerte" no merecería ningún otro comentario, pero a cada rato nos topamos con personajes como éste, y ya son tantos que preocupa, pues nuestros barrios están repletos de estos individuos y día a día su discurso mal viviente llena nuestro ambiente. Una sociedad que vive sin propósito y solamente dependiendo de "su suerte", camina como en el borde de un precipicio, y más tarde o más temprano en él va a caer.
Ivette Aldiablo y Angélica Maquiavélica Ivette es una persona muy dulce, reflexiva y con alto concepto de si misma. Se sabe inteligente y cree haber logrado conocer el sentido de las cosas. Ella posee, según dice, "toda la verdad". Conversar con ella es usualmente divertido pues se aprende mucho sobre variados temas que ella desarrolla en instantes con hábil manejo del idioma. Escucharla es fascinante, pero mejor evitas con ella tener que confrontar, pues no admite que otros enfoques se le enfrenten pues al fin y al cabo suya es " toda la verdad". "Vete al diablo" desde siempre fue su frase preferida para terminar una discrepancia y de este modo el pobre diablo que con ella conversaba y que también tenía "su verdad", envolvía sus argumentaciones y marchaba a perderse en el olvido y sobre el tema en discusión nadie hablaba con Ivette ya nunca más. Es por eso el remoquete que sus amigos le pusieron y que ahora encabeza estas líneas. Como Ivette hay muchos que deambulan por la vida, convencidos que hay sólo una perspectiva, la suya y la de nadie más. De esos muchos, algunos adoptan otra forma de imponerse a los demás. Es el caso de Angélica Maquiavélica cuyo deporte diario es manipular hasta lograr que otros hagan lo que ella se propone y nada más. Para los ancianos que son sabios porque tanto han vivido, visto y oído, estos dos personajes son algo así como "la misma jeringa con distinto bitoque". Una impositiva y descarada, la otra más sutil pero igualmente impositiva. Las dos imponen "su verdad". Para ellas no hay lugar para analizar propuestas diferentes, ¿Diálogo? ¡Jamás!. Nuestra comunidad está plagada de intransigencia y fanatismo, que no permite dialogar y por eso se desperdicia la oportunidad de lograr nuevas perspectivas más globales, aunque también hay muchos a los que poco importa defender unos principios pues ¿para que luchar inútilmente si nada cambia y todo sigue igual? "Ni mucho que queme al santo ni poco que no lo alumbre" pues aunque hay que percibir la validez parcial de las propias convicciones, sin embargo se las debe defender resueltamente. Es así como avanza el ser humano en la comprensión de la "verdadera" realidad.
Johny Bullanga. Johny es emprendedor. Llenó su camioneta con un montón de frutas, dos o tres pelados del barrio o de la familia y un megáfono y su negocio se inició. "Las naranjas están dulces y baratas, las piñas son como el almíbar y doy cuatro por diez mil". De lunes a domingo, casi siempre en la mañana, el ambiente se llena de la voz de Johny amplificada a la décima potencia, cuando éste "sordo" promueve la buena nueva, evangelizando como con metralla a los sufridos lugareños que lo aguantan sin remedio. Jhony debe ser sordo pues de otro modo no se explica como soporta el montón de decibeles que vibran en sus oídos cuando agrede con sus ruidos a los demás. Estoy seguro sin embargo que el "sordo" no está solo, en su condición hay muchos más. Hay sordos por ejemplo, que son profesores de colegios, que organizan, que reprenden, que cantan el himno, o dirigen la clase de gimnasia, con megáfono en mano. "Quier, dos, tres cuatro,...quier, dos....." Hasta dan ganas de seguir a la maestra y ponerse a hacer los ejercicios. Sólo que mi casa queda a dos cuadras del colegio. ¿Cuál será la sensación de aquellos que están junto a él? Pobres sordos esos vecinos, estoy seguro que ahora ya no oyen nada. Hay otros sordos que escribieron a "los reyes" y en enero recibieron de regalo un pito para instalar en su cacharro, ¡Y como lo usan! Van pitando por quítame estas pajas. Pitan porque están "de apuro", o por nada, simplemente para no perder por olvido la costumbre o para tararear una melodía con ritmo de algazara, o para llamar desde el pie de la ventana a la pelada que quiere enterar a los vecinos que consiguió un pretendiente con "perfume de gasolina". La sordera no es cosa de bromas, es algo serio, y si no, piensen mis amigos cuánto nos cuesta la sordera del poder. No se escucha el lamento de la gente que sufre en demasía, no se escucha las voces de protesta, no se escucha a nadie... Todos estos tipos de sorderas son consecuencia de algo grave que subyace en el trasfondo y es el irrespeto que existe a los demás, promovido por una cultura del "que me importa siempre y cuando logre lo que quiero". La ausencia en nuestra gente de una visión que concilie e integre el interés personal con el grupal va a destruir nuestra sociedad. Tenemos que cambiar
Jaime Zigzagueón Que nuestro transporte público es una desgracia nadie lo puede negar, pero hay algo más no tan rápidamente aceptado pero que sin embargo salta a la vista cuando lo reflexionamos. Basta simplemente con pararse en una esquina de cualquier calle donde pasan los buses, las busetas, furgorrutas, taxis e incluso "camionetas" de transporte improvisado cuando hay "paros", para darse cuenta que los habitantes de esta ciudad, conductores y peatones, tienen un problema de espacialidad y siempre están donde no deben. Los vehículos de transporte público aminoran su marcha mientras apresurados pasajeros suben o bajan al vuelo, otras veces se detienen en mitad de la calle para recoger a una larga hilera de personas pugnando por subir. No hay un lugar asignado para las "paradas" y cuando lo hay no se lo respeta. ¿Esto se produce porque los chóferes son tan tontos que no se dan cuenta del peligro que ello implica para las vidas de sus usuarios e inclusive de sus propias vidas y unidades de transporte? Simplemente no lo creo. ¿Acaso no se percatan del caos que ellos crean en el tráfico con su conducta irresponsable? No es posible. Más bien creo que dándose cuenta de lo que hacen no le otorgan valor alguno al sentido de orden con que todas las cosas y actos deben ser estructurados y es por eso que se manifiesta el problema de espacialidad. Los conductores de vehículos particulares y los taxis hacen mil maromas entre carriles, jamás se sabe para que lado virarán. También conducen sobre las líneas que separan los carriles como si necesitaran de esa guía para no perderse en el camino. Pienso a ratos que su modo de conducir el vehículo refleja como se conducen en su vida, esto es, apurados para llegar pronto a ninguna parte, sin metas ni objetivos, sin propósito definido, como si cada día fuera una aventura "para ver que pasa" y "a donde lo lleva el diablo". Es necesario que nuestra gente cambie su modo de pensar y actuar. Una vida sin sentido, sin propósito es una vida desperdiciada, confundida y fracasada. La acumulación de "vidas" de este tipo conforma una sociedad a la deriva.
El nudo gordiano ¿Quién lo corta? Dice la leyenda que Alejandro Magno, muy avanzado ya en su ansiado sueño de conquistar al mundo entero a fuerza de su espada, llegó a pararse frente a un nudo gigantesco que nadie podía desatar. Estaba registrado en el mito que el "gordiano", llamado así el nudo en mención , era obstáculo a vencer por quien deseara gobernar el mundo conocido de esa época. Y Alejandro sin dudarlo, pues sabía lo que él deseaba, no perdió tiempo en desatarlo, tomó su espada y, en menos de lo que se persina un ñato, corto el enredo y siguió hacia su anhelado sueño que al poco tiempo pudo alcanzar. Nuestra patria tiene un nudo parecido, inmenso, en el que se enredan hasta los buenos sentimientos. Ese nudo nos confunde, nos detiene, no nos deja avanzar, Ese nudo es ese conjunto de actitudes que conspiran y no permiten que nuestra tierra sea un lugar donde podamos orgullosos vivir con hidalguía, en paz y prosperidad. No perdamos tiempo, y como Alejandro, tomemos la filosa espada de nuestras reflexiones y cortemos ese nudo que atraviesa nuestro camino. Un sueño nos espera. Todos juntos lo podemos realizar.
MARCO ONTOLOGICO PARA UN CAMBIO DE PERSPECTIVA ¿Quién soy? ¿Adónde voy? El ser humano es un ser espiritual encarnado, actuante en un universo espaciotemporal que converge hacia un punto omega de saber infinito y trascendente. De ahí que sus valores éticos siempre deberán orientarse a desarrollar sus potencias inherentes a su naturaleza espiritual y circunstancial, y, a estimular su actuar libre, en un mundo limitante y limitado, en relación personal con otros seres humanos, dirigido hacia un propósito trascendente. De esta realidad ontológica deviene como marco referencial para su actuar, una escala valorativa consecuente y jerarquizada: Propósito - Libertad - Relación. El Propósito lo conduce hacia el punto omega noosférico y trascendente. La Libertad le exige tener que elegir. La Relación lo coloca junto a otros. Estos otros constituyen el entorno en que se desarrollan los planos de su actuar, no excluyentes, integrados, armónicos: Universo, Tierra, Parcela, Personas y entre éstas la suya propia. De esta estructura se deriva la exigencia de actitudes consecuentes con el deber ser de su actuar, así: Al área de Propósito le corresponderán como actitudes consecuentes: La búsqueda de la Verdad (Sabiduría. Conocimiento. Racionalidad.) La orientación productiva (Realización de potencias) La búsqueda de la felicidad (Integración sin pérdida de la individualidad. Equilibrio. Armonía. Orden. Disciplina) El enfoque hacia el futuro (Noción de avance, de desarrollo, de progreso) Al área de Libertad le corresponderán como actitudes consecuentes: El apego riguroso a un sistema ético personalizante (ordenamiento personalizante) La religión concebida como algo personal (lo social es el servicio religioso) Sentido de responsabilidad personal y logro como persona que se construye a si mismo. Mérito en el logro. (No hay excusas para el fracaso) El actuar como medio de realización personal (Vgr. el trabajo, el arte, etc.) Al área de Relación le corresponderán como actitudes consecuentes: Sentido de comunidad y confianza en los otros. Sentido de justicia y juego limpio. Propensión a las relaciones cooperativas horizontales. (Diálogo. Consenso) Propensión al tener por el actuar. (Creación de bienes. Frugalidad. Inversión) Como el ser humano tiene que actuar en varios planos: en si mismo, con otras personas, en su parcela - su barrio, su ciudad, su país, etc.-, en la Tierra, y en el Universo, en cualquier nivel que realice sus acciones, éstas deberán ser consecuentes con la escala valorativa jerarquizada. Así, en el nivel que corresponda, deberá definir su propósito particular con arreglo al Propósito, sus elecciones en ejercicio de su libertad serán orientadas a su propósito, y sus relaciones serán orientadas al ejercicio de su libertad y al logro de su propósito.