Ocho Poemas Por Antonio Hernández Rolón
Lo Peor y Lo Mejor Lo peor, el desliz, la marca que no nos deja. Las cosas llegan a la noción, se van con el diluvio fractal, pasan desapercibidas cuando no podemos, sin remontarse a la conciencia, acaso una distracción: la distorsión desde mi alma. La sola deserción del cuerpo a la deriva, impía idea de pertenencia, maldita jactancia, congoja lastimera y participativa. Así y para siempre, porque el silencio quema más, un ritual tan desgastado, elementos fundidos por el tiempo. Lugares que dejamos atrás, allá las épocas desparramadas de sonrisas, más atrás, más allá.
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Balada A veces sin aliento, con la mirada hacia las alturas, no se presta atención a lo que el alma siente. Sin regresar sobre el rastro, las horas siguen la marcha, arrean al sentimiento, lo inducen al extremo. Así seguía el cobarde, guardado tras la maraña, blandiendo las palabras para soportar la noche. Los cirros que el viento rasga, el fantasma, el espejismo, voces que suenan añejas, sólo quedan las palabras. Amor odiado, el beso del cobarde en la espada, su llanto, su suspiro, odio amado.
Granizo de Noviembre Si voy una vez, será que tendré que regresar. Parece que fue ayer, dentro de los momentos que se guardan en el cajón de las añoranzas, los mismos que alguna tarde se pasan Ocho poemas
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a la cajita de los recuerdos, tan llenos, estos, de súplicas no invitadas. Será otra vez, aquella que deje mayor huella, la que calque el alma y humedezca las rosas. Golpea como granizo, la misma de todas las tardes.
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Estilo Retorcido Quien busca y no encuentra, presagio de amores, maldición en artilugios, piedad de los alquitranes. Quién queda para afirmar, que las antorchas no están puestas, una tras otra, esperando, el paso de la saciedad. Y dicen por ahí, que más valdría regocijar en otros lares, lo que la letra no puede transmutar.
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Moreno Sereno Cuando la puerta cierra, la costumbre sale, van de la mano, juntas, paso a paso. Se trata de la vida, la misma con los tratos; esa sonrisa más hermosa, la que no se olvida. Ayer pasó una vez, hoy pasa sin memoria, mañana será la buena, baste sin que deje escoria.
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Sin Espera Tus ojos, tu voz, los caminos y la misericordia, la mayor parte de un amor reluciente. Sombrío mi peregrinar, sin canción (nada), silencio que todos saben; la carencia del nombre. Pero esta privación de un nombre (siempre evanescente) se desvanece en un preciso infinito. El estremecimiento de tu belleza, entonces, mi pérdida, mi confusa arrogancia, que me trae de regreso. Y los pájaros agraciados cantan a la vida, a lo pequeño.
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La Morera A veces no damos la cara de frente, escondemos el alma y se enjuga el sentimiento. Parece que es en saltos, secciona la penumbra, la soledad se sacia, lágrima que escurre. Una vez aquí lo que la partida deja, el retoño y la poda, la esperanza y el desaliento. Se dice de la noche que esconde las pasiones, donde salen las palabras, que mueren de mañana. El vino y el agua fresca, tan diferentes en la copa, sin recapacitar a veces, su idílica connivencia. La mora que no importa, la seda es su fruto, y pasa sobre la vida del verme ofrendado. De capullos no hablamos, ni siquiera el recuerdo, baste una convulsión, estertores de mi muerte. Elementos Un pago y un dejo, sabor que resiste, armoniza en medio, más limpio que la noche: la playa. Arriba, Ocho poemas
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en las estrellas, se teje el amanecer. Pende un hilo tras otro: el mar. Conjunción y separación, una vida en un todo, esa misma que deriva, confunde y distingue: la noche. El ángel de la ternura llena de arena su alforja, rasga la luz del oleaje, mira dentro de lo oscuro: la ausencia.
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