Numero 02

  • November 2019
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´ SENTIDO COMUN, # 2, MARZO 2007 Contra el juicio suspendido y el alma dormida

1. EDITORIAL

¿Alguna duda de que el socialismo es esencialmente un problema sanitario?

El d´ıa 3 de febrero, cientos de miles de espa˜ noles pudieron escuchar, por primera vez en tres d´ecadas de democracia, en un acto c´ıvico, su himno nacional. Queremos ser una naci´ on normal. El d´ıa 3 de febrero lo fuimos, y lo seremos cada vez m´as de aqu´ı en adelante, y esa tramoya infecta que han construido El Pa´ıs y sus lacayos orwellianos caer´a y se disolver´ a como la materia deleznable que es.

Sentimos mucho asco de dirigirnos a L´ opez Garrido, ese estalinista de coraz´ on plomizo, pero haremos el esfuerzo: t´ u y todos los tuyos, y entre todos ellos tu jefe, perros miserables y crueles, coged vuestro manual correct´ısimo de buenas costumbres y met´eoslo por donde os quepa. A Espa˜ na le gustan su himno y su bandera, le gusta la Libertad, le gustan el sol y el vino.

Esa costra de ignorancia pero sobre todo de rencor que hab´ıa conseguido lo inaudito: que en Espa˜ na la palabra ”espa˜ nol” fuese un insulto, que en Espa˜ na la bandera espa˜ nola se exhiba con verg¨ uenza, que en Espa˜ na el himno espa˜ nol sea una rareza. El d´ıa 3 se aclararon algunas cosas. Acudieron las l´ agrimas, acudi´o el orgullo, acudi´o la dignidad hurtada por esa izquierda miserable y llena de odio, y tambi´en acudi´o esa misma izquierda para recordarnos que el himno no es nuestro, que contravinimos el reglamento del gran hermano que dictaba implacable la destrucci´on de nuestra identidad, nuestra reconversi´ on cultural, religiosa, pol´ıtica, en un masa tan gris como la que el 13 de enero recorri´ o las calles de Madrid reclamando al resto que hinquemos la rodilla y ofrezcamos el cuello a los verdugos, todo sea por el entendimiento. Qu´e cosa quiera decir esto habr´ a que extraerla, entre otros, del siguiente p´ arrafo excretado por el ´organo de propaganda oficial del gobierno: En estos d´ıas hemos asistido al suicidio pol´ıtico de ambos polos del antisistema democr´ atico, emparejados en ser derechas extremas, pues les une id´entica mentalidad totalitaria, so capa en el PP de falso af´ an liberal y, en ETA, de nacionalismo. El Pa´ıs, 7-2-2007

Adelante espa˜ noles, ¡Adelante! 2. ¡BANDERAS FUERA! In´ es Maldonado en la columna Libre albedr´ıo de debate21; http://www.debate21.com La noche del d´ıa 3 de febrero, se produjo en Madrid un acontecimiento hist´orico: jam´ as, en toda la historia de la ya treinta˜ nera democracia espa˜ nola, tantos centenares de miles de espa˜ noles hab´ıan escuchado juntos en directo el Himno Nacional. Por primera vez, nuestros s´ımbolos patrios fueron homenajeados fuera de los cuarteles, donde permanecen recluidos como si fueran un residuo vergonzante de lo que alguna vez se llam´ o Espa˜ na. S´ olo en los estadios de f´ utbol y en los actos a los que acuden SS.MM. los Reyes o alg´ un miembro de la Familia Real que los represente, se suelen escuchar los acordes del Himno Nacional. No recuerdo ninguna otra excepci´on. Espa˜ na es, probablemente, el u ´ nico pa´ıs del mundo en el que la identificaci´on con los s´ımbolos nacionales, himno o bandera, es considerada pol´ıticamente incorrecta, valga la involuntaria polisemia. El sonido del himno resulta agresivo y la exhibici´on de la bandera es ofensiva, hasta el punto que hay que medirla con cent´ımetros. El gobierno anterior acab´ o desistiendo de su iniciativa de homenaje mensual a la Bandera en la Plaza

de Col´on y, finalmente, sustituyendo la que all´ı se exhibe por una mucho m´as peque˜ na. Seg´ un la entonces oposici´ on, el tama˜ no de la ense˜ na ”her´ıa sensibilidades”. El gobierno transigi´o.

La Bandera de Espa˜ na abandona con solemnidad buques y cuarteles, para ser acogida, por fin, por los ciudadanos espa˜ noles. Que lo sea con los honores de ordenanza, Himno Nacional incluido.

¿D´ onde est´ a el origen de toda esta confusi´ on? Por parte de los dirigentes gubernamentales est´ a m´as o menos claro. Algunos no conocen el patriotismo ni lo han conocido jam´ as. Otros trabajan de forma met´ odica y estudiada en la deconstrucci´on de la naci´ on espa˜ nola. Realizan su trabajo con milim´etrica precisi´ on, y la propaganda y el adoctrinamiento de las masas forman parte de ´el. Los motivos son un arcano. Quiz´ a el rencor, quiz´ a alg´ un precio a pagar. Chi lo sa! Pero los ciudadanos de a pie que creen que los que amamos a Espa˜ na, y en consecuencia respetamos sus s´ımbolos, somos unos fachas, est´ an, simplemente, empapados de un discurso sectario que han digerido sin entender. Probablemente, no se han parado a pensar nunca que, asumiendo esa premisa, ser´ıa tan facha, pero m´as mezquino, amar a una sola parte de Espa˜ na, y respetar esas banderas regionales que, en alg´ un caso, como en el del Pa´ıs Vasco, ni siquiera es una bandera territorial en su origen, sino la de un partido pol´ıtico, el PNV. No, el que ama a Espa˜ na, ama tambi´en a su regi´ on, por supuesto, y respeta a su bandera, sea hist´orica, como la castellana, o sea impuesta por un partido pol´ıtico, como la Ikurri˜ na; por respeto que no quede; precisamente porque el que ama a Espa˜ na lo incluye todo, todos los rincones de nuestra amada Espa˜ na, como dec´ıa Mikel Buesa en el discurso con el que concluy´o la manifestaci´on, todos los acentos, a todos los ciudadanos, a todos los compatriotas.

”¡Banderas fuera!

Cuando, tras ese u ´ ltimo discurso de Mikel Buesa, empez´o a sonar el Himno Nacional, sobre la tarima, todos ellos, emocionados, tras la firmeza y convicci´on con que nos hab´ıan llegado a lo m´as profundo, respondieron de forma heterog´enea. Alguno se llevaba la mano al coraz´ on, al estilo americano, a otros les estorbaban los papeles, alguno dej´ o caer los brazos, otros los cruzaban. Es l´ ogico. La sociedad civil espa˜ nola no est´ a acostumbrada a escuchar su Himno Nacional. Nos lo han secuestrado. La indignaci´ on del gobierno tard´ o muy poco en hacerse patente: ”apropiaci´ on de los s´ımbolos”. Cautivos. En los cuarteles. Custodiados por los militares, que son los u ´ nicos que tienen el privilegio de disfrutar de ellos a diario. Creo sinceramente que, con la manifestaci´on del d´ıa tres, las v´ıctimas del terrorismo, el Foro de Ermua, los movimientos c´ıvicos y toda la ciudadan´ıa presente, adem´as de rebelarse contra la ETA y contra el surrealista proceso, han empezado ya una necesaria reivindicaci´on: la desmilitarizaci´ on de la Bandera y del Himno Nacional Espa˜ nol. (· · ·)

A la Bandera, presenten armas. Soldados, ciudadanos, ¡Viva Espa˜ na!”

´ Y EDUCACION ´ 3. INSTRUCCION Alfonso Garc´ıa Nu˜ no, Libertad Digital http://www.libertaddigital.es En una entrevista realizada con motivo de la reciente publicaci´ on de su libro Las peque˜ nas memorias, dec´ıa Jos´e Saramago con pre˜ nadas palabras: Estamos sumidos en una crisis social grav´ısima porque vivimos como valores lo que no pueden serlo jam´ as. Y todo viene acrecentado por una confusi´ on grav´ısima entre instrucci´ on y educaci´ on. La escuela puede instruir, esto es, impartir conocimientos, pero no educar, inculcar valores, que es lo que antes hac´ıan las familias y que ya no hacen. Yo debo una parte enorme de mi forma de ser a mis abuelos, que eran analfabetos pero que supieron educarme sin darse cuenta. Esta distinci´ on entre instrucci´on y educaci´ on y entre qui´enes son competentes para cada una es curiosamente coincidente, aunque las circunstancias hist´oricas son muy distintas, con lo que Condorcet expuso en 1792 ante la Asamblea Nacional, en plena revoluci´ on francesa, en su Rapport sur l’instruction publique. En la instrucci´on, se trata de impartir y no de inculcar conocimientos. En la educaci´ on, se inculcan y no se imparten valores. Esto es as´ı por la naturaleza misma de ambas realidades, por ello, el sujeto de transmisi´on debe tener una cualificaci´on distinta. En los conocimientos no tiene por qu´e entrar en juego lo personal, la transmisi´on de los mismos no precisa de la comuni´on entre el que da y el que recibe. No tiene por qu´e ser excluida, pero no es exigible ni imprescindible. En los valores, la cuesti´ on es distinta, no solamente porque en ellos, adem´as de lo cognitivoracional, intervenga tambi´en la apreciaci´on afectiva de los mismos, ya que los valores no solamente se perciben o se comprenden, sino que nos llaman para ser realizados. Cuando hablamos de valores nos estamos refiriendo, sobre todo, a algo que est´ a cualificado intr´ınsecamente de tal manera que el hombre, adem´as de percibirlo como valioso para su propia perfecci´on en orden a un fin, se ve afectado por ´el de tal modo que, atra´ıdo por el fin al que est´ a llamado, se siente movido a realizar ese valor en su vida concreta. Aqu´ı est´ a en juego

toda la persona, no simplemente un aspecto de ella, como pueden suceder con los conocimientos. ´ Estos son tambi´en valiosos, pero lo son en orden a un fin y, por tanto, el peso que en la vida personal tengan depende del para qu´e, que ordena la propia existencia y jerarquiza, por ello, todas las realidades valorativamente. Los mismos conocimientos tienen, para personas distintas, relieves muy diferentes y esto no depende de la transmisi´ on del conocimiento, sino del para qu´e en que est´e situado quien los reciba. Lo decisivo en los valores es, por consiguiente, el para qu´e.

te revuelve las tripas con escenas de violencia descarnada, como las de La Pasi´ on y las de Apocalypto, y despu´es te agita el cerebro cuando te detienes a pensar en que esa violencia, despu´es de todo, fue verdad. sa es la gran justificaci´on de la sangre filmada. Nos hab´ıamos acostumbrado a pensar la Pasi´ on de Cristo desde la asepsia de la distancia cronol´ ogica, una muerte envuelta en la anestesia de los libros de Historia y las obras de arte; hac´ıa falta expresar directamente el dolor para volver a cobrar conciencia de lo que fue aquello. Lo mismo ocurre con Apocalypto.

Para la realizaci´ on de los hombres, incluidos evidentemente varones y mujeres, no es lo mismo un fin que otro; para la perfecci´on humana estoy convencido de que hay uno s´ olo. Sin embargo, otra cosa es descubrirlo y comunicarlo. El ni˜ no, adem´as de su gestaci´ on intrauterina, tiene tambi´en una fuera del claustro materno. En este per´ıodo, se nos entrega el mundo valorativamente ordenado. M´ as adelante podremos poner en cuesti´ on la cosmovisi´ on recibida, pero para poner ´esta patas arriba necesitamos partir de una previamente dada. Desde el vac´ıo no nos es posible hacerlo. ¿Pero qui´en nos da ese nuestro primer patrimonio? El sujeto id´oneo no puede ser otro que la familia, porque es el lugar de la m´axima personalizaci´ on, porque es el ´ ambito de saturaci´ on amorosa por excelencia. ¿Es capaz de ello el Estado, siendo lo m´as impersonal? A falta de fe en Dios, el Estado va ocupando paulatinamente su lugar. En ´el nos abandonamos y, de ´el, de su poder creciente, lo esperamos todo, con la comodidad de que, a diferencia del Creador de la libertad, el Estado nos eximir´a de responsabilidad a cambio de sumisi´ on. Esta divinizaci´on larvada, con la consiguiente teocracia laicista, no puede admitir competidores. Por eso muchos est´ an interesados en presentar la famosa Educaci´ on para la ciudadan´ıa como una alternativa a la religi´ on. Pero solamente cuando alguien asume, para s´ı mismo, la deriva actual masificadora, haci´endose c´ omplice de su propia despersonalizaci´ on, puede hacer dejaci´ on de su condici´on de padre o madre, cederla al Estado y, satisfecho, quedar reducido a simple progenitor.

Ten´ıamos la esclavitud y los sacrificios humanos de la Am´erica prehispana neutralizados en la memoria, paliativa y folcl´orica, de un mundo feliz; apenas una l´ınea en relatos fascinados sobre pir´ amides y calendarios de exactitud prodigiosa, siquiera una menci´ on en los textos vindicativos contra la barbarie de los conquistadores que aniquilaron al ”buen salvaje”. Pues bien, esto era tambi´en la Am´erica precolombina: capturas masivas de gentes a las que se arrancaba el coraz´ on y se decapitaba para satisfacer a una divinidad nunca ah´ıta. Era preciso mostrar el horror en vivo para conocer una realidad sistem´ aticamente deformada (y conste que Gibson se ha quedado corto: los cronistas de Indias cuentan cosas a´ un m´as feroces).

˜ 4. GLORIA DE ESPANA, MISERIA DE LA HISTORIA: EL MENSAJE DE APOCALYPTO Jos´ e Javier Esparza, El Semanal Digital http://elsemanaldigital.com La u ´ ltima obra de Mel Gibson pone los pelos de punta. Pero en esa pel´ıcula hay algo m´as: hay tambi´en una interpretaci´ on de la Historia que nos afecta especialmente a nosotros. Mel Gibson tiene la rara virtud de conmover las entra˜ nas. Adem´as lo hace en dos tiempos: primero

Hay un mensaje evidente: el mundo amerindio era un pozo de muerte; la llegada de los espa˜ noles acab´ o con eso, y tal es el significado de la u ´ ltima escena de la pel´ıcula, apenas unos segundos de estupor. Los puristas han reprochado el anacronismo de hacer desembarcar a los espa˜ noles cuando, en realidad, a´ un faltaba m´as de un siglo para que asomaran por all´ı la cruz y la espada. Es verdad. Pero es un defecto menor si vemos la pel´ıcula como un mensaje global. Un mensaje que se resuelve en esa escena de los barcos espa˜ noles, pero que a su vez depende de la frase inicial. Es curioso que pocos hayan reparado en ella. Esa frase dice as´ı: ”Una gran civilizaci´ on no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a s´ı misma desde dentro”. Quien lo dijo fue Will Durant, un fil´osofo popular, oriundo del Qu´ebec, cat´ olico y socialista, que dedic´o su larga vida (m´ as de cien a˜ nos) a explicar al proletariado norteamericano del siglo XX la historia del pensamiento y de la civilizaci´ on. Lo hizo con el mismo ´animo con que Gibson reconstruye la sangre de los sacrificios humanos: cuanto m´as vivo sea el conocimiento, mejor entenderemos. ¿Es, pues, Apocalypto una historia del progreso humano? Reprim´ıos, progresistas: la virtud no es acumulativa; el paso atr´ as es una tendencia siempre permanente. Tal vez el recuerdo de la violencia de anta˜ no puede vacunarnos contra la violencia presente, pero har´ıais mal en mirar a los can´ıbales

por encima del hombro. Ning´ un siglo ha matado m´as que el siglo XX; sobre todo, en nombre de la libertad. Y s´ı, claro: Atahualpa, cuando decidi´o acabar con Hu´ ascar, lo prendi´ o a ´el y a sus mujeres y a sus hijos, y los hizo matar a todos ante los ojos de un Hu´ ascar todav´ıa vivo, y a las mujeres que estaban pre˜ nadas, mand´ o abrirles el vientre para que sus hijos cayeran a tierra antes de degollarlas a su vez, y esas cosas son terribles. Pero ¿sab´eis que escenas del mismo car´ acter, incluida la eventraci´ on de pre˜ nadas, se vivieron aqu´ı, en Espa˜ na, anteayer como quien dice, cuando los milicianos del Gobierno-leg´ıtimo-de-la-Rep´ ublica sembraban el terror en las retaguardias? En tres a˜ nos nos las arreglamos nosotros solitos para matar a m´as gente que en varios siglos de Reconquista (y conste que aqu´ı hablo de la muerte administrada a mansalva por ambos bandos). Pero no hay que retroceder siquiera este paso: tambi´en hoy, aqu´ı al lado, arrancan a los hijos de los vientres de sus madres; lo llaman ”salud reproductiva”. No, la virtud de la pel´ıcula de Gibson no consiste en que nos muestre un progreso, ese que nos llev´ o del mundo feroz de los sacrificios humanos al de las catequesis en lengua nahuatl, para salvaci´ on de los mexicas. Por supuesto que Espa˜ na llev´ oa Am´erica a un grado superior de civilizaci´ on. Pero eso siempre es reversible y, por otro lado, crea problemas nuevos. La virtud de Apocalypto reside m´as bien en que nos quita un peso de encima. Nos ense˜ na que nosotros no fuimos los malos. ¿Fuimos entonces los buenos? Pero ¿cu´ ando la Historia ha sido un relato de buenos y malos? Fuimos, simplemente, nosotros. Hicimos algo grande. Eso es todo. Y no es poco. La Historia es un r´ıo de sangre. Eso est´ a en la condici´on humana. Lo que pasa es que la gente, a medida que el r´ıo fluye, se acerca a la orilla para recoger las cosas valiosas que arrastra la corriente: las artes, el pensamiento, los hallazgos decisivos, las grandes conquistas, tambi´en los altos ejemplos de hero´ısmo, sabidur´ıa o abnegaci´on. Porque esto tambi´en est´ a en la condici´on humana. Cuantas m´as cosas recogemos del r´ıo sanguinolento del pasado, mejores nos hacemos; cuando las desde˜ namos como antiguallas, empezamos a olvidar qui´enes somos. Y entonces una civilizaci´ on va destruy´endose a s´ı misma desde dentro, como dec´ıa el viejo Durant. Mirad alrededor.

5. CONTRA EL ESTADO DE LAS AUTONOM´ IAS Antonio P´ erez Henares, Periodista Digital http://blogs.periodistadigital.com

(Alegato contra una supuesta maravilla que ning´ un pol´ıtico quiere cuestionar) Las autonom´ıas , el celebrado Estado de las autonom´ıas es el c´ ancer de la democracia espa˜ nola, la carcoma de su econom´ıa, la hemorragia por la que se desangra la Constituci´on y el pozo negro por el que d´ıa tras d´ıa se precipitan los elementos de cohesi´ on , el concepto de ciudadan´ıa , los principios de solidaridad y hasta el sentimiento de formar parte de una misma Naci´on. El Estado de las Autonomias ha supuesto el m´as absoluto fracaso y lejos de resolver el problema para el que fue ”inventado” lo ha exacerbado hasta l´ımites que ninguno de sus ”fundadores” hubiera ni siquiera sospechado. El Estado de las Autonom´ıas es el peor desastre en que se ha podido meter Espa˜ na pero nadie se atreve a decirlo. Al contrario no hay discurso en que no se pregone su excelencia y todos asistimos complacidos al espect´ aculo clamando enfervorecidos lo maravillosamente bien que funciona sin querer ni siquiera ver la evidencia de su aut´entico fiasco y de la bomba de relojer´ıa en la tripas de la Naci´on en que se ha convertido. Descuiden, no habr´ a un solo pol´ıtico que ose decir tal cosa ni que deje de cantar loas al sistema. La raz´ on de mayor peso es que a ellos les va muy bien como clase y como casta. En todo suelen estar muy enfrentados. Los Estatutos es lo que m´as pactan. La Constituci´on puede reformarse. El Estado de las Autonom´ıas es intocable. A´ un m´as: irrefutable. El Estado de las Autonom´ıas tuvo como esencial funci´ on propiciar que determinados territorios con ”hechos diferenciales” tuvieran un mejor encaje y pudieran desarrollarlos en la normalidad de una Naci´on . El disparate del ”caf´e para todos” inici´ o la senda del desastre. Porque habr´ a que considerar desde luego como el m´as atroz de los fracasos el que, lejos de sentirse integrados, hoy las voces de secesi´on e independencia son cada vez mas claras y mas potentes. Y nadie negar´a en su sano juicio ese hecho. Aunque haya quienes pretendan convencernos y a algunos convencen de que la mejor manera de unir es separ´ andolo todo y que como mejor se vertebra es deshaciendo y desvertebrando. El Estado es residual en Catalu˜ na proclam´ o Maragall. Los que sab´ıan que era as´ı o que le faltaba muy poco se lo tomaron a broma para que nadie se lo tomara en serio. Pero es serio. Pero no es la cuesti´ on ahora las peculiaridades del caso catal´ an o las sangrientas del asunto vasco, la reflexi´on es en conjunto, es al dislate general y viene a cuento siempre pero hoy tiene la percha de que ayer, por lo visto, hubo un refer´endum en Andaluc´ıa. Para aprobar un nuevo estatuto que lo mismo que todos los otros nadie desde la sociedad ha

pedido (el catal´ an cuando empezaron con el lio no interesaba ni a un 5 por 100), ni nadie siente como necesidad, ni en realidad necesita nadie excepto los pol´ıticos. Dos de cada tres andaluces no fueron a votar. No hace mucho en el catal´ an tampoco acudi´o a las urnas, a pesar del enorme revuelo, m´as que el 52 por ciento y al final fue aprobado con un exiguo 33 por 100 del censo electoral. Los Estatutos, las apetencias de poder aut´onomo de los pol´ıticos, las proclamas de identidad nacionalista, los blindajes de competencias y el largo etc´etera de deseos de la clase pol´ıtica , no tienen nada que ver y as´ı lo percibe la mayor´ıa de la ciudadan´ıa con las verdaderas necesidades de la poblaci´ on, ni con sus problemas reales. Pero las autonom´ıas son el gran, inmenso, total, indescriptible , maravilloso e inagotable pesebre de la clase pol´ıtica. Las autonom´ıas no han vertebrado la Naci´on espa˜ nola. La est´ an desvertebrando cada d´ıa m´as, y no lo digo solo por casos de evidente s´ıntoma de separaci´ on y ruptura que pretenden los nacionalistas radicales y no tan radicales, sino por el disparate que alcanza a todos y da igual que se trate de agua, de fuego, de sanidad o hasta de geograf´ıa. Ya no digamos si es de historia lo que se habla o de lengua lo que se discute. Las autonomias, amen de romper y hacer a˜ nicos los conceptos de ciudadan´ıa compartida, de bien publico com´ un de todos los espa˜ noles, de volvernos al territorio, a la tribu y enaltecer como se˜ nas identitarias en muchas ocasiones al patetismo m´as atroz, pero eso si tremendamente subvencionado , han convertido el Estado en 17 taifas, con boato de reyezuelos (este es el pa´ıs de las dos decenas de presidentes), con pl´eyades de visires (hay m´as ministrillos que hormigas) , mir´ıadas de funcionarios y constelaciones de ”clientes” fijados a las ubres. Y todo con un estado que, encima, sonr´ıe bobaliconamente , cada vez mas raqu´ıtico, solo gestiona ya el 19 por 100 mientras que las insaciables criaturas exigen ”m´ as, m´as y m´as” y cuando llega el problema , sea fuego, agua, luz, chapapote o la u ´ ltima carretera no dudan en quitarse el muerto de encima y ech´ arselo encima al que han dejado sin resortes ni recursos. Diecisiete sistemas sanitarios diferentes, diecisiete sistemas educativos contradictorios y todo casi por igual de malos, peleas entre territorios por que el ”agua es m´ıa”, disputas por ver quien no acude a apagar los incendios y , a un paso estamos, diecisiete fiscalidades, diecisiete justicias . Pero eso si, algo unificador: ¿cu´ antos centenares de miles de cargos p´ ublicos? ¿Cu´ antos? ¿Se atreve alguien a contarlos y a cont´ arnoslo? El Estado de las Autonom´ıas, dicen los pol´ıticos, no tiene marcha atr´ as. Ese parece ser nuestro sino

y nuestra sima. Pero ¿por qu´e no ha de tenerla?. Ser´ a solo si al pueblo soberano no le da un d´ıa la real gana de cambiarlo. ¿Y porqu´e no puede el pueblo espa˜ nol un d´ıa parar y corregir ese camino que por mucho que nos digan que nos lleva a no se sabe qu´e para´ıso donde nos esta acercando cada vez m´as es a un callej´ on de muy malas salidas?

6. LA CABALLER´ IA Y LAS PICAS Oscar Molina en Vistazo a la Prensa http://www.vistazoalaprensa.com/ Se dice que una de las vivencias m´as pavorosas que pod´ıan experimentarse era una carga de la Caballer´ıa Pesada, reina indiscutible del campo de batalla hasta all´ a por los primeros 1500s. Al parecer, esas moles de caballos de guerra, formidables y adiestrados para entrar a saco y hasta pisotear, con jinetes que manejaban enormes espadones con destreza letal y guarnecidos por armaduras impenetrables, creaban un caos de sangre y muerte a su paso cuyo solo preludio hac´ıa temblar al m´as pintado. Hubo quien los combati´ o de alguna manera (insuficiente pero algo era algo) con una lluvia de flechas durante la carga. El arco largo ingl´es fue innovador en este aspecto, pero no lleg´o a frenar el ´ımpetu de estas unidades de ´elite, que tuvieron en el Ej´ercito Franc´es a su m´as consumado especialista. No fue hasta entrado el siglo XVI cuando la Caballer´ıa Pesada encontr´o la horma de su zapato en las tropas espa˜ nolas mandadas por Don Gonzalo Fern´ andez de C´ordoba, ”El Gran Capit´ an”. El padre de los Tercios Espa˜ noles ideo un sistema de defensa basado en formaciones de piqueros, que se dispon´ıan en cuadros con las picas escalonadas. Picas de hasta 5 metros de largo, hechas de fresno, flexibles y pr´acticamente irrompibles, coronadas por puntas de acero, que preparaban a la caballer´ıa para estrellarse en un erizo que hac´ıa de sus l´ıneas lo mismo que una plancha ardiendo en un trozo de mantequilla. Cuentan que, a pesar de todo, el buen hacer de este sistema defensivo no era del todo sencillo. Hab´ıa que tener mucho temple para aguantar rodilla en tierra viendo como se te ven´ıan encima gigantescas figuras a galope tendido, y con las de Ca´ın; el secreto resid´ıa en que nadie, absolutamente nadie perdiera su lugar en la formaci´ on, ni dejase un hueco; pues una formaci´ on dispersada o con agujeros era presa segura de los jinetes, que se encontraban entonces con un mont´ on de indefensos infantes sin otro arma que la nada maniobrable pica, in´ util tanto sin el concurso de sus compa˜ neras como sin su ubicaci´on en el cuadro. Pero si nadie romp´ıa filas, si nadie se dejaba llevar por el miedo, la caballer´ıa pesada estaba sentenciada. Se trataba de que todo el mundo fuese consciente de que el inmediato alivio de

apartarse de la carga era desahogo moment´ aneo, pues la muerte andaba m´as cerca del que deshac´ıa la formaci´ on que del que aguantaba la embestida, aunque los sentidos pudiesen decirnos lo contrario. Estas picas, signo distintivo de los Tercios de Flandes, y luego adoptadas por los alabarderos del resto de ej´ercitos, son las que vemos en el famoso cuadro de Vel´ azquez, ”La Rendici´ on de Breda”, m´as conocido como ”Las Lanzas”; y son a las que se refiere la afamada expresi´ on de ”poner una pica en Flandes”. El rey franc´es Francisco I, en la batalla de Pav´ıa, quiso acabar por la v´ıa r´ apida; orden´o nada m´as abiertas las hostilidades una carga de su hasta entonces invicta, orgullosa, y depositaria de ”Grandeur Indomable” Caballer´ıa Pesada. Los piqueros al mando del Maestre Don Antonio de Leyva formaron, aprestaron las picas, y como un solo hombre aguantaron estoicamente la impetuosa acometida de toneladas de hierro y musculosa materia relinchante sin perder el sitio. Dicen los cronistas que la cara del franc´es al ver el resultado era todo un poema. Su flamante unidad de ´elite, su arma decisoria, su valor a˜ nadido, hab´ıa quedado convertido en un mont´ on de despojos que estaba siendo c´ omodamente rematado en el suelo por nutrido fuego de fusiler´ıa. Total, porque un pu˜ nado de espa˜ noles, un mont´ on de valientes con una sola idea, con una estrategia irrenunciable, con pocas cosas claras pero innegociables hab´ıa decidido mantener su sitio, y esperar a ver cu´ anto de terrible pod´ıa llegar de verdad a ser la fuerza bruta contra la fe. Yo, tengo la sensaci´ on de que hay una nube en el horizonte de Espa˜ na que se acerca por momentos, y recuerda mucho a una terrible acometida de Caballer´ıa. No cabe duda de que es el asalto que nos trae la destrucci´on de nuestro r´egimen pol´ıtico, la decapitaci´ on de nuestros consensos y el pisoteo de Espa˜ na misma como naci´ on. Y lo peor, es que no veo a los alabarderos formando el cuadro. Es, en cierto modo, l´ ogico. L´ ogico si tenemos en cuenta que el Maestre de Campo que tenemos ha dimitido de toda estrategia defensiva, y pasea de un lado a otro del escenario de batalla sonriendo, dando palmadas en la espalda a la tropa, y regalando su falsario talante hasta a los que vienen cabalgando. Es m´as, no nos enga˜ nemos, el Maestre es Maestre porque quienes le han dado tal honor son los mismos que avanzan hacia nosotros, a lomos de bestias ciegas y entrenadas para arrasarnos. Pero no es menos cierto que el poder del Maestre no es omn´ımodo, y si a algo teme este virtuoso de la rendici´ on preventiva es a no ser popular entre su tropa. As´ı que la cosa es sencilla. Hay

que hacer ver al Oficial que queremos defendernos, que no vamos a dejar que la caballer´ıa nos pase por encima, y que estamos dispuestos a pagar el precio que haga falta por mantener la plaza; una ciudadela que no es otra que la de nuestra convivencia, nuestro bienestar, y nuestra prosperidad. Una fortaleza que nosotros mismos elegimos, y que ahora ´el est´ a dispuesto a entregar con tal de seguir teniendo el mando. Tenemos las picas, nuestras armas. Son flexibles, porque se hicieron del fresno de la Libertad, el Consenso y el Perd´ on, materiales que el Maestre est´ a dejando pudrir. Y son firmes, porque tienen ya un pasado de 30 a˜ nos de batallas victoriosas contra la intolerancia, la insolidaridad y los desaf´ıos de los ventajistas. Se trata de utilizarlas, de tener voluntad de formar el cuadro, y recibir a la Caballer´ıa con ellas. Con serenidad, pero tambi´en con firmeza inequ´ıvoca. Y lo que me pregunto, es si hay una voluntad colectiva de usarlas. Ya no lo s´e. El Ej´ercito de Flandes se amotin´o muy a menudo. Mayormente por temas de pagas pero no siempre por esa raz´ on. En aquellos episodios, los soldados espa˜ noles segu´ıan combatiendo, si ello era necesario, y aparcaban sus reivindicaciones para despu´es del combate. Era una cuesti´ on previa, algo que tocaba a su insobornable honor. S´ olo las unidades mercenarias: valones, italianos, austriacosdejaban las armas hasta ver satisfechas sus deudas. Mucho me parece que los espa˜ noles somos cada vez m´as mercenarios; no creo que vaya a haber una asonada que obligue al Maestre a cambiar su juego ignominioso si no nos tocan el bolsillo. Nos convertimos a pasos agigantados en un batall´ on desordenado que empieza a preferir no plantar cara a los problemas, que formula de forma t´ acita y expresa su deseo de que le dejen en Paz a casi cualquier precio. Bien lo sab´ıan los que pusieron las bombas en el campamento civil. Parecemos ignorantes de que apartarnos de la carga de la Caballer´ıa puede traernos un desahogo s´ olo aparente; somos tan ilusos que nos creemos que pasar´ an de largo, pero no lo har´ an, porque vienen a por la plaza. Y la misma determinaci´on de la que hacen gala los jinetes, es la que nos empieza a faltar. Parece que andamos m´as pendientes del permiso de verano que se acerca, y c´ omo gastar la soldada durante ´el, que de lo que nos viene encima. A lo mejor, cuando nos hayan echado, empezaremos a no encontrar nada en el bolsillo, porque lo creamos o no ambas cosas est´ an ´ıntimamente unidas. Si estoy en lo cierto, mal asunto. Si no, si estoy equivocado, estamos tardando en formar.

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