Murray -puede Haber Una Guerra Justa.pdf

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lCÓMO PUEDE SER JUSTA LA GUERRA ALGUNA VEZ 7

POR

GILBERT MURRAY Regius Profesor de Griego en la Universidad de Cambriclae

10 CENT.

THOMAS NELSON & SONS 189 Rue St. Jacques, Paria EDIMIIURCO

.,

NUEVA YORK

LONDRES

¿ Cómo puede ser Justa_la Guerra alguna Vez ?

POR

GILBERT MURRA Y



Regius Profesor de Griego en la Universidad de Cambridge /o,ooociñ.,,;:;;-~".C"-....

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¿ C6mo puede ser Justa la Guerra alguna Vez?

-----= DoRAXTP. totla mi vida he sido un dcfonsor de la. paz. Odio IR.

guerra, no sólo por au.:s crueldades y locu.ras, sino porque es II\ enemiga do toda.s l33 causas que mM me interesan : del progreso socio), del buen gobic:rno y de todo sentimiento de amistad y duhmro de la vida, ns( como también del arte, del c:onocimicnt.o y de In Jiteraturo. He hablado y pre&idido mtis reuniones de lns que puedo recordar en favor de la pa7-. del arbitráje y del fome nto de la itrnistAd internacional. Combatí con todas mis energía.a lu política guerrero en el Sm d e Africa y he sentido (ronca hostilidad ó interna a ntipath1 hncia. c.asi t,oda$ liu; guerras sostenidas por )a Gran l31·et.,ña durante mi vida. Si se me permite hoblat m,ls personalmente, diré que en ninguna de mi..s obras he puesto tan inten!IA emoción como en mi traducción de la.ti !lfujerCtJ trt>yanas, de E udpides, donde pot primera. vez en Ja. literatur:, europea se condtna vigorosamente la guerru. No estoy arre~ntido de ninguna palabra. q ue haya dicho ó escrito por la. causa de la paz, ni qua yo ~<'pa he modificado ninguna do las opi.nione-s sostenida., antcrionunento sobre eate asunto. Sin embargo, creo que hicimos bieu eu de.clarar la guerra á Alemania e.1 ,1 de Agosto de l!>H y que hubie.m sido una infracción del d eber público el haber permanecido neutrolos en eso crisiJ!.. No hay duda : sobre La Gran Bretaña pese. una grao responsabilidad. NuC$trus aliadas) 1-'ra.ncia y Rusia, Blilgica y Servia., no tenían otra alternati,--a : en grado diverso, se les impuso la guerra. Sólo 11osotros, después de examinar detenida mente la ait ua.eión,

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c.1eclaramos la guerra por nuestra libre voluntad, en un tiempo en qua Alemania hubiem preferido. por él momento, no luchar con nosotros. E hicimos bieo. i Cómo puede ser tal CM& 1 No CUC)til mucho ver que nuestra CAWIA es justa y que la causa 3ileroaoa. juzgada por todas lns corrientes normu hum,mas., es deses~rndarnente injusta. Es casi impoeible examinar los documentos o6cinlea publicados por los Gobiernoe de Inglaterra, Alemania y Rusia sin ver que Alemaniaó una parte de ella.-habfa. prepamdo ei;t(l guerra de antemano; que escogió el momento on que supuso, sus vecinos en desventaja ; que impidió & Austria llegar $ un arreglo aun en los últimos momentos; que violó el Tratado con Délgica para estar m,s rtipidamente en Francia. Hay testimonio., irrebatibles que parecen probar cómo la violación íué ae-compaiiada de una preconcebida crueldad que no tiene equivalente en las guerras de las na.cionei; modernas y civilizadas. Sin embargo, hay quien RCa.80 sienta todavía graves dudas. Las malas accione& do Alemania no justifict,n que, n0l50tros obremos de igual suerte. Hicimos cuanto pudimos por mantener la paz general ¡ en eso obramos bieu. Fracasamos ; el gobierno alemán declaró la guerra á des~ho do nosotros. Tuvimoo esa de&grae.ia. Era ya una guerra de enormes propor· ciones, unA vasta red de desdichas envolviendo ú cinco naciones, y nosotros resolvimos extenderla aún miis. En eso hicimos mal. ¡ No pudimos haber permanecido aparte, como los E,tados Unid06, dispuestos á ayudar á refugiados y menestcrosos.i ávidos de curar heridas en ,·e.z de inferirlas, acechando la primera oportunidad para poner término á esta época de horror 1 -" Esfuércense por un momento-podrfa decir un contrario de nuestra política-en darse cuenta de los aulrimientos contenidos en un rinconcito del campo de battalla. Ustedes ban visto alguna ,~ei u.u hombro mal herido en lW accidente; acaso hayan visto mtedes un caballo con sus costillas rot.a.s y recorda.rún qué terribJc les pareció. ]fo ese rincón, i cuántos hombre&, cu&ntos caballos ya.ccr6n heridos mucho peor y esperando el momento de morir f ¡ HeridM indescriptibles., agudísimos tormento", y todo ello multi· plicado y multiplicado mucho mols de lo que oleaozon á ver 1.. ojos! ¡ Y qu& hao hecho éstos, á pesar de lo justa indignación de ustedes contra Alemania 1 Loa caballos no tienoo la culpa de la polftica extranjera de nadie. Hao venido Adonde sus amos loe hao

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traído. Y sus amos mismos. . . Admit.iendo quo ciertos ale.manes de alta cat~gorfa, de cuyos nombres no estamos segu.r05i son tan malvad()!! como ustedes quieran, hay que reconocer quo estos soldados, labriegos y obreros, comerciantes y maestros de

e.scue1a, no han hecho realmente nada de partfoulnr; acaso ahora sí, pero no antes del momento en quo u.&tedes., viendo que ellos <'8t&ban ya complirndos en la guerra y la dcsdfohn, decidieron de· clarar-les tambil-n la guerra y aumentar

,u.s sufrimientos.

Dic('u

W5tedes quo hay que castigar 1i los coMpirodores y malhechore., públicos. Pero por lo que se refiere á la ju.stieia é injusticia de la guerrn, ust«le1s s.implemento están condenondo, mue.rte, mut,.ilaeión y tormento ú miHares y millares de hombrei, inocentes. ¡ Es eSG el mejor medio de sati.sfocer su sentimiento de ju.sticia 1 Dirán u.,tedes que eeta gente inocente combate parn proteger á loo delin· cuentes que ustedes eS'tán resueltos 4 dar alcanoo. Perfectamente, neos.o al finnl do In guerra, despul:s de haber hecho sufrir & millones de serei; inocentes, puedttn ustedes 16 In postro, si todo favorece 1\ SU$ armas, apodernrSé de los• r~.· Abrirán ustedes una infonnuei6n, con imperfectos testimonios y jueces parciales; decidirán ustedes-lo má.s probable es que equivocadamente-que 108 r~ &on una docena de prusianos muy eatúpidoe y tC$tarudos. decorados con largos títulos, y aun entonces no sabré.o ustedes qu6 hacer con ellos. Probablemente tratnrAn ustedes-y ea casi cierto que fracasen ~e hacerles de algun modo sentirse avergonzados 6 humillados. Pero ca baatanto probable que ustedes le& conviertan en héroes nacionales. "Y después de todo, t,quí estamos suponiendo la mejor do las guerras : una guerra en la cual parte no tiene r11z6n y la otr& sf y en que g.anl) la segunda.. Pero supóngase que ninguna de ellas tiene razón ó que gtrna la, parte injusta. Ello es t..1n probable como improbable1 pues si á la parte justo le ayuda au conciencia de obrar te en adquirir ventaj1,!I bien, la injusta se ha esforzado p de su lado aote.i de e~ipe,...u á re ¡/ : ) ~._ cnornH! gasto en SAngrc y dinero, todo ~ mme . e to de hombres inocentes y mudos anin toda~ lílgtimas ujeres y niños en el fondo de la escena, l>'t Wof<\o lisg,,r, no pa · . ndlCar <'l bien, sino paro establec,er el ,¿: Bien est& que se h m n poco ele mol para que venga uu bie g ude 6 .seguro ; pe tiaoer un mal c..i in6nit.o por la dudosa l'rdbobilidad de lograr que la

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·- .=t.U,.'Qity~A~ -

L~

6 mitad de ]a gente afe.cblda por ello puede ('reerlo bueno y la otra mitad ma101 y lo cual en nin,gúo ca.'IQ concebiblo puede: obt
locura." Simpatizo coo todas las: fases del argumento anterior; sin embargo, lo creo equivocado. Eso es juigar la guerra como tmn cuestión de pérdida, y ganancias, y, por otro parte, es no tener en cuent.a &ino Ja.s consccuencins materiales inmediatas. En él se pierde de vista el hecho cardinal de que en a lgunas causas es mejor luchar y quedar deshecho que ceder pncífieament.o; que algunas veces el mero hecho de resistir á la muerte es en si mismo unn victorio. Tratemos de comprender esto. Los griegos que combatieron y murieron en las Termópilas no tenfan duda alguna de que baefo.n bien en luchar así y morir y la posteridad esta.\ de acuerdo con eJlo.s.. P robablemente sabfan que serian derrotados. Probablemente suponían que después de su derrota, los persas avaninr-fon fácil meo tic á conquistar el resto de Grecia. y que la trotarfan con mayor dureza J>Or habersé resistido. Pero tales coMidemrione:s no inAuyeron sobre ellos. No quisieron aooptar la deshonra do stt país. Considérese uhora un Cl\$0 moderno muy claro : la hermosa hi1Storin do un tUl'ista forncés á quien cogieron unos salteador~ moros junto con un eacerdote y algunos blancos má.s. Los moros dieron ú sus prisioneros á escoger entre pisotear la Cruzó ser muertos. El francés era librepensador y anticlerical Le desagradaba et cristianismo. Pero no quiso pi.!Sotcar In Cruz por orden de un bandido. Hfzose solidario de sus compaiieros y murió. Este sentido del honor y el respeto por este 1:1ent ido del honor son instintos muy profundos en el promedio de los hombres. J,~n ]os Estados Unidos existe un fuerte sentimiento contrario ü fa mezcla de sangres, no sólo con los negros, sino con ei;.as grimdeJJ ma~s human.as de piel morena denomirutda.s "dagoos" ó " hunldes." Sin cmbBrgo, he observado que aquellas personas que lle,~an en sus venM 1:13ugre de piel roja no se avergüenzan, sino mM bien sienten orgullo. Si se busca un& razón, sospecho que se encontraría. en la re¡>ut.aeión especial odquirida por cata clase de indio, 1í. saber, <1ue jároaa quiso avenirse á ser esela,·o. Prefirió htchi.r hAsta morlf.

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Indudablemente, se dicen muchas tont.e.rias .sobre ('I u honor" y el "deshonor." lltn· emociones bMad:1s en ttl i;entimiento y no en la ruón; frocue~temeote las norin:u1 por medio de IM C~1l.llf'H !\O IM ju1.ga IKID coo\•encionales y ,·acias y á ,·eces extremadamente falsas. Sin embargo, el honor y deshonor son co&1u1 reales. ~o trataré de defi nirlas, pero indicaré únicamente que su caraeterbtica, como lo. de la .religión, es no oclmitir regateos. Ca..,i podemos pensa,r que el honor es ~entilltuuente n•1ucllo que un hombro libre estima más que su ,·ido, y el deshonor aquello que t~quiva mns que d suírimiento ó In muerte. Y lo importanlo para. noootro.s es que existen tales COSfls. Hay nlguni.& gentes, di9('ípulos de Tolst-Oy. que aceptan tv.la actit ud por lo que se refiere 3 morir, pero que la rechaT..ao por lo quo respecta ll matar. Esta bien-diccn- Ja resistencia pa.siva. ; justo es el martirio; pero resistir 4 fa violencia es pecado. Unn. vez paseaba yo con un amigo mío y discípulo do Tolstoy por un:, senda C'amp,e!tina; dclnnt,e corr(a una niña
pero no le pegarfa. Siempm ,;o cncontrar(m algu1rn.1J gente&, :lUnquc meooe de una entré mil, que opten por esta actitud. Dirlin : "Perezca la niñll ó sea robada ; cometa el hombre perverso otra pen•ersidad ¡ de todas suertes, yo no aumentaré la cant idad de ini1t il vfolencia que veo 4 ini alrededor." Con tales peri;onru; no i;e puede razonAr, aunque á menudo pueda uno reApctarlíls. CMi todo hombre normal pensará que el verdadero pecado, el ,·erdndero deshonor consiste en permitir que se cometa un noto nbomim~bl<' onte nue:stroo oj0$ cuando se l ienu la fu er2:3 partt impedirlo. Y cuanto rnltS fuerte uno sea. cuanto mayor 111 probabilidad de éxito. tanto m,is e.st;t uno obligado ú inte.n•e1lir. Si los bandolero-41 5on abrum11dornniente fuertes y no hay medio de \'eneerJ~ ó de,;b:irat.ulos, entonce;:-;. sólo entonces, hay <Jne pen,iar en el W()rtirio. El martirio no es la posibilidad mejor, Es casi la

8 peor.

Eis una solución desesperada, el último recurso cuando ya

no queda esperanza de resistir victoriosamente. Lo mejorsuponieudo que IOis 1-1alteadores estén nhí y que intenten cometer un criroeo-lo mejor es int,imjdarlos inmediatamente; despuée, Jo mejor es vencerlo!J tras una lucha áspero ; en tercer término, Jo mejor es resistir en vano y sufrir martirio; lo peor de todo, el 6nieo mal que nunca hay necesidad de aufrir, es permitirles que 1:1e salgan

con Ja suya sin protesta. (En cuanto a eon"encerles dé su maldad, ere es un proceso que puedé tener lugar después.)

Se habrá observado que en todos estos

C8.80S

de honor no se

cuenta ó por lo menos parece no contarse el costo, que no hay balance del bien y del mal. En nuestra conducta corriente, haeem.os

aiempro el ba)&uce do los reaultnd05 probables según se obre de esta ó la otra manero; pero cuando el honor 6 la religión entran eu escena, cesa todo balance. Digaselc al mú.rtir oris-tiano : " -Supongamos que ustOO quema una dcdada de incienso. t Qué mal hay en e11o 1 Todos sus amigos saben que usted ea un verdadero cristiano ; no se dejarán engañar. Nada habr& ganado el ídolo por el incienso ni habrá perdido nada el verdadero Dios de uatcd. i Por qu~ atraer el infortunio aob,e usted y toda su (amilia 1" O argero la oscncia de 111 religión ó dol honor os qua debe &Obreponerse ú todas las consideraciones materiales. Se toca al honor e.n aquel punt() 4:'n que un hombre re.spoode & alguna proposición : "-No lo haré. Prefiero morir." Estas eoeu se ven más fáciJmeote cuando se tnta de un hombre

que cuando se trata do una nación entero. Poro también se les prooont.an á. las naciones. En el caso de una nMióu, Jas eon&cc4encias materiales son mucho mas grandes y en general el 1>unto do honor suele ser menos cluro. Sin cruba.rgo. siempre que una nación, en 6u trat,o con otra, no cuente srno con la fuerz..'l ó el fraudu y niegue t\ su vecino 1a con.sideración corriente que se debe á loíJ seres humanos, tiene que surgir UM cuestión do honor. Austria dico repentinnmentc ii, Scr\•ia :-u F.r('s un pequeño Estado lleno de maldad. Yo he anexionado y gobornndo contrúsu voluntad á ,~arios millon~ de compatriotas tuyos ¡ sfo cmbi\rgo, aún esbí.s onlmado do sentimientos antinu.stria.cos, que no estoy dispuosta á consentir. Dcspedir&s de tu servicio IÍ todos los cmpleadoe, polítioos y soldados que no amen á Au.strio, y do tiempo en t,iempo te enviaré füte.s de pctsoMs A quienes has de despedir 6 mD.tar. Y si no das tu consentimiento i\ esto en el término de cuorenta y ocho horas, te obligaré yo, que ooy m11cho más fuerte que t<1." Sc:niA hizo cuanto pudo por sat.isfnoor las exigeneins de Aua:tria ¡ aceptó d0$ tereerns partes do ello., y pidió arbitraje &obre la tercera re.istcante. Pero bien claro está que no pudo aceptnrla.s todas sin quedar deshonrada. Esto es, Servia hubiera renunciado á su libertnd ante lo amenata de la fuerza ; los &er\•ios hubieran dojado de ser un pueblo libre y cada individuo servio hubiera quedodo humillado. Hubiera tenido que confesar que el"J. un hombre dis· puesto á ceder nnte lo intimidación de un austriaco. Y si se arguye que bojo un Gobierno aw¡triaco Servia sería m:is rica y estada m,ts se.gura y que loo labriegos servios obtendríon mejores mercados, DO se puede pr~tar oidoo ,i tales rozona.m.ientoo. Son el precio que ae ofrece por In escl:witud y u.o hombro libre no puede acej>far Ja eselavitud á ningún precio. Alemania clice á Bi!lgica (por el momento pre&cindimos de los compromisos especiales que babia contraido Alemania e.o uo Tratado): 0 -Ningún motivo do riña tenemos contigo, pero por ciertas razones tenemos el propósito de atrovesar tu territorio y aCMo librar en él una batalla 6 dos. Sab<mos que un Tratado te obliga {L DO permitir tal cosa, pe.ro no podemos remodiarlo. Con.siente, y luego te duremos alguna. compensación; rehusa 1 y te trataremos de suerte que más te valiera no haber nacido.''

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10 En aquel JllOmento Bélgicl\ era un Estado libre, independiente. Si hubiese cedido á la pretensión de Alemania hubiera dejado de ser n.mb:'t.8 eosa.s. Si AlemtLnia hubiera triunfado completamente y }'ranciti no hubiera podido tom!\r rcpttsalia.s, e.s posible que Bélgica uo hubiese sufrido grnnd('l-1 dnñOil materin.l~; pero hubiera aceptado órdenes de un c:ttraojero que no tcnhi drrec1"10 ú dArlas, por 111 sencilla rozón de &t!r ~I fuerte y no atrc,·er.se Bélgica á encararse con él. Rehuaó Bélgica. Hnn siJo destruidas i.lgunas de sus ciudades ¡>rincipalts ; mucrt-os l\lgunoo miles de sus soldados; ultrajados y reducidos á mendicidad muchos miles más de sus mujeres, niños y no combatientes; pero aí10 es Jibrc. 'fodnvfa tiene su honor. Ex,lminemo-41 este t1sunto más detenid:.lmeotc. Dice nuestro tolstoya.no :-'1 Jfobl!\mos del honor de Bélgica y del honor de Scr,·i~. Poro i quifn os Scrvi:1 y <1uién es Bélgica ! Xo hay ninguna peniona do tal nombre. Sólo hay grandes masas de fl:etts que .son servio-'il y belgas y la mnyor ¡unte de los cuales nada tienen que ver con las cuestiones en disputo. Algunos son honr;:idos, otr0$ no. El honor de cada uno depende de que pllguc sus deudns y dign }¡1 verdad, pero no depende lo más mínimo de que cierto n(iruero do extranjeros ptlSCn por su paí$ 6 se entremets.n on &u gobierno. El rey Alberto y sus ministros podrían sentirse llUmillndos si el gobierno alemán les oblignse & ceder contra su voluntad; pero¡ se sentiríi. la pohlll-Ción gener¡il 1 El 111.bricgo 6 el tendero ó el a rtesano de 1~ regiones do Visé, Lieja y Lo,·ain.n, t se hubiera sentido di.f&mndo 6 ave.rgonudo f Probablemente, hubiera ganado alg(ln dinero y se hubiera divertido en grande con el espectáculo de ver pnsar Jas t,ropas. i Quién pretende que lo que entonces hubiera sufrido .se puede comparnr por un moro "'oto con lo que bt\ sufrido ahora, para que el Gobierno se sienta orgull~o de sí mi'>mo 1 " Dejnn! á un laclo la cuc,btión de q_ue el dcjiu vfa libre 1\ Alem1\nia hubiera cquiv,1liieo gobern1u;lo, t e:; cierto que el ciudadano medio ~ indiferente al honor do su J>Afo ! Sabemos que no lo cs. Ciertamente, el dmhulano medio puede no con;iprender ¡\ menudo lo

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quo estA pasando, pero t.an pronto como lo sabe, ic interesa por ello. Supóngase que se descubriese que el rey, el pre~idente del consejo de ministros ú el presidente de los EstJdos Unidos estuviese paga.do por un país extranjero, como, por cjeoiplo, Jo estuvo

Carlos 11 por Luii XIV.

¡ Puede pretenderse quo los ciudadanos

do lt.- Grnn Bretaña. ó de América lo acephtrfan tranquilamente 1

Es absurda la idea de que un hombre normal pudiese decir: " Perfectamente, el rey, ó el presidente de la República, ó el presidente del Consejo de ministros

i;e

estai conduciendo de un modo

deshonroso; pero eso es cuestión suya y no mfa. Yo soy un hombro decente y honra.do y mi gobierno puede hacer lo que le plazca." El ciudadano ordinario sentll'á instant¿\ncamento y sin vacilación

que en el honor de su país estaba envuelto el suyo propio. ¡ Y desgradado. la sociednd dondo sucediese otra coro ! En In historia hallamos algunas sociedades de CMS. Son del g,nero de hu~ llnmodas 11 corrompidas" y generalmente viven poco. Bélgica ha dcmoatrado que no es de ese género de sociedad.

Pero t qué. decir de In misma Gran Bretaña ? En el momento actual ha s urgido un cruM> clarí~imo y en H podemos poner li prueba ouestios seotimientoo. La Gran Bretaña se 1Mbfa comprometido, mediante un aolcmne Tratado rcno,•o.do más de una ve,;, á mantener la neutralidad do Thl-lgica. Bélgica es un Estado pequeño situado entre dos fuerth1imos. Francia y Alemania, y amenazado del peligro do que lo invada 6 maltrato uno de elloo, á men0$ que lo.s grandes potencias garanticen su scgmidnd. El Tratado, que lo firmaron Prusia, Rusia, Austria, Franda y la Gran Bretaña, obliga á estas potencias ú no atacar ~í. B~lgica, ti no penetrar con tropas en ella y á no anexionar ninguna parte de ella ; a.dcmií.s obliga. ú resistir por la íuerM o.rmada ú cualquier potencia que iutenttltte hacer cunlquicra de estali C0$8!. Por su parte, Bclgica estaba oLlignda tí. conserva.t su propia neutrulidad por todos los medios disponibles y ;\ no uuirae á ningun Estado que estu,·iese en gucrr~ con otro. A 6nes del paSAdo Julio surgió ('xactamcnte e) caso en que nosotrOI' nos habfnmos comprometido , obrar. Alemania invadió {L Bélgica repentinamente y sin excusa, y mlgica apeló á oosot,roa y á. Francia pa.ra defenderla. Entretanto combatió sol.,, desesperadamente, contra abrumadoras fuerzas superiores. El problema estaba claro y libre do toda complicación. El canciller alemán, Rethmann Hollweg,

]2 tn su discurso de) 6 de Agost-0, reconocío. que Alcmnnia no tenfa a:9"avio alguno contra Bélgica y ningnnn excusa fuera de la º nece&idnd." No pocHa ir bastante aprisa á .Frnncia. por el camino directo. He aquí las razones que nos dió Alemania, en Une.as geoer;,11(,-s : 11 Ciertamente, ,~osotros fi.rmasteis un Tratado, pero i qm\ es un Tratado 1 No.-;otros firma.me>$ el mismo Tratado y ya veis lo que estamos haciendo. De todas suertts, Tra.tado 6 no Tratado, tonemOl'l á Bé!gica completamente en nuestro poder. Si hubiera hecho Jo que nosotros qucrfamos, la hubifaamoe trotado con amabilidad ; despué:$
nhoro Jo que nosotroa que.romos y os estúis quietos, mM tarde, cuando nsí 00$ COD\'Cnga, YC:rcmos el modo de hocer un arreglo nmistoso con vosotros. Si os entremetéis, tendréis que suúi.r fa,s eoosecucncia.s.. Confiamos que no cataréis tan locos parA poner todo vuestro Imperio e1) peligro por cuuaa de un u pedazo de papel." Nuestra respuesto fué-: " .Kvacuad Bélgica en e) término de doce horas ó lucluircmos contra vosotros." Yo creo quo esa respucstA fué justa. Examfue.se )a situación detenidamente. Por nuestra parte no hubo precipitación ni falt,3 de paciencia. Desde el primer momento de la crisis, trabajamos dia y noche en todns 1::.s Cortes de Europa en busca de tualquicr medi~ posible de concilillci6n y p:u. Con todo cuidado, sinceramente, habiamos explicado de antemano á Alemania cual tiería nuc-Stra actitud. No enviarnos nuestro ultimatum hílStA que Bélgica estaba ya invadida. He aquí la sencilla cuestión que se Ja presentaba al gobierno británico y creo que á cualquiera que se sienta ciud11dono británico : " HA surgido el coso preciso previsto en \'Utst.ro Tratado : están ex-terminnndo nl pueblo que jurasteis JJrotege.r. t ~fantendréi.s vu88t.ra palabra aunque o:; cuesto un precio gigontesco 6 faltaréis 1i ella por im·itación de Alemania t " Por mi (Xltte, pesando toda lo cuestión scren.n y dCP,.¡~pa-sionada• mente, creo quo en este c'MO hubiese p~ferido morir 11ntcs que ceder y creo que el Gobierno, al resolverse á m11ntener su palobro. á coeta de una guerra, ha interpretado exactamente el sentimiento del promedio de los ciudadanos británicos. Bute con lo dicho acerca de la cuestión de honor, puro y simple;

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lS del honor sin pensar en l;:is consecuencias.. Pero en la verdadera vida politica )AS situaciones no son, naturalmente, tan sencillM como e.so, sino que tienen muchos aspectoo y rnmificM:iones diferentes'.. Y en el ca.so actual, aunque occurre que In cuestión de honor es completo.. mente clara, parece probable- que aun sin ello ho.1:tfa ra1.ones que obligo.bao á la guerra. Clnro es <Jue ni ])Or un momento quiero decir que la guerra ib:} & $tr u beneficiosa u p.irn In Gran Bretai1t1 ; tnl eólculo sería infame.

Quiero dooir que, terribles como tenfon que ser

las consooucncias de intervenir nosotros en In guerr:11 lo probable e.s que- fuesen aun más profunda y ampliamente funestas las con·

aecue.ncias de no haber obrado osf. Dejemos, puea, oparte el Trotado concreto que nos obligtsbn respecto de Bélgica. Independientemente do ~. n0$ hollamos ante un complicado problema de alta politica, de prudencia y de patriotismo hacia nuestro propio ¡xiís y hacia )a humanidad. Dumntea.iios Alemonia ha constituido un problema p:m'L EuroJ>n. Desde que durrotó á Francia en 1870, Jo ha acompnñado extra· ordinariamente el hito y paroco haberla cmbriagndo. Este es un tema complicado que exige un conocimiento mucho mú.s hondo del que yo p0&eo. Simplemente, trntan\ de fij:i.r, lo mejor que- pueda, Ja impresión adquirida en una gran cantidad de lecturas y observa· ciooee. Desde el punto de vista de un hombre que realmente creo que las grandes naciones deben comportt\J'Sé las unas rcsp«to de otras fon escrupulosa y honrad::1mente como los hómbre.s res¡Xltu0$0$ de la ley, ninguna potencia en E oropa. 6 fuero de elln, cst& sin culpn. Todas ellas tienen ambiciones¡ todas ellM, hasta cierto ¡>unto, Orte de Ja tr11iei6n internacional, quebranta con írceucncia ltts reglas doJ juego. Su emperador, su eoncillcr imperial y otros gentes que ocupan loo m!s elevados puestos de responsabilidad exponen aus ambiciones y

14 proyectos eo un lenguaje que eu Inglaterra ó Franela sólo emplearia un periodi.t.ta irresponsable. DiS<:uteo, por ejemplo, si ha Uegado 1:, hora de conquistar una vez más A Francia y cu&I es el mejoi: medio de dejarla sin una gota de sangre y de reducirla á impotencia. Explican que Bi.smarok y su generación han hoo:ho de Alemania In potencio mi\s fuerte del Continente. Eo Europa "se respeta ahoro lt1 voluntad de Ale.mania " ; el uctual emperador se ha encargado do ha.oo.r que análogamente se In respete en todo el mundo. "lil futuro mundial de Alemania estó en el mar." Discuten si pueden construir una )íarina bastante fuerte para luchar contra la inglesa y dc.rrotarln, &in que se interponga la Gran Bretaña. Discuten eu público cuántas colonias y culiles dejarán A la Gran Bretaña cuando llegue el gnn "Dfa." Se lamentan y al mismo tiempo-por lo que uno puede inferir-se sorprenden sinceramente un poco de que " el egoismo brutal de la Gro.o BretaW\ " presente objeciones á este plan, y couUau-abierta y públicamente-que su notoria debilidad y cobardfa harán que tenga ,niOO.o de obrar. Como la Gran Bretaña tiene uu vasto número de 8úbditos mahometanos, que acaso pueden ser movidos ti descontento, el emperador alemán anuncia á," los tres cientos millones de mahometanos que viven esparcidos en le Globo u que i-iempre que de él necesiten, el emperador alemán será su amigo. ¡ Y esto en 18'!18-, eo medio de una paz profunda ! Eu las univert1i· dades a.lemanai; los profesores dan conferencias sobro lo. mejor mnner-.1 de destruir c1 Imperio britún.ico, y en las comidús de b Marina alemana los oficia)e,$ l,dndnn eonst-0ntemcnte por" El Día." ~o ha.y necesidad de explicar qué Diil. Lo curioso C$ que todo~ estos planes están expuestos en discur&oS pí1blicos y en JibroS-, extraños libros donde parece no tenerse en cuenta el sentido civilir..1.do de la justicia internacional y de Ja honradez común, as( como tampoco e1 sc-ntido de una común prudencia polftic.a ; libros doude so exponen J~ proyecto:, de un cons:umado ladrón con el c:,ndor de un niño. Y li través de este periodo, durante el cual conspim contra sus vecioo.'i y les dice que está com1pirando, Alemania vive en un estado do alarma. ¡ Sus vecinos l>On tan malos amigos ! Su aetitud puede ser correcta., pero no es de confianza ni cordial. El canciller imperial von Bülow decla.m en su libro que sólo una ,~ez pudo respirar libre. mente. Fué- en 1909, cuando Austria, su aliada, a.e anexionó por la violencia y contra su& compromisos las dos provincias eslavas do

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Bosnia y Herzegovina. Toda Europa se indign6, especialmente Rusia, Ja protectora natursJ de los eslavos,(• ln,sdaterra, la defensorn h:,bitun1 de las pequeñas oa.cionalidade'-$. PC>ro Al("mania púso pit en tierra. El Kaiser "se presentó en brillante c:ora7.a junto á su alfod~ " y ninguna potencia se atre,•iú ,t intervenir. Alemania no t<'nfJ razón. Todo el mundo sabía que no tenfa rozóu. Precisamente ese hecho era tan consoldador. Su ejé-rcito ern bastante grande ; su marina era bastaote grundc. Y por ti momento la temeroso triRturn se sintió segura. En fio, debemos recordár que fué Alemania 111 que inició 1-' c.ure.ra de los armamentos y que ,;e ha negado firn1ement.e $ toml.lr en coo.sidcraci6n las repetidM pro1>osieiones de Rusia para limitar los ejércitos y las de IngJaterro. para Jjmitar las marinas. Ahora bien, durante algún tiempo fué posible quitar importancia á estas señales de peligro, y ro, por mi parte, siempre he intentado .quihí.rse]a.. En todos los pa(ses hay miJita1i:.tas y jiogo-,; frecuentemente e1 nuestro los ha tenido de sobra. Los de la. 1.:~pede a1omsnA eran extraordinariamente ,·ocing1er~, pero no se deducia dé a hf que todo el p.1ís estuviese· con elfos.. El Kaiser, siempre impulsivo, dijo en conjunto mA~ cosas am.i.stosas que hos1.iJes. ])e todos suertes, parecía más prudente y m'-s poJitico responder á la pro,,oCRción con buenas formas y tratar de alentar á los elementos más liberale, y razonables de la vida pública alemana por medio de una persistente actitud amistosa. Esta poHtica pareció posible hasta Julio dcl año actual. Entonces se no!S impu.sicron ciertos hechos. Todoe cJJos están detallados en el Libro Blanco y demás correspondencia diplom:itiea. Repontin&mente dcscubriu,o.-. que Alemania y Austria, 6 algunos partes con.spiradonus de Alemania y Austria, hnbfan preparado un gran golpe, como <'I ele l!lOO, en mayor proporción. Era de una uo.turaler.a tan visiblemente agresiva, que su aliada, Italia, la ttrcern potencia de la Triple Aliil.nza, &e ne,g,; solemnemente ó proceder con elJa.q. La Alianza 1:1610 eru &plicable á una guerra defens.i\'a. Con todo cuidado se habf,l escogido el momeo.to. Suponían que lnglaterm C'itaba al bordo do una guerra civil en Irlanda y de uo nuevo motfo co In India. Francia acababa de pa-sar por un escándalo milit.ar, en el cual se babi,\ "i~to que el ejército andaba fulto do botas y muni<-ión. l{ulllia, ad('mtb de suíri.r una huelga. gcnt!ral y

16 otros tmstornos interiores, estobA equipando su.s tropas con un arma nueva y solo se habfa operado Ji. mit-ad del cambio. Se escogió ha.sta el día. Fué una semana en que Cllsi todos Jos embaja. dores estab::in lejos de sus puestos, dlslrut.a.ndo de sus vacaciones ve.ronicgas: el embajador inglés en Berlín y Viena, el ministro de Estado austriaeo, el presidente del consejo de ministros francés, el presidente del consejo de ministros scrvio1 el mismo Kaiser y otros que podfon haOOr eje~ido una influencia modera.dora sobre los

planes del partido guerrero. Repentinamente-, sin una palabm de aviso & ninguna potencia, Austria e.n,,i6 $U ultimatum á Servia., que debía contestarlo en cuarenta y ocho hor~ . Pasaron diez: y siete horas de estas cuarenta antes de que se enterar;.ln las clem(LS potencias y Austria declar6 la guerra ñ Servia antes de que toclos lO!J emb:,j:1dorcs estuvieran do regreso en sus

pueatoe. r.oo principales estadisto.s do Europ11 so pns,uon toda la noche buseondo un medio de-concili.aci601 de orbitraei6n y oun de simple dilación. En e.l último momento, después de haber regresado · el ministro de Estado austriaco y acept.ado una base de negociación con Rusfa, todo pareefa indicar que podría mt\nte.ner$0 la paz ; pero en es.o momento, Afomanin lam~ó su ultimatum contra Rusia y Fmnc·i1~ y Austria. estaba ya invadiendo á. Servio.. A las vointicuntro boros seis potencias europeas estaban en guerra. Ahora bien, todo.vfa no se conoce la historia secreta de esta extraño intriga. Tardaremos unos cincuenta años en conocerla. E$ imposible creer que la naci6n aJemana hubiera npoyado la con• spirnci6n, de haberla comprendido. Difícil suponer que- el Kaiser lo hubiera hecho> el ministro de Esto.do austriaco, una vez de vuelta, trt\tÚ de de8h11cer la obrn de sus subordinados. Pero de a)guno. manera los parlidos de la guerra do Alem11nin. y Austrin fueron supremos durante una semana fatal y se arreglaron pam a.rrastrar á sus países tras eJloe.

Nosotros ,·imos, como lo ,·ió ItaHa, que Alemania habfa pre· parado fa guerra. Vimoa cómo rompfa sus Tratados y arrollaba 4 la pequeña ~ lgica. del mismo modo que su aliada pisoteaba á la pequeño Servia. Recordamos sus tlmcnozas contra nosotros. Y en este mismo momento, como pnr11 ahoodor nuestros sospochas, nos hizo lo quo ha sido justamente ca1i6cado de una "proposición infame," ti saber, que si condonábamos a hora su vio1nci6o de Trotados, celebraría después con nosotros una II inteligencia..''

17 Supóngase que no hubiéramos catado comprometidos con Bélgica por nuestro Trat-ado ó que ni eiquiera nos lipse A Francia una. am.i.st.ad natural y sin ceremonia. t Qué hubiéramos podido hi,cer 1 Quiero examinar la cuestión desde el punto de vista de un estadista que tiene deberes para con su paf.s y para. con Europa. En mi opinión, Jo único que no pudimoo haber hecho fué repudiar nuei:ltra r~ponsabiUdad. Somos uni, potencia muy fuerte, una de las más fuertes del mundo. Aquf, ant~ nuestros ojos y al alcance de nuestros cailonts, ae estaba haciendo uno. cosa que nmenazaba á todas las criaturas de Europa. He aquí lo únioo c¡ue ningún estadista podfa decir: i, -Esto no es de nuestra incumbencia. Nosotros seguiremos uue,;tro camino como de costumbre." Era perfectamente posible quedaffle 6. un lado y proclamar nuestro neutralidad. Pero-aparte de las cut!Stiones de hono.c-proolamar la neutralidad era un acto f:lo grave como proclamAr In guerra. Nadie se imagine quo con eatarae quieto mientras se oomete un crimen ante loo ojos i¡e elude la responsabilidad del nseainato. No discutiré aquf sobre cuál hubiera sido la dedsión justo. Al contrario de una cuestión de honor, ello depende de un cuidadoso balance que se haga de los testimouios y las cona.oouencias, y en esto pafs apenas nadie, exceptuado el gobierno, tiene suficiente conocimiento para hacer el bttlancc. Por mi parte, hubiera empezado mostrando una fuerte predilección por la paz., aUll por uDA paz. fragmentaria, pero en último término me hubiera dejado guiar principalmente por lo., hombres públicos en quienes mt\s confío. Pero tal como ocurrieron las cosa&, nuestro gobierno no tuvo neoesidad de decidir sobre este difícil problemn, pues Aleoumiu se adelantó y dejó clara 1a. situación. La manera en que trató á Bélgica no sólo provocó nuestra apMionada indignación, l'iino que ll0f5 puso en el dilema de declarat la guerra 6 de faltará la palabra empeñada. Sin embargo, mo inclioo (l creer: que nuestro bieoesta1· depende tao vitalmente de respetar el Derecho público y Jos derechos de las nociones y que correría tao terrible peligro si Alemania pudie.,c establecerse en son de conquista en Dunquerque y Cala.is, que en este caso nos hubiera forzado & Juchar el mismo instinto de conser· \"ación. No me aventuraré , exagerar Jas espernu.zas que podew~ nbrigar respecto de la constitución de una Europa mejor al W:rmino de la guerra, uo& Europa que 10Jucione aua viejas dis.eoaiooes é

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invente un mecanismo especial para resolver lo.s nuevas di6cultndcs conforme &urjan, tomando por base la justicia y Ja concordia, no la intriga y I& fuerza. Perfoot.amente; es~remos esa reconstrucción, trabajemos por ello i pero será, cuando se pres.ente, unn tatta extremadamente diffcil, y sus mismos comienzos quedan Jej0S, soparados del momento de o hora y de la tarea inmediata por muchos rie1:1gos formidables. No tenemos derecho ll apaciguar nuestm conciencia, respecto de lu guerra, declnrnndo fas cos:,s buena~ y generosas que vamos & hacer despuéa de ella. Indudablemente, Alema nia se proponía baceroos 4 todos buenos y felices una vez

nos hubiera reducido A obediencia. .Por el momento, no podemos sino pen.&ar en nuestro deber y en la necesidad de nuestro

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conservación. Y yo creo que en este problema ambos van juntos : nuestro interés coincide con nuestro honor. Es curioso cuún 1\ menudo ocurre- esto. Una de la& viejaa creencias optimi.stoa del liberalismo del s iglo XIX, frteucntemente ridiculi.znda, es que el deber do una nación coincide generalmente con su interés. No hay dud:, que pueden \mconlrurae nbundunt,e.s excepciones, pero yo creo que funda.menti,lmento, l~mto para lus t1.acionea como ¡mm los individuos, In mala fe ó la maldad palpablemente consciente C8 e.o e.xtttmo de.sveutajosl.'. Este be<=ho es m4s inlodcr que induzco ll un hombreó 11 un perro ll ingerir una cuoharoda de nic-otina 6 ácido prúaic-o. Podéis tentar al perro C.!On la prome:;a de huc&O:S íutorOfl., podéi!S pettiundir ni hombre que precisamente era esa medicina la que su salud necessi· taba; pero sus mi1sculos de deglución so negt1rán li obrar. Tndudablemente. en los ¡>lanes de la 11Aturaleu In repugnancia Cif una medida que Mh~a á Ja raz;,. Ahora hien, no puedo menos de sospechar que-mucho m s débil y füliblcmentc-la negati~·a rotunda é invenciblo con c¡uo un ltolnbré dotado de sentido del honor 6 de sentimiento religioso acoge cierta clase de propooidon~, quo poroccn ,•entajosas ¡>or fuera, es ('Xactamente otro ovi.so de l1~ nRturalcza contra el veneno. En todos los cas.mJ examinados m{,s arriba, el del martirio cristiano, el del hombre honrado que se ne~<; 11 abandonnr 11 su~ compaiieros. no fué cierto decir, <'Omo J>,,
19 duradera, mayor después de todo que la muerto inmediata. Si el cristiano hubiera hecho sacrificios al ídolo, i qué hubicm sido de su vida después 1 Aca.80 sus amigos hubiertin repudiado su ej~mplo y hubierAn sufritlo martirio; sólo se hubiera quedado con su ver· gücnza. .Acaso hubieran imitado su ejemplo y por causa de él toda la partida de los" fieles '' hubiern traicionado á Cristo. Ni una cosa ni o tra hubiera sido una solución muy envidiable. Sin h.iblar mucho y sin ostentación, i no fué mucho mejor para la Iglesia entera y ¡>robablemente para el individuo mismo que desafiase & sus pc:rao· guidottS y muriese ? i Y no puede sostenerse lo mismo ahora. en el ca.so de cualquier patriota belga 6 s.ervio que haya tenido voz en el acto de su ptlf.s ? La alternativa no era el honor y fa desdicha por

una p,ute, r el deshonor y la vida foliz por otrn. A un lado estaba honor y un gran sulrirnicuto físito; al otro, t i deshonor y una vida sutilmenW afectada por ese deshonor en mil formas impre\'i.i;tas. No menosprecio la tremenda importancia. del dolor !f.sieo; no men~ preieio la ventaja de vivir todos lo., aií.os que seo con\·enieñte· mente poeible. Pero los hombtes han de morir nlguna vez, y si nos atrevemos á confesar la verdad, la cosa que In inmon.sa m11.yoríu de nosotros desea en Jo hondo del oonuón, la co...~ <JUC 6 bien es Ja fe.licidnd postrero ó bien es :í los hombres 1uál'I cara que In fe litidad, es Ju. foculttld de cumplir con nuestro deber, y, al morir1 el haber lo cumplido. Lo prueba Ja conducta do nuestros so)d1;1dos y marinos. º TA ,illúna t:ez que lt ,.¡ Jué en el puente, en ,u 7meslo.'' FAtos palabra& aon de un informe oficial ~rito por el ca.pitlln de uno de n uc,atros cr-uceroo perdidos. Pero esa es 1~ clase de epitafio i}UC casi todos loo hombres anhelan para sf, y supongo que 1~ hombre$ m1b cuerdos para su misma nnci6n.

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Si aceptamos esto, podremos dedutir m1ÚJ tOD$(X'UCncitl6. No todo es malo en la guerra. & una tragedia verdader.l quf! debe ir ..u:ompailada de la ooble7.a y del t riumfo, lo mismo que del de.satstre. . . . Este es \In terreno peligroso. El asunto se presta á uno nc-cia ampulooid.ud, especialmente cuando se carece de verdadera imagiM· c1on. No dcbem06 ponernOIS {1 ~ncomiar In guerra sin detenernos á pensar en los centenareíS de miles de S<'ffS humanos mezclados en t11les horrores de dolor y h~jCT..as. que si en rwestm vida corriente \'iósemos á un hombre tratado ele esa minera, lo memoria clcl cspect'-eulo nos angustiaría hasta eJ término de uuestn ez.ietenci.a ;

20 debemos acotdarnos de loo caballoa, acordarnos de las amables criat.u.ras brutalizadas por la fatiga y la inmundicia, de las personas en otro tiempo razonables transformadas ahora por la furia y al miedo en demonios de crueldad. Pero un• vez que nos bay:1mos dado cuenta de eso, podemos aventurarnos á busea.r en ~te de&iorto dol maJ alg(1n oaais de extroordinnrio bien. Al parecer e-.stos hombres que están occupados en lo que se asemeja. & un inmenso crimen, debieran descender mái abajo del promedio humano, más abajo del tipo corriente del hombre del pueblo. Pero i descienden 1 Día tras dfo Uegan de fa primera línea ríoo de cartas, extmñns historia~. fragmentos de diarios, etc., llenos de pequeños hechos íntimos que delo.ton un carátter, y casi todos coinciden en demostrar que estot; hombres no han descendido, sino que se han elev~o. H a habido, sin duda, una selección de cartas; hasta cierto punto, :.ns autores repiten lo que quisiera.o recordar y omiten lo que desearían olvidar. l>ero concedido todo esto, no puede uno lte:r las carta& y los de5pach06 sin un sentimiento de casi apasionada admiración por IOR hombres de quienes hablan. Originariamente, no tra.11 bombN.'S escogidoa por su" cualidades peculiares. Ernn precisamente nuestros conciudadanos hnbitun108, los hombres que encontramos en UU!l aeurá a,teatadn de gente. Nada. indicaba que su conducta en la vida común fuese mejor que Jade sus vecinos. Ahora sin embargo, bajo la presión de 11' guerr;,1, percibiendo ante sf un deber que es cl.uo é incontest:~ble y terrible, r«1liz:1n , diario COMS mlis nobles de Ja!I que fo, rnayor parto de nosotros ha tenido nunca oco.sión de realizar, cOSM que apenas nos sentimos capaces de hacer. No me refiero & las raraa hazañas que ganan UM cru.z Vict.ori&. 6 una cruz de la Le.gi6n de Honor, sino al nooeMrio heroismo habitual de.l promedio de: loa soldados: la larga resistencia, la obediencia ferviente, la vida íntimamente JigadA un que el $l\crificio de sr mismo es la regla normn1 y en que se perdona ,í todos los hombres menos á aquel que se salvo. á. expenSM de AU compaiiero. Pienso en los hombres que comparten sus últimas galletas con un labriego medio muerto de hambre, en Joa qua soooroon & camaradas heridos durante los dfas y la.s noches de u.na horrible :retiro.dn, en los que dan sus vidas por salvar ú sus compañeros 6 ú. $U9 oficiales.• O pienso en la expresión de las earM • 'r1)meaao, por ejemplo, do,s r('1taciones entro \'Ointo. l. El cabo do lanooN'.MI EdmondBOn, d& lot Ltmooroe Reale. Irlnnde«'"-, re.feria , t.lD period.Llta ,us e:icpcri.eociN dol siguiente modo: "No hay

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que be visto 6 que otroe nos bon descrito : algo aler~ y alegre y digno brillando en los ojos de aquellos que van á la primera Jinca y aun de los heridos que regresan. u Ni una ver..-escribc un ·corre• sponsal-ni una vez dé&de que estóy en Francia he visto entre los soldados u.u rostro enojado ú oído una palabra de enojo. Siempre est&n tranquilos, formales y admirable~ente animados.., Nadie duda alguna (le qoe , oue.trot M>ldadoa Jea anima todavía el Cll:lplritu antiguo. Mo (lncontró con doe eoldadoti do IOII MonlfU)<'tee de Argyll y Sutherlancl q_ue eo hablan ext:r1wiado im Mon&. Uno eetaba muy mal herido, pero eu 001npaJief'O no <J.uiao abendon.nrio en Lodo el tiempo y cu un pal.$ quo beMn d~ t1k!ruaoet. Aum1ue sólo ooniao unH g$llttas enlre loe doa, to ArRglaron pam ea1i.r a<Jelanto hMi. quo loa recogimos. Yo foa:iat( en que el ileso me dijoao o6mo &o las habían compuO&to paM pAMr cuatro días oon IK!ifl g0Uetme.ter 4. los froncei;c1, á pc$0r de q_ue ée.toe ee hubieran aJegrado de ayudarles." 2. Un eabo dol R~eot.o del Yorkshiro del Ooeto. quo (l5t.á uhon, herido en ol hoa¡,ít.a.l de Woolwich, refiere lo 1ig\liente de tm aoldado, no identi.Ocado, del Re,giml~n«. Real Irlandés, quien dió dcliberadaroento i:tu vidA para ¡,re,·enir á sus oomp,,ilcn:i. O()ntra una emboec&:la : " La bat.Ua dondo roe hirieron W\'O luga.r en un.a. aldehuela 08.l"ffi de . Rbei.ms. Luolúbomoa en contMto con los f111,n~ á la izquierdo. Ul'IA tWt,Jjanl' ~mpra.no nos enviaron ll oe.ta a ldea, que aupoo.!a,:noa libre del enemigo. En las afoor•• pregwitamoe á un mucha.cho íreno6.,. pero parecía asustMo y eoh6 i\ ooner. Atravoeamo& una callo IA,ga y oetrechu, y cuando ya vd'amoa e1 6:nol, un hombre salió procipit.u.damcot-o do unú (lU{I de la dcrocba. ln.medi.atamento so oyó una deaoarga de fosilícrra y ol pobre hombre eayó mu~to a.nt.,_ de llegar , nosotros. Era uoo do nuoetroa 801dadoe, dcl l ~ t o Jloo,I lrlaodéf. Supimos que e) d1a o.ntcrior una partido do oo.baUeria alemana, que merodeaba por u,IU, Je eogi6 pritionera y le retuvo en ll\oo.&Q do l11bru.nza donde IOíl ale.manes 06taban cmboeetLdoa, 4.'Wpol';lndon~. Comprendió lo quo propllrAb6o y aunque aabfa cqao le mata.ríe.o al menor ruido, decidi6 haaer una aalida precipitad• para anunoilll'Doe lo que nos aguardaba. Tenía m,;s do una dooon.a de balas en el cuerpo y oo hubo 1.a ~nor esperanx.a de sah•arle. r,.. Uevamo, 11 una eASa bMwL el 6nal del encuentro y al d.Ja ISiguionto 1~ cntemu:nos C(Hl. honore. militares. J.''altab& au ohapa do identifioaoi6n y todo otro dote.lle, de modo que eobre su tumba sólo pudimoe colocar ea.to epitafio, tributo debido á 1,100 que era má.a g:ra.ndo: "Snlv6 á los dem.6.1: él m.iuno no pudo sa.lvane." Cuando Jo dimos Aepultura en aquella .aldehuela, ninguno de DO&Ol!t~ ten.la los ojoe &CCOíl."

22 que baya seguido con atención la guerra necesita que se le hable dol heroi~mo de estos hombres. Xo olvido los miles que ge <_¡uedan en el campo de batalJa para morir, ni cl gemir de los hMidoe que se oye dura.oto todo el dfa entre el estrépito de los cañones. Pero también hay en ello una extrañí, y profunda alegrfa. 11 Uno siente una c:xtraordi.natia libertad-escribo un joven oficial rus~n medio de In muerte, con las balas silbando olredGdor. Lo mismo ocuno ü

los ;;oldados. Todos los heridos desean curarSé pam volver á combatir. Combaten con lágrimas de a legría en los ojos." La naturalczo. humana e$ una cosa miste.rioea y el hombre no llalla su bienestar y su infortunio donde sueJe creerse. rrener ante los ojos algo c1uo se ve claramente, que hay que hacer, que se puede hacer y que para l1acerlo hay que invertir toda la energía posible y acaso In vida : ho ahí por lo menos una forina do Alta felicidad, una forma que no sólo está al alcance-los hechos lo prueban-de los .. otos y los héroes, sioo del promedio de los hombre,. Indudablemente, en la vida ordiwnia pueden hallar <x!Asi6n de esa misrui, felieidad los pocos que han nacido con discreción é imaginación su.ficitntes ; pero en la guerra. cualquier hombre Ja encuentra. E&te eiJ el triumfo interior que reside co Ja entraña de la gran tragedia.


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