Manolo Rives: Historia De Un Tesoro Bajo El Agua

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20-M

NÁUTICA

Domingo, 30 de abril de 2006 / Diario de Mallorca

HISTORIA NAVAL

Historia de un tesoro bajo el agua

de nuevo el cargamento. Posteriormente, se conoció que la noticia era falsa, y en unas semanas apareció una escuadra anglo-holandesa de al menos 150 unidades. Entonces se prepararon los españoles precipitadamente a la defensa, movilizando tropas de tierra, milicias y voluntarios. Pero todo fue inútil. La cadena con empalizada que cerraba la angostura resistió la primera acometida, pero a la siguiente fue rebasada por varios buques enemigos. Al mismo tiempo, desembarcaban diversos contingentes de tropa.



Imagen de una goleta de finales del siglo XVII

ILUSTRACIÓN: RAMÓN SAMPOL ISERN

Cambiado con la DEMO VERSION de CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). Uno de los mayores tesoros de los que se tiene noticia en la Edad Moderna se perdió en España, concretamente en la ría de Vigo. Una parte del mismo fue apresado en su momento por la escuadra anglo-holandesa que atacó a los galeones españoles que lo transportaban y a la flota francesa del almirante Château-Renault, que les daba cobertura . Otra parte, que se hundió en las aguas de la ría pudo ser rescatada a lo largo de años de trabajo y, según se asegura, quedan aún hoy en día una gran cantidad de riquezas ocultas por el limo y el lodo. Todos los años partían de España dos flotas con la misión de transportar hacia América toda clase de productos manufacturados para abastecer a los colonos, siendo este comercio monopolio de la Casa de Contratación de Sevilla. Una vez descargada esta mercancía, los buques tomaban la nueva carga para conducirla a España, carga que consistía en una considerable cantidad de oro y plata, amén de piedras preciosas, tejidos exóticos, especias, maderas... etc. Estas dos flotas solían partir de Cádiz. Una era llamada la de “Nueva España” y visitaba las partes septentrionales del Caribe y Golfo de Méjico. La otra, llamada “de Tierra Firme”, tenía por destino los puertos de las Antillas del Sudeste y los de América del Sur. La primera tomaba también, en el puerto de Veracruz, todas las mercancías que provenían de las Indias Orientales, que el llamado “Galeón de Filipinas” descargaba en Acapulco, desde donde se transportaban por tierra hasta Ve-

racruz. A su vez, la “Flota de Tierra Firme” cargaba en Porto Bello los productos de las colonias de la costa americana del Pacífico, conducidos al puerto de Panamá y de allí a Porto Bello a lomos de mula. Evidentemente, todas estas mercancías reunidas entre las dos flotas constituían un tesoro fabuloso.Ambas flotas, una vez completada su carga, iban a La Habana, puerto donde se pagaban los aranceles y demás impuestos. En la historia que nos ocupa concurrieron una serie de circunstancias extraordinarias. Resultó que, debido unas veces al mal tiempo y otras a las noticias de haber piratas al acecho se fue aplazando una y otra vez la partida para España, llegando a transcurrir nada menos que tres años, con las dos flotas fondeadas en el puerto de la Habana, con lo que la carga habitual se vio triplicada. Por otra parte, con el cambio dinástico y el advenimiento de los Borbones al trono de España, se creó una alianza entre diversos países europeos para impedir la unión de España y Francia. Esto urgió la necesidad de cuantiosas cantidades de dinero para costear los gastos de guerra. Aquellas riquezas, oro, plata, piedras preciosas, maderas y especias, retenidas en la Habana, eran del todo imprescindibles en España. Pero los piratas seguían pendientes del fabuloso botín. Entonces Felipe V pidió ayuda a su tío, Luis XIV de Francia, quien envió una flota francesa a La Habana, al mando del almirante Château Renault,



para reforzar la escuadra española. Al fin, el 11 de junio de 1702, todas las flotas zarparon de La Habana con destino a España, al mando del general Manuel de Velasco y del almirante José Chacón. Una escuadra inglesa partió rumbo a las indias occidentales, para hacer frente a la flota española, fracasando en su misión. La llamada flota del tesoro, arribó a las Azores, donde corrían noticias de que había estallado la Guerra de Sucesión y que la escuadra inglesa del almirante Rooke, en combinación con fuerzas navales holandesas, había bloqueado Cádiz. El mando de la gran flota decidió arrumbar a Vigo, donde llegaron el 22 de septiembre de 1702, tras más de tres meses de travesía, fondeando los galeones en la ensenada de San Simón y los buques de guerra franceses en la bahía de Rande, al fondo de la ría. Para acceder a este fondeadero había que pasar por una angostura de no más de tres cuartos de milla, defendida por dos fuertes, el de Corbeiro en una orilla y el de Rande en la otra. Asimismo, se cerró la angostura con cadenas y una empalizada montada sobre barcas, balsas y toneles, quedando todo dispuesto para hacer frente a la escuadra enemiga si se presentaba.Al tiempo, se iniciaron las gestiones para desembarcar el cargamento, tropezando con continuas trabas burocráticas; ya que solamente en Cádiz se podía hacer esto legalmente, bajo el control de los inspectores. Por fin, después de indecibles gestiones en Sevilla y Madrid, fue autorizada la descarga, que debía hacerse bajo el control de un inspector enviado por Madrid. Cuando llegó el inspector, ya se había procedido a la descarga, pero junto con él llegó también la noticia de que la escuadra que bloqueaba Cádiz, bastante maltrecha, había emprendido el regreso a sus puertos, en vista de lo cual, se procedió a embarcar

El transporte marítimo de mercancías valiosas supuso un peligro constante para nuestras arcas

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A pesar de la resistencia española, nada se pudo hacer para evitar el desastre

Pronto cayeron los dos fuertes y algunos buques, y viendo Velasco y Chacón que sus fuerzas iban a sucumbir en manos del enemigo, dieron orden de destruir las naves para evitar que fueran capturadas. Muchas de ellas fueron incendiadas, otras fueron hundidas, bastantes capturadas al abordaje, todas ellas con sus tesoros a bordo. Las tropas desembarcadas atracaron y saquearon la población de Redondela, intentando hacer lo mismo con Vigo. Rooke se retiró con cinco galeones españoles capturados, más una media docena de buques franceses. La flota de Château- Renault, fue destruida en combate. El botín, llevado a la Torre de Londres, se valoró en más de un millón y medio de libras de la época. El resto del tesoro se perdió, en su mayoría en la ría. Aunque de poco fondo, unos 20 metros, éste es muy cenagoso lo que hace que los objetos pesados se vayan enterrando en el lodo, dificultando las operaciones de recuperación. Aún así, en los meses siguientes se consiguió rescatar una parte importante de las mercancías hundidas. El gobierno español, concedió permisos de recuperación, siempre que el 95 por ciento de lo rescatado fuese a las arcas de la corona. A mediados del siglo XVIII, el francés Goubert, en un largo proceso, aprovechando las mareas, logró mover el galeón “Tojo” y tras sacar los cañones, proyectiles y lastre, pudo arrastrarlo hasta tierra. Por desgracia, nada apareció del esperado tesoro. Dos décadas más tarde, un inglés, con campana de inmersión logro recuperar algunos objetos en su mayoría de plata. Sobre 1825 dos ingleses tras solicitar una comisión del 20 por ciento sobre lo hallado, recuperaron algunas piezas, pero huyeron con ellas. Esto motivo que en sucesivos rescates hubiese un buque de guerra en misiones de vigilancia y control. Posteriormente una compañía de trabajos submarinos sacó a superficie otro galeón , viendo como éste reventaba, por el peso del fango, cayendo sus restos de nuevo al fondo. En el último cuarto del siglo XIX, una expedición francesa consiguió localizar algunos pecios y aunque solo se hicieron con una mínima parte del tesoro, recuperaron material náutico de enorme valor para los científicos. Ya en el siglo XX, los italianos Alberti y Pino, con un aparato de su invención denominado hidroscopio, logro reflotar un pecio; pero por desgracia para ellos, sin oro ni plata. Muchas otras tentativas se han realizado posteriormente, con resultados igualmente infructuosos. Quizás tengamos que creer una vez más a Julio Verne, que en sus “Veinte mil leguas de viaje submarino”, afirma que el tesoro de la ría de Vigo fue recuperado por el capitán Nemo, con su fabuloso submarino “Nautilus”. MANOLO RIVES Director Escuela Náutica Palma

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