Lupus Albuaum

  • Uploaded by: Cristhian Ivan Alvarez Navarro
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  • June 2020
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  • Pages: 6
Lupus Albuaum Lepus Albuaum. Bañado por la luz platónica, un lobo hambriento vaga por entre un acantilado tratando de llegar a luna. El bosque no presente ruido alguno, excepto de algún otro ser noctívago. Al lobo nunca le gustaba salir a luz del día pues esta le parecía tan cegadora. Estaba famélico y muerto de frío. Era casi el final de un crudo invierno y era casi imposible, un milagro hallar una presa tibia entre el bosque invernado que calmara sus apetitito. Su madriguera queda muy lejos. Entre los árboles alcanza a percibir un chillido, y un aroma, un aroma que le es muy familiar y la vez tan nuevo. Se abalanza acechando, salta sobre los matorrales y mira como una sombra sale corriendo entre los árboles e inicia la persecución. Al cabo de un rato su presa es acorralada en a las orillas de un lago, donde se podía ver a la luna que vivía adentro. Pero el lobo noto algo en su presa, era una liebre, pero no cualquier liebre, esta tenia su pelaje negro como la noche y sus ojos color vino. Al parecer la presa no se encontraba asustada, esta se mantenía entre el lobo, el lago, la luna y la otra luna. Llenas las dos. Seis pasos y seria suya. La liebre solo lo miraba a los ojos y movía su boca como si tuviera algo dentro, esta, escupió una uva a los pies del lobo, esté, receloso, la olfateó y devoro. La liebre no le quitaba la vista de sus ojos. El lobo estaba hambriento y aun así no se abalanzo sobre ella. Entonces la liebre avanzo despacio hacia el lobo, paso por una de sus piernas acariciándola, se adentro en el bosque y justo detrás de ella él lobo que la venia siguiendo de tras a paso lento. El lobo no comprendía lo que pasaba. La liebre seguía avanzando entre los árboles, ramas y agua nieve. Él lobo saboreaba su aroma, pero esté no tenia un apetito normal sino una sensación de tranquilidad. “Las presas pueden esperar.” Al avanzar por el oscuro bosque, tras su compañera, noto como el frío dejaba de atormentarlo y el hambre a castigarlo. Nunca se había sentido así en su vida. Al seguir avanzando llegaron a la orilla del bosque, había un profundo claro. La liebre de pronto tomo velocidad, brinco entre una raíz expuesta de un árbol y paro a la orilla del bosque donde empezaba el claro, el lobo se puso en marcha y antes de llegar al árbol sintió uno de los dolores más horribles, un trampero había pues una trampa yacía quizás un día. El lobo tenía una su pata derecha atrapada, y esta sangraba profusamente. El lobo no podía dejar de aullar y llorar. La liebre estaba mirándolo de

una manera morbosa, sin hacer ningún movimiento, totalmente erguida con la cabeza inclinada a su izquierda. La liebre se acerco despacio y cautelosa, mirándolo fijamente a los ojos. Al llegar al lobo sin quitar la vista de sus ojos empezó a lamer la herida, el lobo pronto empezó a tener una sensación de alivió. La trampa lo había atrapado tan fuerte, que esta, se rompió casi al impacto. El lobo con su miembro lastimado cojeo hasta la base de un árbol donde crecía el musgo. Se recostó y lamió su herida, la liebre se acerco y acorruco entre el cuello y el pecho del lobo. Pasarían esa noche juntos. No llevaban mas de un minuto recostados cuando tres miembros de su antigua camada los despertaron, el lobo se incorporo rápido, la liebre se escondió entre sus patas. El lobo conocía bien sus intenciones y se puso, aun herido, en posición agresiva. Al mismo tiempo que gruñía la liebre pudo percatarse de lo diferente que era su protector de los de su clan, el era un poco más claro que ellos, casi como un blanco o gris desvanecido. Ellos eran de un negro desvanecido. De repente, uno de los intrusos se empezó a abalanzar sobre la pareja, y entonces unos truenos cruzaron el firmamento y empezó una tormenta feroz, rara para la estación. Los otros dos lobos que tenia detrás al escucharlos los relámpagos salieron huyendo, pero su líder se quedo empapándose bajo la lluvia. La pelea era inevitable. Los Lupus blanco se preparaban para pelear aun con un miembro herido, pensando en su compañera, busco a su alredor donde podía esta guarecerse de la lluvia y del combate. Vio un árbol con la base perforada que fungía como cueva, la liebre se marcho a tomar refugio, bajo la mirada de los lobos que la seguían hacia su escondrijo. Uno la miraba por su seguridad y el otro por hambre. Y la feroz pelea comenzó; ¡el lobo blanco se abalanzo primero sobre una de las patas de su rival, pero este cometió un error casi fatal, dejo su cuello expuesto a su agresor, esté era más fuerte y en esos momentos más sano que el otro! El lobo del clan lo tenía en su poder, lo zarandeándolo por el cuello y arrojándolo hacia un árbol brutalmente al final. El pobre golpeo como roca, y al tiempo que yacía indefenso y abatido, un rayo celestial cayó sobre una rama de un árbol adyacente, partiéndola en dos sin dejarla caer, como si lo que quedara de ella se aferrara al árbol! El Lupus Albuaum tenía un plan, vencería a su agresor con mañana, y esté moriría victima de su propia fuerza y vitalidad. Con todas sus fuerzas se coloco bajo la rama, parado frente al árbol esperando el próximo y ultimo ataque. ¡El lobo se

abalanzo una vez más con velocidad y furia, ya no podía seguir jugando con su presa. Y al acercarse más, este brinco sobre el lobo blanco, el lobo blanco se movió justo a tiempo, el lobo del clan choco contra el árbol, la rama cedió poco a poco, pero no cayó. El lobo se sacudía su cabeza por el golpe, y nuestro amigo miraba angustiado a la rama. El lobo del clan se incorporo dando tumbos, y al momento de abalanzase por tercera vez, un rayo volvió a caer sobre la vencida rama, dejándola caer sobre el lobo del clan! Atrapado, debajo, el lobo del clan lloraba y retorcía, y de alguna manera se levanto como poseído junto con la rama. ¡Era imposible! Ahora el lobo blanco estaba más cansado por sus múltiples traumas, pensaba que era el fin, se coloco en posición de ataque. Su hermano lo hizo también y con sus ojos enrojecidos como el infierno y la ira, se abalanzo sobre el y la pelea comenzó otra vez, pero esta vez rodaron sobre una cuesta que no tenia contemplada, y a la mitad de la cuesta, en plena caída, el lobo blanco se recostó y rápidamente detuvo su girar con una rama, su hermano salio disparado hacia unas rocas metros abajo golpeándose la cabeza y quedando tan aturdido por el golpe que se veía desahuciado. Mientras tanto en el cobijo de un árbol, la liebre veía toda la escena. De pronto vio venir una sombra familiar, un monstruo. La sombra salia de entre el camino en dirección hacia el lobo blanco. La liebre dio un salto y se oculto dentro de la cueva. Ahora si realmente temía por la vida de su compañero. El lobo blanco veía a su hermano tirado agonizando sobre las rocas, mirando fijamente a los ojos de su hermano. Estos reflejaban un aura de melancolía y redención. Por un instante el lobo blanco sintió lastima, sentimiento que se transformo en miedo al escuchar otro relámpago, pero era el ruido de un relámpago diferente, uno al que todo el bosque huía, al creer que este tenia vida propia. El relámpago salio por una rama brillante que humeaba y siseaba cuando caían las gotas sobre ella. Ardía, pese a que esta era fría como la nieve. Esta era sostenida por un cazador, que apuntaba a su hermano. El estaba parado al lado del lobo blanco, dejo de apuntar, lo miro, levanto su arma, apunto y al mirarlo bien con detenimiento, bajo su arma y dijo: -No iras ya muy lejos amigo-. El lobo blanco estaba impresionado de su suerte, pero no entendió lo que dijo el hombre.

El cazador, bajo la cuesta aprisa: tomo a su hermano que ya estaba muerto y empapado, y se lo llevo pasando de nuevo a alado del lobo blanco. El lobo blanco regreso cojeando y aun más lastimado hacia el escondrijo de su compañera. Se adentro y acurruco al fondo, mientras la liebre lamia sus nuevas heridas. Una vez más su saliva lo hizo sentir alivio, y sintió ese calor tan peculiar. La tormenta seguí, la lluvia y los truenos. La liebre se acurruco de nueva cuenta entre el cuello y el pecho del lobo blanco y durmieron como crías toda esa noche, soñando con el día de mañana. A la mañana siguiente el lobo despertó junto con su compañera. Salieron de la cueva. El Lobo pudo ver de nuevo el amanecer, el cual no había visto ya hacia tres meses. El lobo y su compañera caminaron hasta el lago para beber agua. El lobo podía sentir cada vez esa sensación de calidez, como felicidad. Bebieron tanta agua y comieron tantas moras que el lobo estaba satisfecho. Caminaron por el bosque, pasando por su escondite, por la rama caída, por el lugar de la pelea, hasta llegar de nuevo a la trampa destruida y ver el claro nuevamente. Al llegar al claro la liebre corrió unos metros, el lobo trato de alcanzarla, pero sus heridas no le permitían más que ir dando saltos. La liebre volvió a mira al lobo como antes, totalmente extrañada. De repente la liebre salio disparada desapareciendo del otro lado del claro donde empezaba el bosque de nuevo. El lobo trato desesperadamente de seguirle el paso. Todo ese día hasta el anochecer, corrió tras el aroma de su compañera. Y así continuo el día siguiente y el siguiente, despertando cada vez más temprano. Avanzando entre tormentas y sufriendo el ultimo aliento del invierno que agonizaba y planeaba no irse solo. El lobo no podía perder tiempo en cazar, así que se alimentaba de lo que encontrara a su paso, en especial de esas moras que le había dado alguna vez su compañera. Por donde pasara, le liebre dejaba un rastro de pelo y más aroma, pero al correr de los días el aroma era cada vez más difícil de seguir. Más difícil de disfrutar, el dolor ganaba terreno.

Los primeros retoños de la primavera saludaban al lobo que seguía igual de adolorido y tullido como al principio. Estaba lejos de su territorio, en un territorio desconocido. Seguía el rastro con las mejores intenciones, pero por las razones equivocadas. Sus costillas eran cada vez evidentes y su andar se hacia más lento. Al cabo de un mes, después del inicio de su viaje, callo rendido, dando un último suspiro al aroma que apenas percibía. El lobo se desmayo, era suficiente. Su espirito espíritu es aprueba de mordidas y tormentas, frío y hambre, pero no su cuerpo. El lobo despertó como a media noche. Bañado por la luz platónica, un lobo hambriento yacía acurrucado entre las ramas expuestas de un árbol. Abrió los ojos con sutiliza, todo era casi borroso y tardo un rato en enfocar toda la escena. Y delante de el la sorpresa. Había una liebre. Una liebre blanca como la nieve, como él. La liebre estaba erguida y lo miraba con la cabeza inclinada hacia su lado izquierdo. El lobo apenas se pudo incorporar con sus tres patas y su miembro lastimado que colgaba. Todo temblaba el pobre. Podrá tener un color diferente, pero el lobo noto de inmediato el aroma que había seguido con el alma. ¡Era ella al fin! ¡Su compañera! ¡El motivo de su vieja! La liebre se acerco con rapidez mientras el lobo se desplomaba pesadamente sombreé si mismo. Al llegar a el la liebre empezó a lamer el rostro de su compañero. De nuevo esa sensación tibia y relajante de antes. Y en un abrir cerrar de ojos, la liebre se oculto entre el cuello y el pecho del lobo. A lo lejos se escucho un aullido, era una loba acompañada de una jauría abundante. Pasaron todos lentos y casi pesados atravesando el bosque y a la pareja sin siquiera mirarlos. Al final de la caravana paso la loba solo para despedirse de su último hijo. Se acerco a él, lo olio de cabo a rabo, lamió su cara por última vez, y sin siquiera mirar a la liebre se marcho a liderar la manada. Derepente un trueno acompañado de un relámpago atravesó el espacio. Comenzó a llover. El lobo se incorporo pesadamente, tomo a la liebre entre sus fauces con tanta delicadeza como si fuera una flor, tratando de encontrar un lugar seguro en el bosque guiándose por una rama rota y quemada, y por una pendiente con unas rocas ensangrentadas al final, encontrando un hueco que fungía cueva en la base un árbol.

Sin saberlo volvió al principio, donde era justo terminarlo todo. Se acurruco dentro y la liebre junto él. Entre su cuello y su pecho. El lobo espero hasta que su compañera durmiera para poder hacer lo mismo. Había escuchado a su antiguo clan aullar a lo lejos, y temía que volvieran por hambre. Por fin su compañera cayo en un profundo sueño. El lobo blanco dio un suspiro a su aroma y durmió. A lo lejos su antigua clan soltó un aullido largo y profundo. A la mañana siguiente los pájaros trinaron tan fuertes que despertaron a la liebre. El bosque estaba lleno de rocío y de un aroma peculiar. Y en la cueva siguieron descansando un lobo blanco y una liebre blanca a pasar un nuevo invierno.

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