LOS SEIS CISNES
¿Se imaginan no poder hablar una sola palabra en seis años? Pocas personas podrían hacer semejante acto de constricción. Los seres humanos necesitamos comunicarnos para crecer, formar parte de un grupo o sencillamente contar lo que pensamos de la vida. Pobre niña la del cuento que les haré a continuación. Ella no pudo hablar por seis largos años, aunque razones tuvo para hacerlo. Tuvo una madrastra malvada, perdió a sus hermanos por largo tiempo, se distanció de su padre, vivió sola en el bosque, tuvo una suegra malvada, su esposo casi la mata en la hoguera y no vio a sus hijos por años… Con semejante rosario de problemas lo más lógico es que hubiera llorado, pero la muchacha del cuento de los hermanos Grimm no lo hizo. La promesa de liberar a sus hermanos de un hechizo impuesto por su madrastra bruja era más fuerte que su miedo a la soledad. Las penurias de la familia del cuento comenzaron cuando el padre de los siete niños se fue de cacería con sus ayudantes de palacio. Era un rey joven y viudo, que cuidaba a sus hijos con mucho amor. La madre de los niños, seis varones y una niña muy bella, había muerto algunos años atrás y el padre se había dedicado a criarlos personalmente. Un buen día el padre fue a divertirse un raro cazando ciervos en el bosque. Tanto se entusiasmó dándole caza a un cervatillo que dejó atrás a toda su comitiva. Perros sabuesos, ayudantes y amigos del rey vieron como este se alejaba enloquecido detrás del animal. De pronto, el rey sintió que se hacía de noche y fue solo en ese momento que se percató de que llevaba horas deambulando solo por el bosque. Fue entonces que sintió miedo de haberse perdido en una zona del bosque que no conocía en absoluto. Cuando su
angustia comenzaba a crecer descontroladamente se encontró con una vieja muy fea que paseaba solitaria por allí. La señora mayor le dijo al rey que si deseaba, ella podía ayudarlo. Su única condición era que debía casarse con su hija soltera, que casualmente estaba cerca de allí. El rey era presa de un miedo terrible, así que aceptó la descabellada propuesta sin pensarlo demasiado. No quería morir de hambre en el bosque y dejar a sus hijos huérfanos. El rey acompañó a la anciana hasta la cabaña donde aguardaba la joven casadera. Cuando el hombre entró en la casa se espantó ante la presencia de la joven. Aunque era muy hermosa, algo sospechoso o maligno presentía el monarca. No obstante, la imagen de sus hijos huérfanos lo ayudó para tomar a la joven y llevarla a su palacio. Al día siguiente se casaron el rey y la misteriosa joven del bosque. Como el rey sospechaba de su recién estrenada esposa decidió salvaguardar a sus hijos en una casa alejada del castillo. Allí solo él sabía llegar, así que la joven mujer jamás sabría de su descendencia. A los niños no les gustó mucho la idea de la mudanza porque estaban solos la mayor parte del día, pero su padre iba a verlos todos los días. Estas visitas tan seguidas comenzaron a levantar las sospechas de la reina, que era muy posesiva con su esposo y sus riquezas. Un día la reina se impacientó y decidió averiguar por qué viajaba tanto su esposo. Cual no fue su sorpresa al saber que el rey tenía hijos, y que los escondía de ella. Rápidamente ideó un plan macabro: los convertiría en cisnes, para que jamás pudieran disfrutar de su aspecto humano y volaran muy lejos de allí. Utilizando las artimañas que le había enseñado su madre bruja, la reina coció varias ropas blancas y las hechizó. Al día siguiente el inocente rey se fue de cacería y la malvada bruja fue directamente hacia la casa de los niños. Cuando los tuvo muy cerca de ella les tiró encima las ropas que había maldecido y los pobres niños se convirtieron en cisnes. Estrenaron sus nuevos cuerpos emprendiendo vuelo inmediatamente. Solo se salvó de semejante castigo la niña, que estaba escondida de su madrastra. Cuando el padre llegó a visitarla le preguntó qué había pasado con los niños y ella le contó. El rey se afligió y determinó llevarse a su hija al castillo para protegerla. En lugar de esto, la niña decidió buscar a sus hermanos de cualquier manera. Luego de mucho andar logró encontrarlos en una cabaña en medio del bosque. Ellos le contaron que solo por un tiempo muy corto del día podían disfrutar de su forma humana. La niña decidió ayudarlos a salir del hechizo, pero ellos le contaron la dura realidad: tendría que dejar de hablar y reír por seis largos años. Ella asumió el reto, aunque fue muy difícil. Cuando estaba a punto de ser quemada en la hoguera, por crímenes que no había cometido, se cumplieron los seis años de su silencio. Sus hermanos volaron hacia ella en forma de cisnes, y ella les alanzó unos ropajes que había cocido para eliminar el hechizo. Fue así que todos pudieron vivir felices, sin brujas ni maleficios.