Los Gringos

  • Uploaded by: Carlos Pena
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  • May 2020
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LOS GRINGOS Carlos Peña --Era aun muy de mañana. Ni los gallos habían cantado y Urbano ya estaba despierto, se levantó en silencio, no deseaba despertar a la Juana, la pobre estaría tan cansada, siempre haciendo algo, cuidando a los niños, preparando comida, lavando ropa propia y todo aquello que de improviso había aparecido, limpiando la casa y ayudando a doña Lupe con los puros, pedirle que se levantase a hacerle el café y la comida para ir al pueblo no era justo. --Eran tiempos difíciles. Desde que llegaron los gringos todo cambió. Y pensar que habían pensado que cuando se enteraron de la venta de la hacienda Palomina de Goyo Ortíz, todo iba a ser mejor. Todo el mundo dice que los gringos todo lo mejoran, que son diablos para hacer dinero y que lo que tocan lo vuelven oro. Que mentira. Primero vino el Mister Scott, blancote, alto, de cogote colorado. Trajó a su gente en cuanto firmó los papeles de la compra de la Palomina. Y empezó la medidera de terrenos y la colocadera de las alambradas. Esas cosas marcaron límites que ya eran harto conocidos por todos. Con el Goyo todo era paz, y el respeto siempre estaba presente. Además Goyo nunca dijo nada cuando un animal se metía en sus terrenos, y eso que las vacas de Esteban, el tuerto, le hicieron un bonito daño el año de la tormentona, y aun así, todo quedó arreglado con la disculpa del tuerto. Un apretón de manos y se acabó el asunto. El Goyo sabía que había sido un accidente y los animales son animales. --Urbano atizó las brasas que Juana dejaba en la cocina. Muy quedo, aventó unos leños y los acomodó para hacer el fuego, tomó la jarrilla y fue hasta la tinaja del agua, llenó la mitad de la jarrilla y la colocó en la parrilla sobre la naciente llama. Salió de la pequeña casa y fue hasta la pileta para darse un buena lavada de cara. --Si, señor... los animales que saben de propiedades... Luego vino el otro gringo, el tal Mister Smith. Coloradote también y de ojos azules, pelo amarillo. Nos vino a saludar a todos. Dando la mano de uno en uno y hasta se quitó el sombrerito ese que usa cuando conoció a la Juana, el Jacinto dice que lo mismo hizo cuando fue con él y le presentó a la Irma. Muy educado y sonriente. Y nosotros que no sabíamos nada lo recibimos como manda la ley, como uno más. Luego nos enteramos que este, era el nuevo dueño de la Palomina y que el Mister Scott era su representante como dicen ellos. Fue al poquito tiempo que nos visitó el representante y nos dio el trabajo. A tirar la casa donde había vivido el Goyo tantos años. Y la verdad que no entendí para qué. La casona estaba buena, fuerte y bonita. Parte de la herencia que el viejo Telmo Ortíz le dejó al Goyo. Nosotros hicimos lo que teniamos que hacer. Nos pagaron para tumbar la casa y hacer la otra. Esa que tienen ahora, de paredes delgadas y piso bonito. Los gringos si que estan locos. Bueno que solo fuera locura... --El agua fría, reanimó el espíritu de Urbano. Respiró profundo aquel aire de madrugada. Las cigarras y los grillos sonaban fuerte. Se escuchaban los sapos y las aves de la noche, aprovechando los últimos momentos de la oscuridad. De vuelta a la casita, al entrar en la cocina, lo asustó Juana, que estaba parada frente al fogón, haciendo unas tortillas y una sopita de vegetales. -Juana!... Buenos días... te desperté con el ruido del agua, verdad? -Buenos días Urbano, no, ya estaba despierta desde antes que tu. Sientate, ya te voy a servir. Pusiste poca leña, va a tardar un ratito. -Solo café quiero Juana, de comida me llevo algo de lo de ayer. Asi esta bien.

-No Urbano, esto ya va a estar... cómo de te vas a ir sin comer? Es pecado eso. Vas a caminar mucho, a trabajar demasiado y necesitas estar comido para aguantar. Vas a regresar tarde. Hoy mató una gallina para tenerte un buen caldito. --Las mujeres... sin ellas todo esto fuera peor...Juana, Juana... hablas como si todo estuviera como antes. No tenemos gallinas. No hay huevos. No tenemos animales. Antes si... ahora no. Todos los años eran buenos en la Palomina, la cosecha del café le daba ganancias a todos. Y aun había más... el algodón de la finca Asunción, y arroz, frijol y cebolla con Don Sebastian en la Blanca Magdalena. Limpiabamos terrenos, sembrabamos y cosechabamos. Ibamos a los ríos y cogiamos pescados, cangrejos en abundancia. Los árboles frutales nos daban tantas cosas, en las casas nunca faltaba la comida. En poco tiempo Mister Smith cortó todos los árboles de la Palomina. Trajo esas máquinas amarillas que aplanaron todo el territorio de la finca. Y luego llegaron todos aquellos camiones cargados de cajas y cajas. -Urbano, tomá tu café, se está enfriando. Aquí está todo listo. No vayas a dejar de comer. -Gracias Juana. Es tarde. Ya debo irme. Pasé por la casa de Nicanor y Josefo. En tres horas llegamos al Cedral y de allí nos lleva Don Jonás en su camión hasta Las Palmas. No te preocupes Juana. Ahorremos todo lo que podamos para irnos de aquí. Una simple mirada y Urbano cogiéndo su bolsa salió en dirección a la casa de Nicanor, el cielo empezaba a pintarse de un ligero tono rosáceo. Juana lo vio desaparecer. Luego volvió a la cocina. Más comida que preparar. Dejarlos despiertos y ocupados en algo, mientras ella, se encaminaba a la Palomina junto con las otras mujeres del caserío, unas iban a lavar ropa, otras a hacer comida, otras a coser y remendar. Ninguno de los hombres del caserío trabajaba en la Palomina. Todos los hombres trabajando allí eran venidos de fuera. --Pasado un tiempo, la Asunción y la Blanca Magdalena pasaron a ser propiedad del gringo también, fue algo sorpresivo, tanto los Guadiola como Federico Suarez, nunca habían dicho que pensaban vender las fincas. Pero lo hicieron y lo que le pasó a la Palomina le sucedió a las otras fincas, fueron niveladas. Todas las construcciones originales, los depósitos, los silos, las casuchas de material, todo fue destruído. Y durante días y noches las máquinas trabajaron en dejar todo el territorio planito. Todos se preguntaban por la razón que tenía el nuevo dueño para todo aquel trabajo, imaginando qué clase de cosecha necesitaría tanto terreno plano. Pero a lo único que se enfrentaban era al desempleo, puesto que no había para ellos nada en ninguna de las tres fincas, las únicas eran las mujeres, contratadas para lavar aquella inmensa cantidad de ropa, toallas, lonas, carpas que habían llegado a la gran finca. Esto aumentaba la curiosidad y la frustración de todos. Juana se apresuró a terminar sus asuntos en la cocina, despertó al pequeño José y a su hermano Aníbal, los envió a lavarse la cara, la mujer tenía que apresurarse, Doña Lupe ya tendría mucho tabaco listo para los puros, asunto que se acabaría pronto debido a que Doña Lupe no tenía intenciones de quedarse por mucho tiempo más, sin tabaco, no tenía razón de quedarse y por su edad le era demasiado difícil ir a la gran finca a lavar todo aquello junto a las otras mujeres. Los niños regresaron y se sentaron a la mesa, Juana les acerco sus platos de comida, les aconsejó cómo portarse y sin tardar un minuto más salió hacia la casita de Doña Lupe. --Las mujeres se reunían todos los días en el portón de lo que había sido La Palomina, a las 8 en punto llegaban dos de los hombres que trabajaban para el gringo, eran gente rara, nunca sonreían y solo se

comunicaban entre ellos en el mismo idioma del gringo. Las escoltaban hasta los nuevos lavaderos y empezaban a lavar aquella cantidad inmensa de ropa, durante 10 horas, unas lavaban, otras tendían, otras planchaban y doblaban lo del día anterior y otras iban depositando las prendas en las mismas cajas donde había llegado originalmente la ropa. Las más fuertes lavaban telas muy gruesas, carpas, sábanas gruesas, el trabajo era duro, tedioso y continuo. Solo descansaban 30 minutos y en tandas de 10 personas. Lo curioso era que todo, absolutamente todo era de color verde. --Los animales que antes vivian en las fincas, fueron transportados a lugares desconocidos y algunos simplemente abandonados en los montes aledaños, vacas, caballos, asnos, aves de corral, cerdos... no quedó un solo animal en ninguna parte, y los corrales, gallineros y porquerizas fueron destruídas. Por su lado, Urbano y sus compañeros, es decir la totalidad de los hombres del pueblo, habíanse visto obligados a buscar trabajo en lugares muy alejados de sus casas, por ejemplo en Las Palmas, finca de café propiedad de Isidoro Alegre, que al ser informado de los cambios extraños que se vivían, aseguró a sus muchos trabajadores que él no tenía intención alguna de vender ni una sola hectárea de su finca a nadie, fuera gringo o no. --La tarde de un domingo, un espantoso ruido despertó a todos los que pacíficamente hacian su siesta. Eran muchos helicópteros, muchísimos, volaban bajito y el viento causado por ellos era tan grande que las hojas de palma usadas como techos de las casas se desprendieron de su lugar, las piletas cayeron al suelo, la ropa tendida en los lazos voló por los aires y la gente apenas si se entendía a gritos. Casi una hora tardó aquella pesadilla. Y luego de un silencio breve de unos 30 minutos, muchos soldados, armados con mucho equipo llegaron hasta el caserío. Entraron a las casas, sacaron a todos y los reunieron en el claro del camino a La Palomina. --Mister Smith llegó, uniformado de soldado y les gritó: -Señores, desde este momento, sus casas y todas sus posesiones, quedan confiscadas por los gobiernos de Los Estados Unidos de América y Guatemala... Esto es ahora una base militar de entrenamiento para defender al mundo del comunismo... y todos ustedes firmarán un documento de renuncia y tendrán que buscar un nuevo lugar para vivir, los gobiernos de ambos paises les agradecen profundamente su cooperación y les garantizan que nuestras fuerzas estarán unidas para luchar a muerte, si es necesario, contra este enemigo de la libertad y la democraciaCon aquellas palabras, la vida de Urbano, Juana, sus hijos y la de todos aquellos habitantes, quedó truncada, de manera definitiva. --Y asi... con la expulsión de aquellos campesinos y la expropiación forzada de aquellas tierras, quedó fundada la base militar norteamericana en territorio guatemalteco para el adiestramiento de elementos militares para una proyectada invasión a la isla de Cuba.

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