LO QUE HACE QUE UN POEMA SEA UN POEMA Por Juan Bartolo Domínguez T. (UNO DE DOS) A la hora de procurar una explicación sobre el ser del poema, se suceden confusiones diversas, motivadas básicamente por la relación que establecemos entre dos componentes que pugnan entre sí por enseñorearse de la esencia del poema. Estos componentes son, de un lado el fondo, tras cuya búsqueda nos enrumbamos en una dirección que presenta tres posibles salidas; y de otro, la forma, con su rasgo de vacía unicidad. Las tres opciones hábiles del lado del contenido son: una, el autor. Según esta, el poema es “algo” que quiso decir o quiere decir aun el poeta. Dos: el lector, al concebir que el poema reside en “lo” que se va a suscitar en el receptor, durante o después de la lectura. Tres: el objeto representado, es decir, el “algo”, el “lo”, re-producido por el texto, es lo fundamental. En cualquiera de las tres concepciones, la verdad del poema yace fuera de él. Los signos (la lengua propiamente) en los que creíamos tener el poema son solo una señal remitida a una realidad. La forma, de su parte, se erige con aparente razón como el factor qa considerar a la hora de inquirir por la entidad de la pieza de creación poética. Según esto, lo dicho no hace al poema, sino la forma en que “aquello” que se dice resulta intrascendente. Lo decisivo es el cómo se dice. El poema es, así, una forma que dice o querrá decir algo. La desquicias resulta razonable, porque, ¿acaso no sería chocante establecer una distinción entre temas poéticos y no poéticos? Sin embargo percibimos una dificultad latente en la insipidez de la forma vacía. El problema –que lo hay- proviene del afán por trazar una línea divisoria entre fondo y forma, con la subsecuente ponderación de uno de los dos. A Benedetto Croce le resulta inadmisible la bipartición. Al decir de Warren y Wellek en su “Teoría literaria”: “En el sistema de Croce, que es completamente monista, no se puede establecer distinción alguna entre estado de ánimo y expresión lingüística. Croce niega en todo momento la validez de todas las categorías estilísticas y retóricas, de la distinción entre estilo y forma, entre forma y fondo...”. Los formalistas rusos van también en la dirección anti-dicotómica. Pero su solución radica en la asunción de la forma como lo apreciable en detrimento del fondo. El formalismo implica de todos modos una frontera entre fondo y forma, imposible de trazar con seguridad. Warren y Wellek critican a los formalistas rusos y proponen conceptos totalmente diferentes. Sugieren, por un lado, la pareja de conceptos de estructura y materiales, que, según ellos “no es, de ningún modo una simple renominacio de la vieja pareja de conceptos –fondo y forma-, sino que cruza de parte a parte las antiguas divisorias: ‘los materiales’ comprenden elementos antes considerados parte del concepto del concepto de contenido o fondo, y partes que se consideraban forma: la ‘estructura’ es un concepto que abarca tanto el contenido como
la forma, en cuanto organizados para fines estéticos”. ¿Pero acaso es el concepto de estructura la solución al problema de ser del poema? Lo veremos en la próxima entrega.
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