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POSMODERNIDAD LITERARIA EN ÉRASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO, LA VIVA PRESENCIA DEL ANTIHÉROE
ANGIE LUZ ESTREMOR HERRERA WILSON DE JESÚS TORRES BUELVAS
UNIVERSIDAD DE CARTAGENA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS PROGRAMA DE LINGÜÍSTICA Y LITERATURA 2017
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POSMODERNIDAD LITERARIA EN ÉRASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO, LA VIVA PRESENCIA DEL ANTIHÉROE
ANGIE LUZ ESTREMOR HERRERA WILSON DE JESÚS TORRES BUELVAS
Trabajo presentado como requisito para optar al título de Profesional en Lingüística y Literatura de la Universidad de Cartagena
Asesor JARVIN SIMANCAS DE LA ROSA
PROGRAMA DE LINGÜÍSTICA Y LITERATURA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS UNIVERSIDAD DE CARTAGENA CARTAGENA DE INDIAS D. T. Y C. 2017
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Nota de aceptación ___________________________ ___________________________ ___________________________ ___________________________ ___________________________ ___________________________ ___________________________
___________________________ Firma del presidente del jurado
___________________________ Firma del jurado
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Firma del jurado
Cartagena D. T. y C., 24 de julio de 2017
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A nuestros padres, hermanos y familia, por apoyarnos en este camino.
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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN CAPÍTULO I CONTEXTUALIZACIÓN: CONSIDERACIONES GENERALES 1.1.
Efraím Medina Reyes y su obra
1.2.
Características del modernismo literario en Latinoamérica y en Colombia 16
1.3.
Modernismo literario narrativo en Colombia
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1.3.1. “La superación del fenómeno de la violencia sociopolítica”
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1.3.2. “La búsqueda de identidad cultural”
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1.3.3. “Música y marginalidad”
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1.3.4. “La tendencia a desarrollar la llamada « novela urbana»”
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Características del posmodernismo literario
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1.4.1. La escritura posmoderna
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1.4.2. Contraste entre el modernismo y el postmodernismo literario
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1.4.
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CAPÍTULO II LA EXPRESIÓN LITERARIA POSMODERNA EN ÉRASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO 2.1. Características de la posmodernidad
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2.1.1. Contextualización
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2.1.2. La posmodernidad y sus características fundamentales
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2.2. Posmodernidad en la literatura latinoamericana
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2.3. Posmodernidad en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo
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CAPÍTULO III EL ANTIHÉROE, ELEMENTO CONSTITUYENTE EN ÉRASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO 3.1. El héroe tradicional
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3.2. Del héroe tradicional, al antihéroe posmodernista
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3.3. La presencia del antihéroe en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo
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CONCLUSIONES REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN La obra del escritor cartagenero Efraím Medina Reyes presume de un reconocimiento sobresaliente en el marco de escritores contemporáneos y actuales del Caribe colombiano. Se ha hablado de su poética, de sus ensayos y de su narrativa en general; hay algunas publicaciones y traducciones de sus obras en diferentes países 1 . Está claro que en la narrativa de Efraím Medina Reyes, académicos, críticos literarios e investigadores interesados en la literatura han encontrado materia de trabajo para evaluar, criticar y analizar el legado que está dejando Medina al caribe colombiano y al mundo. Hay características particulares en la escritura de Medina que hacen que su narrativa sea especial. De forma recurrente sus personajes representan fidedignamente una estética de frustración y fracaso donde el mundo del amor —como en el caso de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo— está principalmente ligado a la decepción, al sexo desenfrenado, el alcohol, las drogas, los sueños y planes rotos. Subyace en sus escritos un mundo donde muchas cosas suenan absurdas, trágicas, tristes y en numerosas ocasiones dolorosas. Llama enormemente la atención el análisis de los personajes en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo pues son todos personajes fragmentados, poseedores de las características anti heroicas que resultan de una sociedad que sufre cambios históricos hacia la modernización y la industrialización. Efraín Medina hace de sus personajes el centro de la obra, al resaltar las cualidades particulares de sus personajes, al plasmar sus vivencias conectadas con el mundo moderno y posmoderno, está dando vida a la figura del antihéroe en toda la extensión de su obra. 1
La obra de Medina Reyes ha sido traducida a diversos idiomas en especial al italiano, croata, el indonesio, el tailandés, coreano. Algunos de los títulos en italiano incluyen “C´era una volta l´amore ma ho duvoto ammazzaro” , “La sessualitá della Pantera rosa” , “Cinema Albero” , “Quello che ancora non sai del pesce Ghiaccio” , “Tecniche di masturbazione fra Batman e Robin”; en francés, “Sara e le balene” , “Il était une fois l´amour, mais j´ai du le tuer”.
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Llegaremos al descubrimiento de que no siempre es uno solo el personaje que carga con la tarea de ser antihéroe y que por el contrario, de una novela posmoderna puede esperarse que más de uno de los personajes cargue con la caracterización que les hace cumplir este papel al interior del universo ficcional de la obra literaria. Este fenómeno, como ya se ha dicho, está presente en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, convirtiendo así la figura del antihéroe en una figura constituyente de la propuesta de sentido de su creación literaria. En síntesis, los personajes de Efraím Medina Reyes en su obra Érase una vez el amor pero tuve que matarlo —la cual es una obra enmarcada en lo que se conoce como posmodernismo literario— manifiestan características antiheroicas en sus modus vivendi, haciendo de la figura de antihéroe un elemento central de la propuesta estético-literaria del autor. Al iniciar la búsqueda de artículos críticos que diesen cuenta de la narrativa de Medina Reyes, encontramos que la su obra no ha sido muy estudiada por la crítica especializada. Hay una especie de ausencia de discursos de reconocimiento serios que faciliten el acercamiento a la obra de Medina Reyes desde un punto de vista institucionalizado, oficial, canónico. Tal parece que por no entrar en las formas habituales de lo que se entiende como canon literario del Caribe, la narrativa de Efraím Medina Reyes suele ser excluida del análisis oficial, riguroso y profesional que gozan las obras de otros autores con un poco más de suerte canónica como es el caso de García Márquez, Luis Carlos López, entre otros. De la misma manera, al realizar nuestro trabajo investigativo tenemos la sensación de que los elementos que componen la obra del autor indistintamente de su género, tales como lo irreverente, lo vulgar, y lo trasgresor contribuyen en cierta medida a la predisposición del crítico y el lector para no abordar la obra desde una óptica estructurada, rigurosa, formal,
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ligando la literatura de Medina a un afán de sensacionalismo sin establecer los vínculos con las diferentes propuestas estético-ideológicas que se hallan en la obra. En este orden de ideas, la presente investigación parte del presupuesto teórico de que esta obra se ubica dentro de lo que se conoce como posmodernismo literario, y que por ello hace uso de diferentes premisas ideológicas de la tradición posmoderna anglosajona y latinoamericana. Sumado a ello, en este trabajo se sustenta como la obra se articula a sí misma como un texto heterogéneo que se ubica entre formas propias del modernismo literario contemporáneo y posmodernismo literario. El ejercicio que nos ocupa al elaborar este trabajo busca aportar nuevas ideas al panorama de los estudios literarios del Caribe colombiano así como del discurso de la marginalidad presente en la literatura contemporánea colombiana, y de la cual el escritor cartagenero Efraím Medina Reyes es un ejemplo representativo. Se pretende con este trabajo enriquecer el campo semántico referente a la obra del autor, enfocándose en el estudio de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. Se quiere generar un diálogo con otras propuestas de sentido, así como sustentar de qué manera se establece una ruptura a la concepción del héroe tradicional con el uso de la figura del antihéroe. En este estudio, la figura del antihéroe es considerada como un elemento central de la obra. La perspectiva de esta investigación está dada desde una óptica de lo posmoderno, sin ser estrictamente posmodernista; es decir, asume dinámicas que se proponen como un recurso posibilitador para la apertura de nuevos sentidos propositivos más que de un manifiesto ideológico. La estructura del trabajo es la siguiente: El capítulo uno, Contextualización: consideraciones generales, se dedica a la contextualización, señalando elementos extratextuales y de carácter teórico en aras de permitir un mejor acercamiento a la obra del escritor caribeño. En primera instancia, hace
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un breve acercamiento biográfico que arroja luz con respecto a algunos matices que trabaja la obra como tal y que se acercan a la vida personal del autor. Luego de esto, en este mismo capítulo se abordará el tema del modernismo literario en Latinoamérica y de una forma mucho más amplia en Colombia. El análisis del modernismo lírico y narrativo en literatura se hace necesario en la medida en que el modernismo literario antecede al posmodernismo literario, en el cual consideramos, está inscrita Érase una vez el amor pero tuve que matarlo; Ese análisis representa conocer el origen y desarrollo de algunas premisas que abren el paso al nacimiento de lo posmodernista. Finalmente, el Capítulo uno cierra con una caracterización del posmodernismo literario y un contraste entre la narrativa modernista y la posmodernista. El capítulo dos titulado La expresión literaria posmoderna en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo es la sección establecida para abordar el tema de la incidencia del contexto posmoderno en la configuración de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. El contexto moderno y posmoderno ofrece un marco sobre la vida política, social y cultural en el cual se sustentan muchas de las propuestas ideológicas de la obra. Es por eso que este capítulo se divide en tres subtemas, a saber: Características de la posmodernidad, Postmodernidad en la Literatura Latinoamericana, y Posmodernidad literaria en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, de Efraím Medina Reyes. Este trabajo se cierra con un tercer capítulo que contiene la razón de ser de este trabajo, El antihéroe, elemento constituyente en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo; en él se sustenta y analiza que la figura del antihéroe es una figura recurrente en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. Con esto, la obra literaria de Efraím Medina Reyes refuerza una especie de transformación ocurrida en la figura del personaje heroico tradicional, esta
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transformación es cada vez más frecuente en los personajes que surgen de la literatura posmodernista. Para llegar al análisis del antihéroe se explica el papel del héroe tradicional en la literatura convencional (no posmodernista). Luego se aborda la mutación del héroe tradicional, y se concluye con el análisis de La presencia del antihéroe en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo a través de la selección y observación de algunos personajes de la novela cuyas características coinciden con la descripción de lo antiheroico.
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1. CONTEXTUALIZACIÓN: CONSIDERACIONES GENERALES. 1.1. Efraím Medina Reyes y su obra Efraím Medina Reyes nació en la ciudad de Cartagena (Colombia) el 29 de junio de 1967 y se trasladó a la ciudad de Bogotá en 1996. Actualmente Medina tiene dos hijos, Elisa y Daniel. En el marco de la IV feria del libro en Manizales (2013) y en una charla con el periodista Daniel Alzate del periódico La Patria, con respecto a su origen Efraím Medina declara: Nací en el 67 en un barrio deprimido de una de las ciudades más despiadadas del mundo: Cartagena. He conocido muchos lugares en el mundo llenos de miseria, pero pocos como los de allá. Esta es una ciudad que muchos admiran por su Centro Histórico, pero el 80% de la ciudad vive en la física mierda. Sexo con menores y cocaína. Denme eso y les monto una ciudad sin necesidad de 300 años de esclavitud.
El escritor está claramente influenciado por el cine underground estadounidense, el rock, el jazz y autores como Juan Carlos Onetti y el colombiano Andrés Caicedo. De acuerdo con la información revelada al periódico La Patria, Medina escucha rock desde los nueve años y se declara un rockstar en decadencia. Efraím Medina fue boxeador y dirigió un grupo musical conocido como 7 torpes band; Efraim Medina ha sido bajista y autor de todas las canciones del grupo. Con este grupo musical, en 1991 grabaron el álbum Canciones mediocres del cual se dice que solo vendieron 9 copias. La venta de tan pocas copias les estimuló a producir un nuevo álbum llamado Canciones aún más mediocres, de este último vendieron 7 copias. Efraím Medina es también escritor, guionista y periodista; ha incursionado en el campo del cine escribiendo y dirigiendo películas como Tres horas mirando un chimpancé y Eso no me
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infla la banana. En su trabajo como periodista colabora con las revistas Soho, Trip de Brasil e Internazionale de Italia. En el campo de la narrativa, los personajes de Medina Reyes tienen como característica principal el fracaso y la frustración, en su escritura se muestra un mundo contemporáneo donde el mercado y el espectáculo abundan, son recurrentes las figuras de Sid Vicious, John Dillinger y Rep (el personaje de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo), hay un mundo ridiculizado de amor, sexo desenfrenado, alcohol y drogas. El lenguaje de sus escritos ha sido catalogado de irreverente por diversas voces. Sin embargo, las letras de Medina Reyes también dan cuenta del cine, la industria cultural y el mercado, así como de la música de moda en los años ochenta y noventa. El académico Alejandro Quin Medina sitúa el trabajo narrativo de Efraím Medina Reyes en un espacio diferente al de la literatura tradicional y a este otro espacio de creación lo llama postliteratura, y es que precisamente la obra de Medina Reyes rompe los esquemas tradicionales y se ubica en una visión más que moderna, en el posmodernismo literario para ser más exactos. Esto es lo que dice Quin Medina (2008) en su ensayo titulado “(Post) literatura, mercado y espectáculo en la escritura de Efraín Medina Reyes”: En mi opinión, los textos de Medina Reyes se articulan en un espacio narrativo en el que la literatura, como institución y práctica discursiva, ha renunciado a su tradicional impulso autonómico y ha sucumbido al mercado y a su modo de expresión en el capitalismo tardío: el lenguaje de la industria cultural. Este es el espacio enunciativo de la literatura postliteraria. (p. 266)
Así las cosas, en la literatura de Medina Reyes se percibe la presencia continua del cine, la música de los ochentas y noventas, la televisión, la industria de la cultura.
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Quin Medina (2008) declara además que el espacio en el que Medina desarrolla sus letras es uno donde la velocidad y la cultura massmediatica ocupan un lugar importante: Con esto Medina Reyes no sólo está distanciándose de una concepción tradicional de la literatura (lo que sería una literatura literaria), sino que anuncia el espacio creativo de la postliteratura a partir del colapso entre escritura, medios y mercado. Nos encontramos entonces ante un panorama conceptual conocido, pero también siempre cambiante: el de las viejas relaciones entre mercado y literatura, y, en su versión contemporánea, el de las relaciones entre literatura y medios masivos. (p.267)
Algunas de sus novelas más reconocidas son Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2001), que es objeto de nuestro estudio y que fue traducida al italiano y portugués; Tecnicas de masturbación entre Batman y Robin (2002); Sexualidad de la Pantera rosa (2005) y la más reciente de sus producciones que se conoció en la feria del libro de Bogotá en el año 2012 la novela titulada Lo que todavía no sabes del pez hielo. La estética literaria de Medina abarca además de la narrativa, la poética. Algunas de sus producciones poéticas más reconocidas son Una pared y otros poemas (1985); El automóvil sepia (1988); Chupa nena, pero despacio (1990) y Pistoleros, putas y dementes (2005). En el año 1996 sacó a la luz una serie de relatos conocidos como Cinema Árbol y otros cuentos con los que ganó el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de cuento. Efraím Medina está plenamente consciente que su literatura nace como una forma de rebelión a las formas tradicionales, sus personajes se cargan de ese nuevo aire y transmiten la ruptura que se genera porque un nuevo tiempo empezó. El periodista e investigador cultural Fausto Pérez Villareal (2011) en una entrevista a Efraím Medina Reyes, publicada por el periódico El heraldo lanzó la siguiente pregunta al escritor: — ¿Qué opinas de la literatura que se hace en Colombia?
15 Medina respondió: — Más que literatura, lo que hay en Colombia son escritores literarios y funcionales, gente sin talento que se aferra a una fórmula. Libros sin alma, sin vértigo. Un avestruz asustado tiene más visión del mundo que ellos; viven en sus cloacas y salen a presentar la mierda de gato que acumulan en sus computadores. Escritores de juguetes, sin incidencia, inofensivos.
El trabajo que Medina ha emprendido, su creación literaria en general, ha suscitado polémicas y controversias ya que como se evidencia en la cita anterior sus comentarios con respecto a figuras pesadas de la literatura colombiana han sido en ocasiones peyorativos y no suenan bien al oído de muchos lectores y críticos. Estos comentarios peyorativos se han hecho por ejemplo con referencia a Gabriel García Márquez o Germán Espinosa. Contra viento y marea sus seguidores lo defienden por su actitud de lucha, por su pasión, “porque ha matado el amor en todos sus libros y siempre lo revive y lo mata de nuevo. Y en esas se la pasa porque es un antihéroe y ser antihéroe en tiempos donde todos quieren ser héroes hipócritas es una virtud…”2 La propuesta narrativa de Medina llama también la atención de Aleyda Gutiérrez (2007) de quien se incluye un texto en la revista Cuaderno de literatura hispanoamericana; en su texto Efraín Medina Reyes: hacerse figura en el campo de la novela colombiana desde la contracultura, Gutiérrez analiza rasgos fundamentales de la narrativa de Efraín Medina Reyes prestando especial atención a los que considera elementos que constituyen su singularidad. Para ella Efraím Medina transgrede las formas culturales haciendo literatura a través de la contracultura y deja ver una forma particular de literatura.
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Comentario del periodista Daniel Alzate Isaza extraído del periódico La Patria edición del domingo 15 de septiembre de 2013. Sección Variedades, artículo titulado “Me metí a escribir porque no quería una vida simple”. Disponible en www.lapatria.com/variedades/me-meti-escribir-porque-no-queria-una-vida-simpleefraim-medina-43521. Recuperado el 21 de febrero de 2017.
16 Puede afirmarse que Efraím Medina Reyes apuesta dentro del campo de la novela colombiana por una estética del fracaso que se configura a través de la contracultura, entendida como discurso cultural que se orienta en sentido opuesto y confronta a la cultura oficial o tradicional; Efraím Medina Reyes al tomar posición en el campo no sólo se enfrenta a la tradición social sino también literaria, en una especie de contra-literatura. (pp. 94-95)
Gutiérrez (2007) declara que la narrativa de Medina es contradictoria, que es una literatura donde siempre Los héroes son masculinos, artistas y fracasados; donde las mujeres son objeto de inalcanzable; en esta literatura hay siempre una recurrencia al tema amoroso, una visión crítica de la propia cultura, hay caos estructural y en medio de ese caos también es claro el dialogismo con los medios masivos de comunicación. (p.95)
Es manifiesto que hay contradicciones y contrariedades en la narrativa de Medina, y esa situación nos lleva a evidenciar que los personajes no se corresponden con el tipo de personajes tradicionales, heroicos, admirables, como los que aparecen en otros tiempos literarios. La escritura de Efraín Medina señala una nueva propuesta literaria que plantea otro camino distinto al de la cultura tradicional y oficial; al mismo tiempo su nueva propuesta estética cuestiona lo canónico, lo ratificado como válido, como buen posmodernista, Medina pone en jaque lo sacralizado. 1.2. Características del modernismo literario en Latinoamérica y en Colombia. Claramente al ser publicada originalmente en el año 2001, Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, hace parte de la posmodernidad literaria; y siendo que existe un contexto literario en el cual se enmarca la novela en mención, es pertinente obtener una visión mucho más amplia al conocer el movimiento que precisamente antecedió al posmodernismo literario.
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Uno de los movimientos que antecedió al posmodernismo es el movimiento modernista hispano (finales del siglo XIX y principios del XX). El modernismo hispano tuvo lugar entre 1880 y 1915, y significó una ruptura con la estética literaria vigente. Definir o conceptualizar lo que es el modernismo no resulta una tarea fácil en parte por la imprecisión de las fechas y por los vestigios que quedan de otros movimientos en cada periodo; a esa dificultad para definir el modernismo se refirió Manuel Machado (1914): “La palabra modernismo es “de origen puramente vulgar… la voz modernismo significa una cosa distinta para cada uno de los que la pronuncian”3. En su artículo Estética del modernismo en Colombia, Eduardo Camacho Guizado (1988) plantea como ubicación histórica del movimiento modernista la implantación del capitalismo de forma global: El momento histórico en términos generales —dice F. Perús— «corresponde a una fase bien definida de la historia de América Latina, que se caracteriza por la implantación del modo de producción capitalista en escala continental». (p.p. 540-541)
Siendo que hay una ubicación histórica que implicó cambios drásticos en la forma de vivir de la sociedad del momento, es importante que se tengan en cuenta la posición social del creador literario. Eduardo Camacho (1988) se refiere a este punto en la tarea de caracterizar el modernismo: En cualquier intento de caracterización general del modernismo hay que tener muy en cuenta el problema del creador, la situación del artista en la latinoamerica de fines del siglo. Las dificultades económicas de muchas de las antiguas familias, terratenientes o no, pero situadas en la parte superior de la escala social (de las cuales salen en buena parte los modernistas) ante la 3
Recuperado de una nota al pie de página del artículo “Estética del modernismo en Colombia” de Eduardo Camacho Guizado en Manual de literatura colombiana tomo I, recopilado por German Arciniegas editorial Planeta colombiana – 1988. Pág. 539. Recuperado el 19 de febrero de 2017.
18 implantación del capitalismo imperialista llevan a muchos poetas e intelectuales al rechazo de la nueva sociedad. (pp. 542-543)
El rechazo que los poetas e intelectuales emprenden es el rechazo a la actualidad latinoamericana del momento, a la realidad inmediata; ese rechazo es característica del modernismo, se evidencia en las producciones modernistas. Ciertamente otros puntos importantes de las creaciones modernas —a la vista de Camacho Guizado— son “la conciencia de renovación literaria (que tan claramente sienten y enuncian Martí o Darío) o el subjetivismo que preside la creación modernista” (p.543). En su texto Eduardo Camacho señala también otros rasgos generales de estilo el influjo de la poesía francesa, la exclusión de lo español y la tradición poética latinoamericana, la reforma verbal, especialmente en la sintaxis, la prosodia, el vocabulario, la temática que incluye desde el exotismo, el cosmopolitismo, la mitología grecofrancesa, el aristocratismo…, el subjetivismo de la creación, etc.(P.543)
En la opinión de Eduardo Camacho, concretamente la mayor realización del modernismo es la innovación del leguaje. El “nuevo lenguaje” es la mayor hazaña de la poética moderna: Ya Pedro Henríquez Ureña había señalado, como recuerda Ángel Rama refiriéndose a Darío ´De cualquier poema escrito en español puede decirse con precisión si se escribió antes o después de él´ y toda la crítica está de acuerdo: el modernismo dijo lo que nunca se había dicho poéticamente en español antes y estableció la posibilidad de decir mucho más después. (P.544)
Los poetas modernistas usaron un lenguaje flexible, amplio y renovado. Se inició con este tiempo la actualización de la lengua poéticamente hablando. Por su estilo renovador, fue el escritor nicaragüense Rubén Darío quien se inmortalizó como figura representativa
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de dicho movimiento. En el año 1888, Rubén Darío publicó su libro Azul, obra con la que ganó mucho prestigio y en 1896 con Prosas profanas se puede decir que se oficializa el Modernismo en Hispanoamérica. Como hemos dicho, el poema modernista deja ver la subjetividad del autor a grandes rasgos, generalmente es melancólico; a la vez original. Son evidentes en la lírica modernista el culto a lo erótico y a lo bello, la evasión, el rechazo al mundo real; no está de más decir que la época en que se hace literatura modernista es también tiempo de crisis, de guerras civiles, de concientización del subdesarrollo en el que se vive. Léase a continuación del poema Mía4 de Rubén Darío, el cual hace parte de Prosas profanas y otros poemas. Mía Mía: así te llamas. ¿Qué más harmonía? Mía: luz del día, Mía: rosas, llamas. . ¡Qué aroma derramas En el alma mía Si sé que me amas, ¡Oh Mía! ¡Oh Mía! . Tu sexo fundiste Con mi sexo fuerte, Fundiendo dos bronces. . Yo triste, tú triste... ¿No has de ser entonces Mía hasta la muerte?
En Colombia, el movimiento modernista se desarrolla en medio de la lentitud del proceso de implantación del capitalismo. Si hay algo que se pueda afirmar con respecto a esos tiempos de Colombia es lo que declara Eduardo Camacho Guizado (1988) “abundan 4
Recuperado de http://www.damisela.com/literatura/pais/nicaragua/autores/dario/profanas/mia_p3.htm. Recuperado el 15 enero de 2016.
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los testimonios del retraso y la lentitud de la modernización capitalista en Colombia; del tenaz conservadurismo, el predominio de lo rural y el lento y menguado desarrollo de las ciudades” (P.549). Para la época, Colombia sufre los estragos de las guerras civiles, de las luchas sangrientas por el dominio. Con ese marco histórico dice Camacho Guizado: Es sorprendente que la literatura de la época… incluya tan poco la violencia, la guerra, la agitación… parece haber un como rechazo por ignorancia contra tanta sangre derramada y tal vez ello propicia el carácter poco realista de la poesía de los mismos años y posteriores. (P.551)
Es importante decir que el modernismo colombiano tiene como particularidad que los líderes más importantes del conservadurismo vencedor son los mismos poetas de renombre, Rafael Nuñez, Miguel Antonio Caro, José Manuel Marroquín. Deben mencionarse otros grandes poetas del movimiento modernista colombiano, Guillermo Valencia, cuyo poemario más conocido es Ritos (1899) y José Asunción Silva con su trabajo poético Nocturno (1894) y de quien —según Eduardo Camacho— puede decirse que “la obra de José Asunción Silva se despega de la poderosa tradición literaria clasicista de la poesía colombiana, representada por Pombo, Caro y Nuñez y que, por razones históricas concretas, constituye una clara irrupción modernistas” (pp. 555, 556). La obra de Silva se asemeja según Camacho Guizado (1988) a la obra de Darío en tanto que ambos fueron figuras claramente representativas del modernismo en Colombia y Latinoamérica respectivamente. En Colombia es el trabajo de José Asunción lo que señala un nuevo camino, la esencia del modernismo en el territorio colombiano. En palabras de Camacho Guizado (1988):
21 La breve obra de Silva sí que responde a una nueva actitud, sí que representa un cambio cuya profundidad puede matizarse, pero no deja lugar a dudas. En silva se pueden apreciar claramente las características que suelen señalarse en el poeta modernista… resulta ser, en muchos aspectos, el más modernistas de todos los poeta colombianos y el más moderno entre sus coetáneos y entre otros poetas bastante posteriores. (p.558)
Siendo que Silva es un claro representante del modernismo literario en Colombia, de su obra, historiadores y críticos han extraído y establecido las categorías más relevantes del movimiento modernista en Colombia. A saber, el planteamiento del pasado como solo un hermoso recuerdo irrecuperable, la vacuidad de la trascendencia, el cristianismo que no es sinónimo de solución o consuelo; es relevante que en la obra de Silva la métrica no es una obligación poética como en Azul de Ruben Dario escrito solo 4 años antes de la obra de Silva, Nocturno. 1.3. Modernismo literario narrativo en Colombia En cuanto al modernismo literario narrativo en Colombia, Cesar Valencia Solanilla (1988) en su trabajo La novela colombiana contemporánea en la modernidad literaria, declara: Es a partir de Cien años de soledad (1967) cuando se inaugura la modernidad narrativa en Colombia, marcando al respecto un punto identificable en la historia literaria. En este sentido, sería la década del setenta la que mejor expresará la vitalización del fenómeno en tanto manifestación colectiva. (p.466)
No obstante, hay otros escritores que contribuyeron al desarrollo del modernismo literario narrativo. Se citan a continuación algunas obras inscritas en esta corriente con el año de publicación, y a sus autores con el año de nacimiento, como los clasifica César Valencia en su ensayo para confirmar la contemporaneidad con García Márquez, “Mirando
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para adentro” (1985), de Arturo Laguado (1919); “Changó, el gran putas” (1980), de Manuel Zapata Olivella (1920); “Aire de Tango” (1973), de Manuel mejía Vallejo (1923); “La casa grande” (1972), de Álvaro Cepeda Samudio (1926). Otros autores son de generaciones posteriores al nobel, pero que de igual manera ampliaron la gama de obras relacionadas con la corriente modernista y publicaron en la década del setenta e inicios de los ochentas. Estos son algunos de ellos con su año de nacimiento y algunas obras con su fecha de publicación: Fernando Soto Aparicio (1933), “Proceso a un ángel”(1977); Helena Araujo (1934), “Fiesta en Teusaquillo” (1981); Germán Espinosa (1937), “La tejedora de coronas” (1982); Rodrigo Parra Sandoval (1939), “El álbum secreto del sagrado corazón” (1978); Oscar Collazos (1942), “La ballena varada” (1994); Antonio Caballero (1945), “Sin remedio” (1984); Roberto Burgos Cantor (1948), “El patio de los vientos perdidos” (1984); Jorge Eliecer Pardo (1950), “La octava puerta” (1985); entre otros. A grandes rasgos —siguiendo el planteamiento de César Valencia Solanilla (1988) — puede decirse que las temáticas más relevantes de la novela modernista colombiana son las siguientes: 1.3.1. “La superación del fenómeno de la violencia sociopolítica” (p.468). Los procesos de creación literaria en la narrativa se enfocaron más en las secuelas que en las causas o en los mismos hechos. Es visible una distancia que parece intencional, el autor se enfoca más en el resultado que ha dejado la violenta época bipartidista y los conflictos internos del país que en detallar los momentos de guerra y a quienes fueran en su momento los principales actores de los mismos. Un buen ejemplo de este primer tema abordado en la narrativa literaria podría ser “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón” (1975) de Albalucía Ángel. En palabras de Cesar Valencia Solanilla (1988):
23 La novela ofrece dos niveles de aproximación al fenómeno de la violencia sociopolítica colombiana: un nivel exterior u objetivo, consistente en la recolección del pasado «real», con una expresa voluntad histórica documental. Y un nivel interior o subjetivo, a través de la vida de Ana, personaje principal, en que la violencia se manifiesta en la introspección de la mujer con simbologías individuales como la noción de la muerte y los traumas sexuales. (p.471)
Albalucía Ángel narra la vida de una familia de clase media y al mismo tiempo toca dos acontecimientos de importancia en la historia de Colombia: el “Bogotazo”, relacionado con la muerte de Jorge Eliecer Gaitán y la muerte del cura guerrillero Camilo Torres. Con su trabajo narrativo Albalucía da cuenta de la violencia en Colombia. En la obra, Ana es un personaje roto, violentado que se enfrenta una y otra vez a la muerte, crece en una época violenta que le ha dejado secuelas para siempre; el énfasis de la obra está precisamente en ese hecho, su título —Estaba la pájara pinta sentada en su verde limón — sacado del estribillo de una ronda infantil contrasta enormemente con la realidad social en la que crecieron los niños de la época, las consecuencias de ese hecho son claramente nefastas. 1.3.2. “la búsqueda de identidad cultural” (p.469). Los escritores modernistas coinciden en la búsqueda de identidad, individual y colectiva; esta búsqueda la hacen a través de lo que Cesar Valencia denomina una “reconstrucción crítica del pasado”, esto implica un acercamiento a la historia en el trabajo creador, los autores se toman el trabajo de investigar eventos históricos para dar con el los orígenes de nuestra identidad, con el génesis de nuestra cultura. En este sentido, la novela llega a ser una herramienta de valor para el conocimiento de la historia, sin que eso signifique estar ante una novela histórica propiamente. Cesar Valencia (1988) sugiere dos formas de emprender esa búsqueda de identidad:
24 …existen dos formas de la búsqueda de esa identidad cultural en la novela colombiana actual: la que está relacionada más abiertamente con el mito y el pasado lejano; y la que se ocupa de esa misma indagación en un pasado relativamente cercano, concerniente sobre todo con la problemática social y política de los años 70. (p.476)
Si se piensa en una obra que va tras la búsqueda de identidad haciendo uso del mito y que refiere al pasado lejano, “Changó el gran putas” (1982) de Manuel Zapata Olivella es un buen ejemplo. Esa novela cuenta con los elementos mitológicos necesarios para contar la historia de América desde su principio en el mundo africano hasta la época contemporánea, diacrónicamente se hace una descripción de los orígenes de la raza negra, las dificultades de la esclavitud, el transporte de los esclavos a América y el posterior mestizaje en el «Nuevo mundo». En “Changó el gran putas”, Zapata Olivella genera el dialogo necesario para dar con los orígenes culturales y lo hace a través de sus personajes. En la obra los dioses se comunican, los ancestros transmiten de generación en generación conocimiento cultural, los muertos regresan de donde han estado para traer saberes y comunicarlos a los vivos, es en ese diálogo que Zapata Olivella logra presentarnos las raíces que nos acercan a la identidad y cultura contemporánea.
Al respecto Valencia
Solanilla (1988) declara: “…tiene el ritmo del Génesis de la biblia y su función narrativa es similar” (P.480). Ahora bien, “Changó el gran putas” no es la única obra modernista que indaga el pasado lejano y utiliza elementos mitológicos, hay también en “La tejedora de coronas” (1983) de Germán Espinosa algo de esto, en ella, a través del monólogo de su personaje central Genoveva Alcocer se revelan detalles de casi un siglo de historia.
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Si por otro lado se quiere conocer una obra que indaga la historia en periodos no muy lejanos, y que expone orígenes de identidad sin ir demasiado lejos en la historia centrándose en la problemática social y política de los años setentas, es preciso mencionar “Juego de damas” (1977), de Rafael Humberto Moreno Durán. Juego de damas (1977), desarrolla una discusión sobre la vida política colombiana reciente, se cuestiona en ella la realidad social y política de los años setentas, se aborda también la temática de la mujer y el desarraigo de los intelectuales. Sus personajes en ocasión de una noche de fiestas empiezan una discusión de tono sarcástico sobre el amor, el sexo, el país, la religión, la familia y otros temas más. El centro del asunto es lo que ellos llaman “la coñocracia”, un sistema de organización social donde las mujeres mandan, son poseedoras del poder político, llevan las riendas de las familias y están al frente de diferentes campos, esto lo logran a través del sexo, del intercambio de sexo por poder, sin importar cuán aptas estén para desarrollar los cargos. Hay en la obra elementos que permiten el cuestionamiento de la realidad social como la ironía, el sarcasmo, la caricatura, el humor. En palabras de Cesar Valencia (1988) hay un esquema que permite aterrizar en la propuesta ideológica del narrador: Según este esquema, la lucha política y revolucionaria siempre ha sido una farsa, los líderes son viciosos del poder y de otras cosas menos intangibles, las mujeres aprenden a pensar por la vagina y la revolución en Colombia se frustró porque se quemó un pollo en un apartamento bogotano, debido a la lascivia y fornicadera de uno de sus conductores. (p.491)
La crítica social planteada por Rafael Humberto Moreno Durán es presentada a manera de una historia humorística, llena de engaños y pasiones; la lectura de Juego de damas llega a ser divertida para el lector pues expone la realidad alejada del comportamiento
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políticamente correcto que presumen las personalidades políticas del momento, utilizando estrategias discursivas ingeniosas que señalan una visión de la historia de una forma particular. 1.3.3 “Música y marginalidad” La música es un elemento que ha acompañado a la humanidad por mucho tiempo y ha sido usada como instrumento para canalizar y transmitir ideologías, cultura. Partiendo de esto, la música transmite identidad cultural y da cuenta de nuestra problemática social contemporánea. Frente a esa problemática social, los seres humanos adoptamos determinadas actitudes, de una de ellas nos habla Cesar Valencia (1988): “la marginalidad puede entenderse como una actitud del hombre frente al mundo y la música como un factor para expresarla” (p.500). Valencia usa como ejemplo de esta característica de literatura moderna a Manuel Mejía Vallejo con su obra Aire de Tango (1973). La marginalidad está presente en la pasión del protagonista por el Tango, Jairo —como se llama el protagonista— un chico del barrio Guayaquil en Medellín admira e imita a Gardel, uno de los más grandes cantantes de Tango; las similitudes entre ambos van desde ser parte de los estratos sociales bajos hasta vivir y crecer en medio de bandidos, prostitutas, homosexuales y drogadictos. Con su obra, Mejía Vallejo aporta a la construcción de identidad de la región antioqueña, a través de la oralidad reorganiza la visión de mundo recuperando identidad regional pues incluye en su creación los refranes, dichos, proverbios, cantos, voseos y jergas que denotan un serio acercamiento a la cultura antioqueña. Valencia Solanilla (1988) concluye sus comentarios con respecto a “Aire de Tango”: La novela constituye un logro muy significativo de aproximación a la problemática urbana en la fusión marginalidad-música en cuanto elementos
27 temáticos y al mismo tiempo una dura crítica a valores tradicionales de nuestra cultura, como el machismo, el valor y el coraje masculinos, la amistad, la religiosidad, el erotismo; y un punto de partida importante en la evolución de la novela colombiana. (p.502)
Sin duda existe una relación entre marginalidad y música, está última como el transporte de la primera, como el canal que permite movilizar esa actitud del hombre frente a su realidad. La música es una forma de búsqueda cultural y la novela modernista presenta la música como vehículo, como forma de expresión y preservación de la cultura individual y colectiva. Como se ha dicho, la relación marginalidad-música se trata de una característica de las obras modernistas y está presente también en “¡Que viva la música!” (1977), de Andrés Caicedo. El autor recrea la marginalidad a través de la imagen de los jóvenes amantes del rock y la salsa; se da a entender que dichos ritmos son los responsables de su desarreglo existencial, de la inconformidad con la violencia y el sin futuro. La obra no pretende detallar la realidad violenta en que se vive, por el contrario plantea una forma de evasión de esa realidad, expresa el sentimiento de la juventud de los años setentas, le da la espalda a la guerra bipartidista y prefiere refugiarse en el rock en tanto novedad, distracción, huida del mundo real. 1.3.4. “La tendencia a desarrollar la llamada « novela urbana»”
Otra temática desarrollada por la narrativa modernista consiste en la urbanidad, una urbanidad expresa no por los espacios citadinos de las grandes urbes sino más bien en lo referente a un estado de soledad y desarraigo en los personajes y a la ruptura espiritual. En algunas obras se enfatiza el ser individual y se revela la crisis del hombre contemporáneo:
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su anonimidad, su soledad, su desarraigo y vacío espiritual. Valencia Solanilla (1988) lo expresa de la siguiente manera: En la llamada « novela urbana» en Colombia,… su singularidad de urbana no está dada simplemente por la recreación de un paisaje o ambientes citadinos, sino por la concurrencia de una especie de atmósfera interior, de estado síquico de los personajes propios del anonimato, la soledad, el desarraigo y la quiebra espiritual de las grandes urbes contemporáneas, en donde el hombre pierde cada vez más su identidad y pasa a ser un elemento indeterminado relativamente útil para el engranaje social dominado por la tecnología y la abstracción. (p.498)
Es importante decir que el marco modernista representa épocas de desarrollo para Colombia, así que (en múltiples ocasiones) la creación literaria moderna va de la mano del desarrollo de las grandes ciudades; aunque esto es así, no siempre los escritores modernistas representaron este desarrollo de las ciudades y su forma de vida en sus obras; algunos escritores son modernistas por la forma de escritura narrativa que adoptaron sin que esto signifique una exposición de la temática urbana en sus creaciones; Cien años de soledad (1967) es un buen ejemplo de literatura donde la urbe no es el centro y sin embargo no por ello es menos moderna. Hay un buen número de novelas modernas que si desarrollan la tendencia a tratar la urbanidad con todo lo que ella implica, abordando el desarrollo de capitales, la tecnificación de los procesos productivos, el progreso comunicativo en su pleno inicio y desarrollo, el papel de los medios masivos de comunicación en la concepción del mundo y la humanidad. Así mismo, se evidencia la pérdida de identidad individual y colectiva seguida de la confusión existencial, el desarraigo, el desencanto, la desesperación, la crisis de la familia y la necesidad espiritual. Encontramos este estilo narrativo en ¡Qué viva la música! (1977), de Andrés Caicedo; Fiesta en Teusaquillo (1981), de Helena Araujo; El
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álbum secreto del Sagrado Corazón (1978), de Rodrigo Parra Sandoval; El cadáver de papá (1978), de Jaime Manrique Ardila; El patio de los vientos perdidos (1984), de Roberto Burgos Cantor; Entre ruinas (1984), de Héctor Sánchez; entre otras. 1.4. Características del posmodernismo literario. Como su nombre lo indica el posmodernismo literario sucede cronológicamente al modernismo literario, del cual hemos hablado suficiente en los párrafos anteriores. La posmodernidad, como periodo, alude a una serie de características socioculturales enmarcadas en el tiempo de desarrollo industrial, se corresponde con la producción en masas, el consumismo a gran escala y el capitalismo como sistema de organización económica implantado en la base de la vida social. De manea general, la posmodernidad significa desconfianza en los macrorrelatos que han explicado durante mucho tiempo los orígenes de la humanidad y las razones de ser del mundo que nos rodea, es también el repudio por la idea de superación, innovación, progreso y cualquier otro concepto absolutista; en consecuencia, se entra en un terreno sin piso, la crisis de la identidad humana, el desasosiego y la fragmentación. Este es el ambiente que da pie al nacimiento de una literatura diferente, a la estética del fracaso en la que Efraím Medina Reyes encuentra su forma de expresión artística. Algunos han decidido llamarla posliterartura.
Es importante decir que el modernismo literario como
antecedente, abre una puerta y prepara el camino al posmodernismo como movimiento literario. 1.4.1. La escritura posmodernista La escritura posmodernista propone una ruptura con el estilo modernista, en su forma no posee una estructura fija y uniforme sino que por el contrario, no corresponde a una estética de formas, propone una fragmentación o ruptura del orden convencional de la
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historia, a veces una o dos lecturas no bastan para comprender la trama y mucho menos la propuesta del relato. Esta situación ocurre en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2003) de Efraím Medina Reyes, en su obra hay un claro desinterés por conservar el orden lógico de los relatos. El profesor Jaime Alejandro Rodríguez5 (1995) en su texto Novela y posmodernidad: narrativa colombiana de final de siglo, habla al respecto de ese énfasis fragmentario del arte posmodernista. En sus palabras: “el énfasis del arte postmodemo no estaría en ofrecer una homogeneidad, sino en ostentar la fragmentación del proceso” (p.13). Jaime Alejandro Rodríguez plantea que la narrativa postmodernista hace un esfuerzo significativo de integración del emisor y receptor; la configuración de la obra literaria narrativa no se concibe en esta corriente postmodernista como la creación exclusiva del emisor. El postmodernismo implica una participación más activa por parte del receptor (lector) en la creación del sentido de la obra, claro, esto no desmerita el papel del creador literario en la constitución de la obra; lo que se dice es que el receptor toma un papel relevante en la significación del trabajo literario. Jaime Rodríguez (1995) lo expresa de esta forma: La integración del proceso creativo y del receptivo que convierte la obra de arte en un texto, en un espacio de participación y juego. Con esta actitud, el arte postmodemo busca cuestionar la validez de los modos "legítimos" de recepción de la obra de arte e instaura la experiencia como el complemento necesario del proceso creativo. La interpretación se convierte así en un modo de experiencia comunicativa y creativa de recepción y actuación. (p.13)
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Magister en Literatura Hispanoamericana y actualmente profesor de Literatura de la Universidad Javeriana, investigador de la novela colombiana reciente y de la relación Literatura/posmodemidad.
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Así entonces la escritura postmodernista adquiere su significado más pleno al entrar en contacto con el lector o intérprete de la propuesta del escritor literario. La escritura postmodernista da libertad al escritor para crear sin un orden estrictamente cronológico cada suceso que conforma su historia, no por ello, sin estética, arte o profesionalismo que debe caracterizar la creación literaria. De la misma manera, la escritura postmodernista permite al espectador armar su tejido de interpretaciones diversas recreando la obra como objeto significador. Rodríguez (1995) se refiere también a las habilidades necesarias de un lector de literatura postmodernista, concretamente habla de lectura que demanda una escritura postmodernista a sus espectadores: “Una lectura, por tanto, capaz de asumir y absorber lo fragmentario, la energía significante en su estado puro; una lectura capaz de convivir con la inestabilidad y presenciar la catástrofe” (p.14)
La escritura postmodernista demanda lectores con capacidades particulares y amplía la capacidad significativa de las obras literarias ya que se trata de una escritura sin orden, salida del discurso convencional, intertextual, exigente. El lector postmodernista llega a ser un observador atento, trabaja en la configuración de los sentidos propositivos de la obra, crea vínculos, establece conexiones, imagina y ata los cabos sueltos de la historia que se le propone. Leer una obra postmodernista supone encontrar siempre nuevos inicios cuando parece ya terminada, las historias se reabren con una nueva lectura, por ello la tarea del lector es tan fundamental en la recreación del texto. Con relación a la literatura postmodernista el profesor Jaime Rodríguez (1995) afirma “La obra vehicula la conciencia de que la realidad es una aventura imposible que nos
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condena a la repetición, a la fragmentación, al fracaso, a la obra eternamente inacabada, eternamente reanudada” (p.17). Siguiendo a Jaime Rodríguez y teniendo en cuenta las características de la escritura y estilo postmodernistas que hemos estudiado con anterioridad, se plantean como dos autores y obras postmodernistas colombianas de finales de siglo XX, las siguientes: El álbum secreto del sagrado corazón (1978), de Rodrigo Parra Sandoval; es una obra que impone al lector la tarea de reconfigurarla pues no hay orden discursivo lógico, no mantiene reglas de presentación y forma. La propuesta de Parra Sandoval con esta novela en la cual se aborda el anacronismo de las instituciones que por años han implantado su sistema de orden y el fanatismo religioso, está cargada de intertextualidades, ironía y humor. La estructura catastrófica de la obra rompe los esquemas narrativos tradicionales, razón por la que su obra, no ofrece oportunidad de identificar su inicio y final. Así mismo, la obra de José Luis Díaz Granados, Las Puerta del Infierno (1985). En la obra el autor hace una representación del desorden de la conciencia, por ello la forma la escritura carece de puntos apartes y de espacios en blanco, solo se dejan ver los diálogos, ambientes, recuerdos de la infancia y la idea de escribir una novela como forma de exorcismo de un poeta obsesionado con el sexo. La obra expone las temáticas de la soledad. Sobre la novela de Días Granados, Rodríguez Sandoval (1995) declara: Novela que posee un alto grado de auto conciencia, que se autocritica y se autodestruye. Novela que hace redundante la voz del autor (y por lo tanto lo condena), que se juega a la autonomía, que rompe los marcos entre literatura y vida, que también se desnuda y se retuerce, que se niega al silencio… (p.17)
La forma de escritura postmodernista, su estilo y desorden característico, las temáticas trabajadas en la literatura postmodernista, la soledad, el desarraigo, el desasosiego, la
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fragmentación del texto y de la humanidad misma; además del mundo y la realidad del hombre vista desde una óptica posmoderna, evidencian que Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2003), del escritor cartagenero Efraím Medina Reyes, encaja perfectamente en la categorización de las obras postmodernistas. 1.4.2. Contraste entre el modernismo y el postmodernismo literario. A esta altura del trabajo, es preciso establecer algunas diferencias entre los tiempos y características del modernismo y del posmodernismo literario con el fin de evaluar los cambios más significativos de un periodo a otro, así como resumir lo que se ha planteado hasta aquí. Es seguro que en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2003) hay ampliamente evidencias de postmodernismo literario, y en adición es posible encontrar vestigios de lo moderno como periodo de tiempo precedente al postmodernismo. La siguiente tabla contiene el contraste necesario para delimitar ambos momentos, no centrados en lo que significaron como periódicos históricos sino como movimientos literarios.
Contraste de características de la narrativa modernista y posmodernista en Colombia Narrativa modernista Colombiana Superación del fenómeno de la violencia sociopolítica. Tal como en “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón” descrito en el punto 1.3.1 de este mismo capítulo.
Narrativa posmodernista Colombiana
No hay un fenómeno de violencia sociopolítica considerable. La narrativa no evidencia las luchas por el poder. Hay un matiz de las consecuencias emergentes de una política corrupta y una sociedad inequitativa. Diferencias socioeconómicas visibles en la literatura posmoderna. “La búsqueda de la identidad individual y Desinterés por la búsqueda de los orígenes e colectiva mediante la reconstrucción crítica identidad. Lyotard 7 dice “se entiende por
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del pasado” esto es, “la búsqueda de “postmoderna” la incredulidad con respecto a identidad cultural”6 los metarrelatos”. No hay centro, no hay raíz, … “Renovación del lenguaje mediante la El lenguaje directo y llano, en a veces vulgar experimentación, desarrollo de técnicas e irreverente. Alteración del orden lógico de modernas del arte narrativo” 8 belleza del las secuencias. Fragmentación en la forma de lenguaje y evasión de la realidad. escritura y vida de los personajes. Predica el progreso, ya que su marco Desconfianza en los macrorrelatos y las ideas histórico social es ese, nacimiento de la absolutistas, de progreso y desarrollo. Las industria y enormes proyectos. promesas del modernismo han fallado, solo queda la desconfianza. “Música y marginalidad” la música es el Presencia de música de los 80 y 90 (rock y conducto de esa marginalidad. El Rock y la jazz) señalan un grupo social de cantantes y salsa toman la bandera de ese estilo fanáticos marginalizados. marginalizado. Desarrollo de novela urbana: tendencia que La industrialización y producción masiva de se corresponde con el desarrollo del país en bienes y servicios. Fenómeno de masslos 80 y 90. Presentes elementos de la urbe, media. Sentimientos de soledad, desarraigo, la soledad, desarraigo familiar y desarreglo no centro, desamor, frustración, fracaso. existencial, desamor y miseria espiritual. “La estética del fracaso” Tabla 1: La tabla surge de las lecturas realizadas, de la comparación fundamentada en las evidencias sociales posmodernas y de las narradas con respecto al tiempo moderno. Parte de los datos se toman del punto 1.2 donde se describen los Rasgos del modernismo literario en Latinoamérica y en Colombia. Algunos de los comentarios en la parte de la narrativa posmoderna se soportan en algunos teóricos que se citan en pies de página y se citan de manera completa en las referencias bibliográficas.
A grandes rasgos, hay notables diferencias entre un movimiento y otro. Sin embargo, no del todo ha quedado atrás lo moderno en las obras posmodernistas, hace presencia como se puede observar en la tabla en las dos últimas características las cuales se acercan mucho; la música como canal de la situación marginal de los algunos seres y el desarrollo de la industria sumado al proceso de implantación del capitalismo como sistema económico de 7
Extraido de “Jean-François Lyotard: “El posmodernismo es acostumbrarse a pensar sin moldes ni criterios” disponible en diario El País, tomado de http://elpais.com/diario/1985/10/23/cultura/498870004_850215.html recuperado el 21 de febrero de 2017. 6 Tal como lo plantea Cesar Valencia Solanilla en su ensayo La novela colombiana contemporánea en la modernidad literaria. 8 Cesar Valencia Solanilla en su ensayo La novela colombiana contemporánea en la modernidad literaria P.469.
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organización social. La modernidad y el modernismo literario mismo, convergen de alguna manera en la literatura posmodernista a través de las secuelas que cómo es normal un movimiento artístico o literario hereda del paso otros movimientos antecedentes.
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CAPÍTULO II
LA EXPRESIÓN LITERARIA POSMODERNA EN ÉRASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO. En esta segunda parte se señalarán las características que hacen de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo una novela posmodernista. La finalidad es conectar la estética de la obra con las proposiciones posmodernistas y mostrar cómo el posmodernismo literario sirve como marco que posibilita el surgimiento y desarrollo de la figura del antihéroe. Con el objetivo de facilitar el estudio que compete a este segundo capítulo, se dividirá de la siguiente manera, primeramente se expondrán las características más importantes de la posmodernidad como época, cuyas premisas marcaron diferentes campos, entre ellos el campo de la creación literaria, así mismo, los elementos que la conforman, luego se mostrará cómo esas características fundamentales se hallan expuestas en la literatura latinoamericana contemporánea, y finalmente, el dialogo existente entre las premisas posmodernistas con Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2001). 2.1 Características de la posmodernidad. 2.1.1. Contextualización Para referirse con propiedad a la posmodernidad literaria es necesario abordar brevemente a la modernidad como época y al modernismo literario para hallar una serie de detalles que pueden evidenciar de manera esencial características de lo posmoderno. Entendemos el modernismo literario como el movimiento social y cultural que se dio a finales del siglo XIX en Europa, y que se extendió a otras partes del mundo. Este movimiento significó una importante evolución en la concepción del mundo, transformó los
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valores de la humanidad, representó la llegada de una visión de mundo diferente e innovó el estilo literario de los autores de la época. El modernismo se enmarca en la modernidad, la cual es más un concepto filosófico y sociológico relacionado con la idea de implantar un cambio en las reglas de juego de la vida social, a través de la instauración de un nuevo sistema de organización económica que repercute en diversas áreas de la vida social. Así las cosas, el proyecto moderno trajo consigo progreso en materia industrial e instituyó el capitalismo como sistema de organización económica dominante. Los cambios sociales influenciaron claramente en la forma de hacer arte en esta época y con ello marcaron la poética y la narrativa de un modo particular. Sumado a esta implantación de nuevos valores sociales y estéticos, se vio un gran crecimiento poblacional y comercial en las áreas urbanas, la industria incremento su pie de fuerza, hubo una necesidad de revisar y actualizar lo tradicional, por ello, una superación del dominio de las creencias religiosas fue inevitable. En el texto Lo narrativo en la posmodernidad, Inaki Urdanibia (1994), con relación a la modernidad, expresa: Las luchas sociales surgen con fuerza, marcando de manera total los siglos XIX y XX. A estos aspectos señalados se han de añadir la explosión demográfica, la concentración urbana y el gigantesco desarrollo de los medios de comunicación y de información, cuestiones todas ellas que dejarán su huella de un modo decisivo en la modernidad como práctica social basada en el cambio, la innovación, la inestabilidad y en la permanente crisis (p.46).
Complementariamente hay que decir que en al campo artístico modernista le caracterizan la creación de arte por el arte, cuya función principal no es la transmisión de ideologías políticas o religiosas; hay innovación constante y uso abundante del color en la pintura; en la literatura se recurre al culto a la belleza, las imágenes son hermosas,
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armoniosas, exquisitas y predomina el amor, para evidenciar esto basta leer un poco Azul, del poeta nicaragüense Rubén Darío. Concretamente en la literatura modernista hay una fuerte evasión de la realidad social en la que viven los autores, un distanciamiento del veloz desarrollo que implica la época moderna. Si hay algo en lo que diversos teóricos e interesados en el tema de la modernidad están de acuerdo es que la modernidad, como época, prometió progreso y desarrollo; sin embargo, sus propuestas entraron en crisis con la finalización de las guerras mundiales; ambas guerras marcaron el debilitamiento y la muerte del modernismo como movimiento social y cultural, significaron la ruptura de las premisas de modernas. En su texto, Inaki Urdanibia (1994), citando a Buci-Glucksmann, hace un señalamiento al respecto de esta posición compartida por diferentes estudiosos: Señalando los acuerdos —o el mínimo común denominador— de los diversos discursos sobre la posmodernidad, Buci-Glucksmann nos da algunas pistas: «que la modernidad como proyecto universalista de “civilización” descansando sobre el optimismo de un progreso tecnológico ineluctable, sobre un sentido seguro de la historia, sobre un dominio racional y democrático de un real entregado a las diferentes utopías revolucionarias de un futuro emancipado haya entrado en crisis en los años 70: tal es la evidencia masiva que unifica los diferentes discursos sobre la posmodernidad, ya sean franceses o internacionales». (p.44)
Llegar a una definición de modernidad exacta y clara es tarea difícil, han sido muchas las voces y manos que han escrito sobre este tema. De todos los intentos definitorios pueden extraerse puntos de acuerdo y similitud así como también un amplio número de divergencias; bien porque para muchos la modernidad es un proyecto sin vida, para otros un periodo con propuestas pasadas de moda, para muchos, un proyecto sin acabar. Sin embargo, como se ha dicho, uno de los puntos en los que los investigadores si han coincido
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es que la modernidad prometió y no cumplió con sus promesas de progreso a la humanidad. Carlos Fajardo (2001) se refiere a ello de esta manera: El tiempo se encargó de fragmentar los espejos donde mirábamos nuestra identidad, donde creíamos ver el verdadero rostro del futuro. Parece que se nos han caído las máscaras y observamos con asombro que todo era un simulacro. Quebrado el espejo de la modernidad enfrentamos su dispersión e imprecisión. (p.103)
La terminación de la modernidad y sus premisas constituyentes dejó como resultado una humanidad sin refugio, las promesas de desarrollo y progreso fallaron, la esperanza de un mundo mejor fueron completamente devastadas. Se requiere un recomenzar, surgir de la nada, reinventar la existencia y los propósitos de la misma. El final de este movimiento es también la culminación del sueño de la utopía, así lo ve Alfonso Cárdenas (1999), catedrático de la Universidad Javeriana, en su trabajo Fundamentos para comprender la novela; él afirma: La Modernidad deja de existir cuando ya no se puede mencionar la historia como entidad unitaria; desaparece el centro, lo relevante deja de ser pertinente, la idea de progreso entra en crisis, se niegan las ideas de fin y de utopía. A todo esto, sigue la rebelión de los pueblos sin historia. Este cambio histórico provoca el de la escritura cuyas manifestaciones son la crisis del logocentrismo, la instauración de un sujeto doble, la consciencia de la ambigüedad, el deseo de no contar, el relevo del gran relato en función de lo cotidiano. (p.8)
La crisis con la cual cierra la modernidad da paso a una mayor visibilidad de la condición real, banal y humana; es en ese marco en el cual los medios de comunicación toman un lugar central en la sociedad posmoderna, su función es compartir la situación de los hombres en diferentes partes del mundo coincidiendo en seres humanos fragmentados,
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cada vez más incrédulos, solitarios y con una desconfianza creciente en los relatos absolutistas y del modo de pensar mítico. En los escritos surgidos de esta transición temporal modernismo-posmodernismo abundan relatos donde el caos estructural, el desorden y la misma condición del hombre son expuestos de forma reiterada, donde los así llamados massmedias también aportan su voz en la revelación y difusión del estado crítico de la humanidad posmoderna. 2.1.2. La posmodernidad y sus características fundamentales Lejos de querer polemizar o de adoptar una posición estricta e inamovible con respecto al concepto de posmodernidad, Jean-François Lyotard (1987) —a quien se conoce como el primer responsable de introducir el término en el campo de la filosofía, — pretende con su texto La condition posmoderne, “llamar la atención sobre el hecho de que algo no marchaba como hasta entonces en la modernidad” (Vattimo et al, 1994, p.53). Inaki Urdanibia (1994) explica que para Lyotard la posmodernidad es un estado social en el cual se vive la ausencia de legitimación de lo verdadero, lo justo, lo correcto. Es en este orden de ideas que la posmodernidad es la despedida de la modernidad, constituye además el paso de una sociedad occidental industrializada a una sociedad donde la masificación de bienes y servicios se vuelve más y más urgente. Ayuda mucho en el ejercicio de comprender esta transición, conocer la existencia de un periodo históricamente denominado post-industrial en el cual algunas sociedades occidentales “luego” del desarrollo industrial y los métodos de producción asociados a este mismo, ofrecen indiscriminadamente bienes y servicios de forma rápida y masiva. Yendo directamente a Lyotard (1987), en su texto La condición posmoderna, la Postmodernidad precisamente debe entenderse como “la incredulidad con respecto a los
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metarrelatos; y por metarrelatos debe entenderse 9 “aquellas filosofías que pretenden abarcar la totalidad de la historia” (p. 4). A saber, Cristianismo, Iluminismo, Marxismo y Capitalismo. Con la llegada de la posmodernidad Lyotard (1987) afirma que “el antiguo principio de que la adquisición del saber es indisociable de la formación (Bildung) del espíritu, e incluso de la persona, cae y caerá todavía más en desuso” (p.6). Proveedores y usuarios del conocimiento entran entonces en una nueva dinámica donde el saber, alejado de toda experiencia espiritual, es fuerza que impulsa la producción. En otro aparte de su texto Lyotard menciona: El saber es y será producido para ser vendido, y es y será consumido para ser valorado en una nueva producción: en los dos casos, para ser cambiado. Deja de ser en sí mismo su propio fin, pierde su «valor de uso». (p.7)
Así las cosas, las sociedades posmodernas están llamadas por su contexto social a producir con mayor ímpetu y prontitud, crear con mayor prontitud y con más frecuencia productos que satisfagan las necesidades de una población deseosa de consumir mensajes ricos y fáciles de decodificar. La posmodernidad trae consigo una cierta perversión de la economía, la cual presagia cada vez más, formas más agresivas de capitalismo. Entonces, el hombre posmoderno se halla ante una cantidad superior de productos y servicios para adquirir así como de los saberes que resultan de la distribución de información gracias a los medios masivos de comunicación (la radio, la televisión, la publicidad, la internet y las redes sociales). No es un desacierto llamar a la sociedad posmoderna como “postindustrial”, “sociedad de consumo”, “sociedad de los media” “sociedad de la información”. 9
Las cursivas son nuestras.
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Evidentemente hay una nueva condición social, por ello Lyotard (1987) habla de esa condición asociándola al concepto de posmodernidad: Posmodernidad es un estado en el cual el hombre usa nuevos saberes para fundamentar sus posiciones ante los axiomas de verdad (o metarrelatos) que antes eran tenidos por discursos de legitimación propios; este nuevo estado supone un nuevo paradigma basado en el conocimiento sobre sí mismo y de la realidad que habita. (p.5)
Ante el fracaso de la modernidad, el hombre pretende hallar nuevos paradigmas que den respuesta a las problemáticas existenciales sin acudir a los metarrelatos que han explicado el mundo y todo lo que existe desde la óptica oficial, legitimados por sí mismos. La posmodernidad es el rechazo a todos esos postulados totalizadores que se han denominado como poseedores de las verdades absolutas. En palabras de Lyotard: Se entiende por “postmoderna” la incredulidad con respecto a los metarrelatos (…) Nuestra hipótesis es que el saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada post-industrial y las culturas en la edad llamada postmoderna. (Lyotard, 1987, p.5)
Dicho de otro modo, la condición posmoderna significa la pérdida de confianza en los principios que fueron durante mucho tiempo “inmutables” durante la modernidad, y que señalaban al progreso, al principio de unidad y confianza en los discursos de verdad, como la religión, la ciencia y el estado. La condición posmoderna devendría pues, en una suerte de ideología representada por el discurso íntimo y heterogéneo del sujeto el cual ya no se apoyaría en las verdades ultimas, sino que partiría de la fusión y diálogo entre los saberes adquiridos en su propio margen de existencia, punto en el cual al concepto de “condición” se le suma el de “fragmentación”.
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Tras la búsqueda de una definición de esa “fragmentación”, Ihab Hassan (1991), la relaciona con el desprecio por la totalización y la asocia al posmodernismo reconociéndolo de esta forma: El postmodernista sólo desconecta; los fragmentos son todo en lo que él aparenta confiar. Su último oprobio es la «totalización»: cualquier síntesis de cualquier especie, social, epistemológica, incluso poética. De ahí su preferencia por el montaje, el collage, el objeto literario hallado o despedazado. (p.3)
El metadiscurso es en el posmodernismo una herramienta común de trabajo para el escritor de novela o poemas, sus producciones están compuestas por diferentes saberes fragmentados, esa es precisamente la base sobre la cual se levantan sus estructuras artísticas llenas de riqueza discursiva. Esta fragmentación apunta al objetivo más tocante al posmodernismo: echar a un lado todos los absolutismos y los metarrelatos de autoridad adheridos a la historia y a los hábitos tradicionales. Abstrayendo lo planteado hasta aquí, en general se entiende por posmodernismo literario un movimiento estético que practicaba una ruptura de los esquemas de creación y sentido presentes en el arte moderno, y que iniciaba una rebelión vanguardista de la cultura y la sociedad misma. En cierta medida, el posmodernismo supuso la configuración estética de los cambios vividos en la sociedad, en el espacio propio del arte mismo. Debe decirse que el posmodernismo evidenció la crisis de la época moderna; Sin embargo no se declara a sí mismo como un nuevo periodo histórico emergente. Inaki Urdanibia (1994) señala: “Así pues el modernismo aparece como el signo que revela una crisis profunda y como un refugio que preserva una reflexión sobre nuevas orientaciones. Es esencialmente, negación del periodo precedente sin ser afirmación de un nuevo espacio” (p.64).
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Alfonso Cárdenas (1991, Pp. 8; 9) se toma el trabajo de sintetizar en algunos puntos las características más relevantes del posmodernismo, a saber: Una mayor visibilidad del individualismo. Esta característica de le debe al mayor grado de secularización, a la descentralización y a la ascendencia de grupos minoritarios que funcionan en contextos locales. La presencia de un sujeto débil correlativo de la ausencia de objetividad y de verdad; tal sujeto deja de ser señor del objeto pues no tiene ansias de poderío, no comparte la dominación tecnocrática y, más bien, busca el goce de lo permanentemente nuevo, el disfrute del presente. La estetización de la vida cotidiana cuyo marco de funcionamiento lo constituye el papel de los medios de comunicación. La experiencia del fin de la historia y desaparición de los grandes relatos; es el momento de la posthistoria o de la historia sincrónica que se realiza como conciencia inmediata de lo que pasa o pérdida de la memoria y de la visión de futuro. La pérdida del centro; se da un proceso de transvaloración, todo se convierte en lenguaje y el lenguaje en juego (humor, ironía, parodia, intertextualidad) El arte deja de ser atribuible a las grandes obras culturales y la vida cotidiana puede ser una obra de arte. Lo cotidiano ha cobrado importancia dentro de la vida social. El reconocimiento de múltiples racionalidades apunta a poner en cuestión el principio de realidad como algo absoluto y omniabarcador a favor de lo real inmediato, vivido.
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La irrupción de los massmedia: televisión, radio, periódico, internet, teléfono, revistas; estos medios son elementos clave para llevar a cabo el sueño de emancipación, para generar pluralidad de argumentos y validar más puntos de vista que se quedaban en la época moderna al margen. Aunque Alfonso Cárdenas no las menciona de forma particular, al echar un breve vistazo a las características que él plantea está claro que deben contarse entre las características del posmodernismo: el anti-dualismo, entendido como el desprecio de las dualidades (blanco-negro, cielo-infierno, dios-diablo, bueno-malo, etc.) atribuidas a la ideología occidental, ya que ese dualismo excluye otras perspectivas posibles; así mismo debe incluirse la fragmentación que es el resultado del rechazo de las verdades absolutas y de las posiciones que aseveraban ser la norma por la cual debía entenderse y regirse el mundo. Por último, la acentuación del individualismo, esto es, una tendencia al respeto de las decisiones privadas, menos imposiciones, y por el contrario, más apoyo a la liberación personal. La posmodernidad propone una vida sin dioses y sin tabúes, así como el nacimiento de una cultura narcisista 10 . Como es lógico no puede esperarse una propuesta diferente de escritores cuyo contexto está marcado por el desencanto de las promesas modernistas. Por ello, Urdanibia (1994) afirma: …la literatura de unos tiempos determinados reflejará el sentir de dichos tiempos. De modo que en unos tiempos en los que se da una creciente falta de fe en la razón clásica como topos privilegiado y unívoco desde el que enjuiciar el presente y el futuro, en los que la carencia de credibilidad en los grandes relatos 10
Un narcisista es una persona que siente una admiración excesiva por sí misma, por su aspecto físico y por sus dotes o cualidades. Un narcisista por excelencia es una persona egocéntrica y orgullosa hasta el punto de no conseguir vivir una vida feliz, ya que muestra un egoísmo agudo y una desconsideración hacia las necesidades y los sentimientos ajenos que puede llegar a ser perverso. Definición extraida de https://www.significados.com/narcisista/. Recuperado el 5 de abril de 2017
46 legitimadores (metarrelatos) que daban sentido al presente y al futuro que se había de seguir…, esto se traduce en diferentes terrenos: arte, política, filosofía. Faltando un relato único que nos guíe, nos encontramos en una situación desbrujulada, no tenemos esas verdades a las que agarrarnos que en tiempos no tan lejanos daban sentido y legitimación a las posturas que se mantenían. Nos hallamos, pues, en una situación en la que imperan la incertidumbre, el escepticismo, la diseminación, las situaciones derivantes, la discontinuidad, la fragmentación, la crisis… (P.p. 68-69)
El posmodernismo literario surgido de una sociedad posmoderna brinda así características identitarias fuertes, definitorias y diferenciales contrapuestas a la modernidad y al modernismo literario. La narrativa posmodernista es la de naturaleza fragmentaria; la novela es una especie de antinovela, los héroes de cualidades admirables, tan frecuentes en otros tiempos, son ahora seres humanos normales, cargados del pesar del desconcierto por el incumplimiento de los proyectos progresistas, son personajes antiheróicos, no porque destruyan o se declaren enemigos de los héroes sino más bien porque son ellos (los antihéroes) los únicos que existen, con sus vicios, con sus traumas, con su caos estructural y existencial. En últimas no está de más decir que las novelas posmodernistas manifiestan una mayor presencia de la cultura marginal y popular en su trama. 2.2 Postmodernidad en la Literatura Latinoamericana. En el término posmodernismo subyace más que solo una ideología, el término dirige la atención también hacia una serie de características socioeconómicas propias de la posmodernidad, el afianzamiento del capitalismo, el manejo de la información, la tecnología en general y el consumo. La literatura y el arte posmodernista se inclinan a representar esas características en la creación artística y literaria. En América latina la
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posmodernidad permitió a diversos autores salir del margen canónico y entrar en la mundialización de una nueva forma de creación literaria. En Latinoamérica el movimiento posmodernista rechaza la tendencia a tomar lo extranjero como forma de medición para valorar la creación y el arte propios de nuestro medio sociocultural, la creación local adquiere un valor relevante. Se resaltan los logros latinoamericanos, las obras literarias se tornan más localistas, se resalta la cultura marginal y local; En ellas se critica la realidad social y la condición humana que se vive en este momento y espacio de la historia. El movimiento posmodernista literario se gesta para los años 1960 y 1970 en Latinoamérica, a la par, surge también un movimiento conocido como “Boom latinoamericano”, en él resaltan escritores como el colombiano Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, de Argentina, el mexicano Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, de Perú. Por la cercanía en las fechas de gestación estos movimientos (el Boom y el posmodernismo literario) comparten características evidenciables en la forma de escribir de los autores. En principio, las creaciones de los del Boom tienen un tono político dada la situación política latinoamericana. El Boom disparó las ventas y el consumo de la literatura hispanoamericana en Europa y otras regiones del mundo. El estilo del Boom “Es caracterizado por ser participe la imaginación poética, por la alucinación de las historias narradas, además de manejar una comunicación más real en sus narrativas y un lenguaje más cotidiano en sus escritos” (2013).11
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La cita es tomada del blog Romper esquemas, carece de páginas; sin embargo la cita se encuentra en el párrafo 1 del subtitulo El posmodernismo en la literatura y el cine, Recuperado de: http://romperesquemaspodereimagen.blogspot.com.co/2013/03/posmodernismo-latinoamericano.html. Recuperado el 2 de abril 2017.
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El Boom latinoamericano sucede a la par de una nueva época, la posindustrial, ocurre en un periodo de expansión; al deseo de cambiar la vida, le acompañó el deseo por cambiar las letras, la escritura; por consiguiente, la forma de leer. El fenómeno editorial se vio impactado por el posmodernismo pues se da en una época cuando la publicidad está en su pleno auge. Con el Boom comienza la mundialización de la literatura latinoamericana. La cultura de masas demanda creaciones rápidas y en mayores cantidades. En el lenguaje de los pioneros posmodernistas literarios que hemos mencionado como García Márquez y sus contemporáneos, hay todavía aunque en un menor grado un poco de magia idealizadora (realismo mágico como en el caso de García Márquez con Cien años de Soledad) heredada del movimiento modernista literario; sin embargo el desarrollo del posmodernismo debe mucho a estos primeros escritores quienes con un lenguaje cotidiano y más real hicieron posible el nacimiento de una nueva estética. En los años 80 resplandecen nuevas figuras en Latinoamérica con un estilo más directo y un lenguaje más llano, En el caso de Isabel Allende (1942), nacida en Perú, aunque de nacionalidad chilena y estadounidense también. Una de sus obras más reconocidas es La casa de los espíritus (1982), su obra cuenta la historia de una poderosa familia de terratenientes latinoamericanos. En la obra, el patriarca Esteban Trueba construye con mano dura, un imperio privado que con el tiempo empieza a vacilar en medio de un entorno social insólito. Finalmente, el descenso del patriarca lleva a los Trueba a una penosa desintegración. Inmersos dramáticas relaciones familiares, los personajes dan luz acerca de las tensiones sociales y espirituales de la época posmoderna en la que vive la autora. Allende tiene también otras producciones importantes, a saber: La gorda de porcelana (1984), De amor y de sombra (1984), Eva Luna (1988) y Cuentos de Eva Luna (1989), entre otras.
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Es importante mencionar también a Reinaldo Arenas (1943-1990), novelista cubano y enemigo declarado del régimen de Fidel Castro. Entre sus textos cabe mencionar: El mundo alucinante (1965), El palacio de las blanquísimas mofetas (1980), Termina el desfile (1991) y Antes que anochezca (1990). Con esta última Arenas se inmortalizó como escritor de tendencia posmodernista, el 7 de diciembre de 1990 días después de entregar al mundo esta, su última obra, Reinaldo Arenas, en la fase terminal del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), se suicidó en Nueva York. Antes que anochezca (1990), es un impresionante testimonio personal y político. Arenas tenía las tres condiciones necesarias para ser considerado como inferior al resto por el régimen de la Cuba castrista: escritor, homosexual y revolucionario. El testimonio es narrado con el lenguaje de los marginalizados por un sistema excluyente que dificulta la vida de quienes son parte de las minorías sociales. Es preciso del mismo modo mencionar al chileno José Donoso (1924-1996), aunque algunos de sus creaciones no son valoradas como posmodernistas, en el año 1970 sorprendió con El obsceno pájaro de la noche, novela muy estimada por la crítica literaria por su estilo experimental e innovador. En su obra Donoso expone la realidad de la lucha de posiciones políticas, económicas y sociales; el narrador da voz al temor, los odios y la envidia de las clases bajas por quienes ostentan un mayor estatus. Se presencia así en la obra la contraposición de dos sectores sociales: la clase alta/decadente y la clase baja representada en los sirvientes. La novela es considerada una obra de la postmodernidad pues abandona el orden lógico, racional y convencional proponiendo un mundo caótico, donde se pierde la noción de un tiempo cronológico. A El obsceno pájaro de la noche (1970), también se le suma otra obra de José Donoso de corte experimental posmodernista titulada Casa de campo (1978).
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A todas estas debe decirse que la posmodernidad literaria trae consigo un replanteamiento en la forma, en la configuración de los personajes, de la misma manera significa un cambio en la actitud creadora de los escritores, en la poética y la narrativa los autores evidencian esta situación. Con respecto al campo poético, por ejemplo, Julio Ortega (1994) asevera: “el poeta ya no es el héroe de la subjetividad epifánica, como lo es en el modernismo, sino el antihéroe del coloquio marginal, despojado y guiñolesco, sin otra función social que el escarnio y el humor crítico” (p. 437). Si los escritores son ya sujetos antiheroicos, podemos de antemano tener una idea clara de lo que sus personajes pueden llegar a ofrecer a los lectores posmodernistas. Con seguridad la lista de estos autores señalados como posmodernistas podría ser mucho más larga, sin embargo, como hemos dicho estos solo constituyen una breve muestra de cómo el posmodernismo literario y las propuestas de posmodernidad se plantearon en la literatura latinoamericana. De forma generalizada el conjunto de escritores posmodernistas literarios en Latinoamérica dieron preferencia a la narrativa histórica en la cual muchos referentes aluden a realidades históricas. Así mismo, escritores posteriores fueron configurando dentro de ese mismo marco de posmodernismo literario en Latinoamérica un grupo de escritores considerados escritores del postboom latinoamericano. 2.3 Posmodernidad en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. La obra literaria de Efraím Medina Reyes Érase una vez el amor pero tuve que matarlo12, publicada en el año 2001 es una novela escrita en el marco del posmodernismo, como tal refleja las premisas planteadas por esta época y las características propias del movimiento posmodernista literario particularmente. En este apartado se verá cómo en
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Tomaremos para las citas la versión publicada en 2003 editorial Planeta Colombiana S. A.
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diferentes párrafos de la novela en mención encontramos clara evidencia de su pertenencia a la corriente posmodernista. De entrada debe decirse que la obra de Efraín Medina presenta una fragmentación propia de las producciones posmodernistas y del sujeto posmoderno en general. El lenguaje y la estructura que la obra propone es de naturaleza fragmentaria y obliga al lector a recrear su trama, a organizarla, o por lo menos, a intentar atar los cabos sueltos; la obra no ofrece posibilidades de ser comprendida al leerla una sola vez. Observando esto, Julio Ortega (1994) en su texto La escritura posmoderna, sobre el lenguaje que usan estas obras, puntualiza: El lenguaje ya no es una materia mítica sino una forma barroca: no busca revelar, remplazar o reformular la realidad que designa sino que demuestra cómo es capaz de representar y desrrepresentar varias realidades. El lenguaje, así, es un modelo operativo y sus transformaciones un juego y una indagación que cuentan con el lector para su aventura innovadora. (p.424)
El lenguaje de la obra debe ser intervenido por el lector, recreando siempre significados y sentidos posibles; en suma, su estructura caótica, su desorden característico y la difícil tarea que representa atar los cabos sueltos en la trama, demuestran la afición de los escritores posmodernistas literarios por los fragmentos. Debe observarse, por ejemplo que Érase una vez el amor pero tuve que matarlo termina con un texto titulado “Ciudad Inmóvil. Diciembre -92” (p.169), pero caóticamente en páginas anteriores hay un apartado titulado “Londres.Verano -93” (p.82). A esto debe sumarse el hecho de que a la mitad del libro haya un texto más este nombre Seattle. Abril -94 (p.86); es notable que no estamos en presencia de una secuencia lógica de tiempos, de años.
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Al desorden estructural se suma la utilización de un lenguaje en ocasiones grotesco y al margen de lo políticamente correcto, el viraje hacia el posmodernismo literario incluye este cambio en el uso de la lengua, las formas propuestas por el modernismo literario, siempre bellas, utópicas y evasoras de las realidades sociales son puestas a un lado del camino. Este abandono del lenguaje rebuscado y bello puede verse claramente en todo el transcurso de la obra, al inicio por ejemplo, encontramos: Me llaman Rep (…) Mido seis pies y peso ochenta y un kilos, tengo ojos negros y hundidos como agujeros de escopeta a punto de disparar, la boca sensual y una verga de 25 centímetros en los días calurosos. No soy eyaculador precoz ni suelo tener mal aliento, me gusta cortarme las uñas hasta hacerlas sangrar, tengo huellas de acné en la cara y el culo. (Medina, 2003, P. 11)
Con este comienzo el narrador escenifica la transformación de las letras, la desacralización del lenguaje literario, el distanciamiento formal del posmodernismo con la modernidad y su lenguaje utópico. Está claro que la distancia etaria entre Medina Reyes y otros precursores posmodernistas resulta en una utilización diferente del lenguaje contraponiéndose, por ejemplo, al realismo mágico de García Márquez. Hay que decir que en la anterior cita, Efraím Medina además de plasmar formas cuestionables, está también introduciendo un nuevo modelo de héroe que no coincide ni en aspecto físico, ni en hábitos y mucho menos en lenguaje con el tradicional personaje heroico al que están acostumbrados los lectores modernos. Con esta segunda premisa posmodernista se revalida que en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2003) convergen claras muestras de expresiones posmodernas a lo largo de la obra. Desde sus inicios la obra de Medina se propone como una antinovela, rompe los duros bordes de la convencionalidad creadora y reta a sus lectores a declararse, desde el inicio de
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la novela como seguidores o desertores de su estética literaria. Por supuesto en la novela de Efraím Medina, los personajes son más bien antihéroes, sus características no apuntan a perfilarlos en la categoría de héroes y esa es por consiguiente una característica más que ratifica su estatus posmoderno. Hasta aquí hemos dicho que en la novela de Medina Reyes, hay una serie de características que denotan su pertenencia al movimiento posmodernista literario; las expresiones posmodernas revalidan ese hecho, el caos estructural y la mutación de los personajes clásicos, quienes se muestran en la obra como seres normales, comunes y corrientes carentes de cualidades que les hagan sobresalir; además se observa el predominio del lenguaje popular, el relato cotidiano y la cultura marginal a lo largo de la obra. Citamos aquí una muestra más de posmodernismo que salta a la vista al leer las páginas de la novela: Sé que ahora mismo se la está metiendo, la está sobando, le está abriendo las piernas a 180 grados, le está hundiendo el alma. Sé que ahora mismo la está enganchando, y ella no piensa en mí, no pide ayuda. Sé que ahora mismo le está mordiendo la punta de las tetas, le está dando lengua, le está chupando la sangre, y ella no piensa en mí, no llama a la policía, ella goza. Sé que ahora mismo le está mojando las barbas del chocho, le está rayando el gallito, le está dando serenito a mil, ahora mismo, ahora mismo. (Medina, 2003, P.105)
Una vez más Medina hace uso del lenguaje desacralizado, su estilo revela la ruptura de los limites sociales establecidos; sus personajes mismos van más allá de la línea que demarca las fronteras de lo socialmente permitido, van tras el deseo de libertad como queriendo abolir el dominio del paradigma religioso o de cualquier otro presupuesto dogmático totalizador. Los personajes de Medina Reyes buscan crear su propia ruta, sus
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propios esquemas que son claramente distintos a los propuestos por la sociedad, la religión, la política, etc. En uno de sus relatos Rep, el narrador-antihéroe, hace una descripción del lugar donde él se encuentra pasando las horas, al parecer la habitación donde se aloja; mientras describe hace un acercamiento al deseo posmoderno de romper los esquemas de la modernidad, de hacer valer su libertad: El tipo que canta se llama Sid Vicious, un demente de la peor calaña. La mujer que amó se llamaba Nancy Spungen: juntos trataron de hacer lo mejor posible, romper los duros bordes de la realidad y para eso tiraron con saña, se taparon la crisma con todo tipo de drogas, vomitaron su rabia en hoteles malolientes. Hicieron valer —en todo sentido— su libertad en un
mundo de muñones
caminantes (…) vivieron como ángeles infernales y cayeron como perros callejeros. (Medina, 2003, P.12)
Al subjetivar la dureza de los bordes de la realidad, el narrador está participando en la exposición del pensamiento posmoderno. Para el narrador como para el sujeto posmoderno la realidad social tiene bordes fuertes que coartan la libertad del hombre. Es por ello que se hace en ese mismo párrafo la mención de hacer valer la libertad, para ello los sujetos que el narrador menciona (Sid y Nancy) consumen drogas, tiran con saña y vomitan su rabia en hoteles malolientes. La idea posmodernista aquí subyace en el deseo de emanciparse de las imposiciones aunque esto signifique la caída. La caída es el símbolo de la desacralización, la pérdida de la aureola. En este orden de ideas, las escenas grotescas y propuestas indecentes de la novela se muestran con normalidad
en el marco posmoderno mientras que para una sociedad
medieval y moderna fuertemente religiosa las mismas escenas que se proponen en la
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narrativa posmoderna serían reprochables e inaceptables. Piénsese por ejemplo en este fragmento: La fiesta era en el apartamento de Carmen. Cuando llegué había un alboroto porque Toba se había sacado la verga a petición de Carmen y ésta trataba de calcularle el tamaño con una regla. La verga de Toba colgaba como un oscuro chorizo, mientras él, llevado por la traba, se mecía frente a Carmen como una palmera en la tormenta. (Medina, 2003, P. 41)
En el lenguaje y las acciones del narrador y los personajes, no hay demostración de religiosidad, tampoco de centralidad. En este orden de ideas, los elementos que se han descrito apuntan a que la novela Érase una vez el amor pero tuve que matarlo se perfila hacia el posmodernismo literario. Al describir su propia visión de “novela”, el narrador dice: “El grueso de la novela es serrín y grumo (…) para evitar que entierren la novela hay que sacarla de ese pomposo ataúd llamado literatura” (Medina, 2003, p.60). Cómo se ha dicho en párrafos anteriores, el posmodernismo literario tiende a la recreación de sucesos cotidianos en la poética y narrativa. Es por ello que la novela de Medina Reyes reproduce eventos de carácter cotidiano que se refieren a situaciones de la vida cotidiana. Por ejemplo al hablar de cierta chica y su familia, Rep en palabras llanas permite sentir la cotidianeidad de su historia: A cierta chica le gustaba el campo, le gustaban las vaquitas, le gustaba la hierba mojada, a mí eso me enferma. (…) Tenía dos perritas: Zeppelin y Floid. En el fondo del patio la ayudaba a bañarlas y sacarles bichos. (Medina, 2003, P. 31)
En este relato no se habla de cuentos extraordinario o ficcionales, la historia posmodernista puede ser la de cualquier persona, las imágenes son cotidianas, las alusiones hacen referencia a situaciones concretas y comunes de la vida. De la misma forma ocurre
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en el relato en que Rep habla sobre su gusto por el fútbol y algunas limitaciones que tenía para jugarlo sin prejuicios. En sus propias palabras declara: Quería jugar fútbol, creía tener condiciones, había ensayado miles de jugadas en la soledad luminosa de mi mente, había alternado con los mejores del mundo, vivos y muertos, sentado en el inodoro durante horas. Sólo había un problema: mis piernas. Eran demasiado flacas y me daba vergüenza ponerme los cortos. Para escapar de la educación física le había metido al profesor la patraña de una rara enfermedad congénita. (…) Los profesores son la cosa más boba e indiferente que hay. Es fácil engañarlos porque no les interesa un pito si a ti te parten el alma, solo quieren que llegue el fin de mes para agarrar su miserable paga. (Medina, 2003, P.84)
Nótese que no hay interés de reproducir imágenes irreales o ficcionales de imaginación del narrador o de invención del autor. En este relato de una situación que puede darse en la vida real de gente común y corriente también el narrador está manifiesta una característica más del posmodernismo, a saber, la culminación del tiempo del arte por el arte y en su lugar, la comercialización del saber —rasgo puro del tiempo posindustrial— donde el capitalismo es el régimen dominante y el saber una mercancía más. No se puede pasar por alto la alusión a medios masivos de comunicación y la tecnología que atraviesa la obra de Medina, en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2003) se hallan medios propios de la cultura de masas, noticieros, periódicos, revistas, etc. Así se ve en la obra: “Sid era el ídolo y lo querían aislado, expuesto: lo querían jodido por y para ellos. La prensa esculcaba sus intimidades…” (Medina, 2003, P.17). En un partido de fútbol jugado por Rep, hay un discurso televisado que constituye también una clara alusión a los medios masivos de comunicación. “Me emputó como tienes idea que el presidente, en su discurso televisado, no mencionara los estragos de la eyaculación precoz en el fracaso deportivo…” (Medina, 2003, P. 24).
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Con la llegada de Marvin, el primo de Toba, llega también la tecnología a la novela: “Marvin, el primo de Toba, había llegado de usa con media docena de levi´s y una cámara de video vhs formato C de segunda” (Medina, 2003, P. 37). Así también, la película que Rep junto con un grupo de amigos se deciden a grabar, titulada “La muerte de Socrates”, es hecha con una cámara de marca particular. “El último viernes de ese julio empezamos a rodar con una Sony 3000” (Medina, 2003, P. 52). De la película surge una alusión más a otro medio de comunicación, La revista Perro Muerto (Medina, 2003, P. 55); aunque de ella si se especifica que era de escaza circulación. En general, la novela siempre señala la tecnología como parte importante para la configuración de la trama. Kurt, el guitarrista por ejemplo pudo grabar y vender siete millones de copias de su CD. “Su segundo C.D. vendió siete millones de copias y él fue lanzado hacia el mundo como un cometa enloquecido” (Medina, 2003, P. 83). Siendo que la tecnología tiene su sitio en la narrativa posmoderna, la novela de estilo posmodernista presenta también alusiones a la música conectadas a esa idea de mundo tecnológico; es común la interacción de los personajes con la música, con los medios masivos de comunicación, con la tecnología en general. En Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2003), en ocasión del suicidio de Kurt, el famoso guitarrista podemos ver esta relación: La gente de Seattle, como la de cualquier otra ciudad, se entusiasma cuando ve cámaras de TV. Salir por unos segundos en la pantalla es el sueño de más de uno así que el periodista no tuvo que esforzarse para hallar expertos en Kurt (…) El programa empezó con el video de la canción: Smells like teen spirit. (Medina, 2003, P. 91)
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Si hay algo que hace particular la literatura de Medina es la configuración de sus personajes. La novela de Medina Reyes, crea personajes particularmente ambiguos, existencialmente en crisis, frustrados, fracasados, sujetos dobles; ellos personifican muy bien la condición humana posmoderna. Pude verse esto en el personaje Sid Vicious, un hombre que anhela encontrar una mujer para amarla pero cuyas acciones denotan que su amor está muy alejado de la concepción tradicional de amor: Sid jamás tuvo una oportunidad… deseó amar a una mujer y encontró a Nancy, la mejor chica que había sobre el planeta. No podía ser más afortunado y ya sabes lo que hace la Señora Fortuna con los tipos sensibles (…) Sid fue acribillado por la fama, su nombre estaba en las portadas y cajas de cereales, en la calle vendían un muñeco a su imagen y semejanza. Miles de vulvas lo buscaban para atorarlo, miles de lenguas querían lamerle el trasero. Entonces llegó Nancy… (Medina, 2003, P. 20)
En medio del caos estructural propuesto por Érase una vez el amor pero tuve que matarlo (2003), se desarrolla la visión de amor que tienen los personajes. Esta visión particular de amor apunta a la concepción posmoderna alejada de la utopía y el romanticismo que expone el modernismo literario, es en realidad una visión un poco más cruel y despiadada. La felicidad no es el fin último a lograr cuando las relaciones se crean: Nancy amaba a Sid pero le gustaba leer filosofía y escuchar música de Wagner. Sid amaba a Nancy y no le gustaba nada más. Sid odiaba la filosofía y la música de Wagner y odiaba cualquier cosa que le gustara a Nancy. (…) Cuando Nancy estaba feliz con algo, Sid trataba de arruinar esa felicidad, de matar ese algo… (Medina, 2003, P.17)
Se comprueba con estos apartes que Sid Vicious es un personaje doble, tiene dos caras; profesa una cosa mientras que sus acciones no acompañan a sus profesos sentimientos. Este tipo de personajes se constituyen en personajes predilectos de la literatura posmodernista. Son personajes que cargan con la fragmentación existencial propia de la etapa posmoderna.
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El narrado de la obra, Rep manifiesta esa doble personalidad cuando afirma que ama pero actúa sin pensar mucho las consecuencias que sus acciones podrían traer a la mujer que ama. Después de todo, el posmodernismo reza que lo importante es el disfrute del presente, las ansias por el goce del momento actual: Si se lo hago a esta mujer y está infectada pronto empezaré a perder peso. Si está sana y no se lo hago voy a dañar una auténtica fiesta. Hablar con ella no tiene objeto: si está enferma y lo sabe sus intenciones son obvias. ¿Y si el enfermo soy yo? Ella no parece considerarlo y eso da qué pensar. Lo malo es que si me infecto luego infectaré a cierta chica que me ama y ostenta una fidelidad a toda prueba, en cierta forma su vida depende de una decisión mía, y si cometo un error su fidelidad no va a servirle de mucho. No conozco a esta mujer… (Medina, 2003, P. 21)
En la mente de los personajes hay una escaza visión futurista, el goce está en el momento que se vive y por ello es también claro que no importan mucho las promesas anteriores ni las relacionadas con el futuro. Como hemos hablado hasta aquí, es notable que no hay lugar para una personalidad única y absoluta en los personajes posmodernos. El ser está compuesto por lo heterogéneo partiendo de la fusión de experiencias. Debe recordarse que el posmodernismo literario rompe la propuesta totalizadora del modernismo y da lugar a un universo sin centro y sin posiciones absolutistas. En la novela el día de la muerte de Kurt algunos de los comentarios hechos por parientes y los escritos propios que Kurt deja antes de morir, advierten sobre la condición banal humana en un tiempo en el cual centro se perdió. El forense estimó que Kurt había vaciado la carga de un rifle de cacería en su atormentada cabeza cuarenta y ocho horas antes: Estaba tranquilo silbando canciones. No parecía tener algo así en mente (…) La madre de Kurt hizo un segundo comentario: Nunca estuvo conforme, pensé que había cambiado, después de todo no es tan malo ser famoso y ganar mucho dinero, ¿Qué más
60 quería por Dios? (…) luego habló una mujer llamada Jenny que alguna vez había sido su novia: No le gustaba la gente y creo que tenía razón, le gustaban la música y el silencio. Sí, perdió la música y no pudo aguantar más. (Medina, 2003, P.92)13
Obsérvese esta misma idea de inexistencia de centro en las palabras que Kurt le deja a sus familiares y al mundo: El periodista anuncio a Courtney Love, la esposa de Kurt, que leyó apartes de su mensaje final: …Estar allí sin emoción, siguiendo la corriente con la lengua de un tonto experimentado, me hace sentir culpable más allá de las palabras porque el peor crimen es fingir”. (Medina, 2003, P.p. 92-93) 14
Kurt se cansó de llevar una personalidad doble, aparentó felicidad por mucho tiempo, sin embargo no aguantó su vida, pues no iba en armonía con sus ideales íntimos. Se encontró en ese universo que el posmodernismo creó, un universo carente de la esencia, del centro; los comentarios de Kurt dan cuenta de un personaje que disfruta más los momentos de soledad que los momentos de compañía de las grandes masas en los enormes conciertos en los que adquirió la fama. Es en síntesis, ese mismo sujeto doble del que se ha hablado líneas atrás. Al respecto de ese tipo de sujeto doble, Rep, el narrador comenta su propia perspectiva del problema y sobre sí mismo declara: Vivo entre el sueño y realidad, sueño que soy Big Rep, una estrella del cine y el arte, que vivo en Nueva York y concedo mil entrevistas por día, que tengo un sirviente filipino y una mansión de 57 habitaciones, que las mujeres se arrastran por mí, que hago lo que quiero y digo lo que siento (…) Sueño que no soy yo. (Medina, 2003, P.95)
Tal como el sentimiento que Rep expone, el resto de los personajes poseen el mismo sentimiento de búsqueda de sí mismos, sensación de frustración y fracaso. Es en ese orden 13 14
Las cursivas son del autor. Las cursivas son del autor.
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de ideas los personajes de Medina son particulares al ser comparados con los de otros tiempos y movimientos literarios. Los personajes de Efraín Medina suman a la condición que hemos expuesto una visión de futuro bastante desconfiada de las ideas progresistas, en ocasiones esa visión futurista se ha ahogado por los fracasos de la vida a los que han hecho frente. Esta condición desconfiada con relación al futuro les lleva por ejemplo a crear una empresa a la que llaman Fracaso Ltda, así se expresa en la novela: Después de intentar con el cine, el teatro y un resto de cosas más decidí montar una empresa y la llamé Producciones Fracaso Ltda. (…) Donde se necesite un fracaso, allí estaremos rezaba el flamante lema de la empresa y ese era su único activo. (Medina, 2003, P.51)
Puede complementarse esta misma falta de visión futurista en la experiencia de la anciana de noventa y siete años Sarah Weber cuya relevancia para el estudio radica en su resistencia a inmortalizarse o por lo menos a durar más tiempo que el necesario. Como si se tratara de la representación viva del posmodernismo, como se muestra a continuación, la idea de progreso, de un mejor futuro en Sarah Weber, acabó. Los habitantes de la isla dicen que Sarah está loca porque no quiere internarse en un hospital a pesar de la promesa hecha por los médicos de alargarle la vida unos cinco años más (…) —No me interesa romper ningún record — dice Sarah — (…) (Medina, 2003, P.117)
El desinterés por el futuro reafirma de forma contundente la propuesta posmodernista de la obra de Medina, le aporta una característica de suma importancia ya que como se ha visto a lo largo de estos dos capítulos, la posmodernidad a gran escala y el posmodernismo literario de manera más específica promueven la desconfianza por las promesas progresistas y futuristas de la modernidad.
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Una muestra más de esta desconfianza en el futuro subyace en la visión de mundo sobre el amor que tiene el personaje principal y narrador Rep. Véase el siguiente comentario: Los enamorados tienden a tres cosas 1. Decir que el sexo no es lo más importante para ellos 2. Hacerse promesas increíbles. 3. Elaborar todo tipo de planes hacia un brillante futuro. Cuando se hacen esos planes con alguien amado uno puede imaginarse cualquier cosa menos que esos mismos planes puedan realizarse con otra persona. Uno considera que cada promesa es única e inmortal, que la palabra empeñada vale más que el amor. Apenas decae el sexo (que tenía tan poca importancia) el resto se esfuma. (Medina, 2003, P.46)
Toba, el amigo de Rep, por su parte reafirma el pensamiento del narrador siendo aún más claro y pesimista “el amor es un fraude” (Medina, 2003, P.28). Finalmente, el personaje de la película La muerte de Sócrates creada por Rep y sus amigos de nombre Big Rep deja también su opinión al respecto ante la pregunta de los periodistas que han llegado de parte de la revista Perro Muerto. Así aparece en la novela: P.M: ¿Qué opina del amor? BR: Es un asunto de velocidad: si no te andas a prisa te joden (…) si no te metes en tu propia velocidad acabarás delirando en una acera cómo Don Quijote… (Medina, 2003, P.62)
Con claras muestras de la naturaleza de la obra Érase una vez el amor pero tuve que matarlo de Efraím Medina Reyes, debemos decir que es sin duda una novela de corte posmodernista. Sus relatos quiebran la línea, se salen de los límites. Sus personajes cumplen un papel importante en el planteamiento posmodernista de la obra. Hay en ellos una forma particular de ser y de comportarse que los hace parte de este movimiento literario. La obra de Medina Reyes rompe esquemas que en un tiempo fueron considerados verdades absolutas, negándolas o refutándolas con argumentos posmodernos; en su novela,
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la expresión posmoderna puede ser vista y comprobada a la luz de los presupuestos teóricos que la posmodernidad propone. La tarea de configuración de la obra como posmodernista se logra con personajes fuera de serie y con relatos que nos dejan mucho a la imaginación, principalmente, la tarea de armarlos, de re-crearlos, de configurar en cada lectura sentido.
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CAPÍTULO III EL ANTIHÉROE, ELEMENTO CONSTITUYENTE EN ÉRASE UNA VEZ EL AMOR PERO TUVE QUE MATARLO Como se ha dicho, en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, los personajes cumplen un papel fundamental en la representación de las consignas posmodernistas literarias. En este apartado nos centraremos en una de ellas: la configuración de un nuevo modelo de héroe cuyo carácter refleja la fragmentación y la carencia de una tendencia uniforme y clara; sin embargo, estos personajes son claramente identificables como sujetos que son parte de un universo ficcional posmoderno carente de centro y de un proyecto único o totalizador. En este capítulo se expone cómo la figura del héroe tradicional ha sufrido cambios significativos resultando el antihéroe posmodernista, igualmente se expone cómo en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, la figura representada del antihéroe casi que en la totalidad de sus personajes, cobra vida y se convierte en un elemento central de la propuesta literaria de Efraím Medina. En este orden de ideas veremos cómo a lo largo de la obra, características del antihéroe tienen lugar en la narración de las vivencias de Rep y sus amigos. Estas aventuras, nos dan sin lugar a duda evidencias de la presencia del antihéroe como un elemento constituyente de la obra. Analizaremos que las escenas propuestas en la obra son escenas comunes y corrientes, veremos cómo se habla de la cotidianeidad, no obstante, los personajes no representan la figura de héroes tradicionales, sino que rompen el esquema caracterizándose por una extraña suerte de fracaso e imposibilidad; al mismo tiempo los personajes viven llenos de angustias, bajo el estandarte de sus propias normas pues representan el fracaso de
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la creencia en la institucionalidad de las entidades y el individualismo imperante en el mundo posmoderno. 3.1. El héroe tradicional En la indagación por el término “héroe”, algunas definiciones apuntan a una persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, de manera especial cuando se requiere mucho valor para hacerla, así también se refiere a un personaje que causa admiración por sus cualidades. Durante años se han asociado al héroe con la valentía y el arrojo en el desarrollo de sus “hazañas”. Siempre se piensa en el dualismo bien y mal relacionando al héroe con el bien, cómo quien busca mantener o restaurar el orden perdido. Por ello es también fácil relacionar en la vida cotidiana, como héroes, a los policías, militares, políticos o a una buena madre con la figura de heroína. La figura del héroe no pierde la batalla, enfrenta y vence vez tras vez los obstáculos que se les presentan, asegurándose para sí una más alta reputación en la sociedad circundante. La muerte no atemoriza al héroe, la enfrenta con coraje y de ser necesario, dará la vida por su causa. Bajo esta consigna es probable que el héroe no muera en la vejez, como cualquier mortal. Muy posiblemente la muerte sorprenderá al héroe en la plenitud de su juventud o a mediana edad; obviamente todo buen héroe aprovechará aún el momento de su muerte como una oportunidad más para consagrarse victorioso a la vista de sus seguidores. En la literatura clásica, exactamente en La Ilíada de Homero, puede verse un buen ejemplo de héroe,
en el personaje de Aquiles 15 , el gran guerrero cuya única parte
vulnerable era el talón derecho. Aquiles participa valientemente en la guerra de Troya, logra vengar la muerte de su amigo Patroclo; adicionalmente, Aquiles es poseedor de un 15
En las epopeyas o poemas épicos el héroe se concibe como el personaje principal que desarrolla las acciones más importantes y en la mitología tradicional, un héroe es aquel que es más que un hombre pero menos que un dios ya que nació de un ser divino y de un ser humano.
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sentido particular de la justicia, era también admirado por la velocidad con que se movía al punto de ser conocido como el de los pies ligeros. Izibeñe Oñederra (2012), en su texto Análisis de figuras antiheroicas y sus modos de representación en el arte contemporáneo, comparte el siguiente comentario: En la figura del héroe se encarnan los valores positivos compartidos por una sociedad, el héroe representa el modelo convencional a la que da prioridad una cultura en un determinado momento. Es un hombre que ha encontrado el sentido a su vida, es coherente con su forma de pensar y de estar en el mundo a los ojos de los demás. La figura se basa en unas características relacionadas con un modelo relacionado con la masculinidad: personalidad fuerte, pensamiento establecido basado en la razón, metas de la vida prefijadas, buen estratega ante las adversidades, dureza de espíritu”. (p.9)
La construcción de personajes heroicos demanda un conocimiento cultural profundo de los valores ratificados y valorados por una sociedad como formas plausibles de comportamiento. Los personajes heroicos señalan los valores sociales más estimados por un grupo social determinado, son esos valores los que le aportan su sentido de identidad heroica. Este hecho permite deducir que la concepción de héroe puede variar de cultura a cultura y que los personajes heroicos refuerzan la estandarización de los valores aprobados y deseados por una sociedad específica. En el análisis de Izibeñe Oñederra (2012), la investigadora declara que los héroes son poseedores de algunos rasgos que son compartidos en cualquier obra. Uno de ellos es el liderazgo; el héroe es un líder pues “se encuentra por encima del resto con una mayor capacidad de mando e influencia, respetado y querido por los otros y situado en ese papel por un conjunto de cualidades entre las que destaca un indefinible carisma”(p.10). Este rasgo en la figura del personaje literario le hace acreedor de especial interés social. Le
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convierte dentro de la obra misma en un punto visible de referencia. Este tipo de personajes “Toma decisiones y corre riesgos mayores y destaca en tres dimensiones: su actividad, su capacidad para desempeñar las tareas y objetivos que se propone y el afecto que obtiene de los otros” (p.11). Siendo que la figura del héroe es portadora de los ideales y valores aceptados convencionalmente por una sociedad específica, es preciso decir que los cambios cronotópicos hacen que la figura del héroe sufra modificaciones en la medida en que se modifican las sociedades y las condiciones que rodean a estas. Los héroes de periodos clásicos no corresponden con las características heroicas del medievalismo o el romántico; así también el héroe modernista deja de compartir algunos rasgos con el héroe posmodernista. En el siglo XIX por ejemplo, el posicionamiento y deseos de expansión de la industria, la llegada y mejoramiento del sistema de transporte, los cambios y resultados en materia científica demandan y merecen un héroe más rápido, más omnipresente y con características que le hagan realmente competitivo, esto es, arrojo, astucia, decisión quizás un poco más agresividad que en otros tiempos. 3.2. Del héroe tradicional, al Antihéroe posmodernista. En el siglo XX tomó fuerza el proceso industrial y tecnológico. La conectividad cada vez más posible es el inicio de los intereses globalizadores. Sin embargo, es también un siglo marcado por la violencia. Las guerras mundiales ocurren en este periodo dejando a su paso muerte e indignación. La crueldad y la condición banal del hombre son puestas en evidencia en medio de una sociedad mundial que se fragmenta en millones de intereses particulares, la razón no tiene cabida, las verdades absolutas se han ido a otra parte. El siglo XX es el siglo donde el individualismo reina. En palabras de Oñederra (2012): “El saber, el
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gusto, el sentimiento y la existencia son para los hombres contemporáneos relativos, es decir, no existe una verdad absoluta para los individuos” (p.18). Ahora bien, es en esta época donde se empieza a notar como a partir del comportamiento humano, que no es perfecto, sino lleno imperfecciones, la connotación del héroe es transformada por una acorde a la realidad banal de la humanidad, atribuyéndosele rasgos propios de ella, tal como lo afirma Oñederra (2012): El siglo XX es una época, en donde todo puede suceder, en la cual el hombre ha tenido que sobrepasar sus propios límites para poder superarse y alcanzar un nivel científico muy importante, el héroe cambia, se convierte en el símbolo de la desesperación del hombre ante la enajenación deshumanizadora, usando como instrumento la ironía con el fin de auto-conocer sus pasiones y relajarse, de burlarse de sus propios actos. Se le da un nuevo giro, en el que a éste le toca contar sus propias aventuras llenas de un humor negro, ideas críticas e imágenes corrosivas. (p.18)
Oñederra describe muy bien la condición del hombre posmoderno y las razones de la transformación del héroe tradicional en el antihéroe posmodernista. En el marco descrito por Oñederra (2012) surge la figura de un nuevo tipo de personaje: el antihéroe. Cabe decir que el antihéroe no es la contraposición de la figura del héroe necesariamente; sin embargo se contrapone en tanto que posee unas características propias. La figura del antihéroe es en esencia el resultado de la evolución histórica, de los cambios y las transiciones que la historia humana señala, es la integración de unos nuevos valores y el decaimiento de la creencia de posiciones absolutistas y de verdades absolutas. Tal como los conocimientos durante esta época son considerados relativos, variables, interdisciplinares, fragmentarios, el antihéroe es una figura literaria presente que testifica vivamente esa fragmentación en el plano del ser.
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Nicolás Casariego (2000), en su libro Héroes y antihéroes en la literatura define al antihéroe no como una contraparte del héroe. En sus propias palabras declara: “personaje que desempeña las funciones propias del héroe tradicional, pero que difiere en su apariencia y valores” (p.8). Siguiendo a Oñederra (2012), es claro que la figura antiheróica posmodernista es el resultado de una mutación casi obligada por unas circunstancias históricas, sociales y de transformación en la visión de mundo, los valores y las formas propuestas por el modernismo literario hacia una nueva concepción y convenciones propias del acelerado mundo posmoderno. Está claro que Casariego sugiere la idea que el antihéroe nace como resultado de un presente no deseado y vive sin ninguna promesa de futuro. Una de las principales diferencias entre héroe y antihéroe es que el primero cree en la moral y cumple la ley, el segundo en cambio, no cree en la ley ni en la institucionalidad de la Iglesia, la academia, etc. Así las cosas, la definición de antihéroe es ahora más clara para nuestro análisis. De acuerdo con Oñederra (2012), debe entenderse en términos vulgares al antihéroe como héroe corriente y anónimo”,
“héroe sufriente”, “héroe lúdico” o “héroes
maldito” y hasta “abyecto”, concretable en personajes que se salen de los valores habituales y que en su diferenciación de la mayoría establecida, son familiar y peyorativamente caracterizados como personas sin ‘fuste’, perdedores, degenerados ‘gafes’, ‘chivos expiatorios’ bufones, ‘veletas’, ‘perros verdes’, ‘ovejas
negras’,
sin
sangres’,
‘balas
perdidas’,
‘majaras’,
traidores,
‘tocapelotas’, ‘maricones de mierda’, tibios,’cabralocas’, pichasbravas, putones verbeneros…etc.. (p.4316).
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Las cursivas son del autor.
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Por estos calificativos se entiende que es un antihéroe todo personaje que se sale retóricamente de la figura del héroe tradicional, esto es el héroe fuerte, valiente y admirado por todos. En ese orden de ideas, sintetizando de alguna manera lo que Oñederra señala, un personaje sería un antihéroe si cuenta con las siguientes características: 1. Un personaje del montón, común y corriente, un personaje carente de hazañas admirables para la sociedad y, sin embargo, lleno de tareas cotidianas, rutinarias como cualquier otro mortal. 2. Un personaje sin deseos de inmortalizarse por sus actos y por ellos en algunas ocasiones sería una especie de héroe anónimo. 3. No muy inteligentes, faltos del deseo de superación y desconocedores de la idea de progreso o por lo menos sin muchas ganas de participar en proyectos progresistas. 4. Llenos de angustias, inquietudes, dolor y desasosiego. Sin embargo es un personaje que no va directo a suicidarse por eso. Es importante la continuidad en el mundo a pesar de esas circunstancias internas adversas. 5. Un personaje fracasado por el no cumplimiento de sus expectativas, esta situación le genera al antihéroe falta de autoestima y sensación de inferioridad. 6. Personaje vividor. Vive una vida de pereza y relajación mientras otros pagan sus gastos de vida. 7. Individualista, el personaje actúa motivado por sus propias normas y la incredulidad de las normas socialmente establecidas. 8. Ser de ánimo calmado, desilusionado y sin muchas esperanzas. El personaje es indiferente, vive al margen de la sociedad de su relato.
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3.3. La presencia del antihéroe en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. En la novena de Efraím Medina Reyes, —si es que se puede hablar de un “comienzo” en una novela posmodernista, es un antihéroe quien comienza la narración: Rep, el personaje principal, en él confluyen muchas de las características propias de un antihéroe y sin embargo no el único poseedor de ellas, abre la novela de Medina Reyes (2003): Me llaman Rep —diminutivo de reptil— desde que recuerdo. Mido seis pies y peso ochenta y un kilos (como los cowboys de Marcial Lafuente Estefania), tengo los ojos negros y hundidos como agujeros de escopeta a punto de disparar, la boca sensual y una verga de veinticinco centímetros los días calurosos. No soy eyaculador precoz ni suelo tener mal aliento, me gusta cortarme las uñas hasta hacerlas sangrar, tengo huellas de acné en la cara y el culo, unos dientes fuertes y el olor natural de mi piel es fascinante. Para la eficaz e inolvidable sacudida que toda mujer sueña soy el tipo indicado. También me destaco bebiendo. No sé bailar ni cantar pero si los que saben pudieran hacerlo como yo, estarían en la cima. (p.11)
La presentación de Rep deja visto que es un personaje común, la obra no hace alusión a un personaje maravilloso y fascinante, sino por el contrario a un tipo que de entrada sorprende con un lenguaje claro, cotidiano aunque un poco vulgar. Su lenguaje, puede ser repudiado, rechazado o cuestionado por cualquier persona que profese una religión de manera acérrima. El reconocimiento de las propias cualidades pone en relieve una posición subjetiva que rompe el esquema de un héroe como resultado de las hazañas que hace y a quien la gente señala con admiración. Reptil que es el origen de su nombre Rep no necesita ganar admiración para hacerse como personaje y héroe, se hace a sí mismo y está orgulloso de las que para él son sus mejores cualidades.
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Podemos encontrar la figura del antihéroe representando las diferentes premisas posmodernistas, puede verse por ejemplo en el desinterés por el progreso y el nulo deseo de inmortalizarse que muestran los personajes. Asimismo, en aquellos personajes al margen de la sociedad, en la tendencia a la negación del ser y en ocasiones la doble personalidad de los sujetos que evidencia la fragmentación del ser humano. En últimas está claro que al leer la obra, el lector se aventura al encuentro con personajes que no son los héroes que muchos quisieran leer. En palabras Rep, el personaje narrador: Uno quisiera que las personas fueran como uno imagina que son, uno se empeña en hacer de las personas lo que uno quiere que sean. Es lo que me emputa de la literatura literaria, en esta los personajes son rígidos y deambulan por la trama como tarritos de conservas por los rieles de una fábrica (Medina, 2003, P.111)
La naturaleza de los personajes antiheroicos y la propuesta posmodernista es precisamente esa, romper la configuración tradicional de los personajes, sacarlos de la condición rígida y prefabricada que ofrece la literatura de tiempos anteriores. Se trata de tocar un poco más la vida real de personas reales, para ellos se alude a la cotidianeidad. Ya se ha dicho que los personajes actúan en el marco de la cotidianeidad. Sus vivencias están relacionadas con la vida común de cualquier ser humano. Rep, por lo menos, es un personaje pobre que en ocasiones sin dinero y con deseos de beber no tiene una opción diferente a hacer una vaca 17 con sus amigos, para entre todos poder juntar el dinero necesario para comprar la botella de ron. Rep declara: “Al día siguiente vuelvo al bar (…) Ciro y Jota llegan, hacemos una vaca y compramos media de ron” (Medina, 2003, P.22).
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Hacer la vaca es una expresión coloquial de los países hispanos que significa recolectar dinero entre un grupo de personas para una actividad determinada por el grupo (comer, beber, etc). Esta definición fue tomada de http://www.asihablamos.com/word/palabra/Hacer%20una%20vaca.php. Recuperado el 18 de abril de 2017.
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La literatura posmodernista al tratar sobre la vida real carece de magia, la fantasía está ausente, es la vida diaria y las acciones comunes lo que direcciona el comportamiento de los personajes en la obra. Rep afirma: “Me gusta trotar cada mañana porque afloja la tristeza (…) trotar ayuda, por eso hay tanta gente trotando al amanecer” (Medina, 2003, P.113). A lo largo de la obra pueden encontrarse alusiones a la vida común, la obra está hecha de imágenes cotidianas; es en ese marco de lo común y corriente en que Rep, personaje principal de la obra se describe y describe a sus amigos. Debe notarse que el valor de los sujetos no está dado por características especiales y acciones sensacionales como se hacía con héroes tradicionales. En Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, encontramos estas palabras del personaje y narrador: Aldo no pinta ni escribe, nadie sabe lo que hace, solo es Aldo: un hombre bajito y robusto que sonríe todo el tiempo. Ciro también es Ciro y eso inquieta a muchos. En cuanto a mí, soy Rep, ese es mi único oficio. (Medina, 2003, P.157)
Si hay una característica recurrente que se suma a esa cotidianeidad planteada en la obra y al mismo tiempo da vida a la figura del antihéroe en la obra es el fracaso de los personajes. La estética del escritor Efraím Medina Reyes, quien ha incursionado en la posmodernidad literaria, está plagada de fracaso. Para la muestra puede observarse la vida de Rep. El principal personaje de la obra que estudiamos es un hombre fracasado. El fracaso le acompaña en todos los ámbitos de su vida, en eventos cotidianos tan sencillos como jugar fútbol, por ejemplo; él lo dice de esta manera: Vamos perdiendo dos a cero. He votado tres goles y el entrenador está a punto de sacarme (…) No digo que sea excelente pero suelo hacerlo mejor cuando ella no viene. Todo el universo ignora lo que significa para mí hacer un gol pero eso no
74 será posible, eso no cabe en la mente de dios… Deseo tanto hacerlo delante de ella pero no llega. (Medina, 2003, P.24)
El personaje principal de Medina se sabe fracasado, reconoce en cada suceso de su vida que el fracaso no es una parte de su vida, es la totalidad; la situación de saberse fracasado le lleva a interiorizar el fracaso a tal punto que crea una empresa a la que llama Fracaso Ltda. El hecho de reconocer su existencia fracasada no justifica dejar de existir. Es precisamente el reconocimiento de sus limitaciones lo que le hace un héroe, pero sus discapacidades en cuanto a realizar las hazañas que quiere dar a conocer a su público le reafirman su carácter antiheróico. Ese mismo Rep en otra ocasión dice lo siguiente: Quería jugar fútbol, creía tener condiciones, había ensayado miles de jugadas en la soledad luminosa de mi mente, había alternado con los mejores del mundo, vivos y muertos, sentado en el inodoro durante horas. Sólo había un problema: mis piernas. Eran demasiado flacas y me daba vergüenza ponerme los cortos (…) El caso es que cuando por fin mis piernas engordaron ya estaba viejo para empezar la carrera de futbolista y de esa manera el país perdió al único hombre capaz de llevarlo a disputar la final de un campeonato del mundo. (Medina, 2003, P.84)
La anterior cita da cuenta de un sujeto fracasado quien en sus propias palabras habla sobre una nación también fracasada, obviamente a causa de los sujetos que la conforman, son todos antihéroes fragmentados en millones de intereses individuales. Los antihéroes como él no pueden ofrecer mucho a una sociedad expectante y el resultado es inevitable: un proyecto de ser y de país que no llega a concretarse. En el orden de ideas de sus comentarios, Rep no fue un héroe porque las circunstancias de su mundo circundante se lo impidieron ser, le cortaron las alas, le robaron sus sueños, le vendieron otros “mejores”. Al final de la cita, encontramos Ahora bien, la ironía, como figura retórica utilizada por Rep
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en su narración, da cuenta de cómo ésta forma parte de la cotidianidad de los seres humanos, y en ella se enmarcan características como el fracaso, las debilidades, las imperfecciones, todas ellas completamente alejadas de las de un héroe que “todo lo puede”. Puede darse continuidad a la tendencia de fracaso en los personajes de Érase una vez el amor pero tuve que matarlo con muchos otros apartes de la novela que demuestran la conexión entre las figuras antiheróicas y una de las características principales del movimiento posmodernista literario, como hemos dicho, la fragmentación y el fracaso del hombre posmoderno. Profesional y académicamente Rep, personaje principal de su obra se define de esta forma: Empecé a estudiar medicina. Mi madre me había estado entrenando para eso desde el día que nací. Entrenando significa que todos los malditos días de mí vida me repetía la misma cháchara: Ser médico es lo mejor que hay. Tener un hijo médico me haría feliz. Rep tú sabes que mi vida ha sido una desgracia pero tienes la oportunidad de remediarlo. Y allí estaba Rep un niño flacuchento con la pesada carga de la felicidad de su madre, la única posible en mi horrible vida, sobre sus estrechos hombros. (Medina, 2003, P.84)
Definitivamente Rep es un antihéroe notable en la novela, su vida no es perseguida por el éxito, este huye de todas las áreas de su vida. En el amor la suerte de Rep no es mejor que en el fútbol o en sus estudios y desarrollo personal y profesional. Es un hombre enamorado de cierta chica, una mujer que no tiene el más mínimo interés por la vida de ese pobre mortal. Sobre ella Rep revela lo que piensa en varias ocasiones, sus comentarios muestran una visión muy fracasada del amor: Cierta chica sigue doliéndome, no encuentro lo que busco y lo que busco ya no puede ser ella, ella me mandó a ver si la puerca puso y cuando le dije que sí, me
76 mandó a peinar tortugas. Estuve intentando un tiempo pero ya sabes que cuando el amor se enfría es más frío que la misma muerte. (Medina, 2003, P.30)
El fracaso le hiere profundamente, toca sus fibras más íntimas, sin embargo, para Rep no hay otra vía diferente a la resignación, la aceptación de la realidad y la quietud que manifiesta ante la situación de perder a su querido amor, ratifica su identidad antiheróica; Rep no irá al rescate de su amada, no matará al ladrón de su adoración, actuará diferente, no es un héroe y no le interesa serlo, mientras tanto se aferra a su naturaleza antiheróica reforzando su aceptación del fracaso en un aspecto más de su vida. Sobre esa perspectiva de lo que ocurre con su amada declara: Sé que ahora mismo se la está metiendo, la está sobando, le está abriendo las piernas a 180 grados, le está hundiendo el alma... Sé que ahora mismo le está mordiendo la punta de las tetas, le está dando lengua, le está chupando la sangre, y ella no piensa en mí, ella no quiere llamar a la policía, ella goza. (…) Sé que ahora mismo está borrándome más y más y ella no se acuerda de mí. (Medina, 2003, P.105)
En los relatos relacionados con el amor y de su vida misma, Rep, el gran antihéroe de esta obra evidencia la carencia de centro y la fragmentación del ser al no lograr lo que quiere. La inestabilidad sentimental es también otra característica antiheróica que da fuerza a la presencia del antihéroe en la obra de Medina. En uno de los proyectos filmográficos emprendidos por Rep, el personaje pretende negar su real situación dando vida a otro personaje a través de su película “La muerte de Sócrates”. En ella cobra vida la historia de un talentoso sujeto llamado “Rep”, es en este filme que Rep puede ser lo que no es, puede superar el fracaso de su realidad en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. Así lo plantea una parte de la obra:
77 Se trataba de un sujeto llamado Rep que gracias a su talento había salido de ciudad inmóvil y vivía en Nueva York donde se le consideraba uno de los hitos del arte contemporáneo. Big Rep, como se hacía llamar el personaje, vivía en una mansión de máxima seguridad y sólo confiaba en Ferdinand, un sirviente filipino que lo acompañaba a todas partes. Big Rep dominaba todas las artes y algunos deportes, su fortuna era incalculable, y, a diferencia de todas las celebridades, nadie lo había fotografiado desnudo”. (Medina, 2003, pp.51, 52)
La vida real de Rep, el Rep de Efraín Medina en su obra, es un antihéroe. Un personaje fracasado que no logra tener una vida fácil; es difícil para él en realidad. En el campo laboral Rep emprende varias ideas de negocio. No está de más decir que también fracasa en sus proyectos. El fracaso laboral y en el desarrollo de su vida profesional lo lleva a emprender la única empresa que le representa tal cual es y que además produce lo único que él puede vender: el fracaso: Después de intentar con el cine, el teatro y un resto de cosas más decidí montar una empresa y la llame Producciones Fracaso Ltda… Donde se necesite un fracaso allí estaremos rezaba el flamante lema de la empresa y ese era su único activo (2003, p.51)
Hasta aquí hemos hecho un análisis necesario y hemos dado muestras de cómo la configuración de los personajes da vida a la figura del antihéroe. A través de pasajes hemos aplicado todo lo dicho al personaje principal de la obra y narrador: Rep. Sin embargo como hemos dicho, este personaje no es el único depositario de las características antiheroicas que dan forma a Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. El antihéroe es un elemento central de la obra pues se manifiesta en varios personajes de la misma. Tal es el caso de Nico, un estudiante común y corriente, con deseos de aceptación social, un sujeto confiado de algunas capacidades que se atribuye, pero que en la opinión de
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Rep y Toba, no posee. Cierto día Nico se acerca a ellos y lo que ellos piensan de él demuestra su carácter antiheroico, así se describe ese momento: Uno de los mutantes se acerca: es el pequeño Nico. No sólo es estúpido sino que además piensa que tiene cosas en común con nosotros. Su sentido del humor es tan eficaz como el pataleo de una tortuga en agua hirviendo. Se rasca la cabeza. No es mala persona, no tiene la culpa de ser escaso, un pedazo de basura vacía y sonriente (Medina, 2003, P.14)
Aunque es criticado por Rep y Toba, Nico es un antihéroe más, lleno de fracasos y temores propios del movimiento posmodernista literario al que pertenece. Es un personaje antiheróico más. Sus características y actitudes le hacen parte de esta clasificación. En la obra hay también un personaje de película que aparece en una de las ideas filmográficas de Rep: se trata de un escritor frustrado, es un antihéroe en la medida que no representa los valores sociales que harían de él un personaje admirable. Los amigos de este escritor frustrado son también talentosos pero sin fortuna, sus vidas no son atractivas para constituirlos en héroes de su sociedad novelesca. Así se describe la trama de la película inventada por Rep: Un escritor frustrado se encuentra con un desconocido y se ponen a hablar paja. El desconocido, según su propia versión, está en la ciudad por negocios y es la primera vez que viene. El escritor le cuenta su historia y el desconocido le cuenta que trabaja en una editorial y puede ayudarlo. El escritor lo invita a una botella de Whisky y siguen hablando hasta que cierran el bar… Día tras día el escritor le presenta sus amigos (Todos con talento pero sin fortuna) al desconocido y este siempre tiene algún contacto que los hará famosos. La cosa se extiende por varios días y el escritor y sus amigos están mamados de invitar a comer y a rumbear al desconocido… (Medina, 2003, P.42)
La historia del “escritor” en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo fortalece la identidad antiheróica de todos los personajes involucrados en sí misma, el escritor
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frustrado, sus amigos, talentosos pero sin fortuna18 y el desconocido que supuestamente trabaja en una editorial, son todos compartidores de la misma suerte: el fracaso y la imposibilidad, la fragmentación de intereses individuales propia de la posmodernidad. El hombre que allí aparece como el desconocido, es un hombre egoísta y desmoralizado, una persona cuya preocupación primordial es su beneficio propio. El escritor y sus amigos fracasados no encuentran en el desconocido el héroe que esperaban encontrar. El narrador se refiere al final de la historia de esta manera: (…) Después el escritor y sus amigos averiguan que el desconocido es en realidad un sastre del sur del país que está en la ciudad Inmóvil huyendo de un crimen… lo que pasó fue que mató a la esposa porque esta lo engañaba con su mejor amigo… para su sorpresa el escritor lo felicita por haber matado a la traidora y lo lleva a vivir a su casa. Al final el desconocido seduce a la madre del escritor (que es viuda) y el escritor lo mata. (Medina, 2003, Pp.43)
Otro de los personajes que amerita mencionarse como un personaje antiheróico es uno de los amigos más cercanos de Rep, se trata de Toba. Este personaje es un chico que por el desempleo no pudo desempeñarse como economista en Ciudad Inmóvil, tras la búsqueda de mejores oportunidades se va de viaje a Bogotá donde su fracaso profesional se prolonga. Toba es también una imagen antiheróica pues muestra la vida de un hombre cuya suerte no es la del héroe tradicional, carece de autodeterminación, fuerza de carácter, éxito y suerte en el amor. La ciudad donde nace: Ciudad inmóvil es también una especie de ciudad antiheróica, es el lugar de donde salen todos los antihéroes de la obra. Sobre Toba se dice: Dos años antes había recibido su título de economista y ante la falta de empleo decidió probar suerte en Bogotá (…) Toba conoció a Betty en Bogotá. Entonces usaba el cabello largo y sólo escuchaba a Bob Marley… Toba llevaba dos años en Bogotá, vivía en una pequeña habitación en Chapinero y la montaba de pintor 18
La cursiva representa una cita directa de las palabras con las que el narrador describe a estos personajes.
80 marginal y Rastafari. Trabajaba como D.J. en un bar de la Zona Rosa y los domingos vendía acuarelas en el Mercado de las Pulgas. (2003, P.26)
Toba regresa a su tierra, a Cartagena, la Ciudad inmóvil, allí su madre se muestra muy sorprendida por el cambio físico que tuvo su hijo durante su estancia en Bogotá, movida por esa actitud de asombro, la madre de Toba decidió hacer algo que marcaría la vida de su amado hijo para siempre. Para su novia, Toba no sería por mucho tiempo más el héroe que había sido durante sus dos años en Bogotá. Rep narra de la siguiente manera: La madre de Toba casi muere al verlo, pensó que habían usado a su hijo para un experimento… Todo iba bien para Toba hasta que una noche mientras dormía su madre le cortó el cabello… al día siguiente regresó a Bogotá (…) Betty está en el aeropuerto y no reconoce a Toba. Él dice que es él. Ella ve a un judío acabado de salir de un campo de concentración. Toba le cuenta la historia y ella lo manda al infierno. (Medina, 2003, P.27)
La madre de Toba destruye la posible configuración de un personaje que pudo ser heroico —por lo menos a los ojos de su novia— en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, el heroísmo es un sueño imposible, Toba pierde el respeto de su novia a causa de la acción de su madre. Más allá de perderse el respeto, la obra misma corrobora la imposibilidad de que se levante en tiempos de posmodernismo literario un héroe con cualidades clásicas, el tiempo posmoderno ofrece el espacio propicio para el nacimiento, desarrollo y posicionamiento de la figura del antihéroe en la obra. Rep es consciente de ello, él sabe que hay una tijera filosa que cortará todo vestigio de heroísmo: Le digo [A Toba] que las tijeras de su madre no pierden el filo, ¿Cómo puede Betty respetar a un tipo cuya vida la resume una madre armada de tijeras?... Se trata de si Toba es capaz de defender lo que ama, de cuán lejos es capaz Toba de ir, de si Toba es el hijo de su madre o el marido de Betty. (Medina, 2003, P.28)
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Los personajes de Medina Reyes en su obra demuestran vez tras vez la imposibilidad para ser heroicos y revalidan la presencia central del antihéroe en su obra. Tal es también el caso de Kurt, un chico talentoso, guitarrista de vocación, el chico es tan bueno que en una ocasión cuando su madre decidió esconderle la guitarra como castigo por haber llegado tarde una noche, Kurt continúa tocando sin la guitarra; lo hace imaginando que su instrumento está allí, en sus manos. Con mucho tiempo de práctica el joven guitarrista arregla canciones que se vuelven sonido una vez que su guitarra vuelve a sus manos. Si dejamos la historia de Kurt hasta aquí, lo que hemos dicho lo deja como un héroe. Sin embargo, mostraremos las razones que lo hacen antihéroe en algunas líneas más abajo. Por ahora, hay que decir que lo que la madre de Kurt ignoró el día en que el joven llegó tarde a casa fueron las razones por las cuales su hijo llegó tarde aquel día. El narrador afirma que esa noche cuando Kurt regresaba, unos chicos del barrio jugaban fútbol y lo detuvieron un buen rato. Sobre estos jóvenes jodidos, pero con deseos de triunfo, el narrador también da detalles haciéndolos antihéroes en la novela de Efraím Medina: (Kurt) Recordó a la pandilla de chicos negros que jugaban sin balón mientras la nieve caía sobre Seattle, casi pudo verlos moviéndose sobre el fondo nevado: un puñado de duendes saltarines retando al duro invierno… Chicos pobres, jodidos a más no poder pero con el fragor en la sangre. (Medina, 2003, P.86)
Retomando a Kurt debe notarse en su historia la admiración que muchos tienen por él, multitudes lo consideraban un héroe, paradójicamente, Kurt reconoce que no es más que una figura contraria y ajena a los estereotipos de grandeza que la sociedad impone. Es otro sujeto más portador del antiheroísmo. Así se observa en esta parte de la obra de Medina Reyes: “Las desesperadas multitudes que llenaban los estadios para escucharlo no tenían
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idea de silencio y música, solo aquellos chicos de balón invisible lograron comprender, fue su instante de magia y jamás volvió”. (2003, p.86) Después de aquel encuentro con los chicos de la calle, el joven guitarrista vivió una vida vacía, llena de gente que no le significaba nada, el fracaso (personal, aquel que se refiere al ser mismo, a no lograr encontrarse a sí mismo) le alcanzó el paso, pues el no llevaba prisa. No le interesaba vivir para otros, pero de eso vivía, así que no había mucho que hacer para cambiar esa situación, hasta que un día cualquiera puso fin a su fragmentación existencial, se suicidó: Kurt no era solo música y escándalos, para mí representaba otra cosa, algo personal, una alternativa de vida que fracasó. Sé lo que sentía, sí, desde esta cochina ciudad repleta de májaros, lo sabía, siempre lo supe porque también estoy enfermo de eso… es la aventura humana como un Titanic hundiéndose en el espeso océano de la incertidumbre… (Medina, 2003, p. 89)
En Kurt confluyen características propias de un antihéroe: la angustia, el desasosiego, la ansiedad ante el fracaso de su proyecto de vida. En su caso, el resultado es la autodestrucción, la muerte. Su ansiedad se reflejaba en sus canciones, no había un secreto de éxito en sus creaciones, ni siquiera un interés por aplicar una técnica específica, se inspiraba en el desasosiego del alma, en la falta de centro, su música era la materialización de su vida, la exteriorización del estado del alma. En últimas, Kurt no sabía las razones por las cuales el éxito le golpeó tanto como la vida misma, irónicamente su éxito era su fracaso. Así lo encontramos en la obra: Se preguntó dónde estarían su esposa e hija, nunca la gente que amaba estaba con él cuando era necesario y para él la gente que amaba era necesaria siempre… él no tenía ganas de nada y los otros al parecer sí. (…) para saber de donde habían salido sus canciones bastaba con echar una mirada en derredor, una caminata
83 alrededor de sí mismo era la más horrenda aventura que podía tener cualquier hombre (Medina, 2003, P.86)
El lenguaje de la novela facilita la comprensión de que se está ante una obra en primera instancia posmodernista, y luego, una obra repleta de personajes antiheróicos; el lenguaje de un antihéroe herido es perceptible en las palabras de Rep mientras se martiriza porque cierta chica debe estar en otros brazos, teniendo sexo con otro hombre en ese preciso momento, en ese contexto de idealizaciones, Rep declara: Un día voy a partirle el alma a ese infeliz, voy a partirle el culo, voy a zamparle una banana verde para que sepa cómo duele (…) como no tengo a quién odiar lo odio a él, como no hay culpable, lo culpo a él… (Medina, 2003, P.106)
Sumado a lo dicho, si hay una característica importante para describir a un antihéroe, es la individualidad y la creación de las propias normas como principios para vivir, la negación de lo establecido socialmente y la preocupación por la condición personal alejada de inquietudes por los demás. Está claro que si queremos definir al antihéroe, pensaremos en eso como una característica definitoria. La obra se abre con el relato de dos antihéroes Sid y Nancy. Sid —como todo buen antihéroe— manifiesta una personalidad egoísta, individualista y un pensamiento que solo se concentra en las necesidades propias y en la obtención de la felicidad individual contrastando con la imagen que proyecta un héroe tradicional: Cuando Nancy estaba feliz con algo, Sid trataba de arruinar esa felicidad, de matar ese algo (…) Sid y Nancy pasaban juntos la mayor parte del tiempo. Sid golpeaba a Nancy porque Nancy no sabía cocinar. Nancy insultaba a Sid porque lo encontraba atorándose niñas (2003, p.17, 18)
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En otro relato aparece la figura de Tania, una profesora de idiomas, cuya moral no le dicta órdenes con respecto a ser prudente cuando quiere tener sexo con alguien. Ella — como todo buen antihéroe— ha decidido sus propias normas, su propia forma de vivir la vida y un día cualquiera va al bar, conoce a cualquier chico y lo lleva a su casa. Parece, según el relato que es costumbre de ella hacer esto. La desatención a la norma moral hace de Tania un personaje poseedor de la actitud de un antihéroe: “Tania, Londres, 1968, profesora de idiomas… Ella viene aquí, compra un bonito apartamento, entra a un bar, se encuentra conmigo, hablamos, nos besamos, y me trae aquí” (2003, p.21). Rep continúa su narración: “Al día siguiente vuelvo al bar y encuentro a Tania en compañía de un tipo, la saludo pero se muestra indiferente. Me voy a una mesa” (2003, p.22). Es precisamente el deseo antiheroico de fijar normas propias lo que hace que la madre de Toba se sobresalte por su apariencia adquirida en ocasión de su viaje a Bogotá. Rep describe la forma como Toba andaba en la capital del país: (Toba) entonces usaba el cabello largo y sólo escuchaba a Bob Marley, tenía una chaqueta de cazador de alces y unas altas botas de alquimista, estaba tan flaco como siempre pero su aspecto era duro y Betty Black se volvió loca por él. (2003, p. 26)
En la obra de Medina Reyes, la instauración de las propias normas como forma de organización social posmoderna queda en evidencia cuando en casa de Olga, una vieja amiga de Rep, este le dice algo cuya significación podría incluir la confirmación de esa tendencia a preferir las normas individuales como formas de validación de la conducta del hombre posmoderno. El comentario que Rep hace a Olga se refiere a la película de quieren grabar, exactamente habla de la escena en la que un hombre mata a su mujer por haberlo engañado: “—Cuando una mujer traiciona a un hombre lo pone en evidencia con otros
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hombres. Eso es lo peor y creo que uno tienen todo el derecho de tomar su vida” (Medina, 2003, P.44) Al parecer, el apoyo de Rep al asesino en estas circunstancias se basa en la idea de que este tiene derecho a reivindicar su buen nombre pues vale más el hombre que la mujer. Es una idea claramente machista, pero en últimas, es parte del proceso de crearse un mundo donde la norma moral es la impuesta por cada quien para su beneficio propio, individual. La misma concepción machista e individualista es visible también en el relato en el cual Rep habla sobre las violaciones sexuales en el mundo. Siempre evidencia preocupación por lo propio por encima de lo colectivo. En ese orden de ideas, el narrador de se opone a un héroe y se torna en antihéroe. Las situaciones problemáticas del mundo solo preocupan cuando afectan a su círculo, a sus familiares, a sí mismo. Mientras las catástrofes no se relacionen con él, ellas pueden seguir su curso de acción sin ser cuestionables o inaceptables: Todos los días violan aquí y en todo el mugroso mundo a un montón de mujeres. Hoy le tocó el turno a mi vecina de piso. Uno lo piensa y lo piensa. Mi vecina es una cuarentona alta y en plena forma. Esos hijoputas han debido pasarla de lo lindo. Uno lo piensa y el pepino se le endurece a más no poder… Uno no sabe qué actitud tomar hasta que se imagina que le hacen lo mismo a su madre. Eso cambia el panorama… a tu madre, a tu pequeña hija, a tu canario favorito o a ti mismo. Las dudas éticas se esfuman y estás listo para descuartizarlos en trocitos cuadrados como cubos de hielo. (Medina, 2003, P.154)
Como se puede ver, el antihéroe está muy presente en la obra de Medina, el tiempo de los héroes clásicos terminó con la llegada del posmodernismo literario. La recién violada vecina de la que habla Rep en la anterior cita lo sabe bien. Ella no pone denuncia porque sabe que los policías y los jueces que en otro tiempo serían héroes y actuarían como tal,
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también hacen parte de la mutación y se han convertido en un montón de antihéroes. Ellos no actuarán con contundencia frente a una situación injusta. Por eso, en la realidad de la obra es siempre mejor la venganza o la toma de la justicia por las propias manos: Mi vecina no piensa hacer ninguna denuncia, prefiere echar tierra y olvidarse del asunto, ella sabe que será muy difícil atrapar a sus violadores y que si los atrapan no les harían ni cosquillas, las leyes al respecto son una babita grumosa. (Medina, 2003, P.154)
En una sociedad de antihéroes tan contraria a las sociedades tradicionales, tan peligrosa, es normal y hasta concebible que los antihéroes sientan también miedo por sus vidas, por su seguridad. En palabras de Rep: Cada noche hay menos gente en la ciudad. Desde las seis empiezan a correr hacia sus hogares en busca de refugio. Unos van a la montaña que enciende sus lucecitas, otros hacia los edificios con vigilantes armados. Me da rabia y salgo, arriesgo mi trasero por las oscuras calles sin ley. Desde la oscuridad me observan. El miedo me pica en las nalgas, la espalda y la verija… la mayor parte de la ciudad ha sido comida por el miedo: el miedo es la sustancia de la que está hecha. (Medina, 2003, P.155)
Un personaje más que llama la atención en lo que respecta a la representación de las características del antihéroe en la novela de Medina Reyes, es Sarah Weber. Surge en la imaginación de Rep. Es un personaje dentro del guion que él hace para una de sus películas llamada Ballenas de Agosto la cual trata sobre la historia de Sara Weber y un niño. Sara tiene la peculiar característica que no posee un héroe tradicional y que la hace ser un antihéroe, es su deseo de no prolongarse, su desinterés por la inmortalización. Parte del relato dice lo siguiente: Sarah Weber tiene noventa y siete años, sabe que va a morir y lo único que le pide a Dios es que le permita aguantar hasta agosto para ver por última vez a las ballenas… Los habitantes de la isla dicen que Sara está loca porque no quiere
87 internarse en un hospital a pesar de la promesa hecha por los médicos de alargarle la vida cinco años más (…) —No me interesa romper ningún reto —dice Sarah— lo único que me interesa es ver las ballenas una vez más. — Pero tía —Nada de peros, Harry ¿Acaso soy una tortuga (…) —El mundo te recordará por siempre —dice Harry— —Me importa un comino el mundo —dice Sarah. (Medina, 2003, P.165)
Los antihéroes en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo, al igual que Sara Weber, no se inmortalizan, no les interesa ese negocio. Viven su día a día. El principal personaje y narrador de la obra, Rep, fue también un escritor de guiones, con su escritura solo buscó llenar su vida de sentido. No le interesaba hacerse eterno con su escritura, no era un estudioso de las letras, pero escribía y lo hacía con pasión. En cierta ocasión respondiendo a la pregunta sobre por qué escribía declaró lo siguiente:
Uno se mete a escribir porque no fue capaz de pegarle a un chofer que lo puso en evidencia, … porque no le dijo a su madre lo mucho que la amaba y detestaba… porque si lo hacen mamarrachos como García Márquez y Mutis uno también puede hacerlo… porque no quiere ser médico ni abogado… (Medina, 2003, P.71)
En últimas, una razón más por la cual Rep, el narrador y antihéroe principal de la obra de Medina Reyes escribió y no la dijo en la cita anterior, muy probablemente fue: porque los antihéroes existen y merecen su espacio.
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CONCLUSIONES En el primer y segundo capítulo de este trabajo de investigación, se puso en relieve las distintas consideraciones teóricas que permitieron abordar a Érase una vez el amor pero tuve que matarlo de Medina, poniendo de manera explícita cada uno de los rasgos por los que podemos enmarcarla dentro de la corriente posmodernista literaria, quien fiel a su estilo, pregona las consignas propias este movimiento literario en Colombia. La obra revela de manera especial en sus personajes características antiheroicas latentes a lo largo de la obra; sus personajes configuran el universo ficcional de la obra pues son hacedores de sentido dentro de la obra. En el capítulo tres, vimos la configuración de
la figura de héroe tradicional
estableciendo las diferencias con lo que constituiría más tarde a la figura de antihéroe, evidenciando como ésta se encuentra en la obra de Medina Reyes, y se contrapone a la figura del héroe tradicional en la medida en que no representa los valores que una sociedad ha establecido para ser admirados. En particular el antihéroe posmodernista se caracteriza en esencia por ser un sujeto fragmentado que vive sin un centro, que ha negado los dogmas y los discursos totalitarios y absolutistas. El antihéroe posmoderno presente en Érase una vez el amor pero tuve que matarlo es un ser con deseo de instaurar su propia hoja de ruta, ha negado la importancia de la moral establecida socialmente durante años para la organización social y ha decidido crear sus propias normas, si se puede decir, su propia moral. Los personajes de Medina Reyes en la obra de nuestro análisis son personajes “comunes y corrientes”, cuyas vidas se desarrollan en ambientes cotidianos y en múltiples ocasiones familiares a las experiencias del lector. Sus personajes tienen una rutina común, por lo tanto, es fácil asociarlos, sin mucho trabajo, a personas de la “vida real”. Tienen como
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características particulares su desinterés por inmortalizarse en el tiempo, la incredulidad frente a proyectos progresistas, poseen una visión muy temporal del amor, son personajes llenos de angustias, desasosiego y ansiedad. Son características permanentes casi en la totalidad de ellos el fracaso y la imposibilidad, situación que les genera sentimientos de inferioridad. Además, es necesario decir que los personajes muestran un individualismo fuerte que les lleva a proyectarse como personajes egoístas y en ocasiones a vivir vidas al margen de la sociedad ficcional. Con este trabajo se amplía la gama de los estudios realizados sobre la poética de Efraím Medina Reyes, en particular sobre Érase una vez el amor pero tuve que matarlo. Hay en la estética de Medina múltiples temáticas que se sugieren como posibles temas de interés literario, bien sea, el espacio físico, el tiempo y época en que se ubican sus relatos; de la misma manera puede resultar revelador estudiar lo que sería la estratificación social de sus personajes en las obras, sus niveles académicos, la música que recurrentemente tratan sus obras. Estas pueden ser temáticas que interesen a algún estudiante o investigador en futuras ocasiones; por ahora podemos decir que la puerta, o la “ventana” si se prefiere, queda abierta para permitir el paso a otras voces, pues, a decir verdad, aunque sobre la obra de Medina ya se ha dicho algo, todavía ha de quedar mucha tela por cortar. Por ejemplo, la noción del amor eros y como ésta noción es dotada de nuevas características y elementos, a partir de las relaciones presentes en la novela, como en la de los personajes Sid y Nancy. Finalmente, al leer la obra de Efraín Medina Reyes se encuentra uno con que los personajes de la obra son fieles portadores de los rasgos que se han atribuido por algunos teóricos y estudiosos a la figura del antihéroe, y es en ese marco contextual que podemos declarar que la presencia del antihéroe vive en cada página de la obra, haciéndola una
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lectura amena, interesante y convirtiéndola en una de las mejores muestras contemporáneas de la literatura caribeña.
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