La verdadera Fe 1 Relata Lucas, que en cierta ocasión, Jesús se preguntó: “…cuándo el Hijo del hombre vuelva ¿Encontrará la fe en la tierra?” (Lucas 18:8) Jesús no se planteaba con esto si en aquel día hallaría a personas que dijesen creer en él, más bien se refería a si encontraría a personas que viviesen según ‘la fe’, practicando con espíritu y con verdad su enseñanza, la que los apóstoles impartieron personalmente y a través de sus escritos. 2 Y es que después de las cruentas persecuciones que significaron la muerte de algunos apóstoles y de tantos discípulos, no solo sucedió que las comunidades judío-cristianas se aislaron, abandonando el carácter unitario de la Congregación de Dios; también se incorporaron a la enseñanza apostólica, algunos conceptos y postulados filosóficos que la adulteraban y la desvirtuaban. Con esto, los discípulos se dividieron, enemistándose entre sí; y para combatir la disgregación de los creyentes y la consiguiente propagación de las sectas, la iglesia, en un esfuerzo por establecer, consolidar y defender la universalidad de su credo, además de su entonces naciente poder temporal, emprendió un camino que la condujo con el tiempo, a la adopción de un rígido dogmatismo en su doctrina y su moral. 3 El apóstol Pablo había declarado a los discípulos de su tiempo, y también a aquellos que en el futuro creyesen: “Cristo es el mismo ayer, hoy, y para siempre, de manera que no os dejéis desviar por historias y enseñanzas diferentes”. (Hebreos 13:8..9) Estas palabras expresaban su preocupación por el hecho de que ya en su día, había en las comunidades quienes considerándose maestros por sobresalir en la oratoria o en la instrucción escolástica, igualándose a los apóstoles, atraían a los discípulos de Cristo hacia sí. Afligido por esta tendencia, Pablo escribía: “…cuando llega uno que predica a otro Jesús, uno distinto del que nosotros os hemos predicado, o cuando se trata de recibir un espíritu diferente del que habéis recibido o de aceptar una buena nueva diferente de la que aceptasteis, vosotros le escucháis con gusto. Yo me precio de no ser inferior en nada a estos sumo-apóstoles, porque si no estoy muy cultivado en el lenguaje, (cosa que ellos decían) sí lo estoy en los conocimientos, cómo lo hemos demostrado ante vosotros en toda circunstancia…” en cambio “…estos falsos apóstoles son unos operarios fraudulentos disfrazados de apóstoles de Cristo. Y esto no es sorprendente, porque también Satanás se disfraza de ángel de luz, de modo que no es asombroso que sus ministros se disfracen de ministros de justicia. Pero su final será conforme a sus obras”. (2Corintios 11:4..15) 4 También Pedro predijo: “…tal cómo hubo falsos profetas entre el pueblo, también habrá entre vosotros falsos maestros, que disimuladamente introducirán herejías destructivas y renegarán del Señor que los ha rescatado, atrayendo sobre si mismos una ruina que no esperan. Y muchos les seguirán en su corrupción, y por su culpa se hablará injuriosamente de la Vía de la Verdad, pues por su codicia, os defraudarán con palabras falsas…” (2Pedro 2:1..2) 5 El resultado es que hoy existen en nuestra tierra más de seis mil millones de personas, y millones de ellas se adhieren a alguna de las numerosas confesiones surgidas a través de los siglos, que dicen practicar la fe impartida por Jesús y por sus apóstoles; una fe que todas ellas interpretan de modo diverso. Sin embargo la fe, la enseñanza genuina, es solo una, la de los tiempos apostólicos, y debía permanecer inalterada por ser fruto del espíritu de Dios. Por
este motivo Pablo exhortaba a los discípulos a: “…no ir más allá de lo que está escrito, para que ninguno pueda sentirse superior a los demás”, (1Corintios 4:6) y les animaba a permanecer en la fe verdadera, diciendo: “Examinad vosotros mismos si estáis en la fe...” (2Corintios 13:5) “...porque hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios...” (Efesios 4:4..5) 6 El apóstol Juan escribía: “Amados, no os escribo una enseñanza nueva, si no una antigua que ya tenéis desde el principio. Esta enseñanza antigua es la palabra que escuchasteis, y que es para todos siempre actual...” (1Juan 2:7) Y en el relato del Apocalipsis, escribe que a través suyo, Cristo se dirige a unas comunidades que representaban en su visión a la Congregación de Dios, para decirles: “…no os impongo ningún otro peso que el de permanecer aferrados con firmeza a lo que ya tenéis, hasta que yo vuelva”. (Apocalipsis 2:25) Este mandato de Cristo que sigue vigente hasta su vuelta, nos incumbe también a nosotros. Para obedecerlo, debemos familiarizarnos con el propósito de Dios que se encuentra en las Escrituras, sin ir ‘más allá’ de las palabras de los profetas y de los apóstoles. Así descubriremos la verdadera fe, la que es para todos siempre actual.