Hugo Blumenthal © 2007
La escritura y yo por Hugo Blumenthal
¿Quién soy yo? Una suma particular de lecturas, una escritura. Entonces ¿puedo tomarme como tema? Conócete a ti mismo: lo imposible, el proceso sin fin (aunque en mi muerte... pero son los otros los que me definirán y –como ahora– mal). Luego la escritura... Obviamente, todo lo que diga de ella no puede provenir más que de mí, de mi yo... eso es lo que inevitablemente creerán los otros (es decir, ustedes) sin sospechar con cuánta razón. Entonces, la escritura... inevitable distorsión –o perversión– de eso, de esto, de lo dado, de lo que se cree establecido de una vez por todas. No más problemas, para qué preocuparse: todo es lo que es... Hasta que llega la escritura y lo pone todo más difícil, acaba con nuestro sueño tranquilo. Esa escritura... “apenas” modificación incesante de lo que quiere fijarse y establecer su fascismo. ¿Escritura? ¡Anarquismo! Un anarquismo que ni siquiera convence a los anarquistas políticos. Escritura... es decir, literatura, pero con comillas; es decir, erotismo con mayúsculas... exilio... muerte; es decir, vida. La escritura me hace imposible. Es decir, hace imposible a mi yo. ¿Mi muerte? La escritura me diluye y disemina mi “yo”. Lo (me) aniquila. No dejándome ser nadie en concreto, alguien confiable, puedo en cambio ser cualquiera mientras afuera, en la realidad (¿dónde? ¿en la social?), muero, quedo en suspenso. Stand by. Pero no dura, no puede durar. Mis fuerzas... Luego Play... llega la angustia, porque la escritura total y definitiva es imposible. Posiblemente, una contradicción en los términos con la cual soñamos. Ante quien busca el absoluto, creyéndolo aprehensible, no le queda más que la escritura en la angustia. Cierto, existir duele... pero es una deliciosa tortura. La escritura nos lo demuestra. Lo demás, impostura y silencio. (Pero no me malinterpretes. No soy más sincero de lo que tú quieres creer. La sinceridad no importa tanto en mí como en ti. No busques mi sinceridad como un índice que te inspire confianza, como la posibilidad de abandonarte a mi palabra. Desconfía siempre, déjate llevar más por ti mismo... Sino, la escritura no sirve, no verás lo sagrado, que siempre es humano. No te percatarás de nuestra muerte, esa inminente. No serás consciente de mi muerte constante... ni de tu vida). ¿Por qué escribir? ¿Para qué? Para llenar el agujero. Búsqueda incesante... ¿De que? De la aniquilacíon del sentimiento de incompletitud. Aun sabiendo que vamos tras un imposible seguimos escribiendo porque la escritura parece ser la última esperanza. Ilusión desesperada de unión al menos con nosotros mismos; es decir, con ese otro que también somos y que por lo general desconocemos. O todo lo contrario: quizá no busco más que a mi propio yo, siendo “yo” aquí el otro porque ¿acaso no siempre escribe el otro? Nunca Yo, Tú... si mucho quizá nosotros: siempre otro... y con suerte tú o yo. Escritura: búsqueda de nuestro cómplice, de ese improbable lector desocupado que vendrá a re– llenar la casilla de mi yo. Y sino... mi escritura, al menos, será mi cómplice. Celestina intachable. Sólo un “Yo” –moral mojigata– puede contrarestarla. Escritura: posibilidad de ver, sentir, lo que ya no percibimos, acostumbrados como estamos a nuestra escritura diaria, monótona, repetitiva de ritos profanos, insignificantes. Como literatura, poesía... Claro. De otra manera, ¿para qué hablar de escritura? La escritura será poesía, o no será... Y como poesía, la escritura no pertenecerá a ninguna parte ni será de nadie. Si es... será soberana. No es tuya o mía, o de quién cree realizarla y ejecutarla. Ella es siempre la que se lleva a cabo, apenas utilizándonos... Por eso no existe la literatura francesa, ni la poesía 1
Hugo Blumenthal © 2007
latinoamericana, estadounidense... mas que para los que gustan de creer en tal mentira. Mentira piadosa, para los pobres de espíritu, para los que no conciben una literatura universal y humana... para los que no entienden que todo escritor es un exiliado, de su país, de sí mismo. La escritura literaria, transgresión en y por el lenguaje. Revalorización de la Literatura: ninguna literatura podrá ser oficial, reconocida, etiquetada. “Soy literatura, consumeme”. Poner en cuestión, siempre, esta marca esterilizadora de toda diferencia y transgresión que un texto puede ser, o fue en su tiempo (siempre puede recrearse la transgresión en el estudio de la norma que pone en entredicho un texto literario “histórico”). Nuestro lenguaje más inmediato ya es la norma. La sociedad fija en él –y gracias a él– sus interdictos. La literatura... recreación de los interdictos del lenguaje, para transgredirlos y romperlos dejándolos intactos en lo real; pues al fin y al cabo nos son necesarios, como mínimo para la transgresión. El espacio literario, escritural, será pues la gran escena de la transgresión, el lugar del mayor goce posible. Sin embargo no simple liberación en el placer. El interdicto del trabajo, siempre será necesario. Deberemos inclinarnos frente al papel en blanco y escribir con nuestra sangre si queremos bailar en el espacio sin limites de lo literario. La escritura poética, erotismo al fin. No por ese juego de los sexos... tema universal de erotismo particular; sino como lo entendía Bataille: afirmación, aprobación de la vida hasta en la muerte. Erotismo... escritura... un mismo cuerpo.
Hugo Blumenthal Cali, Mayo de 1997
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