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Historia política: un abordaje crítico desde Aristóteles

Agustín DE LA CANAL – I.S.F.D Nº163

Es imposible hablar de política sin referirse en algún momento a Aristóteles. Su postura filosófica ha generado una bisagra clave en el pensamiento de Occidente. Su abordaje, totalizador y totalizante, de los modelos políticos son claramente esbozados en su texto Política, donde logra dar cuenta de la naturaleza de los regímenes que expresan el poder. En el presente informe, se problematiza sus abordajes planteados en el capítulo quinto de su obra. El planteo de la problemática de investigación se relaciona con el hilo conductor de la fuente aristotélica: la comprensión de la naturaleza de los sistemas políticos, sus formas de cambios y los claros antagonismos que se presenten entre ellos. Esto quiere decir, que la problematización entorno a la obra aristotélica remite a indagar sobre cómo son los regímenes políticos establecidos por el autor, entender cómo mutan a lo largo de la historia y evidenciar las relaciones que se plantean entre ellas a partir de una suerte de antítesis. Por ello, no es casual encontrar que Aristóteles, en su abordaje, presente una suerte de mirada cíclica entorno a la dinámica coyuntural de los sistemas políticos y los enfrente de una manera prácticamente dicotómica. Este pragmatismo aristotélico peca de un reduccionismo analítico al crear una mirada de la historia política en forma de ciclos y de oposiciones antitéticas de regímenes. Estos últimos se caracterizan por ser distinguidos en las formas puras de gobierno (aquellas que obran en función del bien común) y son: la aristocracia, la monarquía y la democracia; y las formas impuras (las degeneraciones de las formulas políticas anteriores que obran de manera parcializada en funcion de un determinado sector social) y son: la oligarquía, la tiranía y el acto demagógico. Esta linealidad da cuenta del razonamiento bipolar presente en el pensamiento del filósofo griego. Esto constituye, sin lugar a dudas, un problema complejo.

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Asimismo, la investigación de obras del mundo antiguo provoca la aparición de una serie de dificultades entorno a la legitimidad y, sobretodo, la veracidad de los relatos que se han hallado. En el caso puntual del autor analizado, se aprecia que el rol fundamental de Aristóteles a lo largo de su vida fue el de filosofar. La actividad filosófica, en tanto disciplina rigurosa y especulativa que reflexiona y problematiza constantemente sobre la realidad, carece de la cientificidad que exigen los análisis historiográficos. De igual manera, en el capítulo estudiado de Política se ve como autor parafrasea a colegas del ámbito filosófico como Sócrates y Platón. Sin embargo, en esta crítica problematizadora aparece una disyuntiva: esbozadas

por

el

autor

son

las

contrastadas

proposiciones con

la

tentativas

realidad

fáctica.

Constantemente Aristóteles da cuenta de cierta evidencia empírica (del pasado histórico) que prueben sus argumentaciones. La siguiente cita evidencia esta cuestión: “(…) muchas veces, sin darnos cuenta, ocurre una gran transformación de las leyes por descuidar detalles sin importancia; como en Ambracia, donde pequeña era la renta exigida (…)”. 1Esta dificultad ilustra con precisión la complejidad epistemológica que surge del examen que se le hace a la obra de este autor. El pensamiento Aristotélico, a pesar de estas complejidades, continúa influyendo en las ciencias sociales y en las humanidades en general ya que áreas como la politología, la antropología política, la historia política y la sociología política buscan dar cuenta de las relaciones de poder que se establecen entre los sistemas de organización que regulan las actividades humanas. Por ejemplo, “la antropología política persigue un proyecto muy antiguo que orientaba ya la reflexión de Aristóteles: la definición del hombre en cuanto ser político”2 Por lo tanto, a pesar de este planteo problematizador y crítico en las reflexiones políticas de este autor no se niega su trascendencia. El ilustre griego vertebró una noción de una desigualdad natural entre los seres

1 2

ARISOTETELES: Política, Ed.Altaya, p.191 AA.VV: La nueva historia, Ed. Mensajero, p. 53 2

humanos que se expresaban en relaciones de amo-esclavo. Su influencia ha alcanzado la filosofía moderna, por ejemplo, la relación dialéctica entre el amoesclavo en el pensamiento hegeliano. Esta asimetría entre los seres humanos se expresa en el ámbito político cuya primera forma de organización la constituye la familia, como expresión organizacional en pos del bien común y generalizado. Justamente, la organización política, según Aristóteles, remite a un fin anhelado que es el alcanzar el bien común. Para alcanzar este proceso, luego del gregarismo familiar, le sigue: “El primer resultado comunitario de varias familias unidas no ya por las necesidades cotidianas, es la aldea”

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A

esta perspectiva evolutiva, le sigue la conformación de la polis. Con suma claridad, Aristóteles expresa: “La comunidad perfecta de varias aldeas es la polis, que tiene (…) el más alto grado de autarquía: se forma para vivir y existe para vivir bien”4 Esta conformación estructural no sería posible sin las facultades racionales del hombre, entendido como un animal político. En este panorama, quien no se ajusta al paradigma social de la polis es considerado inferior. Toda esta estructuración se da en un plano natural y, es por ello que Aristóteles lo justifica y naturaliza. Indeleble en el pensamiento occidental ha quedado fijada esta cuestión: cuando las disciplinas socioantropológicas analizan pueblos nómades de Asia, África, Oceanía o algunos lados de América del Sur, usualmente tienden a etiquetar a estos pueblos como “primitivos” debido a su falta de organización política o, mejor dicho, la ausencia de una organización política que se asemeje al Estado Nación de Occidente. Esto da cuenta de la escisión entre sociedades producto de la actividad política. Sin dudas, esto genera otro problema de investigación ya que niega la posibilidad de realizar un análisis más minucioso de aquellos pueblos orientales considerados “inferiores”. El hecho de que quede naturalizada una asimetría entre los distintos grupos humanos y que ciencias, como la antropología (especialmente la evolutiva del siglo XIX), hayan contribuido a esto ejemplifica una forma de negar la condición humana del otro, y caer en una postura facilista que se resiste a indagar sobre las características de estos

3 4

ARISTOTELES: Politica, Ed. Mensajero, p.134 (Op.Cit.p.137) 3

pueblos. Esta resistencia al estudio minucioso de las estructuras sociopolíticas de algunos de estos pueblos debido a su condición de inferioridad descansa en un sustrato filosófico aristotélico, además de postura como el evolucionismo y el darwinismo social. Este problema acota las posibilidades investigativas de la ciencia actual ya que genera un prejuicio. Antes de continuar con el análisis del material del autor griego, vale la pena aclarar parte de su vocabulario político. Como se mencionaba previamente, el filósofo escindía entre formas puras e impuras del gobierno. Entre las primeras se halla la aristocracia, entendida como el “gobierno de los mejores”, donde una minoría privilegiada e intelectual gobierna en función del bienestar general. La problemática que surge en este planteo es el reflexionar sobre quiénes son “los mejores”. Se entiende por los “mejores”, o áristoi, a las clases más elevadas de la sociedad, de buena familia y educación, además de poseer una riqueza moral e intelectual superior a la de la sociedad en general. Aristóteles, en su planteo dicotómico, establece que la deformación (la degeneración) de esta praxis política es la oligarquía, “(…), es decir aquella forma de gobierno que Aristóteles considera como una desviación de la aristocracia, porque en la oligarquía los pocos gobiernan en el interés de los ricos y no de la comunidad, como ocurre justamente en la aristocracia (…)”.

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Es palpable la influencia del

pensamiento aristotélico en la actualidad debido a que el término “oligarquía” es frecuentemente utilizado de forma peyorativa. El nacimiento de esta cuestión fue gestada por el filósofo ateniense que distinguía a los oligarcas como un grupo cerrado, privilegiado y elitista que buscan mantenerse en el poder y satisfacer sus deseos de privilegio. Siguiendo con el análisis, Aristóteles distingue también entre democracia y demagogia. La primera constituye un sistema de gobierno popular del pueblo. Durante los siglos anteriores a la reflexión aristotélica, existieron autores como Solón y Clistenes que establecieron las bases teóricas de la democracia, esbozando ideales como el de “isonomia”, esto es, igualdad frente a la ley.

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BOBBIO, Norberto, MATTEUCCI, Nicola, PASQUINO, Gianfranco: Diccionario de política, Siglo veintiuno editores, p.83 4

Justamente, el espíritu democrático está teñido de un ideal de igualdad y de participación colectiva en la construcción del poder. La demagogia se gesta en el ámbito democrático cuando: (…) lleva a la institución de un gobierno despótico de las clases inferiores o de muchos, que gobiernan en nombre de la multitud (…) Por tanto, cuando en los gobiernos populares la norma es subordinada al árbitro de muchos surgen los demagogos que, halagando y adulando a las masas, exasperando sus sentimientos destructivos y desviando su empeño político, consideran como enemigos del pueblo o de la patria a los opositores al régimen político despótico instaurado, consolidando su poder a través de la eliminación de toda la oposición.6

Entonces, la demagogia consiste en una práctica política que emula un gobierno democrático, cuando en realidad solo se apoya en el sostén popular, a través del discurso y de promesas falsas, y concreta actos de despotismo político. La concepción peyorativa que se tiene hoy en día al demagogo también nace por influencia aristotélica. De igual manera, puede acontecer que en los regímenes políticos haya un solo individuo gobernando en el poder. Sin embargo, la forma en que lo hace también puede establecerse a través de dos mecanismos: un puro, la monarquía, y uno impuro, la tiranía. Ambos, son sistemas unipersonales y con centralización del poder. Sin embargo, el primero se distingue por respetar un marco normativo vigente, la transmisión hereditaria del cargo monárquico, la posibilidad de poseer un asesoramiento burocrático, la perpetuidad en el poder y la legitimación de su posición. Mientras que en el caso de la tiranía, “(…) nacían de generalmente una crisis y de la disgregación de una democracia, o de un régimen político tradicional (…)”

7

Entonces, el tirano se impone en la

fuerza y no se constituye en un régimen legítimo, sino que realizan lo contrario: se aprecia el uso de la instrumentos coercitivos y de violencia en función de mantenerse en el poder de forma ilimitada aunque, a diferencia de la monarquía, la perpetuidad y la sucesión del tirano es incierta.

6 7

(Op.Cit.p440) (Op.Cit.p.496) 5

Retomando el análisis del capítulo V de Política, se mencionaba que la crítica que se le hace al planteo aristotélico es su radiografía política basada en dicotomías de sistemas antitéticos. La posibilidad de realizar un análisis bipolar de los hechos empíricos no resulta una garantía epistemológica fiable y estable. Por el contrario, supone un cierto extremismo que ignora la multiplicidad de coyunturas que se pierden cuando se estudian fenómenos sociales a partir de planteos disyuntivos. Se mencionaba también que, a pesar de que el autor posee una clara reflexión filosófica sobre sus asuntos, otorga evidencia empírica a sus afirmaciones. Esto da cuenta de cierta pretensión, dicho de alguna manera, “científica”. Esto ilustra una difícil complejidad porque también puede llevar a pecar en una mirada presentista. Esto significa que se puede caer en una falacia que conste de analizar los hechos del pasado a través de los valores que rigen al presente. Esto puede desencadenar prejuicios y lecturas algo distorsionadas. De igual manera, como enumeran autores adentrados en el tema (como Finley), las problemáticas metodológicas entorno al estudio de la historia antigua también aparecen en Aristóteles. A pesar de que el autor brinda claras referencias fácticas a sucesos del pasado, debe tenerse en cuenta cuánto de esas referencias que le llegaron al autor son verdaderas. Todo esto da como resultado que la problemática de investigación histórica que plantea el análisis de la fuente aristotélica no sólo tiene que ver con su mirada dicotómica de la política, sino que también de la veracidad empírica de sus referencias y de su abordaje de la realidad siendo que, a pesar de gestar un pensamiento racional, obviamente que los criterios de cientificidad de la Grecia Clasica (si es que pueden llamarse científicos) son incompatibles con los del mundo occidental del siglo XXI. Primero, Aristóteles estudia la diada democracia-oligarquía. El primer sistema, según el autor, se rige por una concepción de igualdad mientras que el segundo posee una clara impronta de desigualdad. A pesar de ello, lo sustancial y significativo de la reflexión del autor es que evidencia un hecho interesante: el cambio en la historia. Esta, como ciencia social, tiene como una de sus temáticas el análisis de la continuidad, el cambio y la ruptura que se presenta en el pasado. Aristóteles reconoce algo muy significativo, de hecho,

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uno de los pilares que rigen su capítulo V de su obra culmine es el elemento del cambio histórico y político. El filósofo advierte “(…) los cambios se originan de dos maneras: unas veces, en contra del sistema, para implementar otro en lugar del establecido (…) otras veces, no es en contra del sistema establecido, sino que prefieren el mismo status”

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El factor del cambio responde a

coyunturas diversas y eclécticas. Se hallan entre ellas, algunas de tipo más humanas (el engreimiento, el afán de lucro y el honor). Estas son de más difícil análisis y produce un problema específico: la (gran) complejidad de estudiar un cambio estructural solamente a partir de un factor humano basado en meros defectos de un individuo. Surge, de esta manera, no solo una problemática, sino que también un impedimento: ¿Cómo se puede estudiar los cambios en los sistemas políticos a partir de vicios personales de los individuos? ¿Cómo se comprueba empíricamente ello? ¿Cómo se indaga, si se quiere, en la psicología de los individuos del pasado? Estas preguntas abiertas que deja el planteo aristotélico vertebran un claro problema de investigación. Sin embargo, el autor también da cuenta de causas de cambio que registran evidencia fáctica. Por ejemplo:

También por desprecio se producen revueltas y levantamientos, como en las oligarquías cuando aumentan los que no intervienen en el gobierno (pues se creen más fuertes), y en las democracias cuando los ricos desprecian el desorden y la anarquía, como en Tebas, donde se extinguió la democracia después de la batalla de Enófitos, debido a una mala administración, y la de los megarenses, cuando fueron vencidos por culpa de su desorden y anarquía9

El elemento de cambio a partir del desorden, dice Aristóteles, refleja claramente como a partir de la disgregación aflora la posibilidad de una transformación. Este presupuesto aristotélico, que sí posee evidencia empírica a su favor (la establecida anteriormente), puede ser homologada a casos particulares dentro de la Historia Moderna. Por ejemplo, en 1789, el inicio de la 8 9

ARISTOTELES: Politica, Edit. Altaya, p. 187 (Op.Cit.p.190) 7

Revolución Francesa provocó un quiebre en la historia de Occidente al ponerle fin a un orden absolutista, monárquico y todavía con tintes feudales, para dar inicio a lo que en el siglo XIX sería la adopción de un sistema de Estados Nación, organizados en un manto capitalista. El 14 de julio de 1789, se ve claramente cómo una revuelta social (reaccionaria ante el aumento de los precios de los alimentos, la falta de escucha en los Estados Generales y la Asamblea Nacional) culmina con la toma de la prisión de la Bastilla, dando comienzo a un (lento) proceso de cambio de las estructuras sociopolíticas. Aristóteles precisa que parte de los cambios que pueden sufrir tanto la democracia como la oligarquía se basa en: en el caso de la primera (como se mencionó anteriormente), la transformación en un régimen demagógico (valiéndose del uso de la retórica y el discurso); en el caso de la segunda puede adoptar varias formas en tanto se puede apreciar agitaciones de la oligarquía con la masa popular coaccionada, o entre los propios oligarcas. Asimismo, el mecanismo de cambio se puede resolver a través de la paz o de la guerra. En el caso del primero, si el cambio se plantea por un conflicto de intereses entre grupos, aparece una suerte de mediador, un magistrado mediador. En el caso del segundo, la guerra es el instrumento de resolución de un conflicto entre la oligarquía y la masa popular debido a la desconfianza mutua. Los primeros optan por contratar soldados para ponerle fin a las posibles insurrecciones. Aristóteles también resalta una cuestión mencionada previamente: la dicotomía entre aristocracia-oligarquía, siendo esta última una deformación de la primera. El autor ilustra lo que él denomina “medios de salvación” de un régimen. Esto es, la forma en que evitan caer. A grandes rasgos, puede decirse que el planteo aristotélico se basa en una posición que establece la necesidad de un aparato normativo y de una fiscalización de la vida social en función de mantener una cohesión en las estructuras

sociopolíticas. Se puede

problematizar esta reflexión del pensador griego al tildarla de “ingenua” debido a que resulta ciertamente obvio que todos los sistemas sociopolíticos buscan mantenerse en el poder pero los mecanismos que utilizan para hacerlo son el

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hecho que debe ser problematizado. Por ejemplo, la distribución desigual de la riqueza, según el autor, debe ser medida en pos de evitar el crecimiento ilimitado de un grupo sobre otros y que esto puede llegar a producir una revuelta y, en consecuencia, un cambio de régimen. Lo que se problematiza es que la distribución desigual de la riqueza y de la monopolización de propiedades y bienes, en realidad, es un hecho constantemente en la historia del mundo occidental y, justamente, los regímenes políticos no han perseguido la necesidad de “medir” la distribución, sino que han utilizado otros instrumentos (en muchos casos violentos, en otros casos más latentes, como lo puede ser la perpetuación del analfabetismo y la necesidad de una masa social ignorante y amorfa) para coercionar a la sociedad en general y evitar cuestionamientos a la asimetría presente, dicho en terminología marxista, en las clases sociales. Otra cuestión que plantea un problema de investigación es las condiciones que enumera el autor para desempeñar un cargo político con responsabilidad. El problema que plantea es el grado de abstracción y, si se quiere, el subjetivismo que impregna su discurso: Primero, amor hacia el régimen establecido; luego, la mayor competencia en los asuntos de su cargo; y, en tercer lugar, virtud y justicia, en cada régimen la adecuada a ese régimen (pues si no es idéntico lo justo en todos los regímenes, necesariamente también hay distintos tipos de justicia10

Si bien se reconoce que, obviamente, el discurso aristotélico descansa en un sustrato filosófico, también se problematiza sobre la enorme complejidad subjetiva que supone la puesta en práctica de sus condiciones para un cargo político. En sí, su planteo no es erróneo (inclusive, su discurso es muy acertado en los puntos que enumera) pero en este caso peca de una falta de praxis, de la codificación de cuestiones tangibles que puedan dar cuenta de cómo esas condiciones pueden (y deben) ser puestas en prácticas. Inclusive, en el planteo problematizador puede evidenciarse una cuestión: Si el autor menciona la 10

(Op.Cit.p.208) 9

necesidad de “virtud y justicia” en el régimen y, a su vez, cuestiona accionares de tipo demagógico y tiránico, ¿No es una incoherencia plantear que un buen tirano o demagogo debe ser virtuoso y justo? ¿No es un oxímoron criticar un régimen político, tildarlo de “degenerado”, y a su vez enumerar condiciones necesarias para desempeñar un cargo allí, condiciones basadas en valores como el amor al régimen, la virtud y la justicia? De igual manera, Aristóteles reconoce el factor de la educación como un elemento de adecuación y caracterización del régimen. Esto quiere decir, que el autor plantea que cada sistema político, va a poseer un tipo de estructura educativa que va a justificar las dimensiones de ese sistema y va a formar ciudadanos acordes y ajustados a este sistema. Esto es algo certero y que, inclusive, se puede homologar a la actualidad. El Estado, desde miradas criticoreproductivistas teñidas de ideologías marxistas, utiliza a la educación como un aparato reproductor de su régimen, donde se plasman y naturalizan las relaciones sociales (en el marco del capitalismo) injustas y desiguales. El problema de investigación que se esboza es el hecho de comprender el fenómeno educativo de la Grecia Antigua. El paradigma de la actualidad, en lo teórico y superficial, delinea una mirada inclusiva y totalizante de la educación para todos los ciudadanos. El problema que surge, en el caso del mundo griego, es el de entender quiénes gozaban la educación del momento, cómo se planteaba esta, qué se enseñaba, quiénes enseñaban, quiénes eran considerados ciudadanos. Estos puntos están desatendidos en el capítulo V analizado y constituyen un problema de investigación. Asimismo, además de indagar sobre la democracia y la oligarquía, el autor reflexiona sobre la monarquía y tiranía, y la multiplicidad de problemáticas que surgen de su discriminación, discriminación realizada anteriormente. Aristóteles añade que ambas se construyen de manera antitética, dicho en sus palabras: “El nacimiento de una y otra monarquía está directamente vinculado a sus contrarios”

11Nuevamente

se problematiza la imposibilidad de estudiar ciencias

sociales a través de dicotomías contrapuestas debido a que esto aleja al 11

(Op.Cit.p.211) 10

investigador de un análisis más profundo, complejo y veraz. De todos modos, el autor entiende a la tiranía como una forma impura de la monarquía, ya que aunque ambas cuenten con regímenes unipersonales y centralizados, las formas de relacionarse con el poder, sus metas en sus cargos y las condiciones intrínsecas de la manera en la que llegan, se sostienen y monopolizan el poder, son antagónicas. Tanto la monarquía como la tiranía son dos formas de regímenes políticos por lo tanto están dispuestos al cambio y a la caída. El tema del cambio en la monarquía es complejo debido a que en la historia de Grecia, la conformación de las polis monárquicas, representan un hecho puesto en duda por muchos historiadores. Varios de ellos refutan la tesis de un origen monárquico de las polis (rechazando la idea de Teseo como unificador de la polis, vertebrándose como primer rey, debido a su carácter mítico). Otros reconocen la existencia de un periodo monárquico en la polis, aunque resaltan su corta vida. Estas nociones no son delineadas por el autor clásico y eso dificulta un análisis riguroso de su material teórico. En el caso de la tiranía, esta nace, como se mencionó anteriormente, en contextos de cambio. Se implementa un régimen despótico que puede caer de dos maneras: “(…) desde afuera: si hay algún régimen contrario más poderoso. (…). Desde su propio seno también de una sola forma: cuando sus miembros entran en discordia.”

12

La caída por factores duales en la tiranía no es igual que en la

monarquía. Esta última no suele caer por factores exógenos, en cambio, cae por motivos internos: “una por las discordias entre los miembros de la realeza; y otra forma, porque pretenden administrarla más tiránicamente (…)” 13 Los métodos de salvación constan: en el caso de la tiranía, la adopción de la monopolización de la fuerza y la violencia en función de lograr una mayor estabilidad interna. Asimismo, el autor enumera tres supuestos que necesita un régimen tiránico para mantenerse en el poder: Uno, que los súbditos piensen poco (pues contra nadie puede conspirar el pusilánime); en segundo lugar, que desconfíen unos de otros; y en tercer

12 13

(Op.Cit.p.216) (Op.Cit.p.217) 11

lugar, la imposibilidad de actuar (pues nadie se lanza lo imposible, de tal forma que una tiranía no cae si falta la fuerza)14

En el caso de la monarquía, la adopción de políticas que se basen en un gobierno más moderado, que no tienda a lo tiránico. Vale la pena agregar, un hecho interesante que agrega Aristóteles. Las formas puras de gobierno suelen durar más en el poder y suelen poseer mayor consistencia estructural, a diferencia de las formas impuras. Según el autor, la monarquía, democracia y aristocracia presentan sistemas uniformes, capaces de adquirir un sostén estructural más fuerte y prolongado. Justamente, por eso mismo reconoce la “pureza” estos regímenes. En cambio, las formas impuras (tiranía, demagogia, oligarquía) al surgir de ambiciones personales, de momentos de complicados cambios y de obrar en pos de determinados sectores, poseen un equilibrio muy volátil, susceptible a la inminente caída del régimen. Esto genera un problema de investigación de interesante análisis: ¿Es cierto que las formas “puras” de gobierno duran más y son más consistentes que las “impuras”? Una lectura de la historia de América Latina durante el siglo XX, evidencia cuan errónea es la tesis aristotélica. La democracia latinoamericana del siglo pasado se caracterizó por su debilidad y por su falta de capacidad de mantenerse en el poder. No es casual que acontecerían sucesivamente golpes de Estado que instaurasen gobiernos de facto, dictaduras militares. Estas últimas, en varios casos, gozaron de una gran estabilidad. En números oportunidades, el gobierno de los Estados Unidos facilitó esta cuestión: el Plan Cóndor (la sistematización de golpes militares latinoamericanos durante los años `70, coordinados por el gobierno estadounidense en función de evitar la llegada al poder de gobiernos de izquierda) y la Doctrina de Seguridad Nacional (la preparación teórica que recibió el sector militar latinoamericano durante los ´60, que se basaba en una instrucción anticomunista) dan cuenta de la posibilidad de que formas “impuras” de gobierno logren sostenerse firmemente en el poder. Aunque, en el caso latinoamericano, se haga referencia al concepto “dictadura”, mientras que Aristóteles hace énfasis en los regímenes tiránicos, se establece una vinculación política en tanto forma ilegítima de asentarse en 14

(Op.Cit.p.220) 12

el poder, la violencia utilizada para consolidarse en el mismo, el gobierno unipersonal y centralizado, etc. En conclusión, Política de Aristóteles constituye una fuente histórica de profundo e interesante análisis debido a la multiplicidad de aristas que trata el autor que poseen repercusión en los marcos políticos y en las formas de pensar de la actualidad. Pero, sin embargo, se plantean varias problemáticas que evidencian sesgos dicotómicos y abstractos (lo puro e impuro), varias veces opacadas por el acto del filosofar, otras veces por la presencia de evidencia empírica de dudosa providencia. En definitiva, el análisis de una fuente del mundo antiguo, como lo puede ser la obra de Aristóteles, remite a una problemática de investigación inevitable: el enfrentamiento a un modo de pensar, ver y comprender a la historia, a la política y a la realidad de una forma muy distinta al pensamiento moderno actual. Esta tensión entre pasadopresente constituye la principal problemática que surge del análisis del pensamiento aristotélico.

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