HAY UN DESAPARECIDO QUE APARECE Por Cristian Pernia El diccionario define un oxímoron como una “figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto. Ejemplo: un silencio atronador”. Se trata de algo que a simple vista parece un imposible, como el titular que encabeza estás líneas. Cuenta Rodolfo Walsh que fue una frase de estas características la que despertó en él la escritura de “Operación Masacre”, la novela donde narra los fusilamientos de José León Suarez de 1956 y que representa la primera obra de “no ficción” o periodismo literario. Pero el cruce con esa frase disparadora, la noticia de “un fusilado que vive”, no fue su único vínculo con un oxímoron. Más bien por el contrario, toda su vida parece una existencia dedicada a dinamitar contradicciones. Sin dudas Rodolfo Walsh encarnó uno de los ejemplos más profundos de la confluencia entre literatura y política, entre arte y revolución, entre la pluma y el fusil. “Pensar que aquí hasta hace poco tiempo hubo quien sostenía que el arte y la política no tenían nada que ver, (…) es parte de ese juego destinado a quitarle toda peligrosidad al arte, toda acción sobre la vida, toda influencia real y directa sobre la vida del momento”. Será por todo esto que, aunque se cumplen 42 años de su secuestro, Rodolfo es “un fusilado que vive”, es un desaparecido que aparece, es un muerto que no para de nacer.