EL BAJO IMPERIO 1.- EDICTUM MAXIMUM, A.. 301. MOMMSEN, Th. y. BLUMNER, H., “Der Maximaltarf des Diocletian”, Berlin, 1893, pp..6-50. Cit. en: IMBERT, J.,SAUTEL, G. y BOULET.-SAUTEL, M., «Histoire des Institutions et des faits sociaux » I, pp.216-218. Paris, P.U. F., 1963. Como la ambición de indomable furor es tanta que no se preocupa por las necesidades generales, y como una avaricia invasora y una destructora avidez de ganancia -cual si fuesen una religiónhacen que estas gentes sin probidad ni prudencia consideren preferible deshacer la fortuna de todos /sus conciudadanos/ que abandonar sus proyectos, y como /esos especuladores/ no pueden continuar cerrando los ojos de aquellos a quienes han reducido a los extremos de la condición más miserable, conviene que nosotros, que hemos visto estas cosas y que somos los padres del género humano, intervengamos en estos asuntos por nuestra justicia soberana, de modo que humanidad reciba por los remedios de previsión, para el bien de todos, aquello que ella ya no puede garantizar desde hace un tiempo. En efecto, ¿Quién tendría corazón tan duro y estaría a tal punto desprovisto de humanidad como para poder ignorar y no sentir el desenfreno de los precios que se ha extendido en los negocios de plata, tanto en los que atañen al comercio como a los que se sustancian diariamente en las ciudades? Licenciosidad tal que el deseo desenfrenado de rapiña no se ha calmado ni con la abundancia de productos ni con la riqueza de algunos años”... ¿Quién ignora ahora que la audacia insidiosa se dirige contra los intereses públicos, por todas partes donde el bienestar común exige el envío de nuestros ejércitos, no sólo en las ciudades y en los lugares fortificados, sino en cualquier itinerario? ¿/Es posible/ que esta audacia no se limite a forzar precios cuatro u ocho veces superiores, sino tan altos que la lengua humana no puede, razonablemente, dar un nombre a esta situación? Queremos, pues, que estos precios designados en el breve documento anexo, sean observados en todo nuestro territorio, de modo comprendan que se les prohíbe dejarlos de lado. Ello no impide, doquier que la abundancia de bienes sea evidente, las bondades de lo barato, por las que se luchará, refrenando la avaricia antes mencionada. Entre vendedores y compradores cuyo hábito es ir a los puertos o recorrer las provincias peregrinas, la ley común deberá ser la moderación. Que sepan, en tiempos de indispensable carestía, no transgredir los precios fijados para cada cosa, que la razón última de sus negocios no esté guiada por el deseo de acaparar aquí para revender allá, pues nuestra perspicaz justicia ha querido que en ninguna ocasión puedan vender más caro quienes transfieren mercaderías. Puesto que entre nuestros antepasados aparece con evidencia esta costumbre de fijar leyes que reprimen la audacia mediante el temor a las prescripciones -porque es verdaderamente muy raro que la condición humana sea llevada espontáneamente hacia el bien, y el justo temor a los funcionarios siempre es un preceptor que induce a la moderación- nos place que, si alguien tiene la audacia de atentar contra la forma de este reglamento, sea condenado a la pena capital. Y que nadie piense que este estatuto es muy severo, puesto que el peligro puede evitarse rápidamente conservando moderación. Pero, que quien atente contra los estatutos, por espíritu de lucro o por ansia de acaparamiento, sea sometido a esa misma pena. Que no se crea a salvo de esta sanción quien, poseyendo los artículos necesarios para la alimentación o el uso, haya creído conveniente, después de /promulgada/ esta reglamentación, retirarlas de la circu1ación, puesto que la pena debe ser más severa para quien provoca la escasez que para quien atenta contra los estatutos. ...Éstos precios que se establecen a continuación para la venta de mercaderías particulares no podrán ser aumentados por nadie:
I.
1.- Trigo, la medida (en francés: boisseau: antigua medida menos que la fanega)…: 2.Cebada, la medida: 100 denarios; Centeno, la medida: 60 denarios; 4.- Harina de mijo, la medida: 100 denarios; 5.- Mijo, la medida: 50 denarios; 6.- Panizo, la medida: 50 denarios; 7.- Espelta pelada, la medida: 30 denarios; 8.- Habas molidas, la medida: 100 denarios; 9.Habas sin moler, la medida:30 denarios; 10.- Lentejas, la medida: 100 denarios. II. Vinos: 1.- Vino de Piceno, el sextario: 30 denarios; 2.- Vino de Tibur, el sextario: 30 denarios; Vino de Sabina, el sextario: 30 denarios;… 10.- Vino del país, el sextario: 8 denarios; 11.- Cerveza, el sextario: 4 denarios; 12.- Cerveza de cebada, el sextario:2 denarios. III. Aceites: 1.- Aceite de primera selección, el sextario: 40 denarios; 2.- Aceite de segunda selección, el sextario: 24 denarios; 3.- Aceite común, el sextario: 12 denarios; 4.- Aceite de rábano, el sextario: 8 denarios; 5.- Vinagre, el sextario: 6 denarios;… 9.- Sal de sazonar, el sextario: 8 denarios; 10.- Miel de primera selección, el sextario: 40 denarios; Miel de segunda selección, el sextario: 20 denarios… IV. Carnes: 1.- Carne de cerdo, la libra: 12 denarios; 2.- carne de buey, libra: 8 denarios; Carne de cabra o cordero, libra: 8 denarios; Carne de marrana, libra: 24 denarios;… 49.- Sebo, libra: 6 denarios; 50.- Manteca, libra: 16 denarios. V. Pescados: 1.- Pescado de mar, libra: 24 denarios; 2.- Pescado de mar de segunda selección, libra: 16 denarios; Pescado de río, primera selección, libra: 12 denarios; 4.- Pescado de río, segunda selección, libra: 8 denarios; 5.- Pescado salado, libra: 6 denarios; 6.- Ostras, el100 a 100 denarios; 7.- Erizos, el 100: a 50 denarios. …12.- Sardinas grandes o pequeñas, la libra a 16 denarios. VI. Legumbres 1.- Alcachofas grandes, 5: 10 denarios; 2.- Hongos, 10: 6 denarios; 3.Achicoria de primera selección, 10: 4 denarios; 4.- Achicoria de segunda selección, 10: 4 denarios… 9.- Coles de primera selección, 5: 4 denarios; 10.- Coles de segunda selección, 10: 4 denarios... 12.- Puerros grandes, 10:, 4 denarios...., 18.- Nabos grandes,10: 4 denarios.... 26.- Calabazas (las primeras) 10: 4 denarios; 27.- Calabazas posteriores, 20: 4 denarios; 28.- Pepinos (los primeros), 10: 4 denarios; 29.- Los pepinos siguientes, 20: 4 denarios... 43.- Huevos, 4: 4 denarios...; 75.-Limón grande: 24 denarios... . VII. Salarios; 1.- Jornalero del campo, con comida, por día: 25 denarios; 2.- Tallista de piedras, con comida, por día: 50 denarios; 3.- Carpintero de construcción, con comida, por día: 50 denarios; 4.- Calero, con comida, por día: 50 denarios; 5.- Marmolista, con comida, por día: 60denarios; 6.- Mosaísta, con comida, por día: 60 denarios;…65.-. Pedagogo, por niño y por mes: 50 denarios...70.- Gramático de griego o latín y geómetra, por alumno y por mes: 200 denarios; … 71.- Orador o sofista, por alumno y por mes: 250 denarios; 72.- Abogado o experto en derecho, por la introducción de la demanda: 250 denarios; 73.- Por un proceso:1000 denarios.... 75; Mandadero de ropas en las termas, por cada baño: 2 denarios; 76.- Maestro de natación privado, por cada. baño: 2 denarios.
2.- LACTANCIO, SOBRE LA MUERTE DE LOS PERSEGUIDORES. En : LACTANCE : “De La morte des pérsécuteurs ”, Ed. de J. Moreau, Les éditions du Cerf, Paris. VII.- Espíritu fecundo en invenciones y en maquinaciones criminales, Diocleciano, encarnizado en destruir todo, no pudo abstenerse de alzar s u mano contra Dios mismo. Podemos decir que. Su concupiscencia; unida a su temor, fue la perdición del mundo. Asoció, en efecto, a tres príncipes a su poder, dividiendo al mundo en cuatro partes, multiplicando el número de ejércitos, pues cada
emperador se esforzaba en poseer muchas más tropas que las que habían tenido sus predecesores, cuando solos, habían de gobernar el Estado. El número de los que recibían había llegado a sobrepasar de tal manera el de los contribuyentes que los colonos, viendo agotados sus recursos por la enormidad de los impuestos, abandonaban sus campos, volvían a la selva. Para que el terror se extendiera por todos lados, las provincias se dividieron al infinito y muchos gobernadores y múltiples oficinas aplastaron cada región, casi cada ciudad; no había sino funcionarios de finanzas, magistrados y vicarios de los prefectos. Además se veía muy raramente a esos hombres de justicia ocupados en asuntos civiles, sólo se preocupaban en condenar y proscribir. En cuanto a apoderarse de los bienes, se dedicaban a ello no diré a menudo, sino, constantemente y esas usurpaciones se acompañaban de injusticias insoportables. Intolerables también eran las exigencias relativas al abastecimiento de las tropas. Este emperador, en su insaciable concupiscencia, no quería ver jamás disminuir sus tesoros, por el contrario, no cesaba de amasar entradas extraord1iarias a fin de conservar intactas las reservas que acumulaba. Como estas diversas iniquidades habían hecho encarecer todo considerablemente, se esforzó en fijar por medio de una ley, el precio de las mercaderías. Se vio entonces correr la sangre a torrentes por artículos ínfimos y miserables. El temor hizo desaparecer todo el mercado y el alza de precios se hizo más fuerte. Por fin, la ley cayó en desuso, no sin haber causado la muerte de mucha gente. A esto se agregaba en Diocleciano una, pasión por construir jamás satisfecha y no presionaba menos a las provincias para que proporcionaran obreros, artesanos, transportes y todo lo necesario para las construcciones. Aquí basílicas, allá, un taller monetario; aquí, una fábrica de armas; allá una casa para la esposa del emperador, otra para su hija. Se destruyó de un día para otro una parte importante de la ciudad; todos los habitantes emigraron en masa con sus mujeres y sus hijos, como si el lugar hubiese sido tomado por el enemigo. Y, habiendo terminado esas construcciones merced a la ruina de las provincias, el emperador dijo: “No están bien hechas, es necesario rehacerlas de otra manera”. Era necesario, pues, abatir y tr5asnformar esos edificios, para demolerlos, tal vez una vez más. De tal manera, su locura hacía estragos sin cesar, que quería igualar Nicomedia a Roma. Olvidaba decir que numerosas personas perecieron a causa de sus propiedades o de su fortuna, a tal punto la costumbre de las desdichas hacía usual esta práctica y, por así decir, legal. Diocleciano se caracterizaba por llevar a cabo una acción falsa que implicaba la pena capital para el propietario, en cualquier lugar en el cual hubiera visto un campo mejor cultivado, una construcción mejor dispuesta que las otras. Podemos decir que no podía arrebatar cosa alguna sin efusión de sangre. XXIII.Pero, he aquí lo que se convirtió en calamidad pública y sumergió al mundo entero en un suelo común: el censo, impuesto tanto a provincias como a ciudades, los censores presentes en todas partes, perturbaban todo: era la imagen del tumulto y de la guerra y del terrible cautiverio. Los campos se median mota a mota, se censaban los pies de viñas y los árboles, se registraban los animales de toda especie, se registraban individualmente los nombres de las personas: en cada circunscripción se reunían la población de la ciudad y el campo, todas las plazas estaban repletas de familias amontonadas como ganado; todos estaban presentes con sus hijos y sus esclavos; instrumentos de tortura y azotes no cesaban de resonar, se colgaba a los hijos para hacerlos testimoniar contra sus padres, se enfrentaba a los servidores más fieles contra sus señores, a la esposa contra e1 marido. Si esto no daba resultado, se atormentaba a las gentes para que se denunciasen a sí mismos y, cuando el dolor los había vencido, solos se atribuían bienes que no tenían. Ni la edad, ni la enfermedad, excusaban. Se hacía comparecer a enfermos y a débiles, se estimaba la edad de cada uno, agregando años a los niños, disminuyendo la de los ancianos. Por todos lados, sólo había duelo y tristeza. Lo que nuestros abuelos habían cumplido contra enemigos vencidos en virtud del derecho de guerra, este hombre osó hacerlo contra los romanos y los súbditos de los romanos, pues sus antepasados habían estado sometidos a los dacios por
Trajano, vencedor, para castigar sus incesantes rebeliones. Se pagaba por la cabeza, se pagaba por la Vida. Las autoridades, no confiaban, sin embargo, en los censores, pues enviaban sin cesar otros nuevos, con la esperanza de que encontraran algo más. Y las tasas se duplicaban siempre, incluso si no descubrían nada; pues agregaban según lo que les parecía bien, para que su misión no pareciera inútil. Durante este tiempo, el ganado disminuía y los hombres morían; sin embargo no se dejaba de pagar impuesto por los muertos. No se podía vivir, ni siquiera morir, gratis. Quedaban de lado los mendigos, los únicos de quienes no se podía exigir nada, pues su miseria y desdicha los preservaba de toda violencia.. Por lo menos ese buen apóstol tuvo piedad de ellos e hizo de tal manera que no les faltara nada. Ordenó que se les reuniera, que se los embarcara en navíos y que se los arrojara al mar. ¡Qué hombre misericordioso, que tuvo cuidado que durante su reinado no hubiera ningún pobre! Así, velando por que nadie, simulando mendicidad, escapara al censo, hizo perecer a contra todos los derechos de la humanidad, una multitud de verdaderos pobres. 3.- EL LUJO DE ROMA EN EL SIGLO IV. AMIANO MARCELINO, Cit. por: COUDY, J. , “La Chute de l´Empire Romain”, Paris, 1967; Ed. Julliard, Col. “Il y a toujours en reporter”, pp. 31-39. Unos ponen la gloria suprema la gloria suprema en la singular elevación de una carroza o en una fastuosa afectación de vestimenta. Su molicie muere bajo estos mantos de trama tan delicada, que un simple broche retiene alrededor del cuello, y que se hacen ondear con sólo soplar por encima. En todo momento, les veis sacudir los pliegues sobre todo los del lado izquierdo: es para resaltar las franjas del borde y el curioso trabajo de una túnica salpicada con figuras de animales que se adhieren a la tela. Otros, se los acercan de punta en blanco y con un. aire de importancia, a hacer ostentación de su inmensa fortuna. Tenéis para /pasar/ un día entero escuchando la enumeración de sus bienes, el detalle de sus ingresos, que van a multiplicarse de año en año. Aparentemente, ignoran que sus antepasados, que extendieron tanto el poderío romano, no se destacaban casi por sus riquezas. Esos hombres –cuya energía en las empresas, con todo s los males de guerra, triunfó de tantos obstáculos- no estaban mejor provistos., mejor nutridos ni mejor vestidos que el último soldado. Sí, fue necesaria una colecta para enterrar al gran Publícola. Los amigos de Régulo se cotizaron para subvenir a la manutención de su viuda y de sus hijos. No pintaré sus torbellinos llamados banquetes, ni los mil refinamientos que allí despliega la sensualidad. Pero, ¿Qué decir de sus extravagantes carreras a través de la ciudad? ¿De sus caballos lanzados a rienda suelta, con menosprecio de todos los peligros, sobre el pavimento pedregoso de las calles, como si corriesen oficialmente con los caballos del Estado? ¿De esta multitud de criados, verdadera banda de ladrones, que llevan tras de sí? El ejemplo ha sido fructífero. Se ve a las damas romanas, al abrigo de su velo, correr en litera de barrio en barrio. En la guerra, un táctico hábil cuida de poner soldados pesadamente armados en el frente de batalla, en la segunda línea coloca a las tropas ligeras, en tercer lugar a los arqueros y, tras ellos, finalmente, al cuerpo de reserva, que sólo actúa como último recurso. Este ejército de criados tiene también sus directores de operaciones, con una vara por insignia, y que disponen su mundo de acuerdo al orden del día. Primero, a la altura del carruaje, avanzan los esclavos con oficios. Después de ellos, vienen los ahumados pobladores de las cocinas; luego la turba de Criados sin empleo específico, aumentada por todos los holgazanes del barrio. Los eunucos de todas las edades cierrran la marcha, encabezados por los viejos, todos igualmente lívidos y deformes.
Qué sucede? Las pocas casas donde el culto de la inteligencia aún era honrado, están invadidas por el afán de los placeres, hijos de la pereza. Sólo se escuchan aquí las voces que modulan, instrumentos que resuenan. Los cantores han echado a los filósofos y los profesores de elocuencia han cedido el lugar a los maestros en placeres. Las bibliotecas son moradas como tumbas. El arte sólo se ocupa en fabricar órganos hidráulicos que acompañan la pantomima de los bufones en la escena. Respecto al populacho que no tiene casa ni hogar, tan pronto pasa la noche en las tabernas como duerme al abrigo de esas colgaduras con que el edil Catulo fue el primero, por un refinamiento debido a la molicie campesina, en cubrir nuestros anfiteatros (se trata del velabrum, colgadura destinada a proteger a los espectadores del sol). O bien, se entrega con ardor al juego de los dados, reteniendo su aliento, que arroja enseguida con un ruido que lastima el oído, o bien, aún (y éste es el gusto que predomina), se lo ve de la mana a la noche, desafiando al sol y la lluvia, extenuándose sin cesar comentando los menores detalles relativos al mérito o a la inferioridad de tal caballo o de tal cochero. ¡Extraña pasión ésta de todo un pueblo que apenas respira, atento al resultado de una carrera de carros! He aquí las preocupaciones a que está dedicada Roma, y que no dejan lugar para nada serio. 4.- LOS CURIALES año 370 o 373 - Edicto de los Emperadores Valentiniano y Valente dirigido a Modesto, prefecto de pretorio de Oriente. Cit. Por: COUDY, J., Qp. cit., p.. 47. Algunos adeptos de la facilidad, abandonando as cargas de las ciudades, ganan los desiertos y los lugares apartados, y, bajo el pretexto de la religión, se integran a las comunidades monásticas. En consecuencia, hemos ordenado por decisión maduramente deliberada, que el conde (funcionario provincial) de Oriente tome en Egipto a estos /individuos/ y otros de su misma clase y los arranque de sus retiros, sujetándolos de nuevo a las cargas de sus padres. O /bien/ que, según el contenido de nuestra ordenanza, se prive a /esos individuos/ del goce de su propio patrimonio, que, esta es nuestra decisión, será reivindicado por quienes asuman las cargas de las prestaciones públicas. Publicado en Beirut el día de las calendas de enero, bajo el consulado de Valentiniano y de Valente, Augusto. 5.- EL PATRIMONIO DE LAS VILLAS Código Teodosiano XI, 24. I.- El Emperador Constancio Augusto y Julio César a Helpidio, Prefecto de Pretorio. Nos has comunicado que una multitud de colonos de Egipto se ha colocado bajo la protección de personas respaldadas por su alto rango, de varios grados, e incluso duques. Por esto, si se estableciese que alguien se ha atribuido tan grande desobediencia que amparase a aquellos /colonos/ y que, prometiéndoles protección, les quitase la posibilidad de cumplir totalmente sus leales servicios (devotio: servicio al Estado, en primer término, el pago puntual de los impuestos), ordenamos que se obligue a esa persona a pagar todos los impuestos que se compruebe que han entregado al fisco, de sus propios recursos, los otros lugareños de cuya comunidad se habían alejado aquellos colonos. Establecerás también que, si alguien ha recibido a esos colonos bajo su protección, éstos serán privados de tal protección.
Constantinopla, 4 de febrero de 360. 6.- EL EMPERADOR JULIANO ( 361-363) AMIANO MARCELINO, Cit. por: COUDY, J.; Op. cit., pp. 100-101. ... Luego, después de los actos de un culto secreto a Mercurio, /Juliano/ se ocupaba de averiguar con mano firme y vigilante, los males del Estado, y de darles remedio. Cuando había satisfecho las rudas exigencias de los problemas se dedicaba entonces, totalmente, al perfeccionamiento de su espíritu. La filosofía no tiene conceptos que él no haya abordado y sometido al severo control de su razón. Este espíritu, tan apto para las nociones más elevadas y abstractas, sabia descender, no obstante, a las especulaciones de orden secundario. Amaba la poesía y la literatura. ... Su gusto lo llevaba también a seguir en todas sus vicisitudes la historia de su país y la de las naciones extranjeras... Abreviemos. Sin hablar de las derrotas con las que a menudo castigó la incorregible audacia de los bárbaros, la marca más sensible del alivio que su presencia llevó a las excesivas miserias de Galia es que, a su llegada la mitad de los tributos /= impuestos/ era de veinticinco piezas de oro por cabeza, y que sólo se pagaban siete cuando él dejó el país. Así, el pueblo, en los transportes de su alegría, lo comparaba con un astro bienhechor aparecido en medio de las más espesas tinieblas. Agreguemos que practicó hasta el fin de su reinado el principio de justicia de no conceder ningún descuento a los atrasos. Es que había comprendido que estas concesiones sólo beneficiaban a los rico. En efecto, la experiencia demuestra que; en la recaudación de toda carga local, son los pobres a quienes menos se cuida y a quienes primero se ejecuta. 7. SITUACIÓN GENERAL DEL IMPERIO (hacia el 450) SALVIANO, “De Gubernatione Dei”, Libro VI. Cit. por: COUDY, J., Qp. cit., p., 16. Donde está ahora ese grande, ese formidable Imperio? En qué se han transformado, sus señores, esos romanos tan famosos por sus conquistas, más ilustres por su virtud? La tierra entera temblaba otrora a la voz de un romano; todos los romanos tiemblan hoy a la voz de un bárbaro. ...Quiénes. nos han sometido, nos venden la luz, nuestra vida y nuestros días. Compramos el permiso de vivir desdichados. 8.- LA “HOSPITALITAS” (a. 398) Código Teodosiano (Ed. Momsen), VII, 8, 5. Cit. por IMBERT, J., SAUTEL, G. y BOULETSAUTEL, M.: p. 290. Los Emperadores Arcadio y Honorio, Augustos, a Hosino, maestro de oficios. Para suprimir toda injusticia por parte de los agrimensores o de los huéspedes, en cualquier ciudad en que nos encontremos nosotros o quienes nos sirven, el señor (dominus) podrá tener con plena seguridad y sin temor, dos partes de su propiedad, y la tercera será para el huésped, según los términos que siguen: una vez dividida la propiedad en tres partes, el señor tendrá la facultad de elegir la primera, el hospes pedirá la segunda que desee; la tercera quedará para el señor. Efectivamente, es /una solución/ plena de equidad y de justicia que quien disfruta una sucesión o goza /de su
morada/ porque la ha comprado o edificado, goce de su propiedad determinando por su juicio qué elige y qué abandona. 1.- Pero, las construcciones dedicadas al tráfico de mercaderías, no deben estar sujetas a los inconvenientes del mencionado reparto, sino que permanecerá tranquilas, libres y defendidas de todo intento de los hospites, y solamente quedarán a disposición de los propietarios o locatarios. Es cierto que, si al agente público le falta una caballeriza /de la importancia/ acostumbrada en su tercio de la casa –a menos que el señor (dominus) provea algo al respecto- se le entregará /una parte/ de las construcciones que sea proporcional al número de animales o a la calidad de la propiedad. 2.- Respecto a los uiri ilustres, decidimos que, a título de la hospitalidad, no les será afectado un tercio sino la mitad de la propiedad, observando siempre la siguiente condición: una /de las partes / -una cualquiera o aquélla que él prefiera- hará la partición de modo equitativo, la otra tendrá derecho de elegir /entre los lotes/. 3.- Lo que ordenamos se mantendrá firmemente, a perpetuidad; sepan también quienes son ilustres y poseen una dignidad, que deberán depositar treinta libras de oro en nuestro tesoro; los demás serán excluidos del servicio militar si, con condenable temeridad, violan la orden general que damos y realicen usurpaciones. Dado el 8 de los idus de febrero, en Constantinopla, siendo cónsules Honorio, por cuarta vez y Eustyquiano. 9.- LA BARBARIZACIÓN DEL EJÉRCITO (Ca. 400) CLAUDIANO, “Invectives contre Rufin”. Cit. por: COUDY; J., Op. cit., p. 129. .... Sus cómplices /se refiere a Rufino/ lo acompañan en multitud, y a su alrededor, marchan los batallones armados de sus clientes, quienes, sólo sirven bajo sus estandartes. El mismo, en medio de esta escolta, no ha renunciado a las costumbres bárbaras, lleva a su pecho la piel de un animal salvaje; fiel imitador, adopta el freno de boca del caballo, las enormes aljabas, el arco retumbante de los enemigos, y en su /aspecto/ exterior delata el sentimiento, que lo anima. Este hombre, aunque montado en el carruaje de los cónsules y encargado de administrar justicia, no se avergüenza de cambiar el exterior imponente y la toga del magistrado romano por los usos groseros y las vestimentas de los getas (godos). Las leyes gimen, oprimidas por un juez vestido con pieles de fieras. 10.- LAS BAGAUDAS SALVIANO; Cit. por: COUDY, J., Op. Cit., p. 143. Ellos ya no han querido ser romanos y, abjurando de su nombre, leyes y religión, se han transformado en bárbaros en medio de las provincias romanas... Llamamos rebeldes a aquéllos a quienes hemos forzado a serlo. Porque, finalmente, si han cambiado el ilustre nombre de romanos por el infame de bagaudas, es decir, de ciudadanos del Imperio se han convertido en desertores, no ha sido, más que para liberarse de la opresión en que gemían, para evadirse de la tiranía de sus magistrados y de sus gobernadores, insoportables aún a esclavos. Sólo llegaron a este odioso extremo cuando no hallaron más recursos para deshacerse de la temible injusticia de los oficiales del Imperio ¡Qué otro partido había para tomar!, ya eran romanos pues ya no eran libres; se hicieron bárbaros para conservar su vida..... Dejaron de ser romanos...
11.- RETRATO DE ATILA JORDANES, “Gética”, XXXV. Cit. Por CALMET, J. y HIGOUNET; “Textes et documents d'histoire”, 2.- “Moyen Age” , Ed. P.U. F. París, 1953, pp. 22-23. /Atila/ aspiraba a la conquista de los dos primeros pueblos del universo: los romanos y los visigodos. Su ejército, era, se dijo, de quinientos mil hombres (cifra exagerada. N. De T.). Este hombre había venido al mundo para conmover su nación y hacer temblar la tierra. No sé por qué fatalidad, sólo con su temible fama. sembraba el espanto por doquier. Era soberbio en su porte, paseaba su mirada sobre cuanto le rodeaba; el orgullo de su poderío se revelaba inclusa en los movimientos de su cuerpo. Amante de las batallas, pero cuidadoso en la acción; excelente en el consejo; se dejaba conmover con los ruegos; fiel una vez que había acordado su palabra. Bajo, de talla, su pecho ancho, su cabeza fuerte, de ojos pequeños, barba escasa, cabellos encanecidos, nariz aplastada, color negruzco, encarnaba todos los rasgos de su raza. Aunque ya su naturaleza lo impulsaba a intentar siempre grandes cosas, su audacia se veía aún más aumentada porque había encontrado la espada de Marte, que los reyes escitas (hunos. N. de T.) consideraban, sagrada. /El hallazgo Se produjo/ en circunstancias que, el historiador Priscos narra así: un pastor, habiendo notado que una ternera de su rebaño cojeaba, y sin poder averiguar la causa de esa lastimadura, se guió por las huellas /dejadas/ por la sangre, siguiéndolas hasta descubrir la espada que el animal, al pasar, había pisado sin ver. Desenterrándola, la llevó inmediatamente a Atila, quien se felicitó por haberse constituido, por medio de este don, en príncipe del mundo entero, ya que, al tener la espada de Marte le había sido concedido el éxito militar. 12.- RECEPCIÓN HECHA POR ATILA Priscos, “Excerpta de Legationibus”; C.S.H.B., p. 204-205. Cit. Por: CALMETTE, J. y HOGOUNET, Ch. Op. Cit., p. 23. Al lado de 1a mesa de Atila habían sido colocadas unas mesas. A cada una de ellas podían sentarse tres, cuatro o más invitados, quienes podían servirse los platos, manteniendo e1 rango asignado a cada uno. Un primer servidor llevó ante Atila un plato de carne; tras de él venían los que distribuían el pan, luego quienes ofrecían las legumbres. Pero, mientras a los otros bárbaros y a nosotros los manjares nos eran presentados de la mejor forma, y servidos en bandeja de plata, a Atila, se le servía en escudilla de madera y sólo comía carne. Mostraba en todo la misma continencia. Para los invitados abundaban las copas de oro y plata, para Atila, había una copa de madera. Su vestimenta era simple y no ofrecía otro lujo que la limpieza. Y tampoco su espada, ni las Ataduras DE su calzado bárbaro, ni las bridas de su caballo, no estaban, como en los otros escitas, ornadas de oro, gemas u otros materiales preciosos.... cuando llegó la noche, se encendieron antorchas y dos escitas se colocaron frente a Atila y recitaron cantos que habían compuesto en los que celebraban las victorias y virtudes guerreras de aquél....