Fe Y Cultura

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Orientación unánime entre fe y cultura.

Colegio Eucarístico de la Merced. “Quién educa a la mujer, educa a la sociedad”.

Presentado por: Andrea Jaramillo. Dirigido a: Danilo Cantillo.

11ºB

Barranquilla, 14 de octubre de 2009.

La fe enriquece la cultura y le da forma con la verdad. El tema Fe y Cultura es de alarmante actualidad, si se toma en serio la misión esencial de la Iglesia: Evangelizar. “Desde los orígenes, el anuncio de la fe ha sido siempre expresado en el ámbito de la cultura propia de aquellos a quienes va dirigido. Con eso no se ha tratado jamás de cambiar el Evangelio, sino sólo de hacer comprensible, en las categorías contemporáneas a cada generación, el único mensaje de salvación. Presentar el Evangelio para que penetre en lo íntimo del hombre, exige estar atento a los cambios culturales que se suceden en nuestras sociedades”. (Fe y Cultura, P. Fernando Miguens, 1994, Prólogo). En este campo vital, se juega el destino de la Iglesia y del mundo, por eso, la necesidad urgente de evangelizar la Cultura y las culturas, ya que, “la ruptura entre Evangelio y Cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo” (EN 20). Como mencionamos anteriormente, es una necesidad urgente, el fortalecer los lazos entre la fe y la cultura. Somos la generación, producto del ayer, manos ocupadas del ahora, y mentes activadas del futuro. Si no movemos bien esa baraja que está en nuestras manos, la fuerza de repulsión entre la fe y la cultura será tan intensa, que llegaríamos a desconocernos a nosotros mismos, perderíamos nuestra identidad. Por tanto, esta sociedad pasaría a ser netamente artificial. Cabe aclarar que la fe cristiana, al desmitificar el universo desde la unicidad de Dios, quita los tabúes mágicos a la creación y entrega ésta al hombre y a la mujer para que la transformen de acuerdo con todas las virtualidades que en ella se encuentren. El camino de la ciencia y de la técnica es un camino correcto; su avance y su progreso son deseables. Pero siempre que sean de acuerdo con el desarrollo inherente a las virtualidades del mismo ser creado y que no las violente. El hombre es el trabajador sabio de la creación, no el que violenta el ecosistema y lo destruye, destruyéndose a la vez a sí mismo. La fe cristiana no se opone a la ciencia ni a la técnica, sino que las orienta hacia la construcción, y no hacia el aniquilamiento, de la persona humana. Pero si ignoramos esta orientación nuestra sociedad se encontrará sumisa en millones de problemas, sin el apoyo de Dios, y el Evangelio que son respuesta para los cristianos. Esta fuerza de atracción, orientación entre fe y cultura, se intensifica al tener a nuestra disposición saberes, de personas interesadas en la necesidad mencionada. Por lo que se pretende alcanzar la raíz de la cultura, la zona de sus valores fundamentales, transformar las estructuras y el ambiente social para dicho objetivo. Uno de los saberes desarrollado y aplicado en nuestro

objetivo, es Pablo VI con Evangelii nuntiandi, evangelizar la cultura, en donde nos comenta que la ruptura entre la fe y la cultura constituía el drama de nuestra época. Mientras que durante siglos, decir cultura, era comenzar a estudiar sus lazos con la Iglesia, en nuestros tiempos se caracteriza por apartar los modelos representativos, y prevaleciendo un desentendimiento mutuo entre ambas realidades. Frente a esta situación se advierte un sentimiento de desconcierto y desazón que ha ido creciendo en los últimos años. Hasta las iglesias particulares que tienen la función de asimilar lo esencial del mensaje evangélico, trasvasarlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje que esos hombres comprenden, y, después, anunciarlo en ese mismo lenguaje, se sienten confundidos en un difuso sentimiento de desaliento, que se refleja después en múltiples síntomas: la sensación de haber perdido el contacto con las personas e instituciones creadoras de cultura, especialmente en el campo de la educación; una cierta desconfianza frente a la cultura predominante, sospechosa de ocupar el puesto de la fe; una insensibilidad ante la importancia del campo cultural para la nueva evangelización, o bien la consideración de la pastoral de la cultura como un lujo, que tendría lugar sólo tras haber resuelto. A pesar de dichas adversidades, nuestro objetivo no se desvanece. Debemos hacer tomar conciencia a toda la Iglesia, que se juega el destino de la Humanidad. La alineada orientación entre fe y cultura no se va a perder. “Es una fe no plenamente asumida, no enteramente pensada, no fielmente vivida” dijo Juan Pablo II, pero cabe recordar que la cultura por sí sola, “tiene miles de limitaciones, por ser obra humana”, y “una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada ni fielmente vivida”. Así que las dos se complementan, hacen una excelente máquina. Sabemos que son verdad las palabras de Juan Pablo II, pero si ponemos de nuestra parte, podemos regocijar su corazón, allá en el cielo, cumpliendo nuestro objetivo, atendiendo esta necesidad urgente. Y que dicha tan grande la de Nuestro Señor.

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