Tsiganizatsia Soy una sacerdotisa et�rea. He sido convocada en el amanecer del tercer d�a para mi peregrinaje por los caminos solitarios, con el fin de llegar a donde los hombres demoran en hacerlo y as� salvar estas ancestrales llamas de su extinci�n perpetua. Mi viaje ha tenido lugar en kil�metros de soledades azules. Viajar de noche no es un placer pero es necesario. La luna me gu�a. El sol me reconforta. La luna, que es ella, suplanta mi vista. El sol, padre creador, me cura de mis heridas del camino. La naturaleza se apiada de m� y de mi tarea. De los �rboles obtengo mi alimento y del r�o mi bebida energ�tica. Los animales me dan cobijo en sus cuevas en las fr�as noches en la monta�a. S�lo a lo lejos puedo vislumbrar una peque�a antorcha, de alg�n parador de hombres trabajadores. All� parar�, llegado el momento, para reponerme en las camas de los hombres y mujeres. All� me ser� anunciado el estado de mi pr�ximo trayecto. El del camino en los bosques. Mi camino solitario e interno se construye a medida que avanzo. S�lo hay una meta. Un objetivo. El camino se construye paso a paso. Tropiezo y eso constituye una marca en el camino. Si me detengo a beber el agua revitalizadora y negra de la noche, si encuentro una seda roja en la rama de alg�n arbusto, si un ave me susurra alg�n secreto, son todos eventos que marcan, as� como las piedras de la orilla, mi camino. Es el camino del andar. Que podr�a ser eterno. De no estar esa luz que me gu�a. He de estar por llegar. Al cumplir mi misi�n no me subyugar� ante nadie. S�lo soy yo ante el mundo. No beber� la sangre de ning�n m�rtir. No me ser� robada la insignia de mi tarea. Mi misi�n ha de ser �nica y particular. A nadie m�s puede haber sido dada. No, los detalles no ser�n develados. Este viaje es peculiar y es asignado unas pocas, sino una, vez en la vida.