El viaje Cartucho esperaba las vacaciones como si fuera la primera vez que iba a viajar con ese propósito. Si bien era cierto que en los últimos tres años no había parado de trabajar en la carpintería de su tío Augusto, su entusiasmo, o más bien la gran ansiedad que lo dominaba se evidenciaba cada vez que hablaba del tema, y lo hacía continuamente. Desde un par de semanas antes de la fecha elegida para la partida, estaba preparando las valijas, que armaba y desarmaba tan pronto las dejaba listas, verificaba el aire de los neumáticos de su automóvil, medía el nivel del aceite, verificaba los frenos y toda la rutina que un conductor cuidadoso realiza antes de un viaje largo, también repitió los exámenes varias veces en esas dos semanas; Al mecánico lo consultó poco, pues la segunda vez que apareció por el taller, fue expulsado de mismo con gruesos epítetos. Carmela, la madre de Cartucho, observaba todo sin emitir palabra, sabía que su hijo tenía ciertas particularidades, pero nunca lo había visto tan aplicado a un tema. De todos modos Cartucho no le llevaba mucho el apunte, y por las dudas había dejado claro que estas vacaciones serían también vacaciones de madre, por lo tanto viajaría solo, Carmela agradeció al creador en silencio, ella también necesitaba vacaciones de hijo. A medida que la fecha de la partida se aproximaba, Cartucho iba aumentando la ansiedad, le costaba conciliar el sueño, y por las noches ambulaba por la casa, o releía los mapas donde había marcado su derrotero con un lápiz rojo y anotado en ciertos puntos la actividad que iba a realizar allí. Por fin llegó el día tan esperado, Cartucho sacó el auto del garaje y comenzó a cargarlo en la vereda, a la vista de los vecinos, con el secreto deseo de generarles envidia por su próximo viaje; cargó en el coche todo lo que había preparado el día anterior, y en el asiento del acompañante colocó el almuerzo que pensaba comer durante la marcha, le estampó un sonoro beso a su madre, y ya dentro del auto le gritó: - En cuanto llego te llamo por teléfono. ¡Chau!. Carmela saludó en silencio con la mano, y permaneció observando cómo se alejaba su hijo. Cartucho puso en marcha el automóvil, colocó primera, y comenzó a avanzar, a los diez metro el motor se detuvo, y a pesar de los desesperados intentos de Cartucho ni siquiera consiguió que funcionara el arranque, bajó del vehículo y empujándolo lo volvió al garaje, evitó mirar a los vecinos a quienes imaginaba sonrientes y gozando del espectáculo. Cerró el garaje y sin siquiera vaciar el automóvil se encerró en su dormitorio con un sonoro portazo, Carmela, siempre en silencio, oyó como echaba llave, no se atrevió a decirle una palabra a su hijo, en verdad se asustó del aspecto furioso con que entró a la casa, prefirió esperar a que se calmara para intentar el diálogo. Al día siguiente Cartucho seguía encerrado, Carmela pasaba silenciosamente cerca de su puerta para tratar de oír algún signo de vida, así transcurrió todo el día, Carmela estuvo varias veces a punto de ofrecerle algo de comida, a fin de iniciar el diálogo, pero prefirió esperar a que él saliera, aunque más no fuera para ir al único baño de la casa, ya que eso sería inevitable en algún momento, de modo que buscó su tejido y montó guardia en las cercanías de la puerta del baño, pero todo fue inútil, Cartucho no apareció.
Al día siguiente Carmela volvió a acercarse a la puerta, y pegó la oreja un largo rato, por fin escuchó una tosecita corta que indicaba que su hijo seguía allí, y vivo. Montó nuevamente guardia cerca del baño, pero nada sucedió, Cartucho permanecía encerrado en su dormitorio, Carmela se preguntó si no saldría de noche para comer e ir al baño, de modo que decidió esconder toda la comida en su dormitorio y cerrar con llave el baño; Si su hijo era cabeza dura ella le enseñaría una buena lección. Pero nada sucedió esa noche ni los días siguientes. Así pasaron dos semanas, Carmela dudaba en llamar a la policía para que sacaran a su hijo de su obstinado retiro, de vez en cuando escudaba leves sonidos que le indicaban que todo seguía igual. Hacía días que había sacado del auto todos los alimentos que empezaron a descomponerse y a propagar un olor insoportable por la casa, mientras lo hacía se le ocurrió una idea para hacer reaccionar a su hijo. Hizo venir al mecánico, y consiguió, luego de explicarle sus motivos, que arreglara el coche en el garaje, esperaba que su hijo, que sin duda escucharía los ruidos que se producían en su auto, reaccionara y saliera a ver qué estaba sucediendo. El mecánico arreglo en pocos minutos el automóvil, le explicó a Carmela que se trataba de una tontería eléctrica, que reparó con un giro de destornillador, cobró y se retiró. Pero ni siquiera cuando el coche arrancó ruidosamente se presentó Cartucho. Así pasaron diez días más, una tarde sonó el teléfono, Carmela atendió : - Hola.......Si............Un momento por favor. Se dirigió al dormitorio de su hijo, golpeó la puerta con los nudillos y con voz firme dijo: - Cartucho, teléfono Cartucho salió de su cuarto y dijo: - Gracias mamá.