El pío píopío Hace poco conocimos un estudio según el cual,en el valle del Mantaro vive la gente más alegre del Perú. En Huancayo, Jauja, Concepción y demás ciudades y pueblos huancas, la gente suele ser lo bastante sabia como para vivir feliz. El sicólogo social Jorge Yamamoto de la Pontificia Universidad Católica, quien dirigió la investigación, explica que la felicidad del pueblo huanca radica en tres pilares y ninguno de ellos incluye el dinero como requisito. Estas bases son: Tener la autoestima elevada, saber combinarla tradición con la modernidad y que el trabajo duro tenga un adecuado contrapeso en la diversión. La población huanca no reniega de su origen; por el contrario, está orgulloso de sus ancestros y tradiciones; sabe adaptarse a lo moderno sin perder su identidad, y su cultura es meritocrática: Uno vale por lo que ha logrado, y además cuando alcanza el éxito, debe compartirlo. Hasta acá son hallazgos del estudio que sobre los pueblos del Perú llevó a cabo el grupo de investigación en bienestar, cultura y desarrollo de la PUCP. Y al respecto, ¿qué nos dicen las manifestaciones culturales del valle del Mantaro observables de modo directo? La expresión más visible del carácter huanca, además del trabajo, es el baile llamado huaylarsh, una explosión de alegría que representa la siembra y la cosecha. Su coreografía es explícita en cuanto al origen agrícola de la danza, pero también es una alegoría del enamoramiento de las parejas. El espectáculo que ofrece el zapateo enérgico y acompasado de los danzantes, a imitación del rito de cortejo de los zorzales en época de celo, mientras las muchachas baten las faldas y ríen alegres, difícilmente deja indiferente al observador; es pura alegría que se impregna como por ósmosis, “Ese pollito que tú me regalaste, ese pollito que tú me regalaste, pío píopío …”, tema musical que fue popular hace unos años y aunque solo conservaba la tonada de la danza original, de algún modo sirvió para sacarla fuera de su entorno y en las fiestas poner a bailar hasta a los más tiesos. Los huancas del valle del Mantaro no solo saben reír, también saben luchar cuando la patria lo exige. Como muestra tenemos la gloriosa campaña de la Breña (1881-1884) comandada por el gran Andrés Avelino Cáceres. Los montoneros de las batallas de Sangrar, Pucará, Marcavalle, Concepción y otras,fueron nuestros campesinos huancas, adiestrados aceleradamente por el entonces coronel Cáceres, y que no solo enfrentaron sino derrotaron a las fuerzas que habían invadido el país, después de imponer la fuerza de sus recursos primero en el mar, luego en el sur y después en Lima, pero en la sierra no.
Más tarde el espíritu festivo de los huancas inventó una danza para perennizar esa epopeya y le dio el nombre de “los avelinos”, nada más justo, y como consecuencia ellos están siempre presentes en las fiestas patronales. Los avelinos son bailarines vestidos con harapos para caracterizar a los montoneros, tal como Cáceres los disfrazó a fin de infiltrarlos en las filas del adversario, y contrarrestar con astucia la falta de equipo, pertrechos y combatientes regulares. Parece válido buscar una relación de causalidad entre el legítimo orgullo huanca que es la base de su autoestima, y los resultados exitosos de la campaña de La Breña; además del comando de un gran estratega,los montoneros contaban con una moral tan alta como el Huaytapallana. Todo hace pensar que, en efecto, hubo relación causa-efecto en el triunfo de la campaña de La Breña, donde la fuerza del espíritu huanca fue la palanca propiciadora de un resultado que era casi imposible a la luz del equilibrio de las fuerzas.