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EPISTEMOLOGÍA Y METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACÍON   

El conocimiento como acto: elementos. El fenómeno del conocimiento desde la gnoseología. Verdad y Conocimiento.

DR. TOTI GERMÁN CABRERA MORALES

EPISTEMOLOGÍA Y METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACÍON

UNIVERSIDAD NACIONAL SAN LUIS GONZAGA DE ICA

INTEGRANTES:  ALIAGA FELICES, HEYDI CAROL  GONZALES ARCOS, ERVIN WILFREDO  QUISPE JAIME, AMBAR  RESYES CAPCHA, ROSARIO DEL PILAR  ZAMORA ALBUJAR, ROCÍO. DOCENTE: DR. TOTI GERMAN CABRERA MORALES

MAESTRIA EN SALUD PÚBLICA

ICA 2019 1

EPISTEMOLOGÍA Y METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACÍON

INTRODUCCÍON

En los últimos años el valor del conocimiento ha adquirido cada vez más importancia. Estamos en la era del conocimiento. El conocimiento es el acto consciente e intencional para aprehender las cualidades del objeto y primariamente es referido al sujeto, el Quién conoce, pero lo es también a la cosa que es su objeto, el Qué se conoce. Su desarrollo ha ido acorde con la evolución del pensamiento humano. La epistemología estudia el conocimiento y ambos son los elementos básicos de la investigación científica, la que se inicia al plantear una hipótesis para luego tratarla con modelos matemáticos de comprobación y finalizar estableciendo conclusiones valederas y reproducibles. La investigación científica ha devenido en un proceso aceptado y validado para solucionar interrogantes o hechos nuevos encaminados a conocer los principios y leyes que sustentan al hombre y su mundo; posee sistemas propios basados en el método

de

hipótesis-deducción/inducción

complementados

con

cálculos

estadísticos y de probabilidades. El buen manejo de la teoría del conocimiento en investigación científica permite respuestas correctas y técnicas a cualquier hipótesis, razón por la que el investigador científico debería conocer su teoría y evolución.

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EPISTEMOLOGÍA Y METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACÍON

1. EL CONOCIMIENTO COMO ACTO: ELEMENTOS 1.1 El Acto del Conocimiento 

¿Qué es la aprehensión?

Es la captación puramente mental de los objetos. 

El Conocer

Es aprehender o captar mentalmente un objeto y encontrar sus propias cualidades. 

El Conocimiento

Es el resultado del acto de conocer, por la captación que hacemos de las características del objeto. Por el conocimiento llegamos a descubrir la manera de ser de los objetos, lo que poseen y no lo que quisiéramos que posean.

Es decir que es un acto que se encuentra volcado hacia el objeto, por el cual aprehendemos la imagen integral del objeto tal como es; según sus características que lo definen o tipifican diferencialmente de otros. Es el proceso psíquico que realizamos en cuanto somos sujetos conscientes; consiste en la aprehensión mental de una cosa. Es decir que la acción Gnoseológica 3

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se inicia con la aprehensión del objeto, luego surge el interés consciente por conocer las propiedades que caracterizan dicho objeto y obtener con ello el conocimiento por el sujeto. Es decir una correlación entre el sujeto que quiere conocer y el objeto que debe ser conocido, pero no a la inversa. 1.2 Características del conocimiento 

Es una aprehensión mental: Capta las características que lo definen o tipifican al objeto.



Es objetivo: Porque capta al objeto como es, al mismo tiempo que elimina nuestras preconcepciones acerca del objeto (Es verdadero).



Es universal: Porque cuando es auténtico puede ser comprobado por cualquier otra persona.



Es necesario: Todo conocimiento al ser auténtico, resulta útil y necesario.



Es fundamentado: Porque si es auténtico no podrá ser desmentido por nada, ni nadie.



Fáctico: Es decir existe como un hecho en la realidad social y por lo tanto su configuración puede ser producto de la actividad humana pero también actúa independientemente de la voluntad del hombre, para poder significar distintos niveles o dimensiones.



Acumulable: Por cuanto la investigación es permanente y cuando culmina da origen a otra investigación que produce nuevos conocimientos, con los cuales se enriquece la teoría, y el investigador se siente más seguro cuando recoge y asimila otras experiencias con experiencias profesionales en otras latitudes y porque reconoce lo valioso de aquellos resultados y la importancia de asumirlos críticamente.



Demostrable: Implica que para aceptar un hecho o fenómeno como científico tiene que ser sometido a la experiencia concreta, en la que pueden utilizarse similares procedimientos de análisis, para precisar su carácter de verificación ó comprobación por lo tanto debe de descartarse el Dogmatismo. Autoritarismo Académico por el cual se cree que es suficiente la presentación

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de un resultado haciendo alarde de los procedimientos estadísticos, lo fundamental es la capacidad del hecho o fenómeno para poder ser comprobado en una realidad especifica. 

Objetividad: Es una característica por la cual el Investigador debe preocuparse porque su punto de partida sea un hecho objetivo, que al mismo tiempo demuestre una existencia real y que además tenga la capacidad de poderse cuantificar.



Validez: Significa que el dato, para que adquiera un determinado significado tiene que ser convertido en información, y esto significa que debe ser contextualizada, porque de lo contrario se queda solo en la referencia empírica, que no tienen mucha importancia debido a que carece de Asociación o vinculación a un marco global.

1.3 Los elementos del conocimiento El ser humano en su día a día, se encuentra inmerso en un ambiente constante de conocimiento, de nueva información, de nuevas experiencias; sin embargo, aprender implica más que solo utilizar los sentidos, tales como la vista, el oído o el gusto, el hacer uso de ellos, conlleva a un proceso cognitivo que en la cotidianidad pasa desapercibido.

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Si queremos describir el conocimiento, tenemos que empezar por distinguir estos cuatro elementos que lo constituyen: el sujeto, el objeto, la operación y la representación. 1.3.1 El sujeto: Es la persona que conoce. Es el que capta algo, el que se posesiona con su mente de las características de un ser; se le llama sujeto cognoscente, en el momento que emplea sus facultades cognoscitivas (ojos, oídos, manos, entendimiento, etc.) las cuales permiten que haya alguien que se dé cuenta de lo que pasa a su alrededor. Ese centro del conocimiento es el sujeto cognoscente. Ejemplo: María = sujeto María + facultades cognoscitivas = sujeto cognoscente. No se puede hablar del conocimiento sin un sujeto que lo tenga. El sujeto es la persona que capta algún objeto de la realidad y obtiene un pensamiento sobre el mismo. Por ejemplo, en el caso de los científicos, son sujetos que a través de sus observaciones y experimentos de la ciencia, proporcionan pensamientos racionales sobre ellos y forman la serie de conocimientos que conocemos por ciencia. 1.3.2 El objeto: Es la cosa o persona conocida. El acto de conocer une estos dos elementos, el sujeto y el objeto, de tal manera que la cosa conocida no se llamaría objeto si no fuera porque es conocida. Y del mismo modo, la persona que conoce, se llama sujeto por el hecho de conocer a un objeto. Es decir, sujeto y objeto son dos términos correlativos; uno supone al otro, como la derecha supone la izquierda, y el padre supone al hijo. En esta correlación cognoscitiva, el sujeto se modifica durante el acto del conocimiento, en cambio, el objeto queda tal cual.

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Ejemplo: María = sujeto Cosa (un auto, aun no pasa a ser objeto porque el sujeto no conoce sus características físicas y funcionales). María (sujeto cognoscente) + cosa= emplea sus facultades cognoscitivas para conocer a la cosa (a través de sus sentidos conoce las características físicas y la utilidad de la cosa) María + objeto (auto) = la cosa pasa a ser objeto porque el sujeto cognoscente ya lo conoce y le puede asignar un nombre, utilidad, beneficio, etc. (auto). El objeto es la cosa o persona reconocida por el sujeto. La cosa conocida no se llamaría objeto si no se reconociera, por lo que es condición necesaria que un sujeto vea y reconozca al objeto, para que este sea un objeto. Existe una relación interesante entre el sujeto y el objeto. Cuando estos dos interactúan, el objeto permanece inalterado. Sin embargo, el sujeto sufre una modificación durante el conocimiento al obtener una serie de pensamientos hacia el objeto. Aquí se manifiesta la diferencia entre conocimiento objetivo y conocimiento subjetivo. El conocimiento subjetivo se inclina a los intereses del sujeto frente al conocimiento objetivo que expresa exactamente lo que ha sido observado sin añadir elementos externos. Llegar al conocimiento totalmente objetivo es muy difícil para cualquier sujeto, ya que existen límites a los impulsos ajenos que pueden interferir en la medida del conocimiento. 1.3.3 La representación: En las facultades cognoscitivas del sujeto se producen ciertas representaciones; y se llaman así porque de algún modo tratan de reproducir (referirse o representar) en la mente del sujeto lo que pasa en el exterior. Basta con 7

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cerrar los ojos y reproducir mentalmente la imagen de los objetos que tiene alrededor. En el fenómeno del conocimiento, el papel de estas representaciones es base, tanto, que algunos autores llaman “conocimientos” precisamente a tales representaciones. Sin embargo, nosotros llamaremos conocimiento a todo el fenómeno que envuelve los cuatro elementos. Una vez que el sujeto cognoscente conoce al objeto, este lo va a interiorizar, se apropiará de el para producir una representación interna 8propia), siendo esta un contenido instrumental que se refiere a un objeto. El objeto, la mayor parte de las veces, es extra mental, o sea, fuera de la mente. Ejemplo: María (sujeto cognoscente), ya conoce las características físicas y funcionales del auto (objeto), al existir diferentes tipos de autos, María debe hacer uso de sus representaciones mentales internas para poder familiarizarse con otros autos y lograr conducirlos. La operación cognoscitiva: este elemento es, tal vez, el más difícil de distinguir. Es el acto de conocer; es el proceso psicológico necesario para ponerse en contacto con el objeto y lograr obtener una representación de dicho objeto. Hay que tener presente que no es lo mismo el acto de ver, oír o el de pensar, que la representación obtenida en el interior del sujeto cognoscente. Cuando se utiliza dicha representación, estamos hablando de una operación cognoscitiva, la cual dura un momento, es casi instantánea. En cambio, la representación obtenida perdura en el interior del sujeto, en su memoria, de la cual se puede extraer en el momento que se quiera con un nuevo proceso mental. En otras palabras, la operación cognoscitiva es el esfuerzo mental y la representación es el resultado de ese esfuerzo. Haremos una comparación; la representación es semejante a la fotografía que queda ya impresa en la cámara

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fotográfica, la operación, es semejante a la acción instantánea en la que se oprime el botón y se abre el obturador. Ejemplo: María trabaja en una fábrica de ensamblaje y diseño de autos, ella ya conoce las características del objeto, cada vez que debe diseñar y remodelar cada línea de autos realiza un proceso mental (operación cognoscitiva) para recodar (representación) los diseños pasados y mejorarlos según las nuevas necesidades del mercado. En la operación cognoscitiva es donde surge el pensamiento acerca del objeto. Es un proceso psicofisiológico necesario para que el sujeto que se encuentra con un objeto, tenga algún pensamiento sobre él. La operación cognoscitiva sólo dura un instante, sin embargo, es necesaria para que se pueda establecer un pensamiento sobre el objeto observado. La operación cognoscitiva es una operación mental que resulta en un pensamiento. Pese a que la operación cognoscitiva es extremadamente breve, el pensamiento resultante perdura en el conocimiento del sujeto durante algún tiempo. Para poder entender esta relación, podemos poner un ejemplo como puede ser la realización de una fotografía. En este caso, la operación cognoscitiva sería la acción de apretar el botón para captar un objeto, que solo dura un instante. La fotografía obtenida por esa acción, dura mucho más tiempo, como sucede con el pensamiento. 1.4 Ejemplo de conocimiento con sus elementos La fotografía. Tomando como ejemplo a la fotografía, sus elementos serían: 1. Sujeto: Es el sujeto que intenta conocer algo en relación a la fotografía. Puede hacer referencia a algo de la historia de la fotografía o al modo de fotografiar algo con un tipo de cámara especial. Lo importante es identificar que el sujeto es la persona que tiene interés por conocer algo. 9

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2. Objeto: El objeto, en este caso, es la fotografía y/o la cámara fotográfica en sí misma; como se saca la fotografía, como se procede a su revelado (técnicas de revelado), tiempos de revelado, etc. 3. Representación: Es el acto concreto de tomar al fotografía. Recordemos que el pensamiento o representación se limita a la acción temporal y a la imagen mental que el sujeto vuelca en su mente de la acción realizada. En este caso, la imagen mental de la fotografía tomada. 4. Operación cognoscitiva: Dependiendo del tipo de conocimiento previo que el sujeto pueda tener en relación a la fotografía será posible identificar la operación cognoscitiva. Si el sujeto no posee ningún tipo de información sobre fotografía, entonces todo aquello que lea, experimente o escuche en relación a la fotografía será una operación cognoscitiva. A manera de resumen 1. El conocimiento tiene cuatro elementos: sujeto, objeto, representación y operación. 2. El sujeto es la persona que conoce. 3. El objeto es la cosa o persona conocida. 4. La representación es el contenido captado en la facultad cognoscitiva, y que s se refiere a un objeto. 5. La operación es el acto mismo de conocer. 6. Mientras que la operación es un esfuerzo, la representación es el resultado de ese esfuerzo. La operación es momentánea, y la representación es permanente. 7. El conocimiento es, pues, la operación por la cual un sujeto obtiene representaciones internas de un objeto.

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8. El sujeto se estudia en psicología; el objeto, en las ciencias particulares; la operación, en Psicología. Y a la lógica le interesan las representaciones, entre las cuales se encuentran los pensamientos. 1.5 Integración de los cuatro elementos del conocimiento Gutiérrez, define el conocimiento mediante la relación de los cuatro elementos como el fenómeno donde una persona o sujeto capta un objeto y produce de manera interna una serie de pensamientos sobre dicho objeto. Es decir, las ideas mentales que el sujeto genera a partir de ese objeto. El acto de conocer requiere la asimilación del objeto por parte del sujeto. Esto provoca una ampliación del horizonte cognoscitivo y obtiene las cualidades y características del objeto. Aquí es donde el sujeto empieza a adquirir una existencia en la interioridad de la persona que conoce. Cuando el sujeto asimila el objeto, esta ayuda a crecer al sujeto; esta es la esencia del conocimiento. Conocer es ser más, no tener más. Hay que diferenciar el conocer del pensar. Conocer es obtener la serie de pensamientos de un objeto. Pensar es barajar esos pensamientos y, a medida que se obtienen, combinarlos. En el caso de los científicos, incluso se pueden llegar a inferir otros nuevos pensamientos. Por lo tanto, la distinción final entre conocer, pensar y saber resulta en la forma siguiente. Conocer es lo trascendente. Pensar es la combinación de las ideas que se conocen. Y saber es el conjunto de pensamientos que dispone el sujeto 2. EL FENOMENO DEL CONOCIMIENTO DESDE LA GNOSEOLOGIA 2.1 Gnoseología: Se conoce como gnoseología a la parte de la filosofía que estudia el conocimiento humano en general, en cuanto, a su origen, su alcance y su naturaleza.

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Etimológicamente, la palabra gnoseología del griego “gnosis” (γνωσις), que significa “conocimiento o facultad de conocer”, y “logos” (λόγος), que expresa “doctrina, teoría, razonamiento o discurso”. Como tal, la gnoseología no estudia conocimientos particulares, sino generales aunque puede ocasionalmente ser algún énfasis a algún límite o fundamento de otros conocimientos particulares. Se puede definir como la teoría general del conocimiento, que se refleja en la concordancia del pensamiento entre el sujeto y el objeto. En este contexto, el objeto es algo externo a la mente, una idea, un fenómeno, un concepto, etc., pero conscientemente visto por el sujeto. El objetivo de la gnoseología es reflexionar sobre el origen, la naturaleza o la esencia, y los límites del conocimiento, del acto cognitivo (acción de conocer). 2.2 Gnoseología y epistemología A veces, se confunde como sinónimo de epistemología, aunque la epistemología es también una teoría del conocimiento, pero se distingue de la gnoseología porque está vinculada al conocimiento científico (episteme), es decir, a las investigaciones científicas y a todos los principios, leyes e hipótesis relacionadas. A partir de las relaciones sujeto-objeto, se plantean los denominados problemas del conocimiento: 

¿Puede realmente conocer el sujeto al objeto?. Este primer problema se refiere

a

la

posibilidad

del

conocimiento

humano.

(¿Es

posible

conocer?) Este cuestionamiento ha originado las doctrinas del dogmatismo, el escepticismo, el relativismo y el criticismo. 

Considerado el hombre como una estructura dualista, como ser espiritual y sensible, ¿Es la razón o la experiencia la fuente y la base del conocimiento humano? Esa es la cuestión del origen del conocimiento y dio lugar a las

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posturas

filosóficas

asumidas

por

el racionalismo, el empirismo, el intelectualismo y el apriorismo. 

La cuestión sobre si en el conocimiento el sujeto es determinado por el objeto o el objeto por el sujeto, da lugar al objetivismo, el subjetivismo, el realismo y el idealismo.



Igualmente, nos podemos preguntar si existe únicamente el conocimiento racional, o si por el contrario, hay un conocimiento de carácter intuitivo. Esta es la cuestión de las formas del conocimiento.



¿Cómo podemos determinar si un conocimiento es verdadero o no? Este es el problema del criterio de verdad.

2.3 Posición de los autores frente al conocimiento. Para algunos autores, el fundamento de la posibilidad del conocimiento es la realidad, bien la sensible (como han defendido los filósofos de orientación empirista), bien la inteligible (como aquellos racionalistas que han defendido el carácter realmente existente de las entidades conceptuales o nociones generales). El primer gran filósofo que abordó el estudio del conocimiento fué el francés René Descartes, en el siglo XVII. Descartes intentó descubrir un fundamento del conocimiento que fuera independiente de límites y supuestos. Para él, conocer es partir de una proposición evidente, que se apoya en una intuición primaria. Descartes formuló tal proposición en su célebre sentencia: "pienso, luego existo". Kant negó que la realidad pudiera ser explicada mediante los solos conceptos y se propuso conseguir el mismo objetivo, pero intentando determinar los límites y capacidades de la razón. Si bien existen, efectivamente, juicios sintéticos apriori, que son la condición necesaria de toda comprehensión de la naturaleza (trascendentales), el ámbito del conocimiento de limita, sin embargo en el pensamiento de Kant, al reino de la experiencia. 13

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Según el británico John Locke, representante moderado del empirismo, las impresiones de la sensibilidad sólo formaban la base primaria del conocimiento. El también británico David Hume y algunos autores neopositivistas posteriores consideraron, por el contrario, que las nociones de las ciencias formales no son empíricas ni conceptuales, sino formales y, por lo tanto, vacías de conocimiento. De acuerdo con determinadas formas de empirismo existen otras experiencias además de la sensible, como la experiencia histórica, la experiencia intelectual, etc. En estas posiciones, a algunos de cuyos precursores - los alemanes Friedrich Nietzsche y Wilhelm Dilthey- difícilmente se les puede considerar como empiristas, el término experiencia se entiende en un sentido más amplio. Los autores más representativos de estas posiciones son el alemán Martin Heidegger y el francés Jean- Paul- Sartre, que defendieron posturas existencialistas; los estadounidenses John Dewey y William James, de orientación pragmatista; y el español José Ortega y Gasset, que mantuvo la postura que él llamó raciovitalismo, en la que vida y razón constituían los dos polos de su concepción del mundo. 2.4 El conocimiento científico. Mientras que la epistemología ha sido entendida tradicionalmente como una teoría del conocimiento en general, en el siglo XX los filósofos se interesaron principalmente por construir una teoría del conocimiento científico, suponiendo que si se lograra disponer de teoría adecuadas que explicaran los mecanismos de un conocimiento de este tipo, podrían avanzar considerablemente por la misma vía en la solución de problemas gnoseológicos (doctrinas filosófica y religiosa que pretendía tener un conocimiento misterioso e instintivo de las cosas divinas) más generales. La elaboración de una epistemología de este tipo constituyó la tarea abordada especialmente por los autores del Círculo de Viena, que fueron el germen de todo movimiento del empirismo o positivismo lógico. Para éstos filósofos se trataba de conseguir un sistema unitario de saber y conocimiento, lo que requería la unificación del lenguaje y la metodología de las distintas ciencias. Este lenguaje debería ser 14

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insersubjetivo lo que exigía la utilización de formalismos y de una semántica comúny universal, es decir, cualquier proposición debía poder traducirse a él. Lo único que puede hacerse es formular la hipótesis de la existencia de una realidad independiente de nuestra experiencia e indicar criterios para su contrastación en la medida en que una afirmación de existencia implica determinados enunciados perceptivos. No hay ninguna posibilidad de decisión respecto a una realidad o idealidad absolutas. Ello sería, en palabras de Carnap, un seudoproblema. Todas las formas epistemológicas de la tradición filosófica inspiradas en posiciones metafísicas - el idealismo y el realismo filosófico, el fenomelanismo, el solipsismo, etc.- caerían, así, fuera del ámbito del conocimiento empírico, ya que buscarían responder a una pregunta imposible. 3. VERDAD Y CONOCIMIENTO Todo conocimiento es una relación entre un sujeto y un objeto; cuando en esta relación se pone el énfasis en el objeto, la relación misma es de identidad o semejanza; ésta relación consiste en la representación mental del objeto tal como éste se presenta en la realidad y es allí donde surge la verdad. Todo conocimiento, en tanto que es conocimiento es verdadero. 

La Verdad La verdad es la igualdad, conformidad o equivalencia de la representación mental del conocimiento con el objeto (ser u objeto del conocimiento). Se dice también que es la coincidencia o correspondencia entre la realidad objetiva y el contenido del conocimiento.



La Evidencia Es la claridad cómo se presenta o manifiesta la verdad. Es el asentimiento o conformidad del sujeto por la verdad.



La Duda Es el estado por el cual el hombre se pregunta si un hecho es real o no lo es, si un conocimiento es verdadero o falso, si una proposición es verdadera o

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falsa o si un razonamiento es válido o inválido. Quién duda oscila entre dos miembros de una alternativa. La duda es sinónimo de perplejidad. El Filósofo que consideró la duda como método para llegar a la verdad o certeza fue R. Descartes en su obra “Discurso del Método”. Uno de los problemas principales que encontramos en la actualidad es la desconfianza en el valor del conocimiento humano. Sin duda, nuestro conocimiento es muy limitado; pero, con frecuencia, se interpreta esa limitación como si nunca pudiéramos estar seguros acerca de nada. Ese escepticismo suele aplicarse, sobre todo, a las verdades morales y religiosas, que se interpretan, de acuerdo con una postura relativista, como si fueran completamente subjetivas y nunca fuera posible llegar a conclusiones ciertas.

3.1 La crisis de la verdad El problema de la verdad no es nuevo. Siempre se han planteado dificultades acerca de la objetividad de la verdad, tomando ocasión, por ejemplo, de la disparidad de modos de ver las cosas que existen en las diferentes sociedades e incluso dentro de cada sociedad, y de los cambios que se dan, a veces, en las opiniones y creencias en las diferentes épocas. Pero también existen factores propios de cada época. En la actualidad, entre los factores más influyentes se cuentan los relacionados con las ciencias naturales. El gran avance que estas ciencias han experimentado en la época moderna ha

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suscitado no pocos problemas, porque no existe un acuerdo generalizado sobre el valor de los conocimientos que proporcionan. Estos problemas se remontan al nacimiento de la ciencia experimental moderna en el siglo XVII. Se trató de una verdadera revolución conceptual y práctica, porque esa ciencia era realmente nueva: aunque se apoyaba en los trabajos realizados durante siglos, respondía a un método que nunca se había aplicado de modo sistemático y que se diferenciaba claramente de los enfoques que hasta entonces se habían utilizado para estudiar la naturaleza. Así se explica el desafortunado proceso a Galileo. De hecho, Galileo no sufrió ninguna pena física y el progreso científico no se interrumpió, pero el proceso puso de manifiesto que, tanto por parte de Galileo como de sus jueces, no se comprendía bien el método y el alcance de la nueva ciencia. Posteriormente, la situación fue cada vez peor; el mismo Newton, uno de los más grandes científicos de la historia, expuso en su principal obra unas reflexiones bastante confusas acerca del método científico, y en adelante, la ciencia progresó siempre mucho más deprisa que la comprensión de su significado y alcance. Muchos piensan que las ciencias sólo proporcionan modelos que siempre están sujetos a cambios, sin llegar nunca a conclusiones verdaderas. A la vez, la ciencia experimental suele considerarse como el conocimiento más fiable que poseemos, porque sus modelos pueden someterse a control experimental y a demostraciones intersubjetivas que son independientes de las creencias personales. Al combinar estas ideas, se concluye que, si no podemos alcanzar verdades definitivas en las ciencias, que son consideradas como el mejor conocimiento de que disponemos, mucho menos se alcanzarán en otros ámbitos, como la filosofía y la religión, en los que influyen notablemente los factores personales y sociales. Ante esta situación, algunos reaccionan criticando las pretensiones de la ciencia, para dejar terreno libre a la fe; subrayan, por ejemplo, que los conocimientos científicos siempre son conjeturales, y que sólo en la fe encontramos certezas. Sin embargo, este camino no parece ser el más apropiado. En efecto, la fe se apoya en la razón, y si se minusvalora la razón, es fácil que la fe quede también dañada. Sin 17

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duda, las ciencias no pueden resolver todos los problemas y es importante mostrar sus límites, pero esto nada tiene que ver con rebajar los verdaderos logros científicos y la capacidad racional que los hace posibles. 3.2 El sentido de la ciencia: la búsqueda de la verdad El Papa Juan Pablo II subraya que el objetivo de la ciencia es la búsqueda de la verdad: «La investigación de la verdad es la tarea de la ciencia fundamental (...). La ciencia pura es un bien, digno de ser muy amado, ya que es conocimiento y, por tanto, perfección del hombre en su inteligencia. Incluso antes de sus aplicaciones técnicas, debe ser honrada por sí misma, como una parte integrante de la cultura. La ciencia fundamental es un bien universal, que todo pueblo debe poder cultivar en plena libertad con respecto a cualquier forma de servidumbre internacional o de colonialismo intelectual». Se dice que un conocimiento es verdadero cuando expresa las cosas tal como son en la realidad. Por tanto, la verdad no puede ser objeto de manipulación, no depende de los gustos o intereses: las cosas son como son, y nuestro conocimiento sólo es verdadero si se ajusta a la realidad. Puede decirse, en consecuencia, que la verdad tiene sus derechos propios, y Juan Pablo II lo dice con palabras expresivas y claras, hablando en concreto de la verdad científica: «Al igual que todas las demás verdades, la verdad científica no tiene que rendir cuentas más que a sí misma y a la Verdad suprema que es Dios, creador del hombre y de todas las cosas». La ciencia tiene un doble compromiso. Por una parte, el compromiso teórico de buscar la verdad: «La ciencia sirve a la verdad, y la verdad al hombre, y el hombre refleja como una imagen (cfr. Gen. I, 27) la Verdad eterna y trascendente que es Dios». Y por otra, el compromiso práctico de buscar, en sus aplicaciones, el servicio al hombre: «No hay ningún motivo para ver nuestra cultura técnica y científica como algo contrario al mundo creado por Dios. Es evidente que el conocimiento científico puede ser utilizado tanto para el bien como para el mal. Quien investiga sobre los efectos del veneno podrá emplear ese conocimiento bien para salvar o bien para matar. Pero debe estar perfectamente claro el punto de referencia al que debemos mirar para distinguir el bien del mal. La ciencia técnica, orientada a la transformación 18

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del mundo, se justifica por su servicio al hombre y a la humanidad. Además, el sentido práctico de las aplicaciones científicas no es ajeno a la verdad, porque el éxito de esas aplicaciones se fundamenta en la verdad del conocimiento teórico. En definitiva, la verdad ocupa un lugar central en la vida humana, y la ciencia es un camino privilegiado para buscar y encontrar la verdad. 3.3 La verdad científica Las dificultades de la verdad científica se comprenden si tenemos en cuenta que, en muchas ramas de la ciencia experimental, se utilizan modelos abstractos y conceptos matemáticos que no son una simple traducción o fotografía de la realidad. Además, el método experimental exige que se adopten estipulaciones que no vienen determinadas por la naturaleza misma de las cosas. A todo ello se debe añadir que, desde el punto de vista de la lógica, no siempre es fácil conseguir demostraciones concluyentes. Sin embargo, en muchos casos se consiguen conocimientos verdaderos. Se trata, sin duda, de una verdad contextual y parcial, porque depende del lenguaje utilizado (los conceptos propios de cada teoría) y siempre está abierta a ulteriores precisiones. Pero esta verdad puede ser, a la vez, auténtica. En las ciencias encontramos una situación semejante a la que se da en otras áreas. Por ejemplo, el resultado de un encuentro deportivo es un hecho indudable, aunque muchos aspectos relacionados con el encuentro sean menos ciertos, opinables o muy difíciles de conocer; algo semejante sucede en las ciencias: los nuevos conocimientos solucionan unos problemas pero abren otros nuevos, y no conocemos todo con el mismo grado de certeza. A veces, se supone que el conocimiento sólo sería verdadero si pudiésemos demostrar su verdad mediante la pura lógica y de modo absolutamente cierto. Pero podemos alcanzar muchos conocimientos auténticos mediante pruebas que, si bien no son demostraciones puramente lógicas, son, sin embargo, suficientemente convincentes. Que el conocimiento sea limitado, parcial y perfectible no significa que siempre sea hipotético o conjetural. 19

EPISTEMOLOGÍA Y METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACÍON

Cuando se insiste en el carácter conjetural del conocimiento, lo que con frecuencia se pretende es subrayar que se debe adoptar una actitud abierta a posteriores precisiones o rectificaciones, evitando un dogmatismo cerril que puede impedir el ulterior progreso. Pero esta actitud racional, siempre dispuesta a matizar qué es lo que verdaderamente sabemos y la forma de expresarlo, nada tiene que ver con una actitud crítica a ultranza que niega la posibilidad de alcanzar conocimientos verdaderos o de saber que los poseemos. 3.4 La ciencia al servicio de la verdad Sin descender a detalles específicos de filosofía de la ciencia, Juan Pablo II afirma la estrecha conexión entre la ciencia y la verdad, y subraya la continuidad de las enseñanzas de los Papas acerca de esta cuestión: «Me siento plenamente solidario con mi predecesor Pío XI y con los que le han sucedido en la Cátedra de Pedro, que invitó a los miembros de la Academia Pontificia de Ciencias y, con ellos, a todos los científicos, a hacer "progresar cada vez más noble e intensamente las ciencias, sin pedirles nada más; y ello porque en esta meta excelente y en este trabajo noble consiste la misión de servir a la verdad": Pío XI, In multis solaciis, 28.X.1936: AAS, 28 (1936), p. 424». La ciencia es un camino para avanzar hacia la verdad, y posee, por tanto, una peculiar bondad. Así lo afirma Juan Pablo II: «La ciencia, en sí misma, es buena, toda vez que significa conocimiento del mundo, que es bueno, creado y mirado por el Creador con satisfacción, según dice el libro del Génesis: "Dios vio todo lo que había hecho, y era bueno" (Gen. I, 31). Me gusta mucho este primer capítulo del Génesis. El pecado original no ha alterado por completo esta bondad primitiva. El conocimiento humano del mundo es un modo de participar en la ciencia del Creador. Constituye, pues, un primer nivel en la semejanza del hombre con Dios; un acto de respeto hacia Él, puesto que todo lo que descubrimos rinde un homenaje a la Verdad primera». Ciencia y fe responden a dos perspectivas diferentes, pero se complementan. El cultivo de una auténtica mentalidad científica significa apertura a la verdad, búsqueda sincera y objetiva, esfuerzo para distinguir la verdad del error. Así se 20

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explica que «cuando los científicos avanzan con humildad en su investigación de los secretos de la naturaleza, la mano de Dios los conduce hacia las alturas del espíritu». 3.5 Funcionalismo y pragmatismo Las objeciones contra la verdad no suelen provenir de la ciencia misma, sino de interpretaciones poco acertadas de sus métodos y resultados. Así, con frecuencia, se intenta explicar la ciencia prescindiendo de la verdad, como si el principal o el único valor de la ciencia fuese la capacidad de dominar la naturaleza, o sea, el éxito de sus aplicaciones técnicas. Juan Pablo II afirma al respecto: «Si la ciencia es entendida fundamentalmente como "ciencia técnica", se la puede concebir como la búsqueda de un sistema que conduzca a un éxito técnico. Aquello que conduce al éxito vale como "conocimiento" (...). El concepto de verdad resulta superfluo; a veces se prescinde expresamente de él. La razón misma aparecerá finalmente como simple función o como instrumento de un ser cuya existencia encontraría su sentido fuera del ámbito del conocimiento y de la ciencia, tal vez en el simple hecho de vivir. Nuestra cultura está impregnada en todos sus sectores de una ciencia que procede de una perspectiva funcional». La perspectiva funcionalista, que prescinde de la verdad, se encuentra relacionada con el pragmatismo, que, a veces, se denomina instrumentalismo: el conocimiento en general, y la ciencia en particular, tendrían únicamente un valor práctico, que consistiría en hacer posible la previsión y el dominio de las acciones. Sin duda, nuestras acciones se basan sobre el conocimiento y, en este sentido, todos somos pragmatistas e instrumentalistas: buscamos el conocimiento como base de nuestras acciones. Los equívocos surgen cuando se niega la posibilidad de alcanzar la verdad o simplemente se prescinde de ella, reduciendo el valor del conocimiento a su utilidad práctica en función de intereses que no pueden justificarse apelando a la verdad. Juan Pablo II advierte que «Nuestra cultura está impregnada en todos los campos por una noción de ciencia ampliamente funcional, según la cual lo decisivo es el 21

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éxito técnico. El hecho de ser técnicamente capaz de producir un resultado determinado es considerado por muchos como motivo suficiente para no tener que plantearse ulteriores cuestiones acerca de la legitimidad del proceso que conduce a ese resultado, o incluso acerca de la legitimidad del resultado en sí mismo. Claramente, tal perspectiva no deja lugar para un valor ético supremo ni incluso para la misma noción de verdad». Las consecuencias de esta situación son muy negativas, porque se priva a la moral de su base, y se justifican las acciones recurriendo al criterio de un éxito práctico ajeno a las exigencias de la verdad objetiva. Se comprende que el Magisterio de la Iglesia haya debido exponer amplia y profundamente, en nuestra época, cuáles son los fundamentos de la moral cristiana, basada en criterios objetivos que entran en crisis cuando se adoptan doctrinas funcionalistas, pragmatistas o relativistas.

3.6 El relativismo Estrechamente relacionado con el funcionalismo, el relativismo considera que no existe una verdad objetiva, o al menos que no podemos alcanzarla: sólo existirían verdades relativas a los sujetos o grupos, dependientes de las condiciones particulares de su existencia. En sus versiones más radicales, el relativismo prescinde también de la noción misma de verdad. Ciertamente, nuestro acceso a la verdad está condicionado por circunstancias personales y sociales. Además, la realidad es, en muchos casos, compleja, y es preciso tener en cuenta diferentes perspectivas para poder representarla de modo fidedigno. Sin embargo, tenemos la capacidad de advertir esos condicionamientos 22

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y, por tanto, de matizar nuestras afirmaciones teniendo en cuenta nuestros límites. Si no se reconoce la posibilidad de alcanzar conocimientos verdaderos, no sería posible discusión alguna: ni siquiera tendría sentido enunciar las tesis del relativismo. Para sostener el relativismo, con frecuencia se recurre a una pretendida base científica, que vendría proporcionada por dos teorías físicas: la teoría de la relatividad, y la mecánica cuántica. La teoría de la relatividad significaría supuestamente el abandono, por parte de la ciencia física fundamental, de la pretensión de alcanzar conocimientos absolutos: todo dependería de los puntos de vista subjetivos. Y el principio de indeterminación de la física cuántica significaría la imposibilidad de alcanzar conocimientos precisos y ciertos. Sin embargo, ambas pretensiones se basan en equívocos. La teoría de la relatividad subraya la necesidad de tener en cuenta el marco de referencia en el que se observan y miden los fenómenos físicos; pero, una vez fijado ese marco, los cálculos y mediciones tienen valores precisos. Además, la teoría contiene expresiones que son invariantes para cualquier sistema de referencia. Por su parte, el principio de indeterminación afirma que existen unos límites en la precisión de las mediciones, cuando se intenta medir a la vez determinadas magnitudes; pero cada una de ellas puede medirse por separado con gran precisión, y, en cualquier caso, la existencia de límites en nuestro conocimiento no significa, en modo alguno, que no podamos alcanzar la verdad: sólo significa que la verdad de nuestro conocimiento es contextual y parcial, pero al mismo tiempo puede ser auténtica. 3.7 El cientifismo Las dificultades en torno a la verdad provienen, en buena parte, de doctrinas cientifistas, según las cuales las ciencias naturales serían el único modo válido de conocer la realidad, o al menos, el modelo que debería imitar cualquier pretensión de conocimiento. Pero esa tesis no puede ser probada por ninguna ciencia concreta, y por tanto, el cientifismo es contradictorio: afirma lo mismo que prohíbe.

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En la actualidad suele reconocerse, al menos en el ámbito de los especialistas, que la ciencia natural, aunque sea muy importante y represente el único camino para conocer con detalle los procesos naturales, no es el único conocimiento válido. La realidad es compleja, y existen diferentes niveles de problemas que deben ser abordados de acuerdo con perspectivas adecuadas. Ninguna perspectiva particular agota la realidad. Las ciencias naturales delimitan de modo preciso el ámbito de sus objetos, construyen modelos cuya validez intentan comprobar mediante experimentos, y de este modo consiguen muchos conocimientos válidos acerca de la naturaleza material. Al adoptar esa perspectiva, se asegura un estudio riguroso, pero al mismo tiempo se dejan fuera muchos otros problemas: por ejemplo, los que se refieren al significado de la naturaleza y de la vida humana. No se trata de poner límites a las ciencias de modo arbitrario; simplemente, la ciencia experimental no puede estudiar las dimensiones de la realidad que no puedan ser sometidas, de algún modo, al control experimental, o sea, a experimentos repetibles. Se ha comparado esta situación con la de un pescador que utilizase, en el mar, redes cuya malla estuviera formada por cuadrados de un metro de lado; si ese pescador, incluso después de emplear grandes esfuerzos y obtener buenos resultados en la pesca, afirmase que en el mar no existen peces que midan menos de un metro, habría que recordarle que su conclusión es falsa: en efecto, aunque existieran muchísimos, no podría atraparlos con su red. Existen problemas que no pueden ser tratados con los métodos de las ciencias naturales. Por ejemplo, las investigaciones científicas sobre los orígenes de los seres naturales tienen gran interés, pero ello se debe, en buena parte, a que suelen mezclarse con «una cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de las ciencias naturales. No se trata sólo de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuándo apareció el hombre, sino más bien de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, un destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser trascendente, inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿por qué existe 24

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el mal?, ¿de dónde viene?, ¿quién es responsable de él?, ¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal?». 3.8 Ser veritativo y ser real La pregunta por la verdad ocupa un lugar central en la filosofía clásica desde Platón y Aristóteles. En términos generales, ambos autores coinciden en que la verdad tiene su fundamento en el ser; está ontológicamente fundada. La verdad depende íntimamente de la realidad; en Platón esa realidad son las ideas; en Aristóteles, los diversos modos de ser del ente. Para Aristóteles, el ser verdadero es uno de los sentidos del ente que tiene su causa en una afección del pensamiento (1970, Met. VI 4, 1028a 1). Esta afección no se produce azarosamente, sino que es dependiente del modo de ser de las cosas. Como escribe en un célebre pasaje: “no eres blanco porque nosotros pensemos verdaderamente que eres blanco, sino que, porque tú eres blanco, nosotros, los que lo afirmamos, estamos en lo verdadero” (1970, Met. IX 10, 1051b 7-9). Así pues, la verdad manifiesta y refleja el ser de las cosas por la dependencia existente entre el ser veritativo y el ser real, un vínculo que precede a la inteligencia, y que posibilita la adecuación de los juicios a la realidad. La teoría de la adecuación, formulada por Tomás de Aquino, se inspira en esa vinculación. Para éste, “la verdad se define como la adecuación entre el entendimiento y la cosa. De ahí que conocer tal adecuación sea conocer la verdad” (1888-1889, S. Th. I, q. 16, a. 2). En su perspectiva, cuando el entendimiento capta la adecuación entre dos formas —la forma conocida por el entendimiento y la forma real— detecta la verdad del juicio que se le presenta a la mente. La verdad acontece propiamente cuando esta relación se hace patente. Cabe decir así que el juicio veritativo, que afirma o niega una cosa de otra, expresa esta adecuación. La teoría de la adecuación da cuenta de la verdad de cualquier juicio. Con todo, algunos autores señalan que el juicio veritativo no es la única, ni la más alta aprehensión posible. Ya Platón y Aristóteles conciben un conocimiento no proposicional según el cual el entendimiento tiene únicamente ante sí la posibilidad de conocer la verdad, de modo que, o la conoce y tiene éxito, o no la conoce y fracasa, sin que en este caso se pueda hablar de falsedad. En Platón, el 25

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conocimiento no proposicional es el conocimiento de las formas (Gerson 2009, 5657); en Aristóteles, el de los objetos simples o no compuestos como los objetos matemáticos. Y, aunque falte evidencia textual para asegurarlo con mayor certeza, es fácil advertir que entre estos objetos están los primeros principios del conocimiento, de los cuales Aristóteles cree que no es posible equivocarse. En este contexto, Tomás de Aquino habla de una intelligentia indivisibilium para referirse a “las esencias simples de las cosas, como por ejemplo, lo que un hombre es, o lo que un animal es”. Y señala: “en esta actividad, considerada en sí misma, no se da verdad ni falsedad, lo mismo que acontece en las expresiones lingüísticas no complejas” (1970-1976, De ver. q. 14, a. 1). Muchos medievales comparten esta postura, lo que muestra que, aunque la teoría de la adecuación haya pasado como modelo de la teoría clásica de la verdad, se concibieron otras modalidades de verdad que fueron escasamente consideradas en siglos posteriores. La teoría del conocimiento experimenta una notable sacudida en la modernidad. Si la tradición clásica consideraba que la verdad tiene un sentido ontológico, la veritas in rebus, Hobbes, Descartes, Spinoza, Locke y Leibniz (Künne 2003, 104) la ponen en entredicho. A partir de ahora, la verdad queda escrupulosamente restringida al ámbito del pensamiento. En Descartes —quien aparentemente da por buena la noción de verdad como adecuación (1991, 138-140) el criterio de verdad es en la percepción clara y distinta de ideas que presentan garantías incondicionales de certeza, y son los sujetos de verdad. Kant retiene un esquema parecido; para él, el entendimiento no tiene acceso a la cosa en sí, tal y como es. La verdad se da primariamente en el pensamiento. En este prisma, la adecuación veritativa se da entre el entendimiento y las categorías (Ferrater 1994, 3663:2); se trata de un peculiar tipo de conformidad o correspondencia que, siguiendo a Kant, puede llamarse trascendental por ser independiente de la experiencia. Como es sabido, Hegel llevó al extremo la noción clásica de veritas in rebus, proponiendo la verdad absoluta que es el sistema mismo de la filosofía. A partir de 1910, Moore y Russell convirtieron la teoría clásica de la adecuación en la teoría de la correspondencia con los hechos. El primer Wittgenstein se sumó a 26

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ella, y a Wittgenstein le siguieron otros. Años después, Tarski formuló la concepción semántica de la verdad (1944), que, en la búsqueda de una formalización de la teoría de la verdad, está estrechamente relacionada con la teoría de la correspondencia. Para él, la proposición es el principal portador de verdad (“truthbearer”). La propuesta se basa en la llamada convención T, que dice que cada teoría de la verdad debe entrañar, por cada proposición ‘P’, una proposición así: ‘P’ es verdad sólo si y sólo si P De forma más específica: ‘La nieve es blanca’ es verdad sólo si y sólo si la nieve es blanca De esta forma, cualquier proposición que aspire a ser verdadera debe entrañar un hecho que la haga verdad. Puesto que, la convención T nos transmite un hecho casi palmario y evidente, se puede hablar también de la “correspondence platitude” (Wright 1992, 25; Künne 2003, 113), que puede describirse así: ‘P’ es verdad sólo si ‘P’ se corresponde con los hechos Según Wright, la teoría nos conduce desde el predicado “verdad” a una relación, y entiende necesario y suficiente que, para que se pueda hablar de verdad, ha de existir una relación entre lo enunciado en la proposición y los hechos (Wright 2003, 196). El primer término de la correspondencia se refiere a creencias, juicios, predicados, afirmaciones, etc. y se caracteriza por señalar que un objeto portador de verdad (“truth-bearer”) sólo puede serlo si se corresponde con un hecho, al que se considera el referente o causante de la proposición veritativa (“truthmaker”). Naturalmente, el problema está en definir los hechos. Diversos autores los definen de forma distinta; otros no consideran relevante su definición. La correspondencia misma, que se presenta como una isomorfía en Wittgenstein y Russell, está mejor definida en ocasiones que los hechos mismos. Por este motivo, Strawson (1950, 137-138) descubrió una importante limitación de la teoría ruselliana de la correspondencia, y es que los hechos se parecen demasiado a los portadores de verdad, y parecen estar ahí sólo por mor de la correspondencia. 27

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Las teorías veritativas de la correspondencia han sufrido objeciones importantes. Las más destacables resultan relativamente obvias: ¿hasta dónde llega la teoría de la correspondencia? Proposiciones como “los duendes no existen”, ¿expresan hechos negativos con los que esta verdad se corresponde? Tampoco está claro qué correspondencia tienen las proposiciones disyuntivas, condicionales, probabilísticas o contrafácticas (David 2016), puesto que todas ellas deberían suponer la existencia de propiedades tradicionalmente consideradas como lógicas —y que justamente por eso no son reales—. Por último, tampoco está claro a qué objetos apuntan las proposiciones sobre el pasado. Como resultado de estas críticas se han ensayado teorías pragmáticas, deflacionarias o pluralistas, en torno a las cuales también subyacen importantes desacuerdos. Algunas como la deflacionaria señala que “la idea de que la verdad tiene una esencia real es errónea” (Lynch 2011, 7), presentando la noción de verdad como una simple herramienta lógica que carece de referente real.

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BIBLIOGRAFÍA

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