Hoy estamos acá para hablar otra vez de Memoria, Verdad y Justicia, frase que hemos escuchado muchas veces, sobre todo en esta época del año. Pero la realidad es que son palabras que encierran mucho más que una fecha, son palabras cargadas de dolor, cargadas de lucha y compromiso, son palabras que encierran vidas que no están, vidas que aguantan, y vidas que se encuentran. Sí, estamos de nuevo acá, para hablar de lo sucedido, estamos de nuevo otra vez, pero nosotros anhelamos que ese “Otra vez” no sea algo redundante. Que no sea solo hablar y tener que escuchar un discurso por compromiso, mientras nuestra historia reciente está llena de interrogantes. Esta vez queremos darle sentido a las palabras y que mañana, por mínimo que sea el cambio, se sumen más miradas. Creemos que para darle sentido a estas palabras es imprescindible comenzar por varias frases que, como jujeños, todos hemos escuchado alguna vez al referirnos a la última dictadura: “Acá no pasó nada” “Yo no sabía” “Yo no vi nada” ¿Realmente acá no pasó nada? Con ánimos de seguir reconstruyendo la historia reciente, creemos que la repetición puntual de este relato, por gran parte de los pobladores de esa época, a lo largo de los años, puede representar no el triunfo de la memoria sino su derrota. La memoria es un acto de recreación del pasado, desde la realidad del presente y el proyecto de futuro. Es desde las urgencias actuales que se interroga al pasado, rememorándolo. Por ello nos preguntamos ¿porque a veces se dificulta pensar que acá si paso algo? Y si quisiéramos saber ¿Qué se sabe con certeza sobre que paso en nuestra ciudad? En el plano nacional, ya en 1975 el estado prohíbe la actividad y formaciones de los centros de estudiantes en las escuelas. En Jujuy, investigaciones y testimonios nos dice que en los ámbitos educativos de nuestra ciudad, eran moneda corriente los señalamientos, los castigos, los silenciamientos, las citaciones a padres y madres, las sanciones, las auto expulsión de maestros y profesores, los controles de los contenidos, las persecución ideológica, las prohibición de libros, el control de las actividades de los estudiantes, padres, madres y docentes, así también como las listas negras, la regulación de los comportamientos y el aspecto visible como la ropa, y los cortes de pelo, entre otros. Por órdenes superiores se hacía hincapié en la reafirmación excesiva de los vínculos jerárquicos a través de los preceptores y docentes, que imponiendo orden y silencio, controlando los pasillos, los cuerpos y las ideas, esto se llevaba a cabo. El ejército revisando mochilas, cuadernos y libros, en el Colegio Nacional en la primavera del ’76, con los y las estudiantes formados militarmente, separados por género, con distancia y en silencio esperando la sentencia. Los hombres con anteojos oscuros, sin identificación que venían a controlar y vigilar que el documento impuesto por el Ministro de Educación se cumpliera por los directores, docentes, bibliotecarios y preceptores. Y si no saben de qué documento estamos hablando, creemos que el nombre lo dice todo: “Subversión En El Ámbito Educativo (conozcamos a nuestro enemigo)” Dicho “enemigo” era, en la secundaria, jóvenes menores de 18 años, que como nosotros ahora, alzaron sus voces para luchar por sus derechos e ideales, pero luego serían sofocadas, silenciados o exterminadas. Chicos y chicas sometidos a un sistemático proceso de vigilancia, represión y control dentro del lugar que debía encargarse de formarlos, desde nuestra mirada, en la libertad y la democracia. Por
otro lado existen testimonios de personas secuestradas o trasladadas a centros clandestinos de detención y concentración, de salas de interrogación, y lugares físicos identificados. En nuestra ciudad existió una “Círculo de Amigos de las Fuerzas Armadas”, el objetivo de esta entidad era el de “estrechar los vínculos con las Fuerzas Armadas” y darle apoyo civil al gobierno militar. Nosotros nos preguntamos ¿qué actividades realizaba y quienes la integraban? Como miembros de la comunidad los invitamos a hacernos las siguientes preguntas ¿Por qué aún con todos estos datos, al hacer memoria de lo que sucedió, se nos vuelve tan lejano? ¿Qué hay de los recuerdos de estudiantes y docentes que soportaron el peso del miedo al concurrir a clases? ¿A cuántos estudiantes y docentes les habrán llamado la atención, o habrán sido expulsados? ¿Hubo estudiantes detenidos y/o desaparecidos en Jujuy? ¿Cuántos se tuvieron que exiliar? Y de ser así ¿Cuáles eran las identidades políticas de esos estudiantes y docentes? ¿Existió alguna forma de resistencia estudiantil o docente? También nos preguntamos por los que no resistieron, y participaron del plan sistemático ¿habrá sido por miedo?, ¿por conformismo?, ¿por complicidad?, ¿Cuánto apoyo tenía la dictadura desde la sociedad civil? ¿Cuántos son las personas detenidas y desaparecidas en Jujuy? Muchas voces de jóvenes en nuestra ciudad fueron apagadas, y hoy, por seguir sosteniendo, inútilmente, la idea de que las cosas realmente graves les sucedían a otros, no solo están desaparecidos los cuerpos, sino también sus historias, su identidad y por lo tanto la nuestra. Familias que aún sufren la pérdida de sus seres queridos nos piden a gritos que abramos los ojos, que hagamos memoria. La Dictadura exterminó no solo a una generación sino que, como era su objetivo, arrasó con la participación, la organización estudiantil y de la juventud, es decir, todo intento de democratización de la vida escolar fue perseguido. La dictadura dejó secuelas y también, por décadas, esa ausencia de una parte fundamental de la democracia permaneció; pero aunque algunos intenten evitarlo, aquella generación que acallaron halla hoy su equivalente en muchísimos jóvenes que deciden cada día unirse para construir un futuro. En este proceso de seguir abogando por la verdad nos encontramos aún con puertas cerradas por el miedo, negativas a hablar, pedidos de apagar los grabadores durante las entrevistas, silencios dolorosos. ¿A dónde nos conduce el miedo? ¿No es acaso un atisbo del triunfo de la represión que permanece todavía? Por ello, proponemos interrogar a la memoria, en cada casa, escuela, institución, organización, iglesia, barrio y comunidad. El pasado, nos ayuda a entender el presente y construir el futuro. Nuestro pasado, es nuestra historia, y por lo tanto nuestra identidad como estudiantes y ciudadanos. Todos y todas podemos ser parte de la transformación que queremos ver en nuestra ciudad.