CAPITULO 1º: Un Encuentro Accidental. Me Llamo Hataru.
En un vació lleno de luz sin la existencia de nada físico a su alrededor en un espacio completamente olvidado inundado por un profundo y pacifico silencio, la figura de un chico completamente desnudo, permanece impasible frotando sobre aquel infinito espacio luminoso. -¿Dónde estoy? ¿Qué a pasado? –musita débilmente el chico. En ese momento el chico comienza a reaccionar muy lentamente abriendo sus ojos tan pausadamente que sus parpados parecía que se negaran a responder a sus deseos, cual pesadas losas y entre desorientado la vista del chico que en un principio era totalmente borrosa provocando un fuerte malestar en sus parpados, poco a poco se fueron adaptando a la luminosidad del lugar en donde se encontraba volteando levemente su cabeza de un lado a otro. -Q-Que es…Este sitio. – -No lo recuerdas, no recuerdas tus manos manchadas con sangre. –exclama de forma pausada y bastante seductora una voz femenina, que surge de la nada resonando por todo el vació luminoso como si esta estuviera por todos lados. -¿Mis…Manos? ¡¿Sa-Sangre…?! – El chico no entendía que sentido tenían aquellas palabras ni tampoco de donde podía proceder aquella voz tan hermosa y al mismo tiempo tan siniestra, no entendía que quería decir con eso de que sus manos estaban manchadas de sangre pues estas no parecían estarlo. Aun bastante desorientado y con los ojos entre abiertos alzo lentamente las manos comprobando como estas estaban totalmente limpias, no había rastro alguno de sangre pero aunque lo hubiera aquel chico seguiría sin entender la razón por la cual lo estarían pues no recordaba absolutamente nada. De hecho podía sentir como su existencia en cierto modo no era real como si en si aquel quien fuera cuando estaba vivo ya no lo estaba, no sentía el latir de su corazón ni la calidez de su propia cuerpo e incluso sus extremidades no parecían responder salvo de forma efímera y torpe ni tampoco sentir dolor alguno. -¡¿E-Estoy muerto…?! – -No lo estas, pero salvo tu destino sea doblegado por ti mismo lo estarás. – susurra débilmente la voz femenina junto a una débil y frágil al tiempo que oscura sonrisa. -¡Mi destino…Doblegarlo…! –el chico levanta el rostro hacia el frente desviando la mirada de sus manos hacia delante por alguna razón. En ese momento unas pequeña y sutil sonrisa comenzó a surgir alrededor
del chico cuya procedencia parecía ser de la voz femenina, dicha sonrisa se hacia cada vez más intensa sin entender muy bien el chico que era tan gracioso para que aquella desconocida voz de pronto estuviera riéndose de aquella manera. De pronto de los ojos del chico comenzaron a brotar un pequeño hilo de lágrimas las cuales empezaban a recorrer sus mejillas, para luego caer en forma de gotas en intervalos cada vez más intensos sobre sus manos las cuales aun mantenía alzadas. Más desorientado aun ante aquel hecho no comprendía ni encontraba razón por la cual sin que pudiera detener aquellas lagrimas empezaban a brotar de sus ojos, no recordaba nada y por lo tanto no recordaba ningún hecho doloroso ni tan siquiera podía sentir emoción alguna por la cual sentir tristeza, razón por la que no entendía el motivo de aquellas lagrimas que por otro lado se hacían más intensas por momentos. -Que patético, resultas patético empezando a llorar cuando ni tan siquiera recuerdas el motivo. –exclama la voz femenina entre sonrisas. -¡C-Cómo…! – -Patético, resultas patético…Siempre fuiste un llorón y un debilucho, un sentimentalista sin voluntad ni fuerza para proteger… -exclama la voz femenina en un tono sarcástico. -¿Q-Que…Esta pasando? ¡Esta sensación…! –las lagrimas surgían con más abundancia de los ojos del chico, al mismo tiempo que una profunda tristeza y un intenso dolor en el pecho empezaban a surgir de la nada. -Patético, eres tan patético que aun no lo recuerdas…Siempre fuiste débil mintiéndote a ti mismo al creerte que podrías proteger a alguien, tu no eres como él. – -¡C-Cállate! –exclama el chico en un tono apagado y ahogado, dibujando una pequeña mueca de dolor al bajar su rostro nuevamente hacia sus manos. En ese momento en la mente del chico surgió de forma fugaz una imagen en la cual aparecía una imponente figura masculina de espalda a el, dicha figura vestía de una forma un tanto ganberra y al mismo tiempo extraña como si fuera de otro mundo, pero si había algo que le llamaba poderosamente la atención era lo familiar que le resultaban sus largos y revueltos cabellos rojizos orientados hacia arriba. -Procura no volver a perder el control…Si verdaderamente quieres proteger este mundo. –exclama la voz de la figura en un tono algo molesto y melancólico. -¡L-Lo se! –exclama el chico tan desorientado como confuso sin entender el porque de aquellas palabras tan llenas de impotencia y al mismo tiempo de felicidad. -Quisiera pedirte algo, chico. ¡Si no es mucho pedir, pretéjela cuando yo…! – en ese momento el silencio se trago de forma irremediable aquellas últimas palabras, las cuales no lograban llegar a los oídos del chico pese a que podía sentir que estaba allí junto a aquella figura.
Al mismo tiempo que dichas palabras eran tragadas por el profundo silencio de aquel cada vez más inquietante vació luminoso el chico de los cabellos rojizos comenzó a voltearse lentamente hacia el, momento en el que cuando ambas miradas se cruzaron pudo observar una pequeña sonrisa de agradecimiento en su rostro. En un instante aquel chico comenzó a desintegrarse en miles y miles de pequeñas partículas luminosas acompañadas por intensas pero leves llamas, para volver en si preguntándose que había sido eso y sobre todo quien era aquel misterioso chico que le resultaba tan familiar y al mismo tiempo tan lejano. -¡Eres tan patético! El acepto su destino no huyo como tu, el si podía proteger a alguien pero su destino no podía ser doblegado ni por el más fuerte de los impulsos y sentimientos humanos ¡Fue un estupido al confiar en ti en el último momento! –exclama la voz femenina que ahora parecía concentrarse delante de la figura del chico. -¡Cállate, Cállate! –el chico aumenta poco a poco el tono de sus cada vez más dolorosos y desgarradores gritos, en un intento porque aquella voz desapareciera y se detuviera. -Siempre fuiste alguien patético desde el mismo momento en el que naciste, tú nunca podrás proteger a nadie por muy fuerte que intentas hacerse. Tu no pudiste salvarlo ni pudiste protegerme pese a la promesa que hiciste–la voz femenina se hacia más intensa y sutil a medida que sus ahora desesperantes sonrisa volvían a surgir alrededor del chico. El chico en un intento por detener aquella voz para no escucharla más coloca sus manos sobre sus oídos, negándose a seguir escuchando aquella voz más y más desorientado pero sintiendo como podía mover y sentir sin problemas ya sus extremidades, así mismo la tristeza que le embargaba se hacia más intensa por momentos al igual que el dolor en su pecho que se hacia más insoportable y desgarrador. En ese momento una débil niebla oscura empezó a aparecer a su alrededor cubriendo lentamente su cuerpo a medida que se hacia más densa, de pronto el silencio volvió desapareciendo de la misma forma que había aparecido aquella voz junto a aquella insoportable sonrisas. Fue entonces cuando al abrir los ojos y alzar levemente el rostro comprobó como ante el había aparecido una figura encapuchada, la cual le miraba fijamente ocultando su rostro por las sombras dejando solo al descubierto la parte inferior de su rostro el cual dibujaba una pequeña y siniestra sonrisa, junto a unos largos y lisos mechones azulados que descansaban por delante de su pecho. Sin entender muy bien porque razón el chico en ese momento apartando sus manos de sus oídos fue extendiendo lentamente su brazo derecho hacia dicha figura, percatándose en ese momento como estas estaban manchadas de sangre pero no solo era eso ya que sus lagrimas ahora se habían convertido en lagrimas de sangre, aterrado y desesperado sin entender el porque aquellas emociones empezaban a dominar su mente perdiendo poco a poco la razón un grito desgarrador surgió de aquella figura. Al alzar nuevamente la vista la figura comprobó horrorizado como una mano atravesaba el pecho de la
figura, desapareciendo para dejar un enorme agujero en el mismo cayendo inerte y sin vida al tiempo que su rostro se iba descubriendo, momento en el que los ojos del chico se abrieron de par en par más y más fuera de si pues dicha figura resultaba ser la de una chica de largos y lisos cabellos azulados. Pero lo más inquietante lo que más desoriento al chico fue al ver como junto al cuerpo inerte de la chica, se encontraba el mismo con el brazo totalmente ensangrentado junto a una expresión desencajada llevado por la locura y el odio además de unos intensos y penetrantes ojos rojizos. --------------------------------------------- Itermedio -----------------------------------------------Es un día como cualquier otro en Itakariwa, en plena estación primaveral y con un tiempo soleado y despejado. En una casa cualquiera o quizás no cualquier casa, de pronto un despertador comienza a sonar. En una habitación ligeramente en penumbras, aunque ya iluminada por los leves rayos de sol que lograban entrar por la ventana, al instante un chico reacciona de forma alterada y sobresaltado agarrando torpemente el despertador, el cual entre sollozos y aun adormecido introduce debajo de las sabanas que le cubrían hasta la cabeza para al instante reaccionar de forma más alterada aun… -¡Eeehh! ¡Me quede otra vez dormido!-grita sobresaltado destapándose. Casi al instante deposita nuevamente el despertador sobre la mesita y aun algo adormilado pero bien despierto por su reacción se levanta apresuradamente de la cama, echando a un lado las sabanas que le cubrían. Pero con las prisas uno de sus pies se engancha con estas, cayendo de la cama e dándose un buen golpe en el suelo. Quejándose del mismo y rascándose la cabeza se reincorpora quitándose con rapidez el pijama, vistiéndose con el uniforme del instituto. Acto seguido cogiendo su cartera con avidez guarda los libros y libretas así como lápices y demás materiales en esta, tras lo cual cerrándola sale corriendo de la habitación bajando de forma apresurada las escaleras con tan mala suerte, que en uno de los escalones tropieza perdiendo el equilibrio precipitándose al vació. Pero entonces cuando parecía que el golpe iba a ser tremendo, el chico flota sobre los escalones a unos pocos centímetros posándose lentamente de nuevo sobre ellos comprobando si bien su padre o su madre le habían visto asomándose con cierto sigilo hacia el salón y el pasillo… -¡Por poco! –dice lanzando un resoplido de alivio.- Bueno, parece que nadie me ha visto ¡Menos mal! –añade aliviado y con el pequeño susto ya superado encorvándose levemente. Tras este pequeño incidente el chico termina por bajar las escaleras, entrando a toda prisa en el salón. Encontrándose sobre la mesa una tostadas recién hechas y un baso de zumo de naranja...
-¡Buenos días!-. -¡Buenos días, Hataru! -le responde su madre.- ¡Buenos días, hijo! –le dice el padre. -¡¡Jooo!! ¿Porque no me habéis llamado? Voy a llegar tarde otra vez –se queja Hataru mientras se come las tostadas y se bebe el sumo con cierta avidez, llegando a atragantarse un poco. -Te hemos llamado. Pero no había manera de que te despertaras.-le responde su padre, que se encontraba leyendo el periódico. -¡Hijo! ¿Acaso has vuelto a dormir mal esta noche? –le pregunta su madre con cierto tono de preocupación.-¿Has vuelto a tener uno de esos sueños? -añade con otra pregunta, mientras coloca sobre las menas unas tortitas y unas tostadas para el padre. -¿¡Cómo!? ¡Ah, eso! Pues algo así.-responde Hataru sin darle la menor importancia.. -Hataru llevas así varios meses. ¡No crees que lo mejor seria que te volviera a ver un medico! -comenta el padre de Hataru, cerrando el periódico y dejándolo a un lado de la mesa tomando un sorbo de café y disponiéndose a desayunar. -Si, bueno. Pero no creo que sea necesario. Deberás padre, madre, estoy perfectamente ¡Bueno, me tengo que ir! Hasta luego -dice Hataru terminando de desayunar para recoger la cartera abandonando apresuradamente la mesa. -¡Hasta luego! Que tengas un buen día.- le dice la madre de Hataru sonriendo.-Que tengas un buen día hijo.-exclama el padre de Hataru. Hataru tras desayunar y despedirse de sus padres, se levanta instintivamente de la silla cogiendo la cartera y saliendo apresuradamente de la casa. Tras cerrar previamente, la pequeña verja metálica que daba acceso a la entrada de la vivienda así como a un pequeño jardín, Hataru corre todo lo que puede y más por las calles que conforman un pequeño laberinto entre tantas casas particulares. Siendo observado por una misteriosa figura que surge de una esquina oculta entre las sombras “Mi nombre es Hataru Kanzaki, vivo en una hermosa y tranquila ciudad llamada Itakariwa. Tengo 16 años y asisto al segundo año de la secundaria alta en el Instituto Inawaki. No se porque, pero desde hace varios meses tengo unos extraños sueños, los cuales han aumentado su frecuencia en los dos últimos meses. Además parece haber despertado unos extraños poderes en mi interior. Hasta asía poco, pensaba que era un estudiante normal, uno del montón con unos buenos amigos. Pero pronto descubriré que todo no es lo que parece, y que todas esas extrañas cosas que me estaban pasando tenían un origen y un destino el cual debería afrontar. Sin saber como, estaba apunto de descubrir que el rumbo de mi vida iba a cambiar de una forma extraña y radical…” Tras unos minutos Hataru llega por fin a la carretera en pleno centro urbano,
dando salida a él laberinto de pequeñas calles sin tráfico por la que corría. Ya más cerca de su Instituto y donde los grandes edificios y pisos se levantan a doquier, así como la presencia de tiendas y el bullicio de la gente, especialmente de colegiales y estudiantes como él que se dirigían a sus respectivos Institutos y Academias, así como amas de casa en sus respectivas compras matutinas y personas que se dirigen a sus trabajos. Mientras espera a que el semáforo se pusiera en verde para continuar su camino, ve como un niño pequeño de unos 3 años va detrás de una pelota de fútbol con tan mala suerte, que cuando el niño logra alcanzar la pelota surge de la nada un gran camión quien frena bruscamente en un intento por detenerse sin lograrlo perdiendo el control. Hataru quien lo esta observando todo ve como la madre grita desesperada al darse cuenta de que se había soltado de su mano, pues parecía que estaba realizando unas compras en una pescadería que había al otro lado de la calle. Por instinto levanta ligeramente las manos y cerrando los ojos a los pocos segundos los habré, pero extrañamente para él no pasa nada. De nuevo cierra los ojos para abrirlos luego, pero sigue sin ocurrir nada. Viendo impotente como el camión que aunque intentaba desviar su trayectoria a medida que intentaba frenar, comenzando a derrapar de forma cada vez más lateral. Hataru cierra los ojos nuevamente, escuchando a los pocos segundos el frenazo y sintiendo el olor de las gomas quemadas de las ruedas del camión. Pero algo es distinto pues no se escucha gritos ni nada y ni mucho menos ningún tipo de golpe. Al abrir los ojos para su sorpresa comprueba como el camión, ya detenido a sobrepasado la línea del paso de cebra. Y ve como el conductor que se había bajado rápidamente de la cabina esta junto a la madre, quien de rodillas abraza con fuerza y entre sollozos a su hijo, quien aunque llorando ligeramente no entiende que es lo que a pasado y ni mucho menos lo que podía haber pasado. A esto ve como junto a la madre y al niño se encuentra una chica sonriendo e diciéndoles algo ligeramente inclinada hacia ellos apoyando sus manos en sus rodillas, de cabellos plateados y cortos, de ojos amarillentos, de piel pálida que se fundía de forma hermosa con su mirada y sus labios. Quien misteriosamente parecía trasmitirle paz y tranquilidad, además por su uniforme el cual no logra reconocer supuso que seria una nueva estudiante que se había trasladado de algún instituto o academia de otra ciudad. Tras salir de el asombro inicial por la presencia de aquella misteriosa chica junto a lo que había sucedido, Hataru comprueba como el semáforo se encuentra en verde, por lo que sin pensárselo se dispone a cruzar rápidamente la carretera para acercarse al lugar y interesarse por la madre y su hijo, además de ver a aquella enigmática chica más de cerca. Por otra parte, mientras Hataru cruza por el paso de cebra un chico permanece inmóvil junto al semáforo, quien sacándose una mano de los bolsillos realiza un leve gesto con los dedos que brillan por un instante al mismo tiempo que esboza una ligera sonrisa algo siniestra. En ese momento casi sin esperárselo, surge un coche rojizo que parece ir sin control alguno, dirigiéndose directamente hacia Hataru quien dispone de apneas unos segundos para poder reaccionar ante el peligro que rápidamente se avecinaba hacia el.
-¡C-Cómo! –balbucea al ver el coche rojizo-¿Pero de donde? Mierda a esa velocidad… -piensa Hataru paralizado sin tiempo de reaccionar, pues parece que sus poderes han desaparecido. Cerrando los ojos al tiempo que el coche estaba ya casi encima de él resignado a un inevitable trágico final. -¡Este no es tu final! Tu final aun no ha llegado, no al menos aun.-susurra una dulce voz femenina. En ese momento surgen en su mente la imagen de sus padres y sus amigos, así como la silueta de una chica que no logra reconocer. En unos pocos segundos Hataru sin saber cómo, pega un pequeño salto elevándose del suelo ligeramente tirándose a un lateral, esquivando el coche que le roza levemente la punta de los zapatos. Acto seguido el coche choca violentamente contra una farola, comenzando a salir humo del mismo. El conductor del camión quien es testigo de lo que a pasado, tras llevarse las manos a la cabeza sale corriendo hacia el coche para auxiliar al conductor, quien se encuentra inconsciente. Por su parte Haturu siente algo blandito en su mano derecha, viendo al abrir los ojos que se encontraba encima de la chica. Esta le miraba fijamente en silencio, como sorprendida y ligeramente sonrojada quedándose sus miradas cruzadas por unos instantes. Al poco sale del pequeño trance y se percata que eso blandito que estaba tocando, era uno de los pechos de aquella misteriosa chica. Como un resorte aparta la mano y se quita de encima, sin saber muy bien que decir ante aquella situación bastante nervioso y confuso. -L-Lo siento. Veras…Estoo, no era mi intención ¡Yo! jejeje.-tartamudea Hataru sonriendo de forma nerviosa y rascándose la cabeza, intentando encontrar la forma y las palabras para disculparse de forma adecuada.Diablos, espero que no piense que soy un pervertido -piensa. -¡N- No, tranquilo! No, pasa nada.-le responde de forma tímida la chica de cabellos plateados, llevándose las manos a los pechos ligeramente sonrojada. -¡Esto! ¿Te has hecho daño? –pregunta amablemente Hataru ofreciéndole la mano para ayudarla a levantarse, viendo sus bragas sin darse cuenta poniéndose como un tomate. -¡N-No me e hecho daño….!-exclama la chica sin terminar la frase al ver que Hataru se había puesto todo colorado, desviando la mirada hacia abajo para darse cuenta que estaba viendo sus bragas. Tras lo cual en un rápido movimiento se tapa también roja como un tomate, levantándose al instante como un resorte.-N-No has visto n-nada ¿Vale? -dice la chica con voz tímida y un tono entrecortado. -¡¡C-Claro!! Jejeje…L-Lo siento de nuevo, no era mi intención –se disculpa Hataru con voz algo temblorosa, desviando la mirada hacia un lado bastante avergonzado.- ¡E-Esto! ¿Cual es tu nom…bre? ¡¡Eeeehhh!!! O no ¡Llego tardísimo! -grita Hataru sin poder esperar respuesta alguna de la chica al mirar el reloj. -Te encontré, seguro que ellos se alegraran al saberlo. -balbucea el chico
que esta junto al semáforo, sin dejar de esbozar una sonrisa ahora algo más malévola. Hataru tras recoger su cartera del suelo, sale corriendo del lugar desapareciendo rápidamente entre la esquina de la calle. Por su parte la chica mira con cierta expresión de asombro la reacción de Hataru así como su actitud, para esbozar una ligera y tierna sonrisa. Es entonces, cuando voltea lentamente su mirada hacía el semáforo mirándolo fijamente para luego mirar de un lado a otro, sin rastro alguno de nadie ni mucho menos de aquel enigmático chico. Por su parte Hataru corre por una calle llena de cerezos, los cuales al ser la época del año, muestran un esplendido juego de tonalidades rosa al igual que el suelo que se veía cubierto por miles de pétalos formando un ligero manto rosado. Por otro lado el chico del semáforo aparece de uno de estos cerezos, observando fijamente la figura de Hataru que poco a poco se perdía por la largísimo calle antes de llegar a su destino, esbozando una siniestra sonrisa al tiempo que recolocaba unos anteojos cuyo brillo ocultaba una penetrante y enigmática mirada. Continuara… ----------------------------- Eding (Tsuyoi Kizuna for Ami Suzuki) ----------------------------