Desventuras De Un Chupacabra

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  • June 2020
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Desventuras de un chupacabra. Nunca vi nada derrumbarse más rápido desde que estuve en La Pampa y una yegua, a la que quería, se me murió en una noche. Había sido atacada por uno de esos grandes murciélagos que llaman vampiro. Bram Stoker, Drácula. Algunos dicen que soy un soberbio y un loco introvertido. Es verdad que soy un hombre huraño y de pocas palabras. Pero creo que eso se debe al horror que siento por revelar mi secreto Soy poco adicto a las reuniones y suelo permanecer oculto por las noches. Aunque esa conducta retraída y esquiva, se debe al temor que le tengo a mi esencia bestial. Quienes padecen esta abominación, suelen probar con víctimas humanas. Con horror debo admitir que en mi naturaleza se ha instalado el deseo de beber sangre. Aunque con un enorme esfuerzo, he conseguido dominar ese maléfico instinto. Dicen que formamos parte de una extraña raza de vampiros. Aunque sólo somos humanos, que esperan su redención. La maldición que pesa sobre nuestra familia, hace que cada siete años, algún ser humano caiga en mis manos. Al principio comencé alimentándome con sangre de cabras. Pero mi insaciable instinto, me hizo buscar otro tipo de víctimas. Aún puedo soportar un largo tiempo, alimentándome de corderos, novillos, pájaros o caballos. Primero genero en ellos una especie de fascinación, que los deja totalmente indefensos. Luego les hago una inmaculada mordedura, con dos perforaciones sobre sus cuellos. Entonces comienzo a extraer su líquido vital. Por último, culmino alimentándome de algunos de sus órganos, que extraigo con un par de precisos e higiénicos cortes. Aunque debo admitir, que tengo predilección por los intestinos, el riñón y el estómago. Sin duda, que puedo pasar extensas temporadas alimentándome de animales. Pero cuando el día fatal arriba, no puedo evitar el dolor humano. En general busco hombres abandonados y sin esperanzas, que viven en una absoluta soledad. Los puedo distinguir por su paso lento y su cara angustiada. El rito dura unos pocos minutos. No conozco sus nombres ni sus profesiones. Pero distingo su hartazgo y su abulia a la distancia. La indefensa presa se deja matar sin la más mínima resistencia. Recuerdo que mi primera víctima, fue un hombre del barrio Quebrada Limón. El arrebato al que me condujo su sangre, produjo en mí un delirio incontenible. Una especie de espíritu infernal, pareció apoderarse de mí. Saboreando cada gota, sentía estallar mi corazón. Ese fue el origen de una secuela de hechos de sangre, que me trastornaron durante una semana. Pero cuando mi alma se calmó; comprendí la atrocidad de mis actos. Mi nombre es Camilo Maldonado Pérez y he nacido en un pequeño poblado boricua. En un imponente palacete del pueblo de Moca, viví por muchos años en una opulenta familia. Mi madre eligió ese lugar, que estaba apenas a cien metros de la iglesia. Todos los días concurría a ella y le pedía al Señor, que aleje de mí esta maldición. Pero sus ruegos no han sido escuchados y hoy algunos me conocen como el “vampiro de Moca”. Me he transformado en una víctima y un prisionero de mi destructivo instinto, que parece conducirme a un trágico destino. Cada siete años, esa horrible bestia, que se oculta en mi interior, aflora sin que la pueda controlar. Con una tranquilidad asombrosa busco a mis víctimas. Ellas sólo esperan liberarse de esta triste y horrible vida que deben soportar. Su hastío y su aburrimiento, los conducen hacia mis fauces, que esperan

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beber su sangre. A la distancia oigo sus pasos y comienzo a delirar con la cercanía de su plasma. Uno tras otro caen como corderos, entregados sin resistencia alguna. Todo el mal que padezco tuvo su origen en las atroces acciones de mi padre. Sus extensas ceremonias, junto a sus amigos del culto satánico, han generado en mí esta infausta fortuna. Hoy toda la isla de Puerto Rico, está aterrada por nuestra presencia. Pero nuestra raza perversa, ya se ha expandido por todo el continente. Nuestra casa es el mundo y nuestro deseo la sangre humana. Sólo liberamos a quienes están hastiados de esta vida. Pero sabemos que pronto; alguien nos redimirá a nosotros de este impulso homicida. Aún creen que formamos parte de una leyenda. Pero esa inocencia y ese escepticismo, son los que nos permiten movernos con eficiencia, en medio de la más absoluta impunidad. Dicen que en los momentos en que nos trastorna la avidez de sangre; nos parecemos a una bestia espeluznante. Nadie ha sido capaz de tomar foto alguna, del horrible espectáculo que mostramos en esos momentos. Pero algunos campesinos, aseveran que parecemos a un horrible gorila con cabeza de lobo y patas de cabra. Con unos potentes incisivos, capaces de hacer cortes milimétricos y cauterizar la heridas. Otros dicen que somos capaces de volar y dar saltos impresionantes. Por eso jamás han podido encontrar nuestros rastros. No producimos ruido alguno ni dejamos restos de sangre. Y aparecemos en medio de la noche, con la velocidad de un espectro. Los más extravagantes, dicen que venimos en una especie de nave extraterrestre. Así lo han dicho, quienes me acusaban por el asesinato de Joseph Cabrera. Su cadáver fue encontrado a escasos metros de mi casa, con cuatro balazos en la cara. Quisieron culparme de esa muerte. Pero en mí vida jamás he usado pistola alguna, ni he tenido pasión por las armas de fuego. Aunque con el tiempo, se descubrió que sus asesinos habían sido unos delincuentes, que en ocasión de robo lo habrían matado. Sé que muy pronto alcanzaré mi salvación. Aunque aún no sé, ¿cómo será mi redentor? Pero sin duda lo estoy esperando. ************************ La única noche en que el miserable “chupacabra” salió de su casa, se encontró con un extraño doctor. En su mano llevaba una estaca y un crucifijo lo guiaba. Luego de unas pocas palabras en latín, el centellante palo buscó el corazón de la bestia. - Podrías creerlo Mina – dijo Van Helsin –. El miserable vampiro no ofreció resistencia alguna.

Horacio Hernández. http://horaciohernandez.blogspot.com/

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