Guerra Biológica En Argentina

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Guerra biológica en Argentina. Distintos pueblos de la tierra, han utilizado organismos biológicos de la naturaleza, tanto para aniquilar como para debilitar a sus supuestos enemigos. Desde hace cientos de años, el ingenio humano ha creado armas biológicas utilizando los materiales que la naturaleza nos brinda. La rendición o la destrucción de quienes se presentan como enemigos; ha mostrado en muchos casos la utilización de agentes patógenos. Sin que lo hayamos registrado; una grandiosa y magnífica amenaza, se oculta detrás de los organismos más pequeños que la naturaleza nos brinda. En la aparente pequeñez de un virus o una bacteria, se oculta un potencial destructivo de un enorme poder. Tanto en el ámbito de la física atómica, como en los mecanismos de la biología molecular, lo más pequeño parecería ser aquello que posee el más imponente poder destructivo. Y aunque el desarrollo de estas armas esta prohibido, tanto los países desarrollados como los que no pertenecen a este selecto grupo, han buscada diversas formas de burlar los tratados internacionales que impiden esta locura. De este modo, sería importante reconocer al Bioterrorismo como una amenaza a través del uso de microorganismos o toxinas, con el fin de producir enfermedades o matar a seres humanos, animales y plantas. Conquistar y destruir al enemigo, significa también exterminar tanto a su pueblo como su entrono vital. Los agentes patógenos utilizados en esta aberrante lucha son los virus, las bacterias o las toxinas. Las bacterias son microorganismos libres que se reproducen por simple división. Son fáciles de cultivar en laboratorio y responden al tratamiento con antibióticos. Los virus en cambio son microorganismo que requieren de células vivas y dependen íntimamente del organismo en el que habitan. Por lo general no responden a los antibióticos, aunque algunas drogas antivirales pueden ser efectivas contra sus efectos patógenos. Por último, las toxinas son sustancias venenosas que se encuentran en plantas, animales o microorganismos. Estas pueden ser tratadas con antitoxinas específicas o con algunas drogas especiales. Hay una variada gama de formas de dispersión de estos agentes biológicos. Se pueden diseminar por medio de aerosoles. También se pueden inocular animales, tales como insectos, moscas, ratones y mosquitos. Es posible probar con la contaminación de víveres y el agua a la que tienen acceso las poblaciones. Aunque la mayoría de los microbios y las toxinas pueden desactivarse por medio de la cocción de alimentos o hirviendo el agua. Se puede infectar a los ciudadanos de persona a persona, como sucede en el caso de algunos agentes infecciosos tales como la viruela y la peste. Se han enviado esporas de ántrax a través del correo. Y también es posible arrojarlos utilizando armas específicas tales como aviones fumigadores, bombas o misiles, diseñados para esparcir agentes biológicos. Hay una gran variedad de agentes biológicos que en la actualidad podrían representar una posible amenaza. La lista puede ser muy extensa. Pero ella abarca algunos gérmenes tales como el ántrax, el botulismo, la brucelosis, el hantavirus, el ébola, la toxina épsilon, el cólera, la fiebre amarilla, la fiebre Q, la peste bubónica, la tularemia, la fiebre tifoidea, el tifus, la viruela, la encefalitis viral o la fiebre hemorrágica. Ya desde la antigüedad el pueblo judío comprendía la relación entre los enfermos y el contagio. Por ello establecieron leyes muy concretas que impedían el contacto de los enfermos con quienes estaban sanos. Las cuarentenas eran muy rigurosas y su fin tenía un carácter de protección social contra las pandemias. En el caso de la lepra se pueden observar dos capítulos1 del levítico, que dan una serie de prescripciones para el control de esa enfermedad. En muchos casos, quienes padecían una enfermedad eran 1

Cap 13 y 14. 1

considerados impuros y debían alejarse de la sociedad. Por ello en el libro de los Números, Moisés cree escuchar del Señor las siguientes palabras: “Manda a los israelitas que alejen del campamento a todos los leprosos, a todos los que padecen de blenorrea y a todos los que se han vuelto impuros a causa de un cadáver. Alejen tanto a los hombres como a las mujeres, para que no hagan impuro el campamento de aquellos entre quienes yo habito”2. En los siglos XIV y XV aún no había un conocimiento profundo acerca de la relación entre los gérmenes y las enfermedades. Sin embargo, tal como lo sabía el pueblo judío, reconocían que el hedor de los cadáveres podía transmitir infecciones. Por ello, en algunas batallas se utilizaban cadáveres como munición. El fin de esta utilización no era más que el uso de una rudimentaria arma biológica. Así en 1340, durante el sitio del castillo de Thun L’Eveque, en el norte de Francia, los atacantes catapultaron al interior, caballos y otros animales muertos. Lo defensores reportaron que “el hedor y el aire eran tan abominables que no pudieron soportarlo” y tuvieron que negociar con los atacantes. También en 1346, cuando los Tártaros sitiaron Caffa, un puerto de la península de Crimea, sufrieron una epidemia de peste. Entonces el tártaro De Musis creó una incipiente guerra biológica contra sus enemigos. Sabiendo de la posibilidad de contagio, catapultó las víctimas afectadas por la peste bubónica, por encima de las murallas. De este modo, antes de abandonar el ataque, arrojaron los cuerpos infectados de sus compañeros, por encima de las murallas de la ciudad. Cuando los defensores huyeron, llevaron la peste a Italia, provocando una de las mayores pandemias destructivas de la historia de Europa. Esta horrible epidemia ha sido conocida como la peste negra. Aunque también se la reconoce como peste bubónica. Esta palabra se refiere al característico bubón o agrandamiento de los ganglios linfáticos. Es una enfermedad propia de los roedores y pasa de rata en rata a través de las pulgas. La pulga pica a una rata infectada y engulle el bacilo junto con la sangre. Este bacilo puede quedar en el intestino del animal durante tres semanas y cuando pica a otro animal o a una persona, lo regurgita e infecta. Estas técnicas de guerra biológica medieval perduraron con el tiempo y ya en 1710 las tropas rusas utilizaron técnicas similares contra los suecos. Mientras la primera vacuna antivariólica era inventada en 1796, los ingleses trataron de controlar la tropas de la los revolucionarios Americanos, por medio de la propagación de la viruela en Boston y en Quebec. Otro caso documentado fue el ocurrido en 1763 en el Fuerte Pitt en Pennsylvania, cuando el General Jeffery Amherst del ejército británico expandió la viruela entre los indios Delaware, mediante mantas y pañuelos de pacientes infectados con viruela. Sabiendo que la viruela causaba estragos entre los habitantes originarios, repartieron estas letales armas biológicas, traídas desde Londres y donadas como prenda de paz. Entre 1916 y 1918, agentes alemanes utilizaron ántrax y glándulas con enfermedad equina, para infectar víveres que serían exportados a las fuerzas aliadas. Incluyeron ovejas rumanas, caballos norteamericanos y mulas argentinas con ántrax. Además enviaron alimentos con enfermedad equina hacia Francia. En 1937 Japón comenzó su programa de armas biológicas ofensivas. La Unidad 731 de investigación y desarrollo en guerra biológica, fue emplazada en Manchuria. Durante el desarrollo del programa, cerca de 10.000 prisioneros chinos fueron muertos en experimentos japoneses. En 1939, japoneses envenenaron el suministro soviético de agua en Nomonha, en la frontera mongol. Esto constituyó el primer uso de armas biológicas por parte de los japoneses. Durante la Guerra Fría, los Estados Unidos y la Unión Soviética desarrollaron extensos programas de investigación y desarrollo de armas biológicas. De este modo, en 2

Num 5, 2-3. 2

los laboratorios de Fort Detrick en Maryland, se han desarrollado cientos de investigaciones y se han invertido millones de dólares en la creación y prevención de armas biológicas. En 1969, los militares norteamericanos celebraron el éxito de un ejercicio masivo realizado en el Pacífico. El juego de guerra involucró una flota de buques, animales enjaulados y la liberación de agentes biológicos letales, que dieron prueba del impacto de las armas biológicas. En 1972, los Estados Unidos y más de 100 países, firmaron la “Convención de Armas Biológicas y Tóxicas”, primer tratado que prohibió totalmente este tipo de armas, aunque permitía la investigación con propósitos defensivos y no tenía elementos que permitieran el control de lo acordado. En cuanto a los rusos, se sabe que en 1979 una rara epidemia de ántrax mató cerca de 70 personas en la ciudad de Sverdlovsk. El gobierno soviético culpó a un lote de carne contaminada. Pero años después se supo que había sido un accidente, en el que se habían dispersado esporas de ántrax, provenientes de inmensos depósitos cercanos a la ciudad. En 1985, Irak lanzó su propio programa de armas biológicas, probablemente con ayuda de científicos soviéticos. Pero inicialmente le faltó experiencia para desarrollar armas sofisticadas. En 1991, luego de la Guerra del Golfo, se pudo verificar que Irak había desarrollado ántrax, toxina de botulismo y aflatoxina, para ser lanzadas probablemente con misiles. Se sabe que Irak utilizó armas químicas en los 80 contra Irán y contra los kurdos. En aquellas matanzas todos recuerdan las hazañas de Alí el químico arrojando gas mostaza sobre las poblaciones Kurdas. Pero aún no hay evidencia de que hayan utilizado su arsenal biológico. En 1984, seguidores de una secta comandada por el gurú Rajneesh, que vivía en un poblado de Oregón, Estados Unidos, dispersaron Salmonella en ensaladas servidas para un lunch. Esto tenía por objeto evitar la concurrencia de público a una elección. Consiguieron afectar a más de 700 personas, 45 de las cuales fueron hospitalizadas. En 1995 la secta Aum Shinrikyo dispersó gas sarín en el subterráneo de Tokio. También intentó lanzar toxina de botulismo más de 10 veces en el centro de Tokio, entre 1993 y 1995. Una semana después del 11 de septiembre de 2001, una carta conteniendo esporas de antrax fue enviada a Tom Brokaw de NBC News. Otras dos cartas con idénticos mensajes y esporas, fueron enviadas a las oficinas del New York Post y de un senador en Washington. Antes de fin del año, 18 personas habían sido infectadas con antrax, 5 habían muerto y cientos de millones de personas estaban aterrorizadas. En estos días; hay toda una serie de teorías conspirativas con respecto a la gripe porcina que afecta la Argentina. Tal vez sea posible que nos hayan tomado como zona de prueba para algún experimento científico. Tal vez sea una conspiración contra el gobierno K. Tal vez sea posible que algún laboratorio quiera experimentar la evolución de esta pandemia durante el invierno, en un país populoso. Tal vez haya intereses políticos, sociales y económicos detrás de esto. Hasta es posible que hayamos sido víctimas del bioterrorismo que nos quiere sacar el liderazgo de potencia mundial. Pero lo único cierto es que si esta pandemia ha aumentado, ha sido por culpa de nuestras erróneas y caprichosas decisiones. Esperemos que la fuerza Divina, evite que este mal, cause más muertes que tengamos que lamentar. Horacio Hernández. http://horaciohernandez.blogspot.com/

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