8. ¿Es posible defender la posición tomista de las críticas de O’Connor? Inténtelo. Personalmente me es difícil defenderlo puesto que sus postulados, a mi parecer, no son del todo los más acertados en su búsqueda de conciliar dos pensamientos; el suyo, como teólogo y el de Aristóteles como filósofo, quien nunca tuvo en sus bases la idea de sustentar una doctrina religiosa como lo es el cristianismo, y, por lo tanto, estas dos áreas que intenta armonizar: la teología y la filosofía, corren en este punto por vías separadas, aún cuando pueden, incluso, no contradecirse. Por ende, aunque quisiera así hacerlo, es decir, defender a Santo Tomás de Aquino los fundamentos de O’Connor para criticarlo me parecen en varios puntos muy atractivos y precisos; aun así tampoco logran hacer caer el pensamiento tomista. Así las cosas intentaré buscar defensa a la postura de Santo Tomás de Aquino. Respecto de la primera crítica, en cuanto a conciliar gracia y libre albedrío, creo que es casi imposible, por lo menos teológicamente hablando, de hecho sé que es una disputa que aún se sigue en varias corrientes religiosas al buscar su punto de unión. Es más, fue lo que gatilló la reforma protestante y luego dividió corrientes dentro de esta nueva concepción cristiana. Ahora en mi afán de hacer apología de la teoría tomista puedo señalar que la gracia es un estado dado por Dios en que ofrece a quien quiera acceder a la vida eterna esta “posibilidad” puesto que no la restringe en cuanto a los hombres, siempre que adecuen su comportamiento a los cánones que la ley de Dios nos establece. Por su parte, el libre albedrío no se contrapone a la gracia pues viene a ser la capacidad del hombre de determinarse en tal sentido, es decir, aceptar o no esta divina gracia. En este punto se debe recordar que Tomás de Aquino reconoce como esencia del ser humano, y ahí hace la diferencia respecto de los objetos inanimados o animales, la racionalidad de éste, y por lo tanto, el proceso interno, psicológico y lógico que es el discernimiento y, por ende, el de poder elegir u optar por uno u otro comportamiento, lo que despeja la idea de entender, en la teoría tomista, que el hombre siempre actuará en un sentido y éste a su vez será el bueno, ya que perfectamente podría actuar en contravención pero ello como la resolución del proceso lógico ya mencionado. Eso es lo que determinaría a una persona a actuar de buena o mala manera, sabiendo en este último caso que actúa en contravención a algo, que Santo Tomás denominó como precepto primario. Lo señalado me lleva, además, a defender la idea de que existen estos preceptos primarios y que de ellos se extraen secundarios que tienen, a diferencia de los primeros que son inmutables y universales, las características de mutabilidad y relatividad. Los preceptos primarios se deben extraer de forma auto-evidente, como señala Aquino, puesto que como seres racionales y limitados en 1
cuanto a entender el principio de las cosas (quizás no así respecto del fin de ellas) necesitamos de un punto de inicio el cual siempre, en esta materia, nos va a llevar a un concepto abstracto, es decir, no registrado, pero que determina a partir de él lo que vamos a entender por el buen comportamiento que nos permitirá desarrollarnos pacíficamente en sociedad y esto porque como Aristóteles dijo en su momento y Tomás reafirma, somos seres sociales, necesitamos desenvolvernos en sociedad y para ello requerimos de normas que regulen nuestra conducta, estas normas nacen de la convención de los sujetos libres e iguales, señala Aristóteles, y agregaré, según Aquino, hombres racionales, que para establecer preceptos reguladores de nuestra conducta necesitamos remitirnos a aquello que en el inconsciente colectivo sabemos es lo bueno y entendemos que el hombre, por ser principios que emanan de nosotros y que son valorados como absolutos, intentará tender a ellos tanto en su comportamiento, cuanto al establecer normas que nos rijan, generando el rechazo colectivo de aquellos que actúen en contravención a ellos. Para terminar creo que O’Connor se equivoca al pedir en estos momentos, en la época de santo Tomás de Aquino, la comprobación de los fenómenos o sencillamente una investigación empírica de los fenómenos, primero porque no era en aquel tiempo lo relevante para arribar a posibles respuestas, no por lo menos en la filosofía, rama que hoy muchas veces necesita complementarse de otras como la sociología y psicología para poder dar respuestas satisfactorias. De este modo, Tomás de Aquino no se representó o si lo hizo no registró el llevar este tipo de análisis o método científico como hoy casi exigimos de todo aquello que se quiera predicar como ciencia.
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