Declaremos dichos provechosos y palabras de verdad 1 En el libro de Eclesiastés, Salomón declara así la intención de sus escritos: “Quiso el Convocador lograr dichos provechosos y un escrito de rectitud, unas palabras de verdad”. Eclesiastés 12:10 ¿A quién no le gusta escuchar o leer un buen relato? Cuando una narración se presenta con habilidad, seguramente resulta amena, pero si además sus palabras contienen un mensaje provechoso, justo y fidedigno, ofrece a quienes lo escuchan un conocimiento de gran valor. Cualquier narrador que desee consolar y animar a sus oyentes, disfrutará dándoles a conocer ‘dichos provechosos’ y ‘palabras de verdad, por tanto, cuánto más grande debería ser la satisfacción de dar a conocer por medio de la Escritura, un mensaje justo y fidedigno, que es además, provechoso para la vida eterna. 2 El rey Salomón tomó el nombre de Cohelet, que si bien algunas veces se traduce cómo ‘Predicador’, significa propiamente ‘Convocaor’ o ‘Congregador’, y ¿A quienes convocó o congregó? Convocó a su propio pueblo, a la antigua nación de Israel que mediante el pacto del Sinaí, había llegado a ser el pueblo de Dios. La responsabilidad de Salomón fue grande; comprendía que para poder dar a cada cosa su justo valor, el pueblo necesitaba conocer y recordar la verdad legítima, la que procede de Dios; por esto se esforzó en impartir instrucción a sus gentes y unirlas en la adoración del único Dios vivo y verdadero, que él llamaba Yahúh. Él mismo escribe que “impartió entendimiento al pueblo; meditó, examinó y compuso muchos proverbios”; Eclesiastés 12:9 y en el primer capítulo del libro de Eclesiastés, señala: “Yo, Cohelet, he reinado sobre Israel en Jerusalén, y he entregado mi corazón a buscar y a indagar con sabiduría, acerca de todo lo que se ha realizado bajo los cielos. Esta es la compleja tarea que ha encomendado Dios a los hijos del hombre para que se empeñen en ella”. Eclesiastés 1:12-13 Y es que cómo rey de Israel, Salomón sabía que se sentaba en el trono de Yahúh, su verdadero rey, y siendo sabio, conocía la importancia y el poder de las palabras, y comprendía la responsabilidad de sus deberes para con el pueblo de su Dios. Por este motivo intentó hacer reflexionar a las gentes a través de sus escritos, esforzándose además, en la planificación y la construcción del primer templo dedicado a Yahúh, y obteniendo un magnífico éxito. Su laboriosidad, su entusiasmo y su ánimo, constituyen para nosotros un gran ejemplo. 3 Este rey considerado cómo el hombre más sabio de la antigüedad, expresó sus conclusiones a través de observaciones profundas y advertencias sensatas ¿Habéis leído en el libro de los Proverbios, la recopilación de sus dichos? ¿O su bella historia de amor, en el libro del Cantar de los Cantares? ¿O sus sabias conclusiones con respecto a la verdadera condición de la vida del hombre, en el libro de Eclesiastés? En el texto hebreo puede apreciarse su excelente selección de palabras para expresar adecuadamente sus pensamientos y conclusiones, pero también en algunas de las traducciones ¡Cuán hermosos y objetivos resultan sus escritos y qué acertado su consejo! Aunque él fue inspirados por el espíritu de Dios, se esforzó en reflexionar con respecto al verdadero valor que para el hombre tiene la riqueza, el placer, el
trabajo, el éxito, la sabiduría y la relación con Dios, buscando también el poner a disposición de sus lectores en el lenguaje más apropiado, unos ‘dichos provechosos y un escrito de rectitud, es decir unas palabras justas y dignas de fe. 4 Si las palabras no existiesen ¿Habría algún modo de razonar o de proyectar empresas? Es verdad que los animales se comunican entre sí de distintas maneras, pero en realidad, actúan por instinto, respondiendo a los estímulos físicos y sentimientos básicos de su común programa. Sin embargo, el pensamiento abstracto solo puede ser desarrollado, expresado y transmitido gramaticalmente, o sea mediante palabras, que conectadas, dan forma al concepto que se crea en la mente. Ahora bien, es sabido y está comprobado, que en ausencia de un estímulo exterior, el comportamiento de toda la materia tiende a la simplificación, nunca a la complejidad. Consiguientemente, la facultad de razonamiento y de abstracción presente en el hombre, no puede proceder de la materia, solamente puede haber sido originada por una fuerza inmaterial que también la posea, puesto que lo que no se posee, no puede transmitirse. Esta capacidad humana es por tanto un don, pero ¿Un don de parte de quién? Un don del Creador de la vida y Sostenedor del universo, de aquel que dice a los hombres: “… ningún Dios se originó antes de mí ni lo habrá después de mí. Yo, yo soy Yahúh y aparte de mí no hay quien salve”. Isaías 43:10-11 5 Las Escrituras narran la secuencia lógica del proceso seguido en la creación, presentándonos al Creador de la vida cómo un ser inteligente y organizado, dueño de una personalidad razonadora y comunicativa, que antes de crear al hombre, proyectó y organizó los distintos pasos que hicieron del planeta un lugar idóneo para sostener la vida. Pero además, el relato nos muestra también, que antes de la creación del universo material, él había ya creado a sus hijos angélicos en un ámbito inmaterial; por esto cuando “dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, que sea semejante a nosotros …”. Génesis 1:26 no estaba en realidad hablando consigo mismo, se dirigía a una persona, a uno de sus hijos que se nos presenta así: “Yahúh me formó cómo primicia de su camino, al comienzo de sus obras … cuando asentó los cimientos de la tierra, estuve entonces a su lado cómo arquitecto ”. Proverbios 8:22-31 O sea, al Primogénito que “… es la imagen del Dios invisible y fue generado antes que cualquier otra creación. Las demás cosas fueron todas creadas a través suyo”. Colosenses 1:15-16 Esto nos hace comprender que fue Dios quien originó la comunicación, creando un lenguaje organizado gramaticalmente, que le permitía establecer una compleja conexión con su Primogénito y con todos sus hijos, que así podían compartir sus pensamientos con él y entre sí. 6 Según dice la Escritura, Dios envió sus ángeles a los hombres para trasmitirles mensajes y disposiciones. Por ejemplo, después de que Abraham se mostrase dispuesto a ofrecer a su hijo Isaac, Dios le habló por medio de su ángel para decirle: “Yo te bendeciré en gran manera y aumentaré muchísimo tu descendencia, que será cómo las estrellas de los cielos … y puesto que has escuchado mi voz, por medio de tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas”. Génesis 22:17-18 También el profeta Daniel recibió a orillas del río Éufrates en Babilonia, la visión de un ángel que dirigiéndose a él, le comunicó el destino final establecido por Dios para la humanidad, y le dijo: “El reino, la autoridad y la grandeza de los reinos que están bajo todos los cielos, serán entregados al pueblo de los santos
del Altísimo, y su reino será un reino eterno, y todos los poderosos lo respetarán y obedecerán”. Daniel 7:27 Y para confirmar estas palabras, en el año 96 de nuestra era, el apóstol Juan escribe que a través de un ángel, Jesús le envió una visión de los cielos y del momento en que este reino sería establecido, y relata que mientras la contemplaba, oyó unas potentes voces que declaraban: “El reino del mundo ha llegado a ser el reino de nuestro Soberano y de su Cristo y él reinará por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 11:1 7 Por medio de sus ángeles y de sus profetas, el Creador ha comunicado a los hombres sus designios con el fin de proporcionarles una guía y una esperanza fidedignas. Desde los días de Moisés hasta la muerte de los apóstoles en nuestra era, todos estos mensajes y visiones se registraron en los tres idiomas empleados por los hijos de Israel, el hebreo, el arameo y el griego, porque todos los libros de la Biblia fueron escritos por miembros de la descendencia de Abraham, que según las palabras de Dios, tenían que ser los mediadores de las bendiciones prometidas. No obstante, en el mundo existen infinidad de idiomas antiguos y modernos, y considerando que está escrito que de una misma pareja descienden todos los hombres ¿Cómo llegó a existir esta diversidad de lenguas que tanto dificulta la comunicación entre ellos? 8 Pues bien, leemos en el libro de Génesis, que en un principio, “… había en toda la tierra una única lengua y unas mismas palabras”, Génesis 11:1 pero cómo apóstol el Pedro explica: “… por la Palabra de Dios … aquel mundo de entonces fue destruido por el agua del diluvio”, 2Pedro 3:5-6 y solamente sobrevivió “… Noé con otras siete personas, porque él buscaba la justicia”. 2Pedro 2:5 Los descendientes de Noé tenían por tanto que poblar la tierra y esparcirse sobre ella, puesto que: “Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: ‘Fructificad y aumentad, y llenad la tierra’”. Génesis 9:1 Sin embargo, unos ciento ochenta años después del diluvio y a pesar de que los hombres se habían multiplicado, continuaban todos juntos en un mismo lugar, porque se habían dicho: “… Edifiquémonos una ciudad y una torre con la cúspide en el cielo, hagámonos un nombre para no ser dispersados por toda la faz de la tierra’”. Génesis 11:2-4 Entonces “… dijo Yahúh: ‘He aquí que son todos un solo pueblo y hablan una misma lengua … confundamos su lengua de modo que no puedan comprender la de su vecino’, y desde allí, los dispersó Yahúh por toda la faz de la tierra. Con esto dejaron de edificar la ciudad, que fue llamada Babel, porque en ella confundió Yahúh la única lengua que había en el mundo”. Génesis 11:6-9 Y aquella antigua ciudad que las personas de habla griega llamaron más tarde Babilonia, fue adecuadamente llamada Babel por sus primeros pobladores, puesto que ‘babel’ significa ‘confusión’. Génesis 11:9 9 ¿Cómo pudo suceder esta repentina diversificación del lenguaje, si no es mediante el poder de Dios? Muchos años después sucedió otra cosa que estaba relacionada con los idiomas y que de algún modo, puede asemejarse a lo sucedido en la antigüedad. En el día de Pentecostés del año 33 de nuestra era, Dios envió su espíritu sobre los discípulos de Cristo y ellos recibieron la capacidad de proclamar el Reino de Dios a través de idiomas que nunca habían escuchado ni aprendido, pero sin olvidar el suyo propio, puesto que el don les había sido concedido para testimonio ante el pueblo de Israel y para que se empleasen en la predicación de la Buena Nueva. Y siempre bajo la guía del espíritu santo, los apóstoles y primeros discípulos de Jesús pudieron interpretar correctamente los escritos de la Ley y los profetas, y proclamar en todas partes el mensaje de Dios, aquel “secreto sagrado, manifestado en las Escrituras proféticas y escondido desde tiempos remotos …”
que fue “desvelado por disposición del Dios eterno, para darlo a conocer a todas las naciones …”. Romanos 16:25 9 Los diferentes idiomas que se hablan en el mundo, han hecho necesario el trabajo de traductores e intérpretes. En el quinto siglo antes de nuestra era, las Escrituras hebreas y arameas habían ya sido compiladas en los treinta y nueve libros que hoy se cuentan, y más tarde, cuando el idioma griego llegó a ser la lengua dominante en el Mediterráneo, los judíos de habla griega iniciaron en Alejandría de Egipto, una traducción griega de estos libros, que llegó a ser conocida cómo la Septuaginta o Versión de los Setenta o LXX, porque según se dice, fue realizada por setenta traductores judíos. También los evangelios y las cartas apostólicas se escribieron en griego, exceptuando el evangelio de Mateo, que originalmente fue escrito en arameo y traducido más tarde. Pero los primeros discípulos de Jesús comprendían la trascendencia de su obra, de manera que poco después, las Escrituras hebreas y los escritos de los apóstoles y discípulos, se tradujeron a los idiomas que entonces predominaban, es decir, el latín, el siríaco, el etíope, el árabe, el persa, etc. Gracias al esfuerzo realizado desde la antigüedad por copistas y traductores, hoy en día puede decirse que todas las personas del mundo pueden acceder a la Buena Nueva de Dios en su propio idioma, aunque tal vez, algunas versiones puedan dar lugar a cierta confusión, por la traducción de algunos términos originales mediante palabras que con el tiempo, han adquirido un significado distinto al que en el pasado se les atribuía. No obstante, cómo escribió el rey Salomón, “buscar” e “indagar con sabiduría… es la compleja tarea que Dios ha encomendado a los hijos del hombre para que se empeñen en ella”, Eclesiastés 1:12-13 pues de hecho, comprender correctamente la unicidad de mensaje y la armonía de todos los libros canónicos de la Escritura, es absolutamente necesario para poder verter con palabras verdaderas y dignas de fe, este fundamental escrito de rectitud. 10 Después de ser resucitado, Jesús se apareció a sus once apóstoles tal cómo les había prometido, y les declaró: “Toda autoridad me ha sido entregada en los cielos y sobre la Tierra”. Esta autoridad completa que Dios le había concedido, incluía el encargo de una cosa que amaba especialmente: la predicación de la Buena Nueva iniciada por él y comisionada a sus discípulos con estas palabras: “Id y haced discípulos de todas las naciones en nombre mío, enseñándoles a observar todo cuanto os he mandado”. Mat. 28:16-20 ¡Qué encargo sorprendente! ¡Un pequeño grupo de once personas debía predicar a gentes de todas las naciones, impartiéndoles la enseñanza de Jesús! ¡Qué tarea formidable la de enseñar el camino de la vida en distintos idiomas, a los millones de personas que entonces vivían! Seguramente aquellos once apóstoles quedaron atónitos por lo que este mandato implicaba, pues aunque Jesús les aseguró que estaría a su lado ¿Cómo podían ellos efectuar tan inmenso trabajo? 11 Diez días después, durante la fiesta del Pentecostés, estaban reunidos en Jerusalén unos ciento veinte discípulos, “… y de repente, vino del cielo un estruendo cómo de una ráfaga de viento impetuoso, llenando toda la casa en la que se encontraban. Entonces contemplaron unas lenguas cómo de fuego, que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del espíritu santo, y se pusieron a hablar en otras lenguas según el espíritu les concedía expresarse …”. Hechos 2:1-4 Después de que los judíos procedentes de muchas naciones y reunidos en Jerusalén para la fiesta, escuchasen a Pedro
y a los demás apóstoles, “… los que acogieron bien sus palabras, recibieron el bautismo y se sumaron en aquel día, una tres mil almas”. Hechos 2: 41 Este hecho permitió que la Buena Nueva prendiese rápidamente entre los judíos fieles que habitaban dispersados en tantas naciones, pero el mensaje no era solo para las personas de ascendencia israelita, puesto que Jesús había encomendado a sus seguidores, que hiciesen “… discípulos de todas las naciones”. Así, después de unos tres años, el espíritu santo guió a Pedro hacia el centurión romano Cornelio y esto señaló el comienzo de un gran esfuerzo de predicación entre la gente de las naciones. 12 Pablo, citando las Escrituras, había descrito su encargo diciendo: “Así nos lo ha mandado el Señor: ‘Te he puesto por luz para las naciones, a fin de que seas un medio de salvación hasta los confines de la tierra’”, Hechos 13:47 y escribió: “…el predicar la Buena Nueva no es para mí un mérito si no un deber, pues ¡Ay de mi si no la predicase! Si la estuviese predicando por iniciativa propia podría gloriarme, pero no lo hago por iniciativa propia, puesto que se me ha confiado un encargo”. 1Corintios 9:16-17 En obediencia a el encargo recibido, él y sus compañeros esparcieron la Buena Nueva en toda el Asia Menor, Grecia, Italia y tal vez hasta España. (Hechos 10:1-35; 11:18; Romanos 15:24) ¿Compartes este deseo? ¿Pones confianza en el hecho de que Jesús está con sus seguidores y ejerce su autoridad para publicar de nuevo en la Tierra la legítima Buena Nueva, que fue ocultada por la apostasía? Sus discípulos aún tienen el encargo de dar a conocer el verdadero designio de Dios. Es cierto que hoy en día no existen aquellos dones del espíritu que los apóstoles disfrutaban, pero debemos recordar estas palabras de Jesús: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá ¿Qué padre hay entre vosotros que cuando su hijo le pide un pez, le da una culebra en lugar de un pez, o si le pide un huevo, le da un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos ¡Cuánto más dará el Padre del cielo espíritu santo a los que se lo pidan!”. Lucas 11:9-13 13 No hace falta ser un orador o un maestro para hablar de Dios, solo es necesario conocer la Buena Nueva y poner fe en ella. Recordemos que de los discípulos de Cristo se decía que eran “hombres sin instrucción ni cultura”, y sin embargo, se esforzaron en hablar y lo hacían con tanta valentía, que hasta los gobernantes y ancianos de los judíos quedaban admirados y “reconocían que habían estado con Jesús”. Hechos 4:13 Ante las persecuciones y las amenazas, se mostraban firmes y confiados, acordándose de que Jesús les había dicho: “No temas pequeño rebaño, porque vuestro Padre a tenido a bien entregaros el Reino. Vended vuestras posesiones y haced dádivas; haceos con bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos donde no llegan el ladrón y la polilla, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas, y permaneced cómo unos hombres que están esperando el momento del retorno de la boda de su Señor, para que cuando él llegue y llame, le abran inmediatamente ¡Dichosos aquellos servidores que el Señor hallará vigilantes a su retorno! Verdaderamente os digo que se ceñirá y los hará recostar, y acercándose a ellos, les atenderá. Y si los halla así aunque llegue en la segunda o en la tercera vigilia ¡Felices son aquellos servidores!” Lucas 12:32-38 14 En realidad, también algunos de los servidores de Yahúh muy amados por él, se consideraron inexpertos e incapaces de llevar a cabo lo que Yahúh les ordenaba. Así, cuando Moisés fue enviado al Faraón, protestó alegando que no
era “hombre de palabra fácil”, por ser “torpe de boca y de lengua”, Éxodo 4:10 pero con el tiempo, Moisés fue capaz de dirigirse a centenares de miles de personas y de conducir bajo la dirección de Yahúh, al pueblo de Israel hasta la Tierra Prometida. Y también Jeremías protestó diciendo: “¡Ay Señor Yahúh! Mira que yo no sé hablar porque soy un muchacho”, pero Yahúh le dijo: “No dirás ‘Yo soy un muchacho’, más bien, irás a todo lo que yo te enviaré y hablarás todo lo que te mandaré. No tendrás miedo de su presencia, yo te libraré porque estoy contigo … He aquí que pongo mis palabras en tu boca. Mira, en este día te he colocado sobre las naciones y sobre los reinos para arrancar y para derribar, para eliminar y para derrocar, para edificar y para plantar”. Jeremías 1:6-10 La pregunta realmente es: ¿Deseamos verdaderamente santificar el nombre de Yahúh? Porque si es así, podemos estar seguros de que él nos suministrará la fuerza y el apoyo necesario para enseñar su palabra y hacer discípulos; una obra que en este tiempo del fin no ha concluido aún y que necesita de tantos colaboradores. 15 Es pues deber nuestro conocer en profundidad los “dichos provechosos” que se encuentran en las Escrituras, para poder dar testimonio de sus “palabras de verdad”. Lo mismo que aquel Cohelet o Congregador de la antigüedad, convoquemos también nosotros al pueblo de Dios, porque cómo escribió Pablo para todos los que tenían la responsabilidad de predicar la Buena Nueva: “… la muerte y la vida obran en nosotros y en vosotros, que tenemos la misma fe expresada en las Escrituras con estas palabras: ‘he creído y por esto he hablado’. También nosotros hemos creído y por esto hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos, nos resucitará con vosotros mediante Jesús, para que permanezcamos ante él”. 2Corintios 4:12-14 “Demos entonces las gracias al Dios que nos da la victoria mediante nuestro señor Jesús Cristo y manteneos firmes e inamovibles, amados hermanos míos, teniendo siempre mucho que hacer en la obra del Señor y siendo conscientes de que vuestro trabajo para el Señor no es inútil”. 1Corintios 15:57-58 Parafraseando palabras suyas, roguemos cómo él a Yahúh, para que “al hablar,” se nos “den palabras eficaces” y podamos dar a conocer “con autoridad este secreto sagrado, del que” se nos “ha establecido” embajadores, “para anunciarlo cómo es debido”. Efesios 6:18-20 Que las cosas que hablemos, dirijan el corazón y la mente de nuestra familia y amigos hacia el Creador, a través de la única Palabra que no está inspirada “en la sabiduría humana, si no en … la enseñanza que nos llega del espíritu”. 1Corintios 2:13 De esta manera obedeceremos el mandato de Jesús y transmitiremos la vida a todos los que le aman y desean ser sus seguidores.