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CONFERENCIA SOBRE SOCIEDAD CIVIL, María Luisa Armendáriz Julio del 2005 Foro de Cultura y Patrimonio San Cristóbal de las Casas Cada vez es más aceptada la acepción que define a la Sociedad Civil como el conjunto de organizaciones no gubernamentales. Algunos ensayistas añaden a esta definición la capacidad de estas asociaciones de mediar entre los individuos y el Estado. Por mi parte prefiero las definiciones que van un poco más lejos y que separan a las Organizaciones no Gubernamentales de las Organizaciones de la Sociedad Civil partiendo de la acepción más amplia del término Sociedad Civil que dicta ―La Sociedad Civil Somos Todos‖. Pero admito su absolesencia en una era en que los individuos, hartos de no lograr acuerdos con los gobiernos, buscan nuevos métodos de convivencia con el Estado. La que sí es generalizada y no ha cambiado desde el Siglo XIX es la aceptación de que el individuo es la partícula más pequeña, la mínima fracción de una sociedad, de una organización, de un pueblo. El individuo es entonces el ente del que parte esta compulsiva, cambiante, vivísima sociedad que hemos constituida en la civilización. Primer Actor: El Ciudadano La mejor definición que he hallado para el término Ciudadano es la de Aristóteles que enriquece a este primer actor de la sociedad y lo define como un ser civilizado: El Ciudadano, en general, es el individuo que participa en la autoridad y en la obediencia pública… En la república perfecta, es el individuo que puede y que quiere libremente obedecer y gobernar alternativamente, conforme a los preceptos de la virtud. Unido al término, Aristóteles presenta la primera propuesta de la definición democrática de Alternancia, al conferirle al ciudadano sabiduría para gobernar y ser gobernado indistintamente. Para ello, el individuo requiere además, aceptar y reconocer los preceptos de la Virtud.
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Entendida como la suma de los valores universales, la Virtud haría del un ciudadano un hombre con el compromiso y responsabilidad de saber obedecer y gobernar, o como decimos en nuestra constitución: mandar y ser mandado. En el más claro y pulcro espíritu griego, Aristóteles define al individuo social –al ciudadano—como un ser ―virtuoso‖ es decir, formado, educado, ilustrado o como decimos aquí: entendido. No es raro entonces que una de las principales razones de nuestro atraso social sea la falta de una educación adecuada. Es ésta la única salida, la única manera de lograr que la base misma de la sociedad se construya saludablemente. En los tiempos de Aristóteles la formación de los individuos garantizaba su participación y plena integración a la sociedad en calidad de Ciudadanos. Hoy se ha perdido el valor del término, reconociendo a los individuos que conforman una sociedad, en la más pequeña parte reconocida por la República –el Municipio—como simplemente habitantes. Dista mucho el valor concedido entre las expresiones Ciudadano y Habitante. El objetivo de la educación –dijo Platón—es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano. Señoras y Señores, muy buenos días: Me siento profundamente honrada de participar en este foro organizado por el INAH para discutir el papel que debemos jugar todos en la protección del patrimonio de nuestro querido San Cristóbal. Me siento especialmente dichosa de compartir agenda con personas a quienes respeto y admiro. Y aún más contenta de encontrar entre ustedes a tantos amigos, ciudadanos todos en el más amplio sentido de la palabra. Debemos de sentirnos muy contentos de tener a Roberto Ramos Maza al frente del INAH en Chiapas. Quisiera recordar a algunos seres que se han comportado, en San Cristóbal, como ciudadanos virtuosos: Prudencio Moscoso, un hombre a quien tuve la fortuna de conocer, realizó por nuestro pueblo un trabajo que nos sobrevivirá. Reconstruyó como Homero las batallas olvidadas, las calles perdidas, las piedras luidas. Solo desde su biblioteca, reivindicó la lucha de Jacinto Pérez Pajarito y ayudó a forjar cintos de ciudadanos virtuosos en las aulas de la prepa, la prebo, la Escuela de Derecho.
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La Profesora María Adelina Flores es un claro ejemplo de ciudadano aristotélico: instruyó con su disciplina, su paciencia y sabiduría a miles de seres que hoy continúan y persiguen su ejemplo, su compromiso social y formativo. Su padre, el Ingeniero Carlos Z. Flores, nos legó un pueblo con un rostro distinto al que tenían las fachadas lustres de las casas coloniales. El Licenciado Hermilo López Sanchez, autor de la monumental obra ―Apuntes Históricos de San Cristóbal‖; Monseñor Eduardo Flores, autor de Investigaciones Históricas de San Cristóbal, Don Manuel B. Trenz, cuya obra es fundamental para comprender este largo y extenso proceso de mestizaje. Se han ido Tía Luz Velasco quien fuera la primera defensora de los derechos humanos en las cárceles de San Cristóbal, don José Webber, formador también de grandes ciudadanos y escritor de Semblanzas de San Cristóbal; Raúl Jiménez, quien desafortunadamente nos dejó tan joven luego de realizar el proyecto del Deportivo San Cristóbal, doña Ofelia Narváez Rincón, Don Jorge Ochoa, quien rescató tantas fotografías de Jovel, don José Crocker, don Jesús Ruiz, Angel Robles Ramírez, doña Lolita Pedrero, don Daniel Zebadúa, don Humberto y doña Emita Celorio. Hay más: conviven con nosotros todavía con su consejo y sabiduría Gloria Italia Robles, Marcey Jackobson, la profesora Magadalena Ruiz, Mercedes Cerdio y Carlos Gutiérrez, Don Vicente Kramsky a quien debemos tantas imágenes de nuestro pueblo y tantos otros que han hecho de vivir en estas calles una misión más amplia que la de enriquecerse. Ninguno de ellos pisó nunca la esfera del poder o vivió del erario público. Frans Blom y Gertrude Duby, cuyo legado nos perdura y es un ejemplo de institución de la Sociedad Civil y de quienes hablaré más extensamente en un momento. Paradójica y no extrañamente, muchos de ellos han construido su vida en la formación y en la enseñanza. Ojala nuestros hijos puedan ven en ellos, como yo, como tantos de nosotros, a los seres ejemplares que han sido y comprendan entonces su legado. Pero ojala también puedan perder la apatía que se manifiesta en las urnas y en las calles, esa falta de certidumbre de
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que un hombre desde el poder puede servir al pueblo más que a sí mismo. Segundo actor: El bien común. Marco Aurelio solía decir que lo que no es bueno para el enjambre no es bueno para la abeja. A pesar de que el ciudadano es la partícula más pequeña de nuestra sociedad puede sin duda convertirse en un constructor de instituciones, en el ser que agrupa en torno a sí a otras personas que persiguen el fin común. El Bien Común se puede lograr, como lo conocemos, desde las instituciones sociales o desde las instituciones políticas. Es decir, las organizaciones de la Sociedad Civil son el equivalente en expresión y desempeño a las organizaciones políticas, que persiguen el gobierno para alcanzar el Servicio Público. Si aceptáramos tal definición del político, no como el individuo que busca exactamente al ser virtuoso que Aristóteles definía como el eje de la República Perfecta y a las Organizaciones de la Sociedad Civil como el instrumento que el gobernante usara para producir los bienes de la comunidad nos acercaríamos cada vez más a la democracia como la deseamos. No es mi intención aburrirlos con una cátedra eterna, distante de nuestro fin común que debe ser la búsqueda de entendimiento para lograr que el patrimonio de nuestra ciudad sea preservado. Quiero, sin embargo, contribuir a la idea de que el gobierno, sin lo que Marguerite Yourcenar definió en Memorias de Adriano como La Maquinaria Social no podrá solo alcanzar los objetivos de preservar nuestra cultura, nuestro ambiente, nuestro patrimonio. Para lograrlo, quisiera recrear con ustedes esa maquinaria en la que el engrane, la muesca fundamental es el ciudadano. La energía, el dínamo que hace mover el engrane es el fin común. Voy a partir de un ejemplo muy conocido para llegar lo más pronto posible a la definición de las Organizaciones de la Sociedad Civil: La Cruz Roja Internacional. A mediados del Siglo XIX Henry Dunant, un suizo acaudalado caído en desgracia convive con miles de heridos de la guerra por la Unidad Italiana. Respondiendo a su naturaleza, se quedó a ayudar un par de
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meses y luego regresó a su país, donde describió un libro titulad ―Recuerdo de Solferino‖ donde da fe de la batalla que presenció y se pregunta: ―¿No se podría, durante un período de paz y de tranquilidad, fundar sociedades de socorro cuya finalidad sería prestar o hacer que se preste en tiempo de guerra, asistencia a los heridos, mediante voluntarios dedicados, abnegados y bien calificados por semejante obra?‖. El segundo ingrediente estaba no sólo ideado, sino clara y debidamente justificado. La educación para el éxito de una institución de bien común tan importante como la Cruz Roja partió de la experiencia de Henry, su formación como ciudadano y su fin. Tercer Actor: La Asociación La Sociedad parece ser tan antigua como el individuo, dijo Adam Ferguson. El libro de Henry se vendió, fue un bestseller de la época, se tradujo a varios idiomas, y algo no poco raro en esos tiempos, ¡se leyó! Otro ginebrino, presidente de una Sociedad de Beneficiencia –recordemos que en esos tiempos la riqueza extrema obligaba a los acaudalados a constituir el pariente inmediato de las Asociaciones de la Sociedad Civil: las instituciones de beneficencia—retomó la idea de Dunant, reunió a un grupo de cinco notables que constituyeron el primer Comité Internacional de la Cruz Roja. El hombre es gregario por naturaleza y la asociación se hace a partir de la convergencia de ideas y necesidades. La primera sociedad humana la constituyeron Adán y Eva y la pregunta natural que me surte es si no la primera actividad social del hombre fue comerse una manzana. No es precisamente obligado que la unión se dé solamente para fines de beneficio social. Como veremos posteriormente, las primeras denominadas Asociaciones de la Sociedad Civil perseguían, en su inmensa mayoría, un bien colectivo y no precisamente un bien social o general. Así, las asociaciones de banqueros surgieron en Europa con fines de acrecentar sus dividendos o incrementar sus ganancias. Otras, las Cámaras Industriales o, en estricto sentido, Organizaciones no Gubernamentales. Aquí entran los llamados viejos y nuevos actores sociales; su distinción cronológica se refiere al momento histórico en que
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aparecen como actores del escenario público más que al momento en que surgen como grupos, clases o sectores. Los viejos actores, por ejemplo, incluyen a los obreros, empresarios, campesinos, maestros, estudiantes, cooperativistas y pobladores; en cambio, los nuevos actores incluyen a las mujeres, jóvenes, ecologistas, etnias, periodistas, vecinos, tercera edad, amas de casa, familiares de desaparecidos, académicos, deportistas, etc. En este segmento de la sociedad civil entran todos los grupos sociales que se unen de manera coyuntural o permanente para luchar por sus derechos o por los intereses nacionales, siempre y cuando mantengan las características señaladas anteriormente. Coincido sin embargo en la teoría de Adam Ferguson quien decía que antes de surgir el Estado existieron las Asociaciones Civiles. Son estas finalmente quienes deciden constituir al Estado. Cuarto Actor: La Independencia del Estado. La monarquía absoluta, que algunos tienen por único gobierno en el mundo, es en realidad incompatible con la Sociedad Civil, y así no se puede ser forma de gobierno civil alguno Jhon Locke. Quisiera ahora acercarme un poco más a la definición que hoy nos interesa: Organizaciones de la Sociedad Civil. En el entendido de que la Sociedad Civil la componemos todos, sin importar credo, militancia de ningún tipo, el concepto que ha evolucionado enormemente en las últimas décadas es el de las Organizaciones de la Sociedad Civil, conocidas también como Organizaciones no Gubernamentales. Desgraciadamente, y cada vez de una manera más marcada, la Sociedad Civil se representa como todo aquello que no es el Estado. Se reconoce a la Sociedad Civil como el conjunto de agrupaciones que no forman parte del Estado, hecho que yo prefiero soslayar para partir de la definición más ortodoxa de Organizaciones de la Sociedad Civil, aquellas que gozan de la independencia del Estado y, en su concepto general, como Sociedad Civil al conjunto de organizaciones e instituciones constituidas por el Estado como Organización Civil, toda vez que entre todos integramos la civis la Ciudad que dio origen al cuerpo que la gobierna. Apelo a su generosidad con la aceptación de esta definición, a efecto de poder proseguir.
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La anatomía de la Sociedad Civil hay que buscarla en la economía política, dijo Carlos Marx. Quisiera, sin embargo, regresar un poco a la historia para comprender luego el marco jurídico y normativo que hoy nos rige. No es sino hasta el Siglo XIX que se dan las primeras definiciones de las Organizaciones de la Sociedad Civil; se comprende a éstas como cuerpos de la Economía Privada. Hegel, el primero en atreverse a definir el naciente conglomerado de agrupaciones que nacían con fines diversos y de toda índole para ocupar los vacíos que el derecho o el Estado habían dejado, definió tres tipos de asociación: aquella en la que la sangre y el afecto es el fundamento de los vínculos humanos –la familia--; el ámbito de las relaciones socioeconómicas desarrolladas en el mundo del trabajo y el mercado –Sociedad Civil— y los espacios de deliberación y decisión políticas –el estado--. Tal acepción fue aceptada hasta bien entrado el Siglo XX. Es natural, por lo tanto, que los gobiernos revolucionarios como el nuestro buscaran cobrar distancia de cualquier asociación que con fines sociales procurara el bien común sin el enriquecimiento o intentar fines de índole económico. La Sociedad Civil es un concepto en principio liberal. Nuestro Estado Mexicano, alejado de esta visión durante el periodo revolucionario, hizo suyas las premisas de que un Estado Rector es el único capaz de generar acción social, y se echó a cuesta la responsabilidad de dirigir y si acaso ordenar cada aspecto de la Sociedad. Toda revolución parte de la demanda fundamental de los hombres: justicia e igualdad social, entendida esta última como un derecho al bienestar. Al estar la mayoría de las Asociaciones Filantrópicas identificadas con el poder económico, se creía que las Asociaciones Civiles no podrían concebir el bienestar social toda vez que para ser ricos ellos, necesitaban explotar a los pobres. Los setenta años del partido hegemónico jugaron un papel fundamental en la deformación de la cultura ciudadana de los mexicanos. El ciudadano común no se consideraba capaz de realizar ninguna acción al margen del Estado: los Ciudadanos. Estoy convencida de que nuestra generación se construyó justamente a punta de frases como ―una sociedad más justa y participativa‖. Sobra
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entonces preguntar ¿Es la Sociedad la injusta? y ¿de qué márgenes de participación ha gozado? He pensado mucho en los motivos reales que pudo haber tenido el Gobierno para cerrar a la sociedad cualquier forma de manifestación o participación. Era el propietario hegemónico de todas las acciones, de todas las ideas. Su principio radicó justamente en hacer suyas todas las propuestas sociales e incorporarlas a su discurso. Así, las organizaciones campesinas, laborales, sociales, culturales, ambientales o educativas que logran un éxito popular relativo son intervenidas o devoradas de una manera prácticamente inmediata por alguna organización con participación del Estado. En una sociedad intervenida por el Estado resulta prácticamente imposible la creación de instituciones. Quiero recordar un caso que, por haber conocido de cerca, me viene a la mente: Hace setenta años Don Daniel Cosío Villegas tuvo la brillante idea de crear una editorial que al margen del Estado publicara libros para la entonces recién creada Facultad de Economía de la UNAM. El Fondo de Cultura Económica tuvo, como todos sabemos, gran éxito y pronto enriqueció su catálogo con las más grandes plumas de habla hispana que encontraron en la editorial mexicana el único espacio de la libertad y pluralidad en una Iberoamérica sumida en la represión de la dictadura. El Fondo de Cultura Económica cobró fama internacional, e importantes autores y académicos de todas partes del mundo enriquecieron su catálogo. Durante todos los años del auge, el Fondo fue dirigido por un hombre singular, de formación de izquierda: don Arnaldo Orfila Reynal comandó por más de veinte años a un equipo de grandes editores entre los que figuraban pensadores como José Moreno Villa, poetas de la talla de Alí Chumacero o Salvador Novo, narradores como Juan José Arreola, intelectuales como Joaquín Díez Canedo o Salvador Novo, entre otros. Pero el Fondo había sido intervenido financieramente desde sus inicios, por el Estado. Así que todos fueron despedidos a raíz de la publicación de Los Hijos de Sánchez de Oscar Lewis, y hoy puedo asegurarles que el catálogo de la editorial, que llegó a ser la más importante de iberoamérica, está disminuido al punto de que ya no podemos encontrar en éste a autores como Rulfo, Arreola, Fuentes.
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Quinto actor: la diversidad. Los fines para los que surgen las Asociaciones Civiles son perecederos. La reivindicación de la mujer y los grandes movimientos que surgieron en su tiempo por la conquista del voto y los derechos de las mujeres han sido en su mayoría renovados: hoy la mujer enfrenta ante el mundo civilizado nuevos retos. Los movimientos estudiantiles de los sesentas, la movilización pacifista de Mahatma Gandhi en la India; la protección del Gorila en el África o la institución del régimen de transparencia en México parecieran, uno a uno, ser victorias de la Sociedad Civil. Los intereses cambian y las necesidades sociales también. Las primeras asociaciones civiles que se constituyeron en Noruega, país que ocupa el primer lugar en participación de la de la Sociedad, se hicieron con fines de fortalecer sus agrupaciones pesqueras. Había, en un principio, agrupaciones de pesqueros pobres y de ricos, poro popo a poco se dieron cuenta de que las igualdades gremiales eran más fuertes que las diferencias económicas y buscaron nuevos fines, se trazaron nuevas metas y hoy se colocan entre los países de más alto nivel igualitario. Es importante que tengamos claro que los países que han constituido un estado poderoso marginando la acción de la Sociedad Civil han tenido resultados mucho menos exitosos que aquellos que han fortalecido la participación de los ciudadanos en la acción civil. Una premisa en la que creo es: entre más grande el Estado, menor la participación de la Sociedad con su consecuente apatía y a menor poder e intervención del Estado, mayor participación de la Sociedad, objeto fundamental de las Sociedades democráticas modernas. Y también mayor eficiencia del Estado en los asuntos de rectoría que realmente le competen. Dentro de la Sociedad Civil entran todas las organizaciones sociales que pueden surgir alrededor de temas tan diversos como la economía, la protección del medio ambiente, la cultura, las reivindicaciones sociales, la religión, el deporte, la producción, el conocimiento, la religión. Las hay con un fin muy claro y próximo, les pongo por ejemplo las Organizaciones que han surgido para proteger el Casino de la Selva en Cuernavaca –lograron por cierto que el Grupo COSTCO construyera uno de los más bellos museos de México—o los que se opusieron a la construcción del Wallmart junto al Complejo de Teotihuacan. La fortaleza de la Sociedad Civil está en
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su diversidad; todo intento por homogeneizarla, encasillarla o limitarla atenta contra su naturaleza. Sin embargo la orientación que van tomando es cada vez más próxima a la propuesta que a la confrontación o a la resistencia, lo cual francamente me parece magnífico. Sexto actor: la independencia de los partidos políticos. A pesa de que las Organizaciones de la Sociedad Civil persiguen cada vez fines más diversos y variados, nunca se reconoce como parte del ―gremio‖ alguna que nazca cercana a un partido político o un candidato. Es decir, una de las premisas de las Organizaciones de la Sociedad Civil es justamente no pertenecer a ningún partido. La lye actual de deducibilidad de impuestos obliga a las Asociaciones Civiles a poner una cláusula que reza: No realizar actividades de proselitismo partidista o electoral. Otros actores: Considero de fundamental Importancia valorar a la transparencia como uno de los actores más importantes de las Organizaciones de la Sociedad Civil. Éstas Otros actores son la misión, visión y valores. Ante la diversidad de las mismas, no pueden las sociedades civiles intentar expandir demasiado su ámbito de competencia, olvidar la visión con que fueron creadas y no preservar los valores que la sostienen. La cooperación es otro actor. En muchos casos una Asociación de la Sociedad Civil puede y debe compartir con otras objetivos para la que fue creada. Asimismo, las sociedades de esta naturaleza se agrupan para incidir en los distintos actores para lograr mejores resultados: en el ejemplo de la Conservación del Patrimonio intervienen sociedades que se ocupan de la cultura y educación, otras de la conservación, o La eficiencia. El mecenazgo. El voluntariado.
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Las organizaciones de la Sociedad Civil en México. Considero que el reconocimiento de todos estos actores, plasmado en la ley de fomento a las actividades realizadas por las organizaciones de la sociedad civil publicada apenas el 9 de febrero del año pasado reconoce por fin la existencia de un grupo que ha jugado desde hace muchos años un papel fundamental en el desarrollo de México y que es un importante avance para la conservación de nuestro patrimonio. Más aún, es el reconocimiento pleno del importantísimo papel que han jugado las Organizaciones de la Sociedad Civil en el desarrollo del Estado Moderno. El tema de la sociedad civil ha adquirido en los últimos años una enorme importancia no sólo en los círculos académicos e intelectuales sino también políticos y sociales. Su surgimiento lejos de ser gratuito responde a distintos fenómenos políticos de evidente actualidad: a) la crisis de los partidos políticos en las democracias modernas, las cuales tienen cada vez más dificultades para presentar y agregar intereses sociales, pues responden cada vez más a las utilidades de sus elites internas; b) el imperativo de redefinir los alcances y límites de las esferas del Estado de la sociedad a la luz de la emergencia de nuevos actores y movimientos sociales; c) la pérdida de eficiencia de las tradicionales fórmulas de gestión económica y social de orden corporativo y clientelar; y d) el cuestionamiento público del universo de los políticos por motivos de corrupción y nepotismo. En los hechos, el retorno de la sociedad civil ha sido provocado y alentado por dos procesos históricos de la segunda mitad del siglo XX: a) la crisis del Estado benefactor europeo en los años sesenta y setenta, y su sustitución por experimentos institucionales neocorporativos o neoliberales, y b) la caída de los regímenes comunistas en la ex Unión Soviética y en Europa del Esta a fines de los años ochenta. La discusión intelectual sobre la emergencia de la sociedad civil gira en torno a varios dilemas: ¿cuáles son los alcances y límites de la esfera del Estado y la esfera de la Sociedad Civil y cómo deben ser las relaciones institucionales entre ambos?, ¿de cuánta autonomía deben gozar los integrantes de la sociedad?
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