Teoría de la Forma 1 Clase del 30 de mayo de 2007 P. Luis Moros. Asunto: ¿Qué es la crítica? (primera parte) La palabra «crisis» viene del griego «krisis» y esta del verbo «krineim», que significa separar o decidir. Crisis es algo que se rompe y por tal razón hay que analizarlo. De allí que el término «crítica» signifique el análisis o estudio de algo para emitir un juicio. También nos refiere al hecho de que «criterio» se entienda como juicio adecuado. El DRAE nos dice que español crítica es «Arte de juzgar de la bondad, verdad y belleza de las cosas»; acepción que limitaría la crítica a lo que entendamos por bello, por bondad o por verdadero. ¿Es un objeto diseñado bondadoso en sí mismo, bello en sí mismo, verdadero? Para comenzar con Kant, el «criticismo» que caracterizó la llamada modernidad, es entendido como una teoría que se refiere a la facultad de conocer; es una actitud que considera la realidad y al mundo desde un punto de vista crítico; señala que no es posible, ni deseable, conocer el mundo o actuar en él sin una previa crítica, un examen de los fundamentos del conocimiento y de la acción que se tiene o se ejerce sobre él. Este criterio pretendió desde sus inicios (s. XVIII) averiguar los fundamentos últimos de todas las creencias. Por ello, la religión o las leyes no atraviesan la crítica de la razón sin levantar sospechas, ni merecer el respeto completo que la razón concede a lo que puede afrontarla con evidencias y contenidos verificables. El examen de la crítica de la razón es una severa luz que pretende iluminar todas las áreas de la vida humana. Y la razón, para su examen, exige evidencias que le permitan emitir un juicio verdadero: un criterio cierto. ¿Jesús sanó a Lázaro? No hay ninguna evidencia y las posibles pruebas son relatos difusos contados 30 o 40 años de ocurridos tales eventos y trasmitidos oralmente: no hay vínculo con dato verificables. De manera que no pasa de ser una simple creencia. El «sapere aude» de Kant («atrévete a pensar» o atrévete a ser sabio) es un reto a toda creencia que no pueda ser razonablemente aceptada. Un reto al mundo de creencias que impedía que la razón diera cuenta del mundo de manera más apegada a los eventos ciertos (1781). En el caso de la crítica del arte o de la literatura, que de alguna manera se ha trasferido de manera arbitraria a la crítica de los objetos de uso creados por el hombre, hay que resaltar la crítica moral desafortunada que inauguro Oscar Wilde desde el prefacio de El Retrato de Dorian Gray: «No hay libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o mal escritos» (1891). Con ello pretendía separar el arte de cualquier compromiso de toda cuestión moral y establecerlo en un terreno estético separado de las cuestiones sociales, políticas o morales: se trataba de una sensibilidad especial del artista, de genio y a la que sólo accede el genio y que no requiere ni brinda explicaciones. La palabra «crítico», del griego «krités» (juez), generalmente favorecerá una visión prescriptita de lo criticado. Una visión normativa, tanto del hecho literario como de cualquier otra actividad del hombre. En el caso del diseño, toda crítica pasa por tener muy claro que el diseñador trabaja para un mercado que impone leyes que, independientemente del talento del diseñador, dominan
la creación de los objetos diseñados. Suponer que el mercado es una institución natural, que ha existido desde que el hombre es hombre y que es propia de la vida humana, es una visión políticamente ideológizada1: el mercado nace cuando el producto deviene en mercancía (venta y compra por medio de esa curiosa unidad que lo iguala todo a sí misma: el dinero). La belleza, la utilidad, el uso, lo adecuado de un objeto diseñado, en una sociedad en la que el consumo se promueve de manera compulsiva, no es un criterio de verdad para ningún producto y en esto centró su trabajo teórico la Escuela de Francfort y su Teoría Crítica. El objeto/producto refleja la cultura de la que proviene y en su análisis no pueden existir criterios absolutos ni juicios absolutos, puesto que ni la belleza, ni lo bueno o lo malo, son valores universales para todos los hombre del planeta: son creaciones que se corresponden con la cultura de la que provienen; la ley del talión (ojo por ojo, diente por diente) se corresponde con las creencias de las tribus nómadas judías de hace más de 4 mil años. Son leyes que, hayan sido dadas o no por Dios, no son válidas en nuestra cultura occidental ni en ninguna otra que no sea la judía. Lo mismo ocurre con la belleza, el arte. Los criterios renacentistas de considerar la zona áurea como la de mayor importancia para la mirada y de establecer uno, dos o más puntos de fuga para representar la realidad sobre un plano bidimensional, no prevé que el ojo está en permanente movimiento y que la «geometría cerebral» no cuenta con una pantalla bidimensional sobre la que se proyecta la realidad que el ojo recibe como información. Incluso, ver en perspectiva es un legado de nuestra cultura. En todo caso, podríamos adelantar una hipótesis a ser estudiada en clases: si hay alguna divinidad que determine criterios (y críticas) para la producción o no de determinados productos, esa parece ser el mercado, que determina, además, la eficiencia y la competitividad de quienes lo producen; es decir, lo que Max Weber (1893) llamó «acción racional »: El concepto de acción racional (…) concibe esa acción como una acción lineal. Vincula de forma lineal medios y fines, y busca definir la acción más racional, con el objetivo de juzgar acerca de los medios utilizados para conseguir fines determinados: (…) lograr un determinado fin con un mínimo de medios (…) el medio no es un fin sino que el fin decide sobre los medios. La teoría de la acción racional hoy dominante parte de esta relación medio-fin y la eficiencia de esta relación se refiere al juicio (criterio, crítica) acerca de los costos de los medios respecto del fin por lograr. Este juicio sólo es cuantificable (mesurable) si tanto los fines como los medios son expresados en términos monetarios. El fin y los medios tienen ahora precios. La realización del fin es eficiente si se logra mediante medios cuyos costos, medidos en precios, son inferiores al precio que tiene el fin alcanzado (…) Los mercados son el lugar en el que se entrelazan unos (productos) con otros y a esta lucha en el mercado se 1
Asumimos ideología en tanto que visión del mundo construida por los sectores dominantes de una sociedad cualquiera y que se transforma en velo que cubre las verdaderas relaciones que se producen en esa sociedad. Para los griegos, la visión platónica de la República no era otra cosa que una visión ideológica que justificaba el gobierno de los filósofos y la esclavitud de los ilotas. Lo mismo ocurrió con el cristianismo, que llegó a establecer por más de mil años la idea (ideológica) de que los reyes eran enviados por Dios, como en otro tiempo lo fueron los profetas.
le llama competencia. Es la que decide acerca de la eficiencia de cada uno de los productores (…) lo que se llama racionalidad de la acción se resume, pues, en la competitividad y eficiencia. (Hinkelammert, F. 2006. El sujeto y la ley, pp. 35 y ss.).