Cientos De Estrellas Ii.doc

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Cientos de Estrellas II (23-03-09) Cap. Final

Cap. 1 Podríamos estar en cualquier otro lugar… (Parte 1-2) La canción empieza a los 9 seg, es lo que tiene ser en directo x_x” (La versión original del piano es muy buena, pero la guitarra del directo enamora de pies a cabeza xD)] Podríamos ser mil personas diferentes. Podríamos vivir en cien mil ciudades distintas. Podríamos estar en tantos lugares. Podríamos conocer gente desigual tras una sonrisa de velada hipocresía. Podríamos jugar a una efímera indiferencia con todo aquello que nos rodea. Podríamos soñar con infinitas mentes desconcentradas. Podríamos perder los nervios y seducir a la impaciencia. Podríamos hacer tantas cosas. Podríamos decidir perder la cabeza. Podríamos intentar volar, aunque sólo fuese un instante. Podríamos abrir los ojos y mirar al cielo. Podríamos desear tropecientos abismos en los que procurar no caernos. Podríamos disfrazarnos de la pretensión de una incoherencia. Podríamos hablar sobre los límites de nuestra propia osadía. Podríamos inventar nuevos caminos que sólo nuestros pies pudieran pisar. Podríamos sentirnos vivos, para variar. Podríamos aspirar a ser algo más. Podríamos derrotar a la soledad a base de miradas. Podríamos admitir que aún estamos luchando. Podríamos hacer tantas cosas… Podríamos estar en cualquier otro lugar… Y seguir en el mismo sitio. Seguir siendo la misma persona.

Somos lo que hemos hecho, y darte cuenta de ello es empezar a pensar: y si… Querer cambiar algo sería cambiarte por la sombra de lo que alguna vez quisiste ser. No serías tú, serías el recuerdo de una ilusión. El orden de los factores no altera el producto… Nos lo han repetido tantas veces que hemos olvidado lo que realmente significa. ¿Y si cambiásemos los factores? Volveríamos al principio… una y otra vez.

Podríamos arrepentirnos, pero no lo hacemos.

El por qué, ya no lo sé. ¿Cambiaríamos algo, por pequeño que fuese, a sabiendas de que podemos salir perdiendo? Podríamos hacer y haber hecho tantas cosas que realmente no importa lo que alguna vez hicimos. Porque si no, ahora no estaríamos aquí. Porque podríamos estar y haber estado en cualquier otro lugar, y de hecho… Seguir en el mismo sitio. Seguir siendo la misma persona. Entró y se quedó parada frente a los mandos, a través del cristal podía verlo todo sin ser descubierta. A su lado, Rocío y Sara eran dos espectadoras más. Su mano dudó y tembló, pero finalmente, con delicadeza y aplomo, presionó el botón que impediría que cualquier sonido en la cabina se escuchase en la sala de interrogatorios… Pepa había cerrado la puerta tras de si, y una vez dentro se había quedado apoyada en la pared, con los brazos cruzados en una pose defensiva y chulesca. Leo esperaba silenciosa apoyándose levemente en la mesa, sin dejar de mirar los ojos de la morena seriamente.

Los segundos se eternizaron hasta que Pepa se arrancó a hablar.

Pepa: Las he quemado, todas, menos las de Portugal – su voz había recobrado su tono, aun encerrando cierta rabia.

Leo aguardaba a que continuase, callada.

Pepa: Preguntó por ellas… ¿Y sabes qué? Le dije que las había dejado por ellos… Pero es en parte mentira… Las dejé porque no quiero que se me olvide ni por un segundo lo que me hiciste… Leo: Así no lo vas a superar nunca. Pepa: No he dicho que quiera hacerlo, porque no me hace falta, no con Silvia a mi lado… Las guardo porque alguien que te quiere no te hace eso, Leo, eso no es amar… Leo: No tienes ni idea de lo que estás diciendo. Pepa: ¿De verdad?... Sé que Silvia nunca lo haría… Y por eso no quiero olvidarte, por eso no quiero olvidar que estuve contigo ni quemar ese recuerdo como si fuera una simple foto… Porque de alguna forma, gracias a eso, estoy aquí… con ella. Leo: Eso ya lo sabías y yo también, no necesitabas decírmelo para convencerte… ¿A qué viene esto, Pepa?

La morena calibró durante unos segundos las palabras, y finalmente sonrió. Aquella sonrisa hizo que el corazón de la pelirroja comenzase a latir con mayor intensidad y rapidez… había vuelto… Pepa abandonó su postura defensiva, pero seguía cruzada de brazos. La inspectora no se había movido.

Pepa: Te digo esto para que sepas que sufrí mucho por tu culpa… - en ese momento, Leo agachó la cabeza y cerró los ojos un segundo, dolida, para volver a fijar sus ojos verdes en los castaños de Pepa Pero aquel dolor no es comparable al que siento cuando pasan cinco minutos sin verla… Tengo la intención de pasar el resto de mis días a su lado, si me deja… Porque la quiero más que a nada en este

mundo, la amo tanto que me duele cada segundo… Y la necesito – encogiendo los hombros con sencillez, sin abandonar su sonrisa – La necesito para poder respirar… Y eso, ni tú ni nadie lo va a cambiar… Leo: Déjame adivinar… - sonriendo de repente. Silvia se puso pálida, aquello más que una sonrisa era una mueca irónica – Ella no lo sabe. Pepa: ¿Cómo? Leo: Esto que me estás diciendo a mí… A ella no se lo has dicho, ¿me equivoco? – volviendo a su suave frialdad.

Pepa titubeó, mirándola sorprendida al darse cuenta de que era verdad.

Leo: Te conozco casi mejor que a mi misma, Pepa… Estos días la has dejado fuera, ¿tienes idea de cómo se ha sentido? Te has encerrado… Siempre te comes tú solita todo… Porque para ayudar a los demás estás al pie del cañón… ¿Pero quién te ayuda a ti?... Nunca has dejado que alguien lo hiciese, ni tu familia, ni tus amigos, ni yo… ni Silvia… Pepa: No es verdad… - entre dientes. Leo: ¿Ah, no? Dime si has hablado con ella desde que llegué, sinceramente. Pepa: Cállate – cerrando los ojos. Leo: Sabes que tengo razón – sentenció con serenidad.

Escuchando y observando lo que pasaba en la sala. Sara miraba emocionada alternativamente a sus tías, a Silvia llorar silenciosamente y a Pepa sufrir por darse de bruces con la realidad.

Pepa: Es hora de cambiarlo – concluyó volviendo a abrir los ojos y mirándola desafiante. Leo: ¿Por qué me lo dices a mí? Pepa: Porque voy a dedicar cada instante a hacerla feliz, y quiero dejártelo claro. Leo: ¿Te has parado a pensar que en tu rechazo ha podido buscar una alternativa? Pepa: Me quiere, y yo a ella – cortándola completamente convencida y segura. Leo: Te voy a decir una cosa que espero no tener que repetir:… No estoy aquí con la intención de intentar ni luchar por nada… Tuve mi oportunidad y la dejé marchar… Ser consciente de ello es mi cadena perpetua… - hizo una pausa, sin apartar la vista de ella – Pero no soy tan tonta ni estoy tan ciega como para no ver que lo que hay entre vosotras es mucho más de lo que nunca hubo entre tú y yo… Lo vi en su mirada nada más llegar, y lo he visto en la tuya durante estos días, aunque te hayas empeñado en esconderte… Pepa, sólo quiero que seas feliz, y sé que con ella lo eres… Así que me resigno, me jodo, y lo asumo… ¿De acuerdo?

La mirada agradecida de la morena acompañó a su sonrisa radiante.

Pepa: Gr… gracias. Leo: No me las des a mí, dáselas a tu preciosa pelirroja… - respondiendo a su sonrisa, y esta vez, de verdad – Lo que no entiendo es qué narices haces aquí hablando conmigo, cuando deberías estar pidiéndole disculpas a Silvia por haberte portado así con ella desde mi llegada… Que a veces eres lerda como tú sola…

De repente, Pepa abrió los ojos como platos y se dio un golpe en la frente.

Pepa: Mierda… Soy imbécil… Leo: Tú lo has dicho… ¿A qué esperas?... ¡Ve! – señalándole la puerta. Su armadura se quebró en una sonrisa de ánimo.

Silvia se giró al sentir en su hombro la mano de Rocío y su mirada de “Te lo dije”, su amiga sonrió y tiró de una llorosa Sara, que le lanzó un beso antes de salir.

Pepa abrió la puerta de un tirón, con prisa. Dio una zancada al frente para salir de la sala… Casi se choca con Silvia, que seguía en el mismo sitio, mirándola con los ojos empañados… La morena se quedó plantada frente a ella… Y lentamente, esbozó una tímida sonrisa…

Cap. 2 Tell me, baby… (Parte 1-2)

La azafata anunció que el avión iba a iniciar su descenso. Suspiró y la besó en la cabeza, se había quedado dormida en su hombro y se despertó con un enorme bostezo.

Pepa: Buenos días, Bella Durmiente – sonriendo. Silvia: Me he quedado dormida… - mirando a su alrededor. Pepa: No… ¿de verdad? Silvia: Oysh… - dándole un manotazo en el hombro - ¿Estamos ya? Pepa: Casi… - sin apartar su vista de ella. Silvia: ¿Quieres dejar de mirarme? Me pones nerviosa… - azorada. Pepa: Silvia – seriamente. Silvia: ¿Qué? – poniéndose seria también. Pepa: ¿Por qué estabas allí? Sara: Porque es una cotilla – asomando la cabeza por el asiento delantero. Silvia: Shhh… Calla – poniéndole la mano en la cabeza y haciendo fuerza para abajo para que se sentara en su sitio. Paula: Lo que me parece imperdonable es que no me avisaseis – asomándose por el asiento trasero – Todos ahí de orgía y yo sin saberlo… Me parecéis de un pésimo gusto, me caéis mal, que lo sepáis, y no

me habléis a partir de ahora… - fulminándolas con la mirada y cruzándose de brazos sobre el cabezal del asiento. Pepa: ¿Qué orgía ni qué orgía, Paula? ¡Pervertida! Paula: Uy lo que me ha dicho, ¡Álvaro! ¡Ataca! Álvaro: Tiene razón, Paula… - negando con la cabeza. Paula: Iros a tomar por saco todos, y que os guste y queráis más – sentándose enfadada en su asiento. Curtis: Yo si quieres te defiendo… Kike: ¿Tú? Jajajjajaj… Curtis: ¿Qué pasa, zanahorio? ¿Qué no puedo defender a la señorita o qué? – mirándola lascivamente. Sara: ¡Tengamos la fiesta en paz! Que no hemos llegado y ya estamos montándola - señalando el avión. Lo cierto es que tenía razón, los pasajeros del vuelo los miraban entre divertidos y temerosos por la actitud de algún que otro individuo… Pepa: No me has contestado… - en un susurro. Silvia: Por primera vez en tres días dabas muestras de vida… Y… quería saber si para bien o para mal… Lo siento… Pepa: ¿No confías en mí? – alzando una ceja. Silvia: Pepa… - dándole a entender su comportamiento. Pepa: Perdona. Silvia: Eso ahora da igual, ¿no crees? – sonriendo. Pepa: Creo, creo… - respondiendo a su sonrisa y besándola. Paula: ¿Veis, veis? – apareciendo de nuevo por encima del asiento y señalándolas – Qué falta de respeto, por favor – con voz indignada. Rocío: Como no te calles te juro que no sales viva de este avión… Paula: Toma, no te jode… Otra que está más empalagosa que Winnie Pooh en un exceso de miel y algodón de azúcar – bufando y mirándola con reproche: estaba sentada junto a Montoya, con la cabeza apoyada en su hombro - ¿Sabéis lo que os digo, lo sabéis? Álvaro: Sorpréndenos… Paula: Que cuando lleguemos al hotel voy a montar semejante orgía que os vais a caer de culo… ¡Toma! Rocío: Tú monta, monta – riendo y mirando con complicidad a Leo. Paula: ¿Qué pasa? – que lo había visto. Rocío: Que ya veremos si vamos a un hotel o no… - dejándolo caer. Paula: Me niego a quedarme debajo de un puente… ¡Que hace frío, tía!

Rocío: Yo sólo he dicho que no vamos a un hotel… - haciendo un gesto con la mano dando a entender que no iba a decir nada más. Paula le sacó la lengua y volvió a sentarse bajo la mirada atenta de la azafata… Unas horas antes… Se quedó mirándola, no sabía por qué estaba allí, pero en esos momentos tampoco le importaba. Se hacía cargo de lo que había tenido que soportar con su silencio… Pepa: Silvia… - acercándose a ella decidida, pero con cierta temerosidad – Yo… Silvia: Ya lo he oído – secándose las lágrimas y haciendo una pausa – No me puedo creer que todavía dudes de si te querría a mi lado… La sonrisa tímida de la morena se ensanchó y se situó a su altura. Con suma delicadeza, acarició su rostro para secar con sus dedos los finos surcos que habían quedado. Silvia: Lo siento… Pepa: ¿Qué? Silvia: Debí estar contigo, y en vez de eso me asusté y empecé a esperar lo peor y es que soy una mala persona y… - comenzando con lo que seguro serían un chorro de incoherencias que Pepa decidió parar antes de tiempo posando su índice sobre sus labios. Pepa: Escúchame bien, pelirroha… Leo tiene razón, tenía que habértelo dejado claro desde el principio, en vez de ir a mi bola y dejarte fuera… Silvia: ¿Es un empate? Pepa: Es un empate – sonriendo. Silvia: Te quiero… - fijando la vista en sus labios, que se inclinaba sobre ella. Pepa: Te quiero, te quiero… - deslizando sus manos hasta su cadera. Sus bocas estaban a escasos milímetros, a los que Silvia decidió poner fin rozando sus labios con los de Pepa… Acarició con su lengua su labio superior, provocando que los entreabriera para anclarse en un beso húmedo… que lentamente fue subiendo en intensidad… Sujetándola, Pepa se inclinó más sobre ella haciendo que Silvia arqueara su espalda hacia atrás… Los brazos de la pelirroja enlazados en su cuello… Paula: ¡Que no decaiga la fiesta! – asomando la cabeza por la puerta. Se separaron sobresaltadas, y observaron, abrazadas por la cintura, cómo bajo la cabeza de la sevillana aparecía la cabellera rubia de Rocío, seguida por la de Sara… Alguien finalmente empujó la puerta y las tres cotillas entraron en la habitación a trompicones. Rocío: ¿Pero qué…? – girándose para fulminar a quién las había empujado: se encontró con la mirada de desaprobación de su hermano. Álvaro: Sois unas marujonas... Paula: ¡Puff! Si han empañao hasta el cristal, mira, mira… - pasando el dedo por él. Pepa: ¿Es que aquí no se puede tener intimidad o qué?

Sara: Hombre, tita, una cosa es intimidad y otra comeros la boca… Paula: Ahí con ansia viva – guiñándoles un ojo. Silvia: Será posible… D.L.: ¡¿Qué cojones pasa aquí?! Paula: ¡Arrrggg! ¡¡La muerte!! – dando un brinco y señalándolo. D.L.: ¿¡La muerte!? ¿¡Sabe dónde está la muerte Casanova…!? Leo: Perdone Don Lorenzo, los he reunido aquí para ultimar algunos datos… - apareciendo de la sala de interrogatorios. D.L.: Oh, claro, claro… - cambiando su semblante por uno de embelesamiento. Leo: Disculpe también a mis agentes… - mirando profundamente a Paula, que le respondió con una sonrisa alegre. D.L.: No se preocupe, Almeida, no se preocupe… Gonzalo: ¿Por qué estáis todos aquí? – asomando la cabeza, confundido de ver a tanta gente en tan poco espacio – Nos tenemos que ir ya… Algunos fueron tirando al aeropuerto, otros se quedaron a recoger las últimas cosas, y otros se decidieron por ir a Los Cachis para despedirse de la familia. Entraron cogidas de la mano, en la barra, Sara terminaba de contarle a su madre lo que había presenciado… Pepa: ¡¡¡¡Lolita!!! ¡¡Que nos vamos!! – a grito limpio nada más entrar. Lola salió de la barra y las abrazó a las dos. Lola: Un día de estos me vais a matar a disgustos – negando con la cabeza, feliz. Paco se unió al abrazo, sosteniendo su pañuelo bien fuerte junto a la boca. Lola: Cuidaros mucho, ¿eh? – mirando alternativamente a Lucas, a Sara, a Silvia y a Pepa. Sara: Que sí, mamá… - sonriendo. Rita: Traednos cosicas así bonicas, ¿eh? Y no os olvidéis de llamar, que estamos por aquí… Concha: Y bueno… Que si veis alguna tienda de esas que me gustan a mí… Echarle un vistazo, que por mirar que no quede… - dejándolo caer. Mariano: Joer tu madre cómo las suelta, ¿no? – a Paco. Paco: Qué soltar ni qué soltar, leches, Mariano… Lucas: Bueno familia, que se van sin nosotros – empezando la ronda de besos, cuando llegó a Don Lorenzo lo miró dubitativo, pero finalmente se los dio. Al igual que Lucas, Pepa se quedó frente a Don Lorenzo con aire de duda, fue el quién se acercó a su oído para susurrar pasando desapercibido a los presentes.

D.L.: Miranda, cuide a mi hija por lo que más quiera… Pepa: Lo que más quiero es ella, y la cuidaré siempre – sonriendo y dándole dos besos. Sara: Además, mamá, si cuando os queráis dar cuenta, ya estamos otra vez aquí – sonriendo. Silvia: Es verdad, Lola – abrazándola con fuerza. Lola: Aiiiinnss… Cuídame a la loca de mi cuñada… - riendo al verla levantando a Rita y girándola en un abrazo. Pepa: ¡¡Lola!! – yendo hacia ella con los brazos abiertos. Al llegar a ella le cubrió la cara de besos. Paco: Pepa… Que ya tienes una Castro, déjame la mía tranquilita, leches… - dándole golpecitos en el hombro. Pepa se giró y le plantó un beso en la mejilla con una sonrisa. Y así, entre besos y abrazos que no terminaban nunca, se despidieron con la promesa de volver a verse pronto… Porque en realidad no iban tan lejos. ----------------------Gonzalo: ¿Lo tenéis todo? – mirándolos alternativamente, una vez recogidas sus maletas. Sara: Creo que sí… - girándose para confirmarlo. Gonzalo: Pues vamos, que nos están esperando…

--------------------Cap. 3 ¡Oh, la lá!... Orrebuáh! En la terminal, un hombre trajeado les esperaba. Montoya se acercó a él seguido por toda la tropa. Policía: ¿Gonzalo Montoya? – tendiéndole la mano con un rudo acento francés. Gonzalo: Oui [Sí] – estrechándosela con una sonrisa cortés. Policía: Sont-ils tous vous? [¿Son todos ustedes?] Gonzalo: Oui…[Sí] Policía: Bien, les taxis attendent dehors, si vous voulez m'accompagner… [Bien, los taxis están esperando afuera, si quieren acompañarme…] - haciendo ademán de girarse. Rocío: Excuse me, excuse me [Perdone, perdone] – adelantándose hasta quedarse frente a él. Paula: Rocío, son franceses… no ingleses… fran-ce-ses… ¿Te hago un croquis? – negando con la cabeza. Rocío: ¿Te hago yo el cangrejo ruso? – fulminándola con la mirada - ¡Silvia! Ayúdame… Silvia: ¿Qué pasa? Rocío: Pregúntale dónde vamos…

Silvia la miró extrañada, pero lo hizo. Silvia: Pardonnez… pourrait-il me dire où allons-nous? [Perdone, ¿me podría decir dónde vamos?] – en un impecable acento francés. Policía: À l'hôtel… [Al hotel…] Rocío ¿Qué dice, qué dice? Gonzalo: Que vamos al hotel, Rocío… Si nos contases todo sería más fácil en vez de estar tonteando… Rocío: Silvia, dile que no hace falta que nos acompañe, que dentro de dos horas… - mirando interrogante a Leo, que afirmó con la cabeza – Que dentro de dos horas estaremos en la comisaría… Silvia: ¿Qué? Rocío: Díselo, díselo… - empujándola suavemente en el hombro. Silvia: Pardonnez… [Perdone…] - con un suspiro de resignación e incomprensión - Mais nous avons à faire quelque chose d'avance, à l'intérieur de deux heures nous serons dans le commissariat... [Pero nosotros tenemos que hacer algo antes, dentro de dos horas estaremos en comisaría…] Policía: Est-elle sûre, mademoiselle? [¿Está segura, señorita?] – extrañado. Silvia: Oui… [Sí…] Policía: S'ils ont besoin de quelque chose, appelez-me [Si necesitan algo, llámenme] – tendiéndole a Montoya una tarjeta. Paula: Qué sofisticación de gente, por favor… Gonzalo: Merci [Gracias] – cogiéndola y girándose al grupo - ¿Se puede saber qué haces, Rocío? Rocío: Cuando veas dónde vamos se te van a bajar los humos, chato… - dándole unas palmaditas en el hombro y avanzando – Leo… Guíame tú que sabes dónde has quedado con él… La inspectora se adelantó y comenzaron la marcha… Se dispuso a seguirlos cuando la sintió en su espalda, y su aliento ascendiendo por su cuello… Su piel se erizó automáticamente y reprimió un estremecimiento… Pepa: Si valoras tu integridad física en estos momentos… Deja de hablar en francés por lo que más quieras… - susurrando en su oído, su voz cargada de excitación. Silvia se giró para encontrarse con el brillo que tan bien conocía en los ojos de la morena… Se puso de puntillas para besarla, quedándose atrapada en un beso apasionado… Sus lenguas se entrelazaban buscándose con urgencia y necesidad… Sara: No te digo yo… - girándose al echarlas en falta - ¡Que os quedáis las últimas! – poniéndose las manos en la boca cual megáfono. Curtis: Shhh, niña, calla… - mirándolas con la boca abierta. Kike: Por Dios… La que nos espera… Aitor: Y tanto… - sin dejar de mirarlas.

Paula: ¡La baba! – pasando delante de ellos para llegar junto a Pepa y Silvia – ¡Ya tendréis tiempo de eso! – cogiendo el brazo de Silvia y tirando de ella, separándolas bruscamente – Jajajajj… Los franceses… flipaos totalmente… Jajajajj Miró a su alrededor y se dio cuenta que era verdad… La gente que había las miraban sin cortarse un pelo. Se giró para buscar la mirada de Pepa y sonrió al ver cómo Sara la empujaba cansinamente hacia delante… Ella se dejaba tirar por la sevillana.

-------------------No pudieron disfrutar del recorrido, París a aquellas horas era un caos constante de tráfico, ruido y humo. Al cabo de más de media hora llegaron a su destino. Bajaron de los taxis dejando atrás la Torre Eiffel, el Sena y el Arco del Triunfo… La calle era algo ancha, estaban en casi pleno centro de París… Leo: Aquí es – viendo cómo todo el mundo cogía sus maletas y se agrupaban cerca de ella. Rocío: ¿A qué hora has quedado? Leo: Ya debería est… No pudo terminar de hablar porque un grito histérico los sobresaltó a todos. Bajando a la carrera las escaleras del portal en el que estaban, un hombre se abalanzaba sobre ellos. Hombre: ¡Nancy preciosa de mi vida y de mi corazón! – gritando emocionado abriendo los brazos (Ponerle voz de locaza total-total xD). La aludida se limitó a sonreír con cierta vergüenza y dejarse abrazar por él. Rocío: Ya, ya – separándose. Se quedó mirándolo, seguía exactamente igual que la última vez que lo vio: era alto y delgado, bastante atractivo, a su pesar… Tenía el pelo corto y castaño, al igual que sus ojos… Una pequeña perilla y bigote le confería un aspecto descuidado de alguien que se tiraba horas y horas frente el espejo… Rocío: Chicos, os presento a Nicòla, un viejo amigo… Nicòla: Oiiiiisssshhh… Pipiolina mía… ¿Ahora soy un viejo a amigo? – dándole un pequeño golpecito en el hombro. Curtis: Este pierde más aceite que el coche del inspector Miranda después de un tiroteo… - entre dientes. Aitor: Calla, Curtis, coño… - dándole un codazo. Nicòla: ¡Aaaaahhhh! ¡Leona, cariño! – haciendo un gesto con picardía cómica - ¡Estás igual de maravillosa que siempre! – abrazándola con efusividad. Paula: Es verdad, Leona mía… – poniendo matiz pasional e imitándolo - Estás estupenda de la muerrrrrte… Fiera, más que fiera… - haciendo un gesto con la mano. La mirada indescriptible que la inspectora le lanzó fue el detonante de más de una risa. Rocío: Entonces… ¿Nos lo has conseguido?

Nicòla: Síííí – dando un pequeño saltito – Por ti hago lo que sea… - sonriendo. Sin embargo, la sonrisa se le desvaneció al toparse con la mirada fulminante de Montoya – Hola, guapo… - con tono seductor y arrimándose a él. Rocío: Chéééé… A mirar a otra parte… - poniéndose en medio con los brazos en jarras. Nicòla: ¡Ohh! ¡Que bonito, por favorrrrrr! – dando palmadas emocionado - L'amour, l’amooooooouuuuurrrrrr… [El amor, el amor…] – cantando ante la mirada divertida de la rubia y los presentes – Bueno, ¿qué? ¿Me los presentas? – señalando a la tropa que lo miraban aguantando la risa. Rocío: Buf… Gonzalo, Curtis, Aitor, Kike, Lucas, Sara, Pepa, Silvia, Álvaro y Paula… - señalando a cada uno según los nombraba – A Leo ya la conoces… Nicòla: Encantado… - sonriendo mientras los repasaba a todos. Hasta que llegó a Paula - ¡Oh! Qué criatura más hermosa y divina… ¡Di-vi-na! – acercándose a ella con pequeños saltitos. Paula: ¿Dónde vas? ¿Dónde vas? – echándose para atrás – Sapeeeeee… - al ver que no cejaba en su empeño por acercarse – ¡Pero que te estés quieta, Reina de las Flores! – dando una zancada para situarse tras Álvaro. Nicòla: Uy lo que me ha llamado, qué ordinariez… Es peor que tú caliente, querida – dirigiéndose a Rocío. Paula: ¿Tú… caliente? – asomando la cabeza por un costado de Álvaro – No... - abriendo los ojos como platos – No me jodas, Rocío… - su pasmo acabó en un ataque de risa descontrolada que la llevó a sentarse en los escalones para intentar serenarse – No… puedo…con… mi… vida… - sin dejar de reír. Rocío: ¿Nos lo enseñas o qué? - ignorándola mientras la fulminaba con la mirada. Nicòla: Claro, amor… - dándose la vuelta. Pepa: ¿Y este es francés…? Aitor: Tiene acento gallego… Curtis: ¿Qué acento gallego ni qué acento gallego, Carrasco? Leo: Nicòla es gallego… Lo conocimos cuando estuvimos en A Coruña, y bueno, ella lo conoce mejor… Pepa: ¿Pero es francés? Sara: ¿No te está diciendo que no? Leo: Sus padres sí lo son, por eso su nombre – adivinando la duda de la morena. Pepa: Ahhh – como si aquello lo aclarase todo. Gonzalo: Vengaaa… - aguantando la puerta. Subieron las escaleras admirando el interior del edificio, estaba claro que aquellas viviendas eran de lujo. Nicòla: Aquí está… - abriendo la puerta. Pepa: ¡¡Joder!! – mirándolo con la boca abierta – Pelirroha, esto es más grande que nuestro piso, el de Paquito y tu hermana y Los Cachis juntos… Nicòla: Es un piso franco que la comisaría utiliza para operativos de gran envergadura, como este.

Aitor: Más bien la puta mansión franca – alucinado. Entraron en la estancia, mirándolo todo con los ojos como platos, aquel dúplex de lujo iba a ser su casa durante una temporada… El comedor ocupaba prácticamente toda la primera planta, el techo era altísimo, desde allí observaban la barandilla del piso superior y el pasillo que conducía al resto de estancias. A la izquierda de la entrada, una larga y ancha encimera hacía de cocina, junto a los armarios sobre ella. Lo que separaba la cocina del resto era una mesa, que más bien era una especie de barra de bar de gran longitud. La pared del fondo era un enorme ventanal, frente a la puerta de entrada, que les mostraba París desde aquel ático. A la derecha de la puerta había unas escaleras, al igual que más adelante, ambas llevaban a un pasillo que hacía de segundo piso, donde se situaban las habitaciones. Nicòla parloteaba con su peculiar modo de hacerlo explicándoles cada cosa…

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