Cientos de estrellas (9-01-09) Cap. 42 Primera Temporada Termi CIENTOS DE ESTRELLAS Cap. 1 Se descubrió mirándola, y no pudo evitar una sonrisa al ver las muecas que hacía mientras hablaba con Rita y Gonzalo. Sus gestos, su mirada, y sobre todo, su enorme sonrisa. Notó cómo su corazón empezaba a latir más rápido y quiso escabullirse al laboratorio. Pero en una de esas, Pepa levantó la mirada y la vio, al pie de las escaleras cargada con los informes, mirándola fijamente. Le guiñó un ojo antes de que esta, con una sonrisa, se fuera camino al laboratorio. G: ¿Qué piensas entonces Pepa? - le preguntó tratando llamar su atención con poco éxito, la verdad. R: ¡Pepa! Ay chiquilina, que estás empanaica… - le dice riendo. P: ¿Eh? Perdona Gonzalo, ¿qué decías? G: Que si esta noche paso a recogerte para ir a los Cachis… P: Uff, no sé, no sé a qué hora saldré ni cuánto tardaré en cambiarme y eso, mejor nos vemos allí, ¿vale? Bueno, una pila de informes me esperan, hasta luego… Dicho eso, se levantó, pero en vez de ir a hacer esos “informes”, se dirigió al laboratorio, intentando calmarse. G: Vaya Rita, sí que es dura esta Pepa, sí… Rita en off: (pues sí, inspector Montoya, sí, pobrecico mío que aún no sa dao cuenta de que a la Pepa le tiran más las zagalicas…) G: Me voy, hasta luego Rita. R: Hasta luego inspector… Rita se quedó pensando en lo que acababa de ver: cómo Pepa miraba embelesada a una Silvia que se alejaba con una sonrisa radiante, ¿Cuánto tiempo hacía que no veía sonreír así a Silvia? Pepa en off: (A ver Pepa, sosiega, le dices que pasas a recogerla si quiere, que tampoco es pa tanto, que sólo es una fiestecilla en los cachis, que no es cita ni nàh…joder, es que como mire con la cara esa de “pero qué me estás contando”…hasta enfadada es guapa, ¿cómo puede ser tan jodidamente guapa? ¡¡Pepa, coño!! ¡¡Concéntrate!!) Sin darse cuenta, se había plantado en la puerta de su laboratorio, mordiéndose el labio, tocó suave y entró. Silvia en off: (Silvia, por Dios, que llevas media hora para leer dos líneas. Hija, que no estás en lo que estás… Hace dos semanas que llegó, volviendo a ponerlo todo patas arriba con su carácter macarrilla y su sonrisa de pilla.
Eran amigas de pequeñas, inseparables, hasta que un “incidente” con alguna que otra calada de más y un beso en medio de un baile de comunión las separó. Había pensado en ella, claro, pero no de aquella forma, no hasta el punto de verla y querer besarla, de tocarla, de de de de… - buf, para. Llevaban ocho años sin verse. Se sorprendió muchísimo verla de nuevo, y mucho más su aspecto, la creía punky perdida sin remedio, no tan…-dilo Silvia porque es lo que estás pensandotremendamente guapa. No había pensado así en una mujer, ni siquiera se lo había planteado, pero ella le transtornaba completamente con su sonrisa eterna e intensa mirada. Y la noche anterior – si es que te pones mala sólo de pensarlo, así que déjalo ya, ¿no? – la noche anterior bailaron, junto a su sobrina Sara, en un local de strip-tease para un operativo. Recordaba cómo rozaba su piel y esta ardía, cómo la miraba bajo las luces del local y ella quería entregarse totalmente a su cuerpo…). Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos golpecillos en la puerta… Cap. 2 P: ¡Hola pelirroha! – saludó alegremente cerrando la puerta. Ella cerró los ojos un segundo al oír su voz, y se giró son una tímida sonrisa saludando con la misma efusividad: S: ¡Buenos días loca de las praderas! La sonrisa de Pepa se congeló y levantó una ceja mientras la miraba seriamente. Ante eso Silvia se quedó cortada. Pero el estallido en carcajadas de su compañera le hizo tranquilizarse: P: ¿Loca de las praderas? Jajajjaja… Esa me la apunto, jajaja… ¿Qué, eso es nuevo? S: Oye, qué pasa – le espetó entrecerrando los ojos, como amenazándola - ¿Algún problema Miranda? P: Nada, nada inspectora – contestó intentando contener la risa a la vez que se ponía recta, haciendo el saludo militar. Pepa en off: (Pero qué mona que es, por Dios, ahí con esa sonrisilla de superioridad… ainnnsshh…) Silvia en off: (Tranquilízate que te estás poniendo demasiado nerviosa, y esto ella lo nota, que lo sé, que tiene un sexto sentido por lo menos) Mientras Silvia volvía con los informes para evitar tener a Pepa delante y así tratar de detener lo que su presencia estaba provocando en su cuerpo, la morena se acercaba lentamente, dejando que el olor del laboratorio, lejos de oler a “laboratorio”, la impregnara y así sentir lo más cerca posible su fragancia, esa que la volvía loca: P: Que digo yo pelirroha, ¿irás a lo de los Cachis? S (tratando de parecer concentrada cuando de lo que verdaderamente estaba pendiente era de cualquier movimiento suyo a su alrededor): ¿Eh? Sí, supongo, ¿por qué? P: Hombre, que después del baile de ayer no te quedará cuerpo para mucho más – explicó riendo. S: Pues sí voy a ir, que lo sepas.
P: ¿Paso a recogerte entonces? (Hala, ya se la has soltao, ahora te dice que no va, ¿es que lo tienes que joder todo Pepa?) Silvia, que le pilló por sorpresa, no pudo contener una sonrisa, aunque Pepa no la viera: S: Sí, vale, ¿a las 9 y media? Pepa en off: (¡Ouh yeah!) P: Perfecto – y acercándose a su cuello por detrás, puesto que Silvia seguía de espaldas a ella, le susurró al oído – princesa. Se fue dejándola con la piel erizada y las piernas cual mantequilla. Y al cerrar la puerta, se apoyó en ella cuan larga era para estabilizarse un poco, y suspirando, se dio cuenta de que no podría acercarse a Silvia sin notar como le carcomía por dentro aquello que no entendía, y mucho menos, irse de rositas de su lado, sin temblar, sin ponerse nerviosa… El operativo del strip-tease había sido el primer operativo de su sobrina Sara, que estaba en prácticas, y había sido un éxito. Por eso, iban a celebrarlo todos con una cena en los Cachis, y quién sabe, si después unas copas y unos bailes, u otros planes… Cap. 3 Paco (sacando el pañuelo y tapándose la boca): Que mírala, que sonrisa trae, ay mi niña, que algún desgraciao le ha estao comiendo la boca, Mariano, que mira mira… Mariano: Joder Paco, que es verdad, que parece que acaba de meter los deos en un enchufe, que trae los pelos de Mufasa recién levantao… Paco: No te pases Mariano, coño, que es mi niña, Sarita, que viene, disimula, coño, Mariano, disimula… Sara: ¡Hola papá! ¡Hola Mariano! – saluda esta dándoles dos besos a cada uno y acercándose a la barra, donde estaba Lola. Mientras iban llegando todos, Pepa subía “tranquilamente” las escaleras del edificio de Silvia, que la esperaba impaciente. Cuando abrió al puerta y se la encontró con aquel vestido negro, su pelo cayendo por su espalda descubierta (como comprobó cuando bajaban) y su sonrisa triunfadora enmarcada por sus labios rojos, se sintió muy pequeña comparada con aquella diosa Belleza, con lo que no pudo articular palabra: Pepa en off: (La madre que la trajo, que ese vestido te lo quitaba yo en un momento y…y…¡Pepa por Dios!) S: Si que debo ir guapa porque te he dejado sin palabras – dijo riendo mientras esperaban el ascensor. P: Pero pelirroha…tú cuando tengas que ir a una fiesta-fiesta, ¿Cómo piensas ir pa superar esto? S: Pues a lo mejor tengo que ir desnuda, quién sabe… - contestó con suficiencia a la vez que entraba dentro, seguida por una Pepa que no salía ni de su asombro ni del embelesamiento que le estaba provocando la pelirroja.
Silvia en off: (¿Pero qué narices estás diciendo Silvia? ¿Cómo que desnuda? ¿Has dicho desnuda? Lo tuyo no es normal, mírala, si la he dejao KO…Ay, qué mona con esa cara, y qué guapa está, si aunque lo niegue, algo sí se ha arreglado, muy en su estilo, pero sí…Si es que ni con tacones llego a su boca…¡Silvia!¡Qué narices haces pensando en su boca??). P: ¿Vamos pelirroha? – preguntó empujándola suavemente en la espalda, intentando contener un escalofrío al tocar su piel. Llegaron al bar y la cena transcurrió los más tranquila que podía ser tratándose de quiénes eran. Gritos de Don Lorenzo por más de un comentario desafortunado de Curtis hacia Pepa o Silvia, pero sobre todo, la batalla campal que habían empezado éstas con miradas plagadas de pretensión y sonrisas que hablaban por si solas, de las que fue testigo Lola, que las miraba alternativamente, deduciendo poco a poco lo que estaba pasando entre su cuñada y su hermana, y ocasionalmente, por Sara. Terminaron de cenar y alguno de los presentes se fueron, como Don Lorenzo, Rita y Povedilla (tenían que quedarse con la niña), y Sara y Lucas, que se escabulleron sin llamar la atención. Así que Lola aprovechó que Pepa fue al baño para coger a su hermana por banda y obligarla a sentarse con ella. L: ¿Se puede saber qué estás haciendo hermana? S: ¿Hacer de qué? L: Que te la estabas comiendo con los ojos. S: ¿Qué dices? L: ¿Me vas a negar que no has dejado de mirar a Pepa en toda la cena? S: No…Es que…ufff…Lola, que no lo entiendo… L: ¿El qué? ¿Qué te gusta Pepa y por eso estabas tonteando con ella? S: ¿Qué? Quita, quita, ¿cómo va a gustarme Pepa? No soy lesbiana, Lola… L: ¿Y? A ver, Silvia, no elegimos de quien nos enamoramos, y si lo dejamos pasar, pues igual nos arrepentimos toda la vida – le dijo seriamente. Silvia la miró fijamente, asimilando sus palabras, hasta que sonrió tímidamente, y se lo agradeció. S: Te quiero – contestó besándola en la mejilla. L: Aiiiinnnsssh, ¿y qué… Lola se vio interrumpida por los gritos de Pepa, que saliendo del baño le pedía que bailara con ella, ante eso, Lola rió y le dijo que esperara un momento. S: Voy a necesitar ayuda, – le dijo contestando a su pregunta, a la vez que le quitaba el vaso a su hermana y se lo bebía de un trago. L: Ah, una cosa – se acordó Lola antes de irse a bailar con su cuñada. – Pepa te miraba igual que tú a ella…
Cap. 4 (Parte 1) Pepa: Cuñá, ¡tenías que haber venido a bailar al Flash-Dance! Eso es moverse y lo demás son tonterías. Lola: Calla, calla, que se te está subiendo el vino a la cabeza. P: Jajaj… A mí no sé, pero a la que sí se le ha subio es a la pelirroha – concluyó señalándole a Silvia, que bajo el efecto de todo lo que había bebido, se había lanzado a bailar con Paco y Mariano la macarena… ******* Después de cenar, Pepa había decidido evitar todo lo posible a Silvia. Se había pasado toda la cena deseándola sin dejar de mirarla, y al darse cuenta de aquello y bajar de la nube, se lo propuso, no sin un inmenso esfuerzo. No quería hacer ninguna tontería, ahora que volvía a estar entre su familia y la que por aquel entonces, su mejor amiga. Aunque seguía teniendo en mente las miradas que le dirigía y se preguntaba a qué jugaba la pelirroja, si ya le había dejado claro que no le gustaban las chicas. Pero durante la cena, la sensación que le producía Silvia era la de estar sintiendo lo mismo que ella…Con un suspiro, fue al baño y allí intentó calmarse, pero le era imposible. No le hacía falta pensar mucho para darse cuenta de que, en dos semanas, se había enamorado de ella. Una lágrima recorrió su rostro, pero la interceptó con la mano – aquí no va a llorar nadie, ¿eh Pepa? Así que ale, pa fuera a darnos unos bailoteos y nos olvidamos un poquillo de la pelirroha -. Y con una sonrisa, salió gritándole a Lola que bailara con ella. Silvia en off: (Vale, ahora está bailando con Lola, pero en cuanto lo dejen, te acercas y le dices que tenéis que hablar, porque tenéis que hablar…Joder, que no se cansan las tías de bailar…) Así que a rellenó su vaso otra vez...y otra…y otra… Porque Pepa no dejaba de bailar y con cada trago, su determinación flaqueaba hasta el extremo de olvidarse de su propósito e irse con Paco y Mariano. ********** Lola: Pepa, será mejor que la lleves a casa, voy a por las llaves – dijo metiéndose en la barra y dejando a Pepa sin tiempo para decirle que la llevara ella, que si quería ella cerraba el bar… Pepa en off: (Ya la has liao, ¿y ahora qué? -Hola Silvia, que como vas como una cuba, pues que verás, que te quiero, y que quiero besarte… Pepa deja de delirar y ve a por ella porque la pobre lleva una encima del copón). L: Aquí tienes – le dijo tendiéndole las llaves. P: Si quieres puedo quedarme a cerrar yo, y tú la llevas… L: No, es mejor que lo hagas tú – sentenció guiñándole un ojo. Pepa se acercó a Silvia, que estaba literalmente, colgada del cuello de Mariano. P: Vamos pelirroha, que la fiesta se acaba – dijo pasando con suavidad su brazo encima de sus hombros y cogiéndola por la cintura – Hasta mañana Lola – se despidió mientras salían.
S: ¿Cómo que nos vamos? ¡Pero Pepa! Que Paco y Mariano siguen cantando – replicó intentando volver al bar. P: Cheeeee, ¿ande vaaas? Anda, sube al coche – le instó abriéndole la puerta y empujándola con delicadeza dentro. S: No, no, nooo – contestó todavía cantando. ************* Una vez dentro, el trayecto a casa de Silvia fue más bien entretenido. La pelirroja cantaba como si la vida le fuese en ello, y Pepa, entre carcajadas, la acompañaba. S: Si vas a seguir desafinando así, va a ser mejor que te calles – le cortó cuando aparcó el coche y se iba a bajar para sacarla a ella. P: Silvia, cariño, ahora mismo sólo cantabas tú… - le explicó intentando no romper a reír. S: Sí, claro… Llegaron al ascensor, y dentro, Silvia se abrazó a Pepa, no podía ni con su alma. Pepa en off: (Joder pelirroha, no me lo pongas más difícil…) S: Pepa… P: Dime… S: Gracias – dijo con una sonrisa. P: No tienes por qué darlas – contestó también sonriendo. Pepa la miraba fijamente, aquellos ojos...Silvia, que se dio cuenta de cómo la estaba mirando, amplió su sonrisa, no habían sido imaginaciones suyas, Pepa también lo sentía. Tenía que decírselo. S: Pep… - empezó a decir con un hilo de voz, pero la morena, que no se había dado cuenta de que iba a hablar, tiró de ella suavemente hasta la puerta. P: Vamos. Después de hacer malabares con Silvia agarrada a ella y las llaves, consiguió abrir y entraron. P: Ya está pelirroha, ¡ja! La señorita Pepis ha traído a su princesa sana y salva – le dijo riendo, aunque luego rectificó – Bueno, lo que se dice sana-sana, pues no, más bien entera y con vida… Dicho esto, se giró para mirar a Silvia, que se había quedado apoyada en la puerta cerrada y la miraba seriamente. S: Pepa, tenemos que hablar – parecía haber recobrado de golpe toda su seriedad. Pepa se temía lo peor, así que empezó a hablar ella.
P: Escucha Silvia, mañana vas a tener la madre de toas las resacas, mejor que te acuestes y ya mañana hablamos si quieres… - trató de convencerla, acercándose a ella y cogiéndole la mano para guiarla con delicadeza al dormitorio. Pero no se movía, la seguía mirando fijamente, calibrando entre enzarzarse en lo que sería una larga conversación con Pepa o irse a la cama… Finalmente, la segunda opción le pareció lo más recomendable, aunque se prometió que a la mañana siguiente hablaría con ella, a pesar de no tener el alcohol como apoyo. S: Vale – accedió al fin – Pero con una condición. P: ¿Cuál? – preguntó con una amplia sonrisa, que hizo que el corazón de Silvia empezara a latir más rápido. S: Que te quedes conmigo… Pepa en off: (Princesa…¿por qué me estás haciendo esto? Que voy a acabar haciendo una tontería, que me lo estoy viendo…Uffff) P: ¿Segura? S: ¡Pues claro Pepa! Qué cosas tienes hija… Voy a por tu pijama… Se dirigió a la habitación, dando tumbos. P: ¡Ey! Princesa – pensando (que esta se me destroza ella sola). La cogió y la sentó en la cama. Sacó el pijama de debajo de la almohada y se lo tendió. Silvia en off: (No querrás hablar, pero no te escapas) S: Ufff, Pepa, que no puedo, ayúdame anda – le pidió cerrando los ojos. Pepa le bajó lentamente la cremallera del vestido, y a pesar de intentar con todas sus fuerzas no mirar, no pudo evitarlo, y aunque ya la había visto semidesnuda en el strip-tease, se le erizó la piel y sintió un escalofrío al volver a ver su piel nívea, perfecta, suave. Tragó saliva. P: Necesito que te levantes – le pidió con un hilo de voz. Silvia disimuló una sonrisa con un bostezo despreocupado, consciente de lo que le estaba provocando a Pepa, y feliz por ello. Deslizó la parte superior del pijama, rozando con la punta de sus dedos los brazos y los costados de Silvia, que dio gracias a la oscuridad de la habitación ya que se había ruborizado. Sin embargo, a Pepa no se le escapó que se le pusiera la piel de gallina, y aquello le agradó y extrañó a partes iguales. Una vez cambiadas, Pepa se dirigía al comedor. S: ¿Dónde vas Pepa? P: Pues al sofá – contestó titubeando – No querrás que me acueste contigo? – le dijo con una sonrisa picarona.
S: ¡Mujer, claro! Con lo que Pepa se metió en la cama con ella, sorprendida todavía. Se tumbó de lado, mirando a Silvia, y esta, ni corta ni perezosa, se abrazó a la morena. Lentamente, Silvia acercó su rostro al de ella. Ambos corazones iban acelerando sus latidos al ritmo que sus bocas se aproximaban, llamándose a gritos. S: Mañana me estallará la cabeza – susurró. Sentía su aliento tan cerca, se estaba volviendo loca por momentos… P: Mañana será otro día – respondió susurrando también con dulzura. Sus bocas se rozaban levemente, hasta fundirse en un beso suave, tierno. Pepa se sintió en el cielo mientras abrazada a su pelirroja, creyendo que aquello no estaba pasando de verdad. Silvia se separó suavemente de ella y sonrió. S: Buenas noches, loca de las praderas – susurró antes de cerrar los ojos lentamente. P: Buenas noches – contestó, sonriendo completamente embelesada. Cuando creyó que Silvia ya estaba completamente dormida, le apartó un mechón de pelo de la cara, sin creerse lo que acababa de pasar. La sensación duró poco, pues fugaz, la idea de que para Silvia no hubiese tenido importancia, empezó a carcomerle. Desechó rápidamente ese pensamiento y se concentró en la sonrisa de su princesa, no, aquello no podía haberlo fingido, ni mucho menos, no sentirlo. P: Te quiero – suspiró cerrando los ojos. Silvia sonrió, y finalmente, cayó rendida… Cap. 5 El martilleo sobre su cabeza acabó por despertarla. Se abrazó más a la almohada y suspiró. A pesar de tener una resaca tremenda, se sentía mejor que nunca. Lentamente, sus sentidos fueron despertando y empiezó a notar un suave latido en su oreja… Silvia en off: (¿La almohada late?...No, espera…¡Pepa! ¡Estoy abrazada a Pepa! ¿Pero qué pasó anoche? Me duele todo…pero se está tan bien….mmm) Habían amanecido abrazadas, Silvia dormía prácticamente sobre Pepa, con la cabeza en su pecho y rodeándole el cuello con los brazos, mientras la morena le rodeaba la cintura. Al darse cuenta de que se había despertado, decidió romper el silencio. P: Buenos días pelirroha – saludó besándola en la frente - ¿Qué tal la cabeza? – preguntó sonriendo. S: Bufff…Si no tengo un ejército dentro le falta poco. P: Es lo que tiene abandonarse a la bebida…
S: Calla, calla, no me lo recuerdes – le cortó cerrando los ojos e inspirando fuerte, aunque después deseó no haberlo hecho, el olor de Pepa hizo que se pusiera nerviosa, así que intentó desviar el tema - ¿Tienes hambre? P: Iba a levantarme antes a preparar el desayuno, pero resulta que te has agarrao como una lapa – contestó riendo. Silvia se dio cuenta que tenía razón, no la había soltado todavía, y parecía no estar dispuesta a hacerlo. Se ruborizó hasta la raíz del cabello, y lentamente retiró sus brazos, dejando a Pepa incorporarse y sentarse en el borde de la cama. Por su parte, se levantó y se dirigió a la cocina, pero a medio camino, Pepa la llamó. P: Silvia. S: Dime. P: ¿No me vas a dar un beso de buenos días? – preguntó acercándose a ella, algo seria. La pelirroja la miró extrañada, y pensó que era una broma, riendo se dio la vuelta y se fue a la cocina. Pepa en off: (No se acuerda de nada… Mierda, lo sabía, joder, aunque quizá sea lo mejor…) Con la cabeza gacha, volvió a la habitación para cambiarse de ropa, y mientras Silvia se metía en el baño, salió de la casa deseando no haber entrado allí la noche anterior. ********* Mirándose al espejo, se preguntó el por qué de la pregunta de Pepa, su seriedad…Necesitaba recordar lo que sucedió, porque tenía la sensación de que había sido algo importante. El temor de haber hecho alguna tontería empezó a invadirle cuando oyó el sonido de la puerta. Salió del baño y se encontró con que Pepa ya se había ido. Al lado de su pijama, una nota: “Yo sí te lo hubiera dado, princesa…” Silvia en off: (¡Joder! ¿Qué pasó anoche?) Se sentó en la cama y cogió la camiseta del pijama que Pepa había llevado. Se quedó así, pensando, intentando recordar…Hasta que, perezosas, las imágenes comenzaron a hacer acto de presencia. Y se levantó de un salto cuando recordó el beso y cómo se durmió con las dos palabras de Pepa en la cabeza…Te quiero… S: Mierda, ¡Pepa! ********* El resto del día pasó tranquilo en comisaría, a pesar de los intentos de Silvia por hablar con Pepa, pues la morena la evitaba a cada segundo, y aquello le irritaba. Cansada de ir todo el día tras ella, se pasó por casa de Lola después de cenar. Al ver la cara de su hermana, supo que algo iba mal. L: Cariño, ¿qué pasa? – preguntó después de darle dos besos y sentarse frente a ella en la cocina.
S: Que la he jodido Lola. L: Pero si ayer ibas de lo más contenta. S: Pues por eso mismo, que besé a Pepa. Sara: ¿Pero no era eso lo que queríais las dos? – interrumpió sentándose con toda la naturalidad del mundo. Silvia: Pero bueno, ¡cotilla! Sara: Oh, venga, que ayer os moríais de ganas, que se os veía, ¿a qué sí? – le recordó sonriendo pícaramente. Silvia: Sí…pero…pero es que yo estaba borracha, y esta mañana no me acordaba de nada, y a Pepa le ha sentado fatal… Lola: Es normal, hermana… Sara: Con lo loca que está por ti, ya te vale tita… Silvia: Sara, calla…Bufff, ¿qué hago? Lola: Pues es obvio, ir a buscarla. Silvia: Lleva todo el día evitándome. Sara: ¿Y qué haces aquí todavía? - le preguntó asombrada levantándose y tirando de ella para que se levantara también – Ve a su casa. Silvia: ¿Segura? – preguntó, dudando. Lola y Sara: ¡Claro! Lola: Ay hermana, a veces eres más pará… Sara: Jajaja, es verdad, tita… Silvia: Bueno, parad ya las dos, ¿no? Anda que, menudas consejeras me he agenciado – les dijo riendo – Me voy – se despidió con una sonrisa optimista. Y decidida, salió en su busca… ********* Cap. 6 (Parte 1) Estaba sentada en el sofá, intentado prestar atención a la tele, pero la sentía como murmullos lejanos. Sabía que había actuado a la tremenda, que debía haber sabido que Silvia podría no acordarse, y haberse pasado el día evitándola no era, ni de lejos, la solución. Con un suspiro de resignación, apagó la tele y fue a por el móvil para llamarla, cuando sonó el timbre. Con desgana, abrió la puerta, y su sorpresa fue mayúscula al encontrársela ahí parada. Se apoyó con chulería en la puerta, e indiferente preguntó.
P: ¿Qué haces aquí, Silvia? S: Llevo todo el día detrás de ti, así que he pensado que aquí no tendrías escapatoria, a no ser que tengas una ventana por ahí abierta, – contestó, haciendo un ademán de mirar tras ella para buscar la susodicha ventana. Pepa no pudo evitar una leve sonrisa. P: Anda pasa – le dijo apartándose para dejarla pasar. Silvia sonrió complacida, tanto por su gesto, como por encontrársela de aquella guisa: el pelo recogido en una coleta, dejando los mechones de flequillo, una camiseta de tirantes ajustada y unos pantalones cortos que no cubrían más de un palmo de sus piernas infinitas… P: ¿Qué quieres? S: No seas borde…- le reprochó intentando suavizar la situación. P: ¿Qué no sea borde? – le preguntó con ironía, mientras la decisión de aclarar las cosas se iba esfumando dejando paso a su mala leche. S: Pepa, llevo todo el santo día detrás de ti, ¿me vas a dejar hablarte? – contestó levantando el tono y empezando a cabrearse ante la actitud de Pepa. P: ¿Y te ha pasado algo por ir detrás de mí? No, ¿verdad? Pero claro, ella lo que quiera lo quiere tener cuando ella quiera, ¿no? S: ¿De qué coño estás hablando? P: ¡De ti, Silvia! ¡Que no sé a qué narices estás jugando! ¡Que si has venido a echarme el discurso del siglo vete por esa puerta porque no aguanto más! – le gritó perdiendo los estribos - ¡¿Tienes idea de lo que es verte y saber que no puedo tenerte?! ¡¿De verte sonreír y desear que me sonrías así siempre?! ¿¡De escucharte hablar y desear tus labios!? ¡¿Tienes idea de lo que significó para mí lo de anoche?! ¡¿Tienes idea de lo que daría por volver a besarte?! S: ¡¡¡Pues bésame!!! – le cortó, también alterada. P: ¿Qué? – le preguntó con un hilo de voz, su rabia y su ira habían desaparecido de un plumazo y ahora la miraba atónita. S: ¡Que me beses! ¡Que no he deseado otra cosa en estos días, que has llegado y lo has trastocado todo! ¡Y me encanta! ¡Me encantas! ¡Me encanta tu sonrisa, tus ojos, tu pelo, tus labios, TÚ! ¡Me gustas! ¡Y no sé si me estoy volviendo loca, pero me estoy enamorando de ti! ¡Y quiero estar contigo! ¡Te necesito, porque no sabía lo que era necesitar a alguien para ser feliz hasta que apareciste! ¡Así que bésame Pepa!
Cap. 6 (Parte 2) Sin dudar un segundo, avanzó hacia ella y no se paró al llegar a su altura, si no que, sosteniendo su rostro entre sus manos, la besó apasionadamente, empujándola contra la pared. Silvia respondió con la misma pasión al beso, abrazándola por la cintura y entregándose completamente
a sus labios, a su lengua, a su sabor. Terminaron el beso con dulzura, y lentamente se separaron. Pepa miraba a Silvia con el brillo del deseo en sus ojos, al igual que la pelirroja. P: ¿Estás segura? – le preguntó acariciándole con ternura y apartándole un mechón de pelo de los ojos. S: ¿Te lo demuestro? – respondió levantando una ceja y con una sonrisa cargada de picardía. Pepa no pudo más que sonreír e inclinarse para volver a besarla. Silvia abrazó el cuello de la morena con sus brazos mientras rodeaba su cintura con sus piernas. Y así, sosteniéndola a la vez que le daba suaves besos en la comisura de los labios, se dirigió al dormitorio, donde tumbó a Silvia en la cama. Despacio, se tendió sobre ella, a la vez que la pelirroja ataca su cuello, no pudo evitar un leve gemido. Se incorporó para quitarle la camiseta a Silvia, que se dejaba hacer mirando a Pepa con intensidad, pidiéndole más con los ojos. Tampoco se quedó atrás y le hizo un gesto a Pepa para que levantara los brazos y quitarle también la camiseta. La ropa sobraba por todas partes, pantalones que se desabrochaban, sujetadores que se deslizaban por la piel y ropa interior que estorbaba. Pepa se detuvo, apoyando su frente sobre la de Silvia, mirándola a los ojos, saboreando el momento en el que sabía que podía ser suya, que era suya. Ambas sonrieron y se volvieron a besar, haciendo de aquel beso más profundo al mismo tiempo que sus cuerpos subían de temperatura al sentir el contacto de las caricias. La pelirroja llevó su mano al pelo de Pepa, deshaciéndose lentamente de la goma que lo mantenía recogido, dejándolo caer sobre su rostro mientras besaba ardientemente su cuello. Se situaron colocando una pierna entre las de la otra y dejándose llevar por el amor que lentamente se hacía con sus corazones, por la lujuria y el deseo en los que se consumían, insaciables, y por el ritmo que marcaban entre besos, caricias, gemidos, miradas y susurros. Su piel ardía bajo la de Pepa, sus manos y sus labios en su cuerpo le hacían perder la razón, aunque sabía que la había perdido en el momento en que Pepa la besó. No podía soportar el placer, se lo hizo saber con una mirada, a lo que la morena contestó con una sonrisa pícara. Entonces la sintió dentro de ella, y estalló con un gemido mordiéndole el labio inferior. Pepa sonrió y la beso con dulzura en el cuello, pero la cosa no iba a acabar ahí. Con un suave movimiento, Silvia se colocó sobre Pepa, y esta vez, tomando ella el control, deslizó sus labios, despacio, besando con intensidad primero su cuello, bajando por sus pechos, donde se recreó haciéndola gemir, para terminar en su vientre y volver a su boca. Al mismo tiempo sus muslos jugaban con su sexo, y finalmente, introdujo sus dedos en él, haciendo que Pepa arqueara su espalda buscando el orgasmo al que llegó con un gemido ahogado. Se besaron tiernamente, acompasando sus respiraciones y tranquilizando sus corazones… S: Pepa – susurró en su oído. – Yo también te quiero – dijo dándose cuenta de la verdad de sus palabras. No pudo evitar que una lágrima asomara en sus ojos, que Silvia se encargó de interceptar con sus dedos, acariciando su rostro. Se sintió inmensamente feliz. P: No quiero que sea mañana – contestó con una sonrisa. S: Mañana será otro día – respondió sonriendo también.
Se besaron lentamente, siendo en él sus almas las que hacían esta vez el amor. Minutos después, ambas dormían profundamente, abrazadas…
Cap. 7 - ¡Hola Lola! - saludó Silvia entrando triunfante en los Cachis. - Uy hermana, qué alegría tienes tú de buena mañana - contestó sonriendo - Fue bien, ¿no? - Uff Lola, si tú supieras - respondió sentándose. - Pues hale, empieza - la animó poniéndole un café delante. -Que no, que no, que entro en 5 min. - Tú de aquí no te mueves hasta que no me lo cuentes todo, además, que sé yo que te mueres de ganas, andaaa. - Todo-todo, no - replicó con los ojos brillantes. - Uuuuuyyyy, cuenta cuenta. Lola escuchaba embelesada por la felicidad de Silvia, que empezó a contarle, desde el mismo día que llegó Pepa hasta cómose gritaron lo que sentían y acabaron besándose apasionadamente y... - Lo demás es privado - concluyó sonriendo. - Pero bueno, ahora que empezaba lo picante de verdad... - ¡Lola! - Vale, que sí, que sí, pero... pero...¿como es? Porque... - preguntó algo cortada haciendo gestos con los dedos. - Jajajja...Es increíble, Lola, IN-CRE-Í-BLE - contestó riendo - Bueno, ahora sí que me voy - se despidió dándole dos besos y saludando a Rita, que entraba en ese momento. - Hasta luego chiquilina - respondió algo sosprendida por la efusividad de la pelirroja - Qué alegría trae - comentó sonriendo. - El amor es lo que tiene - le dijo Lola contagiándose de la felicidad de su hermana. - ¿La Silvica enamorá? - preguntó emocionada - cuenta, cuenta... - Shhhh, si estás atenta, te darás cuenta pronto - contestó guiñándole un ojo. - Eso no vale Lola - refunfuñó poniendo morritos. ***********
Abrió los ojos lentamente con una sonrisa aún medio dormida, sin embargo, su sonrisa se desvaneció cuando, al estirar el brazo para cercionarse de que su pelirroja seguía ahí, se encontró con el vacío. Acabó despertándose completamente, e incorporándose en la cama, la buscó con la mirada, nada. Su ropa tampoco estaba. Las dudas comenzaron a asaltarle...pero sus ojos se toparon con un papel doblado por la mitad encima de la almohada, donde hasta hace unas horas dormía Silvia. Lo desplegó nerviosa, temiendo lo que podía haber escrito... Una enorme sonrisa iluminó su rostro caundo terminó de leerla: "Ayer soñé que pasaba la noche con una diosa. Pero esa diosa seguía abrazándome esta mañana cuando me desperté...Diosss Pepa, he necesitado una grúa para poder levantarme de la cama, tengo turno de mañana. Te he dejado el desayuno en la cocina, así que no tardes que quiero que entres pronto. Nos vemos en comisaría ;)" Se duchó y fue a desayunar. No pudo quedarse como un pasmarote y mirar con los ojos como platos la ingentemente inmensa cantidad de comida que había sobre la mesa. Pepa en off: (Pero esta mujer...) Junto a la comida, otra nota: "Te necesito en forma..." Sonrió y se pudo al ataque, aunque sabía de primeras que no podría comerse todo aquello... ********** - ¡Buenos días Lola! - gritó entrando a los Cachis. Lola en off: (Ay madre, cómo viene la otra...) - Buenos días Pepa - contestó con una sonrisa - ¿Te pongo un café? - Qué va, tu hermana ya me ha hecho un desayuno pa no comer en meses - respondió alegre, aunque al darse cuenta de lo que había dicho, se apresuró a explicarlo - Que... que se ha pasado esta mañana por casa y... y eso, que hemos desayun... Lola se echó a reír al ver la cara de Pepa intentando buscar una explicación coherente. - Pepa, Silvia se ha pasado esta mañána antes de entrar y me lo ha contado, así que tranquila. La expresión de Pepa se suavizó, aunque volvió a alarmarse en cuestión de segundos. - ¿Y qué te ha contado exactamente? - Todo... - ¿Todo-todo?
- Que sí, hija sí... La morena se dio cuenta de que mentía, así que decidió pincharle. - ¿Te contó cómo le arranqué la ropa y le hice el amor salvajemente sobre la encimera de la cocina? - preguntó mirándola con picardía. Lola enrojeció al escucharla y se apresuró a contestar con naturalidad mientras secaba los cubiertos... - Claro, claro. - Lola, no está bien mentir - le reprochó riendo. - ¿Entonces no es verdad? - ¡Claro que no! - Eres cruel. - Y tú una mentirosilla. Ambas se reían a carcajada limpia cuando llegó Montoya. - ¿Y este buen humor? - Aquí Lola, que es peor que Pinocho. - ¿Sí? ¿Por qué, Pepa? - preguntó intentando enterarse y llamar la atención de la morena. - Que te cuente ella - respondió levantándose para irse - Hasta luego Lola - se despidió lanzándole un beso y guiñándole un ojo - Adiós Gonzalo. - Nos vemos... Montoya se quedó mirando cómo se alejaba, embobado. - Gonzalo, cariño, que le vas a gastar el culo a la pobre muchacha - le dijo Lola que se había dado cuenta. Montoya se ruborizó y sonrió agachando la cabeza. *********** Llevaba toda la mañana nerviosa, a la espera de verla aparecer por la puerta, sonriendo como siempre. Estaba inclinada sobre el microscopio cuando oyó los suaves golpes en la puerta, levantó la cabeza, ilusionada. Pero la vio y fue como si le cayera un jarro de agua fría. Pepa la miraba fríamente, con una seriedad, que para qué negarlo, no le gustaba nada porque parecía una persona completamente distinta. - Inspectora Castro, estos informes son para usted - le dijo tendiéndoselos...
Cap. 8 (Parte 1) Silvia los cogió, sin dejar de mirarla atónita, empezaba a asustarse. Pero de repente Pepa sonrió ante su expresión. P: He pensado que igual querías mantener las apariencias, y como eres mi superiora… echándose a reír. – Pero claro, es que es complicado, porque me muero de ganas de comerte a besos, pelirroja. Silvia suspiró aliviada. S: Te mato – dándole un tierno golpe el la frente con su mano, que Pepa aprovechó para coger antes de que la retirara – Me estaba asustando, que lo sepas. P: ¿Por qué? – acercándose a ella y mirándola fijamente. S: Porque ya pensaba que te habías arrepentido y… - se cortó al darse cuenta de que estaba haciendo justo lo que Pepa quería: sincerarse abiertamente. La morena sonrió al saberse descubierta, al mismo tiempo que Silvia entrecerraba los ojos y la miraba con malicia. S: Eres cruel. P: Pues sí que estamos buenos hoy con las hermanas Castro – bufó poniendo morritos. S: ¿Y eso? P: Porque le he dicho a Lola que te hice el amor salvajemente en la encimera de la cocina, textualmente – explicó con tranquilidad. S: ¡Pero Pepa! P: ¿Qué? S: Que por qué le dices eso? P: Porque le omites información, pelirroha, y claro, luego intenta sonsacármela a mí. Además, Silvia… – acercándose peligrosamente a su boca. S: ¿Qué? – inquirió sin dejar de mirarla, bajando la vista hasta su boca, que se arqueaba en una sonrisa pícara. P: ¿A que te hubiese gustado? Silvia no contestó, si no que se pudo de puntillas y la besó con ganas, rodeando su cuello con sus brazos. Pepa respondió con entusiasmo levantándola por la cintura y sentándola a horcajadas sobre la encimera. No oyeron la llamada en la puerta. Sara: Buenos días tit… - quedándose de piedra ante la escena: Pepa apartándose rápidamente dejando que Silvia bajase de la encimera con un pequeño salto – Y tan buenos, ¿eh, titas? – guiñándoles un ojo y sonriendo.
Sin embargo, la cara de sorpresa de Sara no era ni de lejos comparable a la de un Lucas, que detrás de ella miraba con la boca abierta y los ojos como platos alternativamente a las dos mujeres. Silvia lo miraba con cara de circunstancias, completamente pálida. Pepa y Sara, que aguantaban la risa para no reírse de las caras de Lucas y Silvia, estallaron al fin. Sara: Pepa, Silvia, el abuelo nos llama para explicarnos un nuevo caso, vamos. Pepa: Vamos – aprovechando que pasaba al lado de Silvia, susurró – Te hubiera vuelto loca, pelirroha… Silvia dio un respingo cuando le besó dulcemente en la sien, como si volviera a la realidad. Pues sólo tenía ojos para Lucas, que la seguía mirando atónito. Lucas: Va…vamos Silvia – sacudiendo la cabeza. Silvia: Sí… L: Esto…¿luego podría hablar contigo? S: Claro. L: Supongo que tengo que felicitarte, ¿no? – sonriendo. La pelirroja volvió a suspirar aliviada, ya iban dos veces en lo que llevaban de mañana. *********** Una vez estuvieron todos sentados y en silencio, Don Lorenzo empezó la explicación. D.L: Bien, el caso viene de Barcelona, se le ha llamado Operación Café. Es una banda colombiana que utiliza el contrabando del café en Sudamérica para amasar fortunas e iniciarse en el narcotráfico europeo. Sólo dan un golpe por ciudad. Los primeros movimientos se realizaron en Barcelona, para proseguir en Viena, Kiev, Sevilla, Bruselas, y ahora hay indicios de que están en Madrid, por ello nos han pasado el caso. La banda está formada por Colber Fernando Castín De Célix… Curtis: ¡El de los gavilanes! D.L: Sí, el gavilán de mis santos cojones, ¡anormal! Silvia: Papá… D.L: Que sí, que sí…Este hombre es el jefe – señalando la pantalla detrás de él: un hombre moreno, con la cabeza rapada y de complexión robusta, rasgos sudamericanos y mirada penetrante – La cúpula sólo está formada por él y tres más – aparecieron sus fotos – Martín Redondo Gracia, Fausto Castañeda Sáez y Francisco Alejandro López Navajas, su mano derecha – apareció ahora en pantalla la foto de la puerta del Hotel Husa Princesa – Aquí es donde se va a realizar el intercambio. Tenemos que pillar a Castín para disolver la banda – hizo una pausa para mirar a los presentes Mariano y Lucas se encargarán de recoger datos sobre el hotel: planos, habitaciones, huéspedes en las próximas fechas…contrastar información con los anteriores intercambios.
Montoya y Silvia de las comunicaciones, seguid conversaciones enrededor que puedan ser sospechosas. Paco y Rita serán una pareja que va a pasar unos días allí. Curtis, Aitor, Kike y Povedilla a patrullar. Miranda, usted ya sabe cómo funciona este caso, ya que estuvo en la operación de Sevilla, patrullarás con Sara. El día del golpe, Paco, Rita, Mariano y Lucas estarán dentro del hotel. Apoyando fuera Curtis y Silvia entre otros agentes. En las distintas salas Povedilla, Kike y Aitor. En el parking Montoya, Miranda, Sara y yo. ¿Entendido? Todos: ¡Sí! D.L: ¡Pues a trabajar atajo de vagos descerebrados! Tú no, Sarita, cariño… Pepa: Jajaj ¡Pelirroha! Ahora también eres una descerebrada, ¡Bienvenida al club! D.L: ¡Cállese Miranda! Y vaya a patrullar, despotenciada – pensando (¿En qué estaba pensando al ponerla con Sarita?)
Cap 8 (Parte 2) Operación Café. Día 1 Rita: Paco, ponte tieso, que somos personas de alto estandin... Paco: Joder, Rita, ya, que vamos pah dentro, coño. Rita: Pero cógeme bien, que así no parecemos recién casaos ni parecemos náh… Entraron al hotel, y se acercaron a la recepción para hacer la reserva. Recepcionista: Buenos días. Rita: Buenos días, queremos una habitación para una semana… Recep.: ¿Quieren suite nupcial? Rita: Claro, claro, que sabe ustèh, que nos acabamos de casar, que he conseguío quitarle a mi exmarío toas las perras, y aquí me ve ustéh… - Paco se sacaba su pañuelo. El recepcionista les cogió los nombres falsos y todos los datos necesarios para la habitación. Recep.: Bien, aquí tienen las llaves y un pequeño plano del hotel. Espero que sea de su agrado. Rita: Gracias, pero oiga, si queremos quedarnos más días, no habría ningún problema, ¿no? Recep.: En un principio no…
Rita: Es que claro, de recién casaos, pues la fogosidad hay que aprovecharla, ¿verdad? Recep. (cortado): Esto…claro… Rita: Si es que somos mu fogosos, a que sí, Julián – cogiéndole la mano a Paco y plantándosela en un pecho – Mire, mire, qué fogosidad de recién casaos… Paco: ¡Josefina, por Dioh!! – quitándole la mano de encima a Rita y casi tragándose el pañuelo – Perdone uste, es que está muy emocionada, aquí…mi…señora…Hala, vámonos, amor… Se alejaron dirección al ascensor. Rita: ¿A que lo he hecho bien? Si es que parecemos de verdà y tóh, ay Paco… Paco: Joder, Rita, que estoy mancillándote, que Povedilla, que estoy mancillando su honor… Rita: Qué honor ni que honor, calla un poco Paco, que no me dejas examinar to esto bien apañao. ************* Pepa: Tengo que ir a patrullar, ¿nos vemos después, pelirroja? Silvia: Claro – sonriendo – Antes tengo que coger una cosa de los vestuarios, ¿me acompañas? P: Eso no se pregunta – besándola mientras abría la puerta de un tirón. Pero ambas se quedaron plantadas en el umbral, como pasmarotes, contemplando la escena que tenían delante: Lucas sin camiseta sostenía a Sara, que rodeaba su cintura con sus piernas y su cuello con los brazos. Se separaron rápidamente, pero era tarde. Silvia: Creo que es hora de ese café, ¿no, Lucas? – subiendo el tono. Lucas: Sí – mirándola con temor mientras cogía su camiseta del suelo y se la ponía. Antes de salir besó a Sara en los labios. Pepa: Anda que, tardamos un poco más y tenemos porno en directo – le dijo riendo una vez solas. Sara: Y si no llegamos a estar nosotros esto hubiese sido un picadero… Pepa: No te pases Sara – recuperando la compostura - ¿Lo sabe alguien? S: No, salvo vosotras. P: Vosotros no decís nada, nosotras tampoco. S: Trato hecho – besándola en la mejilla. P: Anda, tira p’alante… ***********
Silvia: Paco te mata – alterada. Lucas: Cálmate, que no es para tanto. S: Ufff, Lucas, si es que parecéis el perro y el gato… L: Ya…pero la quiero, ¿sabes? S: ¿Y qué vais a hacer ahora? L: Seguir manteniéndolo en secreto, por eso… S: No diré nada, y Pepa tampoco. ¿Cuánto tiempo lleváis? L: Desde la noche que volvió Pepa…¿Y….y vosotras? S: Desde anoche – se ruborizó. L: Tampoco diremos nada – riendo – Oye…¿y estás segura? Porque espero que sepas dónde te estás metiendo… S: ¿Cómo? L: Tu padre…la gente…tu propia vida… Silvia le había dado muchísimas vueltas a su relación con Pepa, pero una vez que estaba con ella, no se había parado a pensar qué haría son su padre, cómo se lo diría…Era demasiado bonito para enturbiarlo con dudas como aquellas, pero era demasiado tarde, pues empezaba a agobiarse por segundos, sin darle tiempo a respirar. L: Tengo que ir con Mariano, nos vemos luego – se despidió besándola en la frente. S: Eh…sí…sí – su mente ya no estaba en tierra. El pitido del móvil la sacó de sus ensoñaciones, era un mensaje de Pepa: “¿T spero n mi casa despus? E pnsado n acer una cena rica-rica =) ¿Si? Tkm!” Contestó nerviosa, sin estar nada segura de si iría o no: “Ok…;)” Pasó el resto del día sin sobresaltos. En su casa, Pepa encendía las velas de una cena que esperaba que sorprendiese a su pelirroja. Se miró en el espejo, intentando convencerse de que pintada tampoco estaba nada mal. Por su parte, Silvia hacía rato que había llegado a su casa, y con el pijama puesto y acurrucada en el sofá, pensaba la manera de darle esquinazo a las inseguridades y temores que habían acabado por carcomerla. Sonó el móvil, pero lo ignoró. Silvia en off: (Lo siento, Pepa…)
Cap. 9 Operación Café. Día 2 Llevaba la misma ropa de la noche anterior, su mano seguía sosteniendo el móvil. Se levantó con un bostezo del sofá. Miró son suma tristeza la cocina, las velas se habían consumido y la comida se había echado a perder. Fue al baño y se miró al espejo sacudiendo la cabeza. Pepa en off: (Menudo careto Pepa…ea, es lo que tiene…) Se desnudó y se metió en la ducha con la esperanza de que el agua arrastrase con ella toda la porquería que estaba sintiendo. Pero no servía de nada desearlo, con un suspiro de resignación, se vistió y salió de la casa, pensando en arreglar el desastre en que se había convertido su cocina después. Se había quedado durmiendo esperándola, la última vez que miró el reloj del móvil eran las tres… ********* Rita: ¿Y esa carilla? Silvia: Estoy echa un lío – mirando a Rita - ¿Tú no deberías estar en el hotel? Rita: Ay chiquilina, tanto cliché me agobia… Silvia: ¿Y Paco? Rita: Por ahí andará…qué pa serte sincera, bendita Lola, porque mira qué mala noche pasé, y se suponía que era nuestra noche de bodas, pos náh, que el hombre empeñao en que dormía en el suelo, que conmigo no se acostaba, dando vueltas que estuvo toa la noche y pacà y pallà, y con el pañuelico agarrao…como sea tan sosico en tóh, pobre Lola, ¿no? Sin pretenderlo le sacó una pequeña sonrisa. Rita: ¿Ves? Que sonriendo estás tú mu guapa –mirando por encima de ella para ver quién entraba a los vestuarios – ¡Hola, Pepa! Silvia sintió un escalofrío por todo el cuerpo, no quería enfrentarse a ella todavía, no… Pepa: Hola guapas – suspiró mirando a Silvia, que seguía de espaldas a ella. A Rita no se le escapó ni el suspiro, ni cómo Pepa miraba a Silvia, ni cómo esta no se había girado a saludarla… las palabras de Lola resonaron en su mente y una bombillita se encendió en su cabeza. Pensó hacer lo mejor… Rita: Me voy a ver si encuentro a tu hermano, que tenemos que inspeccionàh el hotel, hasta luego zagalicas. Pepa y Silvia: Hasta luego Rita. Se armó de valor y se sentó junto a ella. P: Uhhhhhh, pelirroha, qué careto, es lo que tiene el sexo con Gonzalo, ¿no? – riendo.
S: ¿Qué? – volviendo a la tierra y mirando a Pepa con los ojos desorbitados - ¿Qué dices, Pepa? P: Jajjaja, era broma, Silvia, que parece que estás en la Luna – dándole unos golpecitos en la frente. No pudo evitar contagiarse de su sonrisa, pero prefirió alejarse de ella, no tenía nada claro todavía, y contárselo sería un gran error… S: Ayer nos quedamos hasta muy tarde, perdona por no haber podido ir a tu casa… P: No te preocupes, me imaginé algo por el estilo, si quieres lo dejamos para esta noche… S: Mejor otro día, sí, el operativo no tardará en terminar, lo dejamos para cuando termine, ¿vale? P: Silvia…¿de qué hablas? ¿te pasa algo? S: No, nada, nos vemos luego – levantándose y yéndose. Pepa en off: (Y yo soy una monja…no pasa nada dice…y una mierda) P: ¡Silvia, espera! – saliendo tras ella. La pilló cuando estaba hablando con Gonzalo en la puerta del laboratorio. G: Te espero abajo, he conseguido uno mejor que el de ayer, que no hicimos nada con ese trasto, y a ver si aprovechamos mejor el día, porque si no estuvimos 10 minutos en total no estuvimos ninguno… P: ¿No estuvisteis hasta tarde? – interrumpiendo. G: Qué va, a las 9 estaba en casa – sonriendo – quise llamarte, pero pensé que igual molestaba… P: Pensaste bien, Gonzalo – cortándole y mirando con reproche a Silvia, pidiéndole una explicación, y girándose a Gonzalo – Lo siento, es el estrés… G: No te preocupes, bueno, adiós. P: Hasta luego – guiñándole un ojo pero volviéndose rápidamente para Silvia, que se escabullía dentro del laboratorio – Eh, no, espera… Entró, cerró y se apoyó en la puerta. P: ¿Me vas a explicar lo que te pasa? ¿Por qué me has mentido? ¿Por qué huyes de mí? – no contestaba, seguía dándole la espalda - ¿Silvia? Cuando se giró, vio que las lágrimas empezaban a surcar su hermoso rostro. S: No sé que hacer, Pepa. P: ¿Qué? S: Que todo esto es superior a mí, que no sé si estoy haciendo lo correcto, o si… P: Para el carro, ¿desde cuando haces las cosas rigiéndote por los demás?
S: No he dicho eso. P: Pero es lo que piensas, que esto es un error. Te has arrepentido… S: Que no estoy diciendo eso… P: ¿Entonces? S: No me he parado a pensarlo con claridad y me siento extraña, nunca había imaginado nada de esto y no sé cómo seguir, no sé cómo hacerlo y…y…y – enfadándose con ella misma. P: Silvia, escucha… S: No, déjame, vete, por favor. P: Pero deja al menos que… S: No – cortándola – vete, por favor… P: ¡Vale! – el portazo apoyó su exclamación. ************** Apenas unas horas después, Rita y Paco subían de nuevo a la habitación tras recorrerse una gran parte del hotel. Paco (hablando con Montoya y Silvia por el micrófono): Sí, hemos estado fuera, nada sospechoso. M: Volved a la habitación, no sé, no se pilla nada del otro mundo por aquí… S: Espera, Gonzalo. Paco… P: ¿Sí? S: Cerca de vosotros hay alguien hablando por el móvil, ¿verdad? P: Sí, hay dos hombres, ¿por? S: Acércate a él, creo que puede sernos útil, no pierdas ni una palabra de lo que hablen. P: Vale. G: ¿Qué haces, Silvia? S: Shhhh, escucha – pasándole los cascos que tenía puestos. Se oía una voz masculina, con fuerte acento sudamericano, aunque se escuchaba mal por la pésima recepción. Paco y Rita se acercaban a ellos, iban a entrar en el ascensor, así que se metieron también. De esta forma, Montoya y Silvia pudieron escuchar la conversación telefónica.
Hombre 1: Sí, estará listo a la hora, todo el cargamento… Hombre 2: ¿Te dieron la chapa? H 1: Sí, la lleva Martín. H 2: ¿Está contigo? H 1: Sí, ¿para qué lo quieres? H 2: Dile que necesitamos que lo tenga todo atado… H 1: Que sí, jefe. ¿Dónde está Franco? H 2: 316. La conversación se cortó, y los hombres bajaron en el primer piso. Rita: ¿Y ahora inspectóh? G: No sabemos si son los que buscamos… P: Sí son, son dos de los secuaces, concuerdan con las fotos de Don Lorenzo. S: Paco, Rita, tenéis que ir a esa habitación, porque es ahí seguramente donde se hará intercambio de información. R: ¿Cuándo? S: Ya. Pedid la habitación de al lado, con los micrófonos y las comunicaciones conseguiremos algo, y cuando no estén, entrad y coged todo lo que podáis. ********** Sara: No has dicho nada en todo el día. Pepa: ¿Qué quieres qué diga? S: Que sabes lo que haces, porque llevamos más de una hora dando vueltas a la misma rotonda… P: Perdona – aparcando el coche en la parte trasera del hotel. S: ¿Qué te pasa? P: Tu tía es…complicada… S: Silvia a veces es más rara que un perro verde, lo dice Lola – riendo. P: Sara, calla, ¿estás viendo eso? – señalando un sujeto que salía de un coche vestido completamente de negro. S: Es un señor…
P: Fíjate bien. S: Lleva…¿dos pistolas? P: Bingo – encendiendo el micrófono – Curtis, un tío pingüino se acerca a vosotros, no lo pierdas de vista. Curtis: Oído cocina. P: Sara, vamos. S: ¿Qué? ¿Dónde? P: Sígueme y cúbreme – volviendo a hablar al micrófono – Gonzalo, te voy a enviar la señal de seguimiento GPS de un coche, guárdala y rastréala. G: Vale, adelante. Salieron del coche con naturalidad, y sin levantar sospechas, se acercaron al coche del que había salido el tipo. Pepa se tropezó y estuvo a punto de caer al suelo si no llega a ser porque se apoyó en el coche, del que empezó a pitar la alarma. Hombre 3: ¡Qué cojones haces imbécil! – saliendo del asiento del piloto, con cara de liarse a hostias con todo el mundo. Pepa: Perdone hombre, que me he tropezado, ayúdame Clara, que creo que me he hecho un esguince tonto – Sara pasó su brazo por sus hombros, sirviéndole de apoyo – Es que tengo los huesos del tobillo muy frágiles. Hombre 3: No me importa, y vete. Pepa: Que ya va, ya… Cuando pasaron por su lado, Pepa dejó caer todo su peso sobre Sara, que no pudo soportarlo y dejó que se viniera abajo. Pepa se agarró al hombre para no caerse. Hombre 3: ¿¡Pero qué coño hace?! Pepa: ¿No ve que me caigo? Hombre 3: Que te quites, zorra – sacudiéndosela. Mordiéndose la lengua, Pepa se alejó cojeando hacia el coche, apoyándose en Sara. Cuando estuvieron fuera del campo de visión del hombre, volvió a andar normal, como si tal cosa. Sara la miraba atónita. Sara: ¿Qué...? Pepa: Shhh, entra. Una vez dentro, abrió la línea del micrófono con la furgoneta de Montoya y Silvia. P: ¿Lo tienes?
G: Sí, podrías dedicarte al teatro si lo de poli acaba no gustándote… P: Jajajaj, es una opción. G: Bien, tenemos la señal que emite el coche, seguid vigilando, dentro de una hora volvemos a comisaría, se quedan el grupo de Povedilla y demás en contacto con la central, nada más. P: Vale. Cortó la comunicación y sonrió, la cosa iba bien. Miró a Sara, que la miraba con los ojos de par en par. P: ¿Nunca has visto a tu tía hacer el mono? S: Ni siquiera me había dado cuenta de que había alguien en el coche, me creía que ya la habíamos cagado. P: Jajajja. Nosotras, no. Pero ese tipejo debería andarse con más cuidado – extrayendo una cartera de su bolsillo. S: ¿De dónde has sacado eso? P: Se la he quitado…- sonrió ante la mirada incrédula de Sara – hay que ser rápida, sobrina…haciendo un gesto con la mano – Tarjeta 5 dedos Express… S: Jajajjaj…Qué fuerte que eres tita…Se la daremos a Silvia luego, ¿no? P: Sí. S: Pues a ver si lo arregláis, que parecéis crías. P: Uno: no eres la más indicada para decirlo, y dos: no todo es tan fácil. S: ¿Entonces qué vas a hacer ahora? Pepa se limitó a sonreír con picardía y a guiñarle un ojo. S: Miedo me das. ¿Qué estás tramando?
Cap.10 Volvieron a comisaría, para la reunión que habían planeado de recogida de información y planteamiento de problemas. Les había costado sudor y tensión a partes iguales, pero al fin lo habían conseguido, con aquella información podrían seguramente conocer los datos del golpe. Cuando entró ella ya estaba sentada, la vio fruncir el ceño y apartar la vista al verla, aquello le molestó. Se sentó delante de ella y esperó a que empezase, su padre entró por fin. D.L: Montoya, Silvia, ¿qué habéis conseguido? G: Al principio, nada, pero luego escuchamos una conversación, está aquí grabada – dejando sobre la mesa un CD – Pepa nos mandó la señal GPS que sigue estacionada en el mismo lugar.
Después Paco y Rita consiguieron entrar en la habitación en la que iba a haber una reunión y recogieron esto – dejando junto al CD una bolsa que contenía una especie de chapas – Después volvieron a su lugar correspondiente. Lo que está escrito en las chapas creemos que es el lugar del intercambio en clave, si cortejamos los datos de las demás ciudades, quizá podamos averiguar cuándo es. D.L: Perfecto, ¿Curtis? C: Después del aviso de Pepa, seguimos al pimpollo hasta los aparcamientos, donde se encontró con otro pingüino y le dio algo, creo que es una chapa de esas, de todas formas, si se amplían las fotos se sabrá – dejando al lado del CD y las chapas, otro CD con las fotos que hicieron. D.L: ¿Miranda? P: Estuvimos patrullando hasta que vimos al tipo de traje y corbata y avisamos al coche de Curtis y los demás. Fuimos al coche del que había salido, le puse el señalizador y conseguí esto… – sacando una bolsa de plástico que contenía la cartera del hombre, la dejó sobre la mesa. D.L: ¿Qué coño, Miranda? ¿Qué ha hecho? P: Reunir material, comisario. D.L: ¡Que le ha robado la cartera! P: Le alegrará saber que dentro están todas las identificaciones que han usado, y que con eso seguro que desciframos las chapas. D.L: Las chapas de mis santos cojones, ¡Miranda! Sara: Abuelo… D.L: Bueno – mirando a Pepa receloso – Silvita, hija, ve con Montoya y la despotenciada de Miranda a ver si resolvéis las puñeteras chapitas esas. Curtis y Kike, a seguir patrullando. Los demás a descansar. Ah, Mariano y Lucas, dejadles los datos de las demás ciudades. Así lo hicieron. ******** Habían perdido la cuenta del tiempo que llevaban encerrados en el laboratorio. Siempre andaban en círculos, siempre. P: Joder, si es que siempre es lo mismo – bufando y levantándose, nerviosa. S: A ver, tranquila Pepa, tiene que haber alguna pista por ahí, pásame la documentación Gonzalo. P: ¿Sí? ¿Me dejas alguna? – fulminándola con la mirada, a la que Silvia contestó, retándola. Gonzalo, confundido por la actitud de las dos mujeres, se centró en lo que tenían delante. S: Si supieras mirar y darte cuenta de las cosas… P: Ah, claro, que la culpa es mía, ¿cómo no he caído en eso?
S: Porque a lo mejor sólo piensas en ti. P: Es verdad, Silvia, soy una puta egocéntrica, perdona por ser así. S (dándose cuenta de lo que estaba haciendo): No quería decir eso, perd… P: No, ¿sabes qué? Que igual tienes razón y todo, que sólo pienso en mí, y claro, cómo voy a poder ayudar a los demás si sólo me veo a mí misma. S: Así no estás ayudando. P: ¿No me acabas de decir que soy una egocéntrica? ¿Cómo quieres que te ayude si aun queriéndolo no puedo porque me pierdo intentando entenderte? S: ¿Es que tengo que decirte todo siempre? – levantándose también, alterada. P: ¡Pues no lo sé! S: ¡¿De qué hablas, Pepa?! P: ¡¿De qué hablas tú?! G: ¡CHICAS! – tuvo que levantar la voz para que le hicieran caso, ya había intentado llamarlas antes y no le habían oído – Creo que lo tengo. Se sentaron cada una a un lado, todavía enfadadas, y esperaron a que les explicara. G: Bien, los números del principio son la hora al revés escritos en binario, aunque un poco estrafalario. En la cartera están las chapas correspondientes a los golpes anteriores, que estudiando los informes y demás… S: Concuerdan. G: Exacto, ya tenemos la hora, a las 17:27. Ahora fijaos en la otra línea, está escrito el lugar en el idioma de la anterior ciudad, pero con un inconveniente, está escrito en el dialecto antiguo, casi irreconocible respecto a las lenguas actuales ya que han buscado la máxima antigüedad de la que podían disponer – las dejó con la boca abierta a ambas. P: Eres un genio, Gonzalín – dándole un beso en la mejilla. G: Jajajajaj, gracias, Pepa – ruborizándose. – Nos queda el día, que está escrito, si no me equivoco, en código binario también. Como decía Silvia al principio, pero no es continuo respecto a la fila anterior, si no que es independiente. S: ¿Entonces? G: El día 29 a las 17:27 en el Hotel Husa Princesa. P: Estamos a 27. S: Un día para prepararnos, chicos. P: Pues entonces nos podemos ir ya para casa, ¿no?
S: ¿Se lo llevamos a mi padre? G: Es tarde, Silvia, mañana mejor. Salieron de comisaría y se despidieron, salvo ellas dos, que se miraban inquisitivamente. S: Hasta mañana, Pepa – girándose para irse. P: Eh, no, pelirroha, no te escapes otra vez – acelerando el paso para llegar a su altura. S: Es que no quiero hablar. P: Pues no hables, yo… S: No, no quiero que hablemos todavía porque no quiero estropear nada. P: ¿Te das cuenta de que lo estás estropeando igual? S: ¿Qué? Ahora resulta que… P: Yeeee, quieta parà, que como te embales no te para ni Dios – poniéndose frente a ella y sujetándola por los hombres. – Vale, tú ganas, no hablamos de nada, muda me quedo – haciendo el gesto de cerrarse la boca como si fuera una cremallera. S: Mira que eres payasa – sonriendo. Pepa le guiñó un ojo y siguieron caminando hasta llegar al portal de la pelirroja. P: ¿Tanto miedo me tienes que no paras de evitarme? – con cierto tono triste que no pudo disimular. S: No es eso, Pepa, es que… No pudo terminar la frase porque Pepa le hizo callar con un beso tierno que la sorprendió, y aunque le gustó, se separó bruscamente de ella. Sin mirarle a los ojos se giró y desapareció tras el portal. Pepa agachó la cabeza y se fue, con sus planes, sus intenciones e ilusión al traste. ****************** Me gusta saberme segura, tener las ideas claras y muchas veces moverme por impulsos. Espontaneidad. Pero hay veces en que los pilares fallan y desmoronarte es tu única salvación. Digo salvación porque siempre puedes levantarte y volver a construir tu castillo, pero esta vez el doble de fuerte. He escuchado mil veces que las cosas pasan porque tienen que pasar, ¿pero y si decidimos cambiar eso? ¿En qué nos convertimos? ¿Jugamos a creernos más? Jugamos a ser algo que no nos corresponde, y eso es la mano que te ayuda a levantarte porque es la seguridad que te ha fallado y las ganas de volver a ser tú mismo. Pero se aleja, sin hablarme, girándose para no verla llorar cuando sus lágrimas son las mías y su llanto aquel que yo tampoco puedo controlar. Y duele, duele porque no sé qué hacer, porque dejo de ser yo para convertirme en la sombra de una esperanza que no tiene intención de hacer acto de presencia. Sige doliendo cuando la beso y se aparta, cuando creo saber que ella también lo quiere
pero lo niega. No sé hasta qué punto quiero seguir esperando. Quizá lo mejor sea dejarlo correr y empezar de cero, si con eso la recupero. O no. O tal vez sólo tenga que intentarlo más. O dejarle espacio. Fue ella quién avanzó hacia mí, y ahora… Ahora voy a ser lo que necesites, Silvia.
Cap. 11 Operación café. Día 3. Ya lo tenían todo dispuesto: las cámaras, los micrófonos, los turnos, los grupos…todo. Sólo faltaba esperar a que pasase el día, pero éste se negaba, perezoso y caprichoso como él solo. Pepa: Me aburro como una ostra en una orgía de pepinos de mar… Sara: Qué burra que eres, anda que ya te vale – rompiendo a reír. Llevaban toda la mañana encerradas en el coche, vigilando los mismos movimientos una y otra vez, las cámaras los grababan para alertar de algo sospechoso, pero nada más. No se habían visto desde la noche anterior, y Silvia esperaba ansiosa a que Pepa terminara su turno, quería decírselo. Que bajó de nuevo al portal al darse cuenta de lo inmensamente estúpida que había sido, y ella ya se había ido. Que quería pedirle perdón. Porque con un beso lo arregló todo, sólo le hizo falta un maldito beso para decidirse. Pensaba en todas las vueltas que le había dado y se reía de si misma. Era completamente absurdo, ¿en qué narices estaba pensando? Si era ella, Pepa. Ella, todo lo que quería y necesitaba. Cuatro letras, tan sencillo como eso. Y le había costado siglo y medio. Se maldecía a si misma, esperaba que no fuese demasiado tarde y se hubiese rendido. – Va, Silvia, va – Se repetía sin cesar. Rita: ¿Dónde vas con esas prisas, chiquilina? – viendo cómo Silvia recogía sus cosas del vestuario rápidamente. Le sonrió con picardía - Vas a hablar con la Pepa, ¿verdad? S: ¿Qué? – distraída – Eh, sss… – la mira detenidamente - ¿qué has dicho? R (riendo): Ay qué bonica, mírala ella, detrás del amor – sacudiendo la cabeza. S (asombrada): ¿Quién te ha contado? R: Nadie, cariño, que se os ve en los ojos, que os hacen chispicas – sin dejar de sonreír, emocionada – ¿Entonces es verdad? – suplicándole una respuesta con la mirada. S: ¿Tú no tenías que estar en el hotel? – cambiando de tema. R: Paco viene a recogerme ahora, que quería ver a la Sabinica y mi JoseLu. Pero no te me cambies de tema. Sabiendo que no podría irse de allí sin decírselo, se lo confirmó. S: Sííííí, voy a ir a buscar a Pepa porque le tengo que pedir perdón por ser la persona más estúpida sobre la faz de la tierra, ¿contenta?
R: ¡Pues tira! – empujándola emocionada hacia la puerta. S: Ya voy, ya voy. Oye, ¿sabes si está en su casa? R: ¿Por qué no la llamas? S: Porque si no, no es sorpresa Rita… R: Jjaja, claro, claro. Estuvo aquí hace un rato, tenía la cara larga – reflexionando – Bueno, ve. S: Hasta luegoo – saliendo por la puerta. *********** Tenía que verla. Salió de su casa dispuesta a lo que tuviese que pasar. Segura de nuevo. Se le había ocurrido algo, espontáneo, era perfecto. *********** No cogió el coche, la casa de Pepa quedaba cerca de la comisaría, en el sentido opuesto a la de Paco y Lola. Andaba deprisa, no podía disimular su impaciencia. No dejaba de sorprenderle lo que podía llegar a provocar en su interior. Llegó al portal, tuvo suerte y estaba abierto. Sin pensárselo dos veces, subió los escalones de dos en dos. *********** Aparcó justo en la puerta. Alguien había dejado el portal abierto y entró. Llegó hasta su puerta, subiendo los cinco pisos corriendo. Tocó al timbre repetidas veces…esperó, nerviosa. Pero allí no había nadie. Miró la hora – A lo mejor no ha salido todavía – pensaba. Y sentándose en los escalones, decidió esperar. *********** Pepa no le abría la puerta. – Es normal que no quiera verte, después de lo que has liado a la pobre – pensando. Supuestamente estaba en casa. Al día siguiente hablaría con ella entonces. *********** No sabía cuánto tiempo llevaba allí sentada. - ¿Pero esta mujer donde se ha metido a estas horas? – bufó y se levantó dispuesta a irse. Cansada todavía por la carrera, prefirió ir por el ascensor. *********** Iba despacio, no le apetecía llegar a casa, pero ya estaba en el portal. Subir sería admitir que Pepa le había dado con la puerta en las narices y aquello le destrozaba, aunque entendía su reacción. Se paró en la puerta del ascensor, pero prefirió ir por las escaleras para retrasar lo máximo el llegar a su casa. Sin embargo, pensar en los cinco pisos que le quedaban por delante, después de subir los de casa de la morena casi corriendo, le terminaron de convencer para quedarse esperando el ascensor. Las puertas se abrieron y entró sin mirar. Se chocó con alguien, levantó la vista para disculparse cuando se encontró con sus ojos, sonrió. La frustración de Pepa quedó rápidamente olvidada al toparse con ella.
P: ¿De donde vienes pelirroha? Te he estado esperando… S: De tu casa – sonriendo aún más – Ya pensaba que me habías cerrado la puerta en las narices… ¿Qué…haces aquí? P: Pues que tengo un lío con una vecina tuya…¿Pues qué va a ser Silvia? He venido a buscarte – sonriendo también. S: Tengo qu… P: Ah, no, no – posando un dedo sobre sus labios para hacerla callar - ¿Confías en mí? S: Qué pregunta tonta es esa, Pepa, pues claro que confío en ti. Pero antes ten… P: Siiiiilvia, calla un poco, hija, que no paras. No digas nada, y ven conmigo. Salieron a la calle y se subieron al coche de Pepa. P: Necesito que no hagas trampas y cierres los ojos hasta que yo te diga que los abras, ¿vale? S (dudando): S..sí – cerrándolos. Pepa encendió el motor del coche, y emprendieron la marcha. A los pocos minutos, que a Silvia le parecieron eternos, el coche paró. P: Ya hemos llegado, ya puedes abrir los ojos – mirándola mientras calibraba su reacción. *********** Los abrió…y no vio nada. No había nada. Pepa sonrió a su lado y bajó del coche. Lentamente reconoció el lugar, es donde la llevó para ver las estrellas. Le abrió la puerta y bajó, la miró sin comprender, y ella volvió a sonreír. La guió con su sonrisa hasta la parte delantera del coche, sentándose sobre el capó, como la otra vez. Silvia la imitó. P: No me has dejado hablar en estos días, ni siquiera me estás dejando hablar ahora. Pero te voy a decir una cosa – mirándola fijamente – Ahora voy a hablar yo, y quiero y espero dejarte las cosas lo suficientemente claras como para que dejes de dudar, ¿de acuerdo? Silvia quiso abrir la boca para decirle que no hacía falta que hiciese eso, que la que tenía que hablar era ella, que tenía que escucharla. Pero la mirada suplicante de la morena le hizo callar y prestar atención. P: Te he traído aquí porque es aquí donde me pediste que me quedara. Y es aquí, donde ahora te digo que voy a estar junto a ti. Es aquí donde te digo que voy a esperar el tiempo que sea necesario hasta que te aclares, que sé que no es fácil, pero quiero que sepas en todo momento que sigo contigo, porque siempre voy a estarlo hasta el día que decidas que ya no me necesitas – el simple hecho de imaginarse sin ella ya le dolía – Que voy a estar esperándote el tiempo que haga falta, sin presiones, hasta que tu enorme cabezota se aclare. Y digo tu cabeza, ¿sabes por qué? Porque esto – señalando el corazón de la pelirroja – Ya sé lo que siente. Porque te miro y tiemblas, te beso y respondes y lo sientes igual que yo. Eso no se puede fingir, Silvia. Así que, cuando dejes de pensar y sencillamente cierres los ojos y veas con el corazón sin nada que estorbe, avísame, ¿vale? – sonrió, pero se puso seria de nuevo para continuar – Pero si por el contrario, lo que
quieres es que me aleje y te deje en paz, dímelo. Porque al igual que me pediste que me quedara y lo hice, si me pides que me vaya, lo haré, lo sabes. Tú decides, princesa – sonrió de nuevo y apartó la vista para mirar el cielo. Las lágrimas empezaron a correr por su rostro contra su voluntad, lo que Pepa acababa de decirle era algo que inconscientemente ya sabía, pero escuchárselo le hizo sentir inmensamente feliz. Realmente no lo necesitaba, pues llevaba todo el día esperando a verla para decirle que las dudas se habían acabado, que nada se interponía ya. S: No quiero que pienses eso, no quiero que se te pase por la cabeza ni un solo segundo que querría que te fueses, nunca. Es que no deberías planteártelo siquiera – esbozó una sonrisa Quiero que estés conmigo, y quiero que lo estés ya. No necesito más tiempo, llevo todo el día buscándote para decírtelo, por eso estaba en tu casa. Me he comportado como una niña asustada y perdóname porque ha sido tremendamente estúpido por mi parte. ¿Me perdonas? – inquirió mirándola fijamente. P: Claro que sí – sonrió, sintiéndose la mujer más feliz del mundo. Se acercó a ella y la abrazó. Pepa hundió su rostro en su melena rojiza e inspiró profundamente. No acababa de creérselo. Lentamente, se fueron separando, y cuando sus rostros quedaron a la misma altura, se besaron. Fue un beso lento, tierno, diciéndose todo aquello que no podían decir con palabras, profundizándolo poco a poco, sin prisa. Cuando se despegaron, Silvia apoyó su cabeza en el hombro de Pepa, dejando que la abrazara y abrazándose a ella. Podría pasar el tiempo que seguirían en el mismo sitio, no necesitaban nada más. P: ¿Sabes, pelirroja? Soy como Ariadna. S: ¿Ariadna? P: Me parece mentira que no sepas quién es. S: Pues vas a tener que perdonarme otra vez – sonriendo. P: Ariadna era la hija del rey de Creta. Cuando vio bajar del barco a Teseo, se enamoró perdidamente de él, le ayudó a matar al minotauro, a salir del laberinto, y cuando él se lo pidió, dejó Creta para irse en su barco. Pero para Teseo ella sólo era un capricho. La dejó abandonada de noche en una isla de vuelta a su país. Ariadna lloró, desesperada, con el corazón roto y rechazando a la soledad que cada día se vestía con su propia piel. Pero un día, apareció Dioniso, y con él, una nueva vida, un nuevo destino y una nueva sonrisa. Se enamoró de él, y el amor que sentía no podía ni compararse con el que una vez sintió por Teseo. Dioniso era un dios, y la amaba. No se puede comparar el amor de un mortal con el de un dios. Por eso soy como Ariadna – concluyó con una amplia sonrisa. Silvia sonrió y se estremeció. Pepa lo notó. P: ¿Hace frío? ¿Nos vamos? S: No hace frío, pero sí se hace tarde… P: Pues marchando – levantándose y tirando de Silvia para que entrara en el coche. S: Oye, Pepa – antes de entrar – Yo también te quiero. Pepa sonrió y entró.
El mismo viaje, pero ahora no tenía nada que ver con el anterior. Ahora sus miradas se cruzaban haciéndose saber lo que les pasaba por la mente y besos fugaces cuando el tráfico se lo permitía. Llegaron al portal de Silvia en apenas veinte minutos. P: Hasta mañana, pelirroha – besándola. Se giró y emprendió la marcha al coche para irse. S: Pepa – llamándola a la vez que le tendía la mano – Quédate conmigo. Sonrió y cogió la mano que le tendía. Tenían aún una larga noche por delante.
Cap. 12 Operación Café. Día 4. Los rayos de sol hacía algunas horas que llenaban la habitación. Pero era ahora cuando le molestaban de verdad en la cara, despertándola. Sentía todavía el tacto de su piel, sus besos y su olor en su propio cuerpo. La abrazaba por la espalda, y agradeció estar así para que Silvia no viese la sonrisa de absurda felicidad que se le había quedado al despertarse. S: Buenos días – en un susurro, llevaba ya un buen rato despierta disfrutando del momento. P: ¿Buenos sólo? – besándola en el hombro. S: Podrían ser mejores, ¿no? – girándose para estar cara a cara. P: S…sí – sin dejar de mirarla embelesada. Silvia sonrió con picardía antes de besarla ardientemente, despertando de nuevo el deseo en la morena, y de paso, el suyo. De repente sonó el despertador. Silvia se separó bruscamente para apagarlo. P: Ni se te ocurra – intentando retenerla. S: Un segundo…ya – volviendo a besarla. P: Mmmm…¿Qué hora es? S: Las 9 pasadas. P: ¡No jodas! – despegándose de ella sobresaltada. S: Sí…¿por? P: Hace más de una hora que tenía que estar en comisaría, tu padre me mata – incorporándose. S: ¿Por qué siempre tiene que estar por medio mi padre? – bufó tumbándose boca arriba y llevándose la mano a la frente con aspecto teatral.
P: Jajajja. No lo sé, pelirroha, pero si llega a estar por aquí anoche le da algo – sin parar de reírse e inclinándose para besarla – Me – beso - tengo - beso – que ir… Con un gesto de resignación, se levantó y comenzó a vestirse rápidamente. S: Pues yo ahora me iré a la ducha…sola…- dejándolo caer. Pepa se giró y la miró entrecerrando los ojos, como solía hacer Silvia. P: Esta me la cobro, pero con intereses, además – se inclinó de nuevo sobre ella para besarla – Odio besarte y tener que salir pitando, pero el señor comisario debe estar pidiendo mi cabeza – riendo. ************ Ya nos estábamos comiendo a besos en el ascensor. No quería perder ni un segundo más. A trompicones entramos en casa y nada más cerrar la puerta, la empujé contra ella sin dejar de besarla. Nunca había deseado tanto a alguien, y la excitación iba apoderándose de mi cordura a cada segundo. Era de locos. Dejó resbalar sus labios por mi cuello, la cogí de la mano y la llevé a la habitación. Al llegar me abracé a ella con dependencia, tenía necesidad de su cuerpo pero ya. Se separó de mí unos segundos para mirarme fijamente y sonreírme, con esa sonrisa con la que me hacía saber lo que vendría a continuación. Cogió mi rostro con sus manos y me besó lentamente, conteniendo las ganas de hacerme suya y saboreando el momento. Yo jugaba con su lengua en un beso húmedo mientras mis manos le quitaban el chaleco y bajaban por su cintura hasta el extremo de su camiseta, para acabar quitándosela. Por su parte, con cada botón de la camisa que me desabrochaba, me besaba en los labios, en el cuello, en el hombro…bajando al ritmo que iba destapando mi piel. Me estaba muriendo. Cuando volvió a mi boca la empujé suavemente, cayendo ambas en la cama. Me abrazaba sujetando con una mano mi cabeza, hundiéndola en mi pelo, su otra mano se abría paso entre efectivas caricias buscando el botón de mi pantalón. Se movió de tal manera que me situé bajo su cuerpo, y de la misma forma que me había desabrochado la blusa, lo hizo con el pantalón y la ropa interior. A la vez que me los iba bajando, despacio, recorría mi pierna con sus besos, hasta llegar casi al tobillo, y de un tirón quitármelos. Inició el camino de regreso aumentando la intensidad de cada beso. Se situó en mis pechos, con sus manos acariciaba lo que sus labios habían dejado atrás. Me mordí el labio inferior y cogí su rostro para besarle con urgencia. Me había dejado hacer y quería que fuese ella la que sufriese un poco ahora… ********* El sonido del móvil la sacó de su ensimismamiento. Era Pepa. S: ¿Sí? P: ¿Cómo que “sí”? ¿Dónde te has metido? Tu padre ya me ha colgado del palo mayor y ahora te está buscando acordándose de toda la familia de la Esteban – le reprochó riendo. S: Ya voy, ya voy – levantándose de un salto.
P: ¿Qué hacías? – con tono curioso que no le pasó desapercibido. S: Acabo de salir de la ducha, estoy empapada… y no encuentro la toalla… P: Eres una mala persona, que lo sepas. S: Te veo ahora, ¡Besos, te quiero! – colgando y metiéndose en la ducha rápidamente. Volvió a la sala donde se estaban repasando los movimientos del operativo. Se sentó al lado de Montoya, que iba a ser su compañero junto a Sara y Don Lorenzo. Este parloteaba algo sobre cubrir a alguien, pero la morena tenía la cabeza lejos de allí. ********** Subía por su pierna besándola, quería memorizar con mis labios cada milímetro de aquella piel que me volvía loca. Notaba cómo ardía bajo mis caricias y eso me excitaba más de lo que ya estaba, si acaso eso podía ser. Llegué a sus pechos y los mordí suavemente mientras mi mano seguía su propio camino entre sus piernas. Me cogió la cara con sus manos y me besó efusivamente, me estaba derritiendo y ella lo sabía. Me mordió en el cuello, tuve que cerrar los ojos y morderme el labio. Me estremecí cuando sus manos bajaron por mi espalda y la rodeaban dibujando un cúmulo de sensaciones que no podía soportar. P: Silvia… - gemí pidiéndole que acabase con aquella tortura. Accedió colocándose sobre mí mientras lentamente, al igual que yo había hecho con ella, se deslizaba por mi cuerpo besándome. Pero se cobraba cada beso mío con pequeños mordiscos que hacían que me arqueara de placer. Aquello era el cielo o el infierno, me daba igual porque no podía más. Cuando sus labios por fin llegaron a su destino y sus manos acariciaban mis pechos pensé que moría. Me costaba una barbaridad respirar y finalmente gemí cuando la sentí en mí y su boca volvía para buscar la mía. Me incorporé sin dejar de besarla tanto en la boca como en el cuello. La rodeé con mis brazos. Mientras una de mis manos acariciaba su espalda hasta llegar a su pelo y agarrárselo firmemente para sujetarle la cabeza, la otra rodeaba su cintura bajando por su abdomen. Jugué con mis dedos provocándole leves gemidos y una respiración entrecortada que acabó en uno pronunciado cuando llegó al orgasmo. Euforia. Apoyó su cabeza en mi hombro. Y a la vez que le acariciaba la espalda me besaba tiernamente en el cuello, en la barbilla, en la comisura de los labios. Nos quedamos frente a frente y sonreímos a la vez. Dios, su sonrisa es increíble. Me besó volviendo a despertar el desenfreno. La noche prometía aún más… ********** D.L: ¡Miranda! Pepa: ¿Eh? ¿Qué? – volviendo a poner los pies en la Tierra. D.L: ¡Cojones! ¡Que llega tarde y se queda mirando las musarañas! ¡Pedazo anormal de carrito! ¡Que no tiene usted formalidad, ni seriedad, ni cojones! ¡Despotenciada!
Silvia: ¡Papá! – desde el umbral de la puerta, acababa de llegar. Pepa: Cojones seguro que no – murmuró haciendo reír tontamente a Montoya. D.L: ¿Y a usted que le pasa? – dirigiéndose a él - ¡Que es un ganso! Silvia: Papá ya está bien, tengamos la fiesta en paz. ********** Silvia se incorporó a los planes, quedándose mirando de vez en cuando a Pepa, sólo hasta que esta le pillaba y apartaba la vista rápidamente, pero de refilón la veía sonreír y acababa sonriendo ella también. ********** La mañana pasó tranquila, entre las bromas de costumbre y nerviosismo de algunos por el operativo que llevaban entre manos. Comieron en comisaría porque no tenían tiempo de ir a ningún sitio. Rita había hecho cientos de bocadillos para todo el mundo, incluso uno de verduritas para Silvia. Rita: Algún día se te va a quedar cara de conejico – dándole el bocata. Pepa: Pues si te fijas bien – cogiéndole a Silvia la barbilla suavemente – Y la miras así un poco cucando el ojo – entrecerrando los ojos y apartándose un poco, como queriendo verla mejor – Algo se parece, sí… Silvia: Anda que, vaya par – riendo – ¿Y vosotras de qué se os va a quedar cara? P: Pues de conejo también – guiñándole un rojo. Silvia enrojeció hasta la raíz del cabello, mirando alarmada a Rita. R: Pepica, si no nosotras no comemos lechuguina – sin entenderla. P: Nada, Rita, nada – aguantándose la risa y esquivando un codazo de la pelirroja. Muchos de ellos se habían ido ya hacia el hotel, otros pululaban por la comisaría repasando con detalle los movimientos que tenían que hacer. En los vestuarios los que quedaban: Rita, Pepa, Silvia, Sara, Curtis, Mariano y Paco se preparaban entre risas y bromas. Silvia le colocaba el chaleco antibalas a Pepa. Estaba nerviosa por lo que podría pasar en el operativo, aquella gente era muy peligrosa, y Pepa un polvorín andante. P: ¿Qué te pasa princesa? S: Nada… P: Silvia que nos conocemos. S: Tendrás cuidado, ¿verdad? – mirándola preocupada.
P: Claro que sí, ya me estabas asustando, pensaba que ibas a salir corriendo otra vez. S: No seas payasa – sonriendo con nerviosismo – Es en serio. P: Que sííí, además, tengo que cobrarme esos intereses y demás, que no se me olvida – guiñándole un ojo. S: Pepa – intentando que se pusiera seria – Dime que no harás ninguna tontería y que volverás sana y salva. P: Con una condición, pelirroha. S: ¿Qué? P: Que estés aquí esperándome. S: ¿Todavía lo dudas? – haciéndose la ofendida. P: Si me das un beso igual no dudo… Al mismo tiempo dos pares de ojos las miraban atentamente, sin perder detalle. Rita: ¿Tú crees que se habrán arreglao ya las zagalicas? Sara: Claro que sí, sólo hay que mirarlas. Además – acercándose a Rita con tono confidente – Esta mañana he pasado por casa de Pepa para que se viniera conmigo, porque como vamos juntas y eso…pues el caso, que como no abría la puerta, pensé que estaría durmiendo y no lo oía, así que subí con las llaves que me dio y… Rita: ¿Y? ¿Y? – emocionada. Sara: No durmió en casa, Rita, no sé dónde dormiría…– mirando de soslayo a Silvia. Rita: Ay qué bonico, qué bonico. Se quedaron mirándolas sin cortarse, para ver sorprendidas, cómo Silvia se ponía de puntillas y besaba en la boca con infinita ternura a Pepa. Nadie se dio cuenta del gesto salvo ellas. Rita: No me digas que no es bonico, el amor, voy a ver si mi JoseLu me da uno de esos tan despacico y tan bien. Hasta luego chiquilina – saliendo de los vestuarios. Silvia: ¿Así? – susurrándole al oído. Pepa sonrió y le besó en la frente, asombrada, pensaba que no se lo daría. Don Lorenzo entró reclamando a todos lo agentes que le siguieran, pues se iban ya al hotel. Pepa: Que empiece el espectáculo – guiñándole un ojo a Silvia y empujando a Sara por los hombros para afuera. *******
Todos se situaron y comenzaron los movimientos. Paco y su grupo se movían por las plantas principales mientras que los demás hacían lo propio en sus respectivas ubicaciones. Curtis y Silvia lo seguían todo a través de las cámaras y los micrófonos. Lucas: Silvia, en el restaurante está el líder. Silvia: Sentaos a comer cerca de él, y cuando os digamos lo arrestáis. Paco: Oído Silvia. Montoya: Aquí abajo está el coche que me mandó seguir Pepa, vamos a acercarnos a él. Curtis: De acuerdo, adelante. Agazapados entre los coches, pues seguro tenían a algún vigilante cerca, se movían con estudiado sigilo, mediante señas y gestos. La entrada al siguiente parking se veía al final del pasillo. Don Lorenzo cruzó de un lado a otro con suma rapidez, haciéndole gestos a Montoya para que le siguiera y se acercara al coche en cuestión. Pepa: ¿Nerviosa? – le susurró a Sara. Sara: Un poco… Pepa: Tranquila, yo cuido de ti – con una sonrisa. Estaban con la espalda apoyada en uno de los coches, a espera de avanzar. Montoya hizo un gesto para que Sara avanzase. Se levantó con cuidado y se dirigió hacia ellos. Entonces la vio. Se le paralizó la sangre cuando se dio cuenta de que una pistola se asomaba por el capó de un coche y apuntaba a su sobrina. Ninguno de los dos hombres se había fijado. Corrió desesperada. Pepa: ¡¡¡SARA!!! Tres disparos. Y dos cuerpos cayeron al suelo.
Cap. 13 Silvia: ¿Qué pasa, Curtis? Curtis: Hay un tiroteo… S: ¿Dónde? – preocupada, el corazón empezaba a latirle cada vez más rápido. C: En el parking – revisando las cámaras – Se han cargado las cámaras, me cago en su puta madre. Silvia, ¿oyes algo tú? Pero Silvia no contestaba, se había quedado pálida y sentía que la sangre no le corría por las venas. En el parking estaban Montoya, su sobrina, su padre y…también estaba ella, su Pepa. – No, no, no, no, por favor - Suplicaba que no les hubiese pasado nada.
Gonzalo: ¡Curtis! Pedid refuerzos para aquí abajo. C: Marchando. S: ¿Qué ha pasado Gonzalo? Este no respondió… ********** El primer disparo le dio en la espalda, y el segundo en la pierna. Se había abalanzado sobre Sara sirviéndole de escudo humano, y lo había conseguido. El tercer disparo dio contra el coche que había detrás de ellas. Por la inercia del movimiento de Pepa, ambas chocaron brutalmente contra el coche y cayeron al suelo, Pepa seguía cubriendo a Sara con su cuerpo. Sobre ellas cayó la lluvia de cristales provocada por la bala. Le costaba respirar y se le nublaba la vista, pero acertó a coger a Sara y arrastrarla hacia Montoya, que les ayudó a camuflarse tras un coche. Con una rapidez impropia para su edad, Don Lorenzo se levantó y fulminó a tiros al tipo que había disparado. Se giró para ver cómo estaban las chicas, reprimió las lágrimas al verlas, el estado era lamentable. Pepa estaba sentada en el suelo con la espalda apoyada en un coche, se le cerraban los ojos lentamente. A su lado, Sara lloraba apretándole la mano y suplicándole que los abriera. Ambas tenían la cara y los brazos llenos de cortes por los cristales, pero sin duda, la peor parte se la había llevado la morena. La sangre resbalaba por su cara sin cesar. Con cuidado, Montoya le extrajo un cristal de tamaño a considerar que se le había incrustado en la ceja izquierda. G: Pepa, Pepa…- mirando a Sara - ¿Le ha dado? S: Creo que sí – sin dejar de llorar – Ella, yo…no lo vi… es mi culpa… D.L: Ahora no es momento para eso, Sarita. Joder, Miranda, despierte. G: Se ha quedado inconsciente, pero no tiene ninguna herida que lo haya provocado… Montoya examinaba el cuerpo de Pepa por delante, pero no veía ninguna herida grave aparte de los numerosos cortes. G: No, no…- pasándose las manos ensangrentadas por el pelo. D.L: ¿Qué pasa? Montoya cogió con suavidad a Pepa para girarla. La sangre salía a borbotones de la herida que tenía en la zona del omóplato. G: Le ha alcanzado el hueso seguro, joder. D.L: Montoya, mire – señalando el suelo y cerrando los ojos. Un pequeño charco de sangre iba agrandándose bajo las piernas de la morena, aquello no podía ser del disparo de la espalda. Le levantaron lentamente la pierna derecha para ver, un poco más arriba de la rodilla, otra herida de bala que no dejaba de sangrar.
S: Pepa…no - con un hilo de voz. ********** Paco: ¿Qué pasa, Silvia? Silvia: Han mandado refuerzos al parking, arrestarlo, ¡ya! Paco y los demás se levantaron para acercarse al líder que estaba en la barra tomándose unas copas. Al verlos, se levantó rápidamente y sacó una pistola, pero antes de que pudiera hacer nada. Lucas disparó. Los que estaban allí gritaron y se fueron corriendo. Dos tipos más salieron aparentemente de la nada. Mariano: ¡Al suelo! El hombre al que acababa de disparar Lucas salió corriendo también. Lucas: Putos chalecos – entre dientes y levantándose para ir detrás, pero algo tiró de él y volvió a caer al suelo. Mariano: ¿Dónde vas imbécil? Que te ven y te muelen a tiros. Lucas: ¡Que se escapa! Mariano: ¿Te crees que eres invencible? Que te matan, joder, Lucas. Rita se situó debajo de una de las mesas, pasando desapercibida. Cuando uno de los hombres pasó a su lado, no dudó en disparar. Rita: Uno menos – musitó alegremente. El otro hombre estaba agazapado tras la barra. Se levantó y disparó en la dirección de Lucas y Mariano. Falló y volvió a agacharse. Ya era tarde, una bala le atravesó el estómago. Rita: Y otro menos – levantándose – Ya está inspectóh, que me los he cepillao – poniendo los brazos en jarras. Lucas: De puta madre, Rita – saliendo a la carrera detrás del que se había escapado. Mariano: Joder, Paco, que Rita parece que está en el Oeste, que parece la del gatillo rápido a este lado del Missisipi… Paco: Calla, coño, Mariano – dirigiéndose a Rita – Muy bien, Rita, muy bien – sonriendo. Curtis: Paco, ¿lo tenéis? Paco: Ha escapado, Lucas va detrás. Aquí tenemos a dos cabrones. C: Bien, id con Pove, que creo que hay problemas. -----
Montoya rasgó su camisa para mantener firmes las heridas de Pepa, pronto quedaron bañadas en sangre. G: Tenemos que sacarla de aquí – cogiéndola con cuidado en brazos – Sara, necesito que me cubras. S: Sí - secándose las lágrimas con la manga ensangrentada de su chaqueta. D.L: Vámonos – hablando ahora al micrófono – Silvia, ¿la salida del parking está libre? Silvia: No, esperad…¡Mierda! Un hombre se ha metido en una furgoneta que le esperaba y se ha ido, a todas las unidades, ¡seguid la furgoneta! Quedaos ahí hasta que todo se haya despejado, papá, ¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien? – el no saber la carcomía. D.L: Ahora no, Silvia. ----Lucas: Curtis, Silvia, se han ido… Curtis: Lo sé, ¿dentro queda algún pingüino? Povedilla: No, se han esfumao todos… Curtis: ¡Joder! Silvia: Salid del hotel ya, aquí no queda nadie. Gonzalo: Silvia, llamad a una ambulancia, ¡urgente! Silvia: ¿Pero qué ha pasado? – alterándose. Volvió a tener el silencio como respuesta. Salió de la furgoneta sulfurada. Fuera estaban ya todos, sólo faltaban los de parking. Lejos se oían las sirenas de una ambulancia que se acercaba. Se quedaron en la zona de la salida del parking, nerviosos. Paco había sacado su pañuelo al enterarse de que había un herido, Rita abrazaba a Povedilla, Lucas daba pequeñas patadas al suelo impaciente, Silvia no podía esperar más… De repente la puerta se abrió y salió Don Lorenzo seguido de Sara. Hubo un suspiro de alivio general al ver en Sara que no era nada grave. Lucas la abrazó y la besó con urgencia, Paco los miraba atónito, iba a decirles algo cuando un grito desgarrador les heló la sangre a todos. Las lágrimas corrían sin orden por el rostro de Silvia, paralizada, miraba hacia la salida del parking. Se giraron para ver qué pasaba, pues todos se abrazaban sin acordarse de que aún faltaban dos personas por salir… Montoya tenía la cara, los pantalones y lo poco que quedaba de su camisa bajo el chaleco antibalas de color borgoña. Llevaba a Pepa en brazos, inerte y con la ropa empapada de sangre, al igual que su rostro. S: ¡PEPA! ¡PEPA! – le faltaba el aire y las piernas le fallaban. Don Lorenzo la sostuvo para que no cayera de rodillas.
La metieron rápido en la ambulancia y Silvia quiso correr para subirse en ella, pero su padre la sujetaba fuertemente. Fue Paco quién se metió dentro, con los ojos llenos de lágrimas y aferrando fuertemente el pañuelo contra su boca. El sonido de la sirena alejándose era coreado por el llanto de Sara, que abrazada a Lucas, no dejaba de repetir que había sido su culpa. No sentía nada, salvo un dolor insoportable en su pecho. De un plumazo desapareció todo lo que tenía en la cabeza. - Pepa…Pepa… - repetía mentalmente. Su imagen abatida en los brazos de Montoya no le dejaba respirar. Su llanto silencioso incrementaba las punzadas en su pecho. S: ¡¡¡PEPA!!! -----Cap. 14 La garganta me duele terriblemente y no me quedan ya más lágrimas que derramar. Me niego a que sea verdad, ella no, no. Entierro mi cara entre mis manos y noto una mano en mi hombro, levanto la cabeza, Gonzalo me sonríe débilmente para darme ánimos. Tiene la camisa hecha jirones, sino llega a ser por el chaleco antibalas, nada cubriría su torso. Lola llega corriendo y abraza a Paco, me levanto y corro hacia a ella. Cuando suelta a Paco le abrazo, vuelvo a llorar. Lola: ¿Qué ha pasado? ¿Quién…? ¿Y Sara? Sara: Estoy aquí mamá – dándole un suave beso en la mejilla. L: Entonces…- cae en la cuenta: la mirada abatida de Paco, la expresión de Sara, mi llanto. – Pepa… En ese momento se acerca el cirujano, seguían con la operación. La bala había dañado el omóplato y aunque a priori su vida no corría peligro, tenían que arreglar los daños antes de que fuesen irreparables: el hueso se infectara, dañase las articulaciones de su brazo…La herida de la pierna había sido leve en comparación con la otra, la extracción de la bala había sido limpia, no tardaría mucho en volver a andar. Nos dijo que dentro de unas horas Pepa saldría del quirófano y podríamos verla. Suspiro, cogida de la mano de mi hermana. Lola: Papá, ¿qué ha pasado? – impaciente. D.L: Estábamos en el parking y no vimos a ese hijo de puta. Le dijimos a Sara que avanzara sin darnos cuenta… Sara: Fue mi culpa, yo debí estar más atenta, no… Silvia: Calla, Sara, tú no tienes la culpa, así que deja de repetirlo. D.L: Pepa sí se dio cuenta y se lanzó hacia Sarita… Sara: Sólo la vi correr hacia mí…el sonido de los disparos…nos estampamos contra el coche… ella estaba encima de mí, intenté apartarme pero me sujetaba con fuerza para seguir cubriendo mi cuerpo con el suyo…- las lágrimas se apoderaron de su voz.
Gonzalo: Les ayudé a esconderse. No sabía si les habían alcanzado los disparos, pero entonces perdió el conocimiento y vimos las heridas… Yo no sabía cómo había sido, sólo que Pepa podría morir. Sus impulsos habían salvado la vida de Sara, pero podrían costarle la suya. Respiro hondo, tratando calmarme. Lola: Ya lo has oído, se va a poner bien – besándome en la frente. Mariano me mira como si estuviese loca, no entiende por qué me he puesto a gritar antes de esa manera. No saben nada. Piensan que sólo es una amiga, Dios. – Pepa, por favor, no te vayas, no. Me dijiste que volverías…- pienso mientras vuelvo a abrazarme a Lola hundiendo mi cabeza en su cuello. Pasan las horas, no sé cuántos cafés llevo ya en el cuerpo. De repente, Lola tira de mí para que me levante, el cirujano ha vuelto. Cirujano: La señorita Miranda está estable, aunque su estado es muy delicado. Sólo los familiares directos pueden pasar a verla, pero sin quedarse mucho tiempo. Paco, Sara y Lola, que seguía tirando de mí, avanzamos, pero el cirujano se da cuenta de que hay gente de más ahí. Cirujano: Lo siento, señorita, pero sólo los familiares directos pueden verla – mirándome. Silvia: Es mi novia, además de mi familia – sin pensarlo dos veces. El cirujano titubea, sin saber qué hacer, me dice que puedo ir finalmente. Mientras me alejo, noto las miradas de mi padre y los demás sobre mí. A la vuelta tendré que explicar muchas cosas. Cuando entramos agarro más fuerte la mano de Lola. Las malditas lágrimas vuelven a mí sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Su hermoso rostro está cubierto de cortes, al igual que sus brazos y alguno que otro en el cuello. En la ceja izquierda le han dado doce puntos, nos explica el enfermero que la atiende en este momento. Enfermero: Las heridas de bala sanarán relativamente pronto, no ha habido complicaciones, así que depende de ella completamente. Debería despertar como muy tarde en 24 horas, aunque ha perdido muchísima sangre. Tienen que dejarla reposar a solas – mientras le arregla la cama – Vuelvan esta noche si quieren o mañana. Paco asiente y sale de la habitación, ver a su hermana así le parte el alma. Lola me da un suave beso en la mejilla antes de salir también. Sara: Tita, lo siento tanto – con ojos llorosos, abrazándome. Silvia: No ha sido culpa tuya enana – besándola en la frente – Además, tu tía es fuerte, saldrá de esta – trato animarla, y de paso, convencerme a mí de ello. Con una tímida sonrisa sale, dejándome a solas con ella. Me acerco a la cama y le cojo la mano, está helada. Le acaricio el pelo con ternura antes de inclinarme y besarle en la comisura de los labios. El enfermero entra cuando me separo de ella. Sin yo saberlo, mi padre había contemplado toda la escena desde el umbral de la puerta. Me mira y se va. No sabría definir lo que he visto en sus ojos, ¿decepción? ¿Enfado? ¿Sorpresa? Estoy demasiado cansada para analizarlo.
Me voy a la casa de Paco y Lola acompañados por Lucas, que no se separa ni un milímetro de Sara, y Mariano. Allí me ducho y cenamos en silencio. De vez en cuando, sorprendo a Paco o a Mariano mirándome, me pone nerviosa que hagan eso, lo que quieran saber, que me lo pregunten. S: Paco, Mariano, ¿os pasa algo? P: No, no - apartando la mirada por milésima vez. S: Pues dejad de mirarme, que me estáis poniendo nerviosa. P: Yo…esto…Silvia… S: ¿Sí? – mirándole intrigada. P: Que…mi hermana te quiere mucho y…y que me alegro que estéis juntas – tapándose la boca con el pañuelo. Lola me sonríe y yo trato de hacerlo también, pero no puedo. S: Gracias, Paco – agachando la cabeza. Cuando terminamos de cenar, Lola sugiere que volvamos y yo acepto enseguida. Paco también quiere ir, pero ya somos demasiados. Lola: Paquito, cariño, quédate y descansa, ¿sí? Yo luego volveré – besándole – Vamos, hermana. Silvia: Hasta luego… Cuando llegamos al hospital nos explican que Pepa ha tenido una crisis de ansiedad y que ahora su estado es más frágil. Entro con el corazón en un puño a la habitación. Lola: Voy a por unos cafés. S: Vale… Me siento a su lado, cogiéndole la mano que seguía helada. Apago la luz de la habitación para dejar que las luces de la calle la iluminen tenuemente. Cuando íbamos juntas al instituto fuimos una vez a visitar a una amiga al hospital, me dijo que las luces de los hospitales le deprimían, daban poca esperanza para aquellos que la necesitaban. Y yo la necesito a ella. Necesito que me sonría y me diga que todo va a salir bien. Necesito sus brazos rodeando mi cintura y su cabeza sobre mi hombro. Necesito el olor de su pelo y el brillo de sus ojos. Necesito su presencia para querer levantarme por las mañanas. Dios, no sé cómo narices no me he podido dar cuenta de esto antes. Cada segundo que no estuve a su lado me estalla en la cara y el silencio de la habitación me golpea más fuerte que cualquier disparo. Silvia: Te necesito – en un susurro – Por favor, vuelve, vuelve conmigo porque sabes que estoy aquí. Te quiero t… En ese momento la máquina conectada a ella empieza a pitar escandalosamente, enciendo la luz de la habitación y los enfermeros que cuidan de ella la rodean y me piden que salga. Lola que llegaba con los cafés, se queda en la puerta y me tiende la mano para que se la coja. Lo hago y miro hacia el interior de la habitación sin ver nada. Me parece surrealista completamente, esta mañana…- otra punzada hace que apriete la mano de Lola más fuerte – Esta mañana me decía que
se cobraría el que me duchase sola, anoche me abandoné a ella deseando verla despertar a mi lado… Enfermero: ¡La estamos perdiendo! ¡Llamad al Doctor García! ¡Rápido! Asimilo sus palabras y sigo en el mismo sitio. No puedo moverme, sencillamente porque soy yo la que está perdiéndose con ella. No me había dado cuenta siquiera de que estaba llorando otra vez. Respiro lentamente, cada bocanada me atraviesa los pulmones, duele. Pero no siento nada porque mi cuerpo no es el mío, mi cuerpo es aquel que está dentro de la habitación, y mi corazón el que se para lentamente junto al pitido de la máquina. - ¡Pepa! – pienso desesperada, no tengo voz. Un médico entra corriendo y al cabo de unos minutos, el pitido se estabiliza. Se acerca a nosotras. Doctor: La ansiedad es "normal" en pacientes que han perdido mucha sangre como la señorita Miranda. No se preocupen, los episodios desaparecerán completamente en cuestión de horas. Quédense si quieren. Volvemos a entrar y me siento de nuevo junto a ella, cogiéndole la mano. Lola se sienta en el pequeño sofá que hay en una esquina de la habitación. A pesar de los innumerables cafés que me he tomado, mi vigila flaquea y mis ojos quieren cerrarse. Lola: Cariño, vete a casa, yo me quedo con ella. Silvia: No, ni hablar, si le pasase algo mientras duermo, yo…yo… Lola: Escucha Silvia, te estás cayendo de sueño, además, anoche no dormirías mucho, digo yo. Si quieres quedarte, échate en el sofá aunque estarás incómoda. Yo me quedo despierta, si pasa algo te aviso corriendo, ¿vale? A regañadientes acepto y Lola ocupa mi lugar junto a Pepa. No quiero dormirme, no quiero hacerlo sabiendo que pueda pasarle algo mientras tanto, quiero estar pendiente de ella cada segundo. Pero mi cuerpo no lo resiste, la tensión hace mella y acabo rendida a los diez minutos. -----Cap. 15 El sonido del móvil acaba por despertarla. Mira al frente, sigue en la misma posición en la que se quedó dormida. Lo coge a regañadientes. Silvia: ¿Sí? – aún más dormida que despierta. D.L: Silvita, hija, ¿Dónde estás? Silvia: ¿Dónde crees que puedo estar? D.L: Lo sé, lo sé, pero te necesito en comisaría par… S: ¿Qué? Es broma, ¿no? D.L: Lo siento, pero te necesitamos, nos faltan agentes por todos lados y nos hace falta un forense…
S: Papá, por favor. D.L: Lo siento, hija, pero no te lo pediría si no fuese urgente… Silvia mira exasperada a Lola, que le pregunta qué pasa con la mirada. S: En media hora estoy allí – colgó sin darle tiempo a despedirse. L: ¿Te vas? S: Me necesitan en comisaría, Lola, lo siento, y muchísimas gracias por quedarte anoche, en serio… L: Anda, calla, no digas tonterías, que no ha sido nada. Dentro de unos minutos viene Sara y yo me voy a dormir un ratito – al ver que iba a decir algo, le cortó – Le diré que te avise si pasa algo. S: Gracias – besándola en la mejilla – ¿Han dicho algo los médicos? L: Sí, que ha superado el estrés ese que tenía… S: Ansiedad, Lola... L: Eso, eso, que ya lo ha pasado y que debería despertarse hoy. Se acercó a Pepa, que seguía igual que antes de que se durmiera. Le cogió la mano y le agradó sentir que estaba a su temperatura normal. S: Volveré luego – susurrándole al oído – Te quiero – besándole dulcemente en la mejilla. Se despidió y de camino a su casa para ducharse y cambiarse de ropa, le daba vueltas a la cabeza… ----Había oído hablar de ella en casa, claro. Mi padre siempre se refería a Pepa como la oveja negra de la familia Miranda. La veía de vez en cuando en alguna comida familiar o por la calle. Siempre me pareció una persona fría, distante, cerrada herméticamente, dura…Hasta que entré en su instituto. A esas alturas ya me había hecho la idea de que estaría sola durante algún tiempo hasta que hiciese amistad con alguien, cada instituto es un mundo y ahora tenía que integrarme en uno completamente diferente al que dejaba atrás. Yo por aquel entonces era muy pija, Pepa dice que en el fondo sigo siéndolo, pero qué se le va a hacer. Iba pensando que me tocaría en una jaula de fauna autóctona, cuando la vi. Sabía que iba a aquel instituto, pero no esperaba encontrármela el primer día. Tengo que reconocer que le tenía algo de miedo, y la odiaba un poco también, por causar tantísimos problemas a la familia, según contaba mi padre. Allí estaba, de pie, consultando las listas. Pepa: Anda, ¡Hola Silvia! – mirándome sorprendida - ¿Eres nueva este año? Silvia: Sí – cortada. Pepa: ¿Sabes ya a qué clase vas?
Silvia: Por eso estoy aquí – señalando las listas y pensando que por qué era tan borde, ella estaba siendo amable. Entonces me vi, iba a ir a su clase. No sabía que fuese por ciencias, la veía un poco cazurra, sinceramente. P: Parece que vas a tener que aguantarme todo el año – mirándome divertida. S: Eso parece, sí… P: Pues vamos, te enseño todo esto – se quedó pensando un momento – Si quieres, claro… Ahora no le iba a decir que no, así que acepté. Llegamos a clase dando un rodeo, me enseñó lo más importante del instituto. Y mientras hablaba, yo me daba cuenta de que había sido muy injusta con ella, era una persona de lo más simpática y agradable. Llegamos a clase y me senté a su lado. Uno quiso hacer la gracia. Chaval: Anda, mira Pedro – señalándome – Es la zanahoria pija de las monjas – riéndose. De repente se levantó con un estruendo al arrastrar la silla y se dirigió al chaval. En ese momento sí me daba miedo, la chica divertida se había esfumado, y miraba con odio al pobre chico que no sabía dónde meterse. P: ¿Tienes algún problema con Silvia, imbécil? – acercándose a él con aire de amenaza. Chaval: N…no… P: Pues entonces, ya estás tardando en pedirle disculpas. Chaval: Perdona – mirándome entre arrepentido y asustado. Yo me había quedado de piedra. Le hice un gesto con la mano para quitarle importancia. Pepa volvió a sentarse a mi lado. P: Asunto arreglao – girándose hacia mí y sonriéndome ampliamente. – Son como burricos, te lo juro – resoplando. La miré con cierta admiración, en la vida me hubiese enfrentado a un tío como él. Le sacaba una cabeza a Pepa, y eso que ya de por sí era muy alta. -----A partir de aquel día nos convertimos en uña y carne. Nunca dejó de sorprenderme la sencillez con la que resolvía todo, la facilidad que tenía para sacarme una sonrisa y hacerme sentir mucho mejor, de sentirme protegida cuando estaba con ella. Era pura fachada, aquella chica de botas negras era cariñosa, divertida, simpática, amable, sensible... era un amor de personita, como decía ella para describirme. Si antes la tomaba por algo corta, me demostró con creces que era tremendamente inteligente, eso sí, también inmensamente vaga. Se pasaba todas las clases dibujando. Dibujaba ciudades de todo el mundo con una sensibilidad y un arte de lo que no la hubiera creído capaz antes de conocerla, y aunque se tiraba así todos los días, nunca suspendió un examen a pesar de no estudiar absolutamente nada.
Cada día llegaba a clase con una sonrisa y una canción en la cabeza, era imposible que su alegría no se me contagiara. Con el tiempo empecé a asustarme, porque no entendía lo que sentía por ella. Me decía a mí misma que la quería mucho como amiga. Pero claro, a mis otras amigas, como podrían ser Marta o Carmen, no las miraba como miraba a Pepa, no me despertaba todas las mañanas con la ilusión de empaparme de su sonrisa, ni me corroía la sensación de malestar cuando no se me pasaba desapercibido que los tíos la mirasen con deseo. Antes no quería darme cuenta, pero ahora sí, y tengo que reconocer que era atractiva a más no poder, su salero, su cuerpo y su carácter (se llevaba bien con todo el mundo, algo que sigue dejándome perpleja) la hacían irresistible a los ojos masculinos. Ah, y los pantalones de cuero le quedaban de vicio, para qué negarlo a estas alturas. Teníamos dieciséis años, y yo era una ingenua de tomo y lomo. Al final llegó el verano, fue la primera vez que un curso se me había pasado tan rápido, y con él, también llegó la fiesta de fin de curso. A mí no me apetecía ir, pero Pepa consiguió convencerme, pidiéndome que lo hiciera por ella. Y allí me planté en la discoteca en la que habíamos quedado toda la clase. Pepa no tardó en llegar y ahora me doy cuenta de que sentí envidia de su ropa, porque estaban en contacto con su piel. En ese momento deseché cualquier pensamiento como ese con la escusa de ir un poco contentilla. Se fue al baño y yo me acerqué a la barra. No perdió la oportunidad que le brindó Pepa al irse. El mismo tío que el primer día se rió de mí, tardó poco en empezar a babearme y tirarme los trastos, lo que es la adolescencia. Juan: Joder, tía, estás potente tú, ¿eh? – lo que llevaba encima era alegría y lo demás tonterías. Silvia: Cállate, anda – apartándome. J: No te vayas, que quiero que me alegres la noche – cogiéndome por la cintura. S: Que me dejes en paz – intentando escaparme, pero me tenía bien agarrada. J: Shhhhh, estás peleona… Intentó besarme y yo aparté mi cara lo que pude para que ni me rozara. No podía deshacerme de sus brazos, empezaba a desesperarme. Entonces la vi, se acercaba a él por detrás, seria, como cuando está a punto de liarse a hostia limpia con alguien. Le pedí ayuda con la mirada, suplicante. Sus ojos relampaguearon de rabia y le tiró del hombro apartándole bruscamente de mí. P: ¿No ves que te está diciendo que la dejes en paz, capullo? J: Uy, hola, Pepa – girándose - ¿Te unes? Que tengo pa las dos, nenas. Se estaba conteniendo, una tormenta llamada Pepa Miranda iba a estallar en breves momentos. Pero una vez más, me sorprendió, me tendió la mano para que nos fuésemos de allí. Se la cogí encantada y aliviada. Fue el imbécil de Juan quién se lo buscó. J: Si es que tenéis un polvazo nenas – dándole un azote en el culo a Pepa. Se giró lentamente, y cuando estuvo cara a cara con él, lo tumbó de un puñetazo certero que le reventó la nariz.
P: Vámonos de aquí que me lo cargo a hostias – tirando de mí para salir de la discoteca. Una vez fuera, nos fuimos a la playa. De noche era precioso. No sentamos en la orilla, recuerdo que cerré los ojos para guardar aquel momento. P: Siento muchísimo lo de antes – mirándome fijamente – Te obligué a venir y mira lo que ha pasado… S: No digas tonterías. Si he venido es porque he querido – le sonreí. P: ¿Sabes qué? – respondiendo a mi sonrisa – Tenía ganas de partirle la cara, por cerdo. S: Jajajaj ¿Y eso? P: ¿Crees que no me he fijado en cómo te mira o te habla? Por Dios, que te come con los ojos, pelirroja. Aquello me hizo mirarla con una gratitud inmensa pintada en mis ojos, se limitó a sonreírme y a levantar la cabeza para mirar las estrellas. S: Si tuviera que liarme a puñetazos con todos los que te miran a ti… - suspiré sin pensar en lo que decía. P: Jajajaj…Tu faceta agresiva todavía no la conozco – riendo - ¿Estás celosa, pelirroha? S: Qué dices, calla, calla – sin parar de reír. Sus ojos reflejaron un tanto de decepción, que en su momento no supe interpretar, y que ahora me molesta no haberlo hecho. Pepa ya estaba enamorada de mí aquella noche, por eso nunca hablaba sobre sus numerosos novios o de quién le gustaba, porque cada uno le duraba como mucho dos días. Y yo sin saberlo, también estaba enamorada de ella. Con las vacaciones llegaron días en la playa, y risas, y bromas, y revolcones por la arena en una lucha por ver quién le hacía más cosquillas a quién, y nervios, y canciones, y dibujos, y conversaciones, y cine, y calor, y muchos sentimientos que no sabía cómo encajar… Sin darnos cuenta, ya habíamos terminado segundo plantándonos con dieciocho años cada una. Con una carrera a elegir y una comunión a la vista. Quién me iba a decir a mí que acabaría fumada y arreándole un morreo a Pepa, mi primer beso, y también el suyo a una mujer. Después de aquello besé a mucha gente, y nadie me besó como ella. Pero lo olvidé, porque mi cabeza no sabía lo que significaba todo eso…pero de alguna forma mi corazón siempre ha estado con ella, aunque no lo supiera, aunque no quisiera reconocerlo. Y ahora podría ser demasiado tarde… -----El día se le pasó en un suspiro. No tuvo tiempo de nada, las noticias sobre el caso del café no eran para nada tranquilizantes. Agotada y exhausta, fue a su casa a ducharse e irse al hospital. Mañana le esperaba la presentación de los resultados del caso, - Como si no tuvieran gente, tiene narices la
cosa – farfullaba por el pasillo de la habitación. Pero había otra cosa que le preocupaba más, ni Lola ni nadie la había llamado, la incertidumbre del estado de Pepa le consumía. Al entrar vio a Paco sentado junto a ella, tenía ojeras y muy mala cara, no había dormido absolutamente nada. Le sonrió débilmente al verla. Paco: Hola, Silvia – levantándose. Silvia: Hola… ¿Cómo está? – acercándome a la cama. P: Sigue igual…los médicos dicen que… S: Ya debía haberse despertado – se sentía peor por momentos. P: Sí, mañana si no ha despertado le harán una resonancia o algo así… Agachó la cabeza, resonancia equivalía a posible daño cerebral… P: Pero no te preocupes, que seguro que no es nada – intentado animarla. S: Ya, Paco, pero es que si le pasase algo yo…- no pudo acabar la frase, el simple hecho de imaginárselo le dejaba sin aliento. P: Nada, nada – abrazándola - ¿Te vas a quedar tú? S: Sí, vete, que tienes que descansar – dándole un suave beso en la mejilla. Sara: Hola… - entrando por la puerta. P: Bueno, yo me voy – despidiéndose de su hermana con un beso en la mejilla y de Sara con otro. Sara: Me gustaría quedarme… Silvia: ¿Por qué no ibas a poder quedarte? – mirándola sorprendida. Sara agachó la cabeza, algo pasaba. Silvia: Sara, ¿qué pasa? Sara: Pues que no ves que no puedo más, que aunque me digáis que no, fue culpa mía, y todos estamos sufriendo por mi culpa, y yo…yo no puedo más…Silvia – llorando. Silvia: Sara, no…- abrazándola – Escúchame y deja de llorar. Era un operativo, todos os la jugabais participando en él, Pepa ya es mayorcita para saber lo que hacía, ¿de acuerdo? Anda, échate en el sofá, yo me quedo despierta. Sara: Lo siento Silvia – enjugándose las lágrimas – Pero tú tienes peor cara que yo – intentando sonreír - Te toca dormir a ti, si quieres hazlo al lado de ella o en el sofá, pero duerme… Silvia: ¿Desde cuándo eres tan mandona? Sara: Desde que he descubierto los genes Castro…
Consiguió sacarle una pequeña sonrisa. Se sentó junto a ella y le cogió la mano. Sara se acomodó en el sofá, vigilando. Al cabo de unos minutos, las dos dormían, sin enterarse que alguien más llegaba y se quedaba en la habitación. -----Cap. 16 Entró en la habitación si hacer ruido. Tampoco es que fuesen a darse cuenta, estaban completamente sopa las dos, y bueno, Pepa seguía igual. La habitación estaba a oscuras pero distinguía las figuras de las tres mujeres. Miró a su nieta, abrazaba sus propias piernas enterrando la cabeza en las rodillas, y luego a su hija pequeña. Se le encogió el corazón al verlas en ese estado. Silvia aferraba la mano de Pepa mientras que con la otra rodeaba la cintura de la morena, dormía con la cabeza apoyada en la cama. No había que ser muy listo para entender la reacción de Silvia cuando vio a Pepa herida, no era simple amistad, ahí había mucho más, y aunque no lo acabase de entender, ¿quién era él para determinar la felicidad de los demás? La mujer de la que estaba enamorada su hija había arriesgado su vida para salvar a su sobrina, a su nieta, a su Sarita. Nunca le gustó su carácter, nunca le gustó ella, siempre prepotente y creyéndose más de lo que realmente era. Quiso más de una vez darle algún que otro guantazo, sobre todo el día de la comunión. Pero el tiempo pasa, siempre lo hace. Y cuando la volvió a ver le concedió el beneficio de la duda…Lo que había hecho era un acto de valentía a la par de insensato e impulsivo, aunque, si alguien hubiese hecho algo así aquel día…ahora probablemente tendría otro nieto… Avanzó hasta Sara y le dio unos golpecitos para que se despertase. Sara: ¿Umm? ¡Mierda! Me he quedado dormida – dando un bote. D.L: Shhhh, Sarita, cariño, vete a casa, yo me quedo con las dos. Sara: ¿Qué haces aquí abuelo? – sorprendida. D.L: Alguien tiene que cuidar de ellas, así que vete, ¿vale? Sara: No, yo quier… D.L: Es una orden, o te chupas tres guardias seguidas – levantando el tono. Sara: Que sí, que sí – levantándose – Llámame si pasa algo, ¿vale? D.L: Vale – besándola en la frente. Se sentó en el sofá que había dejado libre y se dispuso a pasar una larga noche vigilando el sueño de las dos mujeres. Lo que no sabía es que una de ellas simplemente se hacía la dormida. --Una inusual sensación de calidez recorría su cuerpo. Alguien hundía sus dedos en su pelo rojizo acariciándoselo con dulzura y suavidad. Abrió los ojos lentamente, de repente se acordó de dónde estaba y los terminó de abrir de golpe. Levantó la cabeza para saber quién era, inconscientemente lo sabía pero no quería desilusionarse. Las lágrimas empezaron a correr por su rostro cuando se encontró con sus ojos. El corazón había empezado a latirle desbocadamente y la emoción la tenía paralizada. P: No llores, pelirroha… - su voz era ronca y estaba quebrada.
S: Pepa… - abrazándola fuertemente. P: Ey, ey, con cuidado, pliiis. S: Lo siento – apartándose de ella y sentándose en la cama. Se enjugó las lágrimas y sonrió. Había vuelto, estaba despierta y la miraba, aunque su semblante era serio. P: ¿Estás bien? – le preguntó con preocupación. S: ¿Yo? – sorprendida por la pregunta - ¿Qué.. P: ¿Estás bien? – le cortó repitiéndoselo. S: Yo, claro, pero eres t… P: Si tú estás bien yo también lo estoy – esbozando una sonrisa feliz y cerrando los ojos con tranquilidad recostándose en la cama. Silvia en off: (Lo de esta mujer es increíble, pues no se despierta con dos heridas de bala y me pregunta si soy yo la que está bien…) P: No me mires con esa cara, Silvia, que yo estoy bien, ¿no me ves? S: ¡Pero Pepa! Que tienes dos heridas de bala y estás más tranquila que todas las cosas… P: Toma, pues claro, ¿Por qué no iba a estarlo? Si tengo todo lo que quiero aquí conmigo. Sonrió y las lágrimas volvían a empañar sus ojos. No tenía remedio, Pepa era todo un caso. P: Eh, no llores – estirando con esfuerzo el brazo bueno para secárselas – Lo siento. S: ¿Por qué? P: Por esto… - apartó la mirada, avergonzada. S: ¿Por salvarle la vida a tu sobrina? – incrédula. P: No, mujer. Por hacerte llorar. S: Pero mira que eres payasa – sonrió pero se puso seria de nuevo – Pepa, Dios, pensé que te perdía y… P: Shhhh, no lo digas, porque no tiene sentido pensarlo ahora, ¿no crees? – animándola a sonreír – Entonces sólo fueron dos al final…ya pensaba que me ibais a utilizar de colador… La tensión de aquellos días estalló en carcajadas por ambas partes, no podía creer que estuviese bromeando con aquello. S: ¿Desde cuando est… P: Desde anoche, cuando llegó tu padre y echó a Sara, la pobre, menudo susto se llevó.
S: ¿Qué mi padre echó a Sara? – recorriendo la habitación con la mirada, no había nadie más. P: Le he pedido que nos dejase solas – adivinando su pensamiento. S: ¿Por qué no me has despertado antes? P: Porque me encanta verte dormir – con una amplia sonrisa que acabó en una mueca de dolor cuando le tiraron los puntos que tenía en la mandíbula. S: Te he echado de menos – acariciándole el pelo. P: Yo también, princesa, yo también. Silvia se inclinó sobre ella para besarla con dulzura en un corte que tenía bajo el ojo, después encima del vendaje que cubría la herida de su ceja, en la mejilla, en los puntos de la mandíbula, y acabar finalmente en sus labios, que la esperaban entreabiertos, deseosos de fundirse con los suyos. Fue un beso lento, pero húmedo y profundo. Cuando se separaron, Silvia la abrazó con cuidado de no hacerle daño. P: Si llego a saber que me esperaba esto, te hubiese despertado antes – sonriendo. S: Jajajja, mira que eres… De repente se abrió la puerta y entró Lola seguida de Paco, Mariano, Lucas, Sara y Don Lorenzo. Sara: ¡¡¡Tita!!! – casi saltando sobre ella. Paco: ¡Pepa! – emocionado sacando su pañuelo y abrazando a Lola, que les sonreía con unas lagrimillas de emoción. Pepa: ¿Tan horrible estoy, Lola? Dejadme un espejo, anda - al verse en el espejo abrió los ojos como platos - Joder, parezco la hija amorfa de Frankenstein y Bob Esponja – riéndose y contagiando la alegría a los presentes. ----Don Lorenzo se mantenía un poco alejado, estaban cogidas de la mano y aquello se le antojaba raro, tendría que acostumbrarse, pensaba silencioso. Paco: Pepa, no sabes cuánto te agradecemos lo,,, Pepa: Jajjaja, Paquito, ¿te vas a poner sentimental? Dije que cuidaría de ella – sonriendo con sencillez. Sara: ¿A que es imposible no quererla? – dándole un sonoro beso en la mejilla. Pepa: Pues eso digo yo, pero nada, la pelirroha a su bola… Silvia: ¡Pero bueno! Pepa respondió con una sonrisa. Aquello era suficiente para borrar de un plumazo toda la angustia, dolor y tristeza que habían sentido durante esos dos días.
P: Bueno, bueno – buscando a alguien con la mirada - ¿Y mi caballero andante? – refiriéndose a Montoya. D.L: En comisaría, de hecho, tenemos que irnos todos… P: ¿Qué ha pasado? D.L: El líder consiguió escapar, pero sus tres secuaces están muertos. P: Vaya…¿y se sabe algo más? D.L: Por desgracia no. Estamos trabajando en ello, aunque ya sabe cómo son, no dejan huellas. Don Lorenzo le contó que nadie más había sido herido y que esperaba que se recuperase pronto, porque aunque le costase reconocerlo, era buena. Al rato, se tuvieron que ir todos, incluida Silvia, que se despidió con un beso tierno en la boca y un susurro al oído que le hizo sonreír. Lola se quedó a hacerle compañía. El resto del día pasó sin hacerse notar. Esperaba ansiosa verla cruzar por la puerta, era tremendamente aburrido estar así, aunque Lola hubiese estado todo el día con ella. Al final la vio en el pasillo, con una leve sonrisa y su melena pelirroja ondeando por el paso ligero que llevaba. Entró sin llamar. P: ¡Princesa! – feliz por fin de verla. Silvia sonrió y se puso a horcajadas sobre ella para estar a su altura, ya que estaba incorporada con la espalda contra el cabezal de la cama. Sin decir nada, la besó con pasión sujetando su rostro entre sus manos intentando no rozar ninguna herida. Ambas sonrieron cuando se separaron y Silvia se bajó para sentarse a su lado. P: Eso no vale, que estoy en desventaja – señalando el brazo que llevaba en cabestrillo para evitar movimientos bruscos y que la herida sanase más rápido y segura. S: Lo sé – sacándole la lengua. P: Oye, ¿entonces ahora somos novias y familia? Silvia se ruborizó y vio que la morena sonreía. S: Tenía que verte. P: El caso es que no me ha quedado muy claro… ¿somos o no somos novias? – levantando una ceja seguida de una mueca de dolor. S: Pues sí, lo somos – poniéndose a la defensiva. P: Ah, vale, porque ya empezaba a pensar que tendría que buscarme una amante. S: Jjajaja, no bromees con eso, anda. P: A sus órdenes, inspectora – poniéndose firme. Pasaron horas hablando y besándose y riendo y acariciándose, hasta que llegó la enfermera a comprobar que todo seguía estable. Se quedó un poco cortada, porque a esas alturas, Silvia ya
estaba metida en la cama de Pepa abrazada a ella. Salió de la cama, sonrojándose por momentos mientras Pepa aguantaba la risa. Cuando la enfermera se fue, no pudo evitar echarse a reír. P: Te estás volviendo una despotenciada, pelirroha, mira que meterte en la cama de una paciente… S: Calla, calla, ¿has visto qué cara ha puesto? – inconscientemente miró el reloj - ¡Dios! Es tardísimo, Pepa, tendrías que estar durmiendo… P: Pero es que hay un problema. S: ¿Cuál? P: Que no duermo bien si no es con una preciosa pelirroha. S: Pues voy a llamarla, ahora vengo – haciendo ademán de levantarse e irse. P: Estás tú mu graciosa, ¿no? S: Es que no puedo evitarlo, soy feliz – sonriendo. P: Entonces te quedas, ¿verdad? – ilusionada. S: Pues no sé… - dudando - ¿Estás segura? P: ¿Cómo? S: Y si me muevo y te hago daño… P: Anda la otra, con qué tonterías me sale a estas alturas de la película – escurriéndose por el cabezal hasta tumbarse completamente y destapar la cama para hacerle hueco, Silvia la miraba divertida. S: Espero que no haga frío esta noche… Pepa la miró sin entender. Pero Silvia empezó a subirse la camiseta hasta quitársela, al igual que los pantalones y toda la ropa que llevaba hasta quedarse en ropa interior. P: No es justo… - refunfuñó mientras Silvia se acoplaba a su cuerpo bajo la sábana. S: Lo sé – besándola. -----Cap. 17 -Mmmm…que se calle todo el mundo, por favor – pienso mientras abro los ojos lentamente. Joder, me duele todo. Voy recordando a flashazos lo que ha pasado: el parking, Sara, disparos, cristales, Montoya…silencio, nada… Deduzco que estoy en el hospital, no parece que sea muy grave dentro de lo que podría haber pasado. Dos personas cuchichean enfrente de mi cama, una es Sarita, y la otra…¿Don Lorenzo? Le está diciendo que se vaya, ¿el carcamal quiere cuidar de mí? Esto tengo que apuntarlo en el
calendario como Fiesta Nacional. Cuando se cierra la puerta algo se mueve a mi lado. No me había dado cuenta de que había alguien más, sólo estaba pendiente de ellos. La luz que proviene del pasillo me basta para reconocerla. Quiero moverme para pedirle que se vaya, tiene que estar destrozándose entera. Pero qué guapa es, madre. Rodea mi cintura con su brazo y coge mi mano con decisión. ¿Sabrá que su padre la está viendo? Porque esto va a traer cola. Oh Dios, ya me lo imagino, como una fiera, la vena del cuello a punto de estallar y gritando: D.L: ¡¡Miranda!! ¡¡Despotenciada!! ¡¡Qué le ha hecho a mi hija!! ¡¡Que me la ha vuelto anormal como usted!! ¡¡Que le pego un tiro por mis santos cojones!! ¡¡Váyase a tomar por culo pedazo de punki silvestre sinvergüenza!! – sacando la pistola y pegándome un tiro. Jjajajajja, me meo yo sola. Mierda, creo que deliro a causa de la morfina. Qué cosas. Siento una fuerte presión en la pierna en la que recibí un disparo, supongo que me la habrán inmovilizado, al igual que todo el brazo izquierdo, incluido el hombro, aunque eso me lo han anestesiado o algo, porque no lo siento. Por eso no siento el calor de su mano en la mía. Ainssss, me muero de ganas de despertarla, pero conociéndola no habrá dormido con tranquilidad y quiero que esté bien, así que esperaré a que se despierte. Me pasaría la vida viéndola dormir. Vaya, el señor comisario se ha dado cuenta de que estoy despierta. D.L: ¿Quiere que avise a alguien, Miranda? ¿Necesita algo? P: No, gracias… Estoy bien. ¿Pero de quién es esta voz? Parezco un zombi, jajajaj, qué bueno. Se queda callado y me mira, como si quisiese saber qué pienso o algo. D.L: Mirand…Pepa, ¿puedo llamarte así? Ahora que parece que eres…mi… ¿nuera?… Yo estoy flipando en colorines y florecillas del campo. No me lo estoy imaginando porque sé que estoy despierta, pero aún así. P: ¿Cómo l… D.L: Eso no importa, ¿cuidará de ella? P: Con mi vida, y sabe que cumplo lo que digo… D.L: Con eso es suficiente para mí, que la quiera, la cuide y la proteja. P: Sabe que sí, señor. D.L: Que soy su suegro cojones, que me llame – le cuesta soltar prenda al tío – Lorenzo… P: Vale, Lorenzo – pongo matiz pasional y arruga la nariz, mejor me comporto si no quiero que me remate – Entonces llámame por mi nombre, que me haces sentir vieja con tanto formalismo… D.L: ¿Vieja? ¿Vieja? ¿Me está llamando viejo, Miranda? – levantando el tono, Silvia se remueve. P: Shhhhh…No, sólo que me llames Pepa, y punto. Me mira sin convencerle, pero se calla.
Ha estado toda la noche despierto, y yo también, pero yo me he pasado la noche mirándola. Me pregunto cómo es que he vivido sin ella todo este tiempo, en serio, ahora mismo no podría imaginarme una vida donde no estuviera. Es una persona increíble, me acuerdo cuando le decía que era un amor de personita, jajajaj, qué tiempos. Me gustaría despertarla para decirle lo muchísimo que la quiero y que quiero que esté conmigo siempre, cogiéndome de la mano como lo está haciendo en este momento. Aunque me quede corta diciéndoselo, porque ya no son dos palabras, ni una parrafada en la que describo todo lo que la necesito. Es un sentimiento, es parte de mí, que había olvidado y que es nuevo, porque como ya le dije, no había querido a alguien tantísimo. Suspiro, intentando reprimir las lágrimas que amenazan con dejarse ver. Maldita sea, aún encima de drogada, sentimental perdida. Me dan un loro y un mono y monto un circo yo sola. El Sol entra por la ventana creando suaves destellos anaranjados en su pelo. Me muero de ganas de acariciárselo y no puedo evitarlo. D.L: ¿Quieres que os deje solas? P: Por favor… D.L: Estoy en la cafetería – mirándonos antes de salir. Sigo jugando con su pelo cuando empieza a moverse. Sonrío, que carilla tiene de dormida. Entonces levanta la cabeza y me mira sin poder creérselo. Las lágrimas que yo reprimo empañan sus ojos. No necesito nada más, ya la tengo a ella. Tengo su sonrisa tímida y pícara cuando quiere, sus impresionantes ojos oscuros que con una mirada te dicen lo que siente, su pelo color fuego acorde a su temperamento (que es mejor no dejar salir a pasear, por cierto), su piel clara y sincera, su mente que tantas veces he tachado de cuadriculada pero que me vuelve loca, su cuerpo al que deseo abrazar en cada momento, y también, tengo su corazón, ese que está mirándome diciéndome que me quiere y que ha estado esperándome, solo a mí. Me duele verla llorar, así que decido poner fin a tanto sentimentalismo que me está entrando por culpa de tanta morfina, jodida droga. Me resulta irónico que precisamente a la droga le deba estar con ella...Porque Silvia fumada es mucha Silvia, jajaj. -----Lola: ¿En qué piensas? Pepa: ¿Eh? Nada – sonriéndole. L: Aaaaanda, dímelo… P: Que no, que luego quieres saber más y tu hermana me mata. L: Jajajjaja, ¿y si ella no se entera? P: No, además, está a punto de llegar – sonriéndole felizmente. L: Qué pareja, bueno, pero dímelo, andaaaa… P: Me estaba acordando de la noche que me desperté, ¿sabes que tu padre me dijo que le tutease? Que dice que como ahora soy su nuera… L: ¿En serio? – abriendo los ojos sorprendida – Pues eso es muy bueno, Pepa. P: Ya lo sé…Pero tú no se lo digas a Silvia, que no lo sabe todavía, creo…
L: De acuerdo, cariño, yo me voy a ir yendo, ¿te importa si te dejo sola hasta que venga? – besándola en la mejilla. P: Qué va, para nada. Tiene que ser una paliza aguantarme tantas horas seguidas, ¿no? L: Jajajja, ahora no tanto, no te creas, pero es que estos últimos días parecías un fantasmica. P: Eso es la morfina, Lola, la morfina tiene la culpa de todo. L: Sí, sí, lo que tú digas. Que mi hermana pase las noches aquí no tiene nada que ver, ¿no? P: Eres una mal pensada, que lo sepas. Yo estoy convaleciente y dudo mucho que Silvia se atreviese a montárselo en un hospital, sinceramente te lo digo – levantando una ceja ante lo que acababa de soltar. L: Jajajajjaj…como te oiga te mata… - sin parar de reír. P: Ha sido tu culpa – acusándola con el dedo – Te he dicho que no me tirases de la lengua, pero claro, los genes Castro ahí rascando, ¿eh? ¿eh? L: Jajajajaj, calla anda, que no tardará en venir, mañana me paso por aquí – guiñándole un ojo antes de salir. Había pasado una semana desde que la ingresaron en el hospital, Lola había dejado el bar a cargo de Julián, Jimmy y demás, e iba todos los días a hacerle compañía. Solía irse cuando llegaba Silvia o alguien que le relevase. Se quedó esperándola al igual que los días anteriores. Se había convertido en la mejor parte del día en su nueva rutina, cuando llegaba y comían o pasaban la noche juntas abrazadas, o lo que la limitación de los movimientos de Pepa le permitiese, que poco a poco iban en aumento. Se estaba retrasando, empezaba a inquietarse cuando abrió la puerta de golpe y cerró con rapidez. Sin decir nada, bajó la persiana, cogió la silla y atrancó la puerta. P – mirándola sorprendida - : Silvia, ¿qué hac… Pero se quedó sin palabras. Con esa sonrisa pícara que tanto le gustaba, se desabrochó el abrigo dejando ver lo que llevaba puesto. Su cuerpo tan sólo estaba cubierto por un corsé, unas braguitas y unas medias, todo de encaje. Dejó caer el abrigo al suelo mientras seguía sonriendo. Pepa tragó saliva, embelesada. P: Creo que no soy una buena influencia para ti – con voz pausada, costándole hablar. S: Pues si quieres me voy – acercándose hasta ponerse a horcajadas sobre ella, que estaba incorporada apoyada en el cabezal. Acercó su boca a la de Pepa, sin llegar a rozarla. Haciendo así que el deseo de la morena aumentase. Rozó durante un segundo su cuello de camino a su oído, notó como se le erizó la piel con aquel leve contacto, sonrió. S: Pero te encanta – susurrando. P: Encantarme es poco…Esto debería estar prohibido – estremeciéndose.
S: Pues entonces nada – apartándose y haciendo un ademán de bajar de la cama. P: Ni de coña – cogiéndola del brazo y haciendo que se girara para estar cara a cara. Se lanzó a su boca pero Silvia se apartó. Posando su dedo índice sobre los labios de Pepa. Volvió a su oído. S: Tú no puedes casi moverte – susurrándole insinuante. P: ¿Qué pretendes, pelirroha? – con un hilo de voz. S: Que te estés quieta y te dejes hacer… Dicho esto le mordió el lóbulo de la oreja con suavidad, bajó por su cuello besándolo con intensidad. Pepa se mordía el labio. Era cierto, Silvia la había inmovilizado cogiéndole la mano que podía mover, el otro brazo le dolía terriblemente si lo movía, al igual que la pierna. Así que así estaba, sin poder hacer nada mientras le recorría el cuello, el hombro… P: Silvia, por favor…- le costaba hablar a causa de la excitación. No contestó, se limitó a besarla apasionadamente. Pepa respondió al beso subiéndolo de temperatura y dejando que las manos de Silvia se colasen bajo el camisón del hospital…Se deslizaban con acierto por su piel, sabiendo dónde acariciar, dónde dejarse llevar…Por su parte le desabrochaba lentamente el corsé cerrando los ojos ante los besos de la pelirroja en su cuello…Se deshizo de él al fin y su mano descendió desde su pelo hasta la zona baja de su espalda, donde quiso deshacerse también de las braguitas pero la posición de Silvia se lo impedía, con lo que rodeó su cadera y ascendió por su abdomen notando como su piel nívea se erizaba bajo su contacto… Se detuvo para sujetarle la barbilla y mirarle a los ojos. Brillaban de deseo delatándola, al igual que los suyos. Hundió su mano de nuevo en su melena rojiza mientras Silvia rodeaba su cuello con la intención de pegarse lo máximo posible a ella…para después volver bajo la ropa hospitalaria de la morena…Sus respiraciones eran entrecortadas y les faltaba el aire, pero les daba igual. Sus bocas eran un campo de batalla demasiado ocupado como para preocuparse de algo más, sus lenguas se entrelazaban con furia y deseo al ritmo que marcaban las manos de Silvia en la piel de Pepa, que ardía con cada roce… Apoyó la cabeza en la pared echándola hacia atrás, dejando su cuello a la merced de sus labios, necesitaba respirar…Gimió levemente cuando la sintió cerca de su zona más candente, la besó confundiendo a veces los besos con pequeños mordiscos… Se mordió el labio inferior con fuerza cuando llegó al orgasmo, seguida de una mueca de dolor cuando los puntos le tiraron… S: Perdona – susurrando con una tímida sonrisa cerca de su boca y apartándole un mechón de los ojos. P: Pues no te perdono… – mirando sus labios fijamente, su aliento tan cerca… Silvia le dio un suave beso que provocó que al separarse Pepa buscase sus labios con ganas de más, y esta vez sí le dejó besarla, profundizándolo… Al cabo de unas horas de irracionalidad por ambas partes, la morena cayó rendida y Silvia desatrancó la puerta y se cambió de ropa, no le diese a algún médico o enfermero por entrar a
comprobar algo y se la encontrase de aquella guisa. Se metió en la cama, abrazándola con cuidado y sintiéndose la mujer más feliz del mundo al ver la sonrisa con la que Pepa se había quedado dormida. ----Cap. 18 (Parte 1-3) Los días pasan en San Antonio mientras todo sigue igual, bueno, no todo. Ha pasado casi mes y medio desde que Pepa entró hospitalizada, y por fin le daban el alta. Pepa: ¡Toma! – viendo como el médico salía de la habitación. Lola: No te exaltes tanto, que aún te vas a hacer daño. P: ¿Daño? ¿Qué daño, Lola? Si estoy nueva – saltando de la cama y poniéndose a bailar para demostrárselo. Una punzada de dolor le recorrió la pierna y le obligó a sentarse en el borde de la cama. L: Jajajjaja, ¿ves? Por cafre – recogiendo las cosas de Pepa de la habitación y metiéndolas en una pequeña maleta – Silvia sale a las 8, te vas con ella para Los Cachis, que vamos a cenar todos allí para celebrar que ya te han dado el alta, ¿vale? P: Vale – sonriendo – Ya era hora de salir de aquí, que me he aburrido com… Sara: ¿Una ostra en una orgía de pepinos de mar? – riendo y entrando por la puerta. P: Iba a decir como un sapillo sin tutú en el lago de los cisnes, pero eso también me vale… S: Jajajajja – plantándole un sonoro beso en la mejilla – Dentro de un rato vendrán Rita, Curtis y los demás, que quieren verte con la bata del hospital antes de que vayas…no sé qué de una apuesta… P: A saber qué habrán apostado – pensando ideas, a cada cual peor. L: Bueno, pues tus cosas ya están, Silvia te traerá algo de ropa luego, que ella te conoce mejor que yo…Ay, espera – agachándose bajo la cama y sacando algo - ¿Y esto? Lo que Lola sostenía en la mano era una de las medias de Silvia de aquella noche que pasaron en el hospital. Estuvieron tres días enteros buscando la dichosa media, dándola por perdida… Lola: Esto…esto… Sara: ¡Es de Silvia! Que lo compró un día que fuimos de compras juntas… Lola: Pepa… - mirándola mientras iba deduciendo el por qué estaba eso ahí - ¡Pepa! Sara se reía a carcajada limpia, Lola la miraba sin acabar de creérselo, y Pepa, por una vez, agachó la cabeza ruborizándose. L: ¿Pues tú no estabas convaleciente? - recordando la conversación que tuvieron. P: Sí…
L: ¿Y mi hermana…? ¡Mi hermana! ¡Pero qué poca vergüenza! – escandalizándose por momentos y señalándola acusadoramente con la media todavía en al mano - ¡Qué envidia! ¡Qué todo! Ya me gustaría a mí tanta pasión y tan… S: ¡Mamá! – mirándola con los ojos como platos. P: Jajajajajajj Ahora la que se tronchaba era Pepa, mientras Sara miraba a su madre con la boca abierta y esta guardaba la polémica media en la maleta. L: ¿Qué pasa, Sara? Que tu padre ya no es apasionado… S: ¡Por favor! L: Vale, ya…Pepa, cariño, nosotras nos vamos, aún queda una hora para que venga Silvia, ¿aguantarás sola? P: Claro, Lola… S: Nos vemos allí – lanzándole un beso desde el marco de la puerta. No había pasado ni media hora cuando alguien entreabrió la puerta y se asomó una cabeza pelirroja. Silvia: ¿Se puede? Pepa: ¿Ahora preguntas antes de entrar? – sonriendo y levantándose de la cama. Silvia se limitó a sonreír y besarla cuando llegó a su altura. Pepa puso las manos en su cintura y la besó en la frente. P: ¿Sabes que tu hermana ha encontrado la media? S: ¿Qué? – sonrojándose. P: Jajajaj, dice que tiene envidia… S: ¡Pepa! No se lo habrás contado… P: Lo ha deducido ella solita, jajajaj. S: Dios, qué vergüenza. P: ¿Ahora aparte de llamar te avergüenzas? S: No digas tonterías – mordiéndole con delicadeza el labio inferior – Y anda, vístete – tendiéndole una bolsa y dándole un cachete en el culo. La observó atentamente mientras sacaba la ropa de la bolsa y empezaba a vestirse. A pesar del calvario que había tenido que pasar encerrada en esa habitación, su sonrisa no había flaqueado ni un segundo. Las heridas producidas por los cristales desparecieron hace tiempo sin dejar rastro, salvo una pequeña cicatriz al lado de la barbilla por los cinco puntos que le dieron ahí, y los doce
puntos sobre la ceja, aunque apenas se notaban. Silvia le había llevado varios conjuntos de ropa y estaba sentada en la cama mirando cómo Pepa se vestía y se desvestía, sin convencerle nada y sin parar de dar vueltas por la habitación: que si al baño a mirarse al espejo, que si ahora un pase de modelitos por aquí, que si otra vez al baño, que si ahora “fíjate que me no me entran los pantalones, maldita comida de hospital”… S: Si lo llego a saber no te traigo nada y te vas con la bata… - suspirando. P: No te quejes, anda – sonriendo divertida. ----Se acercó a ella y le besó suavemente en los labios mientras le acariciaba la mejilla. P: Silvia, estás ardiendo – preocupada, acercó sus labios a la frente de la pelirroja para comprobar su temperatura. S: Es normal, Pepa. Que llevas casi una hora danzando en sujetador y braguitas por toda la habitación, vistiéndote y desnudándote…Y yo no soy de piedra – concluyó resoplando. P: Jajjaja, pelirroha, ¡te estás volviendo una despotenciada! – sin parar de reír. S: Sí, tú ríete, pero no te vistas… – entrecerrando los ojos. P: Voooooooy – sin dejar de sonreír. Se inclinó para besarla sujetando su rostro entre sus manos. De repente la puerta se abrió y entró Rita seguida de Curtis, Montoya, Kike, Aitor y Povedilla. Curtis: ¡Joder! – abriendo los ojos para no perderse nada. Pepa seguía en ropa interior e inclinada sobre Silvia, que estaba sentada en la cama. Montoya se ruborizó al punto, pero no dejaba de mirar. Kike apartó la vista, pero Aitor y Curtis se habían quedado babeando con la boca abierta. Rita: ¡Ay zagalicas! Que ahora volvemos a entrar – sin parar de reír. Silvia: Termina de vestirte que yo voy a recoger los documentos – levantándose y saliendo. En el pasillo saludó a Rita y compañía y se fue a buscar al médico. Curtis: Joder zanahorio, que estas están más revueltas que el gazpacho andaluz. Kike: Pervertido que eres Curtis, cojones. Povedilla: Un poco des respeto a la subinspectora y a la inspectora. Rita: Mu bien dicho JoseLui, con lo bonicas que están así de enamorás y tóh. Gonzalo: Pero Rita...¿tú lo sabías? Rita: ¿Qué si lo sabía? Uy, ¡pues claro! Si llevan ya más tiempo...si sólo hay que ver cómo los ojicos les hacen chispicas – emocionada.
Curtis: Y lo que no son los ojos, si es que joder, que se juntan y arde Madrid – haciendo aspavientos. Rita le propinó una colleja. Rita: Así no vas a encontrar ninguna mujer que te quiera. Todos rieron a carcajada limpia. Pepa salió de la habitación, lista para irse. Pepa: ¿Nos vamos? – sonriendo. Curtis: Contigo donde quieras – por lo bajini para que sólo Kike y Aitor le escuchasen. Le cayó otra colleja por parte de Rita, que no se le escapaba una. Rita: Deja a la Pepica en paz o te doy otra. Pepa: Jajaja...Gracias Rita – guiñándole un ojo – A Silvia la esperamos abajo, así que marchando. Gonzalo: Es que...Pepa... Pepa: ¿Sí? Rita: Que el médico nos ha dicho que tienes que ir con esto – apartándose y dejando ver la silla de ruedas que había tras ella. Pepa: ¡Ni hablar! ¡Que puedo andar! Gonzalo: Pepa, por si acaso... Pepa: ¡Que no! ¡Que no! La gente que estaba en ese pasillo los miraban como si fueran una atracción. Rita cogió la silla y se aproximó a ella. Pepa: ¡Ahhh! ¡Que no me vais a meter en el carricoche ese! ¡Que no soy una viejecilla indefensa! No se ofenda señora – dirigiéndose a una anciana que pasaba en ese momento en silla de ruedas junto a ellos – Pero es que yo tengo las piernas fuertes... Curtis: Y menudas piernas, las cojo yo... Silvia: ¿Y qué, Curtis? – acababa de llegar y lo miraba con el ceño fruncido. Rita le dio otra colleja. Curtis: ¡Que me tienes los cojones tostaos, Rita! Silvia: La próxima te la doy yo como no te calles – acercándose amenazante - ¿Estamos? Curtis: Estamos, estamos. Silvia: ¿Se puede saber qué pasa? – haciéndoles un gesto para que se hiciesen cargo del espectáculo que estaban montando - ¿Pepa?
Pepa: Ayúdame, pelirroha, por favor, que me quieren llevar en el trasto ese – señalando la silla con una mueca de terror. Silvia: Es que es lo mejor... Pepa: ¡¿Tú también?! Silvia: ¿Te vas a subir o no? Pepa: ¡No! Silvia: ¿Ah, no? – acercándose a ella y susurrándole algo al oído... Cinco minutos después, Silvia empujaba la silla de ruedas con Pepa subida en ella. Contenía la risa porque la cara de la morena era todo un poema: iba con el ceño fruncido y los labios apretados, como una niña pequeña enfadada. Salieron y quedaron en que se encontrarían en Los Cachis para cenar. Silvia: Pepa, cariño, ¿ves cómo no ha sido para tanto? – tendiéndole la mano para que se levantara y subiese al coche. Pepa: Si tú lo dices... – encogiéndose de hombros pero sin dejar de mirarla con reproche. La pelirroja rió y puso en marcha el coche. Al cabo de unos minutos, ya se le había pasado el “enfado”. ----P: ¿Dónde vamos? S: A tu casa... P: ¿Me vas a dejar sola, princesa? – con tono de reproche. S: En realidad... – con timidez – Vamos a tu casa para que cojas lo que necesites y vengas a la mía... P: ¿Por qué en tu casa? – decidida a cobrarse lo de la silla de ruedas. Silvia aprovechó que ya había aparcado para ponerse cara a cara y mirarla con malicia. S: Porque está más cerca de la comisaría, de Los Cachis y de casa de Lola y Paco que la tuya... – acercándose peligrosamente a su boca. P: ¿Y? – la estaba provocando y lo iba a acabar consiguiendo, intentaba mantenerse distante. S: Ahí tengo todo el instrumental... – ahora iba a su oído. P: Sigue sin convencerme – tragando saliva. S: Y necesitas que alguien te cuide, ¿no? – a escasos milímetros de su boca.
Sonrió cuando Pepa no pudo soportarlo más y acabó besándola desenfrenadamente. S: Tienes – beso – que – beso – recoger – beso – tus – beso - cosas… Subieron como pudieron, ya que Pepa se negaba en rotundo a usar cualquier tipo de armatoste para andar, así que Silvia la cogía de la cintura mientas ella pasaba su brazo sobre sus hombros. Al entrar Pepa se puso manos a la obra, metiendo todo lo que necesitaba en una bolsa de deporte. P: ¿Cuánto tiempo voy a quedarme? – apareciendo en el comedor con la bolsa al hombro. S: El que quieras… - distraída mientras se fijaba en la enorme cantidad de fotos que había en el piso de la morena. P: ¿Silvia? – sonriendo divertida. S: ¿Eh? ¿Sí? – fijándose por fin en ella. P: Que cuánto tiempo voy a estar en tu casa. S: Con dos semanas será suficiente. P: Si quieres secuestrarme dímelo, pero no te andes con tontuzás – acercándose a ella y rodeando su cintura – Algún día te contaré la historia de cada una de ellas – señalando las fotos. S: Vale – sonriendo. Pepa la besó con suavidad en la frente y salieron de la casa como entraron, la morena aprovechando cada segundo para pegarse más a Silvia. Llegaron por fin a Los Cachis, ya estaban todos. Lola: Ya era hora, ¿es que os habéis perdido? – pensando que era mejor no preguntar. Se sentaron y entonces llegaron Rita y Povedilla con la niña, que gritó de alegría al ver tanta gente junta. Automáticamente, Silvia la cogió en brazos y no se separó de ella en toda la cena. Cuando iban a empezar, el móvil de Don Lorenzo sonó y tuvo que irse, acordándose de sus santísimos. La cena transcurrió tranquila, salvo por comentarios de algunos con sus consiguientes collejas por parte de Rita o Sabina, que le cogió el gustillo a eso de ir repartiendo leches. Rita: Oye, Pepica. Pepa: Dime. R: ¿Estos días qué vas a hacer? P: Me quedo en casa de Silvia, ¿por? R: Es que he pensao…que este fin de semana mi JoseLu y yo nos vamos a Barcelona así romantiquillo, no te creas que sois las únicas enamorás… Lola: Gracias por lo que me toca, Rita – riendo. R: Nada, nada – sonriendo – Y que si te podrías quedar con la niña esos días…
P: ¿Yo? ¿La niña? – mirando aterrada a Sabina en los brazos de Silvia – Pero yo no…no… empezaba a tartamudear, la idea de quedarse a solas con la niña, siendo el desastre que era, le causaba verdadero pánico. Silvia: Sí se quedará con ella, no te preocupes – riendo ante la expresión de Pepa – Para que vayas tomando contacto – pasándosela a sus brazos – Qué bonita, Barcelona, ¿te acuerdas, Lola? No he vuelto desde que estuvimos aquella vez. Sabina: ¡Hola! – dándole un beso en la mejilla. Pepa: Ho…hola – mirando asombrada ante la falta de timidez de la pequeña – Primero lo de la silla y ahora esto…tengo mucho que cobrarme pelirroha… Silvia le sacó la lengua a la vez que Rita y Lola rompían a reír, interrumpidas por un Paco curioso que miraba a Pepa con los ojos como platos. Paco: ¿Qué silla, hermana? Pepa: Paquito, me han hecho subir a una silla de ruedas. Silvia: Tampoco ha sido para tanto… Paco: ¿Has conseguido que se suba en una silla de ruedas? – le cortó atónito. Silvia: Sí, pero no entiend… - mirando asombrada a Paco por su reacción. Paco: No lo saben, ¿verdad? – tapándose la boca con el pañuelo. Pepa: No, pero tampoco hace falta que se lo cuentes… Silvia: ¿El qué? Paco: Cuando tenía seis años la operaron de apendicitis y el día del alta la sacamos en silla de ruedas del hospital, pero quiso ir ella sola, no tenía suficiente fuerza y acabó cayéndose por las escaleras con la silla, se rompió un brazo y una costilla… Silvia abrió los ojos y se quedó mirando a Pepa, que abrazaba a Sabinica intentando esconder su rostro tras el cuerpo de la niña. Todos rieron a carcajada limpia. Pepa: ¡No tiene gracias! ¿¡Vale!? Desde entonces no he vuelto a subir en un jodido trasto de esos… Pero las risas continuaban. Y la pelirroja aprovechó para acercarse a su oído. Silvia: No tenía ni idea, lo siento – con una sonrisa – Te lo recompensaré – besándole suavemente en la mejilla. Sabina quiso imitar a Silvia, así que cogió con sus manitas el rostro de la morena y le plantó un beso en la otra mejilla. Silvia: Rita, dile a tu hija que no sobe a Pepa, por favor – riendo. Pepa: Pues no va rápido la niña ni náh.
Sabinica: Apiidoooo…zíiííí. La cena terminó con más risas, y dejaron a la peque a cargo de Pepa mientras recogían la mesa. Silvia no pudo pararse a contemplar la escena con una sonrisa. Pepa la tenía de pie sobre sus piernas, la cogía de las manos y le hacía carantoñas y bromas, no paraban de reír. Una punzada nostálgica la invadió, pero no dejó que eso empañara la felicidad que estaba sintiendo en esos momentos porque se imaginaba un futuro, lejano, pero estaba ahí. Lola: Si quieres te traigo un cubo o una palangana, que se te cae la baba, hermana – dándole un pequeño codazo – Estás pensando en eso, ¿verdad? Silvia: Sí… L: Ay, cariño, no te me vengas de bajón ahora con lo bien que estamos… S: No es eso, Lola. Es otra cosa…es…alegría… ¿sabes?...No sé…no sé explicarlo – sin dejar de mirar a pepa y a Sabinica. L: Estás más tonta desde que estás enamorada – suspiró alejándose con una sonrisa. Pepa oyó esta última frase y se giró para guiñarle un ojo a la pelirroja. A la hora de despedirse, puso a Sabinica en el suelo para que fuera hasta Rita. Pero ella, viendo que se acercaba la hora de irse, se abrazó a la pierna de Pepa. Sabinica: ¡Epa, pep..a! Pepa: Si es que las llevo a todas de calle – sonriendo y volviéndola a coger en brazos – Mañana nos volvemos a ver, ¿vale, enana gremlin? Sabinica: Chííí – abrazándola fuertemente. Pepa: No sabe nada la cría – guiñándole un ojo a Silvia que la miraba divertida. Al cabo de unos minutos, ya en el coche, Pepa se dio un manotazo en la frente. Pepa: Mierda, me he olvidado el pijama. Silvia: No tienes remedio – poniendo rumbo a casa de la morena. Al llegar, oyeron voces que discutían dentro de su piso. Se miraron extrañadas y abrieron la puerta dispuestas a averiguar qué pasaba. Cuando entraron, se quedaron de piedra. Una de las personas era Don Lorenzo, que discutía acaloradamente con una mujer. La cara de Pepa pasó de la inquietud a la sorpresa y de la sorpresa al asombro para terminar atónita. Silvia se quedó muda. Pepa: ¡¿Mamá?! ----Cap. 19 (Parte 1-2) Don Lorenzo y la señora pararon de gritarse y miraron a las dos personas que acababan de llegar.
Concha: ¡¡María José!! Se lanzó a su hija poniéndose de puntillas, rodeando con sus brazos su cuello y llenándole la cara de besos. Pepa: Oysh, oysh, mamá por favor – intentando deshacerse del abrazo que le impedía respirar. Concha: ¿Pues no coge y me llama el lerdúpedo de tu hermano para decirme que te han pegao dos tiros? Pepa: Y me los pegaron, pero fue hace casi dos meses – mirándola asombrada. Concha: Claro, claro, pero es que yo tenía mis planes con mi Julián y no he podio venir antes… Pepa: ¿Tu Julián? Concha: Mi amante, hija, que a veces eres más cortica – dándole un golpe en la frente. D.L: ¡Esto es el acabose! Que llega esta…esta – señalando a Concha y buscando las palabras para describirla – Señora aquí, a su edad, y que dice que tiene un amante cual adolescente hormonada… Silvia: ¡Papá! Concha: Uy, ¿y tú? – no había reparado en la persona que acompañaba a Pepa, una enorme sonrisa iluminó su cara al reconocerla - ¡Pero si eres la Silvica! ¡La pelirroja! Silvia sonrió, algo tímida por la efusividad de la mujer, siempre le había parecido de lo más agradable a la par de espontánea. Sabía de sobra de quién había heredado Pepa su carácter. Concha: ¡Pero mírate! Qué bien te has formao, jodía – cogiéndole de la mano y haciéndola girar para examinarla – Que estás mu guapa tú, no como mi María José, que sólo ha crecío p’arriba… Pepa: Hala, ya, ¿no crees? Concha: Y tú – acercándose a ella en tono confidente, pero no tanto como para que Silvia no la oyese – Le podrías echar el lazo a la pelirroja, y dejarte de tanta tontuna, que tiene buen portento la muchacha… Al escucharlo Silvia se ruborizó poniéndose roja hasta tal punto que no se distinguía dónde terminaba su piel y dónde empezaba su pelo. Concha se dio cuenta y entonces se quedó mirando cómo estaban cogidas de la mano. Le bastó medio segundo para entenderlo. Concha: ¡¡¡AAhhhh!! ¡¡¡¡Loren!!!! – gritando de alegría y acercándose a él con pequeños saltitos - ¡Que están liás! Y parecían tontas cuando las cambiamos por un camello en Egipto, ¿eh? Uy, entonces nos vamos a tener que liar tú y yo, Loren – plantándole una mano en el culo y apretando con fuerza. D.L: ¡Pero bueno! – dando un respingo – ¡¡Que es usted una despotenciada como su hija!! ¡Que ya sé por qué es una descerebrada! Concha: Si en el fondo lo estás deseando, que te lo noto yo en la mirada, Loren, que para eso siempre has sío mu malo – acercándose con tono seductor.
Pepa no sabía si llorar o reír, por su parte, Silvia aguantaba la risa como podía. Pepa: ¿Dejamos la fiesta en paz? – con un hilo de voz. Concha: Que desaborío que eres, chato. Espero que la pelirroja tenga más salero en la cama que tú así de normal – guiñándole un ojo a Silvia, que enrojeció al instante sin saber dónde meterse. D.L: ¡Por Dios! Que está mujer está loca – llevándose las manos a la cabeza – No le consiento que hable así de mi hija, ¿me oye? – amenazándole con el dedo. Concha: Ya era hora que sacases un poquitico de sangre, hijo, que estabas más seco que la mojama… Pepa: ¡Por favor!... Mamá, ¿qué…qué haces aquí? Concha: ¿Yo? Pues ver a mi hija herida, ¿qué va a ser? He llamao a Loren para que me recogiese en la estación… Pepa: Podrías haberme llamado a mí o a Paco. Concha: ¿Y perderme a la pelirroja poniéndose colorá cada dos por tres? Quita, quita… - a lo que Silvia contestó apartando la mirada, azorada – Siempre has tenío mu poca imaginación pa esconder las llaves, hija – enseñándoselas sonriente - Además, que Loren es mu servicial, ¿verdad, guapetón? – pasándole la mano por el pecho, insinuante. D.L: Miranda, controle a su madre, ¡cojones! Pepa: Ya es mayorcita para hacer lo que quiera – encogiéndose de hombros. D.L: Esto es el acabose – repitió mientras intentaba calmarse. Concha: Bueno, bueno, yo estoy cansá, así que vamos María José, a ponernos el pijama y a la cama – yendo para la habitación. Pepa: Sí que voy a por el pijama, pero para llevármelo… Concha: ¿Cómo? Pepa: Que me quedo unos días en casa de Silvia. Concha: ¿Has visto, Loren? ¡Que se nos van juntas! Quién me iba a decir a mí qué iba a tener de nuera a la pelirroja… - llevándose una mano a la frente teatralmente - ¿Me vas a dejar sola en esta casa tan grande? Silvia: Papá, podrías quedarte con ella… D.L: ¿¡Pero qué dices, hija!? Que está mujer me va a meter mano como me descuide. Concha: No lo sabes tú bien – por lo bajini, pero por la cara que puso, Pepa entendió lo que dijo y sonrió divertida. Pepa: Que sí Don Lorenzo, que así no deja sola a mi madre. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte?
Concha: Un par de días, que tengo a mi Julián esperándome. Silvia: ¿Ves, papá? Sólo van a ser un par de días. Don Lorenzo miró alternativamente a las tres mujeres, supo entonces que no tendría escapatoria, con lo que accedió a regañadientes. Pepa cogió lo que le faltaba y se despidió con un beso de su madre y con un gesto de Don Lorenzo. ----Concha: Mañana quedamos prontico, que tenemos que hablar de muchas cosas, ¿eh? Pepa: Vale… Concha: Pues tirad, que tendréis ganas de quedaros solas – guiñándoles un ojo, cuando salieron, aprovechó para darle un cachete en el trasero a Silvia, que dio un respingo y enrojeció – Vamos, Loren, que tenemos una noche muy larga – musitando. D.L: Santo cielo, ¿dónde me he metido? Concha: En la cueva de las maravillas, no te fastidia – resoplando divertida – Anda tira, tira. ----Ya en el ascensor, Pepa no paraba de reírse ante una ruborizada Silvia. Pepa: Parece mentira que no te acuerdes de cómo es mi madre. Silvia: Sí, si no es eso… P: ¿Entonces? S: Mi padre…no ha dicho nada, tu madre sin parar de insinuar cosas sobre nosotras y él ni mú. P: ¿De qué sorprendes? Ya lo sabía. S: ¿Qué? P: La noche que me desperté me dijo que le parecía bien, que le costaría pero lo entendería… S: Pero Pepa… - empezando a emocionarse. P: ¿Sí? S: Eso…eso…es – sin poder evitarlo le echó los brazos al cuello y la abrazó con fuerza. Pepa le besó en el pelo. Cuando se apartó, la miró seria - ¿Por qué no me ha dicho nada antes? P: A lo mejor buscaba el momento, o que te lo dijese yo…o…no sé, pero desde luego no delante de mi madre mientras se le insinúa – riendo.
Se le contagió la risa, y así, entre risas y besos fugaces, y abrazos y caricias, llegaron al piso de Silvia. Dejaron todas las cosas en el comedor. P: Y digo yo, pelirroja, que ahora que pienso, tenemos muchas cosas de las que hablar tú y yo, – poniéndose seria. S: Dime – saliendo de la habitación y sentándose junto a ella en el sofá. P: Veamos…uno: te duchaste sola…dos: me hiciste subir en una silla de ruedas…tres: me tengo que quedar con la enana gremlin… S: Cuatro: tu madre me ha hecho enrojecer todo lo que ha querido y más… cinco: la niña te encanta, no lo niegues… seis: tengo que curarte las heridas…siete: te vas a quedar un tiempo aquí… Conforme iban hablando, se iban acercando cada vez más a la boca de la otra, hasta besarse con cierto anhelo de tranquilidad. S: Ocho: mañana tengo todo el día libre… - volviéndola a besar. P: Nueve: yo todo el tiempo del mundo hasta que me recupere… - beso. Pepa se echó sobre Silvia en el sofá, una de las ventajas de que el piso de la pelirroja fuese tan espacioso es que el sofá era enorme y daba mucho de sí… Las manos se deslizaban sobre la piel erizada, besos ardientes según la ropa desaparecía, susurros y mordiscos y lametones, caricias y más caricias sobre dos cuerpos que se buscaban con aplomo, necesidad y urgencia, leves gemidos, el sonido del roce frente al silencio y dos bocas unidas peleando por tomar el control, pasión, frenesí, placer, euforia, amor, descontrol y desenfreno conforme sus dedos cobraban vida independiente, miradas suplicantes y sonrisas… La temperatura ascendía, y el deseo, y la intensidad de los besos y caricias, y la lucha desbocada de sus lenguas contra labios y piel, respiraciones agitadas, necesidad de aire en los pulmones solventada por gemidos ahogados, calor, frente a frente y alientos acompasados, profundidad, estallidos y susurros al oído, besos suaves, tiernos, intensos, profundos, húmedos, ardientes, confusión entre lujuria y deseo, electricidad, ganas incansables de placer, y de probar y saborear, de tocar el cielo con la punta de los dedos y bajar a la tierra para volver a empezar… -----La habitación estaba sumida en tonos grises, fuera llovía. El Sol, a duras penas, quería mantener algo de su presencia con débiles rayos que hacían brillar cada gota de lluvia que caía sobre San Antonio. Al final de varios parpadeos, abrió los ojos y se dejó embriagar por la sensación de bienestar y calidez que le daba los buenos días. Estaba tumbada de lado, con su rostro a escasos milímetros, sonrió y se incorporó cogiendo la sábana para cubrir su cuerpo desnudo y apoyarse contra el cabezal de la cama para analizar la situación. No recordaba el momento en el que acabaron en la cama, pero sí las sensaciones que provocó en ella. Pepa dormía boca abajo, la sábana comenzaba a tapar su cuerpo en la zona baja de su espalda, dejando que la intuición adivinara el resto por su silueta. Su pelo oscuro caía sobre la cama,
dejando al descubierto en el hombro las señas de una herida, la acarició con suavidad tratando de no despertarla, estaba fría en comparación a la temperatura de la morena. Siguió acariciando su piel hasta llegar al brazo que se posaba con gesto protector sobre sus piernas ahora que se había incorporado. Entrelazó sus dedos con los de ella y se inclinó para besarle en el cuello, dejando que su pelo le acariciase la cara, y eso fue lo que la despertó. P: Uhmmmm, no hagas eso, pelirroja – todavía con los ojos cerrados y la voz soñolienta. Deslizaba sus labios por su espalda, despertándola completamente a causa del estremeciendo que aquello le provocaba. S: ¿Por qué? – con malicia. P: Porque entonces no saldremos de la cama en todo el día… Con un rápido movimiento se dio la vuelta y buscó sus labios, para al encontrarlos besarla con pasión, a lo que Silvia respondió de buena gana. Pepa se incorporó también y cogió su rostro con sus manos mientras las iba hundiendo lentamente en su pelo rojizo…El sonido del telefonillo de la calle las sobresaltó, separándolas. P: Por Dios, que hoy es fiesta… - bufó al ver que la pelirroja salía de la habitación sacándole la lengua. Fue tras ella poniéndose una camiseta gigante que solía utilizar para dormir. Al llegar la abrazó por detrás y apoyó la cabeza en su hombro, inspirando profundamente para inhalar su olor, notó cómo Silvia reprimía un escalofrío y sonrió. S: ¿Quién? Sara: ¿Tita? S: Dime, Sara, ¿ha pasado algo? – extrañada por la visita de su sobrina. Sara: No, bueno sí, que dice la abuela Concha que si nos vamos de compras… S: ¿Ahora? Pero si está lloviendo… Sara: Ya, pero dice que qué mejor manera que pasar un día de lluvia encerradas en un centro comercial. Pepa: Eso sólo se le puede ocurrir a mi madre – se quejó. Concha: Te he oído María José, como en media hora no estéis aquí abajo, subo y os saco a escobazos de la cama, hombre ya, que habéis tenido toda la noche para… Silvia: ¡Vale, sí! En media hora estamos ahí abajo. Lola: Os esperamos en la cafetería de enfrente. Pepa: Vale… - con el ceño fruncido.
Concha: ¡Ah! Como se te ocurra quejarte os envío a Loren pa que os saque de ahí – mientras se alejaba cantando, Rita la seguía haciendo los coros. Sara y Lola se apartaban disimuladamente para que no las relacionasen con aquel par de locas. Se quedaron unos minutos así, Silvia echó la cabeza para atrás y Pepa le besó en el cuello. La abrazaba por la cintura y ella respondía a su abrazo entrelazando sus manos y abrazándose a sí misma. S: Tenemos media hora… - suspiró contrariada. P: Habrá que aprovecharla, ¿no? ----Cap. 20 (Parte 1-2) Giró sobre sí misma para estar cara a cara. Sonrió y se puso de puntillas para besarla, enlazando su cuello con sus brazos. Si cuando llevaba tacones ya tenía Pepa que agacharse, plana tenía que ponerse de puntillas o le sería imposible llegar a su altura sin causarle una tortícolis a la morena. S: Anda, ven, que tengo que echarle un vistazo a las heridas – cogiéndole de la mano y guiándola hacia el baño. Pepa sonrió y la siguió. Una vez dentro, le quitó la camiseta por la espalda, lentamente, disfrutando de la vista que le ofrecía el desnudarla por detrás. S: Siéntate – dándole a entender que su estatura le tapaba toda la luz. Se sentó y observó cómo sacaba todo el material necesario. La perdió de vista cuando se colocó en su espalda. De repente notó una punzada de escozor. P: ¡Auh! – quejándose. S: Shhh, quejica. P: Toma, a ti no te están hurgando en una herida con un bisturí, ahhhhh, Silvia, por Dios, que duele – intentando girarse. S: Pero si ahora no te estoy haciendo nada – mirándola divertida por encima del hombro a través del espejo – No te muevas… Además, está bastante bien… ya está – besándola en el cuello. Le hizo levantarse para examinarle la de la pierna, aunque ya estaba casi cerrada. Pepa se apoyó en el lavabo. Cuando terminó no le dejó decir ni hacer nada, la cogió de la cintura atrayéndola hacia sí y besándola. El bisturí hizo un ruido metálico al caer sobre el lavabo, sonido que fue acompañado por el del telefonillo. P: No me lo puedo creer, ni se te ocurra ir – abrazando más fuerte a Silvia contra ella. Silvia no tenía intención de hacerlo, pero el ruido insistente le hizo separarse a regañadientes. Descolgó el telefonillo de mala uva. S: ¿Qué?
Sara: La abuela ha subido… De repente el sonido de la puerta de la casa. S: Vale, Sara – colgando – Lo de tu madre es increíble – viendo cómo Pepa salía del baño y empezaba a vestirse farfullando incoherencias. ----Cuando estuvo lista, fue ella la que se metió a la habitación y Pepa abrió la puerta. En el umbral, una señora Concha con los brazos en jarras y el ceño fruncido. Concha: Te parecerá bonico, hacernos esperar. Pepa: Mamá, por Dios – fulminándola con la mirada – No ha pasado media hora. C: Ya lo sé y me da igual… ¿Y la pelirroja? ¿Está presentable? Silvia: Aquí – vestida y dirigiéndose al baño. C: Cinco minutos te doy. P: Joder, qué control. C: Calla y déjame entrar, que a saber qué estaríais haciendo – insinuante. Una vez Silvia salió del baño, Pepa silbó y Concha le dirigió una mirada maliciosa. Iba con unos vaqueros y un jersey de cuello de cisne ajustado, realzando su silueta. El pelo le caía en suaves rizos sobre los hombros y la espalda, estaba preciosa. Concha: María José, límpiate la baba y vámonos – tirando del brazo de su hija. Esta le guiñó un ojo a la pelirroja que le contestó con una sencilla sonrisa. Ya abajo, Sara, Lola y Rita parloteaban sobre dónde irían. Al final se decidieron por el centro comercial más cercano, Concha se había colgado del brazo de Rita y hablaban tendidamente sobre algo de lo que las demás, por ir detrás, no se estaban enterando. Silvia iba inquieta, estaba todavía en fase de acostumbrarse a ir con una mujer por la calle. Pepa se dio cuenta, y aunque no acababa de gustarle, decidió dejarle espacio y caminar a su lado sin tocarla. Sara y Lola se giraban de vez en cuando para cotillear sobre la marcha, al igual que Concha y Rita, que aunque iban un poco a su bola, también querían enterarse. Llegaron por fin. Lo cierto es que reconfortaba entrar y encontrarse con la calefacción y el ambiente, la lluvia resonaba sobre el techo acristalado. Era otoño y hacía tiempo que el frío había hecho un mohín de presencia. Inconscientemente fue a cogerle la mano pero Silvia la apartó, la miró sorprendida y volvió a intentarlo, la pelirroja titubeó pero finalmente se la cogió, sin mucha convicción. P: Si quieres te suelto – cortante. S: ¿Eh? – quitándole hierro al asunto, pero lo cierto es que se estaba poniendo nerviosa – No..da…da igual…
P: Pues si te da igual te suelto, – haciéndolo y alejándose. S: Pepa, no, espera – pero era tarde, de dos zancadas había cogido a Sara del brazo y la arrastraba a la primera tienda que le cogía de paso. Silvia en off: (Lo tuyo no es normal, Silvia, ya se ha enfadado… si es que te pones nerviosa yendo con ella por la calle, lógico que se mosquee, con lo bien que ha empezado el día y ahora tienes que joderlo, es que eres especial para eso, de verdad, ¿y ahora como lo arreglo? Me juego lo que sea a que va a estar todo el día de morros…) Lola: Hermana, ¿qué haces ahí parada? ¡Venga! Que aquellas ya están dentro – señalándole a las demás, que habían entrado tras Pepa y Sara. No se dio cuenta en qué tienda había entrado hasta que se topó con la mirada divertida de su sobrina. P: ¿Qué? – frunciendo el ceño. Sara: ¿Estás insinuando algo, tita? – señalándole el interior de la tienda. ----Habían entrado a una tienda de lencería fina. Sara se reía por su expresión de contrariedad y por la reacción de Rita y Concha. Rita: ¡Hala! Mira, mira, como los sujetadores de la chiquilina, te digo yo que cargo con tós estos y a mi JoseLui se le quita la carilla de mustio que tienes estos días… Concha: María José, hija, que seas una depravada sexual no significa que nos tengas que llevar por el camino oscuro – cogiendo un tanga de encaje y mostrándoselo – Aunque uno de estos me voy a coger yo pa mi Julián. Pepa: Mamá, por favor, que me traumatizo… Concha: ¡Anda! Me vas a venir tú ahora con refinamientos, toma pelirroja – que acababa de llegar y se había situado a su lado – Pruébate esto y me cuentas. Silvia se ruborizó y apartó la mirada, pero Rita, ni corta ni perezosa, lo cogió junto a un montón de ropa más y se fue a los probadores. Concha: Venga chicas, vamos a quemar tó esto, que no se diga de cuerpos serranos – dándoles a cada una ropa para que se probasen. – No me mires así, hija, que sé que tó esto te encanta… Lola, mira, a ti este que va a quedar monísimo, y así le das una alegría a Paquito, aunque este hijo mío a veces es más alelao…igual te presentas así y piensa que es un nuevo delantal, yo que sé… ¡Silvica! No te me escapes, toma, aunque bueno, tú de esto ya debes saber bastante, ¿no? – guiñándole un ojo a lo que contestó cogiendo rápidamente lo que le tendía y desapareciendo – Sarita, cariño, tú ya tienes edad para ir entrando en acción, así que… Lola: ¡Concha! Que es una niña… Concha: Sí, hombre, y yo Teresa de Calcuta, anda, tira, tira – empujando a Sara y yéndose ambas hacia los probadores. Lola: ¿Y se puede saber qué os pasa a vosotras dos ahora? – dirigiéndose a Pepa.
Pepa: Nada… Lola: Cuñada, que no nací ayer… Pepa: Es que soy medio lerda. Lola: Sorpréndeme, ¿qué has hecho? Pepa: Mosquearme con ella, porque fui a darle la mano y la apartó, y no sé, me ha sentado mal y he salido con el rebote por delante, y ahora se ha enfadado, fijo… Lola: Te juro que un día de estos acabaré con las dos, ¿es que siempre tenéis que estar igual? Pepa: Joder, Lola, que no me riñas… Lola: Que no te riña… - empujándola hacia los probadores – Tira a arreglarlo ya u os quedáis sin comer. Pepa: Eso no vale – sonriendo. ----Concha, que se había coscado de todo aunque no lo pareciese, decidió intervenir un poco… Concha: ¡María José! Pepa: Diiiiiime – tono cansino. Concha: Ven, y mira a ver qué tal me queda esto. Pepa: ¿En qué probador estás? – plantándose frente a las numerosas cortinas cerradas. Concha: En el tercero… Entró cerrando rápido la cortina sin ver quién estaba dentro. Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse a Silvia en ropa interior. Flojito, se oían las risillas de Concha y Rita, estaban disfrutando como enanas. P: Mierda, perdona – tragando saliva ante lo que tenía delante y abriendo la cortina para salir. S: Espera, Pepa – deteniéndole al cogerle el brazo y volviendo a cerrar la cortina con decisión ¿Me vas a dejar así tal cual? P: ¿En sujetador y braguitas? – con un hilo de voz. Silvia se puso a vestirse con timidez al darse cuenta de la situación. S: No, yéndote sin decir nada. P: Me ha molestado… S: Ya lo sé, lo siento…
P: No lo sientas, pelirroja, que si no estás segura “da igual” – con ironía. S: Pepa – fulminándola con la mirada. P: Vaaaaale, reconozco que me lo he tomado un poco a la tremenda. – haciendo el gesto con los dedos. S: Pues menos mal que sólo ha sido un poco. P: ¿Qué insinúas? S: Que eres un polvorín. P: Vaya, habló miss yo.nunca.me.enfado. S: Reconoce que el genio te pierde. P: ¿Y a ti no? S: ¡Pues claro! Pero no salto como un resorte a cada segundo. P: Me estás poniendo fina. S: Pepa… P: Pues me voy a “saltar” a otro sitio, mira tú por dónde – saliendo del probador. Sara: Sois un par de besugas – que estaba en el de al lado y lo había oído todo. Rita: Estoy con la zagalica, sí. Silvia: Pero por Dios, ¿esto es un probador o una peluquería? Concha: Sería mejor un picadero, pero es que o sois tontas o fumáis gambas, una de dos. Silvia: Lola, sálvame – saliendo del probador y buscando a su hermana, a la que encontró con Pepa. ----El resto del día lo pasaron entre indirectas bastante directas y miradas plagadas de reproche. Ya no llovía cuando salieron, la luz anaranjada de las farolas se reflejaba en los charcos que cubrían las calles. En Los Cachis se despidieron de Rita y Lola y se quedaron Concha, Pepa, Sara y Silvia. Concha: Ay cuando le cuente a Loren que he ligao… Pepa: Mamá, que el dependiente te sonriera al pagar no significa que le gustes, además, tenía un plumón que ni los cojines de Paris Hilton. Concha: Oysh, qué aguafiestas, de verdad, con lo poco que sabes tú de tó esto…que ahora Loren se va a poner celosón y acabará rendido bajo mis encantos – levantando las cejas – Es que esta mañana le he hecho pasearse desnudillo por toda la casa…
Pepa: ¡Que es mi casa! Silvia: ¿Qué has hecho qué? – sin creérselo. Concha: Ha ido a ducharse y cuando ya estaba dentro he entrado y le he sacado toda la ropa p’afuera, ha estado gracioso el asunto, sí – toda feliz ella. Pepa la miraba horrorizada, Silvia contenía la risa y Sara estalló en carcajadas. Les contó algo más sobre acerca de sus planes de conquista del mundo, o en su defecto, del corazón de Don Lorenzo, que decía que para ser tan mayor seguía teniendo algo de sex-appeal. Finalmente cada una se fue por su lado. ----Iban calladas, sumidas en sus pensamientos. Silvia se fijaba en las sombras y reflejos de la lluvia mientras le daba vueltas a los planes de Concha, la veía capaz de todo… Por su parte, Pepa la miraba de reojo y reprimía las ganas de abrazarla para infundirle algo de calor, la pelirroja iba medio tiritando ya que sólo había cogido una chaqueta fina. P: Esta noche no duermo – sentenció aludiendo a lo que les había contado su madre. S: ¿Porque vas a dormir en el sofá o porque esto será incesto en el momento que nuestros padres se líen? – preguntó distraída sin levantar la vista del suelo. P: ¿Me vas a echar al sofá? S: Por supuesto, sigo enfadada contigo – mirándola sopesadamente. Calló, sin dejar de parecerle divertido la idea de que en su segunda noche de convivencia ya la había echado de la cama, se daba dos días a sí misma para que acabase echándola del piso. Llegaron al portal y subieron al ascensor. P: ¿Crees que se van a liar? S: Va dispuesta a todo. P: ¿Me dejarás si es incesto? S: ¿Durmiendo en el sofá? No lo dudes – abriendo la puerta del piso y encendiendo las luces. Se cambiaron en silencio y cada una se fue a su sitio. Silvia a la cama y Pepa al sofá… ----Pasaron dos horas sin que ninguna de las dos pudiese dormir. Le daba vueltas a lo absurdo de la situación, sabía que tenía razón, que era un jodido polvorín y aquello le repateaba. Se moría de ganas por ir a la habitación y abrazarla, cubrirla de besos y pedirle perdón. Pero el orgullo siempre preveía situaciones como aquella y se instalaba en su cabeza succionando cualquier idea de reconciliación. Debatió lo que le parecieron siglos hasta que decidió levantarse e ir a hablar con ella, sin embargo seguía tumbada.
Se había pasado un poco, pero a veces sus impulsos la sacaban de quicio y le hacían decir cosas sin sentido, como durante todo el día. Con un suspiro, se levantó y recorrió el piso a oscuras hasta llegar al comedor. Sonrió con ternura al verla así, encogida como un ovillo y abrazando un cojín. Le gustó pensar que Pepa se imaginaba que aquel cojín era Silvia, y que se moría de ganas por abrazarla como lo estaba haciendo ella. Sentía su respiración acompasada, a lo mejor ya estaba durmiendo y para la morena todo aquello era una soberana tontería, aunque en realidad lo fuese. Se dio la vuelta para irse a la habitación. La notó llegar, pero no sabía por qué, ahora se daba la vuelta para irse. No iba a dejar que lo hiciese. Pepa: Silvia… Se giró al escuchar su nombre y no puedo evitar alegrarse de que Pepa estuviera despierta. Silvia: No quería despertarte… P: Ya te lo dije una vez, me cuesta dormir si no te abrazo, y esto no funciona – apartando el cojín. S: Eso te pasa por impulsiva – poniéndose en cuclillas frente al sofá para estar a su altura. P: Pero te encanta, no lo niegues – con sonrisa chulesca. S: Tienes un morro… - sonriendo. P: Tenemos que mirárnoslo, que estamos como una chota, pelirroha. S: Ya, pero tú esta noche te quedas en el sofá – concluyó. P: ¿Y tú? Vale que yo me quede en el sofá, pero sabes que hay sitio para ti – se inclinó y la besó en la boca fugazmente, intentando apaciguar las represalias. S: Anda, aparta – suspirando y tumbándose a su lado, disimulando una sonrisa. Pepa sonrió y la abrazó, se había tumbado cara a cara. La tenue luz que entraba por la ventana daba de lleno en su rostro, sus ojos brillaban y su pelo emitía destellos granates. Se quedó embelesada intentado memorizar cada milímetro de su piel clara con la yema de sus dedos… acariciaba con suavidad el nacimiento del cabello, bajó por el perfil de su nariz, llegó a los labios provocando que los entreabriera bajo el peso de su dedo, para finalizar en su barbilla, y sujetándosela, acercó su rostro y la besó con delicadeza, como quien teme romper una muñeca de porcelana. Silvia acariciaba su nuca sin dejar de besarla, sumidas en aquel beso tierno, donde sus lenguas jugaban a bailar lo más lento posible, despacio. ----Cap. 21 Concha: ¿Es que no tenéis cama o qué? Abrió los ojos de golpe, sobresaltada por la presencia de la mujer. Estaban en la misma posición en la que se habían acostado, aunque habían aprovechado la noche para acortar el espacio que las separaba. Silvia situaba su cabeza bajo la barbilla de Pepa, acurrucándose entre su cuello y su
pecho, la rodeaba a la altura del estómago con los brazos y sus piernas se entrelazaban hasta el punto de confundir de quién era cada una, aunque reconocibles por el bronceado de la piel. Pepa la abrazaba por la cintura para acercarla más a su cuerpo. Se incorporó con dificultad a causa del sueño, restregándose los ojos con un bostezo. Pepa: Mamá… - mirándola de arriba abajo preguntándose qué hacía allí hasta que se percató de que estaba ahí de verdad - ¡¿Mamá?! ¿Pero cóm…? Concha: Lola me ha dejado las llaves, qué amor de mujer…el caso, que os levantéis ya, hombre – acercándose a ella con la intención de sacarla a la fuerza si hiciese falta. Pepa: Vale, voy, voy, pero no entiendo por qué tanta prisa, que te podrías cortar un poco a la hora de entrar en casas ajenas, digo yo – dirigiéndose a Silvia, que seguía durmiendo – Silvia… cariño…despierta… - besándola entre palabra y palabra en la frente, nariz y labios. Concha: Qué moñas te has vuelto, hija, quita – situándose al oído de Silvia - ¡¡¡¡PELIRROJA!!!! Del bote que dio casi se cae del sofá. Silvia: ¿Pero qué…? – mirando a su alrededor desconcertada hasta que se topó con la mirada inquisitiva de Concha. Concha: ¿Es que os habéis cargado ya la cama y tenéis que dormir en el sofá? ----Quince minutos después estaban en la calle. Concha al frente. Las dos rezagadas la miraban aguantando la risa. Silvia: En serio, un día de estos tu madre pierde la cabeza completamente, qué susto me ha dado. Pepa: Buf, creo que de eso ya no tiene – negando con la cabeza - ¿A qué era mejor mi forma de despertarte? S: Pues tampoco sabría qué decirte…muy moñas como dice aquí la sargenta – señalándola con un gesto de la cabeza. P: Estabas despierta, mala persona… Ahora te vas a enterar – rodeándola con los brazos y empezando a hacerle cosquillas. S: No… jajajajja… Pepa por favor para…jajajajj Concha: Sois como animalillos en celo – separándolas y colocándose en medio – Como las nenas pequeñicas, venga – cogiendo la mano de cada una y tirando de ellas. P: ¿Por qué tienes tanta prisa? C: Mi tren sale dentro de nada. P: ¿Tu tren? ¿Te vas? C: Pues claro, que mi Julián me está esperando y me ha preparao un crucero a no sé dónde, pero dice que me compre ropa de baño y alguna que otra pamela…
P: Pero si no has estado nada aquí – con pesadumbre. C: Si te las apañas mu bien – mirándolas alternativamente. S: ¿Vas a volver pronto? C: No sé, depende cómo me levante una mañana. Llegaron a la casa de Lola y Paco y la mesa con la comida ya estaba lista. Comieron con prisa porque Concha se empeñaba en que perdía el tren. Nadie sabía que se iba, se enteraban en ese momento. Paco: Mamá, que vuelvas pronto, que te vamos a echar de menos… Concha: Aish, Paquito hijo, que síííí – repitiéndolo por enésima vez – Además, que no me volváis a llamar hasta la boda o el bautizo – mirando a Pepa y a Silvia, que apartó la mirada ruborizada – Que ya vendré de paseico algún día. Fueron a la estación. Se despidieron en besos y abrazos, y lagrimillas por parte de alguno que intentaba mantener la compostura. Concha: Ay, Loren, que no has sabío aprovechar la ocasión, te arrepentirás de dejarme marchar – poniendo tono pasional – Pero sabes que puedes venir a verme siempre que quieras, o venir yo… - volviéndole a plantar la mano en el culo. D.L.: Váyase, cojones, váyase, que ha revolucionado esto en dos segundos que ha estado aquí. Les guiñó un ojo antes de subir al tren. Regresaron a casa, durante el camino de vuelta Silvia le recriminó a su padre que no hubiese dicho nada. D.L.: ¿Y qué le voy a decir a esa señora? Que tiene a su… Julián o como cojones se llame con un crucero esperándola – con ironía. S: ¡Estás celoso! D.L: Qué celoso ni qué celoso, hija, que empiezas a desvariar como Miranda. S: Es Pepa… ve a por ella. D.L.: ¿A por Miranda? ¿Qué cojones estás diciendo Silvita? S: A por Pepa no, papá, ¡a por Concha! Mira, mañana coges un tren y vas a verla, estoy segura de que lo estás deseando. D.L.: ¿Pero qué dices? S: Oh, venga ya, que te conozco mejor que a mí misma. D.L.: Pero si preguntan les dices que estoy de viaje de negocios para el cuerpo de policía. S: Sííííí - emocionada.
Paralela a esa conversación, Rita le decía a Pepa que ahora iba con ellas a casa de Silvia para llevar las cosas de la niña, que por la mañana se la dejaría para que se la quedasen el fin de semana. Ya en el piso, Pepa alucinaba con la inmensa cantidad de trastos que había llevado. Pepa: Rita, que sólo se va a quedar una noche, que parece que nos la dejas para toda la vida – sin dejar de dar vueltas por el comedor examinando todas las cosas, Silvia la miraba divertida. Rita: Ya lo sé, zagalica, si el domingo volvemos, pero es que le encantan sus jugueticos y a mí se me parte el alma de dejarla solica. Silvia: No te preocupes, que con Pepa estará bien. Rita: Jajaj, bueno, que me voy yendo pa la comisaría y tú también deberías ir yéndote ya – a Silvia – Que luego el señor comisario se pone como se pone… - saliendo por la puerta – Mañana por la mañana tempranico os la traigo, ¿vale? Silvia: Vale, Rita – lanzándole un beso. Pepa: Estarás contenta, ¿ahora voy a ser la Super Nanny Pepis o qué? Silvia: Jajajja, calla anda, ¿me acompañas a comisaría? Pepa: Claro. Salieron a la calle y se pusieron rumbo a la comisaría. De repente, Silvia le cogió la mano con decisión. P: ¿Y esto? S: Para que veas que son prontos tontos – sonriendo. P: No hay quién te entienda – respondiendo a su sonrisa. Llegaron y se despidieron en el laboratorio con lo que empezó siendo un beso pero que acabó en más de uno. Pepa subió a hablar con Don Lorenzo acerca de su reincorporación, finalmente lo haría en una semana, tras recibir los resultados que tenía que recoger del médico. Volvió a casa de la pelirroja con la misión de arreglar todo lo de la peque para dejarlo preparado para el día siguiente. Le encantaba la idea de quedarse con ella aunque en un principio se mostrase reacia. Terminó y se dedicó a esperar a su princesa, aún faltaba mucho… Todavía tenía en la cabeza los datos del último informe que había hecho cuando abrió la puerta. La casa estaba en silencio y las luces apagadas, sin encenderlas y sin hacer ruido, se dirigió a la habitación. Sonrió al encontrársela, estaba vestida todavía, probablemente se había quedado dormida esperándola, abrazaba el cojín. S: Pepa… P: Mmmmm…hola – con una sonrisa soñolienta - ¡Mierda! Me he quedado dormida – incorporándose de golpe. S: Jajajj, tranquila, vamos a cambiarnos y a dormir, anda – besándola en la frente.
Tocaron con los nudillos, supuso que Rita sabía que Silvia había tenido turno de noche y estaría durmiendo. Cerró la puerta del dormitorio y fue a abrirle. Rita: Hola, zagalica – en un susurro – Uy, ¿estabas durmiendo? Pepa: Hola…no… Rita: Es que como sales así – riendo por la bajo. Tan solo llevaba una camiseta gigante y la ropa interior – Así luego pasas frío y te me pones pocha – negando con la cabeza. Pepa: No te preocupes Rita, que con Silvia no paso frío – guiñándole un ojo y sonriéndole a la niña, que al verla, se abrazó a su pierna como el día de la cena. La cogió en brazos - ¿Cómo estás enana? Sabina: ieen – sonriendo ampliamente. Rita: Qué envidia, a ver si no paso frío yo tampoco, jejej. Pepa: Pues claro que no, Rita, a aprovechar todo el fin de semana. Rita: Jajajja, bueno, la Silvica ya sabe cómo hacerle todas las cosicas. Pepa: Perfecto – dirigiéndose a la niña – Dile adiós a mami que se va… La peque le dio dos besos y se abrazó a su cuello con fuerza. Rita: Aish, si es que me da penica dejártela, que la voy a echar mucho de menos… Pepa: Nada, Rita, tranquila, y vete ya que José Luis te tiene que estar esperando, mañana a la noche vienes a recogerla. Se despidió y Pepa entró con la niña en brazos. En la cocina estaba preparando el desayuno de Silvia, cuando lo terminó, llevó la bandeja a la habitación y dejó una nota, se vistió rápido para no despertarla y se fue con la niña a dar una vuelta mientras ella dormía. ----Cap. 22 (Parte 1-2) Escuchó ruidos en el salón, se preguntó qué estaría haciendo Pepa cuando recordó que Rita les iba a dejar a la niña. Se incorporó y de milagro no tiró la bandeja que descansaba sobre la cama. Sonrió al verla y cogió la nota: “Te necesito con fuerzas….jajajj. Me he llevado a la gremlin a dar una vuelta, desayuna y descansa, princesa. Te quiero.” Fue a atacarle al desayuno cuando volvió a escuchar ruidos en el comedor, extrañada, se puso una bata y salió. Sorprendida, miró a Pepa interrogante.
S: Pepa, ¿Qué.. P: Shhhhh – haciéndole un gesto con la mano para que se callase. Observó lo que estaba haciendo con curiosidad, - definitivamente ha perdido la cabeza, lo que tienen los genes… - pensaba divertida. Pepa estaba gateando por todo el comedor, examinándolo con sumo detenimiento. De repente, se lanzó detrás del sofá. Pepa: ¡Te pillé! – cogiendo a Sabina mientras la cubría en cosquillas y risas. La pequeña gritaba de alegría entre carcajadas. Había acabado tumbada boca arriba sobre la mullida alfombra, con Sabina sentada en su abdomen. De repente, reparó en Silvia. Sabina: ilvia!! – bajando de Pepa y yendo hacia ella con pequeños pasitos apresurados. Silvia se agachó y la cogió en brazos, le dio un tierno beso en sus mofletes colorados a causa de la risa. Pepa las miraba con una sonrisa, todavía en el suelo. Pepa: ¿Para mí no hay, pelirroha? Se puso de rodillas y dejó a la pequeña en el suelo. Lentamente, se inclinó sobre Pepa. Estaban al revés, su pelo rojizo cayó acariciando el rostro de la morena y actuando como una leve cortina. Sus labios se aproximaban mientras tenía su cuello a escasos milímetros, le encantaba su olor. Se besaron despacio, sin prisa. Cuando se separaron le colocó un mechón de pelo tras la oreja, sin dejar de mirarla a los ojos profundamente. P: Te quiero. S: Y yo a ti – sonriendo – Por cierto, gracias por el desayuno… ¿No estabais dando una vuelta? P: Dirás casi comida, y pasada, además, hace ochocientos siglos que volvimos, que no veas la que lía la tía. S: ¿Qué ha hecho? P: Primero le ha tirado el café encima a un señor porque en una de estas que de repente sale corriendo, yo he ido detrás y no he visto al pobre hombre. He alegado que la chiquilla es hiperactiva, porque lo mismo está empaná que te canta una salve rociera, te lo juro, es increíble, es clavá a Rita… Luego, en el parque, ha hecho que casi me escalabre por salvarla del tobogán, qué mal lo he pasado, que me veía ahí atascá para toda la vida, menos mal que una señora muy simpática ella me ha sacado de ahí… S: Jajajajjaja… Si eres peor que la cría… P: Sí, eso, defiéndela. S: Jajaj, anda que… - besándola otra vez – Por cierto, ¿qué hora es? P: Las cuatro…. S: Madre mía, estoy hecha una marmota.
P: Una marmota preciosa – riendo. Una débil risilla las interrumpió. Se giraron y vieron cómo Sabina las miraba sonriente, feliz. S: ¿Tú también quieres besos? – acercándose a ella. Sabina: Zíí – lanzándose a abrazar su cuello. P: Oye, hermosa, que hemos empezado el día bien, pero a ver si esto va a acabar en conflicto internacional. S: No le hagas caso – susurrándole al oído – Que está medio loca. Sabina comprendió lo que dijo, se llevó un dedo a la sien y lo giró mirando a Pepa. S: Exacto – riendo. P: Pero será posible, ahora os vais a enterar las dos – abalanzándose sobre ellas dispuesta a iniciar una guerra de cosquillas. Pasaron un rato verdaderamente bueno, tanto Pepa como la pelirroja estaban en una nube, se les caía la baba. Hasta que Silvia se tuvo que ir de nuevo a comisaría. Le dijo a la morena que sólo serían un par de horas, que era una autopsia sin importancia, sin embargo, esa autopsia se convirtió en toda una tarde trabajo sin descanso. -----Estaba cansada, abrió la puerta con pesadez. Un llanto ahogado y unas voces le hizo detenerse en la puerta. Preocupada avanzó hasta el comedor, de donde provenía. Contuvo la risa ante la escena que tenía delante. Pepa estaba sentada en la alfombra, con la espalda apoyada en el sofá y las piernas abiertas, entre ellas, sentada estaba Sabina. La abrazaba por la cintura y la niña descansaba sus manitas sobre sus brazos. Tenía los ojos empañados, pero Pepa lloraba silenciosamente. Las lágrimas surcaban su rostro mientras hacía esfuerzos por no llorar. Cuando se dio cuenta de que Silvia había llegado y la miraba se las secó rápidamente, pero ya era tarde. Así que no se contuvo más y dejó que las lágrimas cayesen. P: Lo ha recordado todo – señalando la pantalla – Tenía pérdidas de memoria a corto plazo, ¡y lo ha recordado todo! – emocionada. Sabina: Oriiii – corroboró. S: ¿Estás llorando con Buscando a Nemo? – incrédula, pero terriblemente encantada por la situación. P: ¿Algún problema, pelirroha? – secándose las lágrimas con la palma de la mano - ¿Te recuerdo que tú lloras con Pocahontas, El Rey León y La Sirenita? S: ¿Cómo te puedes acordar de eso? – dándole un leve empujón en el hombro. Cuando iban al instituto más de una vez se quedaron hasta altas horas de la madrugada viendo películas Disney. Pepa siempre le picaba por llorar con aquellas películas.
Se sentó a su lado y le besó dulcemente en la mejilla, para acto seguido, hacer lo mismo con la peque. S: Se hace tarde, ¿apago esto y hago la cena mientras tú la bañas? P: Hecho – cogiendo a Sabina en brazos – Vamos, petarda, a darnos un chapuzón. S: Mira que eres bestia – riendo. Pepa le sacó la lengua mientras se alejaba al baño. Apagó la tele y se dispuso a hacer la cena. Aquel día estaba siendo una delicia, quitando el trabajo en la comisaría. Ver a Pepa con la niña no hacía más que alimentar el sentimiento materno que creía olvidado, aunque le costase punzadas plagadas de nostalgia, y también de dolor. Aún así, se sorprendía ilusionada pensando en su futuro con ella. Cada segundo que pasaba a su lado la quería más, haber sufrido el poder perderla le había abierto los ojos de una forma aplastante. Quería estar con ella, la amaba, y por qué no, si ella quería, pasar el resto de sus vidas juntas… Sabía que su relación llevaba pocos meses de vida, pero se sentía como si hubiesen estado siempre juntas, y lo cierto es que su corazón de algún modo sí lo había estado. La cena estaba preparada, pero ni Pepa ni la niña hacían acto de presencia. Decidió ir al baño. Conforme se acercaba, escuchaba la voz de la morena, y al llegar, se apoyó en el marco de la puerta y no pudo evitar sonreír, inmensamente divertida. Pepa se agazapaba contra la bañera para estar fuera del campo de visión de la peque, que recorría el baño con la mirada buscándola. P: Aquí el Control Central…Nave de avanzadilla, ¿me recibes?....brrrsssrrrr…¿Nave de avanzadilla? – con la mano en la boca cual control de mandos y comunicaciones – Brrrsrsssrrrr… Aquí nave de avanzadilla de exploración Jefe Oro 2, vamos a proceder a examinar la zona, aunque se nos ha avisado de la existencia de un gran monstruo….brrrrssssbbrr….corto y cambio Control Central… De repente, empezó a asomar la cabeza por el borde de la bañera, haciendo música de intriga. P: Chan…chan…chan…chaaaaan… Sabina: ¡Ahhhhhh! – gritó al verla, riendo y salpicándolo todo. P: ¡Oh, NO! ¡Control Central! ¡El monstruo nos ataca!! ¡¡OH, NO!! ¡Arrrrgggg! – metiendo los brazos en la bañera y haciéndole cosquillas, lo que provocó que pusieran todo perdido de agua – Jajajajajjjjjaj. Silvia: Ahora mismo me costaría saber quién de las dos se lo está pasando mejor – sonriendo. No sabía que estaba ahí y el escucharla la asustó de tal forma, que al pegar un bote se resbaló con el agua del suelo y cayó de culo. P: Joder, qué susto, Silvia – levantándose son una sonrisa – Que sepas que te acabas de cargar el Control Central… jajajja. S: Anda que… mira cómo lo habéis dejado todo, tira a preparar la mesa y yo termino con ella… P: A sus órdenes sargenta – besándola en la frente antes de irse.
Cenaron con tranquilidad, aunque sin faltar alguna monería de Sabina corroborada por las risas y miradas cómplices de ellas. Recogieron y Silvia la llevó a la cama-cuna improvisada que habían montado. Pepa se encargó de ordenar el desastre de comedor que habían dejado tras varias guerras estelares a bordo del Halcón Milenario, de ganar en el Coliseo a todos los titanes que se presentaron, de llegar al infinito y más allá con el sombrero y las alas de Woody y Buzz, de cantar todo lo que quisieron y más bajo del mar, de abordar la Perla Negra junto a una tripulación de peluches, de vengar a Mufasa en la Roca del Clan, de ser dos enanitas más en la casa de Blancanieves y esconderse entre las campanas de Notre Dame, de acabar llorando de emoción al encontrar a Nemo… Nunca había tenido esa sensación. Esa que la envolvía como un abrazo eterno cuando se topaba con su sonrisa y sus ojos la miraban fijamente. Estar con ella y Sabina había sido un bálsamo constante de tranquilidad y cariño. La observaba darle un suave beso mientras le deseaba buenas noches. Dios, ojalá aquello durara siempre, que no tuviese que volver a su piso en cuanto le diagnosticaran vida normal, quería quedarse para siempre con ella. - ¿Para siempre? – se preguntó sorprendida ante lo que pensaba… Sonrió cuando la peque le cogió la mano y Silvia volvió a inclinarse para besarla… - Por supuesto que para siempre… ----Cap. 23 (Parte 1-2) Termino en la cocina y voy a la habitación en la que hemos montado la cuna de Sabina. La veo apoyada en el borde, de espaldas a mí. Sé que la está mirando mientras una débil lágrima asoma en sus preciosos ojos, que ahora cerrará lentamente, es inevitable. Desconoce que sé que estuvo embarazada, que también sé que era de Montoya, que me doy cuenta de cada punzada que le recorre, porque a mí también me duelen. Me coloco en su espalda y le abrazo por la cintura. La noto inspirar profundamente y apartar las manos de la cuna para enlazarlas con mis dedos. P: ¿Vamos a dormir? – le susurro al oído. Asiente despacio con la cabeza, se da la vuelta entre mis brazos y me mira fijamente, observándome detenidamente. Sus ojos brillan aunque muestran un fino velo de tristeza que trata de apartar con una débil sonrisa. No respondo, me quedo mirándola embelesada, hasta que la atraigo más hacia mí y la abrazo con fuerza. Apoya su cabeza en mi hombro y llora silenciosamente. Sé lo que le pasa por la cabeza en estos momentos y me niego a apartarme de su lado, porque pienso estar junto a ella, siempre y cuando lo quiera. Rodea mi cuello con sus brazos, dejando descansar su cabeza todavía en mi hombro. Así que, con cuidado, me agacho unos centímetros para pasar mi brazo bajo sus rodillas y cogerla en volandas. La dejo con delicadeza sobre la cama y me siento a su lado. Ha dejado de llorar. Me mira agradecida y con voz queda empieza a hablar en susurros. S: Pepa…yo…lo siento, hay… hay algo que tienes que saber… P: Ya lo sé, princesa.
S: ¿Cómo? – sorprendida. Le dirijo una sonrisa comprensiva y acaricio su semblante, está húmedo por las lágrimas y más suave al tacto si cabe. P: Sé lo de tu embarazo… y que era de Gonzalo… - baja la mirada, algo nerviosa – Silvia, ¿crees que Rita no me informó bien acerca de tu vida personal en cuanto llegué? – se le escapa una sonrisa y vuelve a clavar sus ojos en los míos, Dios, qué mirada, me derrite enterica enterica – Además, ya me había fijado en esto antes… Con suavidad, introduzco mi mano bajo su blusa hasta que llego a la cicatriz. Se ruboriza, pero no deja de mirarme. Me temo que voy a acabar emocionada perdida. P: No sabes cuánto lo siento… Hubieras… hubieras sido una madre increíble… – la miro con tristeza y titubeo – Yo… pelirroha… no puedo darte un bebé… - le suelto al fin. Bien, Pepa, bien, mira qué te ha costado. A ver quién te reconoce ahora, hermosa. Abre los ojos como platos sin salir de la sorpresa. S: Pepa, ¿no te das cuenta que mientras esté contigo me da igual? ¿Qué eres lo único que necesito? Ahora sí que no puedo evitarlo y la beso con ganas. Responde con el mismo deseo y se recuesta para que me sitúe sobre ella. No dejo de obsequiarla con besos mientras mis manos, acariciando su piel, se deshacen de su blusa. Las suyas recorren mi espalda sobre el chaleco y la camiseta, la ropa molesta y con una sonrisa pilla se incorpora para desabrochar lentamente mi chaleco. Una vez hecho, lo desliza por mis brazos, rozándome con sus dedos intencionadamente, excitándome cada segundo a una velocidad desmesurada. Levanto los brazos al ritmo que va quitándome la camiseta. Lo hace y sus labios se encuentran con mi cuello, y lo besa y sus manos buscan el broche de mi sujetador, que al final encuentra y me quita. Al mismo tiempo yo he hecho lo mismo y busco su boca para decírselo. Le digo con un beso que quiero fundirme con su cuerpo y abrasar su piel en mil caricias e infinitos besos. Me sumerjo en sus labios, en su lengua, en su saliva, y necesito respirar pero no me detengo. Desliza sus manos por mi abdomen erizándome la piel más de lo que ya está, los pantalones son un estorbo del que pronto se deshace, al igual que de mi ropa interior. Cojo sus manos y las sujeto sobre su cabeza. Noto cómo su piel arde bajo mis labios cuando recorro sus pechos, su tripa, cuando paso sobre la cicatriz y paro un segundo para mirarle a los ojos. Me mira suplicante pidiéndome que siga, no puede más, y yo, yo tampoco. Mi boca llega a su falda y la desabrocha en un segundo. Ahora, lentamente, mis manos bajan por sus brazos y silueta a la vez que mi boca busca la suya y la encuentra. Nuestras lenguas se unen en un ritual desaforado por tomar el control. Control que en realidad perdimos hace tiempo. Termino por perderme en cada poro de su piel, en cada pliegue de su ser. Nuestros cuerpos se mueven al compás de nuestras respiraciones agitadas. Mi pierna entre las suyas y la suya entre las mías. Se recrea en mi cuello y pechos haciéndome gemir.
Impaciente, llevo mi mano a sus muslos. Primero la cara externa. Su piel quema, ¿o es la mía? No lo sé, porque a esas alturas ya somos una sola persona, un mismo corazón latiendo a mil, un mismo deseo de posesión desbocado atrayéndonos sin medida alguna… Su espalda se arquea y yo hundo mi cabeza en el hueco de su cuello, mordiéndolo levemente. Acaricio ahora la parte interna de sus muslos. Mis dedos comienzan a jugar coreados por leves gemidos, tanto suyos como míos… su mano se abre paso entre mis piernas… La hago completamente mía al mismo tiempo que la siento en mi interior. ¡Dios! Llegamos al orgasmo a la vez, estallo de placer y busco sus manos y su boca para entrelazarlas con las mías. Gira para sentarse a horcajadas sobre mí y cubrir mi cuerpo con el suyo. Me besa con pasión. La miro, previniéndole. P: No me provoques, pelirroha – en un susurro excitado. Como respuesta obtengo un mordisco en el cuello, ya la ha liado. Volvemos a caer en esa espiral de sexo, amor y placer… ----Su cabeza se recuesta sobre mi pecho y sus manos sobre mis brazos que la rodean con necesidad. Sé que no está durmiendo porque siento su respiración todavía agitada. No veo su cara pero estará con los ojos cerrados, intentando calmarse. P: Princesa… S: Dime. P: Yo… te prometo que algún día… que sí…que lo intentaremos… te lo prometo… La idea fue espontánea, como muchas cosas de las que hago. Al principio me asusté yo sola al pensarlo, pero después de darle vueltas un rato no me pareció tan mala, es más, me gustaba. Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿por qué no intentarlo en un futuro? S: Pepa… P: ¿Sí? S: Tenemos toda la vida por delante… P: Lo sé, por eso. S: Algún día – tomándome la palabra. ----No habían dormido mucho, pero le daba igual. Estaba llena de energía, feliz y plena. Preparaba el desayuno vigilando de reojo a la niña, que jugaba en la alfombra entre lo que parecía una muralla inexpugnable de cojines que hizo Pepa la tarde anterior. El timbre sonó y la sobresaltó.
Lola: ¿Pero qué haces así todavía, hermana? – entrando seguida de Sara. Una bata fina cubría su cuerpo, llevando debajo tan solo los pantalones del pijama y la ropa interior. Silvia: Me acabo de levantar… Lola: ¡Es la una! ¿Y la niña? Silvia: A la niña la acabo de sacar de entre las sábanas también. Sara: Vamos, que no parasteis y no le dejasteis dormir a la pobre – riéndose y yéndose a jugar con la peque. Silvia: ¡Sara! – sonrojándose. Lola: Ahora no te pongas roja, que la cara y la sonrisa de lela que llevas sólo puede ser de eso – acompañando a su hija en las risas - ¿Y Pepa? Sara: Hablando de la reina de Roma – señalando a una Pepa que avanzaba por el pasillo restregándose los ojos. Pepa: Buenos días – sonriendo al verlas. Lola: O sino la otra, qué pareja… jajaj… Pepa, cariño, podrías taparte un poco… Pepa: Pero si a la gremlin le encantan mis bragas de Snoopy – levantándose la camiseta y enseñándoselas - ¿A qué sí, enana? Sabina: Noooopi! Pepa: ¿Ves? – echándose a reír junto a Sara. Llegó donde estaba Silvia, y sin cortarse, le plantó un beso apasionado que caldeó el ambiente. Pepa: Buenos días, princesa. Sara: Y tan buenos… - mirándolas con picardía. Lola: Haaaaaaala, di que sí… Pepa: ¿Quieres tú uno? – acercándose. Lola: Cheéééé…quieta pará… que tienes tú un peligro… Silvia: Bueno, ¿vamos a desayunar? – intentando desviar la conversación. Sara: Sí, claro - levantándose con Sabina en brazos. Pepa: Buenos días, colega, que no me has dicho nada – inclinándose sobre la niña para darle un beso en la frente. Justo cuando se agachó, su postura le permitió a Sara descubrirle un hematoma de proporciones considerables en el cuello. Miró entrecerrando los ojos y sonriendo con malicia a Silvia.
Sara: Tita, te podrías cortar un poco – señalando el cuello de Pepa, que no entendía lo que decía. Silvia: ¿Qué? Le apartó el pelo a su tía y Silvia enrojeció al instante ante la mirada divertida de su hermana y las risas de Sara. Pepa se llevó la mano al cuello inconscientemente, mirando a la pelirroja con complicidad. Pepa: Si quieres te hago uno yo ahora mismo, ven p’acá – volviéndose hacia su sobrina. Sara: ¿Eh? ¡No! – corriendo para escapar de ella, Sabina en sus brazos reía sin control. Se sentaron a desayunar y pasaron una mañana relativamente tranquila, al igual que el resto del día. Sin saber ingenuamente que las cosas se complican, y muchas veces más de lo que se desearía. ----Cap 24 (Parte 1-2) Se plantaron en jueves sin haberse dado cuenta, el tiempo pasaba volando. Pepa salía de recoger los análisis en los que se indicaba que todo estaba bien y que ya podía incorporarse de nuevo al trabajo. Decidió ir a comisaría para hablar con Don Lorenzo y hacerle una petición, ya que Silvia le había avisado que había vuelto de su extraño congreso en A Coruña, y de paso, saludar a su pelirroja. Entró y todos se abalanzaron sobre ella, deseosos de saber si iba a incorporarse pronto, la echaban de menos pululando por allí. Conforme iba avanzando, Paco le explicaba el nuevo operativo en el que estaban trabajando, pero ella no escuchaba. La había visto. Entre las persianas del laboratorio distinguía su melena rojiza yendo de aquí para allá, agachándose sobre el microscopio, escribiendo en los informes… Con una sonrisa se deshizo de su hermano y se dirigió con paso decidido al laboratorio. Gonzalo: ¡Pepa! - interponiéndose en su camino - ¿Qué tal? Pepa: Bien, Gonzalo, ya estoy lista para el zafarrancho de combate – intentando avanzar para llegar a su destino. Gonzalo: Y bueno, ¿Cuándo vuelves? P: El lunes, el lunes – Silvia salió del laboratorio leyendo unos informes, intentó llamar su atención pero no la vio, se alejó… G: Pero eso es genial – sonriendo feliz. P: Ya, claro… Ahora iba a hablar con Don Lorenzo… G: Pues te acompaño, vamos.
Con un resoplido contrariado, le siguió hasta el despacho, donde se despidió y abrió la puerta para entrar, pensando en buscar luego a Silvia, tenía algo de lo que hablarle… Pepa: ¡¡¡MIS OJOS!!! – gritó volviendo a cerrar la puerta y tapándose la cara con las manos en un intento desesperado por borrar de su mente lo que acababa de presenciar, en vano. D.L.: ¡¡MIRANDA, COJONES!! ¡¡¡LLAME ANTES DE ENTRAR!!! Pepa: ¡¡LO SIENTO, LO SIENTO!! – tocando - ¿Se puede? D.L.: ¡Pero mire que es anormal! ¡Pasa, cojones! – abriendo la puerta de un tirón. Pepa tragó saliva al entrar. Su madre, que hace unos segundos estaba recostada en la mesa del comisario, con él echándose sobre ella, la miraba inmensamente divertida con una sonrisa radiante en la cara. Don Lorenzo se arreglaba la camisa y la corbata mientras se agachaba dispuesto a recoger todo el material que debería estar en la mesa, ahora desparramado por el suelo. Pepa: ¿Esto era el congreso en A Coruña? – con un hilo de voz. Concha: ¿No me vas a dar dos besos, hija? Pepa: ¡Ni de coña! Ahora no… D.L.: ¡Un poco de respeto a su madre! El comisario se sentó en la silla para escuchar lo que Pepa tuviese que contarle. Concha seguía sentada sobre la mesa, cual presidenta del Comité de Pilladas a Domicilio. D.L.: ¿Qué quiere, Miranda? Pepa: Yo…esto... estos son mis resultados clínicos – tendiéndoselos – El lunes puedo incorporarme. D.L.: Perfecto, porque vamos a necesitarla el lunes. Pepa: ¿Por qué? D.L.: Se han recibido nuevas noticias sobre el caso del Café, y la comisaría de Sevilla envía un agente para analizar junto a Silvia las autopsias de los tres hijos de puta que nos cargamos y las pruebas para tratar de descifrar el nuevo punto de encuentro… Pepa: ¿Qué va a venir un agente de Sevilla? D.L.: Sí, eso he dicho, cojones. Es la inspectora forense que llevó el caso allí, igual la conoce… A Pepa le cambió la cara al instante. Pues claro que la conocía. Pero no, ella no podía venir, y menos conocer a Silvia, se negaba a que una sola mirada se cruzase con la de su princesa. Concha: Hija, ¿te ha dao un algo? – pasando la mano delante de sus ojos – Te has quedao blancucha… Pepa: ¿Eh? No, estoy… estoy bien – pero en su mente sólo se formaba una imagen, sus ojos verdáceos clavados en ella, indiferencia, frialdad… su porte altivo y seguro…
D.L.: Pues bien, ¿algo más, Miranda? Sacudió la cabeza, no quería acordarse de ella. Desechó su imagen con una sonrisa, tenía que chantajear a Don Lorenzo para llevar a cabo sus propósitos. Pepa: Sí, Don Lorenzo… ¿le podría dar el fin de semana libre a Silvia? D.L.: ¿Qué? ¿Por qué? Pepa: Porque no le interesa que salga una palabra de aquí… - mirándolo con malicia. D.L.: ¡¿Me está chantajeando, Miranda?! Pepa: No, señor. Sólo intercambio de intereses… ¿sí? Don Lorenzo dirigió su mirada hacia Concha, que decidió adentrarse en terreno neutral. Concha: A mí no me mires, Loren. A mí me da igual… - disimulando mientras miraba por la ventana. D.L.: Está bien, cojones… pero que no me entere yo q… Pepa: Una tumba – pasándose la mano por los labios como si de una cremallera se tratase – Hasta luego mamá, me alegro de que estés de vuelta – y esta vez sí le dio un suave beso en la mejilla, pero antes de salir – Hasta luego.. eh… ¿padrastro? – lanzándole un beso desde el umbral de la puerta. D.L.: ¡¡¡ANORMAL DE CARRITO, DESPOTENCIADA, CÁLLESE, COJONES!!! Sus gritos no consiguieron atravesar la puerta. Riendo, Pepa se alejó de allí y fue al laboratorio a ver a Silvia. Fue interceptada por Rita a medio camino. Rita: ¡Ay, cariñico! – dándole dos besos efusivos en las mejillas. Pepa: ¡Hola, Rita! Rita: Que muchas gracias por lo de la Sabinica, que no te lo he agradecío del tóh bien todavía… Pepa: Rita, por Dios, que lo hicimos encantadas, que tu niña es un amor – sonriéndole – Y que ya sabes, que cuando quieras nos la puedes dejar. Rita: Jajaj, de momento no, que quiero tenerla un poquico pa mí, jejej. Pepa: Oye, ¿Y Silvia? – fijándose en que en el laboratorio no había nadie. Rita: Pues la zagalica se ha ido a no sé qué de unas pruebas… que ya la echas de menos, ¿eh? – sonriéndole con picardía. Pepa: Buf, Rita, no lo sabes tú bien. Rita: Qué bonico es tóh, qué bonico es el amor… Bueno, Pepica, que me voy que sino no hago náh – yéndose mientras canturreaba una canción de amor que Pepa desconocía.
Salió de comisaría para seguir con su plan… Sin embargo, había algo que le inquietaba… Y era Ella… Aquel caso traería cola, no quería verla por nada del mundo… - A ver, Pepa, sosiega, que todavía no sabes quién va venir… Joder, es que como se presente aquí yo no sé qué voy a hacer… ¿me libraría de la cárcel si me la cargo y simulo un accidente?... Coño, Pepa, que empiezas a desvariar… Tranquilízate… - pensaba mientras sus pasos la llevaban como un piloto automático hacia su objetivo. ----Se había levantado temprano, sin ninguna gana de alejarse de sus brazos, de su cuerpo, de ese larguísimo metro ochenta que dormía junto a ella todas las noches… - Y qué cuerpo, si es que… madre mía…¡Silvia! Concéntrate, por Dios, que llevas leyendo la misma frase tres horas, hija, que no estás en lo que estás… Pero sí en lo que me gustaría estar… Por favoooooor, ¡concentración!.... ¿Cómo era aquello que decía Concha del método Zen ese? Ah, sí… Piensa en blanco… ¡¡En blanco, Silvia, no es sus piernas!!... Yo no puedo con esto… Voy a buscar los datos en los archivos a ver si me despejo un poco… - saliendo del laboratorio releyendo la misma frase que hace quince minutos. Cuando salió la sintió. Sabía que estaba en comisaría. Le pareció escuchar su voz junto a la de Montoya… Quiso acercarse pero el retraso de trabajo que llevaba ganó terreno. A la vuelta hablaría con ella. Curtis: ¡Silvia! Silvia: Dime. Curtis: Tu padre quería verte para no sé qué del caso Café otra vez… El estómago le dio un vuelvo, ¿no había dado suficiente por saco el jodido Café? Le sonrió y fue a ver a su padre. Entró y miró sorprendida a Concha… Concha: ¡Pelirroja! Qué alegría verte – lanzándose a sus mejillas para plantarle dos besos bien dados. Silvia: Ho…hola… ¿Qué… qué haces aquí? C: Que tu padre me ha raptado, y aquí estoy, cual princesilla desvalida… - Silvia rió con las ocurrencias de la mujer y miró interrogante a su padre, que adivinó sus pensamientos y afirmó con la cabeza. – Oye, Silvica… - acercándose a su oído. – Que ya sé por qué va mi María José tan contenta todos los días… que los Castro en la cama sois mucho Castro, ¿eh? – riendo con picardía. Silvia enrojeció en milésimas de segundo. Lo había vuelto a hacer. Aquella mujer siempre hacía que se ruborizase… D.L.: Bueno, hija, que tengo que comentarte algo del caso del Café. Han visto al jefe en algunas ciudades españolas, y los últimos que hemos tenido contacto con ellos somos nosotros. Así que Sevilla, que también ha estado implicada con esta banda, va a mandar una inspectora forense para que analice contigo los cadáveres de los compinches, así como todo tipo de pruebas que hayamos obtenido antes.
Silvia: Vale. D.L.: Ah, otra cosa… Necesito que el lunes, que es cuando llega el agente, estés al cien por cien, así que no vuelvas en todo el fin de semana, ¿me has oído? Silvia: Sí… vale – algo confusa por al salida de su padre. Salió despidiéndose de Concha con un beso en la mejilla. Ya era mediodía, iría a casa a ver a Pepa y a comer con ella. Sonrió mientras recogía sus cosas. La idea de verla siempre le hacía sonreír… Al llegar, le sorprendió ver que estaba recogiendo sus cosas. S: ¿Pepa? – mirándola extrañada. P: ¡Hola, princesa! – dejando lo que estaba haciendo para saltar sobre un montón de cosas que había en el suelo y besarla. S: ¿Qué haces? P: Besarte… - sin comprender. S: No, boba – riendo – Con eso… - señalando la que estaba liando en el comedor. P: Ah – sonriendo – He pensado que cuanto antes empiece a hacer los macutos mejor, porque luego se me olvidan las cosas… S: Ya – no le gustaba la idea de que se fuese - ¿Tienes prisa o qué? P: Pues claro que no, pelirroja… pero no creo que te haga mucha gracia que me apalanque toda la vida aquí, ¿no? – dándose la vuelta para que no viera su desacuerdo con su marcha – Tengo casa, Silvia… - concluyó con tristeza. Volvió a lo que estaba haciendo con pesar. Aquellos días con ella habían sido increíbles, ojalá pudiesen quedarse así para siempre. Pero conocía su historia y con Montoya fue el detonante del adiós. No iba a perderla por presionarla con algo como aquello… Además, tenía que dejarlo todo recogido porque si salía bien, el fin de semana no tendrían tiempo para hacer nada que no fuese estar lejos de allí… La miró sorprendida por lo que estaba haciendo… ¿Se iba a ir con tanta tranquilidad? Era jueves… ¿qué hacía recogiéndolo todo tan deprisa? De repente, la verdad le golpeó de lleno y la sangre comenzó a hervirle. Ahora lo entendía… un agente de Sevilla que venía… sus prisas por irse… S: Pues entonces vete – le espetó. P: ¿Cómo? – girándose para mirarla a la cara. La vio enfurecida y no entendía el motivo. S: Que si tienes tantas ganas de irte que te vayas. P: Yo no he dicho que tenga ganas de irme, Silvia, no te inventes cosas, anda – empezando a enfurecerse por su tono.
S: ¿Me invento cosas? ¡Pero si estás recogiéndolo todo y estamos a jueves, Pepa! P: ¿Y? En dos semanas he invadido esto y supongo que a ti eso no te gusta, así que me lo llevo para no molestar más… S: ¿Ahora lo llamas molestar? P: ¿De qué hablas? S: ¡De ti! Joder, Pepa. P: ¿Qué coño he hecho ahora? El que intentase hacerse la víctima podía con ella, explotó. S: ¡Vete! P: ¿Qué? S: ¡Que te vayas! ¿No estás deseando tirarte a tu amiga? ¡Pues lárgate! Pepa la miraba atónita y enfadada. ¿Qué cable se le había cruzado ahora? No paró a pensar sus palabras, cogió el abrigo y salió dando un portazo. En la calle, al meter las manos en los bolsillos sus dedos se toparon con un papel. Lo sacó y se quedó mirándolo. - Se supone que tendría que haberle dado esto y ahora estaríamos haciendo las maletas… no así… - pensó con pesadumbre una vez pasado el enfado inicial – Joder, ya sé por qué se ha puesto así… Se dio cuenta de que a esas alturas Silvia ya debería saber lo de Sevilla, habría relacionado su llegada con su recogida espontánea. - Esta mujer es la leche – sin evitar sonreír. Con un suspiro, dirigió sus pasos al laboratorio en la comisaría. Con un poco de suerte, lo arreglaría todo esa tarde y podrían salvar el fin de semana. ----Cap. 25 (Parte 1-3) Su plan inicial era ir directamente a la comisaría, pero se le ocurrió algo y decidió ir primero a su piso, iba a arreglar las cosas con Silvia sí o sí… ----Que le den, y punto. Que lo disfrute si quiere pero que no vuelva a hablarme que… ¿Y si me he pasado? Joder, Silvia, que cuando te embalas no hay quién te pare… La verdad es que un poco la tonta sí se ha hecho, como si no supiera de qué le estaba hablando… ¡Pues claro que sabe de lo
que le hablo! Si ha sido ella quien ha puesto pies en polvorosa. Si es una… una… No te esfuerces Silvia que no puedes insultarle… Con una mueca de resignación entro en comisaría y me dirijo a los vestuarios. Pero antes, Povedilla me intercepta y entre titubeos me tiende un sobre. Lo cojo, y una vez sentada en los bancos, me decido a abrirlo. Es raro porque no tiene ni remitente, ni destinatario, nada… Una sonrisa estúpida ilumina mi cara cuando veo lo que hay dentro… Se supone que estoy enfadada y cosas como estas no deberían hacerme sonreír, pero es inevitable. Siempre ella, siempre consigue sacarme una maldita sonrisa… Lo que hay dentro tan solo es una foto, pero qué foto, madre mía… ¿Qué año sería aquel? En ella, Pepa está intentando subirse a la estatua de Colón en Barcelona, un guardia le grita desde abajo, y yo… yo miro la escena sentada en uno de los leones con cara de circunstancias. Dios, es buenísima… jajajajajj… Mierda, Silvia, no, que estás enfadada… ---Pepa: ¡¡Pelirroja!! ¡Anda sube! ¡Que es increíble! Silvia: ¡¿Pero estás loca?! ¡Baja, Pepa, que te vas a romper la crisma! No sé para qué pregunté, sabía la respuesta de sobra… Acabábamos de cumplir dieciocho, habíamos terminado todos los exámenes y decidimos hacer un viaje toda la clase, independientemente del instituto. Barcelona fue el destino corroborado por todos, era la primera vez que iba. Sólo volví a ir después de la comunión de Sara, con Lola, pero eso es otra historia… El primer día en la ciudad decidimos ir a la Rambla, la estatua de Colón, el puerto… Y allí estaba ella, gritando mientras intentaba subirse. Pepa: Hazme caso, por favor, que vale la pena… ¡Que se ve todo desde aquí! – haciéndose visera con la mano cual explorador oteando el horizonte. Silvia: ¡No voy a subir! ¿Quieres hacer el favor de bajar? Pepa: ¡Desde aquí se ve al mar! Silvia: ¡Pero si el mar está en la otra parte! Pepa: ¡Al menos pásame la cámara, ya verás que fotaza! Se la tiré y la cogió al vuelo, tenía razón. Una vez reveladas, las fotos eran preciosas. Un policía se nos acercó, y yo decidí hacerme la loca tratando escabullirme, la que le iba a caer a la pobre. El señor le gritaba algo en catalán que ella no entendía, mis esfuerzos por contener la risa iban a acabar conmigo. Pepa: ¿Pos lo cualo ha dicho el hombre este? – mirándome interrogante. Silvia: Que bajes, por Dios – acercándome al guardia y pidiéndole disculpas en catalán.
Frunció el ceño y bajó de un salto, alguien normal se hubiese roto algo seguro, pero su cuerpo atlético le permitía ese tipo de movimientos y muchos más. Pepa: ¿Desde cuando sabes catalán? – extrañada. Silvia: Desde que Miguel es catalán – señalándole al chico que hizo la foto que ahora tengo en mis manos. Había empezado a salir con él apenas un día antes del viaje, también era muy amigo de Pepa. El resto del día lo pasamos en grande, yo no me separaba de ella porque me daba vergüenza quedarme a solas con Miguel, era el primer chico con el que salía, y lo evitaba porque el muchacho iba a lo que iba, o eso creía yo. Corrimos de aquí a allá, haciendo fotos, riendo, haciendo bromas, cantando, dejándonos maravillar por los encantos de una ciudad que nos parecía, y me sigue pareciendo, mágica. Gritamos desaforadas con ansias de felicidad, tranquilidad, libertad… con ganas de comernos Barcelona a cachos y no dejar supervivientes… ----Sonrío mientras le doy la vuelta a la foto. A su lado era imposible no sentirse lleno de esa vitalidad arrolladora que te invita a hacer tonterías y locuras una tras otra, pero me encanta. Siempre me faltó ese empujón para hacer lo que quería, en cambio para ella todo era fácil, ya no me empujaba, tiraba de mí con una sonrisa. Detrás hay algo escrito. Es su letra, despreocupada y somnolienta como ella. “Desde aquí se ve el mar…” Bufo disgustada por la sencillez con la que manipula mi estado anímico. Guardo la foto en el sobre, pensando qué significa todo esto… porque por más vueltas que le doy no lo entiendo. Antes de salir de los vestuarios, veo otro sobre junto al lavabo. ¿A qué está jugando esta mujer? ----Me acerco y lo abro. Saco con cuidado el contenido: tres fotos y un dibujo… Lo vuelve a conseguir, pero esta vez no sonrío, sino que miro las imágenes entre maravillada y emocionada. ---Después de liarla junto a la estatua de Colón, nos decidimos por ir al paseo marítimo. Mientras se sentaban para comer algo, yo me apoyé distraída en una barandilla, mirando el mar. Me gustaba esa sensación: el viento acariciando mi rostro y alborotando mi pelo, pero lo hacía con suavidad, temiendo romper el fino hilo que separa la admiración de un frío engaño. Pensaba en lo que haría al volver. Teníamos tres días para evadirnos del mundo y buscar la esencia de un sentimiento, tres días me parecían insuficientes… Terminamos el día con una fiesta en la playa, el hotel nos pillaba a cinco minutos, así que lo tendríamos fácil a la hora de volver. Miguel no paraba de sobarme, y yo quería salir de la prisión que se habían convertido sus brazos. De repente la vi, estaba apartada del grupo, sentada en la arena y sumergida en lo que supuse que sería un dibujo. La estampa me sobrecogió, era hermosa.
Veía el perfil de su rostro tras la hoguera que habían encendido, iluminaba sus facciones con suma delicadeza, el contraste rojizo del fuego y el oscuro de la noche hacían de su figura un campo abierto de contrastes. Murmuré algo y me alejé. Me senté a su lado sin decir nada, tan solo contemplé con admiración lo que hacía. A través de sus trazos, finos y rápidos, la playa bañada por la luz de la luna era la definición de belleza. El suave oleaje del mar acompañado por su respiración acompasada, sus ojos brillaban. Pepa: ¿Qué te parece? – cuando lo terminó. Silvia: Es…es increíble, Pepa… - maravillada - ¿Cómo puedes convertirlo en algo así? Pepa: Gracias, pelirroja – dándome un beso en la mejilla - ¿Qué haces que no estás comiéndote a besos a Miguel? Una mueca de disgusto cruzó mi cara haciéndole reír. Pepa: ¿Si no te gusta por qué has accedido a salir con él? Silvia: No sé, supongo que porque no quiero estar sola, no sé… todavía no he estado con nadie y… Pepa: Anda ya, pelirroja, que los tienes a todos a tus pies. Silvia: No es tan fácil. Pepa: Lo sé, por eso te he preguntado… Es como esta playa… Mira y dime qué ves. Silvia: Olas… arena… gente… una compañía estupenda… sueños… nostalgia… olvido… imprevisibilidad… ¿Qué ves tú? Pepa: Destellos cristalinos de colores que ya han sido olvidados – apoyando los codos sobre la arena para recostarse. Silvia: ¿Qué se supone que significa eso? Pepa: Lo que tú quieras… eso son tus sueños… tu olvido… tu nostalgia… tu imprevisibilidad… ¿te das cuenta? Es lo que tú quieras – sonriendo con sencillez y tranquilidad. Pero aquello me caló hondo. A veces sentía rabia por no saber qué pasaba por aquella loquifaria cabeza morena. Al día siguiente fuimos al Park Güell. Nos perdimos entre la pretensión de mosaicos de Gaudí. Íbamos de un lugar para otro tratando de abarcarlo todo en nuestras cabezas para no olvidar ningún detalle… Llegamos a la cima, desde allí teníamos Barcelona a nuestros pies, el Sol prendía las paredes cristalinas del obelisco, el mar y el cielo se unían en el horizonte, cogidos de la mano ante un largo camino por delante. Recuerdo que, mientras observaba absorta lo que tenía delante, Miguel me abrazó por detrás y apoyó su cabeza en mi hombro. He de reconocer que me sentí a gusto así, aunque sentía su mirada en mí, en una mezcla de celos (que no supe descifrar en su momento) y divertida por mi reacción… ----
En la primera foto aparezco yo, estoy de espaldas apoyada en una barandilla del paseo marítimo. La brisa marina juega con mi pelo a pintar en diferentes tonalidades rojizas mi alrededor. La foto es sencillamente preciosa, conseguía dejes de nostalgia y belleza por doquier con las luces de aquel día de verano. Detrás también hay algo escrito: “¿Cuántas veces te has preguntado: y ahora qué?” Paso de foto con las manos algo temblorosas, recordar el viaje, acompañado de las fotos, me está trastocando el ánimo hasta el punto de olvidarme por completo de todo y centrarme en lo muchísimo que la quiero. La siguiente foto es del Park Güell, Miguel me abraza por detrás y yo sonrío algo distraída. Jajaj, en aquel momento el pobre Miguel intentaba llamar mi atención con alguna ocurrencia de las suyas, pero mi cabeza estaba en otra cosa, en otra persona, mejor dicho… La giro buscando de nuevo una inscripción que hace que una lágrima rebelde asome en mis ojos: “El cielo, el mar… Es un reflejo, Silvia. Puedes cambiarles de papel, puedes decidir cerrar los ojos…” Termina ahí, pero sé que continúa en la siguiente foto, porque aquello me lo dijo la noche de la playa… Mientras estaba en lo alto del Park Güell me acordé de aquella frase, y ella, como si leyese mi pensamiento, la ha escrito precisamente en esta foto… Busco la continuación sin siquiera reparar en la imagen: “…pero seguirán siendo lo mismo si tu corazón lo cree así.” Ahora sí miro la foto: es la entrada del parque, Pepa carga conmigo en su espalda. Sonrío al acordarme del por qué estoy subida a ella… Perdió la apuesta en la que decía que si no ligaba con un barcelonés guapetón me llevaría todo el día a caballito… Me queda el dibujo… es el de la playa. Deslizo mi dedo por sus trazos a boli, juega con las sombras en un mismo color, confiriéndole una monotonía preciosa, siempre ha tenido un don para esto… creo saber qué es lo que pone detrás, y sus palabras apoyan mi corazonada: “Mira y dime qué ves…” Lo ha conseguido, maldita sea, ahora estoy completamente emocionada. Me dirijo al laboratorio con una sonrisa. Tengo que hablar con ella, porque aunque no sé de qué va todo esto, intuyo que algo tiene que ver con el hecho de que le echara de casa esta mañana, y sobre todo, de lo inmensamente estúpida que he sido al hacerlo. Al entrar y cerrar veo otro sobre en la encimera, casi corro para llegar hasta él… Lo abro y saco lo que tiene, hay varias cosas: otra foto y un papel doblado por la mitad con algo dentro… Dejo el papel doblado encima de la encimera y me concentro en la foto. En ella, estamos casi toda la clase metida en una de las habitaciones del hotel, es de noche y la única fuente de luz es una linterna de camping… hay un chico con una guitarra, a su alrededor, unos cantan y otros hacen ritmos con lo que pillaban… ---La última noche de nuestra estancia en Barcelona. Y había llevado a cabo mi propósito de escaquearme del pesado de Miguel.
Nos concentramos en una de las habitaciones, no recuerdo de quién era. Llovía muchísimo. Las gotas repiqueteaban contra los cristales, evocando tormentas mayores en lugares fuera de nuestro alcance. El apagón en la costa hotelera fue inevitable, así que uno de los compañeros, haciendo gala de sentido común, puso una linterna de esas gigantes de camping en medio de la habitación. Aquel año había venido un chico inglés a nuestra clase para pasar el curso aprendiendo español. Era muy tímido, pero realmente simpático. Conseguimos que se viniera también al viaje, puesto que éramos una piña y aquello teníamos que hacerlo todos juntos. Todavía no sé cómo lo consiguió, pero Pepa le convenció para que cogiese la guitarra de Miguel y cantase. Nos dejó con la boca abierta. Su voz, con un fuerte acento inglés algo desgastado por su castellanización, acompañó las notas de la guitarra. Sus dedos hábiles bailaban sobre las cuerdas como si hubiesen nacido para ello. La melodía nos envolvía en aquel ambiente lluvioso, fluía desenvuelta entre sus palabras teñidas de melancolía en un Nothing else matters que nos conmocionó a todos. Tenía la piel de pollo y un nudo en la garganta. Busqué su mano, Pepa estaba sentada a mi lado y busqué su mano cuando a los diez segundos de canción, una lagrimilla hizo acto de presencia recorriendo mi rostro… Tras esa siguieron más y más canciones, se pasaban la guitarra como si de la pipa de la paz se tratase. Cada uno con su estilo, sus canciones y palabras haciendo de aquella noche algo inolvidable… Pero la diversión no era el santo de devoción de uno de los vigilantes que nos llamó la atención en forma de una bronca impresionante. Sin embargo, ahí no quedó la cosa. Pepa, capitaneando al gremio femenino, acampó con colchones, mantas y almohadas en el pasillo del hotel, demostrando así su inconformidad con el trato al cliente. Dios, lo que me pude reír, fue digno de ver… ---A estas alturas ya estoy llorando silenciosamente, corroída por la emoción. Dios, Pepa, ¿por qué me haces esto? Así es imposible que me enfade contigo, aunque ahora mismo no recuerde con exactitud los motivos que me han llevado a ello… De nuevo, le doy la vuelta para volverme a encontrar con su voz en tinta: “Trust I seek and I find in you… Nothing else matters…” Mis manos ahora tiemblan con mayor intensidad. Sé que esa primera frase va por lo que ha pasado este mediodía: no le he dejado hablar, me he puesto como una loca a gritarle, no he confiado en ella… En serio, soy la persona más estúpida sobre la faz de la Tierra, superando con creces a cualquier protagonista de una peli de terror que baja al sótano aun sabiendo que puede morir ahí… Reparo en el resto del contenido y desdoblo en papel dejando encima de la encimera lo que había dentro de él, sin analizarlo. “Espero que hayas llegado hasta aquí sin quemar, romper, ni destrozar nada… Así que espero también que leas esto para convencerte que nunca haría algo así, Silvia, ¿de verdad crees que te engañaría? ¿No confías en mí? ¿Eso es lo que me quieres?...”
Tengo miedo de seguir leyendo porque cada palabra me hace sentir peor. Esta vez me la he cargado pero bien. Hago acopio de fuerza y sigo leyendo: “He empezado a recoger todo hoy porque, si todavía no has visto todo lo que lleva este sobre, este fin de semana no íbamos a tener tiempo de hacer nada, princesa. Y se lo que te encanta el orden, por cierto, jajaj. Solo me queda hacerte una última pregunta: ¿Vienes, pelirroja?” La carta termina ahí y cojo con rapidez lo que he dejado antes sobre la encimera. Son dos billetes de tren, con destino Barcelona… El otro día lo dije sin pensarlo, en la cena, le dije a Rita que hacía mucho tiempo que no iba, y que me gustaría volver a hacerlo… Lo escuchó, parecía distraída pero lo escuchó todo. Buf… necesito verla, hablar con ella… Estoy ensimismada, con los billetes y la carta en las manos. No he oído cómo alguien entra y cierra la puerta despacio. Pepa: Entonces… ¿qué me dices, princesa? – algo tímida, con las manos en los bolsillos y guardando las distancias con temor a mis represalias. Levanto la cabeza, sorprendida. No puedo evitar que mi boca se arquee en una sonrisa radiante. Sin pensarlo dos veces, lo dejo todo en la encimera y me acerco con rapidez a su altura, cojo su rostro entre mis manos y la beso con infinitas ganas. Noto cómo se tiene que apoyar en la mesa para guardar el equilibrio debido al impulso de mi movimiento. Cuando nos separamos sonríe. Silvia: Lo siento muchísimo, he sido imbécil, me he vuelto loca pensando q… Pepa: Shhh, da igual. Silvia: No, no da igual… - y empiezo de nuevo a soltar una retahíla de incoherencias que Pepa pone fin con un beso apasionado que me deja sin aliento para continuar. Pepa: ¿Sabes que celosa estás preciosa? – sonriendo con picardía. ----Cap 26 (Parte 1-2) Le contagió su sonrisa y se puso de puntillas para volver a besarla. Rodeando su cuello con mayor aprensión y enlazando sus piernas en torno a su cintura. D.L.: ¡Usted qué cojones hace aquí, Miranda! – cerrando con un portazo. Se separaron bruscamente y Silvia bajó de un pequeño salto. Pepa: Yo… esto… - mirando a Silvia y sonriendo – Será mejor que me vaya… D.L.: ¡Fuera de aquí, anormal! – señalándole la puerta. Pepa: ¿No vas a decir nada, mamá? Mira cómo trata a su hijastra… - poniendo voz y cara de pena.
D.L.: Mi… ¿Hijastra? ¡La hijastra de mis santos cojones, despotenciada! ¡Que está en celo rondándole a todas horas a mi Silvita! Concha: Loren, amor, que no es para tanto, que son jóvenes y están llenas de energía, y claro, se atraen… se atraen… ¿Hace falta que haga un croquis o una clase de educación sexual? - haciendo gestos con las manos. Don Lorenzo se pasó la mano por la cara, deseando que la tierra le tragase. Silvia estaba maravillada con la facilidad que tenía la mujer para manipular a su padre, era una ídola. Pepa: Hasta luego, pelirroha. Te espero en casa – lanzándole un beso mientras se alejaba riendo. ----En casa… qué bien sonaba eso. Decidió ponerse manos a la obra y empezar con el equipaje que llevarían al viaje. Silvia: ¿Qué querías, papá? D.L.: Nos han mandado esto de Sevilla – tendiéndole unos informes. Hizo una mueca de desagrado al cogerlos, ya tenía que salir otra vez Sevilla – El lunes a primera hora vendrá la agente Rocío Navarro para pasar unos días aquí, hasta que tengamos algo en claro, ¿de acuerdo? Silvia: ¿Rocío Navarro? – atónita - ¿Rocío? – repitió. D.L.: Sí, hija, sí, Rocío Navarro. Será una casualidad, anda que no hay Rocíos. Pero de todas formas no me preguntes qué podría hacer esta mujer ahí metida, ya se lo preguntas tú si es ella cuando venga, o la llamas, o le envías una postal de Navidad, cojones – cerrando la puerta de un portazo. Concha: Este hombre necesita desestresarse, te lo digo yo – guiñándole un ojo y saliendo detrás de él. Dejó los informes sobre la mesa, sin darles mucha importancia. Se puso con la montaña de informes y autopsias, deseando acabar lo más rápido posible. De vez en cuando, miraba de soslayo los sobres y todo lo que había encima de la encimera y sonreía ilusionada. El traqueteo del tren le iba cerrando los ojos lentamente. La noche anterior llegó tardísimo a casa, y bueno, cuando llegó tampoco es que durmiesen mucho. Ahora, con largas horas por delante en tren el sueño iba ganando terreno. Se encontraba cómoda, así que tampoco hizo mucho mantenerse despierta... Estaban cogidas de la mano, Silvia apoyaba la cabeza en su hombro, y Pepa lo hacía a su vez sobre su cabeza. Le sonaron las tripas, con lo que decidió ir a por algo de comer. Sin despertar a Silvia, que se había quedado completamente grogui, le besó en la sien antes de levantarse e ir a la cafetería. Cuando volvió se quedó parada delante de los asientos. Un tipo se había sentado en su sitio, al lado de Silvia, y posaba su mano sobre la de ella como quien no quería la cosa. Pepa: ¿Qué hace ahí? – fulminándolo con la mirada. Hombre: Bajo ya, y de camino a la puerta he visto este sitio y me he sentado, ¿algún problema?
Pepa: Sí, que ese sitio es mío, y esa mujer – señalando a Silvia – Es mi novia – con tono amenazador. Hombre: Coño, pues estás buena para ser bollera… Eso es que aún no te han dao a ti bien – pasándose la lengua por los labios. Pepa: ¿Quieres ver cómo te doy a ti bien? – sacando la placa de policía y enseñándosela. Al hombre le cambió la cara y empezó disculparse. Su idea inicial fue sacar la mágnum, pero pensó que eso sería armar demasiado escándalo… Siguió fulminando con la mirada al hombre mientras se alejaba. Silvia: Por un momento pensé que le ibas a sacar la mágnum – en un susurro, todavía algo somnolienta. Pepa: Imbécil – dirigiéndose al tipo. Silvia: Eh, ya – cogiéndole por la barbilla para girarle cara y mirarla a los ojos - ¿Sí? Pepa: Reconoce que te hubiese encantado que la sacara – con sonrisa autosuficiente. Silvia: Sabes que me encantas cuando te pones chula… - dándole un suave beso en la comisura de los labios. Pepa: ¿Ese beso me vas a dar? – poniendo morritos – Que te acabo de salvar del acoso de un hombre, princesa… Sonrió, y todavía sujetándole la barbilla. La besó despacio, profundizando el beso poco a poco, sin importarle el lugar ni la gente, sólo ella, sólo Pepa. Revisor: Perdonen señoritas – algo cortado. Pepa: ¿Eh? ¿Qué? Revisor: ¿Me pueden dejar sus billetes? Pepa se los dio y hombre los revisó… enarcó una ceja antes de enfrentarse a Pepa, que lo miraba interrogante. Pepa: ¿Pasa algo? Rev.: Este asiento no le corresponde… Pepa: ¿Cómo? Rev.: Su asiento es ese – señalando el que estaba frente a Silvia. Pepa: ¿Entonces? – de repente volvió a ver al hombre al que había echado hace unos segundos – Joder – entendiéndolo. Con un bufido se sentó enfrente de su pelirroja, sin dejar de reprocharle el que estuviese aguantando la risa. El pesado del hombre se sentó de nuevo junto a Silvia.
Pepa: ¿Pero tú no bajabas ya? – apretando los dientes. Hombre: Sí, pero viendo la compañía, he decidido quedarme un poco más en el asiento… mirándolas alternativamente. Pepa: Hay que joderse – cruzando los brazos, contrariada. Ante la mirada divertida de Silvia. ----Las luces de la costa bailaban en los reflejos del agua, al igual que la luna, que se escondía entre las nubes recelosa de su propia belleza. Desde la terraza inspiró profundamente. El salitre del mar entró con fuerza en sus pulmones, impregnando cada poro de su piel con sabor a libertad. Pepa: Me hubiese gustado volver a aquel hotel – entrando a la terraza y situándose junto a Silvia, pero dándole la espalda a la playa para mirarla a ella – Pero lo han derribado… debieron darse cuenta que el trato al cliente era pésimo – sonriendo. Silvia: Jajajaj… La que no líes tú… - bajando la cabeza con una sonrisa distraída. Pepa: ¿Te pasa algo? – levantándole la barbilla para mirarla a los ojos. Silvia: Estabas celosa… Pepa: ¿Cómo? Silvia: De Miguel… no me di cuenta, pero estabas celosa – sonriendo. Pepa: ¡Pues claro que estaba celosa! Eres mi princesa, verte con otro me mataba… lo bueno de todo aquello es que eras demasiado vergonzosa, no te separaste de mí ni un segundo, jajaj. Silvia: ¡Oye! – dándole un leve codazo – Pues que sepas que ya no soy vergonzosa. Pepa: Algo he podido ver, sep, aunque no te creas que me tienes muy convencida tú, ¿eh? Silvia: Ya te convenceré, ya – mirándola con picardía – Por lo pronto me voy a la ducha… dejándolo caer. Pepa: Vale, yo me voy a ir a dormir, que estoy reventá… - bostezando con exageración - Porque al contrario que otras, yo, no me he dormido en el tren. Pepa se giró para estar esta vez de cara al mar. Disimulando una sonrisa al ver un tanto de decepción en la mirada de la pelirroja… ---Escucho cómo abre el grifo perezosamente. Cuando el agua comienza a correr, abro la puerta con sigilo y me cuelo dentro del baño. Si se piensa que va a ducharse sola va lista, aún tengo mucho que cobrarme… Me desnudo rápidamente, y procurando no hacer ruido, abro la ducha. Buff, si es que tener ese cuerpo debería estar prohibido… Silvia: ¿Tú no estabas taaaan cansada? – ladeando la cabeza y sonriéndome con malicia.
Pepa: Sí, sólo va a ser un momento… no quiero molestar… Me quedo mirándola. El pelo mojado le cae por la espalda formando amplias ondas, lo tiene larguísimo. Y yo… yo me acerco sin tocarla. Hasta que mi boca está en su oído. Mis palabras se entremezclan con el sonido del agua cayendo. Noto cómo reprime un escalofrío. Pepa: ¿Tienes por ahí el gel? Me lo pasa sin mirarme. Trata de mantener su postura distante, pero sabe que en cuanto nuestras miradas se crucen no resistirá, ni ella ni yo. Sonrío. Vuelvo hacia delante para dejar el gel en su sitio. Rozo levemente su costado con mi mano y su piel se eriza automáticamente… ---No puedo más. La tengo detrás, está haciendo el mono que si dejo el gel aquí, que si ahora cierro el grifo, que si lo abro… lo único que está consiguiendo es excitarme… La he sentido nada más abrir la puerta, no he podido evitar sonreír. Si piensa que todo va a ser fácil como presentarse aquí sin más lo tiene claro, pero Dios… Miro hacia atrás disimuladamente. Arrepintiéndome al acto. Su pelo negro mojado le cae sobre los hombros, siendo conductor del agua que corre por su cuerpo, recorriéndolo… Me muero de ganas por ser las gotas que se deslizan por su piel, de que mis labios abrasen su cuerpo… Me muerdo el labio inferior tratando de reprimir el deseo a sabiendas que es enteramente imposible. Sabe el efecto que tiene sobre mí su presencia y lo explota… Dios, su boca está a escasos centímetros de mi oído, su cuerpo del mío. Nos estamos llamando mutuamente… y es inevitable. ---Con una sonrisa victoriosa, Pepa besó cuidadosamente su cuello. Apartó su pelo lo justo para besarle en el hombro. Sus manos se situaban en su cadera y comenzaron a subir presionando su abdomen, sus pechos, deteniéndose en ellos para perdición de la pelirroja, que gimió levemente. Ahora sus labios bajaban por su espalda, sin prisa. Encendiendo a su paso cada célula de aquel cuerpo que le volvía loca. Silvia se echó hacia delante para apoyar las manos en la pared y tratar, en vano, de acompasar una respiración que se agitaba rápidamente… Tenía necesidad de sus labios, de tocarle… si Pepa paraba ahora se moriría. No lo soportó más y se giró buscando su boca. Cuando la encontró la besó introduciendo su lengua en busca de su compañera, mientras sus manos se hundían en su pelo oscuro atrayéndola lo máximo posible hacia si. Rodeaba con sus brazos la cintura de la pelirroja a la vez que sus labios se internaban en su cuello, intensificando cada beso en cada milímetro de piel. Silvia echó la cabeza hacia atrás y la morena pudo proseguir su camino por su nívea garganta, escalando lentamente por ella, hasta llegar a la barbilla… Una de sus manos se deslizó por su muslo, alzando su pierna y tener así mayor amplitud de movimientos… A su vez, Silvia mordía con avidez el lóbulo de su oreja, hablando entre susurros entrecortados a causa de la excitación.
Silvia: Pepa… Pepa: ¿Q-qué? Silvia: Hazme… tuya… ya… Gimió cuando la pelirroja le besó con intensidad en el cuello. Sin dar más rodeos, y acatando las órdenes de su princesa. Deslizó su mano por su cuerpo hasta llegar a la parte interior del muslo, donde se detuvo para colmar en caricias su zona más sensible… Finalmente lo hizo, introdujo sus dedos mientras seguía jugando con su sexo. Silvia estalló de placer en un gemido que no se molestó en ahogar, sino que buscó la boca de la morena para fundirse en un apasionado y húmedo beso. Pero todavía estaba excitada, y la cosa no iba a acabar ahí. Entrelazó sus manos con las de Pepa, para, de esa manera, inmovilizárselas. Recorrió su garganta con los labios, para bajar por sus pechos, su tripa marcada… saboreando su tersa piel y regocijándose en su placer por ser ella ahora las gotas de agua que envidiaba hace unos minutos… Pepa se mordió el labio inferior y cerró los ojos con fuerza cuando sintió su boca deslizándose por su cuerpo, sin detenerse al llegar a su destino, estimulándola y sintiéndose morir. Su lengua saboreaba su cuerpo y sus manos aprisionaban las suyas… Pensó que ya no podía más y Silvia lo sintió, volviendo sobre sus besos hasta su boca, donde se recreó jugando con su lengua al tiempo que su mano iba donde hace unos segundos había estado su boca… Llegó al orgasmo pronunciando en un gemido el nombre Silvia y besándola efusivamente… Calmando mutuamente dos corazones que latían desbocados… ----Cap. 27 (Parte 1-3) Silvia: No… ¡NO! ¡Pepa, por favor! – intentando escaparse de su abrazo, sin parar de reír. Pepa: Ahora te vas a enterar, pelirroha… Te lo has ganado… - cubriendo su cuerpo en cosquillas. Silvia: Jajajjajj, paraaaaa…. Jajjajajj Habían quitado el colchón de la cama y lo habían situado justo a la entrada de la terraza. Las sábanas desparramadas por el suelo de la habitación, la cual, tras haber dejado el balcón abierto durante toda la noche, olía a salitre, arena y mar. Hacía rato que el sol iluminaba por completo la estancia. El mismo tiempo que llevaban despiertas regalándose sonrisas, besos, caricias, palabras tiernas, bromas… regalándose la esencia de ellas mismas sin saberlo, pero conscientes de sentirse imprescindibles la una para la otra. Pepa estaba sobre Silvia, envolviendo su cuerpo con sus brazos, mientras esta suplicaba entre carcajadas que parase de hacerle cosquillas. Las primeras lágrimas comenzaban a hacer acto de presencia. Pepa: ¿Cómo que pierdo siendo romanticona? - propinándole un suave mordisco en el hombro. Silvia: Pues sí, que vas de tía dura y luego eres peor que yo – sacándole la lengua.
Pepa: La venganza será terrible… - inclinándose sobre ella buscando sus labios. Sin embargo, Silvia giró la cabeza para evitar su contacto mientras sonreía con malicia. La morena volvió a la carga sujetándole las manos en la almohada a ambos lados de la cabeza. Pero Silvia volvió a apartarse a duras penas, ahora mirándola desafiante. Sus bocas estaban a escasos milímetros, sentía su respiración agitada y su aliento… Sin dejar de mirar sus ojos oscuros, besó su cuello, de esa forma Silvia no podía apartarse… Notaba su piel arder bajo sus labios, sonrió mientras los deslizaba hasta su oído, para susurrar lentamente… Pepa: Pero sólo lo sabes tú… - arrastrando las palabras, costándole hablar y haciendo que Silvia se estremeciese. Deshizo el camino por su cuello para encaminarse por su garganta, dejándola sin escapatoria posible… Alcanzó su barbilla a la vez que presionaba con algo más de fuerza sus manos para que no se soltase. Las manos de la pelirroja se morían de ganas por librarse de su prisión para tratar de luchar por un control que habían perdido hace ya tiempo… Llegó a la comisura de sus labios y se detuvo, rozándolos levemente. La miró y sus ojos brillaban de deseo por continuar, al igual que los de ella. La besó con lentitud, memorizando sus labios con los suyos… para finalmente entreabrirlos y sumirse en un beso profundo… Intentaba mantenerse alerta para llevar a cabo su propósito, pero le estaba costando una barbaridad. Los besos de Pepa le dejaban sin aliento y aquel no estaba siendo para nada una excepción… Sin embargo, sintió cómo la morena bajaba la presión sobre sus manos y lo hizo. Enlazó sus piernas con la cintura de Pepa y se movió de tal forma que la arrastró con ella, para acabar sentada a horcajadas sobre la morena, con una sonrisa triunfal. Se habían cambiado de rol, ahora Silvia presionaba sus manos contra la almohada y la miraba desafiante con el rubor del deseo teñido en sus mejillas, inclinándose a su oído mientras su suave melena le caía a un lado acariciando el rostro de Pepa. Silvia: ¿Y ahora qué? – con un tono cargado de excitación seguido de un mordisco en el lóbulo de la oreja. La respuesta no se hizo esperar. Pepa tenía más fuerza que ella y lo demostró, no sin gran dificultad, llevándole las manos a la espalda, todavía con sus dedos entrelazados. Y así volver a girar sobre si misma para situar a la pelirroja bajo su cuerpo. La besó con urgencia y necesidad, dándoles carta blanca a sus lenguas para que cobrasen vida particular… Con un movimiento brusco que le costó horrores, se separó de ella y se sentó en el borde del colchón. Dándole la espalda a Silvia a la vez que ésta la miraba entre interrogante y sorprendida. Pepa: Me voy a la ducha, pelirroha… Que tenemos un larguísimo día por delante… - ladeando la cabeza y mirándola con aquella sonrisa pícara con la que conseguía cualquier cosa de ella… La vio alejarse, el movimiento de su cadera regido por sus piernas infinitas… Suspiró con una sonrisa y se levantó para ir tras ella… -----Dedicaron el día a recorrer la ciudad como en aquel viaje de adolescentes. Recordando los momentos que pasaron y forjando otros nuevos a base de miradas y te quieros. El tiempo se
esfumaba entre las agujas del reloj como quien no quiere hacerse notar. Cuando quisieron darse cuenta, era de noche, ambas tenían un hambre terrible y ninguna gana de detenerse… Se decidieron por ir a un restaurante japonés, a petición de Silvia. Pepa: No te rías, ¿vale? Que bastante mal ya me está mirando Le-Braun-Chin – mirando de reojo al camarero que las vigilaba en busca de cualquier cosa que les faltase. Silvia: Se llama Mao Shang Lee, Pepa…. Jajajja… es para grabarte… jajajj – señalándola. Como podía, trataba de comer sin que el pescado se le escapase entre los palillos, pero siempre le pasaba, incluso poniendo su boca abierta bajo ellos dando así el espectáculo. Pepa: No tiene gracia – fulminándola con la mirada. Silvia: Yo creo que sí – intentando contenerse. Pepa: Joder, normal que estén tan esmirriaos, si es que con esto es imposible comer… Silvia: ¿Te ayudo? Pepa: Sí, por favor, mami – con ironía. Sin hacerle caso, se sentó junto a ella y cogió su mano sosteniendo los palillos. Silvia: A ver, no es tan complicado… - cogiendo con suavidad un trozo de pescado – No hagas mucha fuerza, ni tampoco lo sueltes… Pepa se dejaba hacer, sintiendo la pequeña corriente eléctrica que producía su contacto en su piel. Abrió la boca con guasa cuando Silvia dirigía el pescado hacia ella, sin embargo, en el último momento, lo dejó caer resbalándole por la barbilla y pringándole con la salsa. Pepa: Te lo estás pasando bomba, ¿verdad? – enarcando una ceja y mirándola con reproche. Silvia: No lo sabes tú bien – riendo. Pepa: ¿Ah, sí? – sonriendo con malicia. Silvia conocía esa sonrisa, con la que anunciaba que algo planeaba y pensaba llevar a cabo sí o sí… Esquivó de milagro la estocada que la morena le lanzó, sujetando un trozo de comida con los palillos con intención de restregárselo por la cara. Silvia: Pepa, que estamos dando el espectáculo, que parecemos crías – tratando ponerse seria. Pepa: Ya, claro… - aprovechó un momento de despiste para meter los dedos en la salsa y restregárselos por los labios y las mejillas. Silvia: ¡Pepa! ¡Pues ahora me lo vas a quitar con la lengua! Pepa: Como usted mande – inclinándose sobre ella.
Silvia: Chééé – apartándose para quitarle su regocijo y poniéndole el dedo índice sobre sus labios para sellarlos. Pepa: A ver si te aclaras, pelirroha… Cogió una servilleta con la intención de limpiarse, pero Pepa fue más rápida que ella, apartó la mano que le frenaba y limpió con su lengua toda la salsa. Cuando lo hizo se quedó a unos centímetros de su boca, sonriendo. Pepa: Así es más rápido y efectivo – sentenció victoriosa. Silvia: Tienes un morro… - sin dejar de sonreír y besándola. --Silvia: Pues no hace mucho frío – cuando salieron del restaurante. Pepa: Eso es que estás caliente… - mirándola sopesando la picardía y la diversión. Silvia le sacó la lengua y Pepa, que la cogía de la mano, tiró de ella para atraerla hacia su cuerpo y rodear su cintura con los brazos. Tras mirarla largamente a los ojos, sonrió y la besó con ternura, a lo que Silvia respondió enlazando sus brazos en su cuello y dejándose llevar por los latidos de su corazón que empezaban a agitarse. Sin importarle el estar en medio de la calle, ni que la gente las mirase desaprobando su conducta, ni el hecho de superar sus miedos y vergüenzas, sólo su boca anclada a la de Pepa… Pepa: Ven, que quiero enseñarte algo – cuando se separaron, cogiéndola de la cintura y sonriendo ilusionada. La condujo por la Rambla, por el paseo marítimo… hasta detenerse en un banco frente al puerto. Le señaló algo que estaba escrito en negro, desgastado por el paso del tiempo, pero todavía legible: “Yo os diría su aroma de maderas preciosas, su palidez copiada por la luna en febrero… Os hablaría de su cabello suelto, de cómo huele a noche, a sombra de algún río… de esa cristalería de su risa en el mundo… Explicaría su lluviosa mirada… Cantaría a la sombra de su sonrisa… y os diría, os diría mil cosas si existiesen palabras para ella… Huelva ‘00”
Reconoció su letra. A pesar de los estragos que había sufrido sobre la madera maltratada, a pesar de ser la letra de una Pepa adolescente… Aquellos versos habían sido sus preferidos durante mucho tiempo, de hecho, escogió a aquel poeta para su trabajo final de literatura en segundo. Silvia: Pepa… - visiblemente emocionada. Pepa: Anoche me dijiste que estaba celosa… Para que veas lo que era capaz de hacer por ti, hasta memorizar a Miguel d’Ors – sonriendo y acariciándole la mejilla con dulzura – Estabas ahí de pie – señalándole la barandilla – Y… pensé… bueno… no sé qué pensé – haciendo su sonrisa más amplia. Hundió su cabeza en su pecho para que no viese que estaba llorando, abrazándose a ella y siendo correspondida. Permanecieron así un rato, hasta que no quedó rastro de las débiles lágrimas. Silvia: Pepa… Pepa: ¿Sí? Silvia: Tú… ¿tú me querías? Pepa: Claro, pelirroha… pero no lo sabía, y no lo he sabido hasta que has vuelto a formar parte de mi vida… Silvia: Yo también te quería. Pepa: Lo sé, quinientos milenios después, pero lo sé… No pudo seguir hablando porque los labios de Silvia sobre los suyos no dejaban lugar a nada más… ----Entraron al parc de la Ciutadella cogidas por la cintura, adentrándose en aquel pequeño paraíso con aires de misterio y magia. Avanzaron por los jardines protegidas y sobrecogidas por la intimidad de la oscuridad y los sueños de una noche de otoño impregnando el aire. Neptuno las miraba con envidia desde su puesto orgulloso, tridente en alza y flaqueado por dragones de piedra blanca y bronceado color marfil, como él. Los reflejos de las luces descubrían nuevos paisajes en las superficies de la fuente y el pequeño lago, contando historias imaginarias sobre gente que no conocían… Pepa: Ese es mi amante Ambrosio, ¡Ambrosio, amor! – soltándose de Silvia y yendo casi corriendo a abrazarse a la trompa de la enorme representación de un mamut. Silvia: Jajajj… Anda que… Pepa: Oysh, pero serás maleducada… mira que ni presentarte ni náh… Ambrosio, hermoso, esta es Silvia… - haciendo de relaciones públicas - ¿Sabes? Es una mujer increíble, podría ponerme a describirla, pero aparte de que no hay suficientes palabras para hacerlo, tardaría años y años y años… y no sé si para entonces seguirá queriéndome… - guiñándole un ojo. Silvia: ¡Pepa!
Entraron al parc de la Ciutadella cogidas por la cintura, adentrándose en aquel pequeño paraíso con aires de misterio y magia. Pepa: Ese es mi amante Ambrosio, ¡Ambrosio, amor! – soltándose de Silvia y yendo casi corriendo a abrazarse a la trompa de la enorme representación de un mamut. Silvia: Jajajj… Anda que… Pepa: Oysh, pero serás maleducada… mira que ni presentarte ni náh… Ambrosio, hermoso, esta es Silvia… - haciendo de relaciones públicas - ¿Sabes? Es una mujer increíble, podría ponerme a describirla, pero aparte de que no hay suficientes palabras para hacerlo, tardaría años y años y años… y no sé si para entonces seguirá queriéndome… - guiñándole un ojo. Silvia: ¡Pepa! Pepa: ¿Qué? Silvia: Que no digas eso, ni en broma. Pepa: ¿Que eres una mujer increíble o que si seguirás queriéndome? Silvia: ¡Las dos! Porque lo primero es perfectamente discutible, y lo segundo no debes ponerlo en duda… Pepa: ¿Sí? – sonriendo radiante y volviendo a acercarse a ella. Silvia: Sí – respondiendo a su sonrisa y aguardando impaciente a que llegase a su altura. Cuando lo hizo se limitó a mirarle profundamente a los ojos. Se perdería eternamente en el amor que rezumaba su mirada castaña, y en su pelo negro, y en su voz, y en sus labios, sus besos, y sin remedio en su cuerpo… Se puso de puntillas para demostrárselo con un beso y convencerla de que era verdad, que si de algo estaba segura, era de eso. Pasearon durante un buen rato hasta que Pepa decidió tumbarse en una parcela de césped apartada, iluminada de lejos por las luces del parque, y en conjunto, de la ciudad. Silvia se tumbó apoyando la cabeza sobre su abdomen. Sentía el suave cosquilleo de los dedos de la morena enredándose en su pelo, acariciándoselo con suavidad… Desde allí se veían las estrellas tan bien… ----La gente por naturaleza tiende a ser pesimista u optimista. Algunos lo desarrollan más que otros, sumiéndose en una espiral marcada por el estado de ánimo, y en consecuencia, tender a ser pesimistas ya que nunca logramos ser del todo felices. No hay término medio, nunca lo ha habido, yo creo. Marcos siempre decía que el optimismo no existe, que es una ilusión para sustituir la felicidad. Isa aborrecía sus palabras con una sonrisa y diciendo que si lo creía así que no se quejase, que se fuese a freír espárragos un rato que tenía otras cosas en las que pensar o soñar… Les echo de menos, por supuesto, gracias a ellos soy hoy quién soy, gracias a ellos estoy hoy aquí. ¿Para qué darle vueltas a todo eso? Nunca lo entendí, y en el fondo, sigo sin hacerlo.
Porque necesitamos algo en lo que creer, aunque puede que no tenga sentido. Respondería Isa ante mi pregunta. Y yo… yo creo en ella, creo en Silvia porque forma una gran parte de mí. Porque veo en su mirada mis sueños e ilusiones. Porque por primera vez en mi vida siento que lo tengo todo, mientras siga a mi lado. Porque el simple hecho de poder perderla me nubla la vista y me hace desfallecer, convertirme en un espectro, sería la palabra que usaría Marcos, moriría sin remedio. Miedo. Se aferra al corazón de las personas alimentando un sentimiento que nos impide respirar ahogándonos lentamente en nuestro propio oxígeno contaminado por la angustia. Hace demostrar quiénes somos. ¿Qué sería de una persona si no sintiese miedo? Sería un alma en pena. Yo tengo miedo, porque ahora tengo mucho que perder. Ahí radica la diferencia entre un temerario y un valiente, entre un cobarde y un precavido… No soy quién para dármelas de filósofa, nunca lo he hecho ni lo voy a hacer ahora. Sencillamente, es algo que está presente en nuestro cerebro por naturaleza, por nuestro afán de clasificar las cosas y marcar la vida con miles líneas invisibles. Lazos que nos unen a nuestro ser, enlazando nuestra cabeza y corazón a riesgo de catástrofe universal. Sin saber que, esos lazos son los que nos atan a algo que es más poderoso que el miedo, las dudas, la tristeza, el dolor, la desesperación, quizá la propia felicidad, la ausencia, el olvido, la desconfianza, la pérdida, la razón, el pensamiento, formando parte de los sueños... Nos atan al amor… lo queramos o no. ---Sus cavilaciones le llevaron a sonreír en silencio y mirar fijamente a la mujer pelirroja que se recostaba en su tripa. Miraba al cielo con aspecto distraído, estaba tan guapa… Lo que no sabía es que Silvia tenía la cabeza sumergida en una batalla campal entre su corazón y su cerebro. Pepa: Silvia… Silvia: ¿Sí? Pepa: Te quiero. Se incorporó un poco para girar la cabeza y mirarla con una tímida sonrisa. No le hacía falta nada más para decidirse, así que soltó aquello que llevaba algunos días rondándole en la cabeza. Silvia: Pepa, ¿te vienes a vivir conmigo? ----Cap. 28 (Parte 1-2) Pepa: ¿Qué? – abriendo los ojos incrédula e incorporándose. Silvia: Que te vengas a vivir conmigo. Pepa: Per… pero, ¿tú lo has pensao bien? – empezando a ilusionarse.
Silvia: Llevo días dándole vueltas y quiero hacerlo, ¿y tú? Pepa: Sabes la respuesta de sobra, princesa… ¿Pero estás segura? Es algo serio… – tratando calmarse, no quería presiones que pudiesen estropear aquello. Silvia: Y dale… que sí, Pepa, que sí… que quiero vivir contigo siempre, que en dos semanas me he sentido como nunca, como si… no sé explicarlo… a salvo, en familia… contigo es siempre así… - dándose cuenta de lo que estaba diciendo y con temor de haberla asustado – Pero que si no quieres no pasa nada… - apresurándose a intentar quitarle importancia a la proposición. Pepa: Pelirroha… Silvia: ¿Qué? ¿Es muy pronto? Mierda, no me hagas caso, que a veces se me va la pinza, y eso es culpa tuya porque yo antes no era tan suelta de mente. Olvida todo lo que he dicho, ¿vale? Que da igual, no importa, que seguimos como estábamos y punto, qu… Pepa: ¡Silvia! Silvia: ¿Qué? Pepa: Que te embalas, chiquilla – riendo y cogiéndole la cara entre las manos para mirarla fijamente – Por supuesto que me voy a vivir contigo, princesa – sonriendo emocionada. Acercó su rostro al suyo, que todavía sostenía con sus manos, y la besó largamente, queriendo retener el momento y encerrarlo en un beso para decirle todo lo que significaba para ella. --Silvia: ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Volvemos al hotel? – una vez fuera del parque. Tuvieron que irse porque iban a cerrar. Pepa: No, me gustaría ir a un sitio antes de irnos mañana… ¿Vamos? Silvia: Contigo donde sea – sonriendo mientras aferraba su mano con determinación. Pepa le dedicó una sonrisa seguida de un suave beso en la frente y se pusieron en marcha. Llegaron a la playa y Pepa se dispuso a quitarse las botas y arremangarse los pantalones hasta las rodillas. Silvia: ¿Qué haces? – observando lo que hacía con curiosidad, para qué querría meterse ahora adentro… Pepa: Quitarme to esto – encogiéndose de hombros, como si fuese lo más sensato del mundo. Silvia: ¿Para qué? Pepa: Para correr el maratón neoyorquino… Silvia, para qué va a ser… - riendo. Silvia: ¿Vamos a la playa? Pepa: ¿Es que te dan miedo los cangrejicos? – simulando unas pinzas con sus manos y acercándose a ella con malicia.
Silvia: No… - viendo lo que se le venía encima y echando a correr hacia la arena para tratar de evitar la manta de cosquillas que la perseguía. Llegó a la orilla, sin escapatoria. Detrás de ella, llegó Pepa, que sin detenerse la cogió por la cintura y la elevó girando. Pepa: ¡Ja! ¡Te tengo! Sin embargo, durante el giro pisó mal y cayó de espaldas, arrastrando a Silvia que acabó sobre ella, con la espalda en su abdomen y la cabeza en su pecho. Se incorporó con rapidez sentándose a su lado. Silvia: ¿Estás bien? – conteniendo la risa – Mira cómo te has puesto, cangreja… Pepa: ¡Oye! Yo aquí partiéndome la espalda y tú riéndote de mí, te parecerá bonico – apoyando los codos sobre la arena para incorporarse. Silvia: Mucho – besándola efusivamente a lo que Pepa respondió con el mismo entusiasmo - ¿Y por qué estamos aquí? – cuando se separaron. Pepa: Quería volver a esta playa de noche… - escrutando su mirada serena. No hizo falta que dijese nada más. La comprensión entre ellas era tal que sobraban las palabras, una mirada bastaba. Silvia se tumbó sobre ella rodeándole el cuello con los brazos, a la vez que Pepa la envolvía con su abrazo. Apoyó la cabeza en su pecho, sintiendo los tranquilos latidos de su corazón, que seguían el ritmo que marcaba la suave brisa nocturna. Cerró los ojos dejándose llevar por la maraña de pensamientos que se peleaban por llamar su atención… ----Cada vez había más distancia. Levantaba muros en torno a mí y en cualquier lugar. Ahora me resulta absurdamente estúpido. Nunca dejé que nadie los traspasara, salvo mi familia más cercana, como Lola, mi Lola… Me sentía segura, observando desde lo alto de una fortificación inexpugnable con mascarilla y guantes de látex. Nadie podía tocarme desde allí, ni herirme, ni ser algo más que un conocido. Gonzalo lo intentó, pero en vano. No le quería, y yo era demasiado orgullosa como para admitirlo, como admitir al principio que estaba, estoy y estaré enamorada de ella. Y es Pepa precisamente quién se ha cargado todas mis corazas a base de patadas. Por fortuna me di cuenta demasiado tarde, y me encantó esa sensación. ¿Qué gracia tiene vivir en una puta burbuja? Me preguntó una vez enfadada. No recuerdo cuándo ni por qué lo dijo, pero sí sus palabras invitándome a vivir. Pero vivir de verdad, sentir cada segundo parte de tu propia piel y disfrutarlo, al igual que hace ella. Es como plantarte frente al mundo y decir con chulería: aquí está mi corazón y mi cuerpo, y ésta es mi alma, y punto. Pero eso es exponerse a la vulnerabilidad con los brazos abiertos. Y acaban hiriéndote, aunque te defiendas con uñas y dientes. Es entonces cuando Lola demuestra una vez más su sabiduría y me dice que eso es inevitable, que tenemos que levantarnos con el doble de fuerzas y ganas, o
sencillamente apoyarnos en alguien que nos tiende su mano incondicionalmente. Por cosas como esas vale la pena vivir así. Y es ahora cuando me doy cuenta de todo esto, cuando estoy abrazada a ella dejando que me cuide y proteja como nadie ha hecho hasta hoy, apoyándome en su imprescindible presencia y siendo inmensamente feliz. Sintiéndome infinitamente más segura que encerrada en la frialdad e indiferencia que yo misma había creado para mí, con pretensiones de soledad disfrazada de falsa confianza. Sé que algún día me hará daño y sufriré, es algo inevitable el que la vida siempre esté poniendo zancadillas a diestro y siniestro. Pero también sé que volveré a la calidez de su sonrisa y a la magia de su mirada, a mi refugio que son sus brazos y sus caricias, a empaparme de su aliento y de su amor… Sé qué volveré a ella, una y otra vez. ---Lentamente, su respiración se hizo más regular, al tiempo que sus meditaciones se disolvían junto al relajante sonido de las olas atracando sin cesar en la orilla… Se quedó profundamente dormida mientras Pepa la estrechaba más contra su cuerpo, siendo guardiana y vigía de sus sueños durante toda la noche… El cielo ardía con lentitud. Los rayos del sol, perezosos todavía, se dedicaban a acariciar las nubes con suma suavidad, temiendo desgarrarlas en un descuido. En esos momentos no sabría diferenciar qué le parecía más hermoso, si el amanecer mediterráneo que tenía ante sus ojos, o su pelo rojizo brillando con la misma intensidad que el astro, el cual se alzaba con orgullo sobre las espumosas olas del mar. El agua se teñía de colores anaranjados pasando por el rojo y el amarillo, cerca de las tonalidades violetas según pasaban los minutos… Parecía un océano de pasión ensangrentada y lujuria desbocada… Miles de diamantes refulgían sobre la superficie acorde a la intensidad de la mañana… Seguían en la misma posición. Cuando se dio cuenta de que Silvia había caído rendida decidió quedarse allí toda la noche: la temperatura era agradable, el paisaje bonito a rabiar y la compañía inmejorable. Sonrió cuando se percató de que Silvia se estaba despertando. Parpadeó varias veces. Estaba un tanto desubicada, escuchaba las gaviotas darle los buenos días y el oleaje deslizándose entre la brisa marina. - ¿Nos volvimos a dejar la terraza abierta? – se preguntó somnolienta. Sentía unos ojos clavados en ella y levantó la cabeza, para darse cuenta sorprendida de que seguían en la playa. Pepa: Buenos días, princesa – con una amplia sonrisa. Silvia: Buenos días… Estam… ¡Estamos en la playa! – incorporándose sobre su cuerpo para sentarse a horcajadas en su abdomen, a la vez que se pasaba la mano por la cabeza echándose el pelo hacia atrás. Pepa: Sí… Pesas demasiado para llevarte en brazos al hotel – riendo. Silvia: Será posible – dándole un manotazo en el hombro - ¿Cuánto tiempo llevas despierta? Pepa: Mmmmm... ¿Desde cuándo llevas durmiendo? – incorporándose para estar a su altura. Silvia: Pepa, ¿has dormido algo? – abriendo los ojos como platos.
Pepa: Nop – sonriendo. Silvia: Lo tuyo es increíble – con una sonrisa. Pepa: ¿Cómo iba a dormir teniendo semejantes vistas? – señalando al frente. Silvia giró la cabeza para contemplar el amanecer. Silvia: La verdad es que sí… - quedándose absorta. Pepa: Jajajj… Me refería a ti, pelirroha… Amo verte dormir… Además, ya quisiese el mar y toa la pesca parecerse siquiera un poquitín a ti. Silvia: No digas tonterías, anda – riendo y besándola profundamente. Pepa: Esto sí son buenos días – sonriendo al separarse, seguido de un bostezo que no pudo evitar. Silvia: Eres un caso aparte – negando con la cabeza – Debes tener un sueño… Pepa: Nada que no se arregle con un café y mimitos – sentenció convencida de ello. Silvia: Jajajj… Qué tía… Pues me parece que para el café sí nos da tiempo, pero para los mimitos, no. No queda mucho para coger el tren. – mirando el reloj. Pepa: ¿Y por qué no nos olvidamos del café? Silvia: Porque te caes del sueño, cariño – besándola con ternura – Anda, vamos – levantándose y tendiéndole la mano. Pepa frunció el ceño, contrariada. Pero finalmente accedió con una sonrisa mientras cogía su mano. Tomó impulso y al levantarse chocó contra el cuerpo de Silvia por la inercia del movimiento. Rodeó su cintura para pegarse a ella. Algo tramaba cuando sonreía de aquella forma, no le sorprendió lo que hizo, pero le encantaba que lo hiciese. Sus ojos reflejaban el amanecer al que le daba la espalda, brillando con un suave tono anaranjado al igual que su pelo oscuro. La luz del sol bañaba sus facciones con estudiada delicadeza. Su sonrisa era radiante. Seguía mirándola a los ojos cuando Pepa se inclinó para besarla, pero finalmente los tuvo que cerrar al sentir el contacto de sus labios sobre los suyos… ----Cap. 29 (Parte 1-2) Se prepararon, desayunaron algo rápido en el hotel y recogieron sus cosas para coger el tren. Por desgracia, o suerte para algún individuo, les tocó enfrente otra vez. A pesar de los cafés que se tomó, el sueño venció y diez minutos le fueron suficientes para caer redonda en el asiento. En esa ocasión fue Silvia quién guardó su sueño. De repente lo vio, no podía ser de nuevo, pensó exasperada. El tipo pesado y sobón del anterior viaje caminaba a paso lento por el pasillo mientras sonreía, para detenerse, con horror para la pelirroja, justo a su lado y sentarse junto a Pepa.
- Madre mía cuando se despierte… - pensó, en parte divertida por conocer su reacción, pero por otra mirándolo con mala cara. Pasó una hora hasta que Pepa comenzó a removerse en su asiento. Tenía la cabeza ladeada, con lo que lo primero que vio fue el perfil del hombre. El susto que se llevó provocó las carcajadas de Silvia, que la miraba atentamente. Pegó un bote hacia atrás dándose un cabezazo con el cristal de la ventana, sin dejar de mirarlo con los ojos como platos. Pepa: ¿¡Pero qué hace este tío aquí otra vez!? – llevándose la mano al golpe que se había dado, sin dar crédito a sus ojos. Hombre: Hola, guapa – guiñándole un ojo y mirándola lascivamente. Pepa: Esto no puede ser… socorro pelirroha… - buscándola con la mirada, todavía un poco desorientada. Silvia: Jajaj… Pepa, ¿estás bien? Pepa: ¡Pues no! – mirando de soslayo al individuo y suplicando su ayuda y consuelo al encontrarse con los ojos de la pelirroja. Con una sonrisa comprensiva, se levantó y se sentó de lado sobre las piernas de la morena, dándole la espalda al hombre y tapándole así la vista. Silvia: ¿Así mejor? – susurró en su oído al tiempo que rodeaba su cuello con los brazos y Pepa hacía lo mismo en su cintura. Pepa: Sí… - besándola – Este tío me da mu mal rollo… ya verás, ahora voy a tener pesadillas con él en plan psicosis… iaaaaaahhhh – simulando un grito ahogado. Silvia: Jajajja, calla, anda, pobre hombre… Pepa: ¿Pobre hombre? Pelirroha, que ahora mismo estará en su mundo erótico chachi-piruli con nosotras de la mano camino a Pornolandia – torciendo el gesto. Silvia: Qué burra que eres – riendo. Estuvieron en esa posición durante todo el viaje, incluso cuando el susodicho se bajó y ambas suspiraron aliviadas. Silvia apoyaba la barbilla sobre la cabeza de Pepa, quien la hundía en su cuello. Al llegar a Madrid llamaron a Lola, eran las cuatro casi y no habían comido nada desde el desayuno. Dejaron las cosas en el piso de Silvia y fueron a Los Cachis, allí estaba casi toda la comisaría metida. Lola: ¡Las desaparecidas en combate! – saliendo de la barra y abrazando a su hermana. Silvia: Hola, Lola – con una sonrisa radiante y dándole dos besos. Pepa: ¡Lolita! – apretujándola entre sus brazos y cubriéndola de besos. Lola: Oysh, oysh… Como sea en todo así tienes que estar derrotada, hermana… Silvia: ¡Lola! – sonrojándose.
Pepa: Jajajj… Yo me voy al baño… ¡Hola, chicos! – saludando al resto antes de irse. Povedilla, Curtis, Kike y Aitor saludaron desde su mesa. En ese momento llegaba Rita con Paco y Concha. Rita: ¡Chiquilina! – lanzándose para darle dos besos. Detrás de ella fueron Concha y Paco, que la miraba con picardía - ¿Dónde te has dejado a la otra zanguanga? Silvia: En el baño. Concha: Esta María José mía tan oportuna… Lola: Jajajj… Oye, Silvia, ha venido una mujer preguntando por ti esta mañana, le he dado tu número, así que ya te llamará, supongo… Curtis: ¡Y qué mujer! – gesticulando con las manos para darles a entender su físico. Concha: Oye, 11811, tú… tú estás mu necesitao, ¿no? La carcajada general dejó al pobre Curtis rogando que la tierra le tragase, aquella mujer siempre encontraba las palabras para dejarlos a todos a ras del suelo. Silvia: Y, Lola… ¿Cómo era? Concha: Oye, pelirroja, que no me entere yo que piensas ponerle los cuernos a mi María José que dejo a tu padre a dos velas durante una temporada, ¿eh? – advirtiéndole con el dedo alzado. Rita: Pues sí, con lo bien que están las dos enamorás va a ir la Silvica a buscar más zagalas, quita, quita, Concha. Silvia: El culebrón que se han montado en poco tiempo… - sonriendo - ¿Lola? Lola: Pues a ver… Más o menos como tú de alta… pelo largo rubio… ojos azules… muy monilla, la chica… Curtis: ¿Monilla solo, Lola? Que estaba pa cogerla ahí mismo y…y… ¡Joder! – ambas, Concha y Rita, se habían acercado a él para limpiarle la nuca a collejas. Pepa: ¿Para coger a quién? – acababa de llegar. Concha: La amante de la pelirroja… Pepa: ¿Qué? – sonriendo ante las ocurrencias de su madre y mirando a Silvia. Silvia: Alguien ha preguntado por mí esta mañana – encogiéndose de hombros. Sin embargo, aquella descripción casaba con sus sospechas, eran demasiadas coincidencias para ser mera casualidad. Quizá, a fin de cuentas, sí era ella… Lola: Bueno, vosotras, ¿qué? A comer algo, anda, tirad – cogiéndolas y llevándoselas a una mesa. -----
Mientras comían, en la mesa de al lado la guerra de sexos que representaban Povedilla, Kike, Curtis y Aitor por un lado, contra Rita y Concha por otro, empezaba a subir de tono. Ocasionalmente, Lola apoyaba al gremio femenino desde la barra a la vez que hablaba con Paco tranquilamente.
Silvia: Tu madre de aquí a nada saca la metralleta – observando la discusión con una sonrisa. Pepa: Nah, no creo… Como mucho sacará el revólver que lleva en el bolso… Silvia: Pues más de uno se retiraría del campo de batalla – riendo. En ese momento entró Don Lorenzo, que al ver a su hija sentada en la mesa se le iluminó la cara con una sonrisa. Silvia se levantó para saludarle. D.L.: ¡Cariño! – abrazándola – Miranda. Pepa: ¡Hola, Don Lorenzo! – levantándose también y dándole dos sonoros besos. D.L.: Qué alegría teneros aquí otra vez, ¿estás bien? Pepa: Ni que la hubiese raptado… D.L.: Cállese, cojones, Miranda. Lola: Papá, no te pases. Se sentaron junto a Paco en la barra. Pepa rodeaba la cintura de Silvia con sus brazos, para disgusto de Don Lorenzo, que la miraba un tanto receloso. Lola: ¿Qué tenéis pensado hacer esta noche? Silvia: Pues no habíamos pensado nada… tenemos que empezar a ir a por tus cosas – girando la cabeza para mirar a Pepa. Pepa: ¿Hoy? Calla, qué pereza… Que acabamos de llegar… - poniendo morritos. Lola: ¿Ya te echa, Pepa? – riendo. Silvia: ¿Echarla? No… - mirando con complicidad a Pepa, que respondió con una sonrisa – Nos vamos a vivir juntas… D.L.: ¿¡Qué!? ¡De ninguna manera, hija! ¿¡Qué te ha metido en la cabeza esta despotenciada!? ¡Que es usted anormal de profundiiiiis! – dirigiéndose a Pepa - ¡Que está loca! – llevándose las manos a la cabeza. Lola y Silvia: ¡PAPÁ! Silvia: A ver, que quiero que se venga a vivir conmigo, ¿algún problema? – mirándole desafiante, a lo que el comisario contestó agachando la cabeza.
Pepa: Además, Don Lorenzo, no sé de qué se queja… si mi madre está peor que yo – con pasmosa tranquilidad. D.L.: ¡Pero es diferente, Miranda! ¡Yo a su madre la quiero, LA – QUIE – RO! Silvia: ¡Y YO A ELLA! – señalando a Pepa. Ambos se quedaron callados, mirándose fijamente, retándose. Los espectadores observaban, completamente mudos. Pepa: ¿La quiere? – abriendo los ojos como platos. Concha: ¿Me quieres? - acercándose a él. D.L.: Sí – azorado. Concha: ¡Ay, María José, que nos quieren! – colgándose del cuello del comisario y plantándole un beso en la boca. Pepa: ¡Por favor! Que luego no duermo – escondiendo la cara tras el pelo de Silvia. Rompieron el silencio entre carcajadas. Cuando se separaron, habló una Concha emocionada. Concha: Pues vete con la pelirroja rapidito, que nosotros nos quedamos con tu piso – sentenció. Pepa: ¿Cómo? Concha: Que sí, que la cama es muy cómoda, ¿verdad, Loren? Pepa: Socorro… - con un hilo de voz. Lola: ¿Entonces os vais juntas? ¿Segura? – sonriéndole a Silvia, algo temerosa por su repentina decisión. Silvia: Sí, Lola – respondiéndole a la sonrisa. No necesitó nada más, Lola vio en sus ojos que era algo que quería de verdad, no una idea espontánea. Rita: ¿Pues no ves qué bonico es el amor? – amenazante a Curtis. Curtis: Joder, Carrasco, que me estoy poniendo malo de imaginármelas juntas… - en un susurro y mirándolas alternativamente. Rita: Te he oío, Curtis – levantando la mano, pero no hizo falta, porque Povedilla llevó a cabo la intención de su mujer. Curtis: ¡Coño, Pove! ¿Tú también? – llevándose la mano a la nuca y viendo las estrellas. Povedilla: Es que hay que tener más respeto por las mujeres, y más si son conocidas, y superioras. Rita: Mu bien dicho, cariñico – dándole un beso. Povedilla sonrió, orgulloso. Lola: Pues entonces esta noche hay celebración doble, ¿no?
Paco: Sí, cariño, claro, porque mi… madre y tu… padre – llevándose el pañuelo a la boca – Y mi… hermana… y tu… hermana – mordiendo el pañuelo con fuerza. Pepa: Paco, chiquillo, que no pasa náh, solo que ahora es incesto… - riendo. Lola: Sí, tú dile eso que termina de darle algo – con reproche, pero tremendamente divertida – Pues esta noche cenamos todos aquí para celebrarlo, ¿estamos? Todos: ¡Estamos! Pepa: Esta noche cenamos todos juntos… pero mañana cenamos tú y yo solas para celebrarlo… susurrando al oído de Silvia, que sonrió y se giró para besarla con suavidad en la comisura de los labios. Lola: Hale ya, dispersaos que tengo trabajo. Volvieron cada uno a sus mesas. Mariano llegó y se sentó junto a Paco. Pepa y Silvia seguían en la misma posición: la morena sentada en el taburete con las piernas abiertas para dejarle sitio a Silvia, que se acomodaba entre ellas rodeada de los brazos de Pepa y su cabeza en su hombro. Pepa: Y además vamos a ir elegantes… - seguía toda feliz ella con su cena íntima. Silvia: Jajajj… ¿Con chaleco? Pepa: ¿Qué dices? Con vestido… Silvia: ¿¡Con vestido!? ¿¡Tú!? Pepa: Pues sí, a ver qué va a pasar, que no voy a ir en vaqueros y tú hecha una princesa, aunque ya lo seas de por sí… Que por ti hago lo que sea – concluyó zanjando el tema. Silvia giró la cabeza, ilusionada por la cena que acababa de planear Pepa. La besó lentamente primero, para acabar profundizándolo conforme pasaban los segundos y el deseo de tenerla cerca aumentaba… Mariano: Pero mira, Paco, mira – señalándolas – Ahí toa la lengua, ¡hasta la campanilla! Si se van a ahogar, di que sí, ahí con entusiasmo y fiesta pal cuerpo. Paco: ¿Qué coño dices, Mariano? ¡Que no mires! ¡Y estate quieto ya de decir tonterías! D.L.: ¡Cojones! Si es que no tiene vergüenza – por lo bajini – Que me va a despotenciar a mi Silvita… Concha: ¿Es que tienes envidia, Loren, mi amor? Ven p’acá – cogiéndole la cara con firmeza y plantándole un morreo de campeonato. Curtis: ¡Hala! ¡Viva la pepa! Nunca mejor dicho, Kike, que me están poniendo con tanta lengua… - siguiendo con la cabeza los movimientos de las chicas, embobado. Aitor: Joder, Curtis, que eres un puto salido. Curtis: No me digas que tú no te has puesto palot… La colleja que le dio Rita fue monumental, presagiando muchas más como no cerrara la boca.
Y de esa forma, entre besos y risas, pasó la tarde hasta que cada no se fue a prepararse para la cena. -----Cap. 30 (Parte 1-2) Cerró la puerta rápidamente, y sin dejar de besarla, la empujó contra ella para dejarla sin escapatoria. Pepa se separó durante unos segundos para observarla detenidamente: la mirada que su pelirroja le dirigía era de puro deseo, su piel y sus labios la estaban llamando a gritos… Volvió a inclinarse sobre ella para besarla con pasión, entre multitud de besos intensos que más de una vez se convirtieron en pequeños mordiscos desesperados… Estaba apoyada en la puerta y hacía fuerza contra ella porque sentía que las piernas comenzaban a flaquearle. Las manos de la morena bajo su blusa, su lengua atrapada por la suya, sus cuerpos pegados… la estaba volviendo loca. No lo pensó dos veces antes de enlazar sus piernas en su cintura y sus brazos en su cuello. Silvia: Llevas… (beso)… toda… (beso)… la… (beso)… noche… (beso)… provocándome… Pepa: L… lo sé… - sonriendo con picardía. Y así, sujetándola y presionándola contra su cuerpo, se dirigió a la habitación. Siguió el camino con los ojos cerrados para sumergirse en aquel torbellino de sensaciones que conocía y le hacía perder la razón. Abandonarse al cuerpo de Silvia y ser parte de ella, al tiempo que la pelirroja hacía lo mismo… Era su cuerpo cubriéndola, sus labios recorriendo su piel, sus manos hábiles deshaciéndose de su ropa… A pesar de la oscuridad de la habitación, sentía sus ojos castaños brillar, deseándola cada segundo con mayor intensidad… Se quemaba en su piel bronceada una y otra vez… Necesitaba su boca con urgencia para aprisionar su lengua con la suya… Hundió su mano en su pelo oscuro para dirigir sus labios hacia los suyos… ----Unas horas antes… Pepa: ¡Hola, gente! – con alegría mientras entraba de la mano de Silvia. Paco: ¡Ya era hora! Que llevamos esperándoos toda la vida… y que Mariano está comiéndose el mantel casi, coño, Mariano, estate quieto… Pepa: Jajajjj… Mariano, por Dios… - se quedó mirando a la mujer que estaba sentada a su lado. Mariano: Esta es Marina – presentándosela – Marina, Pepa, Pepa, Marina… Pepa: ¡Hola, guapa! – dándole dos besos efusivos ante la cara un tanto desconcertada de la comandante. Silvia sintió una punzada de malestar en el estómago. No le hacía mucha gracia que Pepa fuese repartiendo besos con tanta felicidad. Se acordó de la noche de la despedida, apretó los dientes tratando calmarse, no iba a pasarse toda la cena muerta de celos por dos estúpidos besos…
Povedilla: Es la comandante Salgado – haciéndose cargo de las presentaciones formales. D.L.: Povedilla, cojones, deje de hacer el ganso… - mirando de reojo a la Salgado, queriendo evitar a toda costa cualquier palabra suya dirigida a él. Pepa: ¿Ya has terminado todo el trabajo en el CNI? – una vez puesta al corriente de su historial. Salgado: No, por eso precisamente he vuelto. El Operativo Café también atañe al CNI, una vez descubramos algo, esta comisaría y la de Sevilla trabajarán juntas para desmantelar la banda de una vez por todas – ambas, Silvia y Pepa, torcieron el gesto con desagrado al escuchar Sevilla – Mañana nos ponemos manos a la obra… Silvia: Sí, claro – intentando desviar la conversación. Concha: Bueno, nenas, que esto se enfría y calentico está tóh mucho mejor. Pepa: Y tanto… - susurrando para que Silvia, que estaba sentada a su lado, fuese la única que la escuchase. Un leve codazo en las costillas fue lo que recibió cómo respuesta por su parte, a la vez que trataba disimular una sonrisa: habían pasado el resto de la tarde deshaciendo las maletas y haciendo el mono de aquí para allá, entre guerras de cosquillas y besos, con algún lanzamiento de cojín… Concha: Ay, María José… Tú que llevas más tiempo aquí… ¿Dónde puedo encontrar un sers-sop de esos? Pepa miraba a su madre y a Don Lorenzo alternativamente con la boca abierta. Silvia estuvo a punto de escupir todo lo que tenía en la boca, tragó con esfuerzo atragantándose por el camino. Las únicas que la escucharon fueron ellas, Rita y Sara. Pepa: Un… ¿un sex–shop? – con un hilo de voz y tragando saliva. Concha: Sí, un sers-sop… Es que hay que innovar, niña – mirando a Sara, como si la entendiese. Pepa: Eso es demasiada información… - apoyando la cabeza sobre el hombro de Silvia, queriendo evitar escuchar algo más. Concha: Yo te veía más puesta en el tema, hija, y resulta que ahora eres una monja… Rita: ¡Yo sé dónde hay uno! – cayendo en la cuenta, ante las miradas atónitas del resto – No me mires así, cariñico – a Povedilla – Es que el otro día paseando a la zagalica lo vi… Me acordé de ti, chiquilina – a Silvia – Porque vi unos vestidicos así como los que llevasteis haciendo las pirivueltas aquellas… Y pensé que a la Pepica le gustarían… La pelirroja enrojeció al instante, mientras Pepa la miraba con una sonrisa pícara, acordándose de aquel día. Rita: Pues eso, que yo te digo donde está – volviendo al tema. Concha: Gracias Rita, que hay que ver… Que resulta que aquí las modernas y jóvenes son más justicas pa esto de la sersualidad que toas las cosas… Pepa: ¡Oye! Que como os cuent… Silvia: ¡Pepa! – tapándole la boca con la mano y mirándola alarmada.
Rita: ¡Uy! ¡Sí! Cuéntanos cosicas picantotas – entornando lo ojos con malicia mientras sonreía abiertamente. Pepa: No me deja – señalando a Silvia. Sara: Andaaaa, tita, cuéntanos algoooo – suplicando el permiso de Silvia. Concha: Sí, sí, a ver si tú eres un poquico más suelta que mi María José, qué menuda… ¿para eso te instruyo yo en tóh esto? Que a la hora de la verdad, náh de náh… - negando con la cabeza. Pepa: Será posible… Que os cuente ella, ¿no, Silvia? – enarcando una ceja - ¿Tan mala soy en la cama? Rita: A ver…a ver que dice la Silvica – acercándose más a la mesa para prestar atención el tiempo que Concha y ella se cogían del brazo, muertas de curiosidad. Silvia: ¿¡Pero qué os voy a contar!? – levantándose, visiblemente azorada - ¡Que me voy al baño! Concha: Oooooyyyyyssshh… Que aquí hay tema, Rita, que mira, mira, que se ha ío colorá – señalándola mientras se alejaba y agarrándose más fuerte al brazo de Rita. Pepa sonrió al verla alejarse. Se le había ocurrido algo… ------Terminaron la cena con cierta tranquilidad. Aunque bajo la mesa, el plan que había puesto en marcha una Pepa totalmente convencida de su victoria comenzaba a hacer efecto en Silvia. Un arsenal de caricias y movimientos intencionados estaban llevándola por el camino del deseo a pasos agigantados, intentaba controlarse pero le era imposible, Pepa quería excitarla y lo estaba consiguiendo con creces. Pepa: ¿Dónde vamos ahora? – cuando terminaron de recogerlo todo. Rita: A mí me apetece darme unos bailecicos… Concha: ¡Sí! ¡Sí! – cogiendo a Don Lorenzo del brazo - ¡Llévame a bailar, Loren! Pepa: ¡Silvia! – abrazándola de espaldas por la cintura - ¿Vamos a bailar? – susurrándole al oído. Su voz tan cerca y de repente le hizo estremecerse. No contestó, se limitó a ladear la cabeza para mirarla y levantar una ceja aparentando indiferencia ante la propuesta, pero lo cierto es que quería ir, y Pepa lo sabía. Pepa: Vamos entonces, jej – besándola fugazmente en los labios y dirigiéndose a Montoya, que las miraba embobado – Tu también vienes, ¿no? Gonzalo: Eh… s… sí… Silvia: ¿Se puede saber qué te traes entre manos? – reprochándole al oído. Pepa: ¿Yo? – haciéndose la loca, susurrando – Nada, pelirroha… - guiñándole un ojo. Concha: ¡Venga, todos a mover el esqueleto! – como si de un grito de guerra se tratase, tirando de la mano del comisario y saliendo de los Cachis.
Se plantaron en la primera discoteca que pillaron: Concha, Don Lorenzo, Rita, Povedilla, Curtis, Kike, Pepa, Silvia, Montoya, Mariano y la Salgado. El espectáculo era digno de ver: Concha rodeaba el cuello del comisario mientras éste intentaba seguir su movimiento de cadera a ritmo de reggaeton; una Rita desaforada gritaba emocionada seguida de un Povedilla algo tímido; Curtis y Kike rodeados de “chatis” al tiempo que Montoya trataba ligar; Mariano y la Salgado en su mundo particular la mar de acaramelados… Gonzalo: ¿Qué os pasa a todas las tías? – acercándose a la barra, donde estaban Pepa y Silvia, en silencio y retándose con la mirada. Silvia: ¿Por qué? Gonzalo: Porque parece que todas habéis huido en desbandada a la otra acera… Pepa: ¡Anda ya! Es que tienes que ponerle un poco de chispica al asunto. Trae que te enseño levantándose del taburete y poniéndose delante de él – Mira – cogiéndole la mano y poniéndosela en su cadera mientras que con la otra rodeaba su cintura – Pero hijo, échale ganas, que estás más tieso que la mojama… Pero lo cierto es que Montoya se había puesto colorado ante la repentina disposición de Pepa. Silvia la fulminaba con la mirada – Ya te vale – le decía seria. La morena contestó guiñándole un ojo y apretándose más a Montoya. Pepa: Muévete un poco, sigue la música, sólo eso – deslizando la cadera delante de él, invitándole a seguirla, pero sin dejar de mirar fijamente a Silvia - ¿Ves? Déjate llevar… No es tan difícil… Y ahora – girándose repentinamente para estar cara a cara – Sigue igual… - bajando lentamente al ritmo que marcaba la canción. A Silvia le carcomían los celos, y de paso, el deseo… Se levantó casi de un salto y se acercó a ellos. Silvia: Vale ya, ¿no? – reprochándoselo a Pepa, que la miraba divertida. Pepa: ¿Ves, Gonzalín? A mí pueeeeeede que me hubieses atraído un poquito – haciendo el gesto con los dedos y dándole ánimos. Gonzalo: ¡Gracias, Pepa! – yéndose. Al cabo de unos minutos, una mujer rubia bailaba con él… Pepa: ¿A ti también te tengo que enseñar? – acercándose a Silvia con una sonrisa. Silvia: Eres de lo que no hay, que lo sepas – alejándose de ella simulando un enfado. Pepa fue a cogerla del brazo pero un hombre se interpuso entre ellas dos y le pidió a Silvia bailar. – No serás capaz – pensó Pepa advirtiéndole con la mirada… La afirmativa por parte de la pelirroja hizo que la sangre comenzara a hervirle… La veía en la barra, sin dejar de observarla, sabía que como el tío se pasase un pelo Pepa entraría en acción, ya podría temblar el hombre… Le sacó la lengua en un giro que se quedó de cara a ella… Silvia no iba a ser la única que ardiera por dentro. La canción terminó y se despegó de él, disculpándose porque tenía que ir al baño. No hizo más que girarse cuando vio a Pepa junto a ella. Pepa: Te parecerá bonico… - con la mandíbula apretada, aparentando enfado. Sin embargo, el brillo de su mirada la delataba…
Silvia: Has empezado tú… - poniéndose de puntillas para susurrarle al oído – Por si no te acuerdas… Pepa: Vámonos de aquí – formulando los deseos de ambas. -----------------Su mano se deslizaba por el contorno de su costado, presionando con acierto sobre su piel clara, que se erizaba con el más leve contacto de la morena… La ropa sobraba hacía rato y ahora descansaba en el suelo de la habitación. La habían sustituido por caricias colmando de placer cada célula de sus cuerpos… Se buscaban con aplomo, necesitándose para respirar, hacer de sus alientos uno solo y sus pulmones el mismo órgano… Para desear, con urgencia, descontrol, desenfreno… Para amar, sin reparos, ni condiciones, sintiéndose un solo cuerpo y una misma alma encerrada en una única esencia… Para dejarse llevar, a través del lenguaje de un roce y el compás acelerado que marcaban sus corazones… Para sentir, con cada mirada cruzada el brillo de un mismo sentimiento, la presencia del otro cuerpo llamándose desesperadamente… Para abrazar, la calidez de una sonrisa, la intención de cada movimiento, el susurro de cada pensamiento… Para tocar, el cielo con la punta de los dedos y suspirar por encontrarse allí… Para unirse, fundirse, dejar de ser dos personas diferentes para eternizarse en un mismo beso… ---Las horas pasaron sin tregua… hasta quedarse acopladas, juntas, abrazadas… ---Silvia: Pepa… Pepa: Dime Silvia: Te quiero Pepa: Y yo a ti, princesa – sonriendo – Pero eso no va a evitar que tu padre quiera matarme si llegamos tarde… Silvia: Por si acaso… - sonriendo con malicia. Pepa: Jajajj – besándola y queriendo quedarse en sus labios para siempre.
Se habían despertado acomodadas cada una en el cuerpo de la otra, dedicándose en aquellos momentos palabras tiernas tras una noche en la que cualquier palabra sobraba y se lo dijeron todo mediante la piel… Se hicieron las remolonas durante un rato más, pero el sonido del despertador les hizo levantarse a pesar de las maldiciones y las malas caras. Al cabo de media hora salían del piso entre sonrisas y miradas cómplices para dirigirse a comisaría. Para plantarle cara, sin ser conscientes todavía, al huracán que se les venía encima con forma de ojos azules e inocente sonrisa. -----Cap. 31 (Parte 1-3) Al entrar se encontraron con la cara resacosa de Curtis, Kike y Povedilla, sin embargo, Rita pululaba de aquí para allá con una sonrisa radiante. Rita: ¡Hola, chiquilinas! – acercándose a ellas – Ha venío una zagala para el caso de los colombianos, está en la sala de reuniones. Dice el señor comisario que subáis en cuanto lleguéis, que os está esperando… Ah, Pepica, que si tú no quieres ir, no vayas… - yéndose hacia su mesa, atareada. Pepa: Gracias, Rita, pero sí voy a ir – aunque en el fondo no quería. No quería encontrarse con su mirada serena y sus rasgos delicados. No sabía si podría soportar contemplar de nuevo sus ojos verdes… Empezó a inquietarse sin darse cuenta. Silvia: Pepa… - que había visto cómo se había ensombrecido su sonrisa inicial. Pepa: ¿Eh? ¿Qué? Silvia: ¿Te pasa algo? – un tanto preocupada. Pepa: No, nada – volviendo a sonreír para tranquilizarla, sin conseguirlo – Vamos - cogiéndola de la mano con decisión y subiendo las escaleras. Silvia entró delante de ella, buscando con la mirada, al igual que Pepa, la nueva incorporación. No la distinguió hasta que se sentó en su sitio, al lado de la morena, que fue la primera que reparó en ella. Su sorpresa fue mayúscula al verla. - ¿Y esta quién es? – se preguntó contrariada. No había visto a aquella mujer en su vida, ni en Sevilla, ni en la comisaría, ni en ninguna parte. Eso le extrañó y sorprendió a partes iguales… Pero Silvia sí la conocía… Estaba sentada entre la comandante Salgado y Montoya, inclinada hacia delante con los brazos apoyados en la silla, haciendo presión para mantenerlos rectos y no abandonar aquella pose de observación que la caracterizaba. Contemplaba la sala con curiosidad, tras el flequillo que le caía de lado sobre sus ojos azules, de un color intenso. Su melena rubia clara le caía lisa sobre los hombros y la espalda formando capas. Vestía unos vaqueros desgastados rematados con unas botas marrones que le llegaban casi a la rodilla, del mismo color que la chaqueta, dejando entrever una camiseta de tirantes de color amarillo pastel. La palidez de su rostro era corroborada por el color de su pelo, de un rubio natural realmente bonito. Sus rasgos
eran dulces pero definidos, dotando de madurez su rostro a la vez que lo teñía de una suave inocencia, que bien sabía Silvia, podía engañar a cualquiera. En conjunto era una mujer verdaderamente hermosa y atractiva, de estatura y constitución similar a la pelirroja, de silueta esbelta. Ahora tenía claro quién preguntó por ella el día anterior en los Cachis, si no la había llamado es que tenía la seguridad de encontrársela en la comisaría… Curtis: Esta fue la que preguntó por ti – dándole unos toquecitos en el hombro a Silvia, que no le pasaron desapercibidos a una Pepa que no entendía qué hacía aquella mujer ahí. Pepa: ¿La conoces? Silvia: Sí… Y como si supiese que estaban hablando de ella, dirigió su mirada hacia ellos. Sus ojos se cruzaron con los de Silvia y se le iluminó la cara con una sonrisa radiante. Curtis: Joder, no me digáis que no está pa mojar pan… Pepa: Ssssshhh, Curtis, que te libras porque no está Rita… Curtis: Ya me callo, que me tenéis los cojones tostaos con tanta colleja. Pepa iba a añadir algo más pero Don Lorenzo comenzó a hablar. D.L.: Buenos días, os presento a las nuevas incorporaciones que va a sufrir esta comisaría durante algún tiempo… A la comandante Salgado ya la conocéis… La comisaría de Sevilla envía a la subinspectora forense Navarro para analizar y repasar todas las pruebas que reunimos anteriormente, tanto aquí como en otras ciudades. Silvia y la subinspectora se encargarán de este caso, junto al CNI, hasta que se tenga algo en claro y se pueda ir movilizando al personal, ¿entendido? La afirmación general fue el preludio de la movilización de los presentes. Conforme iban saliendo saludaban a la subinspectora, tratando de llamar su atención, en vano, pues desde hacía rato su mirada cristalina estaba pendiente de una pelirroja que caminaba hacia ella con paso decidido. Subinspectora: Pensaba que te ibas a ir sin decirme nada – sonriendo, su voz era dulce acorde a su aspecto, pero encerrando un carácter totalmente diferente a lo que podía aparentar. Silvia: No, tranquila, no soy como tú – fríamente. Subins.: Oh, vamos, Silvia… Te llamé… Silvia: ¡Dos semanas después! ¿Tienes idea de lo mal que lo pasé? Subins.: Te vuelvo a pedir perdón, de verdad… Por favor… - suplicó con la mirada. Silvia: Buff, Rocío… Anda ven – sonriendo por fin. Rocío se abrazó a ella, feliz con el reencuentro. ----Pepa: Pelirroha, ¿no nos presentas? – acercándose por la espalda de Silvia.
Silvia: Claro… Rocío: Tú eres Pepa, ¿verdad? Pepa: S… sí – sorprendida. Rocío: Yo soy tú. Pepa: ¿Cómo? Rocío: Sí.. jajajj… Cuando decidiste quedarte aquí, la agente que tenía el puesto forense se ocupó de tu cargo, y entonces entré yo en la comisaría… Pepa: Espera, espera… entonces tu superiora… Rocío: Me pidió que viniese en su lugar como favor personal – adivinando lo que iba a decir. Pepa: Ya… Silvia: Bueno… – que empezaba a intuir de qué hablaban – Pepa, esta es Rocío… Le dio dos besos, cuando llegó Don Lorenzo seguido de la Salgado. D.L.: Miranda, usted váyase con los demás, no la quiero involucrada en este caso hasta que sepamos algo a ciencia cierta. Pepa: De acuerdo… D.L.: Pues vosotras tres id a donde tengáis que ir para informaros y todo eso. Silvia: ¿Al laboratorio? Rocío: Vale, y así me pones al día… que tendrás mucho que contarme… D.L.: Navarro, cojones, que está aquí para trabajar. Rocío: Perdone Don Lorenzo – sonriendo – Sigue tan cascarrabias como siempre, por lo que veo… - susurrándole a Silvia. D.L.: ¡Navarro! Cojones, váyase de una vez. Rocío: Oííído cocina – cogiendo a la comandante y a Silvia del brazo y tirando para delante con decisión, se detuvo al dar dos pasos - ¿Dónde está el laboratorio...? Pasaron un par de horas en las que no sacaron nada nuevo, tan solo poner todas las cartas sobre la mesa para analizarlas con suma determinación… Por lo que decidieron tomar un descanso. Al cabo de unos minutos, Silvia sonrió al ver que Pepa se dirigía al laboratorio. Pepa: ¡Hola, guapas! – acercándose a Silvia y dándole un beso en la frente. Rocío: ¿Para mí no hay beso? – mirándolas sonriente. Pepa: S… sí, claro – sorprendida con la confianza de la nueva.
Se los dios bajo la mirada chispeante de la pelirroja, conocía perfectamente esa sonrisa de Rocío, sabía lo que tramaba… Pepa: Comandante… usted… ¿también quiere dos besos? – mirándola indecisa. Salgado: No, Miranda, no… - abriendo los ojos con sorpresa por la pregunta y volviendo a enfrascarse en los documentos e informes. Pepa: Me tengo que ir – viendo cómo Rita le hacía señas tras la ventana - ¿Comemos juntas luego? Silvia: Claro… Pepa: Ya voy, Rita, ya voy – saliendo deprisa, no sin antes girarse y guiñarles un ojo mientras sonreía. Las dos mujeres se quedaron mirando cómo se alejaba… Gonzalo: ¡Pepa! – viendo que salía del laboratorio - ¿Puedo hablar contigo un segundo? Pepa: Eh… sí – haciéndole un gesto a Rita para decirle que ya iba – Dime… Gonzalo: Ayer estuvimos bailando… Pepa: ¿Quién es? Gonzalo: ¡Pues tú y yo! Pepa: Ah, ya… ¿qué pasa? Gonzalo: Pues que después una mujer estuvo bailando conmigo… Pepa: ¿Ves? Te dije que arrasarías, Gonzalín… si es que me merezco un pedestal – dándose besos a ella misma con las manos. Gonzalo: El asunto no es ese, Pepa, es que… - poniéndose nervioso y señalando a Rocío tras la ventana. Pepa: ¿Tú también la conoces? Gonzalo: Salió de mi cama esta mañana… Pepa: ¡Hala! ¡Di que sí! No pierde el tiempo el tío ni náh… - dándole unas palmaditas en el hombro – Pues ahora queda con ella en plan cita formal y eso… Gonzalo: ¿Segura? Pepa: ¡Pues claro! ¡Venga! Que no se diga… - alejándose mientras negaba con la cabeza, tremendamente divertida. En el laboratorio se llevaba a cabo otra conversación… Rocío: ¿Es verdad que es lesbiana?
Silvia: Sí… - mirándola sorprendida por lo directo de su pregunta. Rocío: Ufff… Porque está la tía… - haciendo aspavientos. Silvia: No sabía que fueses lesbiana – comenzando a mosquearse con su amiga. Rocío: Y no lo soy, Silvia… Soy bi… Silvia: ¿Bisexual? Rocío: No, viciosa… jajajjj… Pues claro que bisexual… Hay que ampliar horizontes – mientras estiraba los brazos, como si quisiese abarcar todo el espacio posible de aire con ellos. Silvia: Yo alucino contigo… Rocío: ¿Sabes si está liada con alguien? Silvia: Sí, conmigo – mordaz. Rocío la miró abriendo mucho los ojos, para acabar estallando en carcajadas. Rocío: Jaja… Silvia, lo bueno es que tu humor ha mejorado… sí… Jaja… Voy a ver si se viene a tomar algo conmigo esta noche… - saliendo tras ella. Silvia: Pero… - quedándose plantada en el mismo sitios, incapaz de reaccionar. Salgado: Silvia… - tras haber escuchado la conversación y viendo salir a la nueva. Silvia: ¿Sí? – sin terminar de asimilar que le iba a pedir una cita a su novia. Salgado: Tenga cuidado con ella – señalando a Rocío. Silvia: Lo sé, gracias – mirándola agradecida – Pero tutéeme, ni que no nos conociésemos – haciendo alusión a la familiaridad que tenían debido tanto a los casos anteriores como a su relación con Mariano. Salgado: Lo mismo digo… Me voy a darle esto a Don Lorenzo… Silvia: Sí, vale – sacando el móvil, tenía un mensaje de Pepa: “Pelirroha! Stas ocupà? Yo ya e terminao, ¿ns vams? Bs, guapa!” Contestó. En dos minutos Pepa atravesaba la puerta del laboratorio. Pepa: ¡La señorita Pepis va a liberar a su princesa de la celda de la habitación del laboratorio de la más alta… comisaría?! Silvia: Jaja… Anda, vámonos, que quiero salir de aquí – poniéndose de puntillas al llegar a su altura y besándola con ternura en la boca. Pepa: A sus órdenes – cogiéndola de la cintura y saliendo. -------
Decidieron ir a casa de Silvia y comer tranquilamente. Pepa: ¿Me vas a contar de qué la conoces? – una vez sentadas en la mesa. Silvia: Ufff… a ver… “La conocí el primer año de carrera, íbamos a las mismas clases. Yo necesitaba una compañera de piso y ella una casa, así que nos fuimos a vivir juntas… Al principio me pareció un poco bala perdida, y eso me molestaba, porque de alguna forma… te… estaba sustituyendo… Con el tiempo me demostró que era una amiga incondicional y bueno, estuvimos viviendo juntas casi toda la carrera. Pero Rocío es una persona muy… no sé cómo definírtela… está como una auténtica cabra… Sabe cómo manipular a la gente mediante su encanto natural, fue siempre a su bola, caprichosa como ella sola, con una sonrisa y adelante. He de reconocer que la quiero mucho, es buena persona, porque creas que no, fue mi apoyo durante mucho tiempo… Pero uno de sus defectos es el ir alocadamente a todas partes… un día desapareció, sin más… Me dejó realmente preocupada y estuve buscándola durante dos semanas, hasta que me llamó: estaba en Hawai con un novio que se había echado… No he vuelto a tener contacto con ella desde entonces. Según me ha contado, se metió en la policía para estar con su novio, que luego lo dejaron y le gustó eso de ser forense, así que pidió el traslado a Sevilla, donde conocía a una inspectora. Resulta que ahora es su superiora y vive con ella…” Pepa se quedó a cuadros: su superiora vivía con ella… ELLA vivía con Rocío… Lo mejor era olvidarse de todo aquel asunto, puesto que era Rocío quien estaba allí, y no tendría que volverla a ver. Pepa: Jaja… Vamos, que la va liar… Silvia: Y tanto… Sobre todo con mi padre… Pepa: ¿Por? ¿También dice que es una despotenciada? Silvia: No… Bueno, sí… Es que estuvo tirándole los tejos durante mucho tiempo, mi padre ya no sabía ni dónde meterse para evitarla… Pepa: Jajajjjjaja… Oye, pelirroha… ¿Tú le has dicho algo sobre mí? Silvia: Que eres lesbiana y mi novia… Pepa: ¿De verdad? – mirándola extrañada – Ya pensaba que eras capaz de decirlo delante de medio hospital pero no delante de una amiga tuya… Silvia: Pues sí soy capaz – sacándole la lengua – Pero no me ha creído… Pepa: Jajajj… Es normal, Silvia… Si llevo años sin verte y de repente me dices que tienes novia, pues seguramente tampoco te creería… ¿Sabes que anoche se acostó con Gonzalo? Jajajjj Silvia: ¿Con Montoya? Madre mía… ¿De qué te ríes? ¿No te das cuenta la que está liando ya nada más empezar?… Miedo me da… Pepa: Lo gracioso del asunto es que me ha invitado a cenar… Silvia: ¿¡Qué!? Me la cargo… ¿No le habrás dicho que s…
Pepa: Que tengo novia, pelirroha, por si no lo sabias… Una novia preciosa, que por cierto se va a venir conmigo esta noche de cena, ¿verdad? – sonriendo. Silvia: Sí – con una sonrisa alegre, Pepa tenía la capacidad de que se olvidase de todo con una simple mirada. Pepa: ¿A qué hora quieres que pase a por ti? Silvia: ¿Cómo? Pepa: El que vayamos a vivir juntas no significa que la parte en la que vienen a recogerte se quite, ¿no? Yo me arreglo en casa de Paco y Lola, y tú aquí – aumentando el tamaño de su sonrisa. Silvia: Jajajj… Vale, cuando termines tu turno te arreglas y vienes, que para entonces yo ya estaré esperándote. Pepa: Hecho – guiñándole un ojo al tiempo que se inclinaba sobre la mesa para besarla con necesidad… La tarde pasó sin sobresaltos. Rocío no volvió a aparecer por la comisaría, al parecer tenía que buscar piso y después había quedado con alguien… En el fondo era un alivio para Silvia, tenerla por allí danzando le ponía nerviosa: en una mañana había demostrado que tenía cualidades más que notables de forense, pero no se estaba quieta, era un manojo de nervios constante… Supongo que hay cosas que no cambian – suspiró recogiendo los últimos informes. Salgado: Nos vamos ya, ¿no? Silvia: Sí… - quitándose la bata. Salgado: La chica esta… Rocío, ¿es de confianza? Silvia: Sí, claro – sin entender. Salgado: La información sobre este caso es confidencial, avanzar en las pistas supondría un enorme avance a la hora de atraparlos… y tu amiga es un poco… Silvia: ¿Alocada, despreocupada, nerviosa, precipitada, irreflexiva, inconsciente, atolondrada…? Defínela como quieras – sonriendo. Salgado: Vaya… La tienes en aprecio, ¿eh? Silvia: No te confundas, las apariencias engañan y yo he aprendido a conocerla como la palma de mi mano… Es una buena persona y alguien en quién confiar plenamente – convencida de ello. Salgado: Me alegra saberlo – con una sonrisa algo tímida. Hora y media después, Silvia correteaba por su piso terminado de arreglarse. – Mierda, te has entretenido demasiado escogiendo vestido… y luego seguro que Pepa se presenta en vaqueros… aunque ha hecho mucho hincapié en eso de ir de etiqueta… - pensaba mientras cogía los pendientes y se los ponía. El timbre interrumpió su ajetreo, todavía colocándose los pendientes, abrió la puerta…
No pudo evitar mostrar su sorpresa abriendo la boca mientras miraba y remiraba a la persona que, apoyada en el marco de la puerta con gesto chulesco, le sonreía abiertamente… ----Cap. 32 (Parte 1-2) No acababa de asimilarlo... ¿Aquella era Pepa? ¿Su Pepa? - ¿De qué pasarela de modelos se ha escapado esta mujer?... ¡Dios! Pero si parece.... ¡Buf! Silvia, sosiega... – pensaba al tiempo que seguía examinándola minuciosamente, total y gratamente sorprendida... Se había rizado el pelo, cayendo en suaves ondas sobre sus hombros, al igual que el día del Flash Dance. Llevaba un vestido de tirantes morado oscuro, casi negro, con el que dejaba un escote en forma de uve bastante generoso, como también la abertura que subía por su pierna haciendo de intermediaria entre la imaginación y la intuición... Su espalda estaba completamente descubierta hasta la zona lumbar, como comprobó más tarde... Pero lo que más cautivó a Silvia fueron sus ojos: su mirada castaña estaba enmarcada en sombras oscuras, dotándola de una intensidad y sensualidad que harían perder la cordura a cualquiera... Cuando deslizó la vista por su piernas vio que también llevaba tacones, aquello fue la única pega que le ponía, ahora la diferencia de altura se pronunciaría más... Pepa: Pelirroha, ¿estás lista? Silvia: Pepa... – sin dejar de mirarla. Pepa: ¿Qué? ¿No te gusta? – comenzando a arrepentirse de haberse vestido así. Silvia: Estás.... ¡Buf! Estás increíble... Pepa: ¿Me lo dices tú? – sonriendo y señalándola. Su melena rojiza se presentaba lisa para la ocasión. Como también el vestido palabra de honor que llevaba, de tonos granates oscuros, cubriendo poco más de un palmo bajo sus rodillas. Sus piernas terminaban es unos tacones de aguja desmesurados, escogidos con el fin de acortar distancias... Sus labios rojos se arqueaban en una sonrisa ante la noche que se les avecinaba, y sus ojos, maquillados en tonos lilas oscuros, brillaban con la misma intensidad que los de la morena... Pepa: Es que... Dioss, Silvia... Estás deslumbrante, más de lo normal, quiero decir... – cogiéndole de la mano para girarla y contemplarla en su totalidad - Porque me ha costado sudor y lágrimas conseguir el restaurante, que sino, no nos íbamos de cena, pelirroha... – sonriendo de aquella forma pícara. Silvia: No me lo digas dos veces – respondiendo a su sonrisa – Anda, vámonos... Pepa se inclinó sobre ella sin dejar de sonreír, para levantar con suavidad su barbilla y besarla tiernamente, con la intención de ralentizar el tiempo... Se subieron al coche y Pepa puso rumbo al restaurante. A su lado, Silvia no dejaba de mirarla, todavía embelesada... – Si es que está preciosa... Y ese vestido... Madre mía... Qué piernas, qué espalda, qué sonrisa, qué mirada... qué todo... Silvia que te aceleras, respira... – repasándola una y otra vez, sin acabar de creerse que Pepa se hubiese vestido así únicamente para ella.
Pepa: Silvia... – al ver que no contestaba - ¡Silvia! Silvia: ¿Eh? ¿Qué? Pepa: Que dejes de mirarme así, que me estás poniendo nerviosa... – apartando la vista un segundo del volante para dirigirla hacia ella con una sonrisa un tanto tímida. Silvia: ¿Por qué no te arreglas así más a menudo? Pepa: Porque sólo lo hago para personas u ocasiones especiales – volviendo a apartar la vista. Silvia no pudo evitar sonreír, satisfecha con su respuesta. Se inclinó en el asiento para darle un beso en la mejilla. Silvia: Pues estás arrolladora – en su oído. Pepa: Me alegra saberlo – sonriendo con suficiencia – Pero suena algo raro viniendo de una persona a la que podrían confundir con una diosa... Silvia: Anda, calla – azorada – Por cierto – al darse cuenta de que llevaban un rato en el coche ¿Dónde vamos? Pepa: Ahora verás... – con misterio. Silvia: ¡Pepa! – al llegar a su destino. Pepa: Dime... Silvia: ¿Cómo...? Es dificilísimo conseguir mesa aquí... Pepa: Una tiene sus contactos – alzando una ceja. La había llevado a su restaurante preferido, un italiano de lujo a las afueras de Madrid. La velada pintaba cada vez mejor, cosa que fueron descubriendo conforme pasaba el tiempo sentadas una enfrente la otra... Tenían una mesa apartada del tintineo generalizado de los cubiertos en la sala. Envueltas en un halo de complicidad que más de uno desearía para sí mismo. La sensación de estar lejos de allí las embriagaba por completo, haciendo de lo que podría ser una simple cena un momento completamente suyo... ----Su mirada fija en mí cada vez que levanta la copa, su increíble sonrisa, sus gestos de falsa indiferencia ante mis payasadas, sus reproches enarcando una ceja... No se cuánto tiempo llevamos aquí, lo cierto es que tampoco me importa. Disfrutar de ella cada segundo se ha convertido en mi principal propósito desde hace mucho, me da igual dónde o cuándo, mientras sea Silvia. Me encanta cuando hace eso: no dejar de mirarme al tiempo que hace cualquier otra cosa. Como ahora. Sus ojos se clavan en los míos, permitiéndome saber qué piensa. He aprendido a descifrar su mirada hasta el punto de no necesitar nada más, es algo que nunca había sentido, y me encanta.
Tengo ganas de mis dedos enredándose en su pelo y decirle que la quiero. Pero a estas alturas es algo que ya sabe de sobra. Me pregunto cuándo dejé de preocuparme por cómo de rápido pasa el tiempo. Antes estaba obsesionada, todo hay que reconocerlo. Temía despertarme una mañana y sentir la sensación de absoluto vacío invadiéndome, y en el fondo es así como he estado siempre. Aspirando a algo que pensaba no me correspondía: a una sonrisa sincera empañada de felicidad. Porque... ¿cómo alguien que no es normal, que no está bien de la cabeza... puede llegar a ser feliz o tener su propia vida por ser “diferente”? Las palabras de mi padre resonaron en mi cabeza demasiado tiempo, hundiéndome en la miseria en más de una ocasión. Lo cierto es que un poco anormal sí fui al no darme cuenta de lo que tenía delante: manos incondicionales dispuestas a caminar a mi lado y levantarme, aún costándoles a veces su propio peso. Tengo la sensación de que nunca les agradecí lo suficiente todo lo que hicieron por mí. Ahora el asunto se me antoja de otra manera. Me río de mi estupidez a carcajada limpia. Las cosas pasan porque pasan, y punto. ¿Casualidad, destino? No tengo ni idea, y tampoco es que me quite el sueño... La amo. Doy gracias por ser así, ¿a quién? No sé... Pero doy gracias por la sensación que tengo de sentirme completa, llena... Doy gracias por tenerla junto a mí, al otro lado de la mesa en un restaurante italiano, por que me esté mirando como lo hace y poder respirar de su sonrisa más que del aire que necesito... Por quererla y me quiera. ----Estaban cómodas y no tenían prisa ninguna, con lo que la cena se prolongó por espacio de algunas horas. Finalmente volvieron al coche para ponerse en marcha de nuevo. Pepa: ¿Quieres ir a algún sitio más? – una vez dentro - ¿Discoteca... baile...? Silvia: Me da igual... Pero preferiría volver a casa... – sonriendo. Pepa: No se hable más entonces – encendiendo el contacto y respondiendo a su sonrisa. ------Medía cada paso con sumo cuidado, temiendo sobrepasar cualquier exceso imaginario y caerme de bruces. Estaba equivocada y completamente ciega. ¿Cuándo nos damos cuenta de nuestros errores? ¿Cuando es demasiado tarde? No siempre tiene que ser así, lo he aprendido de su mirada a base de zancadas desmedidas sin límite ni control. Me doy cuenta de lo afortunada que soy de que haya vuelto. ¿Qué hubiese pasado de no haber sido de esta forma? ¿Qué estaría haciendo yo? Estaría entre cuatro paredes engañándome a mí misma con unos sentimientos que me hacía creer a la fuerza. Abro los ojos y veo las cosas de otro modo, no sabría definirlo... de un modo distinto, diferente, sin punto de comparación... Yo era una rutina creada sobre unos cimientos que me negaba a admitir destrozados, iba de aquí allá porque tenía que hacerlo, sin pararme a pensar si quería o no... Me obsesioné con Lucas, le quería, claro, pero no hasta el punto de su ausencia dolerme. Porque ya no soy yo, ni ella, somos nosotras. Y eso me asusta, por el día en que pueda faltarme, por sentirme frágil frente a mis estúpidas dudas, por el miedo al vacío...
Pero si estoy asustada, también tengo algo más fuerte que eso: tengo su voz susurrándome que todo va a ir bien, que va estar a mi lado, que va a gritarme y seguirme cuando vea que me alejo; tengo sus dedos entrelazándose con los míos, su tacto en mi piel protegiéndome ante todo mientras esté en su mano llevarlo a cabo; el olor de su pelo impregnando mis pulmones para respirar con ansías de una independencia que creía olvidada, su aliento en mi nuca haciéndome estremecer para demostrarme que es real, que está aquí; tengo su corazón latiendo por y para mí, como lo hace el mío desde que volvió a mi vida, y aunque no lo supiese o inconscientemente no quisiera saberlo, desde que la conozco. --------Pepa: Ya estamos – saliendo para abrirle la puerta. Silvia: Jajajj... No hace falta. Pepa: Sí, claro... – entrecerrando los ojos, inquisitiva. A lo que la pelirroja contestó imitándola – Eso no vale... – cogiendo su mano, y con la otra libre, acariciar su rostro y besarla. Silvia: No puedes conmigo... – sonriendo con chulería. Pepa: Sabes que no... – volviendo a besarla, pero esta vez con mayor intensidad. Cerraron la puerta tras de sí, y Silvia, sin soltar su mano, la dirigió despacio al dormitorio. No habían encendido las luces: los débiles intentos de las farolas por iluminar el piso les bastaba para recorrer aquel camino que ambas harían con los ojos cerrados. Ir detrás le permitía contemplar ensimismada cómo la luz que se colaba por las rendijas de las persianas acariciaba su piel y su pelo, en pequeñas tentativas por ser algo más que eso... Las envidió tontamente sin tener muy claro el por qué de su reacción... Cuando vio que estaban en la habitación tiró de ella con delicadeza para poder besar su cuello, y retirándole la melena pelirroja suavemente, continuar su recorrido por su espalda hasta que llegó al vestido... La sintió girar entre sus brazos para estar cara a cara, contempló sus ojos en la oscuridad, distinguiendo a la perfección la ternura que brillaba en ellos, entendiendo lo que le decían sin abrir la boca... A pesar de los tacones, se puso de puntillas para besarla lentamente, tenían todo el tiempo del mundo y ganas infinitas por saborear cada momento... Rodeó su cuello con los brazos al tiempo que sentía sus manos deslizándose por su costado, una de ellas se deshacía de la cremallera del vestido... Que finalmente cayó por su propio peso y sus manos recorrían ahora sin ningún impedimento su espalda... Se separó de ella, para acariciar su cuello y hombros mientras, sin dejar de mirarla fijamente, coger los tirantes de su vestido y deslizarlos por sus brazos, notando cómo la piel de la morena se erizaba a su paso... Una vez se deshizo del estorbo que suponía, observó con una sonrisa que no llevaba sujetador... Desde su cadera, sus manos reptaron por su cuerpo tratando de abarcar el máximo posible de piel bajo ellas... Subiendo por su cintura, abdomen, pechos... hasta llegar al espacio entre las clavículas, donde hundió sus dedos y sus manos de dividieron para abrazar su cuello y hundirse en su pelo negro... La besó con reprimida urgencia y dejó que sus brazos la rodearan con lentitud... Ella hacía lo mismo en su cintura a la vez que sus manos colmaban en caricias la espalda de la pelirroja... La empujó con suavidad hacia la cama, donde cayeron acopladas en un beso húmedo... Recorrió con sus labios su cuerpo tras deshacerse de la ropa interior y llegar hasta los zapatos que todavía no se
había quitado... Sin desaprovechar cada milímetro de piel que acariciar, se los quitó con estudiada delicadeza y volvió a su boca con necesidad del tacto de su lengua... Se dejaba abrazar por su cuerpo y abrasar lentamente por su piel. Perdía cualquier resquicio de razón o sensatez que le podía quedar para abandonarse a sus besos y a sus caricias, al cúmulo de sensaciones al que no se oponía y se rendía. Su boca saboreando su cuello al tiempo que su pelo ondulado acariciaba su pecho... Había perdido la noción de sus manos recorriéndola para satisfacer el deseo y la pasión que se apoderaba de ellas en forma de un arsenal de sentimientos que no se dijeron con palabras... Sus manos hundidas en su pelo oscuro acariciaban su nuca, dirigiendo su boca por su barbilla hasta sus labios... Ya no había forma de parar aquello. No pensaba ni tenía necesidad de hacerlo, tan solo sentía... Sentía su piel llamando a gritos silenciosos la de Silvia, dejando de lado cualquier idea que no fuese rendirse a su cuerpo y a su alma, nada que no fuese amarla intensamente, demostrándoselo en cada beso, caricia o susurro... Nada que no las uniese en una sola esencia y persona... Fuera comenzaba a llover, débiles gotas que se hacían notar coreadas por un viento helado. El fulgor anaranjado de las farolas se oponía inútilmente a la oscuridad que empezaba a caer sobre la ciudad, en forma de una cortina de agua que aumentó en intensidad conforme las horas pasaban, ajenas a su propia fuerza contra el suelo, a su efecto frente a las huellas de un otoño que desvanecía mecido por el susurro del frío... ----Cap. 33 (Parte 1-2) Llevaba ya un rato despierta, respirando el aroma inconfundible de su cabellera. Su cabeza pelirroja se recostaba en su pecho, Silvia dormía profundamente, o eso creía. Besó con ternura su pelo y cerró los ojos para dejarse envolver por su presencia. Estaba boca arriba, atravesada sobre el cuerpo de la morena. Tenía los ojos cerrados, pero también estaba despierta. Le encantaba esa sensación, la de encontrarse entre sus brazos todas las mañanas y sentir su corazón y respiración pegadas a su cuerpo. Sonrió cuando sintió a Pepa suspirar levemente. Fuera seguía lloviendo con fuerza. Silvia: Buenos días... – ladeando la cabeza para mirarle a los ojos. Pepa: Buenos días – sonriendo radiante. Silvia: ¿Sabes? He estado pensando... tenemos que comprar otro colchón... Pepa: ¿Qué?... Jajajj... ¿Y eso? Silvia: Porque si te mudas aquí, quiero que esta casa sea nuestra, sólo nuestra... Por lo tanto el colchón también... No sé si me entiendes... Pepa: Jajajjja... ¿Pues cuántos han pasado por aquí? – sin dejar de sonreír. Silvia: Cuarenta y tantos seguro que no... – fulminándola con la mirada, aludiendo a lo que le había contado en la cena.
Pepa se incorporó un poco para poder inclinarse y besarla. Pepa: Me... (beso)... parece... (beso).... genial... (beso)... Silvia sonrió y dejó que sus brazos la envolvieran... Giró de tal forma que la morena se situara sobre ella... El timbre de la casa le hizo dar un respingo y mirar a la pelirroja interrogante, pero ella le devolvía la misma mirada. Pepa: ¿Esperas a alguien? Silvia: No. Pepa: Pues entonces no abras – besándola en el cuello, Silvia sonrió ante su determinación. Buscó sus labios al tiempo que sus manos recorrían su espalda bronceada... Los encontró entreabiertos, esperándola... Sin embargo, el sonido del timbre, insistente, terminó por separarlas. Pepa: Creo que voy a matar a alguien – bufó cayendo a un lado de la cama. Silvia: No me lo perdería por nada del mundo – riendo a la vez que se ponía una fina bata y salía de la habitación. Por el camino bostezó un par de veces, no habían dormido mucho y era temprano... Se apartó el pelo de la cara pasándose la mano hacia atrás... Abrió la puerta para encontrarse con la sonrisa radiante de una Rocío bien despierta y activa. Rocío: ¡Buenos días! – entrando. Silvia: Rocío... – cerrando la puerta - ¿Tienes idea de la hora que es? Rocío: Son las diez... Hija, que ya es tarde para estar todavía entre las sábanas. - Entre las sábanas sí, pero entre los brazos de Pepa no... – pensó algo contrariada por la aparición estelar de su amiga. Había olvidado que su hiperactividad le causaba insomnio y a las siete como muy tarde ya estaba danzando por la casa... Rocío: ¿Y esa cara de felicidad? – sonriendo con malicia mientras se acercaba a ella con lo ojos entrecerrados, inquisidora – Uyyyyy... Yo creo que alguien ha tenido una noche movidita... – riendo - ¿Dónde está la cocina? Silvia: Calla, anda... ¿Para qué quieres la cocina? Rocío: He traído churros... – enseñándole las bolsas que traía consigo. Silvia: ¿Te crees que somos sacos sin fondo o algo? – abriendo los ojos sorprendida ante la cantidad de comida que había traído. Rocío: Antes te zampabas bolsas tú solita, por si no te acuerdas... Además, que digo yo que necesitarás recuperar fuerzas, que tanto ejercicio sin nada en el estómago no es bueno – sentándose a la mesa con aire despreocupado.
Silvia: ¿Quieres café? – dándose cuenta tarde de que Rocío tenía prohibido el café o cualquier sustancia excitante - ¿U otra cosa? Rocío: Esto del sexo te trastorna, ¿eh? – riendo – Un vaso de leche, porfa... En ese momento se escuchó el sonido del agua de la ducha cayendo. Rocío: ¿Todavía tienes al pipiolo ahí metido? – sonriendo con picardía – Hala... Espero no haber interrumpido nada... – mostrándose un ápice culpable. Silvia: Pues hija... Tienes el don de la oportunidad... – sentándose a la mesa con ella. Rocío: ¿Quién es? ¿Lo conozco? Silvia: Acabas de llegar a la ciudad, cómo vas a conocer... Pero ahora verás... – sonriendo divertida ante la cara que pondría Rocío al encontrarse con Pepa. No pasaron ni diez minutos cuando la morena asomó la cabeza por la puerta del dormitorio. Pepa: ¡Pelirroha! Silvia: Diiiiiime – dándose la vuelta para mirarla. Pepa: ¿Mi ropa interior? – sonriendo. Silvia: ¿Otra vez? ¡En el segundo cajón del armario! Pepa: ¡Graaaacias! – volviendo a cerrar la puerta. Se volvió a girar hacia Rocío, que se había quedado con la boca abierta y un churro a medio camino. Rocío: Esa.... esa.... ¡es Pepa! – incrédula. Silvia: Ya lo sé – sonriendo: la cara de Rocío era todo un poema. Rocío: P-pero... ¿t-tú... ella? – haciendo conjeturas con los dedos. Silvia: Ya te lo dije. Sus ojos azules cada vez se abrían más, sin dejar de mirar el lugar por el que acababa de desaparecer Pepa y a Silvia alternativamente. La puerta de la habitación volvió a abrirse y apareció Pepa con el pelo mojado, vestida únicamente con una camisa gigante a medio abrochar y la ropa interior bajo ella... -----Pepa: Buenos días – abrazando por el cuello a Silvia, que echó la cabeza hacia atrás y la morena aprovechó para besarla profundamente, sin importarle el público que las observaba completamente atónita – ¡Hola, Rocío! – sonriéndole. Rocío: Hol... Hola...
Pepa fue a hacerse un café, guiñándole un ojo a Silvia una vez la rubia le daba la espalda... Contestó con una sonrisa. Rocío le lanzaba miradas de incomprensión a la pelirroja, que le respondió encogiendo los hombros con sencillez, tremendamente divertida. Desayunaron con tranquilidad, entre risas y miradas llenas de complicidad que no se le pasaron desapercibidas a Rocío, quien no pensaba dejarse achantar por lo que acababa de presenciar. Llegó la hora de comer y Rocío se fue aludiendo un compromiso. Perezosas ante la idea de abandonar la casa, se quedaron a comer allí. Con las ventanas abiertas para que el olor y sonido a lluvia inundara cada recoveco e instancia del piso. Silvia: Tenemos que entrar enseguida... – bufó mientras recogían la mesa. Pepa: Ya... Luego me paso por la cueva del lobo, ¿vale? – sonriendo. Silvia: Vale – respondiendo a su sonrisa, pero su gesto se ensombreció al pensar en su amiga. Pepa: ¿Pasa algo? – dándose cuenta de su cambio. Silvia: ¿Has visto cómo te miraba Rocío? La conozco bien y va a seguir adelante... Pepa: ¿En qué? Silvia: ¡En conquistarte! – frunciendo el ceño. Pepa: ¿Y estás preocupada por eso? – acercándose a ella. Silvia: Pues claro... – en un susurro. Pepa: ¿Sabes cómo me sientan a mí tus inseguridades y celos? – posando sus manos en su cadera. Silvia: Lo siento... Pepa: Aiiiinssss, pelirroha... Ya puede ponerse un ejército de Rocíos a sacar las uñas para intentarlo todo que me va a resbalar completamente... ¡TE QUIE-RO, A TI, Y SIEM-PRE A TI! A ver si te entra en tu dura cabezota... – dándole unos suaves golpes en la frente. Silvia: Y yo a ti... – sonriendo. Pepa: Pues ya está... Por cierto... ¿Mañana vamos a comprar el colchón? – sonriendo con picardía. Silvia: Jajajj... Sí, también tenemos que terminar de traer tus cosas... – no pudo terminar porque se rindió a los labios de Pepa en los suyos... Silvia: Hola... – entrando en el laboratorio. Salgado: Buenas tardes – levantando la vista de unos documentos. Rocío: ¡Silvia! ¡Mira! – señalando lo que tenían en la mesa.
Silvia: ¿Qué pasa? Salgado: Rocío ha encontrado algo... Rocío: Sí, mira, mira – tirando de su brazo para ponerla frente a todos los informes – Hemos estado revisando y re-revisando toda la información, pero no nos fijamos en las pruebas... Silvia: ¿Cómo? Salgado: Esta comisaría es la única que ha estado más en contacto con la banda – señalando la cartera sobre la mesa, Silvia sonrió al acordarse de quién y cómo la consiguió – En ella estaba esto – tendiéndole un papel – Al principio no teníamos ni idea qué significaba... Pero Rocío ha insistido en analizar todas las pruebas que conseguisteis, convencida que tenía que ver con algo... Rocío: ¡Y tenía razón! En esta foto – enseñándosela: era la foto que hizo el grupo de Curtis, en la que el hombre trajeado le daba una de las chapas a otro – Se pasan algo, pues bien, ampliándola y cortejando la chapa con las demás... chan-chan-chan... Silvia: ¡Rocío, venga! Rocío: ¡No coincide con ninguna! Pero ninguna-ninguna... con lo que... Silvia: Si averiguamos lo que pone tendremos el próximo lugar. Salgado: Exacto. Silvia: Vale, necesitamos a Gonzalo... – levantando la vista para buscarlo con la mirada por la comisaría, sin éxito. Salgado: Voy a buscarlo – saliendo. Rocío: También hemos estado examinando el informe de balística, para ver qué tipo de armas usan y saber si son de algún modo “exclusivas” y poder acercarnos algo más. Las pistolas que llevaban eran irreconocibles, sin catalogar ni nada, mira – tendiéndole el informe. Silvia lo cogió y comenzó a leer en voz alta. Silvia: Según las balas extraídas de... – tragó saliva y cerró los ojos un segundo al recordarlo, un escalofrío recorrió su espalda. Rocío: Mierda, perdona... – dándose cuenta de lo que le pasaba a su amiga y tratando de quitarle el informe de las manos. Silvia: No... no pasa nada – volviendo a leer – Según las balas extraídas de la agente Miranda, se comprueba que las armas son de uso único y no se han encontrado referencias a las que atenerse... – calló ante lo que aquello significaba - Rocío, si averiguamos de dónde sacan las armas... Rocío: Tendremos cada vez más suelo en el que pisar – sonriendo. Silvia: Pero hay algo que no me convence... ¿Qué banda usa armas de esta forma arriesgándose a poder ser descubiertos a través de ellas? Rocío: Una banda que actúa limpia y rápidamente, sin necesidad de llegar a usarlas ni dejar huellas o pistas sobre las que seguirles... Una banda que no pensó que cierta morena pudiese
ponerse a frenar balas con su cuerpo... – sonriendo de nuevo, haciendo cambiar el semblante de la pelirroja con una tímida sonrisa. Silvia: Tienes razón... Rocío: Además, esas cicatrices le deben quedar de miedo... Silvia: ¡Rocío! – dándole un codazo. Rocío: No me lo niegues, que sé que lo estabas pensando, pervertida – con los ojos entrecerrados. Silvia: Idiota... – dándole un manotazo en el hombro. Pepa estaba enfrascada en una pila de informes cuando un Montoya visiblemente emocionado la abordó con una sonrisa exultante. Pepa: ¿Y esa felicidad? – sonriendo. Gonzalo: ¡Gracias, gracias! – dándole dos efusivos besos en la mejilla. Pepa: ¿Gonzalo? Gonzalo: Ayer salimos a dar una vuelta por la tarde – sentándose en la mesa de la morena – Y después fuimos a cenar... ¡Dios! Es una mujer increíble... Pepa: Espera, ¿has vuelto a quedar con Rocío? Gonzalo: ¿No me estás escuchando? Que síííí, y hoy hemos estado comiendo juntos... es pura dinamita – sonriendo feliz – Esta noche volvemos a quedar para cenar... A la morena no le cuadraban las cosas... Gonzalo estaba saliendo con ella casi como una pareja formal... Pepa: Me alegro mucho – sonriendo. Salgado: Perdona, Montoya, te necesitamos en el laboratorio... Gonzalo: Claro – sonriéndole a Pepa antes de irse, quién le guiñó un ojo. Gonzalo: Vale, me llevo todo esto para verlo tranquilamente – cogiendo los documentos y yéndose, no si antes mirar fijamente a Rocío, que le aguantaba la mirada con una sonrisa cómplice. Ni Silvia ni la comandante se dieron cuenta de eso, pero sí una morena que aguardaba en la puerta a que Montoya saliese... Pepa: ¿Qué tal la tarde? – entrando y acercándose a ellas - ¿Qué hago yo aquí? – fijándose en su nombre en el informe de balística. Salgado: Información confidencial, Miranda – cerrando la carpetilla. Pepa: Soy confidencial, qué categoría – dándose besos a sí misma - ¿Molesto? – viendo cómo la miraba la Salgado. Silvia: No... – se apresuró a intervenir.
Salgado: ¿No tiene nada qué hacer, Miranda? Rocío: La necesitamos para el reconocim... Salgado: Vaaaaale – dándose por vencida. Ni corta ni perezosa, Rocío cogió a Pepa del brazo y se la llevó aparte, donde comenzó a interrogarle acerca de lo que vio en el parking, y si podía reconocer unas fotos... Pepa tenía la mirada fija en Silvia, que de vez en cuando, se giraba para dirigirle una disimulada sonrisa. Rocío: Eeeeooooooh – pasándole la mano delante de los ojos – Que estamos aquí... Pepa: Perdona. Rocío: ¿Qué me dices de esa cena entonces? Podemos pasarlo francamente bien. Pepa: Lo siento, Rocío, pero no puedo – intentando no ser demasiado brusca en su negativa. Rocío: ¿No puedes o no quieres? Pepa: No quiero – secamente, cansada de sus insinuaciones. Rocío: Me parece bien... – sonriendo – Esto ya está. Pepa: Vale – confundida por su cambio actitud. Se acercó por detrás a la pelirroja, para darle un beso en la mejilla y susurrarle algo al oído que le hizo sonreír. Seguía sonriendo cuando Pepa salió del laboratorio, precedida por la comandante, que iba a hablar con Montoya. Rocío: Quién cogiera esas piernas, esa sonrisa, ese cuerpo... – sentándose al lado de Silvia, mirando, al igual que ella, cómo se alejaba la morena. Silvia: Pues yo, sin ir más lejos – comenzando a enfadarse por su comportamiento - ¿Quieres dejarlo ya? – encarándose. Rocío: Jaja... No te ofendas, Silvia, pero Pepa no es mi tipo... Es una tía legal, además de estar buena a reventar, pero no me atrae en ese sentido – sonriendo. Silvia: ¿A qué narices estás jugando? Rocío: Sabes que me encanta marear la perdiz... Pepa caería si me lo propusiese en serio... Silvia: Rocío, te mandaría a golpes a Sevilla antes de que te lo pudieses plantear siquiera. Rocío: Te gusta mucho, ¿eh? Silvia: Sí, ¿algún problema? Rocío: Ninguno, ninguno... Hacéis buena pareja, de hecho... Pero me podrías haber dicho antes que te iban las tías...
Silvia: ¿Qué? ¿Por qué? – las conversaciones con ella eran siempre así, daba saltos sin cesar, tanto en el tema como en el tono en el que hablaba. Cap. 34 (Parte 1-2) Sus bocas estaban a escasos centímetros. Rocío iba a besarla y ella se había quedado paralizada. Reaccionó cuando sintió que sus labios se estaban aproximando demasiado, echándose hacia atrás y levantándose. Mirándola confundida e interrogante. Escucharon un ruido en la puerta y ambas se giraron.
Pepa: Perdón por interrumpir... Sólo venía a por esto – entrando y cogiendo un informe que se había dejado anteriormente. Silvia: Pepa... – yendo detrás de ella, fulminando con la mirada a Rocío antes. La siguió tratando que la escuchara, rogándole que parara. Silvia: ¿Podéis dejarnos solas a la agente Miranda y a mí? – con tono de superioridad una vez llegaron a los archivos. Los que estaban de allí se fueron asustados: conocían esa mirada fría de su superiora con la que avecinaba una tormenta. Silvia: ¡Pepa! ¡Para! Pepa: ¿¡Que pare de qué!? – girándose y encarándose a ella, enfadada y dolida. Silvia: ¡De ignorarme y huir de mí! Pepa: Uy, es verdad, perdona, ¿qué tal besa Rocío? – irónicamente. Silvia: ¡No me ha besado! Pepa: No me jodas, que si no llego a entrar os coméis la boca... Silvia: ¡Ni me ha rozado! ¡Pepa! Pepa: ¡¿Qué?! Silvia: ¿De verdad crees que podría pensar siquiera en besarla? – cogiéndola del brazo para que no se girase – Mírame a los ojos, Pepa, ¿de verdad lo crees? Pepa no soportó su mirada y bajó la cabeza avergonzada, ella tenía razón, ni siquiera se habían llegado a besar, Silvia había saltado hacia atrás como un resorte... Pepa: No... – levantando la vista hacia sus ojos oscuros, que la miraban inquisitiva. Silvia: Lo siento, de verdad... Imagina... – con una tímida sonrisa – De repente se me lanza una amiga que hace años que no veo...
Pepa: Sueles provocar ese efecto en la gente, por si no te habías dado cuenta – poniéndose de nuevo a la defensiva. Silvia: Pepa... Pepa: ¡Vale, vale! – disculpándose – Pero esto no me gusta un pelo, ¿sabes que ha estado saliendo todos los días con Montoya? Silvia: ¿En serio? Pepa: Sí... Tengo ganas de partirle la cara... Silvia: Pues contrólate, yo hablaré con ella. Pepa: ¿Tú? Ni de coña, yo hablo con ella – sonriendo de repente con malicia - ¿Confías en mí? Silvia: Claro que sí... ¿En qué estás pensando? Que me conozco esa sonrisa... Pepa: En pagarle con la misma moneda. Silvia: No te pases... Pepa: ¿Aún la defiendes? Silvia: ¡No! Lo que ha hecho no es excusable, siempre hace lo que quiere y no puede ser... No entiendo a qué juega, ni qué pretende... Pepa: Pues eso. Silvia se puso de puntillas para besarla, dejando que la morena rodease su cintura con sus brazos y ella hacer lo mismo en su cuello. Silvia: Te... (beso)... quiero... (beso)... Te... (beso)... quiero... Pepa sonrió y giró para empujarla suavemente contra la estantería que tenía a su espalda... Deslizó sus labios por su cuello al tiempo que la pelirroja buscaba la hebilla de su cinturón, para encontrarla y desabrochárselo con un repiqueteo metálico... Unos golpes en la puerta les hicieron volver a la realidad. Pepa se apartó bruscamente de Silvia, deseando que fuese Rocío quien entrara... y afortunadamente lo era. Cuando vio el brillo de su pelo rubio traspasando el umbral sonrió para si misma, dispuesta a llevar su idea adelante. Pepa: ¿¡Pero tú te crees que soy imbécil!? – gritándole a Silvia, que la miraba con los ojos desorbitados – ¡Vete a la mierda! ¡Y a mí déjame en paz! – fulminándola con la mirada. Silvia: ¡Te he pedido perdón! – entendiendo de qué iba todo aquello. Pepa: ¿¡Sabes dónde te puedes meter tu jodido perdón!? – yéndose. Antes de salir, se plantó frente a Rocío, que las miraba alternativamente algo preocupada. Clavó en sus ojos azules una mirada de infinita frialdad, dejándola allí plantada, junto a una Silvia que se sentó en el suelo deslizándose por la estantería, aparentemente destrozada...
Rocío: Silvia... Silvia: Vete. Rocío: Pero yo... Silvia: Vete, por favor – levantando la vista del suelo y mirándola con dolor. Pepa se dirigió medio riéndose a su mesa, la cara de la rubia no había tenido precio... Pero aquello no había hecho más que empezar... Su móvil sonó y lo cogió con una sonrisa. Silvia: ¿No podías haberme avisado antes? Pepa: Jajajj... Tu reacción tenía que ser natural... Silvia: Pues la próxima vez me lo dices, que al principio me he asustado de verdad... Pepa: Que a veces se me cruzan los cables, pero no tanto, pelirroha... jajajjj... Silvia: Tengo que seguir con lo del Café, no sé cuánto nos va a llevar. Pepa: ¿Te espero en los Cachis y cenamos allí? Silvia: Vale... Pepa: ¡Te quiero! Silvia:¡Y yo a ti! Pepa: ¡Besos! – tuvo que colgar rápido porque vio a Rocío acercarse, tenía que aprovechar la ocasión - ¡Rocío! Espera... Entró en el laboratorio tras ella, estaban solas... – Perfecto – pensó sabiéndose victoriosa. Pepa: ¿Puedo hablar contigo? Rocío: Yo... Pepa, lo siento, no pretendía... Pepa: Eso ya da igual –posando su dedo índice en sus labios para hacerla callar – He pensado... ¿Mañana te apetece cenar conmigo? – sonriendo con picardía, rezando por su afirmativa. Rocío: Claro – respondiendo a su sonrisa, olvidándose por completo de todo lo demás. Pepa: Genial – inclinándose sobre su oído para susurrar – Podemos pasarlo francamente bien... Rocío reprimió un estremecimiento... La morena salió del laboratorio, dejando a la nueva con la sensación de estar equivocándose de lleno. -----Silvia: ¿Y ahora qué?
Pepa: Ahora te toca a ti – sonriendo. Estaban cenando en los Cachis. El día había acabado por fin y disfrutaban de la cena tranquilamente.
Silvia: No conocía tu faceta manipuladora. Pepa: Yo no tengo de eso – riendo – Sólo mala leche... Silvia: Jajajja... Anda que... Pepa: Reconoce que te gusta – con chulería. Silvia: Supongo que es hora de que alguien le abra un poco los ojos... Pepa: ¿Abrirle los ojos? Vamos a bajarla del pony ese en el que se ha subido – riendo. Silvia: ¿No nos vamos a pasar un poco? Pepa: No vamos a hacer nada malo, Silvia. Silvia: Ya lo sé, pero aún así... Pepa: Si es que eres demasiado blanda, princesa – riendo. Silvia: Será posible... ¿A que te vas al sofá esta noche? Pepa: Si es como la otra vez, vale... – sonriendo al acordarse. Silvia: Pero sin tu madre por la mañana, por favor – respondiendo a su sonrisa. Pepa: Hablando de la reina de Roma... – viéndola entrar cogida del brazo de Don Lorenzo – Yo no me acostumbro a esto... – susurrando. Silvia: Jajajja... ¡Papá! – para que se hicieran cargo de su presencia. D.L.: ¡Hola, cariño! – dándole dos besos y dudando si dárselos a Pepa o no, ya terminó ella de decidirse plantándole un sonoro beso en la mejilla, a lo que contestó arrugando la nariz. Concha: María José, he metido todas tus cosas en cajas... Así que haz el favor de venir a llevártelas... Pepa: ¿De verdad que os quedáis con mi piso? – con un hilo de voz. Concha: Pues claro... Pepa: Perfecto, ahora va a oler a viejuno por todas partes... – con tono dramático. Concha: Será posible... la monicaca esta... – dándole un manotazo a su hija en el hombro – No me tontees María José que la tenemos, ¿eh? – amenazándola con el dedo.
Pepa: Sí, sí... – apartándose un poco de ella. Silvia: Jajajjj... Mañana por la tarde vamos a por ellas, que yo tengo turno de mañana... Pepa: Y yo patrulla esta noche con Sarita, así que sí, mañana por la tarde vamos... Concha: Pero no tardéis más, que nos molestan para hacer cosicas... – levantando la ceja repetidas veces. Pepa: Trauma, trauma... – dándose un golpe con la palma de la mano en la frente. D.L.: ¡Miranda! ¡Deje de hacer la anormal! Silvia: Papá... Concha: Bueno nenas, os dejamos cenar tranquilas, que nosotros venimos a tomar una copichuela y nos vamos de fiesta... Pepa: Pero si estamos a martes... Concha: ¿Y? Uy, qué poco mundo tienes María José... ¡Sácamela más de fiesta pelirroja! – llevándose a la barra a Don Lorenzo. Pepa: Esta mujer ya no tiene remedio. Silvia: Mira quién habla – sacándole la lengua. Pepa: Ya verás, tú, ya... – entrecerrando los ojos amenazante. Cuando terminaron de cenar era la hora de que Pepa se fuese de patrulla. Silvia: ¿Me vas a dejar sola esta noche? – poniendo tono triste. Pepa: En el coche cabes... – con una sonrisa pícara. Silvia: Anda que no tienes peligro tú ni náh... – dándole un cachete en el culo - Y a Sara la metemos en el maletero, ¿no? Pepa: Qué burra, hija, no hace falta, con que vigile ella sola basta... Silvia: Tira, antes de que me hagas pensármelo – riendo. Pepa: ¿Nos veremos en casa por la mañana? Silvia: No creo... Pero espérame a comer allí, ¿vale? Pepa: Hecho... ¡La señorita Pepis cocinitas al poder! – levantando el puño cual grito de guerra. Silvia: Jajajajj – abrazándola por el cuello y besándola. Pepa: Mañana tengo todo el día libre, ¿nos pasamos por mi piso y cogemos las cosas antes o después de comprar el colchón nuevo?
Silvia: Después.... Vete ya que mi padre te está mirando mal... – riendo. Pepa: No es ninguna novedad... – negando con la cabeza. El beso de despedida se prolongó más de lo que a alguno le hubiese gustado, teniéndoles que separar Sara, que llegaba buscando a Pepa para irse juntas... --Durmió inquieta, echando de menos el calor que le infundía el abrazo y el cuerpo de Pepa junto al suyo... – Me niego a que tenga más turnos de noche si esto va a ser así cada vez que no esté... – pensó apagando el despertador con un manotazo. El sonido de las llaves le extrañó: a Pepa aún le quedaba casi una hora de vigilancia, su padre estaría ya en la comisaría, la única que también tenía llaves de su piso era... Lola: ¿Hermana? – cerrando con suavidad. Silvia: Hola... – saliendo de la habitación - ¿Pasa algo? – dándole dos besos. Lola: No, cariño, no... Es que Paquito me ha despertado al irse y como tú entras enseguida, pues he pensado en venir a desayunar contigo, y de paso te traigo esto – tendiéndole un tupper – Para que comáis hoy, que entre una cosa y otra no coincidís y os veo comiendo cualquier porquería... Silvia: Jajajaj... Muchas gracias, Lola... Nos salvas la vida, porque como Pepa se meta en la cocina... Lola: Oye, pues porque no le dejas, que los días que se quedó en casa nos hizo de cada cosa... Para chuparse los dedos... – sonriendo. Silvia: Vaya... Eso habrá que verlo... – riendo. Se sentaron en la cocina y desayunaron charlando alegremente, y para qué negarlo, cotilleando un poco también: que si la última que habían liado Paco y Mariano, las neuras de su padre y los comentarios de Concha, las pilladas de Sara y Lucas... Lola: ¿Y vosotras? Silvia: ¿Qué pasa con nosotras? Lola: Que estáis viviendo juntas, hermana, que nunca te había visto yo tan lanzada para algo así... Silvia: Ya... – ruborizándose al tiempo que le dirigía una sonrisa tímida. Lola: Loquita te tiene, vaya – riendo. Silvia: Uffff... Lola, déjame – contagiada de su buen humor. Lola: Estáis más tontas las dos... – negando con la cabeza - ¿Y qué tal es? – acercándose más a ella, con curiosidad. Silvia: ¡No te voy a contar nada de eso! – abriendo los ojos como platos, riendo.
Lola: Mujer, qué mal pensada eres... Te preguntaba por el estar y vivir con ella... Silvia: Ah... Jajajajj... Es... no sé... Es como si la conociese de siempre, y me encanta... Quiero estar con ella cada segundo... Estoy enamorada, Lola... – sonriendo con sencillez, feliz. Lola: Ains... Silvia... – emocionada, sus ojos comenzaron a empañarse. Silvia: Lola... – cambiando su semblante por uno de preocupación y secándole una lágrima rebelde que corría por su rostro. Lola: Nada, nada... Me hace feliz verte así – sonriendo – Que me volvéis loca, entre tú y Sarita... Silvia: Jajajajj... Anda ven – poniéndose a su lado y besándola en la mejilla a la vez que la abrazaba. El girar de las llaves en la cerradura las separó. Se giraron para ver cómo entraba Pepa seguida de su sobrina. Pepa: ¡Hola, guapas! – sonriendo. Silvia: ¿Y eso que ya estáis aquí? – acercándose a ella. Sara: No quedaba más que hacer – bostezando. Lola: Pues hale, tú y yo nos vamos para casa – despidiéndose de ellas y marchándose. Una vez se fueron Pepa aprovechó para besar apasionadamente a Silvia... Pepa: Dios, cómo te he echado de menos – sonriendo. Silvia: Y yo... – fijándose en el reloj – Mierda, se me hace tarde... Pepa: Anda, tira... Que tu padre ya está bastante caliente hoy gracias a Paco, Mariano y Lucas. Silvia: Lola ha traído la comida – mientras se alejaba hacia el baño. Pepa: Y yo que pensaba deleitarte con mis aptitudes culinarias... Silvia: Jajajjj... Tiempo tendrás, no te preocupes – asomando la cabeza por la puerta y sacándole la lengua. La mañana pasó tranquila dentro de lo que cabía: Silvia iba haciéndose la desdichada ante los ojos de Rocío para seguir con el plan que habían trazado... Comieron juntas y se prepararon para aprovechar la tarde en compras y terminar de recoger las cosas de Pepa antes de la cena de ésta con la rubia... ----Cap. 35 (Parte 1-3)
Pepa: Hala... Esto no nos sirve... – observando detenidamente el colchón que tenía delante – Sería un poco incómodo, ¿no crees? Parece blandiblú... Silvia rió ante las ocurrencias de la morena, pero trató de contenerla al toparse con los ojos del dependiente, que las miraba cansinamente. Habían perdido la cuenta del tiempo que llevaban en la tienda dando vueltas: a Pepa no le acababa de convencer ninguno. Analizaba el que tenía delante con el ceño fruncido. Había plantado la mano en el colchón, y al retirarla este dejó un profundo hueco con la forma de su mano... Silvia: Pues esos dicen que son los mejores... Pepa: Sí, los mejores... Los mejores para los que únicamente se limitan a dormir – musitó sonriendo. El hombre se ruborizó ante las insinuaciones de Pepa, provocando la risa disimulada de la pelirroja. No se dio cuenta de que Pepa se alejaba, atraída por algo que acababa de ver... Dependiente: Señorita, le puedo mostrar la última gama de este tipo de colchones, sin ser tan pronunciadas sus capacidades de regeneración... Silvia: Claro, gracias. Iba a seguirle cuando reparó en la ausencia de la morena. Silvia: ¿Dónde... – comenzó a decir, interrumpida por unos gritos desde alguna parte de la tienda. Pepa: ¡¡¡Pelirroha!!! ¡¡Yo quiero este, por Dios!! Se giró buscándola con la mirada... – Es peor que los críos pequeños, de la manita tengo que llevarla... – pensaba divertida, bajo el gesto de incomprensión y duda del dependiente. Silvia: Es siempre así... – respondiendo a la pregunta muda de su mirada. Al final la vio, tuvo que hacer un esfuerzo para no romper en carcajadas. Pepa: ¡Mira, mira! Uoooooohhhh, uuuuooooooohhhh... Estaba tumbada cuan larga era, con las piernas y brazos abiertos para abarcar el máximo de espacio posible. Se dejaba llevar por el vaivén que provocaba su peso y sus movimientos en el colchón de agua en el que se había tirado... Silvia: Y este no sería incómodo, ¿no? – situándose a su lado. Pepa: Da igual, ¿has visto qué cosa tan cachonda? – riendo sin parar. Silvia: Jajajajj... Pepa, por favor – tendiéndole la mano para que se levantara. Pero Pepa tenía más fuerza que ella, con lo que en vez de hacer fuerza para levantarse, tiró del brazo de Silvia, que cayó sobre ella. Sin darle tiempo para reaccionar, la besó con pasión...
Minutos después, salían de la tienda. Silvia completamente roja al lado de una Pepa que se reía a carcajada limpia, aunque en su expresión se reflejaba un cierto descontento por no haber comprado el dichoso colchón de agua... Silvia: ¡Deja de reírte! – dándole un manotazo en el estómago. Pepa: ¡Oh, vamos!... Jajajjajj... Eso ha tenido gracia... Jajajajj. Silvia: ¡Pues a mí no me la hace! Qué vergüenza... Pepa: Tampoco ha sido para tanto, pelirroha... Además, ya hemos comprado el colchón y no vamos a volver a esta tienda, ¿qué más te da? Cuando Silvia cayó sobre Pepa, la inercia del movimiento terminó por tirarlas a ambas al suelo, en medio de un gran estruendo que causó el que la morena se cogiera del borde del somier y al caer lo elevara sobre si mismo para dejarlo de lado... Pepa: ¿Lo van a llevar a casa? Silvia: Dentro de una hora han dicho. Pepa: Nos da tiempo a ir a por las cajas, ¿no? Silvia: Claro – mirando el reloj – Pero tenemos que darnos prisa que luego hay cena... Llegaron al piso de Pepa. Cual fue su sorpresa al comprobar que sus llaves no coincidían con la cerradura, tocaron al timbre. Concha: Ya era hora... Pepa: ¿Has cambiado la cerradura? Concha: ¡Pues claro! Pepa: ¿Por qué? Concha: Por qué va a ser, no sea que entres un día y te encuentres montado el asalto a Troya... – negando con la cabeza. Ambas se pusieron pálidas, mirándola con los ojos como platos. Concha: Jajajjajjaj... Qué fáciles sois de impresionar, chatas... Jajajajj... El otro día abriendo me confundí de llave, y no sé cómo al final la metí, pero se me partió dentro... Pepa: ¿Tú te lo has mirado? – señalándole la cabeza. Concha: ¿Quieres que te mire yo a ti otra cosa? – cogiendo la escoba y propinándole un buen escobazo en el culo, a lo que su hija contestó con el absoluto silencio y sumisión frente a la sonrisa divertida de Silvia. Hicieron varios viajes en coche para terminar de llevarlo todo. Se despidieron de Concha y se dirigieron de nuevo a casa.
Pepa: Oye, con todo esto podríamos hacer un fuerte aquí bien molongo – señalando todas las cajas que descansaban en el comedor. Silvia: Sí, espera, que voy a por mi arco y flechas – fulminándola con una mirada irónica. Pepa: No me digas que no estaría mal... – poniéndose tras una caja, haciendo una pistola con las manos y asomándose – ¡Bang! ¡Me he cargado a una piel roja! – haciendo como que disparaba a Silvia y abalanzándose sobre ella para acabar las dos en el la alfombra, Pepa sobre la pelirroja. Silvia: Jajajajj... Luego dices de la niña, y tú eres peor. Pepa: ¿Se rinde la piel roja o no? – sonriendo con malicia. Silvia: Sabes que no... – amenazante. Pepa: Tú lo has querido – subiéndole la camiseta para darle un suave mordisco en el vientre y seguir haciéndole cosquillas. Silvia: ¡No! ¡Peeeeeepa! Jajjajajajjj... Pepa: ¿Te rindes? – con los ojos brillantes. Silvia: ¡Sí! Tú ganas, me rindo... Pepa: ¡Ja! – acercándose a su boca. Silvia: Esto no va a servir de precedente... Pepa: Lo sé... – besándola. ----Se pusieron manos a la obra... Iban de aquí para allá planeando la cena, dónde se sentarían, cómo se situarían... Necesitaban buenos ángulos para estar en contacto visual en todo momento, era imprescindible... Una vez estuvo prácticamente preparado, comenzaron con la ropa y el maquillaje... Que si saca esto del armario y ponte lo otro...: -“No, esto no, que no me gusta para ir a cenar...” -“Pero si es informal...” -“Pues muy mona te has puesto tú, ¿no?” -“Si tuviese chalecos me los pondría” -“Pues toma...” -“Parezco un clon tuyo en pequeñito...”
-“Qué fisna, un clon mío dice...” -“Pero bueno, ¿y tú qué? ¿Piensas vestirte hoy o mañana?” -“Si tú te encargas de desnudarme luego...” -“Ya está.” -“Te estás despotenciando.” -“Es la familia, que todo se pega...” -“No me lo recuerdes...” -“Imagina... Tu cama... ellos dos...” -“¡Calla, calla! ¡Qué luego no duermo!” -“¡Pues vístete que no llegamos!” -“Qué perra te ha entrado con que me vista, hija...” -“Aún encima, ha sido idea tuya...” -“Ya... Ayúdame con esto, anda” -“¡Por fin!” -“Sigo diciendo que vas demasiado...” -“¿Demasiado...?” -“¡Demasiado! Vas demasiado en todos los sentidos... Si es que no se puede ser más guapa.” -“No, si con la tontería no salimos hoy..” -“Si ya estoy, quejica, ¿qué prisa tienes?” -“Estoy nerviosa... ¿Hacías cosas de estas allí?” -“No... Se me ocurrió así de repente...” -“Ya claro... ¡Toma! Cuando quieras vuelves...” -“¡Pero bueno! ¿Tendrás morro? Ven aquí...” -“¡No, no! Jajajajjj...” -“¿Ya estamos?” -“Sí...” -“¿Sí?”
-“No me acaba de convencer que te hayas vestido así para cenar con ella...” -“¡Ja! ¿Estás celosa?” -“¿Algún problema?” -“No... Ya me cambio... Si llegamos tarde va a ser tu culpa pelirrohaaa.” -“¡Sí, hombre! ¿Y qué más?” -“¡Voilá! Lista para la acción.” -“Arréglame esto, porfa...” -“¿Me pinto?” -“Lo que quieras... Pero no mucho, se supone que es plan natural...” -“Sí... ¡Pues tú no vas informal!” -“¿Otra vez? Jajajajj... Calla y termina de una vez.” -“Oye...” -“Dime...” -“Que sigue en pie la propuesta del fuerte comanche...” -“Jajajajajj... Qué tía... Pepa...” -“¿Qué?” -“¿Y después?” -“Después nos volvemos a casita.” -“¿Saldrá bien?” -“Si Gonzalo ha dicho la verdad, sí. ¿Estás ya?” -“Sí... Te quiero” -“Yo más...” -“Tira delante que te vea, que no me fío un pelo de ti...” -“Qué fuerte que eres...” -“¿Vamos por separado?” -“Sí... Nos vemos allí, princesa...” -------
Rocío esperaba en la puerta del restaurante, el pelo recogido en dos trenzas y aspecto distraído. Vestía de calle, igual que Pepa. Al verla le dirigió una sonrisa, a la que la morena respondió... – Venga, Pepa, que empiece el espectáculo... – pensaba mientras se acercaba a ella. Rocío: Hola – dándole dos besos. Pepa: Hola... ¿Pasamos? Rocío: Claro. Cuando flaquearon la puerta, disimuladamente, le hizo una llamada perdida a Silvia, que la esperaba en la esquina acompañada por su pareja de cena. Se sentaron de tal forma que Rocío podía ver quién entraba al restaurante, Pepa le daba la espalda a la puerta... Estaban pensando qué pedir, pero Pepa no le quitaba la vista de encima a la rubia, que comenzaba a ponerse nerviosa a la par que sentirse halagada. De repente, su semblante se contrajo en una mueca de disgusto, fue tan solo unos segundos, pero no se le pasaron desapercibidos a la morena, que sonrió para si misma al tiempo que los ojos azules de Rocío chispeaban de rabia e impotencia... Riendo y cogidos del brazo, entró Silvia acompañada por Montoya. Se sentaron de manera que la pelirroja estaba cara a cara con su amiga, y Gonzalo de espaldas a Pepa y a Rocío... La mirada desafiante de Silvia provocó que la sangre de la rubia comenzase a hervir... - Se supone que tienes que provocarla y seducirla, Pepa... – pensaba sin dejar de mirar a los ojos a su acompañante con una sonrisa... – Pero yo no quiero hacer esto... Si es que a veces se te ocurren unas ideas, hija... Que muy bonito teóricamente, pero luego, ¡toma! A provocar a la rubia... Lo bueno es que está saliendo bien, creo... Se está muriendo de celos, jajajajj, va a ser verdad que tiene su corazoncito y tóh... La batalla campal de miradas entre Silvia y Rocío transcurrió durante toda la cena. La pelirroja reía con gracia las ocurrencias de Gonzalo, que no se enteraba de nada, y hablaba animadamente con él... A Rocío, en cambio, no le hacía ninguna gracia verlos juntos... Sabía que Gonzalo y ella habían sido pareja, y tenerlos enfrente tan felices le estaba matando... Sobre todo si Pepa y ella lo habían dejado, como le contó Silvia aquella mañana... El miedo de que su amiga quisiese volverlo a intentar con él se apoderó de su razón, convirtiéndola en un manojo de nervios que no perdía detalle de cada movimiento de la mesa que tenía al frente... La cena terminó y Silvia y Gonzalo fueron los primeros en irse, seguidos al cabo de unos minutos por Pepa y Rocío... Pepa: ¿Te pasa algo? – saliendo del restaurante – Has estado toda la cena como ausente... Rocío: ¿Eh? No, tranquila – sonriendo para tratar de convencerla. Sin embargo, por dentro se sentía insegura a más no poder, las dudas se adueñaban de su persona por segundos... Aquella sensación que no había experimentado antes, y que no entendía, le estaba causando dolor de cabeza...
Habían llegado hasta ahí y ahora tenía que seguir con el plan, aunque no le gustase nada tener que hacer lo que iba a hacer a continuación... Cogiéndola del brazo, la empujó contra una pared y se lanzó directa a los labios de la rubia. Que la miraba aturdida y confusa. Se quedó a escasos milímetros de su boca, rezando que la cena hubiese surtido efecto y Rocío no la siguiese... Por suerte, fue así, y la nueva se escapó de sus brazos deslizándose de la pared... Sonrió para si misma... Rocío: Eh... Lo siento, Pepa... Pero no... – visiblemente nerviosa. Pepa: ¿He ido muy rápido? Perdona... – acercándose a ella, insinuante. Rocío: No pasa nada... – dando pasos hacia atrás al mismo tiempo que Pepa se dirigía hacia ella – Me tengo que ir... Nos vemos mañana, adiós – doblando la esquina y alejándose a paso ligero. Pepa sonrió victoriosa, llamó a Silvia. Pepa: ¡Ouh yeah! Porque yo lo valgo – riendo. Silvia: Jajajajj... Gonzalo se acaba de ir, le han llamado al móvil, y por la cara que ha puesto, me juego lo que sea a que era Rocío... Pepa: Jajajajj... ¿Dónde estás, princesa? Silvia: En la puerta de casa... Pepa: En cinco minutos estoy allí – colgando y echando a correr. -----Cap. 36 (Parte 1-3) Por la mañana fueron juntas a comisaría, a la espera de que la ira de Rocío se desatase. Pepa: Tenías que haber visto su cara... Yo creo que se asustó y tóh - riendo. Silvia: Pobreta... Me siento como si hubiésemos abusado de Gonzalo... – de camino a la comisaría. Pepa: Princesa, que sólo cenaste con él. Silvia: Ya... – sonriendo. Pepa: Y nosotras, ¿qué? Silvia: ¿Nosotras? – mirándola sin entender. Pepa: Supuestamente lo hemos dejado... Silvia: Es verdad... Pues entonces deberíamos separarnos, ¿no? – soltándole la mano y alejándose unos pasos de ella.
Pepa: Chééé... ¿Dónde te crees que vas, pelirroha? – cogiéndola del brazo y tirando de ella hacia su cuerpo. Se quedaron unos segundos así, pegadas y mirándose a los ojos fijamente... Lentamente, Pepa se inclinó y la besó con suma delicadeza, a lo que Silvia respondió profundizando el beso... Se separaron y prosiguieron la marcha sonriendo. La morena volvió a irse con su sobrina y Silvia estuvo encerrada toda la mañana con la comandante Salgado en el laboratorio... Rocío decidió pasar el día en los archivos y terminar de recabar pistas acerca de las armas, con lo que no se vieron en todo el día para alivio de la pelirroja. Salgado: ¿Se sabe algo de las chapas? Silvia: Gonzalo está trabajando con ellas, al no tener la “solución”, por así decirlo, no podemos permitirnos el lujo de dudar, todo un operativo depende de ello... Salgado: ¿Y Rocío? Silvia: Estará todavía en los archivos – consultando el reloj. Salgado: Voy a llevarle esto... – saliendo. A la media hora, un pequeño revuelo en la comisaría le hizo salir del laboratorio... Silvia: ¿Qué pasa? – a Rita, que pasaba a su lado. Rita: No lo sé, chiquilina... Vamos a ver... – tirando de su brazo. Se acercaron a un grupillo que se había concentrado alrededor de las mesas. En el centro, Sara y Pepa servían de apoyo a un maltrecho Curtis, que tenía aspecto de haber recibido una paliza, al igual que la morena... Lucas: ¡Sara! ¿Qué ha pasado? – yendo a su encuentro y sustituyéndola en su tarea de sostener a Curtis. Sara: La vigilancia se nos fue de las manos y acabamos en medio de una pelea de bandas... Curtis: Los criaturos estos... – bufando. Silvia: ¿Estáis bien? – cogiendo el rostro de Pepa entre sus manos y examinándolo con cuidado, sus ojos reflejaban preocupación – Necesitas puntos... Ven... Sara, ¿a ti te han pegado? Sara: No, me obligó a quedarme en el coche – con tono de reproche a Pepa. Pepa: No esperarías meterte tú también en la trifulca, enana… Silvia: Venid vosotros dos, anda – cogiendo la mano de la morena y llevándosela al laboratorio, Lucas la seguía con Curtis. Una vez allí Silvia atendió primero a Curtis, que tenía peor aspecto. No parecía nada grave: un ojo morado, el labio partido, varios rasguños y el cuerpo dolorido... Al terminar se fueron al hospital por si las moscas, dejándolas solas, Pepa sentada en el taburete y la pelirroja examinándola: tenía la ceja partida, pero nada más que eso...
Silvia: Esto te va a doler un poco... – limpiando la zona para suturar. Pepa: Disfrutas haciéndome sufrir, pelirroha, que lo sé yo. Silvia la fulminó con la mirada y la morena acató la orden de quietud y silencio que le impuso. La observaba fijamente, perdiéndose en sus rasgos suaves, en el mechón de pelo rojizo que le caía sobre los ojos, en la abstracción que reflejaba su rostro ante el trabajo... Le encantaba tenerla así. Sonrió. Silvia: Deja de mirarme... – casi en un susurro. Pepa: ¿Por qué? – volviendo a sonreír. Silvia: Porque me estás poniendo nerviosa – cortando el hilo y dándose la vuelta para dejar el material en la bandeja. Pepa: Es que es imposible no mirarte... – embelesada – Dios, Silvia, ¿cómo lo haces? Silvia: ¿El qué? – girándose y situándose a su lado, sin dejar de mirarla. Pepa: Esto... – cogiéndole la mano y llevándosela a su corazón: latía acelerado. Silvia sonrió, cogió mano de la morena y la situó en el suyo: latían casi al mismo compás. Silvia: Sólo late así cuando estás cerca, o cuando estás lejos pero no paro de pensar en ti... Pepa: Ven, ya – tirando de su mano para atraerla y besarla con urgencia... sin dejar de sostener su mano en su corazón, que comenzaba a latir con mayor velocidad e intensidad. La pelirroja también sostenía su mano en el corazón, la otra acariciaba su rostro, memorizando sus rasgos lentamente... Sara: Si es así cómo curas a todos tus pacientes me voy a otro sitio, ¿eh? – apoyada en el umbral de la puerta. Se separaron y Silvia se dio la vuelta para terminar de recoger las cosas, ruborizada. Pepa, por el contrario, giró el taburete para estar cara a cara. Pepa: ¿Sabes tocar a la puerta? – entrecerrando los ojos amenazante. Sara: No me intimidas... – imitándola. Pepa: ¿Ah, no? – levantándose y yendo hacia ella. Sara: No... – se le escapó una leve sonrisa. No le dio tiempo a reaccionar, cuando quiso darse cuenta estaba aprisionada entre los brazos de su tía, que comenzó a hacerle cosquillas. Sara: Jajjajajjj... Tita, por favor, dile que pareeee... Jajajajj
Pero Silvia las miraba divertida, hasta que en un intento de soltarse, Sara empujó levemente a Pepa y esta se dio un golpe en la frente contra la puerta, justo donde le acaban de dar los puntos... La herida empezó a sangrar automáticamente. Pepa: No, si te digo yo que entre todos acabáis conmigo – deteniendo con la mano el hilo de sangre que comenzó a resbalar por su rostro. Silvia: Es que eres una bestia – volviéndola a sentar en el taburete y destapándole la herida para limpiarla y examinarla. Pepa: Esta te la guardo – señalando a su sobrina. Sara observó todo el proceso con una sonrisa: no se le escapaban las miradas cómplices que se dirigían sus tías, como tampoco sus sonrisas o gestos... Sara: Tenemos que volver – una vez Pepa volvió a levantarse. Pepa: Vale... – se giró para mirar a Silvia – Esto nos va a llevar un buen rato... ¿Nos vemos en casa? La pelirroja afirmó con la cabeza, y Pepa se inclinó para besarla fugazmente antes de salir del laboratorio. ----Tengo la tarde libre, así que he decidido deshacer todas las cajas y darle una sorpresa cuando llegue por la noche. Pepa ha llamado para avisar de que el caso en el que están les va a llevar todo el día... Hemos tenido suerte de que Rocío no apareciese por el laboratorio… Entre caja y caja pasan las horas, sacando todas las cosas, enfrascándome en un tetris de espacio y organización. Finalmente, satisfecha miro a mi alrededor: tan solo queda una caja. Me siento en la mullida alfombra del comedor y la abro. En su interior se encuentran los álbumes y todos los marcos de fotos que vi en su piso. Los portarretratos están vacíos, Pepa ha quitado las fotos y colocado de nuevo en su lugar correspondiente entre las páginas de su vida. Los saco con curiosidad – sí, soy un poco cotilla - y los dejo a mi lado, cojo el primero... Es su infancia, imágenes de bebé recién nacido... dando sus primeros pasos... sonriendo sin dientes al lado de su hermano... Hay muchos huecos, cuando lo termino, lo repaso con una sospecha acerca de la ausencia de esas fotos, y en efecto, su padre no sale en ninguna... En las que debería salir está recortado, probablemente en un ataque de rabia adolescente... Con un suspiro, paso al siguiente... Mi sorpresa es mayúscula al encontrarse a mí misma en la primera página: es el nacimiento de Sarita, y aquí estamos las dos, una con el ceño fruncido molesta por la presencia su acompañante – yo, era la época en la que no me caía bien... - y la otra sonriendo como si nada fuese con ella... Sonrío nostálgica, previendo lo que voy a encontrar en este álbum: la adolescencia de una Pepa indómita y soñadora... La veo crecer entre las páginas, junto a mí. No son muchas las fotos en las que no la acompaño... Río con ganas con algunas, son realmente buenas: recuerdos de días que creía olvidados, de días con sabor a diversión y libertad, de locura desmedida vestida con una chupa de cuero, de desvaríos en la playa con la arena castigada por el sol arropándonos... Las
fotos de Barcelona también están, prácticamente al final... Acaricio suavemente una foto que ha conseguido emocionarme: el día de la comunión de Sarita, la última vez que estuvimos juntas antes de su regreso... Al acabarlo lo cierro y paso al siguiente, consciente de que lo que viene a continuación son años de ausencia por mi parte, el descubrimiento de sus peripecias... Recorro con asombro las páginas, empapándome de cada foto como si de aire de trataran... Pepa se ha dedicado estos años a recorrer el mundo, sus dibujos adolescentes han pasado a ser recuerdos de la realidad que ha vivido... En casi todos los viajes, por no decir todos, una chica morena y un chaval rubio la acompañan: ella tiene el pelo rizado, negro y corto, en las fotos en las que sale de cuerpo entero junto a Pepa apenas se distingue la diferencia de altura, es casi tan alta como ella… Es muy guapa, su sonrisa ilumina su rostro alegre en cada una de las instantáneas en las que sale, y sus ojos negros brillan con la misma intensidad que los de Pepa y el chico; él es más alto que las dos, tiene el pelo algo largo y muy rubio y claro, al igual que sus ojos, que son de un azul grisáceo realmente bonitos. Una barba de varios días le da un aspecto descuidado y desgarbado… Sin tener muy claro el por qué, mi cabeza empieza a envidiarles: envidio el que hayan estado a su lado estos años en los que yo no lo he estado, envidio que hayan hecho realidad el sueño de viajar del que tanto me habló, envidio las sonrisas cómplices y felices con las que tiñen cada imagen, Dios... creo que se me va la pinza por momentos - Silvia, por favor, que son fotos... – Ha estado en medio mundo la tía... Reconozco París, Ámsterdam, Londres, Bruselas, Roma, Venecia, Praga, Berlín y Tokio... Pero sin duda, eso es sólo la punta del iceberg de todos los lugares que ha visitado... Hay un apartado que creo que es Sudamérica, por los rasgos de la gente que sale con ellos... Jajajajjjaj... Hay una foto que no tiene precio: Pepa y la chica morena posan semidesnudas junto a un indígena con unas coronas de plumas, flores y ramas, al más puro estilo carnaval brasileño pero más “rústico”. Ambas ríen a carcajada limpia, el pobre hombre las mira con una cara, como si estuviesen locas... Jajjajaj. Los reportajes fotográficos de algunos lugares son sencillamente espectaculares... Hay imágenes dolorosamente bellas y paraísos de ensueño donde cualquier cosa podría ser posible… Su rostro se afila, su mirada se intensifica y su sonrisa se ensancha a lo largo del álbum... La última parte muestra una apariencia muy similar a la que tiene ahora, salvo por el pelo, que lo luce más corto… Una imagen ocupa toda una página, los agentes posan a las puertas de la comisaría de Sevilla: tengo que decir que el uniforme le queda como un guante… Se la ve feliz, rodeada de todos sus compañeros y amigos, de su gente… Sacudo la cabeza para apartar los pensamientos que me llevan a divagar sobre todo lo que ha dejado atrás por su familia, y también, por mí… ¿Sería más feliz si siguiera allí? – Para, Silvia, que nos conocemos… Tras la foto de la comisaría, comienzan a faltar imágenes, de tal forma que llega un momento en el que hay páginas enteras vacías… Sólo puede significar una cosa: esos huecos estaban anteriormente ocupados por Pepa y su ex, es la única explicación que se me ocurre… Se me revuelve el estómago sólo de pensarlo… Me sumerjo de lleno en otro viaje. Parece una ciudad costera pequeña, pero no por ello menos bonita o espectacular que las demás. Las calles fotografiadas se me antojan antiguas, viejas, plagadas de historias que seguro Pepa se encargó de recopilar… Es invierno, ya que en las fotos salen con abrigos y bufandas… De repente, el corazón me da un vuelvo al ver una foto: están en la playa, Pepa lleva a caballito a una mujer morena, que no es la que aparece en las anteriores, no… Ambas ríen y miran a la cámara divertidas… Me suena su cara, así que vuelvo atrás hasta la
imagen en la que salen sus compañeros policías, y allí está, cerca de Pepa… Es ella, es la mujer que lloraba… Dios, ¿por qué tiene que ser tan increíblemente guapa? Analizar su belleza no va ayudarme, así que cuanto antes pase de página, mejor… Pero hacerlo me hace sentir peor, porque en la siguiente foto están tiradas en el suelo, todo indica a que Pepa perdió el equilibrio y cayeron las dos de bruces contra la arena… Pero si por aquellas dos fotos se me había revuelto el estómago, la siguiente ya termina por golpeármelo con una fría patada… Se besan apasionadamente, tendidas en la playa, la inspectora sobre Pepa, dejándose envolver por sus brazos como tantas veces he hecho yo… La esquina está manchada por algo semejante a tinta, con cuidado – como soy masoca y demás… - retiro el plástico dispuesta a sacar la foto… ----“Podríamos estar en cualquier lugar y seguir en el mismo sitio… Te quiero” Abro los ojos sorprendida, porque parece mi letra. Los trazos picudos son casi iguales a los míos. Su caligrafía es limpia y cuidada, cualquiera diría que he sido yo quien ha escrito en el dorso de esta foto… Buff… La dejo en su sitio tratando mirarla lo menos posible, pero me es difícil… ¿Por qué ha dejado estas fotos y ha quitado las demás? No lo entiendo por más vueltas que le doy… Ahora hay más huecos… Vuelvo a la playa, pero esta vez no aparecen Pepa y su ex, sino sus dos amigos, son un par de fotos: en la primera él tiene una rodilla clavada en la arena, le tiende una cajita a la morena, un anillo de compromiso; en la segunda se besan abrazados… Supongo que al final se casarían… Las últimas páginas están completamente vacías, no hay absolutamente nada… Creo que ya lo he terminado cuando me encuentro con un dibujo: es Nueva York vista desde un ferry. La estatua de la libertad se alza orgullosa con un ejército de rascacielos a su espalda. Llueve, consigue ese efecto rallando con suavidad el folio, además de los tonos grisáceos y negruzcos que predominan en él, también hay unas manchas… A medida que lo examino me doy cuenta de que esas manchas que yo pensaba eran a propósito, son en realidad lágrimas… Pepa lloró haciendo este dibujo… Aunque ya ha acabado, no quiero seguir con este álbum. No quiero tener en mente el rostro de porcelana casi perfecta de la inspectora, ni el beso en la playa, ni el dolor que llevó a Pepa a llorar… No quiero. El siguiente, y último, comienza después de su llegada… Fotos de las cenas en familia, de los compañeros de San Antonio, del día del rodaje en los Cachis, de la despedida de soltera, del día del Flash Dance… De nuestro viaje a Barcelona… Fotos nuestras de nuevo, nuestras… Me repito esto durante algunos minutos, porque… ¿Quién es ahora Pepa Miranda? Los años más importantes de su vida, por así decirlo, los ha pasado recorriendo el mundo, viendo y conociendo cosas que la han hecho crecer como persona… Pero yo siempre he estado aquí, plantada en el mismo lugar, en Madrid… Desconozco por completo lo que hay detrás del álbum que hace unos minutos me causaba tal impresión, como también desconozco sus sentimientos al respecto, y sus emociones, y todo… No sé nada, mierda… El nudo que pensaba había desaparecido vuelve a hacer acto de presencia enredándome en mi propia inseguridad… Mis manos tiemblan y mi corazón bombea con mayor fuerza… ----
El sonido de la puerta interrumpió sus cavilaciones. Se levantó para recibir a una Pepa cansada, pero sonriente. Pepa: ¡Por fin! – besándola en la frente y rodeando su cintura con los brazos. Silvia respondió a su sonrisa, pero la morena la notó forzada… Pepa: ¿Te pasa algo? – apartándose un poco de ella para observarla mejor. Silvia: No, sólo estoy algo cansada – señalando el comedor. Pepa: ¡Hala! ¿Por qué lo has hecho tú sola? Se supone que tendríamos que hacerlo juntas… Silvia: Quería darte una sorpresa – con sencillez. Pepa: ¿Te he dicho ya que eres increíble? – besándola. Cuando se separaron la pelirroja se dio la vuelta y se dirigió al comedor, con la intención de terminar lo que había empezado… Y la esperanza de que aquello que había comenzado a anidarse en su cabeza desapareciese, rogando para que Pepa no se diese cuenta… Pero era tarde… Si Pepa había notado su sonrisa forzada, aquel beso le pareció frío y distante, al igual que su actitud… Algo iba mal… ----Cap. 37 (Parte 1-3) La siguió y lo entendió todo: la última caja abierta y los álbumes sobre la alfombra. Sonrió. Pepa: Silvia… Silvia: ¿Sí? – girándose para estar cara a cara. Al verla ahí plantada, mirándola como sólo ella sabía hacer, sintió cómo su corazón se estremecía… Se había dado cuenta… Pero también se percató de que la morena… sonreía… Pepa: Te dije que te contaría la historia de cada una de las fotos - sentándose con las piernas cruzadas frente a la caja. Silvia: Pepa… yo… - indecisa. Pepa: ¿No tienes ni un poquito de curiosidad? – haciendo el gesto con los dedos – Pues menudo fracasón… - riendo. No pudo evitar sonreír con timidez, la miró largamente antes de sentarse frente a ella. Dispuesta a escuchar cada palabra, le gustase o no, con la certeza de que aquello terminaría arrasando su estúpido titubeo, o por el contrario, alimentar su inseguridad sin remedio… Pepa: Estos te los sabrás de memoria, ¿no? – señalando tres de ellos: su infancia, su adolescencia y su regreso – Así que supongo que el objeto de la discordia es este…
Silvia no sabía qué decirle, así que aguardó a que comenzase a hablar… viendo cómo cogía el dichoso álbum y se volvía a levantar para sentarse a su lado, poniéndolo entre ambas. Pepa: Buff… ¿Mañana tenemos que ir a trabajar? Porque esto tiene tela… - resoplando con una sonrisa al abrirlo – A ver… por el principio… “Esta es Isa – señalando a la chica morena que aparecía a lo largo de todo el recorrido – Si llego a saber lo que significaría en mi vida la primera vez que la vi, la hubiese tratado mejor, la verdad… Llegué a Sevilla cansada, quemada, derrotada psicológicamente y enfada con Dios y el mundo. Me mudé a los dos días de la comunión, dejándolo todo atrás… La carrera la escogí sin pensar, sólo quería escapar de allí… Fue todo muy rápido, sin darme cuenta, entraba en la habitación de la residencia cargada de mal humor y sarcasmo. Era mi compañera de habitación. Yo cogí ingeniería química y ella estaba en el segundo año de traducción, dos personas aparentemente muy diferentes… Cerró de un portazo maldiciendo todo lo que encontraba en su camino, cuando se dio cuenta de que allí había alguien más… La observó durante unos segundos: tenía el pelo rizado, negro y corto. Estaba sentada en la cama, con las piernas cruzadas y la espalda ligeramente curvada, sumergiéndose en un libro que tenía en el regazo. No la escuchó llegar porque los cascos que llevaba puestos no dejaban lugar a nada más que no fuese el ritmo rabioso de un “Drain you” desgastado. Le hizo gracia que fuesen casi más grandes que su propia cabeza. Pepa: Hola… - sin obtener respuesta - ¡Ho - la! – irritada. Levantó la vista, sorprendida, sin disimular su curiosidad. Se quitó los cascos dejándolos alrededor de su cuello y se levantó, eran prácticamente de la misma estatura. Isa: Perdona, hola… - sonriendo con culpabilidad y dándole dos besos – Bienvenida. Pepa: Gracias… - apartándose de ella y dejando sus cosas sobre la cama. Isa: ¿Eres nueva? Pepa: ¿No es obvio? – cortante. Isa: Supongo… Tu mala leche, también, ¿no? Volvió a girarse para fulminarla con la mirada. ¿Quién era para hablarle así? Pepa: Métete en tus asuntos. Isa: Claro… - sin dejar de mirarla – Oye, hermosa… – con tono tranquilo y despreocupado – El que estés jodida por algo no significa que tengas que ir creyéndote o haciéndote la dura por la vida… Pepa la miró fijamente, disgustada con la actitud que mostraba su nueva compañera, pero asombrada por su sinceridad así de buenas a primeras. Isa: Que bastante tengo ya con la adaptación de los lémures multicolores en la Asia americana… - continuó llevándose las manos a los cascos para volver a colocárselos. Cada vez la miraba más perpleja, aquella mujer estaba como una cabra…
Isa: Jajajajjj… ¿Ves? Ya se te ha olvidado el enfado. Pepa: ¿Lémures multicolores…? – dándose cuenta de que tenía razón, lo había borrado de un plumazo. Isa: Se me va muchísimo la pinza, te acostumbrarás – encogiéndose de hombros con una sonrisa. Y tanto que me acostumbré, al poco tiempo nos convertimos en uña y carne – Silvia cerró los ojos un segundo, dolida… Así que de alguna forma también Pepa había encontrado una “sustituta” – Tenía salidas para todo, era el optimismo en persona y siempre sonreía, siempre… Era una soñadora, orgullosa de no tener los pies sobre la Tierra, contagiando su energía por donde quiera que pasara – sonrió nostálgica al describir a su amiga – Su persona el mayor apoyo que puedas imaginar, su mirada un bálsamo contra la hipocresía y la mala sangre… Jajajajj, cuando le dije que me iban las tías… Entró canturreando, para variar. Cerró la puerta con delicadeza y dejó la pila de libros que cargaba sobre el escritorio. Pero en vez de tirarse sobre su cama para abalanzarse sobre el walkman o un libro que tuviese a medio como solía hacer, se quedó de pie mirando a la persona que se acurrucaba sobre la cama, hecha un ovillo. Isa: Pepa… - sentándose a su lado - ¿Qué tripa se te ha roto? ¿Pasa algo? Pepa: No… déjame – sollozando. Isa: Claaaro, lo que tú digas – sin decir nada más, se quitó las zapatillas y se metió en la cama junto a ella, esperando a que comenzase a hablar. En el medio año que llevaban durmiendo en la misma habitación habían aprendido a conocerse mutuamente. Pepa acabó por girarse para mirarla, había llorado, mucho… Le contó lo que le pasaba: había asumido finalmente que era lesbiana, y aquello la estaba matando por dentro. Isa: ¡Joder! Qué susto, idiota – dándole un manotazo en la frente – Ya pensaba yo que era algo grave – incorporándose para apoyar la espalda en el cabezal. Pepa: Como si fuera poco – empezando a ponerse a la defensiva. Isa: ¡Pepa! Pepa: ¿Qué? Isa: Eres de lo que no hay… - sonriendo – Ya tienes las cosas claras, deberías sentirte feliz por ello, en vez de estar aquí… Y, ¿sabes qué? Deberías estar también comiéndote a besos a alguna por ahí… Pepa: ¿Qué? – con un hilo de voz, perpleja – A ti… ¿no te importa? Isa: ¿Por qué iba a importarme? – sorprendida, sonriendo con picardía de repente – Y… ¿te has liado ya con alguna? Pepa: ¡Isa! Isa: Oysh, qué cerrá que nos ha salido la niña… Vas a acabar contándomelo, lo sabes.
En ese momento alguien llamó a la puerta, y asomó la cabeza preguntando por ellas. Era un chico alto, rubio y de ojos claros. Se quedó mirándolas, un tanto sorprendido. Isa: Mira que eres oportuno tú, ¿eh? Aunque si te desnudas rápido aún podemos hacer un trío… Tanto Pepa como el chaval rieron, acostumbrados a los saludos y salidas de Isa. Marcos se sentó en la cama con ellas. Marcos: ¿Qué hacéis ahí metidas las dos? Isa: A Pepa le van las tías – le soltó sin pensarlo dos veces. Marcos las miró alternativamente, viendo que hablaba en serio. Clavó su mirada en Pepa, con una sonrisa. Marcos: ¿Y? No estarás así por eso… Isa: Pues sí, que es pánfila perdida. Pepa: Menudos consejeros que tengo – bufó incorporándose también. Isa: Pues los mejores, para qué andarnos con tontuzàs… - cogiendo su cara y plantándole un sonoro beso en la mejilla. Marcos: Cada uno es como es, y punto… Así que vámonos a dar una vuelta que os van a salir raíces… Pepa: Ir vosotros, a mí no me apetece q… - no pudo terminar la frase porque Isa, fuera ya de la cama, tiraba de ella para sacarla de allí. Isa: Tú te vienes sí o sí, que voy a presentarte a un par de amigas que te van a quitar el disgusto este tan tonto que me llevas cara’lante… ----Marcos era el novio de Isa, estaban… ¿Cómo decírtelo sin que suene muy moña? Hechos el uno para el otro… Aunque fuesen dos polos opuestos completamente, si ella era puro optimismo, él era pesimista por naturaleza, todo iba a salir mal según él… Me encantaba verlos discutir, porque era todo un espectáculo, jajajaj… Estudiaba medicina, y gracias a su participación en Médicos sin fronteras, a las lenguas que sabía Isa, al dinero que sacábamos de publicaciones en una revista (yo ilustraba y Marcos escribía una columna), y a las becas que nos daban por las notas, comenzamos a viajar, de aquí para allá, sin parar… Cuando ves el mundo tal y como es, sin máscaras ni historias que lo disfracen de confusión e irreflexión, te das cuenta de lo poco que importan tus propios problemas… Sientes la necesidad que dejarte envolver, de no parar nunca de admirarlo y aferrarte a esa sensación con uñas y dientes… Eso hicimos durante algún tiempo, y lo cierto es que me sirvió para dejarme de tontuzás, como decía Isa…” Silvia se dio cuenta de que hablaba de ellos en pasado en todo momento, como si ya no… Evitó pensarlo y optó seguir escuchando.
Estaba abstraída completamente, su voz y sus palabras solían crear ese efecto… Comprobó sonriendo para si misma que había olvidado el principal motivo por el que estaban ahí sentadas, una vez más, Pepa la había sacado de sus meditaciones absurdas sobre cosas que no tenían sentido ni lógica ninguna… Volvía de nuevo a recorrer los lugares en los que había estado, pero esta vez, acompañada y cogida de la mano, sintiéndose parte de cada una de las historias que le contaba… Pepa: Acabé cansándome de la química, se me daba bien y tenía muy buenas notas, pero me sentía vacía… Aquí donde me ves pude ser toda una científica… - alzando las cejas en un gesto chulesco - … “Dejé la carrera y me fui a un piso al lado de la universidad, para estar cerca de ellos… aunque Isa acabó viniéndose conmigo, y Marcos, que pasaba un montón de tiempo fuera, también vivía con nosotras cuando volvía a Sevilla para descansar… Después… - titubeó un segundo al toparse con la foto de todos sus compañeros de la comisaría, siguió con una sonrisa – Entré en la comisaría sevillana, ambos me apoyaron en todo momento, los comienzos así de golpe y porrazo suelen ser difíciles, pero la verdad es que me lo pasé bien… - pasó las páginas vacías con rapidez, tratando no acordarse de aquello. Llegó a las fotos de la playa… Silvia sintió como su estómago volvía a ahogarse – Esto es el pueblo de los padres de Marcos, en Portugal… Madre mía que rasca que hacía… - Miró con detenimiento las fotos en las que salía con su ex – Supongo que ya sabrás quién es, ¿no? – Silvia afirmó con la cabeza – Silvia… Mírame… - la pelirroja había agachado la cabeza. La morena tuvo que sujetar su barbilla con delicadeza, pero firmemente, para poder mirarla a los ojos – No te voy a negar que no la quisiese, ni que fuese feliz… - Volvió a apartar la mirada, pero Pepa buscó sus ojos, hasta encontrarlos y clavar en ellos su mirada castaña, velada por un halo de tristeza – Pero no puedo comparar, ni de lejos, lo que siento ahora contigo a mi lado… Silvia, por Dios, que me miras y tiemblo como un flan, me rozas y me siento morir, me besas y dejo de respirar… Hace tiempo que esto – señalando su corazón – Late sólo por y para ti, y te lo diré las veces que haga falta, y te lo demostraré de todas las formas posibles… Porque te quiero y te necesito, te amo como nunca he amado a nadie… De hecho, creo que realmente no sabía lo que era el amor hasta que volviste a aparecer tú…” Los ojos de Silvia se empañaron y Pepa sonrió. Con ternura, la morena detuvo con su dedo una lágrima rebelde que recorría su mejilla y acercó su rostro al de ella, hasta dejarlo de a escasos milímetros… La pelirroja sentía que iba a estallar, la sangre por sus venas corría sin control ninguno, acelerando su pulso y agitando su respiración… La besó lentamente, juntando tan sólo sus labios al principio, los saboreó despacio mientras sus brazos se enlazaban en el cuello de Pepa… Hundió sus dedos en su melena rojiza y entreabrió su boca para recibir la de Silvia… El ritual que sus lenguas habían empezado se detuvo minutos después, cuando apoyaron sus frentes, sin dejar de mirarse intensamente… Silvia escrutaba sus ojos marrones con devoción, notando la reacción de su cuerpo ante ellos… Silvia: ¿Q-qué pasó? – dudó, pero finalmente se decidió, tenía que saberlo. Pepa: ¿De verdad lo quieres saber? La pelirroja afirmó con un movimiento de cabeza, convencida de ello, y la apoyó en su hombro, al tiempo que Pepa la besó en el pelo. Pepa: Se rindió… - hizo una pausa para tragar saliva y detener las lágrimas que amenazaban con dejarse ver – Me dijo que me quería mil veces, y yo la creí… Pero no luchó, en realidad creo que nunca lo hizo… Alguien que te hace eso te deja hecha polvo, sin ganas de levantar la cabeza para
enfrentarte a todo lo que habías dejado atrás… A la hora de la verdad le resultó más fácil y cómodo no hacer nada… Casi dos años se esfumaron de su memoria sin ningún remordimiento ni intención de recordarlo… - se le quebró la voz, pero su sonrisa se mantenía intacta, aún con leves tintes de tristeza – Eso es lo que pasó… ------Ambas se quedaron calladas. Silvia asimilaba lo que le acababa de contar, satisfecha por saber lo ocurrido, e inmensamente culpable por habérselo hecho decir. Pepa se sentía de alguna forma, liberada… Prosiguió con las fotos… Pepa: Se prometieron – señalando la foto en la que Marcos se arrodillaba en la playa, no pudo detener las lágrimas que luchaban con todas sus fuerzas por hacer acto de presencia - Pero… No… No se casaron… Levantó la cabeza de su hombro al sentirla llorar, acarició su rostro delicadamente para limpiar los surcos que había creado en el dolor que creía olvidado… Silvia: Pepa… No quiero que estés así, no quiero verte así, no hac… - susurrando. Pepa: No, no, está bien – tratando de sonreír – Ahora no te voy a dejar a medias… “Después de Portugal, Marcos e Isa se fueron a Colombia con Médicos sin Fronteras… yo estaba de mudanza por aquel entonces… A Marcos… - la voz la abandonó para que el dolor tomara la forma de nuevas lágrimas silenciosas – A Marcos lo asesinó la guerrilla colombiana… Aquel día Isa murió con él, nunca más volvió a ser la misma, no volvió a sonreír, su sombra era el silencio, su esencia le fue arrancada a ritmo de metralla, sin piedad… Hicimos un último viaje las dos, la acompañé a Nueva York, quería quedarse a vivir con su hermana… Allí le prometí que, aunque no pudiese estar a su lado físicamente, que no se le olvidara ni un segundo que estaba con ella, en todo momento… Le prometí que sería su sonrisa y su optimismo, le prometí que sería su bastón, su constancia y la mano que tiraría de ella para seguir adelante, porque teníamos que hacerlo. Le prometí que la levantaría, aunque yo ya estuviese tirada en el suelo, que lo haríamos juntas… porque…Marcos lo hubiese querido así… Ambas lo sabíamos y lo hicimos, cada una a su manera y por separado… Lo conseguimos… Este dibujo – sacándolo del álbum – Es el último que hice… No volví a dibujar desde entonces y no creí que volviese a hacerlo… Sencillamente dolía demasiado para intentarlo siquiera… Pero… - volvió a sonreír, a pesar de que sabía que Silvia, a su lado, lloraba silenciosamente – Alguien me ayudó, sin darse cuenta… Esto seguro que no lo has visto…” Con cuidado, terminó de sacarlo, para dejar a la vista otro… Era oscuro, pero brillaba… El cielo nocturno se rendía ante los encantos de las estrellas que lo quemaban lentamente, dos personas estaban tumbadas sobre el capó de un coche… Estaba dibujado como si Pepa se hubiese situado al lado del coche y se hubiese dedicado a hilar con sumo cuidado cada segundo que pasaron allí… Era bonito a rabiar e insuperable. Silvia: Pepa… - completamente emocionada y maravillada.
Pepa: Todo esto – cogiendo el álbum y cerrándolo – Es lo que soy hoy, gracias a esto estoy aquí… Aunque no siempre hiciese lo que debiera o tropezara millones de veces con la misma piedra… Era necesario… No importa el tiempo que haya estado lejos, ni lo que haya hecho, ni las veces que reí o lloré o sencillamente me dejé llevar… No importa, no duelen, al menos no ahora – sonriendo – Porque… estás tú… - calló para mirarla atentamente, evaluando su reacción – Di algo, por Dios… Silvia: Que… Te quiero Pepa, Dios, ¡TE QUIERO! – abrazándola con fuerza – Lo siento, lo siento, perdóname, porque… Pepa: Shhhh… - apartándose para sellar sus labios con su dedo índice – Da igual – sonriendo. Respondió a su sonrisa con la certeza de que todo por fin había acabado, por fin… Las dudas, inseguridades y demás calaña habían desaparecido, esta vez para no volver… Cogió el álbum y lo apartó dejándolo a un lado, sin detenerse, cogió el rostro de Pepa entre sus manos y la besó con aplomo… La necesitaba, necesitaba de sus besos y caricias para demostrárselo… La empujó para tumbarla sobre la alfombra y tenderse sobre ella, sin dejar de besarla con urgencia… Sentía las manos de la morena queriéndose deshacer de su camiseta y se incorporó para que Pepa se la quitase, al tiempo que ella daba cuenta de su chaleco y deslizaba sus manos para llegar al extremo de la suya… Le pidió con la mirada que levantara los brazos para finalmente terminar con el estorbo que suponía… Los pantalones de la morena fueron los siguientes en desaparecer, y cuando ésta peleaba contra el cinturón de la pelirroja, Silvia la detuvo, cogió sus manos y las presionó contra la alfombra por encima de su cabeza… Besando su cuello, comenzó a deslizar sus labios por su piel bronceada… Sus manos hacían lo mismo, recorrían sus brazos erizándole la piel a su paso… El deseo se había hecho con el control, ya no cabía la posibilidad ni forma de parar aquello… Se entregaron durante horas al roce de su piel y al ritual que sus cuerpos conocían y al que se olvidaban. Sintiéndose morir con mayor intensidad a cada segundo, disfrutando del sabor del olor que dejaba huellas con aires de lujuria y pasión… ----Cap.38 (Parte 1-2) Todavía siento sus manos recorriendo cada centímetro de mi piel… El sabor de sus besos quemando mi boca… Su respiración entrecortada al compás de la mía… Duerme bocabajo, abrazando la almohada… Su pelo rojizo cubre gran parte de su espalda… La tengo rodeaba con mis brazos a la altura de la cintura… Los retiro despacio para no despertarla, pero sin dejar de mantener el contacto…
Dejo que el roce con su piel prácticamente perfecta me estremezca… Dios… Hundo mi mano en su pelo… Me enredo en las puntas y las estiro lentamente, sintiendo como acaba esfumándose entre mis dedos, para volver a comenzar… Y es entonces cuando, mis labios celosos del aire que los separa de su piel, deciden poner fin a la distancia… Beso la zona baja de su espalda, y sin retirarlos, asciendo por su columna con suma delicadeza… Recojo su pelo son suavidad y llego a su hombro… Su olor me está matando, me vuelve completamente loca… A mi paso su piel se ha erizado… Ahora las yemas de mis dedos recorren su costado, rematando la faena… Silvia: Dime que me vas a despertar así todas las mañanas… - suspirando, sin abrir los ojos. Pepa: Todas – sonriendo. Mi mano se desliza por su brazo para acabar entrelazándose con sus dedos… Silvia: Y que vas a abrazarme todas las noches… Pepa: Todas… La beso en el cuello y siento cómo reprime un escalofrío… Silvia: Y que no vas a parar nunca… Pepa: Nunca… Inspiro profundamente para respirar lo máximo posible de su fragancia, esa que he intercambiado por oxígeno… Y noto cómo Silvia tampoco lo soporta más y busca mi boca sin abrir los ojos todavía… Nos fundimos en un beso lento y húmedo… Que se va transformando en la pretensión del deseo que hace algunas horas nos dejó agotadas… Y se gira para permitirme situarme sobre ella… Sus manos se pierden en mi espalda, colmándola de caricias y abrazándome para que no quede ni un solo milímetro de separación… Nuestras bocas se separan y ahora sí, abre los ojos lentamente, molesta por los rayos de sol que inciden directamente sobre ella…
Pepa: Buenos días, princesa. Silvia: Buenos días… Mmmmmm…
Pepa: ¿Qué pasa? Silvia: Que podrían ser mejores… ¿no? – sonriendo de esa forma pícara que a mí… Dios, si es que me enciende con una mirada. Respondo a su sonrisa y voy a besarla cuando el despertador decide tomar cartas en el asunto… Pepa: No… - besándola para retenerla. Silvia: Tenemos… que levantarnos… - sus ojos oscuros no dejan de mirarme, indican lo contrario. Pero como la vida es así de simpática, mi móvil termina por corroborar sus palabras. Pepa: Esta me la cobro, que lo sepas… - levantándome para coger el dichoso aparato. Silvia: Anda, tira – riendo y dándome un suave empujón en el hombro. La veo irse al baño mientras me saca la lengua, suspiro y contesto con una sonrisa. Pepa: ¿Sí? Rita: Ay, zagalica, ya era hora… Pepa: ¿Cómo? Rita: Sí… Que os llamado a la princesica y a ti un montón de veces y nada… Si es que parece que no os cansáis nunca, ¿eh? Pepa: Jajajajajjj… ¿Pasa algo? Rita: Sí, que mira, que el señor comisario os quiere tener ya aquí, bueno, te quiere tener aquí ya, algo de los colombianos, que creo que volvemos a la carga… Pepa. Gracias Rita, enseguida vamos. Rita: Dale un besico a la Silvica de mi parte. Pepa: Eso está hecho – riendo. Me meto en el baño, lo mejor será que nos duchemos juntas si queremos llegar a tiempo… ------De camino a la comisaría, la observaba a su lado, pensativa… Sonrió… Pepa: Suéltalo ya. Silvia: ¿Qué? Pepa: Lo que sea que te preocupa, suéltalo, que te está saliendo humo, pelirroha – riendo y señalando su cabeza.
Silvia: Anda, calla – sonriendo – Es que… Pepa: ¿Qué? Silvia: ¿Por qué las has dejado? Las demás las has quitado… - refiriéndose a las fotos de la playa. Pepa: Porque pensé, y pienso, que aquel viaje debería estar al completo, todo, me guste o no… Por ellos – respondió encogiéndose de hombros. La miró con una sonrisa agradecida, contarle todo debió suponerle un gran esfuerzo a la morena, recordarlo de nuevo… Apretó su mano con mayor firmeza y sentenció: Silvia: Algún día iremos a Nueva York – asintiendo con la cabeza, convencida. Pepa no contestó, la sostuvo por la cintura y la besó largamente… -----Los segundos se arrastraban, perezosos y cansados, en las agujas negras del reloj del laboratorio. Estaba sentada sobre la encimera, con un café en la mano y un informe en la otra. Montoya ya tenía el lugar del próximo golpe, aguardaba a que llegase para comunicárselo. Salgado: Silvia… Silvia: ¿Sí? Salgado: ¿Has visto a Rocío hoy? Silvia: Pues la verdad es que no, ya debería estar aquí… Salgado: Voy a buscarla, si la ves dile que tenemos reunión dentro de unos minutos. Hay que empezar a preparar las cosas… Silvia: Claro… La comandante salía cuando la vio a través de la persiana: erguida, seria y decidida… - Silvia, en la que te has metido… Que Rocío es mucha Rocío… - pensó viendo como se alejaba a los vestuarios. Otra cosa captó su atención, sonrió. Pepa: Hooola… - canturreó cerrando. Silvia: Hola – sonriendo. Pepa: Oye, ¿has visto a la amiga? Yo creo que está enfadá… - riendo y situándose entre sus piernas para estar lo más cerca posible de ella. Silvia: Molesta, puede… Enfadada, no lo creo… No la he visto enfadada nunca… - pensativa – Creo que es porque nada le importaba lo suficiente como para tomárselo así… Pepa: Jajajjja… ¿Ahora eres psicóloga?
Silvia: Claro, túmbate en el diván – irónica. Pepa le robó un beso con una sonrisa pícara. Un portazo las sobresaltó, haciendo que la morena se apartase y Silvia bajara de la encimera con cuidado de no tirar el café. En la puerta, con porte altivo, las miraba fijamente. Sus ojos azules chispeaban bajo el flequillo, fulminándolas. Rocío: ¿¡Os lo habéis pasado bien!? Silvia: Rocío… Rocío: Que joder, ¡ya os vale! ¡Me habéis hecho sentir culpable! Pepa: Empezaste tú… - aguantando la risa. Rocío: Ya lo sé. Y que me la jugaseis a mí, vale… ¡Pero a Gonzalo, NO! Silvia: Rocío… Rocío: ¿¡Qué!? ¿¡Qué!? – fuera de control. Silvia: Te gusta de verdad… - dándose cuenta. Rocío: ¿Cómo? No te confundas… Silvia: ¡Te gusta! Rocío: Joder, ¡sí! ¡SÍ! ¡Mierda! – girando sobre si misma para volver a quedarse frente a ellas. Silvia no dejaba de mirarla boquiabierta. Nunca se había puesto así, tan fuera de control… tan vulnerable... Nunca había perdido los estribos, porque todo le resbalaba… Rocío: Silvia, que no soy un putón – la mirada de reproche de la pelirroja le hizo rectificar – Al menos ya no… Pepa: ¿Por qué lo has hecho? Rocío: Porque lo necesitaba. Pepa: ¿El qué? Rocío: ¡Necesitaba saber si la ex de mi mejor amiga está tan jodida como ella! Pepa se puso pálida, mirándola atónita y asimilando con lentitud lo que aquello significaba. Silvia la miró como si le hubiese caído un jarro de agua fría. Pepa: ¿Qué? – con un hilo de voz. Rocío: Sabes cómo es… No mostrará un ápice de debilidad, ni se dejará derrumbar… Lo admitirá y se callará… Pero cuando aprendes a leer su mirada todo es diferente… Me alegro de que Silvia y tú estéis juntas, no lo voy a negar, pero necesitaba saber que tú te has ido, más bien comprobarlo…
Pepa: ¿Por q… Rocío: Tengo que cuidar de ella – encogiéndose de hombros. Se quedaron en silencio. Pepa miraba al suelo mientras apretaba con fuerza la mano de una Silvia que, a su lado, veía cómo la mirada de su novia se teñía de tristeza. Tragó saliva y levantó la vista para clavar sus ojos en los de Silvia, se aferró a la sensación que provocaba la pelirroja en ella… Su corazón se estabilizó por un segundo, para volver a latir acelerado por la presencia de Silvia, como siempre… Una sonrisa tranquilizadora iluminó su rostro, borrando la preocupación de la pelirroja. Rocío: Tengo un problema… - rompiendo el silencio. Silvia: Sorpréndeme… Rocío: Q… que… Pepa: ¡Arranca! Rocío: ¡Que creo que me he enamorado de él! – con una mirada suplicante, queriendo que le negasen que aquello que sentía no era de verdad. Silvia: ¿¡Qué!? – atónita – Pero si os acabáis de conocer… Pepa: Mujer… Yo me enamoré de ti con tres besos, digo yo que alguno más se habrán dado estos… - sonriendo. Silvia: Calla… - dándole un leve codazo, azorada – ¿Quién eres tú y qué has hecho con Rocío?... ¿De verdad? Rocío: ¡Dios! ¡Sí! ¿Te lo deletreo? ¡ME HE ENAMORADO DE GONZALO! Un gesto de Pepa hizo que se diera la vuelta… En el umbral, con los ojos como platos, estaba Montoya… Sin decir nada, le dio los informes que sostenía a la comandante Salgado, que lo seguía. En dos zancadas se plantó frente a la rubia y la besó apasionadamente… Rocío respondió enlazando sus piernas en su cintura y sus brazos en su cuello… D.L.: ¿Pero qué… COJONES!!!!! – viendo la escena tras la Salgado - ¡USTED ES ANORMAL DE PROFUNDIIIIIIIS! ¡Además de descerebrada! ¡Miranda, haga algo! Pepa: ¿Yo? Silvia: ¿Pepa? D.L.: ¡No quiero más despotenciadas en esta comisaría! ¡Navarro, cojones! Rocío se separó de Montoya con esfuerzo, le sonrió antes de encararse al comisario. Rocío: Don Lorenzo, qué poco apasionado es usted…
D.L.: ¡La pasión de mis santos cojones! Gonzalo: Señor comisario, yo… D.L.: ¿Tú? ¿Tú qué? ¡Ganso, más que ganso! ¡Salid de aquí ya, todos, cojones! Disimulando las risas, salieron uno a uno del laboratorio, tenían reunión para informar del caso. Las últimas fueron ellas. Silvia la retuvo por el brazo antes de salir. Silvia: ¿Estás bien? – preocupada. La morena la miró fijamente antes de sonreír, con aquella sonrisa que hacía que la pelirroja se olvidase de todo completamente… Acarició su mejilla y deslizó su mano por su rostro hasta llgar a su barbilla para sostenerla... se inclinó para besarla con dulzura. Pepa: Ahora sí – sin dejar de sonreír cuando se separaron. ----Cap. 39 (Parte 1-2) D.L.: A partir de ahora, los agentes Naranjo, Carrasco, Gallardo, Miranda, Fernández y Montoya dejarán cualquier caso para volcarse de nuevo en el del Café… Paco: ¿Qué Miranda? D.L.: Cojones, Paco, su santísima hermana… y Sarita – revisando los papeles que tenía delante. Rita: Señor comisario… D.L.: ¿Qué? Rita: ¿Y los demás? También estuvimos la última vez… Gonzalo: Espera un segundo, Rita…
Montoya se giró para señalar una foto que acababa de aparecer. Un edificio majestuoso se levantaba sobre una calle concurrida de gente. Ajeno al modernismo del siglo XXI, la fachada antigua hacía gala de elegancia suprema, un enorme palacio en toda regla… Gonzalo: La Ópera Garnier. Silvia: París… - murmuró para que sólo Pepa, a su lado, la escuchara. Gonzalo: El próximo golpe se efectuará en el Palacio Garnier, en París… Fue interrumpido por un murmullo creciente de expectación y admiración ante las imágenes que se intercalaban en la pantalla…
Gonzalo: Por favor… Este operativo va a ser diferente a cuantos hemos hecho hasta ahora… Rita, a tu pregunta, los agentes que participarán en el caso tendrán que mudarse unos meses a Francia, por eso hemos escogido aquellos que tienen más “soltura”… Kike: ¿Por qué tenemos que irnos? La policía francesa puede encargarse de esto… Gonzalo: El caso es nuestro, y aunque por supuesto podrían encargarse de esto ellos, no tienen por dónde cogerlo si la comisaría de Sevilla y ésta no colaboran. D.L.: La subinspectora Navarro volverá mañana a Sevilla para explicar el caso, aunque su comisario ya tiene las pautas y la información… El lunes, el equipo sevillano se instalará en esta comisaría por unos días para esclarecer lo que quede sin resolver… Después tendrán que irse a París… Gonzalo: Contamos con cuatro agentes de allí según nos ha comunicado el comisario, bajo el mando de la inspectora Almeida – Pepa se puso tensa en la silla - Más los ocho de aquí, bajo mi mando, y el equipo francés al que nos uniremos al llegar. Kike: ¿Vamos a meternos en la comisaría francesa? Gonzalo: Sí. Curtis: ¡No jodas! Que yo no sé hablar francés… Las risas por parte de algunos incrementaron tanto el interés acerca de lo que se avecinaba, como el tamaño de la yugular del comisario… escuchaban cada palabra con sumo detenimiento. D.L.: ¡Naranjo, cojones! Hable con propiedad y serénese, que no está en el patio de su casa. Gonzalo: Trabajaremos con personas que conozcan el español, pero de todas formas… Silvia, tú sabes hablar francés, ¿no? Silvia: Sí… - Pepa la miró sorprendida. Gonzalo: Sara, Kike y yo también, así que con eso debería bastar. Paco: ¿Pero que se van? D.L.: Sí, Paco, sí… Paco: Mi niña… - sacando el pañuelo. Pepa: No te acuerdes de tu hermana, Paquito, no sea que te algo – riendo. Silvia le dio un codazo para que se callara. Las caras de Don Lorenzo y Montoya lo requerían sin admitir protestas… Gonzalo: Bueno, pues cuando lleguen de Sevilla comenzaremos a montar el operativo, a organizarnos y a hacer los grupos… Y si alguien no quiere ir… pues se intentará hacer algo, pero vamos, lo veo difícil… Curtis, Kike, Aitor, Lucas, Sara, Pepa y Silvia, la comandante Salgado os pondrá al corriente del resto, así que ya está… Pepa: ¿El CNI no va a participar?
Salgado: No, mi trabajo sólo era encontrar algo a lo que aferrarse, no formar parte del operativo… --Rocío: Pues esta tarde podríamos ir a despedirnos… - recogiendo sus cosas del laboratorio. Silvia: ¿Qué? Rocío: Me voy mañana… ¿No te da ni un poco de pena? Pues vaya amiga que tengo – poniendo morritos y cruzándose de brazos. Silvia: Jajajj… Idiota… Oye… Rocío: ¿Sí? Silvia: ¿Cómo es? Rocío: ¿Sigues dándole vueltas a eso? Silvia: Sabes que sí… Rocío: Pueeeeeees… En la comisaría se la conoce como la mujer de hielo, así que supongo que algo en común tenéis… - la mirada de pelirroja le borró la sonrisa – Perdona… A ver… A pesar de ser muy distante, y cuando digo muy es que es muchísimo, se lleva bien con todos, la respetan y es buena policía, responsable, leal y todo eso – haciendo aspavientos – Pero… Es muy fría, con todo el mundo… Casi nunca sonríe, y si lo hace es a personas muy especiales para ella… Tiene un carácter muy cerrado y extraño, se cubre con cientos y cientos de armaduras. Lo cierto es que creo que aparte de mí, la única que realmente la conoce es… Silvia: Pepa. Rocío: Sí… Hija, cambia esa cara, que no es para tanto, que Pepa te quiere a ti y punto. Además, ya tendrás tiempo de conocerla, lo que no sé es si será para bien o para mal – torciendo el gesto – Anda, vámonos que nos están esperando… La empujó a trompicones hasta la puerta de la comisaría, donde esperaban Pepa, Rita, Concha y Lola. Silvia: ¿Lola? – sonriendo. Concha: Que me han dicho que nos vamos por ahí de fiesta, ¿no? – agarrándose a Rita y a Lola – ¡Y éstas están más mustias que toas las cosas! Rocío: ¡Oh, Dios! ¡Qué puntazo de mujer! ¡Vámonos de fiesta! Pepa: Ya lo que me faltaba… Chééé… - reteniéndola por el brazo y mirándola amenazante – Tírale los trastos a mi madre y te saco la mágnum – en un susurro. Rocío le guiñó un ojo y fue a cogerse del brazo de Rita. Rita: Bueno, ¿qué? ¿Dónde vamos? Rocío: Yo tengo que comprarme ropa antes de irnos de marcha, que ya que estoy en Madrid aprovecho…
Concha: Pues vamos, que yo tengo que encontrar todavía una tienda… - tirando de las demás y comenzando el camino. -----Se metieron en el primer centro comercial que pillaron para no perder tiempo… Le dieron vuelta y media revolucionando todo lo que pudieron y más, y continuaron… Y aquello fueron carreras de aquí para allá. Porque teniendo al mando a Concha y a Rocío la tarde no tenía timón, ni control, ni intención o pretensión de tenerlo… Y Rita encontró una tienda de peluches… Y salió con todo lo que una Lola perpleja podía cargar… Y Rocío se dedicó a coquetear con todos y todas que pasaban por su lado. Porque supuestamente ya no era ningún putón… Y Pepa casi apalea con la mágnum a un maromo que intentó ligar con Silvia… Y Concha encontró su ansiado y buscado sers-shop… Y Silvia se convirtió en el Pepito Grillo de una rubia desaforada e incansable… Y aquella vez, SÍ dieron cuenta de los probadores… Y Rocío abrió la cortina gritando a los cuatro vientos que aquello no era ningún picadero, que qué poca vergüenza tenían algunas… Y se inflaron a tickets de cuentas y estallidos de risas… Y buscaron preocupadas a unas Concha y Rocío desatadas que decidieron que gritarles “piropos” a los guardias era una buena forma de pasar el rato… Y tuvieron que ejercer de Hulk por unas horas para sacar del ascensor a Rita y a Lola, que tranquilamente esperaban su rescate mientras comentaban las propiedades nunca vistas de los calzoncillos de Paco y Povedilla… Y se hartaron a pedir sosiego, no concedido… Porque tenían que aprovechar el tiempo… Y subieron y bajaron escaleras entre caricias y escapadas… y pilladas… Y para cuando quisieron darse cuenta, más de la mitad de las tiendas estaban cerradas y claro… Concha sin comprar ropa picante no se iba a ir… Y Lola y Rita tampoco… Y acabaron agotadas pero con ganas de terminar el día con olor a discoteca… Y bailaron, bailaron, y bailaron…
Y Rita acabó entre dos hombres así morenazos y altos y fuertes de esos que saben cogerte en brazos… Y es que el alcohol es maaaalo, explicaba una Concha feliz antes de cantar: Yo no te pido que me traigas flooooreeeeees… Y el ambiente acabó por corromper su voluntad entre los mojitos triturados y bien triturados de la rubia… Y su sonrisa fue un imán para un problema de dos metros de alto llamado Javier… Que Pepa se encargó de despachar… Y a las dos de la mañana seguían perdiéndose en la mirada de la otra… Y se dejaron llevar… Porque qué más da… -----------Rocío: Diooooooooosssssss… Jajajajajajjj… Yo tengo que venir más a Madrizzzz… - saliendo a trompicones del bar. Concha: Rocíoooooooo, hermosaaaa… Jajajajjj… ¡Ven p’acà! ¡Qué aún nos queda la mitad de la cancióóóóón…! - yendo detrás. Rita: Buff… Lola… ¿Has visto, has visto? Ya podría mi JoseLu hacer esas cosicas… Esas así de pimba-pimba – repitiendo el movimiento junto a Lola. Lola: ¿Qué dices, Rita? Calla, anda, calla – cogiéndola del brazo y saliendo también. Pepa: Mañana alguna se acordará de esto… - riendo. Silvia: Pues tú no lo digas muy alto que vas fina… Pepa: ¿Divina? Ya lo sé, pelirroha, ya lo sé – levantando una ceja. Silvia: Qué boba… - sonriendo y negando con la cabeza. Pepa: Anda, vamos, que nos dejan atrás… - pasando su brazo por su cintura y siguiéndolas. Porque abrazadas y dirigiendo la procesión, Rocío y Concha gritaban que eran libres como el sol cuando amanece, libres… Llegó el momento de que cada una se fuese por su lado, momento de las despedidas… Concha: Aaaaayyyy… Vuelve prontooo, que a mí me da un no sé qué de quedarme sin compañera de marcha… Rocío: ¡Oh, Dios! ¡Este es un momento “Up in arms”! – saltando y sacando el móvil – ¡Ven aquí Concha! – pasó su brazo sobre los hombros de la mujer y comenzó a cantar, desafinando a más no poder - ¡¡Algüais comin bac ai canot forguet yu guerrrrrrrrlll…!! Pepa: Madre mía cómo está el patio… Silvia: Jajajajj… ¡Rocío!
Rocío: Yaaaaaaa… - soltando a Concha y plantándole un pico – Nos veremos pronto, chata – guiñándole un ojo. Pepa: ¡Yo te mato! Silvia: Sosiega, Pepa – sujetándola del brazo. Rocío: ¡Silvia! Que siempre estaré esperándote, lo sabes, ¿no? Que cuando te canses de Pepa, ya sabes… - dándole dos besos. Silvia: El lunes cuando vuelvas se lo dices a ella serenamente, a ver qué te dice… - intentando aguantar la risa. Rocío: ¡Pepa! Yo lo siento mucho… peeeeero… Lo nuestro era un amor imposible – encogiéndose de hombros. Pepa: Te voy a dar yo amor imposible – apretando los dientes. Rocío: Ah, otra cosa – como si hubiese recuperado la seriedad de repente – El lunes volveré, pero no lo voy a hacer sola… Ella va a venir y vas a tener que volver a verla… Pepa, te quiere… murmurando para que sólo la morena pudiese oírla. Pepa: Vete… - frunciendo el ceño y cuadrando la mandíbula. No se esperó que Rocío le plantara un beso en los labios, como tampoco lo esperaba Silvia, que se llevó otro antes de la rubia se marchase canturreando el resto de la canción de Foo Fighters. Concha: Pues yo me he quedao con ganas de más maromo, ¿verdad, Rita? -------Cap. 40 (Parte 1-2)
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Y es que el tiempo pasa, lo quieras o no, y a veces no disfrutar de cada segundo es sentenciar algo que no puedes controlar, que te supera con creces… y resignarte y aguantar es una opción a la que no puedes optar, porque duele demasiado. La ironía de una sonrisa te saluda por las mañanas, y tú… ¿tú qué? Aguardas una señal, esperas que algo tire de ti para plantarle cara a lo que has hecho y has sido… Porque nadie piensa encontrarse con su pasado un lunes por la mañana, ni afrontar lo que ello conlleva.
El tiempo tiende a poner del revés las cosas: agota las horas en cuestión de segundos lo que dura un beso, pero, una mirada se hace eterna en comparación a lo que nos gustaría que fuese... ¿Podría cambiar algún día? Podría buscar la respuesta precisa, no la correcta, sino aquella que se envuelve entre suspiros helados… Machado decía que los atajos no son más que mentiras, mentiras y más mentiras… ¿Y si ser un engaño es la respuesta? No sé, no sé… La frustración puede ser una buena amiga. Y es que el tiempo pasa, lo quieras o no, y a veces no disfrutar de cada segundo es sentenciar algo que no puedes controlar, que te supera con creces… Y volver hacia atrás para coger carrerilla con fuerza y determinación… Es una buena solución.
----------Pepa: ¡¡Nos vamos a París, princesa!! – saltando de repente en medio de la calle, presa de una excitación considerable. Silvia: Me sorprendería más si no lo hubieses dicho cada tres segundos durante todo el fin de semana… - riendo. Pepa: Pues menuda emoción llevas tú encima, pelirroha – negando con la cabeza. Silvia entrecerró los ojos y la miró amenazante… Pepa se encogió de hombros con una sonrisa y siguió caminando. Iban a la comisaría para afrontar los nuevos datos del caso, los nuevos compañeros, los nuevos grupos, y la nueva realidad que, francamente, no pintaba nada mal a pesar de algún que otro contra… Llegaron a la entrada, pero un grito desde algún lugar de la calle las detuvo. Mujer: ¡¡¡¡ESPÁRRAGO!!!! La morena dio un respingo y se giró gritando. Pepa: ¡¡¡PAULOBA!!!! Mujer: ¡¡Que te jodan!! ¡¡Odio que me llames así!! Pepa: ¡Jajajajj! ¿¡Por qué crees que te lo llamo!? – abriendo los brazos.
La pelirroja miraba el espectáculo de gritos que habían montado en poco tiempo con los ojos como platos. Por la acera se acercaban dos personas: un hombre alto y atractivo, el pelo de color azul oscuro, al igual que sus ojos… su aspecto era intimidante, aunque le confería una apariencia bonachona… lo reconoció al instante, le sorprendió verlo, no sabía que estuviese trabajando de policía… Su piel era bronceada, contrastaba con su irresistible y estudiada sonrisa Colgate… Sus facciones marcadas… Se descubrió admirando de nuevo su atractivo y sacudió la cabeza sonriendo para ella misma; la mujer que se había puesto a gritar corría hacia Pepa con una sonrisa… era de mediana estatura, como Rocío y ella, su corta melena rizada ondeaba por el ritmo que llevaba… Sus ojos castaños se habían achinado por la exultante sonrisa que exhibía… Era de tez pálida y rasgos definidos, una belleza… Saltó a los brazos de Pepa aferrando su cuello con fuerza. La morena giró sobre sí misma hasta que la dejó de nuevo en el suelo, la mujer aprovechó para darle un pico. Silvia frunció el ceño y la fulminó con la mirada. Pepa: Paula, tía, córtate… Paula: ¿Eh, qué? – reparando en la pelirroja - ¡Hola! Yo soy Paula – dándole un pico a ella también. Pepa: No te pases ni un pelo – tirando de ella para alejarla de Silvia. Paula: Oh… - comprendiendo - ¿Tú eres su pelirroja? Joder, Pepa, está más buena de lo que decía Rocío… - Silvia se puso colorada al instante, bajo la mirada divertida de Pepa – Que cada vez te las buscas mejores… Yo fui la número veint… - no pudo terminar porque una mano le tapó la boca por detrás. Hombre: Perdonadla, tiene incontinencia verbal… - sonriendo. Su voz era grave, e irremediablemente seductora. Pepa: ¡¡Pitufo!! – sonriendo feliz. Hombre: ¡Enana! – abrazándola y dándole un tierno beso en la frente. Era muy alto y de complexión atlética, le sacaba casi una cabeza a Pepa - ¿No sabes hacer nada sola o qué? Que tenemos que venir a echarte una mano… Cuando se separaron seguía teniendo su brazo alrededor de la cintura de Pepa. Hombre: Sil… ¿¡Silvia!? – abriendo sus ojos azules al máximo, sorprendido. Silvia: Hola, Álvaro – sonriendo. Pepa: ¡Eh, eh! ¿Qué es esto? – mirándolos alternativamente, confundida - ¿De qué conoces tú a Silvia? Álvaro: Pueeeees… Digamos que he pasado varias noches en su casa – riendo. Pepa: ¿Qué? – con un hilo de voz. Silvia: Pepa, Álvaro es el hermano de Rocío… Álvaro: Exacto – dándole dos besos a Silvia.
Pero a Pepa aquella familiaridad no le gustó nada, al igual que a Silvia las confianzas de Paula… Pepa: Estás hecha toda una mujercita, ¿eh? – a Álvaro, riendo mientras entraban. Álvaro: Aquí me ves, de niñera… Porque a ver quién deja solas al dúo dinámico, que la que no líen las dos no la lía nadie… – refiriéndose a su hermana y señalando a Paula, que iba delante sin saber muy bien por donde ir. Paula: Es que hemos ío a tomar algo fuera, que esto está como muy enclaustrao, ¿no?... No sé dónde me he dejao a Rocío… Álvaro: Nosotros nos vamos para arriba ya, que hay reunión, ahora nos vemos – despidiéndose de ellas con un guiño. Pepa se quedó mirando a Silvia, que a su vez veía cómo se alejaban. Silvia: ¿La veintiqué? – una vez estuvieron cara a cara. Pepa: Pelirroha, yo… - sin saber muy bien qué decirle. Silvia: Pepa, me da igual. Pepa: ¿Qué? Silvia: Anda, vamos – sonriendo y tendiendo su mano para que se la cogiera. -----El revuelo le impidió observar con detenimiento a la gente que había en la sala, pero una vez sentadas, se puso a ello. En el estrado, una fila de sillas recogía a los cuatro agentes sevillanos, a Montoya y a la comandante Salgado. La primera era Rocío, con su particular forma de sentarse… Sus miradas coincidieron, y como la primera vez, la rubia saludó con una pequeña sonrisa seguida de un movimiento con la mano hacia donde estaban Pepa y ella. A su lado, Paula seguida por Álvaro y Montoya… Y entre los dos hombres… La reconoció al instante, aquella mujer besaba a Pepa en una playa portuguesa, aquella mujer reía subida en su espalda, a pesar de no sonreír nunca… Se le encogió el estómago, a su lado, Pepa le apretó con fuerza la mano buscando apoyo. Se giró para mirarle a la cara y la vio tensa, con la mandíbula apretada y sin apartar la vista de la inspectora que se levantaba para hablar… Siguió la mirada de la morena y la examinó de arriba a bajo: delgada y alta, a caballo entre la estatura de Pepa y la de Silvia… El jersey verde oscuro de cuello de cisne resaltaba su bien proporcionada figura, al igual que los vaqueros ceñidos complementados por unas botas oscuras… Verdes también, sus impresionantes ojos. A la pelirroja se le antojaron como un muro de piedra gris carcomida por la hiedra… Tuvo que reconocer, no sin desagrado, que eran preciosos… Su melena, larga y negra, caía sobre sus erguidos hombros formando amplias y suaves ondas. Enmarcaba un rostro despejado de dolorosa y frágil belleza. Sus rasgos delicados
constituían esa impresión, la de una piel con aires de porcelana perfecta… Admitió a regañadientes para su interior que el físico de la maldita inspectora era espectacular… Daba los datos y mostraba las razones por las cuáles estaban allí con soltura. Su voz era suave acorde a su aspecto, con un deje de seducción inconsciente, que ni a Silvia ni al gremio masculino le pasaba desapercibido. Comprobó cómo a los tres minutos de comenzar a hablar, tenía a todos los hombres a sus pies… Suspiró contrariada. Cuando terminó de hablar se sentó y Montoya ocupó su lugar. Gonzalo: El día del golpe es el 4 de Febrero, a las 23:47. Esa noche se celebra en el Palacio un baile ambientado en la Venecia del siglo XVIII. Necesitamos tener ese salón completamente bajo control, tanto por el personal infiltrado como el seguimiento. Falta más de mes y medio, pero no se nos puede escapar nada – se giró para señalar una imagen – Esta foto fue tomada el domingo por la mañana por la policía francesa, ya están allí… En la foto se observaban a dos personas, a una ya la conocían, era el jefe de la banda; la otra, con sus tres principales ayudantes muertos, pensaron que sería un nuevo fichaje. Gonzalo: El vuelo está programado para el jueves a las 12, llegaremos allí e iremos a la comisaría, para empezar el viernes… D.L.: María José y Sara Miranda: seguiréis la pista de este tipo, lo necesitamos todo. Las subinspectoras Casanova y Navarro; infiltradas como camareras, tanto el día del baile como los días anteriores. Fernández, Carrasco y Navarro: agentes de seguridad, al igual que ellas, los días anteriores y el día del baile. Montoya y Castro: estaréis infiltrados en el baile como dos invitados de la alta sociedad española. Almeida, Naranjo y Gallardo: la vigilancia. Gonzalo: En la comisaría francesa se incorporarán más agentes para reforzar el operativo. Pero a lo que nuestra organización se refiere, todo solucionado. Durante estos días ataremos cabos sueltos para presentar el caso en Francia lo más redondo posible, ¿de acuerdo? El asentimiento general provocó los pies en polvorosa de los presentes. Curtis: Joder, Carrasco, ¿has visto? Como todas las de la comisaría de Sevilla sean así, me pido el traslado… Paula: Di que sí, que nos faltan machos ibéricos – que iba detrás y los oyó. Kike: Perdone, señorita, es que mi compañero está un poco salido… Paula: Entonces es de los nuestros, no te preocupes… - pasando el brazo sobre los hombros de Rocío, que corroboraba la moción. Curtis: No jodas que tú también eres bollera… Paula: Yo soy lo que tú quieras, guapo – guiñándole un ojo y yéndose con su compañera. Curtis: Joder, joder, joder… - abriendo la boca.
Rita: ¡Chiquilinas! – acercándose a ellas al ver que salían - ¿Quién es ese nuevo de los pelos raros? Pepa: Jajajj… Es Álvaro, el hermano de Rocío… Rita: Pues sí se parecen… - haciendo gestos con las manos – Así boniquillos los dos… ¿Tiene novia o algo? Silvia: ¡Rita! Rita: Oyyyssshhh… Si yo lo decía porque se viniera un día de fiesta, que como tenga el mismo saque que la hermana, lo vamos a pasar bien… Jajajaj… - mientras se alejaba recordando la noche del viernes. Silvia: Anda que… - negando con la cabeza y viendo hacia Pepa, que mirada cómo se estaba acercando… Llegó a la altura de las chicas. Silvia reprimió un escalofrío al encontrarse con su mirada grisácea. Nunca se había topado con semejante frialdad, su sola presencia transmitía indiferencia impregnada de cierto misterio… Pero no era la única: Pepa había endurecido de igual manera su mirada, confiriéndole un halo de rotunda intensidad y desgana. No le gustaban aquellos ojos en la morena: se tragaban la luz que los caracterizaba bajo una muralla de acero castaño… Por un instante, parecía otra persona… Se retaban en silencio. La pelirroja no acaba de saber a ciencia cierta el significado de aquello, pues era indescifrable… Inspectora: Hola, Pepa… Pepa: Hola… - mirando a Silvia – Silvia, te presento a Leo… Silvia: Hola… - lo cierto es que la mujer imponía. Leo: Tengo que ir con Álvaro, Paula y Rocío, nos vemos luego… - fijando su vista en la pelirroja – Encantada de conocerte… Se alejó y Pepa tragó saliva, aliviada. El resto del día pasó sin que volviera a verla, aquello le puso de buen humor. Si pensaba Leo que iba a sentirse mal por su regreso estaba equivocada, porque ella era Pepa Miranda… y tenía las cosas claras… O eso pensaba… Silvia hacía rato que se había ido, pero la morena aún tenía que darle unos informes a su superiora en aquel caso. Entró en el laboratorio, y allí, de espaldas, estaba la persona que había querido evitar durante todo el día. Leo: Evitándome no vas a conseguir nada, Pepa – dándose la vuelta y apoyándose en la encimera mientras se cruzaba de brazos. Pepa: No te evito…
Leo: No nací ayer. Pepa: No te entiendo, Leo, te juro que lo intento pero no puedo. Leo: No pretendo que lo hagas y lo sabes. Pepa: Rocío dice que sigues queriéndome – cansada de dar rodeos. Leo: No deberías creer todo lo que dice Rocío, mucho menos borracha. Pepa: ¿Por qué estás aquí? Leo: Porque nadie podía venir en mi lugar. Pepa: No quiero verte… - en un susurro. Leo: Esto me hace la misma gracia que a ti, pero vas a tener que acostumbrarte porque a partir de ahora me vas a ver todos los santos días. Se miraron largamente, sin abrir la boca. Se conocían lo suficientemente bien como para andarse con explicaciones. Finalmente, Pepa dejó el informe en la mesa, agachó la cabeza tras mirarla a los ojos, y lentamente, salió del laboratorio. Con la sensación de que nada bueno podía presagiar en su cabeza la llegada de Leo. -----Cap. 41 (Parte 1-4) Flashback 1-2 Unos cuantos años antes… Salió de la biblioteca de la universidad y se paró en la puerta. Respiró profundamente. Le costaba acostumbrarse a la ausencia del olor a salitre, del olor de Huelva… Llevaba ya tiempo en Madrid, pero no podía evitar echarlo de menos. Sonreía ante la idea de que aquello pareció una estampida: Paco, Lola y Sarita se mudaron a Madrid, al igual que ella y su padre. Por otra parte, los padres de Paco se separaron, de él no sabía nada, pero Concha se mudó a Sevilla para estar cerca de su hija, de Pepa, aunque la morena no lo supiese hasta más tarde… La carga de libros que llevaba en los brazos se hacía notar, así que emprendió la marcha hacia su piso. Acababan de terminar los exámenes, pero ella había aprovechado la tarde para adelantar todo lo posible y así disfrutar de unas vacaciones que se presentaban como un soplo de aire fresco. No llegó ni a la calle, cuando un coche se paró enfrente y un chaval bajó la ventanilla gritando su nombre con una sonrisa. Se acercó hasta él. Álvaro: Hola, Silvia… ¿Has visto a mi hermana?
Silvia: Hola… Pueeees, estará en casa, supongo… Álvaro: Sube, que te llevo. Se sentó a su lado y Álvaro pisó el acelerador. Las recogía muchas veces a la salida de las clases. Álvaro era un buenazo, dispuesto a ayudar siempre y un gran amigo. Su carácter era algo diferente al de la loca de su hermana, aunque el salero les venía de familia. No hablaba mucho pero era muy simpático, tranquilo, responsable, centrado, con los pies en el suelo… El hermano mayor, y como tal, protector con Rocío, y por extensión, con la pelirroja. Estaba terminando la carrera de criminalística. Álvaro: Ya estamos – saliendo del coche y abriéndole la puerta a Silvia – Trae esto, que vas a perder los libros por el camino – cogiéndoselos con una sonrisa. Silvia: Gracias. Álvaro: Habéis terminado ya los exámenes, ¿no? – cuando entraban al ascensor. Silvia: Sí, pero quería aprovechar. Álvaro: Para variar… - haciéndole una mueca. Silvia: Tú haces lo mismo, listo – sacándole la lengua. Álvaro: Ya… - riendo. Su forma de ser era el interior de un físico, que francamente, atraía. Muchas en su clase suspiraban por el hermano mayor de la rubia. Alto, delgado y fornido. Pelo corto y muy rubio, aunque lo tenía teñido de negro azabache. Sus ojos azules eran más oscuros que los de Rocío, al igual que su piel, que le confería un bronceado veraniego constante. Era consciente del efecto que provocaba en las mujeres, pero lo cierto es que era muy tímido en aquel aspecto, no como su hermana… Siempre se lo recriminaba entre risas a las que Silvia se unía divertida. Solía pasar muchas noches de estudio con ellas, ya fuese ayudándolas o estudiando él. A pesar del aspecto despreocupado y olvidadizo de Rocío, tenía claras sus obligaciones y sacaba buenas notas. Álvaro: No jodas que ya te ha vuelto a liar… - nada más salir de ascensor. Silvia: Eso parece… Ya en el rellano se escuchaba la música que salía del piso. Probablemente había montado una fiesta para celebrar el principio de las vacaciones… Lo bueno es que siempre se encargaba ella de recoger, Silvia nunca tuvo que limpiar los restos de las noches que Rocío organizaba… Entraron y se encontraron una especie de orgía de gritos y bailes y cantos desafinados… Rocío: ¡Silvia! – corriendo hacia ella – Hola, estúpido. Álvaro: Hola, mema. Silvia: Bueno, ya… - siempre andaban igual - ¿Qué haces?
Rocío: ¡Que ya hemos acabado los exámenes! – pasando el brazo sobre sus hombros – Diviértete un poco, que tienes una cara de pizarra desgastá de la leche… Por un día podríais intentar pasarlo bien, siesos, más que siesos… Que tenéis menos alegría que la vida sexual de una ameba…¡Los dos! A ver si le dais un poco de vida al cuerpo… Se notaba que el alcohol comenzaba a hacer efecto, porque le costaba coordinar las palabras y se reía por cualquier cosa. Y así, entre risas y gritos a los que estaban detrás, les dio una botella y se alejó bailoteando. Álvaro: ¿Dejo esto en tu habitación? – señalando los libros. Silvia: Sí, voy contigo. Cerraron la puerta tras ellos, si a Silvia no le gustaba la fiesta, a Álvaro menos… Pero Rocío, por una vez, tenía algo de razón. Así que decidieron dar cuenta de la botella y salir al salón, donde la rubia intentaba exprimir queso en la tostadora… -----No se separaron en toda la noche, ríete tú del vecino del cuarto que se ha puesto a bailar la conga, que si ahora baila esto e intenta lo otro… Una cosa llevó a la otra, y cuando se cansaron, volvieron a la habitación de la pelirroja y acabaron sentados en el suelo, uno al lado del otro, con la espalda apoyada en la cama y la botella entre los dos.
Álvaro: Madre… mía, pelirroja, no sabía que le tirabas tú a esto de esta manera… - cerrando los ojos y llevándose la mano a las sienes. Silvia: Shhhhhh… Calla, calla, que tu voz ahora parece la del… coño, no me acuerdo… Álvaro: Jajajajjj… Además de borracha malhablada… Silvia: Yooooo… no soy… maaaaalhablada – tono de cogorza importante. Álvaro: No, y yo soy Papá Pitufo, noooo… te jode… - con el mismo tono en inclinándose sobre ella. Silvia: Pueeees… - apartándose un poco para cogerle la cara por la barbilla y girársela enérgicamente – Así un poco de refilón… Álvaro: ¡Y tú Pepperann! Silvia: ¡Hostia, espera! – levantándose y buscando algo en el cajón de su mesilla – Ahora sí – poniéndose unas gafas viejas de su padre. Álvaro: Jajajajjajajjaj… Tengo que hacerte una foto… Silvia: Shhhhh… Quieto ahí Sheriff… Queeeee… tenemos… que hacer algo con ese pelo… saliendo de la habitación para volver a los tres segundos con un spray azul.
Álvaro: ¿Qué haces? Silvia: Shhhhhhh… Mira, mira… - poniéndose a horcajadas sobre sus piernas y cerrándole los ojos – Vaaaaamos a convertirte… en Papá Pitufo… - impregnando su pelo con el spray.
Cuando acabó miró su creación con detenimiento, algo mal porque con las gafas de Don Lorenzo no veía nada… Sonrió satisfecha…
Silvia: Así estás… máááás… guapo… Álvaro: Jajajajjjaj… Como esté igual… de guapo que tú con esas gafas… creo… que voy apañao… Silvia: ¡Oye! Esssssssso… no se le dice a una dama… - negando con la cabeza. Álvaro: ¿Y quéééé… se le dice a una… dama? Silvia: Que está preciossssssaaaa… y guapííííííssssima… Álvaro: Pues estás… preciosa…, guapísima,… radiante…, increíble…, deslumbrante…, espectacular… Silvia: Tam… tampoco hay… que pasarse…
Con la tontería, sin darse cuenta, sus bocas estaban a escasos milímetros. Se miraron intensamente, bueno, él a ella, porque a Silvia se le hacía imposible distinguir nada tras los gruesos cristales… Y lentamente, rodeó su espalda con sus brazos para atraerla hacia él… Ella se dejó hacer, inclinándose más… Cuando sus bocas entraron en contacto ya no pensaron nada más, porque la castaña que llevaban decidía por sí sola… ---Sintió que la cabeza le estallaba, miles de martillos la usaban de pared para desahogarse… Silvia: Dios…. – pasándose la mano por el pelo e incorporándose - ¿Qué…? No terminó la frase porque se quedó atónita mirando su habitación, pero sobre todo, al hombre que dormía bocabajo a su lado, completamente desnudo… La ropa esparcida por el suelo era la única testigo de lo que pasó la noche anterior… Su mirada recorrió la musculosa espalda de su acompañante hasta llegar a su cabeza, que no sabía por qué, pero era de color azul…
Rocío: Cuando os dije que le dierais un poco de vida al cuerpo no me refería a “esto” – desde el umbral de la puerta. Silvia: Rocío… - que no se había dado cuenta que estaba ahí – Yo… te juro que… Rocío: Ts, ts, ts… - haciendo un gesto con la mano mientras sonreía – No soy quién para decirte qué hacer con tu vida… Pero tía, verle el culo a mi hermano de buena mañana no es una visión, que sinceramente, me agrade… Sonrió divertida y se levantó cubriéndose con la sábana. Cerró la puerta tras de sí, dejando dormido todavía al hermano de la rubia. Al salir se dio cuenta de que todo estaba perfectamente recogido y Silvia: ¿Qué hora es? Rocío: Las doce… Silvia: Buuuffff… Dentro de una hora pasa mi padre a recogerme… Rocío: Le digo que te encuentras mal y rematas la faena de anoche – guiñándole un ojo. Silvia: ¡Rocío! Que es tu hermano… Álvaro: Supongo que ese soy yo… - saliendo de la habitación de Silvia mientras terminaba de vestirse poniéndose la camiseta. Rocío: No, el fantasma del abuelo Perico… Álvaro: ¿Pero ese señor no está vivo todavía? Rocío: Qué más da… - tendiéndole un café a la pelirroja. Álvaro: Esto… yo… Será mejor que me vaya… - mirando a Silvia – Luego hablamos… - se inclinó posando un suave beso en su frente. Rocío: ¡Péinate! – cuando cerraba la puerta. Hablaron y dejaron las cosas claras, aquello no había significado nada para ninguno de los dos, con lo que retomaron su anterior relación sin mucho esfuerzo. Pero, lo que seguía teniendo algo confusa a la pelirroja es el por qué se había teñido finalmente el pelo de azul oscuro… Tras terminar el curso, se despidió de ellas porque había conseguido trabajo en Sevilla, por fin. Álvaro: Bueno, pelirroja. Espero verte pronto – sonriendo. Silvia: Se me va a hacer raro que no verte todos los días… Álvaro: Sé que en el fondo sigues enamorada de mí – riendo. Silvia: Y tú de mí, no lo niegues – dándole un manotazo en el abdomen. Álvaro: Jajajajj… Anda, ven – rodeándola con los brazos.
Silvia apoyó la cabeza en su pecho y se dejó abrazar por su enorme cuerpo. Cuando se separaron, antes de que se fuera se lo preguntó. Silvia: Álvaro… Álvaro: Dime. Silvia: ¿Por qué…? ¿Por qué te lo has dejado azul? Álvaro: Jajajajjj… Mucho has tardado tú en preguntarlo… Silvia: En serio, dímelo. Álvaro: Porque ligo más – guiñándole un ojo y alejándose. Sonrió antes de subir a su piso junto a Rocío para preparar las vacaciones de verano. Sin imaginarse, ni por asomo, que aquella noche probablemente terminaría estallándole en las manos… -----Flashback (2-2) Algún tiempo (tirando a bastante) después… Policía: Pase por aquí y espere a que se le asigne un superior… Pepa: De acuerdo. Se quedó junto a una mesa aguardando. De repente la vio. Hablaba con el mismo hombre que le había dicho que esperase. La vio asentir con la cabeza y comenzar a acercarse. Su cuerpo reaccionó al instante, empezó a temblar y a ponerse nerviosa. La había visto miles de veces desde la ventana, pero ahora… ahora aquella mujer estaba frente ella, su presencia se estaba volviendo abrumadora… Leo: Hola, María José Miranda, ¿verdad? Pepa: S… sí… Pepa, por favor. La miró de arriba a bajo y Pepa se sintió desfallecer. Sus ojos verdes eran una férrea muralla de indiferencia. Leo: De acuerdo, Pepa, sígueme. Fue tras ella hasta un conjunto de mesas al lado de un despacho. Había tres personas: un hombre sentado en la silla, junto a una mujer también sentada, y dándoles las espalda, sobre la mesa sentada otra mujer. Leo: Buenos días, chicos. Hombre: Buenos días – sonriendo - ¿El nuevo fichaje? – fijándose en Pepa.
Leo: Sí… Pepa, estos son Álvaro, Puri, y Paula. Pepa: Hola… Paula: ¡Hola! – que se había dado la vuelta y ahora se abalanzaba sobre la morena para darle dos besos. Puri: Chiquilla, tú no te asustéh con la Paula, eh que la nena eh mu sobrá, tú sabeh… - dándole dos besos. Pepa: Ya, claro – con una sonrisa nerviosa. Álvaro: Bienvenida – levantándose y acercándose a ella – Si te dice algo de una orgía, dile que no por lo que más quieras – en un susurro una vez la hubo saludado. Aquello le arrancó una sonrisa, mirando divertida a la susodicha. Leo: A partir de hoy trabajarás con nosotros, perteneces a mi unidad… La dejo con vosotros para que le expliquéis y enseñéis un poco todo esto, ¿vale? Ah, y prepararla para el operativo del Café de mañana, que también va a participar… Nos vemos luego… Álvaro: Pues nada, chicas, al lío – cogiendo suavemente a Pepa de los hombros con la intención de guiarla por toda la comisaría. Paula no paraba de parlotear a su lado mientras Álvaro le explicaba las cosas, Puri había decidido quedarse en su mesa, era una mujer mayor y eso de ir de un sitio para otro no acababa de gustarle… Álvaro: Aquí los vestuarios – abriendo una puerta. Paula: Oye, oye… ¿Y si montamos una orgía mañana después del operativo? – entrando a pequeños saltitos delante de ellos. Álvaro: Te lo dije – en un susurro imperceptible en el oído de la morena. Pepa: Eh…. No, gracias – aguantando la risa. Paula: Vaya… A Leo no le va a parecer buena idea, ¿no? Álvaro: Jajajajj… No creo… Pepa: ¿Qué tal es Leo? – la curiosidad podía con ella. Paula: Es muy rarita – subida en un banco y haciendo posturitas de ballet. Álvaro: ¡Paula! No digas eso, además, no eres la más indicada para decirlo, obsesionada con las orgías... Paula: ¡No es verdad!... Bueno sí… Pero es que hace mucho tiempo que no me sacas de fiesta, Álvaro… - poniendo morritos. Pepa: ¿Estáis juntos?
Álvaro: Oye como dispara la nueva – silbando. Pepa: Perdona… - tratando ocultar su vena maruja. Álvaro: Jajajaj… No te cortes, aquí somos una piña… Y no, no estamos juntos. El resto del día lo pasó en grande con su nuevo equipo, en menos de una hora ya estaba allí como si llevase toda la vida. Su nueva familia, por así decirlo, la reconfortaba con aquella particular forma de ser. Al cabo de unos días, se animó a preguntárselo. Salían de la comisaría tras un largo día castigados bajo una inmensa montaña de informes. Pepa: Pitufo… - había acabado llamándolo así por su color de pelo. Álvaro: Dime. Pepa: ¿Por qué…? – señalándose la cabeza. Paula: Porque es Papá Pitufo – poniéndose de puntillas para pasarle la mano por el pelo con cara morbosa – Sieeeempre cuidando de los nenes… Álvaro: Jajajj… Una amiga me lo pintó una vez por accidente y me gustó, así que decidí teñírmelo en serio – encogiéndose de hombros. Poco imaginaba Pepa que aquella amiga era su princesa… ---------Los meses se convirtieron en días en la comisaría sevillana. El buen rollo era visible, como también la tensión entre la superiora y la nueva. La atracción que sentía Pepa por ella le carcomía por dentro, hasta que se dio cuenta de que aquello no era mera afinidad física, sino que iba más allá… Por otra parte, sus compañeros comenzaron a notar un cambio en la personalidad, hasta ahora distante, de su inspectora. Se mostraba más abierta y pasaba más tiempo con ellos, no es que antes no lo hiciese, pues siempre dio la cara por ellos y les cubrió las espaldas frente al comisario… pero aquella vez era diferente… y lo había provocado Pepa… Hasta que un día las cosas se aclararon para ambas… Charlaban y reían en los vestuarios tras un operativo, en el que gracias a Paula y Pepa, consiguieron detener la entrada en el país de un alijo de droga. Cerró de un portazo buscándola con la mirada, la vio riendo con Puri, Álvaro y Paula. Se dirigió allí. Paula: Buuuuuhhh… - torciendo el gesto – La mujer de hielo se acerca a las 6 p.m hora Zurú… haciendo un gesto con la mano. Álvaro: Será mejor que pasemos al plan E… Paula: ¡Estampida! – cogiendo su chaqueta y saliendo a la carrera.
Leo: Álvaro, Puri… ¿me podéis dejar a solas con Pepa? – situándose frente a ellos con los brazos cruzados. Puri: Por supuehto, muher… - tirando del brazo de Álvaro, que le susurró antes de salir. Álvaro: Leo, no te pases mucho con ella… - dirigiéndole una mirada de ánimo a Pepa. Cuando salieron fulminó con la mirada a la morena. Leo: ¿¡Tú estás loca!? Pepa: Per… Leo: ¿¡Tienes idea de lo que has hecho!? Pepa: Lo hemos conseguido… Leo: ¿A qué precio? ¡Casi os muelen a tiros, imbécil! Pepa la miraba perpleja, nunca, en lo que llevaba con ellos, había visto a Leo perder el control de aquella forma. Pepa: Pero si no ha pasado nada… Leo: ¿Y si llega a pasar? ¿Dónde narices tienes la cabeza? Pepa: Lo siento… Leo: ¿Eso es lo único que vas a decir? La morena calló, sin saber qué más decir… Era cierto que quizá se habían pasado en su manera de proceder, pero no entendía el por qué de su reacción. Leo: Eres una puñetera cría… - dándose la vuelta para irse. Entonces lo comprendió todo. La verdad le golpeó en forma de mazazo en toda la cabeza. Su mirada grisácea se había descubierto en un cúmulo de reproche… y miedo, mucho miedo ante la idea de que a Pepa le pudiese pasar algo, de pensar siquiera poder perderla… Pepa: ¡Espera! – cogiéndola del brazo y girándola para volver a mirarla a los ojos. Se le habían empañado, aquello le partió el corazón. La miró profundamente descifrando, por una vez, lo que pensaba… Se dejó llevar por aquello que no acaba de controlar y se inclinó sobre ella… Sostuvo su rostro con ambas y sonrió al percatarse de que Leo no se apartaba… Sus labios apenas se rozaron, pero aquel contacto sirvió para que el corazón de la morena comenzase a latir desbocadamente… y saboreando el momento en el que la inspectora rodeó su cuello son sus brazos, la besó suavemente… Aquello que comenzó con ternura fue profundizándose lentamente, dejando paso al deseo del roce de la piel y caricias por doquier…
Pero al igual que aquel primer beso en los vestuarios, todo terminó. La sensación de desorientación que respiraba le dolía cada segundo más, no podía soportarlo e irse fue la mejor solución. No porque fuese una cobarde, no porque quisiera huir… Necesitaba hacerlo. Necesitaba volver a abrir los ojos para andar sin tropezarse… El caso que le llevaría de nuevo a Madrid fue un pequeño chaleco salvavidas al que se aferró con todas las fuerzas que no le había arrebatado todavía, porque le había prometido a alguien que sería su optimismo, e iba a conseguirlo costase lo que costase. Álvaro: ¿Te vas al final? Pepa: Sí… Es lo mejor… Yo ya no puedo más… - abrazándose a él. Paula: ¿Volverás? Pepa: No lo sé – con una sonrisa triste – Tengo ganas de volver a ver a Paco, a Lola, a Sarita… Puri: Hiha, que ya era hora de que fueseh a verloh, que se habrán olvidao ya de ti… Pepa: Espero que no por la cuenta que me trae – sonriendo nostálgica. Álvaro: Sabes que estaremos aquí cuando vuelvas… Pepa: Sí. Álvaro: Y estamos contigo, no físicamente, pero sí aquí – plantando su enorme mano cerca de su pecho. Pepa: Lo sé – sonriendo. Paula: Y que cuando vuelvas montaremos una orgía… - dejándolo caer con la esperanza de que colase. Pepa: Pauloba… Paula: ¡Vete a la mierda! – dando un bote y alejándose de ella mientras la señalaba con el dedo amenazante – No, ahora no te acerques a mí, maldito espárrago andante… Pepa: Jajajj… Pues nada, nos veremos pronto – despidiéndose. Paula: Mierda, ¡espera! – corriendo hacia ella antes de que se fuera – Como te olvides de nosotros iré a buscarte y te arrepentirás de ello. Pepa: Lo sé – sonriendo. Paula: Idiota, vas a conseguir que me emocione – abrazándola.
Ya en la calle. Se metió las manos en los bolsillos dispuesta a pelear con uñas y dientes contra aquello, sin saber, que contaría con la ayuda de alguien que acabaría devolviéndole la vitalidad y la sonrisa a fuerza de años de ausencia y un reencuentro en una sala de tiro… ----Cap. 42 (Parte 1-2) Siento que la estoy perdiendo. Se va… Se aleja… Y yo… yo… no puedo hacer nada, salvo mirar cómo cada día se consume en su propia pesadilla. Se ha convertido en mi sombra. Trabajamos juntas para el caso y no se ha separado ni un minuto de mí, pero… no está conmigo. No tengo motivos para estar celosa… Aparentemente… Aparte del día que se saludaron, Leo no le ha dirigido ni una sola palabra a Pepa. A estas alturas sé que no hacen faltan las palabras para decir algo, y ellas… no han parado de hablar, aunque no se hayan mirado. Tiene miedo, sé que lo tiene… pero desconozco a qué… Si a quedarse a solas con ella y hacer alguna tontería, si a derrumbarse en su presencia, si a que su cuerpo siga atrayéndola… Duerme a mi lado y me despierto cada día entre sus brazos. Pero está lejos… demasiado lejos. La impotencia me supera con cada silencio que se instala entre nosotras, y que, en tres días, se ha hecho dueño absoluto del aire que nos rodea. Me recrimino a mí misma lo que está pasando, e intento culparla a ella… Porque sí, porque si me hablase sabría cómo poder ayudarla o al menos tratar de hacerlo… Pero está callada… perdida… inmensamente perdida… ¡Dios, Silvia! Me repito una y otra vez… pero… es que no sé qué hacer. No ha vuelto a sonreír desde el lunes, no como siempre. El brillo de su mirada se ha ido extinguiendo… lentamente… con tanta facilidad que me insulta cada vez la miro a los ojos… Se ha ido con la misma sencillez como con la que se rasga una hoja de papel mojada, y… duele, porque está… vacía. No habla, ¡no dice absolutamente nada! Arremeto a golpes con lo que encuentro a mi paso hasta que los enormes brazos de Álvaro me rodean y me pide que me calme… Veo en los ojos azules de Rocío una tremenda comprensión. Está frente a mí y me dice, al igual que su hermano, que todo va a salir bien…
Pero yo no estoy tan segura… He superado mis dudas e inseguridades a su lado, pero, ¿y las suyas? ¿Ha superado ella las suyas? Mientras la veo distanciarse lo único que se me ocurre es regodearme en mi propio y silencioso remordimiento. ¡Joder! Me necesita, sé que lo hace y yo no sé… no sé cómo acercarme a ella porque se ha convertido en una copia barata de su carácter macarra. Pepa se fue el día que Leo puso sus pies en San Antonio. Y el hecho de que mi padre la adore y la tenga en un jodido pedestal me repatea en lo más profundo… Que si: “Inspectora Almeida, me tiene maravillado su forma de proceder en el caso…” “No entiendo cómo he podido pasar tanto tiempo sin tenerla a usted por esta comisaría…” ¿Ese es mi padre? Mierda, mierda, ¡Mierda! Ahí te mandaba yo, Leo… A tomar por saco bien lejos, y que te guste y quieras más, como soltó Paula el otro día. Suspiro y hundo mi cabeza entre mis manos. Rocío me abraza por detrás y me besa suavemente en la coronilla. Lo estaba… estaba preparada a todo, porque por fin había vencido mis absurdas neuras… Pero no caí en la cuenta de que Pepa también puede dudar, de que también puede tener reflexiones ilógicas acerca de algo que no entiende, o al menos eso quiero creer ante su presencia desgastada. Dentro de unas dos horas nos vamos a París… Y no sé si quiero ir… No así… “Silvia, eres una puñetera Castro… El día que Lola o tu santísimo padre escondan su cabeza como lo estás haciendo tú ahora, será el día en el hayan dejado de luchar… será el día en el que todo les supere y decidan rendirse, ¿quieres eso? ¿Quieres rendirte? Te conozco mejor que eso y sé que no eres así, mírame, Silvia… Piensa en ella, ponte en su lugar, cuando estabas hecha un mar de dudas y nada ni nadie podía sacarte de allí… ¿Qué querías?... Exacto, querías que su voz en un susurro te dijese que iba a estar contigo, siempre… ¿No crees que ya has esperado bastante? ¿No crees que es hora de que Silvia Castro se levante a luchar por lo que quiere?... Porque Leo no lo hizo, se dio cuenta demasiado tarde y para entonces, Pepa se había ido… Pero, ¿sabes qué? Tú no eres, ni por asomo, como ella… Te mueres de miedo porque la idea de que se marche puede contigo, pero no tienes ni idea de cómo hacerlo, ¿me equivoco?... Ella estuvo a tu lado, y aunque ahora la sientas lejos, es porque quizá está esperando a que llegues para cogerle de la mano y guiarla tú… Ahora que sabes qué narices quieres…” Las palabras que Rocío metió a golpe de martillo y cincel en mi cabeza anoche siguen arañando mi mente. Porque lo hice… Esta mañana antes de salir de casa decidí romper con el eco del vacío que se había encargado de arroparnos estos días…
Le dije que estaría a su lado, que no decaería mientras sintiese que me quería, que mi miedo a perderla ganaba terreno conforme pasaban las horas, y que, sobre todo, lucharía… “Lo siento, Silvia.” Tres palabras que hicieron que mi corazón se olvidase de latir por unos segundos… ¿Qué sentía? ¿El alejarme de ella? ¿El sentirse atraída por Leo? ¿El no soportar el roce de mi piel? ¡Dios! Su mirada estaba vacía… sus pupilas un pozo sin fondo, donde el castaño de sus ojos se sumía sin remedio en la oscuridad del dolor que estaba carcomiéndola por dentro… Agonía, angustia… ¿decepción? Una lágrima recorrió su rostro dejando los surcos de algo que no comprendía. “Lo siento, Silvia…” Es glacial, completamente de hielo. A buen seguro la llaman así en la comisaría. Ruego porque nadie me haya comparado con ella… me niego a pensar que alguna vez fui así, me niego a admitirlo. Esconde algo bajo toda esa indiferencia, lo sé, porque nadie puede ser de esa manera. Lo tiene todo vigilado y nunca pierde la atención de cuanto la rodea. Se muestra segura en todo momento, distante, pero segura de si misma y confiada en tener en sus manos el control de cada movimiento. Serenidad… Su voz serena unida a sus ojos verdes y a su frágil belleza ya ha hecho que más de uno pierda la razón porque tan solo una mirada se cruce con la suya. Y ardo… Ardo sin remedio porque esa mujer fue la dueña de su sonrisa durante demasiado tiempo… Porque su piel acarició y memorizó la de Pepa, porque sus besos fueron su más necesitaba droga y sus brazos, el más ansiado descanso… No puedo mirarla sin odiarla… Dicen que admitirlo es un gran paso, ¿no? Pues bien, Leo, te odio con todas mi fuerzas, y lo gritaría si pudiese… pero me he quedado sin voz. Te la has llevado, no está, no hay rastro de lo que una vez fue Pepa Miranda. Sólo han sido tres estúpidos días… y en tres días mi mundo se ha desvanecido… El tiempo juega en mi contra, queriendo darme a entender que hace rato que he perdido… Para mi sorpresa, Álvaro, Paula y Rocío están siendo un inmenso apoyo… Álvaro sigue siendo el mismo buenazo de siempre… Y Paula, que de primeras no ha sido santo de mi devoción, he acabado queriéndola como si la conociese de toda la vida… Y es que, si pensaba que la loca de Rocío ya estaba mal de la azotea… Verlas juntas es ser testigo de que la locura sana existe y lleva sus nombres. Hace dos días Rocío me dejaba las cosas claras… Y quise creer sus palabras… Por un momento creí que lo hacía… Pero ahora ya no sé ni lo que creo… -----Rocío: No empieces…
Silvia: ¿El qué? Rocío: A elucubrar… Que te obcecas y empiezas a montarte películas tú sola donde no las hay, no la cuelgues sin conocerla… Recogíamos en el laboratorio los informes que necesitamos llevar a Francia. Silvia: Siento que sea tu mejor amiga, Rocío… Rocío: No es así. Silvia: ¿Cómo? Rocío: No es como crees que es. Mírala, ni siquiera se ha acercado a Pepa… Silvia: ¡Míralas, tú! Rocío: ¡Silvia! Silvia: ¿¡Qué!? Rocío: Confía en ellas, en las dos… Tanto en Pepa como en Leo… Sé que ahora mismo te parecerá el mayor disparate que te habré dicho… Pero inténtalo, por favor, confía en ellas… y en ti… Quise hacerlo, quise confiar en ellas, porque Pepa se lo merecía… Pero empiezo a creer que para ella esto sólo ha sido un juego… Sacudo la cabeza para tratar no pensarlo, al tiempo que las palabras de Lola, Sara, Rita y Concha, y las mías propias, intentan hacerse con una posición destacada en un asalto que creo perdido… Lola: A ver, hermana, ¿qué pasa? Silvia: ¿Eh? Nada… - mirando cómo Pepa iba al baño. Esta mañana, fuimos a los Cachis a desayunar con la familia. Minutos antes se disculpaba entre lágrimas porque no sabía qué le pasaba… Lola: Silvia, que te conozco como si te hubiera parido… Sara: Es la nueva – sentándose a mi lado en la barra. Lola: ¿La nueva? – mirándome sin comprender. Sara: Han venido algunos policías de Sevilla para el caso de París… Que por cierto, el hermano de Rocío está tremendo… Rita: Uy, es verdad, ¿eh? Que nos lo tenemos que llevar de fiesta – uniéndose a la conversación. Sara: Jajajajj… Bueno, y la inspectora es… Silvia: La ex de Pepa, Lola, la ex de Pepa – tajante.
Lola: Vaya… ¿Y qué ha pasado? Rita: Pues náh… Si esa mujer parece que ni siente ni padece, que está tiesa a toas horas – negando con la cabeza – Virgen del camino seco, chiquilina, si la Pepica está hasta los huesicos por ti… Sara: Eso es verdad, tita… Concha: A ver, aquí las cosas claras – viniendo por detrás – Mi hija está enamorada de ti como una puñetera perra… Sara: Jajajaj… Perdón, abuela, pero es que a veces eres muy bestia… Concha: Calla… - haciéndole un gesto con la mano - Silvia, mírame… Que yo la he visto estando con la Leo esa, y la he visto estando contigo… Y que no hay punto de comparación, cojones, que parece otra persona… Rita: ¿Has dicho cojones? Uuuuuuuhhhhh – silbando – Va a ser verdá que tóh se pega menos la hermosura… Silvia: Lola… - suplicándole algo que me ayudase. Lola: Cariño mío… - inclinándose sobre la barra y cogiéndome las manos – Yo no sé muy bien qué le estará rondando por la cabeza a mi cuñada, pero sé que te quiere… Y aunque sea un poco bala perdida… pues no creo que sea tan tonta como para dejarse embaucar… Rita: Eso, eso, con la Pepica a muerte… - dando palmadas de emoción. Lola: Tú la conoces mejor que yo, y tú sabrás que decirle… Sara: O hacerle… - dejándolo caer - ¡Ostras! – el ruido sordo de la colleja que le había dado Concha corroboró su exclamación. Concha: Niña, que sólo piensas en eso, que estamos aquí hablando de temas profundos y tú pensando en el maromo camionero… - negando con la cabeza. Pepa: Hola, guapas… - saliendo del baño y acercándose. Al instante, le dirigí a mi hermana una mirada de “Te lo dije”. Porque me di cuenta cómo observaba sus ojos y veía lo mismo que yo… nada. Sara: ¡Hola, tita bella! – colgándose de su cuello y dándole un beso sonoro en la mejilla. A lo que Pepa respondió con una sonrisa cansada. Pepa: ¿Nos vamos? Silvia: Sí… - cogiendo mis cosas de la barra… Supuestamente íbamos a desayunar… Antes de salir Lola me lanzó una mirada de apoyo plomiza… Dios, la necesitaba tanto… Ahora salgo del laboratorio para poder respirar. Voy a los vestuarios… Me ahogo, me ahogo… El aire ya no entra a mis pulmones porque se ha congelado, se clava y duele.
Me deslizo por la pared hasta quedarme sentada en el suelo. Y me derrumbo… Porque la impotencia y la rabia, que comenzaron como una pequeña losa sobre mi espalda, ahora pesan demasiado… y yo no puedo soportarlas… Siento cómo unos brazos me rodean y escondo mi cara en su pelo rubio. Me ha seguido y ya no reprimo las lágrimas… Queda apenas una hora para irnos a París… Y yo no sé si quiero ir… Nos quedamos así un rato, abrazadas, hasta que lentamente me voy separando de ella… Murmuro un silencioso “Gracias” a lo que Rocío contesta con una pequeña sonrisa. “Vamos” me dice levantándose y tendiéndome su mano. Y yo me levanto, y seco con mi manga el rastro que mi llanto ha dejado. Y la miro desafiante y con una decisión pintada en mis ojos. Y ella me sonríe con mayor intensidad y me deja hueco para que pase. Y es entonces, cuando salgo, que la veo… Su rostro inexpresivo ha pasado a ser una mueca de seguridad rabiosa, el ceño fruncido… y en sus ojos, por primera vez en varios días, el brillo de la determinación que tanto he echado de menos… El corazón me da un vuelco cuando veo que se dirige a ella… La coge del brazo y la arrastra sin mediar palabra a la primera sala de interrogatorios que le pilla de camino… Y ella no se sorprende, la mira sin que pueda descifrarla, y con su serenidad característica, se deja llevar… La puerta no se ha cerrado y yo no me paro. Subo las escaleras como una exhalación y me planto frente el pomo de la puerta… Detrás de mí llegan Rocío y Sara, que también lo han visto y me piden que me calme… Pero no atiendo a razones, empujo la puerta con suavidad y entro… Y cada segundo que tardo en hacerlo quema mi piel en forma de incertidumbre. A sabiendas de que sería mejor que no lo hiciese, pero lo hago, porque necesito saberlo. ----Cientos de Estrellas II (23-03-09) Cap. Final
Cap. 1 Podríamos estar en cualquier otro lugar… (Parte 1-2) Podríamos ser mil personas diferentes. Podríamos vivir en cien mil ciudades distintas. Podríamos estar en tantos lugares. Podríamos conocer gente desigual tras una sonrisa de velada hipocresía. Podríamos jugar a una efímera indiferencia con todo aquello que nos rodea. Podríamos soñar con infinitas mentes desconcentradas. Podríamos perder los nervios y seducir a la impaciencia. Podríamos hacer tantas cosas. Podríamos decidir perder la cabeza. Podríamos intentar volar, aunque sólo fuese un instante. Podríamos abrir los ojos y mirar al cielo. Podríamos desear tropecientos abismos en los que procurar no caernos. Podríamos disfrazarnos de la pretensión de una incoherencia. Podríamos hablar sobre los límites de nuestra propia osadía. Podríamos inventar nuevos caminos que sólo nuestros pies pudieran pisar. Podríamos sentirnos vivos, para variar. Podríamos aspirar a ser algo más. Podríamos derrotar a la soledad a base de miradas. Podríamos admitir que aún estamos luchando. Podríamos hacer tantas cosas… Podríamos estar en cualquier otro lugar… Y seguir en el mismo sitio. Seguir siendo la misma persona.
Somos lo que hemos hecho, y darte cuenta de ello es empezar a pensar: y si… Querer cambiar algo sería cambiarte por la sombra de lo que alguna vez quisiste ser. No serías tú, serías el recuerdo de una ilusión. El orden de los factores no altera el producto… Nos lo han repetido tantas veces que hemos olvidado lo que realmente significa. ¿Y si cambiásemos los factores? Volveríamos al principio… una y otra vez. Podríamos arrepentirnos, pero no lo hacemos. El por qué, ya no lo sé. ¿Cambiaríamos algo, por pequeño que fuese, a sabiendas de que podemos salir perdiendo? Podríamos hacer y haber hecho tantas cosas que realmente no importa lo que alguna vez hicimos. Porque si no, ahora no estaríamos aquí. Porque podríamos estar y haber estado en cualquier otro lugar, y de hecho… Seguir en el mismo sitio. Seguir siendo la misma persona. ----Entró y se quedó parada frente a los mandos, a través del cristal podía verlo todo sin ser descubierta. A su lado, Rocío y Sara eran dos espectadoras más. Su mano dudó y tembló, pero finalmente, con delicadeza y aplomo, presionó el botón que impediría que cualquier sonido en la cabina se escuchase en la sala de interrogatorios… Pepa había cerrado la puerta tras de si, y una vez dentro se había quedado apoyada en la pared, con los brazos cruzados en una pose defensiva y chulesca. Leo esperaba silenciosa apoyándose levemente en la mesa, sin dejar de mirar los ojos de la morena seriamente. Los segundos se eternizaron hasta que Pepa se arrancó a hablar. Pepa: Las he quemado, todas, menos las de Portugal – su voz había recobrado su tono, aun encerrando cierta rabia. Leo aguardaba a que continuase, callada.
Pepa: Preguntó por ellas… ¿Y sabes qué? Le dije que las había dejado por ellos… Pero es en parte mentira… Las dejé porque no quiero que se me olvide ni por un segundo lo que me hiciste… Leo: Así no lo vas a superar nunca. Pepa: No he dicho que quiera hacerlo, porque no me hace falta, no con Silvia a mi lado… Las guardo porque alguien que te quiere no te hace eso, Leo, eso no es amar… Leo: No tienes ni idea de lo que estás diciendo. Pepa: ¿De verdad?... Sé que Silvia nunca lo haría… Y por eso no quiero olvidarte, por eso no quiero olvidar que estuve contigo ni quemar ese recuerdo como si fuera una simple foto… Porque de alguna forma, gracias a eso, estoy aquí… con ella. Leo: Eso ya lo sabías y yo también, no necesitabas decírmelo para convencerte… ¿A qué viene esto, Pepa? La morena calibró durante unos segundos las palabras, y finalmente sonrió. Aquella sonrisa hizo que el corazón de la pelirroja comenzase a latir con mayor intensidad y rapidez… había vuelto… Pepa abandonó su postura defensiva, pero seguía cruzada de brazos. La inspectora no se había movido. Pepa: Te digo esto para que sepas que sufrí mucho por tu culpa… - en ese momento, Leo agachó la cabeza y cerró los ojos un segundo, dolida, para volver a fijar sus ojos verdes en los castaños de Pepa - Pero aquel dolor no es comparable al que siento cuando pasan cinco minutos sin verla… Tengo la intención de pasar el resto de mis días a su lado, si me deja… Porque la quiero más que a nada en este mundo, la amo tanto que me duele cada segundo… Y la necesito – encogiendo los hombros con sencillez, sin abandonar su sonrisa – La necesito para poder respirar… Y eso, ni tú ni nadie lo va a cambiar… Leo: Déjame adivinar… - sonriendo de repente. Silvia se puso pálida, aquello más que una sonrisa era una mueca irónica – Ella no lo sabe. Pepa: ¿Cómo? Leo: Esto que me estás diciendo a mí… A ella no se lo has dicho, ¿me equivoco? – volviendo a su suave frialdad. Pepa titubeó, mirándola sorprendida al darse cuenta de que era verdad. Leo: Te conozco casi mejor que a mi misma, Pepa… Estos días la has dejado fuera, ¿tienes idea de cómo se ha sentido? Te has encerrado… Siempre te comes tú solita todo… Porque para ayudar a los demás estás al pie del cañón… ¿Pero quién te ayuda a ti?... Nunca has dejado que alguien lo hiciese, ni tu familia, ni tus amigos, ni yo… ni Silvia… Pepa: No es verdad… - entre dientes. Leo: ¿Ah, no? Dime si has hablado con ella desde que llegué, sinceramente. Pepa: Cállate – cerrando los ojos. Leo: Sabes que tengo razón – sentenció con serenidad.
Escuchando y observando lo que pasaba en la sala. Sara miraba emocionada alternativamente a sus tías, a Silvia llorar silenciosamente y a Pepa sufrir por darse de bruces con la realidad. Pepa: Es hora de cambiarlo – concluyó volviendo a abrir los ojos y mirándola desafiante. Leo: ¿Por qué me lo dices a mí? Pepa: Porque voy a dedicar cada instante a hacerla feliz, y quiero dejártelo claro. Leo: ¿Te has parado a pensar que en tu rechazo ha podido buscar una alternativa? Pepa: Me quiere, y yo a ella – cortándola completamente convencida y segura. Leo: Te voy a decir una cosa que espero no tener que repetir:… No estoy aquí con la intención de intentar ni luchar por nada… Tuve mi oportunidad y la dejé marchar… Ser consciente de ello es mi cadena perpetua… - hizo una pausa, sin apartar la vista de ella – Pero no soy tan tonta ni estoy tan ciega como para no ver que lo que hay entre vosotras es mucho más de lo que nunca hubo entre tú y yo… Lo vi en su mirada nada más llegar, y lo he visto en la tuya durante estos días, aunque te hayas empeñado en esconderte… Pepa, sólo quiero que seas feliz, y sé que con ella lo eres… Así que me resigno, me jodo, y lo asumo… ¿De acuerdo? La mirada agradecida de la morena acompañó a su sonrisa radiante. Pepa: Gr… gracias. Leo: No me las des a mí, dáselas a tu preciosa pelirroja… - respondiendo a su sonrisa, y esta vez, de verdad – Lo que no entiendo es qué narices haces aquí hablando conmigo, cuando deberías estar pidiéndole disculpas a Silvia por haberte portado así con ella desde mi llegada… Que a veces eres lerda como tú sola… De repente, Pepa abrió los ojos como platos y se dio un golpe en la frente. Pepa: Mierda… Soy imbécil… Leo: Tú lo has dicho… ¿A qué esperas?... ¡Ve! – señalándole la puerta. Su armadura se quebró en una sonrisa de ánimo. Silvia se giró al sentir en su hombro la mano de Rocío y su mirada de “Te lo dije”, su amiga sonrió y tiró de una llorosa Sara, que le lanzó un beso antes de salir. Pepa abrió la puerta de un tirón, con prisa. Dio una zancada al frente para salir de la sala… Casi se choca con Silvia, que seguía en el mismo sitio, mirándola con los ojos empañados… La morena se quedó plantada frente a ella… Y lentamente, esbozó una tímida sonrisa… ----Cap. 2 Tell me, baby… (Parte 1-2) La azafata anunció que el avión iba a iniciar su descenso.
Suspiró y la besó en la cabeza, se había quedado dormida en su hombro y se despertó con un enorme bostezo. Pepa: Buenos días, Bella Durmiente – sonriendo. Silvia: Me he quedado dormida… - mirando a su alrededor. Pepa: No… ¿de verdad? Silvia: Oysh… - dándole un manotazo en el hombro - ¿Estamos ya? Pepa: Casi… - sin apartar su vista de ella. Silvia: ¿Quieres dejar de mirarme? Me pones nerviosa… - azorada. Pepa: Silvia – seriamente. Silvia: ¿Qué? – poniéndose seria también. Pepa: ¿Por qué estabas allí? Sara: Porque es una cotilla – asomando la cabeza por el asiento delantero. Silvia: Shhh… Calla – poniéndole la mano en la cabeza y haciendo fuerza para abajo para que se sentara en su sitio. Paula: Lo que me parece imperdonable es que no me avisaseis – asomándose por el asiento trasero – Todos ahí de orgía y yo sin saberlo… Me parecéis de un pésimo gusto, me caéis mal, que lo sepáis, y no me habléis a partir de ahora… - fulminándolas con la mirada y cruzándose de brazos sobre el cabezal del asiento. Pepa: ¿Qué orgía ni qué orgía, Paula? ¡Pervertida! Paula: Uy lo que me ha dicho, ¡Álvaro! ¡Ataca! Álvaro: Tiene razón, Paula… - negando con la cabeza. Paula: Iros a tomar por saco todos, y que os guste y queráis más – sentándose enfadada en su asiento. Curtis: Yo si quieres te defiendo… Kike: ¿Tú? Jajajjajaj… Curtis: ¿Qué pasa, zanahorio? ¿Qué no puedo defender a la señorita o qué? – mirándola lascivamente. Sara: ¡Tengamos la fiesta en paz! Que no hemos llegado y ya estamos montándola - señalando el avión. Lo cierto es que tenía razón, los pasajeros del vuelo los miraban entre divertidos y temerosos por la actitud de algún que otro individuo…
Pepa: No me has contestado… - en un susurro. Silvia: Por primera vez en tres días dabas muestras de vida… Y… quería saber si para bien o para mal… Lo siento… Pepa: ¿No confías en mí? – alzando una ceja. Silvia: Pepa… - dándole a entender su comportamiento. Pepa: Perdona. Silvia: Eso ahora da igual, ¿no crees? – sonriendo. Pepa: Creo, creo… - respondiendo a su sonrisa y besándola. Paula: ¿Veis, veis? – apareciendo de nuevo por encima del asiento y señalándolas – Qué falta de respeto, por favor – con voz indignada. Rocío: Como no te calles te juro que no sales viva de este avión… Paula: Toma, no te jode… Otra que está más empalagosa que Winnie Pooh en un exceso de miel y algodón de azúcar – bufando y mirándola con reproche: estaba sentada junto a Montoya, con la cabeza apoyada en su hombro - ¿Sabéis lo que os digo, lo sabéis? Álvaro: Sorpréndenos… Paula: Que cuando lleguemos al hotel voy a montar semejante orgía que os vais a caer de culo… ¡Toma! Rocío: Tú monta, monta – riendo y mirando con complicidad a Leo. Paula: ¿Qué pasa? – que lo había visto. Rocío: Que ya veremos si vamos a un hotel o no… - dejándolo caer. Paula: Me niego a quedarme debajo de un puente… ¡Que hace frío, tía! Rocío: Yo sólo he dicho que no vamos a un hotel… - haciendo un gesto con la mano dando a entender que no iba a decir nada más. Paula le sacó la lengua y volvió a sentarse bajo la mirada atenta de la azafata… ----Unas horas antes… Se quedó mirándola, no sabía por qué estaba allí, pero en esos momentos tampoco le importaba. Se hacía cargo de lo que había tenido que soportar con su silencio… Pepa: Silvia… - acercándose a ella decidida, pero con cierta temerosidad – Yo… Silvia: Ya lo he oído – secándose las lágrimas y haciendo una pausa – No me puedo creer que todavía dudes de si te querría a mi lado…
La sonrisa tímida de la morena se ensanchó y se situó a su altura. Con suma delicadeza, acarició su rostro para secar con sus dedos los finos surcos que habían quedado. Silvia: Lo siento… Pepa: ¿Qué? Silvia: Debí estar contigo, y en vez de eso me asusté y empecé a esperar lo peor y es que soy una mala persona y… - comenzando con lo que seguro serían un chorro de incoherencias que Pepa decidió parar antes de tiempo posando su índice sobre sus labios. Pepa: Escúchame bien, pelirroha… Leo tiene razón, tenía que habértelo dejado claro desde el principio, en vez de ir a mi bola y dejarte fuera… Silvia: ¿Es un empate? Pepa: Es un empate – sonriendo. Silvia: Te quiero… - fijando la vista en sus labios, que se inclinaba sobre ella. Pepa: Te quiero, te quiero… - deslizando sus manos hasta su cadera. Sus bocas estaban a escasos milímetros, a los que Silvia decidió poner fin rozando sus labios con los de Pepa… Acarició con su lengua su labio superior, provocando que los entreabriera para anclarse en un beso húmedo… que lentamente fue subiendo en intensidad… Sujetándola, Pepa se inclinó más sobre ella haciendo que Silvia arqueara su espalda hacia atrás… Los brazos de la pelirroja enlazados en su cuello… Paula: ¡Que no decaiga la fiesta! – asomando la cabeza por la puerta. Se separaron sobresaltadas, y observaron, abrazadas por la cintura, cómo bajo la cabeza de la sevillana aparecía la cabellera rubia de Rocío, seguida por la de Sara… Alguien finalmente empujó la puerta y las tres cotillas entraron en la habitación a trompicones. Rocío: ¿Pero qué…? – girándose para fulminar a quién las había empujado: se encontró con la mirada de desaprobación de su hermano. Álvaro: Sois unas marujonas... Paula: ¡Puff! Si han empañao hasta el cristal, mira, mira… - pasando el dedo por él. Pepa: ¿Es que aquí no se puede tener intimidad o qué? Sara: Hombre, tita, una cosa es intimidad y otra comeros la boca… Paula: Ahí con ansia viva – guiñándoles un ojo. Silvia: Será posible… D.L.: ¡¿Qué cojones pasa aquí?! Paula: ¡Arrrggg! ¡¡La muerte!! – dando un brinco y señalándolo.
D.L.: ¿¡La muerte!? ¿¡Sabe dónde está la muerte Casanova…!? Leo: Perdone Don Lorenzo, los he reunido aquí para ultimar algunos datos… - apareciendo de la sala de interrogatorios. D.L.: Oh, claro, claro… - cambiando su semblante por uno de embelesamiento. Leo: Disculpe también a mis agentes… - mirando profundamente a Paula, que le respondió con una sonrisa alegre. D.L.: No se preocupe, Almeida, no se preocupe… Gonzalo: ¿Por qué estáis todos aquí? – asomando la cabeza, confundido de ver a tanta gente en tan poco espacio – Nos tenemos que ir ya… Algunos fueron tirando al aeropuerto, otros se quedaron a recoger las últimas cosas, y otros se decidieron por ir a Los Cachis para despedirse de la familia. Entraron cogidas de la mano, en la barra, Sara terminaba de contarle a su madre lo que había presenciado… Pepa: ¡¡¡¡Lolita!!! ¡¡Que nos vamos!! – a grito limpio nada más entrar. Lola salió de la barra y las abrazó a las dos. Lola: Un día de estos me vais a matar a disgustos – negando con la cabeza, feliz. Paco se unió al abrazo, sosteniendo su pañuelo bien fuerte junto a la boca. Lola: Cuidaros mucho, ¿eh? – mirando alternativamente a Lucas, a Sara, a Silvia y a Pepa. Sara: Que sí, mamá… - sonriendo. Rita: Traednos cosicas así bonicas, ¿eh? Y no os olvidéis de llamar, que estamos por aquí… Concha: Y bueno… Que si veis alguna tienda de esas que me gustan a mí… Echarle un vistazo, que por mirar que no quede… - dejándolo caer. Mariano: Joer tu madre cómo las suelta, ¿no? – a Paco. Paco: Qué soltar ni qué soltar, leches, Mariano… Lucas: Bueno familia, que se van sin nosotros – empezando la ronda de besos, cuando llegó a Don Lorenzo lo miró dubitativo, pero finalmente se los dio. Al igual que Lucas, Pepa se quedó frente a Don Lorenzo con aire de duda, fue el quién se acercó a su oído para susurrar pasando desapercibido a los presentes. D.L.: Miranda, cuide a mi hija por lo que más quiera… Pepa: Lo que más quiero es ella, y la cuidaré siempre – sonriendo y dándole dos besos. Sara: Además, mamá, si cuando os queráis dar cuenta, ya estamos otra vez aquí – sonriendo.
Silvia: Es verdad, Lola – abrazándola con fuerza. Lola: Aiiiinnss… Cuídame a la loca de mi cuñada… - riendo al verla levantando a Rita y girándola en un abrazo. Pepa: ¡¡Lola!! – yendo hacia ella con los brazos abiertos. Al llegar a ella le cubrió la cara de besos. Paco: Pepa… Que ya tienes una Castro, déjame la mía tranquilita, leches… - dándole golpecitos en el hombro. Pepa se giró y le plantó un beso en la mejilla con una sonrisa. Y así, entre besos y abrazos que no terminaban nunca, se despidieron con la promesa de volver a verse pronto… Porque en realidad no iban tan lejos. ----Gonzalo: ¿Lo tenéis todo? – mirándolos alternativamente, una vez recogidas sus maletas. Sara: Creo que sí… - girándose para confirmarlo. Gonzalo: Pues vamos, que nos están esperando… ----Cap. 3 ¡Oh, la lá!... Orrebuáh! (Parte 1-3) En la terminal, un hombre trajeado les esperaba. Montoya se acercó a él seguido por toda la tropa. Policía: ¿Gonzalo Montoya? – tendiéndole la mano con un rudo acento francés. Gonzalo: Oui [Sí] – estrechándosela con una sonrisa cortés. Policía: Sont-ils tous vous? [¿Son todos ustedes?] Gonzalo: Oui…[Sí] Policía: Bien, les taxis attendent dehors, si vous voulez m'accompagner… [Bien, los taxis están esperando afuera, si quieren acompañarme…] - haciendo ademán de girarse. Rocío: Excuse me, excuse me [Perdone, perdone] – adelantándose hasta quedarse frente a él. Paula: Rocío, son franceses… no ingleses… fran-ce-ses… ¿Te hago un croquis? – negando con la cabeza. Rocío: ¿Te hago yo el cangrejo ruso? – fulminándola con la mirada - ¡Silvia! Ayúdame… Silvia: ¿Qué pasa?
Rocío: Pregúntale dónde vamos… Silvia la miró extrañada, pero lo hizo. Silvia: Pardonnez… pourrait-il me dire où allons-nous? [Perdone, ¿me podría decir dónde vamos?] – en un impecable acento francés. Policía: À l'hôtel… [Al hotel…] Rocío ¿Qué dice, qué dice? Gonzalo: Que vamos al hotel, Rocío… Si nos contases todo sería más fácil en vez de estar tonteando… Rocío: Silvia, dile que no hace falta que nos acompañe, que dentro de dos horas… - mirando interrogante a Leo, que afirmó con la cabeza – Que dentro de dos horas estaremos en la comisaría… Silvia: ¿Qué? Rocío: Díselo, díselo… - empujándola suavemente en el hombro. Silvia: Pardonnez… [Perdone…] - con un suspiro de resignación e incomprensión - Mais nous avons à faire quelque chose d'avance, à l'intérieur de deux heures nous serons dans le commissariat... [Pero nosotros tenemos que hacer algo antes, dentro de dos horas estaremos en comisaría…] Policía: Est-elle sûre, mademoiselle? [¿Está segura, señorita?] – extrañado. Silvia: Oui… [Sí…] Policía: S'ils ont besoin de quelque chose, appelez-me [Si necesitan algo, llámenme] – tendiéndole a Montoya una tarjeta. Paula: Qué sofisticación de gente, por favor… Gonzalo: Merci [Gracias] – cogiéndola y girándose al grupo - ¿Se puede saber qué haces, Rocío? Rocío: Cuando veas dónde vamos se te van a bajar los humos, chato… - dándole unas palmaditas en el hombro y avanzando – Leo… Guíame tú que sabes dónde has quedado con él… La inspectora se adelantó y comenzaron la marcha… Se dispuso a seguirlos cuando la sintió en su espalda, y su aliento ascendiendo por su cuello… Su piel se erizó automáticamente y reprimió un estremecimiento… Pepa: Si valoras tu integridad física en estos momentos… Deja de hablar en francés por lo que más quieras… - susurrando en su oído, su voz cargada de excitación. Silvia se giró para encontrarse con el brillo que tan bien conocía en los ojos de la morena… Se puso de puntillas para besarla, quedándose atrapada en un beso apasionado… Sus lenguas se entrelazaban buscándose con urgencia y necesidad…
Sara: No te digo yo… - girándose al echarlas en falta - ¡Que os quedáis las últimas! – poniéndose las manos en la boca cual megáfono. Curtis: Shhh, niña, calla… - mirándolas con la boca abierta. Kike: Por Dios… La que nos espera… Aitor: Y tanto… - sin dejar de mirarlas. Paula: ¡La baba! – pasando delante de ellos para llegar junto a Pepa y Silvia – ¡Ya tendréis tiempo de eso! – cogiendo el brazo de Silvia y tirando de ella, separándolas bruscamente – Jajajajj… Los franceses… flipaos totalmente… Jajajajj Miró a su alrededor y se dio cuenta que era verdad… La gente que había las miraban sin cortarse un pelo. Se giró para buscar la mirada de Pepa y sonrió al ver cómo Sara la empujaba cansinamente hacia delante… Ella se dejaba tirar por la sevillana. ----No pudieron disfrutar del recorrido, París a aquellas horas era un caos constante de tráfico, ruido y humo. Al cabo de más de media hora llegaron a su destino. Bajaron de los taxis dejando atrás la Torre Eiffel, el Sena y el Arco del Triunfo… La calle era algo ancha, estaban en casi pleno centro de París… Leo: Aquí es – viendo cómo todo el mundo cogía sus maletas y se agrupaban cerca de ella. Rocío: ¿A qué hora has quedado? Leo: Ya debería est… No pudo terminar de hablar porque un grito histérico los sobresaltó a todos. Bajando a la carrera las escaleras del portal en el que estaban, un hombre se abalanzaba sobre ellos. Hombre: ¡Nancy preciosa de mi vida y de mi corazón! – gritando emocionado abriendo los brazos (Ponerle voz de locaza total-total xD). La aludida se limitó a sonreír con cierta vergüenza y dejarse abrazar por él. Rocío: Ya, ya – separándose. Se quedó mirándolo, seguía exactamente igual que la última vez que lo vio: era alto y delgado, bastante atractivo, a su pesar… Tenía el pelo corto y castaño, al igual que sus ojos… Una pequeña perilla y bigote le confería un aspecto descuidado de alguien que se tiraba horas y horas frente el espejo… Rocío: Chicos, os presento a Nicòla, un viejo amigo… Nicòla: Oiiiiisssshhh… Pipiolina mía… ¿Ahora soy un viejo a amigo? – dándole un pequeño golpecito en el hombro. Curtis: Este pierde más aceite que el coche del inspector Miranda después de un tiroteo… - entre dientes.
Aitor: Calla, Curtis, coño… - dándole un codazo. Nicòla: ¡Aaaaahhhh! ¡Leona, cariño! – haciendo un gesto con picardía cómica - ¡Estás igual de maravillosa que siempre! – abrazándola con efusividad. Paula: Es verdad, Leona mía… – poniendo matiz pasional e imitándolo - Estás estupenda de la muerrrrrte… Fiera, más que fiera… - haciendo un gesto con la mano. La mirada indescriptible que la inspectora le lanzó fue el detonante de más de una risa. Rocío: Entonces… ¿Nos lo has conseguido? Nicòla: Síííí – dando un pequeño saltito – Por ti hago lo que sea… - sonriendo. Sin embargo, la sonrisa se le desvaneció al toparse con la mirada fulminante de Montoya – Hola, guapo… - con tono seductor y arrimándose a él. Rocío: Chéééé… A mirar a otra parte… - poniéndose en medio con los brazos en jarras. Nicòla: ¡Ohh! ¡Que bonito, por favorrrrrr! – dando palmadas emocionado - L'amour, l’amooooooouuuuurrrrrr… [El amor, el amor…] – cantando ante la mirada divertida de la rubia y los presentes – Bueno, ¿qué? ¿Me los presentas? – señalando a la tropa que lo miraban aguantando la risa. Rocío: Buf… Gonzalo, Curtis, Aitor, Kike, Lucas, Sara, Pepa, Silvia, Álvaro y Paula… señalando a cada uno según los nombraba – A Leo ya la conoces… Nicòla: Encantado… - sonriendo mientras los repasaba a todos. Hasta que llegó a Paula - ¡Oh! Qué criatura más hermosa y divina… ¡Di-vi-na! – acercándose a ella con pequeños saltitos. Paula: ¿Dónde vas? ¿Dónde vas? – echándose para atrás – Sapeeeeee… - al ver que no cejaba en su empeño por acercarse – ¡Pero que te estés quieta, Reina de las Flores! – dando una zancada para situarse tras Álvaro. Nicòla: Uy lo que me ha llamado, qué ordinariez… Es peor que tú caliente, querida – dirigiéndose a Rocío. Paula: ¿Tú… caliente? – asomando la cabeza por un costado de Álvaro – No... - abriendo los ojos como platos – No me jodas, Rocío… - su pasmo acabó en un ataque de risa descontrolada que la llevó a sentarse en los escalones para intentar serenarse – No… puedo…con… mi… vida… - sin dejar de reír. Rocío: ¿Nos lo enseñas o qué? - ignorándola mientras la fulminaba con la mirada. Nicòla: Claro, amor… - dándose la vuelta. Pepa: ¿Y este es francés…? Aitor: Tiene acento gallego… Curtis: ¿Qué acento gallego ni qué acento gallego, Carrasco? Leo: Nicòla es gallego… Lo conocimos cuando estuvimos en A Coruña, y bueno, ella lo conoce mejor…
Pepa: ¿Pero es francés? Sara: ¿No te está diciendo que no? Leo: Sus padres sí lo son, por eso su nombre – adivinando la duda de la morena. Pepa: Ahhh – como si aquello lo aclarase todo. Gonzalo: Vengaaa… - aguantando la puerta. Subieron las escaleras admirando el interior del edificio, estaba claro que aquellas viviendas eran de lujo. Nicòla: Aquí está… - abriendo la puerta. Pepa: ¡¡Joder!! – mirándolo con la boca abierta – Pelirroha, esto es más grande que nuestro piso, el de Paquito y tu hermana y Los Cachis juntos… Nicòla: Es un piso franco que la comisaría utiliza para operativos de gran envergadura, como este. Aitor: Más bien la puta mansión franca – alucinado. Entraron en la estancia, mirándolo todo con los ojos como platos, aquel dúplex de lujo iba a ser su casa durante una temporada… El comedor ocupaba prácticamente toda la primera planta, el techo era altísimo, desde allí observaban la barandilla del piso superior y el pasillo que conducía al resto de estancias. A la izquierda de la entrada, una larga y ancha encimera hacía de cocina, junto a los armarios sobre ella. Lo que separaba la cocina del resto era una mesa, que más bien era una especie de barra de bar de gran longitud. La pared del fondo era un enorme ventanal, frente a la puerta de entrada, que les mostraba París desde aquel ático. A la derecha de la puerta había unas escaleras, al igual que más adelante, ambas llevaban a un pasillo que hacía de segundo piso, donde se situaban las habitaciones. Nicòla parloteaba con su peculiar modo de hacerlo explicándoles cada cosa… ----Nicòla: A ver, a ver… Uiiisss, qué emoción, que ahora soy como la llave de vuestro destino…cerrando la puerta agitado – Esta es la planta principal, arriba sólo están las habitaciones, hay nueve… Están justas, ¿no? – haciendo conclusiones rápidas – El baño está aquí abajo - señalando una puerta a la derecha… Curtis: No jodas que sólo hay un baño. Nicòla: Con jacuzzi e hidromasaje, sí… Cada habitación tiene baño, ducha y todo lo que necesitéis, hombretón – guiñándole un ojo – Ahí la cocina… - señalando a la izquierda – Y tras las escaleras, la despensa con la lavadora, secadora y demás artilugios, jijijij… No me queda nada más por decir, amores, coged habitación que tenemos que irnos… Oiiiisshh, esperad, esperad, que se me olvida que las paredes son insonorizadas… Va a ser como un mini hotel… Aisssh, qué emoción, ¿no? Paula: Síííííí… Lo que tú digas… - haciendo un gesto con la mano para darle la razón mientras pasaba delante de él cargada con la maleta. Nicòla: Permítame, bella dama, que le ayude con su equipaje…
Paula: No, gracias, si ya puedo yo sola… - subiendo las escaleras de dos en dos a riesgo de caerse de espaldas en uno de los saltos. Rocío: ¡¡Una cosa!! – haciendo que todos se quedaran quietos en sus sitios – Antes de nada, como gracias a mí hemos conseguido esto… Pongo reglas… Uno: Si hay tensiones de algún tipo… mirando mal disimuladamente a Pepa y a Silvia – Ya estáis tardando en iros al hotel… Dos: Como empiece a faltar ropa de algún tipo… - esta vez mirando a Aitor y a Curtis – También fuera… Tres: Aquí a la gente la quiero vestida fuera de las habitaciones, nada de maromos en calzoncillos… - a Lucas – Cuatro: En el jacuzzi habrá que hacer turnos… - pensativa – Creo que ya… Hubo estampida general hacia el piso superior… Se giró para buscarla y no la vio. Ni sus maletas ni las de Pepa estaban. Comenzó a subir las escaleras cuando de repente, vio asomar su cabeza al fondo del pasillo tras una de las puertas. Pepa: ¡¡¡PELIRROHAAAAAA!!! ¡¡Esta!! – urgiéndole con la mano. El resto se acomodaba mientras Rocío y Nicòla, sentados en las sillas de la barra, se ponían al día del tiempo que llevaban sin verse. Cuando llegó hasta a ella, Pepa la cogió del brazo y tiró de él para que entrara, cerrando la puerta tras de si. Pepa: ¿A que son geniales? – sonriendo. Silvia: La verdad es que sí… - observándolo todo impresionada. La habitación era espaciosa, aunque sencilla, una cama de matrimonio la presidía, con mesitas a ambos lados. En una de las paredes, un armario empotrado. La puerta del baño estaba abierta, dejando ver su amplitud. Pepa: Pero lo mejor, sin duda es esto – tirando de su mano, emocionada, hasta llevarla a la ventana. Descorrió la cortina para mostrarle la misma vista que la del ventanal del piso inferior. Aquello era realmente impresionante… Silvia sabía que la elección de aquella habitación no había sido de casualidad… Pepa: Me he fijado mientras llegábamos – sonriendo al adivinar su pensamiento. Silvia: Dios, Pepa… es… es increíble – plantándose frente a la ventana, maravillada. Pepa: Lo sé – con una sonrisa radiante. Silvia: Cuando salgamos de la comisaría tenemos que ir a dar una vuelta, aunque sólo sea cerca de aquí… Pepa: Jajajj… Tenemos tiempo de sobra, princesa, las cosas con calma – girándose para estar de nuevo frente al cristal. Silvia: Vrai veux-tu prendre les choses calmement? [¿De verdad quieres tomarte las cosas con calma?] – poniéndose de puntillas para susurrarle al oído.
El escalofrío que le recorrió la espalda era inevitable. Sin mediar palabra, la cogió por la cintura y la besó apasionadamente. Pepa: No (beso)… me (beso)… hagas (beso)… esto… A cada beso que daba, avanzaba un paso hacia la cama, sosteniéndola por la cintura. Silvia: Ah, sí… ¿no? – con una sonrisa pícara - Pourquoi? [¿Por qué?] – respondiendo a sus besos con la misma intensidad. Pepa: Porque firmas tu sentencia – sonriendo antes de empujarla suavemente y caer sobre ella en la cama. La besó en el cuello mientras sus manos se deslizaban bajo el abrigo, que no se habían quitado ninguna de las dos todavía… Sara: Titas – entrando seguida de Lucas – Que si estáis y… Sara se quedó parada en el umbral con una sonrisa cómplice, al tiempo que Lucas palidecía. Pepa rió y se dejó caer junto a Silvia, que se había incorporado, roja como un tomate. Sara: Que nos vamos a la comisaría, para dejar las cosas del caso claras… - aguantando la risa. Silvia: Sí, vamos – saliendo con determinación. Sara: Anda que ya os vale – a Pepa riendo mientras salían a la calle. La morena se limitó a sonreír, encogerse de hombros y guiñarle un ojo. Al igual que en la ida, apenas pudieron apreciar nada. Nicòla les contaba que dónde vivirían eran en realidad tres dúplex reformados y hechos uno, con el fin de utilizarlo en dispositivos como el que llevaban a cabo. Llegaron al fin, y si tiempo para apreciar el edificio al que se acercaban. En la puerta, apoyada ligeramente en la pared, aguardaba una mujer joven: de mediana estatura, tenía una melena corta, rojiza y lisa. Su piel clara corroboraba el azul pálido de sus ojos y su sonrisa nacarada. Nicòla: ¡Sophie! – yendo hacia ella con pequeños saltitos y dándole dos besos con mucho arte – Tropilla, os presento a Sophie… También trabajará con nosotros en el caso – sonriendo. El saludo general fue correspondido con un asentimiento de cabeza y un gesto con la mano. Paula: ¡¡Mozaaaaa!! ¡Como te coja te despiazo! – a la francesa. Álvaro: ¡Paula! Paula: Si no me entiende… - encogiéndose de hombros. Sophie: Perdón… ¿”Despiazo”? – mirando a Paula sin entender y buscando en Nicòla un traductor. Pepa: No le hagas caso… Es una desequilibrada mental…
Paula: ¡Desequilibrada mental tu estampa! – quitándose la zapatilla y lanzándosela… Con tan mala puntería que le dio a Nicòla en la cabeza. Pepa: Además de lerda, bizca – en un susurro mientras aguantaba la risa. Nicòla: Jorrrrrrssssss… He sido alcanzado por la flecha de Cupido – apretando la zapatilla contra su pecho. Pepa: Por un zapatillazo diría yo… Nicòla: El destino nos une… ¿No lo ves, reina? – clavando una rodilla en el suelo con la intención de ponérsela de nuevo cual zapato de cristal. Paula: Aún te tiro la otra… - entre dientes. Sophie los miraba con los ojos abiertos de par en par, hasta que Álvaro se dirigió a ella con una sonrisa tranquilizadora. Álvaro: Es siempre así, ya te acostumbrarás. Sophie: Gracias – respondiendo a su sonrisa con un castellano afrancesado. La reunión les llevó más tiempo de lo que esperaban. Silvia se incorporaría al dispositivo de vigilancia con el grupo de Leo, Curtis y Kike mientras durase el operativo hasta el día del baile. Nicòla se uniría a Pepa y Sara para investigar. Sophie haría a su vez de camarera junto a Paula y Rocío. Numerosos agentes más participarían en cuestión de vigilancia e infiltrados como guardias de seguridad el día del golpe. Por lo pronto, aquello era todo lo que quedaba por aclarar, y según discurrieran los días, harían cambios o no… ----Cap. 4 Vamos a perdernos en un destello del Sol… Cuando salieron de allí era ya media tarde. Apenas eran las seis, pero ya estaba anocheciendo. Silvia: ¿Dónde vamos? – resguardándose tras la bufanda. Pepa: A casa, ¿no? - cogiendo la mano que la pelirroja le tendía. Silvia: ¿Ya? Pepa: Jajajj… Princesa, ¿cuánto crees que vamos a tardar? Cuando lleguemos ya será la hora de cenar… Silvia la miró sorprendida, lo cierto es que en taxi el recorrido le habían parecido escasos minutos. Habían quedado sobre las nueve allí para preparar algo de cenar. Aquella tarde les tocó a Sara y a Lucas hacer la compra. Conforme se alejaban, las luces de las calles tomaban fuerza frente a una oscuridad derrotada por el brillo pálido del más que palpable invierno.
La pelirroja llevaba guantes, pero pronto se quitó el de la mano que se entrelazaba con la de Pepa para poder sentir el tacto de su piel helada. Caminaron perdiendo la noción del tiempo… Tenían el Sena a su derecha en todo momento, la visión de una ciudad paralela en sus aguas la maravillaba y sobrecogía al mismo tiempo… Dejó que los contrastes entre las luces la absorbieran… Se mecían tranquilas sobre la brisa nocturna, ajenas al ajetreo de un día corriente en la rutina de una persona autómata, al torrente de sensaciones que le estaban invadiendo con tanta lentitud como intensidad… Sintió un escalofrío y reprimió un respingo. Pepa, a su lado, lo sintió y la miró con una sonrisa… Con aquella sonrisa que le achinaba los ojos… que hacía que su mundo se parase con el único fin de dejarse llevar por ella… Pepa: ¿Tienes frío? Silvia: Ehhh… No… Pepa: Estás temblando. Silvia: No tiemblo porque tenga frío – sacándole la lengua. Pepa: Anda, ven, cuentista – tirando de su brazo con una sonrisa: la apretó contra su cuerpo rodeando su cintura con su brazo al tiempo que la besaba en la frente – Estás congelada, que es diferente… A pesar de llevar más capas que una cebolla – riendo. Silvia: Cuando estés en la cama acatarrada me reiré yo – fulminándola con la mirada, sin éxito, porque una sonrisa traicionera se le escapó. Pepa. Bueno, pues entonces algún médico tendrá que cuidarme, ¿no, inspectora? Silvia: Médico… médico… Que tienes más morro que todas las cosas… Pepa: Pero tóh pah ti – besándola – Estamos (beso)… llegando (beso)… Silvia: ¿Ya? – no pudo disimular cierto disgusto. Pepa: Espera un segundo… - separándose de repente de ella y acercándose al pequeño muro de la orilla del río. Apoyó las manos en él y asomó la cabeza… Sonrió, era allí… Se giró para ver cómo su pelirroja la miraba interrogante. Pepa: Ven, que quiero enseñarte una cosa. Silvia: ¡Pepa! ¿Qué narices haces? – dando una zancada hasta ella: la morena había pasado una pierna sobre el poyete de piedra e iba camino de hacer lo mismo con la otra. Pepa le respondió con un guiño, para acto seguido, dejarse caer al otro lado con un leve ruido sordo al pisar. Pepa: Siiiilvia. Silvia: ¿Qué?
Pepa: Que te asomes, que no pasa náh… Se acercó con cautela y asomó la cabeza para ver, sobre una estrecha superficie de piedra, a la morena con los brazos en jarras, esperándola. Silvia: No pretenderás que baje… Pepa: No, que ahora llega el helicóptero… Venga, Silvia… - poniendo morritos – Pero despacio, que eres peso muerto y como te caigas al agua nos hundimos las dos – entre el vaho que formaba su risa – Va, venga, que te cojo… Silvia: Que no, Pepa, que no, ¿quieres subir de una vez? Pepa: Joer, pelirroha, baja, que tengo que enseñártelo, mira que eres cabezota… Silvia: ¿A que me voy y te dejo sola? Pepa: ¿Y cómo piensas volver? Silvia: Sé hablar en francés, puedo preguntar, al contrario que tú… ¿Sin mí dónde vas? Pepa: Te recuerdo que ya he estado aquí y me conozco esto como la palma de mi mano… Silvia: No hace falta que lo repitas cada minuto – molesta. Pepa: Dios, malditos genes Castro – entre dientes. Silvia: Te he oído, Miranda. Pepa: Silvia – suspirando con resignación – Por favor, baja, te prometo que vale la pena… Silvia: ¿El qué? ¿El andar tentando a la suerte mientras haces la payasa en vez de estar en los Campos Eliseos o en la Torre Eiffel o en el Arco del Triunfo? Pepa: Por favor – repitió tratando controlar su mal genio, no iban a estropearlo por uno de sus enfados. Dudó unos segundos, pero finalmente la imitó. Se sentó y comenzó a deslizarse con cautela hasta que tenía casi todo el cuerpo fuera del borde. Una vez así, Pepa la sostuvo por la cintura y acabó por bajarla. Pepa: Ahora con mucho cuidado de no resbalar – pegándose a la pared mientras la cogía de la mano. Silvia: Yo flipo contigo… ¿A qué sant…? - no pudo terminar porque Pepa se giró bruscamente y selló su boca con sus labios. Pepa: No digas nada – mirándola profundamente a los ojos – Sólo ven conmigo – dándose la vuelta para seguir tirando de ella. Recorrieron unos metros por la estrecha superficie con las espaldas pegadas a la pared. Hasta que finalmente llegaron debajo de unos de los puentes que cruzaban el Sena, una vez allí, Pepa volvió a tirar de ella para arrastrarla al centro de la pequeña área cimentada.
Pepa: Mira… - señalándole el agua. Silvia no pudo más que abrir los ojos para no perder detalle, completamente maravillada… Desde aquella posición, las luces jugaban a ser la vida surreal de un París desconocido… La corriente devolvía el reflejo de una ciudad resplandeciente… Siguiendo el curso de las aguas, tenían frente a ellas la inmensa Torre Eiffel, todos los edificios que se alzaban en las proximidades del paseo que habían realizado, los monumentos, los colores… tenían la capital francesa a sus pies… Pepa: Quería traerte aquí para decirte que no vas a encontrar esta ciudad en el Louvre, ni en el Arco del Triunfo, ni en los Campos Eliseos… París no está en el Sagrado Corazón, ni en la Ópera Garnier, ni en la Torre Eiffel, ni siquiera en el Moulin Rouge, Silvia… París no es eso… París es y está en los suspiros nostálgicos de cada corazón destrozado, en el olor a melancolía de los destellos del Sol por las mañanas, en el recuerdo viejo de un bohemio fracasado y una armónica cansada… París es gris, amarilla, roja, violeta, naranja, azul, morada, verde… Es el reflejo de cada sueño en las aguas contaminadas de falsedad y resignación, el optimismo de la magia que recorre cada molécula del aire que ahora mismo estás respirando, el sabor de una ilusión que de repente te hace sentir mejor… París está al fondo de cada vaso de absenta, del inútil intento por olvidar quiénes somos y qué estamos haciendo… Podrían habernos enseñado a ser ilógicos, a ser imposibles… París es eso… París es lo que tú quieras y estará allí donde lo desees… Se había quedado sin palabras para decirle los estragos que aquello había causado en su interior… Miró a Pepa y la vio ensimismada con las luces de la superficie del Sena, perdiéndose en cada tonalidad… Silvia: Pepa… Pepa: ¿Sí? – girando la cabeza para mirarla y sonriendo. Silvia: Gracias… - enlazando sus brazos en su cuello para abrazarla con fuerza, pegándose lo máximo posible a su cuerpo – Lo siento… - avergonzada por su actitud. Pepa: Cabezota – separándose de ella y quedándose con la frente apoyada en la de Silvia. Silvia: Te quiero. Pepa: Y yo, princesa, y yo… Acarició su mejilla con suma delicadeza. Su piel nívea se mostraba más perfecta si cabía con aquel fulgor helado que la envolvía con delicadeza y ternura… Se besaron largamente, sin prisa… Confiriéndole a sus labios y a su cuerpo el calor que la baja temperatura les arrebataba adhiriéndose a sus huesos… Despacio… Con la intención de memorizar cada segundo con el tacto de sus sentidos congelados… Silvia: No siento las manos… - sonriendo cuando se separaron. Pepa: Pues a la ducha al llegar – devolviéndole la sonrisa con un deje de picardía. ----Cuando llegaron, observaron plantadas en el umbral de la puerta el panorama.
Sara y Lucas metían en la nevera y en los armarios el arsenal de comida que habían comprado. En los sofás, viendo fútbol o rugby o lo que quiera que fuese, Aitor, Curtis y Kike. Montoya y Rocío no habían llegado todavía. Y al lado de los sofás, Paula, Álvaro y Leo montaban un teclado enorme… Paula: ¡Espárrago, échanos una pata, anda! – urgiéndole con la mano. Pepa: ¿Qué habéis comprado? Paula: ¿No es obvio? – poniéndose con los brazos en jarras con varios cables alrededor del cuello. Pepa: Rectifico… ¿Por qué lo has comprado? Paula: Porque habrá que hacer algo, digo yo… Hemos ido los tres a por él… Pero que conste que aquí el pitufo, ni puñetera idea de música, así que lo hemos elegido Leo y yo… No me digas que no es precioso – sonriendo orgullosa de su adquisición. Pepa: Y enorme… ¿Qué piensas hacer con él cuando nos vayamos? Debes tener unos siete teclados más en tu casa mejores que este, ¿no? Paula: Se lo queda Leo – encogiéndose de hombros – Pásame el adaptador aquel… Conforme se liaban en la maraña de cables que habían conseguido en poco tiempo, Silvia se daba cuenta de que Paula evitaba cualquier contacto físico con Leo, sorteaba disimuladamente cualquier movimiento que le permitiese rozar la piel de su superiora… Le extrañó su comportamiento, aunque no le dio importancia y a los dos segundos se le había olvidado… Al final lo consiguieron montar y la sevillana se sentó en el pequeño asiento… Su mano derecha se movía hábilmente con rapidez y determinación por las teclas, mientras que la izquierda regulaba los tonos consultándolo con la inspectora… Una vez terminado, ambas manos se situaron y comenzó una locura hecha melodía… A simple vista, parecía que sus dedos no llegaban a presionarlas, se deslizaban sobre el teclado con infinita facilidad y precisión en una armonía absoluta, sublime y perfecta… Curtis: Joder, niña, ¿tú por qué eres policía? Paula: Porque me gusta encontrarme con tipos como tú – guiñándole un ojo. Curtis: Creo que me he enamorao, zanahorio… - dejándose caer en el sofá. Pepa: Bueno, nosotras nos vamos a la ducha, ahora bajamos a preparar la cena cuando vuelvan los que faltan… Curtis: ¿Nos… vamos? – saltando como un resorte. Silvia se ruborizó al instante y tiró de Pepa hacia las escaleras… Paula: Pues claro, Curtis, juntas… ¿Cómo va a ser? – sentándose en el sofá de enfrente y mirándolo con una sonrisa maliciosa - ¿Nunca has probado el sexo acuático?
Curtis la miraba pasmado, al igual que Aitor. Kike bufó y se fue con Sara y Lucas a echarles una mano. Paula: Imagínatelas – inclinándose hacia delante usando un tono confidente cargado de sensualidad – El agua caliente corriendo por sus cuerpos mientras se buscan con urgencia… pasión… desenfreno… Locura en forma de besos y caricias sin fin que se confunden con mordiscos certeros… Forcejeos por tomar el control del roce de la piel acabados en suspiros ansiosos por seguir… Gemidos que aumentan en intensidad al ritmo del agua cayendo… Estallidos de placer… La mampara empañada y el ambiente caldeado, sin poder saber qué quema más… Si la temperatura o ellas… Kike: ¿¡Te quieres callar ya!? – viendo lo que había conseguido. Ambos hombres, y Lucas, que aunque no quisiese reconocerlo algo sí había escuchado… La miraban encandilados con la boca abierta, algunos más que otros… Curtis: ¡Joder! ¿Cómo que pare? Paula: Jajajajj… Pero qué simples que sois, por Doraemon… Tú, pollomoco, ¿te llaman así, no?... ¿Voy a por un barreño y la fregona y friegas el parqué con las babas? Jajajjaj… Anda que... El sonido de una puerta en el piso superior la interrumpió, al cabo de unos minutos, Pepa y Silvia bajaban por las escaleras, vestidas de calle y con el pelo mojado. Paula: Pues parece que son rápidas, ¿no? – guiñándole un ojo a Curtis. Curtis: Esto no es bueno, Carrasco, joder… - sin saber dónde meterse. Paula rió y se levantó para dirigirse a la cocina y empezar a preparar algo, aunque Rocío y Montoya no hubiesen llegado todavía. Sin embargo, al girarse, su sonrisa se desvaneció de un plumazo al toparse de lleno con una mirada verdácea, sumida en la más profunda tristeza. Leo: ¿De veras que eso hacía falta, Paula? – en un susurro con voz serena. Paula: Yo… - sin saber qué decir – Mierda, lo siento, Leo, no tenía intención… Leo le hizo un gesto con la mano para indicarle que daba igual, y se acercó a la mesa de la cocina. La sevillana la observaba con la culpa y el remordimiento pintados en la cara. Paula en off: (Burra… Más basta que un arao o unas bragas de esparto… ¡Joder! Bocazas, más que bocazas… Tú ahí haciendo la mona y Leo… Dios, si es que soy imbécil… Con lo bien que hemos pasado la tarde y ahora mira… Después hablo con ella o reviento... Ya me he cansado de estar así…) Sus cavilaciones fueron interrumpidas por el sonido de las llaves en la puerta… Unas piernas asomaban bajo una montaña de cajas que un Montoya agobiado sostenía a duras penas, detrás de él, Rocío daba órdenes llevando en una especie de carrito más cajas… Todos los miraron sin saber qué hacer, hasta que Gonzalo las dejó en el suelo y resopló. Se acercaron para observar lo que traían: una Wii, una Xbox, un arsenal de cajas que eran los instrumentos para el juego Rock Band, y un capazo, por lo menos, de juegos para ambas consolas…
Lucas: ¿Qué narices…? Rocío: Hemos comprado un par de cosillas para entretenernos… Silvia: ¿Un par de cosillas? ¿Estás loca? Rocío: La duda ofende, pelirroja… Álvaro: ¿Por qué tengo la sensación de que os estáis tomando esto como unas vacaciones? Rocío: Porque eres un amargado. Álvaro: ¿Tienes idea del dineral que te has gastado en todo esto? Rocío: ¿Qué más da? Paga la comisaría de aquí… Lo he incluido en material necesario de investigación… Álvaro: Claro… Cuando queramos comunicarnos por micrófonos, sacamos la guitarrita y nos echamos unas canciones… Silvia: A ver, tampoco es eso, Álvaro… Pero reconoce, Rocío, que te has pasado… Paula: ¡¡Joder!! ¡Qué pasada! – que mientras hablaban se había dedicado a abrir las cajas y los apuntaba a todos con una especie de escopeta blanca – Decirme que nos quedamos todo esto… Álvaro: ¿Qué piensas hacer luego? Rocío: Dárselo a Nicòla o venderlo en ebay… - encogiéndose de hombros – Bueno, ¿qué? ¿Hacemos la cena? – pasando de su hermano y yendo a la cocina. ----No sabían por dónde empezar, ni qué decidirse a preparar… Las peticiones iban de chuletones a ensaladas de verduritas… Los huevos fritos que se le cayeron a Aitor al suelo constituyeron una bonita obra de arte abstracta. Al igual que la coreografía que Paula y Rocío organizaron en poco tiempo con un par de lechuguinas, excusándose que a falta de pepinos… Y Silvia acabó dándoles con una berenjena en la cabeza a cada una. Sumisas, pensaron que pelar patatas podría ser un buen castigo… Y Sara y Lucas desaparecieron misteriosamente sin dejar rastro… Mientras Kike se preguntaba y suplicaba al cielo por qué tenía que pasarle esto a él. Y Pepa descubrió que sus aptitudes dándole la vuelta a la tortilla con un movimiento al más puro estilo Telepizza eran dignas de admirar.
Al igual que las dotes de Álvaro en quemar cualquier cosa que pasara por sus manos, asqueado, se retiró al sofá por petición general. Soy la fallera, fallera mayoooooor… se convirtió en el grito de guerra de Pepa, Paula y Rocío ante los fogones. Y bajo la mirada de reproche de Leo, y el culo dolorido por el golpetazo de la pescadilla congelada de Silvia, volvieron a pelar patatas… Curtis se las veía y deseaba para pasar desapercibido el tono naranja que habían adquirido sus ropas ante el inminente poder destructor de una lata de mejillones. Y volvieron a la carga, pero esta vez armadas… Y Kike no encontraba el recipiente que la sevillana usaba como casco ante una nueva lluvia de berenjenazos por parte de la pelirroja… Porque llorar junto a las cebollas no era suficiente para que el tito Curtis abandonase su propósito de impresionar. Así que acabaron los cuatro llorando como magdalenas, incluso Paula, con el recipiente descolocado y un principio de chichón importante: Rocío, Pepa y Curtis le acompañaban con sus lágrimas silenciosas. Y Aitor juró y perjuró que no había sido él quién había pintado la encimera con tomate frito. Y Paula, pensativa y filosófica, no sabía si las croquetas tenían alma. Porque para que la olla dejase de bullir, sólo hacía falta apagarla… Y todo el tiempo que se tiraron cocinando lo doblaron recogiendo el agua ardiente del suelo… Y la cocina pasó a ser un campo de batalla… Donde nadie hacía caso y cada uno libraba con sus propias armas una lucha de intenciones por ser algo más que eso…
La cena acabó sin más estropicios y poco a poco fueron desperdigándose por el dúplex… Les hizo falta una mirada para entenderse, sin mediar palabra y sin llamar la atención, dejaron a Paula cantando en su francés macarrónico en el salón junto a los demás, y subieron a la habitación con el deseo pegado a los talones… ----Cap. 5 Para entrar no hace falta llamar… Entraron a trompicones… Pepa cerró casi de una patada la puerta, empujando inmediatamente a Silvia contra la pared, sin dejar de besarla…
Sostenía sus muñecas a ambos lados de sus hombros, presionando su cuerpo lo máximo posible con la pared para evitar cualquier milímetro de separación entre ellas… La pelirroja respondía con el mismo entusiasmo, si no más. Consiguió deshacerse de la prisión de sus manos para deslizarlas por los brazos de Pepa, sembrando en su piel los estragos de un deseo incontenible… Echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos cuando los labios de la morena se deslizaron por su cuello, sin poder reprimir un leve gemido… Sus manos surcaban su espalda seduciendo al desenfreno sobre su camiseta… Enredando sus dedos en las puntas de su pelo oscuro… Escaló por su garganta pálida y le mordió suavemente la barbilla al llegar a esta… Hundió sus manos en su melena rojiza peinándola hacia atrás al tiempo que volvía a sus labios y se perdía en ellos… Se dedicó al contorno de su costado para acabar en su cadera y atraerla todavía más hacia ella… Su lengua jugaba con la de Pepa en un baile que las estaba llevando a la perdición absoluta del cuerpo de la otra… Cansada de las barreras que suponía la ropa, se separó unos centímetros para quitarle la camiseta a Silvia y volver a su cuello, sus hombros, su boca… Le pidió con una mirada que levantase los brazos, deseaba con ojos brillantes cada porción bronceada de piel que descubría… La acariciaba sutilmente conforme se deshacía de la prenda… Necesitaba respirar… En aquel momento odió el oxígeno que le hacía falta e impedía el tacto de sus labios… Se separó de la pelirroja y la miró largamente a los ojos al compás de su respiración agitada… Sentía su aliento en su barbilla, su mirada oscura cargada de la misma excitación que corroía cada una de sus células… Contuvo el deseo cuando se puso de puntillas para besarla profundamente, acrecentándolo cada segundo y recreándose en su boca… Rodeó su cintura y ascendió por su espalda perfecta para desabrocharle el sujetador… Sintió a Silvia hacer lo mismo con ella y le mordió suavemente el lóbulo de la oreja como respuesta… Sin detenerse, pero despacio, deslizó sus labios por su cuello, pechos, abdomen… Hasta llegar a los botones del pantalón, donde sus manos se detuvieron al tiempo que regresaba a la boca de la morena… Se sintió tambalear y dejó que la pelirroja le empujase con suavidad y cierta urgencia hasta la cama, donde cayó de espaldas con Silvia sobre ella… Sus manos ávidas de su piel terminaron con la oposición que ejercía la ropa en aquel ritual que les llevaba de cabeza… Su melena pelirroja caía a ambos lados de la cara de Pepa… Necesitaban más… El cúmulo de gemidos de placer no satisfacía la locura hecha movimiento en la que se habían convertido sus cuerpos…
Con las palmas abiertas recorrían el sudor que las empapaba con ansias por abarcar lo máximo posible… Sus armas: besos, caricias, lametones, mordiscos, saliva, aliento, suspiros, lengua, labios, susurros; entrechocaban en nombre de la urgencia… Euforia… La temperatura de la habitación había ascendido considerablemente… Hacía calor… Los besos eran cada segundo más intensos, a la par de las caricias más que certeras… No quedaba lugar para la cordura ni el pensamiento, no quedaba lugar para dos personas, eran un mismo cuerpo… Completamente insaciable e irracional. ----Nueve despertadores diferentes sonaron a la misma hora. El revuelo en las habitaciones fue más que notable, al igual que la pequeña estampida simultánea de los agentes, todavía en pijama muchos de ellos, a la cocina. Rocío dormía muy pocas horas debido a su hiperactividad, así que cuando bajaron, un enorme desayuno que ocupaba toda la barra les esperaba. Salieron de la habitación vestidas únicamente, sobre la ropa interior, con una enorme camiseta de Pepa, Silvia; Pepa con unos pantalones cortos que apenas eran más grandes de un palmo, y una camiseta de tirantes. La pelirroja dejaba su preciosa melena suelta, al contrario de la morena, que lo recogía en una coleta dejando los mechones del flequillo. Durante todo el trayecto, Pepa la abrazaba por los hombros al tiempo que la besaba en el cuello. Pepa: Mmmm… Yo no necesito desayunar – en un susurro. Silvia: ¿Pepa? – girando un poco la cabeza y mirándola con timidez. Pepa: Jajajj… No me mires con esa cara, pelirroha, que la insaciable eres tú… Silvia: ¡Pepa! – ruborizándose. Pepa: Dios, me encantas cuando te pones así… - volviéndola a besar en el cuello. Silvia agachó la cabeza con cierta vergüenza, pero sonriendo mientras enlazaba sus manos con las de la morena, que rodeaba sus hombros con sus brazos. Rocío: ¡Pareja! ¿Qué vais a querer? – una vez llegaron a la cocina. Pepa: No sé… - viendo todo lo que había – Pero con todo esto tenemos de sobra, fijo… Rocío: Pues servíos entonces, que yo voy a ver si localizo a Nicòla – yendo a por el móvil. Paula: ¿A la Reina de los Mares? – levantando la cabeza de la barra, que la tenía recostada como si se hubiese quedado dormida sentada en el taburete.
Rocío: Sí, hija, sí… - alejándose. Curtis: ¿Esto va a ser así todas las mañanas? – sentándose. Pepa: Supongo, si aquí la amiga no duerme… Gonzalo: Tampoco la vamos a tener de chacha. Álvaro: O sí, que al menos haga algo… - sin disimular el enfado que tenía con ella. Al poco rato, Leo bajaba por las escaleras con el pelo mojado… Silvia comprobó, no sin cierto desagrado, de quién había adoptado Pepa la costumbre de ir con una camiseta gigante. Su larga melena negra mojada empapaba levemente los hombros de la prenda. Leo: Buenos días… - sentándose, sigilosa. Paula: Bue… nos días – con un tremendo bostezo. Pepa: Hola… - apartando la mirada de ella. Silvia: Buenos días – sonriendo tímidamente, obteniendo como respuesta un intento de sonrisa por parte de la inspectora. Curtis: Buen… joder – mirándola embobado. Aitor: Come y calla – cogiendo un vaso de zumo, con el que se atragantó. Rocío: Hola, Leo – que se acercaba de nuevo con una sonrisa. Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la mejilla – Acabo de hablar con Nicòla – informándolos a todos – Dentro de media hora abajo, ¿de acuerdo? La afirmación general fue corroborada por los que se unían a la mesa, Kike, Lucas y Sara. Sara: Paula, ¿estás bien? – la sevillana volvía a tener apoyada la cabeza sobre la barra con cara de sueño. Paula. Sí… - viendo con un suspiro cómo Leo se levantaba y se despedía para subir de nuevo a la habitación. Levantó la cabeza - ¿Las paredes son insonorizadas, Rocío? Rocío: Sí… Paula: Pues, coño, no veas cómo gritan las jodías… - señalando a Pepa y a Silvia. – Que os podías cortar, digo yo… - Silvia empezó a toser al atragantarse; Pepa, Rocío y Sara sonreían divertidas; Curtis estaba en el paraíso; Kike fruncía el ceño; y Álvaro, Montoya y Lucas no sabían dónde meterse – Joder, Pepa… ya tiene que ser Silvia buena, porque hija, no te había oído yo gritar de esa forma en la vida… Y la otra no es que se quede corta… - mirándolas con reproche. Silvia rozaba la incandescencia cuando Pepa decidió intervenir. Pepa: Eres una mentirosa, si no se oye náh… - intentado quitarle hierro al asunto. Paula: Claro, es que aparte de a vosotras no se oía nada, ¿no, Álvaro? – ya que su habitación y la de ella eran las contiguas.
Álvaro: Yo no oí nada… - intentando escaquearse, pero lo cierto es que sí lo había notado. Paula: Lo que tú digas – cruzándose de brazos – Me pido cambiarme de habitación, que una así no puede descansar… Curtis: ¡Te la cambio yo! Pepa: ¿Tú qué vas a cambiar, mandril? Paula se queda quietecita donde está… Y tú, pelirroha, contente un poco… - aguantando la risa. La mirada que le dirigió Silvia no tuvo precio, seguida por un manotazo en el estómago… ----El desayuno terminó con tranquilidad, subieron a ducharse, y a la hora acordada esperaban en el portal. Nicóla llegó y se separaron, cada uno en su tarea. ----Paula: No me digas que no está para comérsela… - observando cómo Sophie hablaba con el que habría de ser su superior en el bar del Palacio. Rocío: ¿Es que sólo piensas en eso? Paula: ¿Qué te han hecho? – con tono dramático – Tú antes no eras así… - haciendo pucheros. Rocío: Jajajajj… Shhhh, que viene… Sophie: Lo único que vamos a tener que hacer es un curso y preparación para la gala – con un gracioso castellano afrancesado. Rocío: ¿Y ya? Sophie: Sí… venid que os enseño un poco esto – conduciéndolas por la Ópera. Paula: Ay omá qué rica… - siguiéndola mordiéndose el labio inferior. ----Nicòla: ¿Estáis preparadas, florecillas silvestres? – mirando alternativamente a Pepa y a Sara. Sara: Sí… Nicòla: Pues vamos – emprendiendo la marcha. Se encontraban en una plaza cerca de la comisaría. Según el seguimiento ejercido por la policía parisina, el colombiano solía pasear por aquella zona… Caminando delante de ellas con un movimiento acentuado de cadera, Nicòla sacó del enorme bolso dorado que llevaba al hombro unas orejeras rosa fucsia. Pepa: La madre que lo trajo…
Sara le dio un codazo aguantando la risa al tiempo que el francés se giraba y les urgía con un movimiento de mano. Pepa: ¿Qué haces con eso? – cuando llegaron a su altura. Nicòla: Hace frío, cariño, jijijij. Pepa: Pero que se supone que tenemos que pasar desapercibidos… Nicòla: Oisshhh, pues por eso he venido con deportivas… Aunque llevo los tacones aquí dentro – abriendo el bolso y sacando un zapato con un tacón de más de 10 cm, también rosa fucsia - No te vayas a pensar que dejo de lado la moda ni por un mo-men-to… - dándole leves toques en el hombro para enfatizar cada sílaba. Pepa resopló mordiéndose la lengua ante la complicidad de su sobrina. Sara: Bueno, vamos a separarnos y a ver qué podemos hacer… Kike, Montoya ¿nos seguís? Kike: Sí, Sara – desde la furgoneta. Sara: En marcha – despidiéndose de ellos. ----Por otra parte, Leo controlaba el video y audio desde una furgoneta estacionada en la puerta de la Ópera, junto a Curtis y Silvia. Curtis en off: (Joder con las inspectoras… Qué bien que se lo monta la Pepa…) – mirándolas alternativamente – (Si es que están las dos… No sé qué tontería les ha entrado a todas con el rollo bollo… O no sé que tendrá la morena que todas se vuelven lesbianas a su paso… Bueno, sí lo sé, que menuda mujer… Es que tiene que ser en la cama… ¡Coño, Curtis! No pienses, no pienses… Que te vas por el camino que no es… Pero es que con estas al lado es imposible no pensar en eso…) Silvia: ¡Curtis! – tercera vez que lo llamaba. Curtis: ¿Eh, qué? Perdona, Silvia… Silvia: ¿Tienes a Lucas tú? Curtis: Sí, en esta cámara… Leo: Yo controlo a Álvaro – sin mirarla. Silvia: Vale, me quedo con Aitor yo… Aitor: Silvia, nos han dado los pases y ya lo tenemos todo más o menos claro… Álvaro: Dentro de dos o tres días nos dicen nuestros puestos. Leo: Quedaos allí y buscad a Rocío, a Paula y a Sophie, están en el bar. -----
Paula: ¡Moza recia! ¿T’apetezzcooo? Sophie: ¿Qué? – mirándola sin entender. La sevillana rió a pesar del codazo que le soltó la rubia. Paula: Que si tienes el cóctel hecho… Sophie: Sí – tendiéndoselo. Paula: Pero esto… esto es azul… Rocío: ¿Cómo quieres que quede? Paula: El mío es lila… Rocío: ¡Nena! ¿Qué le has metido? Paula: Pues lo que pone en la receta. Sophie: Une liqueur de mûre es licor de mora, Paula… Paula: ¡Coño! Pues a ver si os aclaráis… - tirando su cóctel por el fregadero. Álvaro: ¿Cómo lo lleváis? – acercándose a la barra. Rocío: Unas mejor que otras… Paula: ¡Este se llama como tú! Une passion bleue… - leyendo el nombre de la bebida – Pasión azul dice – guiñándole un ojo. Álvaro: Jajajj… Nosotros nos quedamos por aquí… Os tienen pinchadas, ¿no? Sophie: Sí. Lucas: Nos vemos… ----Pepa: ¿Y este hombre dónde coño va? – viendo cómo Nicòla se metía a una tienda – Montoya… – al micrófono - ¿Dónde va Nicòla? Gonzalo: Que dice que ha encontrado un 50% de descuento… - con tono resignado. Pepa: Esto la leche – dándose una palmada en la frente. ---Curtis en off: (¿Y estas miradas?... Joder, joder, pelea de gatas lo menos, macho… Es que es normal que Silvia la mire así, si parece que Leo clava puñales con los ojos… Qué fuerte… Ojalá pudiese grabarlo, ahí las dos en el barro…) -----
El desarrollo del día acabó por dejarlos exhaustos a todos… Volvieron rendidos y sin ganas de mucha fiesta, con la cama y buenas noches como único objetivo… ----Cap. 6 Como una bala de cañón sin control… Eran casi las cuatro de la madrugada… Tenía la garganta seca y decidió bajar a por agua a la cocina. A pesar de las advertencias de Rocío, su única vestimenta eran los calzoncillos… Fue descalzo para evitar hacer ruido, el parqué apenas se inmutó bajo sus pisadas… Una vez el agua fría se deslizó por su garganta, puso rumbo de nuevo a las escaleras para volver a la habitación, sin embargo, el rayo de luz que se escapaba por la puerta entreabierta del baño le detuvo… La curiosidad pudo con su poca resistencia y se decidió a ver quién estaba dentro a esas horas… Asomó la cabeza con cautela y tuvo que tragar saliva ante la escena… La estancia estaba iluminada tan solo por unas pequeñas velas repartidas por el inmenso baño… En el jacuzzi, entre las aguas burbujeantes, había una mujer: estaba recostada en la pared, con los brazos estirados sobre el borde y la cabeza echada hacia atrás… No pudo reconocerla a la primera, pues la posición de su cabeza le impedía ver su rostro… Pero sus medidas la delataron al instante… Pepa estaba… desnuda… El calor invadió su cuerpo sin poder evitarlo… Decidió que lo mejor era irse de allí, con lo que hizo un ademán de salir del baño… cuando la voz de la morena le detuvo… Pepa: ¿Dónde vas, Aitor? Volvió a mirarla y una vez más, tragó saliva… El tono seductor de su voz, su mirada… Se estremeció… Pepa enarcó una ceja y sonrió… invitándole junto a ella. No lo pensó dos veces antes de entrar y quitarse la ropa interior en el trayecto… Avanzó hasta la morena y sin detenerse, se lanzó a su boca con verdaderas ganas… Devorando cada centímetro de sus labios con ansia, su lengua ardiente estaba causando estragos en su razón… Sus manos se hundían en el agua ascendiendo por el vientre terso de Pepa hasta llegar a sus pechos y ejercer presión sobre ellos con rudeza… La morena colmaba su nuca en caricias mientras apretaba más la cabeza del joven contra ella… Se separó de Pepa un segundo para coger aire mientras abría los ojos… La mirada de la morena se desvió un instante a su izquierda, no estaban solos…
Siguió el curso de su mirada para ver cómo Silvia se inclinaba sobre él y le mordía en el cuello rodeándolo con sus frágiles manos… Abandonó el cuerpo de la morena para situarse sobre la pelirroja, enredando sus manos en su melena mojada… Las piernas de Silvia se enlazaron en su cintura mientras Aitor deslizaba sus labios por su garganta, sus pechos… Sintió cómo Pepa le mordía el lóbulo de oreja, pidiendo atención. Giró la cabeza hacia ella para besarla cuando las vio… Unas piernas emergían del jacuzzi al lado de Pepa… Rocío estaba sentada en el borde, clavando en él sus intensos ojos azules. Estiró su brazo para que le cogiese la mano y tirar de ella para meterla dentro del jacuzzi… Una vez dentro, dejó que la rubia se recrease en su boca… Sintiéndose desfallecer por los movimientos de las tres mujeres… No podía más cuando sintió un aliento en su nuca y unos pechos pegados en su espalda… Silvia le mordía el labio cuando se giró, aunque reconocería aquella fragancia hasta en el infierno, o el cielo, o donde quiera que estuviese porque se sentía morir por dentro… Sara le sonrió con fingida inocencia antes de besarle apasionadamente… Aitor se dejó hacer… Le empujó hasta la pared, entre Pepa y Silvia… Se sentó a horcajadas sobre él deslizando su lengua por su cuello… Cerró los ojos, extasiado… La sangre hervía en sus venas al compás del sonido burbujeante del agua caliente… Abrió de nuevo los ojos y se encontró con que Sara se había retirado a un lado dejándole la vista al frente despejada… Al otro lado del jacuzzi, Paula le mordía suavemente le lóbulo de la oreja a Leo… Ésta se dejaba cerrando los ojos a causa de la excitación… Sin saber cómo, se encontraba en medio de las dos mujeres, besando a Leo con desenfreno… Paula a su lado presionaba su torso con su mano en la bajada al tiempo que le besaba en el cuello… Cuando quiso darse cuenta, estaba rodeado por las seis mujeres… Las manos y las bocas recorriendo su cuerpo, el calor del baño, la tenue iluminación y el sonido constante del burbujeo… No podía más… De repente, la voz de Curtis llamándole era lo único que escuchaba, y a su alrededor… ya no había nadie… ----Curtis: ¡Carrasco, coño, que te levantes! – desde el umbral de la habitación. Aitor: ¿Eh, qué? – incorporándose de un salto hasta quedarse sentado en la cama. Curtis: Que bajes a desayunar… ¿No has oído el despertador, o qué? – cerrando la puerta tras de si.
Aitor en off: (Joder, joder, joder…) Se pasó las manos por la cara, necesitaba una ducha de agua fría inmediatamente… Su vista bajó por las sábanas… Aitor: ¡Mierda! – levantándose y yendo a la ducha a la carrera… ----4 de Enero de 2009 Los días en París pasaban sin hacerse notar. La convivencia era inmejorable y el buen rollo entre los agentes insuperable, aunque bueno, siempre hay excepciones. En el tiempo que llevaban allí se habían convertido en una enorme familia, con varios tornillos perdidos por el camino, pero una gran familia al fin y al cabo. En Noche vieja se reunieron todos en el dúplex, incluidos Nicòla y Sophie, que también eran parte de la camadería que se llevaban entre manos. En lo referente al caso, muchos días llegaban asqueados ante lo poco que avanzaban. Aunque Paula, Rocío y Sophie estuviesen bien situadas, al igual que Álvaro, Aitor y Lucas; el peso real del caso caía sobre Sara, Pepa y Nicòla, pues en ellos estaba la clave de encontrar datos sobre el jefe de la organización colombiana, como también de sus esbirros y ayudantes. Lo que sucedía en las furgonetas mientras vigilaban era otro cantar. Se turnaban: había días en los que Silvia, Leo y Curtis vigilaban el interior del Palacio, y otros, en los que seguían las andanzas de Pepa, Nicòla y Sara. Fuera cual fuese su ubicación, a Curtis no se le pasaba desapercibido que la tensión se podía cortar con un cuchillo, llegando a sentirse incómodo a veces. Montoya, Kike y un par de agentes franceses más eran los que se intercalaban con el grupo anterior. No siempre hacían los seguimientos ellos, pasaban mucho tiempo en el dúplex, tanto Pepa y Sara como el resto. Trabajar con la comisaría parisina les ofrecía un abanico inmenso de posibilidades así como mucho tiempo libre. Cada uno lo aprovechaba a su manera… unos recorriendo París, otros viciándose a las consolas, perdiéndose por los alrededores, otras abducidas en el teclado… Y de esa forma, sin enterarse casi, se habían plantado en el 2009… Faltaba un mes exacto para el día del golpe… ----Lucas: venga, Aitor, tío, que no llegamos – viendo cómo bajaba corriendo por las escaleras. Aitor: Voy, voy – saltando los últimos escalones y dirigiéndose a la puerta, donde le esperaban Álvaro y Lucas. Paula: ¡¡Niño!! ¡Pero come algo! – desde el taburete. Aitor se giró hacia donde le llamaban y deseó no haberlo hecho…
Rocío sentada sobre la encimera, Paula en el taburete, Pepa y Silvia tonteando en la barra, Leo delante de un café y un periódico, Sara de puntillas intentado coger algo del armario… Todas, o en camisetas grandes que apenas les llegaban a las rodillas, o en pantaloncitos cortos y camisetas de tirantes… Tragó saliva, el sueño que acababa de tener le venía en flashes y sin poder evitarlo, comenzó a enrojecer… Murmuró un leve “No, gracias” y salió de allí… Paula: ¿Y a este qué le pasa ahora? – volviendo la vista a la barra. Leo: Silvia, subo a cambiarme y nos vamos, ¿Curtis? Curtis: Como mande, inspectora… - cuadrándose cómicamente. Silvia: Vale… - besando a Pepa y yéndose también a la habitación. Pepa: Sarita, hija, súbete a un taburete si ves que no llegas… - alzando el brazo para coger lo que intentaba alcanzar su sobrina. Sara: Qué graciosa ella… Gracias – dándole un beso en la mejilla - ¿Me das cinco minutos y nos vamos? Pepa: Cinco minutos… - alzándole el dedo. Sara: ¡Cinco minutos! – corriendo a las escaleras. Pepa: ¿Vosotras cuándo os vais? - a Paula y Rocío. Rocío: Viene Sophie a recogernos dentro de media hora. Pepa: ¿Habéis conseguido algo? Rocío: Aparte de que Paula haya aprendido a hacer un cóctel decente, nada… Paula: ¡Oye!... Es que con semejante jaca delante cualquiera se concentra… - mordiéndose el labio inferior. Rocío: Ya sé que te pongo, amor, pero podrías cortarte un poco… Paula: ¡Ja! Más quisieras tú – riendo. Rocío: Ah, ¿con que esas tenemos, eh? – sonriendo con picardía. Paula: Necesitas más que esa sonrisa para hacer algo conmigo… - siguiéndole el juego. Rocío: Me parece bien… - bajando con suavidad de la encimera y acercándose a ella con una sonrisa. Paula: Frío… Rocío estaba a su altura y se inclinaba sobre ella levantando una ceja. Paula: Te congelas…
La rubia sonrió con malicia y clavó en ella sus ajos azules. Sus bocas estaban a escasos milímetros, casi se rozaban… Acarició con lentitud su nariz con la de Paula, abriéndose paso con intenciones aparentemente inocentes… Paula: ¡Me rindo! – apartándose de ella con una carcajada – Tus ojos me pueden, perra… Rocío: Jajajajj… Lo sé – sacándole la lengua y volviendo a la encimera. Curtis: ¿Hacéis… esto… siempre? – apoyándose en la barra con la boca abierta. Rocío: Jajaja… Silvia: ¿El qué? – llegando hasta ellas. Pepa: Las petardas. Leo: Pues un poco sí… - detrás de Silvia. Paula apretó la mandíbula y le pidió perdón con los ojos, la inspectora se limitó a aguantarle la mirada con su frialdad habitual. La sevillana agachó la cabeza y le dio un largo sorbo al café… Curtis: ¿Nos vamos? – abriendo la puerta. Leo: Sí… - sin dejar de mirar a Paula son seriedad. Silvia: Hasta luego – besando a Pepa, aunque aquel cruce de miradas no se le había pasado desapercibido. Pepa: Llámame luego, princesa –sonriendo radiante. Silvia le respondió con una sonrisa saliendo por la puerta tras Leo y Curtis. Pepa: ¡Curtis! Curtis: ¿Qué? – asomando la cabeza. Pepa: ¡Cuídamelas! Curtis: Eso está hecho – guiñándole un ojo. El plural hizo que Paula la mirase alzando una ceja… ----Pepa: Por Dios, dadme conversación o algo que me aburroooooo… Llevaba horas sentada en el mismo banco. El hierro estaba congelado por las bajas temperaturas, haciendo mella en su cuerpo… Gonzalo: Pepa, estás en un operativo, céntrate. Pepa: Joder, Gonzalo, a ti no se te está quedando el culo helao… - cruzándose de brazos y encogiéndose sobre si misma.
Sara: Anda, tita, no te quejes que luego bien que quieres que Silvia te caliente… - por el micrófono, desde su posición. Pepa: Calla, enana… Nicòla: L’amouuuuurrrr… - cantando desde tres calles más abajo, también por el micrófono. Pepa: Y este a cantar ahora, dí que sí… Gonzalo: dentro de una hora nos vamos, así que aguanta un poco. Pepa: ¡Dentro de media hora seré un puñetero cubito de hielo! Nicóla: ¡¡FLOR!! Pepa: ¿¡Quieres dejar de llamarme flor!? Nicòla: ¡Que va para allá! Sara: ¡Pepa, yo también lo veo! ¡Va hacia ti! Sentada como estaba, vio cómo le hombre cruzaba la plaza y se metía en un lujoso jaguar. Sin pensarlo dos veces, disimulando, se levantó y se dirigió a una moto estacionada en la calle. Pepa: Voy a seguirlo… Gonzalo: Ten cuidado, Pepa… Se puso el casco y arrancó sin perder de vista el coche. Al empezar el seguimiento, necesitaban vehículos para poder moverse por París con mayor facilidad. Pepa no dudó es escoger una Suzuki B-king, aunque a Silvia no le hizo mucha gracia al principio, no tardó en reconocer que le encantaba que Pepa la llevase a su espalda… Serpenteaba por las calles tratando de mantener una distancia prudente, siguiéndolo. Gonzalo: Estáis camino al extrarradio… Pepa: Oído cocina. Al cabo de una hora, la “persecución” le llevó a un viejo edificio a las afueras… Pepa: Vamos a hacer motocróh… - saliéndose de la carretera para ir campo a través y acercarse con sigilo. Pepa: ¿Me tenéis en el plano? – mientras bajaba de la moto. Kike: Sí. Pepa: Vale, pero de todas formas voy a ver de qué va esto. Gonzalo: Pepa, estás sola, no hagas tonterías.
Pepa: No estoy sola… - con una sonrisa mientras sacaba la mágnum. Llegó a la parte posterior del edificio y se pegó a la pared… Avanzó con cautela, tenía claro que una vez fichado el lugar, pondrían vigilancia y volverían cuando no hubiese nadie “peligroso”. No hacía falta arriesgarse mucho. Escuchó voces en al puerta y aguardó. Eran dos hombres, uno tenía un claro acento sudamericano, el otro apenas hablaba, y si lo hacía era con monosílabos, parecía extranjero… Hombre1: Esto se nos salió de las manos. Hombre2: ¡No! Hombre1: Nos tienen pillados, están en todas partes. Hombre2: Nadie.. saber quién ser tú… Hombre1: ¿Y tú? Hombre2: Yo desaparecer noche. Hombre1: Eso espero… Hombre2: Ramón… Hombre1: ¿Qué…? Lo último no pudo escucharlo, ya que se lo susurró al oído… Con algo de astucia, consiguió hacer unas fotos, era lo único que podía haber hecho… Se perdió por el camino de vuelta y tardó el resto del día en llegar, cuando lo hizo, la cara preocupada de Montoya no mejoraba las expectativas. Pepa: ¿Qué pasa? – sentándose en la mesa que le habían asignado en la comisaría. Gonzalo: Mira las fotos… - tendiéndoselas. Pepa: Son el colombiano y un guiri, ¿y? Gonzalo: El extranjero dijo Ramón… y el colombiano se llama Colber Fernando Castín De Célix. Pepa: Toma nombre – con una sonrisa… La seriedad de Montoya se la borró. Gonzalo: Hemos estado todo el día investigando acerca de las fotos y demás… Pepa… Ese hombre no existe. Pepa: ¿Qué? Gonzalo: Colber Fernando Castín De Céliz murió hace cuatro años en una pelea de bandas en Bogotá. Pepa: ¿Por qué no lo sabíamos de antes?
Gonzalo: Porque nadie se molestó en cuestionar la información. Pepa: Entonces… Gonzalo: Nada de lo que estamos haciendo sirve… No sabemos quién es ese hombre… ----Cap. 7 Respirar hollín, llorar alquitrán Flashback
Paula: ¿Por qué lo has hecho? – cerrando la puerta tras ella y apoyando la espalda para evitar la salida o entrada. Leo: Porque es lo mejor… Paula: Y una mierda. Leo: Paula… Paula: No, Paula, no… Quiero que me lo digas – desafiante. Leo: ¿Me vas a dejar salir? – acercándose a la puerta. Paula: No. Se sentó en un banco frente a ella con gesto cansado. Paula seguía en la puerta de los vestuarios impidiendo cualquier intento de escapada, estaban solas. Leo: Ya sabes por qué lo he hecho… Paula: No, la verdad es que no sé el “por”… sólo sé el “qué”… Y el “qué”, es que has dejado destrozada a Pepa… Leo: No es verdad. Paula: ¿Cómo puedes tener la sangre fría de seguir escudándote en eso? – fulminándola con la mirada. Leo: ¡No puedo! – alterándose - ¡No puedo quererla, Paula! ¡Así no! Paula: ¿¡Así cómo!? ¡No estás sola! ¡Nunca lo has estado y no lo vas a estar ahora! – cogiéndola por los hombros – Mírame… Leo: No… Paula: Leo – con tono firme.
Finalmente situó su vista en sus ojos castaños, chispeaban de rabia e impotencia… Paula: Pasó, aquello pasó… ¿Y qué? La vida no se para en ese momento, tienes que seguir… Y ella lo consiguió, te sacó del hoyo y te quiere más que a nada en este mundo, joder… Leo: No puedo… - repitió deshaciéndose de sus manos. Paula: ¿Sabes lo que creo, Leo? La mirada interrogante de su superiora le urgió la respuesta. Paula: Que eres una cobarde. Leo: ¡¡No tienes ni puta idea!! –levantándose y propinándole un golpe a la pared tras ella. Paula: ¡Siempre dices lo mismo! Que no tenemos ni idea, que no tenemos ni idea… ¿La tienes tú? Leo: ¿Qué? – volviendo a girar para estar cara a cara. Paula: Llevabais más de un año juntas…Y de golpe y porrazo te echaste para atrás… ¿Qué ha sido Pepa para ti? Porque entonces no lo entiendo… Leo: Lo sabes perfectamente. Paula: Sí, claro que lo sé. Porque te recuerdo que te conozco desde que entraste aquí, antes y después de aquello. Pepa te devolvió la vida… Leo: ¡Por eso! Paula: ¿Qué..? Leo: Porque volvió a hacer de mí una persona, porque sin ella sabes que no estaría aquí, porque yo no existía hasta que llegó, por eso la quiero… Pero no puedo quererla como me quiere, no puedo devolverle el amor… Yo no puedo amar a nadie, ni siquiera a ella. Paula: A veces me dan ganas de coger tu inmensa cabeza y molértela a palos, ¿cómo eres capaz de pensar así? Leo: Es ser realista. Paula: Y gilipollas, también. Leo: Ya vale. Paula: ¡No! ¡Se ha ido! Leo: ¡Ya sé que se ha ido! ¿Crees que es fácil no verla cada mañana, no contagiarte de su sonrisa, no sentir que su mera presencia es suficiente para darle sentido a todo..? Paula calló, mirándola perpleja… Paula: Estás enamorada de ella… - abriendo la boca.
Leo: Te he dicho que no. Paula: No me lo puedo creer… Dime que no has sido tan imbécil como para apartarla de tu lado porque te has enamorado de ella… Leo: No quiero que sufra. Paula: Yo flipo contigo – llevándose las manos a la cabeza y girando sobre si misma. Leo: Conmigo no iba a ser feliz… Paula: Eso no puedes saberlo. Leo: Sí lo sé… lo sabía cada vez que la descubría mirándome… Se ha ido, y va a encontrar a alguien y se enamorará, y me olvidará y todos contentos… Paula: ¿Sabes cómo se ha ido? ¿Has visto su mirada mientras se despedía? No, claro… Porque Leo está por encima de eso, porque Leo decide qué hacer con la vida de los demás… Leo: ¡Cállate! ¿Quién eres para hablarme así? – mirándola con superioridad y encarándose a ella. Paula: Soy quien ha estado contigo desde el principio… Y lo voy a estar hasta el final, lo haya o no, me da igual… - devolviéndole la mirada. No pudo evitar que sus ojos verdes se humedecieran. Su temple flaqueó, derrumbándose en los brazos de Paula. Leo: Ayúdame… No me dejes ir… - hundiendo su cabeza en el hueco entre su hombro y su cuello. La sevillana rodeó con ternura su cintura y sonrió con un suspiro. Paula: No tenía pensado hacerlo… tontona… Fin del flashback -----Lucas: Es él, ¿verdad? – viendo cómo unos tipos trajeados entraban en el Palacio. En el puesto de vigilancia, Silvia, Leo y Curtis se inclinaron sobre la pantalla, cortejaron la imagen con una de las fotos que acababan de recibir de Montoya, una de las que Pepa había hecho aquella tarde. Leo: Sí, tener cuidado… Álvaro: Van hacia el bar, avisad a las chicas. Silvia: Rocío, de los dos hombres que acaban de entrar, el rubio es uno de los sospechosos… Rocío: Lo tengo, pelirroja.
Rocío: Paula… - buscándola con la mirada. La vio limpiando unos vasos mientras coqueteaba desde la barra con el grupo de hombres que acababa de entrar - ¡Paula! – en un susurro para llamar su atención. Paula: Dime… - llegando hasta ella. Rocío: Esos – señalándolos con la cabeza – Son los sospechosos… Paula: Pues mira qué bien, aquí vigilaos… ¿Algo más? Sophie: ¿Se puede saber qué hacéis? Dejad de hablar y disimular. Paula: Marchando… - volviendo a secar vasos. ----Curtis: Señoritas, yo necesito ir al baño – abriendo el vehículo y saliendo. El interior de la furgoneta se quedó en silencio, como de costumbre. Había algo que le inquietaba cuando estaba con ella… Su presencia serena y sus frágiles silencios a veces le producían escalofríos. La observaba moverse con estudiada tranquilidad, parecía que en ningún momento podría perder los estribos… Su rostro era inexpresivo, una máscara de delicada porcelana… incapaz de mostrar emoción alguna. No le cuadraba… La había visto sonreír en aquella foto, y no le casaba su personalidad en absoluto… Leo: Ahora mismo te estás preguntando por qué soy así, ¿me equivoco? – la pregunta le pilló completamente desprevenida – Se te nota todo en la cara… - adivinando sus pensamientos. Aquella era otra de las cualidades de la inspectora. A Silvia no dejaba de sorprenderle la habilidad con la que leía las expresiones y las miradas de la gente. Calló, sin saber qué decir. Lo cierto es que con ella casi siempre sobraban las palabras… Silvia: ¿Por qué…? Leo: Piensa en las razones por las que la necesitas en tu vida y encontrarás las mías, no es tan difícil. Curtis: Ya estoy aquí – cerrando la puerta tras él - ¿Algo nuevo? – sentándose. Leo: No… - mirando profundamente a Silvia. Le resultaba casi imposible, no veía nada tras su muralla grisácea… Bajó la vista y volvió a mirar las pantallas. Le daba vueltas a lo que le acababa de decir… Razones… - Cuando se ama a alguien eso da igual… - pensó mirando de reojo a Leo. ----Sophie: Llevan aquí más de dos horas. Paula: Es que los tengo loquitos… – pasando por detrás de ella al tempo que les dirigía un guiño a la mesa.
Sophie: Mira a ver qué quieren – viendo cómo alzaban una mano para llamar su atención. Rocío: Voy yo… Se acercó con una sonrisa inocente, con las que conseguía todo lo que se propusiera… Rocío: Paula… - volviendo a la barra – Nos han pedido una cita. Sophie: ¿Qué? – incrédula. Rocío: Eres más putón que las gallinas, tía. Paula: Es mi encanto natural – encogiéndose de hombros. Sophie: Esperad… ¿No habrás aceptado? Rocío: Claro que sí. Sophie: ¿¡Qué!? Leo, ¿lo habéis oído? – al micrófono. Leo: Sí… Me parece buena idea, os pondremos vigilancia y mandaremos varios agentes para seguíos, ¿cuándo te ha dicho? Rocío: No ha concretado, dice que ya volverá por aquí. Leo: Seguid como si nada, y esperad a que muevan ficha… Aunque no sea muy… Paula: Oh, vamos, es lo mejor que podía habernos pasado… - sonriendo de repente y mirando a Rocío - ¿Qué es lo que pierde a los hombres? La rubia sonrió con complicidad, sentenció el operativo. Rocío: El placer. Sophie puso los ojos en blanco. Leo: No os precipitéis y no hagáis ninguna tontería, que os conozco. Rocío: Como mande, inspectora – girándose para dedicarles una sonrisa a los hombres de la mesa. Fueron los últimos en volver a casa, cuando lo hicieron, Pepa, Sara, Montoya y Kike habían preparado la cena. Mientras cenaban se pusieron al día de los avances. Montoya no estuvo de acuerdo en que fuesen a la cita, pero no le quedaba otra, tenía que reconocer que había sido una suerte que el individuo se fijase en Paula y Rocío. ----Perdieron la cuenta del tiempo que tardaron en montar las consolas y todos los instrumentos.
Despejaron el comedor quitando los sofás de en medio y arrastrándolos hacia las paredes, aun llevando a Paula y a Rocío en ellos. Sin poner pegas, se lanzaron a correr en las olimpiadas con Súper Mario como alma que lleva el diablo… Sara demostró ser la más rápida con diferencia. Al igual que Silvia acabó por cargarse a todo aquel que se enfrentó a ella en el ring de boxeo. Y Paula le tiró el mando a la cabeza a Rocío, por hacer trampas saltando en el sofá… Y es que así cualquiera ganaba en los saltos de altura. Curtis y Kike eran los reyes del golf, ni el swing de Lucas ni el de Aitor se les pudo comparar. Leo sorprendió jugando al tenis, entre ella y Álvaro se llevaron todo a lo que podían aspirar, y más. La pobre Pepa se consoló con no ser la última en los saltos de vallas… Incluso Montoya la superó. Poco tiempo tardaron Pepa y Paula en atrincherarse tras los sofás con sendas escopetas… Aunque tan solo fuese tiro al plato. Y cansados, optaron por arrancarse a cantar… A costa del oído de más de uno. La balada desafinada de Álvaro y Gonzalo dio el pistoletazo de salida… Seguida por Loquillo y Curtis con aires de Rock’n’Roll Star. Y Rocío y Sara, que para aquello valían, comenzaron su reinado del terror… Cogerlas en volandas y tirarlas a los sofás fue una buena maniobra de distracción de Montoya y Lucas. A la pelirroja terminaron por echarla del Rock Band… Lo suyo no era la eléctrica. La única que le plantó cara a la todopoderosa Paula con el teclado fue Leo, y ganó… En extrañas circunstancias dignas de una investigación por parte de Pepa y Silvia. Y a Aitor eso de la coordinación… mal, mal… Kike batió récords con las baquetas, por aquello de repartir camorra. A Lucas y a Álvaro les colgaron el cartel de cerrado, talento musical cero.
Y Pepa al bajo y Rocío a la guitarra se hicieron dueñas del cotarro… Junto a una desaforada Paula que gritaba saltando de sofá en sofá… Aquello no era cantar. En un arranque de superioridad, Silvia y Sara se hicieron con el control de la situación… Tía y sobrina, mano a mano, consiguieron ser expulsadas de nuevo… Se les daba mejor tocar la española, total, aprender se podía de la noche al día. Y Leo y Rocío, llegaron al número uno sin oponente… O eso creían hasta que Paula y Pepa le hicieron los coros a Curtis y Kike. Finalmente, con la Wii echando humo y los instrumentos quemados, decidieron dejarlo… Porque eran las dos de la mañana y el cansancio hacía mella. ----Cap. 8 Repite su nombre, sin lograr convencerla… Avanzaba por el pasillo con paso constante y decidido. Su rostro, una mueca de serenidad altiva y porte amenazador. El puesto como agente de seguridad le venía como un guante debido a su físico. Se había oscurecido el pelo para el operativo, aunque desprendía leves destellos azulados cuando recibía luz. Se paró frente a una puerta de servicio, y sin detenerse, la abrió con la tarjeta y entró. En su interior, un angosto pasillo conducía a una inmensa sala circular que se dividía a su vez en diversos pasillos, los camerinos. La sala central estaba abarrotada de perchas y vestidos, el ajetreo era palpable en el ambiente. Se quedó parado, dudando. Álvaro: No tengo ni idea de dónde se ha metido – al micrófono. Silvia: El primer pasillo a la izquierda – consultando las cámaras. Álvaro: Gracias – dirigiéndose a la indicación. Esquivó a varias personas conforme caminaba, había una representación aquella noche y todos los involucrados se subían por las paredes. Entonces lo vio… El hombre al que seguía se metió con paso apresurado en uno de los camerinos cerrando con rapidez. Se acercó a la puerta y aguardó en la entrada, simulando ser su guardaespaldas. Álvaro: ¿Podéis acceder al audio?
Leo: Creo que sí… ----En la furgoneta, las voces se acoplaban a los micrófonos, tras varias intentonas, la conversación comenzó a escucharse con nitidez. Mujer: ¡Barend! Was machst du hier? [Barend, ¿qué haces aquí?] Barend: Shhh… Sprechen Sie nicht… [Shhh… No hables] Mujer: Warum? [¿Por qué?] Se hizo silencio y el hombre volvió a hablar. Barend: Ich musste die Sicherheit überprüfen, jetzt ja. [Necesitaba comprobar la seguridad, ahora sí] Mujer: Dann? [¿Entonces?] Barend: Wir glauben, dass die Blonden der Stange Polizei sind, sind wir am Wochenende mit ihr und einer anderen Kellnerin dafür gewesen. [Creemos que la rubia de la barra es policía, hemos quedado con ella y otra camarera para este fin de semana] Mujer: Aufnahmegebühr von ihr zum Mindestzweifel [Encargaos de ella a la mínima duda] Barend: Wir hatten es schon gedacht [Ya lo habíamos pensado] Mujer: Welchen Grund haben Sie dann für mich gesucht? [¿Para qué me has buscado entonces?] Barend: Um Ihnen Tiefkontrolle zu haben, Eeva [Para tenerte bajo control, Eeva] Eeva: Ich weiß, was ich machen muss [Sé lo que tengo que hacer] Barend: Das wartet [Eso espero] La conversación terminó ahí. Álvaro seguía en la puerta cuando el hombre salió. Se cruzó con sus ojos claros antes de que se fuera. ----Curtis: ¿En qué coño están hablando? Silvia: Son… ¿alemanes? Leo: Sí… No tengo muy claro qué han dicho, no llego a tanto… Llevaremos la grabación a comisaría y que la traduzcan. Silvia: Sí. Álvaro: Salgo ya, ¿no?
Silvia: Vuelve a tu sitio y termina tu turno, no creo que vuelva en todo el día… Álvaro: De acuerdo. ----Llevaban un par de días siguiendo al tipo, sin obtener nada en todos los seguimientos, salvo al parecer, su relación con el colombiano desconocido y una bailarina alemana. Una vez en comisaría, con la traducción en las manos, las caras no destilaban optimismo… Leo: Tendremos que evitar sospechas... Gonzalo: Ni de coña, a Rocío y Paula las sacamos de ahí ya… Rocío: Ahora no vamos a echarnos atrás, este fin de semana quedaremos con ellos y como dice Leo, no haremos nada de lo que puedan sospechar. Paula: Eso… Rechazar la oferta a estas alturas sería muy cantoso. Gonzalo: ¿Pero no veis dónde os estáis metiendo? – dando vueltas por el despacho en el que estaban todo metidos. Pepa: A ver… Las escoltamos durante todo el tiempo y listo, no es más peligroso que lo que hacen ya en el bar, o vosotros – señalando a Álvaro, Aitor y Lucas – Como guardaespaldas… La gente les servirá de respiro y sería una buena oportunidad de saber quiénes son. Paula: Tiene razón, sí – asintiendo con la cabeza. Rocío: Tú lo que quieres es irte de fiesta, perrilla. Paula: Toma, no te jode, igual que tú – sacándole la lengua. Leo: Bueno, va… - las conocía y sabía dónde acabaría aquello – Decidido, siguen adelante… Los golpes en la puerta le interrumpieron, la cabeza de Sophie apareció en el umbral. Sophie: Lo tenemos – entrando y tendiéndole un dossier a Montoya – Sabemos quién es el sudamericano. Montoya se apresuró a abrirlo y leer el informe. Gonzalo: No entiendo nada… - dándoselo a Leo. El dossier fue pasando de mano en mano hasta quedar encima de una las mesas. Sophie: Se llama Ramón Castín de Félix, es el hermano del que pensábamos que era. Su hermano fue asesinado en una pelea de bandas en Bogotá, así que suponemos que adoptó el nombre de su hermano fallecido para emprender el negocio del café y las drogas. Silvia: Eran gemelos…
Sophie: Sí… Pero eso no es lo realmente inquietante, si no, usando ese nombre falso está al mando de una de las bandas de narcotráfico más importantes… Leo: Se ha creado una nueva persona, una nueva identidad sobre si mismo para darle inmunidad. Sophie: Exacto, no podremos encarcelarle si no confiesa, porque Ramón Castín de Félix también murió en aquella pelea, a los ojos de la autoridad, ninguno de los dos sigue con vida. Montoya: ¿Cómo saber quién es? Leo: Interrogándolo una vez lo tengamos. Aitor: Si lo pillamos… Porque hasta ahora nadie lo ha conseguido. Sophie: Esta vez es diferente, tenemos lugares, fechas… Tenemos un operativo en marcha que ya quisiese la Interpol – sonriendo. Kike: Pues habrá que darle caña al asunto – levantándose. Pepa y Sara le imitaron, ellos tenían turno de noche junto a Montoya. El resto, cansados, decidieron volver al piso, seguirían dándole vueltas al caso en otro momento… ----No podía dormir. Se había desvelado y ahora le resultaba casi imposible conciliar el sueño de nuevo. Pepa estaría siguiendo a aquel tipo, se sentía inquieta por su ausencia, como cada vez que salía a patrullar, pero no preocupada. El control que se ejercía en cada agente era exhaustivo, si algo le pasase a su morena, lo sabría al instante… La iluminación exterior hacía de lámpara para la habitación. Las luces de los coches bailaban en las paredes, en el suelo, en el techo, en los muebles… para, fugaces, alejarse una y otra vez… La pálida luz dotaba de un fulgor cristalino su pálida piel, y a su melena rojiza de tintes escarlata oscuro. Estaba sentada en la cama, abrazando sus piernas por las rodillas mientras apoyaba la espalda contra el cabezal. A los pocos días de llegar a París, Pepa se las ingenió para reestructurar la habitación, de tal forma que la cama quedase justo enfrente de la ventana. Desde aquella posición, se perdía en la silueta iluminada de la Torre Eiffel tras la noche parisina. Decidió subir a la azotea para verlo mejor, no iba a poder dormir, así que qué más daba. Se vistió y se abrigó de pies a cabeza. Probablemente se quedaría congelada de frío a los cinco minutos, pero valdría la pena. Se ajustó a la cabeza uno de los gorros que la morena había recopilado durante su estancia allí, tenía más de cincuenta por lo menos ya… Dejó varios mechones pelirrojos sobre sus ojos y salió de la habitación. El piso estaba a oscuras, salvo por la tenue iluminación que desprendía la televisión todavía encendida, su sonido monótono era la única banda sonora de la vivienda. Se quedó parada en la mitad de las escaleras, y observó con ternura e intriga la escena que se le presentaba en el comedor… Paula estaba tumbada cuan larga era en el sofá, dormida completamente… Pero lo que más le llamó la atención fue que, prácticamente sobre ella, entre sus brazos y rodeando el cuello de la sevillana, dormía Leo… No supo por qué, pero sonrió al verlas así. Sin hacer ruido cerró la puerta tras ella y subió las escaleras.
Nada más salir afuera, una bocanada de aire helado le golpeó la cara… Se encogió más sobre ella misma, refugiándose lo máximo posible. Le sorprendió reconocer la silueta de Rocío apoyaba en la balaustrada… Se acercó a ella a paso lento y se apoyó a su lado. La rubia la saludó con una sonrisa, y silencio. Rocío: Te vas a quedar helada, pelirroja – al cabo de un rato. Silvia: ¿Y tú? – señalándola con una sonrisa divertida, sus mejillas y su nariz estaban enrojecidas a causa de las bajas temperaturas. Rocío: Yo no podía dormir. Silvia: Si nunca duermes. Rocío: Ya, pero no es por eso, el frío aclara las ideas. Silvia: Me gustaría saber qué tiene que aclarar Rocío Navarro – musitó. Rocío: Jajajj… SI tú supieras… Silvia: Pues di. Rocío: No es el momento – suspiró. Silvia enarcó una ceja ante aquello. Ya tenía que ser grave para que su amiga callase… Decidió cambiar de tema, cuando Rocío estuviese lista para decirle lo que tuviese que contarle, lo haría. Se le ocurrió que quizá pudiese, al menos, calmar su curiosidad… Silvia: Rocío… ¿Desde cuándo conoces a Leo? Rocío: Desde que éramos así… - separándose de la baranda para señalizar con su mano poco más arriba de su rodilla – Era mi vecina y mi mejor amiga, y sigue siéndolo – con una sonrisa nostálgica. Silvia: Y siempre… ¿Siempre ha sido así? Rocío: ¿De fría, distante, rígida, cortante, superior, indiferente…? – riendo – No… No siempre fue así… Aunque su carácter es serio de por sí, de hecho, os parecéis una barbaridad… No ahora, claro, pero tu forma de ser se asemeja mucho a lo que Leo fue una vez – Silvia ya se había dado cuenta de ello, aunque no acabase de gustarle la idea. Silvia: ¿Por qué os separasteis? Rocío: No nos separamos… Hablábamos mucho, aunque ella se quedase en Asturias mantuvimos el contacto siempre. Era mi amiga asturiana – le aclaró al ver su cara de desconcierto. Cuando vivían juntas, Rocío solía mencionar a una amiga de Asturias de toda la vida, sobre todo cuando hablaba con su hermano. No cayó en que pudiese ser Leo. Rocío: Por Dios, pregunta lo que sea que estés maquinando, que me da no sé qué verte con esa cara de concentración – riendo al verla con el ceño fruncido. Silvia: No sé si debería preguntártelo.
Rocío: Dispara. Silvia: ¿Qué…? ¿Qué le pasó? Rocío: ¡Buf! ¿Tienes tiempo? Porque nos va a llevar un rato largo. Silvia: Olvídalo entonces, no tengo por qué saberlo, no es de mi incumbencia… Rocío: Jajajajj… Silvia, que no pasa nada. Es verdad que no debería ser yo quién te lo contase, pero también lo es que nadie mejor que yo pueda contártelo… De todas formas, creo que es algo que no te hará mal saber, y a Leo no le va a importar – al ver su cara – Créeme – sonriendo. La pelirroja aguardó a que comenzase, no iba a negar que estaba deseando escucharla… ----Rocío: No recuerdo mi vida sin que ella estuviese pululando, sencillamente siempre estuvo ahí… Jajajajj… Éramos demasiado diferentes. Yo era la loca, la cabra irresponsable y traviesa que siempre se metía en líos. Ella la seria, pensando mil y una veces cada paso, callada, estudiante ejemplar… Su primera locura, aparte de ser mi amiga, fue casarse a los diecinueve años en Sevilla con el que por aquel entonces era el amor de su vida, y siguió siéndolo por muchísimo años… Silvia: ¿Se separaron? Rocío meditó la respuesta, para tratar de explicarla lo mejor posible. Rocío: ¿Qué pasaría si descubrieses un día que Pepa es una infiltrada terrorista? Silvia: ¿Qué? – mirándola con los ojos como platos. Rocío: Javier, su marido, resultó ser un topo en la policía sevillana de una banda terrorista a escala mundial, un peón en un ajedrez demasiado peligroso… No te imaginas lo que supuso para ella darse cuenta de que había vivido una mentira… La confianza, el amor, la ilusión, el optimismo, todo… se esfumó… Tragó saliva… Se imaginaba a ella misma en la piel de Leo… Si Pepa hubiese sido como Javier ella no lo hubiera soportado… Se imaginó años junto a Pepa y sonrió para sus adentros. La mera idea de que algo similar le pudiese ocurrir le creó un nudo en el estómago, impidiéndole respirar. Rocío: No sé si llegó a enamorarse verdaderamente de ella, pero me parece demasiado que fingiese tanto… La situación se les escapó de las manos a todos… Hasta tal punto… que Leo se encontró, sin darse cuenta, con la pistola de su marido apoyada en su frente… Ella hacía lo mismo en la cabeza de Javier… ¿Te imaginas que tienes que elegir entre la vida de Pepa y la tuya, después de una vida de engaños, de mentiras, de miradas fingidas y besos artificiales? Acabaría con la cordura de cualquiera… De repente, las palabras de Pepa resonaron como un mazazo en su mente… Lloraba porque había matado a un hombre… No se había dado cuenta de que silenciosas lágrimas surcaban su rostro. Silvia: ¿Dis… disparó? – sabía la respuesta, pero escucharla le haría, de alguna forma, verificar que fue real. Rocío: Sí… - agachando la cabeza, también lloraba.
Sus manos agarrotadas se cogían con fuerza al borde de la balaustrada, pasó un brazo a duras penas sobre los hombros de la rubia. Silvia: Yo… lo siento… Rocío: No llores, Silvia, no pasa nada… - levantando la cabeza con una leve sonrisa – Aquello pasó… Pero la vida sigue, y ella tuvo que levantarse… Dejando su propia vida en el camino. Se convirtió es la propia indiferencia y el dolor de quien no quiere seguir en pie… Pelirroja, cuando me fui sin avisar, no fue porque estuviese con nadie en Hawai… Yo estuve el día que Leo Almeida dejó de vivir… Viví con ella la agonía de la incertidumbre y la angustia de sentir el ahogo aferrándose a tu cuello… Después de aquello nos fuimos a Galicia una temporada, allí conocimos a Nicòla. Y cuando estuvimos preparadas, volvimos a Sevilla. Nos mudamos juntas a un piso cerca de la comisaría, yo hacía las oposiciones y ella me ayudaba, entré a la policía para estar con Leo en todo momento… - sonrió de repente – La vi volver a nacer, literalmente… Me hablaba con ilusión de una mujer morena que acababa de entrar, le brillaban los ojos como nunca cuando la mencionaba… Silvia: Pepa… - murmuró sin darse cuenta. Rocío: Sí, Pepa – sonriendo – Al poco tiempo, se fueron a vivir juntas. Leo había vuelto a sonreír, pero esta vez, sin tristeza ni dolor, una sonrisa pura y limpia, radiante – con nostalgia – Pensó que podría volver a ser la de siempre, a dejar atrás su pasado… Pero era imposible, somos lo que hemos vivido, y lo que había hecho lo llevaba inscrito en cada poro de su piel… No podía amar a nadie al cien por cien, no podía dejarse llevar, no podía volver a confiar… Le habían quitado demasiado… Cuando asimiló que no volvería a ser la Leo que era, se hundió… La impotencia que llevaba consigo el ser consciente de que jamás podría amar a Pepa como ella lo hacía le consumía día a día… Aunque la quisiese, tenía, ella pensaba que más bien debía, dejarla marchar… Y así lo hizo… El resto de la historia ya lo conoces – fijando la vista en ningún lugar frente a ella. Meditó lo que acababa de escuchar… El nudo de su estómago se aflojaba al tiempo que Leo cobraba sentido en su cabeza. Pero de repente, la escena que había presenciado en el comedor le hizo mirar con curiosidad renovada a Rocío. Silvia: ¿Y… Paula? Rocío: Paula es una catacaldos – sonriendo - ¿Te has dado cuenta? – Silvia asintió con la cabeza – Es un poco-bastante evidente… Paula se enamoró de Leo nada más conocerla, cuando aún estaba casada con Javier. Nunca lo ha reconocido, pero vamos… Que Paulita no es tan buena fingiendo, jejej… Yo no estuve en su ruptura con Pepa, pero Pau sí, y al final la cosa acabó como se venía viendo… Silvia: ¿Están juntas? Rocío: No, que yo sepa… Lo que sí están más tontas que hechas a encargo, tanto la una como la otra – negando con la cabeza – Leo tiende a alejar de su lado a las personas que quiere, por esa estúpida fijación que tiene de que no puede ser feliz… Pero es que Paula es mucha Paula, y ha vuelto una y otra vez a su lado… Es a prueba de bombas totalmente – riendo – Si supieses las que ha tenido que pasar la pobre para meterle en la cabeza a Leo que tiene que seguir adelante… ¿El resultado? La inspectora de hierro enamorada hasta las trancas de Paula, y no decírselo por miedo… Si no ha habido cambios, la situación es esa – encogiéndose de hombros. Silvia no pudo evitar sonreír. Sin duda, Paula era mucha Paula, y si alguien podía “recuperar” a la antigua Leo, era ella.
Silvia: ¿Y tú? Rocío: ¿Yo qué? Silvia: No eres de las que suben a una azotea a suspirar y a admirar las vistas. Rocío: Jajajjj… Demasiado calada me tienes tú, ¿eh? Silvia: Demasiado, demasiado – sonriendo. Rocío: Cree que le voy a dejar o que le engaño, una de dos. Silvia: ¿Gonzalo? Rocío: No, Curtis… Claro que Gonzalo, pelirroja – dándole un leve golpe en la frente. Silvia: ¿Y por qué cree eso? Rocío: Le evito… - en un susurro. Silvia: ¿Rocío? – que la había escuchado y no entendía su comportamiento. Rocío: Tengo un problema – con un hilo de voz. La pelirroja la miró empezando a preocuparse. Rocío: No es nada grave – sonriendo – Es sólo que… Estoy embarazada, Silvia. Silvia: Rocío… - abriendo la boca. Rocío: Tengo miedo de decírselo. Silvia: ¿Desde cuando lo sabes? Rocío: Desde hace un par de días – mordiéndose el labio inferior – Debo decírselo, ¿verdad? Silvia: Sí, cuanto antes mejor. Créeme… Gonzalo es un amor, estará contigo – sonriendo - Dios, en la vida te hubiese imaginado en una situación así… Rocío: Jajajajj… Yo tampoco... Silvia: ¿Qué vas a hacer? Rocío: ¡Tenerlo! – como si la pregunta le ofendiese – Un hijo de la persona que amas es lo más grande que te puede pasar… Silvia: Quién te ha visto y quién te ve, santo cielo. Rocío: Jajajajj. Silvia: Tengo que felicitarte entonces. Rocío: Tienes, tienes – dejándose abrazar con una sonrisa.
Se separaron y volvieron a quedarse apoyadas en la baranda, en silencio. El rumor de la noche se alejaba, lentamente. Como la ceniza de un cigarro consumiéndose el algún bar… Como la voz de quién habla en susurros para no ser escuchado. El frío se cernía posándose suavemente sobre las nubes de vaho de sus labios helados. Pesando como una congelada losa de cristal sobre su cómplice tranquilidad. Desde la azotea, los ríos de cemento y vida iluminaban con perezosa iniciativa el ajetreo constante del rugido de los motores. Ahogaban el llanto de un acordeón desafinado. En algún callejón, acordes efímeros e incompletos lloraban por ser conscientes de que no llegarían a ver la luz del día… Por no sobrevivir a la última nota antes del amanecer. Las cavilaciones de ambas mujeres se fundían con los segundos restantes de una cuenta atrás irrevocable… Hacía demasiado frío. El humo arrastraba a las nubes para esconder la luna, para no ver desde allí las estrellas. En París era de noche… ----Cap. 9 ¡Cree en la Magia! Alrededor de las siete de la mañana ya estaban todos despiertos y desayunados, faltaba el grupo que había patrullado durante la noche. Le encantaba colocarse frente al ventanal y pasar las horas descubriendo todo aquello que se perdían por no saber mirar. Rocío se reía diciendo que no conocía la faceta empanada de la inspectora Castro. El girar de las llaves en la cerradura le hizo desviar la mirada hacia la puerta. Sara: ¡Por fin! – resoplando. Pepa: Pues, ale, baja – haciendo ademán de soltarla. Llevaba a su sobrina a la espalda, ambas tenían el cansancio pintado en la cara. Detrás de ellas llegaban Montoya, Kike y por último, con una sonrisa perenne y un montón de bolsas de bollería francesa, Nicòla.
Nicòla: ¡Buenos días, amores! – agitando las bolsas sobre su cabeza. Rocío: Hola – son una sonrisa asomándose por el respaldo del sofá - ¿Y esa energía? – comparándolo con el resto de sus compañeros. Pepa: Venimos de patearnos los puticlúhs más lujosos de París, y le señorito se ha dedicado a ligarse a tóhs los barman que ha encontrado por el camino… - bufando. Nicòla: Tenías que haberlos visto, ¡Mon Dieu! – sentándose junto a Rocío en el sofá. Montoya y Kike subieron a sus respectivas habitaciones. Por el contrario, Sara se dispuso a desayunar. Pepa se dejó caer con cansancio en un taburete, apoyando la frente sobre la barra y estirando los brazos sobre ella, como si tratara de aferrarse al otro extremo de la barra. El parloteo constante de Nicòla era coreado por alguna que otra melodía de Paula al teclado. Aunque se notaba que no estaba en lo que estaba, pues era incapaz de enlazar más de cuatro notas seguidas y no había abierto la boca en toda la mañana. Silvia se acercó despacio a Pepa por su espalda. Cuando la morena la sintió pegarse a su cuerpo sonrió y cerró los ojos. Notó cómo sus manos se deslizaban sobre la chupa helada, por el camino a seguir que marcaban sus brazos estirados. Las manos de la pelirroja se entrelazaron son las suyas, provocándole un escalofrío. Dobló los brazos para apoyar la barbilla sobre ellos. La cabeza de Silvia estaba a su misma altura, su boca junto a su oído. Silvia: Pepa, cariño, vete a la cama… - en un susurro. Pepa: Sola me cuesta dormir – reprimiendo un bostezo. Silvia: No he dicho que vayas a estarlo – besándole con ternura el cuello. Pepa: Mmmm… Déjame que piense… - girando la cabeza para buscar sus labios con una sonrisa. Nicòla: ¡Ya está! ¡YA ESTÁ! – señalándolas escandalizado desde el sofá. Pepa: ¿Qué? – girándose, al igual que Silvia. Nicòla: Silvita, hija, que es ver a la MariJose y perder el control de mandos, amor… Que ya sé que eres una Diosa re-divina y maravillosa… Pero cuando te sale la vena loba, agárrate y no te menees… Mírate, ahí con el hambre en la mirada, rondando, rondando… Qué ansia, ¡Por favor!... Si es que me tienes a la MariJose muertecica del tóh-del tóh, con el ansia todo el tiempo del pim-pam-pim-pam… Y claro, luego no me rinde, no me rinde y tengo que correr yo con tacones… ¡CON TA-CO-NES! Detrás de los malos… Así que déjala descansar una miaja rato – alterándose por momentos – Que además, dentro de dos horas nos vamos… Paula, Rocío, Pepa y Sara estallaron en carcajadas. Silvia lo miraba atónita, con la boca abierta y ruborizada a más no poder. Pepa: Voy a echarme un rato – besándola en al frente antes de irse, sin dejar de reír. Silvia: Te mato – fulminando con la mirada a Nicòla. Sara: Jajajajjj… Tita, es que es verdad… Jajajajj… La pelirroja se sentó en la barra escondiendo su cara entre sus manos, colorada.
Paula: ¿Dónde vamos? Que hoy tenemos todos el día libre… Nicòla: Pues por eso, Reina – sacando un sobre de su chaqueta – Nos vamos a Disneyland. Lucas: Como los nenes pequeños, no te jode. Sara: Pues yo quiero ir. Rocío: ¡Y yo! – saltando del sofá. Nicòla: Pues eso, que nos vamos todos – dando saltitos de emoción – He quedado con Sophie dentro de dos horas en el portal. Os quiero abajo a todos, puntuales – cerrando la puerta tras él. ----Pepa: Me siento como si tuviese una regresión… - a los cinco minutos de andar por el parque. Silvia: Ah, ¿pero que has crecido? Pepa: Te has levantao sembráh hoy, ¿eh? – sonriendo. - Lo cierto es que apenas he dormido – pensó respondiendo a su sonrisa. Recordar la noche le hizo rememorar su conversación con Rocío en la azotea. La vio un poco más adelante, de la mano de Montoya - ¿Se lo habrá dicho…? Pepa: ¡Pelirroha! Silvia: ¿Eh, qué? Pepa: Jajajjaj… Si ya sabía yo que eras tú muy infantil, que ves a Mickey y te pierdes… Jajaj… Silvia: Oish… ¿Vamos a buscar a Dori? – sacándole la lengua al tiempo que se acordaba de cuando la descubrió llorando viendo Buscando a Nemo. Pepa: ¡Por favor! – tirando de su mano mientras emprendía la marcha a zancadas. Silvia: Jajaj… Anda que… - dejándose llevar. Habían quedado que para comer se juntarían todos en la zona del Oeste. Así que, cada uno por su parte o en grupos, se desperdigaron: Lucas y Sara; Curtis, Kike, Aitor, Sophie, Nicòla, Álvaro, Leo y Paula; Montoya y Rocío; y Pepa y Silvia. Sus caminos se cruzaron un par de veces, en una de ellas, Silvia llegó a rezar por que no les relacionaran con ellos: vieron cómo Peter Pan corría desesperado pidiendo ayuda, seguido de un Nicòla completamente desbocado gritándole en castellano. Nicòla: ¡Pero qué macho más bien formado! ¡POR FA-VOR! ¡VEN AQUÍ GUAPETÓN QUE TE VOY A DAR YO CAMPANILLA Y POLVOS MÁGICOS! Silvia: Madre mía… - observando la escena con los ojos como platos. Pepa: Jajajjajajj… Al final conseguirá su números y todo…
Silvia: O si no, la otra – señalando a Paula… Al parecer, la sevillana intentaba convencer a un grupo de franceses para organizar una orgía… Hasta que Álvaro la cogió cual saco de patatas echándosela al hombro y alejándose de allí. Sophie pedía disculpas a su paso. Y Curtis le entraba a un par de francesitas con un fingido aire inocentón… El reloj se volvió en su contra convirtiendo las horas en escasos minutos. El medio día se les presentó con bajas temperaturas, pero un Sol radiante minimizaba los estragos de la suave brisa helada. Álvaro: Aquí comemos entonces… Esperamos al resto ya sentados – señalando un restaurante. Paula: Yo voy al baño primero – desviándose del camino para ir a unos aseos frente a la cantina a la que iban. Aitor: Estamos dentro. Paula: ¡Vale! – alejándose. Sólo Álvaro se percató, con una sonrisa, de que Leo fue tras ella. ----Cerró la puerta del WC tras ella y resopló dándole una leve patada al retrete. Necesitaba un respiro de su presencia. Paula en off: (A ver, respira… Un, dos, un, dos… ¡Buf! Joder, Leo, que no soy de piedra, que no puedes mirarme así… Si lo hago, la cago… Si no, a mí me da un ataque… Con lo fácil que es divertirse sin más, sin empanadas mentales ni la madre que las parió… En fin, Paula, sosiega por lo que más quieras que te caes con todo el equipo…) Con un suspiro de resignación decorrió el pestillo y salió. Se llevó un susto al ver a Leo apoyada en los lavabos. Había abandonado su característica pose defensiva de brazos cruzados para apoyar las manos en el mármol. Le daba la espalda al espejo, mirando a la sevillana. Paula: Te voy a poner un cascabel – sonriendo – El baño está libre – señalando su espalda. Leo: Paula… Paula: ¿Sí? - confundida por presencia. Leo: ¿Cuánto tiempo más piensas tardar en besarme? – sonriendo. Se quedó plantada donde estaba. Sin saber lo que se había imaginado: si su increíble sonrisa, si su mirada grisácea casi exigiéndole una respuesta, si lo que acababa de decir… Pero no, era real. No se lo pensó dos veces. Se acercó a ella con paso temeroso pero decidido. Cogió su rostro entre sus manos y la besó apasionadamente. Leo respondió con la misma intensidad, rodeando su cuello con sus brazos.
Sin dejar de besarla, la levantó con suavidad por la cintura y sentó a Leo en los lavabos. Se separó unos milímetros de ella, sonriendo. Paula: Ya era hora, ¿no? Leo sonrió y asintió con la cabeza. Subió una de sus manos por su costado, hasta deslizarla acariciando su cuello níveo. Miraba profundamente sus ojos verdes, que se habían despedido de toda coraza y se mostraban sin miedo. Sentía su propio corazón a punto de estallar… Acercó de nuevo sus labios a los de Leo, despacio, saboreando cada barrera que dejaba atrás… Tan sólo los rozó, con infinita delicadeza… Fue Leo quién, inclinándose, puso fin a la distancia besándola con la misma lentitud con la que Paula la había provocado… Una suave descarga eléctrica recorría su cuerpo como nadie había podido despertar… El contacto de su boca, su lengua, sus manos bajo su camiseta… estaban llevando a la sevillana por el camino de la perdición… Con un soberano esfuerzo se separó de Leo. Paula: Leo… Leo: ¿Qué? Paula: Que estamos en unos baños… - sonriendo. Leo: ¿Y? – respondiendo a su sonrisa. Paula: De Disneyland… - haciendo hincapié en la evidencia. Leo: ¿Y? – repitió enarcando una ceja. Paula: Que si sigues besándome así no respondo. La inspectora inclinó la cabeza hasta que su boca estaba a la altura de su oído. Leo: No he dicho que no quiero que lo hagas… - en un susurro. Se separó más de ella, conforme lo hacía tiraba de su mano para bajarla. La empujó con suavidad a uno de los baños cerrando el pestillo tras ella… Con la intención de acabar lo que había empezado… ----Rocío: Paula se ha colado por el váter… - mirando el reloj.
Hacía un rato que ella y Montoya habían llegado. Al hacerlo, se dio cuenta de quiénes faltaban. Miró interrogante a su hermano, quien afirmó con la cabeza la pregunta muda de su mirada. La rubia le devolvió una sonrisa cómplice. Rocío: Y las otras dos lerdas se ha perdido fijo.
Aitor: Pues yo tengo hambre. Sara: ¿Las habéis llamado? Gonzalo: Ni Leo, ni Paula responden… Tus tías decían que ya venían… Lucas: Hablando de las reinas de Roma – señalándolas. Pepa: Espera, pelirroha, necesito ir al baño – tirando de su mano para ir en otra dirección. Se encaminaron a los aseos que había enfrente del restaurante. A medio camino vieron cómo Paula salía de ellos seguida de Leo, esta última abrazaba a la sevillana por encima de los hombros. La inspectora le dijo algo que hizo que Paula se girase y le propinara un leve empujón en la cabeza al tiempo que se alejaba de ella. Leo se quedó en el sitio con una sonrisa, respondió dándole un cachete en el trasero… Fue a retirar la mano cuando Paula, con rapidez, se dio la vuelta y se la cogió para atraerla hacia ella y besarla. Ambas se quedaron plantadas como pasmarotes. Silvia levantó la vista para observar la reacción de Pepa. Le agradó ver una leve sonrisa en el rostro de la morena. Al parecer era más evidente de lo que pensaba… Curtis: ¿Qué coñ…? ¿Has visto eso, zanahorio? – señalándolas. Kike: Sí… Aitor: Joder, y ahora Pepa y Silvia… - viendo cómo llegaban a su altura. Kike: A saber lo que estarán diciendo… Aitor: Es fácil… Paula: Pues cuando queráis nos montamos una orgía, si total, la única que queda pal lío es la pelirroja… Curtis: …Pepa: A mi pelirroja que no la toque ni Dióh que lo reviento con la mágnum… Aitor: …Silvia: Bueno, Pepa, que no pasa nada, que un por probar no hace daño a nadie… Curtis: … Leo: Y que Curtis venga también… Aitor: Ahí te has colao… Rocío: ¿Vosotros venís así de fábrica? Sara: Sí, hija, sí… - suspirando. Nicòla: Love is in the aiiiiiiirrrrrr… - cantando mientras daba palmadas. ----Terminaron de comer entre risas y bromas, y alguna que otra sonrisa y mirada cómplice. A la salida, Nicòla enumeraba sus amores platónicos: las princesas Disney. Paula: Vamos, que tú también eres vicioso, como Rocío.
Rocío: ¡Oye! – dándole una colleja. Paula: No lo niegues, pajarita… - entrecerrando los ojos con picardía. Rocío: Calla – plantándole la mano abierta en toda la cara. Nicòla: Te equivocas, Bella Dama – a Paula – Admiro la belleza femenina… pero donde esté un Peter Pan… - mordiéndose el labio inferior. Paula: ¿Me estás llamando poco femenina, cacho loca? – llevándose la mano a la zapatilla. Nicòla: Di que sí, amor mío… Ahí sacando tu lado de machorra peleona… Berreando cual florecilla salvaje descarriada… ¡Cómo berrea, cómo berrea! – cantando mientras daba vueltas sobre si mismo. Paula: ¡Tu estampa! – tirándole la zapatilla. No hubo suerte, su puntería dejaba mucho que desear. El golpe le dio de lleno al Capitán Garfio, quitándole el sombrero a su paso. Paula: La madre que me trajo… - echando a correr, perseguida por el villano. Silvia: Aún nos echarán por agresión y violencia. Pepa: El día que acierte te juro que le doy un premio o algo… - conteniendo la risa. ----Cuando sus pies no soportaron seguir caminando decidieron irse, eran casi las nueve de la noche. Aunque Pepa mirase con cierto resentimiento su alrededor mientras salían… Le habían prohibido meter a Silvia en el Castillo y entrar a rescatarla. Curtis se iba con los números de las francesitas en el bolsillo… Nicòla con la marca de una zapatilla en la frente… Y Paula derrotada tras la carrera. A Gonzalo le encasquetaron unas orejas de Mickey… Al igual que a Lucas, Kike y Aitor. Rocío cargaba con un peluche casi más grande que ella de Mushu… Que decía que era un personaje orgásmico como él solo. La morena, por su parte, llevaba el suyo de Dori. Álvaro y Lucas, avergonzados por no haber sacado a Excalibur. Y Leo y Sophie orgullosas por ser las únicas que no se perdieron en el laberinto de Alicia.
Al contrario de Paula, que cuando la encontraron, se había hecho amiga del Gato Risón y le pedía cachimba a la oruga. Sara casi sale a tortas con la Reina de Corazones y las dichosas cartas. El Sombrerero Loco le prometió un futuro cargado de No Cumpleaños a Pepa, que cayó rendida a sus pies… El motín del té de EE.UU. no tuvo comparación con la que liaron Silvia y Paula allí. Leo, la pelirroja, Sophie y Sara, las nuevas Bellas de Bestia… A pesar de que fuesen a rescatarlas en la Perla Negra… Acabaron quedándose con los siete enanitos. ----Atrás dejaron la impresionante estampa del Castillo Disney quemando el cielo en millones de luces color ilusión. Las sonrisas de sentirse niños de nuevo por un día… Después de haber viajado por tantos lugares sin moverse realmente del mismo sitio, a todos se les antojaba la certeza de que aquello iba a salir bien. Y es que podían haber definido el día como vida, color, esperanza, inocencia, ilusión, sonrisas, besos, caricias… Como un helado del que sólo quieres disfrutar un poco más. ----Cap. 10 Un “ismo” llamado Amor... Paula en off: Surgieron fruto del descontento ante su época de ideología materialista y convencional… Buscaban la innovación libre y el cambio de actitudes radical. Rompieron con cualquier forma artística anterior. Las vanguardias, o ismos. Y digo yo… ¿Algo que irrumpe así en nuestra vida no lo sería también? Cada uno lo vio, vivió, a su manera: Hubo quiénes captaron la realidad fuera del artista, velocidad, progreso, máquinas, guerra… inmarcesibles en muchas ocasiones;
Unos se decantaron por la angustia y las situaciones límite, presentaciones de subjetivismo en las que la realidad se deforma; Otros, en cambio, pretendieron ser los ojos de todos los ángulos y juzgar nuestra vida con superposiciones de planos y más planos. Un perspectivismo geométrico demasiado cerrado y recto; Algunos se encerraron en ellos mismos para encontrar su propia esencia… Ese lugar en el que reprimimos todo lo que no queremos confesarnos o aceptar… Y hacer aflorar ese subsuelo estético, moral y libre a través del arte, de la belleza; ya sea mediante estados psicológicos de “semivigilia” o chutes de tres pares de narices; Y finalmente, el “terrorismo cultural”, comandado por la rebeldía y el anticulturalismo, consideró que la realidad más genuina está en lo más profundo del hombre… Incoherencia y ruptura sin lema que seguir en su propia existencia. Fueron colores y luces de neón. Música y parajes surrealistas. La definición de provocación y sensualidad. ¿Y si mezclásemos todo? ¿No sería una forma de definirnos? Siempre habrá algo que tire de nosotros, cada uno lo encontrará en aquello que nos provoca una sonrisa dormida por las mañanas. Tratar de decantarte por una sería obviar que a veces también podemos derrumbarnos, y ser humanos dentro de nuestra propia realidad. Ser una vanguardia, o todas. ¿No somos en nuestro propio pensamiento ellas? Quizá no, o quizá sí. Nos hemos preocupado tantas veces por clasificar las cosas que realmente hemos olvidado el motivo por el que lo hacemos. ¿Y si jugásemos a pasar de eso? Leí en una entrevista que somos nefastos para pronosticar nuestra propia felicidad, por esa necesidad del cerebro por sobrevivir… Ya que lo último que desea es cambiar las cosas, pues eso implicaría sacarlo de una costumbre en la que se encuentra cómodo. Pero a veces, romper con los moldes que nos hemos impuesto es encontrarnos, para bien o para mal. Podemos asumir ese riesgo o no. Podemos dejarnos llevar por aquello que nos hace levantarnos cada día. ¿No sería eso una liberación, una vanguardia en nuestra vida?
¿No sería una variante caótica del amor? Una de las ideas de Unamuno era que no estamos enamorados, porque esa expresión supondría algo pasajero, interés provisional… Así pues, somos enamorados… ¿De qué? De la vida, de una acción, de un sentimiento, de una emoción, de un lugar, de una persona, de una ilusión, de una sonrisa, de un corazón, de la belleza, de la felicidad, de la tristeza, del dolor, de la melancolía, de la nostalgia, del optimismo, del miedo… del propio Amor… Entonces, si el ser enamorado como tal implica estado mental o ideología, el amor podría convertirse en una tendencia revolucionaria como en su día fueron las vanguardias… Y es ahora, cuando me pregunto… ¿Y si ese algo que nos lleva, que nos hacer ser lo que somos, que invade nuestras vidas arrastrando nuestra cordura y racionalidad a su paso, que nos hace olvidar los por qués y para qués, que nos encierra y nos libera en un sin fin de meditaciones que lejos de terminar empiezan por sentir, eso que nos hace Vivir… fuese el Amor? ¿No sería una ruptura con cualquier actitud hasta ahora realizada? ¿No sería la independencia de nuestra razón? ¿No nos innovaríamos? Es lo que queramos que sea para nosotros. ¿Y para mí…? Lo cierto… Es que todavía no lo sé. ----Sus manos se han hecho asiduas en mi espalda… Sus caricias en mi cuerpo… El tacto delicado de su piel. Y es que Silvia es como un huracán, me arrastra tras ella sin remedio… y me encanta. Cuando sonríe, cuando me mira, cuando habla, cuando ríe, cuando me besa… Cuando intenta llevarme a la cama provocándome entre susurros, y yo me opongo con una sonrisa altiva… Pero lo acaba consiguiendo, siempre. Porque lo hace… levanta una ceja, sonríe y me mira… Y yo… Diossss… Yo caigo por mi propio peso porque me es completamente imposible resistirme. Me mira como sólo ella sabe… Clavando en mí sus preciosos ojos oscuros y tirando de mi cordura sin que yo me de cuenta. Es irremediable… -----
Unas horas antes Silvia: ¿Dónde dejo esto? – cerrando la puerta tras ella y tropezándose con el peluche de Dory. Pepa: ¿Cómo que “esto”? – levantándome de la cama. Estaba derrotada y nada más entrar en la habitación me tiré de cabeza. Silvia: Sí, “ES - TO” – sacándome la lengua. Llego a su altura y se lo quito de las manos, desafiándola con la mirada. Con lentitud, me giro y meto el peluche en el armario. Es enorme, y lo único que va a hacer por ahí en medio es acabar pisoteado, y Dory es una diosa. Se mete al baño con una sonrisa y me cierra la puerta en las narices. Y yo me quedo plantada con cara de boba… A los cinco minutos sale y yo sigo en el mismo sitio. Pasa a mi lado y el olor de su pelo… ¡Buf! Me pierdo. La cojo por la cintura y la giro para estar cara a cara… Está en ropa interior y su piel me llama. Sé qué arde en deseos por que lo haga… Por que la toque… la bese… la acaricie… la ame… Y yo quiero comérmela aquí mismo… Pero no. Sonrío y me aparto mientras mis manos ascienden por sus brazos… apenas rozándole. Ese mínimo contacto es suficiente para que su piel se erice automáticamente y yo tenga que reprimir el querer hacerlo más profundo. Y vuelvo a acercarme a ella, pero mis labios aún están demasiado lejos… Leo el disgusto en su mirada cuando se pone de puntillas para intentar besarme… Pero no… todavía no. Con un brazo rodeo su cintura y la pego a mi cuerpo… La otra mano se sitúa a un lado de su cuello. Con infinita lentitud inclino la cabeza hasta hundir mi rostro en su pelo… Y acaricio con la nariz y los labios su cuello al tiempo que inspiro profundamente… Ella cierra los ojos y gime levemente. No puede más, y yo… yo tampoco. Se estremece cuando mi lengua decide que también quiere probar su piel. Gira la cabeza y yo, de nuevo, me aparto sonriendo. Ve en mis ojos mis intenciones, pero no se deja. Sonríe sin apartar su mirada de la mía, consiguiendo dejarme paralizada… porque no puedo pensar ni en respirar cuando me mira…
Logra su propósito cuando sus labios llegan a los míos y se recrea en mi boca… y yo respondo con la misma intensidad… Pero no es suficiente… ya no. A esas alturas el deseo por tenernos derroca cualquier otra intención. Hunde sus manos en mi pelo para acabar enlazando sus brazos en mi cuello… y sus piernas en mi cintura. La sostengo en vilo, sujetándola contra mi cuerpo… dejando que los besos lleven consigo la inevitable necesidad por deshacernos de todo lo que molesta… Y las respiraciones entrecortadas acompañan a los jadeos y gemidos… Porque son sus labios recorriendo cada milímetro de mi piel… Su lengua saboreando y probando cada recoveco de mi cuerpo… El latido acelerado de su corazón contra el mío… estalla y se tranquiliza… para volver a empezar… Porque son sus manos ávidas deteniéndose… excitándome… … y provocándome cómo sólo ella hace. Y su olor cegándome en el desenfreno que me supone Ella… Y me abandono a las certeras incursiones en su cuerpo… A los besos que me atrapan en su boca y me pide con una mirada que no pare… A la constante descarga eléctrica que me recorre de la cabeza a los pies… Exhausta y jadeante, apoyo mi frente con la suya y entrelazo mis dedos en sus manos… Y me besa… con ternura, dulzura, despacio… Despertando la locura… una y otra vez… ----No sé qué hora es, pero estará apunto de amanecer… y yo apenas he descansado una hora. Silvia se abraza a mi cuello, escondiendo su rostro entre mi pecho y mi barbilla. Dios… es preciosa… Inspiro profundamente para que el olor de su pelo impregne cada célula de mi cuerpo… es inevitable que un estremecimiento haga acto de presencia. Sonrío y acaricio su cabeza suavemente con mis labios. Mis dedos cobran vida independiente bajo la sábana en la fina línea que marca su columna, provocando que su piel se erice y ella suspire con una leve sonrisa. Silvia: Deberías dormir… - sin abrir los ojos y apretándose más contra mi cuerpo. Pepa: Prefiero mirarte – sonriendo.
Silvia: Pues no lo hagas, que me pones nerviosa – respondiendo a mi sonrisa, aunque no pueda verlo. Pepa: ¿Todavía? Y entonces se separa de mí para levantar la vista y mirarme a los ojos… y yo me derrito al tiempo que las ganas de besarla comienzan a coger fuerzas. Silvia: Siempre – besándome con una delicadeza que se lleva cualquier resquicio se sensatez. Acariciando sus labios con los míos para entreabrirlos y dejar paso a su lengua… - Y ahora duérmete… - separándose de mí con una sonrisa pícara y volviendo a su posición anterior. Me deja con una sonrisa boba y la cara de tonta perdía… ----Parpadeo un par de veces, la persiana medio bajada me da los buenos días con fingida pereza. El sol pierde su fuerza al enfrentarse a su melena rojiza, que brilla radiante ante la luz del día que incide sobre ella. Seguimos en la misma posición, nuestras piernas se enzarzan en un bucle interminable de lo que anoche fue pasión y lujuria. Unos tímidos golpes en la puerta son el preludio de la voz de mi sobrina. Sara: Titas… ¿Se puede? – en un susurro. Pepa: Pasa… - con el mismo tono de voz. Sara entreabre la puerta y asoma la cabeza, no puede evitar sonreír al vernos así. El cambiar la cama de lugar supuso dejarla en perpendicular respecto a la puerta, con lo que estoy de cara a mi sobrina, con Silvia entre mis brazos dándole la espalda bajo las sábanas. Sara: Han llamado de la comisaría, tenemos que irnos – desde el umbral. Pepa: ¿Ha pasado algo? Sara: No lo sé, sólo que tenemos que ir a uno de los edificios hasta los que les seguimos una vez… Silvia también… Hoy vienen Leo, Curtis, otra furgoneta más y ella – señalándola con la cabeza. Pepa: Vale, ahora bajamos – sonriendo. Me dedica una de sus sonrisas antes de irse. Suspiro con resignación… ----El goteo constante de una cañería reventada acompañaba sus sigilosos pasos. Sara: Sigo pensando que teníamos que habernos esperado… - en un susurro. Pepa: Shhhhh… Ahora eso da igual – avanzando pegada a la pared.
Se habían colado en el parking de un bloque de viviendas desalojado. Un viejo edificio hasta el que siguieron al colombiano en una de sus “excursiones” a las afueras de París. Todo estaba oscuro e iban con precaución de no chocarse con nada, la luz de las linternas les bastaba para seguir. Unos metros por delante, Nicòla dirigía la operación. Llegaron a una zona más amplia, en la que decidieron separarse e ir cada uno por su lado. Tenían la certeza que no había nadie en el edificio y era una buena oportunidad de investigar el lugar. El tipo al que seguían acababa de salir de allí, y patrullas le seguían para cerciorarse de que no volvía. Mientras tanto, a escasos metros, una furgoneta camuflada vigilaba los movimientos de los agentes a través del audio. Leo: Pepa no se podía esperar… - maldijo para si misma. La morena había decidido entrar sin esperar a que llegasen los refuerzos. Silvia miró a la inspectora divertida. Leo: No sé qué te hace tanta gracia – mirándola de soslayo. Silvia: Nunca te había visto sulfurada… Leo: Sólo hay tres personas en mi vida que consiguen enervarme. Silvia: ¿Pepa, Rocío y Paula? Silvia vio en su mirada que había acertado y sonrió, todavía divertida. Ver a Leo indignada era convencerse un poco más de que era realmente humana bajo esa fortaleza de hierro helado. Sara: He encontrado una puerta – por el micrófono, para que todos pudiesen escucharla. Pepa: Aquí hay otra… Nicòla: Y aquí. Leo y Silvia se miraron interrogantes, supuestamente era un aparcamiento de una planta, no tendría que haber tantas salidas ni entradas. Leo: Esto no me gusta nada, salid de ahí ya y volved cuando estéis todos. Pepa: Ahora no vamos a recular, investigamos un poco y ya. Leo: ¡Pepa! Que se puede ir todo al traste como alguien os pille, y no tenemos los planos del edificio ni nada… Pepa: ¡Leo! – replicando. Leo: ¡Sal, ya! La mirada de Curtis y la de la pelirroja se cruzaron, cuando Leo se alteraba era más amenazadora si cabía que de costumbre…
Pepa: Mierda… Sara, Nicòla. Pa’h fuera… Sara: ¡Shhh! ¿Qué es eso? A todos se les congeló la sangre, un grito desgarrador se escuchó por todo el edificio. Provendría de uno de los pisos inferiores, pues se pudo oír con claridad desde el parking… Silvia: Pepa, por favor, salid de ahí – empezando a ponerse nerviosa. El grito volvió a repetirse, cada vez reflejaba mayor dolor y desesperación. Curtis: ¿Pero eso no estaba vacío? Leo: Al parecer sí… - al ver que no se movían - ¿A qué esperáis? Nicòla: Se escuchan ruidos… Tenía razón, no estaban solos… Pasos apresurados bajaban por unas escaleras… un golpe seco… y después silencio… Mientras tanto… el sonido de la cañería proseguía su curso, lentamente… gota a gota… como la sangre que, silenciosa y letal, se derramaba por el suelo de una habitación… Leo: Quedaos quietos donde estáis, escondeos… Salir ahora es una estupidez… Maldita sea… Vamos – haciéndoles un gesto y levantándose. Curtis: ¿Dónde vais? – viendo cómo ambas mujeres cogían sus pistolas y se ponían el chaleco antibalas. Leo: A sacarlos de ahí… ¿No tenéis cogidas? – a la otra furgoneta que estaba llegando. Agente: Sin problema, Leo. Leo: ¿Silvia? Silvia afirmó con la cabeza y salió tras ella. Silvia: Curtis, quédate aquí, si ves algo avisa. Curtis: Claro… - sin darle tiempo a decir nada más, pues cerró la puerta tras ella. No pudo evitar sentirse perturbado por la situación, cogió su pistola con decisión y se acopló mejor los cascos. Cubriéndose mutuamente, llegaron a la parte baja de un puente, que a su vez hacía de boca de un largo túnel ferroviario. Podían ver el edificio al final de él. Con cuidado de no caer al empedrado de las vías, avanzaron por la pared… La luz del día formaba reflejos verdosos bajo el puente, suciedad y mugre era su definición del entorno. El eco de sus pisadas en la piedra le inquietaba… De repente, sintió cómo alguien tiraba de ella con brusquedad, y sin tiempo para reaccionar, le tapaban la boca con la mano y la arrastraban a un pequeño callejón que se formaba en el túnel… Silvia soltó un leve gemido de dolor cuando su espalda chocó brutalmente contra la pared…
----Cap. 11 No sabe, no contesta… Sus ojos verdes fijos en los suyos le pidieron que callara… Volvió a quejarse de la espalda cuando Leo aflojó un poco la presión, y lentamente, retiró la mano de su boca. La miró sin entender, ¿a qué había venido aquello? Aparte de haberla asustado, le había hecho daño… Fue a decir algo, pero la inspectora volvió a taparle la boca. Con su mirada rogaba silencio absoluto… Entonces las escuchó… Voces masculinas se acercaban en el sentido contrario al que iban… Si Leo no la hubiese cogido, las habrían visto de lleno. ¿Cómo había podido escucharlas? Eran un murmullo lejano e ininteligible… El cuerpo de la inspectora estaba pegado al suyo, y hacía fuerza contra la pared para ocupar el mínimo espacio. Se miraban mutuamente a los ojos, en parte suplicando porque los hombres no pasasen por allí, y en parte asustadas por lo que pudiese pasar… Tenía el aliento de Leo a escasos milímetros de su boca, estaban acopladas en un intento desesperado por pasar desapercibidas. La había arrastrado a la parte en la que la luz del sol no llegaba, sirviéndose de la ayuda de la oscuridad. Sin embargo, si seguían su camino, por muy poca luz que hubiese las descubrirían… Los débiles rayos que incidían sobre ellas jugaban con los contrastes en sus rostros… Leo tenía la cara expuesta a la luz, de modo que hacían brillar su nívea y casi perfecta piel, destellos verdáceos con dejes de plata reforzaban la intensidad de su mirada… Las pisadas cada vez estaban más cerca… Tenía a Silvia cogida por los hombros, empujándola contra la pared… Sabía que le estaba haciendo daño, pero en aquellos momentos, la molestia de la posición era lo de menos. Varios mechones pelirrojos caían sobre su hermoso rostro a causa de la brusquedad con la que la había arrastrado… Tenía que reconocer que era toda una belleza, tanto en su físico como en su persona. Sus ojos oscuros buscaban una solución en ella… Pero estaban igual de perdidas. Su iris y pupila no se diferenciaban, el brillo azabache que despedían era realmente atrayente… Cualquiera perdería la cordura ante unos ojos como los de Silvia Castro… pensó automáticamente en Pepa y sonrió para si misma. Ambas mujeres se estudiaban de cerca. Con sus frentes casi pegadas y sus corazones agitados latiendo al mismo compás. La mirada de una detonaba inquietud y cierto miedo, la otra intentaba recuperar la serenidad a pesar de las circunstancias… Pero las dos suplicaban por algo que las pudiese sacar de allí. La tensión era el oxígeno que respiraban…
Hasta que Leo acabó con la distancia que las separaba inclinando su cabeza sobre la de Silvia, con suma lentitud… Apoyó la frente en la pared, para dejar su boca en el oído de la pelirroja y susurrar arrastrando las palabras, evitando hacer el menor ruido. Leo: Vamos hasta el fondo del callejón… - su voz serena tan cerca le produjo un escalofrío. – Si nos ven, les encañonamos lo más rápido posible… No nos queda otra… Silvia asintió con la cabeza… Y la inspectora, lentamente, se separó lo suficiente como para permitir que la pelirroja se deslizase por la pared, arrastrándose hacia un rincón. Leo le siguió. Eran alemanes… Su conversación llegaba hasta ellas fluida y rápida. Intercambios de opiniones e impresiones en un hosco y rudo acento alemán… Apoyó una de sus manos en la pared, para servirle de impulso en el caso que tuviesen que abalanzarse sobre ellos… De repente, su tacto se topó con una irregularidad en la áspera superficie… Se asemejaba a las rendijas de una puerta… El pomo roído y mugriento estaba a escasos centímetros de su mano… Silvia: Leo… - en un susurro. La apelada se giró interrogante – Hay una puerta… Frunció el ceño y se situó junto a ella, palpando la supuesta puerta… Pero tenía razón, y suplicando porque no hiciese ruido, la abrió… Cedió sin oponer resistencia, como si la abriesen muy a menudo a pesar de la ubicación… Cerraron con suma delicadeza y guardaron silencio… El único sonido era el de sus respiraciones agitadas… Curtis: ¿Dónde coño estáis? – sobresaltándolas por el micrófono. Silvia: No lo sabemos… - en un susurro. Curtis: Los hombres han salido del túnel, necesito saber vuestra posición, ¿estáis bien? Leo: Sí… - buscando con la mirada a Silvia, aunque en vano. La oscuridad era su única compañía. Tentó con su mano el aire hasta dar con la de la pelirroja y cogérsela con decisión. Silvia entrelazó sus dedos con los de Leo… Encendieron las linternas que habían cogido por si acaso, descubriendo lo que tenían ante ellas… Un estrecho y largo pasillo se eternizaba frente a ellas… las paredes sucias y mojadas por la humedad presentaban un aspecto realmente lamentable. Leo: Contrabando… - en un susurro. La pelirroja sin saber por qué, sintió cómo una descarga eléctrica nacía en su zona lumbar y recorría su columna como un escalofrío, erizándole la piel… Apretó con mayor aprensión la mano de Leo. Leo: Vamos… - tirando de ella. Silvia afirmó con la cabeza y caminó a su lado. Recorrieron el pasaje sobre el suelo encharcado y el olor a antigüedad y moho… Perdieron la cuenta de los metros que dejaron atrás… Siempre adelante, siempre en línea recta.
Una puerta similar por la que habían entrado desde el callejón les cortó el paso. Se miraron unos segundos y se decidieron a abrirla… ----Aguantaba la respiración… Veía con horror su mueca desencajada, la sangre que todavía salía a borbotones de un fatídico golpe en la cabeza, su macabra pose… Tragó saliva sin poder evitar que sus ojos se empañasen. Sintió los brazos de su tía atrayéndola hacia sí y arropándola en su larguísimo metro ochenta. Pepa: Sara, tranquila, todo está bien… - susurrándole al oído. Sara: Pep… Pepa… Está… muerto… - apretándose más contra su pecho, hundiendo su cabeza y cerrando los ojos con impotencia. Nicòla: A mí no me entrenaron para esto, ¿eh? – pasándose la mano por la frente con aire indignado. Pepa: Hey… ya – apartándose un poco de ella y sosteniendo su rostro entre sus manos – Que eres toda una policía, no puedes llorar por esto… - dedicándole una sonrisa tranquilizadora al tiempo que secaba con sus pulgares las lágrimas de sus ojos claros. Sara: Sí... – respondiendo a su sonrisa. Pepa: Curtis… Curtis: Dime, Pepa, ¿todo bien? Pepa: Más o menos… Hemos… Hemos encontrado un cadáver en un rellano de las escaleras. Al parecer se ha tropezado y se ha caído, el golpe en la cabeza ha sido nefasto, el CSI tiene que venir a llevárselo… Curtis: De acuerdo – tragó saliva – Silvia y Leo han entrado, no os mováis… Lo refuerzos están al caer… Pepa: ¿¡Qué!? ¿Silvia…? No me jodas, Curtis, dime que no le has dejado que… Curtis: ¡Calla, coño! Cualquiera les para los pies a las inspectoras… Que me han dejao los cojones de corbata, coño… Nicòla: Shhhhh… Callad… El sonido de unas leves pisadas advertían movimiento en el piso del parking del que acababan de salir… Tras escuchar los gritos, decidieron quedarse juntos y meterse por una de las puertas, que para su sorpresa, eran unas escaleras… Comenzaron a subirlas, dejando anchos rellanos a sus espaldas, con la luz mortecina de las linternas como única iluminación… Hasta que encontraron el cadáver tirado en el suelo. Y allí se encontraban, sin saber qué hacer… Pepa: Voy a bajar. Sara: ¿Qué? ¿Estás loca?
Pepa: Hay que pillar a esos cabrones, y Silvia y Leo pueden estar ahí abajo y… - se quedó sin voz ante la mera idea de que pudiese pasarle algo a su princesa. Sara: Pepa… Pepa: Quedaos aquí – comenzando a descender por las escaleras con precaución, pero sin detenerse. Nicòla: La seguimos, ¿no? Sara: Claro… Comenzaron también el descenso, con cautela para no ser escuchados… Pepa aguardó, oculta en la oscuridad, a que llegasen… Con la idea de abalanzarse sobre ellos en cuanto tuviese ocasión. Por su parte, Sara y Nicòla vigilaban desde la alto de las escaleras, con las luces también apagadas y agudizando los oídos… ----Silvia: Creo que este es el parking en el que estaban… Leo: Sí, vamos. Agente: Inspectoras, los refuerzos están irrumpiendo en el edificio, se ha informado de la presencia de un cadáver… Silvia: ¿¡Qué!? – un terror irracional comenzó a adueñarse de su cuerpo. Leo: Shhh… Baja la voz… De acuerdo – al micrófono - Nosotras estamos en el aparcamiento. Continuaron avanzando entre las columnas y las plazas vacías, hasta llegar a otra puerta. Apagaron las linternas, abrieron y comenzaron a subirlas… Silvia no soportó ir tan despacio cuando en los pisos superiores comenzaron a escucharse los golpes rompiendo puertas y voces de los agentes… Leo: ¡Silvia! – en un susurro al escucharla subir a zancadas las escaleras – Otra igual – maldijo para si misma y la siguió en su carrera. Apenas puso un pie en el rellano cuando chocó brutalmente contra algo… Se sintió desorientada un segundo, lo suficiente como para notar cómo se estrellaba con un fuerte estruendo contra la pared… Un hilillo de sangre asomó en la comisura de sus labios… Algo la aprisionaba con desmesurada fuerza frente a la pared, impidiéndole respirar… Un escalofrío de terror recorrió el cuerpo de la pelirroja cuando sintió un aliento en su nuca… una pistola en su cabeza… y una voz gélida e intensa susurrarle al oído… Si mueves un solo dedo te vuelo la puta cabeza… Reconoció al voz al instante, y a duras penas, trató hablar. Silvia: Pep… Pepa… - intentando respirar. La presión cesó de golpe y una bocanada de aire inundó sus pulmones, tosió con fuerza.
Pepa: ¿Silvia? ¡Silvia! – buscando su cuerpo en la oscuridad hasta coger su rostro entre sus manos - ¿Estás bien…? Joder, qué burra. Perdona… Mierda, no te veo… - rebuscando entre sus bolsillos para intentar dar con la linterna, la de la pelirroja se había quedado hecha añicos. No pudo hacer nada más porque algo le golpeó con fuerza en la cara, haciéndole perder el equilibrio y caer de espaldas con un sonoro estruendo. Silvia: ¡Pepa! De repente, el seguro de un par de pistolas se quitaban, y una voz afeminada seguida de un flashazo de luz que iluminó el rellano les detuvo. Nicòla: ¡¡QUIETOS!! – apuntándoles desde las escaleras. Sara: ¿Titas? – a su lado, observando la escena con el ceño fruncido: Silvia plantada en medio de la estancia, con la sangre de su labio partido resbalando por su barbilla; Pepa tirada en el suelo aferrándose la mandíbula con gesto de dolor; y Leo junto a Silvia con la pistola en la mano apuntando a la morena. Pepa: Así imponéis mucho los dos – se quejó levantándose con ayuda de la pared – Joder, Leo, podías tener un poco más de cuidado… - escupiendo con una mueca de asco y dolor la sangre que se le había formado en al boca - Que los demás somos humanos, ¿sabes? Leo: ¿Me lo dices tú? – señalando a Silvia. Pepa: Mierda… - acercándose a ellas - ¿Estás bien? Lo siento, princesa… - limpiándole el hilillo borgoña con una caricia. Silvia: Mejor que tú, seguro… - esbozando una leve sonrisa, que se congeló al hacerse cargo de la situación - ¿¡Pero qué cojones hacéis jugando al escondite y al pilla-pilla? – arremetiendo contra ella y propinándole suaves empujones en los hombros - ¿¡Es que no tenéis dos dedos de frente!? Agente: ¿¡Inspectoras!? – su voz resonó en toda la escalera, provenía del final de ella. Leo: ¡Aquí! Agente: ¡Deberían ver esto! Se miraron interrogantes entre todos, y subieron el recorrido que les faltaba… La puerta desembocaba en un pasillo, era exactamente igual al que habían dejado atrás Leo y Silvia, salvo por las diversas puertas y habitaciones a ambos lados del corredor. Les condujeron hasta otra puerta abierta, y entraron, uno a uno… Nicòla profirió un chillido; Sara se tapó la boca con las manos y cerró los ojos con fuerza para tratar de borrar la imagen que acababa de presenciar; Silvia se aferró a la mano de la morena al tiempo que apartaba la vista; Pepa lo miraba sin pestañear, con los dientes apretados y la ira en su mirada; Leo, al igual que Pepa, no perdía detalle, pero su rostro mantenía su característica indiferencia, sin afectarle lo más mínimo… Una bombilla colgando de los cables del techo iluminaba la habitación. Estaba teñida de granate, el suelo encharcado en sangre roja, todavía fresca… En el centro, una silla vieja y medio rota sostenía el cuerpo de una mujer… Sus ojos azules sin vida, inertes, reflejaban la desesperación de
alguien que había sido torturado… Los coágulos de sangre reseca pintaban su rostro pálido y su ropa… Estaba atada con las manos en la espalda y las piernas en las patas de la silla… Su pelo rubio, ahora sucio y mugriento, caía sobre sus hombros caídos como señal de derrota… ----Silvia: No tienes nada mal… - escudriñando su boca y su mandíbula. Pepa: Pues me duele – poniendo morritos – Igual si la inspectora me da un beso… Silvia: Igual… - situándose entre sus piernas con una sonrisa y acercándose a su boca. Paula: Como animales en celo, no te digo yo… - irrumpiendo en el anatómico forense como una exhalación - ¿Cómo estáis? – llegando a su altura. Silvia: Bien, ¿Y vosotros? Paula: Unos mejor que otros… Jajajajj… La Reina de las Flores está traumatizada completamente… Jajajajj… Tendríais que ver su cara… Pepa: ¡Paula! No es cosa de risa. Paula: Joder, es mejor que estar de morros – fulminándola con la mirada y recorriendo el laboratorio - ¿Y Leo? Silvia: Declarando. Paula: ¡Vale! – saliendo de la sala como había entrado, corriendo y cerrando con un portazo. Pepa estaba sentada sobre la encimera, entre sus piernas Silvia, que escrutaba su rostro en busca de alguna herida más. Por su parte, la pelirroja, que se había llevado un buen golpe en la boca al estamparse contra la pared, o mejor dicho, al ser estampada, ya había sido atendida por Rocío, que acababa de llegar a la comisaría. Pepa: Lo siento… - con la culpabilidad en su mirada mientras acariciaba su mejilla con delicadeza. Silvia: Jajajj… Pepa, que no sabías que era yo – negando con la cabeza, divertida. Pepa: Es que no tengo cuidao ninguno… Silvia: Claro, porque antes de detener a alguien tienes que preguntarle, ¿no? – riendo - ¿Ves como Leo no ha tenido reparos tampoco? Pepa: A mí me lo vas a decir – llevándose la mano a la mandíbula inconscientemente. La puerta volvió a abrirse de golpe, esta vez, una cabellera rubia se asomó buscándolas. Rocío: Silvia, tenemos que hacer la autopsia en el laboratorio de arriba – urgiéndole con la mano. Silvia: Ahora subo – volviendo la vista a Pepa con seña interrogante. Pepa: Yo estaré por aquí hasta que termines – sonriendo.
Respondió a su sonrisa y la besó antes de salir tras Rocío. ----Paula: ¡Me aburroooooooooooooooo! – bostezando sentada en un taburete. Rocío: ¿Te quieres callar? – dándose la vuelta y fulminándola con la mirada. Paula: Yo no sé por qué le pone tanto a Pepa escuchar a la pelofanta hablar de cosas raras… Es aburridísimo… - volviendo a bostezar. Silvia se puso roja al instante. Rocío: Me gustaría saber qué haces aquí… - Paula agachó la cabeza avergonzada y la rubia rió. Paula: Me han echado de la sala… Y me han mandado aquí para que me tengáis controlada – levantándose e imitando a Nicòla mientras hacía posturitas – Es que esta chica está desbocada e irrumpe en mis pensamientos de mala manera… Idiota – bufó volviendo a sentarse de brazos cruzados, como una niña pequeña enfadada. Rocío: Jajajajj… Bueno, pues cállate que yo así no me concentro. Ambas mujeres analizaban el cadáver sobre la mesa del laboratorio, que era como el triple de grande que el de San Antonio. Al encontrarla en la habitación todos la habían reconocido al instante, pues su rostro había presidido esos últimos días los carteles de la Ópera Garnier: Eeva Beckmann. ----Gonzalo: A ver, Eeva Beckmann, 32 años, bailarina y cantante alemana con una prometedora carrera artística… Es encontrada asesinada en un edificio en el extrarradio de París, del que se ha visto salir a un par de hombres desconocidos, también de nacionalidad alemana, y a nuestro sujeto colombiano… ¿Correcto? Leo: Correcto. El hombre hallado en ese mismo edificio sigue sin identificarse... Pepa: Estaba amenazada - hablando de repente. Gonzalo: ¿Qué? Pepa: La conversación de los camerinos, la amenazaron si no cumplía con su “misión” o si hacía algo que no correspondía. Gonzalo: Son los principales sospechosos. Pepa: Rocío y Paula van a cenar mañana con ellos, que investiguen lo que puedan – Leo y Gonzalo contrajeron sus rostros casi al unísono en una mueca de total desagrado – Ahora no se pueden echar atrás… Repasaban los datos de la asesinada, así como los cabos que pudiesen atar, mientras en el piso superior, Silvia y Rocío llevaban a acabo la autopsia. Leo: Mirad – moviendo unos planos sobre la mesa – Estos son los edificios hasta los que le hemos seguido. Todos poseen las mismas características… Son o eran utilizados para
contrabando, de ahí sus numerosos pasillos subterráneos y su extraña composición interior, se servían de la confusión de sus estructuras para dar los golpes, guardar mercancías… Gonzalo: Habrá que volver a inspeccionarlos. Leo: Sí… ----Rocío: Dios… - salió corriendo en busca de un baño al tiempo que reprimía una arcada. Paula: ¿Y ahora a esta qué le pasa? Silvia: No se encontrará bien… - volviendo a centrarse en el informe. A los cinco minutos, Rocío volvió con la cara descompuesta. Rocío: Tengo esto un poco revuelto últimamente… - plantando ambas manos en su estómago – Y ver eso no ayuda… - señalando el cadáver. Paula: ¿Qué? ¿Por qué? – levantándose parar mirar - ¡Joder! ¡No tiene lengua! Silvia: Se la han cortado… Paula: Pero tía, ¿tú dónde tienes la sensibilidad? Que estás ahí como si fuese lo más normal del mundo… Pobre Pepa… - negando con la cabeza. La pelirroja le dio un manotazo. Silvia: ¿Estás bien? – a Rocío. Rocío: Sí… Silvia: ¿Cuándo? Porque sé que todavía no se lo has dicho… Rocío: Mañana cuando terminemos el operativo… Palabra – sonriendo y levantando la mano cual juramento de boy-scout. Paula: A mí me contáis las cosas, para empezar. Rocío y Silvia se miraron, y la rubia decidió contárselo. Rocío: Estoy embarazada. Se quedó mirándola unos segundos sin saber qué decir, hasta que estalló en una sonora carcajada. Paula: Jajajjajjj… Qué bueno… ¡No jodas! – al verlas serias. Rocío: Sí. Paula: ¡Coño! ¡Pobre niño! – inclinándose sobre la barriga de Rocío - ¡No salgas de ahí por lo que más quieras! ¡No lo hagaaaaaaas! – con un tono de desesperación cómico. Minutos después, pasándose la mano por la zona en la que le había dado una colleja, miraba a la rubia con intriga.
Paula: ¿Es de Gonzalo? Rocío: No, tuyo. Paula: Joéh, yo que sé… Conociéndote… Rocío: ¡Paula! Paula: Vale, vale… ¿Quiénes lo sabemos? Rocío: Vosotras dos y Leo. Paula: ¿Estás segura que después del operativo es lo mejor? Rocío: Sí… - mordiéndose el labio inferior, dudosa. Silvia: Ts, ts, ts… Se acabó el interrogatorio, y ahora vamos a acabar esto… - entrando para dejar respirar a su amiga. Paula: Pues, venga, deprisica… Que huele a fiambre y no precisamente del bueno… ----Cap. 12 Erotismo enfermizo, ginebra y hielo, gracias… Se encontraba sentada sobre su cama, con las piernas cruzadas y la vista fija en ningún lugar en concreto… Pensando… Las imágenes sucedían en su cabeza sin control ni lógica… Buscando algo coherente a lo que aferrarse. Aquella noche la persona que más significaba para ella iba a infiltrarse entre unos posibles asesinos, necesitaba algo… por pequeño que fuese… Paula: Te sale el humo de la cabeza – asomándose por la puerta con una sonrisa. Leo suavizó su expresión y esbozó una leve sonrisa. Leo: Estaba dándole vueltas… Paula: ¿Otra vez? Para un poco, por Dios – sentándose frente a ella, también con las piernas cruzadas. Leo: No, a ver… ¿Qué tenemos? Nada… - volviendo a fruncir el ceño – No tiene gracia – viendo cómo la sevillana sonreía divertida. Paula: Mírame – cogiendo con delicadeza su rostro entre sus manos – Va a salir bien, así que tranquilízate, que te pones como Rocío con un subidón de esos que le dan a la chiquita a veces – ampliando su sonrisa. Vio cómo Leo no le hacía caso y suspiró con resignación.
Paula: Un colombiano que no sabemos quién es, unos alemanes morbosos flipados con nosotras y probablemente asesinos, una bailarina muerta, otro tipejo muerto sin identificar, extraños edificios en las afueras que sirven como almacenes y centros de matanza, un operativo en marcha, una cita esta noche, un vestido que no pienso ponerme… - contando con los dedos – Eso es lo que tenemos, y algo que se me olvida fijo. Leo: Gracias – mirándola victoriosa. Paula le sacó la lengua y continuó hablando. Paula: El trapicheo que se llevan entre manos, sólo puede ser el tema de la droga… Que el alemán ricachón quiere meterse un chute, o varios, vamos… El asesinato, pues no sé qué puede pintar la muchacha en medio del tráfico de drogas, y mucho menos el otro hombre… Ya están investigando su identidad y el historial de Eeva… Leo: La lengua – al cabo de unos minutos de silencio por parte de ambas. Paula: ¿Qué? Leo: Le cortaron la lengua… Habló demasiado… Si averiguamos con quién se pasó hablando quizá estemos más cerca. Paula: Puede haber hablado con cientos de personas…. Leo: ¿Una bailarina de semejante éxito? Lo dudo… Paula: Lucas, Aitor y Álvaro están dentro, de algo se enterarán. Aparte, que en cero coma tenemos los historiales de toda la peña, que no te preocupes. Leo: No es eso, Paula… Paula: ¿Entonces? La inspectora suspiró y cerró los ojos un segundo, para mirarla con ternura al abrirlos. Leo: No quiero que os pase nada, y es peligroso, aunque os empeñéis en decir lo contrario… Y la otra mona está embarazada… Paula: Es lo que tiene si te lo montas con un tío – alzando ambas cejas. Leo: Calla, anda – plantándole la mano en la cara como solía hacer Rocío, al tiempo que sonreía ¿Me ayudas o no? Paula: Eso no se pregunta – frunciendo el ceño – Voy a por los informes, ahora vuelvo – saliendo a la carrera de la habitación. ----Silvia: No puede ser para tanto - mirando divertida los aspavientos que hacía Pepa al masticar. Pepa: Tú no sabes el saque que tiene la tía jodía – fulminándola con la mirada. Silvia: ¿No es la primera vez que te pega? – riendo.
Pepa: Es cinturón negro de taekwondo… - Silvia abrió los ojos ante aquello: Leo no parecía el tipo de persona que se liase a repartir leches – No me mires así, que es verdad… Jajajj… Me usaba de saco para practicar… - poniendo tono dramático. Silvia: Ya será menos… - calló al ver salir corriendo a Paula por el piso superior. Paula: ¡¡PELOFANTA!! – apoyándose en la barandilla y bajando la vista hacia ellas. Silvia: ¡No hace falta que grites! ¿Qué? Paula: ¿Y los informes? Silvia: En la habitación de Gonzalo. Paula: ¡GRACIAS! – yendo corriendo a la habitación. A los tres minutos salía de ella cargada de carpetillas. Estaban solas en el piso, tenían el día libre hasta la noche y el resto había aprovechado para dar una vuelta o ir de compras. Desayunaban con tranquilidad en los taburetes de la cocina. Silvia: ¿Recojo esto y tú te vistes? – levantándose para dirigirse al fregadero. Pepa: ¿Qué? ¿Por qué? Silvia: ¿No vamos a salir hoy? – girándose para mirarla. Pepa: Como quieras – sonriendo – Pero yo… Había pensado otra cosa… Silvia: Sorpréndeme – devolviéndole la sonrisa con un deje de seducción. Pepa: Que… - levantándose y dirigiéndose hacia ella – Me gustaría… Silvia: ¿Q… qué? – sin apartar la vista de sus ojos castaños. Pepa. Pasar… - llegando a su altura y posando sus manos en la cintura de la pelirroja – El… día… - inclinándose sobre su boca – En… casa… - rozando levemente sus labios con los de Silvia. Temblaba, como siempre que Pepa se acercaba a ella. Aquel contacto le pareció completamente insuficiente. Con lo que retuvo su labio inferior suavemente con sus dientes para evitar que se alejase más de lo estrictamente necesario… Entreabrió sus labios para recibir la lengua de Pepa y enlazarla con la suya olvidándose de todo… Los besos cada vez eran más intensos, y sus manos que anteriormente rodeaban el cuello de la morena, descendieron por su costado para colarse debajo de la enorme camiseta que utilizaba para dormir… Pepa sostenía la cara de Silvia entre sus manos, colmándola de caricias al tiempo que el deseo por profundizar el contacto aumentaba de forma alarmante… Hundió sus manos en su melena pelirroja peinándola hacia atrás… Silvia: Creo que (beso)… Mejor (beso)… Nos (beso)… Quedamos (beso)… Como respuesta obtuvo los labios de Pepa deslizándose por su cuello, haciéndole flaquear…
----Paula: ¡Ya está! – bajando de un salto de la cama y dando vueltas alrededor mientras repasaba todo lo que habían hablado durante las últimas horas – Tenemos que decírselo a los demás… Leo: Sí – sonriendo desde la misma posición que había guardado toda la mañana. Paula: Esta noche intentaré hacerme con el alemán – pensativa mientras volvía a sentarse – Y Rocío que no se menee mucho… ¡Que lo tenemos! – sonriendo feliz. Se inclinó efusivamente sobre Leo y la besó sin pensárselo dos veces… Se apartó de ella con una sonrisa tímida al cabo de unos segundos. Leo: ¿Qué? Paula: Nada… que… - bajando la vista. Leo: ¿Paula? – sonriendo divertida ante su comportamiento avergonzado. Paula: Jo, Leo, que esto no es normal. Que no pasan ni cinco segundos sin que quiera besarte, o tenerte, o hacerte sonreír, o que me mires, o q… No pudo seguir hablando, pues Leo aprovechó para cogerle por la capucha de la sudadera que llevaba, atraerla hacia ella y devolverle el beso con la misma efusividad e intensidad… Lentamente, la inspectora fue empujando el cuerpo de Paula para que se tumbase, acoplándose a ella entre besos y caricias… Olvidándose mutuamente al deseo por tenerse… ----El resto del día pasó tranquilo, hasta que llegó la hora de que comenzasen a movilizarse. Rocío: ¿Y bien? – girando sobre si misma en medio del comedor. Todos estaban pasmados, pero sobre todo, la cara de Gonzalo de adoración y ensimismación absoluta era la que mejor reflejaba lo que la rubia provocaba en los presentes. Ya estaba preparada para la cena, sólo faltaba que bajase Paula. Silvia decidió romper el silencio. Silvia: Estás preciosa, Rocío… - sonriendo maravillada. Rocío: Lo sé – riendo. Y lo cierto es que lo estaba, el vestido palabra de honor que llevaba resaltaba aún más su figura. Su melena rubia, rizada para la ocasión, tenía el flequillo recogido en un pequeño tupé con el que dejaba sus frágiles facciones descubiertas. El color azulado de sus ojos ganaba con creces una intensidad irresistible al estar reforzados con sombras y maquillaje oscuro. Paula: Nos podemos ir ya… - nadie se había dado cuenta de que estaba al pie de las escaleras, ya preparada. Curtis: ¡La madre! – babeando automáticamente al verla.
Sonrió con cierta timidez, aunque cambió su semblante a uno de defensiva amenaza mirándolos a todos, fulminante. Paula: Un comentario sobre mis pintas y os muelo a palos… Álvaro: Pero si estás increíble – cogiéndola de la mano para hacerla girar - ¿Quieres casarte conmigo? Paula: Yo compro los billetes a las Vegas y tú los anillos – guiñándole un ojo. Álvaro: Jajajj… En serio… Lo van a tener mal-mal para no caer a vuestros pies… Paula: Pues no se hable más, arreando – dirigiéndose a la puerta con paso decidido, detrás de ella el resto. Los taconazos que llevaba estilizaban todavía más sus piernas, al igual que el vestido oscuro que enmarcaba sus sinuosas curvas… Su sonrisa, arrolladora, y su mirada, inexorablemente seductora… El pelo lo sostenía en un recogido elegante y sensual del que dejaba algunos mechones sueltos en señal de informalidad… Al igual que sus ojos castaños, que a veces se ocultaban velados por algunos mechones de cu cabello. ----La cena transcurrió sin sobresaltos, como ninguna de las dos sabía francés ni alemán, se comunicaban en un inglés un tanto chapucero. La velada se convirtió en un campo de batalla en la que ambas mujeres ponían la carne en el asador por miradas cautivadoras, sonrisas embaucadoras e intenciones más que a la vista… El tintineo de los cubiertos se tornó la banda sonora del nerviosismo de quienes vigilaban y estudiaban cualquier expresión y gestos en una furgoneta fuera del restaurante… Barend: Hey, girls, let’s go dancing? [Hey, chicas, ¿vamos a bailar?] – cogiendo por la cintura a Paula al salir del establecimiento. Rocío: Sure, the night is long… [Claro, la noche es larga…] – sonriendo a su pareja. Paula en off: (¿La noche es laga? ¿Tú estás tonta? Qué asco, por Dios, que me quite las manos de encimaaa…) Paula: The night is so long… [La noche es muy larga…] - dirigiendo la vista a su acompañante con una sonrisa plagada de falsa inocencia. Pete: So, c’mon! [Entonces, ¡vamos!] – tirando de Rocío, quién bajó la cabeza para disimular su desagrado. ----Paula: ¿Pero qué es esto? ¿La orgía piji-guay del año o qué? – entre dientes mirando a Rocío, quién le devolvió la misma mirada de socorro. Barend y Pete fueron a saludar a unos conocidos. Les siguieron deseando salir de allí. Rocío se apoyó en la barra y se dispuso a pedir.
Rocío: A whiskey of double malt, please [Un whiskey doble de Malta…] – con aire compugnido. Pete: That’s my girl! [¡Esa es mi chica!] – rodeando su cintura con los brazos en gesto de propiedad. Rocío en off: (¿Tu chica? ¿Tu chica? La chica de mis santos ovarios, capullo… Suéltameeeee) Un codazo le hizo volver la vista para encontrarse con el semblante serio de la sevillana. Paula: Antes te lo digo antes se te olvida… Rubia tenías que ser – en un susurro – No puedes beber… Rocío: Pues en plenas facultades esto no lo soporto. Paula: Pues piensa en verde, ¿qué quieres que te diga? Y trae esto… - bebiéndose de un trago el vaso que tenía entre las manos su compañera - ¿Y ahora qué? Rocío: A zorrear como Dios manda… - sintiendo cómo Pete se la llevaba de la mano para bailar. Paula: Pepa… ¿estás? – disimuladamente al micrófono. Pepa: Detrás de ti… Se giró para verla bailando con Nicòla, quién le agarraba por dónde podía a pesar de la mirada fulminante de la morena. También distinguió a Sara y a un agente francés sentados en uno de los sillones. Sonrió divertida ante la escena, olvidándose por un segundo su cometido en aquel lugar… Buscó con la mirada a su alemán y lo encontró hablando con un tipo sospechoso. Decidió acercarse con aire seductor… Paula: All alright, guys? [¿Todo bien, chicos?] – apoyando el codo sobre el hombro de Barend. Barend: Of course, baby… [Por supuesto, baby] – dirigiéndose al tipo – Bis bald… [Te veo después] El hombre se despidió con un movimiento de cabeza y el alemán arrastró de la cintura a Paula hasta la pista de baile. Paula en off: (No, si aún te tendré que cortar la mano, desgraciao… Joder, joder, Paula, ¡control!... Que te pierdes, hija, que te pierdes y no hay quién te pare… ¿Me está tocando el culo? ¿¡Se cree que puede tocarme el culo!? ¡La madre que te parió, cacho gilipollas!...) Pepa: Sosiega… La sevillana dio un respingo, porque el susurro de Pepa no fue por el micrófono, sino en su oído. Paula: Coño, qué susto. Pepa: Shhh… No le des vueltas, síguele el juego y punto… - girándose para darle la espalda. -----
Rocío en off: (¿Pero cómo pueden cargarse una canción así? Por Dios, ya lo que me faltaba… Sí, hijo, sí… Tú sóbame ahí sutilmente, como si no notase que me tocas… Santo cielo… Ayudadme…) El local eran luces estratégicamente escogidas. Destellos fosforescentes pintaban sus intenciones con ansias de más, de mucho más... El roce la ropa a más de uno se le antojaba insuficiente, y el tacto sobre el vestido más todavía… Se inclinó sobre ella y la besó sin pensárselo dos veces. En la furgoneta, al verlo, Leo contrajo su rostro en una mueca de rabia y odio fulminando con la mirada las cámaras que tenían pinchadas. A Silvia no se le pasó el gesto desapercibido… Paula en off: (Aaaalaaaa, mu bien, tú ahí con la lengua por delante, pero qué asco, por favor… Joder, que me están entrando arcadas, que aún le vomito en la boca y todo… Venga, va, esta es una oportunidad) Deslizó sus manos por el interior de su chaqueta, palpando con precaución el interior de ésta. Mientras tanto, Barend no podía pensar en nada que no fuese cómo quitarle el vestido a la sevillana… Paula en off: (Pero qué buena que soy y qué bien me lo monto, que no me doy dos besos porque no llego…) Se separó de él con suavidad, mirándolo con fingido deseo y sonriéndole. Paula: Excuse me, I’ve to go to the toilet… [Perdona, tengo que ir al baño…] La música dejó de sonar cuando entró al baño, amortiguada por las paredes. Cerró la puerta y bufó de impotencia. Sara la esperaba mirándola divertida. Paula: No sé dónde le ves la gracia… - apoyándose en los lavabos junto a ella. No pasaron ni tres segundos cuando la puerta volvió a abrirse y Pepa entró. Pepa: ¿La tienes? Paula: Sí… - tendiéndole la cartera. Sara: ¿Por qué siempre tenéis que robar carteras? – con un hilo de voz. Paula: Niña, ¿quién te crees que le enseñó a tu tía la Tarjeta 5 Dedos Express…? Pepa: Shh, calla y dame. La analizaron e hicieron fotos de todos los documentos, hasta que sobrepasaron el tiempo en el que podían estar en el baño, pues podría darse cuenta y tenía que devolverla a su sitio... Paula: Vale, ya lo tenemos, sacadme de aquí ya, por favor – antes de confundirse entre la gente que bailaba frenética e incansable. -----
Las horas pasaban, y la juerga continuaba, bueno, la juerga para algunos, otras no lo tenían tan claro… Pepa: ¿Quieres dejar de magrearme? – apartando un poco a Nicòla. Nicòla: Bésame, amor – inclinándose sobre ella. Pepa: El suelo vas a besar, ¿Eres imbécil? Nicòla: Que hay que disimularrrr. Pepa: Disimular vas a tener la cara que te voy a dejar como no pares. Nicòla: Oiiiisssshhhh… Me encantáis cuando os ponéis peleonas… ¡Estáis irresistibles! – dando un pequeño grito y girando sobre si mismo. Pepa: Lo que tú digas… ----Paula: A la mierda, que yo me quiero ir ya – al micrófono. Se acercó al rincón dónde la esperaban Pete aferrado a Rocío, y Barend. Paula: I’m so tired… Come back home? [Estoy muy cansada… ¿Volvemos a casa?] – a Rocío, quién afirmó con la cabeza y se levantó casi con un salto. Rocío: See us tomorrow, guys [Nos vemos mañana, chicos] – despidiéndose con un fugaz beso. Suspiraron aliviadas al poner los pies en la calle, todo había salido bien y habían conseguido muchísima información. Eran casi las seis de la madrugada y tenían todo el resto del día libre para descansar, y lo cierto es que no pintaba nada mal. Nada más dejar el ruido del local a sus espaldas, se metieron disimuladamente en la furgoneta donde estaban Leo, Silvia y Curtis. Paula: ¡Joder! Ya era hora… - resoplando - ¿Y el resto? En ese momento salían del bar Nicòla, que llevaba una mano en la cara con gesto de dolor, seguido por Pepa, Sara y el agente francés que les habían cubierto durante toda la noche. Rocío: A alguien le ha dolido más la noche que a nosotras – riendo. Silvia: Y más que le va a doler – alzando una ceja. Curtis: Pero de momento vamos a tirar pa casa que estos tíos me dan mu mal rollo… ----Cap. 13 Sin ases bajo la manga ni engaños para hacer trampas…
Gonzalo: Werner Weininger, 37 años, alemán. Ha usado nombres como Barend Winter y Jack Spät. Es más conocido en Alemania como Pumpe… Pepa: ¿Bomba? – sin poder evitarlo. Gonzalo: Sí, bomba, Pepa, calla… Es el líder la organización con ese nombre, una banda terrorista que utiliza los explosivos en sus atentados. Nicòla: ¿Y por qué no lo arrestan? Gonzalo: Porque no se deja pillar tan fácilmente… Gracias a la información recabada en el operativo de la noche pasada, hemos conseguido su historial. Su relación con nuestro caso Café es que es el destino del alijo de droga… Leo: A partir de ahora, Silvia y Gonzalo pasarán unos días recorriendo la ciudad, visitando los edificios más emblemáticos y simulando ser una pareja formal de la alta sociedad española. Quedan dos semanas para el día del golpe, así que os dejaréis ver varias veces por el Palacio Garnier en algunas representaciones… Gonzalo: Pepa y Sara, dejaréis las investigaciones y os encargaréis de la vigilancia con Leo. Curtis y Nicòla irán con Kike. Los seguimientos los realizarán a partir de ahora otros agentes de esta comisaría, ¿de acuerdo? Aguardó el asentimiento general y prosiguió. Gonzalo: Sophie, Paula, y… Rocío – al nombrarla clavó en ella una mirada resentida – Continuaréis en el bar, seguramente os vuelvan a pedir otra cita, que vosotras rechazaréis por exceso de trabajo, no podemos arriesgarnos más. Rocío: Si no pasó nada… Gonzalo: ¿Me has escuchado, Navarro? Rocío: Sí, señor – devolviéndole la mirada desafiante y altiva. Gonzalo: Bien, nada más de momento – saliendo del despacho con paso seguro y ligero, seguido de Leo y Sophie. Rocío le propinó una patada al asiento delantero, dándole en la espalda a Paula. Paula: Porque va contra mi religión subnormalista pegarle a una embarazada, sino te llevabas un golpe de remo – girándose para mirarla - ¿Por qué no se lo has dicho todavía? Rocío: Déjame tranquila… Silvia: Tengamos la fiesta en paz… Creo que deberías decírselo cuanto antes, es lo mejor – pasando un brazo sobre sus hombros. Pepa: Decirle qué a quién – subiendo los escalones para llegar a su altura. Rocío: Nada… - bajando la mirada, confusa. Pepa: Los demás ya han tirado para casa, ¿vamos?
Silvia: Sí - dándole un suave beso en la mejilla a su amiga y saliendo de la sala junto a Pepa. Paula: No tienes por qué tener miedo... Rocío: No tengo miedo… Paula: Jajajj… Y yo soy monja… Estás cagada de miedo. Rocío: ¿Y si lo estoy, qué? Paula: Nada, pero no tienes motivos para estarlo. Rocío: Yo creo que sí… Paula: ¿Tienes ojos en la cara? Gonzalo está hasta las trancas por ti, hará lo que le pidas sin pensarlo dos veces, y ni de coña te dejaría sola en esto… Así que desembucha de una vez porque te estás amargando sin razón alguna – levantándose y tirando de ella para irse – Y en cuanto lleguemos, hablas con él… Obtuvo un leve quejido por parte de la rubia mientras la arrastraba fuera de la comisaría. Llegaron, y Sara, Lucas y Aitor estaban preparando la cena. Silvia: ¿Os falta algo? – acercándose a la barra. Sara: Sí, porfa, tita, ayuda a Lucas que no tiene ni idea… - sacándole la lengua ante la mirada de reproche que este le dirigía. Silvia: Voy… ¡Pepa! Pepa: ¿Qué? – yendo hacia ellas. Silvia: Echa una mano, anda… Pepa: A sus órdenes inspectora – cuadrándose. En esos momentos la puerta de la entrada volvió a abrirse y entraron Leo, Paula y Rocío, esta última rezagada y tapándose en la medida de lo posible tras la sevillana. Paula: ¿Llamo a una grúa? – cogiéndole de la mano y empujándola hacia delante. Rocío finalmente avanzó decidida hasta los sofás, donde estaban Curtis, Kike, Álvaro y Montoya. Rocío: Gonzalo, ¿puedo hablar un momento contigo? Gonzalo: ¿Ahora quieres hablar? – con tono hostil. Rocío: Sí, por favor… Gonzalo: ¿Y si yo no quiero? Rocío: Gonz…
Gonzalo: Lo que tengas que decir me lo dices aquí y ahora – cortándole mientras apartaba la vista de ella para dirigirla a la televisión. Sin pensárselo dos veces llegó donde la tele y la apagó de un manotazo. Rocío: ¿¡Me vas a hacer caso o te bailo una jota para atraer tu atención!? Gonzalo: ¡Haz lo que te de la gana! Es lo que has estado haciendo todos estos días, ¿no? Total, por un poco más, qué más da… Rocío: ¡Necesitaba tiempo! Gonzalo: ¿¡Para qué!? – levantándose del sofá con ímpetu. Suspiró y se acercó a él con una tímida sonrisa, algo que desconcertó a un Gonzalo que se cabreaba por momentos. Al llegar a su altura rodeó con sus manos su cuello enlazándolas en su nuca y clavando en él sus ojos azules. Rocío: Estoy embarazada. La miró pensando que era una broma, que sólo quería burlarse de él… Pero la intensidad de su mirada no dejaba lugar a dudas… Gonzalo: Cásate conmigo. Rocío: ¿Qué? – abriendo los ojos como platos. Gonzalo: Espera, espera… - soltándose de ella y saliendo a la carrera a su habitación. No llegó ni a un minuto lo que tardó Montoya en volver a bajar. Cuando volvió a estar frente a ella clavó una rodilla en el suelo. Gonzalo: Lo compré al poco de llegar… Sé que todo esto es precipitado, aunque la verdad es que todo lo ha sido, desde el principio – sonriendo ampliamente – Y si dices que no, lo entenderé… Pero eres como un torbellino que ha llegado revolviéndolo todo… Yo no era así – ensanchando su sonrisa – Y te amo, y quiero estar el resto de mi vida contigo… Y porque no puedo, mejor dicho, no quiero pensar un futuro en el que no estés… Y vamos a ser papás… - sin ocultar su emoción. Alucinaba, pero aquello estaba pasando en realidad… Gonzalo le tendía un anillo de compromiso… El padre de su hijo… Rocío: Dios… - pasándose la mano por la frente y echándose el flequillo para atrás – Gonzalo… Gonzalo: ¿Qué, qué? Rocío: ¡QUE SÍ! ¡DIOS, SÍ! – abalanzándose sobre él y besándolo con pasión y urgencia. Gonzalo se incorporó a duras penas con Rocío colgada de su cuello. Cuando estuvo en pie, la rubia se soltó y extendió su mano para que le colocase el anillo. Volvió a besarle al tenerlo puesto, para girarse después con una sonrisa de oreja a oreja. Rocío: ¡QUE ME CASO! – corriendo hacia Leo y abrazándola con fuerza.
Paula: Ts, ts, ts… Menos sobeteo y tira a magrear a tu futuro marido… Rocío: Jajajjaj… Sí, sí… - dándose la vuelta y mirando a Montoya con una inmensa sonrisa, quien se la devolvió acercándose a ella. ----Paula: Le llega a decir que no y me caso yo con él… - recogiendo la cena. Rocío: Más quisieras, mona – sacándole la lengua. Paula: Jajajj… Aunque creo que Pepa le hubiese dicho que sí antes que tú… Jajajjj. Pepa: ¿Qué dices? – dándole un leve empujón. Paula: Pero si estabas más emociona que todas las cosas, jajajj… Sara: No lo niegues, que se te salían las lagrimillas. Pepa: ¿Pero qué lagrimillas ni qué nada? ¡Dejadme en paz, hombre ya! – alejándose de ellas. Paula: Al loro, mañana se le presenta a tu tía con un anillo, verás… - riendo. Sara: Pues espero que no… Que para todo eso Silvia es muy rara… - sonriéndole a su tía que la había escuchado. Silvia: Yo también te quiero, Sarita. Sara: Lo sé – lanzándole un beso. Paula: ¡Bueno! ¡Escuchinmi todos en la sala! – poniéndose las manos en la boca para hacer de megáfono. Rocío: Ole y ole los berridos made in Paula, va a tener razón Nicòla y todo… - riendo La sevillana le sacó la lengua y siguió hablando. Paula: ¿Qué tenéis planeado hacer esta noche? Álvaro: Tele y cama. Paula: Pues entonces tenemos que estrenar una cosa que he comprado – subiendo a la carrera las escaleras y bajando en menos de un minuto. Llevaba una especie de maletín que abrió sobre la barra, ante la atenta mirada de todos. Paula: Strip-póker… ----De la despensa sacaron una mesa redonda plegable que colocaron en el centro del comedor. Rocío se empeñó en “ambientar” la partida bajando un par de tonos la intensidad de la luz.
Y Paula sentenció que jugarían a lo bestia, todos remezclados y sin parejas. El humo de algunos cigarros que se empeñaron en encender nublaban las intenciones de más de uno… Y las miradas inquisitivas a cada uno de los presentes se convirtieron en un ritual antes de cualquier movimiento. Aún así… A los cinco minutos de empezar: Lucas, Álvaro, Aitor y Montoya les alegraban a más de una la vista en bóxers… Quitando los calzoncillos colegiales de alguno. Y Sara pronto se quedó sin pantalones y Pepa sin camiseta… Seguidas por Paula y Rocío, que en sujetador decían estaban más frescas… Al igual que Curtis y Kike, que el cuero sobraba y estorbaba. Y las únicas que seguían enteras eran Leo y Silvia. Porque a ellas era casi imposible pillarlas… Y tratar de ver algo en sus caras era tarea ardua y compleja. Hasta que Silvia acabó por descubrirse… Y Leo tuvo que encargarse de deshacerse de ambas camisetas. Álvaro se tuvo que retirar pronto... Ya no tenía nada más que quitarse aparte de los calzoncillos… Y: “Esto sí que no…” Poco tardaron en unírsele Sara, Aitor y Montoya. Para al cabo de tres minutos, ser Curtis el que se subía a la barra quitándose la camisa… Y Lucas se quedaba sin la última prenda que podría quitarse, los calcetines. Pero la racha de más de una duró poco… Silvia se sentaba en el sofá con el resto de “eliminados”… Para ver con asombro cómo Paula y Pepa se pasaban cartas bajo la mesa disimuladamente… Aquello explicaba que ambas siguiesen con algo más que la ropa interior… Y Leo se uniese a la “pandilla-sofá” a la vez de Kike.
Curtis bajándole los vaqueros desgastados a Rocío hizo subir un poco más la temperatura… Sobre todo por la colleja que se llevó por parte de Montoya. Aquello la dejaba fuera de la partida… Y sólo quedaban tres personas. Pero la confianza le jugó una mala pasada al creer que Paula era sincera. Y Pepa y Paula disputaban la “final”. Hasta que la sevillana saboreó el momento en el que su escalera superaba el trío de la morena. Y Silvia volvió a la mesa, con la intención de rematar la faena… Para lentamente, desabrochar uno a uno los botones de su pantalón… Y sin dejar de mirarla a los ojos, rodear su cintura para aferrarse a los bordes y comenzar el descenso por sus infinitas piernas… Al tiempo que su cabeza también bajaba y con su nariz rozaba su abdomen… Y sus manos se hacían con su piel… Pepa se mordió el labio inferior y reprimió el deseo de comérsela a besos… Ambas desearon estar solas en ese momento. Y las caras de más de uno fueron dignas de inmortalizar en esos instantes… ----Rocío: Dios, ¿queréis algo? Hace muchísimo calor – dirigiéndose a la nevera al tiempo que recogía su melena rubia en un pequeño moño. Aitor: Trae todo lo frío que encuentres… Recogieron el campamento de ropa que habían formado en el suelo del comedor y se dispusieron a ordenarlo todo. Algo le llamó la atención cuando la vio recogerse el pelo. Observó, sorprendida, el tatuaje con forma de dragón que bajaba desde la raíz del cabello de su nuca hasta poco más allá del nacimiento de la columna. Del animal tan sólo se veía medio cuerpo, con las garras en posición de ataque y las fauces abiertas, daba la sensación de querer devorar la espalda de la rubia. Desvió la vista hacia Leo, que se había dado cuenta. Leo: Lo vio por casa y le gustó, no preguntes – respondiendo a su pensamiento. Pepa: Per… pero ese es..? Leo: Sí – con una leve sonrisa.
Volvió a mirar a Rocío, pero esta ya estaba junto a ellos. Pepa: ¿Me dejas verlo? – señalando su propia espalda. Rocío: ¿Eh? Ah… - entendiendo. Se dio la vuelta y se apartó el pelo. Silvia: ¡Rocío! ¿Cuando te has hecho eso? – acercándose a curiosear. Rocío: Poco antes de irnos a Galicia, creo… Sara: Qué bonito, me encanta – sonriendo. Silvia: Es horrible – negando con la cabeza. Pepa: Un poco de sinceridad nunca está de más, pelirroha – riendo. Silvia: ¿Qué? Pepa: El dibujo original es mío – sonriendo orgullosa. Silvia: Pues sabes dibujar mejor que eso – sacándole la lengua. Rocío: ¿Por qué no me lo dijiste? – mirando a Leo sin comprender. Leo: Qué más da… - enarcando una ceja. Rocío: Pues menos mal que conseguimos convencer a Nicòla de que no se lo hiciese, que el tío iba convencido – riendo para desviar la conversación. Paula: No quiero ni imaginar dónde querría hacérselo – llevándose la mano a la frente con gesto teatral. Rocío: Pues sí… - pensativa. Paula: No me niegues que te hubiese encantado vérselo, guarrona – entrecerrando los ojos con malicia. Rocío: ¿Qué dices, qué dices? Paula: En serio, tía, no sé cómo pudiste liarte con él… Jajajajj ¿Tan mal se te da el asunto que ha acabado Reina Suprema de las Flores? – riendo. Algunos más corearon su risa, menos Montoya, que en esos momentos la fulminaba con la mirada. Esta se dio cuenta e hizo un gesto como si se cerrase la boca con una cremallera. Rocío: Pues vosotros no os riáis mucho… - señalando con el dedo alzado a Lucas, Álvaro y Montoya, que al final también sonreía – Porque para que Silvia haya acabado como ha acabado… Tiene tela el asunto… - haciendo aspavientos con la mano - Lo siento, Sarita, hija… De verdad… - con voz de aparente dolor. Los tres hombres se quedaron pálidos y miraron instantáneamente a la pelirroja, quien se ruborizó en cuestión de segundos.
Pepa: ¿Qué? – mirándolos alternativamente. Entonces su mirada se cruzó con la de Silvia y lo entendió de golpe. Palideció imaginando cosas que no eran… Pero era demasiado tarde para tratar de hacer conjeturas y su cabeza tan sólo estaba ocupada por tres escenas: Silvia besando a Lucas… Silvia besando a Montoya… Y Silvia besando a Álvaro… Silvia: Pepa… - acariciándole el brazo. Pepa: No… - evitando sus ojos - ¡No, mierda! Se deshizo de su mano y subió de tres en tres los escalones para cerrar de un portazo la habitación tras ella. Apretó los dientes y la siguió. Imitándola al cerrar la puerta. Abajo, el resto se quedó en silencio, y siguieron así durante un buen rato mientras Rocío maldecía por lo bajo su soberana estupidez. ----Silvia: Pepa… Pepa: ¡No, NO! ¡Dios! – sentándose con furia sobre la cama y enterrando su cara entre sus manos. Silvia se sentó a su lado y trató de hacerle levantar la cabeza. De repente, asustándola, Pepa se levantó de golpe y la miró enfurecida. Pepa: ¿¡Eso es lo que hiciste!? ¡DIOS! ¡SE ME FUE LA PINZA TRES DÍAS Y TÚ TARDASTE EN IR A TIRÁRTELO! – lágrimas de rabia asomaban en sus ojos. Silvia: ¿Qué naric…? – entonces entendió lo que quería decir, quedándose perpleja. Pepa: ¡Y CLARO! A TU AMIGA DEL ALMA SE LO CUENTAS TODO Y ALEGRÍA P’AL CUERPO… Silvia: ¿DE QUÉ COÑO ESTÁS HABLANDO, PEPA? – tuvo que levantar la voz, porque a esas alturas la morena no atendía a razones, y aquello acabaría por que ambas perdieran los estribos. Pepa: ¡TE ACOSTASTE CON ÉL! Silvia: ¡CUANDO ESTABA EN LA UNIVERSIDAD, PEPA! ¡EN LA U-NI-VER-SI-DAD! – poniéndose a su altura. Calló y la miró fijamente, despejando la idea que se había formado en su mente… Silvia: Pero no, ¿¡Cómo iba Pepa Miranda a pararse a pensar por un momento!? – era tarde para intentar controlarse y daba rienda suelta a los genes Castro – ¡Porque ella primero pone en marcha la maquinaria Miranda y luego pregunta! ¡Arrasa con todo a su paso y luego se detiene para ver qué ha hecho! ¡Porque lo más fácil y rápido es desconfiar en la gente! ¡Y tú no me has dado ni una oportunidad!
Aquello le hizo estallar, llevándose consigo el poco control que se estaba instalando en ella. Pepa: ¿¡Y tú!? Silvia: ¿¡Yo qué!? Pepa: ¿¡Confiaste en mí cuando me seguiste a la sala de interrogatorios!? ¡PORQUE YO CREO QUE NO! Silvia: ¡DIOS, PEPA! – llevándose las manos a la cabeza y respirando profundamente - Leo acaba de llegar y te sentó como un mazazo, estaba insegura y tú no hablabas. Pepa: ¿¡Y CÓMO CREES QUE ME SENTÍA YO CADA VEZ QUE VEÍA A GONZALO O A LUCAS!? – intentando calmarse - No… no puedo imaginármelo, no puedo con la imagen de sus manos recorriendo tu piel y sus labios en los tuyos… Silvia, no puedo… - derrumbándose otra vez. Silvia: Y Paula y Leo, ¿qué? ¿No cuentan? Pepa: ¿A qué viene eso? Silvia: Tú hablas de inseguridad y yo te hablo de confianza. No era fácil estar con ellas todos los días, ahora ya me da igual. Pero el hecho de que ni siquiera me hayas dado esa opción… No sé qué hago aquí si no confías en mí, Pepa. Pepa: ¿¡Cómo pued…!? Silvia: ¡Porque es lo que me acabas de demostrar! ¡Piensa un poco antes de hacer las cosas! ¡Porque no me gusta tener que pensar que no tienes ni dos dedos de frente! – señalándole la cabeza y dándose la vuelta para irse. Pepa: ¡NO! – cogiéndola por el brazo y girándola para estar cara a cara. Silvia: ¿¡Qué quieres!? – dando un tirón para soltarse. Se quedó en el sitio, la mirada de Silvia era fría, se clavó en sus ojos con una dureza que le hizo tambalearse. Y con otro portazo, salió de la habitación dejándola con la misma postura, como si se aferrase a un brazo invisible en el aire… Silvia: ¡¡PAULA!! – apoyándose en la barandilla y buscándola en el piso inferior. Paula: ¿QUÉ? – asomándose. Silvia: ¡Me quedo con tu habitación! – metiéndose ya en ella. Paula: Vale… - mirando al resto – Menudo carácter tiene la colega… Rocío: Porque no la conoces lo suficiente… ----Cap.14
Soy una roca, soy una isla... Leo: ¿Cómo están? – mientras pulsaba el botón del ascensor. Paula: Siguen igual… Una se niega a hablar y la otra le da demasiadas vueltas a la cabeza… Lo gracioso del asunto es que me da miedo quedarme a solas con Silvia… Jajajj Leo: ¿Paula? Paula: Que esa mujer está como una puñetera cabra, igual que Pepa… Más cabezotas que hechas a encargo. Leo: No eres la más indicada para hablar de locura – musitó. Paula: Estamos graciosillas esta mañana, ¿eh? Leo: Se me pega tu tontuna – encogiéndose de hombros. Paula: Lo que hay que oír – poniendo los ojos en blanco – Además, deberías estar celosa – ante la mirada interrogante de la inspectora - ¿Quién no te dice a ti que a la pelofanta le de por tirarme los trastos por despecho? Leo no pudo evitar reír y mirarla divertida. En ese momento las puertas del ascensor se abrieron acompañas por la voz metálica que anunciaba su llegada. Leo, Pepa y Sara habían tenido turno de noche, Paula, por el contrario, entraba dentro de unos instantes, con lo que aprovecharon para desayunar fuera antes de irse. Paula: Pues deberías – sentenció pulsando el botón del noveno. Ante su mirada divertida – Ah, sí, ¿no? - acercándose hasta susurrarle al oído – Que mis manos la rocen sin querer… - deslizándolas por su cintura, colándose por el interior del abrigo y bajo su jersey hasta dar con su piel, Leo reprimió un estremecimiento – Que… por casualidad… Mis labios la acaricien… - la inspectora cerró los ojos al sentir los labios de Paula resbalando por su cuello – Y… sin querer… Leo: Para… Se separó unos centímetros de ella con expresión triunfante. Paula: ¿Ves? – apartándose por completo hasta quedarse a su lado – Si es que puedo con cualquiera – mirándose en el espejo y dándose besos a ella misma. Leo: ¿Y quién te puede a ti? – enarcando una ceja. Paula: Ah, no sé… Prueba a ver… - sonriendo con malicia. Lo que no sabía es que Leo aceptaría su juego. Y mirándola fijamente, se inclinó sobre ella hasta quedarse a escasos milímetros… Apretó la mandíbula y tragó saliva, tenía su aliento en su boca… Empezaba a costarle respirar, como siempre que la inspectora se acercaba más de la cuenta… Sabiendo el efecto que provocaba sobre la sevillana, se separó un poco para rozar levemente con sus labios la barbilla de Paula… Sin apenas tocarla… Inclinó más la cabeza para acariciar con la punta de su nariz su cuello… Sintió su piel erizándose y sonrió… Se deslizó por él hasta separarse
y clavar sus ojos en los castaños de la sevillana… Dirigió su boca a su oído, hundiendo una mano en su pelo para dejarlo libre… Leo: Ahora mismo… - en un susurro que la estremeció por completo – No puedes ni moverte… Y lo cierto es que no podía. Tenía la espalda apoyada en el espejo del ascensor, Leo se pegaba a ella, sin tocarle… Y no aguantó más… Como si estuviera imantada, se abalanzó sobre sus labios con una urgencia plomiza. Leo tuvo que cogerse con una mano a la pequeña barra del espejo porque el ímpetu de Paula le pilló desprevenida, sin embargo, le devolvía los besos con la misma intensidad, descontrol, pasión… Situó sus manos en su cadera y la giró para empujarla suavemente contra el cristal… Enlazó sus manos con las de Leo y las presionó sobre sus cabezas en el espejo del ascensor. Se besaban devorando cada segundo del letargo que les había costado avanzar… Besos en los labios, en el cuello, en el alma, en el espacio, en el tiempo… Besos anhelantes de algo que no se decidieron a tener antes, deseosos por aprovechar cada resquicio de locura y seguir, adelante, sin miedo, sin dudas, adelante… Deslizó sus manos por sus brazos extendidos al tiempo que mordía suavemente su labio inferior con una sonrisa. Leo le respondió atrapándola con un beso húmedo e intenso… Ascensor: Plante neuf, en ouvrant des portes [Planta nueve, abriendo las puertas] De repente, de la nada, la voz femenina, electrónica y monótona del ascensor indicaba el final del trayecto. Paula dio un saltó hacia atrás como si le acabasen de dar una descarga eléctrica. Paula: ¡Joder, qué susto! – mirando a Leo – Ahora no… - con un hilo de voz - ¡Me cago en el chip de la santa madre que te montó! ¡Cacho desgraciáh! – amenazando con el puño el centro de botones de la cabina. Rocío: ¿Se puede saber qué haces? Parados en el umbral del ascensor: Rocío, Kike, Curtis, Aitor, Álvaro y Lucas observaban la escena. Se dio la vuelta para ver cómo Leo intentaba recomponer su expresión divertida bajando la cabeza y aguantando la risa. Rocío: Venga, va, que nos esperan abajo para irnos – entrando en el ascensor seguida de toda la tropa. Leo: No vemos luego –susurró en el oído de la sevillana antes de besarla suavemente en la frente y salir del ascensor. Paula: No… - viendo cómo se alejaba - Furcia, más que furcia... Maldita máquina…Guarra y perra como ella sola – rechinando los dientes y mirando con odio el panel de los botones. -----
Cerró tras ella la puerta del piso ocultando sus emociones bajo su mirada indiferente. Se encontró con que Silvia terminaba de desayunar, todavía en pijama. Leo: Hola – con una leve sonrisa. Silvia: Buenos días… - girándose para saludarla. Leo: Dime… - al verla fruncir el ceño inconscientemente. La pelirroja comprobó una vez más que la inspectora ya la conocía demasiado bien. Dudó unos segundos, pero finalmente preguntó. Silvia: ¿Y Pepa? Leo: Cogió la moto al terminar y se fue a dar una vuelta… Sabrás dónde encontrarla… - antes de despedirse y dirigirse a las escaleras. Silvia: Gracias… - respondiendo con la mano, pensativa… Le hicieron falta dos segundos para saberlo. ----Salgo a la calle con el piloto automático puesto. Ha pasado casi una semana desde la noche del póker, y a mí se me ha hecho eterna. No hemos vuelto a hablar desde que me fui de la habitación. Suspiro con resignación al tiempo que aprieto el paso… No es que no lo hayamos intentado, que no, pero los turnos tampoco han hecho por favorecer la situación. Y me he dedicado estos días a evitarte, porque a veces consigues sacarme de mis casillas, y prácticamente todas esas veces, acabamos arrepintiéndonos. Mi silencio te ha sentado como una patada, sé que estás enfadada, y que probablemente seas ahora tú la que no quiera hablarme… Avanzo por las calles que ya me has enseñado, y nos veo cogidas de la mano, riendo, besándonos, en silencio, hablando, con la mirada perdida, o mirándonos… Con todo, me encuentro en el paseo del puente, y reconozco la silueta de la moto que hay aparcada junto al pequeño muro de piedra. No puedo evitar sonreír al acordarme de mi reacción al encontrarte por primera vez subida en ella. -Te he encontrado... – susurro cuando me paro junto a la Suzuki. Me acerco al borde y repito lo que hice aquella noche… Paso primero una pierna, después la otra… Bajo con un pequeño salto, y por acto reflejo, me pego a la pared… Con cada paso que doy estoy más cerca de ti… Estás sentada, encogida sobre ti misma. Apoyas la espalda contra la pared y tu barbilla se deja caer sobre sus rodillas. Rodeas con tus brazos tus piernas y miras a ninguna parte… perdida. Y mi corazón comienza a latir más rápido, con mayor fuerza. Porque sólo necesito verte para que mi pulso se acelere y comience a perder el control…
Y tú lo oyes, me sientes, lo notas… Porque levantas unos centímetros la cabeza y la giras para mirarme. Dios, no sé dónde meterme, no me mires así, Pepa, por favor. Vuelves a tu posición original sin abrir la boca y yo termino con los últimos pasos que me quedan hasta llegar a tu altura. Me siento enfrente con las piernas cruzadas. Tapo tu visión, y ahora tus ojos, que por mirar al frente, se clavan en los míos sin titubear. Estás molesta, si antes tenía dudas, en estos momentos lo confirmo... Pero yo no me quedo atrás y aguanto la intensidad de tu mirada. Tu leve sonrisa te delata vilmente lo que dura un segundo… Lo que tardas en recomponer tu máscara de mal genio. Y me miras… Y te miro. Y hago un ademán de abrir la boca… Pero la cierro… Sin haber dicho nada. Aunque lo cierto es que no nos hace falta, no necesitamos hablar, no necesitamos palabras que digan lo que nuestros ojos ya se están contando. Y me pregunto… Y te pregunto. “¿Por qué hemos llegado a esto?” Ya no cómo… Eso lo sabemos de sobra… Sino por qué… Por qué hemos dejado que esto pase. Y te miro… Y te pregunto… Y me miras… Y me respondes. Y lo entiendo: “Porque se nos va demasiado la olla, Silvia.” Pero sigo quieta… Callada. Y tú sigues igual. Y mi orgullo es demasiado grande, y el tuyo… El tuyo puede llegar a superarme. Pero continúo mirándote… Y tú no apartas tu vista de mí. Y lo dices… Que tienes miedo, que lo sientes, que me quieres, que te sientes absurda y me lo reprochas por el camino, que nuevamente lo sientes, y que me quieres… que me quieres… Y es esa estúpida capacidad humana por no saber hacer a veces las cosas la que no nos deja movernos… Te devuelvo tus palabras envueltas en un abrazo que no te estoy dando… Pero de nuevo no hace falta, porque ya sientes mis brazos rodeándote y yo noto tu corazón acelerado pegado al mío. Y seguimos en la misma posición… En el mismo sitio… Sin más. Sin dejar de mirarnos. Y te lo digo… Casi con furia, con rabia, con impotencia… “No me voy a mover de aquí…”
He dejado de tener en cuenta el tiempo que llevamos así… Y no me importa. Por mí podríamos quedarnos así eternamente, en una burbuja… Y en silencio… Sin mediar palabra alguna… Porque las paredes son tan frágiles que se dañarían, y caeríamos… Pero lo haríamos juntas. Sin dejar de comunicarnos a base de miradas… Porque así no podemos ocultarnos, y lo cierto es que para qué lo haríamos. Quizá el ser humano nunca debiera mentir, ni engañar, ni esconderse, ni fingir, ni simular, ni aparentar… A lo mejor por eso estamos en silencio… Porque para pedir perdón sobran las palabras… Pero eso conlleva una verdad que quizá no nos gustaría sentir… Y es que has apartado la mirada… Dolida, asustada… Con dudas, vacilaciones y temores… Y te lo digo… Pero mi voz está muda, y tú ya no puedes escucharme… Y nuestra burbuja se rompe cuando mi móvil suena, y abro la boca por primera vez en todo el tiempo que llevamos sentadas. Gonzalo nos llama para el operativo, son las cuatro de la tarde y tú y yo seguimos en el mismo sitio. Pepa: Te llevo… - levantándote al mismo tiempo. Asiento con la cabeza y me siento sumamente estúpida… Ya arriba me tiendes un casco y lo acepto buscándote… Pero te ocultas tras la visera y me urges con la mano que suba. Y yo lo hago… Me aprieto contra ti rodeando tu cintura con mis brazos y apoyando mi cabeza en tu hombro. Arqueo mi cuerpo y me encojo para acoplarme a tu espalda. Y noto que suspiras, y yo también lo hago. Y es que a veces, el silencio no es tan sincero como una mirada… Y tú… La has apartado… ----No había nada nuevo. Las horas pasaban lentas y el aburrimiento pesaba sobre ellas. Cada una en un extremo, en medio, Sara. Leo: ¿Cuánto crees que va a durar esto? – dirigiendo sus ojos verdes a Pepa. Pepa: Todavía faltan tres horas, a cenar ya no llegamos… Leo: Sabes que no me refiero a eso.
Pepa: Ya… Pero es que no sé qué contestarte. Sara las miraba alternativamente, sentía que sobraba entre las miradas penetrantes de ambas mujeres. Leo: ¿Te acuerdas de la canción? Pepa: Para olvidarla… - sonriendo nostálgica – Si no pierde la cabeza no puede soñar… canturreó con una sonrisa. Leo: ¿Y bien? Pepa: ¿Qué? Leo: Que no sé qué estás haciendo. Pepa: Joder, Leo, qué pesada, hija… Leo: No, pesada, no… Cansada de ver cómo das tumbos sin ton ni son aferrándote a algo que no tienes. Pepa: ¿Qué no tengo? Leo: Cabeza… La perdiste en el momento que volviste a ver a Silvia al volver a Madrid, eso teniendo en cuenta que alguna vez la tuvieses sobre los hombros, claro está – esbozando una sonrisa. Pepa: Odio cuando te pones así. Leo: Lo sé… ¿Y bien? Pepa: ¿Y bien, qué? Leo: Que dejes de hacer la payasa, que todos sabemos que lo tuyo no es pensar. Pepa: Me estás poniendo fina en poco tiempo. Leo: No, soy realista, Pepa. Pepa: A ti eso de estar con Paula te afecta a la chota, ¿eh? - señalándole la cabeza. Leo: Pepa... Pepa: Vale, vale. Leo: Yo no podía, tú mejor que nadie sabes eso - tras unos minutos de silencio - No podía soñar, de hecho, creo que cuando quise darme cuenta ya me habían negado esa opción. A veces te das cuenta de las cosas demasiado tarde... Hasta que te abren los ojos y empiezas a cambiar de opinión, de forma de pensar... Te descubres un día mirando un reflejo nuevo en el espejo, y te gusta, te encanta sentirse así porque sabes, por primera vez, que eres tú quien está al otro lado de esa imagen, que erse tú quien siente, sonríe, llora o ríe... Que sencillamente eres tú... Vuelves a mirar las cosas de otra forma, o quizá no vuelves y simplemente avanzas a zancadas, seguras, rápidas y cargadas de energía e ilusión... No te quites eso, Pepa, no lo hagas por darle vueltas a algo que está cerrado, archivado y olvidado... No os hagas eso...
Tanto tía como sobrina se quedaron calladas... La morena miraba a Leo fijamente, y Sara a su tía... Leo: ¿Vas a hacerme caso por una vez? - concluyó alzando una ceja, sin esperar contestación pues sabía que Pepa estaría meditando la respuesta durante un buen rato. Se quedaron en silencio. Sara alucinaba porque no entendía absolutamente nada de lo que hablaban… Lo que más le sorprendía, aparte de escuchar hablar tanto tiempo seguido a Leo, era la inmensa complicidad que existía entre ellas. Pepa: ¡No sé que hacer! – al cabo de un rato, llevándose las manos a la cabeza - Me he liado... Me he liado yo sola y me he comido todo sin fijarme en qué pensaba... Y ahora no sé qué hacer... Leo: Lo sabes, y ella también… Lo que pasa es que estás obcecada y vas a tu bola. Pepa: ¿Obcecada con qué, lista? – altiva. Leo: Con la idea de que pueda volver a sentirse atraída por algún hombre – sentenció aguantándole la mirada. Lo caótico del diálogo le estaba agobiando, tanto por la mirada penetrante de Leo como la respuestas por parte de Pepa. Pepa: Tú qué sabrás… - apretando los dientes. Leo: Más de lo que crees. Pepa: Maldita sea, Leo, si lo llego a saber no te doy cuerda. Leo: Tú verás… - dando por zanjada la conversación con una mirada victoriosa. La conocía, sabía lo que iba a hacer a continuación sin que ella misma lo supiese todavía. Ya iba siendo hora de que Pepa Miranda dejase de esconderse… -----Cap. 15 Mi corazón me enfrenta para no pensar… Flashback Pepa: ¡Por Dios! ¿¡Quieres dejar de cantar eso ya!? – tirándole la toalla – Tengo la jodía cancioncita aquí – posando dos dedos en su frente. Paula: Jajajajj… No me digas que no engancha… Me encanta – subiéndose al banco del vestuario sin dejar de cantar. Leo: Me gustaría saber qué estáis haciendo… - plantada en el umbral y mirándolas interrogante: una dando saltitos en los bancos y cantando a grito pelado mientras la otra le tiraba todo lo que encontraba a su paso. Paula: ¡Hola! – doblando el tronco para tenerla en su campo de visión.
Leo: Hola… ¿Pepa? Pepa: No para de cantar la tía jodía – encogiéndose de hombros al tiempo que se acercaba a ella con una sonrisa. La inspectora enarcó una ceja y se quedó plantada donde estaba. Hasta que Pepa llegó a su altura y rodeó su cintura con los brazos para atraerla hacia su cuerpo. La besó lentamente, dejando que Leo enlazase sus brazos en su cuello… Pepa: Yo estoy ya, ¿vamos? Leo: Vamos… - sonriendo. Pepa: Pauloba, ¡hasta mañana! – antes de salir de los vestuarios. Paula: ¡Hasta mañana, espárrago! Nada más salir una bocanada de aire frío le golpeó en la cara, con lo que le vino bien para abrazar con mayor fuerza la cintura de Leo. Pepa: Joderrrrr, qué rascaaaa… - encogiendo los hombros para intentar parapetarse en el espacio. Leo: Eso te pasa por salir como sales… - sacándole la lengua. Pepa: Ah, sí, ¿no? – parándose para cogerla con ambas manos por la cadera y apretarla contra su cuerpo. Leo: Pues sí – sosteniéndole la mirada. Pepa: Ya… Pero luego bien que te encanta que vaya a buscar calor, ¿eh? –alzando una ceja. Leo: Tienes un morro… – sonriendo antes de ponerse de puntillas y besarla. ---Esbozó una sonrisa al verla así… Estaba de pie frente a la ventana, con una de las camiseta que tapaban poco más de un palmo sobre sus rodillas, con los brazos cruzados y expresión ausente… Su melena azabache le caía sobre la espalda formando una cascada ondulada, sus ojos verdes brillaban por la luz, todavía somnolienta, que incidía sobre ellos… Viendo el amanecer sobre Sevilla como tantas otras veces había hecho. Se levantó sin hacer ruido y llegó hasta ella, para abrazarla por la cintura y entrelazar sus manos con las suyas. Leo sonrió al sentirla en su espalda y echó la cabeza hacia atrás al tiempo que Pepa apoyaba la suya en su hombro. Pepa: Buenos días… - besándola con ternura en el cuello. Leo: Buenos días – cerrando los ojos. Pepa: ¿Sabes? ¿La canción de Paula? Leo: ¿La que lleva días cantando por toda la comisaría?
Pepa: Esa misma. Leo: ¿Qué pasa? Pepa: Que quizá deberías hacerle caso – susurró con una sonrisa. Leo: Pepa… - girando entre sus brazos para estar cara a cara - ¿Y tú? Pepa: Yo ya he perdido la cabeza… Leo: No hace falta que lo jures – respondiendo a su sonrisa – Aparte de eso. Pepa: Ya sueño también… Leo: Pero sola. Su sonrisa se ensombreció y la miró fijamente. Leo: Déjame intentarlo – prosiguió intensificando su mirada – Déjame estar contigo… Déjame tener miedo contigo, y dudar, y equivocarnos, y caernos… Las veces que haga falta… Y levantarnos… Pero juntas… No me dejes a un lado… – suspirando – Estoy aquí, no cargues con todo sola… Sencillamente la miraba, sabía de qué hablaba, y tenía razón… Pero no podía, aunque quisiese… Pepa: Lo siento… - cerrando los ojos y agachando la cabeza hasta apoyar su frente con la de Leo, quien la imitó cerrándolos también – No… No sé hacerlo… No sé cómo… Leo: Estoy aquí… - repitió enlazando sus brazos en su cuello – No te encierres… Seguían con los ojos cerrados, respirando el aliento de la otra y dejándose impregnar por su presencia… Y lentamente… Se buscaron, guiándose por el tacto de su muda complicidad… Las manos a las manos… La piel con la piel… Fin del flahsback ----Sara. ¡Tita! – pasando la mano delante de su cara. Pepa: ¿Eh, qué? – parpadeando para ubicarla. Sara: Que te has quedado empanada – riendo – Que si después nos vamos a cenar por ahí, en plan tía y sobrina – levantando repetidamente las cejas, algo tramaba. Pepa: Vale… - frunciendo el ceño y torciendo el gesto cómicamente en una mueca desconfiada. Eran las diez pasadas, les quedaba una hora para terminar con su turno e irse a casa. Pepa: Leo… - la aludida la miró – Gracias.
Leo: No tienes por qué dármelas… Yo no he hecho nada – sonriendo. Pepa: ¿Vas a decir lo mismo siempre que quiero agradecerte algo? Leo: Sabes que sí. Respondió a su sonrisa y se quedaron un rato mirándose. Sara era testigo de que aquello era más profundo que un simple intercambio de palabras… Y eso le inquietaba… ----Caminaban bajo las farolas color amarillento pálido. Entre las nubes de vaho que formaban sus respiraciones cansadas. Pepa: ¿Dónde quieres ir a cenar? Sara: Me da igual – apartando la mirada. Pepa: Sara, ¿Te pasa algo? Sara: No – cortante – Bueno sí… Pepa: ¿Voy a por un cucharón para sacártelo? – sonriendo al tiempo que la atraía hacia ella cogiéndola por la cintura. Sara: ¿A qué juegas? – parándose y mirándola desafiante. Pepa: ¿Qué? Sara: Llevas de morros con Silvia un montón de días, pero bien que os miráis Leo y tú sin cortaros un pelo… Pepa: Para… Sara: No, no paro, no me da la gana. Silvia… - no pudo seguir porque su tía la había tapado la boca con la mano, cosa que hizo que se enfureciese. La apartó de un manotazo - ¿¡Qué coñ…!? Pepa: ¡SARA! – para llamar su atención y que callase. Sara: ¿¡QUÉ!? Pepa: Vamos a cenar a algún sitio y te lo explico si quieres, pero no pienses cosas que no son, ¿vale? Sara: Vale… - tras unos segundos de titubeo, sin dar su brazo a torcer y emprendiendo la marcha. Pepa: Miranda tenías que ser… - negando con la cabeza. ----¿Cuánto estamos dispuestos a dejarnos ver? Me refiero… Sin ataduras, sin medias tintas, sin reflejos…
Dejas y dejo de ser tú y yo para ser nosotras, para ser un plural perfecto. Y yo lo acepté sin pensarlo dos veces, porque no me hacía falta, no lo necesitaba… Pero de repente, sin previo aviso, se burló de mí haciendo acto de presencia. Y tenía miedo. A que despertase y no estuvieses en mi cama, a que mis brazos no te rodearan y no pudiera respirar tu aroma… Miedo a que un día desaparecieses… Y es que a veces, la inconsciencia humana subraya nuestra estupidez y me alejo de ti, otra vez… Por el mismo motivo. Te llamé a gritos… En silencio… Te pedí que vinieses, que me abrazaras, que me besaras, que no me dejases, que lo sentía, que te quiero, que te quedes conmigo… Pero yo… yo no lo hice. No sabía hacerlo, no sabía… Y continuaba mirándote, en silencio. Me perdía en un bucle interminable de lo que eran incoherencias y desvaríos que no iban a ninguna parte, para variar. Hasta que mi ignorancia dijo basta y me cansé de seguir así… Hasta que me despedí de mi propia torpeza y me decidí a dar la cara… Pero de nuevo, el miedo a no saber salir de aquí… de mí… se unió a la maldita inseguridad fruto de un malentendido… Se unieron y creí su fuerza superior a la mía… Creí su batalla ganada y mi guerra perdida… Y yo seguía igual, impasible a lo que me rodeaba… Desesperada, por que me encontrases y me cogieses de la mano… Inútil, por apartarme de tu lado… Angustiada, por querer avanzar con los pies calvados en cemento. Y entonces hablaste sin mediar palabra… No voy a moverme de aquí… Y me retaste, reprochándomelo una y otra vez, y con mucha razón, pensé y pienso. No debería sorprenderme, ni parecerme extraño… No debí reaccionar así… Pero en ese momento no atendí a razones y me asusté, como siempre y como nunca. ¿Y si algún día yo no fuese “suficiente”? Sólo me hizo falta un segundo de duda para comenzar, y acabar, un combate abierto entre mi corazón y mi cerebro. Soy así de simple, de compleja, de extravagante, de estúpida, absurda, idiota, parada, lerda… Soy mil cosas que me he y han repetido millones de veces...
Porque mientras tanto, seguía en silencio y no podía hablarte… No sabía abrir la boca y pedirte que me ayudases, que sólo te necesito a ti… Y me desesperaba lentamente… Porque callaba y en apenas un rumor gutural se convertían mis palabras. Hasta que me ha recordado que no estoy sola, que puedes ayudarme, que no estoy muda y que puedo hablar… Y con esta voz que ha mandado a la mierda el miedo, y la inseguridad, pienso decirte que lo siento… Y que te quiero. Y que si a alguien sé que puedo arrastrar con mi insensatez… Es a ti… Porque me miras y me dices que no te vas a mover de ahí… Porque al igual que yo, guardas silencio y me hablas… Porque, aún parada, has conseguido que me levante y decida dar la cara. Porque voy a dejar de encerrarme… Para cambiar mi laberinto por tu mirada. Y ahora sí, siento de nuevamente que ya no soy yo, que soy tú, que somos nosotras otra vez. Sin puertas entreabiertas, ni medias tintas, ni reflejos… Somos tu mirada y la mía contándonos mutuamente que no podemos hablar, pero que, realmente, da igual. ----Pepa: Eso es lo que pasa – dejando el tenedor al lado del plato y mirando a su sobrina. Sara: Tú a veces piensas demasiado – negando con la cabeza – A Silvia se le pega el despotencie y a ti sus comederos de cabeza, yo de verdad… Que no os entiendo. Pepa: Jajajajj… Qué sabrás tú, enana – lanzándole la servilleta. Sara: Más de lo que crees – imitando la voz de Leo y alzando las cejas con una mueca altiva. Pepa: No te pases ni un pelo – amenazándola con el dedo. Sara: Si no me paso… Es que a veces se me pone la piel de pollo cuando estamos en la furgoneta, os tendríais que escuchar, en vez de hablar parece que os estáis leyendo la mente o algo – riendo. Pepa: Me conoce demasiado – con una sonrisa.
Sara: ¿Entonces vas a hablar con Silvia? Pepa: En cuanto lleguemos a casa. Sara: Pues, venga, paga y nos vamos… Que bastante tiempo habéis perdido ya… - levantándose y empezando a ponerse la chaqueta. Pepa: ¿Cómo que “pagas”? ¿Pero tendrá morro la niña? ----Un par de horas antes… Rocío: ¿Dónde te crees que vas, Silvia? – viendo cómo después de cenar subía las escaleras hacia la habitación. Silvia: A dormir… Rocío: No te lo crees ni tú. Estas vienen dentro de un rato, y esta noche toca cine… Paula: Y aquí pringamos todas. Silvia: ¿Pringamos? Paula: La peli la ha elegido Leo… Rocío: Y si la ha elegido Leo ten por seguro que no vas a entender absolutamente nada – sonriendo – Así que vienes aquí y me ayudas con las palomitas, pelirroja – señalándole con el dedo el microondas. Esbozó una leve sonrisa y se puso manos a la obra. Al cabo de unos minutos, llegaba Leo… sola. No pudo evitar sentirse decepcionada al no ver a Pepa, necesitaba hablar con ella y verla… Paula: ¿Dónde te las has dejado? – antes de besarla suavemente con una sonrisa. Leo: Se han ido a cenar por ahí – mirando a Silvia – No creo que tarden mucho en venir. Rocío: Pues esto ya está, se quedan sin peli – encogiéndose de hombros - ¿Dónde está? Leo: En mi habitación. Paula: Ya voy yo – subiendo los escalones de dos en dos. Bajaba leyendo la contraportada con el ceño fruncido. Paula: ¿Por qué romántica? – tendiéndole la película a Rocío – Que al final acabamos todas emocionáhs perdías… Rocío: ¡DDIOSSS! – cogiendo la carátula y estrechándola contra su pecho. Leo: Por eso – señalando a Rocío.
Rocío: ¡¡GAELGARCÍABERNAL!! ¡Gracias, Leo! – dando saltitos. Paula: Y a esta ahora qué le ha dao… Leo: Es su amor platónico desde… Silvia: La primera película que hizo – completó divertida, conocía la adoración de la rubia por el actor. Rocío: Es que es un actor con nombre orgásmico, no me lo neguéis… Gael… - dándole un matiz seductor. Paula: Sí, hija, sí… Lo que tú digas… - haciendo un gesto con la mano para darle la razón sin mucho entusiasmo. Rocío: Bueno, va, vamos a verla – saltando por la parte de atrás del sofá tras apagar todas las luces – Silvia ¡las palomitas! – urgiéndole con la mano desde allí. ----Entraron riéndose, pero se callaron de golpe al encontrarse con todo el piso a oscuras. Tan solo la luz que desprendía el televisor iluminaba tenuemente la estancia. Pero ni eso, pues la pantalla se tornó negra y la luz del comedor se encendió. Paula: Os habéis perdido la película – volviendo a tirarse al sofá junto a Leo. Sara: ¿Habéis estado viendo una peli? – poniendo ojitos – Si lo llego a saber vengo antes – sacándole la lengua a Pepa, que iba tras ella. Pepa: Será posible… - negando con la cabeza. Sus miradas se cruzaron y Pepa esbozó una leve sonrisa, a la que Silvia no contestó, por no saber muy bien a qué atenerse con ese cambio… Pero entonces la vio... la sonrisa... su sonrisa... la de su Pepa… Y en ese momento, sí… La miró profundamente y se la devolvió, no sin cierta timidez… Paula: Buenas noches gente… - subiendo las escaleras de la mano de Leo. Rocío: Yo me piro también, que tengo que soñar con Gael – poniendo los ojos en blanco. Sara: Y yo estoy derrotada… - yendo detrás pero sin apartar su vista de sus dos tías. Pepa: Silvia… - acercándose a ella. Silvia: No, aquí no – mirando hacia arriba. La morena sonrió y la siguió a la habitación. Ya arriba. Ambas se sentaron en el borde de la cama. Vio que iba a decir algo y la interrumpió antes de que pudiese articular palabra. Pepa: Espera, yo… Tengo que hablar yo – sonriendo – Dios, lo siento muchísimo, Silvia… Siempre lo hago… No, no puedo parar, y cuando quiero ya es demasiado tarde y… Y acabo cagándola – bajando la cabeza para suspirar y volver a levantarla – Pero eso se ha acabado… Porque no quiero volver a hacerlo… Ya tengo la forma de olvidarme de mis comederos de cabeza,
o si no olvidarme, al menos enfrentarme a ellos y ganar de goleada – volviendo a sonreír y levantándose para ponerse en cuclillas frente a ella. La miró interrogante pidiéndole seguir… Lo estaba haciendo, por fin… Pepa la invitaba a su “aislamiento” para salir de allí… Pepa: Te tengo a ti… Y he tardado en darme cuenta, ¿pero sabes? A Paula le dio por cantar una canción durante una buena temporada, no era nada del otro mundo, pero siempre repetía la misma frase… Si no pierde la cabeza no puede soñar… Se lo dije a Leo, ella nunca hacía nada que no estuviese pensado mil y una veces… Pero me salió el tiro por la culata, porque en realidad, la que no despegaba los pies del suelo era yo… No mientras no confiase plenamente en alguien, hasta que me dejase invadir por completo – sonriendo – Y no necesito nada más para darme cuenta de que eres tú, Silvia… Nada más que la seguridad con la que me miraste y me miras, con la que me dijiste y me dices que pensabas y piensas quedarte ahí, aquí… Y he sido lenta, lentísima, en darme cuenta… Lo siento muchísimo… Se me fue la pinza, y no sabía dar marcha atrás ni avanzar… Y tú lo has hecho, sin decirte nada, sin que necesitases saberlo… Y te quiero, tanto, que duele a todas horas, en todos los lugares, por todo el cuerpo – sonriendo y poniéndose en pie. Silvia: A veces eres idiota – levantándose también y apretándose contra ella para evitar que la viese llorar. Pepa: Lo sé… - rodeando su cuello con sus brazos y dejando que Silvia se aferrase con fuerza a su espalda – Me entró el pánico al pensar que pudieses pensar en un hombre… Y… y a partir de ahí ya no pude frenar… Silvia: Si yo soy Pepasexual… - entre débiles sollozos – Tenías que haberlo hablado conmigo… Pepa: Lo sé, ahora lo sé, princesa. Lo siento – apoyando su frente con la de Silvia. Silvia: ¿Estás aquí? – cerrando los ojos. Pepa: Estoy aquí… Estaré aquí, siempre – imitándola. Silvia: Estaré contigo, ya lo estoy… Se separó un poco de ella para mirarla a los ojos, verla llorar le partía el alma… Se inclinó sobre ella y la besó con ternura en la frente, mientras que con sus dedos limpiaba sus lágrimas… Y sin dejar de susurrar te quieros, la besó con infinita dulzura en los párpados… en la punta de la nariz… en las mejillas… en la comisura de sus labios… Y Silvia se dejaba hacer, sintiendo que su corazón estallaba… Entreabrió sus labios para acoplarse por completo a la boca de Pepa, fundiéndose en un beso largo y prolongado que no daba lugar a nada más… Pepa: Dios, no sabes cuánto te he echado de menos – mordiéndose el labio inferior mientras sonreía y la estrechaba más contra su cuerpo. Silvia: Te lo mereces, por cabezota – contagiándose de su sonrisa y levantando un poco la cabeza para poder mirarla a los ojos - ¿Sabes? La peli que hemos visto ha sido rarísima… Un chico se enamora de su vecina y trata de conquistarla mediante sus sueños, llegándolos a confundir muchas veces con la vida real… Pero no lo consigue, o al menos eso cree él… En una fiesta se
emborracha y ella tiene que acompañarle a casa… Y cuando lo tumba en la cama… - poniéndose de puntillas para llegar a su oído – Se inclina sobre él… - pegando su boca a su oído – Y le susurra… con ternura… dulzura… amor… - susurrando también – Todo saldrá como tú quieres si dejas de dudar que te quiero… Sintió que ya no aguantaba más… Buscó los labios de Silvia dejándose llevar… con ella… por ella… para ella… El momento tierno se convirtió en la necesidad por demostrarse mutuamente que estaban juntas, una por la otra, que eran ellas… Que eran un beso apasionado y cuerpos entregados… Caricias quemando la piel y memorizando cada recoveco que ya conocían… Saboreándose como nunca y como siempre perdiendo por el camino la ropa, la vergüenza, la timidez, la desconfianza, las dudas, el miedo… perdiéndose en ellas y encontrándose en ese mismo lugar… Donde quiera que estuviesen... donde todo empezase y acabase… Donde fueran ellas. ----Cap. 16 Blues para la soledad de alguien… Leo en off: Me siento… despacio, y suspiro… Son cerca de las siete de la mañana, y todavía es de noche… Acaricio con un dedo las teclas blancas… Un escalofrío recorre mi espalda… ¿Cuánto tiempo hace que no me siento frente a un piano? Imagino que son sus manos las que se mueven, ágiles y ávidas, por este teclado… que hasta hace unas horas era mi espalda… mi piel… mi cuerpo… Y sonrío al acordarme de sus palabras hace unos minutos pidiéndome que no subiera la persiana, mientras metía la cabeza bajo la almohada… Pongo las dos manos sobre él… y espero… Se colocan automáticamente en las notas del comienzo, como si nunca hubiesen olvidado que dejé de tocar… Como si cada atisbo de melodía estuviera grabada en ellos… Ansiosos, por volver… Con cuidado y miedo, mucho miedo, mis dedos cobran vida y empiezan a dejarse llevar… Lento… Cierro los ojos, porque sé que estás ahí… Me miras y me pides perdón, una y otra vez. Tus ojos azules lloran al verse acorralados, al no tener opción… Me suplicas, me suplicaste, que terminara con aquello, que no podías, que no querías… Pero ya lo habías hecho… Te maté, sí, lo hice. Lo admito en voz alta y clara en mi cabeza, después de demasiado tiempo. No fuiste el único que murió aquel día, y tú fantasma seguía conmigo… Pero si hoy me he decidido, y si estoy tocando otra vez, es porque quiero y voy a decirte adiós. Mi pesadilla, tu pesadilla, tu vida, mi vida, nuestra vida… han acabado. No soy quién era y no quiero volver a serlo. Porque ahora puedo sonreír sin temor a romperme por dentro… Ya no te tengo, ya no eres mi sombra ni mi recuerdo… Te fuiste y te has ido… Y yo he aprendido… he crecido…
Dolor, rabia, soledad, agonía, angustia, desesperación, desequilibrio, desorientación… Dolor, rabia, soledad, impotencia, adrenalina, desconfianza, indiferencia, frialdad, ira, inestabilidad, desconsuelo, lágrimas… Dolor, soledad, desengaño, cólera, arrebato, oscilación, vulnerabilidad, miedo, ironía, sarcasmo, silencio, rojo, negro, ansiedad… Dolor… Soledad… Miedo… El ritmo acelera y dejo que mis manos vayan solas… Conocen… memorizan… cada resquicio de lo desgastada que ha sido mi ausencia… Son libres, no se atascan, no dudan, no sienten dolor… Y yo respiro de nuevo, aunque el miedo siga ahí, aunque sea parte de mí, recordándome con cada suspiro quién fui… Pero lo hago… respiro, y abro los ojos… Y con cada nota siento que voy dando un paso, despacio y rápido, y otro paso… Me alejo, por fin… Me alejo de ti, de mí, me alejo de nosotros y me pierdo… Ya no podrás encontrarme, porque ya no soy yo, ya no estoy… No puedo evitar que un suspiro de alivio salga de mis labios y mis hombros, engarrotados, se desperecen al compás del teclado… Hacía tanto tiempo que no volvía… Hacía tanto tiempo que no pensaba que podría hacerlo, que olvidé que alguna vez yo también sabía. Construí una fortaleza de acero blindado… Y no me sirvió de nada, se encargaron en reducirla a yeso corroído de fuerza y ganas… Y mi armadura de escayola se torna frágil, se resquebraja, agrietada, destrozada, hecha burdos añicos de lo que fue mi resistencia… se deshace… se descompone… se quema… desaparece… Y yo… yo me siento liberada… Hoy decido que voy a coger su mano… que voy a ser sus besos… sin reparos ni objeciones… Porque si algo me han enseñado, es que hay que seguir adelante… Arrastrando nuestra firmeza decaída y nuestra vida derrotada en combate. Hoy decido que agradeceré cada uno de mis segundos a todos los que me han dado… Hoy me despido de ti… Le doy la espalda a tu mentira, mi engaño, nuestra vida… Y hoy, por fin… soy su sonrisa, su sombra, su mirada, su inconsciencia, su optimismo, su arte, su insistencia, su seguridad, su piel, sus caricias… A partir de hoy soy ella… Y ya no duele, ha dejado de doler en el momento que decidí volver a creer… Y creo, siento, noto y me estremezco. El cielo está nublado y el comedor sigue prácticamente a oscuras, apenas los rayos grisáceos del día aciertan a colarse por el enorme ventanal. Fuera sé que hace frío, y en mí también lo hacía. Pasado, pretérito perfecto.
Probablemente lloverá, y me quedaré en la calle para despedirme de mi misma y subir las escaleras empapada. Mi piel se eriza de sólo pensarlo y mis dedos siguen su carrera eufórica por recordar qué canción están tocando… Bailan y viven… Yo agacho la cabeza y sonrío… Por fin… ----Si silueta recortada en el salón se inclina sobre el teclado… Cierra los ojos y no puede evitar que unas lágrimas cristalinas se deslicen por su delicado rostro… Pero sonríe, como nunca, con firmeza y seguridad… Su espalda se arquea víctima del vaivén de sus manos sobre las teclas, incansables, ansiosos, desesperados y confiados… Las puntas de su melena oscura y ondulada rozan con delicadeza el teclado, con temor a romper lo que sus dedos se han encargado de tejer… Acarician con ternura la palidez blanquecina de la mañana con su tono azabache, a ritmo de nostalgia y determinación… Y lentamente… Van parando… Sus dedos van tiñendo las últimas notas de fragilidad y esperanza… Renacen y se recrean en lo que una vez fueron y tienen la certeza de lo que serán… Una canción genuina e infinita encerrada en el susurro de un corazón. -----Mmmmm… Huele a lluvia…- pensó desperezándose con una sonrisa adormilada… Pero algo se lo impidió, más bien, alguien. Levantó un poco la cabeza y observó divertida su posición. Sus piernas se enzarzaban con las de su morena formando una maraña de contrastes de piel. Pepa seguía durmiendo… Se encontraba atravesada en su espalda, durmiendo bocabajo, con la cabeza apoyada en el espacio de sus omóplatos y sus manos entrelazadas a ambos lados de la almohada. Su cuerpo estaba prácticamente sobre el de Pepa, y ella, ni se inmutaba, dormía también bocabajo. Su melena rojiza caía sobre ambas. Silvia en off: (Mira que la cama es grande… y nosotras aquí haciendo el mono) – sin poder evitar sonreír – (Le tengo que estar haciendo daño seguro…) – moviéndose un poco para bajarse de ella. Era tal el acoplamiento que había entre sus cuerpos que le costó lo suyo a la pelirroja deshacerse del abrazo con en que se quedaron dormidas. La noche anterior acudió a su mente y el rubor tiñó sus mejillas con una sonrisa tímida. Ya de pie, se puso la camiseta que Pepa usaba de pijama y se decidió a bajar a hacer el desayuno para subirlo a la habitación después. Antes de salir se inclinó sobre la morena y posó un suave beso en sus labios entreabiertos y le apartó un mechón de pelo de la cara colocándolo tras su oreja. Cerró la puerta con delicadeza tras ella.
Y entonces lo escuchó… Alguien estaba tocando el teclado. En un principio pensó que era Paula, pero no… No sonaba como de costumbre… Era una melodía triste, melancólica… La sevillana no tocaba con esa rabia contenida, ni impotencia… El dolor que desprendía se adhirió a su piel, y ésta se erizó al sentir el contacto inexistente de una caricia cargada de nostalgia. Había reconocido la canción al instante, le pareció increíble que, a pesar del deje electrónico, pudiese sonar de esa manera, formándole un nudo en la boca del estómago… L’Absente vibraba en sus oídos evocando unos sentimientos de alguien desconocido para ella… Se acercó a la barandilla y la vio: Leo sentaba en la pequeña banqueta, con la cabeza agachada y sus manos moviéndose sobre el instrumento… Una puerta se abrió y su sobrina apareció en el pasillo vestida únicamente con una camisa de Lucas. Sara le saludó con una sonrisa y se acercó a ella. Sara: Buenos días… - en un susurro. Silvia: Buenos días – también susurrando. Sara: Pues sí que madruga Paula… - cerrando los ojos para zambullirse en la música procedente del piso inferior. Silvia: No es Paula – señalándola con la cabeza. Sara: Anda, no sabía que Leo también tocase… - al ver la cara de su tía. – Es muy bonito, y triste… Silvia: Sí… - en un susurro más débil que los anteriores. Sara: Pero si se te ha puesto la piel de gallina, tita, estás emocionada perdida – con una risilla divertida. Silvia: Supongo – apartando la vista. Sara: Tita… Si me cayesen mal todas las ex’s de Lucas haría tiempo que te hubiese sacado los ojos – con una sonrisa. Abrió los ojos como platos ante aquello y la miró asombrada. Silvia: Sarita, cariño, cuando te sale el ramalazo Miranda, lo bordas… Sara: Jajajajj... Anda, vamos – tirando de ella hacia abajo. Mientras bajaban la canción llegaba a su fin y Leo se levantó despacio del pequeño taburete, para encontrarse con que la tía y la sobrina se dirigían a la cocina. Leo: ¿Os he despertado? Lo siento… Sara: Qué va, no te preocupes – con una sonrisa – Es precioso… Leo: Gracias – mirándolas agradecidas y esbozando una leve sonrisa – Yo, bueno, yo me voy para arriba – despidiéndose con la mano, acto que fue respondido por ellas.
Sara: ¿Tú te subes? Que yo venía sólo a por agua… - viendo que empezaba a sacar cosas de comida. Silvia: Ehhh, no… Voy a preparar el desayuno – agachándose y escondiendo la cabeza dentro de un armario. Sara: Claro, es lo que tienen las reconciliaciones, que no paráis en toda la noche y luego os comeríais un cochino cada una, o bueno, os comeríais entre vosotras, que también lo haréis… Silvia: ¡Sara! – asomando la cabeza escandalizada sobre la barra, completamente ruborizada. Sara: Oh, venga, que se os nota en la cara – entrecerrando los ojos con picardía – Y más os vale comer, que os estáis quedando en los huesos… ya verás cuando os vea mi madre, va a poner el grito en el cielo y Madrid se os va a quedar pequeño para correr – convencida de ello. Silvia: Tira, ya – amenazándola con la bolsa del pan de molde. Sara: Jajajajjj… Que se os de bien… “el desayuno” – poniendo matiz pasional y subiendo las escaleras muerta de risa. Silvia: Oiish… Será posible con la niña, que es igual que su tía… - negando con la cabeza al tiempo que ponía la tostadora. ----Dejó la bandeja en una de las mesitas y se sentó en un borde de la cama, observándola… No se había movido, su melena oscura le caía a un lado de la cabeza, dejando su rostro al descubierto salvo por algún que otro mechón. Sonrió al verse inclinándose sobre ella para besarla con ternura en la frente, y a partir de ahí, deslizar sus labios por su nariz hasta llegar a su boca… Los rozó levemente, y su lengua acarició su labio inferior… Para cuando quiso retirarse, Pepa ya estaba despierta, y sin abrir los ojos todavía, atrapó su boca en un beso hambriento y húmedo, deseoso de más… La cogió por la cintura, y sin mediar palabra, la tumbó en la cama y se situó sobre ella, presionando sus muñecas por encima de sus cabezas. Pepa: ¿Dónde te crees (beso)… qué vas (beso)… dejándome (beso)… sola (beso)…? – abriendo los ojos y sonriendo con malicia. Silvia: Al desayuno – señalando a duras penas con la cabeza la mesilla de noche y respondiendo a su sonrisa. Siguió su mirada y se encontró con la bandeja, ensanchó su sonrisa y volvió a besarla con entusiasmo. Pepa: ¿Me has hecho el desayuno? Silvia: No, es un anuncio – riendo.
Pepa le sacó la lengua y se incorporó para dejar que Silvia apoyara la espalda en el cabezal de la cama, y ella misma se sentase a su lado, de cara a ella. Pepa: Esto… esto… - mirando todo lo que había hecho. Silvia: Se va a enfriar como sigas babeando así – sonriendo divertida. La morena la calló con un beso y puso la bandeja entre ellas. Había hecho un montón de tostadas, pero con nocilla. El chocolate se derretía por el calor que desprendía el pan, e irremediablemente, acabó pringándose. Se limpiaba con las manos como buenamente podía, pues ambas reían por la situación, hasta que Silvia, apartando la bandeja y riéndose todavía, le limpió con la lengua los restos de chocolate que le había quedado en la cara, pues en su afán por limpiarse, había acabado restregándose la nocilla fundida por toda la cara. Silvia: Jajajjj… Madre mía cómo te has puesto – besándola y quedándose a escasos centímetros de su rostro. Pepa: Pues deberías mirarte un poco, pelirroha, que lo mío salta, pero lo tuyo difícilmente… señalando su propia camiseta. Silvia: ¡Pepa! Encima en la camiseta… Pepa: ¡Pues fuera camiseta! Ya ves tú qué problema – quitándosela con un rápido movimiento y besándola efusivamente. Deslizó las manos por su costado y se dispuso a plagar su cuerpo en cosquillas, ante las súplicas de la pelirroja por que parase. Finalmente, tras varias batallas sobre las sábanas ya manchadas por el chocolate, y multitud de besos y caricias con sabor dulzón, Silvia la convenció por meterse en la ducha. No tardarían en tener que irse, y la verdad, necesitaban pasar debajo del agua… ----Paula: No me digáis que no le he pillao maestría a esto, por Dios, porque yo lo valgo – moviendo con brío una coctelera. Rocío: Sí, porque a ti eso te viene que ni pintado, ¿no? – imitándola con sorna. Paula: La madre que te parió – amenazándole con tirarle el recipiente. Sophie: Ya, por favor, que nos están mirando… - pasando en medio y susurrando – Ya están aquí – viendo cómo entraban los dos alemanes. Paula: Hola, capullo ricachón – entre dientes y con una sonrisa falsa e inocente. Rocío: Dientes, dientes… Que vienen – también sosteniendo una sonrisa angelical. Barend: Hi, girls. How’s things? [Hola, chicas. ¿Cómo va?] – apoyándose en la barra. Paula: Really boring, actually [Realmente aburrido, la verdad]
Pete: Maybe could we do something for you? [¿Quizá podríamos hacer algo por vosotras?] – sonriéndole insinuante a Rocío. Rocío: Maybe later… [Quizá luego…] – apoyando los codos sobre la barra con tono seductor y clavando en el alemán sus ojos azules para, acto seguido, morderse el labio inferior con deseo y apartarse, dejándolo boquiabierto. Paula: Cuando te haces la zorra lo bordas, tía… - en el oído de la rubia Rocío: Lo sé – guiñándole un ojo. Barend: Ich gehe zu für uans-Sachen, und jetzt komme ich zurück, warten Sie auf mich im Tisch [Voy a por unas cosas y ahora vuelvo, espérame en la mesa] – a Pete, quien asintió con la cabeza y se alejó. Paula: Tenedme controlada, voy a seguirle – por el micrófono. Leo: ¿Qué? Tú te quedas donde estás… ¡Paula! – al ver cómo iba con la cuenta de no hacerle caso. Pepa: La tengo por las cámaras… - pensando (Joder, Pauloba, no la cagues ahora…). Leo: Sí, tú aliéntale – fulminándola con la mirada. Rocío: ¿Dónde te crees que vas? – cogiéndola por el brazo. Paula: En ese maletín tiene que llevar algo gordo, es una oportunidad… Rocío: ¿Qué algo gordo ni pepinos en vinagre? No vas a ninguna parte. Paula: Déjame – soltándose de su brazo – Ayúdame y cúbreme… Rocío: ¿Cómo? Paula: Sacando la putilla que llevas dentro y entreteniendo al tipejo. Rocío: Joder, Paula. Paula: ¿Qué? Es verdad… - sonriendo – No tardo – metiéndose por una puerta tras la barra y adentrándose en los pasillos traseros del Palacio, con el objetivo de conseguir su propósito. Álvaro: ¿Dónde narices va Paula? – viéndola pasar por uno de los cruces desde su posición. Pepa: De cabeza a la boca del lobo – por el micrófono. Álvaro: Ni de coña, voy con ella, ¿Leo? Leo: Por favor... Álvaro en off: (Mucho han tardado en ir a su bola dando el cante…) – con semblante resignado mientras avanzaba para tener a la sevillana siempre a la vista. -----
Cap. 17 Distracción Hora Zulú…! Paula en off: (Vale… necesito un pa’tontos de esos… Que aquí hay más pasillos que en un laberinto…) – parándose en un cruce. La puerta que había tras la barra conducía a la maraña de pasajes que constituían el backstage de la Ópera Garnier. Ya había dejado atrás el almacén del bar y los camerinos, seguía al alemán hasta los despachos de los ejecutivos que llevaban el cotarro… Lo que no sabía es que tenía su propio guardaespaldas… Observó a Barend desaparecer por una esquina y lo siguió, ocultándose en la leve iluminación del lugar. Aunque estuviese realmente bien acomodado (el suelo era de moqueta y las paredes decoradas con tapices y cuadros), el no tener luz natural causaba algún que otro estrago… Sus pisadas amortiguadas pararon en un hueco al ver cómo el hombre se detenía ante una puerta, pasaba una tarjeta a modo de llave y entraba. Fue a avanzar hasta la puerta… Cuando sintió que un brazo rodeaba su cintura con fuerza y la pegaba de nuevo contra el hueco del que iba a salir, fue a decir algo pero una mano taponó tu boca… Un susurro en su oído, de aquella voz grave que tan bien conocía. Álvaro: Te tengo… - soltándola y poniéndola contra la pared para que su cuerpo le impidiera moverse - ¿Dónde te crees que vas? Paula: Imbécil, ¿no sabes usar otra táctica? Casi me da un algo – intentando moverse. Álvaro: Tú, quietecita. Paula: Que se va a irrrrrrr… Álvaro: Pues entonces – cogiendo su rostro con sus manos para obligarla a mirarle a los ojos – Cuando salga… entramos, ¿de acuerdo? – al ver cómo intentaba soltarse - ¿De acuerdo? Paula: ¿Entramos? Álvaro: Los dos, aquí sola no te dejo. Paula: Ya salió la pitufa niñera… Álvaro: Pues sí, pues sí… Porque parecéis niñas, las tres – fulminándola con la mirada. Paula: Shhhhh – tapándole la boca bruscamente – Quita, quita – dándole leves empujones en los hombros – Déjame ver… - asomando la cabeza por el hueco – Se va… Sin el maletín – sonriendo con malicia - ¡Bingo! ¿Quieres dejar de sobarme? – empujándole de malas maneras para salir de allí – Venga, va, vamos… Álvaro: No – cogiéndola del brazo – Entro yo y tú te quedas fuera, y si viene, pues ya pensaremos algo, ¿estamos? Paula: Estamos… - entre dientes y fulminándolo con la mirada.
----Rocío en off: (Piensa en un mundo feliz, piensa en un mundo feliz… Joderrr, como Paulita no se de prisa me juro mí misma que la próxima autopsia va a ser a este capullo…) – dejándose sobar por el alemán que, aprovechando que la rubia estaba sentada con él en uno de los sillones del bar, le metía mano descaradamente. Sophie desde la barra la compadecía con miradas de ánimo. Pero la cosa empeoró cuando las lujosas puertas del bar se abrieron y entraron un Gonzalo y una Silvia falsamente acaramelados y cogidos de la mano. Rocío se tensó en su asiento al verlos aparecer, pero tuvo que relajarse pues se jugaban mucho. Silvia: Gonzalo, tranquilo, por favor… - poniéndose de puntillas para susurrarle al oído – Mírame a mí, ¿vale? Mírame a mí… - le suplicó al sentir cómo le apretaba la mano y cuadraba la mandíbula al ver a Rocío siendo sobada y re-sobada por aquel hombre. Gonzalo: No puedo… No puedo, ¿y si fuese Pepa? – buscando su comprensión. Pepa: La señorita Pepis está en la furgo, así que no me metáis en medio… - por los pinganillos de ambos. Silvia: Por favor… - repitió tirando de él hasta sentarse en otro sofá lejos de la rubia y el alemán. ----Leo: A ver, cuidado… No tardéis más de cinco minutos, se dirige al bar, pero puede volver en cualquier momento, él u otro – a los micrófonos, todos estaban conectados, y por tanto, al tanto de cualquier movimiento de cualquiera de ellos. Álvaro: Estamos en ello… - acercándose a la puerta seguido de Paula. Pepa: Necesitan refuerzos – girándose para buscar su chaqueta. Leo: ¿Qué haces? – viendo cómo enfundaba la mágnum y se disponía a salir. Pepa: Sólo están ellos dos, necesitan a más gente, y Aitor y Lucas no pueden ir. Leo: Pepa, quédate en tu sitio, por favor –apretando la mandíbula. Pepa: Pero… Leo: ¡Pepa! ¡No es un juego! No puedes hacer de Rambo cuando te de la real gana. También son agentes, saben lo que hacen, así que quédate donde estás de una vez. Sara las miraba alternativamente: su tía cabreada y Leo serena como de costumbre, pero su mirada destilaba rabia y enfado. Ya sabía lo que pasaría a continuación… Pepa se levantó de golpe, y abriendo la puerta de la furgoneta con fuerza, salió de un salto y cerró con un sonoro portazo. Leo se limitó a cerrar los ojos y resoplar para tratar de calmarse. También ella sabía lo que haría la morena, y el hecho de que no le sorprendiera no quitaba que le enervara cada vez que se saltara sus órdenes a la torera…
----Silvia: Maldita sea, Pepa – rechinando los dientes y mirando a Gonzalo para aparentar que hablaba con él. Gonzalo: Tal para cual – llevándose la mano a la frente – Vamos a la barra, por favor, no puedo mirar… - en un susurro ahogado. Silvia asintió con la cabeza y ambos se sentaron en la barra, dándole la espalda a Rocío y Pete. ----Álvaro: Está cerrada – presionando el picaporte, era una puerta moderna que tan solo se abría con la activación de la banda de su correspondiente tarjeta. Paula: ¿No me digas? Qué observador… - regodeándose de la situación – Menos mal que está la tita Paula, que si no… - negando con la cabeza al tiempo que sacaba de un bolsillo una tarjeta idéntica a la del alemán. Álvaro: ¿Qué haces con eso? Paula: La llevaba en la cartera, hicimos fotos de la numeración y en comisaría nos han conseguido una copia – encogiéndose de hombros e introduciéndola.
Un pitido de admisión fue el preludio de que la puerta se abriese automáticamente unos centímetros. Paula dio un paso decidido hacia delante. Álvaro la retuvo poniendo su brazo en medio. Álvaro: Entro yo, y tú aquí fuera – sin darle tiempo a decir nada, pues ya había cerrado la puerta tras él. Paula: Leoooo… ¿Aquí hay cámaras? Leo: Sí, te aviso – con más frialdad que de costumbre. La sevillana supo a lo que tendría que atenerse por sus movimientos precipitados… Aunque no era la única. -----Abrió la puerta lateral de un tirón y entró. Se guardó la tarjeta de personal que todos los agentes involucrados en el operativo tenían, y bufó cabreada maldiciendo por lo bajo. Leo: Pepa, te estoy escuchando – enarcando una ceja – Deja de hacer la payasa, y al menos, ya que te comportas como una cría, haz algo bien. Como respuesta le sacó la lengua a la primera cámara que pilló por el camino mientras se adentraba en los lujosos pasillos, empuñando la mágnum y parapetando su brazo tras la espalda… Iba buscando las sombras al tiempo que Sara y Leo le dirigían por los pasajes, sin saber, que alguien más se adentraba en ellos con la misma intención.
----Gonzalo: Creeeeeeoooo… Queeee las… croquetas tienen… aaaaalma… - con una buena cogorza y dándole vueltas al que sería su milésimo margarita con una sombrillita. Silvia: No teníamos que haberle dado nada… Sophie: Era eso o abortar, Silvia. Silvia: Ya lo sé, pero mírale, si es que se le va. Gonzalo: Silvia, ¿quieres bailar conmigo? – levantándose de repente y tirando de su mano. Silvia: Estate quieto – empujándole al taburete – Y no me llames Silvia, que no me llamo así – entre dientes. Gonzalo: ¡Yo soy tu padre! Ambas mujeres suplicaron que aquello terminase pronto… ------Encendió la luz y se quedó como un pasmarote frente a lo que tenía delante: un despacho de proporciones considerables, así como objetos de alta tecnología y lujosa decoración. Comenzó a buscar algo, a pesar de no saber muy bien qué… Se decidió por encender el ordenador y copiar el disco duro… Fuera, apoyada en la pared, Paula tarareaba distraídamente una canción sin percatarse que dos pares de ojos la observaban en esos momentos, estudiando cada uno de sus movimientos… -----Unos instantes antes… Hacía algunos minutos que sentía unas leves pisadas tras ella, siguiéndola. Torció a la derecha, a pesar de saber que aquel no era el camino… La morena aguardó pegada a la pared a la espera que su perseguidor llegase al cruce, y ahí, pillarle… Apenas treinta segundos… Rápidamente salió de la esquina con la mágnum en alza. El factor sorpresa jugó a su favor y el hombre soltó un leve chillido al sentir la pistola de Pepa empujándole en la frente con brusquedad… Abrió los ojos sorprendida ante su sonrisa… Pepa: ¿Qué coño haces aquí? – susurrando. Nicòla: Hola, mi amor, ¿has podido vivir sin mí? -----
Álvaro en off: (Vale, esto ya está… No hay nada más aquí…) – mirando a su alrededor – (Espera… ¿esto?) – sacando un cuaderno de uno de los cajones del escritorio. Paula en off: (¡Pitufo date prisa…!) – dando golpecitos impaciente en la pared, se le congeló la sangre cuando escuchó pasos. Sara: Paula, tranquila… - viéndola por la cámara – Son Pepa y Nicòla. Paula: ¿Qué hacen aquí? – con un hilo de voz. ---Minutos antes… Pepa. Joder, ¿te quieres estar quieto? – empujándole hacia atrás. Nicòla: Seguro que a la pelirroja no le hablas de esta manera tan cruel – haciendo pucheros. Pepa: Que te calles, cojones – fulminándole con la mirada. Ya habían llegado al pasillo que hacía esquina con el que estaba el despacho, y desde allí, asomándose de vez en cuando, tenían a Paula bajo control. El francés se pegaba a la espalda de la morena para intentar mirar también, y de paso, sobarla un poco-bastante… Pepa: ¿¡Tú eres tonto o te parieron de culo!? – en un cuchicheo al sentir cómo Nicòla la agachaba por el tronco y él se ponía de puntillas para poder ver sobre ella. Nicòla: Que no oigo… Pepa: Si no hay nada que oír – irguiéndose para quitárselo de encima. Nicòla: Jorrrrrssssss… Pepa: La madre qu… Leo: ¡Pepa, Nicòla! ¡Parad! Ir donde Paula y cubrirles, que salgan de ahí ya. Nicòla: Por supuesto, leona mía – con voz enamorada. ------Silvia: Gonzalo, por favor, cálmate… - pasando un brazo por encima de sus hombros. Gonzalo: No lo entiendes, Silvia – llorando – ¡La mataron! Y Bambi tuvo que vivir soloooooo… Silvia: Ya está, ya pasó – acariciándole con dulzura al tiempo que miraba a Sophie y ponía los ojos en blanco. En ese momento, Barend entró al bar y le hizo una seña a Pete para que fuese con él. Pudieron imaginarse dónde iban.
Leo: Rocío, entretenle, vuelven al despacho y aquellos siguen ahí. Rocío en off: (¿¿¡¡Y a qué narices esperan para salir de allí!!??) Rocío: Oh, c’mon… Remain a bit more… [Oh, vamos… Quédate un poco más…] – arrastrando las sílabas y mirando con lascivia al alemán, quien creyó morir en ese momento. Barend farfulló algo incomprensible en alemán y cogió del brazo a su compañero para llevárselo de allí… Y necesitaban tiempo… Rocío no se lo pensó dos veces cuando se acercó a ellos con dos zancadas y cogiendo la cara de Pete con las manos, le besó apasionadamente, a la vez que por dentro le entraban nauseas y se moría del asco… Gonzalo eligió ese preciso momento para girarse y ver la escena, la cogorza que llevaba se le pasó al instante, apretó los puños y bajó del taburete… No le dio tiempo a reaccionar, cuando Silvia quiso darse cuenta el operativo se le iba de las manos, Montoya iba dispuesto a arreglar cuentas con aquellos hombres, y con ello, echarlo todo a perder. Por el camino, se tropezó con Sophie, quien viendo lo que se avecinaba, decidió cortar por lo sano y pararle allí mismo con un beso que dejó al pobre Montoya sin aliento y sin norte. La pelirroja, atónita por lo surrealista que estaba siendo la escena, y con la voz de Sara por el pinganillo pidiéndole que le siguiera el juego, que necesitaban tiempo, llegó a la altura de la francesa, y sin cortarse, le arreó una bofetada que sonó como si rompiesen un cristal en mil pedazos… El bar quedó en silencio. Por un lado; Gonzalo ya no sabía ni donde estaba; Rocío seguía intentado retenerlos inútilmente; y Silvia miraba desafiante a Sophie mientras le pedía perdón una y otra vez mediante susurros… Ni corta ni perezosa, la francesa le tiró encima a la pelirroja el cóctel que llevaba en la mano, tiñendo su blusa y sus pantalones de un tono morado saltón… Provocando el efecto contrario al que buscaban, los hombres aprovecharon para escaquearse del bar adentrándose por los pasillos camino al despacho… ------Leo: ¡Van para allá! Paula: ¡No me jodas! – en un susurro al tiempo que dirigía la vista a Pepa y Nicòla, que flaqueaban el pasillo. Leo: Están allí ya, ¡salir! Paula: Joder, joder… - cogiendo a Pepa de la chaqueta y abriendo la puerta del despacho para meterla dentro, Nicòla entendió y se metió también, cerró la puerta tras ellos y suplicó que lo que tenía en mente funcionase.
-------Álvaro: ¿Qué…? – al ver cómo entraban a trompicones ambos agentes al despacho. Pepa: Están aquí, la hemos cagado. Nicòla: ¡Qué ordinariez! ¡Por-fa-vor! Estoy indignado – llevándose la mano a la frente – Qué mal gusto tiene este hombre… Pepa/Álvaro: ¡¡Cállate!! Paula: Callaros vosotros – entre dientes y al micrófono. Los hombres doblaron la esquina y se quedaron parados, preguntándose qué haría la sevillana ahí. Paula en off: (Lo siento, lo siento, lo siento…) Paula: Hi, guys… [Hola, chicos] – sonriendo con picardía. Barend: Whatcha doing here? [¿Qué estás haciendo aquí?] – mirándola con desconfianza. Paula: I was waiting for u… [Estaba esperándote…] – acercándose a él insinuante y mordiéndose el labio inferior. Barend tragó saliva, al igual que su compañero… La sevillana fingía demasiado bien… Paula: I’ve some minutes… So… If u want to take advantage of them… Or… [Tengo algunos minutos… Por eso… Si quieres aprovecharlos… o…] – pasando una mano tras su nuca y la otra por el amplio pecho del germano – We could… play… [Podríamos… jugar…] – mordiéndole el labio inferior a Barend, quien la cogió por la cadera y la besó con frenesí empujándola contra la pared brutalmente. Pete los miraba boquiabierto, y cuando llamó la atención de su compañero, este le gritó que se largara… Se separó de él y le miró a los ojos sonriendo. Paula: Let's go out of here… [Vámonos de aquí…] Acató la orden sacando la tarjeta para entrar al despacho… Paula: No… - tirando de su mano y sonriendo. El alemán sonrió y se dejó llevar por la sevillana, que decidió que perderse en los pasillo del backstage era lo mejor… Paula en off: (La señora madre que me parió, la que he organizao en poco tiempo…) ----Cap. 18 Touch me, I’m gonna scream!!
Silvia: Llévatelo a casa, o a la comisaría, o donde sea – pasando un brazo de Montoya sobre los hombros de Rocío. Rocío: Vale… Pero tú deberías ir directa a la ducha – aguantando la risa. Bajó la vista por su ropa y no puedo evitar que una leve sonrisa iluminara su rostro, estaba pringada. Pero la preocupación volvió a su semblante y miró a la rubia fijamente. Silvia: Yo… hasta que no sepa nada, no. Rocío: Claro, avisadme por cualquier cosa, ¿vale? Silvia: Sí… - viendo cómo salían del bar. Se sentó en un taburete y comenzó a mover la pierna compulsivamente. Silvia: Sara… ¿algo? Sara: No, lo siento, tita… - con el mismo tono nervioso. Apoyó la frente sobre sus manos y suspiró tratando de calmarse… - Pepa, por favor… ---------Leo: Ya se han ido y los pasillos están libres, podéis salir. Álvaro: Menos mal – dirigiéndose a la puerta. Al llegar a ella cogió el picaporte con firmeza y tiró de él… No se abrió. Pepa: ¿Te hago un croquis? Álvaro: Está cerrada. Pepa: ¿¡Qué!? Álvaro: Sí, joder, sólo se puede abrir con la tarjeta… Pepa: Y la tiene Paula – llevándose las manos a la cabeza. Álvaro: Sí. Pepa: ¡Joder! Leo: Decidme que no os habéis quedado encerrados – su voz glacial les puso la piel de gallinas al los tres. Sara: Hay que decirle a Paula que vuelva y los saque como sea. Silvia: ¿Sacar? ¿Qué pasa, Sara? – su pinganillo tan sólo se conectaba con los mandos de la furgoneta, con lo que la situación en el despacho se escapaba de su alcance. Sara: Pepa, Álvaro y Nicòla se han quedado encerrados en el despacho…
Silvia: ¿¡Qué!? – su mirada se cruzó con la de Sophie, ella también lo había escuchado, y ahora su rostros era la estampa de la viva inquietud. Su pulso se aceleró y no podía hacer más que esperar… esperar… -----Álvaro: Paula, si no puedes hablar, da igual, sólo escúchame. Paula en off: (Joder, ¿y ahora qué?) – al tiempo que Barend recorría su espalda con ansiedad bajo la blusa del uniforme. Álvaro: No podemos salir de aquí a menos que vengas y nos abras. Paula en off: (¿¿¡¡QUÉ!!??) Álvaro: Invéntate lo que sea, pero vuelve… Paula en off: (JODER PITUFO, TIENES MENOS LUCES QUE UNA FAROLA FUNDÍA CACHO IMBÉCIL, ¡¡INTEGRAL!!) Paula: Wait, wait… [Espera, espera…] – apartándose de él – Somebody could see us here [Alguien podría vernos aquí] – estaban en medio de un pasillo. Barend: What? [¿Qué?] – con voz incrédula, ella había sido quien decidió irse de allí. Paula: I’m sorry, c’mon… [Lo siento, vamos…] – volviendo a tirar de él para dirigirse de nuevo al despacho. Paula en off: (La que estoy liando… ¿Y ahora qué hago al llegar?... Piensa, Paulita, piensa… Diossss, me cago en vuestra estampa, pedazo de anormales…) Llegaron de nuevo a la puerta del despacho, entre manoseos y besos bruscos y sedientos de un contacto más profundo… Leo apretó la mandíbula y respiró pausadamente para tratar de tranquilizarse… Aquella escena por las cámaras la estaba superando con creces… -----Álvaro: Vale, ya están aquí – escuchaban la risa tonta y falsa de Paula en el pasillo – Allí – señalando el hueco tras la puerta. Apagaron la luz y aguardaron agazapados… El pitido anunció la apertura de la puerta… Nicòla fue rápido y consiguió meter un pie antes de que se cerrara. La oscuridad, y que el alemán iba pendiente de otras cosas, ayudaron a que no se percatara de nada… Arrastrando su pesado brazo por el escritorio tiró al suelo todos los objetos que se hallaban sobre él, y cogió a la sevillana por la cintura para sentarla sobre la mesa… Uno a uno, y muy despacio, fueron saliendo de allí, cerrando la puerta tras ellos con el máximo cuidado. El trío suspiró aliviado…
Leo: Sacadla, ya – la orden, concisa y directa, y su voz, neutral y serena, les devolvieron a la realidad… Paula se había quedado dentro, y no para disfrutar precisamente. No se lo pensó dos veces cuando tocó enérgicamente en la puerta. Pepa y Nicòla ya iban camino al bar… No hubo respuesta, volvió a hacerlo… Se estaba angustiando por momentos, imaginarse al alemán con Paula, su niña, le carcomía por dentro. Tercera vez que lo hacía, esta vez doblando la fuerza… La puerta se abrió de un tirón y la cara desencajada de Barend fue el saludo hostil que se había ganado. Álvaro: Excuse, but they need ur presence in administration… [Disculpe, pero necesitan tu presencia en administración…] – su voz grave y autoritaria pareció bajarle los humos al alemán. Bufó algo incomprensible y se largó de allí sin dirigirle ni una palabra a Álvaro o a Paula, que suspiró aliviada dirigiéndole una leve sonrisa a su compañero. Bajó de la mesa y casi corrió para salir de allí, una vez estuvo en el pasillo se lanzó a los brazos de Álvaro. Paula: No me volváis a hacer esto… - escondiendo su cabeza en su amplio pecho y sollozando. Álvaro: Ya… ya… - acariciándole el pelo con una sonrisa tierna – Pero que conste que ha sido culpa tuya, que siempre te metes donde no te llaman. Paula: Lo sé – separándose un poco para levantar la cabeza y sonreírle agradecida – No sé qué haría yo sin ti. Álvaro: Pasarlo mal, desde luego – dándole un suave golpe en la frente – Anda vamos, que menuda nos va a caer… Paula: ¡Para variar! – riendo. ----Los miraba alternativamente, clavando en ellos sus inexpresivos e intimidantes ojos verdes: Paula y Pepa agachaban la cabeza, avergonzadas; Álvaro le aguantaba la mirada, como de costumbre; y Rocío se sentía feliz porque por una vez a ella no le reñiría… Leo: No sé por qué tengo la sensación de que esto ya lo he vivido antes – apoyando las manos en el atril de la sala de reuniones de la comisaría parisina. La sala estaba vacía. Los cuatro agentes estaban sentados en la primera fila, a la espera de las represalias de su imprudente comportamiento. Leo: Aunque lo cierto… Es que no sé de qué me sorprendo… Porque, una vez más, Casanova inicia su particular método de acción… Miranda, como buena agente, le sigue el juego creyéndose la protagonista de Tomb Raider… Y Navarro, Álvaro, va detrás para poder sacaros de todos los líos… - su voz era dura y fría, e impregnaba cada palabra con el reproche helado que les hacía sentirse tremendamente culpables e inferiores - ¿Siempre tenemos que acabar igual? ¿Siempre tenemos que ir al límite de cualquier operativo para demostrar…? ¿Demostrar qué? ¿Que
somos… valientes…?... – clavando su mirada en Paula, quien se removió en su asiento Casanova, ¿cuánto tiempo estuviste en el hospital y posterior rehabilitación por una herida de bala? ¿Uno, dos años?... Y vuelves, una y otra vez, a meterte en la boca del lobo con la cabeza bien alta y predispuesta a lo que sea… - pasando su vista a Pepa - ¿Demostrar que tenemos… coraje… agallas?... Miranda, ¿cuántos días estuviste secuestrada y encerrada en un mugriento zulo?... Por qué pasaría eso, ¿verdad? – el recuerdo de la desesperación de aquellas semanas le recorrió en forma de escalofrío por la espalda, se precipitó en todo momento llevando el operativo al fracaso y a su propio secuestro a manos de la banda - ¿Demostrar nuestra inteligencia? – terminando su recorrido en Álvaro – Navarro, dime las veces que ha servido de escudo a sus compañeras, con sus consecuencias… Calló y continuó mirándolos… A aquellas alturas, los cuatro, incluida Rocío, que aunque en esos momentos no fuese con ella pero ya había sufrido en su propia piel las reprimendas de su superiora, se sentían pequeños… muy pequeños… Leo: Somos, y tenemos, los mejores agentes y la mejor unidad de la comisaría de Sevilla… Pero a un alto precio, porque al parecer, os creéis inmortales o superheroínas… ¿Qué es necesario que pase para pararos los pies?... ¿Sufrir, llorar, desesperarse, angustiarse, caer, desfallecer…?... Creo que eso ya lo habéis pasado… Por eso no entiendo por qué seguís haciendo exactamente lo mismo… ¿Dónde están mis agentes? Porque os miro y no los veo… Pasado mañana es la noche del golpe, y casi arruináis el operativo de meses en pocos minutos… Mentiría si dijese que no me habéis decepcionado… Mentiría si dijese, que no os la habéis cargado… Quiero, y espero, que esa noche todo sea como yo diga, por una santa vez… La suerte no siempre está de nuestra parte, como creo que ya sabéis de sobra… No puedo creerme que os tengan que cuidar como a niñas pequeñas – suspiró negando con la cabeza, sus ojos reflejaron una inmensa decepción que hizo que a las aludidas se les encogiese el estómago – No sé qué más deciros, o qué más hacer – dirigiéndose a la puerta – Ya no lo sé… - saliendo de la sala. Pepa y Paula se miraron, aquella vez se habían pasado y se merecían todo lo que les había dicho. Ellas eran las que siempre iban delante, arrastrando a Álvaro detrás, quien se encargaba de limpiar las asperezas que dejaban por el camino. Leo tenía razón cuando dijo que fueron el mejor grupo de la comisaría: Álvaro, Pepa, Paula y ella… Y que ahora con Rocío en lugar de la morena la cosa se mantenía, pero aquello no quitaba que su forma de proceder estuviera muchas veces totalmente fuera de lugar… ----Álvaro: Te has pasado un poco – acercándose a ella. Estaba sentada en uno de los bancos del vestuario, con los codos apoyados sobre los muslos y la cabeza entre las manos. Se sentó junto a ella y pasó un brazo sobre sus hombros. Leo: Si al menos les sirve para recapacitar… - con un suspiro resignado. Álvaro: No hacía falta que les recordases todo eso. Leo: Sí hacía… ¿Sabes lo que es sentirte completamente impotente?... Sin saber, sin poder hacer nada, viendo cómo una y otra vez se lanzan al vacío sin red… Llega un momento en el que tienes que decir basta… Álvaro: Sí lo sé, Leo, sí lo sé… Quién ha estado allí si no – con una sonrisa. Leo: Perdona… - haciendo un amago de imitar su sonrisa.
Álvaro: ¿Te acuerdas cuándo llegó Paula a nuestra unidad? Leo: Claro. Álvaro: Fue al mes de que te incorporaras a la comisaría, ella era becaria y tú te trasladaste desde Asturias. Leo: Sí – con una sonrisa nostálgica – La adoptaste enseguida como tu hermana pequeña. La comisaría es grande, nunca antes habías hablado con ella. Álvaro: Exacto… Era, y temo que sigue siéndolo – contagiándole una sonrisa a la inspectora – Una niña grande, una cabeza loca… ¿Te acuerdas del día que llegó Pepa? Leo: Como para poder olvidarlo, la que liaron las dos… Álvaro: En menos de dos horas ya eran uña y carne, eran perfectas. Leo: Ya sé por donde vas, no sigas, anda… Álvaro: Sabes que te lo voy a decir igual… Son así, son espontáneas, imprudentes, irreflexivas, incorregibles, impredecibles… Pero también, seguras, exactas, fuertes, valientes, resistentes, serias, responsables… Serán así siempre, Leo, no las culpes por ello cuando más de una vez tuvieron que cargar con nosotros… Sí, sí – al ver que iba a decir algo – Que están como una chota y que van a su bola, pero, ya me dirás que hubiésemos y haríamos sin ellas – sonriendo. Leo: Te voy a coser la boca un día de estos, para qué te dejaré hablar – negando con la cabeza. Álvaro: ¿Me prometes que no serás muy dura con ella? – viendo cómo se levantaba del banco. Leo: Eso ya es cosa nuestra – guiñándole un ojo antes de salir. Sonrió y apoyó la espalda en la pared. Nada más conocerla se prometió que cuidaría de aquella cabra alocada costase lo que costase… Paula acabó convirtiéndose en, como dijo Leo, otra hermana para él. No hizo falta decir que con Pepa ocurrió algo similar… y él pasó a ser Papá Pitufo. La marcha de Pepa y la llegada de Rocío supusieron algunos días de cambio, pero acabaron acostumbrándose. La sevillana y su hermana acabaron transformándose en el dúo dinámico que dejó la morena. ----Silvia: ¿En qué piensas? – acababa de entrar en los vestuarios y se acercaba a él sonriendo. Álvaro: ¿Eh? Nada – respondiendo a su sonrisa – Leo ha estado un poco dura. Silvia: Se lo merecen – sentenció convencida. Álvaro: Jajajjaj, menuda abogada defensora – negando con la cabeza. Silvia: ¡Oye! – dándole un manotazo. Álvaro: Jajajjj… Dentro de quince minutos es la reunión para dejarlo todo claro para pasado mañana. En la sala diez, ¿vale? Silvia: Vale, yo voy a ducharme… Que mira cómo voy.
Álvaro: Nos vemos ahora – despidiéndose con un suave beso en al frente. ----El sonido del agua cayendo fue lo que le recibió al abrir la puerta de los vestuarios. Sabía que estaría enfadada con ella, pero al menos esperaba que no tanto como Leo con Paula… Su ropa limpia descansaba sobre un banco, a la espera de que saliese de la ducha. Por descontado sabía que olía a su pelirroja. Se sentó al lado y cogió su reloj jugando inconscientemente con él. Suspiró antes de comenzar a hablar. Pepa: Silvia… - el agua paró. Silvia: No. Pepa: Per… Silvia: No, estoy enfadada contigo, no me hables – su tono era más bien de rabieta de niña pequeña, algo que hizo sonreír a la morena. Pepa: Si no me dejas hablar… Silvia: Pues no, no te dejo – el agua volvió a caer por algunos segundos hasta que se cortó de nuevo – Dios, Pepa… No puedes hacerlo… Si supieses la angustia… Pepa: Lo sé, lo sé… Pero es que… Silvia: Pero es que nada, que primero actúas y luego piensas, y parece que te da igual que los demás estemos pendientes de ti por si te pasa algo, y no, que no… Que siempre estamos igual, Pepa… Y vale que no me pille de sorpresa, pero eso no quita que lo pase realmente mal… Pepa: ¿Me dejas hablar? Silvia: Que te he dicho que no. Se imaginó su expresión enfada y sonrió, estaba preciosa cada vez que lo hacía… Pepa: Silvia… - insistió distraída. Silvia: ¿Otra vez? Abrió unos centímetros la puerta de la ducha, lo suficiente como para sacar la cabeza y mirarla, sentada en el banco jugueteando con su reloj y expresión divertida. Silvia: No tiene gracia… - su pelo mojado caía en perpendicular a la posición de su cabeza, chorreando y formando inevitablemente un charco de agua fuera de la ducha. Pepa se mordió inconscientemente el labio inferior, gesto que no se le pasó inadvertido a la pelirroja – Rocío ya me ha contado la que os ha caído, ¿y sabes qué? Que por una vez estoy de acuerdo con Leo, así que te castigaré con mi silencio… - volviendo a meterse en la ducha cerrando la puerta tras ella. Su sonrisa se ensanchó y se levantó. Las puertas de las duchas eran de aquellas bisagras que no tenían tope, con lo que un empujón haría que estuviesen un buen rato tambaleándose.
Se quitó las zapatillas y calcetines con cuidado de no hacer ruido, aunque el sonido del agua se tragaba cualquier otro, y todavía vestida, la empujó con suavidad y entró cerrándola de tal forma que no se moviese… El plato de la ducha era amplio, cabían ambas perfectamente sin necesidad de rozarse en ningún momento… Silvia estaba de espaldas, con la cabeza echada hacia atrás para que el agua impactase de lleno en su rostro e iniciase una carrera suicida por su pelo, su cuerpo, su piel… Se quedó donde estaba, admirando su piel nívea cubierta por las gotas cristalinas… Ella misma también se estaba empapando, la camiseta se le pegaba al abdomen y los vaqueros se oscurecían… Cerró el grifo y se pasó las manos por el pelo peinándoselo para atrás al tiempo que suspiraba… Sabía que estaba ahí, la había sentido nada más abrir la puerta… Silvia: Te he dicho que no quiero que… - en un susurro, girándose para estar cara a cara, le sorprendió encontrársela vestida. Pepa: No he dicho nada – levantando las manos en señal de inocencia. Silvia: Qué morro que tienes… - negando con la cabeza e intentando disimular una sonrisa. Pepa avanzó un paso acercándose más a ella. Sus ojos castaños despedían aquel brillo verdoso, mirándola fijamente, con los labios entreabiertos… Silvia: No me hagas esto… - con un hilo de voz. Pepa: No estoy haciendo nada… - en un susurro. Estiró el brazo y apoyó la palma de la mano en la baldosa de la pared, automáticamente, el vaho congregado se disipó bajo su calor corporal… Hizo lo mismo con el otro brazo… La pelirroja ya no tenía escapatoria en el la prisión que se habían convertido los brazos de la morena. No le tocaba, se mantenía a cierta distancia, pero situándola entre su cuerpo y la pared… Flexionó los brazos, inclinándose, sin dejar de mirarla… Silvia: No… - en un susurro apenas audible. Necesitaba su contacto, ya… Pepa lo había vuelto a hacer… La había provocado con una mirada hasta el extremo de necesitarla con una urgencia asfixiante… Se inclinó más sobre la pelirroja, sin rozarle… Ladeó su cabeza para no chocar contra ella y acariciar con la nariz su pelo… Inspiró profundamente y el olor exótico de su melena recién lavada inundó cada célula de su cuerpo… No podría aguantar mucho más… Pepa: Sil… Silvia… - susurrando al tiempo que deslizaba su nariz a medio milímetro de su garganta. Silvia: ¿Q… qué? – cuadrando la mandíbula. Pepa: ¿Puedo… hablar ya? – levantando la cabeza para mirarla a los ojos.
Sus rostros a apenas dos centímetros… Silvia: No… - un estremecimiento nació y murió antes de hacer acto de presencia. Un centímetro… No lo soportó… Su respiración agitada… Dejó de pensar… Se puso de puntillas y rozó sus labios… Cerró los ojos ante la descarga eléctrica que le recorrió de pies a cabeza… Quitó las manos de la pared y cogió su rostro para besarla con mayor intensidad… La frialdad de las manos de Pepa en su cara fue como un bálsamo para algo que ya no podían parar… Le devolvió el beso con ímpetu y ganas… Sus manos, frenéticas, buscaban el final de su camiseta para deshacerse de ella… Le mordió sin mucho cuidado el labio inferior antes de separarse y quitársela… Luchaban por tomar la posesión de la otra separándose y encontrándose para hacerse sufrir mutuamente al tocarse lo menos posible… Sus bocas unidas eran el más sensual y ardiente campo de batalla… Las manos de Silvia forcejeaban con la hebilla del cinturón y las de Pepa conquistaron su melena enredándose en el mar rojizo de su propio descontrol. Ahogaban jadeos en besos apasionados… Pepa gimió levemente cuando sintió la mano de Silvia ascender por la parte interna de su muslo… Mordió su cuello en señal de respuesta y la pelirroja jadeó buscando su boca… su cuerpo… su piel… su calor… buscándose para marcarse y acoplarse en cada caricia al ambiente cargado que las envolvía… La puerta del vestuario se abrió y una Rocío gritando anunció su llegada. Rocío: ¡¡SILVIAAAAA!! Separaron sus bocas bruscamente… Se miraron profundamente para intentar convencerse mutuamente que no, que ahora no… Silvia: ¿Eh? ¿Qué? – tratando mantener un tono de voz normal, a pesar de que le costaba respirar y Pepa descendía por su vientre probando el sabor de su piel… Se mordió el labio inferior. Rocío: Te estamos esperando, que ya estamos todos arriba… - avanzando por los bancos. Llegó hasta las duchas y vio las zapatillas de Pepa por el suelo, al igual que su ropa mojada asomando a los pies de la ducha. Sonrió inmensamente divertida. Rocío: Todos no… Pepa, a ti también te estamos esperando. Anda que ya os vale… Jajajajj… Daos prisa… - alejándose. Silvia: Diossss, qué vergüenza… - llevándose las manos a la cabeza. Pepa: Oish… A estas alturas – robándole un beso apasionado. Silvia: Pepa, buf… Para, por favor… - cerrando los ojos. Pepa: Si la que no puedes parar eres tú… ¿Te lo demuestro? – empujándola con suavidad contra la pared al tiempo que atacaba su cuello.
Gimió levemente… Y buscó algo en lo que apoyarse, empezaban a fallarle las piernas… Sin querer lo hizo en el grifo, cambiándolo de lado y abriéndolo… El agua fría cayó sobre ellas de golpe… Pepa: ¡Joder! – dando un paso hacia atrás. Silvia: Perdona, perdona – volviendo a cerrar el grifo. Pepa: Podrías haberme parado de otra manera, ¿no? – fulminándola con la mirada. Silvia: Nos están esperando – respondiendo a su mirada desafiante con orgullo y cierta picardía – Así guardas fuerzas... - pasando a su lado y envolviéndose en la toalla antes de salir. Abrió la puerta de la ducha pero la volvió a cerrar para girarse y susurrarle en el oído. Silvia: Para después… ----Cap. 19 Quizá debiera parar el tiempo… Se ha quedado distraída mirando por el cristal. Sonrío y le doy un sorbo al café. Juguetea con la taza del chocolate entre sus manos, apuesto a que ni ella misma se da cuenta de lo que está haciendo en estos momentos. Fuera llueve. Y eso ya es motivo parcial, a veces casi total, para que Pepa desconecte automáticamente, como ahora. La miro y me pierdo en ella… Decido jugar con el tiempo y analizo su expresión con suma delicadeza, temiendo si, en un descuido, pudiese romper la instantánea en la que se ha convertido esta cafetería. Sus labios cerrados y su mirada penetrante cuentan, en vano, las gotas que caen cada segundo sobre nuestras cabezas, estrellándose contra el suelo de la calle y el techo acristalado de la estancia. Y es ese brillo castaño el que me dice que ahora mismo no está aquí, que probablemente surque mares de ideas demasiados lejos de París… Pero su mano busca la mía a través de la yerma llanura que es la mesa, y la atrapa enlazando sus dedos con los míos. Vuelvo a sonreír, y sé, que se da cuenta y me responde con una suave caricia que recorre todo mi cuerpo… Lo que dura un suspiro… Me dejo divagar y me siento pequeña… Como la noche que me enseñó su ciudad, mi cuidad, ese París que sólo es nuestro y que está donde queramos que lo esté. En los reflejos brillantes del vaivén eterno de nuestras respiraciones acompasadas.
Como cuando habla y su voz me invita a olvidarme entre risas, y la melodía de sus palabras consigue abducirme. Como su sonrisa, que me describe la ternura en sus dientes nacarados, irradia luz y define horizontes donde no los hay, eclipsados por la fragilidad de lo que dura ese gesto… Se arquea tan despacio que creo que nunca llegará al final, pero cuando lo hace, la siento mía… No es que sea mía o me pertenezca. Sólo ella se pertenece y es dueña de sí misma, aunque me encanta pensar que lo es, y a veces, llegar a decirlo en voz alta y sentirme absurda pero a la vez sincera… Mía porque la noto, la siento, sonreír desde mis adentros… Es extraño, como una sensación de calor en forma de abrazo envolvente que no llega a rodearme físicamente… Pero es así, y me lo confirma con una mirada, una y otra vez… Siendo ella, siempre Pepa, complicada y sencilla como ella sabe ser, sólo Pepa… Y es que podría aprenderme de memoria la forma perfecta de su espalda… La longitud exacta de sus piernas… La distancia entre sus hombros… La depresión que supone el hueco de sus clavículas, donde mis dedos acampan y descienden… conquistan el contorno de su silueta… y encubren mis intenciones al esconderse en cada recoveco de su ser… O cómo su cuerpo se contrae y reacciona frente a situaciones distintas, con y a estímulos que también podrían llevar mi nombre. Podría memorizar, y lo hago, la textura de su tersa y bronceada piel… Y cada pequeño desajuste que encuentro durante mis travesías, mis incursiones en cada milímetro de ella que dedico a aprender… Es entonces, cuando sería capaz de dibujarla con los ojos cerrados y describir su cuerpo sin mirarla… Porque su tacto sigue en mí y yo soy ella… Pero prefiero respirarlo cada segundo… y desde mis pulmones conocerlo de nuevo… Para acabar olvidándolo más tarde… y de esa forma darle trabajo a mis manos al día siguiente. Mientras la estudio, sin prisas… pausada y relajadamente… No puedo evitar sentirme muy Leo… Aprendiendo a escuchar en sus silencios las palabras que calla… Ya sea porque considera que no importan, o porque no valen la pena… Explorando y midiendo el terreno…La distancia… El aire quieto y expectante que aguarda una palabra que nunca llega… El pistoletazo de salida que diga que sí, que una frase se decide a cortar el ambiente… Y en ese momento… Lo siento, la siento, y soy consciente… De que he invadido a Pepa Miranda en mente, cuerpo y alma… Y por descontado… Ella ha hecho lo mismo conmigo. ----Se me ha vuelto a ir la pinza… Aparto la mirada del cristal y descubro a Silvia absorta en su café. No puedo evitar sonreír.
Le da vueltas con la cucharilla, despacio… El líquido sigue su suave movimiento y quema, el calor avanza por el metal y ella se ve forzada a soltarla… Pero sigue con la vista fija en ninguna parte. De repente suspira, y sin motivo aparente, sonríe y se coloca el pelo tras la oreja para que no le caiga sobre la cara. Su mano libre vuelve a la carga con el café, mientras la otra, todavía entrelazada con la mía, decide que iniciar una vida independiente sobre mi piel es buena idea… Y lo hace, Dios… Con una delicadeza que le quitaría el aliento a cualquiera… Desliza las yemas de sus dedos entre los míos y se deshace del abrazo que habían forjado… Para después, con la misma suavidad, dibujar dos palabras con el tacto de un susurro empañando mi piel… Levanta la mirada y se topa con mis ojos, que la observan… Sonríe, y como si la cosa no fuese con ella, gira la cabeza y se pierde en el cristal… Imitándome… Sé qué escudriña cada rostro con su afán crítico, la lluvia entorpece su objetivo y frunce el ceño unos segundos. Y siente cada gota como si mojase su cuerpo… e inconscientemente, su piel se eriza y su mano aprieta la mía para que le infunda calor. Siento cómo se abstrae de lo que le rodea y por unos minutos, sé que su vista vagará recorriendo las calles que se ven desde el cristal, persiguiendo el hilo de unos pensamientos inconexos con el mundo real… Piensa… Distraía apoya el codo en la mesa y la cabeza sobre la palma de su mano… Sigue acariciándome mientras tanto… Y yo observo… Me olvido de donde estoy y hasta del chocolate que tengo frente a mí, humeante… Una mirada puede romper un mundo… Qué narices, una mirada, su mirada, rompe un mundo… Mi mundo… Sus ojos oscuros, que cuando se clavan en ti pueden llegar a corromper el esquema de tus ideas, de tu vida… Y el silencio de sus pupilas te dicen más que las palabras que podría articular… Aun cuando su boca quiere transmitir el pensamiento que le ronda… Y su mirada se adelanta y se siente traicionada por ella misma, pero satisfecha y conforme a la par de, a veces, arrepentida por su franqueza y desvergüenza, asustada por mostrar la puerta sin cerradura de sus sentimientos. Una mirada rompe un mundo…. Ahora lo sé…La miro… El Sol siempre morirá y se levantará cada mañana aunque caiga… Y se hace fuerte, y lo demuestra arrancando destellos cobrizos de su melena pelirroja todos los días…
Me doy cuenta de ello, sonrío… Y Silvia se hace la sueca y sigue mirando cómo la lluvia cae sin cesar y el cielo se oscurece por momentos… Contemplo su rostro… Hace tiempo que dejé de preguntarme cómo puede existir semejante belleza. Estudio sus facciones y reparo en sus labios… La atmósfera se cierra en torno a ella… Y la pesadez de mi ensimismamiento cae sobre mi consciencia llevándosela bien lejos… La admiración se agolpa en mi piel, compartiendo escenario de la atracción que va creciendo… Y creciendo… Mi mirada roza la suavidad de su semblante… Y su piel recibe la caricia embaucándome hasta dejar de respirar… Imagino las yemas de mis dedos recorriendo la delgada línea que marca su cuello entre la poca cordura que me queda y la perdición… Vértigo… Silvia es vértigo… Y tiemblo, y un escalofrío se sitúa en mi nuca y baja como una gota de lluvia helada… Arrastrándose por mi columna hasta morir en el estremecimiento que el tacto de su pelo crea en mi mente… Sacudo la cabeza y amplío mi sonrisa. Puede hacer lo que quiera conmigo, porque yo, como tal, he dejado de existir… Cierra su mano sobre la mía… Y el escalofrío que antes me recorría sé que acaba de hacer acto de presencia arrastrándose con avidez por su piel nívea… Como también sé, ahora, que ocupo cada resquicio de vida en el cuerpo de Silvia Castro… Y ella… del mío. ----Terminó el último trago de su café y miró al frente. Se mordió el labio inferior para contener la risa. Pepa: ¿Qué? Silvia: Me encanta el bigote que te has dejado, te da un aspecto muy julandrón – entrecerrando los ojos con picardía.
La morena respondió a su mirada y sacó la lengua para limpiarse… Sin éxito, se sirvió de un puñado de servilletas para conseguir deshacerse de los restos del chocolate… Terminaba lo que le quedaba del enorme tazón que tenía delante con ayuda de una cucharilla, siendo el tintineo constante de sus pesquisas el sonido que acompañase a la lluvia. Fuera seguía lloviendo. La plaza en la que estaba situada la cafetería se teñía de tonos grisáceos. El rojo de la fachada se intensificaba, al igual que las calles, los colores, la gente, las expresiones, las ideas, las emociones… Como si un pintor frustrado hubiese decidido dotar de una suave y fina capa mezcla de blanco y negro la ciudad. París se profundizaba al ritmo que las nubes descargaban su llanto incontrolable… Al tiempo que el incesante estallido de sensaciones chocaba contra el suelo y moría… Seguido instantáneamente por el nacimiento irrevocable de la envidia por vivir, sentir, tocar, rozar, acariciar… De una brizna de aire enclaustrada entre cuatro paredes. El vapor humeante se extinguía fundiéndose en el ambiente cargado de la cafetería parisina. Y el calor que las resguardaba fue dejando paso al frío que trató de hacerse paso entre sus abrigos. Y el sabor a café y a chocolate, respectivamente, acompañó las ansias del agua por ser más que eso… Un ciclo sin principio ni fin en el que seguir adelante era su única misión…
Silvia: Ven… - tirando de su mano hasta en centro de la pequeña plaza. Pepa: ¿Qué haces, pelirroha? ¡Que nos estamos calando! – en un grito… En parte eufórico por sentirse el recorrido de la lluvia, y en parte para hacerse notar sobre el estruendo que se cernía sobre ellas. Silvia: ¡Ven! – repitió tirando de la manga de su chupa - ¿¡Ves!? – parándose en medio de la plaza. Pepa: ¡Que si veo, ¿qué?! Silvia: ¡Aquí y ahora! ¡Porque ahora somos parte de todo y todo se nutre de nosotras para seguir su camino! La miró sin saber qué decir. Tenía que reconocer que algunas salidas de la pelirroja la sorprendían de una manera indescriptible. Con el agua resbalando por sus cuerpos, y entrecerrando los ojos a causa de su peso. Se inclinó sobre ella y la besó…
Sosteniendo su frágil rostro entre sus manos… Pegando su cuerpo al de ella… Lentamente… Sin que el tiempo importase… Y Silvia respondía de igual forma… Enlazando sus brazos en su cuello y dejando que su lengua bailase con la de la morena… A un ritmo lento que pretendía burlarse de la rapidez con la que los segundos caían, uno por uno… Y es que a veces, el tiempo para… Quizá en algún sitio alguien se asomó al balcón y farfulló una retahíla de improperios contra aquel día decadente y gris… Quizá, el algún bar… Un vaso se rellenaba por enésima vez para dar en el blanco en una partida de eternos dados… Quizá, el pitido enervante de un coche atascado fulminó el tímpano de un perro abandonado... Quizá, el tiempo se paró y sólo quedaban ellas… En medio de ninguna parte y siendo el centro de todo… De todo un mundo, de una mirada, de un amor cada vez más conexo con aquella tierra paralela que se arriesgaron a inventar… Quizá, dejaron que los besos fuesen los brazos que las rodeaban y quisiesen quedarse allí eternamente… Quizá sus relojes dejasen de funcionar y ellas ni siquiera se dieran cuenta… ----Cap. 20 Desde Venecia, con amor Paula: Hoy nieva… - concentrada en la tele. Pepa: Paula, cariño, no sabes francés... – negando con la cabeza. Paula: ¡Pues no ves que la estrellica es igual en toas partes! – señalando la tele. Pepa: Ya, pero es que París está más arriba… Sara: En realidad estamos aquí – pasando frente al televisor y posando su dedo diez centímetros más arriba de donde señalaba Pepa y veinte de donde señalaba Paula. Paula: Qué culpa tendré yo de haber suspendido geografía – sacándole la lengua. Pepa: Ninguna, ninguna… Ale, ya… Animalico… - pasándole la mano por el pelo.
Paula: Me cago en tu estampa – dándole un pellizco en el costado. Pepa: ¡Joder! Que eso duele… Paula: Pues da palmas, qué quieres que te diga – encogiéndose de hombros. Rocío: ¿No tenéis nada que hacer? – mirándolas desde el pie de las escaleras. Ambas volvieron la cabeza y la miraron inocentemente. Pepa: Pueees… No, la verdad… Rocío: Paula, son las ocho, y tú todavía tienes que cambiarte y arreglarte… Paula: Tengo tieeeempo… - estirando los brazos hacia arriba con un bostezo – Que he caío aquí mu bien – riendo y mirando hacia abajo. Pepa: Toma, no me jodas, como para no haber caído bien… La morena estaba tumbada cuan larga era en uno de los sofás, y como si no hubiese más sitio libre, Paula se sentaba sobre su abdomen con las piernas cruzadas. Miraban la tele concienzudamente, sin enterarse de nada puesto que no tenían ni idea de francés. En aquellos momentos daban el parte meteorológico. Sara: Tiene razón, en serio… Id moviéndoos… - subiendo las escaleras junto a Rocío. Entre la rubia y ella iban a preparar a Silvia para el baile de la noche, tenían un largo trabajo por delante… La puerta del piso se abrió y entraron Leo y Álvaro, cargados con varios maletines y trajes de agentes de seguridad. Paula se giró rápidamente como un resorte parar mirarla… Obteniendo como respuesta una fría cordialidad… Pepa: ¿Sigue enfadáh? – en un susurro intentando incorporarse para mirar sobre el respaldo del sofá. Paula: Buff… - haciendo aspavientos con las manos – No lo sabes tú bien… Pepa: Te lo mereces, por cabra – sacándole la lengua. Paula: ¿A que te muerdo un ojo? – saltando sobre ella. Pepa: ¡La madre qu…! Leo: ¿Os traigo unas pastas? – parándose al lado del sofá: Paula se había tirado sobre Pepa e intentaba hacerle cosquillas. Ambas la miraron con cara de pena y arrepentimiento. Leo: Os quiero preparadas y aquí abajo en media hora, ¿estamos? – fulminándolas con la mirada.
Pepa/Paula: ¡A la orden! – saltando del sofá y dirigiéndose a zancadas a las habitaciones. Álvaro: Yo me quedo con este – cogiendo uno de los trajes – Este… - mirando la etiqueta – Es el de Lucas – tendiéndoselo – Y este el tuyo – a Aitor. Los tres se dirigieron a sus habitaciones para cambiarse al tiempo que Leo terminaba de organizar algunas cosas con Curtis y Kike sobre la vigilancia. Leo: Ahora cuando baje Pepa le ponemos al corriente y ya está – esparciendo los planos por la barra de la cocina – Ahora vengo, me he dejado el resto en la habitación… - subiendo las escaleras. ---Ya desde el pasillo se escuchaba el ajetreo de su habitación. Sonrió antes de abrir la puerta y entrar. Apenas puso un pie en la estancia cuando su sobrina salió a su paso. Sara: ¿Qué haces aquí? – extendiendo los brazos para impedirle el paso. Pepa: Cambiarme… - intentando ver sobre ella. La puerta del baño estaba entreabierta y pudo ver el leve reflejo de Silvia en el espejo: estaba en ropa interior y Rocío le hacía algo por detrás… Sara: ¡Pepa! – dando saltitos para que dejase de mirar. Pepa: ¿Eh, qué? – se había quedado embobada. Sara: Que no mires, que es una sorpresa, coge lo que tengas que coger y fuera… Pepa: Sí, ¿y donde me cambio? – alzando una ceja desafiante. Sara: En el pasillo o donde quieras, ¡pero fuera! – señalándole la puerta con autoridad. Salió a trompicones por los empujones que le propinaba. Sin pensárselo dos veces se dirigió a la habitación de Paula. Se detuvo en la puerta, pues estaba entornada, y las voces atenuadas se colaban al pasillo. Paula: Leo… Leo: ¿Dónde están los planos? – cortante. Paula: En tu habitación… No, espera… Leo: Suéltame. Paula: Por favor, escúchame… Leo: ¿Vas a contarme algo nuevo esta vez?
Se hizo el silencio, y de nuevo, la voz de la inspectora teñida de indiferencia. Leo: Lo suponía… Y ahora, por favor – dotándolo de un matiz insistente - ¿Dejas que me vaya? Paula: No – su voz era firme. Pepa imaginó su expresión decidida y la respuesta en forma de alzamiento de ceja por parte de Leo – Te vas a quedar aquí unos minutos a que me explique… Leo: ¿No te das cuenta de que no tienes que explicar nada? Que todas las excusas habidas y por haber que puedas contarme ya las has usado, Paula… Esto no funciona así, y lo sabes – sentenciando la conversación con esa última frase. Salió terminando de abrir de un tirón la puerta. Casi se chocó con Pepa, que no sabía cómo disimular. Leo le dirigió una mirada que le hizo tragar saliva y se alejó. Cerró la puerta con suavidad tras ella. Paula estaba sentada en el borde de la cama, mirando al suelo, pensativa. Sobre la cama, extendido, el uniforme que habría de llevar esa noche. Pepa: ¿Paula? – dejando su ropa al lado de la de ella. Paula: ¿Eh? – levantando la vista. Pepa: ¿Estás bien? Paula: De puta madre… - poniéndose en pie y quitándose la camiseta de un tirón para quedarse en sujetador. Pepa: ¿Eso implica hacerme un streptease? – riendo. Paula: Que te den – tirándole la camiseta a la cara – Va, vístete, que no quiero que nos tenga que echar la bronca otra vez… Ayúdame… - que no podía ajustarse la camisa del uniforme. ----Media hora después ya estaban todos en el comedor, salvo Montoya, Rocío, Sara y Silvia. Pepa los miraba tremendamente divertida, Leo, Curtis, Sara, Kike y ella eran los únicos que iban de calle. El resto iba vestido para la ocasión: con ropajes del más puro siglo XVIII. No pudo aguantar la risa cuando vio bajar a Montoya por las escaleras junto a Rocío. Lo habían despeinado completamente, mechones sin control ni orden le daban el aspecto de haber metido los dedos en un enchufe. Le habían maquillado la cara con polvos blancos para hacer de su tez una piel pálida, resaltaban sus ojos, perfilados con eyeliner negro profundizando su mirada castaña, y sus labios, intensificados con un suave tono rojizo. El traje era de un color olivino oscuro. Los pantalones comenzaban en un ostentoso cinturón de motivos dorados y obsidiana a un palmo sobre el ombligo, para terminar a la altura de la rodilla. Unos zapatos de época enfundaban sus pies, seguidos por unas medias blancas. Y una pechera con volantes de tonos marfil cubría su torso, finalizada en un broche con los mismos motivos que el cinturón a modo de pajarita.
La chaqueta holgada continuaba los mismos tonos pardos que el resto, finas líneas doradas recorrían las costuras y brillaban al incidir la luz sobre ellas. Unos guantes blancos enfundaban sus manos, y en una de ellas, sostenía una enorme máscara con forma de pico de pájaro, coronada con plumas acorde a la tonalidad del traje, y un sobrero negro de tres puntas. Paula: Bienvenidos al carnaval veneciano, señoras y señores… Jajajajjj… ¿Qué es esto, por Dios? Leo: Así irán vestidos todos en el baile – con seriedad. La sevillana calló y desvió la mirada. Curtis cortó el silencio. Curtis: ¡¡JODER!! – abriendo la boca y mirando hacia lo alto de las escaleras, babeando automáticamente. No fue el único… Silvia bajaba lentamente con una sutileza digna de la alta nobleza veneciana. Su pelo se recogía por el lado izquierdo con suaves ondulaciones, continuado en un moño alto que dejaba largos mechones enzarzados sobre sí mismos cayendo por su espalda. Su melena pelirroja descendía por su hombro derecho en una cascada de bucles de infinita belleza, irradiaba una luz rojiza arrolladora. Su rostro, empolvado al igual que el de Montoya, incrementaba la palidez de su piel. Su ojos oscuros enmarcados en sombras verdáceas y negras, profundizaban una mirada ya de por sí cautivadora… Y sus labios, de un rojo pasión, invitaban a probarlos con una sensualidad traicionera y embaucadora. Un corsé ceñido definía el contorno de su cuerpo y resaltaba sus curvas. Los hilos dorados cruzaban su torso atando su cuerpo como si de una muñeca de porcelana se tratase. El gris plateado y el verde pardo se mezclaban en las diferentes piezas que conformaban su precioso vestido. Con delicadeza, se levantaba el bajo para no pisarlo mientras descendía. Las mangas abombadas llegaban a cubrir poco más allá del codo, terminando en pliegues de tela translúcida bañada en fina plata. Llevaba un antifaz en una mano, también decorado con un tocado de plumas acorde a la tonalidad de sus vestimentas. Líneas imposibles se dibujaban con una volátil fragilidad en la máscara que sostenía, y que al ponerse, dejaría a la vista su boca y el exquisito trazo de su barbilla. Para cuando llegó al final de la escalera, nadie tenía palabras para describirla. Sara, detrás de ella, sonreía orgullosa al igual que Rocío. Pepa: Princ… Princesa… - acercándose a ella sin poder salir de su embelesamiento. La pelirroja se limitó a sonreír tímidamente y a aguardar a que Pepa llegase a su altura. Leo: Rocío, Paula, venid – viendo que aquello era un momento de ellas y no era cuestión de que estuviesen todos mirando.
Acatando la orden muda de la inspectora, el grupo se dispersó en sus quehaceres ultimando los detalles de la noche. Las apeladas se acercaron a los maletines que había en la barra. Leo los abrió dejando al descubierto su contenido: pistolas de un tamaño exageradamente reducido. Paula: Yo ya tengo esto – mostrando las cartucheras que contenían las armas que siempre utilizaba. Leo: No puedes llevarlas, coge estas – quitándoselas de las manos y posando en su palma una de ellas. Apenas ocupaba el espacio de su palma abierta. Paula miró a su superiora suplicante. Paula: Pero sí que puedo llevar las mágnums… - con un hilillo de voz – Esto parece las pistolicas de lo nenes chicos, de esas que hacen pompicas… - haciendo el sonido de las pompas de jabón – Quiero mis mágnumssss – estirando el brazo para tratar de alcanzarlas. Rocío le dio un codazo para que se hiciese cargo de la situación. No estaba el asunto como para empezar a llevar la contraria, y mucho menos, si quería hacer las paces con Leo. Paula: ¿Puedo al menos llevar dos? Leo: Como si quieres llevar tres – girando el maletín para que cogiese otra. La sevillana siempre llevaba dos armas, dos mágnums distintas regalo de Pepa y Álvaro. ----Pepa: Dios, pelirroha… Yo… Bufff… - intentando hablar a pesar de no tener palabras – No sé… Madre mía… Estás preciosa… - dijo al fin, aunque aquel adjetivo sabía que se había quedado corto para definirla. Silvia: ¿Te gusta? – volviendo a sonreír ruborizada. Pepa: Gustarme es poco… - mordiéndose el labio inferior – Me están entrando unas ganas de quitarte ese vestido cosa bárbara – esbozando una sonrisa. Silvia: Jajajj… Gracias. Pepa: Es que es la verdad, princesa… Estás increíble, no... No tengo… No encuentro… Mejor dicho, no hay palabras para decirte lo impresionante que estás – ampliando su sonrisa. Silvia le devolvió la sonrisa cargada de ternura y la besó suavemente en la comisura de los labios. Pepa: ¿Pretendes que te devore aquí mismo? Porque vas a acabar consiguiéndolo… – devolviéndole el beso con la misma delicadeza. Rocío: Pareja, ¿estáis? Pepa: Sí… - sin apartar la vista de la pelirroja. Rocío: Pues arreando que es gerundio – eran las últimas en salir, los demás ya se encaminaban al ascensor.
Pepa: Estaré pendiente de ti en todo momento – susurrando en su oído mientras caminaban a la salida. Silvia: Eso espero… - girándose para mirarla a los ojos antes de salir del piso, no pudo ocultar ni su nerviosismo ni su preocupación – Ten cuidado, por favor… Pepa: Por supuesto – sonriendo e inclinándose para besarla con dulzura en la frente al tiempo que apagaba la última luz del salón y cerraba la puerta. ----Iban en vehículos diferentes. En una de las salidas laterales, se situó la furgoneta en la que estaban Leo, Pepa y Sara, y dos más ocupadas por agentes franceses. En la entrada, la de Nicòla, Curtis y Kike, también acompañaba por un par más. Rocío, Paula, Sophie, Aitor, Lucas y Álvaro entraron por la puerta de servicio y fueron a sus puestos. La Ópera iba a estar plagada de agentes. Montoya y Silvia llegaban en una limusina… La vista ya desde fuera era espectacular. El Palacio de la Ópera se alzaba deslumbrante como antorcha incombustible de la noche parisina. Las farolas y las luces del tráfico jugaban con los contrastes en su fachada… Ángeles y demonios disputaban la atención de los dioses que la decoraban… Figuras imposibles y enrevesadas se unían para ostentar el cargo de las sombras por el que luchaban en un combate eterno… Arcos, ventanales, pretensión, majestuosidad, grandeza, belleza, deseo… magia… Bajaron y se dirigieron a la entrada. Silvia tomó el brazo de Montoya tras colocarse su antifaz y él, su máscara y sombrero… El guardia les dio la bienvenida al baile y les abrió el paso tras la barrera acordonada. Tras la máscara que llevaba, sus ojos se agrandaron y observó maravillada lo que tenía al frente… Ya había estado en aquellos pasillos, pero no de aquella forma: de noche, ambientado en una Venecia del siglo XVIII, y plagados de gente que al igual que ellos, se ocultaban tras máscaras y trajes de ensueño. Brillaba… El oro relucía impregnado por una complicidad histórica… Las luces quemaban el olor a una Italia desconocida y las pinturas refulgían como vistiendo de gala. Parecía tan sumamente frágil, que respirar se le antojó peligroso, y hablar, romper el hechizo que se cernía sobre ellos como un manto de olvido para la realidad… Aquella noche… No estaban en París… Ni en el siglo XXI… Ni eran dos policías… Aquella noche olvidaron sus nombres y hasta quiénes eran para convertirse en las sombras del embrujo en el que fuera aquel Palacio…
Las lámparas caían del techo dorado con vértigo a estrellarse contra el suelo… Ese mismo suelo que le devolvía a las estrellas el reflejo de las muecas de los escudos y obras de arte que allí descansaban… Las luces nocturnas procedentes de la calle y el frío, se colaban por las tupidas cortinas de las ventanas… Forcejeaban, en vano, contra el dominio radiante del delicado halo que se expandía por la Ópera Garnier. Llegaron a las enormes escalinatas y comenzaron a ascender… Sintiendo que a cada paso, avanzaban atrás en el tiempo para volver a un siglo que no les pertenecía… A unas historias que no eran suyas pero que les vestían… Creyó ver el fulgor de las antorchas dibujando en las paredes siluetas sombrías de seres inexistentes. Las estatuas la observaban y le dirigían sonrisas de Gioconda… Un escalofrío nació en su espalda para recorrer su piel al ritmo que marcaban las voces de disfraces efímeros escondidos entre las hermosas balaustradas. Los contrastes de las luces rojizas con la palidez marfil de la piedra le parecieron bellos a rabiar, cargados de una dulzura volátil ahogada en el tenue sonido de sus pasos. Despacio… Muy despacio… Se deshacía de cualquier conexión con lo que había fuera… Y las llamaradas de fuego que desprendían las paredes se adherían a la palidez de su piel incrementada por el resplandor cristalino de los focos de luz. Parecía que las lámparas ardían y el aceite se derramaba por ellas… Deslizándose hasta llegar al suelo encharcado de tiempo perdido e ilusiones muertas. Los recovecos en los grabados se oscurecían y tramaban su traición al querer ser descubiertos. La bóveda se extendía sobre sus cabezas, a la pelirroja le pareció el camino trazado por alguien que no quería ocultarse entre las oquedades de su vergüenza milenaria… Llegaron al final de las escaleras y observó el laberinto de pasillos y escalinatas encantadas que tenían a sus pies… El inmenso Palacio embaucaba sus mentes en una confusión constante de ideas desordenadas e incoherentes. A su paso, veían a la gente hablar y reír, todos bajo sus máscaras y maquillaje para pretender ser, y engañarse, con algo que no eran… Al igual que ellos. Entraron al salón, y no pudo evitar abrir la boca: asombrada y maravillada a partes iguales.
Las butacas de la Ópera habían desparecido, en su lugar, el espacio lleno de gente vestida como ellos. Las miradas enigmáticas tras las máscaras… Las sonrisas irónicas y burdas de quienes se sentían en otro lugar… Misterio… Enigma… Magia… Secreto… Era un juego… Donde cada cual interpretaba su papel en una obra hilada sobre intenciones falsas de plumas y gala. La elegancia tardía de un pensamiento antiguo… La grandeza de cada melodía que la banda entonaba. Jugaban… Era un baile, un campo abierto de intenciones y pretensiones… Nadie era lo que parecía, pues la solidez de sus disfraces hacía de armadura. Gonzalo: M'accorde-t-il cette danse, mademoiselle? [¿Me concede este baile?] – soltando su brazo del de ella y tendiéndole su mano, sonreía tras la máscara que le tapaba todo el rostro. Silvia se limitó a devolverle la sonrisa y a coger su mano, adentrándose en aquella locura veneciana. ----Cap. 21 Tu fantasma de la Ópera… Álvaro en off: Este salón es un mero escenario… Nosotros, los actores. Es una obra de teatro en la que engañamos, fingimos, desconcertamos, reímos, hablamos… Pero no escuchamos: nos escondemos. No pensamos: nos movemos. No vivimos: creemos que lo hacemos. No sentimos: nos cuentan cómo ha de ser. No soñamos: nos quitan el tiempo. No vemos: nos mentimos. No caminamos: nos arrastran… Pretender ser lo que no somos es el guión de esta noche, pero… no nos damos cuenta de que, a veces, seguimos esas pautas delimitadas día a día. Independientemente del momento, del lugar, de si hace frío o calor o estamos en la calle. Da igual. Porque para entonces nos hemos metido tanto en el papel que ya no importa. Desde mi posición aventajada cerca de los portones puedo verlo todo, pero nada es real, y yo mismo, una copia.
No suelo pensar mucho las cosas, si puedo evitar darle vueltas a la cabeza escojo ese camino, pues ser ignorante o despreocupado quizá sea mejor que buscar una respuesta a todo. De hecho, no suelo pensar mucho… Pero ahora, aquí, delante de semejante estampa… Uno no puede evitar reflexionar sobre ciertas cosas. Muchas de ellas absurdas y sin sentido, pero quién sabe, si lo blanco es blanco o lo negro es negro… Por eso prefiero el gris. Esta noche, tras las máscaras no se esconden rostros, se ocultan personas. Y me parece triste que hayamos llegado a este punto: en el que valernos de un disfraz sea nuestro objetivo primordial. Somos actores de la representación de nuestra vida, y como tales, actuamos escondiendo la esencia de quien se encuentra en nuestro interior. Es un mecanismo de defensa pero a la vez la mayor estupidez. El guión es largo y enrevesado, y por eso fingimos ante la vulnerabilidad de una sonrisa sincera. ¿Quién está dispuesto a pagar el alto precio de mostrarse sin caretas? Quien responda a la primera que “yo”, probablemente esté mintiendo… Siempre nos guardaremos una pequeña parte que nos servirá como refugio, abrigo, para sentirnos seguros… Para pensar que seguimos teniendo bajo control la situación… O al menos, engañarnos con ello. Eso es la vida, eso es la realidad… Esa que se encierra en el salón de una Ópera, mientras las melosas notas de una banda zigzaguean y se pierden entre la gente. Esa que dibuja muecas burlonas y falsas decoradas con brillantes y formas extravagantes. Pero la unanimidad no existe y esto es otra tablilla de barro sobre la que pisamos para tratar de dejar huella. Si alguien tira de los hilos de una obra de marionetas en la que nuestro muñeco hace el papel más grotesco… Hay quienes deciden cortarlos y quemar sus miniaturas del ajedrez sentenciado que es nuestro camino. Y son ellos, los que sonríen a pesar de todo y todos para demostrarnos que, una vez más, estamos equivocados. Y que si nos arrancamos esas estúpidas máscaras… Todo se vuelve distinto, tan real y dañino como bello y cruel.
A estas alturas, creo que hice bien al coger la mano de esa gente. Porque quienes siguen ocultándose es porque no han sabido, o no saben, mirar a su alrededor… No se dan cuenta de que tienen a una Paula o a una Pepa para darle sentido al día con una sonrisa a las siete de la mañana… Ni una Leo en la que perderse en su mirada… Ni locas Rocíos arrasando a su paso con guiños inocentes… Ni una Silvia para darle un poco de cordura, aunque no siempre, a lo caótico de vivir de verdad. Hay tantas, y tantas miradas veladas en este baile, que realmente, yo también finjo cuando creo ver lo que veo, o cuando creo actuar cuando no lo hago. Hay expresiones enigmáticas, tristes, misteriosas, indiferentes, divertidas, burlonas, chulescas, juguetonas, simpáticas, crueles, traicioneras, cautivadoras… y un largo etcétera de lo que son las muecas venecianas… Y saber… Y ser consciente… De que la rígida porcelana que las cubre y las constituye… es tan sumamente frágil… Que por eso no cubren los ojos de quienes las llevan… Y dejan el camino libre para los que se atreven a comenzar el baile y destruirlas con miradas. Porque en el fondo, con o sin ellas seguimos siendo vulnerables. Las máscaras, por mucho que creamos, no sirven de nada. Porque, son esos pasos: pequeños, torpes y dudosos, los que nos conducen a ese abismo al que llamamos vida. No un abismo como tal en el que olvidarnos, sino, ese lugar confuso y desordenado en el que los actores no llevan guión, ni son controlados, ni deben preguntar ni disculparse por olvidarse de la siguiente parrafada… Es ese baile… Ese escenario… Donde sí, con total seguridad, somos nosotros. ----Leo: Lucas, ¿lo tienes? – observando con detenimiento las cámaras del salón. Lucas: Sí. Leo: ¿Álvaro? Álvaro: Sí. Leo: Queda una hora para el golpe, no los perdáis de vista ni un segundo. Lucas/Álvaro: Vale.
En las distintas furgonetas de vigilancia analizaban con estudiada fijación cada movimiento del colombiano y del alemán. Pero no todos estaban en lo que estaban… La veía bailar pegada a Montoya, y aunque los celos aflorasen, el embelesamiento que llevaba encima era superior a ellos. Su máscara se teñía de carmesí y oro según las luces del salón incidieran sobre ella. Los balcones, el inmenso telón, las pinturas, los tapices y los decorados de plata brillaban con resplandor rojizo sobre la gente que allí se encontraba. Sus labios se arquearon en una sonrisa y Pepa dejó de pertenecer al mundo. Sara: ¿Te traigo una palangana? – mirando divertida a su tía, al ver que no le hacía caso - ¡Pepa! Pepa: ¿Eh, qué? – dirigiendo su vista a regañadientes a la zona de la furgoneta donde estaba Sara. Sara: Que vas a desgastar a Silvia de tanto mirarla. Pepa: Tú qué sabrás – sacándole la lengua. Sara: Aiiiisshh… La baba, la baba – acariciándole la barbilla. Pepa: Serás petarda – propinándole un manotazo en el hombro. Se fijó en Leo, que miraba atentamente las cámaras. Su expresión reflejaba preocupación… Pepa: Leo, ¿pasa algo? Leo: Prepárate, vamos dentro. Pepa: ¿Qué? Leo: No te lo he dicho antes porque la ibas a armar sí o sí – girando la cabeza para mirarla – Nosotras también tenemos que estar dentro a la hora del golpe – en un suspiro resignado. Pepa: ¿De verdad? – sonriendo feliz. No esperó a obtener respuesta, se colocó la chaqueta y desenfundó la mágnum. Leo: Sígueme y no te separes de mí – advirtiéndole con la mirada – Sara, ahora vendrán dos agentes para estar contigo, ¿vale? – antes de salir. Sara se limitó a asentir con la cabeza y a desearles suerte antes de que se fueran. Con su rango de becaria, bastante era que le hubiesen dejado ir a París. Leo: Por aquí – tirando del brazo de Pepa, que iba de cabeza a la puerta principal – Nos quedamos en el backstage, vigilando cualquier movimiento, ¿de acuerdo? Pepa: A sus órdenes, inspectora – cuadrándose. Alzó una ceja con indiferencia y abrió la puerta con la tarjeta de servicio. Pepa, tras ella, sonreía…
---------Rocío: Me ponen los pájaros – sentenció al llegar a la barra improvisada que había montado en un lateral del salón. Paula: Jajajajj… La zoofilia era lo único que me faltaba por sacarte, lo de ninfómana lo llevas de fábrica. Rocío: Imbécil… Los pájaros – haciendo aspavientos en su cara - Las máscaras, coño. Paula: Ya… A ti lo que te pone es un pájaro en concreto – señalándole con la cabeza a Silvia y a Montoya. Rocío: Pues sí – sacándole la lengua. Álvaro: ¿Os queréis dejar de cháchara? – que en esos momentos pasaba por allí – Leo y Pepa ya están dentro, faltan dos parejas más y ya tenemos aforo completo. Paula: ¿Leo y Pepa? – tampoco sabían que iban a entrar. Álvaro: Sí, ellas cubren parte del backstage. Paula disimuló una sonrisa y le dio la bandeja que sostenía a su compañera. Paula: Ahora vengo… Álvaro: ¿Dónde vas? – temiendo lo que iba a ocurrir. Paula: Ya lo sabes – perdiéndose entre la gente. Rocío: A liarla otra vez, para variar. Álvaro: Pues espero que tenga un par de dedos de frente porque podemos caernos con todo el equipo… -----Pepa: Yo pensaba que iba a haber más movimiento, esto es un coñazo – mientras avanzaban por los pasillos – Podríamos subir a bailar un rato – cogiéndola de la cintura y haciendo que se moviera. Leo: Pepa – su voz helada le hizo soltarse en menos de un segundo – O te estás quieta o vuelves para arriba – girándose para clavar en ella una mirada gélida. Pepa agachó la cabeza y la siguió. Doblaron una esquina cuando vieron salir a Paula de una sala. Leo: ¿Qué haces aquí? – quedándose parada. Paula: Faltan cosas – señalando con la cabeza la caja que llevaba en brazos – Y he bajado yo a por ellas – contestándole con la misma indiferencia.
Estaban en la puerta del almacén del bar. Pepa: Yo vuelvo, que aquí no hay náh – haciendo un ademán de girarse. Leo: No, espera, nos vamos las dos – sin quitar la vista de la sevillana. Pepa: Pues no, que no quiero que vengas conmigo, hombre ya – sabiendo que se la jugaba – Así que os quedáis y habláis. Leo: ¿Qué estás diciendo, Pepa? – fulminándola con la mirada - ¿Pretendes que me ponga a resolver problemas personales en medio de un operativo? Pepa: Pues sí, eso digo… Falta una hora para el golpe, está todo controlado y no os echan en falta en ningún sitio – encarándose a ella, altiva. Leo: Estás peor de lo que pensaba… Pepa: Ya, pero no voy rehuyendo a la gente. Leo: Es verdad, te escondes directamente. La morena apretó la mandíbula y le dirigió una mirada envenenada, que Leo le aguantó con serenidad y temple. Pepa: No te pases – entre dientes. Leo: Lo siento – mirándola amenazante – Pero os la estáis jugando haciéndome esto. Pepa: Es lo que tenéis que hacer… Sin decir nada más, se dio la vuelta y se alejó por el pasillo. Paula sonrió a espaldas de la inspectora, quien se giró y clavó en ella una mirada penetrante. Leo: No tenías una excusa mejor, qué va – negando con la cabeza - ¿Qué ibas a hacer con la caja? Paula: Esperar a que os fueseis y volver a dejarla en su sitio – ampliando su sonrisa. Leo suspiró y la siguió al almacén, cerrando la puerta tras ella. ------Aitor: ¡Lucas! Se va, que se va… - viendo cómo Barend salía del salón. Lucas: Le sigo. Por otra parte, el colombiano observaba con detenimiento a los presentes, buscando a una pareja en concreto… Cuando la encontró, una sonrisa desdibujó su rostro bajo la grotesca máscara que llevaba: la mujer pelirroja bailaba junto a un hombre alto, al compás de la canción lenta que estaba sonando.
Murmuró dos palabras al micrófono que tenía acoplado al tiempo que salía también del salón… Les encontré… Aitor: Han salido los dos, preparaos – anunció a todos por el micrófono… Salvo a dos mujeres que los habían desconectado. Rocío observó cómo su hermano iba tras el tipo, disimuladamente pero sin perderlo de vista. Como acto reflejo, se llevó la mano a la diminuta pistola que descansaba en la liga que llevaba. Sophie: Pase lo que pase – le advirtió al acercarse a ella – Tú te quedas aquí, no puedes arriesgarte. La miró suplicante, pero sabía que tenía razón. Ya era un enorme riesgo haber entrado al Palacio aquella noche en su estado. ---Se sintió perseguido… Aquel hombre le seguía desde que abandonó el salón, aunque no sólo eso… Lo vigilaba desde que entró por primera vez, hace meses, en aquel edificio… Al parecer, sí habían dado con ellos… Dobló con rapidez el primer pasillo, y sin darle tiempo a reaccionar a su perseguidor, disparó un par de veces a su espalda y corrió bajando las escaleras de dos en dos… La gente gritó cuando el cuerpo del subinspector cayó pesadamente sobre las losas. Sara: ¡¡¡¡LUCAS!!!! El chillido resonó en toda la furgoneta a la vez que se levantaba y trataba de salir, arma en mano. Los agentes que estaban con ella la sujetaban con fuerza… Por las cámaras veían cómo la gente corría espantada en un caos de terror. Llegó hasta la planta baja y el alemán abrió con ímpetu una puerta hermética, cerrándola tras él… Adentrándose en el laberinto subterráneo de pasajes que conformaban el backstage de la Ópera Garnier. ----Cap. 22 Siente la obra cuando baje el telón… (Parte 1-4) La nieve caía…Fina, frágil… Se teñía de escarlata al tomar contacto con el suelo…
Los copos gruesos tejían en el frío nocturno un manto sobre París. Las lágrimas resbalaban por sus rostros, y la angustia se había hecho dueña de sus respiraciones… Lentamente… La plata se solidificaba en la palidez de las baldosas mojadas… Al mismo tiempo que las pisadas ensangrentadas dejaban huella a las salidas de la Ópera… Máscaras rotas…Vestidos rasgados…Vacío… Cerró los ojos y dejó que la nieve quemase su piel con su fulgor cristalino… El frío al menos aliviaba el aluvión de pensamientos que se cernían sobre su abatida conciencia… La noche lloraba con tanta belleza como dolor…Y la sangre… con cuidado… Fue escondiéndose bajo la porcelana de su llanto…Lentamente… Minutos antes… Lucas: ¡Joder! – levantándose a trompicones para seguirle a la carrera. Sara: ¡Lucas, Lucas! Lucas: Sara, estoy bien, tranquila – atropelladamente - ¿Dónde ha ido? Sara: A los subterráneos… No dijo nada más y bajó a base de saltos las escaleras para chocarse contra la puerta y abrirla bruscamente con la tarjeta. ----Leo: No me puedo creer que esté haciendo esto – murmuró observando a Paula. Se miraban fijamente una vez a solas en el almacén. Habían desconectado los micrófonos, con lo que Pepa quedó en avisarles si pasaba algo. Paula: Lo siento, de verdad… Te lo repetiré hasta la saciedad y haré lo que sea para que me perdones… Per… Leo: ¿Pero qué? Espera que me siente, que ésta tiene pinta de ser buena – sentándose sobre unas cajas apiladas en la estancia. Paula: Si vas con esa predisposición nada de lo que diga va a servir. Leo: Es que nada sirve ya – levantándose, visiblemente alterada – Paula, Dios… - llevándose las manos a la cabeza, exasperada – Estoy cansada… Paula: Lo sé, lo sé… Pero no es fácil… Lo estoy intentando, Leo… No puedes levantarte una mañana y decir hoy me apetece cambiar, ¡y pumba! Ya está. No, señora, no…
Leo: ¡Es que no te estoy pidiendo eso! No quiero que lo hagas, de hecho. La expresión confusa de la sevillana le hizo sonreír levemente con suma tristeza. Leo: Si a ti te pasa algo, me muero… Pero es que parece que te da igual, y es con eso con lo que no puedo lidiar – con mirada cansada, sus ojos se empañaron lentamente. Una lágrima se deslizó por su mejilla, y ella, indiferente, seguía mirando a Paula profundamente. Leo: He perdido la cuenta de las veces que te lo he pedido… De las veces que te he visto arrancar sin frenos… Esto no es de ahora, y lo sabes… Y no sé por qué llegué a pensar que quizá, podrías pensar un poco… Yo… ya no puedo más… Paula: No… Leo: Esto… - tragó saliva para evitar derrumbarse - Acaba aquí. Tras mirarla largamente. Despacio, se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. ----Escuchaba sus pasos delante suya por el corredor, ahogados en la fina moqueta. Dobló una esquina a la carrera y disparó al verle. La bala se estrelló contra la pared y Lucas maldijo por lo bajo. De repente, escuchó más disparos y aumentó la velocidad tanto como le permitieron sus piernas. Llegó a una especie de sala circular gigante, abarrotada de vestidos y carritos de maquillaje. Pepa: ¡¡¡LUCAS, AL SUELO!!! Fue más del susto que se llevó al escuchar a Pepa que de reflejo. Sintió la bala a escasos centímetros de su cuerpo cuando se tiró de bruces contra el suelo, y aprovechando la inercia, meterse bajo un carro de vestidos y parapetarse con otros de maquillaje… Tras uno de los pasillos que desembocaban de esa sala, escudándose con la pared ya agujereada, Pepa vigilaba los movimientos del alemán, que agazapado como Lucas, aguantaba la respiración… Los tres sentían cómo su aliento seducía a la tensión… Cerró los ojos y suspiró, tratando de calmarse. Giró sobre sí misma y fulminó a tiros el lugar en el que se encontraba el alemán… Las balas de la morena impactaron contra la pared desnuda, el hombre ya no estaba allí... Y Lucas, más rápido que él, disparó acertándole en un hombro al verlo levantarse e iniciar la carrera de nuevo perdiéndose por los pasajes… ----Paula: ¡NO! – dando zancadas para interceptarla antes de que abriese la puerta.
Cogió su rostro entre sus manos y clavó en ella su mirada castaña. Paula: A mí no me vas a hacer lo de Pepa… A mí no me vas a dejar según tus conveniencias… Leo: ¿¡Conveniencias!? – intentado soltarse de sus manos, pero la sevillana la sujetaba firmemente. Paula: ¡Sí! ¡Porque son excusas!… ¡Porque podemos pasar esto juntas sin tener que hacernos las víctimas o echarnos cosas en cara! – acercaba cada vez más su rostro al de Leo – Mírame a los ojos y dime que no me quieres, porque entonces, sí que nada de esto servirá… Leo: No puedo. Paula: ¿Por qué? Leo: Porque aunque te quiera, eso no es suficiente. Apoyó su frente con la de la inspectora, sin soltarla todavía. Paula: Y si te vas menos todavía… - secando sus lágrimas con caricias – Leo… Leo: ¿Qué? – con un hilo de voz. Paula: Te quiero… Leo: Y yo a ti, per… Paula: Y no voy a dejar que esto se haga más fuerte – cortándola, decidida – Te quiero, te quiero, te quiero, ¡TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIE…! Leo la besó con urgencia posando sus manos sobre las de ella y aferrándolas con fuerza. La necesidad fue abriéndose paso al tiempo que se devoraban y forcejeaban por desvestirse mutuamente… ----Paró en seco y se pegó brutalmente contra la pared. Sus jadeos cansados se veían corroborados por los de Lucas varios cruces por delante. Pepa: Lucas, ve tú, ahora te pillo – volviendo a correr, pero esta vez en sentido contrario. Lucas en off: (¿Dónde coño va esta mujer ahora?) No tuvo mucho más tiempo para pensar porque el alemán le iba sacando más ventaja dejando un reguero de sangre a su paso… ----Rocío: ¿Qué está pasando? – a las furgonetas. Curtis: Pepa y Lucas siguen al alemán, tu hermano va detrás del otro.
Rocío: ¿Y Leo y Paula? Curtis: No lo sé… Rocío en off: (No habrán sido capaces… Jajajjjaj… Mira que está mal reírme en una situación así, pero es que la cosa tiene coña… Que con Paula no puede nadie, jajajjj…) Curtis: Rocío, ¡Rocío! Rocío: ¿Qué, qué? Curtis: Que tengas cuidado. Rocío: Oído cocina, melenas – guiñándole un ojo a la cámara más cercana. ---El caos se expandió por el salón del baile cuando se escucharon disparos cerca. Silvia se puso rígida al segundo entre los brazos de Montoya. Gonzalo: Cálmate, por favor, tenemos que mantener… - otro disparo resonó y la pelirroja se separó de él. Pudo ver con claridad la inmensa angustia que estaba sintiendo en sus ojos oscuros. La gente, asustada, gritaba y corría en todas las direcciones. Sara: ¡Salid de ahí! – a través de los micros. Sin pensarlo dos veces, Montoya cogió su mano y tiró de ella para ocultarse tras el telón. Echó un último vistazo a la barra para ver que Sophie y Rocío ya se habían ido… Si no se equivocaba, tras el escenario había una puerta que se comunicaba directamente con la sala de los camerinos: una sala circular repleta de trajes… ----El colombiano se parapetó tras la baranda y disparó. Álvaro en off: (Tu puta madre…) – devolviendo el disparo y abalanzándose sobre él. El sudamericano le propinó un puñetazo y salió corriendo al tiempo que se giraba y apretaba en gatillo apuntando a un Álvaro tendido todavía en el suelo… La bala creó un boquete en las finas losas e iniciaron de nuevo la persecución a través de las inmensas y enmarañadas escaleras… ----Aitor dobló una esquina y se encontró de cara con uno de los compinches del colombiano. Se metió con suma rapidez en uno de los huecos de las paredes.
Levantó el arma y disparó al techo… Una lluvia infinita de cristales hechos añicos cayó sobre el pasillo envuelto en un inmenso estruendo… Aitor en off: (¡AHORA!) Salió de su escondite a la vez que el tipo… El destrozo causado se interponía entre ellos… Las chispas provocadas por el estallido de las bombillas bailoteaban en el suelo cuando, sin dudar… Ambos dispararon… ----Paula la empujó bruscamente contra la pared. Su mirada denotaba un deseo incontenible, vestido del mayor salvajismo. La de Leo no se quedaba corta y le devolvió el empujón arrastrándola mediante mordiscos hacia una pila de cajas que cayó estrepitosamente al suelo. La sevillana respiraba entrecortadamente mientras seguía mirándola con la misma lascivia. La inspectora se lanzó hacia su boca, cuando Paula apartó la cabeza ligeramente, mientras la observaba divertida. Ni ella misma era capaz de aguantar así, pero verla de aquella manera le encantaba. Leo siguió en su intento y Paula repitió el gesto… hasta que la miró interrogante, mientras empezaba a respirar con la misma dificultad que ella, la cual no aguantó más y la volvió a empujar contra la pared, mordiendo su cuello, subiendo por la barbilla hacia su boca. Forcejeaban arremetiendo contra todo lo que encontraban a su paso, incluidas ellas mismas, cuya lucha por desnudarse llegaba a su fin entre tirones, besos y lametones. Paula bajó por su cuello, recreándose con la lengua, hasta el hombro izquierdo y luego unió canalillo y vientre. Leo posó sus manos en su mandíbula, presionando para que se incorporara. La miró con una falsa y aparente ternura para cambiar el gesto rápidamente mientras, por sorpresa para la otra, tomaba el control. La ropa había desaparecido y formaba un camino de deseo sobre el frío suelo del almacén. Las manos ávidas fueron dando paso a gemidos cada vez más pronunciados… Y ninguna de las dos podía tenerse ya en pie. El sonido sordo de sus cuerpos contra las baldosas acompañó al de su lujuria desatada y desenfreno apasionado. Leo inició una expedición descendiendo por los pechos y el vientre de la sevillana regando en saliva su piel tersa y bronceada. Notó las rápidas manos de Paula recorriendo su cuerpo. Pidiendo más. Buscando entrar en él, hasta hacerlo, produciendo un gemido que la otra ahogó mordiendo su labio inferior. El tiempo se ralentizaba al compás de sus movimientos de caderas y las caricias certeras se dedicaban a hacer incursiones en sus cuerpos.
Habían perdido cualquier referencia con la realidad…Cualquier resquicio de racionalidad… Cualquier atisbo de intención por pensar… ----Silvia: ¡Sangre! – aferrándose al brazo de Montoya. Acababan de salir a la sala circular: sumida en un caos de vestidos y ropa rasgados y destrozados, disparos en las paredes y en el suelo… una línea se sangre se alejaba… Gonzalo: Tranquila, puede ser de cualquiera… Silvia: ¡Exactamente! ¡De cualquiera! ¡De Pepa, de Sara, de Lucas, de Rocío, de Leo, de Paula, de…! Gonzalo: ¡Ya! – cogiendo su cara para que dejase de hablar y le mirase fijamente. Unos pasos apresurados por la carrera les hicieron mirar al pasillo que tenían enfrente… Su respiración se cortó y su corazón de olvidó de latir… Paró en seco y se quedó mirándolos sin articular palabra… Sus miradas se cruzaron y ambas se gritaron lo mismo con la boca cerrada… Pánico… Los disparos resonaron a sus espaldas… Pero Pepa sólo podía mirarla con la cara desencajada… Pepa: ¡SALID DE AQUÍ, YA! ----El colombiano giró bruscamente para meterse por un pasillo central… No esperó encontrarse con su compinche desangrándose en el suelo y a Aitor apuntándole… Álvaro llegó justo detrás, cerrándole la salida… Si parar ni un segundo, arremetió a balazos contra el techo… Las enormes lámparas, las cristaleras, todo… cayó al suelo… Álvaro corrió detrás, intentando esquivar lo máximo posible, pero sintiendo a su paso cómo los cristales rasgaban su piel e iban dibujando en el suelo un fino hilo de sangre…Aitor y él iban tras el tipo… ----Apoyó su frente con la de la sevillana y suspiró con una leve sonrisa. Leo: Eres de lo que no hay…
Paula: Lo sé – sonriendo con chulería – Y te encanta – besándola. El sonido de un disparo les hizo dar un respingo. Ambas se miraron confundidas y Leo se incorporó en menos de dos segundos. Alargó su mano para alcanzar el micrófono, que descansaba en el suelo junto a la masa amorfa que había formado la ropa. Leo: ¿Qué está pasando? – mirando preocupada a Paula, que se había sentado en el suelo y le devolvía una expresión interrogante. Rocío: Persecución en el backstage con el alemán herido, persecución en el Palacio con un narcotraficante muerto… Leo: ¿¡Qué!? Rocío: Sosiega, Leo, por favor… Pero ya no escuchaba, inspiró profundamente y empezó a vestirte sin apartar la vista de Paula, que imaginándose la situación, ya había comenzado a hacerlo. Paula: Leo… - acercándose a ella. Leo: Ahora no. Se dio de nuevo la vuelta decidida a salir de allí… Pero se paró antes de abrir la puerta, y volvió a girarse. Leo: Ten – tendiéndole las cartucheras de sus mágnums. Las había guardado durante todo el operativo. Las cogió con pesadumbre, sin saber muy bien qué decir. La inspectora lo hizo por ella. Leo: Prométeme que vas a tener cuidado… Por favor… Como respuesta, llegó junto a ella y posó un suave beso en sus labios antes de salir desenfundando las mágnums. ----Pasó un par de cruces más…Sus piernas se quejaban y sus pulmones no daban abasto… Pero no les hacía caso. En la mente de la morena tan sólo se formaba una imagen: Silvia, parada en medio de la sala con el miedo brillando en sus ojos azabache y su mueca rota… Apretó más la carrera para tratar de llegar a su objetivo… Pepa en off: (No, no, no, no… ¡JODER! ¿Qué hace ahí? Si le pasa algo yo… ¡No! ¡Pepa, concentración! Gonzalo cuida de ella, Gonzalo cuida de ella, Gonzalo cuida de ella…) El piloto automático le hizo internarse en un pasaje lateral de una zancada…
E instintivamente, arremeter contra el cuerpo que apareció a su lado. El choque de ambas contra la pared fue brutal, para cuando la reconoció, ya encañonaba su frente y la miraba sin terminar de concentrarse en lo que estaba. Leo la empujó para que se apartara y poder toser con fuerza. Leo: Joder, Pepa… Un día te vas a destrozar como sigas estampándote con toda la gente… ¿No miras por donde vas o qué? ¿Estás bien? – al ver que miraba a su alrededor sin enfocar la vista ¡Pepa! Pepa: Sí, lo siento, Leo, perdona… Pero… Leo: ¿Pero? Pepa: ¡VEN! – una vez supo dónde estaban y sabía por donde debían ir. Su objetivo era ir en sentido contrario y propiciar un encontronazo entre ellas y el alemán. -----------Abrió de un tirón la puerta y salió al bar. La gente que se escondía allí la miró con el pánico pintado en sus ojos. No hizo caso a preguntas o a sus voces. Salió de allí corriendo lo más rápido posible… Llegó a las escalinatas y las subió de dos en dos: primera planta. Imprimió mayor velocidad y alcanzó la segunda escalera central: segunda planta. Entonces los vio: el colombiano desapareció por un pasillo, Álvaro y Aitor detrás. La sevillana sonrió y se apresuró a ir en dirección contraria. ----Barend chocó contra la puerta que marcaba el final de su recorrido, la abrió a duras penas, sin darle tiempo a cerrarla… Un fallo que hizo que Lucas se abalanzase sobre él y ambos cayeran de bruces contra el suelo de la calle… Quiso levantarse y quitarse a golpes al subinspector de encima… Cuando el seguro de una mágnum se disparó y sintió el cañón de una pistola en su sien. Pepa: El alemán pa’l circo. Lucas le encañonaba, todavía tendido sobre su espalda, y a duras penas se las ingenió para esposarle. Pepa apuntaba su cabeza de pie al lado, al igual que Leo. --------No la vio…Apareció de la nada. Cuando llegó al principio de las escalinatas que le llevarían a la tercera planta, sentada en un escalón y apuntándole, Paula sonreía.
Paula: Un paso y vuelas – musitó. Se quedó helado, sus perseguidores ya le estaban alcanzando… Ahora o nunca. Hizo un ademán de darse la vuelta y una bala se estrelló contra la estatua que estaba a dos centímetros de él. Paula: Eso podría haber sido tu cabeza, capullo – levantándose y posando las dos mágnums en su cara. Los dos policías llegaron a la carrera y le esposaron mientras Paula seguía encañonándole. Álvaro: Me repatea que siempre aparezcas al final y lo consigas como si fuese la cosa más fácil del mundo – en su oído mientras bajaban con el tipo esposado. Paula: ¿Qué quieres? Soy mujer, tengo cerebro – sacándole la lengua. ----La nieve caía lenta y pesadamente sobre la ciudad, como el suspiro de algún dios melancólico. Las luces de las sirenas de la policía y las ambulancias se arremolinaban en la entrada. Evacuaban a los heridos y los invitados ilesos se iban a sus respectivas viviendas. La buscaba con la mirada, Silvia y Montoya no habían salido todavía del Palacio. La angustia le impedía respirar… Veía a Leo y a Paula sentadas en la parte trasera de una de las furgonetas, se limitaban a mirarse con complicidad, cogidas de la mano. Leo apoyó la cabeza sobre el hombro de la sevillana y cerró los ojos. Sophie aguardaba a que terminasen de curar los cortes de Álvaro, quien se negó en rotundo a ir a un hospital. Lucas y Sara se besaban apasionadamente apoyándose en la pared del edificio. Aitor se abrazaba a Curtis y a Kike sin dejar de llorar, al igual que Nicòla, que iba dando saltitos de alegría alrededor del grupo… Pero había alguien que se encontraba en su misma situación. La rubia la miró con la misma incertidumbre: la gente salía del Palacio… pero ellos no… Las lágrimas se agolparon en sus ojos cuando al fin la vio. Con la cabeza agachada, la chaqueta del traje de Montoya sobre sus hombros y expresión agotada. Lloraba al igual que ella… De repente, levantó la vista y su mirada se encontró con la de Pepa. Se quedaron paradas… Dejando que la nieve grabase en su piel el momento en el que todo dejó de importarle… Porque estaban bien… Pepa estaba bien…
Corrió llorando lo que le quedaba de distancia y la abrazó con fuerza enlazando sus brazos en su cuello. Pepa hizo lo propio en su cintura, apretando lo máximo posible el cuerpo de la pelirroja contra el suyo. Tras un largo rato, fueron separándose. Silvia alzó las manos para secar con suma delicadeza las lágrimas de la morena, al tiempo que ésta sonreía. Tras besarla suavemente, se acurrucó entre sus brazos y escondió la cabeza bajo su barbilla, apoyándola en su pecho e inspirando profundamente para empaparse de su olor. Pepa inclinó su cabeza y besó con infinita dulzura su pelo. La apretó más contra ella y suspiró. Despacio… muy despacio… La nieve caía… Fina, frágil… Se teñía de escarlata al tomar contacto con el suelo… Los copos gruesos tejían en el frío nocturno un manto sobre París. Las lágrimas que habían resbalado por sus rostros dejaban sus surcos para los soplos de la brisa helada… Con la misma tranquilidad que los segundos se deslizaban, el miedo y la ansiedad se alejaban a otros corazones más inseguros e inciertos. Lentamente… La plata se solidificaba en la palidez de las baldosas mojadas… Al mismo tiempo que las pisadas ensangrentadas dejaban huella a las salidas de la Ópera… La policía francesa tomaba notas de los hechos y fotografiaba bajo el influjo incesante de las estruendosas sirenas. Las máscaras rotas era lo único que quedaba en un salón de baile ya olvidado… Los vestidos rasgados pruebas de un delito no cometido… Vacío… Cerró los ojos y dejó que la nieve quemase su piel con su fulgor cristalino… El frío al menos aliviaba el aluvión de pensamientos que se cernían sobre su abatida conciencia… Ya había terminado. El sollozo de Silvia entre sus brazos se fue debilitando. Y la morena dejó que el ritmo de su corazón se nutriera del sosiego de haber acabado. La noche lloraba con tanta belleza como dolor… Y la sangre… con cuidado… Fue escondiéndose bajo la porcelana de su llanto… Lentamente… ----Cap. 23
As the World falls down… La tensión y el miedo inicial fueron desapareciendo para ir dejando paso a las bromas y risas. Se negaron a cambiarse, por lo que se dirigieron todos a la comisaría. En ambos furgones, se comentaba el operativo desde diversos puntos de vista…. Gonzalo: Por eso nos metimos dentro, no sabíamos dónde estabais, y en el Palacio había un tiroteo, un caos, vamos. Pepa: Pero para eso están los micrófonos… - mirando de soslayo a Leo. Leo: Y los avisos, también, ¿no? – devolviéndole la pelota. Rocío: ¿Y vosotras donde decís que os habíais metido? – mirándolas alternativamente con malicia. Paula: Eeeeehhh… Arreglando cajas en el almacén – estallando en una carcajada. Pepa: No… - mirando con la boca abierta a Leo. Nicòla: ¡OH! ¡POR-FA-VOR! – escandalizándose - ¡Qué poco profesional! Leona, mi amor, ¿qué te ha hecho? – haciendo pucheros. Paula: Oishh, hijo, mucho polvo mágico, mucho Peter Pan, pero a la hora de la verdad, ni fogosidad ni náh de náh – negando con la cabeza. Rocío: Cállate que lo estás arreglando – dándole un codazo mientras reía. Silvia y Gonzalo se dirigían miradas de incomprensión, pues ellos no se habían enterado del asunto. Por otra parte, Pepa y Leo se miraban, una con la boca abierta todavía, y la otra, sonriendo débilmente, divertida. Rocío: ¿Y ahora volvemos a la comisaría? Gonzalo: Podéis ir a casa, sólo nos necesitan a Leo y a mí. Pepa: No, no, no… Ya que estamos lo dejamos tóh aclarao. Paula: Pues sí. Montoya suspiró de resignación y miró a Silvia brindándole apoyo moral, quien se limitó a encogerse de hombros y sonreír. ----Aitor: Y cuando estábamos ahí que lo pillábamos, llega la otra y tan pancha, se sienta en las escaleras… Álvaro: Es Paula… ¿Qué esperabas? – riendo. Sophie: Pero es que tela… - negando con la cabeza.
Curtis: Sí, sí, pero os ha molao, ¿eh? Kike: ¿Qué molar ni qué leches? Que eres un puto salido, Curtis. Curtis: Me refería al operativo, zanahorio. Kike: Ya… Aitor: Ha estado cojonudo… Sara: Menos para algunos – mirando divertida a Lucas, que resoplaba, todavía cansado. Lucas: No me jodas, cómo corría el cabrón. Sara: Sí, que si no llega a ser por Pepa no lo pillas. Aitor: Otra que va a su bola. Sara: Pues son más eficaces que algunos – dejándolo caer. Aitor: Esto no vale, no me jodas, que os aliáis entre vosotras y cualquiera se mete en medio… ----Llegaron a comisaría y dispusieron los interrogatorios. El disparo de Lucas tan sólo le había hecho una leve brecha en el hombro, con lo que Barend sería el primero. El interrogatorio del colombiano lo harían tras finalizar aquel. Tras el cristal: Pepa, Silvia, Sara, Lucas, Leo, Paula, Rocío, Montoya, Aitor, Kike, Álvaro, Curtis, Sophie y Nicòla. El alemán irritaba al agente que, en vano, trataba calmarse al recibir como única respuesta a todas sus preguntas un escueto: No entender… Pepa: ¡Por favor! – dándole un manotazo a la pared, impaciente. Leo: Espérate. Pepa: Pero es que podemos estar aquí hasta mañana, no va a conseguir nada… Justo en ese momento, el policía entró a la sala que daba a la parte tras el cristal. Agente: Se niega en rotundo… Dice que no entiende nada, ni francés, ni inglés, ni español… - en un castellano marcado por un fuerte acento francés. Pepa: ¿Ya? – fulminando a Leo con la mirada, como si ella tuviese razón. Leo: Lucas, ¿entras con ella? Lucas: Sí, pero…
Pepa: ¡Por fin! – resoplando – Ya era hora… - abriendo decidida la puerta de la sala y plantándose frente a Barend. Gonzalo: ¿Qué…? ¿Qué hace Pepa…? Leo los miró extrañada, pero la voz de Pepa al otro lado del cristal terminó por aclarar sus dudas. Pepa: Zu mir verstehen Sie mich? [¿A mí me entiendes?] – mirándole desafiante, orgullosa y altiva. Los que estaban allí se quedaron sin habla. Paula: ¿Nunca os ha hablado en alemán? – mirándolos alternativamente – ¡Es cachondísimo! – riendo. -----Eran las doce pasadas y no habían conseguido nada todavía. Las preguntas directas, bruscas y seguras no hacían más que llevarles por un círculo de respuestas incoherentes. Una Pepa exasperada y un Lucas agotado decidieron dejar el interrogatorio en manos de la policía francesa. El alemán repetía una y otra vez una frase como respuesta a toda pregunta: Nicht bin ich allein… [No estoy solo…] Salieron de la sala tal y como habían entrado, sin nada. El del colombiano fue por el mismo camino, evasivas y medias tintas conformaron un interrogatorio en el que nada quedó aclarado y las cuestiones seguían sin resolverse. Puesto que su trabajo en aquella ciudad había terminado, a la mañana siguiente se pasarían por la comisaría para zanjar cualquier cabo con el operativo y al mediodía, cogerían el vuelo que les llevaría de vuelta a Madrid. ----Llegaron a la puerta del piso. Y Pepa fue a hacer un ademán de abrir que Silvia detuvo tirando de su mano hacia las escaleras. No preguntó, se limitó a que aquella preciosa pelirroja le condujese… Abrió la puerta de la azotea con dificultad, pues la nieve se había amontonado en el suelo formando una gruesa capa de más de dos palmos de altura. El manto virgen de nieve desprendía destellos de miles de diamantes bajo la suave luz de la luna. Se internó en ella sin dejar de tirar de su mano, dejando a su paso la huella del vestido arrastrando la nieve. Silvia: Esta noche… - parándose – Sólo quería bailar contigo – sonriendo.
Pepa llegó a su altura devolviéndole la sonrisa. Se pegó a la pelirroja y enlazó su cintura con sus brazos. Sintió cómo ésta temblaba y se apartó un poco para quitarse la chaqueta y colocársela sobre los hombros, quedándose ella en manga corta. Silvia: ¿Estás loca? Pepa, q… Pepa: Shhh… - posando su dedo índice sobre sus labios – Vamos a hacer una cosa. Silvia: ¿Qué? – enarcando una ceja. Pepa: Cierra los ojos – cuando lo hizo se inclinó sobre ella – Imagina que estamos en el salón del baile… - susurrando en su oído. Sonrió al sentir el estremecimiento que recorrió el cuerpo de Silvia – Y que está lleno de gente… Y tú y yo no nos conocemos… La voz de la morena le describía un escenario que, poco a poco, fue formándose en sus mentes… Y por unos minutos, se creyeron allí de verdad… La música se perdía flotando entre los invitados, se rozaba con los increíbles vestidos y las notas estallaban como pompas de jabón al chocar contra las máscaras picudas… Atestado de gente, las risas fingidas y exageradas rasgaban la delicada belleza de un suspiro. Los rostros se desdibujaban y el maquillaje resultaba borroso y desenfocado… Eran sombras, eran espectros…Menos ellas. Avanzaban entre la gente sin saber dónde ir, por separado y perdidas… Con un mismo objetivo… Encontrarse. Se buscaban sin conocer el motivo que las impulsaba a hacerlo… Pues en un baile de máscaras nadie es quien es y todos mienten. Y conscientes de ello, zigzagueaban entre las muecas burlonas y expresiones grotescas siguiendo la quimera de una acorazonada. Apoyadas en la certeza de una seguridad caótica que las urgía a mirarse… Y lo hicieron, desde lejos y de soslayo… Sabedoras ya, sin embargo, de lo que aquello provocaría y lo que harían… Sin decir nada pero pensando lo mismo… La seductora confianza y la sonrisa enigmática de un desconocido… Pasos con un mismo fin, un mismo punto de inflexión, comienzo y final… Del alocado encanto de inventar atrevimientos y provocaciones. Se esquivaban recorriendo el límite de un mismo círculo. Escondiéndose en el escudo que suponía el no conocerse, y aún así, sentirse a solas… Y cómplices de algo que todavía no había pasado. Saboreando concienzudamente el momento en el que el tacto de su pelo acariciase su piel…
Y su sonrisa vistiese su plomizo vacío… Parecía que, finalmente, la mentira se desvanecía al compás del tiempo parado, roto y derrotado. Sonriendo con la malicia de quien sabe qué hace pero todavía, no descifra el por qué. Y se miraban a lo lejos, e interrogantes, se preguntaban quiénes eran en realidad. A sabiendas de conocer la respuesta, y con ello, la verdad de algo vorágine y efímero… Y paso a paso, sin querer queriendo, y pretendiéndolo… Se acercaban… Imantadas por esa evidencia irrevocable… Conductoras de sensaciones y atracciones de sentimientos. Las ligaduras invisibles del laberinto color oro pálido y el rojo ardiente de sus labios… Ya no quedaban más vueltas que dar… Pepa: Sil… Silvia… Su voz entrecortada rompió el hechizo en el que ambas se habían dejado llevar. Silvia: ¿Uhm? – apartando la cabeza, pues a esas alturas estaban abrazadas y apretadas lo máximo posible para ocupar el mínimo espacio. Pepa: No… no siento las manos – sonriendo. Se separó de la morena y buscó sus manos, que se habían enredado en su espalda. Las cogió entre las suyas, estaban amoratadas, y su piel erizada a causa del frío. Silvia: Dios, Pepa… - mirándola preocupada – Anda, vámonos… - deshaciendo sus propios pasos sobre la nieve. Pepa: No, espera… Silvia: Dentro: calor – alzando ambas cejas mientras la miraba con picardía – Fuera: frío… Tú decides. Pepa: Depende de donde venga el calor. Silvia: Pues nada – saliendo de la azotea. Pepa: ¡Eh! – dando zancadas para pillarla. ----No se molestaron en bajar la persiana o encender la luz de la habitación. La iluminación procedente de la calle era suficiente. Lo primero que hizo fue deshacerse de los tacones mientras Pepa iba directa al radiador para presionar sus manos con fuerza contra la fuente de calor al tiempo que resoplaba. Sonrió y se acercó a ella, la imitó posando con delicadeza sus manos junto a las de la morena.
Levantó la cabeza y la vio perdiendo la mirada tras el ruido de los coches. Las diferentes tonalidades de las luces incidían en su cabello rojizo tiñéndolo de matices granates, amarillentos, anaranjados y grisáceos. Se mordió el labio inferior, y lentamente, un dedo travieso quiso probar el tacto de su piel clara. Comenzó el recorrido en su mano, ascendiendo por su brazo hasta llegar el vestido… La calidez de la caricia junto al frío que la piel de la morena había almacenado hizo que su cuerpo se estremeciese y se erizase en menos de un segundo. Sintió el dedo de Pepa ascendiendo esta vez por la tela del vestido, un inútil intento por imitar su suave piel… Llegó al cuello, y sin detenerse, continuó internándose en los bucles indómitos de su pelo. Se incorporó para que la posición le permitiera ayudarse con la otra mano. Silvia se giró para mirarla a la cara y facilitarle la tarea. Con la misma lentitud y delicadeza, comenzó a liberar su melena de las horquillas que la reprimían… Los rizos perfectos fueron cayendo en cascada sobre sus hombros y espalda, con tanta belleza como pasión, tejiendo ante su mirada el camino de una perdición rojiza. Sonrió al terminar y hundir por completo ambas manos en él. Silvia se puso de puntillas y la besó con ternura, a la vez que sus manos posadas en la cadera de la morena, trepaban por su espalda despertando la necesidad bajo la camiseta…Y ese beso dulce fue aumentando el baile frenético de sus lenguas y sus respiraciones… Hasta que desató la locura en ambas abandonándose a la más pura irracionalidad…Le arrancó el vestido y prácticamente se arrastraron a la cama despojándose de cualquier impedimento… Se escribieron melodías imposibles de interpretar con la tinta de sus lenguas… Los dientes probaron el deseo y el descontrol se instauró en el oxígeno… Contó los puntos de lujuria que surgían en su piel después de adivinarlos debajo de su camiseta… Los accionó con los latidos ávidos de su corazón y bebió de su ser como nunca antes lo había hecho… Las alumbró la luna envidiando la superación de su locura… Comieron de sus bocas, de su necesidad, tratando colmar lo insaciable y recayendo una y otra vez en lo cadencioso de esa urgencia… Se hablaron las manos, con el susurro inaudible de su tacto… Conocieron los horizontes de sus caderas, conquistando cada punto de la geografía delimitada por sus siluetas…Se enredó en su pelo, librando en su cabello la euforia de sus dedos… Se lanzaron y se dejaron caer, sin cesar, una y otra vez… Sintieron el vaivén de las olas de su mar embravecido… Consiguieron darle forma al éxtasis… Y alcanzarlo justo al fondo de sus pupilas… Cuando cerraron los ojos… Entreabrieron los labios… Y los encontraron taponados por el placer esquizofrénico de buscar por todas partes…Buscarse... Saboreando cada segundo y memorizarlo en cada milímetro de ellas… Atreviéndose al placer absoluto de saberse únicamente suyas…
Robándose mutuamente las costuras de su cordura e hilando con ellas el perfume secreto de te quieros al oído… Se atacaron desde dentro a base de caricias irrumpiendo en sus cuerpos…Seduciéndose… Haciéndose en y desde ellas…Sirviéndose de sus latidos para vivir y pidiendo más con la voz callada y en grito… Buscándose… ----Se calmaron mutuamente con besos dulces y tranquilos tras horas de desenfreno sobre la aparente tranquilidad nocturna. Silvia cubría el cuerpo de la morena con el suyo, dejando que su melena cayese a un lado de su rostro y acariciándolo son infinita ternura. De repente, se separó bruscamente de Pepa y se levantó de la cama. Pepa: ¿Silvia? – apoyando los codos sobre la cama para incorporarse. Silvia: Shhh… Espera… - haciéndole un gesto con la mano - ¿Dónde la he dejado…? – buscando algo en la habitación. Pepa: ¿Dejado el qué…? Silvia: Calla, impaciente – girándose con una sonrisa. Se agachó, y Pepa tan solo pudo escuchar el sonido de algo desprendiéndose, como si hubiese arrancado algo. Frunció el ceño y observó cómo la silueta de la pelirroja recortada en la ventana volvía a la cama. Pepa: ¿Qué…? – Silvia la calló con un beso al tiempo que se sentaba a horcajadas sobre su cadera. Silvia: Cierra los ojos – empujándola suavemente para que se tumbara. Hizo lo que le pedía y aguardó. Su cuerpo bañado en sudor se estremeció al completo cuando sintió el leve contacto de algo sumamente suave, seguido por el tacto del dedo índice de la pelirroja, en el nacimiento de su cabello, descendiendo por su frente y el perfil de su nariz… Le había arrancado algunas plumas a la máscara, y con ellas, descendía por el rostro de Pepa analizando con una sonrisa su reacción... La luz pálida de la noche jugaba oscureciendo los pliegues de su semblante… Sus labios creaban una larga sombra que recorría su barbilla y cu cuello… Y con la pluma, siguió ese camino… Y sin poder resistirlo, se inclinó con delicadeza para posar un beso en ellos… Mientras que ahora descendía por su pecho, y su boca, tremendamente envidiosa de ello, tuvo que esperar mordiéndose el labio inferior… Estaba enloqueciendo a una velocidad desmesurada…
No acaba de adivinar qué era con lo que le estaba acariciando, fuese lo que fuese, volvía a perderse… No pudo evitarlo y su mano ascendió por el brazo con el que Silvia se apoyaba en el colchón… Entonces rozó algo que acabó por disipar sus dudas… Una pluma… Sonrió y cogió sus muñecas impidiéndole continuar. Giró sobre si misma arrastrando a la pelirroja con ella hasta situarse sobre ella. Y entonces sí, abrió los ojos y hundió sus pupilas en la mirada brillante que Silvia le dirigía. Le arrebató las plumas sin que se diese cuenta y la morena comenzó el mismo baile que ella había iniciado sobre su cuerpo en la piel nívea de la pelirroja… En el que seducía su sensatez llevándola al extremo de su encantador delirio de placer… ----Cap. 24 Plan B: ¿daños colaterales? Abrió lentamente los ojos con una sonrisa y se desperezó con cuidado de no despertar al hombre que dormía abrazado a ella. Posó un suave beso en sus labios y se levantó de la cama. Antes de salir se puso algo de ropa interior y una camisa de Lucas que le estaba enorme. Bajó las escaleras restregándose los ojos con un inmenso bostezo. En la cocina estaban Rocío y Montoya la mar de acaramelados. Sara: Buenos días… - con voz dormida y pasando dentro de la barra hasta llegar a la nevera. Rocío: Buenos días, enana – sonriendo. Gonzalo: Hola – con una sonrisa boba. Sara: ¿Y la gente? – sentándose en un taburete frente a ellos. Rocío: Curtis, Kike, Aitor y Nicòla se fueron de fiesta por ahí, llegaron hace unas horas… Sara: ¿Qué hora es? Rocío: La una. Sara: ¿¡Qué!? – abriendo los ojos como paltos. Rocío: Jajajajj… Sí, con que nos pasemos por comisaría antes de irnos al aeropuerto, sobra. Sara: Ah, entonces… - encogiéndose de hombros con una sonrisa - ¿Y los demás? Rocío: Paula y Leo se fueron a dormir fuera, igual que Álvaro, y tus tías seguirán en la habitación.
Sara: Pues yo os dejo, que visto el panorama, esto va para largo… - dirigiéndose de nuevo a las escaleras. Gonzalo: Pero tampoco tanto, Sara, dentro de media hora empezamos a movilizarnos y nos vamos para allá, ¿vale? Sara: Vale. ----A los treinta minutos, salía de su habitación, con el pelo mojado y seguida de Lucas. Mientras él bajaba a desayunar algo, ella se asomó a la barandilla buscando a la rubia. Sara: Rocío… Rocío: Dime – dirigiéndose al centro del comedor para que pudiese verla desde arriba. Sara: ¿Sabes dónde están mis cosas de aseo? Es que ayer entre unas cosas y otras no sé dónde las dejé… Rocío: En mi habitación no está, mira en la de tus tías… Te dejaste la bolsa allí cuando estuvimos con Silvia… - pensativa. Sara: Gracias – dirigiéndose a la puerta, pero se detuvo a medio camino y volvió a asomarse - ¿Y si están durmiendo? Rocío: O no… - guiñándole un ojo. Montoya y Lucas, que la escucharon desde el sofá, apartaron la vista al tiempo que se ponían rojos – Trae, que te acompaño – al ver que no se decidía. Tocó con delicadeza en la puerta… Sin obtener respuesta. Rocío: Entra… - empujándola suavemente por los hombros. Sara: Sí, claro, y si me enc… Rocío: ¿Qué podrías encontrarte que pudiera escandalizarte, Sarita? – negando con la cabeza – Por Dios, con qué timidez me sale la niña a estas alturas de la vida… Anda, pasa – abriendo la puerta – Entras, la coges y sales, no es tan difícil… ¿Te hago un croquis? Sara: No hace falta – sacándole la lengua y pasando dentro sigilosamente. La estancia estaba iluminada prácticamente en su totalidad. La persiana medio bajada dejaba que la luz del Sol pintase la habitación en tonos cálidos, al igual que las marcas de las rendijas trepaban por el suelo hasta la cama, y de ahí, a los cuerpos desnudos de dos mujeres que dormían abrazadas. La sábana apenas las tapaba, arrugada, trataba en vano cubrir una noche de pasión desmedida. Observó la expresión de Silvia, que estaba de cara a ella. Tuvo que reconocer que nunca la había visto dormir con aquella tranquilidad, con esa bella serenidad dibujada en su semblante. Levantó una ceja al ver plumas verdáceas, pardo oscuro y de color plata y oro sobre el suelo y la cama.
Rocío: ¿Ves cómo al final sí necesitabas un croquis? – susurrando en su oído. Sara dio un respingo y se apresuró a ir al baño a recoger sus cosas. Al salir, Rocío la esperaba con la mano en el picaporte para cerrar. Echó un último vistazo a sus tías y sonrió. Sara: Oye, ¿y las plumas? – riendo mientras bajaban. Rocío: Habrán decidido dejarse ver en su totalidad – encogiéndose de hombros – Yo qué sé – contagiándose de su risa. Cuando llegaron abajo, Álvaro acababa de llegar, y un Aitor resacoso trataba atinar a meterse una aspirina en la boca… Álvaro: ¿Soy el último? – con voz ronca. Rocío: Faltan las pipiolas – sentándose junto a Montoya en el sofá. Álvaro: ¿Cuándo nos vamos? Rocío: Tienes para ducharte y arreglarte – mirando el reloj. Álvaro: Vale… - subiendo las escaleras de dos en dos. Gonzalo: ¿Y Leo y Paula? Rocío se limitó a encogerse de hombros y sonreírle. ----Estaba embriagada de su olor. Con cada bocanada de aire que entraba en los pulmones de la morena, se sumergía en su fragancia y aquella sensación de euforia volvía a recorrer cada recoveco de su existencia. La abrazaba por la espalda a la altura de la cintura. Su cabeza se situaba a escasos milímetros del hombro de Silvia, durmiendo sobre su hermosa melena rojiza y dejándose envolver por su presencia. Todavía sentía aquel cosquilleo ascendiendo por sus piernas, y sus labios saboreando su piel… Sin poder, ni querer, evitarlo, rozó con su boca su espalda y posó un beso dulce en ella. Sentía sus brazos rodeándola…Su respiración en su hombro…Su cuerpo desnudo pegado al suyo. Reprimió un estremecimiento antes de sonreír… Y dejar que los recuerdos de la noche le dieran los buenos días y Pepa invadiese por completo su mente. Entrelazaba sus dedos con los de la morena y se abrazaba a sí misma para continuar aquel lazo que habían formado acoplándose la una en la otra… Pepa: Buenos días, princesa. Silvia inspiró profundamente con una mueca feliz pintada en su rostro, y con pereza, abrió lentamente los ojos. Se revolvió para girarse entre sus brazos y quedar cara a cara. Silvia: Buenos días – besándola con ternura.
Pepa: Dios… - cerrando los ojos – Me quedaría aquí eternamente – sonriendo. Silvia: Ya somos dos… - en un suspiro. A pesar de las horas pasadas, y de lo poco que habían dormido… Las marcas de sus caricias seguían haciendo presión en sus cuerpos… La danza de la seda artificial sobre el sonido de sus palabras… El huracán proseguía, trepaba y nunca terminaba de asaltar cada célula que llevaba sus nombres… Y arrasaba con insinuaciones los recuerdos del tacto de una pluma… Y el ambiente cargado se condensa en sus sonrisas cómplices… Y sus respiraciones, al unísono, gritaron la locura hecha fina espuma en lo que dura un beso de buenos días… Y el brillo de sus ojos se cautivaban, perdían y aislaban… ---Sara: Ya era hora… - viéndolas bajar casi una hora después por las escaleras. Pepa: Ea, hija, tu tía, que no se queda satisfecha nunca – encogiéndose de hombros. Silvia enrojeció al instante y le propinó un manotazo en el hombro. Silvia: Será posible… - murmuró fulminándola con la mirada. Sara las miraba divertida, hasta que se acordó de lo que tenía que decirles antes de irse. Sara: Los demás, o están de camino, o ya están allí. Nosotros nos vamos ya – señalando a Lucas – Pepa, tienes que dejar la moto en el garaje de la comisaría, ¿vale? ¡Hasta luego! – cerrando la puerta tras ella. Pepa: ¿Ya? – con un hilo de voz. Silvia: No pretenderás llevarte semejante trasto a Madrid… Pepa: Pues, te gusta subirte, mona – sacándola la lengua y abriendo la puerta para irse. Como respuesta, la pelirroja le dio un cachete en el trasero y fue detrás. ----Salieron a la calle para dar de lleno con un día radiante. La nieve se deshacía sin remedio bajo la fuerza del astro rey, las nubes habían decido retirarse del campo de batalla, y una fría brisa invernal acariciaba sus rostros con suma delicadeza. El deshielo caía sobre las calles como una leve cortina de agua, con tanta fragilidad como sutilidad a la hora de chocar contra el suelo y volver a empezar desde los tejados de París.
Pisaron con cuidado las escaleras, pues durante la noche, la nieve se había convertido en hielo, y dar un paso en falso era equivalente a besar el suelo con ansia. Silvia: Despacio… - llegando al final y mirando victoriosa a una Pepa que seguía en su complicado descenso. Como si lo estuviera viendo, Pepa resbaló y cayó de culo hasta quedarse cuan larga era tirada de espaldas en las escaleras del portal. Pepa: Jajajajjj… Pelirroha, ayúdame, andaaaaa – sin poder parar de reír, pues intentaba levantarse y volvía a resbalarse quedándose donde estaba – O hago el gusanico… - moviendo la pelvis para dejarse caer escalón a escalón. Silvia: Jajajajjjaj… Mira que eres payasa, anda trae – subiendo un par de escalones y tendiéndole la mano. Sin embargo, la morena pesaba más de lo que pensaba y Silvia cayó por inercia sobre ella sin poder evitarlo. Paula: Pero mira que tenéis poca vergüenza, ¿eh? En medio de la calle, y aleeeeeee… Libre albedrío y fiesta p’al cuerpo, ¡toma ya! Silvia se apartó como pudo para dejarle la vista libre a Pepa, y de paso, ver ella también. La sevillana con los brazos en jarra las miraba desde el final de las escaleras con un falso gesto de reproche, a su lado, Leo las observaba divertida. Pepa: Pues podrías ayudar un poco, digo yo, ya que estás… Paula: Pues no me da la gana – comenzando a subir los escalones, y al llegar a su altura, sacarles la lengua y subir más chula que un ocho hasta llegar al final. Leo seguía en el mismo sitio, con una leve sonrisa. Pepa: Tú, ¿qué? Tampoco nos vas a ayudar… Leo: Hombre, si me lo pides así, no. Pepa: Estamos graciosillas esta mañana, vaya por Dios. Leo: Jajajj… - negando con la cabeza. Pepa sonrió al escucharla reír, hacía demasiado tiempo que no lo hacía – No puedo con las dos – a Paula. Paula: Tiene narices la cosa… - refunfuñando mientras llegaba donde ellas. Una vez consiguieron tenerse en pie sin sufrir bajas. Leo y Paula explicaron que iban a cambiarse y que después irían a la comisaría. Tras el incidente, avanzaron por la acera hasta el final de la calle, donde Pepa había aparcado la moto días antes. El resplandor dorado del día le arrancaba destellos cobrizos a su melena, con sabor a granate óxido y bermellón cristalino.
Al pasar su mano por la espalda de Silvia, dejó que se enredara en sus bucles y jugase con ellos a los galimatías confusos de una caricia sobre la ropa. Para tener como meta el apretarla contra su costado sujetándola por el hombro. La pelirroja se volvió y le robó un beso con una sonrisa inocente enganchándose a su cintura. Las huellas de las hojas, y pisadas perdidas, tejían con asombrosa facilidad un aluvión de incógnitas sobre las aceras. Los árboles se resentían por el peso de la nieve, y los rayos del sol atravesaban cada gota que se precipitaba convirtiéndola en una orgía de colores… Con el pero de morir antes de comenzar a sentir. Sus pasos, sincronizados y al mismo ritmo, desigual, del movimiento de sus caderas y piernas. Silvia soltó su cintura y deslizó su mano buscando la de Pepa, quien imitó el movimiento hasta enlazarse ambas a medio camino. Tras las gafas de sol, los anhelos del viento parecían más lejanos, casi, incluso, desaparecían tras las cortinas de devoción mutua e inestabilidad segura. Llegaron hasta la Suzuki, pronto se encasquetaron los cascos y la pelirroja se aferró a la cintura de Pepa como si la vida le fuese en ello. Serpenteaban el tráfico con ligereza y rapidez. Dejaban atrás lo que había sido para ellas su hogar durante los últimos meses. Sabían que al volver a Madrid echarían terriblemente de menos aquello, pero también, París podría estar y lo estaría, donde y siempre que quisieran. Los edificios se despedían pasando a gran velocidad a sus espaldas… Podría parecer triste, pero la certeza de grabar cada instante en ellas insuflaba esa felicidad que convertía el cristal por el que miraban de otro color, de otra tinta, risueña y satisfecha. ----Un taxi esperaba en la acera de enfrente de la comisaría parisina. De repente, sin venir a cuento, un hombre se metió en él y se sentó en asiento del copiloto portando un dossier.
Taxista: ¿Lo tienes? – su voz marcada por un áspero acento sudamericano. Hombre: Sí – mostrándole el documento. Tenía la misma procedencia de su compañero. Taxista: ¿Entonses?
El tipo rebuscó en la carpetilla hasta sacar varios folios grapados. Comenzó a pasarlos hasta que encontró lo que buscaba. Se lo tendió al otro, quien comenzó a leer en voz alta.
Taxista: Inspectora jefe Leo Almeida, Asturias, España. Comisaría de Sevilla… - observando la foto de Leo impresa en el documento – Esta no es, no estaba en el baile.
Hombre: Pues pasa a la siguiente, ahí están todos los polis españoles que partisiparon. Taxista: ¿Entonses? – repitió insistente. Hombre: Las órdenes fueron claras. El jefe sospechaba de vigilancia, y al final tuvo rasón. Si no había intercambio, debíamos tener un as bajo la manga, buey. Este – señalando el dossier – Es nuestro as. ----Pepa: Pelirrohaaaaaa… - irrumpiendo en el despacho. Silvia: Dime - levantando la vista de unas declaraciones con una sonrisa. Pepa: ¿Te queda mucho? Silvia: Revisar esto – señalando los documentos apilados en la mesa – Escucha, vete tú y ahora después voy yo. Pepa: No. Silvia: ¿Por qué? Pepa: ¿Cómo me voy a ir sola? No, señora, tú conmigo – cruzándose de brazos. Silvia: Jajaajajj… Pepa, en serio, tenemos las maletas sin hacer y nos vamos enseguida, yo vuelvo con Gonzalo, ¿vale? Pepa: Claro, me usas de borriquillo de carga, ¿eh? Silvia: Sí, exacto, de mula – sacándole la lengua. Pepa: Lo que hay que oír… - acercándose a ella con la intención de hacerle cosquillas. En ese momento entraron Sara y Rocío. Sara: Titas, que nosotras nos vamos para casa, yo todavía tengo las cosas sin recoger. Silvia: Vete con ellas – a Pepa. Pepa: Y dale, que no. Silvia: Pepa, por Dios, que lo tenemos todo sin recoger, por favor… - poniéndole ojitos. Pepa: Ojitos no… Vaaaaale… - cedió al fin entornando los ojos y fulminándola con la mirada. Silvia sonrió y la besó antes de volver a los informes, y mirar de reojo, cómo la morena se alejaba. ---Taxista: Inspectora forense Silvia Castro, Madrid, España. Comisaría de San Antonio… - leyendo en voz alta. Pasó la página y contempló la foto de una mujer pelirroja – Es esta, Nando.
Nando: ¿Seguro? El taxista sacó una foto de la cartera. Una instantánea tomada justo antes de entrar en la Ópera, una Silvia radiante se aferraba al brazo de un Montoya no menos elegante. Taxista: Seguro – afirmando con la cabeza. Nando: Coge la ficha, pues, Cristóbal. Cristóbal: Nos queda el tipo… Nando: ¿No es este? – señalándole la siguiente página. Cristóbal: Subinspector Lucas Fernández, Madrid, España. Comisaría de San Antonio… - le dio la vuelta a la hoja para ver la foto – Este, no… Espera… - leyendo la siguiente y girándola buscando la imagen – Gonzalo Montoya, lo tenemos. Nando: ¿Y a esas no? – haciendo aspavientos con la mano. Se había quedado mirando por la ventanilla, en aquellos instantes, Pepa, Sara y Rocío salían de la comisaría. Cristóbal: Subinspectora María José Miranda, agente Sara Miranda e inspectora forense Rosío Navarro – pasando imágenes y cortejándolas con ellas. Nando: Así cualquiera se hase polisía, buey – sonriendo. Cristóbal: Calla, imbésil… Y vete, que éstos estarán a punto de salir. Nando afirmó con la cabeza, y tal como entró al taxi, salió de él. No pasaron ni quince minutos cuando una mujer pelirroja, seguida de un hombre moreno y alto, salieron de la comisaría… Cristóbal en off: (Allá van…) – poniendo en marcha en motor del taxi. ---Gonzalo: Cogemos un taxi, sí, ¿no? – buscando uno por la calle. Silvia: Sí, porque si queremos llegar hoy… - riendo. Gonzalo: Ven, corre – tirando de su brazo para llegar a uno que se acababa de parar al ver las señas de Montoya. Subieron y dieron la dirección de una calle cerca del piso, no tenían permiso para revelar la ubicación, aunque quizá no tuviese importancia. El taxista se limitó a asentir y a adentrarse en las calles concurridas de vehículos… Ellos parloteaban sin darse cuenta a dónde se dirigían. Al cabo de veinte minutos, los dos se percataron que había pasado demasiado tiempo y todavía no habían llegado… Silvia: ¿Qué…? – mirando por la ventanilla y ver que iban en dirección contraria, alejándose del centro de la ciudad.
No le dio tiempo a más, un pañuelo impregnado en cloroformo la indujo a un sueño profundo. Cayó sobre el regazo de Montoya, que también había sido víctima de la trampa. ----Cap. 25 Allá donde tú vayas… Pepa en off: (Venga, Pepa, hija, que no puede ser tan difícil…) – observando la habitación – (Las cosas que más pesan debajo, y las otras arriba… Joder con la nena, que tiene más ropa la tía jodía que el vestuario de un concierto de Madonna…) – resopló con una sonrisa. Estaba plantada en medio de la estancia, con los brazos en jarra y analizando concienzudamente la situación: había sacado toda la ropa del armario y la había apilado sobre la cama, el calzado (botas, zapatillas, zapatos, pantuflas…) y demás objetos esparcidos por el suelo. Poco a poco, y transformando el tiempo en un tetris, consiguió empaquetarlo todo. Con una sonrisa triunfal bajó las maletas al salón, donde ya se apilaba el resto. -----Tras aproximadamente media hora, llegaron de la comisaría Paula y Leo. Leo: ¿Nos vamos? – a los que estaban allí – El avión sale dentro de tres cuartos de hora, y aún tenemos que llegar al aeropuerto y demás. Paula: Voy a bajar lo nuestro – subiendo a saltos las escaleras. Rocío: Faltan Gonzalo y Silvia – asomándose por el respaldo del sofá para mirar a su amiga. Pepa asintió con la cabeza desde el taburete en el que se había sentado. Leo: ¿Cómo que faltan Gonzalo y Silvia? – con voz neutra y mirándolas alternativamente. Conocía demasiado bien ese tono, frunció el ceño antes de contestar. Pepa: No han llegado todavía de la comisaría, tendrán informes que terminar… Leo: Pepa – cortándola – Paula y yo éramos las únicas que quedábamos por salir, hemos sido las últimas en irnos de allí. Kike: Se habrán entretenido comprando regalitos… Aitor: O postales. Curtis: O Torres Eiffeles en miniatura… La morena les dirigió una sonrisa forzada y cogió el móvil en menos de un segundo. Aguardó con impaciencia… La voz mecánica de la operadora le informó de que el terminal estaba fuera de cobertura o apagado en aquellos momentos.
Rocío: El de Gonzalo también está apagado – completando su mirada preocupada con el móvil en la mano. Sara: Pepa... – empezando a preocuparse – Silvia no es tan descuidada, no se iría a por regalitos sabiendo que nos tenemos que ir en nada, ni apagaría el móvil, ni dejaría que se quedase sin batería. Leo las miraba hilando posibles hipótesis. Hasta que ella misma sacó su móvil y accedió a la agenda. Leo: ¿Nicòla? Nicòla: Dime, amor. Leo: ¿Estás todavía en comisaría? Nicòla: Claro, dónde iba a estar si no – riendo. Leo: Necesito que me hagas un favor, acércate a las fichas de entrada y salida y busca las nuestras… - calló durante unos minutos - ¿Las tienes? Mira las de Silvia y Gonzalo… - otro silencio – Vale, no, nada, no te preocupes, gracias, besos… - colgando el móvil y mirándolos, pues a esas alturas todos aguardaban expectantes – Salieron quince minutos después de vosotras, Pepa. Empezó a ponerse nerviosa, aquello no era propio de Silvia, debería haber llegado ya. Su mirada se cruzó con la de Sara y vio reflejada en ella la misma preocupación que comenzaba a recorrer su cuerpo. Paula: A ver, no nos precipitemos… Puede que estén en un atasco, y no haya cobertura, o la red ha caído, o yo qué sé… Vamos a esperar un poco más, tenemos tiempo todavía, ¿no? Leo: Sí… - distraída, pues su mente, al igual que la de la morena, Sara y Rocío, ya había comenzado a elucubrar posibles hipótesis y razones… Y lo cierto… es que ninguna esperanzadora… ----Mi cuerpo pesa demasiado… Dios, ¿dónde estoy…? ¿Qué ha pasado…?
Intento incorporarme… pero no puedo. Mis músculos están agarrotados, tengo las manos y pies atados con ligaduras que se incrustan dolorosamente en mi piel… La boca taponada con un pañuelo o algo similar… Comienzo a respirar entrecortadamente. Me estoy poniendo nerviosa… No puedo hablar, no puedo gritar, no puedo moverme…
Estoy tirada en el suelo, como si una losa me sujetase con una fuerza descomunal contra la superficie que huele a pura suciedad… Todo está a oscuras, salvo un débil rayo de luz que se deja ver bajo la puerta. Estoy en una habitación…Encerrada…Sola…Atada…Sin luz…Sin escapatoria…Sin ella… ¿¿¡¡DÓNDE ESTOY!!??…. Calma, Silvia, por favor, calma… Trato de normalizar mi respiración. Mis ojos se han desorbitado y he mirado con desesperación a mi alrededor… Sollozo porque no entiendo nada… Trago saliva y pongo mi cabeza a funcionar… Casi escucho cómo los engranajes se mueven lentamente, despiertan del letargo al que han sido inducidos a la fuerza, al igual que el resto de mi cuerpo… ¿A la fuerza? ¡EL TAXI! ¡GONZALO! Vuelvo a desesperarme intentando reconocerlo entre la oscuridad… Estoy completamente sola… Lo último que recuerdo es la sonrisa de ese cabrón antes de dormirme… Gonzalo ya había caído… ¿Y Pepa? ¿Y los demás? Diosssss… Vuelvo a agitarme, pero sin poder moverme, mi cabeza ahora va a toda máquina y no soy capaz de detenerme. Saco a duras penas mi lado crítico y racional… Porque algo me dice que el objetivo somos únicamente Gonzalo y yo. Me siento pesada, inútil, un fardo desechado y olvidado en un rincón… Escucho pasos… Decido hacerme la dormida antes de que mi aparente control se desborde y todo vaya a peor… Si es que realmente puede ir a peor… Unas sombras oscurecen ese rayito de luz que entra bajo la puerta, que al igual que yo, busca con auténtica ansiedad y angustia una explicación, algo, que me diga por qué… Nando: ¿La chica se habrá despertado? Cristóbal: No lo sé, mira a ver… Las llaves en la cerradura…Cierro los ojos con fuerza, y rezo…No sé por qué o para qué…Sólo puedo pensar en ella…Pepa, Pepa, Pepa…
Siento, aun con los ojos cerrados, cómo la luz invade la estancia, y me hace daño sin quererlo. Nando: ¡Despierta! – zarandeándome. Cristóbal: Igual me he pasado… Nando: El tipo está despierto, así que ella no tardará… Suspiro inconscientemente al saber que Gonzalo está, si se puede decir, bien… Nando: ¿La perrita finge? – dándome un tortazo que me hace abrir los ojos y mirarle con una mueca de dolor. Siento el sabor óxido de la sangre en la comisura de mis labios… Como pensaba, estoy sola en esta mugrienta habitación. Un estrecho pasillo perpendicular a la entrada es lo que hay antes de dar con una pared… Que no acabo de entender… Porque… ¿me resulta familiar? Nando: Mírate… - acariciando con asquerosa delicadeza mi mejilla – Solita… Cristóbal: ¿Qué haces? Nando: Divertirme… - sus labios se deslizan con torpeza por mi cuello y yo me aparto con brusquedad, intentando, inútilmente, huir de él – Sólo los nesesitamos para haser chantaje, en cuanto vuelva, ya no nos sirven… Cristóbal: Pues te esperas a que él nos lo diga. A regañadientes, me suelta y me empuja con fuerza contra el suelo. Lo golpeo con la espalda y no puedo evitar que una lágrima aparezca y descienda… Apoyo la frente en el suelo buscando un atisbo de consuelo o tranquilidad… Chantaje… Nos han secuestrado para tener una moneda de cambio. Por su acento, son compinches del colombiano, sin duda. No me da tiempo a pensar nada más, porque ahora es el otro el que me coge bajo las axilas y me levanta… Me lleva a rastras fuera de la habitación, en silencio… Conforme vamos avanzando… Siento que ya he estado aquí… Pero no termino de ubicarme… Me lanza contra la pared de una habitación que acaban de abrir… Y cuando creo que el golpe contra el suelo será peor que el anterior… Noto cómo caigo sobre un cuerpo. Gonzalo: Hijos de puta… - está tirado bocarriba en el suelo, atado al igual que yo, pero sin la mordaza. Nando: El gallo nos salió peleón – sacando una pistola y un móvil. El otro tipo lo coge y lo levanta. Le pone la mordaza y posa la pistola en su sien. A mí, mientras tanto, me liberan del pañuelo que tapona mi boca y me tienden un móvil… Mi móvil… Cristóbal: Hemos estado investigando y pensando… - mirándome con malicia y lascivia, a lo que Gonzalo responde forcejeando contra su opresor – Hay algo que tienes que haser… Prinsesa…
Pone en esa última palabra un matiz pasional que consigue revolverme el estómago, que mi piel se erice ante la cantidad de información que han podido recabar hurgando en mi móvil, y sobre todo… Ante la posibilidad de que pueden hacer algo contra ellos…Contra Pepa… ----El sonido del móvil quebró el silencio tenso que se había instaurado en el salón de un lujoso dúplex en el centro de París. Leer el nombre de quien llamaba hizo que su corazón empezase a latir desbocadamente. Pepa: ¡SILVIA! – saltando del taburete y mirando el móvil con nerviosismo, pero sin descolgarlo. Leo: ¡Espera! – llegando a su altura – Pon el manos libres, y deja que hable ella, no la agobies, ¿de acuerdo? Asintió con la cabeza rápidamente, no sabían a qué atenerse. Pepa: ¿Princesa? Silvia: Pepa, cariño… - notó su voz rara, pero no tenía tiempo de analizarla, dejó que las palabras de la pelirroja inundaran el silencio sepulcral de los presentes – Lo siento muchísimo, se nos ha ido el santo al cielo… Id tirando para el aeropuerto, ¿vale? Sabemos que llegáis muy justos, pero nos hemos entretenido mucho al final, nosotros estamos llegando… En el comedor se miraban con los ceños fruncidos y expresiones confusas. Silvia: Te… quiero… - se cortó sin darle tiempo a más. Pepa: ¿Silvia? ¡Silvia! – devolviendo la llamada, pero ya lo habían apagado. ----Cristóbal: Qué desperdisio… - resopla echando un último vistazo a la foto que tengo de fondo de pantalla: Pepa me coge en volandas y me besa apasionadamente en medio de los Cachis, la hizo Sara el día que volvimos de Barcelona. Nando: De momento ya está todo – volviendo a taponar nuestras bocas. Busco la mirada de Gonzalo y él la mía… Nos miramos intentando ocultar el miedo, que poco a poco, va carcomiendo nuestra razón y cordura… Cristóbal: Si son inteligentes, sabrán qué haser… A no ser, que quieran acabar con ustedes con un comportamiento presipitado, ¿no? – sonríe haciéndose el gracioso. Gonzalo se revuelve y lo mira con odio… Yo no puedo hacer nada más que cerrar los ojos… Tengo que tener consciencia de la situación y actuar acorde a ella… No puedo desesperarme, no puedo pensar más de la cuenta… Esperar… Sólo esperar…
Por favor, Pepa, no hagas ninguna tontería… Y sácanos de aquí… Las lágrimas vuelven a mí y resbalan deshaciendo la suciedad que ya cubre mi rostro… Por favor… -------Leo/Pepa: Está mintiendo – al unísono tras menos de tres segundos. El resto aguardaba una explicación coherente a aquello. Una se guiaba por Silvia: sus acciones, su forma de pensar… Otra, por el análisis al que había sometido la llamada nada más descolgar… Pepa: No haría algo así, estoy convencida… No es así – recalcándolo – Algo ha pasado – poniéndose nerviosa y yendo de un lado a otro. Leo: La están amenazando con algo… Su voz estaba distorsionada por el nerviosismo y el llanto contenido… La morena la miró con ojos cristalinos… Su mundo caía a una velocidad vertiginosa… La inspectora tenía razón. Leo era una experta en situaciones como aquella. En estudiar el comportamiento de las personas ante circunstancias adversas, sus diversas reacciones y el modo de contrarrestarlas o aprovecharse de ellas. Leo: Ha estado narcotizada, le costaba hilar palabras y hablar con soltura, independientemente de la presión a la que se veía sometida. Probablemente Gonzalo estaba a su lado y lo estaban usando para que hablase… Rocío se había quedado pálida y no podía articular palabra. Su hermano llegó junto a ella y pasó un brazo sobre sus hombros. Rocío: Vamos a comisaría, ¡YA! Leo: Espérate un segundo… Son conscientes de que no nos lo hemos tragado, tendrán a alguien vigilando en el aeropuerto para ver qué hacemos… Pepa: Hay que llevar esto en secreto y fingir todo lo posible, ¿no? – aparcando su miedo y poniéndose manos a la obra: Silvia era su prioridad e iba a encontrarla a toda costa. Y para ello, necesitaba sus instintos y su potencial policial al cien por cien. Leo: Exacto. Escuchadme un momento – todos se habían puesto a cuchichear a la vez: Sara se abrazaba a Lucas y buscaba ánimo en la mirada de su tía; Curtis, Kike y Aitor comenzaban a trazar un plan; Rocío respiraba entrecortadamente y su hermano trataba de tranquilizarla susurrándole al oído al tiempo que la abrazaba; y Paula ya se habían colocado las mágnums bajo la chaqueta y miraba a Leo aguardando una orden – Esperan que movamos ficha y atenerse a las consecuencias… No sabemos por qué ni qué motivo les ha llevado a hacerlo. Silvia y Gonzalo están secuestrados… Y nosotros, vamos a hacer esto… ----Cap. 26
My Empire of dirt… Rocío en off: Buscamos… El ser humano es un buscador nato… Hasta tal extremo, que a veces confunde las ganas con la obsesión y un motivo con pura desesperación. Se reduce a sostener una idea, una opción, una meta, un fin… Y querer de ello algo más… Y dejarlo marchar, a veces, tanto inconscientemente como sabiéndolo. Para después ansiarlo con mayor fuerza… Y ahogarnos en nuestra propia invención del tiempo y del espacio, de las insulsas excusas para alejarnos. Es fácil, complejo, diminuto e infinito. Averiguarnos, estudiarnos… Nos expandimos mostrando miles de colores con sabor a duda y vacilando antes de mirarnos a la cara. Podemos conocer cada paso que damos, la razón que nos lleva a hacerlo… Saber de antemano las palabras con las que daremos los buenos días o por el contrario diremos adiós… Contar los segundos que dura cada inspiración y regularlas al latido abatido de nuestros corazones… Podemos tenerlo todo bajo control, ser robots de nosotros mismos y mecanizar cada sensación encerrada en un frágil tarro de cristal… Seguiríamos como al principio. Buscando… Incansables, incesantes, cabezotas e impotentes. Leo trajo una vez a casa la película más bella, fascinante y aburrida que haya podido ver en mucho tiempo. Un pintor se dedica durante toda la grabación a buscar a una mujer que conoció y de la que ya no sabe nada, salvo que cree vive en esa ciudad… Se sienta todos los días en la terraza de un bar y dibuja los bocetos de las mujeres.
Casi nunca sus expresiones ni sus rasgos… Los deja en blanco para el día en el que al fin se tope con ella y termine la obra inacabada de su esencia. Desliza la oscuridad carbón del lápiz dando vida a una hoja de papel con sus siluetas… La delgada y pretenciosa línea de un cuello se une a los hombros desnudos de una chica con camiseta de tirantes, y su pelo corto cae sobre sus ojos inexistentes con aire despreocupado… Pero no es Ella… Nunca lo es.Y tacha el dibujo, una y otra vez.Y pasa la página y posa la punta del lápiz sobre la superficie virgen de su fijación artística y vital…Encontrarla…Hasta que cree hacerlo… Y la persigue por un Estrasburgo mágico, cotidiano, vulgar e intrigante como sus pisadas sobre los adoquines desgatados. Ella lo sabe, y se pierde entre las callejuelas sinuosas queriendo despistarle… Juegan a no mirarse y no reconocer que están ahí… Hasta que no queda más opción y la cristalina y elegante belleza de Pilar López de Ayala decide descubrir sus intenciones y darse de bruces con la realidad… Y es el trasluz de los ventanales de un tranvía el que le dice que quizá, sólo quizá, cada vez esté más cerca… Y de nuevo, la constancia y persuasión a su propia mente para no cejar en su empeño. Sus ojos azules observando la terraza del bar me parecieron ignorantes e ilusos… Pero con una tremenda verdad cargada en los trazos gruesos de sus hermosos esbozos… Que estamos ahí, siempre, continuamente, aunque no nos demos cuenta y lo neguemos, no admitamos o asimilemos… Buscamos…Todo y nada…A alguien o a nosotros…Un paisaje nostálgico o una cámara para no olvidarnos… Una ciudad… Una persona…Una sonrisa…Una mirada…Una razón o todas ellas…Ese “algo”. Como plantar una mano impregnada de pintura roja en una pared blanca… La marca prevalecerá por muchas veces que tratemos de borrarla, pintar sobre ella o terminar de pintar la pared de rojo. Está ahí…Recordándonos qué queremos encontrar, o no…Qué queremos hacer, o esperar…Qué pensamos, o callar…Qué decimos, o gritamos…Es la firma del relieve de un pensamiento.Somos nosotros…Buscadores. ------
Leo: ¿Entendido? – mirándolos. Todos asintieron y se pusieron manos a la obra. Sara: No, esperad… Pepa: ¿Qué pasa, Sara? Sara: Hay que llamar… Pepa: ¿Qué? Sara: Esperan que lleguemos esta tarde, al menos hay que llamar para decirles que no… Pepa: Sí, claro, ¿y qué decimos?... Lola, han secuestrado a tu hermana, dile a tu padre que soy la persona más imbécil sobre la faz de la Tierra… Sara: Pepa, sosiega… No digo que les digamos la verdad, no podemos hacer eso… Pepa: No voy a mentirles. Lucas: Yo llamo – cogiendo el móvil que Sara le tendía a Pepa. Apenas dio un toque cuando la voz alegre de Lola contestó. Lola: Sarita, cariño, que en un par de horas estáis ya aquí, ¿qué tal el vuelo? Lucas tragó saliva antes de contestar. Lucas: Lola, soy Lucas… Lola: ¿Lucas? ¿Pasa algo? ¿Estáis bien? – con tono preocupado. Lucas: Sí, sí, no pasa nada… - se le había formado un nudo en la garganta – Que ya hemos terminado el caso, y nada, que las chicas se han empeñado en quedarse unos días más. Lola: Vaya… - intentado disimular su decepción - ¿Cuándo volvéis entonces? Lucas: Eh… Unos tres días como mucho, Lola. Lola: Ah, bueno, tampoco es tanto… ¿Y Sara? ¿Está por ahí? Lucas: Está en la ducha… Lola: ¿Y Silvia y Pepa? Lucas: Dando una vuelta – cerrando los ojos y apretando la mandíbula. Lola: Pues nada, cariño, hablamos luego… Con la fiesta que os íbamos a preparar… Si es que de verdad, esta juventud… - riendo. Lucas: Lo siento…
Lola: Jajaajj… ¿Qué sentir ni qué sentir? Pasarlo bien y tener cuidado, ¿vale? ¡Reparte besos entre todos! Lucas: Sí, claro… Muchos besos para todos – antes de colgar. Le devolvió el móvil, con expresión cansada. Lucas: No quiero tener que volver a mentirle… - resoplando resignado. Tras finalizar los asuntos más urgentes de aquel plan, se dirigieron a la comisaría para poner en marcha un operativo del que no dirían nada, salvo los implicados en él y el propio comisario. 17 horas después Recogió de la mesa de su despacho los resultados del interrogatorio al alemán que varios agentes franceses realizaron durante el resto del día. Tras la llamada de Silvia, interrogaron a Barend hasta altas horas de la noche, sin resultados. Eran apenas las 8 de la mañana, y ya desde el día anterior se había instalado en ellos una olla a presión de nerviosismo y ganas de acción. Suspiró de resignación y subió las escaleras. Vio la figura recortada de Pepa en la sala de tiro… Decidió dejarla sola y continuar ascendiendo. Llegó a la tercera planta y avanzó por el pasillo. Hasta que vio por la ventana de la cafetería a Paula y Rocío sentadas en una de las mesas altas. Entró ocultando su propia angustia en su férrea mirada. Leo: Hola… - besando a la sevillana en la sien y a Rocío en la mejilla. Se sentó junto a ellas dejando la carpetilla sobre la mesa. Ambas se limitaron a saludar con un asentimiento de cabeza: estaban destrozadas. La vitalidad de Paula había desaparecido tras una expresión abatida y mirada perdida. Rocío no podía hacer otra cosa que sumirse bajo el intento relajante y tranquilizador del flujo de las tilas. Sus ojos azules chispeaban de impaciencia, impotencia y rabia. Dirigió primero la vista hacia la sevillana, que le daba a vueltas a un café ya frío. Después hacia la rubia, que pasaba las páginas de un periódico sin mirarlas siquiera. Leo: Ya… - mirándolas alternativamente. Rocío: No aguanto más – levantándose de un salto y poniéndose a dar vueltas alrededor de la mesa – No sabemos por qué se los han llevado… No sabemos nada más a parte de la llamada de Silvia, que por cierto, pinchar los móviles ahora no tiene sentido porque no volverán a llamar... El otro capullo que dice que no sabe nada y… Leo: Para el carro – con un tono suave al tiempo que la cogía del brazo y la volvía a sentar – Ahora vamos a hacer el interrogatorio al colombiano…
Paula: ¿Vamos? – cortándola de repente y levantando la vista - ¿Lo vas a hacer tú? Leo: Sí… - devolviéndole la mirada – Si supiera alemán también hubiese hecho el de Barend… Pero en este necesito a Pepa, se ha atrincherado en la sala de tiro – con un suspiro. Paula: Anoche me la encontré en un callejón dándole patadas a un contenedor y dejándose las manos contra la pared – volviendo a agachar la cabeza – No puedo verla así… - con un hilo de voz – Tenemos que hacer algo ya… Leo: Y lo vamos a hacer… Lo que hay detrás de la desaparición está vinculado sí o sí con este tipo, vamos a sacárselo. Paula: ¿Estás segura de querer hacerlo? No es fácil y tú bastante tienes ya en la cabeza como para meterte otra vez en esto. Leo: Estoy segura… - sonriendo débilmente. Rocío: Lo puede hacer otro, Leo… - que ya conocía el motivo de la preocupación. Leo: Dará los mismos resultados – levantándose – Voy a preparar la sala y a pedir que lo traigan, ¿bajáis a llamar a Pepa? Rocío: Sí… ----En el apartado más alejado de la entrada… Acurrucada en un rincón tras haber pasado la última hora disparando contra la imagen mental de mí misma al final del recorrido de las balas. Todavía resuena el eco de cada disparo en mi cabeza… Y mi estupidez aumenta a una velocidad desmesurada… Proporcional a la cantidad de boquetes del panel del fondo. No tiene sentido que haga esto, ni siquiera me siento mejor… Además, no ayudo a nadie. Escondo la cabeza apoyando la frente en las rodillas y vuelvo a dejar que las lágrimas inicien el vertiginoso descenso por mi rostro…Otra vez…
Salgo dando un portazo e instintivamente me pierdo en las calles sin saber dónde ir… Me da igual, no importa, nada importa…Se la han llevado, por mi culpa, por mi puta culpa.Me fui, le dije que sí y me fui… ¡JODER! Estoy en un callejón y arremeto contra la primera cosa que me molesta… El contenedor se mueve unos centímetros, y con ellos, un dolor insoportable asciende desde mi pie derecho por la pierna…
Arrasa por mi cuerpo quemando cada célula sensible…Pero no lo siento, no siento nada. Sólo sé que se la han llevado, yo, ¿yo qué?Yo no estaba… Todavía sostengo la mágnum en una mano. Humea ligeramente y noto cómo se ha calentado. El olor a pólvora sigue patente y seduce al oxígeno, que ahora, corta y desgarra mis pulmones para hacerme ver que sigo sentada en medio de ninguna parte…Mis ojos húmedos piden tregua a un descanso que no voy a tener. Me encojo todavía más y el llanto se hace más fuerte… Conquista la poca resistencia que mi control le hace frente y me derrota.Frío… Cierro la mano alrededor de la pistola con mayor aprensión, como si eso me insuflara algo de ánimo que pierdo mientras no sepa nada de ella. Frío...Culpa...Miedo...Rabia...Dolor...Llanto… Cierro ambos puños y golpeo la pared con toda la fuerza de la que soy capaz. Una punzada de dolor se suma a la anterior y siento que desfallezco. Apoyo la frente en la pared y lloro… Lloro porque no sé dónde está… Porque no me quedé con ella… Porque no sé cómo está… Porque nuestros pasos son demasiado lentos y quizá lleguemos tarde…Tarde… Cierro de nuevo un puño y lo presiono contra la sucia pared… Y haciendo fuerza, lo deslizo sobre ella destrozándome la piel de los nudillos. Y sangro…Duele… Repito la operación con la otra mano y después con ambas. Las heridas se profundizan y ahora la sangre se desliza por mis puños cerrados. Sigo con la cabeza apoyada en la pared… Y el dolor me recorre al mismo ritmo que las lágrimas descontroladas. Sube por mi espalda y se instala en mi nuca provocando un espasmo eléctrico frente a un sufrimiento inaguantable que pesa demasiado…Y duele… Y grito recriminándome una y otra vez…
Una mano se posa en mi hombro hundido y un acento que conozco con los ojos cerrados me pide en un susurro que pare, que no me haga esto… Me levanto y de un golpe cierro el cargador, seco mis lágrimas y miro el panel. La adrenalina me saluda de lejos, al igual que cada bala, que por unos instantes, han deseado tanto como yo llevarse el dolor y la culpa más allá de las lágrimas y la impotencia… Observo las palmas de mis manos y las giro… La sangre reseca y las costras decoran mis nudillos destrozados, sembrándolos en heridas carmesí. Anoche escupí mi demencia perdiendo la cabeza… Agonicé en un mar de culpabilidad cegándome irrevocablemente… Deliré ante los susurros del dolor y me até a la inmovilidad. Me armé hasta la peligrosa extenuación de un disparo…Hoy y ahora… Aunque tenga miedo y mi cuerpo no aguante más.Te voy a encontrar…Espérame. ----Entró en la cabina de la sala de interrogatorios con expresión seria. Allí estaban todos: Leo, Sara, Lucas, Álvaro, Sophie, Nicòla, Kike, Curtis y Aitor. Leo levantó la vista del informe que examinaba al escucharlas llegar. Clavó sus ojos verdes con gravedad en la mirada castaña de la morena. Leo: No lo haría si no tuviese otra opción. Pepa: Me parece bien… - esbozando una leve sonrisa. Leo: Pero te necesito concentrada, ¿de acuerdo? Pepa: Sí – convencida y segura de ello. Leo: Vamos… - abriendo la puerta a la sala contigua, donde esperaba un hombre sudamericano. Cerraron la puerta tras ellas. Y en la cabina todos se pegaron al cristal para no perder detalle. Rocío: Sara, Lucas, preparad unidades para que estén listas al acabar el interrogatorio… Sophie: ¿Qué? ¿Por qué? Rocío: Porque cuando Leo termine con él sabremos hasta dónde guardó los regalos de la primera comunión… Sophie: ¿Cómo estás tan segura de que pueden conseguirlo? – inquisitiva y curiosa a partes iguales.
Paula: Manipula a la gente… - sin apartar la vista del cristal. Sophie: ¿Qué? Paula: Con sólo mirarlo a los ojos ya sabe cuáles son sus debilidades y miedos. Sabe qué decir para jugar con ellos… Tira y presiona de ciertos hilos… Los lleva al límite hasta que no pueden soportarlo más… Aitor: Suena a tortura psicológica. Álvaro: En cierto modo lo es… Rocío: Tampoco es tanto, hombre, que ha sonado como si sacase los grilletes. Pero sí, acaban derrumbados completamente. Sophie: ¿Por qué no los interrogó antes? Si está tan claro, podríamos habernos ahorrado todo esto. Rocío: Porque hasta ahora no hacía falta, no pensamos que pudiese hacerlo… Paula: No es fácil. Se necesita mucha sangre fría. Y llega un momento en el que ni ella puede soportar el peso por más tiempo, por eso dejó de hacerlo – completó. Sophie: ¿Pepa, entonces? Rocío: Lo hacen entre las dos – encogiéndose de hombros. Curtis: Pues como se pasen todo el tiempo hablando como ahora, vamos buenos… - no habían dicho nada desde que entraron. Paula: A veces no hacen falta palabras… En la sala, el silencio imperaba hasta que el colombiano soltó una risotada. Leo estaba sentada frente a él, Pepa de pie en una esquina. Colombiano: ¿Me van a haser la de la poli buena y la poli mala? Porque no sabría qué poli está mejor – riendo y mirándolas alternativamente. Pepa agravó su expresión. La inspectora mantenía su carácter imperturbable… Hasta que lentamente, sus labios se arquearon en una sonrisa que les heló la sangre: una mueca irónica y triunfal de quien tiene certeza de su victoria. Leo: ¿Me dejas que te cuente una historia? – su tono sereno, junto a su mirada, captó la atención total del interrogado. Colombiano: Yo dejo que me hagas lo que quieras, reina – guiñándole un ojo. Paula apretó los puños y lo fulminó con la mirada tras el cristal. Leo se limitó a callar unos segundos.
Leo: En los suburbios de algunas ciudades… - comenzó con tranquilidad – La droga es más necesaria casi que el oxígeno para respirar… El poder y la euforia que ejerce es una bonita realidad imaginaria en la que refugiarse… El sudamericano se puso tenso de repente, sin apartar la vista de aquella mujer que comenzaba a ponerle la piel de gallina. Leo: Y poco a poco, los chanchullos cada vez son más grandes… Al igual que los problemas, la codicia y la ambición… Ligados, sin remedio en algunas ocasiones, a la muerte – hizo una pausa en la que el hombre se removió inquieto – Un día te descubres gritando sin razón, despotricando contra todo y todos… Un malestar te recorre pero ya no puedes parar. Te has metido de cabeza en un juego demasiado peligroso e inestable como para salir de él… Comienza el ascenso ante el reconocimiento del nombre de un niño de la calle… Crees, y te convences de que todo va bien… Coches comprados con dinero negro, una riqueza sucia que no te corresponde y un sentimiento de grandeza que te ahoga en dulces delirios de poder… Al otro lado, salvo Paula, Rocío y Álvaro, la miraban con la boca abierta y sin entender nada. Curtis: ¿Todo eso lo pone en la carpeta? – buscando en los informes. Rocío: Se lo está inventando, Curtis… Fíjate en la cara del tío… Todos lo hicieron, y asombrados, descubrieron cómo el miedo comenzaba a teñir sus rasgos sudamericanos. Leo continuaba… Leo: Hasta que todo te estalla en la cara – sentenció profundizando su mirada verdácea. Hacía numerosos esfuerzos por no temblar. Tenía frío, estaba congelado. La presencia de aquellas dos mujeres estaba alimentando un dolor irracional que creía olvidado… Quería huir de allí, no podía seguir escuchando su voz tranquila y serena… Sin embargo, sus ojos verdes ya habían tendido ese puente entre ambos que no podría romper, no podía apartar la vista de ella… Un escalofrío nació en su nuca y se deslizó como una gota de agua helada por su encorvada espalda… Dolía… Pero no podía escapar, no podía moverse… Se sentía completamente aprisionado en aquella silla, respirando mínimamente para continuar viviendo… Su corazón desbocado pedía a gritos que parase, no quería seguir escuchando más, no… Su voz muda chilló de pánico… No podía hacer nada ya… Pepa: Y sólo queda dolor… - descruzando los brazos y acercándose hasta situarse al lado de Leo e inclinarse para apoyar ambas manos en la mesa – El sonido de las balas sigue retumbándote en la cabeza… Y sólo tienes dos segundos para asimilar lo que has hecho… Y… - encorvándose más para que colombiano no pudiese escapar a sus ojos - ¿Por qué…? No puedes respirar porque la culpa es superior a eso… No puedes vivir porque la muerte se ha acoplado a su pobre existencia… – escupía las palabras con rabia seguidas de una sonrisa, que al igual que la de la inspectora, causaba escalofríos y cortaba la respiración – Lo has perdido todo, hasta tu identidad, tu existencia… No deberías seguir pero otros han pagado un castigo que estaba destinado a ti… Colombiano: ¡¡¡¡CÁLLENSE!!!! – presa de la desesperación y el pánico. Se tapó los oídos con las manos y cerró los ojos con fuerza.
Pepa: ¡Nunca te perdonarás lo que hiciste pero sigues haciéndolo! ¡Olvidas todo, hasta quién eres, con tal de disfrutar de una asquerosa y falsa comodidad! – dándole un manotazo a la mesa. Colombiano: ¡¡¡¡¡¡BASTA!!!!!! – levantándose de golpe y mirándolas con furia. Pepa: ¿Crees que te perdonará? – con voz queda y mirándolo profundamente. El hombre titubeó, hasta que cayó abatido sobre la silla. Las lágrimas caían por su rostro bronceado. Levantó la vista para toparse con los ojos castaños de una morena que aguardaba una respuesta. Los tonos oscuros angulados de su mirada le infundieron una confianza desconocida, y sin pensar, explotó. Colombiano: Pensamos que era una buena idea para sacar a la familia del hambre – llorando – Éramos dos niños… Ustedes no saben qué es eso… Cresimos entre intercambios de café para suministrar las drogas con las que ganábamos muchísimo dinero… Madre nunca lo aprobó, y Ramón, al final, tampoco… Discutimos y me largué… Seguí solo… Hasta que un día volvió y regresamos a los maletines billetes engomados y los coches de lujo… En un intercambio todo se jodió, no aseptaron la propuesta y el tiroteo acabó por ser inminente… - se ahogaba en sus propias lágrimas – Los hijos de puta lo mataron, y yo debí haber muerto también… Tenía rasón, no debimos seguir con eso… No le hise caso… - calló para esconder su rostro entre sus manos. Aitor: Joder… - con la boca abierta – Que el tío no está fingiendo… Rocío: Ya os hemos dicho que no – mirándolas con orgullo. Sophie: ¿Y eso se puede hacer? La rubia se encogió de hombros. Sophie: Entonces… Ramón es el gemelo que murió en un tiroteo, y él constó como una víctima más porque consideraba que debía empezar de cero… Álvaro: Eso parece. Sophie: ¿Y ahora? Paula: Ahora conseguirán lo que necesitamos. Colombiano: Déjenme en pas… - sollozando. Leo: El interrogatorio no ha terminado – fríamente. Colombiano: Diré lo que quieran, pero váyanse… Leo: ¿Dónde tenéis a nuestros compañeros? Colombiano: No lo sé… Si me pillaban debían raptar a la mujer pelirroja y al que le acompañaba, no sé dónde están… La mirada de ambas le presionó como una punzada eléctrica. Colombiano: En un caserón, sólo sé eso, de verdad… Un caserón grande en las afueras… Tenemos bajo control numerosos edificios, no sabría decirles cual… - suplicándoles.
Leo: ¿Edificios? Colombiano: Sí, sí… Viejas urbanizaciones deshabitadas… Leo y Pepa se miraron, decía la verdad. Colombiano: Sáquenme de aquí, por favor… No hablen más… Al cabo de cinco minutos, se lo llevaron y ellas volvieron a la cabina. Leo: Rocío, tú te quedas aquí a al espera de las noticias, no voy a dejar que entres en el operativo, ¿tenemos las unidades preparadas? Sophie: Sí, pero no ha dicho nada… Sara: No sabemos dónde están. Leo: Sí que lo sabemos, lo ha dicho sin querer. No sé si porque en realidad no lo sabe, o porque no quería decir la verdad al completo… Ya hemos estado allí – mirando a Pepa – De todos los edificios que hemos registrado sólo hay uno que concuerde con esa descripción de propiedad… Pepa: Donde encontramos el cadáver de la bailarina – atropelladamente. Leo: Exacto. ----Cap. 27 Dejé callar mis sentidos después del silencio… Apoyo la espalda contra la pared y me incorporo hasta quedarme sentada. Continúo con las manos y pies atados, pero sin la mordaza. Gonzalo dormita a mi lado, se encuentra en mi misma situación. Son las nueve pasadas… Hace veinticuatro horas iba camino de conciliar el sueño entre los brazos de Pepa… No, Silvia, no… No pienses en eso que se te va… Me muerdo la lengua e inclino la cabeza hacia atrás para mirar al techo y suspirar. Ayer, a la media hora o así de llamarla, entraron triunfales en la habitación en la que nos habían encerrado… Abrió la puerta seguido de Nando, con una sonrisa victoriosa pintada burdamente en su rostro. Cristóbal: Os trago un regalito – con una risotada mientras el otro les liberaba de las mordazas. Silvia y Montoya se miraron con el ceño fruncido. El sudamericano le tendió varias fotos a cada uno… La pelirroja sintió cómo una lágrima se precipitaba por su suave piel… Gonzalo cerró los ojos.
En las instantáneas, el grupo esperaba en la terminal del aeropuerto… Conforme las iban pasando, los miembros se internaban por la puerta de embarque… Nando: Igual sí son inteligentes y todo. Cristóbal: Mañana a estas horas llamaremos a la comisaría, a ver qué pasa entonces – guiñándoles un ojo. Les han seguido el juego, y no sé hasta qué punto eso puede ser bueno o malo. Esas fotos significan que siguen aquí, que estarán removiendo cielo y tierra para encontrarnos… Que Rocío estará que se sube por las paredes… Y Pepa… prefiero no pensarlo… Y mientras tanto, ¿qué? ¿Esperamos? ¿Esperar exactamente a qué? Dios… El hedor que desprende este sitio contamina el ambiente. La humedad impregna cada centímetro de la estancia. Y la mugrienta pestilencia del aire hiere la debilitada sensibilidad de mis fosas nasales, que poco a poco, se acostumbran a su nueva y errante condición de resignación… La suciedad carcome mi cuerpo, tanto física, mental y espiritualmente… Calma… Necesito calma o creo que me volveré loca… Se fueron entre risas dejándolos en la habitación. Gonzalo: Joder… - removiéndose para tratar de incorporarse. Silvia: Te vas a hacer daño, ten cuidado… Tras varios intentos, consiguió erguirse para sentarse en el suelo. Gonzalo: Así mejor – con una semi sonrisa cansada. Silvia hacía rato que había adoptado esa postura. Se limitaron a mirarse… Buceando en las mínimas esperanzas que sus pupilas destilaban con tintes de consternación…Las cuatro paredes que les rodeaban se cernían sobre ellos con un objetivo claro y transparente grabado sobre la escabrosa situación… Gonzalo: ¿Lograrán moverse antes de que empiece la negociación? Silvia: Sí. Gonzalo: Eso espero… Si no… Silvia: Ya sé lo que pasaría si no – cortante. Gonzalo: Perdona – bajando la mirada. Silvia: No, perdona tú… Esto puede conmigo… Gonzalo: Eh, Silvia, no… - viendo cómo sus ojos se empañaban. Se arrastró como pudo para llegar junto a ella y pegarse a su costado.
Gonzalo: Mírame… Por favor… - había agachado la cabeza, y no podía valerse de sus manos para hacérsela levantar. La pelirroja hizo lo que pedía y clavó en él una mirada abatida. Gonzalo: Va a salir bien, escúchame, todo… – poniendo énfasis en la última palabra – Va a salir bien. Silvia: Tengo miedo. Gonzalo: No pienses en él… Dentro de poco vamos a salir de aquí, ya verás. Silvia: Por eso tengo miedo… Gonzalo: Lo sé… Yo también… Suspiró y apoyó la cabeza en su hombro. Montoya se inclinó hasta posar un suave beso en su pelo. Silvia: Eso no quiere decir que tengamos que derrumbarnos – levantando la cabeza unos segundos para mirarle a la cara y volver a recostarla en su hombro. Gonzalo: Me alegra escuchar eso… - con un suspiro. El resto del día lo pasaron en aquella postura. Silvia dejó que la amargura de sus silenciosas lágrimas tratase de adherir el miedo a las paredes y se alejase de ellos… Un portazo procedente de algún lugar del edificio despertó a Gonzalo de golpe e hizo que ambos diesen un respingo. Se miraron rápidamente al escuchar las voces de sus captores corriendo apresuradamente por los pasillos… Allí había más gente… Aliados del colombiano se habían recluido en aquella pequeña fortaleza… Eso sólo significaba una cosa… ----Paula: Vale, listo – haciendo girar las mágnums en sus dedos para cogerlas firmemente y mirar a su superiora aguardando una orden. Sophie repartía los micrófonos y escuchas. Leo: Álvaro, con Pepa, entraréis por el parking, como la última vez… Aitor con Curtis y Kike, lo haréis por la entrada lateral… Sara, Lucas y Sophie, aguardaréis a la señal que yo os de para entrar por la principal… Paula, conmigo, entraremos por otro sitio… Nicòla, te quedarás en una de las furgonetas y mantendrás informada en todo momento a Rocío, ¿de acuerdo? – mirándolos a todos. Asintieron y comenzó la movilización… -----------
Paula: ¿Se puede saber dónde vamos? – siguiéndola mientras bajaban la pequeña ladera originada por la construcción del viejo puente. Leo: Calla y ven – girándose para mirarla. Llegaron abajo y Leo se internó en el túnel pegándose a la pared para evitar caerse a las vías del tren. La sevillana iba tras ella, imitando cada movimiento. Finalmente la inspectora doblé de repente a la derecha para meterse en un callejón, aquello pilló a Paula desprevenida, y aún se sorprendió más al ver que no tenía salida. La siguió hasta el fondo sin perder de vista su espalda. La vio buscar algo deslizando la mano por la pared… Paula: Leo… Leo: Shhh… El sonido de una puerta abriéndose resonó en la oquedad de las paredes de piedra. Leo: Ven… - metiéndose dentro. Paula: ¿Y esto? Leo: Nos metimos aquí para no ser vistas – sacando las linternas y tendiéndole una – Es un pasadizo que se conecta directamente con el edificio, lo usaban de vía de escape para el contrabando – explicó con rapidez. Avanzaron por el pasillo hasta llegar a la puerta que comunicaba con el parking. Entraron y se dieron de bruces con la claridad de las luces encendidas. Leo: Pepa – al micrófono - ¿Dónde estáis? Pepa: En el parking… Aquí hay un montón de gente metida, Leo… Leo: Id hacia la puerta por la que os escondisteis, ¿te acuerdas de dónde está? Pepa: Creo que sí… ----------Agazapados contra los coches, y hablando entre susurros, Pepa y Álvaro avanzaban procurando su invisibilidad. Pepa: Antes esto estaba vacío… No me gusta nada… - murmuró atropelladamente conforme se deslizaban entre los vehículos. Llegaron a una puerta metalizada, donde esperaban Leo y Paula. Leo: Arriba ya están el resto – les informó rápidamente – Nosotros bajamos a los subterráneos… Lo más probable es los tengan ahí… Vamos – metiéndose por la puerta, pero en vez de ascender, comenzó el descenso…
-----Iba a gritar cuando la puerta se abrió de golpe, y un tipo desconocido para ellos irrumpió con los ojos desorbitados y el nerviosismo pintado en su rostro. Silvia: ¡¡¡¡PEPA!!!! El golpe resonó en toda la habitación, seguido de los forcejeos furiosos de Gonzalo por soltarse. Hombre1: ¡CÁLLATE, PUTA! – poniéndole bruscamente la mordaza de nuevo. La sangre comenzó a descender al mismo tiempo desde su nariz y su boca, deslizándose por su cuello. El dolor hizo acto de presencia tardíamente, cuando el tipo ya salía tras haberlos amordazado, y su cuerpo asimiló el puñetazo que acababa de recibir… ----Bajaba las escaleras corriendo, sin detenerse, sin mirar atrás o hacia delante, impulsada inconscientemente por aquel imán que llevaba su nombre. Leo: ¡Pepa, Pepa! – cogiéndola del brazo antes de que abriese la puerta que conduciría a los pasajes subterráneos – Deja que Álvaro vaya delante… Pepa: No, Leo, Silvia, yo… Álvaro: Pepa… - clavando en ella sus ojos azules y abriéndose paso hasta encabezar la cola. Entraron sigilosos, las bombillas que colgaban del techo les dieron la bienvenida… La luz amarillenta y mortecina, el goteo constante de las cañerías rotas, el moho que pintaba las mugrientas paredes con tonos verdosos… Los cuatro abrieron los ojos como platos ante lo que tenían delante… Un laberinto infinito de pasillos adornados con millares de puertas constituía el esqueleto de la corrupción clandestina… Paula: Aquí debe de haber más de mil habitaciones… – con la boca abierta – Tardaríamos días y días en encontrarles… Si están aquí… - con voz queda. Pepa: ¡Pues se echan abajo todas si hace falta! – disparando al primer picaporte que tenía delante y propinándole una patada a la puerta para abrirla… La estancia estaba vacía… ---------Lucas: ¡¡Sara!! – tirando de ella para evitar que avanzase. La ocultó en el recodo justo cuando una bala se estrelló en el mismo lugar que había ocupado la joven becaria apenas unos instantes…
Leo había dado la orden de intervenir, se sumergían en aquel edificio seguidos de numerosos agentes que ya comenzaban a registrar una por una las habitaciones de los pisos superiores, al igual que el día que encontraron el cadáver… ----------El disparó se oyó desde allí... Gonzalo, que estaba tirado cerca de la puerta, se movió lo suficiente como para poder propinarle una patada…Necesitaban hacerse notar, necesitaban hacer ruido para que supieran que estaban allí… ----------Paula: Esto parece un panal de abejas – saliendo de una habitación y con una patada abrir otra puerta. Tras el sonoro golpe, los cuatros escucharon unos pasos aproximados perdiéndose en el eco de los pasillos, seguido de varios golpes secos… Leo: Tened cuidado – en un susurro – No podemos perdernos de vista o no nos encontraremos… -----Se libraban dos batallas… En los distintos pisos superiores, un tiroteo era el protagonista. Los disparos se sucedían en un ir y venir de posiciones ocultas entre maldiciones y avisos… En los subterráneos, la búsqueda continuaba, guiándose tan solo por el leve eco de unos golpes que se sucedían repitiéndose… Pero en ambos casos…La desesperación por la falta de tiempo…La angustia por encontrar…Y el ansia por acabar… Ahogaban los segundos en un reloj de arena… -------Álvaro: Por aquí – internándose en un pasillo angosto, donde el olor a humedad penetraba con fuerza en sus pulmones. Pepa: Joder… Todos son iguales… Álvaro plantó una mano en la pared y aguardó… Miró a Leo y asintió, apretando el paso. Pepa y Paula se dirigieron mutuamente una mirada de incomprensión y entendimiento, Leo y Álvaro solían tener una comunicación un tanto peculiar en los operativos… Avanzaron por él al ritmo que el sonido se hacía más intenso. Álvaro volvió a parase y palpar la pared. Paula: ¿Qué haces? – era la tercera vez que repetía el movimiento. Álvaro: La vibración del sonido… Pocas pelis de indios y vaqueros has visto tú… Paula: No, yo que es soy más del canal 47 – sacándole la lengua con rabia.
Leo: Ya está bien… – interponiéndose entre ambos y continuando la marcha. Pepa no aguantó aquel ritmo tan lento, el lugar le ponía los pelos de punta, y el hedor era prácticamente insoportable… Todos apretaron los pasos hasta que Álvaro se detuvo ante una puerta de madera roída… Los golpes eran desde dentro…
-----------Se movían ágiles en el laberinto, habían aprendido a conocerse los pasajes al dedillo… Los habían visto entrar e internarse en ellos…Tenían una única orden… Harían lo que fuese para que aquellos cuatro policías y los dos rehenes nunca salieran de allí… ----Por miedo a que la bala pudiese herirlos, no dispararon al picaporte. Cogió impulso y cargó contra la puerta con el hombro… Las viejas bisagras cedieron y la puerta salió disparada hacia el interior entre una nube de polvo y restos de madera… ----Reconoció al instante su silueta recortada en el umbral de la puerta… La reconocería en cualquier parte… ----Entraron enseguida. Paula y Leo se abalanzaron sobre Gonzalo y le liberaron rápidamente de las ataduras. Álvaro hizo lo mismo con Silvia, la rodeó para quitarle las ligaduras de las muñecas y la mordaza… Pero ella no se movía… Miraba a la persona que se acercaba con los ojos empañados… Al llegar a su altura, su cuerpo cedió y cayó de rodillas frente a ella… Las lágrimas intrépidas surcaban su rostro abatido… Pepa bajó la mirada a sus tobillos y la desató con urgencia… Silvia se incorporó hasta quedarme de rodillas y dejar que Pepa la abrazase sobre los hombros con plomiza necesidad, sin parar de llorar, ni de repetir inaudibles Lo sientos que nacían en sus labios y morían ahogados en su pelo rojizo… Rodeó su espalda con fuerza… Cerró los ojos, y toda la angustia y el miedo anterior dieron rienda suelta precipitándose por su rostro… Se apretaron hasta acoplarse para vencer cualquier milímetro que pudiese separarlas…
Silvia: Pepa, ya… - separándose para poder mirarla a la cara, pero sin dejar de rodearla con sus brazos. Con un inmenso dolor, llevó su mano hasta su rostro de porcelana, ahora magullado y maquillado con sangre reseca, y limpió sus lágrimas desdibujando el hilo carmesí de su recluida belleza… La caricia recorrió ambos cuerpos como una dulce descarga eléctrica…Y lentamente… Se inclinaron hasta dejar sus frentes apoyadas… Quiso decir algo, pero su voz, traicionera y cobarde, había abandonado su maltrecho cuerpo dejándola al amparo y remanso de paz de su mirada azabache… Pepa articuló con sus labios mudos los te quieros que se agolpaban en aquellos momentos en su cabeza… Y la pelirroja, presa de una tranquilidad desbordante, sonrió levemente y la besó con delicadeza… Calmando el sufrimiento de ambas con el simple roce de sus labios… Hasta que la morena se apartó y colmó en pequeños besos todo su rostro… Y regresó de nuevo a su boca, una y otra vez… Intercalando suaves y tiernos besos sin dejar de abrazarse, o de decirse sin voz lo que 2 días habían significado… Reducido a una mirada, un beso, y la mera presencia envolviendo sus cuerpos… Paula: Eh, va, venga, ya… - acercándose a ellas con la intención de separarlas – Que a ver si con la tontería me voy a poner a repartir besicos yo también – mirando a Álvaro al tiempo que levantaba ambas cejas y le lanzaba un beso al aire. El inspector apartó la vista, azorado, con una leve sonrisa tímida. Sus sonrisas se ensancharon y se levantaron ayudándose la una a la otra. Una vez en pie. Leo le tendió su chaleco antibalas, Gonzalo ya tenía puesto el de Álvaro. Silvia: ¿Eh? No, no – rechazándolo. Leo: Silvia, ahora tenemos que sacaros de aquí, así que póntelo. A regañadientes, Pepa se lo colocó. Cuando terminaron, sacó una segunda pistola y cogiendo la mano de la pelirroja, cerró sus delgados dedos sobre ella y pasó el otro brazo sobre sus hombros para que se apoyase, pues no podía valerse por sí sola. Silvia: ¿Una mágnum? – mirándola con los ojos como platos. La morena se limitó a sonreír y besarle con dulzura en la sien. Paula cubría a Leo y así conformaban una hilera armada dispuesta a salir de allí. Paula: Ale, arreando, que es gerundio – empuñando sendas pistolas y dirigiendo una mirada de ánimo al resto. Con la intención de deshacer lo andado, salieron de la cárcel sin barrotes que había supuesto aquella habitación… Inconscientes e ingenuos, quizá, al pensar que todo estaba hecho… Que todo, iba por buen camino… -----
Cap. 28 Una bala en la recámara, dos pasos hacia atrás… Nicòla: ¡¡¡¡AAAAAHHHHHH!!!!!! – dando palmadas de emoción dentro de la furgoneta. Rocío: ¿¿¡¡QUÉ, QUÉ!!?? Nicòla: Los han encontrado, margarita silvestre, ¡¡¡los han encontrado!!! Sus ojos azules se empañaron al instante y una inmensa sonrisa iluminó su rostro, seguida automáticamente de un suspiro aliviado. Nicòla: No… Rocío: ¿No, qué? Nicòla: Ya han salido del edificio… Pero los que los han encontrado, siguen dentro… Rocío: ¿Cómo que siguen dentro? ¿De qué estás hablando, Nicòla? – comenzando a ponerse nerviosa. Nicòla: Que sí, que sí… Que Pau, Leo, Álvaro, Pepa, Silvia y Gonzalo siguen dentro… Rocío: ¿¡Y a qué narices esperan para salir!? – levantándose de pronto. Nicòla: Pipiolina… Rocío: ¿¡Qué, qué!? Nicòla: Creo que hay problemas… Rocío: ¿¿¡¡Qué!!?? ¡No me jodas, Nicòla! – alterada. Nicòla: Oye, a mí no te me pongas berraca, ¿eh? Que te cuelgo y te dejo desamparada cual ameba en el desierto. Rocío: ¿¡TE DIGO POR DONDE TE PUEDES METER LA PUTA AMEBA!? De repente, ambos callaron… El sonido creciente de varias sirenas de policía, y una inmensa explosión hizo que el francés se quedase pálido… Y Rocío, que la escuchó por los micrófonos… Se olvidó de respirar… Minutos antes Se tuvieron que separar… A medio camino de vuelta, unos tipos les salieron al paso, y aquel amasijo de pasillos se convirtió en un campo de batalla… De disparos, golpes, carreras, maldiciones, portazos, frenazos… Pero sobre todo… De adrenalina, nerviosismo, desesperación y angustia…
El megáfono avisó a los ocupantes del edificio que los tenían rodeados, que cualquier cosa que hiciesen tan solo les serviría para empeorar la situación. Con aquello consiguieron comenzar el desalojo de los pisos superiores, sin percatarse todavía, que cada miembro tenía unas órdenes concretas y precisas… Y los que todavía quedaban en los subterráneos, pensaban llevarlas a cabo costase lo que costase… ----Paula: Por aquí – musitó deslizándose al interior de una habitación que les cogía de camino. Leo entró tras ella y aguardaron silenciosas… Llevaban a dos hombres detrás, y al parecer, aquella repentina desaparición les había despistado… Leo: ¿Álvaro, estás…? – susurrando rápidamente por el micrófono. Álvaro: Jodido… Estamos cerca de la puerta de salida … Leo: Salid en cuanto podáis, no nos esperéis – cortándole – Que no entre nadie más o será peor. Calculo unos cuatro hombres, confiemos en reducirlos antes de que lo hagan con nosotros. Álvaro: De acuerdo… Tened cuidado – antes de cortar. Paula: Falta por saber de Pepa Wayne y la pelofanta – acercándose a ella. Leo: Pepa, Pepa… - llamándola a susurros. Pepa: ¡Mierda! – un disparo resonó a lo lejos en el audio del micrófono – Creo que nos estamos perdiendo, aquí cada vez huele peor, Leo. Leo: Aléjate del olor, cuanto peor huela, más os estaréis adentrando. Pepa: Vale, ¡cuidaos! La inspectora fue a contestar, pero Paula ya le había tapado la boca con una mano… Se escuchaban pisadas cerca… ------Pepa: ¿Estás bien? – mirándola preocupada. Silvia: S… Sí… - entrecortadamente. Llevaban corriendo un buen rato, y el estado físico de Silvia no estaba para muchos trotes. Se encontraban pegadas a la pared, con las respiraciones agitadas y pendientes de cualquier movimiento… Pepa: Tenemos… Tenemos que alejarnos del olor… - sin dejar de mirarla a los ojos. Silvia: Vale – devolviéndole la mirada. La pelirroja hizo un ademán de avanzar cuando Pepa la detuvo.
Pepa: Yo te cubro yendo delante… No pienso volver a dejarte sola – son seriedad. Silvia: Pepa, ahora no… Pero la mirada de la morena no admitía réplicas, con lo que se limitó a asentir con la cabeza y esbozar una leve sonrisa. Pepa avanzó estirando los brazos hacia abajo cargando con la mágnum… A su lado, Silvia imitaba sus movimientos cubriendo sus espaldas… Dejaban atrás puertas de habitaciones tiroteadas, otras abiertas con su contenido a la vista: explosivos, droga, mobiliario antiguo, armas… En sus anteriores registros no pudieron incautar todo aquello pues no debían levantar sospechas… Pero cuando todo el operativo terminase, sacarían del edificio las pruebas y el material necesario para que todos y cada uno de aquellos tipos se pudriesen en la cárcel… Llegaron a un recodo, y Pepa buscó su mirada esperando la orden de continuar… La encontró envuelta en un halo de ternura al que respondió con una sonrisa. A pesar de la situación, a pesar de lo que estaban pasando… El mero hecho de estar juntas ya era motivo suficiente para no parar de sonreír tontamente… Serenó su expresión y se concentró de nuevo en lo que estaban… No le dio tiempo a reaccionar…El golpe seco cayó contundente y pesado sobre su cabeza… Automáticamente, se desplomó en el suelo al tiempo que una brecha se abría en su sien y la sangre comenzaba a brotar en borbotones… Antes de tocar el suelo, Pepa Miranda ya había perdido la consciencia… Había aparecido de la nada… Probablemente las aguardaba tras la esquina. Con la culata de la pistola golpeó brutalmente y con todas sus fuerzas la cabeza de la morena… Silvia: ¡¡PEPA!! Cuando quiso moverse, ya estaba encañonada. El hombre sudamericano le tapó la boca con su enorme mano y apartó de una patada el cuerpo de Pepa para dejarle paso y alejarse de allí arrastrando a una pelirroja, que en vano, gritaba el nombre de la morena mirándola con los ojos desorbitados… Siendo testigo de la desesperación de su voz chocándose contra los gruesos dedos que la aprisionaban… ----Habían salido de los subterráneos, y ahora escapaban por el parking. Llegaban a un furgón negro. Uno de ellos llevaba consigo a la sevillana, el otro a Leo… Un hombre de complexión robusta ya les esperaba impaciente… Entre sus brazos, una mujer pelirroja pataleaba e intentaba zafarse de la cárcel de acero y carne que se habían convertido sus brazos.
Hombre3: Joder, ya era hora, esta puta no se está quieta – zarandeándola. La mirada de las tres se cruzó… Y fueron conscientes en milésimas de segundo…De que el juego había acabado…Y que habían perdido… Hombre1: Nosotros encontramos a estas chiquitas escondiéndose – posando con mayor decisión la pistola sobre la sien de Paula. El otro tipo fue a contestar cuando una voz grave y autoritaria entró en escena corriendo tras ellos. Álvaro: ¡¡QUIETOS!! – tras él, Gonzalo les apuntaba, al igual que el inspector. Hombre1: Jajaajajajj… ¿Qué vas a haser? ¿Disparar? Hombre2: Con ésto tenemos sufisiente para seguir… - señalando con la cabeza a sus compañeros – Antes de que queráis salir, Ricky se habrá encargado de volar este edifisio como un castillo de fuegos artifisiales… Gonzalo: ¿Q… qué? Sin perder más tiempo, el que más cerca estaba de ellos, sujetando a Paula, la empujó contra los dos policías para que estorbase en su camino. El que sostenía a Silvia abrió la puerta trasera en un segundo y se metió dentro con ella sin muchos miramientos, seguido del hombre que llevaba a Leo… El que quedó libre corrió a la cabina y entró sin que ni una bala pusiese tocarle… Álvaro: ¡¡JODER!! – vaciando el cargador sobre el vehículo – Es blindada… Paula: ¿Pepa? ¿Dónde coño está Pepa? Su ausencia cayó sobre ellos como una losa… Aparte de que aquellos desgraciados se acababan de llevar a Leo y a Silvia… Pepa había desaparecido… Paula: Aquí dentro hay explosivos para volar París entero si hiciese falta, y lo van a hacer, quieren acabar con todo antes de que pueda ser usado en su contra. ¡Hay que salir de aquí ya! Álvaro: ¿¡Cómo piensas salir sin ellas!? Paula: Primero tenemos que encontrar a Pepa. Avisa que sigan el furgón, ahí fuera hay unidades que llevarán a cabo la persecución hasta que esos hijos de puta no puedan más. Conforme hablaban corrían adentrándose de nuevo en los pasadizos mientras Gonzalo ya había avisado de la fuga de los tipos, el resto se encargaría de dar con ellos… Pero ahora, escapar de allí era lo primordial, y hacerlo juntos algo existencial… Gritaban el nombre de la morena sin descanso… Sin encontrarla… Se movían con auténtica desesperación por los pasillos tratando de dar con ella, sin resultados… La sevillana había recuperado tantos sus mágnums como la pistola de Leo al pasar por la habitación en la que les habían prendido. Y algo de suerte jugó a su favor cuando vieron en uno de los cruces un cuerpo tendido en el suelo… Álvaro: ¡¡Pepa!! – corriendo y arrodillándose al llegar a ella.
Al cabo de un par de segundos, Paula y Gonzalo llegaron junto a él. Álvaro: ¡Pepa, Pepa!... Venga, enana, por favor… – intentando que volviese en si zarandeándola ¡Joder! La herida no me gusta nada – había parado de sangrar tras formar un leve charco bajo ella. Paula: No tiene pinta de ser muy profunda, eso sí, el chichón no se lo quita nadie – incorporándola por la espalda – Tenemos que sacarla de aquí y llevarla a un hospital inmediatamente – atropelladamente. Álvaro se encargó de cogerla, y tras Paula y Gonzalo, salir corriendo de allí. Si bien algo de suerte habían tenido en aquel momento… El tiempo ahora se aferraba a sus gargantas impidiéndoles respirar… --------Las ambulancias salían del lugar cuando una inmensa explosión nació en los pasajes subterráneos, derrumbando los pisos superiores como una hiedra ávida y hambrienta… Ocupándolas: Pepa y Gonzalo, en otra: Curtis con un profundo corte en el hombro y Aitor con insuficiencia respiratoria tras un brutal golpe en el abdomen, al igual que numerosos agentes y contrabandistas. Paula y Álvaro se habían sumado a la persecución del furgón blindado, como ya la habían iniciado Sara, Lucas, Kike y Sophie aparte de más policías parisinos… ----------Hombre1: ¡Hijos de la mala madre! – mirando por el retrovisor - ¡Los tenemos en el culo! – dando un volantazo. En la parte trasera, ya las habían atado e inmovilizado. Discutían acaloradamente sobre el final de la operación, lo que se habían visto forzados a hacer y lo que aquello propiciaría… Hombre1: ¡¡JODER!! ¡¡CÁLLENSE!! Hombre3: Piérdete, ¡YA! ¡Métete donde sea pero piérdelos! Hombre1: ¡Ya voy, ya voy! No podía creérselo…No acababa de asimilar lo que había pasado…Miró a Leo y vio en sus ojos verdosos una tranquilidad y serenidad que tampoco ella sentía, pero que al menos, servía para tratar de calmar a ambas… ----El goteo del suero… Los pasos del personal del hospital al otro lado de la cortina… Cada sonido se amplificaba y retumbaba en su cabeza a ritmo de martillazo limpio… Rememorando inconscientemente el golpe que hacía unas horas había recibido…
Abrió los ojos con sumo esfuerzo. Lo que había pasado irrumpió como un rayo en su mente y se incorporó de un salto…. Obteniendo como respuesta un mareo que le hizo caer de espaldas de nuevo contra la camilla y llevarse una mano a la cabeza… Rocío: Tranquila… Pepa: ¿Ro… Rocío? – intentando enfocar la vista. Rocío: Shhh…. Tranquila – sentándose en el borde de la cama – Sólo ha sido un golpe, no tienen nada más que un corte y un buen golpazo… Pepa: ¿Y Silvia, Silvia está bien? – poniéndose nerviosa – Silvia, yo… No le dio tiempo a acabar la frase, pues la cortina del box se abrió y apareció Gonzalo. Gonzalo: Aitor ya está estable, y Curtis deseando unirse a la persecución… - suspirando. Pepa: ¿Persecución? ¿Qué persecución? – viendo las miradas que se dirigían - ¿Qué coño ha pasado? – volviendo a incorporarse a duras penas. Dudó unos segundos antes de hablar… Gonzalo: Todo se ha complicado, Pepa, han secuestrado a Leo y a Silvia, ahora mismo están en una persecución para atraparlos… Pepa: ¿¡QUÉ!? – queriendo levantarse. Rocío: ¿Dónde te crees que vas? Pepa: ¡¡A por ella!! Rocío: ¿¡Quieres dejar de decir tonterías!? – alterándose. La morena cerró los ojos e inspiró profundamente, intentado tranquilizarse… Necesitaba mantener la calma… Silvia… Delante de sus narices… Pepa: ¡¡JODER!! – volviendo a abrir los ojos sin poder evitar que se le empañasen y golpeando con fuerza la cama. Gonzalo: Pepa, no puedes hacer nada… Ahora no está en nuestras manos, sólo podemos esperar… Pepa: No, mierda, no… Yo… Otra vez… - llorando – La he vuelto a dejar sola… Otra vez… con la mirada perdida y sin dejar de repetirlo entre susurros. Rocío se inclinó sobre ella y la abrazó. Con la impotencia cargando en su estómago, y una sensación de falsa seguridad, que lejos de ayudar… Parecía que confirmaba los peores presagios… ------
Paró al llegar al descampado…Tras varias maniobras astutas y la destreza del sudamericano, consiguieron darle esquinazo a la policía… Hombre2: ¡¡Bien, joder, bien!! – gritó con júbilo. Los tres salieron del furgón y se reunieron fuera para planear el siguiente movimiento…Ellas se miraban, sólo se miraban… Hasta que la pelirroja, con el corazón en un puño, decidió romper el silencio. Silvia: ¿Y ahora qué…? – con la voz rota. Leo: No lo sé… - con tono vacío y neutral - No creo que hayan sido tan despistados como para perderse… Se habrán ocultado para que parasen… O eso espero – suspiró. Reprimió las lágrimas y apartó la mirada de sus ojos verdes… La imagen de Pepa cayendo al suelo se repetía sin descanso… Tenía que aguantar, y confiar, al igual que Leo… En que todavía seguían su pista… Los disparos se escucharon como truenos dentro del furgón… Fuera, la discusión propició las armas… Y con ellas… La muerte de dos de ellos… ----Sara: ¿Has oído eso? – mirando a Lucas con el ceño fruncido. Lucas: Sí, vamos antes de que sea demasiado tarde… – volviendo a encender el motor con la intención de llegar hasta ellos siguiendo la marca de los neumáticos que el vehículo había dejado sobre la arena seca y traicionera. Era cierto que habían conseguido escaparse… Pero todavía seguían lo suficientemente cerca como para encontrarlos. Confiaban en ello aferrándose a esa alternativa con fuerza…Era lo único que tenían… ----Cap. 29 El engaño de un espejo… Flashback Terminó de ponerse el jersey y recogió sus cosas. Las metió en su taquilla, sacando antes una goma del pelo. Temiendo lo que vería, se acercó con lentitud al espejo del vestuario. Con el mismo cuidado, hundió sus manos en su melena azabache, peinándosela hacia atrás y poder así recogérsela en una larga cola de caballo. No había apartado, ni por un segundo, la vista de los ojos verdes que la superficie pulida le devolvía… Pero aquellos ya no eran sus ojos…Aquella mujer ya no era ella…
Leo estudió sus propios rasgos en el espejo, como cada día desde creía hacía demasiado tiempo. Era una extraña con un mismo cuerpo… Un mismo físico levantado sobre las ruinas de su persona destrozada. No se reconocía… Su mirada verdácea se tornó cristalina, y la primera lágrima kamikaze se precipitó por la perfección de su piel… Cerró los ojos para no querer verse otra vez llorando…Se había perdido… Ella no debía estar allí. Apoyó las manos sobre el mármol del lavabo y agachó la cabeza… -----Su mano se posó temblorosa sobre el picaporte… Suspiró acongojado antes de abrir… Sabía que sería él, sentía su miedo a kilómetros…Se limitó a mirarle cuando cerró la puerta. Un escalofrío incidió con brutalidad en su patética existencia. Escrutó con los ojos llorosos la mirada de aquella mujer morena… Para confirmar, con un dolor insoportable, que sus ojos verdes reflejaban una frialdad carente de emoción. Leo: Supongo que vienes a matarme… - su tono sereno provocó que su cuerpo temblase con mayor intensidad. Javier: Leo… No puedo hacer esto… Con una mueca de dolor, se levantó a duras penas valiéndose de la pared. Su abatido rostro, a pesar de estar demacrado y sembrado en sangre reseca y heridas, mostraba su característica frágil belleza, corroborada por la profundidad de su mirada. La habían torturado y amenazado durante días, sin descanso… Leo: ¿Qué no puedes hacer exactamente? – le costaba hablar a causa de los maltratos sufridos – Once años… ¿Mentirme durante once años? ¿Secuestrarme? – hizo una pausa para tragar saliva - ¿Cuánto tiempo llevo aquí? – su voz se rompió y las lágrimas hicieron acto de presencia – Javier, el que aprietes un gatillo no va a cambiar el hecho de que yo ya esté muerta. Javier: Leo… - llorando también – Por favor… Lo siento… Yo no… Leo: ¿Sabes que os encontrarán, verdad? Y os pudriréis en una celda como las putas ratas que sois… Javier: No… SI tú… Si tú te quedas aquí nadie sabrá de nosotros. Leo: ¿A qué esperas, entonces?
Javier: No puedo hacerlo… Te quiero… Alzó una ceja ante aquello y clavó en él una mirada de desgarradora indiferencia. Leo: ¿Crees que eso ahora me importa? Llevo encerrada dos semanas con la verdad de mi mentira… ¿Qué quieres salvar de esto? Se quedó quieto durante unos minutos, rodeado de la mugrienta penumbra de aquel zulo… Finalmente alargó el brazo en el que sostenía la pistola, y mordiéndose el labio inferior hasta sangrar, avanzó hasta ella y colocó el cañón en su frente. Javier: No tengo permitido tener sentimientos… Soy un cobarde… No soy nadie… y sin embargo…. Sigo respirando… Leo ya sabía por dónde iba. Lo conocía demasiado y sabía el por qué y para qué de cada una de sus palabras… No le sorprendió que Javier sacase una segunda pistola y se la tendiese… La cogió sin apartar la vista de sus ojos, e imitarle estirando el brazo y posándola en su frente. Javier: Uno de los dos… - sollozando. Leo: ¿Qué te hace pensar que yo sí puedo? Javier: Que la has cogido sin dudar… Hazlo antes de que vuelva a fallarte… Leo: No me has fallado, has muerto… y yo contigo… ----Calló…Simplemente callaron…No tenían nada que decirse. ¿Qué palabras podría dedicarle alguien a la persona que va a matarle…? ¿…que ha compartido su vida…? ¿…que ha querido durante años…? Se miraban…Buceando en el dolor…Asco…Repulsión…Hipocresía…Indiferencia…Amor… Venganza… Engaño…Desesperación…Locura…Mentira…Castigo. Cerraron los ojos… La certeza de que uno de los gatillos se presionaría era suficiente… Servía para mantener el oxígeno congelado en sus pulmones… En el instante en el que dejaron de respirar y sus corazones quisieron parar… El instante en el que una mano se cernió sobra una de las pistolas…Y la accionó… ------
El sonido del disparo seguía retumbando en su mente, en su machacada conciencia. Levantó la cabeza y se observó de nuevo...Sus ojos enrojecidos e hinchados… Y su expresión abatida. Alzó una mano, y con ella, ocultó su imagen en el espejo… Y lentamente… Le deslizó hacia abajo… Acariciando con delicadeza la fría superficie pulida de su pasado… Y de nuevo… Cuando el último dedo perdió el contacto… La realidad golpeó como un mazazo su llanto. Encerrada en una celda de grueso cristal obsidiana… Oprimiéndola… Sin poder respirar… Sin poder pensar… Sin poder vivir… Perdiendo los resquicios de su persona maltrecha y abandonada… Como su suerte, olvidada y desvalijada en la memoria de quien no puede, ni quiere, recordar… Ahogándose en aquella visión de sí misma en un maldito espejo… Suplicando a gritos silenciosos el final de aquello… El final que nunca llegaba… Y esa inherente idea volvía a su cabeza… Pero no. Se apartó del espejo y se limpió las lágrimas junto a los vestigios de una guerra pasada y perdida. Echó un último vistazo a su imagen y salió de allí para enfrentarse a sí misma… A su nueva condición de vida…Cumpliendo su propia condena impuesta…Sin percatarse… De que una mujer morena la había estado observando desde el edificio de enfrente. Como todos los días… Siendo víctima y testigo de un dolor que no conocía… De la ternura que se había instalado en ella a raíz de aquel reflejo roto… De la pretensión de un sentimiento desconocido y seductor. Pepa apartó la vista de la ventana y sacó del cajón de su mesa de oficina un grueso dossier. Leyó el título para sí misma… Oposiciones a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Volvió a mirar a la ventana de enfrente, concretamente, al espejo que hace unos minutos ocupaba aquella misteriosa mujer… Sus labios se arquearon en una leve sonrisa y suspiró. Fin del flashback
Había pasado aproximadamente media hora desde los gritos y los disparos fuera. Estaban sentadas la una frente a la otra. En silencio, pues sus ojos ya hablaban por ellas, escudriñándose mutuamente en nombre de la tensión y quizá, algo de esperanza. Al cabo de un rato, Leo optó por cerrar los ojos y calmarse lentamente, sin embargo, el cuerpo de la mujer que compartía aquella parte trasera del furgón servía de circuito para el miedo y adrenalina… Una mezcla nada recomendable. Abrió los ojos al escucharla forcejear. Leo: ¿Qué haces? Silvia levantó la vista para mirarla, intentaba desatarse las muñecas con forzosos tirones y maldiciones por lo bajini. Necesitaba irse de allí inmediatamente. Silvia: Me he cansado de esperar. Un último tirón pasado de rosca le sirvió para liberarse, se puso con las ligaduras de los tobillos. Leo: Tranquilízate… Silvia: No, no me tranquilizo, joder, no puedo estar aquí compadeciéndonos y teniendo miedo. ¿Sabes lo que te digo? ¡A la mierda el miedo! ¡A la mierda esto! – tirando de las ataduras - ¡A la mierda el furgón, el secuestro, ese hijo de puta y la madre que lo parió! – completamente fuera de sí. Leo: Silvia… - conciliadora. Silvia: Yo no sé cómo puedes estar ahí tan tranquila, como si te secuestrasen todos los días, de verdad que no lo entiendo… - bufó peleándose con las cuerdas. Leo: La última vez que estuve encerrada maté a mi marido – con tono tranquilo. La pelirroja se quedó helada, y volvió a mirarla sin saber muy bien qué decir. Aquello había servido para hacerse cargo de la situación y calmarse. Observó su expresión serena y se sintió avergonzada y culpable, tanto por su comportamiento como por el hecho de conocer su historia. Silvia: Yo… Lo siento… No quería… Leo: Silvia, no pasa nada – esbozando una débil sonrisa. Se quedó callada hasta que creyó encontrar las palabras que, si no acertadas o adecuadas, al menos se acercaban. Silvia: Yo no lo hubiese soportado – agachando la cabeza. Leo: Supongo que somos más fuertes de lo que pensamos – suspiró – O si no, mírate, que vas una detrás de otra… Silvia: No es lo mismo – pataleando para soltarse e incorporarse.
Se acercó a Leo y comenzó a desatarla. Se pegó a su cuerpo para poder llegar a sus muñecas, que descansaban en su espalda. Leo: ¿Qué es lo que cambia, entonces? – mirándola fijamente a los ojos, sus rostros estaban a escasos centímetros - ¿El miedo…? ¿La culpa…? Silvia se apartó una vez consiguió soltarla, pero sin dejar de mirarla. Silvia: No hay culpables, ni que buscarlos – poniéndose con las ligaduras de sus piernas. Leo: Pepa no piensa lo mismo, ¿cómo te sentirías tú en su lugar? Levantó de nuevo la vista tras soltarla, mirándola pensativa… Tenía razón: se sentiría culpable hasta el final, como ya se estaba sintiendo… En el fondo, Leo no iba tan desencaminada. Leo: Y estás aquí, buscando la forma de escapar sabiendo que tu meta es ella… Eso es lo único que cambia… - sonriendo levemente. La pelirroja contestó devolviéndole una sonrisa tímida y agradecida. De pronto escucharon pasos apresurados que se acercaban al furgón. Se miraron al instante. Leo: Escucha, en cuanto abra la puerta, voy a por él. Tú sal y ve a los cadáveres, coge una pistola, ¿vale? Silvia: ¿Qué? Leo, que está armado, que no pued… No le dio tiempo a terminar de hablar, pues el portón trasero se abrió dejando al descubierto el exterior: un decampado abandonado entre ruinas de obras y cemento. El hombre era el más pequeño de los tres sudamericanos, de expresión temerosa y nerviosa. Antes de que pudiese hacer nada, Leo ya se había abalanzado sobre él, intentando dejarle espacio a la pelirroja para salir del furgón. Vislumbró los cuerpos apartados… Y corrió hacia ellos sin mirar atrás. El sudamericano lo vio y trató de dirigir su arma hacia ella, sin éxito, pues el forcejeo con Leo no le daba para nada más… Llegó hasta ellos, sin querer mirar sus ojos inertes, se agachó con rapidez y se hizo con una pistola.
Acertó a propinarle un codazo que la apartó de él, sin embargo, la respuesta su un puñetazo certero que la inspectora colocó en su mandíbula. La pelea terminó por que ambos cayesen al suelo, Leo sobre el tipo. Ventaja que aprovechó para encadenar puñetazo con puñetazo en su cara, sentada a horcajadas sobre él y sin cederle un ápice de tiempo para reaccionar. Pero a duras penas, colocó con rapidez el cañón de su pistola bajo su barbilla.
Hombre: ¡Para, perra! – ejerciendo mayor presión y respirando con dificultad. Silvia: ¡Alto! – apuntándole a unos metros de distancia. Leo se quedó quieta, y fue moviéndose conforme el hombre le pedía. Hasta quedarse ambos de pie frente a Silvia. El sudamericano se escudaba en el cuerpo de la inspectora, encañonando su sien. Los tres respiraban agitadamente… Leo: Has asesinado a dos de tus compañeros… - comenzó a susurrarle arrastrando las palabras con asco – No vas a dispararme a mí también, y lo sabes… Ya has jodido demasiado las cosas como para torcerlas más… Estás nervioso y tiemblas… No puedes más… - escupía las palabras con tono altivo y provocador. Hombre: ¡Cállate! – estirándole del pelo para que inclinase la cabeza hacia atrás. Leo: No vas a disparar… Hombre: ¡¡Que te calles!! – deslizando con nerviosismo y los ojos desorbitados el cañón hasta situarlo bajo su barbilla. Silvia: ¡LEO! Leo: ¡VUÉLALE LA PUTA CABEZA, SILVIA! Hombre: ¿¡QUIERES CARGAR CON LA MUERTE DE TU AMIGA!? – mirando a la pelirroja. Leo: ¡SILVIA, DISPARA! – consiguiendo clavar en Silvia sus ojos verdes para que confiase en ella y lo hiciese. Le pareció una eternidad…El tiempo se ralentizó para burlarse de la situación… Apenas acabó de asimilarlo… Cuando vio en los ojos de Leo lo que haría a continuación… Quiso detenerla, pero ya era demasiado tarde… Su mano fue por delante… Y dos balas vibraron con el sonido y se cruzaron en el aire… ----Cap. 30 Color borgoña con sabor a derrota… Los pasillos del hospital olían a nuevo, a blanco, a dolor… Los pitidos de las máquinas daban el parte de los latidos de vidas que se desvanecían. Apoyó la cabeza en la pared echándola hacia atrás, sentada en una silla de plástico de una sala de espera hospitalaria. Las lágrimas imperaban en los presentes como un requisito irrevocable al alivio que ansiaban. La mujer que estaba sentada de lado sobre sus piernas se aferró a su cuello y hundió su cabeza en el hueco entre éste y su hombro… Acurrucado… Hecho un ovillo, en otra sala de espera, se intentaba convencer a sí mismo que no, que aquello iba a salir bien, que no podía irse…
A su lado, tres hombres charlaban animadamente para quitarle hierro al asunto, con la esperanza de acelerar el tiempo. En otro pasillo, otra mujer posaba con la fragilidad de su fuerza hecha añicos su mano sobre el cristal de una habitación… Infundiéndole al vidrio el calor que ni ella misma tenía… Ni sentía. En la mortecina cafetería, una joven agente buscaba consuelo y paz en un café de máquina pasado, y en el contacto de su mano entrelazándose con la de aquel hombre, que sentado frente a ella, trataba calmarla mirándola profundamente… La vieron parada allí, llorando silenciosamente, con la frente y la mano sobre el cristal… Apoyándose en él para no desfallecer. Sus ojos azules se cruzaron… Y mientras ella la abrazaba con decisión, él las rodeó a las dos con sus enormes brazos. Intentaba que su voz sonase calmada… Apretaba el móvil con fuerza contra su oído para recordarse que no tenía que, ni debía, perder la aparente tranquilidad… El temple de su físico se tambaleaba tratando de explicarle a su superior la situación… Al tiempo que una mujer francesa hacía lo mismo a escasos metros de él. El hospital se cernía sobre ellos. El no saber… Todo había acabado. Pero… ¿A qué precio? ¿Con qué consecuencias? Se buscaban en los ojos de unos y otras… Tanteando las posibles respuestas en la incertidumbre… En la misma facilidad con la que la sangre podía extenderse por el suelo… Y teñir la perfecta tersura de nieve de sus cuerpos con color óxido oscuro… Negro… Hundir sus dedos en la cicatriz de una herida incurable… Y quemar de dolor. ----Horas antes… La bala abrasó su piel y continuó su camino hasta impactar en el chaleco antibalas.
Por otra parte, el disparo paralelo incidió en su entrecejo acabando así con el patético sentido de sus acciones, y de paso, con su vida… Se desplomó derrumbado como cualquiera al que llenan de plomo: completamente muerto. Tardó varios segundos en reaccionar. El golpe de la bala en su chaleco la había descolocado… Hasta que vio el cuerpo de Leo cayendo a cámara lenta junto al del hombre. Silvia: ¡LEO! Corrió hasta ella y se arrodilló buscando su mirada… Se había interpuesto en el recorrido del disparo. Con rapidez, la inspectora se giró para forcejear con el tipo y tratar de desarmarle. Al mismo tiempo que Silvia disparó y lo mató, y él, inconscientemente segundos antes, también accionó el gatillo. Silvia: Leo, Leo… - cogiendo su rostro en sus manos – Por favor… - sollozando presa del pánico. Bajó la vista por su cuerpo hasta dar con el desajuste: la bala había originado una profunda herida en su costado, bajo las costillas, al tomar contacto con su piel. La sangre brotaba a borbotones, e instintivamente llevó sus manos ahí para taponarla. Silvia: Leo, respira, no cierres los ojos – pidió mirándola suplicante. El brillo febril de su mirada verdácea delataba la debilidad de su cuerpo… Y cómo su vida se esfumaba entre sus dedos, tejiendo en sus manos níveas gruesos hilos de escarlata. Leo parpadeó pesadamente queriendo abandonarse a la tranquilidad que la llamaba a gritos… Su cuerpo se convulsionó al toser, dejando resbalar desde sus labios un camino de sangre que bordeó su barbilla y se precipitó por su cuello. Su rostro palidecía a un ritmo vertiginoso, al igual que el charco de sangre bajo ellas se agrandaba. El descanso estaba más cerca… E inconscientemente, aferrarse a él era el camino más corto para acabar por fin con todo. Silvia: ¡No, no! Leo, mírame, mírame a mí – cogiéndola con una mano por la barbilla y moviéndole la cabeza con suavidad – Aguanta, por favor… Sus labios manchados de su propia sangre se arquearon en una sonrisa sumamente cansada. Leo: Sil… Silvia… - enfocando la vista con sumo esfuerzo. Silvia: Shhh… No hables… Aguanta… Leo: Gracias… - cerrando los ojos con abatimiento. Silvia: ¡No, NO! ¡Leo! ¡Jod…!
El chirrido de unos neumáticos contra el cemento del suelo le hizo callar de pronto. El frenazo fue el preludio de la voz de su sobrina corriendo hasta ellas. Sara: ¡TITA! ¿¡Estáis bien!? – se quedó parada al ver a Leo tendida en el suelo, y Silvia junto a ella presionando en la herida - ¿Leo…? Silvia: ¡Sara! ¡Una ambulancia, YA! Lucas: Está de camino – arrodillándose junto a ellas. Silvia: Está perdiendo muchísima sangre, si no se dan prisa no llegará… Sara: ¿Le ha atravesado? Silvia: No, no… la bala sólo le rozó… Lucas: Pero sin chaleco ya es suficiente… ¿Dónde coño está su chaleco? – mirándola preocupado. Silvia palideció al darse cuenta… Silvia: Lo… Lo llevo yo… - devolviéndole la mirada, sin él, ahora mismo sería ella quien estuviese desangrándose en el suelo. ----La ambulancia irrumpió en la entrada de urgencias del hospital, y con ella, un reguero de órdenes, médicos y personal hospitalario. Silvia bajó del vehículo con rapidez, ya se llevaban a Leo a quirófano. Entró en la zona de urgencias tras Lucas y Sara… La noticia de que habían dado por fin con ellos se extendió entre los policías como la mecha de un explosivo. Pepa, a pesar de las advertencias, consiguió que tan sólo le pusieran un apósito en el lugar del golpe y le dejasen salir del box. Algo parecido sucedió con Aitor y Curtis, que no podían aguantar más tiempo allí metidos. ----Corre hasta llegar a la zona de urgencias, hay demasiada gente… Se le encoge el corazón y deja de respirar… Quiere decir algo, o simplemente moverse, pero no… no puede. La morena se queda plantada en medio de la gente, sin saber qué hacer, o decir, o pensar… ¿Y Silvia? Como si una descarga eléctrica recorriera su sistema nervioso, comienza a buscarla desesperadamente. Con al corazón latiendo a mil, y su cuerpo temblando… Pero sin moverse… -----
Y se encuentra con su mirada castaña buscándola entre la multitud… Y corre hacia ella instintivamente… Chocando con la gente y pidiendo disculpas a su paso… Entorpeciéndose a sí misma al querer ir más rápido. La ve ahí plantada, su silueta al final de las sombras borrosas que se empeñan en interponerse… El miedo teñido en sus rasgos rectos y sus ojos destilando una agonía que resbala por su tez bronceada hasta instalarse en sus labios carnosos, ahora cerrados con fuerza, al igual que sus puños… Al igual que ellas… Encerradas entre la gente, moviéndose pero sin encontrarse, como dos polos del mismo signo que se repelen… Pues su propia naturaleza les condena a ello… Hasta que deciden que la fuerza de atracción ha de ser mayor que la de repulsión… Y la gente…Y el ruido…Y los obstáculos…Y las dudas… Y el miedo… Y el dolor… Dan igual. -----
Sigue sin reconocerla… Y a una velocidad desmedida se desespera, al mismo tiempo que sus pies se clavan en el suelo, y siente que su cuerpo se hunde sin remedio en su propia ansiedad… Se ahoga… La gente se mueve a su alrededor… Médicos que corren, al igual que quisiera hacer ella… Órdenes, lo que su cerebro trata de dar desde hace un buen rato, sin éxito… Movimiento, sus músculos acartonados temen por ello y sencillamente esperan… Voces, la suya de nuevo cobra vida independiente para huir de una contienda destinada al fracaso… Espera… Sin saber qué o a qué atenerse… No la encuentra… Grita su nombre sin abrir la boca y sus ojos se pierden buscándola sólo a ella… Intentando, en vano, distinguir su melena rojiza entre las batas blancas… Porque no sabe si está bien… Si ella la está buscando… O si por el contrario, también está paralizada… Y es entonces cuando mueve un pie con una determinación que flaquea por todos sus costados… Y vuelve a temblar… Y vuelve a tener miedo… Y se para…
Porque la siente… Y tan sólo espera, porque si dos polos se atraen…Acaban encontrándose a pesar de todo y todos… Y por un segundo, su tranquilidad se refleja en su semblante… Ya sabe por qué lo hace. Ya sabe por qué o a qué aguarda quedándose quieta… ---Sonríe un segundo para sí misma cuando a escasos centímetros de ella se da cuenta de que todavía no la ha visto… Y es que su característica impaciencia no le permite pararse, a pesar de estar paralizada en medio del caos vorágine de una sala de urgencias… Y siente su cuerpo temblar y percatarse de que ella también lo está haciendo… Y se llaman… Simplemente se llaman, sin decir nada, sin hacer nada, sin pensar nada más que una zancada las separa… Y parece un infinito que nunca llega… Y se abalanza sobre ella para sentir cómo, de un plumazo… Todo desaparece… Y ya no queda nada… En medio de ninguna parte… Sólo ellas. ----Pepa apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando los brazos de Silvia se cerraron en su cuello apretándose lo máximo posible a ella. El impulso del abrazo casi hace que ambas se precipitasen al suelo. Pepa: ¡Silvia! – apartándose un poco para mirarla a la cara, todavía respirando entrecortadamente y sobrecogida. Silvia: Pepa, Pepa, yo… - hablando con rapidez al tiempo que cogía su rostro entre sus manos – Pepa, Dios… Leo, Leo… Yo… ¡Mierda! – se le atropellaban las palabras, y las ideas, y el volver a verla pudo con ella, y volvió a aferrarse a su metro ochenta con pura necesidad. Por su parte, la morena no terminaba de asimilar… Sus brazos reaccionaron y rodearon su cintura con fuerza al tiempo que inspiraba aquella fragancia que insufló su esencia en cada célula de su cuerpo, hundiendo sus dedos en su hermosa cabellera rojiza. Pepa: Lo siento, lo siento muchísimo, Silvia, yo… No puedo… Te juro que… Silvia: Pepa, ya, da igual… Pepa: No, no da igual, que… Silvia: No importa, que ya, que no pasa nada… Pepa: Sí pasa, por mi culpa… Silvia: ¡No hay culpa que valga! Pepa: ¡Sí, sí! Yo tenía… Silvia: No tenías nada, todo está bien… Pepa: Que no, que…
Silvia: ¡Pepa! Pepa: ¿¡Qué!? Silvia: ¡Que me beses! ¡YA! Y lo hizo con urgencia, inclinándose impetuosamente sobre ella y eliminando cualquier brizna de aire que cupiese entre sus cuerpos pegados. Devorándose para demostrarse mutuamente que no se lo estaban imaginando… Saboreándose con el anhelo de luchar contra un muro y ganar, derrumbarlo, y encontrarse de nuevo a cada lado para mirarse y sonreír… Rompiéndose en el medidor del tiempo, ¿pues qué puede tomar constancia de la intensidad de un beso…? Y lentamente, se fueron separando a regañadientes, pero dejando sus rostros cerca, muy cerca… Para que la pelirroja se pusiese de puntillas y rozase sus labios con los de Pepa… Y hacer que los entreabriera para apartarse sin acariciarlos de nuevo. Y sonreír… Y dejar que la morena se cobrase ese descaro atrayéndola con mayor firmeza contra su cuerpo, y siguiendo su juego… Besarla con ternura… Dándole nombre a esa tierra únicamente suya, lejos de la realidad, del ruido, del hospital, del dolor, de la incertidumbre y el ajetreo de quienes no se permitían ni un segundo para soñar… Sumiéndose en un lugar llamado, sencillamente, “beso”. ----El tiempo transcurría lento y pesado, se desperezaba en los segundos sin llegar a despertarse… Habían pasado más de dos horas y todavía no sabían nada. Sentado en una silla de la sala de espera, Nicòla trataba de dejarse llevar por la conversación que Aitor, Curtis y Kike tenían a su alrededor, como aferrándose a una pequeña tabla de naufrago entre aquella frágil desolación de inseguridad. El médico entró en la sala de espera, y automáticamente, fue rodeado por un grupo de policías hambrientos de noticias. Rocío: ¿Y, y? Dio los resultados en francés, con lo que más de uno y una lo miró frunciendo el ceño. Hasta que Sophie tradujo rápidamente. Sophie: La operación ha sido realizada con éxito, se ha detenido la hemorragia. En un par de horas ya puede recibir visitas… Y… - mirando al cirujano y asintiendo tras su explicación – Calculan que si el proceso de recuperación es como se prevé, en tres días ya se puede trasladar… Rocío se abalanzó sobre el pobre hombre para llenarle la cara de besos, al mismo tiempo que los suspiros de alivio, los abrazos y las sonrisas se extendían por el grupo. Rocío: ¿Y Paula? – una vez se fue el cirujano, dándose cuenta de su ausencia.
No estaba en la sala, reparó en que ni siquiera la había visto entrar allí. Rocío: Voy a buscarla – poniéndose de puntillas para besar suavemente a Gonzalo antes de irse. Álvaro: Espera, voy contigo. Lucas: Nosotros nos bajamos a la cafetería – cogiendo a Sara por la cintura y despidiéndose con un gesto de cabeza. Pepa: Y tú y yo nos vamos a que te vean – mirando a Silvia, que le lanzaba un beso a su sobrina. Silvia: ¿Qué? Pepa: Ya sabemos el estado de Leo, todo está más tranquilo. Así que vamos a que te examinen, Silvia, que ahora no te escapas – tirando de ella fuera de la sala. ----La buscaron por los pasillos de aquella planta, preguntando a los enfermeros y médicos que encontraban en su camino. Rocío en off: (No ha podido irse muy lejos… Aunque a saber dónde se ha metido la mona ésta…) – bufando al tiempo que doblaba un recodo seguida de su hermano. Sin embargo, Álvaro tiró de ella en sentido contrario, haciéndole mirar a un pasillo que dejaban atrás. De pie, con la cabeza y la mano apoyada en el cristal, estaba Paula. Se acercaron a ella, y cuando llegaron a su altura, la sevillana se apartó para mirarles… Las lágrimas secan surcaban su rostro, y lentamente, un débil sonrisa se dibujó en sus labios. Paula: Está bien… - en un susurro inaudible y señalando el cristal de la habitación. Rocío la abrazó con fuerza sin dejarle respirar, seguida de Álvaro, que las rodeó a ambas en un inmenso abrazo. Paula: Ey, ya, va, que corra el aire – separándose a trompicones y sonriendo. Rocío: ¿Ves? Para que veas lo mal que se pasa estando al otro lado… Esto te sirve de lección negando con la cabeza. Álvaro: Creo que eso deberías aplicártelo a ti también… - musitó por la bajini. Pero el oído de la rubia estaba más afinado de lo que creía, y como contestación recibió un codazo en el estómago que le hizo doblarse en una punzada de dolor. Rocío: Anda que… Mira que es lista la jodía, pero ir por ahí cual Heidi por el prado, sin chaleco, sin pistola, libre albedrío y juerga, ¡sí señora! – llevándose las manos a la cabeza y dejando que la tensión fluyera a través de sus incoherentes salidas – Va a ser verdad que todo se pega menos la hermosura… Porque más quisieras tú que se te pegara algo de ella – sacándole la lengua.
Paula: Tendrás morro, ¡furcia! – dándole un manotazo. Álvaro: Ya lo que os faltaba – separándolas - ¿Vas a entrar ahora? – señalando con la cabeza la puerta de la habitación. Paula: Los médicos me han dicho que me avisarán – sonriendo, feliz. Apoyó la espalda en la pared y se dejó deslizar hasta quedarse sentada en el suelo, suspirar de cansancio y pasarse la mano por el pelo al tiempo que resoplaba. Lo peor ya había pasado, y la recuperación, al parecer, sería más rápida de lo que pensaban. -------Nada más verla salir del chequeo, Pepa se levantó como un resorte de la silla de plástico, mirándola entre interrogante y preocupada. Silvia: Estoy bien – sonriendo con sencillez, al ver que la morena no hacía por cambiar su expresión – De verdad, Pepa – ampliando su sonrisa. Finalmente, se contagió y acabó sonriendo también, acercándose a ella, abrazándola y posando un tierno beso en su pelo. Pepa: Ahora sí que no me separo de ti en la vida… - en un susurro. Silvia: ¿Lo prometes? – separándose un poco de ella para levantar la cabeza y mirarla a los ojos. Pepa: Mientras esté en mi mano, desde luego – sonriendo. Volvió a acoplarse entre sus brazos, pero al instante se separó de nuevo para alzar otra vez la cabeza. Silvia: Pepa, ¿estás bien? Pepa: ¿Qué? Se despegó todavía un poco más para poder poner la palma de su mano en su pecho. Silvia: Vas a mil por hora, ¿te encuentras bien? – cambiando su semblante por uno de preocupación. Pepa: Sí, sí… Es que… Bufffff… Todavía estoy procesando, pelirroha… - haciendo un amago de sonrisa que terminó con un rictus de seriedad y angustia – Si te llega a pasar algo, y yo… Sólo lo pienso y… Y es pánico, y miedo… y entonces me cuesta respirar… Silvia: Ssshhhh… - posando el dedo índice en sus labios – Ya, no lo pienses – sonriendo – Mira – cogiendo la mano de la morena y posándola en su pecho, para demostrarle que ella estaba igual – Estoy así porque me estás abrazando otra vez, porque estás conmigo, porque pensaba que no iba a acabar nunca, y estamos aquí… Así que deja de pensar en el si… - clavando en Pepa una mirada de infinita dulzura respondida con una sonrisa cómplice - Anda, vamos – cogiéndola de la mano para volver a la sala de espera. Cuando llegaron, Gonzalo hablaba por el móvil, contándole a Don Lorenzo el final de todo aquello, pues aunque Lola, Paco y el resto de la familia y amigos no lo supieran, el comisario sí
había estado informado en todo momento de lo ocurrido, pues fue algo que decidieron a pesar de algún que otro contra. Pepa se sentó en una de las sillas, apartando su chaqueta del asiento de al lado para dejarle sitio a la pelirroja, quien determinó que aquello era demasiado espacio de separación, y optó por sentarse de lado sobre sus piernas, dejando que la morena la rodease enlazando sus brazos en su cintura. Ella hizo lo mismo en su cuello, al tiempo que Pepa echaba la cabeza hacia atrás para apoyarla en la pared y suspirar, por primera vez en varios días, de tranquilidad. Y hundió su cara en el hueco de su cuello y su hombro, sintiendo cómo el olor de la morena inundaba sus pulmones y ejercía su bálsamo contra cualquier pensamiento… Y cerraron los ojos… Porque en aquel momento… La caricia de la mano de Pepa ascendiendo por su espalda le hizo apretarse más contra ella… Sus dedos enredándose en las puntas de su pelo, encogerse en un estremecimiento que reprimió susurrando un leve te quiero… El contacto de su piel en su cuello, erizarse su cuerpo… Sentirse juntas, de nuevo, abandonarse a ellas en un mundo paralelo… Y sus respiraciones acompasadas ante el desenfreno de las últimas horas se calmaban… Y que a pesar de haber parecido eternas… Por fin, ya con total seguridad… Habían acabado. -----Cap. 31 Aquí, allí, en medio de ningún sitio, o en todas partes… 3 días después Desayunaban antes de irse a la comisaría. Rita la miraba entre nerviosa y preocupada al otro lado de la barra. Al final Don Lorenzo les acabó contando todo lo ocurrido, y esperaban impacientes a que cruzasen la puerta del bar. Lola: ¿A qué hora llegaban? – yendo de un lado para otro. Rita: Lola, cariñico, que están a puntico de caramelo. Tranquilízate, que tienes que tener los cafeses removíos y removíos por dentro, y eso no es bueno. Concha: En cuanto aparezca la MariJose por esa puerta, de la somanta palos que se va a llevar no le van a quedar más ganas de irse por ahí a operativos internacionales, que te lo digo yo. Paco: Mamá, por Dios, así se ha quedado la niña, tonta perdía… Concha: ¿Qué tonta, ni qué tonta, Paquito? Con lo lista que es mi MariJose, a ver si aprendes, zopenco – propinándole una colleja. D.L.: Concha, deja a Paco, cojones, que luego no rinde en condiciones…
Mariano: Eso es porque no come bien, ¿ve, Don Lorenzo? Con un café solo, si es que así es imposible rendir. Anda, Paco, márcate unos sobaos… Paco: ¿Qué sobaos ni qué sobaos, Mariano, leches? – llevándose el pañuelo a la boca. Concha: Ay, hijo, que me entra angustia de verte así siempre, como los niños chicos. Un día le voy a echar al dichoso pañuelito lejía, a ver cómo te sienta, ¿eh? ¡Y a ver si nos tranquilizamos todos un poquito, cojones! Rita: Uy, cojones ha dicho. Lola, Lola, que tóh se pega… Concha: ¡Menos la hermosura! Que como se me quede la cara-cartón, voy apañáh yo… Rita: Jajajaajjajjj… Cara-cartón dice… D.L.: Ya ni mi pareja me respeta, Paco… - alejándose de ellas con pesadumbre y yendo con Paco y Mariano. Concha iba a contestar cuando Lola pegó un chillido. Todos se giraron al unísono para mirar quién acababa de entrar, entre unos y otros, no se habían dado cuenta. No habían pasado por casa siquiera, llevaban consigo las maletas todavía del viaje. Silvia iba en cabeza, cogida de la mano de Pepa, de quien se soltó para recibir el abrazo de su hermana que se abalanzaba sobre ella. Lola: ¡¡¡SILVIA!!! – llenándole la cara de besos - ¿Estás bien? Silvia: S… Sí, sí, Lola – sonriendo y devolviéndole uno en cada mejilla al tiempo que la estrechaba con fuerza entre sus brazos. Pepa: ¡¡Paquito!! – bajando de dos zancadas las escaleras y abrazándolo, a la vez que a él se le llenaban los ojos de lágrimas y trataba de aguantar el tipo. Sara: Oye, míralos, ni que fuesen sus hijas… - cuchicheándole a Lucas con cierta envidia. Su abuela la oyó y corrió a abrazarla a ella. Concha: Aaaaayyyy, mi niña chica, ¡que está celosona! – riendo. Lola: Ven, aquí, cariño, qué días más malos – con lágrimas de emoción al tiempo que abría sus brazos para abrazarlos, tanto a ella como a Lucas, pero sin soltar a la pelirroja. Los gritos de júbilo y reencuentro de Curtis, Kike, Aitor y Povedilla resonaban entre los abrazos y besos del resto. Poco a poco se fueron calmando e iban contando entre risas sus peripecias por tierras desconocidas. Concha: ¿Y tú? – entrecerrando los ojos y mirándola con el gesto torcido. Pepa: Yo, ¿qué? Concha: Que te gusta ir abriendo puertas con la cabeza – dándole una sonora colleja. Ya se había quitado el apósito de la frente, pero todavía quedaba una marca del golpe, que en un par de días desaparecería.
Pepa: Aisssh, joder, mamá… Concha: Aún encima con palabrotas, con el pañuelo de tu hermano y lejía te voy a lavar la boca, María José Miranda – propinándole otra colleja. Pepa: Pelirrohaaaa, ¡ayúdame! Silvia: ¿Qué quieres que haga? – riendo. Pepa: Ataca, o algo… - con los ojos empañados a causa de los golpes. Iba a replicar cuando la puerta volvió abrirse, y una despampanante Rocío, seguida de Montoya, Paula y Leo, entraron. Las dos gritaron a la vez de la emoción y se fundieron en un cálido abrazo, sin dejar de darse besos. Concha: ¡Que ya pensaba que te me quedabas en esos Parises, jodía! Rocío: ¡Nunca te abandonaría, Concha! Concha: Faltaba más. Paula: Con que ya veo… - acercándose con expresión dolida – Qué pronto me has buscado una sustituta, yo que pensaba que para ti era la única – haciendo pucheros – Y en cuanto me doy la vuelta ya está la rubia putona rondándote… Concha: Oiiisshhh, tontona, ven aquí – tirando de su brazo y plantándole un sonoro beso en la mejilla. Paula: Jajajajj… Oye, oye, que te he traído una cosa – con mirada pilla – Que la siesa de tu hija no ha querido, pero he traído material francés… - levantando ambas cejas a la vez repetidas veces. Concha abrió los ojos como platos cuando la vio sacar de la parte de atrás de la silla de ruedas de Leo unas bolsas. Paula: Los sex-shops de París están muy bien provistos – riendo. Concha: ¡¡AAAAAhhhhhh!! – lanzándose a su cuello – Si ya sabía yo que tenía que haberte tenido a ti de hija… ¡¡Rita!! ¡¡Que aquí tenemos complementos fundamentales y no fundamentales para un regimiento!! ¡¡Que hay de tóh!! Para ti también hay, Lola… - guiñándole un ojo. Todos rieron, excepto un par de hombres que las miraban atónitos. Concha: ¡Ven aquí! – cogiéndole con las dos manos la cara a la sevillana y besándola en la boca con una pasión inusitada. Pepa: ¡¡MAMÁ!! D.L.: ¡¡¡CASANOVA, COJONES!!! Concha: ¡Guapo! – lanzándole un beso al aire a la vez que le guiñaba un ojo.
Paula: Pero si yo no he hecho nada, será posible… - mirando a Pepa de repente – No te pongas celosona, tonta, que si quieres te doy yo uno – acercándose a ella. Pepa: Estate quieta… - retrocediendo. Paula: Si yo sé que en el fondo me amas, pero no quieres admitirlo… - dando una zancada de repente para alcanzarla. Pepa pegó un grito y salió corriendo de los Cachis seguida de Paula. Concha: ¿Cómo estás? – agachándose para darle dos besos a Leo. Leo: Bien… Poco a poco – sonriendo débilmente. Concha: Ay, mi niña – mirándola con ternura - ¿Se supone que esa cabra loca que va persiguiendo a mi hija tiene que cuidarte? Leo: Se supone… Concha: Yo te digo una cosa… - mirándola con complicidad – Aquí vais a estar mejor que en Sevilla – sentenció convencida – Y además, que hace tiempo que no quedamos tú y o para contarnos nuestras cosicas, que a veces parece que no eres tan rancia y todo – guiñándole un ojo. ----En ese momento entró de nuevo Pepa a la carrera, y sobre su espalda, a caballito, Paula. La soltó de golpe al bajar las escaleras, provocando que la sevillana casi se comiera el suelo. Paula: La madre que… - mordiéndose la lengua con una sonrisa. Concha: Ahora que me fijo… ¿Y el pitufillo? Que hace tiempo que no me da un achuchón… Paula: Se ha quedado más tiempo en París, con Sophie – mirándola picarona – Que ahí hay trikilingao prilingui, que te lo digo yo… – moviendo ambas cejas repetidamente al tiempo que lo escenificaba con las manos. Pepa: Anda que… - riendo. Paula: Ya irá a Sevilla, lo que no sé es si acompañado o no… - pensativa. Rita: ¿Os vais, zagalicas? Leo: Dentro de media hora… Rocío: Eso me recuerda… Don Lorenzo, mañana tengo que rellenar la solicitud de traslado… Que yo me quedo – sonriendo. Paula: Eres una perra, jo, vamos a tener que dejar de enviar agentes aquí, porque cada vez que vienen a echar una mano, os quedáis con ellos – mirándolos alternativamente con resentimiento. Pepa: Es que es imposible no quedarse – sonriendo al tiempo que pasaba su brazo alrededor de la cintura de Silvia.
Paula: Es imposible no quedarse, es imposible no quedarse… - imitando su voz con sorna – ¿Pues sabes lo que te digo? – sus ojos comenzaban a empañarse – Que no te voy a echar de menos, espárrago, ni a ti – señalando a Rocío – Ni a ti – a Silvia – Ni a ti, ni a ti, ni a ti… señalándolos alternativamente hasta que rompió a llorar abrazándose a Don Lorenzo – Malditos seáis todos… - entre sollozos. Pepa sonrió con tristeza y se acercó hasta ella, aguardando a que se separase del comisario y la mirara. Pepa: Pues quédate… - mirando ahora a Leo – Quedaros… Paula: Vuestro sitio está aquí – secándose las lágrimas – El nuestro allí… Además, que en dos meses estamos aquí otra vez para la boda… - sonriendo. Concha: ¿Boda? ¿Qué boda? ¿Nos casamos, Loren? Oh, Dios mío… Zanahoria, dime por favor que no has tenido el valor de querer casarte con esto… – señalando a Pepa, pero cambiando su expresión rápidamente por otra de alegría - No, ¡NO! ¡¡¡Paulita hija, que te me casas!!! Pepa/Silvia: ¿Qué? – mirándola atónita. Paula: Jajajajajajjjj… Que no, Concha, no… Se casa la furcia ésta – señalando entre risas a Rocío. Rita: ¡¡¡Aaaaahhhh!!!! Montoyica, ven aquí que te de dos besicos – colgándose de su cuello. La ronda de besos y abrazos se prolongó durante minutos entre vítores de enhorabuena. Hasta el irremediable momento de la despedida. Pepa: Pero volver, ¿eh? – poniéndose en cuclillas para mirar a Leo a más o menos la misma altura. La inspectora se limitó a asentir con la cabeza y mirarla profundamente. Cerró los ojos cuando Pepa se incorporó un poco para rodear su cuello con sus brazos y estrecharla con firmeza. Pepa: Deja que te cuide… - en un susurro. Leo: Ya lo hace. Se separaron y se quedaron mirándose de nuevo a los ojos. La morena detuvo una frágil lágrima que amenazaba con precipitarse por el rostro de Leo. Pepa: Creo que ya te he visto llorar demasiado, ¿no crees? – sonriendo con ternura. Leo: ¿Por qué nunca me lo contaste? Pepa: Porque no hacía falta. Leo: Pepa… ¿Desde cuándo…? Pepa: Desde el primer día que te miraste al espejo y deseaste estar muerta… Y te rompiste… Leo: Lo siento. Pepa: ¿Lo sientes? ¿Qué sientes?
Leo: Que lo vieses. Pepa: Pues yo, mira por dónde, no lo siento – sonriendo con ternura – Eso sí, te digo una cosa, no lo vayas diciendo por ahí, que vale que una que yo me sé se haya ido de la lengua y te lo haya contado, pero que tengo una reputación y eso la dañaría considerablemente… – pensativa. Leo: Eres idiota, Pepa Miranda – respondiendo a su sonrisa. Pepa: Lo sé, lo sé – volviendo a inclinarse para besarla suavemente en la mejilla. Se levantó finalmente, y miró a Paula con una sonrisa. Pepa: Vas a acabar echándome de menos, por mucho que quieras evitarlo. La sevillana no contestó se limitó a abrazarla con fuerza. Paula: Más te vale cuidarte, ¿eh? A ver si voy a tener que venir a repartir palos. Pepa: Jajaajjj… Anda, tira – negando con la cabeza. Cuando se separaron, Pepa fue a darle dos besos, pero la sevillana, más rápida, le plantó un pico con entusiasmo, sacándole la lengua a Silvia por encima del hombro de la morena al apartarse de ella. Silvia dirigió la vista a Leo, y se despidió de ella con dos besos plagados de complicidad. Paula: Bueno, va, dejaos de tanto sentimentalismo y cuentos, que no llegamos – mirando el reloj. Acabaron despidiéndose de todos y finalmente, salieron de los Cachis con la esperanza de volver pronto. ----Entró corriendo en la casa, dejando las maletas por el comedor y tirándose de cabeza al sofá. Pepa: Diosssss… ¡Estoy reventáh! – bostezando al tiempo que se estiraba lo larga que era. Silvia: Jajaajj… Es que tu madre no para – sentándose a su lado, en el borde. Pepa: Ni mi madre ni nadie de esta familia, jajajajj… Que menudos somos. Silvia: No hace falta que lo jures – con tono distraído y mirándola con una sonrisa. Pepa: ¿Qué? – incorporando un poco la cabeza, estaba tumbada bocabajo y si no lo hacía, Silvia escapaba a su campo de visión. Silvia: No, nada… Que no sé, que me alegra estar otra vez en casa – encogiéndose de hombros. Pepa respondió con una sonrisa y volvió a dejarse caer en el sofá con cansancio. Habían pasado el resto de la mañana en los Cachis, disfrutando de nuevo de la familia, y al llegar a casa, el cansancio acumulado de los últimos días le pasó factura nada más ver el sofá. Silvia: Anda, duérmete – besándola con ternura en la sien y haciendo ademán de levantarse.
Pepa: Eh, ¿dónde vas? – reteniéndola por el brazo. Silvia: A hacer algo, que yo no tengo sueño. Pepa: Ah, bueno… - torciendo el gesto en una mueca cómica. La pelirroja sonrió al incorporarse y dejarla allí tumbada. En menos de tres minutos Pepa ya estaba dormida. Despacio, para hacer el menor ruido posible, arrastró las maletas a la habitación y las dejó en un rincón, ya las desharían en otro momento. Sin embargo, abrió la de Pepa buscando algo que se le ocurrió hacer. Cogió el grueso sobre y salió de nuevo al comedor, una vez allí, examinó la estantería hasta encontrar el lugar de los álbumes, y ponerse de puntillas para coger dos de ellos. Volvió al sofá y se sentó en la gruesa alfombra con la espalda apoyada en el respaldo, lo más cerca que pudiese estar de Pepa, pero procurando no despertarla. Desde el secuestro, y el final del operativo, se separaban lo estrictamente necesario. Ladeó la cabeza para mirar hacia atrás: la morena dormía profundamente, el flequillo lo tenía recogido hacia atrás, pero mechones más largos caían sobre su rostro, apoyaba la cabeza sobre el cojín y sus propios brazos doblados para hacer de almohada improvisada, su expresión de tranquilidad y serenidad hizo que se estremeciese de pies a cabeza. En ocasiones como aquella, no dejaba de admirar con mayor devoción su belleza… y automáticamente, el deseo ganaba terreno… Se mordió el labio inferior al tiempo que sacudía la cabeza y la giraba para posar la vista en lo que tenía entre manos. Dejó a un lado el sobre, y al otro los dos álbumes. --------Su respiración pesada y lenta a mi espalda ya ha conseguido erizarme por completo… Vuelvo a mirar atrás para verla dormir, podría quedarme así toda la eternidad. Suspiro y sonrío, y con dejadez, me pongo manos a la obra. Pepa se empeñó en revelar algunas fotos de París, no todas, pues nos dejaríamos una fortuna, pero sí una gran parte. No hay que perder la costumbre de los álbumes, dice. Abro el sobre y esparzo el mazo de fotos como un abanico frente a mí. Cojo uno de los dos, tengo curiosidad por ver algo… Sí, soy una cotilla y una maruja, pero eso no quita que la curiosidad me pueda… Paso las páginas con rapidez hasta llegar a mi objetivo… Aquí está: Leo y Pepa en la playa portuguesa… Leo subida en su espalda sonríe a la cámara. Esta foto después de conocerla tiene un significado distinto: su sonrisa es un regalo, y su mirada, rebosante de felicidad, algo que se me antoja extraño ante su habitual frialdad. Ahora busco en el mazo una imagen en concreto… La cojo con cuidado y la pongo junto a la de Pepa… En ésta, un robado de una hábil Rocío en aquel parque parisino: Paula está tumbada sobre el césped, parloteando con entusiasmo sobre algo, Leo en perpendicular con la cabeza sobre su abdomen sonríe distraídamente mientras su mirada se pierde en ningún lugar en concreto. Y ahora, sí, sonrío abiertamente, porque lo ha conseguido. No es la misma sonrisa, no es la misma Leo, y comprobarlo es descubrir que a pesar del dolor, la gente puede volver, las personas ya no son las mismas, son sencillamente mejores, más fuertes, porque han luchado y han vencido…
----Pepa había tenido que irse a firmar los papeles de su alta, con lo que ella decidió entrar a verla, una vez Paula salió de la habitación. Abrió la puerta con lentitud esperando encontrársela dormida, pero no, su cabeza ladeada miraba por la ventana, sentido contrario al de la puerta. Su melena azabache se extendía contrastando con el blanco de la almohada del hospital, y su piel, ya de por sí nívea, se mostraba todavía más pálida a causa de la pérdida de sangre: Leo padecía anemia, y aquello había empeorado y dificultado su situación a la hora de la intervención. Se giró al escuchar cómo cerró la puerta, y se quedó mirándola sin decir nada. Por su parte, Silvia avanzó hasta la silla que había a un lado de la cama. Silvia: ¿Puedo? Leo: No preguntes… – con voz ronca. Se sentó sin saber muy bien qué decir, bueno, sí lo sabía, pero no encontraba las palabras exactas… Silvia: ¿Cómo te encuentras? Leo: No siento nada con la anestesia todavía… - suspirando. Al mirarla vio en sus ojos oscuros el inconfundible signo de la culpabilidad… Leo: No me agradezcas nada – sabiendo lo que pensaba. Silvia: Pero… Leo: Yo no he hecho nada. Silvia: Leo… Me has salvado la vida… - con un hilo de voz. Leo: No te he salvado, Silvia. No había mucho que hacer, aquel tipo no podía ni con su alma, el que disparase fue culpa mía… Silvia: No es verdad, sabías que dispararía, lo sabías y te pusiste en medio, yo llevaba chaleco y tú no… Podría haber salido ilesa de todas formas, pero te adelantaste, no me diste tiempo a hacer nada. Él disparó antes de que yo, Leo, y tú sabías que lo iba a hacer… - quedándose sin voz. Se hizo un silencio en el que Leo iba acumulando fuerzas para tratar de hablar con normalidad sin rastros de los medicamentos que recorrían su cuerpo. Leo: Fui egoísta y lo hice por mí, en todo caso, soy yo quien tiene que darte las gracias. Silvia: ¿Cómo? Leo: Necesitaba algo en lo que volver a creer, sencillamente eso. Cuando ya no te queda nada, cuando sólo tienes un inmenso vacío, algo tan aparentemente sencillo como una mirada vale demasiado… Y me habéis enseñado algo que no se puede pagar, ni agradecer con palabras. No soy una suicida, no soy impulsiva ni espontánea, pero tampoco alguien que se queda quieta al ver
cómo, de nuevo, le quitan todo… En estos meses me habéis enseñado lo que vale una sonrisa, a perder el miedo, a recordarme poco a poco a lo que una vez fui, pero esta vez, diferente y mejor… Y no estaba, ni estoy, dispuesta a perderlo… Tenía un nudo en la garganta, observó cómo Leo cerraba los ojos y suspiraba levemente. Silvia: Entró en la policía por ti… Leo: ¿Qué? – abriendo los ojos de nuevo y mirándola interrogante. Silvia: Pepa, me contó, un día en el laboratorio, cómo se enamoró de ti… Leo sonrió divertida ante aquello. Leo: Silvia, Pepa nunca ha estado enamorada de mí, ni yo de ella, deberías saberlo ya a estas alturas. Silvia: Supongo… Leo: ¿Supones? Jajajj… Estás más ciega de lo que creía…. Sólo tienes que fijarte en la manera en la que te mira o sonríe cuando estás cerca… Silvia: Ya, pero… Leo: ¿Pero? Silvia: Te veía llorar todos los días delante de un espejo, preguntándose quién eras y queriéndote sin conocerte… - Leo enmudeció ante aquello y la miró con el ceño fruncido – Y… Y la foto, en la playa… Tú sonreías, y parecíais felices, y yo… - haciéndose un lío al no saber cómo explicarse. Leo: Espera, para el carro… Porque eres la primera persona a la que me cuesta seguirle el ritmo, creo que piensas demasiado las cosas, aunque suene raro que precisamente yo lo diga… Silvia sonrió tímidamente y clavó en ella una mirada de seguridad y agradecimiento. Silvia: Lo que quiero decir es que después de esto, tengo, no, debo, agradecértelo por mucho que digas que lo hiciste por ti… Leo: Es que es verdad que lo hice por mí. Silvia: Eso no quiere decir que no sufrieras más. Leo: También… - sonriendo – Pero acabé dándome cuenta de que la quiero por lo que significa para mí, no por amor…Y eso es lo que te hace más fuerte, a ti, a ella, a mí, a cualquiera… Es por eso por lo que realmente vale la pena luchar, por lo que se ha de creer para vivir de verdad… Y es eso lo que me habéis demostrado entre Paula, Pepa, tú y Rocío durante este tiempo, que por eso sí hay que levantarse y curarse… Silvia: ¿Por amor? Leo: Llámalo como quieras – encogiéndose levemente de hombros con una sonrisa algo cansada – Así que deja de dar ya las gracias, Silvia, que no tienes por qué… Silvia: Empate o nada, entonces.
Leo: Pues empate… - sonriendo. La pelirroja respondió a su sonrisa y se inclinó para besarla con suavidad en la mejilla, antes de salir para dejarla descansar con una sonrisa dibujada en su rostro… ----Cierro el álbum con una sensación de paz y calma que hace que una sonrisa un tanto bobalicona arquee mis labios. Suspiro al tiempo que abro el otro, está vacío… En él cobrará vida nuestro recorrido de los últimos meses por París. ----Abrió los ojos parpadeando un par de veces, seguidas de un insonoro bostezo. Escuchaba el ruido apagado del pasar de páginas, y los susurros de Silvia a su lado. Silvia: No, Lola, gracias (…) Nos quedamos aquí, mañana vamos (…) Porque Pepa está durmiendo (…) No, aquí al lado (…) Jajajj, yo qué sé, no quiero separarme de ella (…) Oish, calla (…) Vale, besos, te quiero, hermana – colgando y dejando el móvil a un lado. Sonrió y estiró lentamente los brazos, se le habían quedado dormidos. Tenía la cabeza de Silvia a escasos centímetros de ella, estaba sentada en el suelo. Se asomó para ver qué estaba haciendo. Amplió su sonrisa al ver todas las fotos de París desperdigadas. Silvia: ¿Sabes que está mal espiar lo que hace la gente por encima del hombro? – girando la cabeza para mirarla con una sonrisa. Pepa: Tanto como espiar… Informarme, más bien, pelirroha. La pelirroja negó con la cabeza y Pepa se echó hacia delante para robarle un beso, que se prolongó hasta que tuvieron que separarse para poder respirar. Pepa: Mmm… Así da gusto despertarse – volviendo a dejar caer la cabeza sobre el cojín. Silvia: Jajajj… Oye, ¿recojo esto y hago la cena? ¿O vamos a cenar fuera? ¿O llamo a Lola y le digo que sí vamos al final? – poniéndose en pie y recogiendo el descampado de imágenes que había formado ella sola. Pepa: ¿Cenar…? ¿Qué hora es? – incorporando el tronco, pero sin moverse del sitio. Silvia: Las nueve pasadas, dormilona. Pepa: ¡Coño! Que tarde más mal aprovechada… Silvia: Cualquiera lo diría viéndote dormir. Pepa: Eso es porque estaba soñando… Silvia: ¿Ah, sí?
Pepa: Sí. Silvia: Pues nada, tú sigue si quieres, soñando, digo – con retintín dirigiéndose a la cocina. Dejó a la morena viéndola alejarse. Llegó a la cocina y abrió la nevera. Desde el sofá, Pepa sólo veía su cuerpo hasta la cadera, pues la puerta del frigorífico ocultaba el resto de su silueta. Se mordió con suavidad el labio inferior y sonrió al tiempo que un escalofrío recorría su espalda. Silvia: ¿Quieres que cocine algo en especial? – asomándose tras la puerta de la nevera. Pepa: Yo, es que… Lo que me comería ahora no se puede cocinar… Silvia: ¿Qué te comerías, Pepa? – alzando una ceja con una sonrisa divertida. Pepa: No qué, sino a quién… Silvia: Vaya, lo siento –volviendo a ocultarse tras la puerta de la nevera y dirigiéndole una mirada maliciosa. Pepa: Pues nada… - levantándose del sofá – Me voy entonces… Silvia: Qué rápido te olvidas de tus promesas, ¿no, Miranda? Pepa: No he dicho que me vaya a ir sola, inspectora. Silvia: ¿Entonces? Pepa: Igual tengo que convencer a mi acompañante – encogiéndose de hombros. Silvia: Pues poco empeño pones, ¿eh? No se había dado cuenta de que Pepa estaba a su espalda, seguía buscando en el frigorífico… Pepa: Es que aún no he empezado… – susurrándole al oído. La respuesta fue un estremecimiento que la pelirroja no pudo contener a tiempo… Segundos que tardó en reaccionar y la morena aprovechó para cogerla suavemente por la cintura y atraerla hacia su cuerpo para, con la otra mano, cerrar la puerta de la nevera. La giró con lentitud y la apoyó sobre el frigorífico sin dejar de mirarla profundamente a los ojos… Sin dejar de acercarse a ella lentamente… A la vez que sus manos se entrelazaban con las de Silvia y rodeaba su cintura para dejarla inmóvil… Y a la espera… Sus cuerpos estaban pegados por el abrazo, pero sus rostros, sus bocas, todavía seguían lejos. Una mínima distancia que a la pelirroja le parecía eterna, y trató de moverse, sin mucha decisión… Estaba paralizada. El deseo crecía, la necesitaba ya… Fuese cual fuese la tortura que Pepa ideaba en su mirada, suplicaba por que llegase… En el mismo instante en el que sintió sus labios rozar levemente los suyos… Y apartarse.
Silvia: Pep… Pepa… - abriendo los ojos y mirándola suplicante. Pepa: ¿Q… qué? Silvia: No retiro lo dicho… - suspirando. La morena sonrió y volvió a acercar su rostro al suyo, pero sin llegar a tocarla… Y su boca, con suma delicadeza, acarició la comisura de sus labios… Tan sumamente leve que apenas sentía su tacto, sino la sensación que recorría su cuerpo a una velocidad desmesurada… Siguió su camino por el frágil precipicio de su mandíbula… En el que sus labios se deslizaban entrecortadamente al reprimir el deseo… Respirando pesadamente a causa de la excitación, y aun queriendo deshacerse de la prisión que ella misma había creado… Optó por ascender para alcanzar el lóbulo de su oreja, y morderlo con la misma lentitud con la que había recorrido su piel… Pepa: ¿Y… y ahora? – en un susurro cargado de deseo. Se apartó lo justo para poder mirarla a los ojos, y apoyar su frente en la suya respirando ambas entrecortadamente, esperando una respuesta que callaba en su mirada brillante. Se limitó a ladear la cabeza para encontrarse con sus labios… Pepa se dejó hacer temiendo las represalias de sus acciones, sumiéndose en el delirio esquizofrénico por tenerse… Atrapó el labio superior de la morena entre los suyos… Queriendo memorizar su textura carnosa con su lengua en una expedición condenada a la locura… Sintió cómo la presión en su espalda bajó cuando sus lenguas se encontraron y sus cuerpos acoplaron con mayor necesidad. Y la empujó hacia delante hasta que notó que Pepa chocaba contra la encimera de la cocina… Y ahora sí, separó sus manos y las introdujo bajo su camiseta… Despertando a su paso todavía más la locura al tiempo que la morena saboreaba su cuello… La piel de Pepa ardía, y la suya… la suya luchaba contra el tejido que la cubría para poder sentirse y tocarse sin impedimentos. Y la boca de la morena volvió a la suya para ralentizar aún más el deseo contenido que las estaba abrasando por completo… Y despacio, su lengua fue deshaciéndose de las ataduras de la cordura seduciendo al éxtasis con su saliva. Giró sobre sí misma para situar a Silvia contra la encimera… y sus manos que surcaban su espalda sobre el jersey se situaron en su cintura para elevarla y sentarla en ella. Sin dejar de besarse en un baile ardiente y sensual… Automáticamente, la pelirroja rodeó con sus piernas el cuerpo de Pepa para pegarse aún más a ella… Y despegar sus labios para deshacerse de su camiseta con un tirón impaciente… Que desató el frenesí que habían ralentizado hasta un extremo de seductor placer. Pepa: Silvia… – apartándose lo justo para mirarla a los ojos. Silvia: ¿Qué? Pepa: No te separes de mí…
Silvia: Nunca – besándola – Pero… Pepa: ¿Qué? Silvia: Sólo si tú te quedas conmigo… Pepa: Siempre… Silvia: ¿Lo prometes? Pepa: Lo prometo – devolviéndole el beso cargado de pasión y deseo. Desnudándose mutuamente para decirse todo aquello que no cabe en una palabra o en un te quiero… Para respirar el mismo aire con sabor a una promesa sobre su piel… Y perder la razón en un torbellino que aumentaba de intensidad cada segundo… Junto a la adrenalina presionando y jugando con sus cuerpos. Arrollando el desenfreno... Contorsionándose con movimientos hambrientos... Trepando por el placer sobre sus jadeos e irrumpir con gemidos a base de besos… ----Cap. 32 Et si par hasard… Azar… Ese caprichoso fenómeno que mueve los relojes a su antojo, y deja caer los granos de arena con una insultante tranquilidad. Controla y roba nuestro tiempo, a veces en un merecido descanso o una sentencia de agónica indiferencia. Et si par hasard… Y si por azar… El dolor se viste de engaño y seduce a la inocencia de una sonrisa sincera. No piensa, no razona… Y cuando nos queremos dar cuenta, es tarde y no podemos hacer nada. Más que resignación y cargar la artillería pesada de una convicción optimista que flaquea, se tambalea… Y trata de no caer… Pero que, a veces, e irremediablemente… Lo hace.
¿Dónde están nuestros ideales o creencias? ¿Dónde estamos nosotros? ¿Qué se hace entonces? El azar es una maquinaria predestinada a cambiar las cosas… En lo que dura el movimiento de unos dados en una mano temblorosa… El parpadeo incrédulo de una realidad arrebatada a la fuerza… Y derrotada. Es la suma de circunstancias, barajadas entre comodines de póker para dar el golpe final a una partida… Una última jugada antes de retirarte de la mesa y dejar tu destino en manos de otros jugadores… Quizá más expertos, quizá más viejos, quizá más habilidosos, quizá con mayor picardía… Pero con otra mirada que no es la tuya. Como quien cambia, tacha, y roba, un camino que tenías pensado tomar… Y de repente ya no está… A veces para bien, a veces para mal. Sencillamente diferente, o no. La vida juega con ventaja al tener a este poderoso aliado a su lado. Ignorantes han tratado de dar la contrapartida rebelándose ante ella… ¿Qué peón se subleva a su rey? ¿Qué persona a su destino? ¿Qué reloj al paso del tiempo? ¿Qué recuerdos al olvido? ¿Qué voz al silencio y el eco al sonido? ¿Qué avaricia a la ambición y la impaciencia a la perdición? ¿Qué lágrimas a la sequía de palabras? ¿Qué fuego al agua? ¿Qué infierno al dolor?
¿Qué resignación al movimiento? ¿Qué juego a la suerte y al sufrimiento…? Et si par hasard… Y si por azar… Hoy decidiéramos ir a contratiempo y engañarlo con un as de más… Y correr para salvarnos hasta enloquecer y dejar de respirar… Hasta sangrar de vida y no volver atrás… Y soñar con la realidad que conseguimos tras luchar… Y ganar.... Y si por azar… A pesar de no poder más… Dejásemos… A partir de ahora… ¿…de dar tumbos y empezar a caminar? -----El móvil comenzó a sonar arrastrándose entre vibraciones por la mesilla de noche. Alargó el brazo con pesadez y lo cogió sin fijarse siquiera en quién era. La mujer que dormía a su lado se quejó apretándose más contra su cuerpo. Lucas: ¿Quién…? – con voz ronca a causa del sueño. D.L.: ¿Fernández? Lucas: ¿Don Lorenzo? Sara abrió los ojos al escuchar el nombre de su abuelo. Miró la hora en el despertador y después dirigió la vista hacia Lucas con semblante interrogante y preocupado: eran casi las 4 de la madrugada. D.L.: ¿Dónde está? Lucas: En mi casa… Durmiendo – por si no se hacía cargo de la hora. D.L.: Venga a comisaría enseguida. Lucas: ¿Qué? ¿Por qué? ¿Ha pasado algo? D.L.: No se lo puedo explicar por teléfono… Pero si viene… Despídase de mi nieta y coja todos sus documentos. Lucas: ¿Qué me está contando Don Lorenzo? ¿A qué viene todo esto? D.L.: ¡¡HÁGAME CASO, COJONES!! – con tono alterado que nada tenía que ver con enfado. Lucas: Vale, vale, en quince minutos estoy allí. D.L.: ¡Que sean cinco!
El comisario colgó el teléfono y se pasó las manos por la frente sudorosa… Aquello no podía estar pasando. Miró de nuevo su teléfono móvil, recordando la noticia que le acaban de dar apenas diez minutos procedente de la comisaría sevillana. Sara: ¿Qué pasa? Lucas: No lo sé, Sara… Pero tengo que irme. Sara: ¿Qué? ¿Ahora? ¿Qué pasa, Lucas? – incorporándose al verle comenzar a vestirse con rapidez. Lucas: Tu abuelo sonaba rarísimo por teléfono, me ha dicho que vaya inmediatamente, no me ha dicho nada más… Sólo que… Sara: ¿Sólo que… qué? Lucas: Que me despida de ti y coja todos mis documentos – parándose en medio de la habitación para mirarla con miedo e inseguridad. -------Dio un pequeño respingo cuando el despertador sonó, lo apagó de un manotazo y volvió a abrazar a la mujer pelirroja que dormía pegada a ella. Silvia: Pepa… - con los ojos cerrados y voz dormida. Pepa: ¿Hmm? Silvia: Vas a llegar tarde… Pepa: Cinco minutos más… Silvia: Pepa… Pepa: ¿Qué? – abriendo los ojos para mirarla. Silvia: Que es la tercera vez que suena el despertador y pides cinco minutos más. Bufó contrariada, pero Silvia tenía razón. Con un soberano esfuerzo, de separó de ella y se arrastró entre las sábanas hasta sentarse en el borde de la cama. Giró la cabeza para mirarla. Conforme Pepa salía de la cama, la pelirroja se dejaba llevar por la inercia del movimiento hasta acabar tumbada bocabajo y estirando sus brazos en cruz bajo la almohada, como intentando abarcar todo el colchón. La sábana comenzaba a enredarse entre sus piernas y apenas tapaba su cuerpo desnudo. Su melena rojiza se extendía por su espalda descubierta como los trazos ilógicos sobre un lienzo en blanco. Su cuerpo la estaba llamando silenciosamente, se mordió el labio inferior y Silvia, consciente de lo que rondaba en aquellos momentos por la cabeza a la morena, sonrió con los ojos cerrados todavía.
Pepa: No me provoques, pelirroha… - murmuró entre dientes antes de levantarse y dirigirse a la ducha. Silvia se limitó a ampliar su sonrisa al escucharla. Veinte minutos después volvía a la habitación ya preparada para ir a la comisaría. Cogió su móvil de la mesilla y se inclinó para besarla suavemente en la cabeza antes de irse. Silvia: ¿Piensas irte así sin más? Pepa: No me iría si por mí fuese – riendo. Incorporó el tronco y giró la cabeza hacia atrás cuando Pepa salía de la habitación. De repente, éste se paró y se dio la vuelta, y al instante deseó no haberlo hecho, pues la imagen ante ella le urgía volver a meterse en la cama: su melena caía en ondas a un lado de su cabeza, la persiana medio subida marcaba su piel en rayos de sol que mostraban la pureza del frágil cristal de una belleza insólita. Se acercó a ella y la besó apasionadamente. Se separaron a regañadientes al cabo de unos minutos. Pepa: Duérmete (beso)… Que aún te quedan (beso)… Dos horas (beso)… Sonrió al despegarse de ella y acarició su rostro con una dulzura infinita. Silvia: Eso sí es un beso de buenos días en condiciones – sonriendo y dejándose caer de nuevo sobre la cama. Pepa: Te veo luego, princesa – posando un suave beso en su hombro antes de salir de allí con una sonrisa. Escuchó el sonido de la puerta cerrarse y cogió la sábana para taparse por completo, no tenía el cuerpo de Pepa al lado y eso en la temperatura se notaba. Se encogió en la cama y cerró los ojos con la misión de aprovechar aquellas dos horas de sueño que durante la noche habían sido más bien escasas. Suspiró con el sabor de los besos de la morena en su boca… Y a los diez minutos, cayó rendida de nuevo. El engañoso sol de febrero le recibió con una agradable brisa helada. Se recolocó la chupa para darse algo más de calor y sacó las llaves del coche mientras se dirigía a cruzar la calle para llegar hasta él. Pero antes de cruzarla, un coche arrancó de su aparcamiento y de un acelerón, se situó entre ella y su objetivo. La ventanilla del copiloto se bajó y miró sorprendida a su ocupante. Pepa: ¿Lucas…? – viendo quién conducía - ¿Don Lorenzo? Lucas: Pepa, sube – al tiempo que el comisario quitaba el seguro del coche y ella abría la puerta.
Pepa: ¿Pasa algo? – una vez sentada y empezando a preocuparse por su aparición y sus semblantes nerviosos. D.L.: Ahora te lo explicamos, Miranda – arrancando con rapidez. -----La cena había terminado, y habían pedido que subieran el postre a la habitación del lujoso hotel. Ella aprovechó para ir al baño. Satine cerró la puerta tras ella con suavidad, y se acercó con el sonido de sus tacones resonando en los azulejos impolutos del aseo. Dejó el pequeño bolso sobre el lavabo y se miró al espejo… Se estremeció de pies a cabeza, como cada vez que se descubría con aquella apariencia. Sus ojos violetas destellaban con las luces de la estancia, y su pelo color obsidiana, que antaño lucía de un bello tono rojizo, describía hermosas ondas surcando su espalda. Sin preámbulos, sacó el pintalabios e impregnó de aquel color carmesí sus labios. La droga que habían puesto en él haría su efecto en el momento en el tipo con el que había ido a cenar rozase sus labios… El atractivo empresario la condujo a la suite que tenían reservada para aquella noche. Las luces tenues descubrían una habitación de lujo, paredes rojas en un diseño ostentoso y sensual. La había estado desnudando con los ojos durante toda la velada, y ahora, aquel hombre pensaba que sería suya hasta que amaneciese… - Pobre imbécil… - pensó con asco cuando sintió sus manos rodeando su cintura con avidez y pegándola a su cuerpo. Las caricias del alemán ascendían por sus piernas al tiempo que la besaba apasionadamente. A la mente de Satine sólo llegaban recuerdos que intentaba apartar con dolor… Recuerdos de las caricias de otra persona, de otros besos, de los te quieros de aquella mujer morena por la que su corazón latía y sufría cada segundo de su existencia… Poco a poco, la droga fue haciendo efecto y la intensidad de los besos del hombre decreció hasta perder la conciencia y caer al suelo como un fardo. Se recolocó el vestido y lo miró con indiferencia. - Otro más… - aquel pensamiento cruzó su mente seguido de una punzada de dolor en su pecho al recordarse el por qué de todo aquello. Respiró profundamente y cogió el móvil. Se sentó en el borde de la cama y marcó el número que aguardaba una llamada suya. Sara: ¡Tita, tita! ¿Estás bien? – alterada al otro lado de la línea. Satine: Sí, Sara, no te preocupes – con voz neutra. Sara: ¿Y él?
Satine: Ya está inconsciente, necesito que suban Álvaro o Diego para bajarlo y llevárselo… - un ruido en el teléfono le indicó que se lo habían pasado entre ellos. Leo: Silvia, lávate antes de que te haga efecto a ti también. Satine: Lo sé, lo sé, ahora voy al baño… Leo: Sigo sin entender cómo me has convencido para hacer esta locura – suspirando. Satine: Porque no tenemos otra opción – fría y cortante. Leo: No te hagas ésto. Satine: No es una conversación que debamos mantener al teléfono, ¿no te parece? – dirigiéndose al baño para limpiarse. Leo: Silvia… Satine calló ante su voz con deje de súplica y se quitó el carmín cuidadosamente de no dejar restos de la droga en sus labios. Satine: Ya estoy, Leo. Leo: Álvaro ya está dentro, os esperamos en el furgón… Tened cuidado. Colgó sin responder y volvió a sentarse en la cama, aguardando… ----El pitido incesante del despertador le hizo levantarse incorporándose de un salto. Estaba bañada en sudor frío, las gotas cristalinas surcaban su frente y su espalda con el miedo aferrándose a su piel. Estaba descolocada, miraba al vacío y el despertador seguía sonando… Se giró para apagarlo con suavidad, su mano temblaba y respiraba entrecortadamente. Inspiró profundamente para intentar calmarse… Pero no… le era imposible. El sueño, o pesadilla, había sido demasiado real. El dolor que había sentido seguía rasgando sus pulmones, impidiéndole serenarse a causa de la punzada que se había atravesado en su garganta. Su cuerpo se convulsionó en un violento escalofrío cuando se acordó de su imagen en el espejo del baño de aquel hotel, de su frialdad y su voz muerta… Buscó instintivamente a Pepa a su lado, pero ya se había ido. En aquel momento necesitaba con una urgencia asfixiante que sus brazos la rodeasen y su voz le susurrase al oído que no había pasado nada. La idea de que en escasos minutos la vería se instaló en su mente derrocando aquella sensación en la que se ahogaba en el sueño. La inspectora Castro se levantó lentamente y se dirigió a la ducha. Nada más entrar, se quedó paralizada frente al espejo. La palidez teñía su fina piel dotando su rostro de una enfermiza
fragilidad. Se acercó a él y analizó sus ojos para asegurase de que no había rastro en ellos de lo que había visto en el sueño, en él, sus ojos violetas destilaban el gélido dolor de la venganza. Suspiró aliviada y se metió en la ducha. Dejó que el agua caliente tratase de arrastrar con ella la sensación de pérdida que llevaba adherida a su piel desde que se levantó… Sin ser consciente todavía, de que la soledad y el dolor dormirían con ella como esas dos horas que había pasado sola en la cama, durante todas y cada una de las muchas noches que se sucederían… Y que aquella mujer de ojos violetas se convertiría en su pesadilla, su realidad, su vida, su miedo, su sufrimiento… ----Un par de horas antes… Pepa: ¿Qué…? – pálida y con un hilo de voz. Don Lorenzo la miró con ojos llorosos, Lucas asintió con la cabeza. Pepa: No, no, no, no… Lucas: Pepa… - inclinándose sobre ella. Pepa: ¡NO! ¡NO! ¡NO! – llevándose las manos a los oídos para no escuchar. Lucas: ¡PEPA! – apartándole los brazos y abrazándola con fuerza. Rompió a llorar presa del pánico. Lucas le acariciaba con suavidad el pelo para tranquilizarla. Se resquebrajaba… Su cuerpo desfallecía y sus fuerzas la abandonaban. Lucas: Ya, por favor, respira… - apartándose de ella para secarle las lágrimas con ternura. Pepa: ¿Por qué…? – con la voz rota – No puedo, ella… - sin poder respirar. D.L.: Pepa, cojones, serénate – llorando también. -----Pepa: ¿Dónde vamos? – viendo que no se dirigían a la comisaría. Lucas: Al aeropuerto – asomándose por el asiento delantero para mirarla. Pepa: ¿Cómo? Lucas: Cuando lleguemos te lo explicamos… - con tono abatido. Aparcaron como pudieron y se desataron los cinturones para poder girarse y mirarla mientras hablaban. Decidieron explicárselo dentro del coche. Pepa: ¿Se puede saber qué narices pasa?
Don Lorenzo se limitó a tenderle una carpetilla que cogió con rapidez y abrió de un tirón, aquello le tenía mosqueada. Pepa: ¿Qué es esto? – sin entender hasta que vio un nombre… D.L.: Esto llegó de madrugada a la comisaría de Sevilla. Werner Weininger, identidad del jefe del grupo terrorista alemán Pumpe, escapó ayer de la cárcel parisina tras haber sido arrestado el 4 de febrero en la Ópera Garnier… - recitó de memoria e hizo que pasase de página, en las siguientes había fotos de agentes franceses – Son las autopsias realizadas a diversos agentes de esa misma comisaría, degollados, torturados y asesinados tras cortarle la lengua. Pepa tragó saliva, porque conocía a aquellos agentes, los había visto allí, había hablado con ellos en un francés macarrónico. Pero aquello no era lo más preocupante, sino el por qué de precisamente aquellos agentes… D.L.: Fueron asesinados tras la fuga del alemán, con un mismo nexo entre sus muertes… Lucas: Han estado en contacto con él – cortándole y mirándole con miedo. D.L.: Sí… Mirand… Pepa… Lucas: Nosotros le detuvimos e hicimos el primer interrogatorio… Pepa: ¡Leo! Ella también… D.L.: La inspectora Leo Almeida cuenta ahora como testigo protegido y se encuentra en un piso franco con protección 24 horas. Ella está a salvo, pero eso no debe preocuparte, porque ella no estuvo en contacto directo. Lucas: Ella estaba allí cuando le detuvieron, sólo eso…. Pepa, este tío – señalando una foto del dossier – Hizo el último interrogatorio, cuando secuestraron a Silvia y a Montoya… Y ahora está muerto. Nosotros lo estaríamos también si llegásemos a estar en París… D.L.: Tenéis que desaparecer inmediatamente del mapa, que os coma la tierra hasta que den con él… Pepa: ¡Es un criminal que ha burlado la autoridad durante toda su puta vida, tardarán días, semanas, meses… años…! - llorando al darse cuenta de lo que sus palabras suponían. D.L.: Tenéis que iros… ----Pepa: No puedo serenarme, Don Lorenzo – respirando con dificultad – Me está diciendo que tenemos que irnos de aquí, que tenemos que dejar a la familia, a los amigos… ¡Me está diciendo que tengo que dejar a Silvia sola! Lucas: ¡Pepa! Escúchame, si no lo hacemos, nos matarán… Pepa: ¿Y ellas? ¿Qué pasa con Sara y Silvia? ¿Y Paco y Lola? ¿Y…? D.L.: Contarán con protección al igual que Leo hasta que el asunto se normalice, la Interpol va detrás de ese tipo… No tardarán en cogerle.
Pepa: No puedo, no… Lucas: ¡Mírame! – cogiendo firmemente con sus manos su rostro y mirándola a los ojos profundamente – Silvia y Sara tienen que dejar de existir para nosotros, Pepa… Olvídate de ella… Silvia ya no es nada para ti, no la conoces, no existe… Deja aquí tu corazón y tu memoria… O irán a por ellas también… Su corazón dejaba de latir lentamente, desvió la vista hacia Don Lorenzo y lo vio llorando silenciosamente… al igual que ella… al igual que Lucas… Lucas: Vamos, tenemos que entrar al aeropuerto, el avión sale en media hora – levantándole la barbilla y posando un suave beso en su mejilla. -----Entró en la comisaría algo inquieta, aquella sensación todavía seguía con ella y no le gustaba. La buscó con la mirada, pero su mesa estaba vacía. Pensó que estaría en los archivos y se acercó a saludar a Rita, que pululaba por las mesas cargada de informes. Silvia: Rita… Rita: ¡Buenos días, princesica! – dándole dos besos. Silvia: Hola – sonriendo – Oye, ¿tú sabes dónde está Pepa? Rita: Uy, jajajajj, pues tú sabrás, duerme en tu cama, zagalica – riendo. Silvia: No, ya, jajajj… Me refiero, ¿la has visto esta mañana? Rita: ¿A la Pepica? ¡Si todavía no ha venido! – mirándola confundida. Le devolvió la misma mirada de confusión frunciendo el ceño. Silvia: ¿Cómo que no ha venido…? Rita, tenía que estar aquí desde las nueve… Rita: Chiquilina, que a las nueve he venío yo también y ella no ha aparecido todavía… Mira, mira – señalando su mesa – Si sus cosas no están ni náh… Silvia: No sé, a lo mejor está con mi padre o algo – encogiéndose de hombros para aparentar normalidad, pero angustiándose por momentos. Rita: Otro que tal baila… Silvia: ¿Qué? Rita: Que el señor comisario tampoco ha aparecido todavía. Aquello fue la gota que colmó el vaso… Silvia: ¿¡Qué!? Rita: Cariño, tranquila, que a lo mejor le han llamado de la central…
Silvia: Ah, sí, claro… - siguiéndole la corriente. Rita: Mira, hablando del Rey de Roma… - señalando la entrada. Por ella entraba un Don Lorenzo abatido y con los ojos enrojecidos. Silvia: ¡Papá! – acercándose a él con rapidez - ¿Estás bien? – mirándolo preocupada. D.L.: Eh, sí, sí, hija – dándole un beso en la frente. Una idea apareció en su mente: la de que todo aquello estaba conectado, y el presentimiento de que era algo malo tomó fuerza en su cabeza. Silvia: Papá, ¿y Pepa? – preguntó de repente cuando su padre se alejaba despacio hacia su despacho. Don Lorenzo cerró los ojos y le dirigió una mirada empañada al abrirlos de nuevo y girarse hacia ella. Silvia: Papá, ¿qué…? D.L.: Escucha, cariño, llama a Sarita y venid las dos a mi despacho, tengo que contaros algo, ¿de acuerdo? – reanudando al marcha. La dejó allí plantada, temblando con la horrible sensación del miedo abrasando su garganta… Una hora antes… Pepa: No, esperad – cuando se disponían a abrir las puertas del coche – Tengo que hablar con ella, tengo que decírselo, tengo… - tragando saliva – Tengo que despedirme de ella – con un hilo de voz. D.L.: Yo hablaré con las dos y con el resto, pero ahora no hay tiempo, Pepa… Pero la mirada de la morena no admitía réplicas. Lucas: No la llames o podrían rastrearlas… Todas nuestras cosas deben quedarse aquí, no podemos llevarnos nada. Pepa: ¿Y qué hago? Lucas: Pues escríbele una nota, yo qué sé, Pepa, joder, que no hay tiempo, date prisa… desesperado. Se mordió el labio inferior y rebuscó en su bolso papel y boli, pero no encontró nada. Don Lorenzo le tendió lo que necesitaba con rapidez. Por su parte, Lucas sacó el móvil, y como una exhalación, comenzó a escribir rápidamente un mensaje de texto que se quedaría grabado en la memoria del teléfono. Se apoyó en la ventanilla y dejó que la tinta hablase por sí sola, no había tiempo, no le quedaba tiempo… Cruzaron la puerta de embarque cogidos de la mano. Él miraba a su alredor, alerta. Ella le seguía como una autómata presa de un dolor que la aislaba de todo…
Habían quedado en que recibirían noticias de Don Lorenzo cada “x” tiempo, que acordarían en la reunión anterior. Nada más llegar a su destino, debían ir a la comisaría principal para hablar con la comisaria, una conocida de Don Lorenzo. Dejaron en el aeropuerto todo: su vida, sus identidades, su pasado, su familia, su amor, sus sentimientos, sus amigos, su futuro, su ciudad… Dejaron atrás todo lo que eran y lo que podrían ser o haber sido. La puerta se cerró tras ellos, eran los últimos pasajeros con el vuelo a aquel destino… El sonido retumbó en el pasillo que conducía al avión… Tenían un único objetivo para tratar desesperadamente de volver algún día… Desaparecer… Cientos de Estrellas III (31-07-09) Cap. Final
Cientos de Estrellas IV (09-11-09) FIN FIC