Ya Puedo Vivir Sin Ti (supty73)

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Ya puedo vivir sin t

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La oscuridad de aquel espacioso salón era inundada por la luz que salía del televisor encendido. En la pantalla imágenes de un tiempo pasado, de un tiempo feliz y lejano. Condenadamente lejano. Dentro de la pantalla risas, bailes, ella, copas que se chocan, ella, voces que cantan, más risas, y de nuevo ella. Se oyó un profundo suspiro y los ojos que contemplaban el televisor centellearon. Paró la imagen y contempló a placer ese rostro que desde la quietud del plasma sonreía. Sus ojos buscaron los de la imagen. Suspiró de nuevo, hasta en una pantalla esa mirada reflejaba vida. Hasta tras una pantalla esos ojos eran capaces de hacerla estremecer de pies a cabeza. Volvió a darle al play y la cinta volvió a tomar vida. La cámara seguía a la dueña de aquella mirada, la cual riendo intentaba escapar del objetivo, al final derrotada y entre risas acercaba sus labios y besaba el cristal del objetivo, añadiendo un Te quiero que traspasó la pantalla y se clavó en su corazón como una daga incandescente. Casi dos años. Casi dos años y aquella maldita cinta le seguía haciendo daño. Mejor dicho, verla a ella era lo que le hacia daño M: "¿Por qué seguiré viendo esta mierda?" (se preguntó así misma) "¿Cuando me decidiré a trarla? ¿Cuando coño dejare de torturarme a mi misma? Como si no tuviese bastante con el daño que sufrí entonces" Sacó la cinta del DVD y la contempló. Sus dedos se deslizaron por ella, intentado encontrar fuera algo del calor que tenía dentro. Su cerebro rememoró las risas escuchadas y las transmitió a sus oídos, provocando una nueva agitación de su corazón. - "Basta" - Con paso decidido se acercó a la papelera y tiró la cinta dentro. Se dirigió a la puerta. Con el pomo ya en la mano se volvió a mirar. Desde el interior de la papelera la cinta parecía mirarla suplicante - "No" - parecía suplicarle que la sacara de allí - "No" - pero ya sus pasos la habían llevado junto a la papelera y sus manos aferraban la cinta como el naufrago que se aferra a su tabla de salvación - "Esta bien, te guardaré. Me servirás para recordar el error que no debo volver a cometer". - Con estos pensamientos abrió el tercer cajón de su mesa y dejo allí la cinta, cerró con llave y con pasos cansados salió de la habitación apagando luces. En el cajón la cinta se reía. Cuando cerró la puerta se apoyó en ella durante unos segundos, tratando de que su pulso recuperara su ritmo normal. Respiró hondamente, se pasó una mano por el rostro y con una sonrisa fingida asomando a sus 1

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labios se dirigió al salón. En cuanto entró en la habitación unos ojos se clavaron en ella. La examinaron de arriba a abajo, deteniéndose en su cara Ana: Creía que no terminabas nunca (dijo la chica que la esperaba en el sofá) M: Solo han sido diez minutos. Voy a preparar algo de cenar Ignoró que la chica estaba dando suaves golpecitos en el hueco vacío del sofá invitándola a sentarse junto a ella. Se dirigió a la cocina y rebuscó en la nevera. Desde el salón se oyó una queja que ella decidió ignorar, una vez más. No estaba para soportar quejas y reproches, y esperaba que ella se diera cuenta antes de que se produjera otra de sus habituales escenas. Unos pasos acercándose le hicieron pensar que estaba equivocada, así que se propuso concentrarse en la preparación de la cena. La sintió apoyarse en el quicio de la puerta y notó su mirada fija en ella Ana: Aún es temprano, deja eso (pidió la chica) M: ¿No tienes hambre? (le preguntó sin dejar de cocinar) Ana: Solo de ti (sintió ese susurro en su oído y como unas manos se deslizaban por sus caderas. Cerró los ojos con fuerza) M: Mejor cenamos ¿no? (sugirió) Ana: Hum... (los labios de la chica habían empezado a recorrer su cuello y las manos seguían su peligroso avance. Tragó saliva, las escenas anteriormente vistas estallaron en su mente intentado burlarse de ella, actuando como un jarro de agua fría) No, no. No puedes seguir manejando mi vida. No puedes. - pensaba mientras se giraba y buscaba en otra boca la calma que su mente le negaba. Se aferró a ese cuerpo que la empujó contra la mesa sin dejar de besarla Ana: Eres preciosa Maca (dijo la boca que ya se deslizaba por su cuello. Ella se dejó llevar, intentando encontrar un poco de luz en ese laberinto llamado ausencia. Sabía que solo era un alivio momentáneo, pero era justo lo que ella buscaba. No podía ni quería aspirar a nada más. El amor... el amor la había tocado una vez y aún andaba recuperándose. El cuerpo que tenía entre las manos sabía las reglas y se conformaba) ¿Que hora era? ¿a que hora se habría despertado esta vez? Abrió los ojos y miró hacía la ventana. Fuera, en la calle, aún reinaban la noche y el silencio. ¿Que hora...? Desvió la mirada hacía el despertador digital de la mesilla. Los rojos números le mantuvieron la mirada, confirmándole, con su insultante parpadeo, que otra vez había despertado de madrugada. Volvió a cerrar los ojos con la esperanza de que el sueño llegara de nuevo y la sumiera en ese mundo de inconsciencia donde a veces, desgraciadamente solo a veces, encontraba olvido y paz. El cuerpo que reposaba junto a ella se removió entre sueños dejando reposar un brazo sobre su estomago. La contempló y no sintió nada. Tal vez algo, indiferencia. Al instante su mente le recordó con realeza casi palpable otras noches donde 2

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el simple roce de un brazo la trasportaba a mundo de sensaciones. Unas sensaciones que se había jurado enterrar. Enterrar, olvidar, y no volver a sentir. Lo de no sentirlas no le había costado ningún esfuerzo, nadie la había conseguido hacer volar como ella. Se engañaba a sí misma diciéndose que era porque se negaba a que nadie más pusiera su mundo patas arriba, pero dentro, muy dentro, sabía que no era su negativa la barrera infranqueable. La barrera era su recuerdo y el tener aún las heridas sangrantes. Porque lo de olvidar, desde luego, todavía era una asignatura pendiente. El odio era mal ayudante en temas de olvido Ana: Maca... (la voz soñolienta la llamó. No respondió) Maca. M: Duerme, aun es de noche (informó girándose hacía ella. Recibió una sonrisa como premio por su respuesta) Ana: ¿Y tú? ¿No puedes dormir? no paras de moverte M: Creó que he cenado demasiado (mintió. El cuerpo se estrechó contra ella que lo abrazó) Ana: Hum... (la chica se removió para acercarse más a ella y con el movimiento quedó destapado mostrando su casi entera desnudez. Con un suspiró Maca lo cubrió con las mantas y después, tras dejar un beso en su mejilla, se incorporó. Se puso una bata y cuando se dirigía a la puerta de nuevo oyó su voz) ¿donde vas? M: A la cocina, voy a ver si comiendo algo consigo dormir Ana: Vuelve a la cama... (Maca notó claramente el insinuante tono invitador. Dudó) M: No, duerme Ana: Cariño... ven. Esta cama es demasiado grande para mi sola Esta frase sacudió a Maca como un terremoto. ¿Cuantas veces había oído esa frase en el pasado? ¿Y porque tenía que repetirla ella? No tenía ningún derecho a usar su frase M: No, duérmete Ana: Maca. M: ¡He dicho que no! joder ¡no! (La chica se encogió en la cama) perdona... voy a comer algo (Intentando controlarse siguió andando hacía la puerta) Ana: Vas a ver esa cinta ¿verdad? (Maca se frenó en seco pero no la miró) vas a ver otra vez esa maldita cinta M: ¿Qué sabes tú de esa cinta? (musitó Maca) Ana: Nada. Solo sé que te metes en ese despacho a verla y que cuando sales estas lejos. Solo los días que no la ves te comportas normal. ¿Que esa cinta Maca? M: Nada (Guardaron silenció durante unos segundos) Ana: Anda ven a la cama (susurró la chica destapándose. Maca la contempló. Se acercó a ella y rozó sus labios con un beso) M: Luego, ahora voy a comer algo. Pero espérame despierta (dicho esto volvió a dirigirse a la puerta) Ana: Un día de estos voy a tirar esa cinta

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Maca se giró bruscamente a mirarla de nuevo. La chica se quedó muda al ver los ojos de Maca nublados de furia M: No te atrevas a tocarla Ana. Si quieres seguir compartiendo esa cama conmigo no te acerques a esa cinta. Si lo haces juro que te acordarás de ello toda tu vida ¿está claro? La chica asintió asustada por la intensidad que había puesto Maca en cada palabra. Cuando la vio asentir, la pediatra salió de la habitación cerrando la puerta tras ella. Fue hasta la cocina y se apoyó en la nevera "Joder Maca, te has pasado. En el fondo sabes que tene razón. Tienes que deshacerte de esa cinta. No puedo. Quiero, pero no puedo. Es lo único que me queda. Joder es lo único que me queda". (Golpeó la puerta con las manos mientras unas candentes lágrimas se deslizaban por sus mejillas) "Sé que es una locura, una tortura, pero es lo único que me queda" Maca aparcó la moto en la puerta de urgencias. Agacharse a poner la cadena fue una tortura para su cabeza que había decidido arruinarle el día con un terrible dolor. La noche anterior había acabado con una fuerte discusión con Ana, la cual al final, se había ido a dormir a su casa terriblemente enfadada. Maca había estado pensando como arreglarlo pero de momento nada se le había ocurrido "Creo que esta vez las flores no bastaran" (pensaba mientras entraba en el hospital suplicando mentalmente que fuera un día tranquilo. Sus suplicas no fueron escuchadas, en cuanto se acercó a recepción lo supo) T: Maca, tienes a tres niños esperándote M: Buenos días Teresita. Dame 5 minutos para ponerme la bata y me los pasas por favor (pidió firmando el registro) T: Claro. ¿Te encuentras mal? no tienes buena cara M: Me duele un poco la cabeza. Anoche no dormí muy bien. Bueno, voy para adentro, en 5 minutos me pasas al primero T: Sí, tranquila (Teresita la contempló irse hacía pediatría. La mujer suspiró mientras negaba con la cabeza y volvió a sus papeles) Una vez en pediatría se puso la bata, se tomó dos pastillas para el dolor de cabeza y mientras esperaba que pasaran los niños se masajeo la sienes. "Tengo que llamar a Ana" (pensaba cuando entró el primer niño) M: Hola (le sonrió Maca)

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Se olvidó de todo lo demás para centrarse en su paciente. Los tres niños no tenían nada grave, gripe, lo más común en aquella época. Cuando el ultimo salió, ella se dirigió a recepción. Le preguntaría a Teresita si tenía algo más y si no se escaparía unos minutos a comprarle algo a Ana. Desde el mostrador miró a la sala de espera y comprobó que no había ningún niño M: Teresa que voy a salir un momento, no hay ningún crío ¿no? T: No, puedes irte M: Vale, no tardare mucho. Si me necesitas me llamas T: Si... espera, ay espera Maca. Veras, es que si hay otro niño M: Joder Teresa, ¿sí o no? T: Hija no te enfades. Es que la niña está en la guardería de la 5 planta M: ¿En la guardería? (preguntó la pediatra extrañada) T: Si, es que la ha traído una enfermera de planta y dijo que si podíamos atenderla M: Joder con la enfermera ¿y para que está su médico? T: Ay Maca, no sé, por lo visto la niña se ha levantado mala y la chica tenía que trabajar y ha pensado M: Ha pensado... ha pensado... (bufó Maca) Mándala a pediatría ahora mismo. Le echo un vistazo y me voy De mala gana se dirigió de nuevo a pediatría. Allí mientras esperaba que llegara la niña refunfuñaba M: "Joder, ya verás como no consigues escaparte a comprar nada. Mierda voy a llamar a Ana" Sacó su móvil y marcó el numero. Al otro lado rechazaron la llamada. Joder, volvió a llamar. Nada, de nuevo rechazo. Soltando un juramento volvió a llamar, esta vez al otro lado no paso nada. Esperó. La puerta de la habitación se abrió y entro una niña. Maca que estaba de espaldas se dio la vuelta con una sonrisa de disculpa sin dejar el teléfono. Sus ojos se abrieron como platos y contemplaron fijamente a la niña que había entrado. No era posible. No. Su pulso se paró al verse reflejada en esos pequeños ojos. Esto no puede ser cierto. Es una pesadilla pensó Maca sintiendo que su frente se perlaba de sudor. Maca elevó la mirada a la mujer que llevaba de la mano a la niña. La mujer, la enfermera, le sonrió al tiempo que decía: E: Hola soy Esther y ella es María "No... No... No..." Fue entonces cuando Maca salió corriendo de allí Esther la vio salir quedándose muda de asombro. ¿Y a esta que le pasa? se preguntó. Volvió su vista hacía la niña y le sonrió

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E: Cariño, creo que a la médico se le quemaba la comida. ¿Esperas aquí mientras voy a buscar otro medico que te vea? (La niña asintió. Esther miró a su alrededor, cogió una pequeña marioneta que había por allí, se la puso en la mano y se la enseñó a la niña) Hola María, soy Epi, ¿quieres jugar conmigo? María lució una esplendorosa sonrisa y agarró la marioneta para sentarse a jugar con ella. Esther la contempló unos segundos y luego salió de allí camino de recepción. Allí estaba Teresita ordenando papeles. Al ver a la enfermera sonrió, apenas la conocía pues era enfermera de planta, pero lo poco que habían hablado le había parecido una chica muy simpática T: Hola hija, ¿has dejado a la niña con Maca? (preguntó Teresa) E: ¿Maca? T: Sí, Maca, la pediatra E: A eso vengo. La pediatra se ha ido T: ¿Ido? ¿Cómo que se ha ido? E: Si, hemos entrado la niña y yo y se ha ido corriendo. No tenía buena cara, supongo que se encontraría mal T: ¿Qué Maca se ha ido corriendo? (Teresita la miraba con la boca abierta) E: Si, ¿puede otro medico ver a María? T: Pues espera voy a ver (Teresa cogió el teléfono y marcó, mientras esperaba que se lo cogieran siguió hablando con Esther) Chica me dejas alucinada con lo de Maca... menuda es ella para el trabajo. Si ha estado trabajando hasta con 39 de fiebre E: Ya.. (seguro) (pensó Esther, mientras la mujer ya hablaba por teléfono) T: Si, oye ¿Cruz?, mira ¿puedes ir a echarle un vistazo a una niña que hay en pediatría?. Si, si, estaba Maca pero según parece se ha puesto mala o algo. (...) No sé, según me cuentan se ha ido corriendo de la consulta. (...) No, no la he visto (...) si, si, voy a buscarla ya. Vale Esther esperaba pacientemente. Estaba molesta por la actitud de la pediatra pero decidió que era mejor olvidarlo. Realmente la había visto muy pálida pero fuera como fuera esas no eras formas de dejar a un paciente E: "Si eso lo hace una enfermera la echan a la calle" (pensaba) T: Ya va Cruz para allí (le informó Teresa sacándola de sus pensamientos) E: Gracias. Voy para allá. Espero que la pediatra se encuentre bien. Hasta luego T: Adiós (la mujer la contempló irse). "Que chica más maja, otra en su lugar hubiera montado un pollo. Y ¡Maca! ¿Que le habrá pasado? voy a ver si la encuentro". Teresita dejó a otra mujer a cargo del mostrador y fue en busca de la pediatra Cruz se encargó de la niña. Y cuando terminó y pudo fue en busca de Teresa. No sabía nada Maca y estaba preocupada C: Teresa, ¿y Maca? 6

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T: Ay Cruz, no la ha visto nadie. No la encuentro. La estoy llamando al busca pero lo tiene apagado C: Mierda Maca... (susurró Cruz. Mientras que reconocía a la niña, Esther le había contado la huida de Maca pero tras insistir mucho. La enfermera no quiso darle importancia, cosa que la medico agradeció) T: No sé que ha podido pasarla. Una enfermera la ha visto subir por las escaleras pero no la ven en ninguna planta C: Joder Maca (exclamó Cruz) Al oír lo de las escaleras se había hecho una luz en ella. Recordó cuando dos años atrás Maca había pasado por una mala racha, recordó donde solía esconderse para estar sola y corrió hacia allí. Llegó a la terraza del hospital apenas sin respiración. La buscó con la mirada y enseguida la vio. Estaba en un rincón, sentada en el suelo y con el rostro entre las piernas que tenía aferradas con los brazos. Calmando su respiración la medico se acercó hasta quedar ante ella. Se arrodilló y posando una mano en una de sus rodillas le habló en susurros: C: Maca, cariño, ¿qué ocurre? ¿Que ha pasado? La pediatra levantó la vista y enfrentó sus hinchados ojos a los de la medico. Su rostro estaba arrasado por el llanto y mostraba una expresión de profunda tristeza M: Cruz.. C: Maca ¿qué pasa?. Has salido corriendo, nos tienes a todos preocupados y ahora... ¿qué ocurre? M: Y... y... ¿la niña? (musitó la pediatra con un leve temblor) C: Tranquila, la he reconocido yo. Creo, bueno, casi seguro que tiene estridor laríngeo. Estamos a la espera de unos análisis. En cuanto lo confirmen empezaremos a adminístrale nebulizaciones de adrenalina M: Lo siento Cruz, lo siento (murmuró Maca. Cruz le sonrió y tomó su mano) C: Tranquila, ¿qué ha pasado Maca? ¿quieres hablar de ello? Maca negó con la cabeza suplicando que la entendiera M: Perdóname Cruz, no puedo C: Pero Maca, no puedes pretender que te vea así y no me preocupe. Dime que pasa, puedo ayudarte Somos amigas (La medico acariciaba la rodilla de la pediatra la cual había agachado de nuevo la cara. Su cuerpo en ocasiones era sacudido por algún sollozo que intentaba inútilmente de controlar) Tranquila Maca... shhsss... tranquila... cariño me mata verte así. Dime que ocurre

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La pediatra alzó la mirada y miró a Cruz, luego miró a lo lejos, como si buscara las palabras justas, luego volvió a mirar a la médico. Finalmente con un tono de voz que estremeció a Cruz le dijo: M: Conozco a esa niña Cruz se limitó a asentir, esperando que continuara contándole más. Pero Maca volvió a guardar silencio. Había vuelto a fijar su mirada en el bosque de tejados que se veían desde aquel lugar, y así permanecía, con la mirada perdida. Cruz seguía sin entender nada. Una cosa es que Maca conociera a la niña y otra muy distinta que saliera corriendo C: Bueno Maca, es normal, conocemos a mucha gente, es normal que en algún momento uno de nuestros pacientes sea un conocido y... (Cruz vio los labios de Maca moverse pero, fuese o que fuese, lo dijo tan bajito que la medico no la escucho) ¿que has dicho? M: María no es una conocida. (volvió a susurrar la pediatra esta vez un poco más alto, no mucho, solo lo suficiente para que la medico la oyera) C: ¿Quién es? ¿Familia tuya, hija de alguna amiga? La pediatra negó con la cabeza mientras un esbozo de sonrisa triste asomaba a sus labios. Suspiró profundamente y haciendo su sonrisa un poco más amplia puso su mano sobre la de Cruz M: Perdona, No debí salir así. Me sorprendió mucho verla, eso es todo (Confesó la pediatra) C: Maca, creo que ha sido algo más que sorpresa M: De verdad que lo siento. No volverá a pasar C: No es eso lo que me preocupa. ¿Que es lo que te pasa? ¿no me lo vas a contar? (Sus ojos lo dijeron todo. La medico suspiró y le acarició la cara) está bien. Pero no olvides que soy tu amiga Maca, cuando lo necesites y quieras acude a mí M: Gracias Cruz, lo sé, y lo haré C: Eso espero (La medicó le apretó la mano) ¿bajamos?, creo que vas a tener que lavarte esa cara si no quieres asustar a los pacientes Maca asintió y se incorporó. Al llegar a la puerta que comunicaba con las escaleras se detuvo para respirar profundamente varias veces. Cruz le apretó un hombro en señal de apoyo y ambas empezaron a bajar las escaleras M: Tendré que disculparme con la chica, con la enfermera que venia con la niña ¿verdad? C: Lo que quieras Maca. Ella no está molesta ni nada. Al contrario, preguntó por ti y dijo que esperaba que estuvieras bien. Es muy maja, y fíjate yo no la conocía y eso que trabaja en el hospital. Así que no te preocupes M: Aún así creo que le debo una disculpa

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Siguieron hablando mientras bajaban a urgencias. Cruz cambió de tema para que Maca se relajara incluso consiguió hacerla reír Esther besó a María en la mejilla y la arropó E: Cariño, tengo que irme a trabajar. Pero luego vendré a verte ¿vale?. Aquí te cuidaran muy bien. Además si me necesitas recuerda que estoy 3 plantas más arriba. ¿vale? María: Sí E: Bien, luego vengo. Adiós cariño. (Volvió a besar a la niña y salió de la habitación. Se apoyó en la puerta y suspiró. Tenía que volver al trabajo) M: Perdona... ¿Esther, verdad? La enfermera miró a su lado y se sorprendió al ver a la pediatra que había huido, a su lado, sonriendo levemente E: Eh... si.. M: Yo... quería pedirte disculpas por lo de antes... Eh... me encontré mal y.. E: No importa... eh... ¿eras... Maca? M: Si, oye de verdad... perdona E: Ya te he dicho que no pasa nada. ¿Estás mejor? M: Sí, gracias E: Me alegro. Oye tengo que irme, el trabajo ya sabes M: Claro E: Ya te veré por aquí, supongo. María tiene que estar unos días ingresada M: Lo sé, Cruz me ha informado E: Pues eso, ya nos vemos. Me voy, me alegra que estés mejor. Cuídate. Me voy que me despiden La enfermera le sonrió y empezó a alejarse M: ¡Esther! espera.. E: ¿Sí? (la enfermera se giró a mirarla y vio como Maca tragaba saliva y le preguntaba) M: ¿Puedo entrar a verla? E: Maca, por supuesto, eres pediatra (La enfermera le guiño un ojo y se alejó) Maca sonrió mientras la veía alejarse. Volvió su vista a la puerta y tragando saliva agarró el pomo dispuesta a entrar. Mientras su pulso se disparaba, entró en la habitación. Sin mirar hacía la cama cerró la puerta y con la mirada clavada en el suelo se apoyó en ella. Sintió las palmas de sus manos humedecerse, algo parecía encogerse dentro de su pecho, sus piernas parecían gelatina incapaz de sostener el resto de su cuerpo. Las dudas, esas que ella creía que nunca más la atacarían, empezaron el acoso de su mente

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"No tengo que estar aquí. No. Estoy como medico... Já. ¿A quien intentas engañar?. Puedes decirle a otro pediatra que lleve el caso, incluso a Cruz... No, soy la mejor pediatra y Cruz ya tene bastante con dirigir urgencias. Modesta no te falta ¿eh? la mejor pediatra, bueno, quizá si. Pero sabes que a Cruz no le importara. Al contrario... No, es mi trabajo. No puedo rechazar un paciente por... No te engañes, no es un paciente, es María..." Fue entonces cuando por fin, lentamente, sus ojos se dirigieron a la cama, a la personita que estaba en ella. Sin separarse ni un milímetro del apoyo que le proporcionaba la puerta en su espalda la observó. Sonrió al ver su pelo rubio, la ternura la invadió al ver sus ojos cerrados, y un intenso deseo de protección se adueño de ella cuando vio sus labios lanzar un quejido leve. Avanzó hacía ella, con la misma premura que ciertos sentimientos despertaban en su interior. Mecánicamente repasó el informe que había a los pies de la cama y lo leyó intentando concentrarse en cada palabra. Sus ojos se dirigieron a la parte superior del informe, a donde estaba el nombre de la paciente, como si necesitara una confirmación. Sonrió levemente mientras dejaba el informe en su sitio. Se acercó a la cabecera de la cama y observó a la dormida niña "María... si es que estas igual... bueno, no. Hay que ver lo que has crecido. Aunque claro, han pasado casi dos años. Pero te he reconocido, ¿cómo no hacerlo?... Estas hecha una señorita, una guapa señorita" (con dedos temblorosos acarició la mejilla de la niña) "La ultma vez que te vi eras un mico de dos añitos y ahora..." Ese fue el momento elegido por la niña para abrir los ojos y clavar su mirada en Maca. Ésta se quedó sin respiración al ver esos ojos verdes, reflejos perfectos de otros ojos. Maca se obligó a si misma a hablar M: Hola cariño. ¿Cómo estas? ¿te duele? María: Sí M: Bueno, ya te estamos curando ¿vale? Mira, ¿ves este gotero? (preguntó Maca señalando el gotero que había junto a la cama, la niña asintió) pues ahí esta la medicina y poco a poco te ira calmando La niña no dijo nada, solo miraba a Maca con ese miedo que tienen algunos niños a los médicos. Maca sabía que la niña no la reconocería, era casi imposible. Habían pasado dos años, y entonces María era muy pequeña. Algo dentro de la pediatra estaba empezando a resquebrajarse pero se obligo a mantenerlo a raya, escondido. A ignorarlo M: María me voy, tengo que trabajar María: Antes saliste corriendo (dijo la niña mirándola) M: Si, es que tenía que ir a un sitio muy urgente María: La tía Esther dijo que te se quemaba la comida (Maca no pudo evitar reír) M: Si, tu tía tenía razón

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M:"¿Tu tía? pero si tú no tenías tías... solo yo, a mí me llamabas así (pensaba Maca empezando a entender la unión entre Esther y María) María: ¿Dónde esta mi tía, y mi mami? (susurró la pequeña) La pregunta inocente de la niña golpeó a Maca como la más fuerte de las bofetadas. Le había recordado lo que se había obligado a no pensar. Apretó los puños obligándose a sonreír M: Esther está trabajando cariño, cuando termine vendrá. Y tu mami, estará de camino. Voy a ver si le queda mucho a tu tía ¿vale? La niña asintió, Maca le revolvió el pelo y salió de la habitación. Se desplomó sobre una silla del pasillo. Sus propias palabras la habían estrujado las entrañas: "Tu mami estará de camino" "Dios mío es cierto, ella vendrá. Su hija está aquí y ella, seguramente ya esté de camino" Giró la cabeza hacía el pasillo, con una mezcla de miedo y deseo, como esperando verla llegar en ese momento "Dos años... dos años y en cualquier momento aparecerá con su esplendorosa sonrisa y yo... ¿yo que haré?" Se pasó las manos por la cara en un gesto muy suyo de inquietud y se quedó así, con el rostro oculto entre las manos mientras trataba de poner un poco de orden en sus alborotados pensamientos y sentidos Esther salió del ascensor sonriendo ampliamente mientras intentaba que la muñeca y las chocolatinas que llevaba en las manos no se le cayeran. Avanzó por el pasillo hasta la habitación de María agradeciendo los días libres que le habían concedido. Los había conseguido a cambio de un montón de guardias pero no le importaba, no podía ni quería dejar a la niña sola. A medida que se acercaba a la habitación vio a la pediatra sentada en una silla con la cara escondida entre las manos y los hombros hundidos. "Definitvamente no tene un buen día" pensó la enfermera mirándola desde la puerta de la habitación. Dudó si decirle algo, pero ¿quien era ella para preguntar nada?. Echándole una ultima mirada entró a ver a María "Tengo que volver al trabajo. Aunque si viene algún niño Teresa me llamará al busca. Joder, lo apagué" sacó el aparato de su bolsillo y lo encendió. Tenía varios avisos pero mirando su reloj comprobó que estos se habían producido cuando se encontraba en la terraza. Sin duda había sido Teresa buscándola tras su huida y ahora Cruz ya la habría puesto al tanto de lo sucedido."De todas formas ya es hora de bajar, que vaya mañana llevas. Da gracias que la jefa de urgencias es tu amiga que si no"... sus ojos se volvieron 11

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involuntariamente hacía el pasillo, expectantes "No puedo quedarme aquí esperando verte aparecer. ¿Acaso quiero? Es increíble que ahora, tanto tempo después, puedas aparecer en mi vida así de repente y por María" Volvió a esconder la cara entre las manos "Tengo que decirle a Cruz que lleve otro pediatra a María... pero no puedo ¡No puedo!" E: ¿Una chocolatina? Maca apartó las manos que escondían su rostro y justo delante de ella vio una chocolatina. Levantó los ojos y tras ese chocolate encontró otra sonrisa de Esther "¿ésta chica siempre está sonriendo?" E: El chocolate es el mejor remedio para casi todo (insistió la enfermera blandiendo la chocolatina. Ante el silencio de Maca siguió hablando) María duerme. Voy a la cafetería. ¿Quieres un café? Es el acompañamiento perfecto para el chocolate M: No puedo, tengo que volver al trabajo E: Bien, pero toma (la enfermera metió la chocolatina en el bolsillo de la bata de la pediatra) para cuando puedas M: Gracias E: De nada, hasta luego (Esther le dirigió otra sonrisa y empezó a alejarse por el pasillo) "Vaya cara ha puesto, yo sólo pretendía ser amable. No tene buena cara. En fin deja de hacer de madre de todo el mundo" (pensaba Esther mientras caminaba) M: Espera (la enfermera se giró al oír la voz de Maca. Ésta se había levantado y avanzaba hacía ella) M: Me vendrá bien ese café, pero antes tengo que pasar a ver si tengo trabajo. Si quieres me acompañas y si no tengo nada yo invito al café. Tú pones la chocolatina. Eso si no hay trabajo claro E: Venga, acepto, vamos (Esther asintió y Maca se encontró curvando sus labios en una sonrisa que respondía a la que la enfermera le había regalado) Fueron hasta recepción hablando de María, de como estaba y de su tratamiento. Una vez allí Teresa le dijo a Maca que no tenía ningún niño esperando M: ¿Seguro Teresa?, ¿no me necesitáis para nada? (insistió la pediatra) T- Que no, está la mañana tranquila, gracias a Dios M: Vale, voy a cafetería, llámame si entra algo ¿eh? T- Que si, mujer, que yo te aviso. Anda tira y come algo (dijo Teresa recordando que Cruz le había dicho que cuidara y vigilara a Maca. La medico no le había dado muchas explicaciones pero eso era lo de menos. ¿Había que cuidarla? Teresita se encargaría de hacerlo. Dirigió su mirada a la enfermera que esperaba detrás de Maca) ¿Vais juntas? E: Si (confirmó Esther) T- Pues hazme el favor hija, haz que coma algo E: Ya se lo he dicho que se comiera una chocolatina, a ello vamos

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T- ¿Una chocolatina? si, el chocolate le hará bien pero antes que coma algo más (insistió Teresa) E: Vale, haré que se coma el bocadillo más grande de la cafetería (prometió Esther) T- Si, es que últimamente solo sabe trabajar, cada día esta más delgada Maca las observaba hablar cruzada de brazos, seguía su conversación atónita M: Estoy aquí ¿eh?, podéis dejar de hablar como si no existiese (indicó) Esther la miró y sonrió nuevamente E: Es verdad, perdona. Venga vamos que te espera un bocadillo. Hasta luego Teresa T- Hasta luego hija (se despidió Teresa) y... ¡qué coma! ¿eh? tú te encargas Las dos chicas se alejaron, Maca bufando fingiendo enfado y Esther riendo a carcajadas M: Si, tú síguele el rollo (protestó Maca mientras entraban en la cafetería y se sentaban en una mesa) E: Solo se preocupa por ti, deberías agradecérselo. ¿Que vas a tomar? M: Café, ¿y tú? voy a por ellos (Maca hizo ademán de levantarse pero Esther había sido más rápida y ya estaba de pie y poniéndole una mano en el hombro para que no se incorporara) E: Ya voy yo, ¿cómo tomas el café? M: Solo, sin azúcar (la enfermera asintió y se alejó. Maca miró sus manos. No sabía muy bien porque había aceptado tomar ese café con la enfermera. Había sido un impulso. Seguramente, aunque no quisiera reconocerlo, esperaba saber algo más de lo que unía a Esther con María y con su madre. Aunque el saberlo le hiciera daño) E: Ya estoy aquí. (la enfermera dejó ante Maca una humeante taza de café y también un sándwich. Para ella había traído lo mismo) No repliques y cómetelo, si no Teresa me matará M: Creo que te va a adorar (suspiró Maca mordisqueando el sándwich) ¿A qué hora tienes que volver a trabajar? E: A ninguna, solo tengo que ir a cambiarme. He pedido unos días libres para poder estar con María. Y me los han dado, a cambio de un montón de guardias eso sí M: Entiendo (Maca bajó la vista a su café nerviosa) ¿Sois familia? la niña preguntó por ti, me dijo que eras su tía. Pero vuestros apellidos no coinciden (Maca señaló la tarjeta identificativa de la enfermera) E: Eres muy observadora. No, no soy su tía, ella me llama así. Soy amiga de su madre. María pasa mucho tiempo conmigo. Su madre es azafata y apenas pasa tiempo en casa M: Ah y... y... (Maca tragó saliva y con una indiferencia que la sorprendió a si misma preguntó) ¿y cuando vendrá la madre? la niña preguntó por ella. Y supongo que debería estar aquí

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E: Está en México, por trabajo, desde hace 3 días. La he llamado esta mañana y vendrá en cuanto pueda. Espero que llegue esta misma tarde. Está un poco loca pero adora su hija Maca bebió de su café "Esta tarde, esta tarde... espero no estar aquí cuando venga" M: ¿Y el padre? (volvió a preguntar Maca) Esther guardó silencio unos segundos. Jugueteó con su taza y al final respondió E: María no tiene padre. Diana es madre soltera Maca notó la incomodidad de la enfermera y prefirió no seguir preguntando. Bien sabía ella que María no tenía padre. Una pregunta le quemaba los labios pero sabía que no podía hacerla. Se moría por saber que relación tenía Esther con Diana ¿solo amigas? conociendo a Diana le extrañaba Esther, mientras volvía a beber de su café observó como el rostro de Maca volvía fruncirse. Sonrió, desde luego la pediatra no podía disimular que su mente estaba trabajando E: Anda, come, yo ponía la chocolatina ¿recuerdas? (la enfermera volvió a poner la chocolatina, esta vez abierta, ante la pediatra. Maca la miró y tras dudar unos segundos la mordió. Esther volvió a sonreír asintiendo) Tras el café cada una tomó un destino; Esther a la habitación de María, y Maca a su trabajo. La pediatra trabajaba mecánicamente sin poder apartar su mente de lo que estaría sucediendo en aquella habitación donde se encontraban Esther, María y quien sabe si ya también Diana... Diana. No podía quitarse de la mente que estaba por llegar, cuando no lo hubiera hecho ya. Y ella... ella era incapaz de saber con claridad lo que estaba sintiendo dentro de sí. Tenía una contradictoria mezcla de sentimientos y le era imposible razonar cual era el que sobresalía: tristeza, nervios, alegría, deseo, miedo, curiosidad, recelo, ganas de verla, también de huir y no verla.. "¿Que vas a hacer Maca? ¿Que vas a hacer?. Te pasaste meses suplicando verla, encontrártela donde fuera, tener la oportunidad de hablarle aunque fuera solo dos segundos. Luego la odiaste, la maldijiste, le deseaste todo tpo de males. Finalmente aprendiste a superarlo, o a seguir viviendo al menos. Y ahora... ahora la tenes tan cerca" La pediatra suspiró agitando la cabeza intentando despejar su mente de esos confusos pensamientos. Consultó su reloj y comprobó que solo le quedaban quince minutos para terminar su turno. Tenía que subir a ver a María. Le había asegurado a Cruz que ella llevaría a la niña y no podía echarse atrás. Ante todo, Maca era una amante de su trabajo y una profesional. No pensaba permitir que nadie de su pasado le hiciera parecer lo contrario. Con gesto decidido se dirigió a la habitación. Sus rápidos pasos se fueron 14

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volviendo lentos según se acercaba a la puerta, todo lo contrario que su corazón, que se había puesto a latir como un loco. Cuando alargó la mano hacía el picaporte fue consciente del temblor que tenía en ellas y se maldijo por ello. Dejó la mano caer y cerró los ojos para respirar profundamente, buscando calmarse. Su corazón ignoró sus intentos y siguió bailando dentro de su pecho "Al cuerno" se dijo así misma mientras decididamente abría la puerta y entraba en la habitación. La respiración que tenía contenida salió de sus labios en forma de sonoro suspiro de alivio cuando vio que la habitación estaba vacía. Solo estaba María M: Hola cariño, ¿que tal estas? ¿te duele? (preguntó Maca acariciándole el pelo) María: No, ¿puedo irme a casa? M: No, todavía no. Vas a tener que quedarte aquí unos días. Pero serán pocos, te lo prometo. Pero ahora hay que ponerte buena. ¿Tú quieres curarte del todo, verdad? María: Si M: Pues te prometo que estando unos días más aquí te pondrás buena de verdad María: Me aburro, ¿me lees un cuento? (pidió la niña) Maca que estaba a los pies de la cama se aferró fuertemente al informe. Su mente viajó a tiempos pasados, cuando cada noche subía a María a su regazo y le leía un cuento. El recuerdo de la niña dándole calor a su cuerpo le humedeció los ojos pero se obligó a sonreír M: Claro, mañana traeré unos cuentos y te los leo En ese instante el ruido de la puerta al abrirse puso todos los sentidos de Maca en alerta. Deseó girarse pero se había quedado paralizada. Cerró los ojos deseando que fuera Esther Diana: María cariño (sus deseos no fueron escuchados, esa conocida voz le provocó temblores e ignorando a Maca se acercó a la camilla a besar a la niña) Cielo, he venido en cuanto he podido, ¿cómo estas? ¿Cómo estas mi vida? Por fin la mujer se giró hacia la pediatra y sus ojos se abrieron a causa de la sorpresa Diana: ¿Maca? M: Hola Diana Diana: ¿Que haces tú aquí? M: Trabajar ("¿has olvidado que ya trabajaba aquí cuando estábamos juntas?") Diana: Pero mujer, ¡venga dos besos! (los dos pasos que dio Diana hasta llegar a ella a Maca le pareció que los daba a cámara lenta. No se movió mientras se acercaba, solo se alteró su pulso cuando el perfume de ella le inundó los sentidos) M: "ha cambiado de perfume" (acertó a pensar la pediatra mientras Diana besaba sus mejillas. El leve contacto de sus labios le abrasó el rostro) 15

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Diana: No sabía que trabajabas aquí. Ahora sé que María está en buenas manos. ¿Cómo esta? M: Mejor, tiene que estar unos días más con nebulizaciones, y tendremos que ponerle corticoides pero está bien, hemos pillado el estridor al principio Diana: ¿Y que es eso del estridor? Maca apenas podía creer que estuvieran hablando como si tal cosa, como si no se conocieran, como si no tuvieran un pasado en común. Dejó los sentimientos a un lado y revistiéndose de profesionalidad respondió: M: El estridor laríngeo es una dificultad respiratoria. La laringe y la traquea se han inflamado y esto ocasiona una oclusión al paso del aire a nivel de las cuerdas vocales. En tu hija, según hemos visto, se ha debido al sarampión. Nos dijo Esther que María lo pasó hace poco Maca dijo el nombre de la enfermera con toda la intención, intentando ver algún dato de su relación con Diana en la reacción de ésta pero la mujer se limitó a volver su atención a su hija que se había quedado dormida. Maca sin decir nada más se dirigió a la puerta. Tenía que salir de allí, se estaba ahogando Diana: Estás muy guapa Macarena (la voz la dejó paralizada en la puerta. La conversación ya no era medica, y ella simplemente no sabía que decir) Me alegro de verte Maca no respondió, se había quedado mirando la puerta cerrada. Buscando, sin saber donde, fuerzas para reaccionar fríamente Diana: ¿No dices nada? (insistió Diana. Maca solo movió la cabeza en sentido negativo y su mano ya se movía sobre el pomo de la puerta cuando una mano se posó en su hombro) "Por favor, no me toques, por favor" (pidió Maca en sus pensamientos) Aquel simple contacto en su hombro había provocado en ella un vaivén de sensaciones imposible de describir. Por una parte deseaba ferozmente girarse y gritarle a Diana toda la rabia acumulada en aquellos meses, todas las preguntas, todas las dudas, las noches en vela, todas las lágrimas derramadas. Y por otra parte deseaba poder girarse y no sentir nada al verla. No sentir ese fuego liquido que estaba arrasando sus entrañas con fuerza inusitada. Quería poder olvidar todo y simplemente seguir viviendo. Se odió así misma por sentir todo lo que estaba sintiendo Diana: Maca, ha pasado mucho tiempo (Diana apretó la mano en su hombro) No me creo que aún estés enfadada M: ¿Enfadada? Eso crees que estoy, ¿enfadada? (preguntó la pediatra aún sin girarse) Diana: Supongo que no. Lo que estás, desde luego, es muy guapa 16

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Algo estalló dentro del pecho de Maca. Todos los demás sentimientos que amenazaban con desbordarla empequeñecieron mientras la rabia crecía y surgía sin freno. Se giró M: ¿Apareces casi dos años después y solo te se ocurre decir que estoy guapa? (le escupió a Diana con voz seca) Diana: Tienes razón... estás fantástica (alabó Diana deslizando la mirada por su cuerpo) M: Siento no poder decir lo mismo de ti Diana: Venga Maca, no me iras a decir que si estás enfadada (ante el silencio de la pediatra, Diana suspiró) Maca de aquello hace mucho. No puedo creer que aún estés mal por eso M: Ya. Un buen día mi pareja me llama mientras estoy trabajando, me dice que lo siente pero que me deja, que está agobiada. Dejo el trabajo para ir a hablar con ella, intentando Dios sabe que y al llegar a casa prácticamente solo me encuentro las paredes porque ella se lo ha llevado casi todo. Por supuesto no sé dónde está ella, no me responde al teléfono y en su trabajo tampoco saben nada. Me paso días buscándola y al final la señorita aparece y resulta que es que está con otra persona. Que se ha enamorado. Bueno, no pasa nada, solo hay que anular la boda que tenía que celebrarse un mes después ¿Te suena la historia? pero es verdad no es para estar mal Diana: Maca, yo no mando sobre mis sentimientos. No pedí enamorarme de otra. Yo. M: ¿Tú? ¡ Tú te callas! Me pase dos años viviendo por y para ti. ¿Lo has olvidado? Cuando te conocí estabas embarazada de tres meses, y no me importó. Te cuide, estuve contigo en cada momento. Hasta en el parto estuve contigo, yo no quería atenderte, pero tú decías que ya era mi hija que tenía que traerla yo al mundo. Cuide a esa niña como mía, tú enseguida volviste al trabajo, a tus viajes, no podías vivir sin ellos. A mi no me importó, cuide de María cada minuto. Yo viví sus primeros dientes, sus primeros pasos, la oí decir mamá mientras tu estabas de viaje. Y cuando te fuiste te la llevaste (La cara de Maca ya estaba inundada de lágrimas. Los sentimientos habían brotado tras dos años escondidos) Diana: Es mi hija M: ¡También era mía! Yo la quería ¿sabes? la quería con toda mi alma (Diana alargó los brazos intentado coger a Maca pero esta se echó para atrás) Diana: Maca yo. M: No.. Maca no podía seguir. Había dejado salir ya demasiados sentimientos, incluso aquellos que ella misma se había negado a aceptar estos meses. Se giró y esquivando la mano que de nuevo Diana tendía hacía ella, salió de la habitación a toda prisa. Con los ojos aún cegados por las lágrimas se dirigió a las escaleras. En ese momento Esther salía del ascensor y vio a Maca bajar los peldaños aceleradamente. La iba a llamar pero la pediatra ya se había perdido de su vista. La enfermera, que no se había percatado de las lágrimas de Maca, se dirigió a la habitación. Cuando entró vio a Diana susurrándole a su hija cosas al oído E: Ya estoy aquí. ¿Esta despierta la princesita? ¿Cómo está? 17

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Diana: Eh... bien (respondió la madre) E: Ha estado aquí Maca ¿no? Diana: ¿Maca?.. E: Si, la pediatra, es que la he visto bajar las escaleras y me imagino que vendría de aquí Diana: Eh... sí... ¿Conoces mucho a esa pediatra? E: No, la conocí ayer. Ella es de urgencias. Hola amor (Esther se acercó a la niña sin oír el leve suspiro de alivio de la otra mujer) Maca se había encerrado en pediatría agradeciendo que su turno hubiera terminado. El encuentro con Diana la había terminado de agotar. Se quitó la bata y se sentó en una de las sillas "Tenía que haberme controlado. Mierda, no tenía que haberme dejado llevar. ¿Dónde se mete mi autocontrol cuando lo necesito? Siempre me pasa igual. Cuando tengo que hablar no hablo y cuando no tengo que hacerlo no paro. Así me va claro. Pero ¿qué podía hacer? Todo esto me ha superado. No esperaba verla. Y menos aquí. Que condenadamente guapa está. Pero sigue siendo una egoísta de cuidado. Se presenta aquí dos años después y actúa como si nada... Maca, ¿a quien quieres engañar? a t lo que te ha trastornado es ver a María" El rostro de la pediatra se iluminó con una sonrisa "está enorme, hay que ver lo que ha crecido, está guapísima. Mi niña... me dolió tanto perderte..." La pediatra sacó su cartera, rebuscó en ella y de un bolsillo casi invisible sacó una foto desgastada ya. Allí estaba ella, acostada y sobre su pecho María dormida. Maca la contempló con un deje de nostalgia. Cualquiera que viera esa foto podría percibir en la expresión de la pediatra, el profundo amor que sentía por la niña que reposaba en su regazo. Maca suspiró y guardo la foto y luego la cartera en su bolso. Se giró hacía su mesa a recoger su móvil. Fue al tocar el teléfono cuando un nombre golpeó su mente: Ana "¡Joder Ana! " Inmediatamente la llamó, al otro lado nadie respondía "Ana contesta, por favor, cariño responde. Por favor" Nada, al otro lado nadie respondió. Cuando saltó el buzón de voz Maca colgó y volvió a llamar. Nada. La pediatra consultó su reloj. Por la hora que era Ana no debía estar trabajando, por lo tanto no le contestaba simplemente por que no quería. Sin duda estaría en su casa. Maca llamó allí. Un pitido, dos "contesta", tres, cuatro "coño, Ana, responde", cinco... y el buzón de voz M: Ana sé que me estás escuchando. Siento lo de esta mañana, de verdad. Mira, he tenido un día horrible (Maca suspiró profundamente y dudó unos segundos. Nunca se mostraba vulnerable) por favor, Ana, necesito hablar con alguien. Yo... no estoy bien. Han pasado cosas... Ana, por favor, coge el teléfono. Necesito verte. Yo... (volvió a dudar) no quiero estar sola hoy, por favor, perdona... Ana

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Maca se quedó unos segundos en silencio esperando que Ana respondiera, porque estaba segura de que la estaba escuchando. Finalmente colgó. Se quedo mirando el teléfono, esperando que la llamara pero el teléfono permaneció mudo. Maca se levantó, estaba bien claro que esa noche Ana no daría señales de vida, mientras se ponía la cazadora se miró al espejo "¿Donde está la gente cuando la necesitas Maca? ¿Donde?" Salió de la habitación y sumida en sus pensamientos, en sus sensaciones, salió del hospital tras despedirse de Teresa. Una vez junto a su moto empezó a ponerse los guantes "Necesito dar una vuelta, no puedo meterme en casa. Aún no. Si me meto en esa casa me estallara la cabeza de tanto pensar. mierda Ana, hoy que necesito hablar..." E: ¿Te vas? (Maca salió de su mundo y vio a Esther junto a ella. Sonriendo, como no) M: Si, acabo de terminar. ¿Y tú? E: Me voy a casa. Esta noche se queda la madre de María con ella. Yo vendré mañana a primera hora M: Te vendrá bien descansar E: Si, tú también, descansa ¿eh? que ambas sabemos que no has tenido un buen día M: Gracias (Maca agachó la cabeza, luego volvió a mirarla y casi sin querer le preguntó) Oye Esther... ¿puedo invitarte a una caña? E: No sé... estoy cansada, debería irme a casa. (La enfermera sonrió, y Maca correspondió con otra sonrisa pero Esther vio que esa sonrisa no subía a sus ojos) Bueno, no es tan tarde. Venga acepto, pero invito yo M: Ni pensarlo, tú ya pagaste la chocolatina ¿recuerdas? me toca pagar a mi (Maca le tendió un casco a la enfermera, ésta lo tomó) Mejor nos vamos en mi moto, es más fácil aparcar, luego te traigo de vuelta para que recojas tu coche E: No, no tengo coche, vengo en metro M: Pues entonces luego te llevo a tu casa (la enfermera fue a responder pero Maca no la dejó) no, no repliques. Te llevaré E: Entonces si te parece vamos a tomar la caña a mi barrio, así luego pilla cerca y no tienes que estar dando vueltas M: Perfecto (Maca subió a la moto y luego lo hizo Esther) tú me dices por donde tiro E: De momento al barrio de Malasaña, y cuando estemos allí ya te voy indicando Dani M: ¿Dani? (La pediatra se giró a mirarla y Esther asintió con una abierta sonrisa) E: Sí, Dani, Dani Pedrosa (añadió la enfermera) M: Ya, por la moto ¿no? E: Claro, aunque la moto de él es más grande (Maca alzó una ceja, y Esther terminó la frase) pero tu casco es más chulo Maca contempló la cara de inocencia que había puesto la enfermera y sin poder contenerse estalló en carcajadas 19

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M: Anda, agárrate que nos vamos (pidió Maca) Cuando notó a la enfermera aferrada a su cintura arrancó la moto, rumbo al conocido barrio madrileño. Apenas tardaron unos minutos en llegar, Maca aparcó donde Esther le pidió. Ambas bajaron de la moto, cuando Esther se quitó el casco Maca volvió a reír señalando su pelo M: Vaya pelo te se ha puesto - le dijo a Esther E: Pues tú no vas mucho mejor ¿eh? M: ¿Yo? pero si yo nunca me... (Maca se miró en el espejo de la moto y comprobó que era una broma, amenazó a la enfermera con un dedo) Tú te estás riendo mucho de mi ¿eh? E: Es broma (se disculpó Esther mientras la pediatra la peinaba un poco con las manos) mira, ese sitio está muy bien, pero si quieres picar algo, ese de allí enfrente tiene una tapas muy ricas M: ¿Tú tienes hambre? E: Un poco, son más de las nueve, pero lo que tú quieras (Maca se quedó en silencio unos segundos) venga, nada, nos tomamos una caña allí y ya está M: Espera. ¿Me dejas hacer una llamada? E: Claro, te espero allí. (Esther se dirigió a la puerta del bar) Maca sacó su teléfono y volvió a llamar a Ana. Nuevamente saltó el contestador, suspirando habló: M: Ana, por favor. Sé que esta mañana me he portado como una borde, perdóname. ¿Ana?. Ana me gustaría que quedáramos y... Ya te he dicho que ha sido un día duro, me gustaría verte... bueno, llámame cuando puedas. Un beso Colgó el teléfono y se quedó mirándolo "¿Que esperabas?, te has portado como una imbecil. ¿Que querías que encima ahora viniera a rescatarte? un poco egoísta mi postura si...Pero..joder, vaya día" (Miró hacía el bar, sonrió) "Al menos alguien no pierde la sonrisa...Maca ¿estas segura de lo que estás haciendo? Esther es amiga de Diana, o algo más. Aunque desde luego no pueden ser más distntas. ¿Y si son pareja? Vaya papelón vas a hacer tú, el papel de idiota claro, como no. Venga, que solo vas a tomar una caña. Eso, tú engáñate a t misma que eso te se da muy bien. ¿Sabes que te digo conciencia? que te pierdas" Se guardó el móvil en el bolsillo y con pasos presurosos se acercó a Esther M: Ya, perdona E: Nada, tranquila, ¿hace esa caña? M: Y hasta la cena si tú quieres 20

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E: Uffff yo nunca digo que no a comer (sonrió nuevamente Esther) "Mírala, parece la alegría personificada, si es que no para de sonreír aunque no me extraña teniendo esa sonrisa" pensaba Maca mientras abría la puerta del bar y hacia una ligera reverencia a Esther para que entrara Una vez en el interior mientras Esther hablaba con el camarero, al que sin duda conocía, Maca se dedicó a reconocer el local. Era amplio, de estilo rustico, con varios cuadros y objetos colgados de las paredes, todos ellos de referencias marítimas. Al fondo había una chimenea donde la mirada de Maca se quedó fija, el fuego era para ella como un imán E: ¿Te gusta? (la voz de Esther sonó a su lado, sacándola de su ensoñación) M: Me encanta, es muy bonito. ¿Nos sentamos? (preguntó a su vez Maca, señalando las mesas más cercanas a la chimenea) E: Claro, pero mejor aquí, un poco más lejos del fuego (la enfermera se sentó en una mesa y le hizo señas a Maca para que lo hiciera, pero la pediatra se había quedado de pie mirando hacía el fuego. Su cara evidenciaba claramente que ella hubiera preferido una mesa justo al lado de la chimenea) Maca, si nos sentamos muy cerca del fuego hará mucho calor y luego al salir notarás más el frío, y más si vas en la moto. Mejor aquí, que también se nota el calorcito. Y si quieres mirar el fuego siéntate aquí, que estarás de cara a la chimenea La pediatra dirigió la vista hacía Esther y se sentó donde le había indicado, al tiempo que le preguntaba M: ¿Tú no serás de Calcuta no? E: No, y tampoco me llamo Teresa. ¿Que pedimos? M: Lo que tú quieras, a mí me gusta todo y tú conoces el sitio, así que... (Maca se encogió de hombros. Esther le sonrió y luego se volvió hacía el camarero que se había acercado a la mesa. Maca la miró mientras hacía el pedido) "Esther no está con Diana. No puede, ella es tan dulce, tan terna. Aunque quizás precisamente por eso, Diana esté con ella. ¿Quién no quiere estar con alguien así? Pero vamos a ver... ¿Quien ha dicho que a Esther le gusten las tías?. Y ¿piensas preguntárselo?. Fácil, oye Esther ¿a t te van las tías? y de paso, ¿eres pareja de Diana?" Maca, sumida en sus cavilaciones, sonrió a Esther que seguía hablando con el camarero pero se había girado a mirarla E: Maca ¿vino o cerveza? (preguntó la enfermera) M: Lo que prefieras, lo que tú digas E: Desde luego, contigo da gusto M: Si, soy una chica fácil (Afirmó Maca, Esther volvió su atención al camarero)

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"Ala Macarena, tú y tus frases. Hasta el pobre camarero te ha mirado con cara rara. No, ella no, ni se ha inmutado. Mírala... ¿Mírala? No guapa, mírate tú. ¿Que coño haces? La estás mirando embobada. ¿Y?, mirar no es malo. No claro, mirar no es malo. No es nada malo que conozcas hoy a Esther, que tengas dudas si es la pareja o no de Diana, que aún así la invites a tomar algo, y no, no tene nada de malo que la estés mirando embobada ¿Que te está pasando? Mira conciencia, déjame tranquila, no pasa nada. Sí, sí pasa, ¿qué haces aquí? ¿por que? Pesada, ¿quieres saber por que? porque hacía mucho tempo que nadie me hacía sonreír" E: ¿Maca? M: ¿Eh? (Maca salió de su ensoñación, Esther le tendía un vaso de cerveza) ah gracias E: Estás cansada ¿no? venga cenamos y nos vamos. Creo que necesitas dormir un porrón de horas M: No, perdona es que estaba pensando en otra cosa E: Ya, de eso ya me he dado cuenta. Oye que si no te apetecía venir.. M: Si, si me apetecía, de verdad. Estaba pensando que es curioso; las dos trabajamos en el hospital y ni siquiera nos habíamos visto. Que cosas E: El hospital es enorme, y trabajamos en plantas y secciones distintas, ósea que no es tan raro. ¿Llevas mucho allí? M: Cinco años, ¿y tú? E: Yo solo uno, empecé en la Clínica Los Olmos, luego ya me fui al Hospital Central de la Cruz Roja San José y Santa Adela donde estuve hasta que me pasé al Central, al nuestro, ya te digo hace un año M: Uff en el Central de la Cruz Roja... vaya nivel ¿eh? E: Anda ya, ¿y tú? M: Yo siempre he trabajado en el Victoria Eugenia de Sevilla, hasta que me vine a Madrid, al Central La charla siguió por temas de trabajo, mientras los platos empezaban a quedarse vacíos. Al poco el trabajo quedó a un lado M: ¿En serio te gusta Alessandro Baricco? ¿Quién más te gusta?(volvió a preguntar Maca) E: Claro, Tierras de cristal me encantó. Y me gusta mucha gente, Rosa Montero, Soledad Puértolas me encantó cuando escribió Queda la noche La charla seguía, ninguna se percataba de que el tiempo avanzaba M: ¿Sandro? ¿y ese que canta? E: Jjajaaa, es normal que no lo conozcas, yo lo descubrí una noche en un garito donde suele tocar y me gusta. Bueno, más que sus letras me gustó porque cantó varias de Los secretos. Y también vi allí a Paco Bello que también me gusta mucho (siguió contando Esther)

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Poco a poco, con la compañía de la noche que se dejaba ver por las ventanas y la ayuda de las siempre cómplices cervezas pasaron a temas más privados E: Así que te viniste a Madrid por que no querías casarte M: Si, llevábamos muchos años juntos y... menuda se lío. Nuestras familias son viejas conocidas, y desde pequeños estaba asimilado que nos casaríamos E: Uff menuda se montaría ¿no? M: Pues sí la verdad (dijo Maca) E: ¿No me lo cuentas? M: Ahora te toca a ti ¿eh? que tú no has abierto la boca (Esther se echo a reír, y Maca sonrió) ("Venga Maca , sin piedad, ataca") ¿Tienes pareja? ("tú las ramas no saben lo que son, no") Esther que estaba llevándose el vaso a los labios, dudó si seguir bebiendo o responder. La cerveza la tentó más y bebió. Maca también bebió, intentando negarse a si misma el ansia que le producía la respuesta. En su mente, como un fogonazo apareció la imagen de Diana, y algo estrujó sus entrañas. Esther dejó su copa y se llevó una aceituna a la boca E: No, no tengo pareja Maca sintió que una sonrisa subía a sus labios pero la contuvo, lo que no pudo contener fueron las palabras que salieron de su garganta M: Será porque no quieres guapa E: Idiota (resopló sonriendo Esther al tiempo que lanzaba contra Maca el hueso de la aceituna) La charla siguió con Esther hablándole a la pediatra de sus antiguos novios. A la pediatra le había quedado bien claro que Esther era heterosexual y sin pareja, pero seguía sin saber donde y porque había nacido la amistad que la enfermera tenía con Diana E: ¿Quieres café? bueno aunque a estas horas... la enfermera consultó su reloj uff las doce, ¿te apetece una infusión o algo? o nos vamos si quieres M: Pues yo un café si me tomaría, no me quita el sueño E: Yo si me tomó un café ahora no duermo en toda la noche M: Puedes pedírtelo descafeinado, venga, lo tomamos y nos vamos ¿te parece? La enfermera asintió, así que llamaron al camarero y pidieron. En el momento en que los cafés llegaron a la mesa, el teléfono de Maca empezó a sonar. La pediatra miró la pantalla y sonrió al ver quien llamaba, le hizo a Esther una seña de disculpa y descolgó

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M: Hola cariño (...) no, no estoy en casa (...) como no respondiste a mis llamadas pensé que no te vería hoy y estoy cenando con una amiga (...) Si, ya estamos terminando. ¿Me esperas? (...) Vale, un beso, hasta ahora Maca colgó y se encontró con Esther que la miraba divertida M: ¿Qué? (preguntó la pediatra ante esa mirada) E: Que hemos hablado de tu novio sevillano pero no me habías dicho que ahora tenías otro La pediatra removió su café "tampoco te he dicho que lo dejé con él por una mujer y que esa mujer es tu amiga", levantó la mirada hacía Esther, ésta la miraba E: ¿He dicho algo malo? M: No, claro que no E: Pues has puesto una cara... Lo de tu novio era broma, no tienes que contármelo si no quieres Maca volvió a agachar la mirada, no sabía porque estaba tan nerviosa, nunca tenía problemas al hablar de su tendencia sexual. No es que lo fuera anunciando, pero tampoco tenía problema en contarlo cuado salía el tema. Pero ahora estaba extrañamente nerviosa, inquieta. Se mordió los labios, se movió en la silla y cogió aire E: Maca ¿qué pasa? M: No tengo novio E: Bueno mujer, un pretendiente, un ligue, lo que sea M: Es una mujer (anunció Maca sin mirarla. Esther no dijo nada. La pediatra no se atrevía a levantar la vista, ni ella sabía porque. Una mano de Esther cubrió las suyas) E: ¿Y por eso estas así? ¿Porque te gustan las mujeres? (le preguntó la enfermera, Maca se encogió de hombros) Maca a mi no me importa. Me caes muy bien, eres una persona con la que da gusto hablar, divertida y sensible. Y si te hace feliz estar con una mujer, yo me alegro por ti M: Gracias Esther. Mucha gente no lo entiende E: Ya, pero yo no soy esa gente. Anda tonta, vámonos, que tu chica te espera y seguro que es por ella por quien esta mañana estabas mal Esther apretó nuevamente la mano de la pediatra y ambas se levantaron. Tras pelearse un poco por pagar la cuenta al final ganó Maca. Salieron del local abrigándose pues hacía mucho frío en la calle, había empezado a nevar. Maca se subió a la moto y le tendió el casco a Esther. Ésta no lo cogió E: Maca, me voy andando si vivo aquí al lado. Llegó en cinco minutos M: Esther, sube ahora mismo. No pienso dejar que vayas andando 24

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E: Maca, de verdad, no quiero que hagas esperar a tu chica. Vivo muy cerca M: Esther por favor... Ana está en casa, con la calefacción puesta y tú estás en plena calle y está empezando a nevar. Sube. De verdad quiero llevarte La enfermera se puso el casco y subió. En apenas unos minutos llegaron al portal de la enfermera. Ésta se bajó de la moto y Maca también lo hizo. Esther la miró extrañada M: Te acompaño a la puerta, y chiton (Ordenó la pediatra, Esther suspiró sonriendo y echó a andar hasta su portal. Una vez allí se giró hacia Maca) E: Aquí es. Maca, gracias, lo he pasado muy bien M: Yo también, de verdad E: Tenemos que repetir, si quieres claro (sugirió la enfermera, Maca sintió enérgicamente con la cabeza) vale, ¿trabajas mañana? M: Sí E: Pues te veré en el hospital. Hasta mañana Maca, que descanses M: Tu también Esther (ambas se miraron. Ninguna se movió) E: Eh... Maca.. M: Dime E: ¿ No te vas? M: Claro, en cuanto entres Esther la miró atónita y luego se río a carcajadas. Sin dejar de reírse, abrió la puerta y entró en el portal E: ¿Contenta? M: Si, pero lo estaré más cuando cierres la puerta E: Ay Dios... Hasta mañana M: Hasta mañana Esther cerró la puerta y miró a Maca a través del portal, ésta levantó el pulgar en señal de conformidad y Esther la señalo, luego se llevó un dedo a la sien para hacerle el gesto de que estaba loca. Maca sonrió y poniendo fingido gesto de enfado le hizo con la mano un gesto de que la pegaría. La enfermera hizo gesto de temblar. Ambas rieron, cada una a su lado de la puerta. Finalmente Esther le hizo un gesto de despedida y entró en el ascensor. Maca se quedó allí unos segundos, luego se subió a su moto y arrancó. Sonrió mientras recorría las calles "Que necesario es a veces hacer un poco el tonto" pensó En el momento en que sonó el despertador, una mano salió presurosa de debajo de las mantas para apagarlo. Tras silenciar el molesto pitido Maca se incorporó ligeramente y comprobó que Ana no se hubiera despertado. Efectivamente ésta seguía durmiendo, ajena 25

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a todo. La pediatra la contempló y recordó todo lo sucedido con ella la noche anterior. Cuando llegó a casa encontró a Ana esperándola, como le había dicho que haría. Maca había pedido disculpas por su actitud y al final todo había quedado resuelto. Entonces ¿porque se había despertado con ese extraño mal sabor de boca?. Arropó a Ana y se dirigió al baño. Se lavó la cara y al levantar la vista al espejo se quedó mirándose "Y ¿ahora que te pasa? ¿Lo arreglasteis no? pues ya está. Hablasteis, te disculpaste, te perdonó, hicisteis el amor ¿qué más quieres? No lo sé... Ni siquiera me preguntó que me había pasado en el hospital, el motvo de mi mal día. Ana estaba enfadada. Ya ¿Y después, porque no me lo preguntó después? Quizás porque nunca le cuentas como te sientes y las veces que te ha preguntado te has ido por peteneras. No me gusta hablar de mis sentmientos, ella lo sabe, lo sabe bien. Se lo dije. ¿Entonces porque esperabas que te preguntara? No lo sé, no lo sé... Ni siquiera le hable de Diana, ni de María... ¿Qué relación es esta? No hay confianza, no hay complicidad... como mucho compañía y sexo. Buen sexo, eso sí. ¿Y te quejas? precisamente por eso estás con Ana, porque no quiere compromisos, como tú. Lo dejasteis las dos bien claro al principio. Sí pero... ¿Pero?... joder... ver a Diana me ha recordado momentos de nuestra vida juntas que... Que ahora no tengo... Yo que sé, esa complicidad, esa tranquilidad de saber que por duro que sea el día, cuando llegues a casa, tendrás a alguien dispuesta a escucharte de verdad. El mirarte y entenderte sin palabras. El sentrte protegida. El pasarte horas hablando de mil temas. Me he dado cuenta de lo poco que hablamos Ana y yo, solo hablamos de banalidades. Esos gestos de cariño, esos detalles, ese día a día... Esa ilusión de planear un futuro... Y eso lo tenías con Diana claro... Si, con María... éramos una familia. Creía que ya no querías eso en tu vida. Que querías vivir el día a día. ¿Has olvidado que tú no estás hecha para tener una familia? ¿Que nunca podrás tener una? No, ¿cómo olvidarlo? Vale Maca, déjate de idioteces, estás afectada por ver a Diana y a María. Pero..." Ana: Buenos días (Ana la miraba desde la puerta) M: ¿Te he despertado? Ana: No, me sonó el teléfono, mi jefa, tengo que ir a currar, hay una compañera de baja M: Vaya, lo siento Ana: ¿Tú te vas ya? (Ana se le acercó y deslizó un dedo por su brazo. Sus miradas se encontraron a través del espejo) M: Aún tengo un rato (susurró Maca atrapándola entre sus brazos y buscando sus labios) Su vida era así y no veía motivos para cambiarla. Mejor dicho, no quería verlos Maca avanzaba por el pasillo hacía la habitación. Acababa de empezar su turno y lo primero que quería hacer era ver a la niña, comprobar como evolucionaba. Entró en la habitación con decisión, y con una enorme sonrisa adornando su rostro. La destinataria de esa sonrisa la miró desde la cama. La pediatra fue, inmediatamente consciente de que

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Diana se encontraba también en la estancia, sentada en el sofá y que su mirada se clavaba en ella. Maca la ignoró M: Hola, ¿cómo se encuentra esta niña tan guapa? (le preguntó Maca mirando el historial) María: Quiero irme a casa (respondió la niña) M: Lo sé cariño (la pediatra empezó a hacerle el reconocimiento) pronto te iras a casa, te lo prometo Maca siguió con el reconocimiento, plenamente consciente de que estaba siendo intensamente observada. Se sorprendió a si misma al darse cuenta de que no le importaba. Recordó la noche anterior, rememoró cada uno de los pensamientos que había tenido cuando Ana se había quedado dormida. Una voz la sacó de sus ensoñaciones Diana: ¿Cómo está? M: Mucho mejor, vamos a seguir el tratamiento y en un par de días, si todo sigue como hasta ahora, podrá irse a casa (respondió Maca acariciado la mejilla de la niña) Diana: ¿Seguro? ¿Está mejor? M: Si, esta respondiendo muy bien, es una chica fuerte Diana: Es que pasado mañana tengo un vuelo y... (empezó Diana) M: Tu hija está mejor, y con seguridad le daremos el alta, pero aún así tendrá que seguir un tratamiento. Tendrás que llevarla a su pediatra para que siga su control Diana: Pero está mejor, tú lo has dicho, que le vas a dar el alta M: He dicho que le daré el alta si sigue mejorando. Y también que tiene que seguir medicándose, aunque te la lleves a casa tendrá que estar unos días en cama, o por lo menos sin salir mucho. Creo que deberías estar junto a tu hija Diana: Solo estaré fuera unos días, y estará en buenas manos M: Yo solo te doy mi opinión medica, lo que hagas no es cosa mía (Maca volvió a acariciar la mejilla de la niña) luego te traigo los cuentos que te prometí ayer María: ¿Te has acordado? (la mirada de la niña se iluminó) M: Por supuesto, ahora te los mando ¿vale? (María asintió enérgicamente provocando una sonrisa a Maca. Dejó una nueva caricia en aquella carita y se dirigió a la puerta. Diana la siguió, agarrándola del brazo antes de que saliera) Diana: Maca, ese vuelo es muy importante para mí, me juego un ascenso. Y la niña... la dejaré en buena manos M: Diana, no es conmigo con quien tienes que justificarte, es contigo misma, y sobre todo con tu hija ( Dicho esto la pediatra dejó la habitación, preguntándose como era posible que aquella mujer la hubiera enamorado una vez) La mañana fue frenética de trabajo. Le dio la sensación de que todos los niños de la ciudad habían elegido la mañana de aquel frío jueves para ponerse enfermos. Eran más de las tres cuando pudo acercarse a la cafetería a comer algo. Cansada, se limitó a pillar un bocadillo y un refresco, a buscar una mesa en un rincón y a dejarse caer en la silla. Mientras

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desenvolvía mecánicamente el bocadillo su mente volvió a la habitación de María, a la actitud de Diana "¿Cómo se puede ser tan egoísta? ¿Cómo puede importarle más un ascenso que su hija? Y yo de que me sorprendo. ¿Acaso no he vivido ya esa situación hace años? Nuestras únicas discusiones eran por eso, por las veces que me tenía que quedar con María mientras ella viajaba por todo el mundo. Y al final... al final dejé de quejarme. No, no solo dejé de quejarme. Celebraba cada vez que tenía un viaje y se plantaba en mi casa suplicando que me quedara con la niña. Yo ni escuchaba sus suplicas, en cuanto abría la puerta y las veías ya estaba deseando coger a María en brazos y jugar con ella (bebió del refresco y con la misma rapidez que el liquido se deslizaba por su garganta, un pensamiento, largamente escondido, se deslizó, arrollador a la parte lucida de su mente) Era María la que de verdad me importaba. Y todo este tempo... " Un fuerte sonido la apartó de sus pensamientos. Mientras daba un nuevo mordisco al bocadillo dirigió su mirada hacía la maquina de bebidas que era de donde procedía el ruido. Alguien estaba dándole golpes a la indefensa maquina al tiempo que soltaba juramentos. La pediatra no lo dudo un instante y tras dejar en bocadillo en la mesa, se acercó. Tenía que rescatar a la pobre maquina de aquel ataque. Se acercó con pasos lentos, no queriendo alertar de su aproximación. No pudo evitar sonreír mientras se acercaba. Nunca hubiera imaginado ver a Esther tan enfadada. Ella que, por lo que había comprobado hasta el momento, era todo calma y tranquilidad. Sonriendo aún, le tocó el hombro a la enfermera M: Es una maquina de bebidas, no un saco de boxeo (le dijo Maca En parte, la pediatra se alegraba de verla perder la paciencia, eso la hacía más real. De lo que no se alegró fue descubrir en los ojos de la enfermera lágrimas cuando ésta se giró a mirarla. Maca no supo que decir, esas lágrimas la habían dejado muda. Se quedó paralizada, con sus ojos fijos en los húmedos ojos de la enfermera, luego bajó la mirada a sus labios esperando ver aparecer aquella conocida sonrisa pero no obtuvo su deseado premio. Su mano se posó en el brazo de Esther y mientras maldecía su torpeza y su incapacidad de encontrar las palabras adecuadas, solo pudo decir: M: No llores, solo es una maquina, por muchos golpes que le des no le duele, tranquila (al ver que la sonrisa seguía sin aparecer siguió hablando) ¿Que querías? ¿un zumo, coca cola, agua? yo voy a la maquina de la sala de espera y te lo traigo E: Agua, pero da igual (musitó la enfermera pasándose las manos por los ojos, algo avergonzada por haberse mostrado así) M: Anda, déjame ver esa sonrisa tuya (pidió la pediatra, Esther bajó la mirada, Maca la miró, luego dirigió su mirada a la maquina. Volvió a mirar a Esther, se llevó el dedo índice a los labios, en claro gesto de que guardara silencio y se acercó a la maquina. Deslizó una mano por un lateral de la maquina y acercándose empezó a hablarle, sin dejar de mirar a Esther) Vamos maquina guapa, dame esa botella de agua. Mira como está la niña, sedienta, ¿no te da pena? venga, se buena (con extremada delicadeza le dio al botón, la 28

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maquina no respondió. Un poco más fuerte volvió a darle al botón, nada, la maquina seguía sin dar la botella. Maca volvió a susurrarle) vamos a ver maquinita, no quiero enfadarme, dame el agua por favor (volvió a darle al botón, nada. Otra vez, nada. Maca fingió perder un poco los nervios y pulsó el botón repetida veces. Mientras lo hacía miró a Esther que había empezado a sonreír levemente. Le preguntó) oye Esther, en pediatría tengo una cafetera buenísima... ¿no te apetece más un café? E: Si, creo que va a ser mejor M: Genial (Maca volvió a centrar su atención en la inocente maquina dándole un golpe, luego volvió a mirar a Esther) La tengo en el bote, pero hay veces como hoy que le gusta hacerse la dura E: Ya veo (asintió Esther. Maca se le acercó y le secó un poco la humedecida cara) M: Vamos (le hizo un gesto señalándole la salida de la cafetería. Esther asintió y empezaron a andar. De repente Maca se dio la vuelta, señaló con un dedo a la maquina y le dijo) ya hablaremos tú y yo Esther rió con ganas mientras la dos seguían andando. Fueron a pediatría en silencio. Cuando llegaron Maca encendió una pequeña cafetera que tenía allí M: ¿Cómo quieres el café? si es que de verdad te apetece claro E: Sí, un cortado por favor M: Vale, mira también tengo un poco de agua (Maca le dio una botella medio vacía) Mientras la cafetera se calienta un poco voy un momento a ver una cosa. No tardo. ¿Me esperas un minuto? E: Claro M: Vengo enseguida (aseguró la pediatra mientras salía. Regresó poco después con la respiración agitada) Uff me estoy haciendo mayor Se acercó a la enfermera y extendió la mano ante ella, mostrándole lo que había ido a buscar E:... (Esther no sabía que decir) M: Me dijiste que el chocolate es el mejor remedio para casi todo (Le recordó Maca entregándole la chocolatina y victima de una repentina timidez añadió) Tengo buena memoria E: Gracias (musitó la enfermera cogiendo la chocolatina) Maca le hizo un gesto indicándole que no era nada y se enfrascó en la preparación de los cafés. Le entregó a Esther una taza y al tiempo que soplaba sobre la suya se sentó frente a la enfermera. Durante unos minutos no hablaron, pero no era un silencio incomodo. Ambas esperaban, una esperaba saber el motivo de esas lágrimas y la otra esperaba encontrar las palabras para expresarse M: ¿Quieres contarme que ha pasado? (le preguntó Maca) 29

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E: Si ha sido una tontería. Verdaderamente no tenía porque ponerme así. No sé M: Cuéntame (invitó la pediatra) E: Es por Diana. Se va el domingo y me ha pedido que me quede con María. Dice que seguramente le deis el alta M: Sí, seguramente E: Eso me ha dicho, y lo del tratamiento que tendrá que seguir, aunque eso ya lo sabía. Y dice que tiene que irse, que es un vuelo muy importante, que no puede negarse. A mi no me importa quedarme con María, al contrario. Pero me duele por la niña. Es su madre la que tendría que estar con ella... Pero a veces parece que solo ama su trabajo. Se lo he dicho y hemos discutido un poco. Para nada porque por supuesto al final me quedare con la niña, como siempre. Y la niña la echa tanto de menos cuando se va... me ha dado rabia, por eso lloraba. Me duele que trate así a María La enfermera siguió contándole, Maca escuchaba entendiéndola perfectamente, maldijo mentalmente a Diana M: Bueno, si me dejas yo te ayudo. Mira, si quieres podemos llevar a María al zoo, o al parque. O me la llevo yo y tú aprovechas para descansar E: Maca no puedo dejarte hacer eso, no tienes porque M: Venga, no seas tonta, ¿no quedamos en que éramos amigas? pues ya está. Además, María me cae muy bien es un encanto E: Sí ¿verdad? pero Maca.. M: Nada, ya está decidido E: Eres un ángel (Esther le echó los brazos al cuello y le dio un fuerte beso en la mejilla. Maca se estremeció. No sabía si por ese beso o por el hecho de pensar que quizá estaba mintiendo a Esther al no contarle que conocía a Diana de tiempo atrás. Y sobre todo, que conocía a María. Y que la idea de volver a compartir con la niña ciertas cosas la llenaba de una profunda emoción) M: "Tengo que contárselo. Igual no tene importancia. Supongo que Diana no le ha contado nada, porque si lo hubiera hecho Esther algo me habría dicho al ofrecerme a quedarme con María. Y, ¿qué le digo?, mira Esther, que Diana y yo fuimos pareja, yo cuidaba de María y cuando me dejó y se la llevó, creí morirme. No, así no, pero tengo que decírselo. No me gustaría que mi amistad con ella se viera salpicada con esa historia, aunque supongo que es inevitable. Solo tengo que encontrar el momento... Esto no puede ser cierto. ¿Me da miedo decírselo?" E: ¿Maca? te has quedado muy pensativa. Si es por lo que haS dicho de ayudarme... (dijo Esther agachando la mirada hacia su taza y sacándola de sus pensamientos) M: Me distraje, perdona. Y claro que no es por eso, me encantará poder ayudarte E: Ya... (la enfermera la miró pero en cuanto su mirada se cruzó con la de la pediatra, volvió a centrar su atención en la taza. Maca la contempló unos segundos. En aquel

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momento le pareció tan vulnerable que no pudo evitar que su mano se posara sobra la que la enfermera tenía sobre la mesa) M: Esther, de verdad. Además de poder ayudarte es que me gusta estar contigo (susurró Maca mientras que sus dedos se deslizaban, acariciantes, por la mano de la enfermera) Esther levantó la mirada encontrando los ojos de la pediatra a escasos centímetros de los suyos. Ninguna habló. Durante unos segundos todo pareció detenerse, todo menos los dedos de la pediatra que seguían con su caricia. La enfermera deslizó sus ojos hasta sus manos unidas y al fin rompió el silenció al tiempo que separaba las manos E: Tengo que irme (se levantó y se dirigió a la puerta. Ya allí miró de nuevo a la pediatra) gracias por todo Maca Sin dar tiempo a ser respondida salió de la habitación. Maca se miró las manos. "¿Que ha sido eso?" se preguntó. Siendo incapaz de responderse, salió ella también de la habitación. Mejor era trabajar que formularse preguntas sin respuesta Esther terminó de abrochar la chaqueta que le había puesto a María y se incorporó. Sonrió al medico y tomó el alta que él le tendía. Mientras escuchaba con atención lo que el medico le explicaba no podía evitar pensar en Maca. Supuso que ese día le tocaría librar y se alegró por ella. Aunque tenía que reconocer que prefería que hubiese sido ella quien le diera el alta a la niña. No la había vuelto a ver desde que hace dos días compartieran aquel café. Volvió su atención a la niña y vio como ésta le tendía los cuentos que Maca le había dejado. Dudó. Supuso que no se verían hasta que ella volviera al trabajo y entonces la buscaría para devolvérselos. Recordó que la pediatra se había ofrecido a ayudarla pero, con todo lo que habían hablado, no habían intercambiado los teléfonos ni nada que sirviera para mantener el contacto fuera del hospital. Se encogió de hombros y pensó que, efectivamente, ya la buscaría cuando volviera a trabajar E: Vamos cariño (Tomó la mano de la niña y se marcharon, dejando la habitación vacía) Y así la encontró Maca cuando llegó, unos minutos después. Apenas había empezado su guardia, apenas se había puesto la bata y ya entraba en la habitación. Sus ojos se clavaron en la vacía cama. Murmurado una maldición se dirigió con pasos presurosos a recepción. Prácticamente se arrojó sobre el montón de papeles donde estaban las altas del día. Suspiró aliviada al ver aún allí el historial de María. Buscó y, aún sabiendo que era lo normal, no pudo evitar un gesto de decepción cuando en los datos solo encontró un numero de teléfono a nombre de Diana "Joder Esther, si la vas a cuidar tú, podías haber dejado tu numero" pensó, aunque sabía que era un pensamiento absurdo. Sus planes de poder pasar unos ratos con la niña, de 31

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burlarse un poco del destino, de recuperar lo que un día perdió, se empezaron a desvanecer. "Joder Maca, que trabaja aquí. Busca una excusa y pregunta... Cruz.. Más que correr, voló hacia el despacho de su jefa y amiga. Sin tocar a la puerta entró en el despacho como un vendaval mientras decía: M: Cruz, tienes que hacerme un favor, necesito que.. Su torrente de palabras se detuvo al ver que dos pares de ojos se clavaban en ella. Lo de Cruz con un destello de sorpresa, los de su desconocida compañía con una mezcla de diversión y curiosidad. Se quedó paralizada junto a la puerta, con su mano aún en el pomo M: Eh... perdón... no sabía que estabas ocupada. Espero fuera. Perdón Cerró la puerta mientras, mentalmente, repartía sus maldiciones entre sus impulsos y la visita que tenía Cruz y que le impedía hablar con ella. Intentó amenizar su espera paseando sus nervios de punta a punta del pasillo. De tanto en tanto su mirada se dirigía a la puerta, como esperando poder acelerar la salida de la visita de Cruz. Tras unos largos minutos, cuando ya inquieta, empezaba a pensar que sus pies harían un surco en el pasillo, la desconocida mujer salió del despacho, dirigiéndole una divertida mirada y una sonrisa Mujer: Adiós M: Adiós (respondió mecánicamente la pediatra colándose ya en el despacho y cerrando la puerta tras ella. Su mirada se encontró con la de Cruz que colocaba unos papeles) C: ¿Dónde es el fuego? (le preguntó la medico) M: Perdona, no tenía que haber entrado así (se disculpó Maca) C: Pues no, deberías haber llamado al menos pero bueno... ¿Qué ocurre? M: Cruz tú y yo somos amigas ¿verdad? C: Uy... eso me suena a... Cruz necesito que me quites un par de guardias M: Pues no... no es eso, aunque mira.. C: Ni lo sueñes. Así que mejor inténtalo con lo que de verdad te trae aquí tan acelerada M: Veras (la pediatra se sentó) no te pediría esto si no fuera importante para mí La medico asintió, bien sabía ella que la pediatra no era muy dada a pedir nada C: Cuéntame M: Veras, yo... tú... ¿podrías conseguirme el teléfono o la dirección de una enfermera que trabaja en la 5 planta? Cruz no pudo evitar un gesto de sorpresa, luego empezó a reír C: Maca, ¿me pides ayuda para ligarte a una enfermera de planta? M: Claro que no idiota (resopló la pediatra) 32

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Le contó a Cruz, a grandes rasgos, quien era María y porque quería contactar con Esther. La medico la escuchó en completo silencio. Se alegraba de que por fin Maca se sincerara con ella y le contara quien era esa niña cuya visión tanto la había trastornado días atrás. Mientras la escuchaba no pudo evitar sentirse triste por lo que su amiga había pasado. Igualmente no pudo evitar sentir cierta desazón por lo que pretendía hacer. Cuando Maca terminó de contarle se quedó unos segundos callada, luego le confesó C: Maca, no creo que sea buena idea que veas a esa niña, la verdad M: No me fastidies, Cruz C: No tiene sentido. ¿Que conseguirás con ello? Solo sufrir más. Ya no estás con su madre, no tienes ningún derecho a verla y tú lo sabes Se quedaron mirándose, en silencio. Los ojos de la pediatra trasmitían tanto anhelo, tanta desesperación, tanto deseo de ser entendida que Cruz fue incapaz de aguantarle la mirada y miró hacia otro lado. La entendía, claro que la entendía, pero también sabía que ver a la niña le traería, a la larga, más problemas y disgustos a su amiga. Y eso era algo que ella prefería evitar, o al menos intentarlo M: Cruz, por favor. Le dije a Esther que la ayudaría C: Maca, ambas sabemos que no es por ella por quien haces esto La pediatra cogió uno de los bolígrafos que había encima de la mesa y jugueteó con él. Al oír esas palabras, la imagen del rostro de la enfermera había acudido a su mente. El día anterior, en su día libre, se había sorprendido a si misma, varias veces, pensando en ella y sonriendo. Pero eso era algo que no quería contarle a Cruz C: Hazme caso Maca. Lo mejor es que olvides todo esto (le dijo la médico poniendo una mano sobre su rodilla. La pediatra ahogó una risa) M: Llevo dos años intentándolo y ya ves... Cruz, Diana la sacó de mi vida de repente, por eso me dolió tanto. No hagas tú lo mismo. Solo quiero verla un par de veces, mientras Diana está fuera, y de paso ayudar a una amiga. Cuando vuelva, yo misma me alejare C: No sé Maca... no me gusta todo esto. Además, no es muy común pedir los datos de una enfermera La pediatra se levantó y dio unos pasos inquieta, Cruz la observaba. Finalmente Maca se metió las manos en los bolsillos y miró a su amiga M: Te lo pido como amiga... y si tú no me ayudas... buscaré por otro lado C: Estás decidida ¿no?

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Maca asintió con la cabeza. Cruz la contempló mientras una batalla se libraba en su interior, finalmente cogió el teléfono y marcó. La pediatra sintió que su estomago se ponía a dar botes. Tras unos minutos Cruz le tendió un papel al tiempo que le decía: C: Toma (Maca fue a coger el papel pero Cruz lo apartó) Maca prométeme que no harás ninguna tontería M: Tranquila (confirmó la pediatra. La médico, por fin, le entregó el papel. Maca lo leyó y al instante una enorme sonrisa apareció en su rostro. Abrazó a su amiga y la besó la mejilla mientras le daba repetidas veces las gracias. Luego salió del despacho, dejando a Cruz suspirando y negando con la cabeza) Esther levantó la vista del libro que estaba leyendo, interrumpida por aquel timbre. Miró a María que jugaba con una muñeca en el suelo, justo en el sofá donde la enfermera estaba sentada. La niña ni levantó la vista de la muñeca, totalmente enfrascada en su juego. Esther sonrió y dejó una caricia en su pelo al tiempo que dejaba el libro a un lado y se ponía en pie. El timbre volvía a sonar "¿Quién será a estas horas?" se preguntó consultando su reloj "Casi las nueve, tengo que hacerle la cena a María" El timbre volvía a sonar E: Voy, ya voy (casi gritó Esther mientras llegaba a la puerta. Su sorpresa no tuvo limites cuando al abrir la puerta se encontró frente a frente con Maca. La pediatra, presa de un repentino ataque de vergüenza, sonrió nerviosa, luego miró hacia las escaleras preguntándose en que escalón se habría quedado el valor que la había empujado a ir a la casa de la enfermera. La voz de Esther hizo que la mirara de nuevo) Maca... que sorpresa M:... Hola... (fue lo único que acertó a decir la pediatra) E: Hola (sonrió Esther) M: Esta mañana cuando llegué al hospital vi que Martín ya os había dado el alta. Y como le dije a María que tenía más cuentos para ella... eh... pues... eso (Maca le tendió unos libros a la enfermera. Luego agachó la vista, lo de ir parecía buena idea antes, pero ahora no sabía que hacer, que decir) E: Gracias. Tengo que devolverte los otros que le dejaste. Oye, ¿cómo me has encontrado?. Esta mañana me di cuenta de que ni nos hemos dado los teléfonos M: Bueno, como me dijiste que habías pedido varios días libres y yo te prometí que te ayudaría... y como la jefa de urgencias es amiga mía, le pedí ayuda... ¿Te ha molestado? E: Claro que no. Pero, anda pasa (invitó la enfermera. Maca dudó) M: No, yo... solo he venido a traer los cuentos E: Anda, pasa y se los das tu misma a María, está en el salón

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La enfermera le devolvió los libros y se dirigió al salón. Maca soltó el aire que había estado reteniendo. Se quedó allí plantada, incapaz de moverse E: María mira quien ha venido La voz de la enfermera hablado desde el interior de la casa puso sus pies en movimiento. Respiró profundamente y fue a reunirse con ella. Cuando entró en la habitación, María ya se acercaba a ella, curiosa, y llevando en las manos uno de los libros que la pediatra le había dejado días atrás. Maca se agachó para quedar a su altura y le mostró los libros que le había llevado M: Hola pequeñaja (le dijo) María: Hola M: Mira lo que te he traído (le mostró los libros que le había llevado) más cuentos María: ¿Me lees uno? (le preguntó la niña jugando con el colgante que Maca llevaba al cuello. La pediatra sintió que se deshacía en ternura. La niña, al no obtener respuesta la cogió de la mano y la llevó hacía el sofá. Maca miró a Esther que las estaba observando divertida) M: ¿ Se lo leo? E: Yo voy a hacerle la cena, que esta señorita tiene que cenar e irse a dormir. Mientras la hago si quieres leerle uno.. María: Si, si quiere (intervino la niña sentándose en las rodillas de Maca y abriendo uno de los libros, las dos mujeres rieron) Esther se metió en la cocina, que era de tipo americana y mientras empezaba a cocinar, miraba de vez en cuando hacia el sofá. Le había sorprendido mucho la llegada de la pediatra, pero tenía que reconocer que le había hecho ilusión. Aquella mujer le caía realmente bien. A sus oídos llegó la voz de Maca que imitaba voces y ruidos para contar el cuento y las risas de María. Sonrió. Cogió la bandeja donde había puesto la cena de la niña y salió al salón E: María a cenar, vamos (le dijo. La niña se estrechó contra Maca) María: No M: María, cariño, tienes que cenar, si no ya no podré leerte más cuentos (intentó convencerla Maca) La niña hizo un gesto de disgusto y fue a sentarse junto a Esther. La pediatra se quedó mirando como la enfermera ayudaba a la niña a cenar mientras ésta no dejaba de parlotear. Maca sonrió ante la paciencia que demostraba Esther. Contempló su ondulado y castaño cabello, deslizó los ojos por su rostro que veía de medio lado, y se sobresaltó cuando se pilló a si misma con la mirada fija en aquellos labios que sonreían ante un comentario de la niña. Desvió la mirada

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"Maca ¿qué estas haciendo? Ni te se ocurra. Vale, es guapa, muy guapa pero... ¡Maca! por favor, no" En ese momento, María se subió de nuevo a las rodillas de la pediatra con un yogurt, dispuesta a que fuera Maca quien se lo diera. La pediatra la complació al tiempo que le contaba a la niña un breve cuento. Unos minutos después, Esther viendo que a María se le cerraban los ojos, intervino diciendo: E: La voy a acostar (la enfermera se acercó) vamos cariño a la cama Se inclinó para coger a la niña en brazos y al hacerlo su rostro quedó a escasos centímetros del de la pediatra. Se miraron. Maca sintió como su pulso se alteraba cuando el olor de la enfermera la alcanzó. Respiró hondamente, dejándose inundar por él. Bajó los ojos hasta los labios de la enfermera y un repentino y violento deseo la invadió al ver que Esther tragaba saliva y se humedecía los labios. Su cuerpo se estremeció cuando al coger a la niña de su regazo, la enfermera la rozó E: Voy a... a acostarla... perdona (musitó la enfermera incorporándose y saliendo de la habitación con la niña en brazos. Maca se dejó caer hacía atrás, apoyándose en el respaldo del sofá M: "Esto no me puede estar pasando... no es justo..." (pensaba cerrando los ojos. Estuvo así unos segundos intentando poner un poco de calma en su sentidos y en su mente) Esther había acostado a la niña y había regresado al salón. Desde la puerta había visto a Maca y se había quedado apoyada en el quicio de la puerta, observándola con la libertad que le daba que la pediatra estuviera con los ojos cerrados E: "¿Ha estado a punto de besarme?... no, claro que no. Que tontería. Yo me he puesto un poco nerviosa pero es que tene una mirada tan intensa..." Justo en ese momento, como adivinando los pensamientos de la enfermera, Maca abrió los ojos. Descubrió la mirada de Esther y sonrió M: Perdona, no me di cuenta de que estabas E: Nada, oye ¿tienes hambre, quieres cenar algo? M: No, no te molestes E: No es molestia M: Esther, de verdad, no, mejor me voy y... (Maca se levantó del sofá) no quiero molestarte más E: No seas tonta. De todas formas tengo que hacer cena para mí, pues hago para las dos y ya está M: Como quieras, pero te ayudare a hacer la cena 36

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E: Pues vamos, (Esther ya caminaba hacia la cocina) así aprovechamos y charlamos M: Vale, pero hoy de ti, que el otro día solo hablamos de mí (Maca la siguió) Juntas hicieron la cena mientras empezaban a hablar de ellas. La conversación fluyó fácilmente, ambas estaban cómodas juntas y deseaban saber más sobre la otra. Ya en la mesa, con la cena ante ellas y acompañadas de una botella de vino, la conversación siguió E: Si, no me extraña que te hicieras pediatra, tienes muy buena mano para los niños, se nota que te encantan (dijo Esther bebiendo de su copa) M: La verdad que si, me encantan. Sobre todo cuando cumplen 30 años (bromeó la pediatra, Esther se rió con ganas) E: Que burra eres M: Ya. A ti también te encantan, se nota, basta con mirar como tratas a María (la pediatra intentaba llevar la conversación a donde quería) E: Pero es que María es un bombón. Cualquiera la trataría así M: Seguramente, pero no creo que cualquiera se comprometiera a cuidar de ella (Maca sirvió más vino) Su madre estará encantada contigo, ¿hace mucho que os conocéis? E: Desde hace poco más de un año. Viven dos pisos más abajo. Cuando me trasladé aquí yo no conocía a nadie. Ella y yo somos las únicas así más jóvenes del edificio, tenías que ver al resto de los vecinos... de 70 años para arriba. Así que supongo que era inevitable que nos hiciéramos amigas. Ella me ayudó mucho cuando hace 8 meses rompí con un chico y... Un día me pidió que me quedara un par de horas con María y... la verdad es que me encanta quedarme con ella M: Desde luego eres muy generosa (apuntó Maca) hay gente que no haría eso ni por su mejor amiga E: A mí me gusta estar con la niña. No sé, no le doy más importancia M: Lo dicho... un ángel (bromeó Maca al tiempo que sentía que una ligera opresión desaparecía de su pecho) E: Bueno... tú también me estás ayudando ahora a mí, así que... angelito ¿quieres postre? (preguntó la enfermera con una sonrisa, Maca negó con la cabeza. Esther bromeó) El ángel Maca está a dieta M: Boba (Maca le dio con la servilleta. Esther volvió a lucir aquella sonrisa tan suya) E: Vale, no quieres postre, ¿café, una copa? M: Un café sÍ te aceptaría la verdad. A ver si así me espabilo E: ¿Qué pasa, te da sueño mi conversación? (preguntó la enfermera alzando una ceja. La pediatra la contempló, intentando averiguar si Esther hablaba en serio. La enfermera, por su parte, la miraba completamente seria, esperando una respuesta) M: Claro que no, ¿porque dices eso? E: Como dices que a ver si te espabilas... eso es que tienes sueño. M: Un poco si, hoy he madrugado y ha sido un día largo. Pero claro que no es por tu conversación (Maca sonrió esperando ver en los labios de la enfermera otra sonrisa)

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M: "¿Que he dicho? ¿Cómo piensa que es por ella?... Mírala... Hasta estando seria tene una boca que dan ganas de besarla y si sonríe... ¡Maca!" Pero la enfermera no sonrió, se dirigió a la cocina. La pediatra, aún sentada la vio manejar la cafetera. Se levantó y fue hasta la cocina. Inquieta, se puso a la espalda de la enfermera y empezó a hablarle M: Esther... yo... ¿te has enfadado?. Oye te prometo que el sueño no es por tu conversación. ¿Cómo puedes pensar eso? Me encanta hablar contigo, estaría horas así (Esther no la miraba, seguía afanada con la cafetera. Maca empezaba a desesperarse ante ese silencio. Gruño una palabrota y cogiendo a la enfermera del brazo la hizo girarse al tiempo que le decía) Deja eso y mírame Fue entonces cuando vio que la enfermera estaba aguantándose la risa, pero al verle la cara de confusión y preocupación rompió a reír, sin control. Maca entendió, Esther acababa de gastarle una broma E: jajajajaa perdona jajaja vaya cara has puesto. Ay jaja ay ya, perdona, no quería reírme de ti pero pusiste una cara que no pude resistirme. Perdona.. M: Ufff... te mato... No, no te mato. Me gusta oírte reír aunque sea de mí (susurró Maca. La risa de la enfermera cesó y miró a Maca. Ésta se maldijo mentalmente así misma y sintió la urgencia de huir de aquellos ojos. Se volvió al salón mientras le anunciaba a Esther) la bromita te la devolveré Volvió al refugio que le daba el sofá mientras la enfermera terminaba de preparar los cafés. Tras sentarse, apoyó los brazos en las rodillas y hundió el rostro en las manos. No sabía que le estaba pasando. No sabía porque le afectaba tanto aquellos ojos y aquella sonrisa. Intentó pesar en Ana, pero sus sentidos estaban recreándose en la voz que llegaba desde la cocina. Esther estaba cantando y ella solo pudo sonreír y escucharla dejando que aquella voz la tranquilizara como el mejor de los bálsamos E: Ya estoy. El tuyo solo y sin azúcar ¿verdad? (le preguntó la enfermera dejando una bandeja con la cafetera y las tazas sobre la mesa) M: Si, gracias ( Asintió la pediatra) ya veo que te acuerdas E: No es difícil, no hay mucha gente que tome el café así. Yo sería incapaz M: Ya, es otra de mis rarezas (comentó Maca mientras observaba a Esther inclinarse sobre la mesa para servir el café. Unas terribles ganas de deslizar su mano por aquella espalda que tenía ante ella la asaltaron de repente. Tuvo que apretar lo puños y clavarse las uñas en las palmas para contenerse). "No... no... ¿qué demonios te pasa? tú sabes bien para que has venido aquí. Piensa en Ana... Tal vez Cruz tenía razón, creo que esto no es buena idea. Todo esto me está afectando y ya no sé ni lo que hago, ni lo que siento"

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Maca se bebía su café sumida en sus pensamientos al tiempo que se esforzaba por escuchar lo que Esther le hablaba. Pero su mente era un torbellino de confusión que le hacia sentirse incómoda. Apuró su café, tenía que salir de allí, estar sola. Consultó su reloj M: Uuf casi la una. Será mejor que me vaya (" y que este unos días sin veros, hasta que me serene") E: No me había dado cuenta de que era tan tarde (ambas se pusieron en pie y se dirigieron a la puerta) Maca, muchas gracias por venir M: Gracias a ti, por la cena y por todo E: Siento que se haya hecho tan tarde. ¿Trabajas mañana? M: No, libro E: Menos mal, así descansas. Bueno, ya nos veremos. Como ya me has dado tu numero y tú tienes el mío, nos llamamos M: Claro, bueno me voy, buenas noches E: Adiós Esther cerró la puerta y Maca se quedó en el rellano. Una batalla de sentimientos se libraba en su interior. Tras unos segundos, lanzó un quedo gemido y pulsó el timbre. Al poco Esther abría la puerta E: Maca, ¿pasa algo? M: No, es que... ¿qué te parece si mañana llevamos a María al cine? podemos ver La novia cadáver de Tim Burton (dijo atropelladamente Maca) E: Me encantaría pero... tú tendrás otras cosas que hacer. M: No, y tengo mucho intereses en ver esa peli E: Entonces vale... aunque lo de la novia cadáver... ¿ no le dará miedo a la niña? M: Claro que no, es de animación, y para todos los públicos. Le encantara, te lo aseguro E: Vale, nos llamamos mañana y concretamos ¿te parece? M: Perfecto. Pues hasta mañana. Ah y te aseguro que la niña no se asustará E: ¿Y como estás tan segura? M: De lógica... como se va a asustar... si te ve a ti todos los días y no lo hace... Adiós (Maca huyó escaleras abajo) E: Será... (Esther cerró la puerta sonriendo, pero su sonrisa no tenía comparación a la que lucia la pediatra mientras salía del portal) Maca, desde el sillón, vio como Ana salía y cerraba la puerta del piso con un portazo. Suspiró. Sus ojos vagaron por los restos del desayuno que había sobre la mesa. Su taza casi vacía, la de Ana a medias, la bolsa de bollería con la que Ana se había presentado a primera hora de la mañana y que permanecía si abrir. Ana había llegado dispuesta a pasar su repentino y inesperado día libre con Maca, y ella se había mostrado completamente de acuerdo. Fue en el transcurso del desayuno, mientras hacían planes para pasar el día fuera, cuando la pediatra había contado sus planes para esa tarde con Esther y María. Le 39

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tocó explicarle que Esther era una compañera y que habían quedado para ir al cine con la niña. Prefirió no contarle nada más. Tendría que darle demasiados detalles que no estaba dispuesta a dar. Ana le había pedido que anulara la tarde de cine, y ella se había negado, lo que la otra mujer no entendió. Y viendo la batalla perdida había dicho que las acompañaría, provocando sorpresa en Maca. No le apetecía, ni le parecía buena idea pero sabía que si se negaba Ana le montaría un interrogatorio y eso le apetecía aun menos. Así que le dijo que lo pensaría y Ana se había marchado echa una furia. ¿Que podía hacer? no había nada de malo en ir al cine con una amiga. Pero tampoco en que Ana se uniera. Suspiró y terminó de beberse su café mientras intentaba decidir que hacer. Tras unos minutos cogió el teléfono y llamó a Esther E: Hola (el simple hecho de oír la voz de la enfermera la hizo sonreír) M: Esther, soy Maca E: Ya, ¿qué tal? M: Bien, terminando de desayunar. ¿Y tú? Igual te he despertado E: Que va, con María aquí es imposible despertarse más tarde de la 9, tranquila M: Te llamo por lo de esta tarde, por lo del cine.. E: Dime M: Veras... ¿te importa que vaya Ana... eeh... mi pareja? es que al final hoy no trabaja y.. E: Maca, claro que no. Pero oye, si libra y queréis hacer otras cosas no importa. Al cine vamos otro día, de verdad M: Comeremos fuera ("si es que se le pasa el cabreo") pero nos apetece ir al cine. Así que si no te importa. E: Por supuesto que no. Así la conozco ("tengo mucha curiosidad por conocer a su pareja") De acuerdo. Entonces.. Concretaron el sitio y el lugar donde se encontrarían y tras despedirse colgaron. Maca llamó a Ana, y tras un buen rato hablando, tras decirle que quería que fuera al cine con ellas, y tras asegurarle que le haría una comida especial el enfado diminuyo. Maca se alejó del teléfono, deseando que aquella tarde todo trascurriera bien Maca consultó su reloj y frunció el ceño al comprobar que llegaban tarde. Apretó el paso, esperando que Ana, que caminaba a su lado, hiciera lo mismo. La nieve empezaba a caer, cubriéndolo todo con un inmaculado manto blanco. Ella agradeció mentalmente aquel frío al cual podía echarle la culpa de su temblor. Tal vez hasta logrará engañarse a si misma y consiguiera creerse que su temblor no era por el saber que en nada vería a María y a Esther. Se detuvieron ante un semáforo, al otro lado de la calle la entrada al cine ya presentaba una cola considerable de gente. Con la mirada buscó entre la gente, y las vio. Se levantó el cuello del abrigo para esconder la sonrisa que surgió en sus labios. Los segundos de observación que le estaba otorgado el semáforo los empleó en ver como Esther y María daban pequeños saltitos, sin duda alguna para evitar el frío. Sitió unas ganas casi irrefrenables de saltar ella también. Se contentó con ver como el semáforo se ponía en verde. Ana la cogió de la mano y cruzaron la calle. Cuando ya estaban a pocos 40

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pasos de ellas Esther las vio. Se inclinó a decirle algo a la niña y ésta también miró hacia donde se acercaban las dos mujeres. Maca les hizo un gesto con la mano y ambas sonrieron. Maca no supo cuál de las dos sonrisas le dio más calor M: Hola, perdona el retraso (saludó Maca) E: Hola, no pasa nada M: Hola pequeñaja (la pediatra se agachó a besar a la niña. Cuando se incorporó presentó a Ana. Luego entraron al cine pues Esther ya había comprado las entradas por lo cual Ana insistió en pagar las palomitas. María enseguida aceptó y cogiendola de la mano la arrastró hasta el mostrador provocado las risas de las tres adultas) E: Es muy guapa (le dijo Esther a Maca mientras se acercaban ellas también al mostrador para ayudar a Ana a llevar las palomitas y las bebidas) M: Vaya, me voy a poner celosa (Maca decidió seguir la broma) E: No lo hagas, tú sabes que yo te prefiero a ti (respondió Esther llegando ya al mostrador. Maca no pudo evitar que algo dentro de ella botara) M: "Ojalá fuera cierto" (pensó la pediatra) Ya cargadas con las palomitas y las bebidas entraron en la sala que ya estaba medio llena. Buscaron una fila donde pudieran sentarse las cuatro y la encontraron en la parte de delante. Ya en la fila de butacas, María insistió en sentarse entre Ana y Maca. Esther se lo negó E: Te sientas a mi lado, que yo te vigile María: No, contigo me siento siempre (insistía la niña) E: No, tú a mi lado, y a tu lado una de ellas, la que tú quieras, pero ellas tienen que sentarse juntas (le dijo la enfermera) María: Yo quiero sentarme con ellas, ¿porque tienen que sentarse juntas? (preguntó la niña) Esther miró a las otras dos mujeres buscado ayuda, pero Ana lucia una sonrisa divertida y Maca permanecía callada, esperando. Esther resopló E: Porque son amigas (le respondió a la niña) María: Yo también soy su amiga, y tú Esther volvió a mirar a Ana y a Maca. Fue Ana quien viendo que faltaba poco para que empezara la película le echó un cable, tomando ella la decisión Ana: Déjala Esther que se siente entre nosotras. Que Maca y yo tenemos toda la noche para estar juntas. (Ana acarició la mejilla de Maca, luego miró a Esther y le cogió la enorme bolsa de gominolas que llevaba) pero esto para nosotras. Además Maca se concentra tanto viendo las películas que ni se nota que está, ni respira

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Ana se sentaba ya en una butaca, María a su lado pidiéndole que abriera ya la bolsa, luego se sentó Maca y junto a ella Esther E: Desde luego María (comentó Esther sonriendo) si tengo miedo no podré darte la mano María: Se la das a Maca (respondió la niña) En ese momento las luces se apagaron, y Maca lo agradeció porque la sonrisa que asomó a sus labios quedó oculta en las sombras. Toda la sala quedó en completo silencio, solo roto por el sonido de la película. Esther, se inclinó sobre Maca, para acercarse a la niña y preguntarle como estaba. La pediatra, hasta ese momento centrada en la película, sintió ese cuerpo rozar el suyo, sintió el pelo de la enfermera rozar su mejilla y le llegó el olor de la colonia de la enfermera. Aspiró profundamente. La enfermera volvió a su postura normal y le susurró: E: Perdona Maca solo pudo sonreír y murmurar: M: Tranquila La película seguía pero la pediatra ya era incapaz de concentrarse. Mantenía los ojos fijos en la pantalla, pero cada vez le costaba más no mirar a las personas que tenía a su lado. Se permitió mirar a la niña, y sonrió al verla completamente embobada con la película. Desde luego por el momento no demostraba ningún miedo. Maca le dirigió una rápida mirada a Esther e inmediatamente volvió su mirada a la pantalla. Intentó concentrarse, luchó contra el deseo de mirarla hasta que casi le dolieron los ojos, pero al final, sin darse cuenta, volvió su mirada hacía ella. Contempló su perfil suavemente iluminado por la luz que llegaba de la pantalla y se olvidó de la película La enfermera sintió que la estaban mirando y supo que era Maca. Una ola de calor le recorrió el cuerpo mientras se obligaba así misma a seguir atenta a la película. Tragó saliva, no sabía porque se ponía tan nerviosa. Solo era una amiga. Una amiga en la cual pensaba demasiadas veces a lo largo del día. Le gustaba estar con ella pero no podía evitar un ligero nerviosismo con su cercanía. ¿Por que? Quizá fueran los ojos de la pediatra y esa mirada suya que parecía estar acariciándola. Su cuerpo decidió intentar comprobarlo, y desoyendo la negativa que clamaba su cerebro, giró la cabeza y sus ojos encontraron los de la pediatra. Durante unos segundos solo se miraron, luego Esther pudo ver como Maca cogía aire y se inclinaba hacía ella. La sintió colocarle un mechón de pelo tras la oreja y su aliento cálido la rozo al preguntarle con voz queda: M: ¿Te gusta?

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E: ("¿El qué, que me toques, que me hables así?... La película, habla de la película... ") (pensaba Esther viendo como Maca sonreía)... Si... me gusta... (respondió finalmente Esther) Maca amplió su sonrisa y ya se inclinaba de nuevo hacía la enfermera cuando sintió que alguien tiraba de su manga izquierda. Se giró y vio a María mirándola asustada. Maca se giró por completo hacia ella M: ¿Qué te pasa cielo? María: Me da miedo (susurró la niña. Maca le acarició el pelo y besó repetidas veces su mejilla) M: Es solo una película (Maca miró en ese momento a Ana, ésta la miraba a su vez completamente seria. Maca siguió hablando con la niña) no tengas miedo, es todo de mentira E: ¿ Que te pasa mi vida? Esther se inclinaba también a ver a María María: Me da miedo (la niña buscó refugio en los brazos de la enfermera. Maca se levantó y se sentó en la butaca que ocupaba la niña. Esther le hizo un gesto de agradecimiento y dejó a la niña en la butaca que había ocupado la pediatra) E: Venga cariño, que no pasa nada Esther le susurraba a María y la tenía estrechada contra ella. Maca a la vez le aseguraba a la niña que ella la protegería de los malos. Al poco la niña se calmó, y volvió a mirar la película, pero siguió abrazada a la enfermera. Maca viendo ya completamente tranquila a la niña decidió seguir la película. Poco después notó que Ana besaba su mejilla, muy cerca de los labios. Sorprendida se giró a mirarla. Ana aprovechó para besarla en los labios. Maca se apartó M: Ahora no... que no estamos solas (murmuró Maca) Ana: Nadie se va a asustar, además me da igual M: Ana... la niña.. Ana: Está con la peli, ni se entera. Solo un beso (la mujer atrapó los labios de la pediatra) Esther, quien sabe porque, se giró en ese momento y las vio besarse. Se quedó sin respiración. Rápidamente volvió su atención a la película. Su pulso se había disparado y sentía una opresión en el pecho que amenazaba con ahogarla E: ("¿ Que te pasa? tú ya has visto a otras mujeres besarse. Diana mismo no se corta un pelo delante de t ni de la niña cuando tene una nueva amante") Ana: Perdona (Esther salió de sus pensamientos al oír esa voz) 43

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Ana estaba de pie, intentando pasar ante ella para salir, y Maca estaba a su lado también de pie. La enfermera las dejó salir. Ambas se perdieron tras la cortina que tapaba las puertas de la sala. Esther sintió que algo se paraba dentro de ella. Abrazó a María e intentó concentrarse en la película. Los minutos pasaban y las dos mujeres no regresaban. Maca no le había dicho nada y ella no podía evitar preguntarse donde habían ido y si volverían Maca cerró la cortina tras de si, no sin antes echar una ultima mirada hacía donde quedaban Esther y María. Sonrió. Se giró y fue tras Ana que no se había detenido. Pero la pediatra se frenó en seco al ver que Ana, en lugar de al servicio como le había dicho se dirigía decidida a la salida. Maca apresuró el paso para alcanzarla y cogerla del brazo M: ¿Dónde vas? ¿No tenías que ir al servicio? (le preguntó) Ana: Se me han pasado las ganas M: Pues volvemos dentro a terminar de ver la película Ana: No gracias. Prefiero irme a casa y me gustaría que vinieras conmigo (Ana le acarició el cuello de la camisa) M: ¿Qué dices? no podemos irnos a media película Ana: Maca, yo quiero ir a casa y estar contigo M: No podemos irnos y dejar a María y a Esther. Ana fuiste tú la que insistió en venir. Ya queda poco, cuando termine la peli nos vamos Maca tiró de su brazo pero la otra mujer no se movió, se limito a decir Ana: Te gusta Esther ¿verdad? Maca la soltó y dejó caer su brazo. Suspiró M: Ana.. Ana: No lo niegues, tengo ojos en la cara, te has pasado toda la película mirándola con una cara. Que nos conocemos Maca Maca no dijo nada. Permaneció con la vista fija en el suelo. No era capaz de decir nada. No quería hacer daño a Ana pero tampoco mentirle más. Su relación nunca había sido plena pero aún así no se merecía engaños. Respiró profundamente M: Si... empieza a gustarme (respondió reconociendo por fin lo que llevaba algunos días sintiendo y se había negado así misma) Esther miraba la pantalla sin ver. Se agitaba inquieta en la butaca. María hacia rato que se había sentado encima suya pero ni el calor de la niña la calmaba

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E: "¿Cuando se acaba esto? por Dios no aguanto ni un minuto más aquí sentada. Que acabe ya" (pensaba mirando su reloj) M: Perdón (Esther miró y vio a Maca acercándose por la fila, disculpándose con la gente. Su corazón volvió a latir acelerado y más aún cuando Maca llegó a su lado y le sonrió. La pediatra se sentó en la butaca que María había dejado libre al subirse sobre Esther) E: Y ¿Ana? (preguntó la enfermera) M: La han llamado y ha tenido que irse (mintió Maca) E: Lo siento La pediatra le sonrió y ambas volvieron su atención a la película. Mientras, María se había quedado dormida en los brazos de la enfermera. Cuando terminó la película se quedaron sentadas comentándola dejando que la sala se vaciara un poco para salir ellas. Cuando salieron del cine decidieron ir a casa andando pues no estaban muy lejos. Caminaban con María entre ellas, cogida a las manos de la dos y dando saltitos que las hacían reír. Cerca de la casa de Esther decidieron entrar en un bar a tomar algo. Se pusieron en la barra y pidieron dos cañas y un zumo para la pequeña. María apenas dio dos sorbos y se puso a jugar alrededor de una maquina de bolas con juguetes que había allí. Las dos mujeres la observaban E: No para (dijo Esther frotándose el brazo) M: Desde luego, ¿qué le das de comer? E: Ufff come lo que le pongas Maca se fijó en que Esther no dejaba de frotarse el brazo M: ¿Qué te pasa, te duele? (le preguntó a la enfermera) E: No, se me ha dormido en el cine, de tener a María encima y no se despierta (rió Esther) M: Déjame Maca cogió el brazo y empezó a masajeárselo. Al principio enérgicamente luego más lentamente, hasta que más que dándole un masaje parecía que estaba acariciándoselo. Esther permanecía en silencio dejándose mimar. Maca levantó la mirada y se encontró con la de la enfermera que al instante bajó los ojos. La pediatra sonrió y su mano bajó desde el brazo hasta la mano de la enfermera, donde sus dedos siguieron acariciando pero con más suavidad. Esther tragó saliva y tímidamente volvió a levantar la mirada. La pediatra rozaba la palma de su mano con exquisita suavidad. La enfermera bajó la mirada hasta sus manos juntas. Maca advirtió que las mejillas de la enfermera se habían ruborizado. La mano que tenía libre la llevó hasta la barbilla de Esther y la obligó a levantar la cara y a cruzar sus miradas María: ¿Vais a besaros?

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Maca y Esther se sobresaltaron y rompieron todo contacto. María estaba junto a ellas mirándolas. Durante unos breves segundos ninguna reaccionó. Finalmente fue Esther la que se agachó ante María y le respondió: E: No cariño, Maca y yo solo hablábamos ¿Verdad? (Le preguntó Esther a la pediatra volviendo la vista hacía ella) M: Verdad (asintió Maca mientras tomaba su vaso y daba un largo trago. Notó la mirada de la niña sobre ella, como esperando que añadiera algo más, pero no se sentía capaz) ("¿Verdad? claro que no es verdad. Si, joder si, iba a besarla. No sé que me pasa con..."). Los pensamientos de Maca fueron interrumpidos por, como no, la inocente voz de María: María: ¿No te gusta? (la pediatra miró a la niña que se había acercado a ella y le tiraba de la camisa. La pediatra se inclinó para cogerla en brazos) M: ¿El que cariño? (le preguntó tirándola suavemente de la nariz) María: Mi tía Esther, ¿no te gusta? La gente mayor cuando se gusta se besa Los ojos de Maca volaron hacía los de la enfermera la cual estaba bebiendo y al oír la pregunta se quedó paralizada. Miró a la pediatra, se sonrojó levemente, desvió la mirada, volvió a mirarla. Maca sintió un ramalazo de ternura al verla así, nerviosa. Volvió su atención a María M: Claro que me gusta, igual que me gustas tú. Y porque me gustas mañana vamos al parque a subir en barca ¿quieres? María: Sí (asintió la niña y empezó a preguntarle a Maca cosas sobre el parque, olvidándose de todo lo demás) Terminaron las bebidas y salieron rumbo a casa de la enfermera. María iba canturreando perdida en sus juegos y las dos mujeres sumidas cada una en sus pensamientos La pediatra caminaba con las manos agarradas a los extremos de su bufanda y se permitía de vez en cuando mirar de reojo a la enfermera M: ("Casi la beso, si María no hubiera venido fijo que la habría besado. ¿Estoy loca? Si solo hace unos días que la conozco... Esto es una locura Macarena, ¿y que quieres que haga? ¿Tú la has visto? Que carita tan dulce tene, y que terna es, y esa boca... ay Dios... no pienses en eso que así no vamos bien. Tú siempre complicándote la vida, que a ella le gustan los hombres ¿recuerdas?. Bueno, eso se puede cambiar, por intentarlo. No le soy indiferente, sé que no. Ya... y ¿has pensado en lo otro? ¿No vas a contarle que conoces a Diana? ¿ Y eso que importa? Pues igual nada, pero Esther debería saberlo. Eso no tene importancia, ya es pasado. ¿Y entonces porque no se lo cuentas? Lo haré, lo haré. Joder que complicado es todo...")

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Esther, por su parte, caminaba con las manos resguardadas en los bolsillos de su abrigo y con la mirada vigilaba a María que caminaba un par de pasos por delante de ellas y también pensaba E: ("Iba a besarme, ¿verdad? no, claro que no... Ya, pues yo creo que si. No. Como va a querer besar ella a una chica como yo... ¿A una chica como tú? ¿Querías que te besara? ¡No!... bueno, no sé... Es muy guapa y... ¿guapa? ¿Estás llamando guapa a una mujer? Coño es guapa ¿que quieres que haga? No voy a decir que es fea porque a t te de la gana. ¡¡¡¿Te gusta una mujer?!!!! No. Sus ojos quizás... ¿has visto que ojos? nunca vi unos tan expresivos, tan profundos, hablan solos, cuando me mira yo... Y es tan terna, tan detallista...") Un fuerte escalofrío recorrió el cuerpo de la enfermera. Maca lo percibió y aprovechó para romper el silencio preguntándole: M: ¿Tienes frío? E: Un poco (contestó Esther ocultando el verdadero motivo de su escalofrío) Maca se detuvo y paró el andar de la enfermera tocándole el brazo. Esther se detuvo y al ver como la pediatra empezaba a quitarse la bufanda entendió y protestó: E: Maca no M: Calla E: No, de verdad M: Tienes frío y no quiero que te resfríes Que tienes que cuidar de María y enferma no podrás hacerlo (Maca ya se había quitado su bufanda y la ponía alrededor del cuello de la enfermera. Luego se quitó los guantes y se los puso también a Esther a pesar de las protestas de ésta) Ya está E: Gracias pero... (Esther iba a protestar de nuevo) M: Calla anda (Maca le dio un beso en la mejilla, luego siguieron andando) Esther tumbada sobre la hierba, observaba a María ir de un columpio a otro sin descanso. Habían quedado con Maca en el parque después de comer pues la pediatra terminaba de trabajar a la 3. Así que Esther había decidido ir temprano con la niña para que jugara y ambas habían comido allí. Mirando a María recordó la tarde anterior. Tras dejarle su bufanda y guantes Maca había ido el resto del camino hablando y ella solo había podido oírla fascinada. El trayecto se les antojó super corto. Al llegar a su casa Esther le había preguntado a Maca si quería quedarse a cenar y había obtenido una respuesta negativa E: "Y aquí estas ahora, deseando que llegue y poder seguir hablando con ella"

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Su teléfono sonó en ese instante, sacándola de su ensoñación. Miró y vio que era Maca, respondió presurosa E: Hola M: Hola Esther, ¿qué tal estáis? E: Muy bien, hemos comido aquí y María ha comido muy bien. No ha parado un momento, ahora está con los columpios haciendo la loca. Pero bien, así igual se cansa y duerme un rato la siesta. Pero no creo, está disfrutando mucho M: ¿Y tú? ¿ Cómo estas tú? (la voz susurrante de Maca pasó por el teléfono y entró en ella) E: Bien M: ¿Solo bien? E: Muy bien, descansando. ("Esperándote") M: ¿Estas cómoda? si me haces un hueco me tumbo a tu lado que vaya día hoy en el hospital E: Claro... espera... ¿cómo sabes que estoy tumbada? (Esther se incorporó y miró a su alrededor. Al otro lado del teléfono Maca se reía) M: Que rápido te has levantado, que ágil E: Maca... (Esther volvió a mirar a su alrededor pero no la veía) M: Vuelve a tumbarte y te lo digo E: Maca La pediatra desde su escondite de detrás de una arboleda, la contempló mirar sin cesar a su alrededor buscándola. La observó a placer, dejando que sus ojos recorrieran su cuerpo como agua mansa deslizándose por un río. Deseó quedarse allí, mirándola, aprendiéndola. Estuvo tentada de quedarse escondida y mirarla durante horas. Pero el deseo de tenerla cerca fue mayor y salió de su escondite M: A tu izquierda (musitó al teléfono saliendo de su escondite y andando hacía ella. La enfermera miró hacía ella y al verla sonrió. En apenas unos pasos la pediatra estaba a su lado) E: Hola, con que espiando ¿eh? (Esther se puso las manos en las caderas y fingió enfado) M: Imposible resistirse... vaya, ya veo que ha venido bien preparada (Dijo la pediatra señalando la manta que Esther había extendido en el suelo y sobre la que estaba) E: Ya ves, anda siéntate y descansa M: Sí, ahora, ¿y María? E: Allí, jugando (Esther señaló los columpios donde la niña jugaba) M: Voy a verla y a darle una cosa y vengo, ¿me das permiso? E: Que tonta eres... (respondió la enfermera pero Maca andaba ya hacía María) La niña, al verla, dejó sus juegos y corrió a abrazarla. La pediatra la subió a sus brazos riendo y le llenó la cara de besos. Esther contemplaba la escena. Las vio hablar durante unos minutos y en una ocasión, tanto la niña como la pediatra miraron hacía la enfermera

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y se rieron. Finalmente Maca dejó a María en el suelo, le dio una bolsa de gominolas y cuando vio que la niña volvía a sus juegos ella volvió junto a Esther M: Ya estoy aquí (dijo la pediatra dejándose caer sobre la manta) E: Mira que darle más chucherias, desde luego.. M: Es una bolsa pequeña, no le hará daño E: No claro... (Esther también se sentó) M: Oye que soy pediatra ¿eh? yo curo a las niñas no las pongo malas ("a t si te ponía mala yo pero no con gominolas...") E: No, si yo no digo nada M: Uy... a ti lo que te pasa es que estás celosa porque a ti no te he traído (apuntó Maca sonriendo) E: Si, eso va a ser. ¿Has comido? M: He picado algo en el hospital E: María y yo hemos comido bocadillos y ensalada. He dejado un bocadillo y un poco de ensalada por si no habías comido M: ¿En serio? (Esther asintió con la cabeza) guauu pues la verdad no te voy a decir que no. Gracias E: Espera, que te lo doy Esther sacó de una bolsa que tenía a su lado la comida y se la dio. Maca se lo agradeció con una deslumbrante sonrisa y dio buena cuenta del bocata y de la ensalada. Mientras comía, Esther le contó como habían pasado la mañana, y Maca le habló de su cansada jornada en el hospital. Cuando la pediatra terminó de comer, Esther cogió el plato de la ensalada y se giró para guardarlo. Maca miraba su espalda con una sonrisa, sin hacer ruido se movió un poco para acercarse, se apoyó en la espalda de la enfermera y le rodeó el cuello con sus brazos M: No solo me he acordado de María, también te he traído algo a ti (le susurró al oído y poniendo una mano a la vista de la enfermera le mostró varias chocolatinas) Te he traído todas las que quedaban en la maquina La enfermera miró la mano extendida, las chocolatinas... algo que no supo identificar recorrió su cuerpo de arriba a abajo M: ¿No dices nada?¿no te gustan? E: Claro que si, me encantan. Gracias... (Esther se giró para mirarla, y sobre todo para librarse del temblor que le producía tener a la pediatra pegada a su espalda. Cuando quedaron cara a cara le sonrió) Estas loca M: "Como sigas mirándome así si que me voy a volver loca" (pensó la pediatra sonriendo a su vez y dándole las chocolatinas)

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M: No te las comas todas de golpe, no quiero que te hagan daño (pidió Maca. Esther negó con la cabeza al tiempo que empezaba a desenvolver una de las chocolatinas. Maca se tumbó en la manta sin dejar de mirar a la enfermera que le ofreció una de las golosinas, ella rehusó. Maca contempló durante unos segundos el cielo, luego volvió su vista a la enfermera) Que bien se esta aquí... si me quedó durmiendo avísame E: No pienso hacerlo, te vendrá bien dormir un rato, tú misma has dicho que en el hospital la mañana ha sido larga M: Ya, pero no he venido aquí a dormir. Ya dormiré más tarde, hoy me acuesto pronto y ya está E: ¿No has quedado hoy con Ana? Maca miró de nuevo al cielo, como buscando en las nubes la respuesta a la pregunta. Tras unos segundos suspiró profundamente y sin desviar su mirada del azul del cielo murmuró: M: Lo hemos dejado A pesar del tono tan bajó que utilizó, las palabras llegaron a oídos de la enfermera claras, nítidas. Contempló a Maca, esperando que continuara, pero la pediatra se limitaba a seguir mirando el cielo. Esther jugueteó con el envoltorio de la chocolatina mientras en su mente buscaba que decir. No sabía si seguir hablando, si intentar averiguar como se encontraba la pediatra, o no decir nada y esperar a que Maca añadiera algo más. "¿Que debía decir? ¿lo siento?" sonaban tan vanas esas palabras en circunstancias así. Volvió a mirarla, la pediatra no se había movido ni un milímetro y su rostro estaba serio. La enfermera se aproximó hasta sentarse justo a su lado. Maca la miró y le dedicó una leve sonrisa. La enfermera sonrió a su vez y le acarició el brazo en un gesto que intentaba ser reconfortante y le preguntó E: ¿Quieres que hablemos? M: Tampoco hay mucho de lo que hablar. No sé, supongo que se veía venir hace tiempo, pero ambas nos hacíamos las ciegas E: Pero ayer estabais... (murmuró Esther. "Si Ana había estado con ellas en el cine y se había ido, ¿cuando habían roto ella y Maca?") M: Si, ayer vino al cine y estábamos juntas (Maca se pasó una mano por el rostro) No la llamaron, decidió irse. Perdona que te mintiera, no me pareció el momento de contártelo y francamente, creí que luego la llamaría y se arreglaría E: Pero no fue así (añadió suavemente la enfermera) M: Pues no, la verdad es que no. Solo discutimos más y nos echamos en cara demasiadas cosas. Creó que ambas teníamos demasiado resentimiento dentro. Bueno, ella más que yo, para que negarlo E: Maca... si discutisteis por venir al cine con María y.. M: Esther, no te voy a mentir. A Ana no le hizo mucha gracia, tenía otros planes. Y siempre había que hacer lo que ella planeara. Que le llevara la contraria fue la gota que colmó el

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vaso, pero no, la culpa de la ruptura no la ha tenido el cine, ni que quedáramos Esther. De verdad E: Maca ya te dije que no pasaba nada si no íbamos al cine (la enfermera no podía evitar sentirse un poco culpable) si teníais problemas era mejor que hubierais quedado solas y haber intentado.. M: ¿De verdad crees que eso lo hubiera arreglado? (al hacerle esta pregunta, Maca, que había estado hablando sin dejar de mirar las nubes, por fin miró a Esther) E: No lo sé, pero si creo que hablar siempre ayuda cuando quieres a alguien La enfermera vio como Maca sonreía ante estas palabras suyas M: Querer... vaya palabra ¿no te parece? E: ¿Porque dices eso? tú quieres a Ana Maca suspiró profundamente y cerró los ojos. No se sentía capaz de mirar los ojos de la enfermera mientras le contaba aquello M: Ana y yo más que querernos nos utilizábamos mutuamente. Era una relación cómoda para ambas, sin ataduras, sin obligaciones, sin compromisos... En fin, ha sido lo mejor. Últimamente ya solo discutíamos E: Lo siento (dijo Esther) tú... ¿estás bien? M: Sí, de verdad En ese momento llegó María y tras acomodarse entre ellas dos, se abrazó a Esther con evidentes ganas de dormirse. Maca las arropó a las dos con parte de la manta sobre la que reposaban M: Si quieres nos marchamos (le dijo a la enfermera) E: Ahora imposible, no habrá forma de hacer que María ande M: He traído el coche, pensé que sería lo mejor para luego acompañaros a casa. Y aquí dentro de nada, cuando oscurezca hará frío de verdad y no queremos que esta pequeñaja coja frío. Venga, yo la llevo hasta el coche E: Gracias (fue lo único que pudo decir la enfermera) Maca se incorporó y cogió a la niña en brazos. Ester recogió presurosa la manta y se fueron al coche. El trayecto hacía la casa de la enfermera lo hicieron en silencio. Maca conducía y continuamente miraba por el retrovisor a Esther que se había sentado en el asiento trasero con la niña que dormía placidamente. Cuando llegaron Maca volvió a hacerse cargo de la niña cogiéndola en brazos mientras la enfermera abría las puertas. Ya en el interior de la casa Esther pidió a Maca que dejara a la niña en su habitación, indicándole donde era. El teléfono sonó y la enfermera disculpándose fue al salón a responder. Maca tras dejar a María en la cama no pudo evitar recorrer la habitación con la mirada intentando así aprender algo más sobre la persona que vivía en esa casa. Unos segundos 51

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después salía de allí y se reunía con la enfermera que aún estaba al teléfono. Esther le hizo un gesto para que sentara y ella obedeció. A los pocos minutos colgaba y la miraba sonriendo E: ¿Te apetece un café, u otra cosa? M: Un café, sí (respondió la pediatra) E: Vale, voy. ¿Sabes quien era? Diana, la madre de María (dijo Esther andando hacía la cocina) regresa el jueves Maca desde su lugar en el sofá agachó la vista al suelo. No podía evitar sentirse incomoda cada vez que Esther nombraba a aquella mujer. Sentía que tenía que contarle a la enfermera la verdad, no ocultarlo más tiempo. Presentía que si lo dejaba, se volvería, el día menos pensado en su contra. Suspiró y se acercó a la cocina M: ¿ Te ayudo? (preguntó) E: No, ya está, ve a sentarte (La enfermera se giró hacia ella con el azucarero en la mano. Vio el rostro de la pediatra y sin saber como supo que pasaba algo) Maca ¿ocurre algo? M: No... yo... (la pediatra le quitó el azucarero) Me gustaría hablar contigo de una cosa E: ¿Qué pasa? M: ¿Nos sentamos? Maca, sin esperar respuesta, volvió al salón. La enfermera la siguió con la mirada, intrigada por esa repentina seriedad de la pediatra. Con algo de inquietud terminó de preparar el café mientras se preguntaba que tenía Maca que decirle. No le gustaba nada verla tan seria y mucho menos saberla preocupada. Con la cafetera en las manos se dirigió al salón, allí, Maca esperaba sentada en el sofá, jugando con los azucarillos. Esther dejó el café sobre la mesa y le preguntó: E: ¿Lo quieres solo, como siempre? M: Sí, gracias La enfermera llenó las tazas y le entregó una a la pediatra, luego se sentó a su lado y cogió su café. Sopló sobre la taza sin dejar de mirar a la pediatra que no había levantado la vista. Le tocó el brazo E: Maca (la pediatra la miró por fin) ¿qué es lo que pasa? M: Nada importante E: Pues por tu cara si lo parece M: Veras, tengo, o creo que tengo, que decirte algo que... no sé, tal vez no tenga importancia y yo estoy aquí dándole vueltas tontamente. Igual es una tontería E: Tontería o no... si te preocupa, cuéntamelo M: Si... yo... (Maca miraba su taza, buscaba en el caliente liquido las palabras adecuadas porque aunque parte de ella pensaba que lo que le pensaba contar a la enfermera no era 52

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importante para su amistad, una parte de ella pensaba justo los contrario. Y sentía cierto temor a que su confesión cambiara su relación con la enfermera) ("si fuera al revés a mi no me haría gracia, la verdad. Joder, ¿y como se lo digo? ") E: Caray Maca, me estás asustando (bromeó Esther ante su silencio, dándole un golpecito en la espalda) M: Conozco a Diana (soltó de golpe. La enfermera la miró sin entender) E: Ya, ¿y? M: No entiendes... (la pediatra dejó su taza y escondió la cara entre las manos. La enfermera viéndola así empezó a inquietarse de verdad) E: ("¿Qué esta pasando aquí? ¿Qué tene que ver Diana?") Maca... (Esther viendo que la pediatra dudaba la cogió de la mano, para verle la cara y queriendo transmitirle apoyo) M: Esther, Diana y yo... nos conocemos hace años E: ¿Cómo? ¿Sois amigas? no lo sabía M: No, veras (Maca apretó la mano de la enfermera)... ella y yo... fuimos pareja El rostro de la enfermera se tiñó de sorpresa E: ¿Qué tú y Diana?...¡anda! estás de coña, es una broma.. E: Ojalá, pero no, es cierto Esther no dijo nada, quedó en silencio esperando que la pediatra añadiera algo más. Maca estudió su rostro intensamente, intentando encontrar un gesto que le indicara que pensaba la enfermera de aquello. Pero aquella cara, aquellos ojos, solo trasmitían, por el momento, sorpresa. La pediatra suspiró, bajó la mirada y volvió a estrechar la mano de Esther mientras seguía contándole M: Nos conocimos estando ella embarazada de apenas tres meses, hacía poco que había roto con el padre de María, pero a mi eso no me importó. La conocí en un viaje que hice a Londres. Ella era una de las azafatas del vuelo. Toda la tripulación se hospedaba en el mismo hotel que yo. Coincidimos y enseguida conectamos. Cuando regresamos a Madrid seguimos viéndonos y estuvimos un tiempo saliendo. Aquello acabó hace tiempo pero dada tu amistad con ella he creído que debía decírtelo. No me preguntes el motivo, solo sé que quería contártelo La enfermera sacó su mano de entre las de Maca y tomó su taza para dar un trago al café. Sintió la mirada de la pediatra clavarse en ella E: No sé que decir. M: Di lo que estés pensando (pidió la pediatra) E: Pues... que pequeño es el mundo ¿no? (bromeó Esther, Maca asintió seria) ¿estuvisteis mucho tiempo juntas? M: Dos años más o menos

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E: ¿Dos años? ¿Dos años con Diana? Si no suele estar más de un mes con nadie (Maca se encogió de hombros. La enfermera dudó unos segundos, luego preguntó) ¿porque lo dejasteis? ¿Que pasó?... perdona... no respondas, me he pasado M: No, está bien. Me dejó ella, por otra persona E: Lo siento M: Ya te digo que eso quedó atrás, es agua pasada. Si te lo he contado.. E: Si me lo has contado... (la invitó Esther a seguir) M: ("Es porque me gustas mucho y quiero ser sincera contgo desde el principio" pensó Maca) Pensé que era lo correcto E: Ya, pues te lo agradezco Esther volvió a beber café pensativa, su mente había empezado a funcionar a mil revoluciones por minuto. Uno de sus defectos era darle demasiadas vueltas a las cosas. Tras unos segundos, sin mirar a la pediatra, le preguntó E: ¿Es por eso por lo que estás aquí? M: ¿Perdona? ¿Que quieres decir? (Maca suplicó mentalmente que la enfermera no pensara lo que ella creía) E: Que si te has hecho amiga mía por estar cerca de Diana M: ¿Cómo puedes pensar eso? Joder... ¿de verdad lo crees? E: No sé, realmente ha pasado todo tan rápido. Hace nada que nos conocemos y... te portas tan bien conmigo que.. M: Esther me porto como te mereces, y no, no estoy aquí por Diana, ella ya no es nada para mí. Estoy aquí por... porque... porque me caes muy bien y creo que eres una mujer increíble... y bueno... quiero ser tu amiga. Por favor, no pienses eso (Maca se acercó a ella y la miró a los ojos) me duele que pienses así E: Lo siento, supongo que todo esto me ha descolocado un poco, te conozco hace unos días y parece que es de toda la vida. Y tú te desvives por mí, por ayudarme, por hacerme sentir bien... yo no merezco eso... así que supongo que... no sé La enfermera se echó hacia atrás en el sofá suspirando y cerrando los ojos. Maca se sintió enfermar al pensar que la enfermera creyera de verdad que ella solo buscaba acercarse a Diana. "¿Cómo podía estar tan ciega?". Trago saliva y aprovechando que tenía los ojos cerrados se inclinó hacía ella para susurrarle al oído - Estoy aquí por ti, solo por ti Esther, sin moverse, abrió los ojos y sus miradas se encontraron. La pediatra vio confusión en aquellos ojos, confusión y algo más que no fue capaz de interpretar. Pero la confusión si, era demasiado evidente. Pensó que seguramente, una vez más, había metido la pata con su sinceridad. Se arrepintió de sus palabras y buscó una forma de arreglarlo, o intentarlo al menos

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M: Eh... por ti y por tu maravilloso café claro (añadió sonriendo nerviosamente, la enfermera también dejó asomar una leve sonrisa) así que no pienses cosas así nunca más ¿eh? me caes bien, somos amigas, por eso estoy aquí ¿de acuerdo? La enfermera asintió con la cabeza M: ("Vaya susto le has dado... pobre... Mírala, ahí mirándome con esa cara. Si es que si eso no ha sido una declaración de intenciones poco ha faltado. ¿Cuándo aprenderás a controlarte? Esther no es para t, así que harías bien en controlar tus torpes intenciones de seducción. Ya, pero ¿quien puede controlarse teniendo esos ojos delante? pues tendrás que hacerlo. Ya, ya...") E: Gracias Maca (la voz de la enfermera la sacó de sus pensamientos y la mano que ésta había puesto en su pierna hizo tambalear su deseo de control) M:... Gracias... ¿porqué? E: Por todo, por contármelo, por tu ayuda estos días, y sobre todo por estar aquí (le dijo apretando su pierna) M: ("¿Y donde iba yo a estar mejor que aquí? Y encima me da las gracias... si es que es para comérsela. Por Dios que quite esa mano... no, que no la quite... prefiero abrasarme a helarme") M: Anda, no tienes que dar las gracias tonta (repuso con voz ronca) E: Yo creo que sí (ni la enfermera supo como fue pero un impulso la hizo besar la mejilla de la pediatra. Maca dio un respingo sorprendida. La cara de Esther evidenciaba que a ella misma le había sorprendido su acto) yo.. El leve roce de aquellos labios en su mejilla, aquellos ojos reflejando confusión, y aquellas mejillas levemente sonrojadas, fueron demasiado para la pediatra y sin poder contenerse, tiró los dados jugando a la locura en forma de beso en los labios de la enfermera. Fue un leve roce pero le bastó para entender que aquella boca podía ser su pasaporte al mundo de la pasión. Tras el beso, apenas una leve caricia, abrió los ojos y se enfrentó a los de la enfermera que esta vez reflejaban auténtica sorpresa. Sintió como ésta retrocedía en el sofá, alejándose M: ("Mierda, ¿qué he hecho?") Yo... lo siento... perdona... no quería... (Maca no sabía que decir, vio como Esther se levantaba y se alejaba hasta una esquina del salón a mirar por una ventana. La pediatra se maldijo mentalmente. Se puso en pie y recogió su chaqueta) es mejor que me vaya. Es tarde.. E: Si - fue lo único que dijo Esther M: Yo... mañana libro. Hasta por la noche no tengo que ir al hospital... ¿quieres que vayamos al zoo o algo? A María le gustará, o podemos ir a comer al parque temático que..

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E: No sé Maca, ya veremos. Según como se levante la niña. Ya te llamo yo mañana si le apetece ¿vale? M: Claro... bueno pues hasta luego (Maca entendió que ya no tenía nada que hacer allí) E: Hasta luego (respondió Esther mirándola brevemente) La pediatra se dirigió a la puerta, antes de salir miró de nuevo a la enfermera. Ella no se había movido, seguía al parecer concentrada en lo que se veía a través de la ventana. Maca suspiró y salió de la casa con pasos lentos cerrando la puerta tras de si Cuando oyó el ruido de la puerta al cerrarse, Esther cerró los ojos y apoyó la frente en el cristal de la ventana. Tras unos segundos suspiró y abrió los ojos. Y entonces la vio. La vio cruzar la calle en busca del coche aparcado. Sintió el impulso de retirarse de la ventana pero sus pies parecían clavados al suelo y su mano se aferraba fuertemente a la cortina, abortando toda huida. Sus ojos seguían a aquella figura que andaba con las manos hundidas en los bolsillos y con la cabeza gacha. Se acercó al coche y se apoyó en él mirando hacía el portal. Esther la observaba. Tras un par de minutos Maca abrió el coche, y tras dirigir una ultima mirada al portal se metió dentro y se alejó. Esther no pudo evitar comparar el gesto serio que lucÍa la pediatra cuado se marchaba con la amplia sonrisa que adornaba su rostro cuando habían llegado. La enfermera se alejó a su vez de la ventana Maca abrió los ojos y los cerró al instante cegada por el sol que, insolente, se colaba por su ventana. Soltó un gruñido y se escondió entre las mantas, dispuesta a seguir durmiendo. Repentinamente se incorporó soltando una maldición y consultó el reloj. Apenas eran las 10. Cogió su teléfono móvil y lo miró, por si alguien la había llamado y no lo había oído. Nada. Volvió a meterse entre las mantas. Intento volver a dormirse pero sabía que ya le sería imposible. Se levantó y se dirigió a la cocina con la idea de hacerse un buen desayuno. A medio camino volvió a la habitación a coger el móvil. Quería tenerlo cerca por si alguien llamaba. Al llegar a la cocina lo dejó sobre la mesa y se puso a preparar la cafetera. Mientras preparaba el desayuno su mente viajó a la tarde anterior. Negando con la cabeza se sentó a desayunar y a leer el periódico. Pero le era imposible concentrarse en las noticias del diario. Sobre todo porque presentía que la noticia que ella deseaba no llegaría. La noticia que deseaba era que el teléfono sonara y que al otro lado de la línea la voz de Esther la saludara. Pero el diario no hablaba nada sobre eso. Desayunó entre miradas al periódico y miradas a su teléfono. Cuando apuró su café se había instalado en ella una leve desilusión que empañaba ligeramente su mirada. Eran casi las once. Parecía bastante claro que Esther no la llamaría para ir al zoo como ella le había sugerido. Suspiró. Maldijo el momento de debilidad de la noche anterior que la había empujado a besar a la enfermera. No podía negar que le gustaba, era evidente, que le gustaba mucho. Pero mucho más le gustaba su amistad y lamentaba que pudiera cambiar por lo sucedido. Pensó que solo había sido un beso, apenas un roce, nada demasiado importante pero también entendía la actitud de Esther. Entendía que dudara, que estuviera desconcertada pero confió en que en unos días se le pasara. Nada tenía que cambiar entre ellas. O eso 56

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esperaba. ¿Que podía hacer ella? decidió darle unos días, y si no sabía nada de ella la llamaría con cualquier excusa Se pasó las manos por el rostro. Habían pasado tantas cosas en apenas unos días que ella misma estaba algo desconcertada. El destino parecía querer dárselo todo de golpe, sin darle tiempo para asimilarlo. Ella no pensaba quejarse, nunca lo hacía. Además consideraba un regalo todo lo sucedido esos días. Sonrió levemente. Se incorporó y tras echar una ultima mirada a su teléfono fue a darse una ducha. Había decido pasar el día fuera, paseando, regalándose una buena comida en algún restaurante y luego volvería a casa a dormir un rato antes de tener que ir a trabajar Fue un buen paseo, disfrutó dejándose acariciar por el sol que ese día se había decidido a acompañarla. En su recorrido por aquellas desconocidas calles a las que le llevaron sus pasos, encontró un pequeño restaurante donde se paró a comer. Le fascinó el coqueto restaurante y mientras comía pensó que llevaría a Esther algún día. Se negó a mirar el teléfono. Durante todo la mañana lo había mirado en repetidas veces. A veces incluso comprobando que funcionara bien. Y si, claro que funcionaba. Simplemente es que nadie llamaba. Tras disfrutar de la comida decidió que en vez de irse a dormir daría un paseo en moto. Le apetecía mucho coger la carretera y conducir sin rumbo. Le gustaba esa sensación de conducir sin tener destino. Cuando volvía sobre sus pasos, camino de su casa para recoger la moto, pasó por la calle de Esther. Al entrar en la calle el pulso se le disparó, y miraba a su alrededor con un intimo e imposible deseo de encontrarse con aquellos ojos. Estuvo tentada de tocar al timbre. Sus dedos incluso lo rozaron pero su mano se cerró sin llegar a llamar. Negando con la cabeza, mientras se reprochaba así misma lo tonta que era, siguió su camino La jornada en el hospital había sido larga. Normalmente las noches de guardia se le pasaban rápido, pero aquella noche afortunadamente habían habido pocos enfermos y se había pasado casi todo el tiempo repasando historiales. Así que se le habían pasado las horas entre papeles y pensamientos encontrados. Pasaban apenas unos minutos de la una cuando había mirado por ultima vez su teléfono, y al comprobar que seguía mudo decidió apagarlo. Si Esther no había llamado en todo el día menos se le ocurriría llamar de madrugada aun sabiendo que Maca trabajaba. Y aunque ella lo entendía, aunque se había jurado y rejurado a si misma que no pasaba nada, mientras apagaba el teléfono no había podido evitar que un leve sentimiento de decepción la abordara y se instalara en ella para acompañarla durante el resto de la guardia. Y conociéndose como se conocía, sabía que aquel sentimiento la acompañaría hasta que Esther la llamara o hasta que, no pudiendo aguantar más, llamara ella a la enfermera con cualquier excusa. Suspiró mientras terminaba de vestirse. Eran las nueve de la mañana y tras12 horas en el hospital solo le apetecía desayunar, meterse en la cama y dormir cuantas horas le pidiera su cuerpo. Mientras se abrochaba la chaqueta unos golpes sonaron en la puerta

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M: Adelante La puerta se abrió y asomó el sonriente rostro de Cruz C: ¿ Se puede? M: Claro, pasa. (La médico entró y cerró la puerta tras ella. Se apoyó en la mesa) C: Que ganas tenía de terminar hoy la guardia (suspiró. Maca sonrió tocándole la abultada barriga que no dejaba lugar a dudas de lo avanzado del embarazo de su amiga) M: Es que ahora te cansas antes. Este niño te está pidiendo a gritos que bajes el ritmo C: No, eso quien me lo pide es su padre. Este niño lo que me está pidiendo es que le dé de desayunar, y yo confiaba en que cierta amiga mía me invitara y así me ponía al tanto de las ultimas noticias ya que hoy no hemos podido ni tomar un café juntas Maca volvió a sonreír. Cruz sabía, porque ella se lo había contado, todo lo relacionado con María y Esther. Hasta sabía el interés de la pediatra por la enfermera. Y aunque su primera reacción había sido de preocupación por lo que pudiera pasar no dudaba ni un instante en apoyar a Maca M: Pues esta amiga tuya tiene pocas novedades que contarte (le dijo la pediatra) C: No te hagas de rogar, ¿no ibais al cine antesdeayer? (Maca asintió) pues ya me lo estás contando, que anda que no estabas tú ilusionada con eso M: Nos acompaño Ana.. La médico la miró alzando las cejas C: ¿Ana? eso no me lo habías dicho M: No lo sabía ni yo, se apuntó a última hora. Por cierto, lo hemos dejado (anunció la pediatra) C: ¿Lo habéis dejado? (Maca volvió a asentir) joder, vais al cine, se apunta Ana, y ahora lo habéis dejado ¿y dices que no tienes nada que contarme? ¡¡¡anda ya!!! empieza a largar guapa, pero empieza ya o espera ¿tengo que sentarme? M: Jajajajaa anda vamos, desayunamos y te lo cuento. Bueno, si tienes tiempo, que Rodolfo te espera en casa C: Ya te he dicho antes que venía a desayunar contigo. Que se encargue él hoy de poner a los niños en marcha y de mandarlos al colegio. Yo cuando llegue quiero que esté la casa vacía. Además que mi lado marujon está impaciente ¡y más ahora! M: Jajajaja venga cotilla, vamos Salieron de pediatría entre risas. Cruz no dejaba de bromear fingiendo que le iba a dar algo de la curiosidad que tenía por saber lo sucedido. Nunca se alegró tanto Maca como en ese momento de tener a la médico como amiga. Firmaron el registro y tras despedirse de Teresa salieron del hospital al tiempo que Cruz preguntaba:

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C: Bueno, ¿donde desayunamos? M: ¿Qué te apetece? ¿Unos churros, solo café, tortitas, unos donuts?... (empezó a preguntar la pediatra) C: Maca... (Cruz le tocó el brazo haciéndola que parara de andar) M: A mí me da igual, eres tú la que está embarazada y a la que le corresponde tener los antojos. Así que tú dirás lo que... C: Maca... (la intento interrumpir Cruz) M: Que si te sale el niño con un antojo yo no quiero tener culpa de... C: Maca, calla ya... (le murmuró la médico tirándole de nuevo del brazo. La pediatra la miró extrañada) M: ¿Qué pasa? C: Yo no sé si pasa algo o no, pero, ni te se ocurra mirar, a unos pasos detrás de ti está Esther y por como nos mira deduzco que te está esperando a ti y no tiene muy buena cara ¿eh? M: Estás de coña... (susurró a su vez Maca mientras empezaba a temblar) C: No, coño, ¿no habías quedado con ella? M: No, claro que no. Si hubiera quedado no te habría dicho de ir a desayunar. Joder ¿de verdad es ella? C: Si, oye ¿qué pasa? te has puesto a temblar como una hoja M: Uff... es que... el otro día la bese y... C: ¡¡¡Coño!!! (siseó la médico mirándola fijamente) ¿ no decías que no había novedades?, pues menos mal que no, que si las llega a haber te me casas y no me entero M: Te lo iba a contar ahora pero. C: Anda déjalo, ya me lo explicaras todo. Ahora es mejor que sigamos y la veas, que al final se va a dar cuenta de que hablamos de ella Maca tomó aire, inspiró profundamente y tras forzar una sonrisa, ella y la médico siguieron andando. En cuanto dejó de mirar a su amiga y volvió sus ojos al frente la vio. Efectivamente Esther estaba a pocos pasos de la puerta del hospital, apoyada en la pared, sumergida en un abrigo negro. Sus miradas se encontraron y Maca fingió sorprenderse. Hizo más amplia su sonrisa y ella y Cruz se le acercaron M: Hola Esther (saludo Maca, intentando que la alegría y los nervios que le habían asaltado al verla no se le notaran) C: Hola (saludó también Cruz) E: Buenos días (respondió la enfermera mirando a Cruz sonriendo) C: ¿Vas a trabajar? (preguntó la médico. La confusión de la enfermera fue evidente) E: Eh... no. Estaba por aquí cerca y... (sus ojos viajaron hasta el rostro de Maca pero los retiró inmediatamente) C: Nosotras íbamos a desayunar, hemos terminado ahora. ¿Te apuntas a un café? (invitó Cruz) E: Si no os importa...

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M: ("¿Importarnos? dios mío, que me va a importar, me acabas de alegrar la mañana, ¿la mañana? ¡El día! y seguramente la semana entera. ¿Que hacías aquí? ¿Venías a verme? ¿Para que? o igual realmente pasabas por aquí... Me da igual, sea por lo que sea, verte es una buena forma de empezar el día") pensaba Maca mientras ella y las otras dos mujeres entraban en un bar. Se acomodaron en una mesa y el camarero se acercó a tomarles nota de lo que querían tomar C: Yo un café con leche, un donuts y una tortita con chocolate (pidió Cruz provocando la sonrisa de Esther y Maca) M: Yo un café con leche y un donuts (fue el pedido de Maca) E: Yo un café con leche solamente (pidió Esther. Maca la miró) M: ¿Solo? ¿No quieres comer nada? (le preguntó, Esther negó con la cabeza, Maca insistió) mira tienen un bizcocho con chocolate que tiene una pinta buenísima, con lo que a ti te gusta el chocolate E: No, con el café basta (El camarero asintió y se marchó) M: Deberías comer algo (le dijo la pediatra sin mirarla, totalmente concentrada en el servilletero que tenía delante) E: Ya he tomado algo en casa, además tengo el estomago algo revuelto esta mañana C: ¿Te encuentras mal? la verdad es que no tienes buena cara, y perdona que te lo diga (preguntó Cruz) E: No, no, estoy bien, he pasado mala noche pero ya estoy mejor. Supongo que comí algo que me sentó mal (murmuró la enfermera) La médico y la pediatra intercambiaron una mirada C: ("Anda que... Maca que me dice que no hay novedades... luego resulta que la ha besado y todo, y ahora aquí esta la pobre, hasta con dolor de estomago... Aquí hay mucho que contar Macarena... ya te vale" pensaba Cruz) M: ("Ha pasado mala noche y se presenta aquí... Ay Maca... no te pongas nerviosa. ¿No querías verla? pues aquí está. Y seguro que ha venido a hablar conmigo... Dios ¿qué ira a decirme? seguro que me manda a freír espárragos, tú y tu estúpida idea de besarla... ahora te fastdias y apechugas con lo que ella decida. Pero eso no es justo. Quizá no, pero justo o no, sabes que harás lo que ella quiera") Maca estaba sumergida en sus pensamientos mientras Cruz y Esther hablaban ante el desayuno que ya les había sido servido. La pediatra miró a Esther de reojo, luego volvió a sumergirse en su mente M: ("No sé si quiero hablar con ella ¿¿¿Que dices??? ¡claro que quieres hablar con ella, lo estás deseando! Sí, pero no sé si lo que me va a decir me va a gustar. Tal vez no, pero al menos la has visto... Y sea lo que sea lo que diga tú te beberás sus palabras y sean buenas o malas las grabarás en tu memoria para sacarlas cuando estés sola y te las repetrás una y otra vez. Recordando cada entonación, cada palabra...") 60

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C: ¿Maca? M: ¡Eh? ¿que...? (la pediatra volvió a la realidad. Cruz y Esther la miraban) perdonar me distraje C: Ya se nota ya (la médico la miro divertida) te decía que me voy M: ¿Cómo que te vas? ¡ No puedes irte! (exclamó la pediatra asustada ante la idea de quedarse sola con Esther) Eh... no has terminado de desayunar C: Ya, es que no me acordaba que Rodolfo tenía que ir a un sitio temprano. Estará esperando que yo llegue para irse. Terminar de desayunar vosotras. Un placer volver a verte Esther E: Lo mismo digo Cruz (respondió la enfermera) C: Te llamo luego Maca (dijo la médico, guiñándole un ojo sin que Esther la viera y alejándose con el donuts en la mano y con una sonrisa traviesa en el rostro) M: ("Anda que no te se ha notado guapa" pensó Maca viéndola alejarse. Luego miró brevemente a la enfermera antes de hundir los ojos en la taza que tenía delante. Removió el café inquieta, sin decir palabra. La enfermera también permanecía en silencio, soplando sobre la taza. Tras unos segundos Maca la miró. Esther permanecía con la cabeza gacha, al parecer completamente concentrada en el humeante liquido. Su mirada se alzó y se quedó prendida a la de la pediatra. Tras unos segundos de silenció Maca trago saliva y sacando valor de quien sabe donde le preguntó) M: Has venido a hablar conmigo ¿verdad? E: Sí (murmuró la enfermera) De nuevo se hizo el silencio y ambas mujeres bajaron la mirada. Maca sintió la garganta repentinamente seca, tomó la taza para dar un sorbo al café pero sus manos temblaban tanto que decidió no levantar la taza por temor a que le se cayera y sus nervios fueran evidentes. Atacó al donuts que parecía más seguro, necesitaba tener las manos ocupadas, hacer algo. Masticó mecánicamente hasta que oyó un suspiro de la enfermera. La miró mientras tragaba con una dificultad que nada tenía que ver con lo que comía. La enfermera se frotaba las sienes con los dedos y tenía los ojos cerrados. Maca se sintió culpable de verla así, sin duda la enfermera estaba acusando lo sucedido M: Esther... yo... lo siento E: No, soy yo la que tiene que disculparse Maca M: No, siento haberme pasado el otro día, no quería molestarte. Y te prometo que. E: No me molestaste Maca, de verdad. No es eso... M: Pues cualquiera lo diría (musitó la pediatra apartando su mirada y fijándola en el servilletero que tenía delante y con el cual empezó a juguetear) de verdad que lo siento, no pretendía ofenderte, ni hacerte sentir mal E: Maca, por favor (la enfermera le tocó el brazo pidiéndola que la mirara, y la pediatra así lo hizo. Esther le dirigió una leve sonrisa a la cual la pediatra no pudo responder pues se 61

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había quedado muda al ver los ojos de la enfermera ligeramente humedecidos) déjame hablar por favor M: Perdona.. E: Ante todo... siento no haberte llamado ayer como seguramente esperabas M: No tenías ninguna obligación de llamarme Esther y lo sabes E: No, no tenía obligación de llamarte y no te pido perdón por eso. Te pido perdón porque de verdad quería llamarte y no lo hice. Estaba super confundida Maca. Tu... tu... tu beso me dejó muy descolocada. Al principio me molestó, no te lo voy a negar (Maca volvió a bajar la mirada, Esther no insistió en que la mirara, sería más fácil seguir si no tenía aquellos ojos fijos en ella) Pero no me molestó el beso... no sé como explicarte... me molestó todo lo que me hiciste sentir. Sentí tantas cosas, que ni me reconocía. Y eso me asustó y me confundió M: Yo no quería... (la pediatra empezó a hablar pero de nuevo la mano de la enfermera se posó en su brazo) E: Déjame terminar... Maca yo... no sé que es esto que me haces sentir. O quizás lo sepa y lo niegue o... no sé. Nunca me había pasado esto con una mujer Maca. Y no puedo evitar sentirme confundida y asustada. No ya por mí... Es más por ti, temo hacerte daño. M: Esther ¿daño?... perdona no sé si te estoy entendiendo (murmuró Maca sintiendo que su corazón se subía a su garganta) E:... Yo... Me gusta estar contigo y... y me gusto el beso (Maca apenas podía creer lo que estaba oyendo, sintió unas inmensas ganas de sonreír pero se contuvo esperando que la enfermera terminara de hablar) pero estoy muy confundida. Yo... quiero estar contigo pero a la vez tengo muchas dudas porque esto es nuevo para mí. Yo... no sé si... Maca la contempló dejando por fin asomar la sonrisa que estaba conteniendo. Ya había oído suficiente y ver a Esther tan nerviosa era algo que no podía soportar. Decidió ayudarla M: Esther... creo que ya te he entendido (le dijo apretándole la mano que la enfermera tenía sobre su brazo) E: ¿Sí? M: Sí. Y sé como te sientes, tranquila. Es normal E: Maca no quiero hacerte daño. Quiero estar contigo y... y estar cerca pero... me da miedo. Me da miedo que luego no resulte y... que... que te falle cuando... M: Esther, no pienses eso. Te entiendo, pero no lo pienses. Y a mi no me haces daño, pase lo que pase estar contigo ya me hace feliz. Lo que tenga que ser será ¿vale? E: Pero eso no es justo, yo no puedo asegurarte que... bueno que me guste todo... ya sabes Las risas de la pediatra resonaron por todo el local haciendo que la gente las mirara. Las mejillas de la enfermera se ruborizaron M: Esther no pienses en eso. Si solo te he dado un beso... aunque de verdad que me encantaría darte otro ahora mismo (Maca le acarició la mejilla)

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E: A mí también me gustaría (murmuró casi sin voz la enfermera mientras volvía a sonrojarse mirando a la gente que había en el bar. La pediatra entendió y sintió que se deshacía de ternura y le dio escape a tanto sentimiento besando la mano de la enfermera. Se miraron, la timidez se apodero de ambas. Fue Maca la que dijo) M: ¿Nos vamos? E: Sí Se levantaron y Maca, sin soltar la mano de la enfermera, se acercó a la barra a pagar. Abandonaron el bar sin hablar. Maca sonreía ampliamente y Esther se aferraba a su mano con fuerza. Ya en la calle, la pediatra metió sus manos unidas en el bolsillo de su abrigo y empezaron a andar, la una muy cerca de la otra, sin decirse nada. Esther, después de su confesión parecía no tener nada más que decir, se limitaba a caminar y a mirar de vez en cuando a la pediatra. Ésta sonreía. Recordaba que apenas un rato antes pensaba que la enfermera no podía ni verla. Y ahora la tenía caminando a su lado, con su mano en la suya y con aquella dulce expresión en los ojos. Aún le costaba creer que la enfermera realmente le hubiera dicho todo aquello, que estuviera dispuesta a intentarlo. Sabía que no era fácil y la admiraba por ello. Era normal que tuviera dudas, pero ya se encargaría ella de ayudarla a ir disipándolas. Sabía que tendría que ser paciente y estaba plenamente dispuesta a ello. Aquella mujer que caminaba a su lado le había calado hondo y no pensaba dejarla escapar. Al menos haría todo lo que pudiera para evitarlo. La miró y sus ojos se cruzaron con los de Esther que en ese momento estaba mirándola. Ambas sonrieron tímidamente. Maca le apretó la mano M: ¿Tienes frío? (le preguntó) E: No, estoy bien M: Y ¿María? ¿la has dejado en tu casa? E: No, se la he llevado a mi madre. Ya lo he hecho alguna vez, se llevan muy bien M: No lo dudo, ¿quieres ir a buscarla o...? E: Le dije a mi madre que la recogería a la hora de comer. Yo... prefería hablar contigo a solas y no sabía cuando te encontraría y lo que tardaría en decírtelo (murmuró la enfermera provocando una nueva sonrisa en la pediatra) M: Vale, entonces tenemos toda la mañana. ¿Que quieres hacer? E: Nada, tú tienes que irte a dormir que has estado toda la noche trabajando. Te vas a casa y descansas M: Esther, ¿de verdad crees que podría dormir ahora? Créeme, ahora podría hacer mil cosas pero dormir no es una de ellas (le dijo deteniéndose y mirándola. Esther volvió a bajar la mirada mientras una sonrisa se pintaba en sus labios. La pediatra la abrazó y le murmuro al oído:) lo que más me apetece, lo que necesito ahora mismo es besarte... El rostro de la enfermera se alzó y miró a la pediatra con una muda invitación. Maca vio aquellos labios entreabiertos ante ella y se sintió desfallecer M: ¿Estas segura? (le preguntó pegándose más a ella) 63

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Esther asintió con la cabeza y Maca ya no necesito nada más. Temblorosa acercó sus labios hasta que rozó levemente los de la enfermera, luego apoyó su frente en la de ella y miró sus ojos que estaban cerrados. Esther los abrió. Notó la mirada de la pediatra, su aliento rozando su boca, su cuerpo pegado al suyo trasmitiéndole un delicioso calor que amenazaba con abrasarla... volvió a cerrar los ojos mientras se mordía los labios. Al instante notó la mano de la pediatra en su mejilla tocándola con extrema suavidad. Esther no sabía si aquella mujer quería torturarla o le estaba dando tiempo, pero ella, simplemente no podía esperar más. Así que con un gemido acortó los milímetros que las separaban y pegó su boca a la de la pediatra celebrando la suavidad de aquellos labios. Durante unos segundos los labios se aprendieron, se reconocieron, se exploraron tímidos, anhelantes, curiosos hasta que Maca sintió que le fallaban las fuerzas y se aferró a ese cuerpo más estrechamente. Sus manos viajaron hasta la espalda de la enfermera y la pegó más a sí misma al mismo tiempo que su lengua invadía aquella hasta el momento desconocida boca. Por un instante temió que Esther la rechazara, pero no fue así. A principio la recibió tímida pero luego no dudo en unir su lengua a esa dulce lucha. Tras unos segundos con un gemido, Maca se separó y apoyándose nuevamente en la frente de la enfermera le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa M: ¿Estas bien? E: Sí... (respondió Esther) La pediatra la abrazó y besó uno de sus hombros para luego hundir la cabeza en su cuello. Allí sumergida, con el cuerpo de la enfermera adosado al suyo, con su olor invadiendo sus sentidos, la pediatra pensó que aquel era uno de los momentos por los cuales la vida merecía ser vivida. Sonrió. Se separó un poco de la enfermera, la sonrió, dejo un nuevo y breve roce en sus labios y tomándola nuevamente de la mano le susurro M: Vamos, vas a coger frío Continuaron andando. Maca acariciaba con sus dedos la mano de la enfermera que tenía entre las suyas. Tenía aún en su boca el sabor de los labios de la enfermera y aún siendo su primer beso compartido, ya estaba plenamente rendida a las sensaciones que habían invadido todo su cuerpo cuando aquella boca se había unido a la suya nublándole la razón. La certeza de que nunca se cansaría de aquel sabor se había adueñado de ella con la fuerza de un cañonazo. Y ella estaba encantada, paseaba de la mano de la enfermera con una sonrisa bobalicona en el rostro. Se extrañaba que la gente no se parara a ver su cara de dicha. Miró a la enfermera para decirle M: ¿Dónde le apetece ir señorita? E: A ningún sitio. Tienes que irte a dormir, ya te lo de dicho antes M: No, yo no quiero irme a dormir E: Maca, que has estado toda la noche de guardia, y yo sé lo que es eso 64

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M: No, no quiero separarme de ti tan pronto (murmuró la pediatra con voz tenue) E: Maca por favor... (insistió la enfermera, la pediatra negó con la cabeza) anda, no seas tonta. Mira, te vas a casa, descansas y luego te vienes a comer a casa. Y no se hablé más, hazme caso. Prometo hacer algo bueno de comer M: Hum... No hace falta que hagas nada, puedo comerte a ti (dijo con voz insinuante Maca, provocando que Esther se ruborizara de nuevo) E: Como eres... M: Vale, vale, me conformare con unos macarrones (Aceptó Maca, realmente estaba cansada y la idea de comer con la enfermera era demasiado tentadora como para negarse) La pediatra se empeño en acompañar a Esther a su casa, luego ella se iría a la suya y regresaría a la hora de comer. El paseo hasta el portal fue corto, demasiado corto para esas dos personas que disfrutaban de estar juntas, simplemente así, juntas E: Bueno, te espero luego ¿vale? (preguntó la enfermera, la otra asintió en silencio) ahora a casa y descansa, por favor Maca la miraba sin decir nada, y ella no podía evitar sentirse algo intimidada. Vio como la mano de la pediatra se acercaba a ella para colocarle un mechón de pelo, y dejar un leve roce en su cara M: Me encanta acompañarte a casa... (murmuró Maca en su oído) y más ahora....que podré despedirme de ti con un beso No la dio tiempo a reaccionar a estas palabras, en cuanto las dijo buscó sus labios con anhelo. La enfermera respondió al beso con fervor. No sabía que tenía aquella mujer que la hacía vibrar como nunca en cuanto la rozaba. El beso acabó pero Maca alargó el momento besando todo su rostro. Finalmente, tras estrecharla entre sus brazos, se separó M: Bueno... me voy. Luego vengo E: Si, te espero. Anda a la cama (le dijo Esther, en la cara de la pediatra asomó una sonrisa picara) M: Hum... a la cama... ¿eso es una invitación? (le preguntó) E: Eres... eres imposible (gruño Esther con una sonrisa dándole un pequeño puñetazo en el estomago. La pediatra se rió con ganas) anda, descansa M: Sí, hasta luego guapa (Maca rozó sus labios con un beso y se alejó feliz. Esther entró en el ascensor. Vio su reflejo en el espejo del pequeño habitáculo y no le sorprendió nada verse con los ojos brillantes y una sonrisa deslumbrante) Maca andaba hacía su casa con pasos ligeros. El corazón le latía tan fuerte que parecía que en cualquier momento se le saldría del pecho. Sentía deseos de parar a la gente que se cruzaba con ella y decirles lo feliz que estaba. ¿Acaso no se lo leían en la cara?. Seguía 65

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andando. Dudaba si irse a casa o no. Sabía que era lo mejor, que tenía que descansar. Pero se veía incapaz de meterse en el estado en que estaba en el silencio de su habitación. Sonrió, alguien había que la escucharía. Sacó su teléfono del bolso y marcó un numero. Su sonrisa se hizo más ancha al oír la otra voz M: Hola Cruz (...) ¿estabas dormida? (...) jajaja comiendo claro. (....) Ay Cruz... la acabo de dejar en su casa (...)... bueno... me ha dicho que le gusto Cruz, ¡le gusto! y quiere intentarlo... (...) te lo juro (...) jajaajaa eres una maruja muy cotilla (...) vale, vale... si, nos hemos dado un beso... y que beso Cruz (...) pues si, supongo que tienes razón, estoy enamorada o empiezo a estarlo, y me encanta... Maca siguió contándole a su amiga todo lo sucedido y como se sentía hasta que llegó a su portal. Subió a su casa, y tras poner el despertador para que no se le hiciera tarde para ir a la comida, se dejó caer en la cama y cerró los ojos. Estuvo recreando en su mente todo lo sucedido aquel día una y otra vez hasta que el sueño se apoderó de ella borrando todo. Todo menos la sonrisa que la acompaño en su sueño Esther miró el reloj por enésima vez. Hacía un rato que Maca la había llamado para decirle que ya iba camino de su casa y no podía evitar esos leves nervios que la habían invadido. No, no eran nervios. Nervios los que había tenido el día anterior, debatiéndose en mil dudas. Todo aquello era nuevo para ella. No sabía muy bien como expresar todo lo que sentía. Lo que sí sabía era que la persona que estaba a punto de llegar a su casa le gustaba. Se sentía bien, muy bien, teniéndola cerca. Y por una vez había decidido hacer lo que sentía dejando a un lado lo "correcto". Pero no sabía muy bien como actuar. Cuando la pediatra estaba con ella la timidez la invadía. El timbre sonó haciendo que su corazón se acelerara. Se echó una ultima mirada al espejo y haciendo profundas inspiraciones para relajarse fue a abrir. Cuando abrió aquella puerta se quedó momentáneamente muda. No supo si su repentina falta de habla fue por la sonrisa que la pediatra lucía, si por verla enfundada en aquellos vaqueros y jersey negros que se ajustaban a su cuerpo con insolente precisión, o por el enorme ramo de flores que llevaba en las manos M: Hola (saludó Maca arrastrando las palabras) E: Hola (respondió la enfermera) M: Toma... (Maca le entregaba el ramo de flores) E: Maca no tenías que haber... M: Ya, pero me apetecía, pensé en traerte chocolatinas pero... E: Anda pasa... (La pediatra entró y la enfermera cerró la puerta. Sonrió a la pediatra y olió las flores) Son preciosas Maca la observó. Pensó que estaba preciosa así, con el rostro medió oculto por las flores y con esa sonrisa asomando en su boca. Estaba deseando besarla pero se contuvo, no

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quería agobiarla. Prefería ir despacio y que la enfermera se fuera sintiendo cómoda en cada paso M: ("Aunque igual debería acercarme y besarla. Es lo normal, un beso como saludo. Normal no sé si es pero que me apetece... No, Maca, tranquila") Esther a su vez, mientras olía las flores la miraba, sumida en sus propios pensamientos E: ("Uff flores... el tempo que hacía que nadie me regalaba flores... pero no me ha dado ni un beso. Igual está esperando que se lo de yo ¿no?") M: Eh... ¿nos vamos a quedar en la puerta? (preguntó Maca) E: No, no, claro que no pasa ( Esther empezó a andar hacía el interior de la casa. Al instante la mano de la pediatra agarró su brazo) M: Espera... (la enfermera se volvió a mirarla interrogante, la pediatra le dijo en voz muy baja) no te he saludado... hola. Y se acercó a ella para dejar un beso en su mejilla, muy cerca de su boca. Esther se miró en aquellos ojos y atraída por un invisible imán se acercó a esos labios que la reclamaban en silencio, dejando en ellos un suave beso E: Hola (la saludó) Luego volvió a andar hacía el interior de la casa. Maca se quedó allí parada unos segundos sonriendo tontamente M: ("Me encanta... me encanta" suspiró y siguió a la enfermera, obligándose a despegar la mirada del rítmico movimiento de sus caderas) Esther se dirigió a la cocina, sintiendo a la pediatra tras ella. Sentía su mirada en ella y tenía que reconocer que se sentía halagada. Buscó en la cocina un jarrón donde poner las flores. Buscando, encontró uno en el armario más alto. Poniéndose de puntillas solo conseguía rozarlo pero no conseguía cogerlo. Oyó una suave risa detrás suya y antes de que pudiera darse la vuelta unas manos se cogieron a su cintura. Maca se apoyó ligeramente en su espalda, haciendo que sus cuerpos entraran en pleno contacto M: Déjame que te ayude (le susurró en el oído, quemándola con el calor de su aliento. Estiró el brazo para coger el jarrón pero no llegaba. Se pegó más a la enfermera) no llego... perdona Esther se sentía marear. El susurrante tono de voz de la pediatra, sus piernas medio enredadas con las suyas, su cadera pegada a la suya, la tortura de su torso rozando su

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espalda, aquellos mechones de pelo acariciando su cuello... Cerró los ojos al tiempo que se mordía los labios. "¿Cómo conseguía aquella mujer que la deseara tanto?" M: Ya... Maca por fin tenía el jarrón en su poder. Lo dejó en la encimera, justo delante de la mano que la enfermera tenía allí apoyada. Tras dejar el jarrón, sin mediar palabra y sin despegar su cuerpo del de la enfermera, la mano de Maca viajó hasta la de Esther. Dibujó la silueta que los dedos de la enfermera marcaban sobre la fría superficie, luego la leve caricia fue ascendiendo entreteniéndose en la muñeca. Tras unos segundos los dedos de la pediatra siguieron ascendiendo. Con lentitud, acompañada de mucha suavidad, la caricia subió por el brazo de la enfermera mientras que la otra mano de Maca buscaba apoyó en el estomago de Esther que se dejaba hacer. La caricia dibujó el brazo, ascendió hasta la clavícula, y al llegar al cuello retiró el pelo que ocultaba esta zona. La piel que quedó al descubierto, fue inmediatamente cubierta por los labios de la pediatra provocando un suave gemido de la dueña del cuerpo que tenía entre los brazos. Maca dejó de besar y sonrió. Se acercó al oído de Esther y le susurró: M: ¿Estas bien? (ella solo pudo asentir con la cabeza) Maca volvió a perderse en aquel hueco, volvió a saborear aquella piel con sus labios mientras que su mano descendía por el brazo de la enfermera y entrelazaba sus dedos con los de ésta, estrechándolos. No tenía ninguna intención más que la de sentir a la enfermera pegada a ella, saborear un poco el calor de aquel cuerpo y disfrutar del elixir de aquella boca. No quería asustar a la enfermera y se dijo a si misma que iba a parar ya, antes de no poder parar sus deseos M: ("Sí... ya paro... solo un poco más..." pensó mientras dejaba de besar aquel cuello para morderlo ligeramente, provocando un nuevo gemido en Esther. El pulsó de la pediatra se aceleró aún mas y sus labios ascendieron hasta la oreja de la enfermera que también fue debidamente besada y mordida. Esther, ante este nuevo ataque, apretó la mano de la pediatra y se echó hacía atrás, buscando un contacto más intenso con su cuerpo. Maca pensó que estallaba) M: Esther... necesito besarte... Le susurró al tiempo que sus manos la invitaban a darse la vuelta. La enfermera se giró, obedeciendo así a su propio deseo. Quedaron frente a frente, aún pegada la una a la otra. Maca acarició la mejilla de la enfermera, ésta suspiró. La pediatra quería alargar el momento pero no podía. Buscó ansiosa aquella boca en la que sabía que podía perder la poca cordura que le quedaba, pero no le importo. Aquellos labios le quitaban la razón pero le daban la vida. Una deliciosa vida a la que ella se aferraba gustosa. Recorrió con su lengua aquella boca, despacio, saboreándola, disfrutándola, dejando en cada rincón 68

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fragmentos de su deseo. Sus brazos rodearon la cintura de la enfermera, creando una dulce cárcel que sirvió para atraerla más hacía si, y para que Esther lanzara al aire un hondo gemido. Maca, al oírla, pensó que era un sonido de protesta, que la enfermera intentaba indicarle que se estaba pasando. ¿Pero si se estaba pasando porque seguía la enfermera pegada a su boca como a fuego?. Aún así, disminuyó la intensidad del beso y con esfuerzo empezaba ya a separarse cuando sintió las manos de Esther en su cara impidiéndole la huida. La enfermera la besaba con ansia y ganas haciendo que la sangre le quemara en las venas. Esta vez fue Maca la que gimió mientras sus manos recorrieron ansiosas la geografía de la espalda de la enfermera como buscando allí algo a lo que aferrarse para no ahogarse en el mar de calor que la invadía. Sus dedos parecieron cobrar vida propia y hastiados de tocar la fría tela de la camisa de la enfermera, indagaron debajo de ésta hasta encontrar lo que buscaban; la cálida piel M: Esther... (susurró Maca ebria de tanto sentimiento como se agitaba dentro de ella mientras sus manos seguían explorando la espalda de la enfermera, avanzando peligrosamente hacía la zona del estomago) M: ("Maca, para... para... vas demasiado rápido... no lo estropees. Tú no quieres solo sexo con Esther... para...") Este pensamiento entró en la mente de la pediatra sin saber muy bien como ni porque. Y sabía que era cierto. O paraba ya o haría algo de lo que a lo mejor luego se arrepentiría. Fue descendiendo la intensidad del beso, hasta convertirlo en una suave caricia. Finalmente abandonó aquel paraíso húmedo y apoyó su frente contra la de la enfermera. Vio aquellos ojos teñidos de deseo y confusión. Sonriendo le acarició a mejilla para decirle: M: Ufff... vaya La enfermera la miraba intentando controlar su respiración, Maca la volvió a abrazar estrechamente y le beso repetidas veces el cabello. Tras unos segundos la enfermera, sin salir de ese abrazo, habló E: Maca.. M: ¿Sí? Dime. E: Yo... gracias M: ¿Gracias? ¿por? E: Por parar... sé porque lo has hecho y te lo agradezco M: Mira... (Maca cogió una mano de la enfermera y se la puso en su pecho, a la altura de su propio corazón) ¿lo notas? E: Sí... (respondió Esther sin entender) M: Pues esto me lo provocas tú, esto y mucho más... pero quiero hacer esto bien Esther... no quiero hacer nada de lo que no estés plenamente segura. Me importas mucho como para eso, de verdad 69

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E: Yo... (Esther se estrechó contra ella sin saber que decir) M: Tú... tú y yo vamos a comer ¿vale? E: Sí... M: Vale... ¿estás bien? (la enfermera asintió) perfecto, entonces veamos que hay de comer E: La comida ya esta casi hecha, falta poner la mesa M: Pues si te parece la pongo yo y mientras pones esas flores en el jarrón (propuso la pediatra señalando con la cabeza el ramo y el jarrón que habían quedado olvidados sobre la encimera. Compartieron una sonrisa) E: Vale (aceptó Esther) M: ¿Donde tienes los cubiertos? (preguntó la pediatra aún pegada a ella) E: Allí, en el segundo cajón (la enfermera hizo ademán de separarse pero Maca la detuvo) M: Espera... ¿y los vasos? (se resistía a separarse de aquel cuerpo) E: En el armario de encima del fregadero (nuevamente Esther quiso salir de aquel abrazo para ir a terminar de hacer la comida pero de nuevo le fue imposible) M: Hum... ¿y los platos? (inquirió de nuevo la pediatra besándola en la sien) E:... eres imposible... ¿no me vas a dejar irme? M: Es que se está tan bien aquí... (suspiró Maca escondiéndose en su cuello) E: Si quieres nos quedamos así y dejo la lasaña en el horno M: ¿Lasaña? ¿Has hecho lasaña? (la enfermera asintió, Maca la soltó por fin) Lasaña... ¿donde dices que estaban los cubiertos? Esther sonrió y le dio un azote con un trapo. Encendió el horno y mientras la lasaña terminaba de hacerse empezó a preparar una ensalada. La pediatra entraba y salía de la cocina para coger las cosas que le hacían falta para poner la mesa, aprovechando cada incursión que hacía a la cocina para acercarse a la enfermera. Le besaba la mejilla, se abrazada a su espalda unos segundos y la observaba trabajar, le daba una palmada en el trasero... cualquier cosa con tal de tocarla, de hacerla sentir que estaba allí. Como si a Esther se le fuera a pasar por alto M: Ya está (anunció la pediatra poniéndose a su lado) E: Y esto casi también, solo falta ponerle las aceitunas y ya está Esther estaba abriendo un bote de aceitunas, cogió una y se la ofreció a Maca. Ésta abrió la boca en clara señal de aceptación y aprovechó cuando la enfermera le metió la aceituna en la boca para morderle ligeramente los dedos. Esther sonrió E:Anda llévate esto a la mesa, que voy a sacar la lasaña (La enfermera tomó una aceituna y se la ofreció de nuevo a Maca pero cuando ésta abrió la boca la enfermera no dudo y se la comió ella. Maca con la vista clavada en sus labios la vio comérsela. Esther le entregó el plato a la pediatra) M: Tiene que estar buenísima así E: Anda tonta, solo es una ensalada (dijo la enfermera) 70

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M: Yo no hablaba de la ensalada... hablaba de la aceituna en tu boca (respondió Maca saliendo de la cocina con la ensalada en las manos y dejando a Esther sin habla) Suspirando sacó la lasaña del horno y la llevó a la mesa donde la esperaba Maca abriendo una botella de vino. Mientras la enfermera tomaba asiento la pediatra sirvió dos copas y le entregó una. Esther bebió notando como Maca la miraba y sonreía, y siguió así mientras ella servía la lasaña. Maca también se sentó y empezaron a comer. Al final la enfermera se rindió a esa mirada, a esa sonrisa y preguntó: E: ¿Pasó algo? M: No, ¿por? E: No sé... tienes una cara así como... como si te hubiera tocado la lotería M: Bueno... lo ha hecho, no económicamente pero lo ha hecho (respondió Maca mientras se introducía un trozo de lasaña en la boca y la miraba significativamente) La enfermera no pudo responder E: ("¿Cómo puede decir esas cosas y quedarse tan tranquila? Como si me hubiera dicho cualquier cosa. ¿No ve lo que me provoca con las cosas que me dice? me hace sentrme tan... tan...") M: Hum... la lasaña está buenísima Esther (alabó la pediatra sacándola de sus pensamientos. No supo que responder, solo la miró. Maca pasó su mano por encima de la mesa, acarició la de enfermera y añadió) cocinas muy bien... todo un premio, lo que yo decía E:("Tan especial... me hace sentr especial..." suspiró internamente la enfermera viéndose reflejada en aquellos ojos) La comida trascurrió acompañada de una charla donde aprendieron más la una sobre la otra. Disfrutaron compartiendo más sobre ellas mismas, conociéndose. Tras la comida se fueron a tomar el café al salón y a esperar a María. Finalmente la madre de Esther le había dicho que la llevaría después de que comiera. Decidieron ver la tele un rato y descansar hasta que la niña llegara. Se sentaron una junto a la otra, sin tocarse. Esther buscaba inútilmente un canal en el cual ver algo interesante. Cambiaba de canal una y otra vez. Al final encontró una película que parecía interesante y dejó el mando sobre la mesa M: Pues vaya (gruñó la pediatra mirándola) E: ¿No te gusta? es que no hay nada más... Esther se inclinó para volver a coger el mando, dispuesta a buscar hasta encontrar algún canal que le gustara a la pediatra y borrar esa expresión de disgusto de su rostro. Antes de llegar a su destino su mano fue atrapada por la de Maca que le dijo

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M: No me quejo del canal... me quejo de lo lejos que estás de mí (y dándole un ligero tirón de la mano la acercó a ella hasta conseguir tenerla en sus brazos) Así mejor ¿no? Esther asintió y suspirando se estrechó contra ella mientras los brazos de la pediatra se ceñían a su cuerpo. No hablaban. Maca miraba la película y de vez en cuando dejaba un beso en la cabeza de Esther. Esta a su vez intentaba centrarse en la película pero apenas podía, plenamente concentrada en pensar cuanto tardaría en volver a sentir ese cariñoso contacto sobre su pelo. Pocos minutos después se quedaba durmiendo. Maca, al sentir su acompasada respiración la miró a la cara y comprobó que dormía. Sonrió y la estrechó un poco más contra si. Mientras observaba aquel rostro sumergido en la paz del sueño la ternura la invadía. Con mucha suavidad, temiendo despertarla, le rozó la cara, dibujando aquellas facciones que estaba empezando a amar. Aún en sueños, la enfermera gimió levemente y se agito al contacto de aquellos dedos. Viendo aquellos labios entreabrirse Maca sintió como el fuego del deseo prendía dentro de ella con la misma rapidez e intensidad que el fuego prende un montón de hojas secas. Sin poder contenerse se inclinó sobre ellos, rozándolos, buscando en ellos la calma. Pero el calor de aquella boca no solo no la calmó, sino que la incendió más, su deseo aumentó. Durante unos segundos el deseo y la cordura lucharon dentro de ella. Y cuando por fin la cordura parecía que ganaba, los labios de Esther empezaron a moverse bajo los suyos. Maca abrió los ojos y observó a la mujer que tenía bajo ella y ya no pudo más. La cordura desapareció y el deseo brotó de su interior a raudales. Le fue imposible ponerle puertas al sentimiento y mientras su mano se perdía en el pelo de la enfermera, mordió sus labios. Esther recibió su ataque echándole los brazos al cuello y murmurando su nombre E: Maca.. M: Esther... Susurró antes de buscar con su lengua la de la enfermera para unirlas en una incendiaria danza. Durante unos minutos solo se comunicaron mediante besos. Ninguna quería ni podía parar. La pediatra sintió la necesidad de usar otro lenguaje, otra forma de expresarle a la enfermera todo lo que sentía por y con ella. Sus manos, que habían permanecido casi inertes, perdidas en el cabello de la enfermera, empezaron a descender ansiosas, deseosas de recorrer y aprender ese cuerpo. Se deslizaron por el rostro, donde se detuvieron en las mejillas levemente antes de seguir descendiendo. Se perdieron por el cuello provocando con su roce que la enfermera se estremeciera y gimiera sin abandonar los labios de Maca. Luego, lentamente siguieron su camino y muy despacio, tentativamente, encontraron la protuberancia del pecho. Sin abandonar el beso Maca sintió que su pulso se paraba. Sus dedos se quedaron paralizados, su respiración se detuvo. Se separó levemente de la enfermera para mirarla. Ésta la miró y aquellos ojos reflejaban deseo y un punto de nerviosismo. La pediatra tragó saliva, y suavemente, sin dejar de mirarla a los ojos, empezó a acariciar aquella zona sintiendo el calor de la piel de la enfermera bajo la tela

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M: Es... ¿Estás bien? (preguntó a Esther, la enfermera a modo de respuesta levantó su mano hasta el rostro de la pediatra y le acarició la mejilla al tiempo que asentía) Maca pensó que no había vivido un momento tan hermoso como ese desde hacía mucho tiempo y se giró levemente para poder cubrir aquella mano de besos. Luego volvió a buscar sus labios que la recibieron con ansia. Los besos aumentaron su intensidad, las manos de la pediatra seguían acariciando arrancando gemidos de la garganta de la enfermera. Y entonces las manos de Esther dejaron de ser parte pasiva y navegaron por aquel cuerpo acariciando todo lo que podían abarcar. Maca tembló al notar aquellos dedos sobre su espalda, sobre sus nalgas, subiendo y bajando. Con la respiración agitada sus manos buscaron al borde del jersey que llevaba la enfermera y lo levantó ligeramente. Descendió por el cuerpo de la enfermera para besar la piel que había quedado al descubierto. El calor le quemaba los labios, le abrasaba los sentidos... De repente Esther se incorporó bruscamente e intentaba controlar el temblor de sus manos para colocarse la ropa. Maca se maldijo mentalmente M: ("Joder... me he pasado...") Esther... perdona... yo.. Esther se volvió hacía ella, con el rostro completamente rojo de rubor E: Maca... el timbre... seguro que es mi madre que trae a María (le dijo) La pediatra no entendía nada hasta que el timbre sonó de nuevo, entonces entendió y se apresuró a colocarse la ropa y a peinarse. Esther ya estaba junto a la puerta hablando por el telefonillo. Luego regresó junto a ella. No hablaron, quedaron en silencio intentando relajar sus respiraciones. Al momento María y su abuela entraban en la casa. La niña saludó a ambas y tras contarles atropelladamente lo que había hecho en casa de su abuela se dirigió a su habitación. A jugar con la muñeca que ésta le había regalado. Esther presentó a Maca a su madre. Encarna, que así se llamaba la mujer, aceptó quedarse a tomar un café. Esther se fue a la cocina a prepararlo. Desde la habitación María reclamó la presencia de su abuela y ésta acudió tres excusarse con Maca. La pediatra, en cuando la mujer dejó la habitación, voló hasta la cocina en busca de la enfermera. La encontró preparando la cafetera. Se acercó a ella y deslizo un dedo por sus hombros M: Cariño... (le susurró, la enfermera se quedó paralizada y cerró los ojos. La pediatra al verlo, se preocupó y le pregunto) yo... ¿qué pasa? ¿estás bien? E: Si... es... es la primera vez que me llamas así M: Y... ¿ te molesta? E: No... me gusta... me gusta mucho (confesó la enfermera. Ambas sonrieron) M: Cariño... ¿quieres saber que me gusta a mí? Esther al ver los ojos de la pediatra intuyó que la respuesta sería muy del estilo de la pediatra. Algo que seguramente la dejaría sin habla, y aún así no pudo evitar preguntar 73

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E:... ¿Qué?... M: Tú, y ese sabor a canela que tiene tu piel... me encanta (le respondió arrastrando las palabras. Luego miró hacia el salón y al ver que nadie las podía ver le dejó un leve beso en los labios susurrando sobre ellos) guapa... Las voces de María y Encarna se oían cercanas, indicando que estaban ya en el salón. Maca fue a reunirse con ellas mientras Esther terminaba de hacer el café con una sonrisa en los labios Los días pasaron con la misma suavidad que caen las hojas en las tibias mañanas de otoño. Diana había vuelto de su viaje y se había llevado a su hija. Esther se reincorporado a su trabajo y pasaba, siempre que sus horarios coincidían, todo su tiempo libre con la pediatra. Eran días tranquilos, donde disfrutaban de la mutua presencia, días en los que se conocieron más, días en los que la complicidad entre ellas aumentó, salpicada con besos y algunas nerviosas caricias. Ambas disfrutando saboreando cada instante, cada sensación que les proporcionaba estar juntas. Aquella relación se estaba cimentando sobre sólidas bases de ternura, compañía, complicidad y deseo. Maca deseaba dar un paso más, no podía evitar anhelar con intensidad conocer el cuerpo de la enfermera, reconocerlo, aprenderlo, recorrerlo, saborearlo, pero se contenía, dejando que Esther se acostumbrara a lo que sin ninguna duda estaba sintiendo. Cuando estaba con la enfermera disfrutando de las leves caricias que se regalaban, notaba cierto nerviosismo en ella. Y aunque aquellos nervios frenaban todo su deseo, Maca sentía mucha ternura. Sabía que algún día, esperaba que no muy lejano, aquellos nervios de la enfermera quedarían a un lado, y entonces ella se permitiría realizar su sueño de amar aquel cuerpo Esther por su parte, era plenamente consciente de que la pediatra le estaba dejando a ella el mando. Que cuando la tocaba sus manos le decían: "solo avanzaremos cuando tú quieras". Y reconocía que conque Maca estuviera sintiendo la mitad del deseo que ella sentía esto le tenía que estar costando verdadero esfuerzo. Y la enfermera solo podía quererla más por aquella paciencia y comprensión. Sobre todo cuando ni ella misma se entendía. Deseaba a la pediatra, se moría por descubrir lo que aquel cuerpo podía darle. A veces, cuando la pediatra la acompañaba a casa por las noches y luego se marchaba, ella sentía un deseo tan intenso que tenía que aferrarse a la almohada para no salir corriendo e ir en su busca. Pero ese deseo, esa necesidad iba acompañado de dudas y miedos que de momento ganaban la batalla. La enfermera no podía evitar preguntarse que pasaría cuando las caricias pasaran a ser más intimas. El miedo a cual sería su respuesta, a que sentiría, seguía rondándola Esther salió de la habitación de planta, revisando el informe y los medicamentos que tenía que suministrar a aquel paciente. Se detuvo en medio del pasillo para escribir unas notas 74

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en el informe. Estaba escribiendo cuando le pareció oír algo que le hizo cerrar los ojos. Aquella risa que se escuchaba proveniente de algún punto del pasillo se parecía tanto a la de Maca... Cerró los ojos E: ("Estas fatal" se dijo así misma sonriendo pero entonces la volvió a oír. No, aquello no era su imaginación. Abrió los ojos y miró a su alrededor, buscando. Su corazón se disparó al ver, al fondo del pasillo, en el puesto de enfermeras a Maca. Estaba hablando con una de sus compañeras y reía abiertamente. Las piernas de la enfermera, más que andar volaron a su encuentro) Enfermera: Mira, allí está La enfermera que estaba con Maca señaló en dirección a Esther que avanzaba por el pasillo. La pediatra se giró y al verla la sonrisa que lucía aumentó y en sus ojos se vio tal expresión de placer que Esther tuvo que aferrarse fuertemente a la carpeta que llevaba en las manos para no lanzarse sobre ella y besarla M: Hola (saludó la pediatra) E: Hola... ¿qué haces tú por aquí? M: Ya ves, es mi ratito para el café y he pensado que podía subir para cobrarme ese café que me debes. Si es que no estas muy ocupada (contaba Maca que aprovechando que estaba de espaldas a la otra enfermera y ésta no la veía, recorría el cuerpo de Esther con los ojos) E: Eh... ¿te debo un café? (Maca le hizo un gesto) ah... sí, sí es verdad. Pero ahora mismo no puedo, estoy con un paciente M: Ah... bueno, no importa Eva: Esther tranquila, yo te cubro (se ofreció la otra enfermera) E: Eva... no... Eva: Venga mujer, hoy por ti mañana por mí. Anda trae (la enfermera le arrancó el informe de las manos) veamos que hay que poner por aquí E: Gracias... no tardaré (agradeció Esther) Eva: - Tranquila, puedes tomarte media hora con total tranquilidad. Esto ya está controlado E: Muchas gracias M: Si, muchas gracias Eva (sonrió Maca a la chica, ésta les hizo un gesto y se alejó en busca de los medicamentos) M: Te has quedado muda (dijo Maca metiendo las manos en los bolsillos de su bata) E: No, solo sorprendida, no esperaba verte por aquí M: Mujer jajajjaa que solo trabajo cuatro plantas más abajo. Tenía un rato para el café y he dicho... Voy a buscar a la enfermera más guapa del hospital E: Y... ¿la has encontrado? (preguntó Esther sonriendo) M: Francamente no... a la más guapa del hospital no... he encontrado a la más guapa de España (murmuró la pediatra inclinándose levemente sobre ella) 75

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E: Que tonta eres... (suspiró Esther, Maca le dirigió una de esas sonrisas que la desarmaban) Aquí en planta no hay cafetería, solo maquina o podemos ir al cuarto de enfermeras. No esperes mucho lujo pero el café es bueno. O bajamos a la cafetería.. M: Me da igual el sitio, el café... La verdad, yo solo quería verte así que elige tú el sitio Nuevamente la enfermera se quedó sin saber que decir. Le hizo un gesto y la llevó a la sala de enfermeras. Mientras que Esther preparaba los cafés, la pediatra recorrió la habitación con la mirada; varias taquillas, un par de sofás, una mesa, una nevera, un televisor y la citada cafetera. Se sentó en el sofá y se dedicó a mirar algo que era mucho más atractivo a sus ojos, el cuerpo de la enfermera que estaba de espaldas a ella. Cuando Esther se giró con los cafés en las manos la pilló mirándola. Al reconocer en aquellos ojos el destello del deseo Esther sintió como el suyo brotaba intenso, violento, acelerando su pulso y su respiración. Se acercó a ella y le entregó una de las tazas, luego se sentó a su lado. Maca cogió la taza y con su mano libre buscó la de la enfermera para entrelazarlas. Dio un sorbo al café M: Hum... está muy bueno (alabó acariciando con sus dedos la mano de la enfermera. Ésta la miraba sin decir nada, plenamente concentrada en el escalofrío que esa mano le estaba provocando. La pediatra siguió hablando) ¿Terminas a las nueve no? yo a las 12. Menos mal que este fin de semana no trabajamos. Me alegra que ambas tengamos el finde libre E: Sí... (musitó Esther con voz queda) M: ¿Qué te pasa cariño?¿Estás cansada? (le preguntó preocupada, la enfermera negó con la cabeza) ¿Entonces? Estás tan callada. E: Nada... M: Nada, no, algo te pasa... cuéntamelo (pidió Maca tomándola por la barbilla y levantándole la cara) E: Necesito besarte ahora mismo (musitó la enfermera mirándola fijamente) Esta vez fue Maca la que se quedó muda y más aún cuando vio que su chica dejaba la taza sobre la mesa, vio como luego hacía lo mismo con la suya y tras incorporarse se dirigía a la puerta, una vez allí cerraba el pestillo con decisión mientras miraba a la pediatra. Ésta estaba totalmente alucinada de lo que estaba viendo y al ver que la enfermera se acercaba hacía ella con pasos lentos se pasó la lengua por los labios que se le habían resecado repentinamente M: ("Ay Dios... ayúdame" fue lo único que pudo pensar Maca antes de que Esther llegara a ella y atrapara sus labios) Si la pediatra tuvo tiempo de pensar que iba a ser un beso leve, se equivocó de pleno. La enfermera se sentó sobre sus piernas, enlazó las manos en el cuello de su chica y volcándose sobre ella atrapó sus labios con un beso hambriento, dejando salir toda la pasión contenida durante días. Mordió sus labios, los lamió y su lengua indagó en la de la pediatra sin descanso, recorriendo cada milímetro de aquella humeda cavidad. La pediatra 76

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se deshacía bajo aquel cuerpo que se estrechaba contra el suyo. Correspondía al ataque con el mismo fervor, encantada de ver así a la enfermera. Cuando creía que estallaría de deseo sintió que la boca de Esther abandonaba la suya y suspiró M: Si amor, mejor paramos que... Pero sus palabras fueron ahogadas por un gemido que ella misma exhaló al notar los labios de la enfermera en su cuello, exigentes, exploradores. La excitación recorrió su cuerpo a la velocidad de la luz y se quedó allí, justo donde los labios de la enfermera estaban saboreando su piel. Maca se mordió los labios intentando controlar los gemidos que amenazaban con salir de su garganta. La enfermera fue en su ayuda al unir de nuevo sus bocas "Por favor..." pensó Maca al sentir las temblorosas manos de Esther desabrochándole la camisa que llevaba bajo la bata y se agitó cuando sintió que su boca era abandonada por la de la enfermera para ir a besar a piel que quedaba al descubierto. Aquellos labios iban dejando un reguero de fuego que se aproximaba peligrosamente a su pecho M: Para, cariño, por favor... (suplicó Maca tomando el rostro de Esther y acercándolo al suyo para mirarla) E: Maca... (la enfermera no era capaz de expresarse)... yo... (intentó de nuevo atrapar sus labios pero la pediatra solo le dio un beso rápido) M: Cariño... no... (la expresión que vio en el rostro de su chica le llegó al alma, la abrazó y le susurró al oído) Esther me encanta lo que me haces... me tienes loca pero... este no es lugar amor Esther suspiró y bajándose de ella se sentó a su lado. Maca le acarició el pelo mientras le decía M: Mi niña... ¿te he dicho lo mucho que me gustas? E: Alguna vez sí... (sonrió la enfermera recuperando el ritmo de la respiración. Maca sonrió también) M: Voy a abrir la puerta ¿vale? no sea que venga alguien y... (Esther asintió y la pediatra se levantó a quitar el pestillo) M: ("Sí, sí... por si viene alguien... Abres la puerta porque si no a saber si serás capaz de seguir conteniéndote. Joder si es que me ha puesto a mil... ¡Dios! vaya como se ha puesto la niña... Ni se imagina lo que me ha costado negarme, pero es que no, este no es sito. Si llega alguien... Madre mía Macarena esto ni con una ducha de agua fría...") El levantarse a abrir le sirvió para calmar un poco su agitada respiración. Con una sonrisa volvió a sentarse junto a su chica. Cogió su taza para beber confiando en que el ya frío café le ayudara a acompasar su respiración totalmente 77

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E: Maca.. M: Dime cariño (dijo bebiendo) E: Quiero que vayamos este fin de semana a tu casa, a la sierra... (la pediatra tuvo un acceso de tos, cuando se calmó se giró a mirarla tragando saliva. Vio en los ojos de la enfermera lo que estaba intentando decirle) M: Esther... ¿estás segura? E: Si... creo que sí M: Yo... eh... (al ver que Esther bajaba la vista sonrió) Mira, hacemos una cosa... vamos el fin de semana a la sierra. Pero... eso no significa nada ¿de acuerdo? Nosotras vamos, a descansar y... sin pensar ¿vale? lo que tenga que ser será. De todas formas pensaba pasar este finde contigo E: Gracias Maca (Se dieron un beso rápido, sabedoras de que la puerta estaba sin cerrar) M: Ahora será mejor que volvamos al trabajo (ambas se levantaron y salieron de la habitación) cariño... E: ¿Sí? M: Mantente alejada de los termómetros... al menos un rato (bromeó la pediatra, Esther le dio un ligero empujón) Esther estaba terminado de preparar la bolsa que se iba a llevar a la sierra. Consultó su reloj, había quedado con la pediatra a las 11 y las dos horas desde que se había levantado se le estaban haciendo eternas. La noche anterior apenas había dormido pensando en los tres días que iba a pasar con la pediatra. Ésta, la noche anterior al dejarla en casa tras estar ambas todo el día trabajando, le había insistido en que solo iban a descansar, a estar juntas. Y la enfermera sabía que lo decía en serio, que la pediatra no esperaba nada más, nada que ella no estuviera segura de hacer. Y ella misma se había dicho que no pensaría, que se limitaría a disfrutar de aquellos días y a conocer un poco más a esa mujer. Pero aún así no podía evitar tener un nudo en el estomago. Cerró la bolsa con un suspiro al tiempo que sonaba el timbre. Volvió a mirar su reloj, Maca llegaba 10 minutos antes de la hora acordada. Presurosa, con la mochila en la mano, fue a abrir la puerta, pero al hacerlo no fue a Maca a quien encontró E: Hola Diana Diana: Hola... venía a... (La mujer se fijo en la mochila que la enfermera llevaba en la mano) ¿te vas a algún lado? E: Si, voy a pasar el fin de semana fuera Diana: ¿Ah sí? Vaya... ¿con algún amiguito? E: Eh... no, con una amiga Diana: Ah... vaya... venía a pedirte que te quedaras con María el sábado... tengo una cita... (la mujer le guiño un ojo) E: ¿Una cita? Diana: Si... con una mujer increíble, uff tengo que presentártela... 78

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E: Diana, lo siento pero no puedo. Ya te digo, me voy a pasar el fin de semana fuera, a la sierra Diana: Venga Esther, por favor, es importante y tu amiga seguro que lo entiende... por favor (insistió Diana) Esther bajó la mirada. Pensó en María... No, no podía hacerle eso a Maca, y tampoco quería hacerlo. Quería estar a solas con ella, y... E: Lo siento, no puedo (en ese momento sonó nuevamente el timbre, esta vez el del portal. Esther cogió el telefonillo) ¿sí? hola Maca... si, ya estoy lista. Ya bajo, si... voy Dejó el telefonillo en su sitio y se giró hacia Diana E: Tengo que irme (le dijo. Ambas salieron de la casa) Diana: Espera... esa Maca con la que te vas... ¿es la pediatra? ¿la del hospital? E: Sí (Esther empezó a sentirse incomoda. Se ajustó la mochila al hombro) tengo que irme. Adiós Diana: Hasta luego... (respondió Diana viéndola bajar las escaleras. Sonrió "Vaya... Esther de fin de semana con Macarena... hum... Cuando vuelva hablare con ella, ya lo creo que lo haré... Esto pinta interesante, muy interesante... vaya con Esther...") Maca esperaba en la calle, apoyada en su coche. Miraba la puerta del edificio con una sonrisa cómplice, rememorando las veces que aquel portal habida sido mudo testigo de las despedidas que Esther y ella protagonizaban en su interior. "Menos mal que los buzones no hablan" se rió ella sola. Su risa se transformó en amplia sonrisa al ver salir por aquella puerta a la persona que últimamente siempre ocupaba sus pensamientos. Presurosa se acercó a ella M: Hola (la saludó cogiéndole la mochila) E: Hola (respondió la enfermera mientras llegaban al coche. Allí Maca le abrió la puerta para que se subiera, luego dejó la bolsa en el maletero y finalmente ocupó su sitio frente al volante. Se inclinó para darle un beso a la enfermera) M: Estás muy guapa (le dijo poniéndole la mano sobre la pierna y acariciándosela ligeramente) ¿has desayunado?¿quieres que tomemos algo antes de irnos? E: He desayunado en casa, estoy bien. ¿Tú quieres? M: Yo lo que más quiero lo tengo aquí (le murmuró, Esther sonrió, y la pediatra tras ver esa sonrisa se volvió al volante) ¡pues aleee al campo como las vacas! Muuuuuuuu Esther no pudo evitar reír al oír como la pediatra intentaba imitar el mugido de una vaca. La pediatra rió también y tras darle un nuevo beso a la enfermera arrancó el coche. En el trayecto apenas hablaron, Maca se dedicaba a conducir mientras canturreaba las canciones que sonaban en la radio. Su mano, unida a la de Esther, reposaba en la pierna de ésta. La pediatra iba plenamente concentrada en la conducción pero en ocasiones 79

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desviaba la mirada para mirar a su chica, como si tuviera que asegurarse de que era cierto, de que estaba a su lado. La enfermera por su parte iba sumida en sus pensamientos. No sabía porque, pero la breve charla con Diana la había puesto ligeramente nerviosa y miraba por la ventanilla el paisaje, intentando que su inquietud escapara por la ventanilla con la misma velocidad que se deslizaban los kilómetros. Suspiró, y negándose a seguir preocupada se volvió a mirar a la pediatra. La vista de aquel rostro tuvo un efecto balsámico en ella, y cuando Maca se giró y sus miradas se cruzaron, la sonrisa que asomó a aquellos labios fue lo único que necesitó para que todo lo que no iba en ese coche con ellas quedara apartado de su mente. Tras poco más de una hora llegaban a su destino. Esther, mientras Maca aparcaba, observaba la casa que tenían ante ellas. Era más bien pequeña, con un amplio porche en el que había un balancín descolorido que atrajo la atención de la enfermera. Ambas salieron del coche. Maca miraba a la enfermera, observando su reacción E: Es preciosa Maca M: Ven, ven a verla por dentro, luego entramos las bolsas (Maca la cogió de la mano y subió los tres peldaños que había hasta la puerta. Allí rebuscó en su bolsillo las llaves y cuando las sacó se quedó mirándolas fijamente, al parecer dudando si abrir o no E: Maca... ¿pasa algo? (preguntó Esther, la pediatra negó con la cabeza, luego levantó la mirada hacía ella y le dijo muy bajito) M: Nunca he traído a nadie aquí... yo... supongo que te estaba esperando... Rápidamente, como avergonzada por lo que acabada de decir, abrió la puerta y entró. Esther la siguió al interior de la casa. La pediatra le mostró cada habitación: la amplia cocina, el salón, un aseo y en la parte de arriba dos dormitorios y otro baño. Luego insistió en que la enfermera se quedara en la casa mientras ella traía las cosas del coche. Entró las dos mochilas donde llevaban la ropa y se las dio a Esther M: ¿Quieres subirlas arriba? yo voy a sacar algunas cosas que he comprado. He pasado por el supermercado antes de recogerte, porque como hacía tiempo que no venía no hay de nada E: Claro, yo las subo pero espérame y te ayudo con las bolsas M:No, tú sube eso y acomódate (pidió la pediatra saliendo de la casa) Esther agarró las dos bolsas y subió las escaleras. Ya arriba dejó las mochilas en el suelo y se quedó mirando las habitaciones. Tras unos segundos de duda suspiró y dejó la mochila de Maca en la habitación más amplia, imaginando que sería la de la pediatra, luego entró en la otra habitación y dejó la suya. Finalmente bajó en busca de Maca. Ésta estaba en la cocina, colocando en los armarios y en el frigorífico todo lo que había comprado E: ¿Te ayudo? M: Como quieras (sonrió la pediatra prestándole toda su atención) ¿Ya has colocado tus cosas? 80

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E: Eh... no... ya lo haré luego... yo... he puesto tu mochila en la habitación más grande, la de la derecha Maca no tuvo necesidad de preguntar dónde había puesto Esther sus propias cosas, era demasiado evidente M: ("¿Qué esperabas? ¿Que se instalara en la misma habitación que tú?... Por favor Macarena no seas tonta... ella...") E: Yo... la mía la he puesto en la otra habitación (dijo la enfermera como leyéndole la mente) Maca la miró, estaba sacando botes de cerveza de una bolsa y los metía en la nevera huyendo de sus ojos. Era evidente que estaba inquieta y la pediatra la conocía ya bien y sabía cual era la causa. Se acercó a ella, le quitó los botes que tenía en las manos y los colocó ella misma en la nevera M: Muy bien, luego encendemos la chimenea para que esta noche las habitaciones estén caldeadas y no tengamos frío ¿Vale? (la enfermera asintió) pues venga, vamos a terminar de guardar esto, y salimos a buscar leña Esther le sonrió, y le dio un beso, agradeciendo así a Maca su delicadeza y comprensión M: Que tontita eres... (susurró la pediatra sonriendo) Guardaron todo y salieron a buscar la leña. Justo al lado de la puerta la pediatra cogió una pequeña hacha para que les sirviera de ayuda lo que provocó risas en la enfermera E: Dios mío... das miedo jjaajajaa tendré que mantenerme alejada de ti M: Hum... tendrás que portarte bien conmigo o... (la pediatra la amenazó de broma con el hacha poniendo voz de película de terror) E: Jjajajaa uy si, haré lo que quieras jajaja M: ¿Sí? E: Si jaja, pareces el de viernes 13 con eso en la mano jaja como para no hacerte caso M: Ven aquí... (ordenó la pediatra siguiendo con la broma, la enfermera se acercó haciéndole exageradas reverencias. Cuando la tuvo a su lado la voz de Maca cambio, volvió a ser su suave tono de voz el que dijo) M: Dame un beso... es una orden E: Eso no es una orden, es un placer (respondió la enfermera abrazándola y buscando sus labios) M: Tu boca sí que corta... mi respiración y mi pulso (susurró la pediatra dejando caer la pequeña hacha al suelo y aferrándose a ese cuerpo)

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Aquella boca inflamaba su deseo con la misma rapidez que el aire propaga el fuego. Sintiendo que sus piernas temblaban decidió pasar de ser torturada a torturar... Abandonó aquellos labios y buscó refugio para su boca en el cuello de Esther. Un hondo gemido de la enfermera le indicó que había encontrado un punto sensible y se entregó plenamente a él mientras sus manos atraían más aquel cuerpo hacía el suyo E: Maca.. (susurró la enfermera) Aquella voz anhelante fue más de lo que pudo soportar Maca, su excitación amenazaba con hacerla perder la locura. Volvió a unirse a sus labios desesperada, besando, mordiendo... Esther correspondía con la misma intensidad. Maca ciega de pasión no pudo evitar que sus manos viajaran hasta el borde del jersey de la enfermera, no pudo evitar que lo subieran y que se perdieran por la caliente piel de la espalda desesperadas por aprender aquel cuerpo. Los gemidos de la enfermera aumentaron mientras se pegaba por completo a la pediatra. De repente ésta, con la respiración agitada se separó. Tras mirar durante unos segundos el rostro de Esther, la pediatra se agachó recogió el hacha y avanzando hacía los árboles le dijo con la voz entrecortada M: Voy a por la leña Esther se quedó confusa, respirando agitadamente, viéndola perderse entre la arboleda. Suspiró, nuevamente Maca ponía freno, y aunque sabía que lo hacía por ella no podía evitar sentirse algo molesta. Fue tras ella. No tardó en encontrarla, estaba con la frente apoyada en un árbol y con las manos en el rostro, luchando por calmarse. La enfermera se acercó silenciosa y le tocó el hombro al tiempo que se maldecía así misma por no entender E: Maca.. M: Perdona... (pidió sin mirarla) perdona que me haya ido así. No sé que me ha pasado E: Yo... la culpa es mía M: ¡No! (exclamó la pediatra mirándola por fin) eso si que no... ven Se giró y abrió los brazos en los cuales se refugió inmediatamente la enfermera abrazándose a ella. Se sonrieron mirándose a los ojos. Muy lentamente se acercaron hasta que sus labios volvieron a encontrarse suaves, dulces. Tras unos minutos los besos cesaron. Volvieron a mirarse M: Anda, vamos a coger la leña (propuso Maca peinándola) E: ("Dios mío... es tan adorable... y yo... yo la deseo tanto... ¿qué estoy esperando? que ya no tenes quince años Esther, por favor... la deseas, y ella a t... ¿entonces porque se detene? si ella siguiera yo... yo no la pararía. Eso encima cúlpala a ella... cuando lo único

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que está haciendo ella es tener una paciencia increíble. Eres tú quien tene que dar el paso y lo sabes") La risa de la pediatra la sacó de sus pensamientos M: Esther no cargues tanta leña que no vas a poder llevarla a casa (le indicó viendo que la enfermera apenas podía con la leña que llevaba en los brazos, Maca se acercó y le quitó algunos trozos) anda vamos, ya está bien. Mañana si hace falta cogemos más E: ¿Falta? creo que toda esta leña va a sobrar (murmuró la enfermera para si misma) M: ¿Qué? no te he oído E: Eh... nada que sí, vamos. Que tienes que hacer la comida M: Tendrás morro, yo pongo la leña, yo pongo la comida... ¿y tú que? La enfermera le dirigió una sonrisa para responderle: E: Yo me pongo a mi misma ("... y pienso ser tu postre...") Se dirigieron a la casa dirigiéndose miradas y tirándose besos. Finalmente la pediatra convenció a Esther de que empezara a preparar la comida mientras ella encendía la chimenea, con la firme promesa de que la ayudaría cuando terminara. Mientras la enfermera avanzaba con la comida, ella no conseguía que aquel montón de leña y papel que había formado en la chimenea, prendiera. Tras volver a intentarlo por enésima vez y obtener el mismo resultado negativo, lanzó un juramento que hizo salir a la enfermera de la cocina para ver que ocurría E: ¿No enciende? M: No, y no entiendo porque, te aseguro que nunca me ha pasado E:... ya... (Esther se apoyó junto a la puerta mientras se limpiaba las manos con un paño M: ¿Ya? y ¿que se supone que significa ese... ya? (la pediatra se giró para mirarla) E: Nada, nada (respondió la enfermera poniendo tal cara de inocencia que era evidente que estaba intentando no reírse) M: Esther... E: Nada... hum... me parece a mí que estás entreteniéndote para escaquearte de ayudarme a cocinar M: Eres... (Maca hizo una bola del papel que estaba utilizando y se la tiró, demostrando una buenísima puntería pues hizo blanco) E: Encima violenta, mejor me voy, hasta luego vaga Esther regresó a la cocina antes de sufrir otro ataque, dejando tras de si el sonido inconfundible de su risa. La pediatra, aun arrodillada ante la chimenea sonrió. Miró el montón de leña y casi con desgana hizo un nuevo intento de encenderla y quien sabe porque esta vez lo consiguió. Tuvo deseos de gritar de jubiló pero se contuvo y tras unos segundos se levantó para ir a la cocina cerrando la puerta del salón detrás de si 83

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E: ¿Ya? (le preguntó Esther al verla entrar) M: No, he decidido no encenderla. ¿Que estas preparando? ¿A que te ayudo? (le preguntó mientras se lavaba las manos) E: Pero Maca... que lo de antes te lo dije de broma. Anda enciéndela, ya termino yo aquí M: No, dime a que te ayudo. ¿Estas patatas hay que pelarlas? (preguntó señalando unas patatas que había sobre la mesa) E: No. Maca por favor, ¿no te habrás enfadado por lo de antes? (la pediatra negó con la cabeza) anda enciende la chimenea, hace frío M: ¿Tienes frío? E: Sí, un poco M: ¿De verdad? E: Sí (en el momento en que lo dijo, Esther, por ver aparecer aquel brillo que conocía tan bien en los ojos de la pediatra, por ver asomar esa sonrisa en su boca, supo que había caído en una trampa aún desconocida. Su pulso se aceleró al ver a Maca acercase a ella) M: Así que tienes frío... vaya... (la pediatra deslizó unos de sus dedos por el rostro de la enfermera) bueno... yo podría hacer algo para darte calor... (propuso) Mientras, deslizaba el dedo por el cuello de la enfermera rozando su pulso que se aceleró más ante ese contacto. Esther tragó saliva, lo que hizo que Maca sonriera. Lentamente, muy lentamente, fue acercándose al rostro de la enfermera, perdiéndose en sus ojos. Cuando su aliento ya le quemaba los labios le susurro: M: ¿De verdad tienes frío? (La enfermera asintió y deseando sentir aquella boca sobre la suya cerró los ojos. Maca se acercó un poco más) tranquila, en nada tendrás calor... la chimenea si está encendida Y tras dejar un roce en aquellos anhelantes labios salió de la cocina. Esther abrió los ojos y tras unos segundos en los que intentaba recomponerse fue en su busca. La encontró ante la chimenea, removiendo la leña que ardía en ella, silbando. Sin dudarlo se acercó a ella, la cogió del brazo para hacer que se diera la vuelta y cuando la tuvo cara a cara apresó sus labios con un beso profundo y lento. Cuando se separó sólo le dijo: E: Y ahora vas y pones la mesa, ya te vale de escaquearte Luego regresó a la cocina. Maca, aún sin moverse, se pasó la lengua por los labios queriendo disfrutar de nuevo aquel sabor al que ya se había vuelto adicta M: ("Vaya con la niña" pensaba mientras regresaba a la cocina) M: Venga, dime que quieres que haga, que te ayudo (le dijo con suavidad a la enfermera, ésta ni la miro) E: Pon la mesa anda M: Voy... ¿te has enfadado? (le preguntó tocándole el brazo) 84

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E: No tonta, claro que no (respondió Esther) Maca sonrió ampliamente y se dedicó a poner la mesa mientras se terminaba de hacer la comida. Comieron en la cocina, hablando de mil temas. Luego Maca insistió en recoger ella y mandó a Esther al salón. La enfermera protestó pero no le sirvió de nada, así que se fue a sentarse en el sofá y a ver la tele. La pésima programación y el calor de la chimenea hicieron que cuando Maca se reunió con ella la encontrara medio durmiendo. La pediatra se sentó junto a ella y la abrazo M: Te estás quedando frita... (le susurro besándole el pelo) E: Será que me aburro si no estás tú cerca metiéndote conmigo M: Anda descansa E: Hum... me gusta mucho la casa, es preciosa... (comentó la enfermera recostándose sobre ella) M: Si, solo necesita una mano de pintura, y tengo la pintura por ahí, al compré pero nunca me pongo a ello. También tengo que quitar el balancín y arreglar un poco el jardín E: ¿El balancín? a mí me gusta M: A ti te gustan las ruinas por lo que veo (sonrió Maca al ver que los ojos de la enfermera se cerraban una y otra vez, el sueño la estaba venciendo) E: Si... será por eso que me gustas tú... La pediatra no respondió pues era evidente que Esther se estaba durmiendo y prefirió dejarla descansar un poco. Minutos después de que se quedara durmiendo Maca aún acariciaba su pelo Esther abrió los ojos desconcertada. Se incorporó aún tapada con la manta que tenía por encima y que sin duda le había puesto la pediatra. Le echó un vistazo a su reloj, y suspiró al ver que había dormido casi dos horas. Miró a su alrededor, la chimenea seguía encendida, sin duda la pediatra la había alimentado. "Maca..." la enfermera se preguntó dónde estaría. Se levantó y tras dejar la manta sobre el sofá fue en su busca. Tras comprobar que en la cocina no estaba subió a los dormitorios pero allí tampoco la encontró. Sin duda, a pesar del frío, estaría fuera de la casa. Esther, de nuevo en el piso inferior, se acercó a una de las ventanas y miró por ella. Lo que vio hizo que un nudo de ternura la dejara muda. En el porche estaba la pediatra, con un bote de pintura en una mano y en la otra una brocha con la que estaba pintando el balancín. Esther se quedó observándola unos minutos, luego cogió la manta que había dejando sobre el sofá y envolviéndose en ella salió al porche. Al oír el ruido de la puerta Maca se giró a mirar y al verla sonrió con la expresión de quien es pillado in in M: ¿Ya te has despertado? (Preguntó, la enfermera asintió con la cabeza) ¿has dormido bien? E: Si... ¿qué estás haciendo? M: Eh... eh... pintando esto (dijo señalando con la brocha el balancín) 85

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E: Ya... ¿no decías que querías quitarlo? M: Eh... sí... bueno no lo tenía claro y eh... como a ti te gusta... pues... y como me aburría... (murmuraba la pediatra sin mirarla, al parecer algo avergonzada por su gesto) Esther la contempló asombrándose nuevamente de la forma de ser de aquella mujer, de lo que demostraba. Algo se rompió en su interior E: Maca... deja eso, hace frío M: Si ya estoy terminando. E: Déjalo, mañana terminamos entre las dos, yo te ayudo (La enfermera se le acercó, le quitó la brocha y la dejó en un cubo con agua que tenía allí la pediatra. Cerró el bote de pintura y la miró) M: Pero. E: Maca... (la enfermera la cogió de la mano y se la acarició. Sus miradas se quedaron fijas la una en la otra. Maca vio en aquellos ojos algo nuevo, algo que la hizo estremecerse) vamos... La pediatra se dejó llevar, dócilmente, de la mano, hasta el interior de la casa. Aferrada a esa mano, alimentándose del calor que le proporcionaban esos dedos entrelazados a los suyos, se sentía incapaz de reaccionar. Sólo era capaz de recordar la mirada que había visto instantes antes en aquellos ojos... tembló y la enfermera al notarlo se giró a mirarla, deteniendo sus pasos E: Has cogido frío (le susurró acariciándole las mejillas con ambas manos) M: No... (la pediatra no fue capaz de responder nada más. Los ojos de la enfermera subieron hasta los suyos, prendiéndose de ellos y robándole la capacidad de palabra con la intensidad de su mirada) E: Sí... sí has cogido frío, estás temblando (repuso la enfermera) M: No tiemblo de frío... (murmuró Maca acercándose hasta hacer rozar sus labios con un beso suave) E:... ¿entonces?... (inquirió la enfermera) La pediatra sonrió levemente y con una de sus manos le acarició el pelo. Notando que la enfermera esperaba una respuesta le rozó los labios con un dedo al tiempo que le susurraba: M: Esto es lo que me hace temblar... tú, toda tú Y tras esas palabras atrapó sus labios con los suyos para compartir un intenso beso. Luego la abrazó y la estrechó todo lo que pudo contra si, deseando sentirla en cada centímetro de su cuerpo. Sus manos vagaron por aquel cuerpo que se abrazaba al suyo abarcando todo lo que podían. La enfermera, que tenía la cabeza escondida en su cuello empezó a besar la piel que tenía al alcance 86

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M: Hum... (gimió la pediatra ante aquellos besos mientras sus manos se introducían en los bolsillos del pantalón de la enfermera y la apretaba más contra sí, buscando invitar a aumentar la intensidad de aquella boca que estaba incendiando su cuello y su alma) E: Maca... (llamó la enfermera sin abandonar su posición) M: ¿hum? E: Vamos... vamos arriba Maca se quedó paralizada al oírla. Se separó unos segundos de ella sin soltarla del todo y la miró a los ojos. Aquel brillo peligroso estaba allí amenazando con destruir todas las barreras de control que quedaban aún levantadas. La pediatra pensó que debía intentar recomponerlas, y quiso separarse un poco pero Esther no se lo permitió agarrándola de la cintura. Maca suspiró y sus manos se deslizaron por la espalda de la enfermera. Apoyó su frente en la de la otra mujer y buscó sus ojos M: Esther... ¿estás segura? (la enfermera asintió) no hace falt... Una de las manos de la enfermera se posó en los labios de Maca, deteniendo su hablar. La otra mano fue en busca de las de la pediatra, cuando la encontró los dedos se entrelazaron como presagio de lo que estaba por venir E: Sí, sí hace falta... a mí me haces falta... ahora Sintiéndose estallar, la pediatra, acariciando con los dedos la mano que estaba entre las suyas, empezó a subir las escaleras lentamente. A mitad de la escalera se detuvo y se giró a mirar a Esther que a su vez la observaba, sonriendo desde un escalón más abajo. Estrechó su mano y de un suave tirón la hizo subir a su mismo peldaño donde, debido al reducido espacio, tuvieron que permanecer muy juntas, pero ninguna protestó, satisfechas de esa cercanía M: ¿Te he dicho lo guapa que eres? (le preguntó Maca) E: No... (sonrió la enfermera) M: Pues lo eres... muy guapa... a mí me encantas (afirmó la pediatra, para inmediatamente después unir sus labios a los que enfrente de ella le tentaban en silencio) Aquella boca se abrió al contacto de la suya aceptando anhelante la húmeda invasión, dando paso a una ardiente lucha. Ambas lenguas recorrían la boca de la otra, buscando en cada milímetro el secreto de aquella poderosa atracción y abriendo de par en par las puertas del deseo que dejó de estar contenido para ver la luz en forma de suspiros, de gemidos que pedían, que necesitaban ir mas allá. Cuando la pediatra sintió que sus labios eran mordisqueados ya no pudo más. Tener sometida a aquella boca ya no le parecía suficiente, había todo un cuerpo por explorar y ciega de deseo mandó a sus manos a recorrer aquellos curvos senderos, anteriormente tantas veces soñados y venerados con la 87

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intensidad que solo el amor sabe dar. Mientras, sus labios viajaban hasta el cuello de la enfermera y sus caderas empujaban levemente hasta apoyar aquel tembloroso cuerpo contra la pared. Las manos seguían su frenético reconocimiento por encima de aquella ropa que anhelaba quitar para entrar en contacto con aquel suave tesoro llamado piel. Se separó ligeramente de la enfermera, y con la respiración altamente agitada condujo sus dedos hasta el estomago de Esther, donde se aferró al borde de su jersey para empezar a alzarlo lentamente. La enfermera gimió, provocando que la pediatra la mirara a los ojos. Los dedos empezaron a deslizarse por aquella piel haciendo que Esther se mordiera los labios. Maca sonrió y tras rozar sus labios con un beso se agachó para llenar de besos el estomago de la enfermera y continuar ascendiendo por la piel que quedaba al descubierto según sus manos subían el jersey. Esther al notar aquel ardiente contacto se sintió desfallecer, aquella boca la estaba volviendo loca. Necesitaba sentirla por todo su cuerpo, necesitaba calmar el fuego que, en su interior, amenazaba con consumirla. Se moría por besarla de igual forma que ella era besada pero no podía evitar ciertos nervios, le daba pavor equivocarse, hacer algo inapropiado. Gimió de nuevo, sus piernas le flaquearon... La pediatra, en su ascenso, había alcanzado la zona del pecho y sus labios dibujaban el borde del sujetador con exquisita suavidad, tentativamente. Maca se incorporó y mirando a los ojos de la enfermera le quitó por completo el jersey. Entonces mirándola a los ojos le pregunto con suavidad: M: ¿Estás bien? La enfermera solo pudo asentir con la cabeza, Maca alargó la mano hasta acariciar uno de los pechos por encima de la tela M: Eres perfecta... Le susurró al tiempo que le desabrochaba aquella molesta prenda para a continuación inclinarse a besar la sensible piel que había quedado al descubierto. Recorrió con leves besos, apenas roces de sus labios, el valle existente entre los dos senos para a continuación, con una lentitud que rallaba la tortura, avanzar el húmedo rastro hasta el mismo centro del pecho, donde se detuvo. Durante unos segundos contempló aquel erecto botón y lo acarició con los dedos. Lo acarició, la apretó, lo soltó, lo pellizcó, como queriendo comprobar que era real. Trago saliva y dejó que sus labios y su lengua sustituyeran a sus dedos en aquella deliciosa tarea. La piel de la enfermera le supo dulce y Maca gimió con cada profunda succión. Se sintió humedecida allí, en aquel preciso momento. Por su parte, Esther, comenzaba a encontrar dificultades para sostenerse, con cada increíble movimiento que le proporcionaba aquella lengua así que no pudo menos que aferrarse a los hombros de la pediatra y gimió E: Maca... (ésta ascendió hasta su rostro y mordió sus labios) M: ¿No te gusta? (le preguntó mientras sus dedos volvían a acariciar la piel que había quedado esperando la boca de la pediatra) 88

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E:... Sí... sí Confesó la enfermera estrechándose contra aquella mano, la pediatra lanzó un alto gemido y sin dejar de abrazar a la enfermera la llevó hasta el dormitorio. Solo cuando estuvieron dentro de la habitación y tras sentarla en la cama, se separó Maca unos instantes de ella, los segundos justos para poner música. Luego se arrodilló y apoyándose en sus rodillas le dijo: M: Esther... Solo una palabra bastó para que la enfermera entendiera que, nuevamente, la pediatra le daba la oportunidad de parar si quería, le volvía a otorgar el mando. Como respuesta la enfermera alargó la mano y empezó a desbrochar uno de los botones de la camisa de la pediatra. Maca suspiró hondamente y se incorporó haciéndole un gesto. Ya de pie y tras clavar su mirada en la de la enfermera siguió desabrochándose ella misma la camisa con deliberada lentitud, luego hizo lo mismo con el pantalón y se siguió la ropa interior, quedándose completamente desnuda ante los ojos de la enfermera. Esta se pasó la lengua por los resecos labios dejando que su mirada se deslizara por el maravilloso cuerpo que tenía ante ella. Maca la miraba desde arriba, y aquellos ojos decían que entendían lo que ella estaba sintiendo, aquella complicidad calmó cualquier duda que le pudiera quedar a la enfermera. Su mano se elevó para adueñarse de uno de los pechos de la pediatra, que al sentir aquel contacto notó un estremecimiento que le recorrió las entrañas y que hizo que algo dentro de ella se contrajera de placer. Tras unos segundos la pediatra atrapó aquella mano y acercándosela al rostro introdujo los dedos de la enfermera en su boca y los devoraba de un modo sugerente, alterando más aún a la enfermera. Esther tuvo que cerrar los ojos al notar aquella caliente cavidad alrededor de sus dedos. Agradeció estar sentada, sin duda sus piernas no serían capaces de resistir algo así. La pediatra humedeció aquellos dedos y luego los volvió a llevar a su pecho deslizándolos por él. Luego fue Esther, sin levantarse aún, la que hizo que sus manos acariciaran el estomago y emprendieran un peligroso camino descendente M: Mi amor... ven... Suplicó Maca, ya no podía esperar más. La necesitaba. Esther no se hizo esperar y levantándose se abrazó estrechamente a ella. La pediatra comenzó a besarle la frente, las mejillas, con movimientos torpes y nerviosos, hasta que sus bocas quedaron frente a frente, tan cerca, que habría sido absurdo volver atrás. Y se besaron con pasión, locura, arrebato y desesperación... desesperación que les llevó a caer en la cama, enlazadas... al poco, la habitación se llenaba de gemidos, de suspiros incontrolados... dos cuerpos se aprendían y se disfrutaban. Dos cuerpos que, tras unos minutos, se unían de tal forma que se transformaban en un solo cuerpo que destilaba ternura y pasión

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Maca notaba como su agitada respiración y los temblores de su cuerpo por fin se calmaban. Se encontraba recostada sobre el cuerpo de la enfermera y pensó que debería echarse a su lado y dejarla libre de la prisión de aquel abrazo, pero no se movió. Tener aquel cuerpo bajo el suyo, el olor de aquel cuello nublándole la razón era una delicia que le costaba abandonar. Esther suspiró y la pediatra, tras dejar un nuevo beso en su cuello, se deslizó hasta ponerse a su lado. Inmediatamente la enfermera se movió para cubrir ambos cuerpos con la sabana que estaba totalmente enredada a los pies de la cama, provocando una sonrisa en la pediatra que se apoyó en un codo para poder verle la cara M: Hum... no te tapes tanto, quiero verte... (susurró Maca bajando un poco la sabana que Esther se había puesto hasta el cuello) ¿o es que te da vergüenza? E:... un poco (confesó la enfermera ruborizándose ligeramente, Maca le sonrió y le acarició la mejilla deslizando los dedos por su cuello hasta el mismo filo de la sabana donde sus dedos juguetearon con la tela) M: Esther... (murmuró sin mirarla, con los ojos fijos en sus manos) E: ¿Qué? M:... E: ¿Maca? M: ¿Estás bien?...quiero decir... (la miró) E: Si, Maca, estoy bien... muy bien en realidad M: ¿De verdad?... (los ojos de la pediatra brillaron y una sonrisa se pintó en sus labios. Esther sintió una inmensa ternura) E: Si... al principio estaba nerviosa ¿sabes?... tenía miedo a fallarte, a quedarme paralizada, a no saber que hacer... M: Pues cariño... para no saber que hacer... lo has hecho todo de maravilla (ronroneó la pediatra mordiéndole los labios) E: ¿En serio?... ¿te ha gustado? (dijo Esther en apenas un susurro) M: ("Mírala... y lo pregunta... mi niña... me la como..." pensaba Maca) Gustado no... me ha encantado... esos gemidos que has oído eran míos ¿sabes? (la enfermera volvió a ruborizarse) si me has hecho sentir tanto la primera vez, teniendo miedo... no quiero ni imaginar que me harás la próxima vez... E: Tonta M: Hum... ¿quieres que repitamos y lo vemos? (pregunto la pediatra intentando bajar más la sabana, la enfermera lo evitó aferrándola) E:... eh... M: Hum... si... quiero volver a oírte gemir, volver a notar como te aferras a mí, notar tus manos y tu boca en mi.. E: Maca (gimió la enfermera tapándose la cara con las manos, la pediatra se rió y apartándoselas la besó ligeramente en los labios, luego se quedo mirándola a los ojos poniéndose seria) M: Esther... yo también estaba nerviosa. Tú nunca habías estado con una mujer y yo... bueno... temía que no estuvieras cómoda, que no te gustara... si eso hubiera pasado... yo...

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E: Me ha encantado... (ambas sonrieron con complicidad) así que las dos muertas de miedo M: Eso parece E: A nuestra edad... M: ¿A nuestra edad? será a la tuya guapa (bromeó la pediatra) E: Anda mira quien habla, solo soy un año mayor que tú y estoy perfecta (aseguró Esther) M: De eso doy fe cariño (asintió Maca deslizando la mano debajo de la sabana. Cuando la enfermera buscó sus labios y apartó la sabana para pegarse a ella, la pediatra supo que durante varios minutos ambas volverían a estar en ese mundo donde solo ellas tenían cabida) Maca abrió los ojos "Me he quedado durmiendo..." pensó. Inmediatamente miró a su lado buscando a la enfermera. Ésta dormía acostada de lado y de cara a ella. La pediatra sonrió y la arropó para luego acomodarse frente a ella. El deseo de tocarla, de dejar una caricia casi reverente con la punta de los dedos en sus relajadas facciones, tal vez para comprobar que era real, la asaltó. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para contenerse. Se dedicó al disfrute de poder verla dormir, de tenerla allí totalmente expuesta a su mirada. Si despierto aquel rostro se le antojaba dulce así, totalmente suavizado por el relax del sueño la embelesaba. Una sonrisa de ternura se reflejó en sus labios ¿Cómo había llegado aquella mujer que yacía a su lado, a poner patas arriba sus sentimientos, a revolucionar todos sus sentidos? ¿Cómo había logrado resquebrajar, partir en dos, el muro que ella había construido en torno así? Le había robado la razón sin esfuerzo y sin ningún tipo de miramiento. Era absurdo negarse así misma lo evidente, lo que su pecho clamaba cada vez que la veía o la pensaba: estaba loca por Esther. Y aunque a veces no podía evitar pensar que todo había sido demasiado rápido, demasiado intenso, la certeza de que la enfermera era lo que ella había estado buscando y esperando se había instalado firmemente en su corazón. Y sabedora de que esas certezas se tienen pocas veces, o ninguna, en la vida, se había entregado a aquel sentimiento en cuerpo y alma, tirando al olvido los miedos y dudas. El destino nunca se había portado demasiado bien con ella. Y ahora que parecía querer compensarla por todo lo vivido anteriormente haciéndole ese regalo de mujer, ella solo podía cogerlo a manos llenas y agradecerlo Esther abrió ligeramente los ojos. Lo justo para ver ante si aquel sonriente rostro que la contemplaba a escasos centímetros del suyo. Volvió a cerrar los ojos. Quería saborear un poco más la languidez que estaba disfrutando su cuerpo, seguir sintiendo aquella pierna que estaba entre las suyas, el contacto ardiente de esa mano en su cadera. Todos aquellos detalles que le confirmaban que si, que lo que ella había creído un sueño había sido una deliciosa realidad. Se permitió recordar lo sucedido: las manos de Maca acariciando cada milímetro de su cuerpo, sus labios saboreándola entera, sus dientes volviéndola loca y

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sumergiéndola en una espiral de intenso placer. Sin poder evitarlo sonrió. Al ver esa sonrisa, Maca sonrió a su vez y se acercó más M: Mi amor.. hola... (al notar su aliento en el oído Esther se giró un poco, lo justo para unir sus bocas) E: Hola (dijo por fin la enfermera cuando, pasados unos minutos, acabó el beso. Maca la miró sonriendo ampliamente) ¿Y esa sonrisa? M: ¿Sabes las veces que he soñado con esto? ¿Con verte despertar? E: ¿Sí? ¿Muchas veces? M: Uff sí... veamos... cada noche al menos una vez... luego unas 30 veces cuando estoy de guardia, unas 50 veces cuando voy por la calle... cuando... el caso es... que me paso el día soñando contigo (respondió la pediatra) E: Eres imposible... (Sonrió Esther acariciándole el pelo) M: ¿Ah sí? y a ti te gusta lo imposible ¿no? E: Me encanta... oye Maca M: ¿Hum?... E: Gracias por la paciencia que has tenido conmigo (le susurró acariciándole la mejilla) M: Esther no es cuestión de paciencia, ha pasado cuando tenía que pasar E: Me alegro de que haya sido hoy (volvieron a besarse, luego Maca le dirigió una divertida mirada) M: ¡Pues anda que yo! la verdad es que ya tenía la paciencia al limite, si tardamos un poco más... a mí me da algo E: Que burras eres (se rió la enfermera tirándole suavemente del pelo mientras la pediatra le mordisqueaba un hombro) M: Esta burra va a darse una ducha y va a bajar a hacerte la cena E: Vale, bajo contigo y te ayudo M: No señorita, usted se queda aquí, que ya has cocinado esta mañana. Ahora me toca a mí E: Pero... M: Pero nada. Tú quédate aquí hasta que yo te avise. Ya veras, te voy a hacer una cena que te va a encantar (Afirmó la pediatra incorporándose y dirigiéndose al baño. Esther la observó notando que la boca se le secaba y el estomago se le encogía de deseo al verla andar desnuda. Cuando Maca ya estaba casi en el baño la llamo) E: Maca... (la pediatra se giró a mirarla) no solo la cena, me encanta todo lo que me haces Maca sonrió ampliamente y tras tirarle un beso entró a ducharse. Esther desde la cama también sonrió. Ambas tenían el mismo pensamiento en la mente: aquel iba a ser un fin de semana inolvidable Maca aparcó el coche en la calle donde vivía Esther. El fin de semana había acabado y ya de noche habían regresado a la ciudad. Ambas habían disfrutado intensamente del fin de semana que les había hecho conocerse más debido a lo mucho que habían hablado y a 92

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todo lo compartido. La pediatra apagó el motor y se giró a mirar a su chica que no se movía M: ¿ No bajas? E: Estaba esperando por si te decidías a secuestrarme y llevarme de nuevo a la sierra M: No me des ideas cariño... no me des ideas. Venga que te acompaño hasta el portal La enfermera no se negó. Sabía que Maca la acompañaría por mucho que ella se negara y además, tenía que reconocer que adoraba las despedidas que protagonizaban en el portal, donde podía abrazar a la pediatra más estrechamente que en el coche. Salieron del vehículo y Maca se echó la mochila de Esther al hombro. Al momento una de las manos de la enfermera se enlazaba con su mano libre. Era ya un gesto común entre ellas, ir de la mano, pero a la pediatra le seguía provocando una punzada de ternura ver que Esther no tenía reparos a tener gestos de cariño delante de los demás a pesar de los comentarios que podía provocar. En ningún momento se había preocupado por el hecho de ir de la mano, de besarla en plena calle. Y Maca la admiraba por ello pues no había mucha gente así, al menos no entre la gente que ella conocía. Y ella estaba encantada de que fuera así. Habían llegado al portal y Esther introducía la llave en la cerradura y entreabría la puerta. Se giró a mirar a la pediatra sonriendo con picardía E: ¿Vas a entrar o nos despedimos aquí? M: Es una broma ¿no? Esther río y tirando de su mano la introdujo en el portal. Apenas había cerrado la puerta cuando Maca ya la abrazaba M: Ven aquí (susurró deseando desarmarse en aquella boca una vez más) E: Algún día nos pillan y nos echan M: Que nos echen pero si no te beso me va a dar algo Al instante sus bocas se encontraban y se devoraban mutuamente. Siempre era así, en cuanto se rozaban se olvidaban de todo lo demás, solo podían disfrutarse mutuamente sin importarles donde estaban. Las manos de ambas, con la complicidad que les había dado el fin de semana, empezaron a recorrer el cuerpo de la otra, buscando, añorando, reconociendo. Ninguna oyó el ruido de la puerta al abrirse. Sólo fueron conscientes de la presencia de otra persona cuando oyeron su voz Diana: Vaya... ¡mira quien está aquí! (las dos se separaron con rapidez, quedando solo cogidas de una mano) mi enfermera favorita y... la pediatra E: Diana... (musitó Esther al tiempo que se sofocaba ligeramente. Maca no dijo nada, pero al ver la reacción de la enfermera soltó su mano. Esther la miró brevemente y volvió a cogérsela. La pediatra sonrió y la estrechó. Aquel gesto le daba más calor que el beso compartido) 93

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Diana: Hola Esther y... Maca... (Diana se había cruzado de brazos y las miraba alternativamente. Al final clavó sus ojos en la enfermera) Te ha sentado muy bien el fin de semana... estás fantástica E: Gracias (respondió la enfermera sin saber que más decir. Notaba, sin saber porque, algo diferente en la actitud de Diana, algo que no sabía identificar. Observó como la mirada de la mujer volaba hacía Maca y la recorría de arriba a abajo con deliberada lentitud al tiempo que exhibía una extraña sonrisa) Diana: Bueno, me subo a casa... Esther si quieres luego te vienes a cenar. Supongo que vendrás cansada y sin ganas de cocinar (invitó Diana) así hablamos... que hace tiempo que no charlamos La enfermera miró brevemente a la pediatra, luego sonrió a la otra mujer E: Gracias Diana, pero ya hemos tomado algo Diana: Pues una copa... (insistió Diana) Esther no respondió, estaba perdida viendo como Diana miraba sin disimulo a la pediatra. Respiró hondo y respondió intentando que su voz sonara calmada E: Otro día Diana: Como quieras... pues hasta luego... adiós Macarena M: Adiós Finalmente la mujer las dejó solas metiéndose en el ascensor. Esther bufó y se llevó una mano a la sien, le empezaba a doler la cabeza. Maca al advertirlo la abrazó M: ¿Qué te pasa? E: Nada, nada... se me ha puesto un poco de dolor de cabeza pero no es nada M: ¿Quieres que suba y te dé un masaje? te tomas una pastilla, te doy un masajito y seguro que te se pasa E: Suena delicioso... (suspiró la enfermera mientras Maca le besaba la sien) M: Pues vamos... oye cariño... ¿porque le has dicho a Diana que hemos cenado? no es cierto... ¿pasa algo? E: No tenía ganas de cenar con ella. Además lo menos que podía hacer era haberte invitado a ti también M: A mi no me importa. Es tu amiga Esther, no quiero que porque estemos juntas eso cambie E: Maca, no es por eso. Pero no ha estado bien que no te haya invitado a ti. Y más después de lo que ha visto... sabrá que no eres solo una amiga M: ¿Visto? hum... ¿qué ha visto? (preguntó la pediatra mirándola con las cejas alzadas y una sonrisa picara en la cara) E: Eres... tú sabes lo que ha visto... (susurró la enfermera)

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M: Hum... lo que ha visto no es nada comparado con lo que te haría (murmuró la pediatra en su oído provocando que las piernas de Esther temblaran y tuviera que aferrarse a ella para no caer) E: Maca... (suspiró Esther mientras la pediatra le besaba el cuello) vamos a casa. La pediatra asintió y sin soltarse, ambas se metieron en el ascensor Hundió el rostro en la almohada decidida a disfrutar un poco más de la calidez que le proporcionaban las sábanas que cubrían su cuerpo. Suspiró. Un leve olor a café le llegó despertando sus adormecidos sentidos. La boca se le hizo agua pero aún así se resistió a levantarse. Se giró con pereza, y deslizó una de sus manos por el hueco vacío que había dejado Esther al levantarse sin que ella lo notara. Las sábanas aún estaban tibias. Sonrió al pensar que la enfermera estaría haciendo el desayuno. Se la imaginó preparando tostadas, seguramente dando pequeños sorbos al que sería su primer café, seguramente al mismo tiempo que miraba la televisión. El deseo de verla, de saborear sus labios que sin duda sabrían a café, fue todo lo que necesitó para dar un salto de la cama. Se puso algo de ropa y con una norme sonrisa fue al encuentro de la enfermera. Al entrar a la cocina la vio y una vez más se dijo así misma lo guapa que era. Tras recorrer aquel cuerpo con la mirada al fin se dio cuenta de que allí había alguien más. Sentada a la mesa Diana la observaba al tiempo que removía un café. La pediatra no demostró su sorpresa. Volvió sus ojos hacía la enfermera que en ese instante llenaba un vaso de zumo y se giraba a mirarla. Ambas sonrieron sin moverse M: Buenos días (se limito a decir la pediatra desde la puerta cuando lo que de verdad quería era acercarse y besarla) E: Hola... (respondió Esther, luego fueron sus ojos los que hablaron "¿No vas a acercarte?") M: "Si me acerco tendré que besarte" E: "¿Y a que esperas?" Maca no sabía si aquella mental conversación había sido solo un deseo suyo de besar aquella boca o si realmente los ojos de la enfermera le habían hecho llegar lo que quería. Tampoco le importaba. Se acercó a ella y atrapó sus labios en un beso. Disfrutó del sabor del café en aquella boca pensando en que no le costaría nada hacerse adicta a eso, que ya era adicta E: Ah... Mira, Diana ha venido a traer bollos recién hechos Diana: Si, he llevado a María al colegio y he recordado que a Esther le encantan y... aquí estoy M: Que bien... yo solo quiero café y me voy a dar una ducha A la pediatra tantas atenciones por parte de aquella mujer empezaban a inquietarla. Pero no decía nada, no sabía si Diana siempre era así con Esther, pero presentía que no 95

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E: Deberías desayunar algo más que tu café (regañó Esther) M: Si mama, luego como algo. Ahora me voy a la ducha (Maca dio un par de sorbos más a su café) os dejo que desayunéis tranquilas Dejó la taza y tras dar un nuevo beso a Esther se fue, dejando a la enfermera sola con la otra mujer. La enfermera se sentó en una silla con la mente puesta en la pediatra. La voz de Diana que al fin de decidía a hablar la sacó de sus pensamientos Diana: Así que tú y... la pediatra... E: Sí Diana: No sabía esa faceta tuya Esther E: No es ninguna faceta Diana, simplemente ha pasado... Diana: No, no, si no tienes que darme explicaciones... si yo estoy encantada de saber que gustan las mujeres La enfermera la miró pero no respondió inmediatamente. Volvió a soplar sobre la taza que tenía en las manos tanto como para templar el hirviente liquido como para buscar las palabras adecuadas. Su mirada volvió a la puerta por donde había desaparecido la pediatra como esperado verla aparecer. Sonrió. Diana esperaba. Esther bebió un sorbo de su café y se quedo mirando la taza al tiempo que empezaba a hablar E: No sé si me gustan las mujeres (dijo, la risa de Diana llenó la cocina) Diana: Ya... no lo sabes... pues en el portal, ayer, parecías saberlo muy bien Esther volvió a sonreír sin levantar la mirada, parecía que en esa taza había algo que solo ella podía ver E: No, a eso me refiero. Yo ayer no estaba con una mujer Diana, hoy no estoy con una mujer, estoy con Maca. No me preguntes o afirmes que me gustan las mujeres. No lo sé, tampoco creo que tenga importancia. Me gusta ella, solo sé eso. No voy a pararme a analizar si de repente me he vuelto lesbiana, ni me voy a poner a pensar que toda mi vida anterior ha sido un engaño. Es que me da igual ¿sabes? me da igual ser o no lesbiana o lo que sea. Lo único que me importa es que Maca me gusta, mucho. Cuando la miro no pienso... es una mujer. Cuando la veo, cuando la tengo cerca, lo único que sé es que desearía poder parar el tiempo. A mi Maca me gusta como persona, su sensibilidad, su ternura, su humor, su inteligencia... Que todas esas cualidades vengan en el interior de una mujer y no en un hombre... ¿importa? a mi no... y si a mi no me importa... ¿porque habría de importarte a ti o a nadie? Diana: No hace falta que me hables así, soy tu amiga Esther... (dijo Diana cruzándose de brazos y haciéndose la ofendida) y ya te he dicho que me alegro de esto

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E: Mira Diana, sé que somos amigas pero... yo no soy tonta, ni ciega. Ayer, cuando nos viste, me invitaste a cenar y en lugar de invitar también a la persona que estaba conmigo, como has hecho otras veces, hiciste todo lo posible por excluirla Diana: Esther.. La enfermera le hizo un gesto negativo con la mano E: Déjalo, ya no importa. Pero quiero que sepas una cosa. Te he aguantado muchas cosas, porque somos amigas, como tú me habrás tenido que soportar a mí. Pero no pienso consentir que le hagas esas cosas a alguien que esté conmigo, sea quien sea ese alguien La mujer bajó la mirada sin decir palabra. Nunca había visto así a la enfermera Diana: Supongo que ni siquiera querrás oír mis motivos E: Pues te equivocas, deberías saber que siempre quiero oír lo que la otra persona tiene que decir Diana: Vale, te invite a ti a cenar y a ella no. Vale, siempre que has estado con alguien y yo te he visto y te he invitado también he invitado a esta persona... pero, ayer no, no podía. Y tengo un buen motivo E: Estoy deseando oírlo (afirmó la enfermera) Diana: Bueno... no pensaba decírtelo pero... no quiero que estés enfadada conmigo, por eso te lo voy a contar... me cuesta pero... bueno... veras... Maca y yo ya nos conocíamos de antes... nos conocíamos muy bien... (confesó la mujer con una sonrisa triunfal. Una sonrisa que se apagó al ver que Esther asentía) E: Lo sé, Maca me lo dijo ("Mierda" pensó Diana) y entiendo que quizás es un poco... incomodo pero, a mí me da igual. El pasado es pasado, creo que en todo caso debería ser yo la que estuviera incomoda y no lo estoy. Así que te agradecería dejaras el pasado a un lado La mujer observó a Esther en silencio con muda admiración. Bebió café y dijo Diana: Veo que te ha dado fuerte E: Maca significa mucho para mí (susurró Esther sonriendo ampliamente. Diana hizo un gesto despectivo que ella no pudo ver porque seguía mirando su taza) Diana: Ya... ya lo veo... (Diana, de cara a la puerta oyó unos pasos, sin duda Maca se acercaba. Diana sonrió levemente) tiene mucha suerte ¿sabes?. A conseguido en unas semanas lo que yo llevo deseando hace un año y nunca me atreví ni siquiera a insinuarlo E: ¿Qué?... Diana: Siempre me has gustado Esther.. Confesó Diana tomando su mano por encima de la mesa y estrechándosela se la llevó a los labios para besarla justo en el momento en que Maca, secándose el mojado pelo con una toalla, entraba en la cocina. Los ojos de la pediatra lo primero que buscaron, como 97

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siempre, fue el rostro de la enfermera, pero aún así le dio tiempo a ver aquel gesto a pesar de la rapidez con que Esther apartó su mano. La sonrisa deslumbrante que venía en sus labios fue menguando, sin ella quererlo, hasta convertirse en una especie de mueca. Algo se coló en su estomago y subió hasta su garganta. Se llamó a si misma la atención y se obligo a volver a sonreír, aquello no era nada malo. Vio como Esther miraba a Diana con claro gesto de sorpresa, la mujer a su vez le guiñaba un ojo a la enfermera. La pediatra recordó las veces que, en tiempos pasados, había visto ese gesto y lo que solía significar. Mientras su mente le decía que ya nada era lo mismo, que no había motivos para preocuparse, que solo era un gesto inofensivo, su corazón, mucho menos razonable, se disparaba al sentir el lacerante golpe de los celos. Automáticamente, en silenció, se acercó a la cafetera y de espaldas a las otras dos mujeres, se sirvió un café. Le dio un largo trago y apenas pudo evitar un gesto de disgusto, le supo amargo, muy amargo. Y aunque sabía que era absurdo supo que aquel amargor no era consecuencia de su costumbre de no echarle azúcar al café M: ("Eres idiota... no empieces con tus películas..." se dijo así misma) Se sobresaltó al notar una mano deslizándose por su pierna. Aferrándose a su taza se giró levemente hasta encontrarse con los ojos de Esther y su sonrisa. Y entonces, como si aquella sonrisa fuera un bálsamo, toda la inquietud desapareció como por arte de magia. ¿Que tenía aquella mujer que con solo sonreírle hacía que ella se sintiera la persona más afortunada del mundo? ¿Cómo conseguía que olvidara todo lo demás mirando aquella curva que se dibujaba en su boca? E: ¿Quieres que te haga un zumo? Preguntó la enfermera mientras seguía acariciando su pierna. Esther había notado la inquietud de Maca. Había visto como su sonrisa se apagaba al ver aquel gesto de Diana. Esther no le había dado importancia, le había sorprendido sí, pero no le había dado importancia. Dudaba mucho que su amiga se sintiera atraída por ella como le había dicho. Desde que la conocía había tenido oportunidad de comprobar como echaba los tejos a todo lo que podía. Por eso suponía que aquella confesión no debía ser muy tenida en cuenta. Pero se había dado cuenta de que a Maca si le había afectado ver aquel gesto y aun sabiendo que no había motivos sintió que debía tranquilizarla M: Con el café basta (murmuró la pediatra sonriendo y dando palmadas sobre la mano que se deslizaba por su pierna) E: No, no basta (respondió Esther poniéndose en pie y abrazándose a su espalda. Besó su mejilla y sin despegarse de su espalda estiró los brazos para coger el exprimidor. Con aquel movimiento aprisionó a la pediatra contra la encimera haciéndola reír. Se giró para quedar frente a ella) Quiero que desayunes bien Diana: Bueno, yo me voy (murmuró Diana levantándose de su silla) ya seguimos en otro momento con la conversación Esther 98

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E: Claro, hasta luego (respondió la enfermera mirándola brevemente sin abandonar su posición) Maca, que estaba de frente, vio como Diana se levantaba y las miraba. Sus ojos se cruzaron y durante unos segundos se mantuvieron la mirada. Diana sonrió y luego salió de la cocina. La pediatra siguió mirando el pasillo por donde se había ido. Aquella mujer le iba a dar problemas, lo presentía. Esther, poniéndole la mano en la mejilla hizo que la mirara E: Ey... (le susurró provocándole una nueva sonrisa) no lo vuelvas a hacer M: ¿El que? (preguntó la pediatra colocándole un mechón de pelo) E: Dejar de sonreír. No hay motivos ¿sabes? M: Esther... E: No lo niegues que no soy tonta. No pasa nada ¿vale? (Maca asintió, Esther le dio un breve beso) bien, ahora te voy a hacer un buen desayuno. Tienes que acostumbrarte a desayunar algo más que café. Así que vamos a hacerte un zumo y unas tostadas. Y luego te secare el pelo, aunque estás muy guapa así M: ¿Dónde has estado? (preguntó Maca en voz baja) E: ¿Cómo? (la enfermera no entendió aquella pregunta) M: ¿Dónde has estado todos estos años? no es justo que haya tardado 32 años en encontrarte (le susurró perdida en aquellos impresionantes ojos) E: Te estaba esperando (Esther le dio un nuevo beso esta vez más intenso y sin soltarla empezó a exprimir naranjas) La pediatra la observaba desde la dulce prisión del brazo izquierdo de la enfermera en torno a su cintura. Protestaba intentando que la dejara hacer algo, pero la enfermera se limitaba a sonreír y a negar con cabeza mientras introducía las tostadas en el tostador M: ¿Pero es que no me vas a dejar hacer nada? (insistió Maca fingiendo enfadarse) E: Por supuesto M: ¿Ah sí? E: Claro... dejo que te lo comas todo (anunció la enfermera con una suave risa) M: Eso no es justo... quiero ayudarte E: Maca, solo estoy haciéndote el desayuno, ¿porque no dejas que te mime un poco? La pediatra guardó silencio unos instantes. Esther dejó de mirar el tostador para mirarla a ella. La mirada que la pediatra tenía le encogió el corazón M: Nunca me ha mimado nadie... supongo... no así al menos E:... vaya... pues hay que hacer algo M: ¿Qué? E: Pues mimarte mucho, so tonta. Para que te vayas acostumbrando

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Esther le dio un nuevo beso y con un gesto le indicó que se sentara. La pediatra obedeció, no podía negarse a nada que le pidieran aquellos ojos. Contempló como la enfermera ponía ante ella un enorme vaso de zumo y como iba untando de mantequilla varias tostadas que también puso ante ella. Sin decir nada siguió viendo como Esther calentaba un poco de leche y tras quitarle la taza de las manos se la añadía a su café, luego le añadía un terrón de azúcar y lo removía. Por fin le devolvía la taza diciéndole: E: Es mejor que el primer café te lo tomes con leche, que ya tienes tiempo de tomar café solo todo el día. Venga desayuna, que en cuanto termines te seco el pelo (poniéndose tras la pediatra le tapo la húmeda cabellera con la toalla que ésta llevaba al hombro) que no quiero que cojas frío (La pediatra se dejaba hacer al tiempo que empezada a dar buena cuenta del zumo) M: Creo que sí, que me acostumbraré (susurró llevándose el vaso a los labios) E: Jajaja si es que a que nos mimen nos acostumbramos todos (afirmó la enfermera apoyándose en su hombro) M: Sí, a eso también me acostumbrare... pero yo hablaba de acostumbrarme a este amor que siento por ti y a todo lo que me haces sentir (y como si tal cosa la pediatra pegó un mordisco a una tostada dejando que sus palabras hicieran temblar el cuerpo de la enfermera de pies a cabeza) E:... Anda, termina de desayunar mientras yo me ducho. Por si no se acuerda, señorita Wilson, hay que ir a trabajar M: Lo sé, lo sé... menos mal que entramos a la misma hora, así podemos ir juntas y puedo estar contigo un poquito más E: Si... oye ¿qué te parece si vamos dando un paseo? vamos bien de tiempo y hace un día precioso M: Cariño, desde que estás a mi lado todos los días son preciosos (murmuró Maca acariciando con su mano libre el rostro de Esther) E: Tonta... (resopló la enfermera caminando hacia la puerta mientras la pediatra mordía nuevamente la tostada. Esther se giró a mirarla)... ¿sabes? M: ¿Qué? E: Que es una pena que entrando a trabajar a la misma hora, tú termines más tarde... (la enfermera puso absoluta cara de inocencia) Yo salgo a las 3... estaré aquí toda la tarde aburridita, tirada en el sofá, tapadita, viendo una peli... mientras tú te diviertes trabajando... M: Serás... (la pediatra hizo ademán de levantarse, lo que provoco que Esther saliera huyendo hacía la ducha dejando tras de si el inconfundible sonido de su risa. Maca se quedó negando con la cabeza mientras sonreía y seguía desayunando. De pronto dejó de masticar y un nuevo brillo apareció en sus ojos. Mirando hacia el pasillo se apresuró a terminar de desayunar y luego se dirigió a la habitación a vestirse) Esther salió de la ducha. Se rodeó el cuerpo con una toalla y con otra más pequeña iba secándose el pelo. Deslizó una mano por el empañado espejo que tenía ante ella para poder mirarse y vio su propio reflejo. No le sorprendió ver una sonrisa tonta pintada en 100

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sus labios. Una sonrisa que se amplió al oír ruidos provenientes de la habitación y que le indicaban que Maca se estaba vistiendo. La enfermera suspiró y concentrada en oír aquellos ruidos se encontró mirándose al espejo y recordando los primeros días de su relación con la pediatra. Las dudas, los miedos, la inseguridad, los temores, las preguntas sin respuesta, los porques... Y ahora viendo sus propios ojos, el brillo que tenían, en aquel espejo no cabía duda de que en esos momentos era feliz. Todo lo demás había quedado atrás sujeto por el ancla del olvido E: ("Has tenido mucha suerte ¿sabes? Tienes a una persona maravillosa a tu lado... vale, vale, no es el príncipe azul que soñabas de niña pero... ¿acaso le hace falta serlo? A su lado hasta el mejor príncipe de tu mejor sueño parecería un sapo. Así que... cuídala Esther cuídala...") y lanzando un nuevo suspiro dejó estos pensamientos evaporándose con el vaho del baño y salió a la habitación. Sonrió ampliamente al ver la espalda de la pediatra que, ya vestida, estaba sentada en la cama. Pero su sonrisa se borró cuando Maca se volvió hacia ella y aquellos acogedores ojos se deslizaron por su cuerpo como miel liquida. Paralizada la enfermera vio como la pediatra se alzaba y se dirigía hasta ella con movimientos lentos. Antes de que llegara si quiera a rozarla el cuerpo de la enfermera ya temblaba con dolorosa anticipación a lo que aquel contacto siempre le provocaba. La pediatra se situó ante ella y tras coger la toalla que la enfermera tenía en las manos le secó el pelo. Luego arrojó la toalla encima de la cama y rozó con los dedos el nudo que hacia que la toalla que rodeaba el cuerpo de la enfermera se mantuviera en su sitio. Esther contuvo la respiración mientras miraba aquellas hermosas y tupidas pestañas que tenía ante ella. Al instante las pupilas de Maca se unieron a los suyas al tiempo que deshacía el nudo. La enfermera tuvo que morderse los labios para ahogar un gemido mientras la toalla caía en las manos de la pediatra dejando su cuerpo a merced de aquellos ojos. Ambas gargantas tragaron saliva. Maca empezó a secar aquel cuerpo con lentitud y delicadeza, como quien limpia su mejor tesoro. Esther se dejaba hacer en silencio mareada por las sensaciones que aquellas manos despertaban en ella aún con aquellas inocentes caricias. Cuando cada milímetro de piel estuvo seco, Maca dejó la toalla a un lado y sin dejar de mirar a la enfermera alargó la mano hacía la cama. Allí había colocado la ropa de Esther. La enfermera la vio coger su ropa interior y un violento ataque de deseo la sacudió. Cuando Maca se inclinó ante ella y le levantó una de las piernas para poder ponerle la citada prenda, la enfermera tuvo que sujetarse a sus hombros para no desfallecer. Luego la otra pierna tuvo la misma suerte y al notar las manos subiendo lentas para colocar la prenda en su sitio Esther cerró los ojos. Cuando Maca ajustó la prenda dejó que sus manos recorrieran levemente aquel ardiente territorio que la hacia enloquecer. Tuvo nuevamente que tragar saliva al oír el gemido que escapó de la garganta de la enfermera. Mientras alargaba la mano para coger el pantalón, con el firme propósito de vestir a Esther, la pediatra empezaba a pensar que aquello de vestir a su chica no estaba resultando tan buena idea como había pensado. Cada prenda que le ponía deseaba quitársela. Cuando le hubo puesto el pantalón le ajusto el cinturón y no pudo evitar alzarse para besar aquellos labios entreabiertos. Aprovechó que estaba en 101

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pie para coger el sujetador de la enfermera y ponérselo. Cuando sus manos rozaron aquellos senos ambas se miraron a los ojos preguntándose si era mejor seguir o parar y quitarse la ropa que se habían puesto para dar rienda suelta a lo que las estaba abrasando internamente. Finalmente se impuso la maldita lógica y con un suspiro Maca hizo que Esther se girara para abrocharle aquella prenda. Aquella espalda era la tentación echa piel y la pediatra se dedicó a adorarla llenándola de besos. Notando que su fuerza de voluntad estaba a punto de resquebrajarse la pediatra la giró de nuevo empezó a ponerle la camisa. El abrochar los botones fue otra tortura, Maca se hacía la torpe y aprovechaba para rozar toda la piel que estuviera al alcance de sus dedos. Pon fin terminó y como recompensa buscó su premio en esa boca que la recibió jubilosa. Maca la abrazó estrechamente para hacer participe a Esther del deseo que galopaba por sus venas. Tras entregarse durante un par de minutos a disfrutar de aquella humedad cavidad Maca se separó y apoyó su frente en la de Esther. Se sonrieron E: Vaya.. (susurró Esther) y... ¿y esto? Tras unos segundos Maca respondió sonriendo con picardía: M: Esto es para que esta tarde cuando estés aquí y yo trabajando me recuerdes... y así espero que en lugar del sofá... me esperes en otro sitio más... cómodo E: Eres una bruja... ¿lo has hecho por eso? M: No... lo he hecho porque necesitaba tocarte... como siempre E: Cariño (volvieron a besarse) prometo que te estaré esperando... cómoda... muy cómoda (respondió sensualmente Esther) M: Joder... que larga se me va a hacer la guardia (confesó la pediatra acariciándole el pelo) E: Anda vamos, que aún llegamos tarde Terminaron de arreglarse y salieron de la casa rumbo al hospital. Mantuvieron su idea de ir paseando, disfrutando del cálido sol que aquel día había decido asomar, calmando un poco el riguroso invierno. Maca, divertida, fingía desesperarse cada vez que Esther tirando de su mano la obligaba a pararse ante un escaparate. Sonrió cuando, una vez más, se detuvieron, esta vez en el escaparate de una tienda de objetos de decoración. Intentaba seguir atentamente los comentarios de Esther sobre los objetos allí exhibidos pero le fue imposible. Absorta, ya solo pudo ver el reflejo de aquel amado ser en el cristal, seguir embobada el característico gesticular de aquellas manos acompañando a su hablar, se perdió en la musicalidad de los tonos de aquella voz que era capaz de remover cada célula de su cuerpo. Todo lo demás desapareció para ella E: Mira, mira aquel barco de madera, ¿a qué es precioso? a mi me encanta, ¿te gusta? (la enfermera al no obtener respuesta dejó de mirar el barco. En el cristal se encontró con el reflejo de la pediatra que la contemplaba absorta con una sonrisa y con tal expresión en el rostro que a la enfermera le dio un vuelco el corazón. Sonrió y le dio un pequeño empujón) Maca no me estas escuchando.. 102

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M: ¿Eh? ¿Perdona? E: Mira, el barco ese... mira que bonito es (Esther volvió a señalar. La pediatra por fin hizo caso y desvió su mirada hacia el mencionado objeto, luego volvió a mirar a la enfermera) M: Es precioso si... pero lo que yo estaba mirando es mucho más bonito (le respondió con voz suave al tiempo que le acariciaba la mejilla) Esther no dijo nada, sabía que ninguna palabra que saliera de sus labios le haría justicia al amor que desprendían aquellos ojos. Prefirió cambiar de tema para calmar así la amalgama de sentimientos que la embargaban E: Eres poco amiga de mirar los escaparates ¿eh? (comentó) M: La verdad es que no me detengo mucho a mirarlos no. Solo cuando voy buscando algo, o en días que me apetece curiosear. Pero si, la verdad es que no soy muy de escaparates. Prefiero mirar los edificios, la gente, los árboles, el cielo... Me gusta mucho mirar el cielo y más si hay nubes. Me encantan. No voy siempre mirándolas claro, no podría andar pero si, suelo levantar la vista y mirarlas. E intento encontrarles parecido con algo (la pediatra se rió ante la asombrada mirada de su chica) ¿qué? ¿nunca has probado? E: De niña sí... pero ahora.. M: ¿De niña sí y ahora no? ¿Acaso las nubes son propiedad de la infancia?. Hay ciertas cosas que una nunca debe dejar de hacer, hazme caso. Venga, mira hoy hay nubes, prueba E: Es una broma.. M: Claro que no. ¡Venga va! Seguimos andando y cuando yo diga paramos, miramos ¿vale? ¿probamos? - Jjajajajajajaa vale... Siguieron andando. Esther reía levemente pero la pediatra no le hizo caso. Unos pocos metros después Maca se detuvo M: Ahora (dijo y levantó la mirada al cielo donde se podían ver unas pocas nubes. Esther también miró más que nada por complacerla en aquel juego) E: Veo las nubes pero... no les veo parecido a nada M: Tienes que mirar bien... mira... aquella parece el ondulado de tu pelo ¿ves? (informó la pediatra señalando una de las nubes) E: Eh... yo no veo nada M: Tienes que seguir intentándolo (Maca siguió andando pero poco después volvió a detenerse) ¡Ahora! E: Hum... bueno, aquella podía ser una montaña (indicó Esther señalando una nube) M: No está mal... vas mejorando... a mí me recuerda al contorno de tu cuerpo sobre la cama E: Tú estás tonta (sonrió la enfermera, Maca se encogió de hombros sonriendo) M: Oye que esto consiste en decir lo que una ve y yo veo eso E: Jajajajaja vale... ahora digo yo cuando tenemos que parar (siguieron andando y al momento la enfermera dio la orden de parar) ¿qué ves ahora? 103

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M: Uy esta es fácil... esa tiene la forma de tus ojos E: Tú eres una tramposa... no puede ser que todo tenga algo que ver conmigo, y yo no veo nada y menos que se parezca a mí (regañó Esther mientras empezaba a andar de nuevo. Maca la detuvo cogiéndola del brazo y acercándola a ella) M: Si, si se puede. Tú quizás no porque miras con tus ojos. Si miraras con los míos si lo verías. Porque mis ojos en cada cosa encuentran algo tuyo, algo que te recuerda, aunque lo que mire no tenga nada que ver contigo E: Estas loca... susurró la enfermera incapaz de añadir nada más M: Si, pero de eso tú tienes la culpa (sentenció la pediatra mientras seguía andando. Ya no añadieron nada más, al final de la calle se divisaba el hospital) E: Ya hemos llegado (musitó la enfermera deteniéndose en la puerta. Ambas se miraron sin percatarse que desde un coche cercano alguien las observaba) M: ¿Entras conmigo por urgencias? así podré despedirme de ti en condiciones en pediatría E: Sabes que soy incapaz de negarme Entraron en el hospital por urgencias donde Teresita se apresuro a saludar a la enfermera con un efusivo abrazo T- Tienes que bajar más por aquí hija, que siempre es un placer verte ¿verdad Maca? (preguntó la mujer) M: Diga usted que si Teresa... (sonrió la pediatra mientras firmaba unos papeles) E: Bajare a veros más a menudo (prometió Esther) ahora tengo que irme a trabajar T- Espero que sea cierto... Esther seguía ya a la pediatra que se encaminaba a su despacho. Una vez allí cerraron la puerta y apuraron los últimos minutos que tenía la enfermera antes de irse a trabajar perdiéndose una en la boca de la otra. Maca se resistía a dejarla marchar y Esther a irse pero al final no les quedó otro remedio que separarse M: Te veo luego (musito la pediatra) E: Te estaré esperando (asintió Ester ante lo cual ambas compartieron una sonrisa. La enfermera sacó unas llaves de su bolso y se las entregó) Toma, son las llaves de casa, quédatelas M:Pero... Esther... E: Anda no seas tonta. Así esta tarde no tienes que tocar al timbre ni nada. Siempre le dejo una copia a alguien por si pierdo las mías, y estas las tenía una vecina pero prefiero que las tengas tú M: Gracias... E: Me voy que llego tarde. Que tengas una guardia tranquila... te espero... (se despidió la enfermera dándole un nuevo beso) te quiero... Dicho esto escapó por la puerta rumbo a su planta

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Horas después Esther salía del hospital. Las horas de trabajo se le habían pasado muy rápidas gracias a que había estado recordando todo lo sucedido el fin de semana. Ahora solo pensaba en llegar a su casa y que la tarde pasara lo más rápida posible hasta que llegara la hora en que la pediatra se reuniría con ella. Iba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que alguien la seguía. Solo cuando una voz la llamo fue consciente de aquella persona ANA- ¿Esther? (la enfermera se giró para ver quien la llamaba) eres Esther... ¿no? E: Sí... hola Ana ANA- Cuanto tiempo si verte... ¿vas para el centro? (la enfermera asintió algo incomoda) yo también, podemos ir juntas y charlamos E:...Claro... Una junto a la otra empezaron a andar Miró nuevamente su reloj, como había hecho una docena de veces en la ultima hora que se había hecho eterna. Un suspiro de alivio escapó de sus labios al comprobar que esta vez si, que por fin eran las nueve, su hora de irse. Sonriendo se quitó la bata y recogió sus cosas al tiempo que unos golpes a modo de llamada sonaban desde la puerta. Suplicó mentalmente que no fuera nada que retrasara su marcha M: Adelante (dijo mientras pensaba ya el modo de que aquella visita se hiciese lo más corta posible. Pero al ver el rostro que aparecía al abrirse la puerta no pudo evitar sonreír ampliamente) ¡Cruz! C: Hola... ¿ya te vas? M: Si, termino justo ahora C: Vaya, yo creía que terminabas más tarde y venía a ver si cotilleábamos un rato M: Y... ¿de qué quieres cotillear? (preguntó Maca sabiendo perfectamente la respuesta mientras guardaba sus cosas en el bolso) C: De lo caro que se han puesto los tomates, no te digo... (la pediatra se río a carcajadas) ¿me vas a contar como va lo tuyo con Esther o voy a tener que esperar al jueves y comprarme el Hola? M: Va bien... muy bien en realidad C: Y... y ¿eso es todo lo que vas a decirme? estás ahí con esa sonrisa tonta en la cara, con unos ojos que da gusto verlos... y supongo que no es debido a mi visita y ¿solo me dices que va bien? De eso nada guapa, tú ahora mismo te sientas y me cuentas todo... pero todo ¡todo! M: Ay Cruz (Maca se incorporó de la mesa donde se había apoyado) no puedo, ahora no puedo... me está esperando La doctora sonrió, y aunque verdaderamente deseaba que su amiga compartiera con ella lo que sentía, ver su rostro era bastante explicativo 105

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C: ¿Estas coladita eh? y ella también por lo que parece (comentó mientras daba suaves golpecitos en el rostro de la pediatra que sonrió aún más) M: Si... sé que parece increíble por lo rápido que ha pasado todo pero... de verdad la quiero Cruz. La quiero mucho. Te parecerá una cursilada pero... solo con pensar en ella me hace sonreír y siento algo aquí dentro que... me paso el día pensando en que hacer para que ella se sienta bien, y a veces me cabreo conmigo misma porque no se me ocurre nada C: Maca no hace falta que pienses tanto, si ella también te quiere le bastará con estar contigo y tú lo sabes M: Si... pero... quiero que esto salga bien Cruz, quiero hacerla feliz de verdad C: Seguro que es feliz Maca, tú eres una persona muy especial y me alegro de que Esther se haya dado cuenta, y ahora vete. No quiero que te retrases por mi culpa M: Gracias Cruz (la pediatra le dio un fuerte abrazo y poniéndose el bolso al hombro se disponía a irse cuando ya en la puerta la voz de la doctora la detuvo) C: Eso si... mañana mismo te tomas un café conmigo y me cuentas todos los detalles... hasta los porno que seguro que los hay M: Vale, mañana cae ese café... y si... hay momentos porno... cotilla C: ¡Pues que ese café sea a primera hora! (oyó decir a su amiga mientras cerraba la puerta tras ella) Salió rápida del hospital, y más que andar corrió hacía aquella casa donde la esperaba todo lo que ella deseaba en ese momento. La compañía de la mujer que amaba. Los apenas treinta minutos que tardó en llegar solo hicieron acrecentar el deseo de verla y de sumergirse en aquella mirada que para ella era como entrar en un mundo nuevo, un mundo nuevo y perfecto. Cuando llegó a la puerta y sacó las llaves que Esther le había dado sonrió. Mientras las introducía en la cerradura y abría sintió una cálida emoción instalándose en su pecho. Sintió que pertenecía allí, que aquel era su lugar, que por fin había encontrado un sitio donde querer estar siempre. Sabía que no era por la casa, aunque le encantaba, era por Esther. Donde fuese aquella mujer ella encontraría el calor. Con ese pensamiento entró en la casa, anunciándose con voz alegre: M: Hola... ya estoy aquí Entró en el salón intentando que no se le viera el ramo de flores que llevaba en las manos mientras dejaba un paquete sobre la mesa. Miró a su alrededor extrañada de no oír la voz de la enfermera saludándola, intrigada al ver que no salía a recibirla. Se asomó a la cocina pensando que por la hora igual estaría cocinando pero allí solo encontró más vacío. El recuerdo de la conversación de aquella mañana iluminó su mente y una sonrisa se dibujó en sus labios. Sintiendo que la velocidad de su corazón se disparaba dejó el ramo también sobre la mesa y tras sacar de él una rosa se dirigió con ella al dormitorio. La puerta estaba entreabierta pero no se veía el interior. Se detuvo unos segundos para respirar profundamente. No podía evitar aquella emoción, aquellos nervios que se adueñaban de ella cuando iba a ver a la enfermera. Ignoraba si era normal sentirse así pero no le 106

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importaba. Un ruido dentro de la habitación le confirmó que Esther estaba allí. Sonrió. Sin hacer ruido abrió un poco más la puerta pero no entró. Se echó un poco para atrás e introdujo en la habitación una mano mostrando la rosa. Apenas aguantando una risa esperó la reacción de la enfermera. Pero no llegó. Supuso que estaría de espaldas a la puerta y que no la veía. Sonriendo y con sigilo entró en la habitación dispuesta a sorprender a su chica. Y entonces la vio, quedándose sin saber que decir. La enfermera estaba sentada en la cama, de cara a la puerta y la miraba. La miraba sin sonreír. La pediatra no supo que decir. Había reparado en aquellos bellos ojos castaños que en ese momento parecían dos pozos inaccesibles en los cuales ella no era capaz de ver nada. Se asustó. ¿Que le pasaba a Esther?. Preocupada dio un paso hacía la cama y al ver que la enfermera hacía un gesto de recogimiento su preocupación se tornó en pánico M: Cariño... ¿qué pasa? ¿qué te ocurre? (la enfermera negó con la cabeza y bajó la mirada) dímelo... sé que algo te pasa... Esther mi amor Dio dos pasos más pero la enfermera volvió a levantar los ojos hacia ella y por fin respondió. Dejó salir las palabras que habían estado abrasando su garganta E: Ana ha estado hablando conmigo (musitó) La pediatra por aquel tono de voz roto, que indicaba que aquella mujer estaba al borde de las lágrimas, comprendió que su mundo se estaba desmoronando. La rosa cayó de sus manos al suelo. Con pasos lentos y con sus ojos clavados en los de la enfermera se acercó a la cama y se sentó. No sabía que le podía haber contado Ana a la enfermera pero por lo que el rostro de ésta le indicaba no debía ser nada bueno. Sintió deseos de ir en buscar de aquella mujer que le había infringido ese dolor a Esther y gritarle en la cara toda la rabia que sentía en ese instante. Pero sabía que aquella no solucionaría nada, además, por nada del mundo quería alejarse de la enfermera M: Cariño... ¿qué ha pasado? (le preguntó intentando tocarle el rostro pero la enfermera lo evitó haciéndose a un lado) dime que te ha dicho E: ¿No lo sabes? (la pediatra negó con la cabeza) ¿no te lo imaginas? M: Esther ahora mismo no quiero imaginar nada, quiero que me cuentes que ha pasado E: No... Maca yo... quiero estar sola La pediatra sintió como si aquella petición de soledad le hubiera golpeado el rostro como una fuerte bofetada M: No me pidas que me vaya por favor... háblame, quiero saber que ha pasado... necesito saberlo (La enfermera no dijo nada, guardó un doloroso silencio. Maca lentamente alargó la mano para intentar tocar ese rostro pero ella nuevamente se apartó) Esther por favor... E: Cuando salí del hospital me la encontré. Creo que me estaba esperando, no sé... m e dijo que venía hacía el barrio y me propuso ir juntas. Por el camino me lo contó todo 107

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Maca escuchaba atentamente. "Ana... Ana... ¿porque? ¿no le había dejado bien claro que lo suyo había terminado? ¿porque tenía que hacer aquello?". Se aferró a la manta. Nunca entendería a la gente que actuaba así. Miró nuevamente a Esther. Conteniendo el aliento volvió a intentar tocarla y esta vez la enfermera no se retiró. Deslizó la punta de los dedos por su mejilla tragando saliva al notarla húmeda. Retiró aquel resto de lágrimas con su dedo pulgar deseando que fuera tan fácil borrar la tristeza de la enfermera M: ¿Todo? ¿Que es todo?, tú sabes que Ana ya no es nada para mí, que ya no es nada en mi vida Una risa nerviosa escapó de los labios de la enfermera E: Lo sé, realmente ella nunca te ha importado ¿verdad? ni ella ni ninguna otra M: ¿Que...? E: Ni siquiera yo... M: Esther ¿qué estas diciendo? ¿Cómo puedes decir eso? tú sabes que te quiero... mira no sé que te ha dicho Ana pero... La enfermera alzó un brazo para, con un gesto, indicarle que se callara E: Basta Maca... M: Pero... ¡no! Esther joder no entiendo nada... por favor... ¿quieres contarme que ha pasado? La enfermera la miró y dejó asomar una sonrisa triste E: ¿Quien sale en ese DVD que tanto ves, Maca, y que no dejas que nadie vea? Ana dice que es una mujer y que te importa mucho y que... La pediatra siguió escuchando todo lo que Ana le había contado a Esther. Ni siquiera se acordaba de aquello M: Esther... E: ¿Quien sale en el DVD Maca?... La pediatra volvió a mirarla. ¿Que debía hacer? ¿Decirle a Esther que salía Diana y María? tampoco quería mentirle, no podía M: Esther... aquello ya no es importante para mí, desde que te conocí no lo he vuelto a ver, de verdad. Ahora ya solo me importas tú. Ni siquiera me acordaba de eso E: Maca ¿quien sale en el DVD? no me mientas... M: Te juro que aquello ya no... 108

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E: Maca... ¿es Diana? (no tuvo que responder, por la cara que puso la enfermera supo que era cierto. Esther cerró los ojos) Es mejor que te vayas M: Cariño... déjame que te explique... te juro que no es lo que piensas E: Por favor vete... (las mejillas de la enfermera se llenaban nuevamente de lágrimas. Maca sintió que ella misma empezaba a llorar) M: Esther por favor escúchame E: ¡¡¡No!!! Vete por favor Maca, déjame sola (la pediatra intento acercarse) ¡no! ¡no! márchate (suplicó Esther hundiendo la cara en la almohada y rompiendo a llorar desconsoladamente) Aquello fue demasiado para la pediatra y con los ojos nublos se dio la vuelta y salió a la carrera de allí. Su mundo se descomponía y ella no sabía que hacer. Esther oyó la puerta cerrarse de un golpe y siguió llorando con más fuerza aún. Un rato después se incorporó. Necesitaba tomarse una pastilla, la cabeza había empezado a dolerle tanto como le dolía el alma. Se incorporó a duras penas, agotada, y se dirigió a la cocina. Cuando pasó por el salón vio las flores sobre la mesa. Su corazón se contrajo. Lentamente se acercó a ellas y las rozó con los dedos mientras las lágrimas volvían a aparecer. Sus ojos descubrieron el paquete que había junto a las flores envuelto en papel de regalo. Se giró haciendo ademán de ir a la cocina pero sus piernas no se movieron. Volvió a mirar el regalo. Odiándose a si misma por su debilidad lo cogió. Se estremeció al pensar que aquel papel había estado en contacto con las manos de Maca. Con la garganta echa un nudo y con los labios saboreando la sal del llanto abrió el paquete. Al ver lo que había dentro aguantó hasta la respiración durante unos segundos. Luego el llanto volvió más intenso aún E: ¿Porque Maca, porque? (gimió entrecortadamente dejándose caer en el sofá. Sus manos aún agarraban el regalo, el barco que esa misma mañana habían visto en el escaparate y que le había dicho a Maca que le gustaba) Maca había salido de aquella casa con la premura que da la desesperación. La desesperación que le daba comprobar que todo lo que habían construido en aquellas semanas se desvanecía en cuestión de segundos por culpa de algo que pertenecía al pasado. Con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta y la cabeza gacha anduvo sin rumbo por las calles como esperando encontrar respuestas imposibles en la tenue luz de las farolas. Sus pasos eran lentos en contraste con la rapidez con que los pensamientos giraban en su mente. Pensamientos contradictorios que prometían una noche de insomnio. Una parte de ella entendía a la enfermera. Comprendía el dolor que seguramente le había causado saber que ella durante mucho tiempo había estado aferrada a ver esas imágenes. Suponía que lo que más daño había hecho a la enfermera es saber que Diana formaba parte de aquella película. Pero al mismo tiempo... ¿acaso todo lo que habían vivido aquellos días no significaba nada?. ¿Cómo podía Esther dudar de sus sentimientos? ¿No le había demostrado todo lo que sentía por ella, lo que la quería?. No le reprochaba que se hubiera sentido dolida por lo del DVD, no. Lo que la pediatra no podía 109

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entender, lo que le estrujaba el alma era que Esther se negara a hablar con ella. Que no le diera oportunidad de explicarse, que no la escuchara. Comprendía su dolor, pero aquella actitud de no querer hablar, de huir, no podía comprenderla. Y algo, seguramente ese infierno que todos llevamos dentro, le susurraba que aquella forma de actuar de la enfermera demostraba muy poco amor por su parte. ¿La quería y a la primera oportunidad, sin dejar que se explicara le pedía que se marchara? ¿Que se suponía que debía hacer ella? ¿Esperar a que por fin quisiera escucharla? ¿Dejar pasar unos días?... Dejar pasar los días... el solo hecho de pensar que aquella sonrisa no estaría ante ella cada día era algo que le resquebrajaba las entrañas con la misma facilidad que un cuchillo afilado corta el pan recién hecho. Era algo que ella no sabía si podría soportar. No es fácil renunciar a la felicidad cuando se la ha tenido cogida del brazo. No es fácil renunciar a la presencia de un cuerpo cuando este es tu camino. Tu estrella polar Sus pasos sin rumbo la habían llevado hasta uno de los puentes de la ciudad. Al tiempo que se ceñía el abrigo se asomó a la barandilla dejando que su mirada se deslizara por el correr de aquellas tranquilas aguas. Cruzó las manos y apoyó el rostro en ellas. Prendió la mirada a lo lejos, allí donde el abrazo oscuro de la noche ya no dejaba ver la silueta de los edificios. Una especie de mueca que intentaba ser una sonrisa asomó a sus labios, la única silueta que ella quería ver era la de un cuerpo que se encontraba dolorosamente lejos de ella. Una fina lluvia había empezado a caer queriendo acompañar, tal vez disimular, las ardientes lágrimas que bajaban por sus mejillas. Un nombre salió de su boca M: Esther... (apenas fue un susurro. Un vano intento de su cuerpo buscando expulsar así una mínima parte del dolor que la atenazaba por dentro. O tal vez sus labios sentían la imperiosa necesidad de volver a degustar las sensaciones que la inundaban al pronunciarlo. Cerró los ojos) M: ("¿Qué hago? ¿Qué hago ahora?... me tenía que haber quedado allí, hacer como fuera que me escuchara... obligarla a que me dejara explicarme y contarle... ¿Contarle que Macarena? ¡¿Que?! ¿Todo? ¿Ahora? no valdría de nada... Solo le haría más daño... Y todo por el DVD... Por Dios ni yo misma me acordaba de que lo tenía. Si... si desde que ella está en mi vida no soy capaz de pensar en otra cosa que en verla, en tenerla cerca de mí... ¿Es que no lo ve? ¿Es que no se da cuenta? ...¿No le importa?") Se pasó las manos por la cara completamente mojada a causa de la lluvia que había dejado de ser una leve lluvia para convertirse en una torrencial tormenta. Pero a su cuerpo pareció no importarle el hecho de estar empapándose y permanecía inmóvil M: ("Esther... sé que te ha dolido pero ¿no me merezco que me dejes explicarte?... Esto no se va a acabar así... claro que no. No puedes hacernos esto. Tengo que hacer que me escuches... Seguro que si te lo explico... Joder ¿por qué no te lo contaría antes todo? pero para mi tampoco es fácil... Una no va contando ciertas cosas cuando conoce a gente... Y cuando empezamos a estar juntas... simplemente se me olvido... Solo era capaz de 110

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disfrutarte, de recrearme en cada segundo que compartíamos... Lo demás ya no tenía cabida en mi. ¿Cómo tenes esa capacidad de hacerme que olvide todo? Hasta lo más doloroso... ¿Y que hago ahora? Si supiera que es lo que realmente quieres que haga... Lo haría a ojos cerrados... Yo solo quiero estar contgo... contgo Esther... contgo...) Movió la cabeza en un gesto apenas perceptible de negación. Suspiró. Una voz a su espalda la sobresaltó. No se había dado cuenta de que había alguien. Se giró a tiempo de oír las ultimas palabras Alguien:... ¿está usted bien...? (un hombre de unos cincuenta años, resguardado de la lluvia con un enorme paraguas negro, la contemplaba con gesto preocupado) M: Sí... gracias (murmuró la pediatra) Alguien: Está empapada... ¿seguro que está bien? ¿quiere que la acompañe a algún sitio? (preguntó de nuevo el hombre) Su preocupación se reflejaba claramente en su rostro, pareciendo auténticamente sincera. Maca, tras unos segundos de mirarse mutuamente, se percató de la imagen que ella debía estar dando: una chica totalmente empapada, haciendo caso omiso del diluvio que estaba cayendo, junto a un puente y con claras muestras de haber llorado. Imaginó lo que debía estar pensando el hombre y sonrió levemente. En otro momento, en otras circunstancias, si no tuviera tanto dolor interno, se hubiera echado a reír a carcajadas. Pero una opresión en el pecho apenas la dejaba respirar, mucho menos reír M: No gracias, estoy bien, ya me iba y vivo cerca (mintió. No dudaba que el hombre solo quería ayudarla pero no tenía ganas de compañía) gracias de todas formas Se separó del puente y empezó a andar alejándose, haciéndole al amable desconocido un gesto de despedida. El rostro del hombre se relajó notablemente y tras dirigirle una sonrisa también siguió su camino, girándose de vez en cuando para mirarla. Al final se perdió por una de las calles. Ella, nuevamente, andaba sin rumbo M: ("Pobre hombre... vaya susto se ha dado... Creo que ha pensado que me iba a suicidar... Si él supiera que a veces no hace falta morirse para no sentrse viva") Sacó un pañuelo de su bolso y se secó el empapado rostro. Se abrazó así misma, intentando darse un poco de calor y calmar los escalofríos que habían empezado a sacudir su cuerpo. Suspiró. Se sacudió la chaqueta, queriendo liberarla un poco del agua que la empapaba. En ese instante un coche pasó veloz por la calle levantando el agua de un charco y echándola sobre ella. No fue capaz de articular palabra, ni siquiera una protesta o el insulto típico de estos casos. Se contemplo y una risa subió por su garganta y brotó de sus labios como sonora carcajada. Mientras el frío y el agua la abrazaban más estrechamente la risa fue descendiendo de intensidad, hasta convertirse en una leve sonrisa que dejó paso a un rictus acompañado de lágrimas que no tardaron nada en brotar 111

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como desconsolado llanto. Sus pies de nuevo se movieron, y al cabo de un rato, sin pretenderlo o tal vez buscándolo inconscientemente, la llevaron hasta un conocido edificio. No tuvo tiempo de pensar, su temblorosa mano ya tocaba el timbre C: ¿Sí? ¿Quién es? (esa voz fue como una bola de calor para ella) M:... so... soy Maca... (los escalofríos apenas le dejaron contestar. Y cuando, tras unos breves segundos, la puerta se abrió se sumergió en el refugió que le suponía el portal. Con pasos lentos, casi arrastrándose se metió en el ascensor y se apoyó en una de las paredes. Se miró en el espejo) M: ("Desde luego no tenes el mejor aspecto para que ella te vea") Poco después salía del ascensor intentando en vano colocarse el chorreante cabello M: ("Necesito algo caliente" se dijo así misma al ver el temblor de sus manos. La puerta que tenía ante ella se abrió y unos sorprendidos ojos la recorrieron de arriba abajo) C: ¡Maca! ¡Estás empapada! ¿Pero de dónde vienes? (Cruz se hizo a un lado para dejarla pasar) son casi las dos de la mañana M: Perdona... yo... solo... La doctora descubrió aquella mirada enrojecida y sin necesidad de más entendió C: Anda, vamos a darte una ducha caliente. Ya hablaremos luego. Lo primero es sacarte ese frío del cuerpo M: Cruz... siento haber venido a estas horas... y... y así (se disculpo la pediatra) C: Maca, no seas tonta. Está claro que necesitas hablar. Y yo quiero oírte. Pero primero la ducha. Luego hago algo calentito y hablamos La doctora ya la guiaba hacía el interior de la casa pero Maca la detuvo para susurrarle M: Gracias... C: No me las des. Ahora a la ducha luego... luego veremos como nos la arreglamos para recomponer ese mundo que te se ha roto, porque es eso ¿verdad? (la pediatra asintió) anda vamos Un rato después la pediatra estaba en el sofá, con un pijama que le había dado Cruz y envuelta en una gruesa manta. A pesar de la ducha caliente y de la ropa seca seguía temblando considerablemente. Cruz, que entraba en el salón con dos tazas en las manos, la observaba mientras se acercaba para sentarse junto a ella. Le entregó una de las tazas con una sonrisa C: ¿Mejor? M: Sí... 112

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C: Vilches ya se ha acostado, y no veas como me ha costado convencerle. Quería quedarse aquí toda la noche hablando contigo de pacientes, de tratamientos... O igual le daba por enseñarte la lista de nombres que esta preparando para el niño M: No me hubiera importado C: Lo sé, pero ya habrá tiempo de ver nombres, baberos y turnos para que los amigos lo cuidéis mientras nosotros nos vamos de juerga. Pero creo que tú y yo hoy tenemos temas más importantes que tratar La pediatra bajó la mirada. La doctora esperó con la mirada fija en ella, sabía que no hacía falta añadir nada más, su amiga hablaría cuando encontrara las palabras. Tras unos segundos, en apenas un susurro, así fue M: Ana, no sé porque ni para que, ha estado hablando con Esther... (dio un sorbo de su taza) Yo... habíamos quedado esta noche para cenar en su casa y cuando llegué... me bastó con ver sus ojos para saber que no estaba bien. Me contó que había estado hablando con Ana y cuando intente explicarle, que habláramos... me dijo que me fuera Cruz la vio bajar la cabeza y guardar silencio. Esperó unos instantes por si añadía algo más y al ver que no era así, habló ella C: No entiendo... ¿Ana habla con Esther y ella se cabrea? no lo entiendo... ¿qué le ha dicho? ¿Que aún estás con ella? La pediatra movió la cabeza en sentido negativo M: Le ha dicho lo del DVD (murmuró) C: Perdona... creo que no te he oído bien... ¿lo del DVD? (La pediatra esta vez asintió) Maca no me jodas que aún tienes eso... dime que no es cierto M: Si, lo tengo... pero te juro que ni me acordaba. Desde que conozco a Esther... lo olvidé C: Me dijiste que te habías desecho de eso, que... M: Eso ahora no importa C: Si, si importa. ¿Cómo quieres que no me importe que te sigas torturando? La pediatra soltó una risa amarga que detuvo las palabras de la doctora, luego suspiró M: Cruz, reconozco que si, que lo tenía, que vale lo veía de vez en cuando. Pero, de verdad, desde que Esther entró en mi vida lo olvidé, y ahora... C: Vale, ya hablaremos de eso... entonces Ana le ha dicho a Esther lo del DVD... ¿y? ¿se ha enfadado? francamente no creo que sea para eso. M: Ana le dijo que salía una antigua pareja mía, Esther ató sus cabos y adivinó que era Diana... yo le dije que sí... al fin y al cabo si sale Diana... yo no pude contárselo Cruz, no pude... y entonces se enfadó y me pidió que me fuera... vi tanto dolor en sus ojos, y yo... Cruz cuando vi que la había echo daño quise morirme 113

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C: Espera... espera... ¿Esther piensa que el DVD es de Diana? y tú... joder Maca ¿porque no lo has dicho la verdad? No tú no, tú la dejas allí y huyes M: Estaba llorando... verla llorar... no puedo explicarte lo que sentí al verla así C: Y te fuiste... Joder Maca tenías que haberte quedado y explicárselo. No me puedo creer que estéis así por esto, de verdad. Maca, la quieres, te quiere... vale, su reacción tampoco es muy comprensible pero... bueno... no sé yo que gracia me haría saber que Vilches ve videos de antiguas parejas suyas la verdad... seguramente le arrancaría la barba M: He sido una idiota... C: No pienses eso. Solo ha sido un mal entendido... Solo tienes que ser sincera con ella y todo se arreglara M: No quiere verme C: Ay hija mía... eso lo hemos dicho todos alguna vez en momentos de ofuscación M: Esther es muy cabezota... mucho (anunció la pediatra) C: Entiendo... bueno... ya se me ocurrirá algo... para cabezota yo Esther apenas había dormido la noche anterior y ahora, más que andar, se arrastraba por los pasillos del hospital. Su estado no pasó desapercibido a sus compañeras que le insistieron en que descansara un rato. Y aunque al principio se había mostrado reacia, al final se había refugiado en el cuarto de enfermeras. Se tumbó en el sofá, a oscuras, agradeciendo el silencio que esperaba le ayudara a calmar el dolor de cabeza que se había aferrado a sus sienes. Al tiempo que las masajeaba intentó no pensar en nada, dejar su mente en blanco y relajarse. Pero su mente volaba a lo sucedido el día anterior. Tras sus párpados cerrados la imagen de Maca apareció con insolente claridad. Recordó la invitación de Ana a caminar juntas. El inocente inicio de la conversación por temas vanos. El cambio a veladas insinuaciones. Los directos y agrios avisos sobre el carácter de la pediatra endulzados con una falsa sonrisa de fingida comprensión. La lamentable confesión de algunos momentos íntimos que le habían estrujado el estomago. Todo lo había oído fingiendo prestar atención, sabiendo que por aquella boca solo hablaba el resentimiento de una persona dolida. Mientras la escuchaba sentía deseos de gritarle que se callará, que Maca no era sí. Pero sabiendo que eso solo incrementaría los ataques se había limitado a acelerar el paso, deseando llegar a su destino y separarse de aquella mujer. Pero al oírla hablar de aquel DVD, de las veces que la pediatra la había dejado sola para ir a verlo, el oír como le afectaba incluso al carácter... aún pensando que aquello a lo mejor era mentira, no había podido evitar que algo se instalara en su pecho. Y al narrarle Ana que sabía, sin decirle como, que en aquel DVD salía una antigua pareja de Maca que tenía una niña... no había podido evitar sentir el arañazo de los celos. Y todos sus antiguos miedos, sus inseguridades, esas que ya creía sepultadas bajo capas de olvido, habían salido a la superficie con renovadas fuerzas. Y cuando Maca le había dicho que si, que era Diana... había disfrazado su dolor de rabia, negándose a hablar con ella. Ahora su propia actitud le parecía desmesurada pero... unos golpes en la puerta la sacaron de su ensoñación. Se incorporó ligeramente y vio que una compañera suya se asomaba

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Enfermera: Esther... te han llamado de abajo, de urgencias Las pulsaciones de su corazón se dispararon como caballos desbocados E: ¿de... de urgencias? Enfermera: Sí, la dirección. (el aire volvió a los pulmones de la enfermera) Que si puedes bajar que tiene que comentarte no sé que de una solicitud E: Voy... gracias Con gesto cansado se levantó y se dirigió a urgencias. Caminaba por los pasillos con el alma en un puño, temerosa y deseosa al mismo tiempo de encontrarse a Maca en cualquier momento, pero solo se encontró a Teresa que entre otros cotilleos la informó de que la pediatra no había ido a trabajar, que estaba enferma. Esther sintió que su estomago se encogía ante esa noticia. Con la preocupación aún danzando por todo su cuerpo tocó con los nudillos en la puerta del despacho de dirección Voz: Adelante (se escucho al otro lado) E: Hola, ¿se puede? (preguntó la enfermera asomando la cabeza por la puerta) C: Hola Esther, si, pasa (respondió Cruz levantando brevemente la mirada de los papeles que tenía ante ella) E: Me han dicho que me has llamado, que querías verme C: Si, pero siéntate por favor (la enfermera obedeció) ¿qué tal? ¿Cómo estás? E: Bien C: Cuando he llamado me han dicho arriba que estabas descansando, que te encontrabas mal E: Solo un poco cansada, no dormí bien anoche C: Vaya, lo siento, ¿y eso? ¿te pasa algo? Las dos mujeres se miraron intensamente a los ojos. Fue Esther la primera en desligar su mirada, dirigiéndola a sus manos que jugaban con un de los botones de su bata E: No, simplemente no podía dormir, el frío supongo (murmuró) C: Ya... la verdad es que menuda temperatura nos está haciendo... (la enfermera sintió con la cabeza) Bueno, que como imaginarás no te he llamado para hablar del tiempo. Verás, he visto que has solicitado un traslado de puesto, de enfermera de planta a enfermera de urgencias Esther la miró sorprendida, luego se agitó inquieta en su sillón E: Pero eso fue hace mucho... meses... lo solicité a primeros de año. Llevaba tiempo pensándolo pero me aconsejaron que lo hiciera en aquellas fechas porque en marzo o abril cuando empezáis a gestionar las vacaciones de vuestro personal suele ser normal que bajéis a alguien de planta y que en ocasiones esa persona se queda en vuestra plantilla. 115

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(Cruz que la escuchaba atentamente asintió con un gesto) Pero no me llamaron y... digamos que me olvidé C: Cierto. Este verano no hizo falta llamar a nadie, pero ahora sí. Y no para unos meses, sino para quedarse. Se me van dos enfermeras, una se va a vivir a Portugal y la otra se casa y su marido la retira de trabajar. Si hija si, ya ves, a ella la retira el marido y en cambio el mío solo sabe decirme que no le ponga tantas guardias, que las haga yo que para eso soy la jefa... Pues bien, necesito dos enfermeras, y viendo tu curriculum afirmó que será un lujo tenerte con nosotros. (confesó la médico mostrándole el curriculum con una enorme sonrisa) Esther no dijo nada. Verdaderamente cuando había solicitado aquel traslado lo hizo con muchísima ilusión. Le llamaba poderosamente la atención el ritmo acelerado de trabajo de urgencias tan en contraste con la relativa tranquilidad de planta. Le apetecía enormemente aquel cambio, probarse a si misma, afrontar nuevos retos, sin olvidar la mejora salarial. De pronto una silueta se apareció en su mente apartando todos los demás pensamientos. Maca. Cuando había hecho aquella solicitud ni siquiera la conocía y ahora... ahora tenía la posibilidad de trabajar a su lado sin plantas de por medio, de encontrársela por los pasillos a cada instante, de verla tratar a los niños, de aplicar los tratamientos que ella aconsejara... un nudo se instaló en su garganta E: No sé si me sigue interesando el cambio (susurró la enfermera ante la atenta mirada de la médico) C: ¿No lo sabes? vaya... es una gran mejora en tu trabajo Esther, y no hablo solo a nivel económico E: Lo sé... pero... mis circunstancias personales han cambiado (confesó) C: Entiendo... bueno, piénsalo y me dices algo, pero necesito tu respuesta como mucho en un par de días (La médico volvió su atención a la pila de expedientes que llenaban su mesa) E: Lo pensaré La enfermera se levantó y se dirigió hacia la puerta seguida de la mirada de Cruz. En la puerta, ya con el pomo en la mano se detuvo y pareció dudar. Desde su mesa la médico sonrió ante ese gesto ("Animo Esther... lo estas deseando") pensó mientras volvía a mirar los papeles fingiendo concentración. Efectivamente, la enfermera se giró y la miró. Abrió la boca como para decir algo pero volvió a cerrarla. Girándose de nuevo abrió la puerta pero fue incapaz de salir. Lo que la estaba abrasando la garganta brotó a pesar de sus esfuerzos por evitarlo E: Cruz... C: ¿Sí? (la médico levantó la mirada) E: Yo... me han dicho que Maca esta enferma... ¿es cierto? C: Ah, sí (respondió simplemente Cruz y siguió firmando papeles. La enfermera la miraba sin moverse, esperando, desesperada porque añadiera algo más, porque le diera algún 116

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dato. Ante el silenció de la médico y no pudiendo controlar su preocupación volvió a preguntar) E: ¿Qué le ocurre? M: Bueno... (Cruz siguió con las papeles unos segundos más, haciéndola esperar) anoche llegó a mi casa a las dos de la madrugada. La muy tonta se pasó toda la noche paseando bajo la lluvia, así que llegó helada. Tendremos suerte si no ha pillado una pulmonía, pero no creo. Aunque no es eso lo que más me preocupa E: ¿Qué... que quieres decir? (preguntó la enfermera con la poca voz que fue capaz de emitir) C: Esther, no sé si soy yo la que tengo que hablar contigo de esto E: Cruz si a Maca le pasa algo tengo que saberlo (la enfermera se había acercado y se apoyaba en su mesa) La médico la observó. Sonrió. ("Maca muriéndose por ella, y esta muriéndose por Maca... vaya dos...") pensaba C: No te asustes... al fin y al cabo tú sabes bien lo que le pasa a Maca. Quiero decir... tú eres lo que le pasa Esther sintió que la preocupación menguaba un poco. Había entendido. Aquella mujer estaba al tanto de lo sucedido, cosa que no le extrañaba pues era conocedora de la amistad que la unía a la pediatra. No supo que decir E: Yo.. C: Esther... no voy a entrar en detalles, eso es cosa tuya y de ella. Solo quiero decirte una cosa. Esther... dile a Maca, mejor dicho, deja que ella te hable del DVD E: Cruz... yo... no sé que. C: Esther, solo te pido que la escuches. Tú creo que necesitas escucharlo y ella necesita contarlo. Y créeme... no es lo que crees Media hora después Esther salía de aquel despacho con evidentes síntomas de haber llorado. Dentro, Cruz, suspiraba rogando que aquello sirviera de algo Maca dejó el folio que estaba leyendo sobre la mesilla de noche. Suspiró y miró el reloj, las tres y media. Cruz debía de estar por llegar del hospital. Al pensar en su amiga sonrió. Cruz se había empeñado en que se quedara a pasar allí la noche y por la mañana al comprobar que la pediatra tenía unas décimas de fiebre y no muy buena cara la había obligado a quedarse todo el día en la cama. Ella había protestado e insistido en ir a trabajar pero la negativa de la médico había sido tajante. Y ella, reconociendo que era lo mejor había claudicado. Y había agradecido poder pasar la mañana durmiendo, aunque hubiera sido con ese sueño intranquilo. Ya apenas tenía fiebre y se encontraba mejor. Oyó pasos en el pasillo y volvió a sonreír pensando en que seguramente sería Vilches. Desde la una, que 117

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había entrado por primera vez para ver como se encontraba, había hecho continuas incursiones a la habitación. Y entre otras breves charlas, hasta se habían permitido discutir sobre un diagnostico. La puerta de la habitación se entreabrió dejando ver la silueta de Cruz que con una sonrisa entró C: Hola M: Hola buenos días... mejor dicho buenas tardes (respondió la pediatra) C: ¿Qué tal estas? ¿mejor? (Cruz se acercó a la cama y le puso la mano en la frente) M: Si, ya casi no tengo fiebre, y escalofríos tampoco C: Me alegro, aunque lo de los escalofríos no me lo creo mucho... (Cruz miraba el folio que Maca había dejado sobre la mesilla y tomándolo se lo mostró) ¿cómo no vas a tener escalofríos leyendo esto? Maca no pudo evitar reír. El folio era la lista de nombres que Vilches tenía para su futuro hijo y que le había dado para que los leyera y le diera su opinión M: No es tan malo C: No sé como Vilches sigue con esto... y... ¡y encima su nombre esta el primero!. Espero que sea niña porque como le tenga que poner Rodolfo me da algo, te lo juro (Maca se rió a carcajadas lo que le provoco un violento acceso de tos. Cruz la miró preocupada) Creo que voy a darte la medicina ¿ te ha traído algo de comer el bulto con ojos que tengo como marido? M: Si, si me ha dado de comer y anda no hables así de él que aunque gruñón es un encanto. Aunque eso ya lo sabes tú C: Lo sé, pero también sé que puedo llamarle como quiera... ¿no pretende él hacer lo mismo con nuestro hijo? (Cruz arropó a Maca con la manta) bueno voy a traerte la medicina ¡eh! M: Pero Cruz que me la acabo de tomar C: Esta no... M: Ah no, de eso nada, más medicamentos no, mira guapa que a ti te salgan gratis las medicinas no quiere decir que me las tengas que meter a mí para renovarlas C: Cállate anda... te la traigo ahora mismo (la médico se marchaba ya hacía la puerta) M: Cruz que no, que me acabo de tomar Pero sus palabras murieron en sus labios al ver que Cruz, en la puerta, le hacía un gesto a alguien y que al momento Esther, con la cabeza gacha, entraba en la habitación. El corazón de la pediatra prácticamente se paró C: Aquí te dejo la medicina... luego vengo (murmuró Cruz pero ninguna de ellas la escuchaba. Esther había levantado la vista y ella y la pediatra no eran conscientes de nada más que de ellas mismas. La médico salió de la habitación cerrando la puerta tras ella)

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El silencio flotó en la habitación haciendo el recorrido de los ojos de una a los de la otra. Maca era incapaz de articular ni una sola de las palabras que esa noche y a lo largo de la mañana había estado dibujando en su mente para cuando viera a la enfermera y ésta accediera a escucharla. Pero ahora que la tenía ante si solo era capaz de mirarla, de absorber cada detalle de su cuerpo sedienta de su presencia. Se preguntó como era posible que habiendo pasado tan solo una noche la enfermera hubiera ganado tanto en belleza, al menos a sus ojos se veía más guapa que nunca. Solo hubo un detalle que la hizo aferrar las sabanas para no protestar, las profundas ojeras que mostraban aquellos ojos en los que ella siempre se perdía gustosa. El pensar que aquellas ojeras, muy posiblemente, eran por su culpa hizo que se maldijera así misma. El causar daño a Esther era algo que estrujaba sus entrañas con una fuerza que muchas veces la asustaba. Sintió unas terribles ganas de llorar y se mordió el labio desesperada por controlarse. La enfermera vio este gesto y tras inspirar profundamente para intentar inútilmente deshacer el nudo que tenía en la garganta se decidió a hablar E: Hola... M: Ho... hola... E: Yo... me dijo Cruz que estabas mala y... he venido a ver como estabas En ese momento la puerta se abrió de golpe y entró, con gesto de enfado Vilches V: Hola... perdonar... Joder Maca, ¿porque le has dicho a Cruz que te he enseñado la lista? vaya bronca me esta echando (Vilches se acercó a la mesilla y cogió el folió. Luego miró a las dos mujeres y notó que algo pasaba) C: ¡¡¡Vilches!!! ¡¡¡Ven aquí ahora mismo!!! (la voz de Cruz se oyó procedente de la cocina) V: Voyyyyyy... vaya genio. Desde luego encima que me preocupo por buscar un buen nombre. Pues nada, basta de búsquedas. Se llamará Rodolfo y ya está. (Se guardó el papel en el bolsillo. Miró hacía Maca y vio que ella miraba a Esther y que esta tenía la mirada en el suelo) Bueno, os dejo... pero Esther por favor, mujer no estés de pie. Anda siéntate, mi mujer y su manía de no poner sillas en las habitaciones... pero tú aquí, venga aquí (Vilches dio dos pasos, agarró a la enfermera del brazo y la hizo sentarse en el borde de la cama) Así cuidas de la enferma, que para algo eres enfermera ¿no? C: Vilchessssssss (tronó de nuevo la voz de Cruz) V: Que ya voyyyyyyyy... joder que mujer ("si encima que las ayudo veras como me llevo bronca... ¡mujeres!") hasta luego chicas Finalmente Vilches salió de la habitación dejándolas nuevamente solas pero esta vez mucho más cerca la una de la otra. Maca pensó que le bastaba con levantar el brazo para poder tocar a Esther y eso la hizo temblar notablemente E: Tiemblas ¿tienes frío? (preguntó la enfermera tocándole la frente sin pensar. La pediatra ante aquel contacto sintió que su temperatura corporal aumentaba pero no por la fiebre)

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M: Un poco (susurró disfrutando de aquel contacto y suplicando que no acabara. Pero no fue así, Esther retiró su mano para arroparla, y aunque la pediatra lamentó no sentir su piel sobre la suya ese gesto también la conmovió) E: Debería echarte la bronca, ¿cómo te se ocurrió ponerte a pasear con la tormenta que estaba cayendo? (susurró la enfermera mientras le colocaba la manta) me voy enfadar contigo M: Ya estabas enfadada... (aventuró Maca provocando que Esther dejara de mirarla a los ojos) Esther... yo... tengo que... E: No... no he venido a hablar de eso Maca, solo he venido a ver como estás M: Pero tú sabes que tenemos que hablar... E: Yo... (la enfermera dudó unos segundos, librando una batalla interna. La pediatra se arriesgó y cogió su mano. Este gesto pareció decidir a la enfermera que empezó a hablar) mira siento como me porté anoche, me pasé. Reaccione como una cría y... sé que me pasé pero... por otra parte... hay muchas cosas que no entiendo Maca. Y no sé si podré llegar a comprenderlas algún día. Entenderlas quizás si pero... no sé si podría estar contigo sabiendo que tú... creo que lo pasaría mal y te lo haría pasar mal a ti M: Esther... te entiendo... pero, es que las cosas no son como tú crees. Debería habértelo contado antes y no sé porque no lo hice... veras... Se oyeron unos ruidos en el pasillo y ambas miraron hacia la puerta esperando ver entrar a alguien pero no fue así. Se miraron mutuamente y la enfermera sonrió levemente E: Creo que este no es el momento ni el sitio de hablar Maca M: Quizá no, pero tenemos que hacerlo, por favor E: Ya hablaremos ¿vale? ahora solo preocúpate de ponerte bien, yo me voy a casa a dormir un rato. Si mañana estas mejor hablamos, si quieres M: Esther... no puedo estar otra noche pensando que estás enfadada conmigo E: No estoy enfadada contigo... (musitó) M: Quizá no, pero no estamos bien... yo no puedo estar otra noche así, de verdad que no puedo. Me duele tanto saber que estás triste... que te he hecho daño (La enfermera no dijo nada) Mira... ¿qué te parece si vienes a cenar esta noche a mi casa? E: No creo que sea buena idea.. M: Solo a cenar Esther, de verdad. Solo a cenar y hablamos. Por favor E: Pero... ¿a tu casa? deberías quedarte aquí otra noche M: Estoy bien, de verdad. Solo cogí un poquito de frío. De todas formas pensaba irme a casa esta tarde. Por favor Esther, ven a cenar y hablamos. Por favor E: ¿Seguro que estás bien? ¿no quieres quedarte aquí? M: Me iré aunque no vengas a cenar... pero me gustaría que vinieras y habláramos La enfermera miró aquellos ojos que le gritaban que no la ignorara, que aceptara E: Bueno... Está bien... pero después de cenar me iré M: Me parece bien, lo que tú quieras. ¿Te parece que quedemos a las 9? 120

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E: Si, esa hora está bien... (Maca sonrió con alivió) ahora me voy Esther se puso en pie y durante unos segundos se quedó allí parada, sin saber que hacer. Maca la miraba y la vio inclinarse para besarle la mejilla. Sintió deseos de girar la cara y hacer que sus labios se encontraran pero se contuvo y recibió aquel roce en su mejilla con los ojos cerrados, deseando sentirlo así más intensamente para luego navegar en su recuerdo durante las casi 6 horas que pasarían hasta que volviera a ver a la enfermera. Esther musitó una despedida a la que ella fue incapaz de responder y la vio salir de la habitación sin girarse a mirarla por ultima vez. A los pocos minutos entraba Cruz en la habitación C: ¿Qué tal? ¿Cómo ha ido? M: No lo sé Cruz... no lo sé C: ¿Cómo que no lo sabes? ha venido ¿no? aunque ya me imagino que por el poco tiempo que ha estado no habréis hablado mucho M: No, va a cenar a mi casa esta noche C: A tu casa... M: Sí C: Ya... bueno, preferiría que te quedaras aquí hasta mañana pero... verdaderamente creo que hablar con ella te hará mejor que cualquier medicina M: Si ya sabes que estoy bien C: Más te vale, no quiero que faltes más al trabajo. Venga, intenta dormir otro poco. Mientras voy a preparar algo para que te lo lleves a casa para la cena de esta noche, así no tendrás que cocinar M: Cruz, no sé como lo has hecho pero (la médico desde la puerta la miró) gracias... no sé como agradecértelo y no hablo de la cena C: No seas tonta, para eso estamos las amigas. Solo espero que esta noche lo arregléis. Y no tienes nada que agradecer... aunque... no estaría mal que le dijeras a Vilches que el nombre de Rodolfo no te gusta Las risas de la pediatra acompañaron a Cruz mientras andaba por el pasillo Maca consultó el reloj, faltaban 5 minutos para las nueve. Volvió a repasar una vez más que todo estuviera listo. Entre ella y Cruz habían preparado una cena fría que ya estaba sobre la mesita del salón. Se acercó a comprobar que no faltaba nada. Una vez que Esther llegara y se sentaran, no quería levantarse para nada. Solo, y por motivos concretos, a por el vino. Se sentó en el sofá y se frotó las manos contra las piernas al tiempo que se mordía el labio inferior, como siempre que estaba inquieta. Volvió a mirar el reloj y se levantó de un salto al comprobar que eran las nueve en punto M: ("Tranquila Maca, por Dios, tranquila. Todo se va a arreglar ya veras. Tú sabes que se va a arreglar") 121

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Voló hasta el cuarto de baño para mirarse en el espejo y comprobar su aspecto. Se retocó el perfectamente peinado cabello y volvió al salón. Allí se paseó de un lado a otro durante unos instantes. De repente se paró, miró por encima de su hombro y lanzó un gemido. Se abalanzó sobre la microcadena de música y puso un CD que sabía que le gustaba a Esther. Se separó un poco para escucharlo, hizo un gesto, se acercó a bajar el volumen hasta que solo se escuchaba de fondo y asintió satisfecha. Volvió a mirar la mesita donde esperaba la cena M: ("Espero que tenga hambre porque yo no voy a poder probar bocado... el vino, voy a abrir el vino") Mientras iba hacía la cocina volvió a mirar su reloj, nueve y cinco. Tragó saliva mientras cogía la botella y la descorchaba. Luego volvió a dejarla y nuevamente se dirigió al salón. Incapaz de estarse quieta se entretuvo en andar de una punta a otra de la estancia mientras intentaba concentrarse en tatarear la letra de la canción que sonaba... M: ("... que marcaran mi regreso hasta tu puerto escondido, que la ruta de tus besos es mi ultmo destno... porque tu boca me lleva cuando no hay rumbo ni senda...") Volvió a mirar su reloj, y sus nervios se multiplicaron al ver que eran las 9 y diez. Una idea golpeó con insolencia su mente M: ("... ¿Y si no viene?.¡SÍ! claro que va a venir. Solo se retrasa diez minutos, por Dios Maca tranquila... Dijo que vendría y lo hará. Ella no te dejaría plantada. ¡Deja de mirar el reloj! Venga, tranquila... y deja de andar que pareces un padre a las puertas del paritorio") Riñéndose así misma detuvo su andar y se sentó de nuevo en el sofá M: ¿Y tú que miras? oye no me mires así, me gustaría verte a ti en mi lugar (dijo señalando a uno de los langostinos que había en uno de los platos y que parecía estar mirándola) vas a ser el primero en caer te aviso, por chulo Se dio cuenta de que estaba hablando con lo que iba a ser parte de la cena y empezó a reírse de si misma. En ese momento sonó el timbre y mientras la risa cesaba en seco su pulso se aceleraba aún más. Antes de que pudiera siquiera levantarse su corazón ya estaba junto a la puerta urgiéndola para que abriera y dejara pasar a su dueña. Con las piernas temblando cual gelatina recorrió los pocos pasos que la separaban de la puerta. Descolgó el telefonillo y se lo llevó a la boca. Tuvo que carraspear para poder hablar M: ¿Sí? E: Maca... soy yo M: Sube (dijo dándole al botón que abría la puerta) 122

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Pensó en regresar al salón y esperarla allí. Pero de la puerta de la casa al salón había tres segundos andando. Y ella por nada del mundo quería tardar tres segundos más en ver a Esther y disfrutar del placer de recorrer su cuerpo con los ojos. Así que allí se quedó, con una de sus manos aferrando fuertemente la puerta abierta, usándola de punto de apoyo ante el temor de que sus temblorosas piernas no la sostuvieran. El ruido del ascensor parándose le desató terremotos internos que recorrieron su cuerpo de arriba abajo mientras sus ojos clamaban que se abriera y, por fin, la enfermera hiciera acto de presencia y los liberara de la tortura de su ausencia. Como respondiendo a sus mudas suplicas la puerta se abrió y Esther salió del ascensor, provocando que aquellos ojos que la esperaban brillaran de satisfacción mientras devoraban con avidez cada milímetro de su cuerpo. Bajando la cabeza ante aquella intensa mirada la enfermera se acercó E: Hola M: Hola (la pediatra sin poder evitarlo la besó en la mejilla intentando así calmar aunque fuera levemente los deseos que tenía de tocar aquella piel. Esther no devolvió el beso, solo sonrió) E: Perdona el retraso (se disculpó) M: No importa, no te has retrasado tanto. Anda pasa, la cena ya está lista (ambas entraron en la casa) es a base de cosas frías, espero que no te importe (anunció Maca a la espalda de la enfermera que estaba ante la mesa donde todo estaba ya preparado) E: No, claro que no me importa, está bien así M: Trae, dame el abrigo (murmuró Maca pasando las manos por los hombros de la enfermera para poder coger las solapas de la citada prenda y empezar a quitárselo. Lo hizo sin pensar, en un acto reflejo, pero la cercanía de ese cuerpo casi pegado al suyo, sentir su calor, aspirar el conocido perfume fue una durísima prueba para su auto control, pero aún así alargó el momento todo lo que pudo, deslizando con lentitud el abrigo por los brazos de Esther hasta quitárselo del todo) Siéntate... yo... yo voy a dejar esto y ahora vengo Sin esperar a ver si la enfermera obedecía huyó a la habitación a dejar el abrigo y a recuperar un poco el aliento. Esther la vio irse y se dejó caer en el sofá E: ("Esto no va a ser nada fácil" pensó aún estremecida por haber tenido a la pediatra tan cerca, por el calor que le había causado su aliento en el cuello) Maca salió de la habitación y tras pasar por la cocina para coger el vino volvió al salón. Se sentó junto a la enfermera, casi rozándola M: He traído vino pero si prefieres otra cosa E: El vino está bien, pero habrá que tener cuidado con lo que bebemos no vayamos a emborracharnos M: ("Yo estoy borracha desde que te vi" sintió deseos de comentar la pediatra pero se limito a servir dos copas y le entregó una a la enfermera) 123

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Ninguna dijo nada, el silencio las envolvió mientras cada una de ellas quedaba absorta en la copa que tenían entre las manos. Ambas sabían que querían decir pero las palabras adecuadas parecían no querer dejarse pronunciar. Maca miraba a la enfermera de reojo y verla tan seria le estrujaba el pecho sin compasión. Desvió la mirada hacía la mesa y alargó una mano para coger uno de los langostinos. Pero el lugar de comérselo le dio la vuelta en el plato de forma que quedara de cara a la puerta y así lo hizo con todos, uno por uno mientras comentaba M: Venga tú también, mirando para allá... así... tú también... muy bien, así todos. Sintió la mirada de la enfermera sobre ella y tras mirarla a su vez le comentó poniendo gesto de inocencia: M: Es que me estaban poniendo nerviosa... ahí mirando con esos ojos... En los ojos de la enfermera se dibujó una expresión de asombro, luego se tiñeron de risa, una risa que bajó hasta sus labios en forma de sonrisa E: Estás loca M: Al menos he conseguido que sonrieras (apuntó Maca sonriendo a su vez. La enfermera volvió a bajar la mirada, cogió aire y enfrentándose de nuevo a aquellos ojos empezó a hablar) E: Maca yo.. .siento mucho lo de ayer... yo M: No Esther, escúchame E: No, déjame explicarte... no me porte bien, no sé que me paso, sí, sí lo sé (la pediatra quiso hablar pero Esther le hizo un gesto pidiéndole silencio) por favor, déjame terminar... si no, no sé si seré capaz de decir todo lo que quiero. Escúchame hasta el final por favor, luego hablas tú... (Maca asintió y la enfermera antes de seguir hablando se pasó las manos por el rostro) Ayer me porte como una estúpida. Ya te conté que lo que hable con Ana, bueno lo que habló ella mejor dicho y sé que no debería afectarme Maca, que lo hizo para hacerte daño a ti, para que nos enfadáramos. Y te juro que según me estaba hablando yo lo sabía, sabía que debía ignorarla pero... pero cuando se puso a hablarme de ti, de cosas que tú le decías... sentí celos... lo sé, lo sé... sé que es una locura, que es de locos, pero... no sé Maca, yo... yo nunca había estado antes con una mujer así en plan... ya sabes en plan pareja y... bueno, llevamos poco tiempo y yo... M:¿Tú...? E: Yo... a veces no puedo evitar pensar si estaré dándote lo que mereces... ella... ella me contó ciertas cosas que... bueno que... que tu y yo todavía no hemos hecho y... me asuste ante la idea de no ser capaz de... ya sabes... pensé que igual no... Maca, aún estoy asimilando el estar con una mujer y todo eso... y no puedo evitar pensar a veces si... si lo hago bien

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M: Esther... espera... ¿estás diciéndome que Ana te contó cosas que hacíamos en la cama? (la enfermera roja de vergüenza asintió) y... y tú crees que tú y yo esas cosas no... E: Bueno aún no las hemos hecho (musitó) Maca no sabía si reírse o llorar, al final optó por lo primero M: Esther... no sé que cosas te ha contado Ana pero te aseguro que no había nada especial ni raro en nuestra relación. Te lo juro. Oye que yo no soy ninguna obsesa sexual ni nada por el estilo. Y no dudes más si lo haces bien o no... lo haces maravillosamente... de verdad. A mí me encanta cuando... E: Maca no... espera... déjame seguir. Luego me contó lo del DVD... me dijo que era de alguien a quien querías mucho, una antigua pareja tuya... Al decirme que era alguien que tenía una niña supuse que era Diana y... y tal vez sea egoísta Maca pero... yo entiendo que guardes aún recuerdos de ella, pero que te pongas a ver un DVD suyo... no es que no lo acepte, es que yo no soy así. Yo no guardo nada de mis anteriores parejas, cuando rompo... me deshago de todo. No digo que eso sea lo correcto ni te pido que tú hagas lo mismo. Solo que... yo me conozco Maca y sé que si siguiéramos juntas y te viera algún día viendo esa cinta, me moriría. Me dolería mucho, no podría evitar pensar que aún la quieres. Y eso nos haría daño a las dos. Sé que es difícil de entender pero... me siento así y no puedo evitarlo. Nunca te haría una escena de celos, ni te diría que tiraras esa cinta... pero yo lo pasaría mal y por tanto te lo haría pasar mal a ti... y no quiero que nos hagamos daño Maca y para colmo Diana vive abajo... yo... ella es tan guapa Maca. M: Esther... escúchame... escúchame un segundo... te entiendo, te juro que te entiendo... Ahora me toca a mí ¿vale? (La enfermera con los ojos húmedos asintió) Quiero que veas esto La pediatra cogió el mando del DVD y le dio al play. La enfermera lanzó un gemido e hizo ademán de levantarse. "¿Encima le iba a mostrar las imágenes de Diana?" pero Maca le puso una mano sobre la pierna M: Por favor... por favor Esther... mira La suplica reflejada en aquellos ojos a los cuales ella no podía negarles nada la hizo sentarse con un nudo de angustia botando en su estomago. Volvió sus ojos hacía la pantalla. Maca se echó para atrás, recostándose en el respaldo, sin apartar su mirada del rostro de la enfermera, pendiente de sus reacciones. Efectivamente la primera imagen era de Diana con María en brazos. La mujer sonreía a la cámara y decía un te quiero que heló la sangre en las venas de Esther pero se obligo a seguir mirando. Su rostro pasó de reflejar angustia a reflejar sorpresa y por último confusión. Cuando el DVD finalizo se giró a mirar a Maca E: Pero... el DVD... es María... solo sale María... menos la primera escena... todo es de la niña (murmuró la enfermera. La pediatra asintió con la cabeza e incorporándose tomó su 125

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copa y dio un largo trago, luego se quedó mirando el resto de la bebida. Con suma suavidad comenzó a hablar) M: Ya te dije que cuando conocí a Diana ella estaba embarazada... veras... un mes antes de que ella diera a luz... yo me enteré de que yo nunca podría tener hijos propios... fue de la manera más tonta... pero me entere. Ya, ya sé que se puede adoptar y que al ser como soy puedo tener hijos de mi pareja que... pero nunca serán míos del todo... Ahora eso ya no me importa... pero entonces... quise morirme Esther. Desde muy niña mi mayor ilusión era tener una hija... Cuando me lo dijeron... al poco Diana dio a luz y... yo tomé a María como la niña que siempre soñé tener. Era lo que yo siempre había querido... vivía por y para ella, por eso ese DVD... cuando Diana y yo rompimos... llámame egoísta pero solo eche de menos, solo lloré por María, porque la había perdido. No voy a mentirte diciéndote que Diana no significó nada para mí, no seria justo. Pero... sin duda lo que más me importaba de aquella relación era el hecho de que parecíamos una familia, lo más parecido a una familia que yo había conocido hasta ese momento. Yo... La pediatra emitió un profundo y sentido suspiro y quedó en silencio. Como si las palabras, que hasta ese momento habían salido en torrente, de repente se quedaran ancladas en lo más profundo de su garganta. En ese lugar donde las palabras aún son solo pensamientos buscando la vestimenta adecuada para salir al aire y ser entendidas. Tras unos segundos de pausa, donde el tiempo parecía haberse detenido, con lentitud fue levantando su mirada hasta encontrarse con la de la enfermera. Si hubiera apostado que encontraría algún destello de reproche en aquellos ojos hubiera perdido. Solo encontró una dulce mirada empañada de un dolor que casi podía equipararse al suyo propio. Conteniendo el aliento bajó la mirada hasta llegar a aquella boca en la que tantas veces había bebido de la pasión y la locura. Aquellos labios estaban curvos, dejando asomar una sonrisa. Una sonrisa tal vez leve, pero que indicaba claramente comprensión. Si tenía algún tipo de duda de que estaba siendo entendida, de que la enfermera estaba absorbiendo el dolor que destilaban sus palabras para hacerlo suyo, le desapareció casi por completo cuando sintió que unos dedos se enlazaban con los suyos y los estrechaban. Aquel cálido y añorado contacto le dio ánimos para seguir sacando los demonios que habían estado demasiado tiempo custodiando y arañando su alma. Aferrada a aquella mano siguió hablando M: Prácticamente fui yo quien crió a María... los dos años que estuvimos juntas. Cuando a los tres meses de dar a luz Diana quiso volver al trabajo esgrimiendo la idea de contratar a una niñera... yo pedí una reducción de jornada en el hospital, ya sabes, media jornada. Me costó mucho obtenerla pero mereció la pena. Solo me separaba de María las 4 horas que tenía que ir a trabajar. Diana volvió a sus viajes y cada vez eran más largos. En una ocasión estuvo dos semanas fuera. Cuando regresó ella misma se sorprendió de como había crecido María, de lo que había cambiado. Pero eso no la hizo reaccionar siguió con su trabajo. Ahí empezaron nuestras disputas. Eso solo sirvió para que me volcara más en María... Viví sola cuando empezó a gatear, cuando dijo su primera palabra, cuando empezaron a salirle los dientecitos... e intentaba grabarlo en video para que su madre 126

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pudiera verlo luego pero... aunque te cueste creerlo nunca le hizo caso, creo que apenas lo vio un par de veces. Cuando rompimos y dejamos de vivir juntas el DVD vino con mis cosas. Lo encontré pocos días después de mudarme aquí y... fui incapaz de tirarlo. Esther no puedo mentirte diciéndote que no me dolió que Diana me dejara pero... lo que de verdad me dolía era haber perdido a María. Para mí era mi familia. Este DVD se convirtió en lo único que me quedaba de ella, de aquellos días... Ella era mi niña... Hasta hace muy poco pensaba que nunca más tendría algo así... E: ¿Hasta hace poco? (se aventuró a preguntar Esther. La pediatra sonrió y asintió con la cabeza) M: Si... antes ni me planteaba tener un hijo con alguien... pensaba que me resultaría doloroso... ya sabes, por no poder tenerlo yo... por no poder llevarlo dentro de mí... pero ahora... No añadió nada más. Intentó limitarse a hacerse entender acariciando la mano que tenía en la suya, dejando que sus dedos hablaran. La enfermera sintió como una extraña y desconocida emoción recorría su cuerpo de punta a punta y no pudo evitar que esa emoción brotara de su garganta en forma de nueva pregunta E: ¿ Ahora...? M: Ahora... no sé como explicarlo... supongo que inconscientemente me negaba a pensarlo si quiera. Me refiero a tener una pareja y que ella tuviera un hijo... miedo de volver a pasar por lo mismo, terror de volverlo a perder supongo. Pero desde que estoy contigo... sé que es poco tiempo pero yo... (la pediatra hizo una pausa, buscando provocar en la enfermera una punzada de anhelo, cosa que consiguió con creces. Tras unos segundos se pasó la lengua por los labios, como si estuviera saboreando las palabras que iba a pronunciar. La enfermera no movió ni un solo músculo, esperando que continuara hablando, pero el brillo que se instaló en sus ojos indicaba claramente que, aquel aparentemente inocente gesto, había hecho estragos en sus sentidos. Maca se permitió durante unos segundos disfrutar de lo que aquellos ojos le clamaban, luego siguió hablando) Desde que estoy contigo... he vuelto a imaginar lo que sería ver crecer día a día a una personita. Ver como, día a día, sus rasgos se van asemejando más a las facciones de quien tanto quiero... Tú... sería tener otra Esther pero en pequeñito E: Maca yo... Al ver la expresión que había adquirido el rostro de la enfermera, Maca no pudo evitar reír M: Esther por favor, no estoy diciendo que tengamos un hijo ya. ¿No lo entiendes?... lo que quiero decirte es que has derribado todos mis miedos. Que desde que estás en mi vida el pasado ya no importa, ya no me interesa. Que contigo a mi lado me siento capaz de todo... Yo solo... solo necesito que me perdones por no habértelo contado antes, por dar pie a que esto haya pasado, a que lo hayas pasado mal por mi culpa, por mis miedos... Ya

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no más miedo, no más pasado Esther. Solo necesito que me perdones... Que me perdones y... que me digas que quieres estar en mi presente y en mi futuro Maca, entre frase y frase besaba la mano de la enfermera que tenía enlazada a la suya E: No Maca, eres tú quien tiene que perdonarme (musitó Esther con voz rota) M: Calla (la pediatra se inclinó sobre ella y le puso un dedo en los labios. Luego cambió de opinión y el dedo dejó paso a su boca que prodigo un suave pero intenso beso a aquellos labios. Tras unos segundos abandonó aquella cálida cavidad pero se mantuvo pegada al cuerpo de la enfermera) Ya ha quedado claro que mis miedos quedaron atrás... ahora vamos a hablar de los tuyos E: Me porte como una idiota (sentenció la enfermera bajando la mirada) M: Cariño (ante esta palabra ambas sonrieron) no digas eso E: Es la verdad M: Anda ven (la pediatra tiró suavemente de su mano para cobijarla en su regazo. Cuando el cuerpo de la enfermera estuvo refugiado en el suyo lo rodeó con los brazos. Esther se dejó hacer gustosa, apoyándose en el pecho de la pediatra, casi asombrándose de lo que aquel abrazo ya había empezado a calmarla. Cerró los ojos para disfrutar mejor la sensación de seguridad y calidez que se estaba adueñando de cada milímetro de su ser. Y acompasó su respiración al suave ritmo que marcaba aquel corazón en su oído. Sintió deseos de llorar. Se sentía terriblemente tonta. Sus inseguridades habían hecho sufrir a la persona que más quería, a la persona que segundos antes le había abierto su corazón y ahora la tenía abrazada contra él. Sintió que aquel uniforme latido era suyo y la emoción se desbordó en un gemido cercano al llanto. Maca lo escuchó y su respuesta fue acariciarle el pelo) Shhh tranquila.. E: Lo siento tanto... (hipó la enfermera) M: Esther, no tienes que sentirlo... te sentías mal y lo demostraste, eso no es malo. Al contrario. Cuando una se siente mal no puede esperar a que la otra adivine que le pasa. Tenemos que ser capaces de decir: oye que me pasa esto, que me duele esto que has dicho o esto que has hecho E: Pero... pero... me puse histérica, no te dejé ni explicarte M: Olvida eso, estabas nerviosa, olvídalo. Ya paso. Vamos a ver: ¿lo del DVD te ha quedado claro? E: Sí.. M: Bien... ahora escúchame... puedo entender que tengas dudas. Como bien dijiste antes, es tu primera relación con una mujer... bueno y espero que la última ¿eh? (se permitió bromear Maca estrechándola contra si) E: Tonta... M: Si, una tonta que te adora... cariño... ahora te toca a ti... cuéntame E: Ya te lo he dicho antes (murmuró la enfermera) M: Esther...

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E: Bueno... yo... no puedo evitar pensar a veces que... que nunca antes había estado con una mujer... y bueno... temo no estar dándote tanto como tú me das a mi por mi falta de experiencia M: Ya... hum... ¿te refieres al sexo? (La enfermera solo fue capaz de asentir con la cabeza) cariño no vuelvas a dudar sobre si lo haces bien o no... Esther a mi me encanta hacer el amor contigo. No es cuestión de hacer esto o lo otro... el amor, hacer el amor, es dejarse llevar por lo que una siente, es dejar que las manos expresen lo que se siente dentro, es dejar que el cuerpo marque sus rutas de navegación en otro cuerpo, es aprender, es buscar, es reconocer, es entregar, es recibir... es dejar de pensar para limitarse a sentir y créeme amor, eso lo haces de maravilla E: Yo... ¿de verdad te gusta? La pediatra le levantó ligeramente el rostro para poder ver aquellos ojos castaños. Allí escondido vio algo, algo que no supo identificar M: Esther... sé que hay algo... algo que no me estas contando... (volvió a abrazarla) vamos cariño. E: Yo... con Esteban mi ultimo novio... yo... le pillé en la cama con otra... M: Menudo cerdo (escupió la pediatra con rencor) E: No... es que yo ya... bueno... ya no le hacia disfrutar Maca, por eso se buscó otra M: Ah entonces rectifico, menudo cerdo no... ¡menudo cabrón! E: Maca era normal que se buscara otra... él y yo apenas lo hacíamos ya y cuando lo hacíamos... muchas veces no resultaba... no... él no... M: Entiendo... y el muy cabrón te decía que era culpa tuya y tú asumiste el papel de culpable (la enfermera no dijo nada, su silencio valió como afirmativa respuesta) Mira Esther... que estuvierais y él no se excitara no es culpa tuya ¿sabes? E: Lo sé... bueno, lo entendí después, meses después, cuando lo dejamos y pude poner en orden mi ideas pero... el otro día cuando Ana me dijo lo mucho que tú y ella... no puede evitar volver a sentirme como entonces. Sé que no debería pero no puede evitarlo M: Esther... mi niña... no puedo borrar mi pasado, ni negar que me he acostado con otras mujeres. Pero si puedo asegurarte que mis dedos, desde que recorrieron tu cuerpo, serian incapaces de tocar otra piel que no sea la tuya. Te quiero Esther... te quiero y te deseo con una intensidad que nunca sentí antes. Y te aseguro que el que tú novio aquel no se excitara no era culpa tuya... pero... pero si basta con verte andar para desearte E: Anda... tonta. M: Cariño... tienes una boca que pide a gritos ser besada, unos ojos que hacen temblar todo mi cuerpo y cuando me tocas... sencillamente me fundes... E: Exagerada (sonrió Esther. Por toda respuesta su boca fue abordada por unos labios hambrientos que la besaron hasta hacerla gemir. Cuando la pediatra se separó de ella la enfermera vio aquel rostro desbordando deseo) M: No te atrevas a volver a pensar que no eres deseable y mucho menos que no me excitas... y no solo eso... te quiero, te quiero mucho... nunca ¿me oyes? nunca podría

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dejarte para irme con otra. No soy tan tonta como para dejar escapar el universo cuando lo tengo en mis manos E: Maca... M: Cariño, ¿qué te parece si a partir de ahora cuando nos asalten esas dudas tan tontas nos las contamos en lugar de dejar que nos atormenten? E: No Maca... yo ya no puedo dudar más de ti M: Pero si en algún momento lo haces... vendrás y me lo contaras ¿de acuerdo? si algo te hace sentir mal vendrás a contármelo y yo igual contigo E: Vale M: Promételo E: Lo prometo M: Yo también lo prometo... ¿sellamos el acuerdo con un beso? E: Te quiero (fue lo único que le dio tiempo a decir a la enfermera antes de que su boca fuera tomada por la de la pediatra) Durante unos minutos se limitaron a besarse, a dejar que sus bocas bebieran la una de la otra. Finalmente, con la respiración altamente agitada se separaron ligeramente. Se miraron a los ojos y se sonrieron mutuamente. La mano de la pediatra se deslizó por aquella mejilla al tiempo que susurraba: M: Si pudieras llegar a hacerte una idea de lo mucho que te quiero E: Me hago una idea, porque a mí me pasa lo mismo M: Sólo ha sido un día pero te he echado tanto de menos... E: No lo pensemos más... ya pasó (recordó la enfermera pues a ella misma el recordar lo sucedido le cerraba el estomago y la garganta con un nudo de angustia) M: Es verdad... ¿ quieres que cenemos? (preguntó la pediatra haciendo un gesto para señalar la comida que había quedado en la mesa, completamente olvidada) E: La verdad es que no... (confesó Esther acariciando uno de los brazos de la pediatra. Esa caricia fue para Maca como una descarga eléctrica que activó a pleno rendimiento todo su deseo y uniendo de nuevos sus labios a los de la enfermera volvió a besarla. Una y otra vez. Con besos llenos de ternura que devolvían a sus cuerpos el ímpetu y la fortaleza de saberse juntos de nuevo. No podía ser de otra forma. Si el distanciamiento entre ellas se hubiera mantenido seguramente hasta los astros se hubieran detenido a protestar, sabedores de que entre aquellas dos personas había algo que algunos no llegan a conocer a lo largo de su vida, o se niegan a conocerlo) Las palabras ya no salían de las bocas, ahora se expresaban mediante las manos, mediante las bocas, mediante cada milímetro de piel, interpretando el lenguaje universal del amor. Ese lenguaje tan utilizado por todo el mundo pero no por ello menos hermoso y sorprendente. Durante horas se dedicaron a olerse, a saborearse, a descubrir en la geografía del cuerpo ajeno nuevos senderos, nuevos y excitantes caminos que merecían ser recorridos una y otra vez, a enseñarse, a sorprenderse, a sentirse... en definitiva a

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amarse. A celebrar esa fusión mágica que sólo consiguen dos cuerpos que se aman de veras Maca abrió los ojos. No sabía que era lo que la había despertado, pero aún así agradeció haber salido del reconfortante abrazo de Morfeo al sentir el cuerpo de Esther entrelazado con el suyo en un combinado perfecto de brazos, piernas... Se movió con extremado cuidado para no despertarla, buscando una posición que le permitiera seguir en contacto integro con ella y al mismo tiempo poder sumergirse en el placer de contemplarla. Se mordió los labios al ver que la enfermera se agitaba, pero no se despertó. Sonrió al conseguir su propósito. Sin poder borrar la sonrisa de su rostro se dedicó a contemplarla. Sus ojos volaron hasta aquellas piernas que minutos antes se ceñían a ella con pasión. Sus ojos siguieron un camino ascendente. Cuando pasaron por el sexo de la enfermera se tornaron ardientes y se vio obligada a tragar saliva para no sucumbir al intenso deseo que la invadió. Suspirando siguió ascendiendo la mirada. Sonrió al ver ese estomago que ella sabía suave como el tacto de las más finas de las arenas de playa. En los senos se permitió entretenerse, deleitándose con el recuerdo del sabor dulce que estos tenían y que ella tan bien conocía y disfrutaba. Al verlos moverse al compás de la calmada respiración, un ramalazo de ternura la sacudió, empujándola a seguir ascendiendo la mirada hasta el cuello. Sonrió abiertamente al ver allí una inconfundible marca, señal inequívoca de lo sucedido con anterioridad en aquella cama. Finalmente alcanzó el rostro. Aquel amado rostro... Lo estudió con detenimiento: las curvadas cejas, las largas pestañas, las aún ligeramente sonrosadas mejillas, las finas arrugas que empezaban a asomar alrededor de los ojos... Su sonrisa se hizo más amplia al ver esas suaves marcas. Sin poder contenerse las acarició suavemente con la punta de los dedos. Al momento aquellos ojos se abrieron y se clavaron en ella E: Hum... hola... (murmuró la enfermera) M: Hola preciosa (susurró a su vez la pediatra besándola ligeramente los labios, luego siguió acariciando la piel que rodeaba aquellos ojos) E: Me estoy haciendo mayor (sentenció Esther al notar las caricias de Maca sobre aquellas apenas visibles arrugas) M: Me gustan (afirmó Maca sin dejar de acariciarlas) aunque esto sea la huella del tiempo pasado, del tiempo que no has pasado junto a mi E: Demasiado tiempo M: ¿No te parece increíble? ambas hemos vivido años sin conocernos... hemos reído, llorado, estudiado, crecido, y mil cosas más sin saber que al final del camino nos encontraríamos E: No sé porque he tenido que tardar tanto en conocerte (musitó Esther besando su barbilla) M: Nosotras ya nos conocíamos cariño. Estábamos la una dentro de la otra, muy escondidas, como un referente silencioso para saber que es lo que queríamos... y el tiempo que hemos tardado en encontrarnos ha sido como un aprendizaje necesario para 131

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que nos reconociéramos al encontrarnos. Ha merecido la pena esperarte amor mío... de verdad que sí Esther al sentir que sus ojos se humedecían y con taquicardia adolescente se refugió en la boca de la pediatra intentando demostrarle con besos que estaba de acuerdo con aquellas palabras. La pediatra se abrió al contacto de aquella boca que atacó la suya sin compasión. Sintió un ligero roce en una de sus piernas que la hizo estremecerse. El roce se transformó en una atrevida mano que fue incendiando cada milímetro de piel que tocaba. Cuando la insolente mano dejó las piernas atrás y, tras investigar el estomago, llegó a los senos se convirtió en fuego liquido que incendió ambos cuerpo. El que daba y el que estaba recibiendo. Las bocas volvieron a buscarse hambrientas de ternura y pasión M: Te amo (murmuró Maca abandonando aquella boca para mirarla a los ojos) E: Yo también te amo (confirmó la enfermera y ambas sonrieron) Y supieron que todo estaba dicho. Ambas se sumergieron, ebrias de amor, en la navegación de aquel mar con olas brillantes de pasión, sentimientos, y entrega. Bucearon una en el cuerpo de la otra. Porque el cuerpo de la persona amada es el mar que uno siempre desea navegar, ya sea nadando las aguas tranquilas de la ternura o las gigantescas olas que produce la pasión. Aquella noche, en aquella habitación dos fragatas se encontraban de nuevo, esta vez para iniciar juntas una travesía que duraría hasta el último de sus días

FIN

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