Chicas Muertas, De Selva Amada.

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Camilo Muñoz Chaves Prof. Alicia Ortega. Narrativa Hispanoamericana del Siglo XX Maestría de Investigación en Estudios Culturales Universidad Andina Simón Bolívar. 4. Aire enrarecido es lo que queda tras el retiro de una cosa. Lo que sigue es lo que deja tras de sí al retirarse. Algo parecido ocurre con los cadáveres: su fue mismo, que está allí, es su no estar. El estar (star) ahí a pleno sol. Se nombran, con fecha, lugar, hora. Sólo en cuanto se escriben alumbran lugares que antes no eran alumbrados. Son destellos de luz. Lo que continúa es el estar ahí, desde siempre, referido al pasado, al hábito. La crónica de un resto. El lenguaje del porvenir. Desde allí pareciera escribirse Chicas muertas de Selva Amada (Mondadori 2015), en los márgenes del relato novelesco y la investigación periodística cuyo eje principal es el asesinato —así, en singular— de tres mujeres, Sarita Mundin, Andrea Danne y María Luisa Quevedo, desaparecidas, apuñaladas y halladas muertas —así, en plural, como un grito— en las adyacencias de las provincias argentinas. He dicho que en los márgenes, como un grito, sí, porque el aire enrarecido para el caso que nos toca, estos asesinatos de mujeres, caso reales, no es suficiente. Se trata más bien de una especie de pregunta proveída por el pulso afectivo, si se me permite decirlo, de las mujeres, es decir, esas posibilidades de un suceso que abren los contornos de la crónica más allá de la ficción narrativa para que en consecuencia se narren, ahora sí, dichas aberraciones habladas en “voz baja”. No porque este texto sea una denuncia o merezca serlo, sino porque el recurso a la prensa (de donde son extraídos los casos reales de las mujeres) y el trabajo de la narración (entredicha por lo real) abren una pregunta problemática poniendo en debate un acontecimiento y un género: ¿dónde? ¿Dónde están los cuerpos de las mujeres? Colocaré un ejemplo. Tanto la noticia de los asesinatos y de los relatos de los habitantes de estos pueblos argentinos, como sucede con la nota publicada en el diario Norte, en la provincia de Chaco o con el de Yoqui Quevedo, hermano y portavoz de María Luisa, campean entre la ficción, la telenovela, la anécdota, etc. Para ello se necesita, por tanto, un pulso, no original, sino nuevo. Una nueva consecuencia dirigida a la pregunta por la construcción del tono de la historia en tanto está relacionada con esta situación: la necrológica manifestación del presente donde la prensa y la telenovela

anecdotaria, como he dicho, ya no alcanzan. Esta indicación aludida en las páginas finales del libro está siendo transparentada, entonces, por el recurso a la adivinación, la magia y el esoterismo; como en aquella historia de la Huesera que para lograr dar con los cuerpos de las mujeres, “necesita, primero, juntar los huesos, armarlas, darles voz y después dejarlas correr donde sea que tengan que ir” (2015, 50). Cómo es evidente, más allá de ser un simple artilugio aparentemente esotérico, ésta historia está siendo utilizada para generar preguntas acerca de la inoperancia de los grandes relatos policiales, fiscales, políticos, estatales, familiares, masculinos, todos ellos cómplices, al no encontrar el dónde que abren las mujeres. Y a la vez para dirigirla hacia una operación simultánea que requiere un pulso de la escritura en donde se necesita tener paciencia e hilar despacio de la punta de una madeja. Para los que creemos en la magia, esta situación permite desmarañar las realidades que no se ven y de esta manera conducir el rastro de ese resto que está desaparecido, vedado, oculto, escrito en los márgenes y que puede ser alumbrado, de igual manera que con los crímenes, en tanto se ubican, se datean, se nombran, se escriben. La magia se vuelve crónica. Eso que reconocemos, exponiéndose y enseñando su paso irreparable por el ahí, referido al pasado, es lo que queda de ellas. El aire enrarecido. Dar perspectiva significa, en contrapartida, hacer de la técnica del hilado la reconstrucción del mundo que las miraba a ellas, “saber cómo eran miradas, cuál era la mirada que ellas tenían sobre el mundo, ¿entiendes?” (109) El resto, como dice Sergio Cueto, es aquello que fue y ya no es y en lo que no aguarda posibilidad alguna (Sin fecha 3). Sin embargo, la pregunta ¿dónde están los cuerpos de las mujeres? está siendo escrita, entre aquello que fue y es, insistiendo, eso sí, en un nuevo estar. El porvenir. Es aquí donde la crónica de Selva Amada se vuelve literatura.

Bibliografía

Amada, Selva. 2015. Chicas muertas. Buenos Aires: Random House Mondadori. Cuero, Sergio. “Restos de la literatura”. Lector común. 19 de febrero de 2019. https://es.pdfcoke.com/document/137776886/Restos-de-La-Literatura-De-SergioCueto

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