Camilo Muñoz Chaves Prof. Alicia Ortega. Narrativa Hispanoamericana del Siglo XX Maestría de Investigación en Estudios Culturales Universidad Andina Simón Bolívar. 1. Designando la apertura de un cercado pero liberando hacia adentro la energía de un astro, así leo La muerte me da de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza (Tusquets 2008), como una implosión y declosión de la poesía y la prosa. ¿Por qué su persecución tanto en la forma como en el contenido? El lector de poemas que nos propone la novela, busca descifrar el significado de las palabras, concatenar los enunciados verbalizados y proyectarlos en el mundo real. ¿Cuál será entonces la función de la prosa? Levantar la clausura de ese límite de lo real, desenvolver la versificación y avanzar en la materia misma de las palabras. La novela, en este sentido, nos propone un lector detective que busca resolver algo y uno de prosa que ve las partes de suceso. Al asumirnos desde esta perspectiva, entonces, requerimos resolver un crimen secreto y descubrir un cuerpo desmembrado. Estructuralmente la novela de la escritora mexicana, por una parte, nos presenta la imbricación de textos poéticos y en prosa que deben ser recorridos como pistas de un caso a resolver, el de los Hombres Castrados, cuatro adultos de mediana edad, en su mayoría lectores o relacionados con las “humanidades”, a quienes se les ha extirpado sus genitales. Este crimen deberá ser resulto, a su vez, con la imbricación exógena de la poeta Alejandra Pizarnik, y sobre todo con esa “idea que cuestiona la supuesta habilidad intrínseca de la prosa para transmitir significado” (2008, 190), el “anhelo” y “urgencia vacía” de la prosa de la poeta. Estos dos aspectos son muy importantes para la trama de la novela, puesto que remiten a unos cuerpos que debe ser encontrado y son diseminados; más aún si están fragmentados en la forma, a través de los extractos de los diarios de la poeta argentina, y en el contenido, a través de la idea de búsqueda y extirpación. El poema como evidencia, en tal caso, resulta ser tomado con suma y tremenda ironía; pero no tanto así con la prosa, quien nos traslada hacia el lugar de las evidencias. El ensayo dedicado a la poeta, “El anhelo de la prosa” (176), es vital para comprender que en la resolución del conflicto se necesita unas nuevas pistas donde la poesía ya no alcanza. Incluso, el hecho de que antes de este capítulo se utilice un narrador más poético y que continuamente se utilice uno más prosaico, resulta revelador. Al final, ese
enrome final que cierra con un poema, sin embargo, nos diga indirectamente que haya que volver al hecho del crimen, suma irónica. Lo que no quiere decir que todo termine con un final redondo o cerrado. De hecho, en mi criterio, si bien terminar con un poema lo considerado un gesto que nos devuelve al origen, al plus donde las cosas vuelven a comenzar, a su originalidad, también es una forma de avanzar retrocediendo, como un caso de la prosa. Como si al saltar el cerco necesitáramos volver y, de esta manera, nuevamente abrir un crimen: el nuevo asesinato de un hombre, el quinto hombre castrado. Porque ¿Qué cuerpo es el que se encuentra realmente? ¿No necesita un detective volver a comenzar? Que para leer poesía se necesita un buen prosista es evidente. Y que la poesía puede habitar entre nosotros, en las más rudimentarias prácticas sociales o en las más sofisticadas comunicaciones diarias, también. Porque estos personajes, comunes y rasos, nos demuestran que están con la poesía en la boca como se está en las calles con la muerte encima. La cotidianidad con que circulan las palabras no está necesariamente asociada, en este trasunto, trinando como astros a lo lejos. La poesía de estos ciudadanos escindidos pervive junto a los cuerpos desmembrados de la cotidianidad, frente a la real negado como la mujer o en síntesis con un lenguaje que, como de la escritora mexicana utilizado en esta novela o el de Pizarnik, requiere seguir su anhelo y sus junturas. Porque allí donde la poesía no alcanza la prosa toca. No por nada requerimos seguir la huella, juntar las partes, fragmentar tramas, dividir la mirada y proseguir. Al fin y al cabo un detective como un lector lindan con las marcas del cuerpo de otro que nos dice, en el libro: “helo todo aquí”, abierto (120).
Bibliografía
Rivera Garza, Cristina. 2008. La muerte me da. Barcelona: Tusquets.