Camino hacia Dios 184
La construcción de un mundo más humano A continuación presentamos un extracto de la intervención de Luis Fernando en el I Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales realizado en Mayo de 1998, en Roma. El título fue «La construcción de un mundo más humano: cultura y trabajo». Este Congreso se dio en el contexto del Encuentro de los Movimientos Eclesiales con el Papa, donde el MVC participó activamente. Rupturas de ayer y de hoy «Dios, que es Vida, Libertad, Amor, es también Dios de la vida, la libertad y el amor. Él nos da esas dimensiones del ser, nos concede el don de la fe que ilumina el caminar humano, y nos invita a compartir la experiencia jubilosa de encontrarnos con el Señor Jesús en la Iglesia. Y es que la persona humana ha sido hecha para participar del amor de la Trinidad1 y para reflejar ese amor en su vida íntima, en su conducta relacional con otros seres humanos, y en su estar y actuar en el mundo.
El gran Proyecto de Dios afincado en la dinámica de la comunión, de la reconciliación
y la participación, a la cual responden los dinamismos fundamentales de su criatura predilecta, quiere para el hombre una cultura de vida, de libertad, de amor, que lo lleve a su realización como persona. Una sana teología de la creación expresa una dinámica positiva en la que el hombre se convier te en cooperador fundamental de Dios. Dios crea todo, gratuitamente, desde una suprema
abundancia de amor, y todo cuanto crea es bueno, como se lee en el umbral de la Sagrada Escritura. Allí se nos dice a través de sugerentes imágenes que la paz, armonía y gozo eran el ámbito de la raza humana, que cooperaba con Dios en llevar adelante la creación. El mismo trabajo en el Edén tiene tal sentido de cooperación. Pero el ser humano, haciendo mal uso de su libertad, peca, se aparta de Dios negando el divino Plan, introduciendo así la dinámica del pecado, de las rupturas, en sí mismo y en la creación toda, en su manifestación cultural, así como en la búsqueda de sentido que desde el fondo de su mismidad clama por una respuesta de infinito. El horizonte de los dones maravillosos de Dios se ve oscurecido por la dinámica del pecado, por la niebla de la muerte, del libertinaje y la esclavitud, del odio, la injusticia, la irreconciliación, del antiamor, pero no desaparece, más bien permanece vital en lo profundo. Desde los orígenes de la historia está el misterio de la iniquidad2 actuando sobre el hombre, pretendiendo distorsionar la libertad humana que habría de dirigirse hacia la verdad, el bien y la belleza, hacia Dios, para alejar la vida de cada hombre concreto, de las sociedades y de su cultura de la senda querida por quien es Señor de la Historia. Así, hoy, señala el Santo
Dios crea todo, gratuitamente, desde una suprema abundancia de amor, y todo cuanto crea es bueno, como se lee en el umbral de la Sagrada Escritura.
Padre, asistimos con tristeza a la “perplejidad de un hombre que a menudo ya no sabe quién es, de dónde viene, ni adónde va”3»4. El hombre, creador de cultura «Ya desde el segundo relato del Génesis, e incluso antes del pecado fontal, el ser humano aparece como un auténtico creador de cultura. El Creador presenta ante el ser humano un universo innominado para que mediante la designación del nombre5 vaya humanizando su contorno natural y así haciendo su morada cultural. Vemos cómo el ser humano es invitado a expresarse mediante códigos mentales, siendo así integrado en la dinámica creacional. Dios mismo aparece como quien lo invita a que por su acción, cooperando con el Creador, forje el mundo del hombre, impregnando la tierra y todo el universo de la cultura con los rasgos interiores que él mismo ha recibido al ser creado a “imagen y semejanza” de Dios. En este desplegarse, al que es invitado por el Altísimo, el ser humano se introduce en un horizonte por el cual se va proyectando, y también va aumentando el develamiento de la realidad intrínseca de la persona, con una teleologicidad que no puede ser cancelada6. La acción humana va forjando el ámbito de la cultura donde aparece ante todo como “quien es” el ser humano, para luego irradiar, desde esa obvia primacía suya, tanto sobre sí como sobre el
Camino hacia Dios 184 mundo de las cosas que fabrica y pone a su servicio personal y al de los demás mediante el trabajo que, como dice el Papa, “constituye una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra”7. La cultura que el hombre, como sujeto que es, forja con su acción es así a la vez expresión y ámbito del ser humano. En este proceso, mediante el despliegue de su mismidad se va realizando también él mismo. Igualmente, por la acción humana rectamente encaminada coopera con Dios en la dinámica del despliegue de la creación. Y la conciencia en la vida cotidiana de esta realidad de sintonía con el desarrollo del Plan de Dios ofrece una ocasión para el desarrollo de lo humano, de su naturaleza, al tiempo que en su proyección humaniza el cosmos. En todas sus grandes realizaciones la persona aprende a descubrir que ellas “son señal de la grandeza de Dios y fruto de sus inefables designios”8»9. «La vocación del hombre como “hacedor de cultura” nos pone sobre aviso contra toda idea de que el ser humano se reduzca tanto a las varias acciones del proceso de trabajo como a lo que su trabajo, ya intelectual ya material, forja. No se debe obviar nunca en el despliegue humano la primacía ontológica y praxiológica de la persona como tal, como
La construcción de un mundo más humano
criatura de Dios que porta su imagen. Así, en su vida cotidiana el horizonte máximo será aquel sentido sobre el cual no puede haber un sentido mayor. Entonces, en la medida en que su despliegue día a día responda a su primacial densidad ontológica y a la tensión hacia el horizonte religioso —en el que la relación con Dios constituye el núcleo—, el proceso humanizador del despliegue del ser humano y de su trabajo se proyecta personalizándolo así mismo, y aportando a la humanización de la sociedad y su huella en el universo»10.
«La acción y la presencia del ser humano, su despliegue ontológico, establece una situación relacional dinámica en la que él se hace responsable de la jerarquía de los valores asumida en el contacto hombre–mundo. Existe un universo cultural estructurado según valores fundamentales que responden en última instancia, o se oponen, a la naturaleza El responder a un del ser humano según ha recto despliegue sido creada por Dios. Ese dota de sentido al universo en su recta trabajo que jerarquía de valores no imprime su huella puede ser alterado para en una ser degradado sin que se extraordinaria p roduzcan graves dimensión de consecuencias contra la humanización. El realización del ser desatender el humano. El responder a recto despliegue un recto despliegue dota conduce al mundo de sentido al trabajo que de la “cultura de imprime su huella en muerte” una extraordinaria
Camino hacia Dios 184 dimensión de humanización. El desatender el recto despliegue conduce al mundo de la “cultura de muerte”, donde el influjo de esa dimensión negativa cobra su cuota en términos de ofensa a la dignidad y a los derechos del ser humano, de un tener en exceso a costa de la injusticia a otros, de la manifestación de una búsqueda de placer ilícito que hunde a la persona y a quienes toca en dimensiones que atentan contra su dignidad, de poder por el poder, de la violencia, en fin, de un proceso de degradación de lo humano»11.
La construcción de un mundo más humano
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO 1. ¿Porqué cumplir el Plan de Dios responde a mis dinamismos fundamentales? 2. ¿Qué significa que el hombre sea cooperador de Dios? 3. ¿Cuáles son las consecuencias de la dinámica del pecado en la cultura? 4. ¿Cómo podemos aportar a la “humanización” de la sociedad? 5. ¿Estoy trabajando por construir una cultura de vida, de libertad y de amor?
CITAS 1
GUÍA PARA LA ORACIÓN
2 3
1. Invocación inicial: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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5 6
2. Preparación: a. Acto de fe en la presencia de Dios. b. Acto de esperanza en la misericordia de Dios. c. Acto de amor al Señor Jesús y a Santa María.
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3. Cuerpo: a. Mente: - Medito en el en sí del texto. - Medito en el en sí-en mí del texto. b. Corazón: - Elevo una plegaria buscando adherirme cordialmente a aquello que he descubierto con la mente y abriéndole mi corazón al Señor. c. Acción: - Resoluciones concretas.
4. Conclusión: -
Breve acto de agradecimiento y súplica: al Señor Jesús y a Santa María. Rezo de la Salve u otra oración mariana.
5. Invocación final: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Ver Santo Domingo, 121. Ver 2Tes 2,7ss. S.S. Juan Pablo II, Veritatis splendor, 84. Luis Fernando Figari, Formación y misión, p.99101. Ver Gén 2,19. Algunas ideas para este desarrollo han sido tomadas de Karol Wojtyla, Person and Community. Selected Essays, Peter Lang, Nueva York 1993, en especial de The Problem of the Constitution of Culture through Human Praxis, pp. 263ss. S.S. Juan Pablo II, Laborem exercens, 4. Gaudium et spes, 34. Formación y misión, p.101-103. Formación y misión, p.104. Formación y misión, p.106-107.
CITAS PARA LA ORACIÓN El plan de Dios: Ef 1,4 Cumplir el plan de Dios me realiza como persona: Jn 4,10-14 Somos cooperadores de la obra de Dios: Gen 2,5-6; Gen 2,19 El trabajo como cooperación con el plan de Dios: Prov 10,4; Mt 25, 14-30 Dios nos llama a trabajar por un mundo reconciliado Mt 9,36; Flp 2, 12-15
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