Castoriadis Ponencia Jornadas Piera Aulagnier

  • November 2019
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Castoriadis – Presentación Jornadas Piera Aulagnier DENISE NAJMANOVICH: Bueno, me toca a mí seguir con la provocación, ya que es el tono que hemos adoptado esta tarde de lluvia. Me encanta este estilo y voy a tratar de estar a la altura. El pensamiento moderno creó un universo signado por la simplicidad, por lo claro y distinto, por las producciones teóricas como descripciones verídicas de un universo gobernado por leyes ineludibles y eternas. El estilo adoptado era el de la explicación que supone la posibilidad de un conocimiento total y completo de un objeto

definido

y

estable.

Castoriadis

eligió

un

modo

de

interrogación completamente diferente. Su estilo fue forjado a partir de la noción clave de elucidación. Para él la idea de una teoría pura no era más que una ficción incoherente, pues sostenía que “No existen lugar y punto de vista exteriores a la historia y a la sociedad, en el que poder situarse para hacer la teoría puesto que todo pensamiento de la sociedad y de la historia pertenece él mismo a la sociedad y a la historia. Todo pensamiento, sea cual fuere y sea cual fuere su «objeto», no es más que una forma del hacer social-histórico.” Por eso para él la elucidación era “el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensani”. El pensamiento de Castoriadis hizo honor a esta propuesta que está en el núcleo de los enfoques contemporáneos de la complejidad. Antes de proseguir, considero fundamental aclarar una confusión muy habitual: aquella que equipara complicación y complejidad. Muchos autores utilizan estos términos de manera indistinta. La situación es particularmente grave en los trabajos escritos en castellano puesto que nuestro protocolo comunicativo supone que

la repetición es signo de pobreza lingüística –y por tanto conceptual- y exige que inventemos algún sinónimo cada tres renglones para no parecer ramplones. Para nuestra suerte o desgracia, esto es así, y ha llevado a confusiones verdaderamente preocupantes que considero fundamental despejar. Complicados son aquellos sistemas, objetos, procesos intrincados, embrollados, pero que en última instancia pueden llegar a desentrañarse completamente puesto que sus relaciones funcionan dentro de un régimen de la simplicidad. Algo es complicado cuando posee muchas partes que están ensambladas de tal manera que un observador externo no puede decir inmediatamente cuál es su estructura, pero que con sólo apelar a toda su paciencia y al método analítico podría conocerla exhaustiva y totalmente. En palabras de Henry Atlan, uno de los exponentes más agudos de la perspectiva de la complejidad y pionero en las teorías de autoorganización: “La complicación sólo expresa, un gran número de etapas o de instrucciones para describir, especificar o construir un sistema a partir de sus constituyentesii.” Los enfoques de la complejidad no pueden ponerse en el mismo plano de análisis, suponen la creación de otros paisajes vitales, otros modos de interrogación, otros estilos cognitivos que llevan implícitos desde un inicio una renuncia y un desafío. La renuncia a la comprensión total y absoluta, a un entendimiento completo, a la pretensión de poseer una verdad. El desafío de producir sentido en la incertidumbre y hacernos responsables del mismo. Castoriadis hizo verdaderamente honor a este reto. Hecha esta aclaración, quisiera retomar varias cosas de las que dijeron Yago y Nacho antes que yo. Una que me parece sugestiva para dar cuenta de la complejidad del enfoque de Castoriadis es la

forma en que él trata al conocido lema freudiano que reza que “Allí donde estaba Ello debo advenir Yo”. Castoriadis trabaja muy a fondo esta cuestión y nos brinda una lectura muy peculiar de este lema freudiano. Para ello construye un dispositivo paradójico que comienza con un contrapunto entre la propuesta freudiana y otra proposición creada por nuestro exquisito pensador griego: “Allí donde Yo soy, el Ello debe surgiriii”. La polifonía que emerge de este contrapunto nos lleva directamente al reino de la complejidad. Podríamos aumentar la apuesta provocativa considerando ahora la dupla autonomía / heteronomía. La autonomía y la heteronomía en Castoriadis son cuestiones fundamentales y en general a nosotros como personas también nos resultan centrales en nuestra vida. Pero han sido leídas muchas veces desde el reino de la simplicidad, es decir, han sido interpretadas como una dicotomía. La cultura Occidental y la Moderna tienden a dicotomizar absolutamente todo y con ello a aplanar el espacio conceptual, empobreciéndolo y depurándolo. Fieles a su estilo los pensadores modernos han desarrollado dos formas: el dualismo puro que enfrenta

absolutamente

la

autonomía

y

la

heteronomía,

concibiéndolos como esencias absolutamente independientes y opuestas; y la posición monista, que admite sólo la legitimidad de una u otra opción de la polaridad dualista y condena a la otra al reino de las apariencias.

En ambos casos estamos frente a

concepciones esencialistas, no vinculares y estáticas; es decir condenados al imperio de la simplicidad. Una lectura compleja, que en cierto sentido semeja a las concepciones no-dualistas orientales, concibe a la autonomía y

heteronomía como términos ligados, irreductibles entre sí, pero al mismo tiempo capaces de interpenetrarse, de hibridarse en producciones múltiples gestando una gran variedad de figuras. El concepto de autonomía (ley propia) no tiene sentido por fuera de alguna instancia o presentación de la heteronomía, es decir de la ley del otro. Si retomamos las máximas anteriores bajo esta luz, vemos muy bien porqué Castoriadis necesitó complejizar la propuesta freudiana, o más bien explicitar la complejidad que anidaba en su obra pero que una epistemología positivista y una conceptualización dualista habían desdibujado, enturbiado e incluso escamoteado. Es allí donde el trabajo de elucidación se hace imprescindible, no para encontrar una nueva interpretación canónica de los textos, no para definir lo que el propio Freud dejó borroso, sino para insuflar sentido, para expandir los territorios del entendimiento. Castoriadis cuestiona –con infinita delicadeza, pero también con gran firmeza- la pretensión de dominio del consciente sobre el inconsciente que aparentemente promueve el lema freudiano. Para ello se le hace imprescindible revisar la noción misma de autonomía, sus límites y posibilidades, sus agujeros negros y su campo semántico. Para contribuir a la comprensión de esta problemática me parece importante hacer una distinción adicional, aquella que nos permite diferenciar

entre

autonomía

e

independencia.

Llamaría

independencia a aquello que está totalmente disjunto, separado, inconexo, ahora y siempre, lo que no tiene ligazón alguna. Para Castoriadis es algo muy diferente puesto que reconoce clara y explícitamente que la autonomía sólo tiene sentido en y por la relación. Para destacar este efecto paradójico yo utilizo la expresión

“autonomía ligadaiv”, que marca fuertemente la diferencia radical con la noción clásica de independencia. Retomando lo que recién mencionaba Nacho, podemos decir que la autonomía y la heteronomía son a la vez

irreductibles e

indisociables. Es decir, no son lo mismo ni pueden explicarse uno por el otro, pero tampoco pueden independizarse, están ligados, están vinculados. Ambos sólo adquieren sentido en y por la relación con el otro. Aquí el término “vínculo” también está siendo utilizado de una manera específica pues con él quiero resaltar el “efecto de acontecimiento e historia”como una posibilidad de producir sentido diferente al que habitualmente le damos a la palabra “relación”. Algo está vinculado -o tiene sentido decir que hay un vínculocuando podría no haberlo. ¿Qué quiere decir que algo tiene un vínculo consigo mismo? ¿Diría alguien que tiene un vínculo consigo mismo? Sería una afirmación muy snob, o muy estúpida. Por eso he querido destacar el hecho de que paradójicamente el vínculo existe si y sólo sí pudiera no existir. El vínculo implica a la vez autonomía y heteronomía. La tradición occidental ha pensado a las entidades y relaciones como totalmente definidas, determinadas, absolutas y eternas. Este es a la vez una suposición básica subyacente y una exigencia de la “lógica conjuntista identitaria” (forma que Castoriadis utilizaba para dar cuenta del modus básico de la racionalidad occidental legitimada por la tradición filosófica de va desde

Platón al

Estructuralismo). Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX, Castoriadis

y

muchos

otros

pensadores,

retomaron

voces

marginales de la tradición y encararon la ímproba tarea de sentar las bases para un pensamiento capaz de dar cuenta de la dinámica,

es decir, de una mirada que incluya al tiempo como variable interna, como expresión del cambio y la transformación. En esta concepción los vínculos no son conexiones entre entidades (objetos o sujetos) preexistentes, ni estructuras fijas e independientes, sino que los vínculos emergen simultáneamente con aquello que enlazan en una dinámica de autoorganización. Se trata entonces de pasar de un único mundo compuesto por elementos y relaciones fijadas por las leyes de la lógica clásica a “multimundos” donde “unidades heterogéneas” y vínculos no tienen un sentido unívoco, no están completamente determinados, no existen independientemente sino que emergen y co-evolucionan en una dinámica creativa: el juego de la vida. Retomando ahora la “travesura” de Castoriadis al crear un complemento para el lema freudiano podemos empezar a ver hacia a qué otros mundos nos lleva el vínculo paradójico: “Allí donde estaba el Ello debo advenir Yo, pero allí donde Yo soy, el Ello debe surgir”. A pesar de las apariencias no es este un círculo vicioso, sino una invitación a pensar en y a partir de la dinámica vincular. Si aceptamos que desde el discurso freudiano la autonomía puede ser entendida como el dominio del consciente sobre el inconsciente y entendemos que este proyecto es tan imposible como indeseable, sólo nos queda la alternativa de jugar el juego que propone Castoriadis. Para ello es imprescindible preguntarse junto con él ¿Qué es mi ley? ¿Qué es mi discurso? Y darnos cuenta que no tiene sentido hablar de una ley absolutamente propia, como tampoco puede existir un discurso absolutamente singular: ambos pertenecen al dominio social. Al mismo tiempo que sabemos que no puede existir un discurso que no sea enunciado por alguien (los entes colectivos no tienen voz), ni una ley que sea tal si no es

inventada, aceptada, consentida, conocida y valorada por la sociedad que no es más que “una mediación de encarnación y de incorporación, fragmentaria y complementaria, de su institución y de sus significaciones imaginarias, por los individuos vivos que hablan y se muevenv”. ¿Entonces cómo puede surgir un discurso absolutamente propio en un lenguaje “ajeno”? ¿De dónde podría emerger una ley absolutamente autónoma del sujeto cuando é mismo para ser tal debe participar necesariamente de la sociedad que instituye la ley? ¿Puede existir una verdad propia del sujeto sobre la que se funde su propia ley? Como bien sostiene Castoriadis, “la noción de verdad propia del sujeto es en sí misma más un problema que una soluciónvi”. El

modo

de

pensar

clásico

hace

que

las

paradojas

se

“desvanezcan” mediante el expeditivo truco de prohibirlas, pero su poder corrosivo sigue actuando a pesar de la censura. Castoriadis, por el contrario, pone las paradojas en movimiento y permite de esa manera que emerja su inmenso poder creativo. En el caso que nos ocupa, no se trata ya de una “toma del poder” por parte del Yo, sino que la paradoja pone en primer plano aquello que está radicalmente eludido en el discurso clásico y en el Moderno: las mediaciones, los vínculos, las hibridaciones, la dinámica transformacional. Utilizando las palabras del propio Castoriadis, podemos decir que “No se trata entonces de “una toma de conciencia” efectuada para siempre, sino de otra relación entre consciente e inconsciente, entre lucidez y función imaginaria, en otra actitud del sujeto respecto de sí mismovii” Desde esta perspectiva creo que es interesante pensar no solo las terapias sino todas las prácticas de la libertad. Foucault, en los

últimos años de su vida, trabajó muy a fondo la distinción entre la pretensión

de

“liberación”,

fruto

de

una

ilusa

noción

de

independencia, y las prácticas de la libertad, que para mí están plenamente dentro del espíritu de la concepción de la autonomía ligada que es uno de los núcleos de la perspectiva vincular que Castoriadis ayudó a fundar. Esto está íntimamente ligado a uno de los peligros que yo encuentro a veces en el psicoanálisis en relación a la noción de cura y tiene que ver con el último punto que mencionaba recién Nacho, y que llamó “nuevas normalidades”. Lamentablemente, la idea de una “cura” nos exige ubicarnos en una dimensión de la patología y para ello debemos también distinguir una esfera autónoma de la “normalidad”. Yo no sé si conviene hablar de nuevas normalidades. Tal vez estemos empezando a tener que pensar en disolver esas barreras de normalidad y de patología, o en revolverlas, o en barajar de otra forma y encontrar en estos nuevos modos del lazo social y en estas nuevas subjetividades, otras formas de referirnos al padecimiento humano y de producir prácticas de la libertad, saliendo del mundo de la “enfermedad”, para pensar nuestro devenir como sujetos este otras perspectivas que den lugar a la complejidad, evitando los diagnósticos de manual y las etiquetas sociales instituidas como “esencias”. Desde este punto de vista, creo que otra de las conceptualizaciones de Castoriadis que aparece como provocadora e interesante, y también problemática, es la de monada psíquica. La filosofía nos ha acostumbrado a una idea de monada que por definición no tiene ventanas. Yo creo que la monada que presenta Castoriadis sí las tiene, (a pesar de que no queda totalmente claro en sus textos), y esto hace una diferencia radical en la concepción tanto de la

subjetividad, como del lazo social y en la producción mutua de ambos, sociedad y sujeto. Al plantear que la autonomía no es lisa y llanamente la eliminación del discurso del otro sino una instauración de otra relación entre el discurso del otro y el discurso del sujeto, Castoriadis acepta plenamente el reto de la complejidad. Pone el foco de su pensamiento y el énfasis en un lugar que la Modernidad no pudo ver, porque estaba justamente en el punto ciego de toda mirada (ese punto que la pretensión de una visión panóptica elude: el lugar donde está el ojo-sujeto que mira). Y ese punto ciego es el de las mediaciones, el de las interfases, el de las modulaciones, todo aquello que tiene que ver con lo vago, con lo poroso, con las membranas semipermeables, todo lo que tiene que ver con el intercambio, la co-producción, la creación. Desde la lógica clásica y las concepciones esencialistas lo único que podemos hacer es desplegar siempre lo mismo, puesto que no puede aparecer novedad donde no hay diferencias. Solo la diferencia produce diferencia, en la física y en la sociedad. Paradójicame, no puede haber novedad sin presuponerla. Ahora bien, qué es exactamente lo que presuponemos, no es algo concreto en sí mismo. Parménides lo hubiera llamado el “No-Ser”, los taoístas los llaman “Vacío Creativo”, Castoriadis lo llama “Magma”. Es aquello que el pensamiento occidental ha negado tenazmente para legitimar exclusivamente una razón pura (y ha usado extensivamente para poder pensar aún esa misma categoría). Es el reservorio de sentido que nos deja la ambigüedad de toda palabra, la porosidad del lenguaje. Es esa multivocidad original que hace del lenguaje un sistema abierto y del pensamiento una actividad imaginaria radical.

Esta actividad imaginaria radical (tanto a nivel del sujeto como en su faceta social instituyente) no produce representaciones, sino “presentaciones”, es decir "Realidades Virtuales" que no tienen referentes externos (no re-presentan internamente una realidad independiente). Lamentablemente Castoriadis siguió utilizando el término “representación” en lugar de acuñar uno nuevo que diera cuenta de esta diferencia radical de los procesos y productos involucrados

en

imaginarizaciones).

la

actividad El

término

imaginaria

(presentaciones

representación

nació

en

o la

Modernidad a partir de la cesura dualista y supone una realidad externa y un observador interno separados por un límite fijo inamovible e intraspasable. Castoriadis, Piera Aulagnier, Foucault, Derrida y muchos (a veces nominados en conjunto como postestructuralistas o post-positivistas) ya no admiten la separación radical entre un exterior y un interior, entre un sujeto y un mundo. Ahora bien, negar tal separación radical -y en esto

coincido

plenamente con Nacho- no significa que no haya diferencia alguna, que estemos condenados a al con-fusión. Admitiendo un campo magmático podemos extraer de él no sólo las distinciones de la lógica identitaria, sino una infinidad de otras figuras, de otras formas de construir exterioridad e interioridad ya no estáticas sino dinámicas y de otros modos de crear y producir sentido. Desde esta perspectiva, entonces, creo que tomar la relación instituido-instituyente que propone Castoriadis en serio, tiene que ver con hacer ese lugar a la imaginación radical como una fuente de creación. En sus últimos años, en sus últimos trabajos, Castoriadis se sintió obligado a dar alguna explicación mayor, a profundizar y a elucidar, la afirmación de que el imaginario “crea de la nada”. En sus últimos

textos trabajó extensamente la cuestión y aclaró que al decir algo surge “de la nada”, no está planteando que algo aparece “en la nada”, o que se hace “con nada”. Si no que lo nuevo que emerge no está preformado, ni prefigurado, ni latente, antes de llegar a la existencia en el imaginario. Esto no quiere decir que su emergencia sea completamente inmotivada. Todo lo contrario, toda creación imaginaria nace en la historia, y está tejida con los materiales que ella brinda, pero al mismo tiempo es una creación completamente nueva. Pensar es una actividad creativa que sólo puede ocurrir en y a través de los

vínculos, porque creo que no hay otro modo de

producción de sentido que el de la interacción, y por lo tanto el significado ha de ser siempre social. Como bien ha mostrado Wittgenstein, no existe, ni puede existir un lenguaje privado. Esto no quiere decir que no podamos, como sujetos y en actividad de producción de subjetividad, producir nuevos sentidos, pero estos solamente se llegan a constituir en la medida en que los vínculos los sostienen, los contienen y les dan posibilidad de vivir. “La creación vincular en las relaciones es siempre ex-nihilo, surge de la nada, en el sentido de que la lógica del sistema no puede explicarla ni causarla, pero no in-nihilo, no se da en la nada, porque está entramada en la historia. Pero ya no se trata de un despliegue de lo mismo, de lo que estaba allí, sino de la emergencia de algo nuevo, fruto de un acontecimientoviii”.El sujeto se constituye como sujeto en la trama social, es indisociable de ella, pero no es la trama social. Hay autonomía en la heteronomía. Castoriadis fue un pensador capaz de hacer honor a las tensiones que la complejidad crea, que no puede resolver, pero que puede hacer producir, generando nuevas figuras que nos permitan

construir sentido más ricos, tejer tramas multidimensionales, inventar y recorrer itinerarios diversos, afirmar sin por ello arrasar con la diferencia, negar sin excluir. Y en este sentido el de Castoriadis ha sido un pensamiento sumamente provocativo en este honroso sentido que mencionó Nacho, no pretende eliminar ni reducir, ni eludir las tensiones, pretende en última instancia jugar con ellas y producir dentro de ese marco tensional, un mayor grado de libertad, tanto para nuestras producciones teóricas, para nuestras prácticas y para nuestros modos de vida. Nada más. (aplausos)

COORDINADORA: Bueno, gracias Denise. Nos quedaría un poquito de tiempo para algunas preguntas, o algunos comentarios, antes de cerrar... algunas provocaciones pide Denise, algunas respuestas a sus provocaciones.

i

Castoriadis, C. “La institución imaginaria de la sociedad”, Tusquets, Buenos Aires, 1993.

ii

Atlan, H. “Entre el cristal y el Humo”, Ed. Debate, Barcelona, 1990.

iii

Castoriadis, C. “La institución imaginaria de la sociedad”, Tusquets, Buenos Aires, 1993.

iv

Najmanovich, D. “El lenguaje de los vínculos de la independencia absoluta a la autonomía relativa”, en “Redes el

lenguaje de los vínculos”, Paidós, Buenos Aires, 1995. v

Castoriadis, C. “El Mundo Fragmentado”, Ed. Altamira, Montevideo, 1993.

vi

Castoriadis, C. “La institución imaginaria de la sociedad”, Tusquets, Buenos Aires, 1993.

vii

Castoriadis, C. “La institución imaginaria de la sociedad”, Tusquets, Buenos Aires, 1993.

viii

Najmanovich, D. “Dinámica Vincular: territorios creados en el juego”, Revista de la Asociación Argentina de

Psicología y Psicoterapia de Grupo, Tomo XXIV, N° 2, 2001.

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