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Una mirada a lo unidiverso Cuando era un niño y preguntaba por las estrellas nadie sabía cómo responderme. Cuando miraba el cielo me impresionaba la cantidad gigantesca de estrellas que habían allí, primero creía que ellas hacían caer el agua cuando llovía, pero mi abuelita Hilda me contó que la lluvia venía de las nubes grises que tapaban el cielo, por eso cuando llovía no podía ver las estrellas. Entonces cuando paraba de llover salía a mirar el cielo para que las mismas estrellas me lo contaran. Mi abuelita también me contó que mi abuelo estaba en el cielo, como a mí me gustaban tanto las estrellas pensaba que él podía ser una de ellas, porque si estaban las tres Marías demás que estaba mi abuelo. En el colegio nos hablaban de los planetas y sus nombres y nos decian que en ellos no había vida, pero me era difícil creer eso, porque solo lo decía la profe Bernarda y sus clases eran las que no tenía vida. Nadie hablaba de las estrellas, muchas veces me frustraba cuando le decia a una “persona grande” que quería llegar a una, ellos me decían que no lo iba a lograr, a menos que me convierta en astronauta y ahí, quizás, llegaba a la luna. Por mucho tiempo pensé en la forma que tenian, me preguntaba si eran como las de las banderas o quizás eran como una estrella de mar, lo que me llevo a pensar que el cielo era un mar que estaba sobre nosotros y que mucho más arriba habían personas que se bañaban allí.

Mis papas un día me mostraron venus y parecía una estrella, entonces me imaginaba como se podía ver desde lejos la tierra: una estrella con una luz azul y verde, y que podía ser una de las tantas que conformaban el universo. Eso me encantaba porque me llevo a entender la palabra vida y aunque dijeran que en los demás planetas no había, yo creía / y sigo creyendo, que no estamos solos en el universo. Con el tiempo entendí que no necesito llegar a una estrella porque ya estoy en una de ellas.