Andersen, Hans Christian - El Lino

  • June 2020
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Hans Christian Andersen El lino

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El lino estaba florido. Ten�a hermosas flores azules, delicadas como las alas de una polilla, y a�n mucho m�s finas. El sol acariciaba las plantas con sus rayos, y las nubes las regaban con su lluvia, y todo ello le gustaba al lino como a los ni�os peque�os cuando su madre los lava y les da un beso por a�adidura. Son entonces mucho m�s hermosos, y lo mismo suced�a con el lino. - Dice la gente que me sostengo admirablemente -dijo el lino� y que me alargo much�simo; tanto, que hacen conmigo una magn�fica pieza de tela. �Qu� feliz soy! Sin duda soy el m�s feliz del mundo. Vivo con desahogo y tengo porvenir. �C�mo vivifica el sol, y c�mo gusta y refresca la lluvia! Mi dicha es completa. Soy el ser m�s feliz del mundo entero. - �S�, s�, s�! -dijeron las estacas de la valla-, t� no conoces el mundo, pero lo que es nosotras, nosotras tenemos nudos -y cruj�an lamentablemente: Ronca que ronca carraca, ronca con tes�n. Se termin� la canci�n. - No, no se termin� -dijo el lino-. El sol luce por la ma�ana, la lluvia reanima. Oigo c�mo crezco y siento c�mo florezco. �Soy dichoso, dichoso, m�s que ning�n otro! Pero un d�a vinieron gentes que, agarrando al lino por el copete, lo arrancaron de ra�z, operaci�n que le doli�. Lo pusieron luego al agua como para ahogarlo, y a continuaci�n sobre el fuego, como para asarlo. �Horrible! �No siempre pueden marchar bien las cosas -suspir� el lino.- Hay que sufrir un poco, as� se aprende�. Pero las cosas se pusieron cada vez peor. El lino fue partido y roto, secado y peinado. �l ya no sab�a qu� pensar de todo aquello. Luego fue a parar a la rueca, �y ronca que ronca! No hab�a manera de concentrar las ideas. ��He sido enormemente feliz! -pensaba en medio de sus fatigas-. Hay que alegrarse de las cosas buenas de que se ha gozado. �Alegr�a, alegr�a, vamos!� -. As� gritaba a�n, cuando lleg� al telar, donde se transform� en una magn�fica pieza de tela. Todas las plantas de lino entraron en una pieza. - �Pero esto es extraordinario! Jam�s lo hubiera cre�do. S�, la fortuna me sigue sonriendo, a pesar de todo. Las estacas sab�an bien lo que se dec�an con su Ronca que ronca, carraca, ronca con tes�n. La canci�n no ha terminado a�n, ni mucho menos. No ha hecho m�s que empezar. �Es magn�fico! S�, he sufrido, pero en cambio de m� ha salido algo; soy el m�s feliz del mundo. Soy fuerte y suave, blanco y largo. �Qu� distinto a ser s�lo una planta, incluso dando flores! Nadie te cuida, y s�lo recibes agua cuando llueve. Ahora hay quien me atiende: la muchacha me da la vuelta cada ma�ana, y al anochecer me riega con la regadera. La propia se�ora del Pastor ha pronunciado un discurso sobre m�, diciendo que soy el lino mejor de la parroquia. No puede haber

una dicha m�s completa. Lleg� la tela a casa y cay� en manos de las tijeras. �C�mo la cortaban, y qu� manera de punzarla con la aguja! �Verdaderamente no daba ning�n gusto! Pero de la tela salieron doce prendas de ropa blanca, de aquellas que es incorrecto nombrar, pero que necesitan todas las personas. �Nada menos que doce prendas! - �Mirad! �Ahora s� que de m� ha salido algo! �ste era, pues, mi destino. Es espl�ndido; ahora presto un servicio al mundo, y as� es como debe ser; esto da gusto de verdad. Nos hemos convertido en doce, y, sin embargo, seguimos siendo uno y el mismo, somos una docena. �Qu� sorpresas tiene la suerte! Pasaron a�os, ya no pod�an seguir sirviendo. - Alg�n d�a tendr� que venir el final -dec�a cada prenda-. Bien me habr�a gustado durar m�s tiempo, pero no hay que pedir imposibles. Fueron cortadas a trozos y convertidas en trapos, por lo que creyeron que estaban listos definitivamente, pues los descuartizaron, estrujaron y cocieron (�qu� s� yo lo que hicieron con ellos!), y he aqu� que quedaron transformados en un hermoso papel blanco. - �Caramba, vaya sorpresa! �Y sorpresa agradable adem�s! -dijo el papel-. Soy ahora m�s fino que antes, y escribir�n en m�. �Las cosas que van a escribir! �sta s� que es una suerte fabulosa -. Y, en efecto, escribieron en �l historias maravillosas, y la gente escuchaba embobada su lectura, pues eran narraciones de la mejor �ndole, de las que hacen a los hombres mejores y m�s sabios de lo que fueran antes; era una verdadera bendici�n lo que dec�an aquellas palabras escritas. - Esto es m�s de cuanto hab�a so�ado mientras era una florecita del campo. �C�mo pod�a ocurr�rseme que un d�a iba a llevar la alegr�a y el saber a los hombres! �A�n ahora no acierto a comprenderlo! Y, no obstante, es verdad. Dios Nuestro Se�or sabe que nada he hecho por m� mismo, nada m�s que lo que ca�a dentro de mis humildes posibilidades. Y, con todo, me depara gozo tras gozo. Cada vez que pienso: ��Se termin� la canci�n!�, me encuentro elevado a una condici�n mejor y m�s alta. Seguramente me enviar�n ahora a viajar por el mundo entero, para que todos los hombres me lean. Es lo m�s probable. Antes daba flores azules; ahora, en lugar de flores, tengo los m�s bellos pensamientos. �Soy el m�s feliz del mundo! Pero el papel no sali� de viaje, sino que fue enviado a la imprenta, donde todo lo que ten�a escrito se imprimi� para confeccionar un libro, o, mejor dicho, muchos centenares de libros; pues de esta manera un n�mero infinito de personas podr�an extraer de ellos mucho m�s placer y provecho que si el �nico papel original hubiese recorrido todo el Globo, con la seguridad de que a mitad de camino habr�a quedado ya inservible. �S�, esto es indudablemente lo m�s satisfactorio de todo -pens� el papel escrito-. No se me hab�a ocurrido. Me quedo en casa y me tratan con todos los honores, como si fuese el abuelo. Y han escrito sobre m�; justamente sobre m� fluyeron las palabras salidas de la pluma. Yo me quedo, y los libros se marchan. Ahora puede hacerse algo positivo. �Qu� contento estoy, y qu� feliz me siento!�. Despu�s envolvieron el papel, formando un paquetito, y lo pusieron en un caj�n. - Cumplida la misi�n, conviene descansar -dijo el papel-. Es l�gico y razonable recogerse y reflexionar sobre lo que hay en uno. Hasta ahora no supe lo que se encerraba en m�. �Con�cete a ti mismo�, ah� est� el progreso. �Qu� vendr� despu�s?. De seguro que alg�n adelanto; �siempre adelante! Un d�a echaron todo el papel a la chimenea, pues iban a quemarlo en vez de venderlo al tendero para envolver mantequilla y az�car. Hab�an acudido los chiquillos de la casa y formaban c�rculo; quer�an verlo arder, y contemplar las rojas chispas en el papel hecho ceniza, aquellas chispas que parec�an correr y extinguirse una tras otra con gran rapidez - son los ni�os que salen de la escuela, y la �ltima chispa es el maestro; a menudo cree uno que se ha marchado ya, y resulta que vuelve a presentarse por detr�s. Y todo el papel formaba un mont�n en el fuego. �Qu� modo de echar llamas! ��Uf!�, dijo, y en un santiam�n estuvo convertido todo �l en una llama, que se elev� mucho m�s de lo que hiciera jam�s la florecita azul del lino, y brill� mucho m�s tambi�n

que la blanca tela de hilo. Todas las letras escritas adquirieron instant�neamente un tono rojo, y todas las palabras e ideas quedaron convertidas en llamas. - �Ahora subo en l�nea recta hacia el Sol! -exclam� en el seno de la llama, y pareci� como si mil voces lo dijeran al un�sono; y la llama se elev� por la chimenea y sali� al exterior. M�s sutiles que las llamas, invisibles del todo a los humanos ojos, flotaban seres min�sculos, iguales en n�mero a las flores que hab�a dado el lino. Eran m�s ligeros a�n que la llama que hablan producido, y cuando �sta se extingui�, quedando del papel solamente las negras cenizas, siguieron ellos bailando todav�a un ratito, y all� donde tocaban dejaban sus huellas, las chispas rojas. Los ni�os sal�an de la escuela, y el maestro, el �ltimo de todos. Daba gozo verlo; los ni�os de la casa, de pie, cantaban junto a las cenizas apagadas: Ronca que ronca, carraca, ronca con tes�n. �Se termin� la canci�n! Pero los min�sculos seres invisibles dec�an a coro: - �La canci�n no ha terminado, y esto es lo m�s hermoso de todo! Lo s�, y por eso soy el m�s feliz del mundo. Mas esto los ni�os no pueden o�rlo ni entenderlo, ni tienen por qu� entenderlo, pues los ni�os no necesitan saberlo todo.

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